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Sánchez ha triunfado aupado por la movilización de las bases del PSOE. Ha derrotado tanto a la vieja guardia -muy centrada en el papel del PSOE como partido de gobierno, que jugó la baza de la “Sultana del Fango”[1]- y a las baronías regionales que con la descomposición y dada la tradicional mala soldadura del Estado español han adquirido un poder centrífugo muy considerable[2].
Los políticos burgueses son cobardes e hipócritas. Ante el triunfo contundente de su rival, tanto los barones regionales como la gran derrotada, Susana Díaz, han hecho declaraciones de “lealtad”, de “unidad”, de “disciplina”. A primera vista, una vez resuelto el tenso proceso de primarias, las aguas habrían vuelto a su cauce y el PSOE se dedicaría “a los ciudadanos”.
Sin embargo, no creemos que el triunfo de Sánchez ponga fin a la crisis del PSOE, más bien, como vamos a analizar a continuación, puede agravarla, más allá de las apariencias y de las treguas temporales que los distintos protagonistas hayan acordado. Los derrotados cuentan con poderosos resortes, de un lado, la vieja guardia tiene muchos apoyos en los poderes del Estado, en los grandes capitalistas y en los media[3]. Por otra parte, los barones pueden apalancarse en sus reinos de taifas y ofrecer una resistencia sorda pero muy disolvente.
La victoria del Sánchez puede perturbar la política gubernamental del capital español. El gobierno PP está en minoría y depende tanto del apoyo de Ciudadanos[4] como de la abstención vergonzante del PSOE[5]. El capital español necesita seguir aplicando medidas de ataque contra los trabajadores para hacer frente a una crisis muy profunda, que, aunque atenuada tras los brutales recortes de los gobiernos PSOE (hasta 2011) y después PP, sigue agravándose y en todo caso la “salud” de la economía nacional necesita de una degradación permanente y despiadada de las condiciones de vida de los trabajadores y de la gran mayoría de la población.
Sin embargo, la política del Estado capitalista no se hace únicamente desde el gobierno, se hace igualmente desde la oposición y con la acción de los sindicatos, así como de los llamados “medios de comunicación”. Desde ese punto de vista, la necesidad de seguir atacando a los trabajadores, sí bien será más complicada de ejecutar en el medio gubernamental, no quedará desatendida por el hecho de que el PSOE se ponga “súper radical” y exhiba el cartel de “Por un PSOE de izquierdas”, al contrario, se verá reforzada.
Para desarrollar su lucha, el proletariado necesita de su conciencia de clase y esta se enriquece sacando lecciones en diferentes planos. En el caso concreto del triunfo de Sánchez hay varias: 1) el engaño de que las bases son las que deciden; 2) El papel del PSOE dentro del capital español y las consecuencias de su crisis; 3) ¿Qué ha sido históricamente el PSOE y qué papel ha jugado?
Primarias: el juego de “las bases deciden”
La ideología reinante nos habla de que vivimos en democracia. Salvo excepciones, como los regímenes falsamente comunistas de China, Corea del Norte o Cuba, o, dictaduras descaradas como las que vemos en bastantes países árabes, la democracia parece triunfar y nos proporcionaría, sino el mejor de los mundos posibles -eso ni los más entusiastas propagandistas se atreven a decirlo- “el menos malo de los mundos”.
Todo esto es un enorme engaño, quizá el peor de los engaños de los últimos cien años junto el de que en la antigua URSS había “comunismo”. Oculta, en primer lugar, que la sociedad mundial está basada en las relaciones de producción capitalistas que dividen los seres humanos en clases, fundamentalmente dos: una minoría explotadora -el Capital- y una mayoría explotada -el proletariado-. Oculta, en segundo lugar, la naturaleza del Estado, que no es “el representante de toda la sociedad” sino la dictadura exclusiva y excluyente del Capital.
A pesar de su eficacia, el engaño democrático se ha venido desgastando. Desde hace más de medio siglo, los obreros y la inmensa mayoría de la población, comprueban decepcionados que la “alternancia” entre Derecha e Izquierda es un engranaje que lleva a un constante empeoramiento de sus condiciones de vida y que no se ve salida a un túnel sin fondo de desempleo, precariedad, miseria rampante, guerras, éxodos masivos de población, destrucción del medio ambiente, degradación moral.
Para mantener viva la ilusión de que dentro del sistema capitalista hay “alternativas”, el Estado democrático produce nuevos mecanismos que, supuestamente, permitirían a “los de abajo” seguir confiando en la tan loada democracia.
Uno de ellos es la aparición de nuevos partidos. En Francia hemos visto el nacimiento de En Marcha que ha llevado a Monsieur Macron a la presidencia de la república, y, por la banda izquierda, se ha afianzado Melenchon y su Francia Insurgente. En Grecia apareció Syriza que hoy tiene las riendas del gobierno, mientras que, en España, Ciudadanos y Podemos han sido promocionados como la “nueva política” aunque comprobamos que siguen atados de pies y manos a la vieja política de siempre[6].
Otra vía de renovación del engaño democrático es lo que se ha dado en llamar la “democracia directa” de los referéndums donde supuestamente serían los ciudadanos quienes decidirían dejando de lado la corrupción y el elitismo del parlamento y el control de los partidos.
También en Gran Bretaña, el partido laborista ha prestado sus servicios para renovar la ilusión democrática. Con Corbyn la militancia se ha duplicado y su campaña electoral ha tomado una forma similar a los conciertos de masas de grupos de éxito. Todo esto ha logrado una alta participación de las generaciones proletarias jóvenes que despotricaban de la política pero que han creído encontrar en ese viejo defensor de causas “perdidas” algo así como una esperanza.
En la misma onda, en los últimos años se han puesto de moda las Primarias, una “forma de participación” en la que supuestamente “las bases tendrían la palabra”.
Si analizamos las primarias que acaba de celebrar el PSOE, las bases no han tenido la palabra, sino que han sido utilizadas. Han podido “elegir” entre tres caras (Sánchez, Díaz y López) que les prometían el oro y el moro, que se atacaban sin piedad y que, a fin de cuentas, cada cual tenía inconfesables ambiciones personales y contaban, tras las bambalinas, con poderosos padrinos. Las bases no han discutido análisis, experiencias, propuestas, perspectivas y orientaciones, sino que han acudido pasivamente a dar un voto ciego al personaje supuestamente más atractivo.
El triunfo de Sánchez intenta, sin embargo, tapar todo esto y renovar las ilusiones en la democracia. Acredita la visión del héroe que, defenestrado por el “aparato” en octubre, recupera el timón de mando dando la voz a las bases. La democracia mantiene su influencia alimentándose de estas películas que son tanto más creíbles porque se apoyan en algunas verdades: una de ellas es que los partidos, para que sus distintos componentes respondan a las necesidades del capital nacional y los intereses de la pandilla que detenta el mando, se organizan en un aparato burocrático, oscuro, maniobrero e impersonal, que recurre a las peores bajezas para mantener el orden en el partido. Otra verdad es que en el PSOE hay un conflicto entre sus diferentes facciones y una de ellas, la que se ha alineado tras Sánchez, ha utilizado como arma arrojadiza “la movilización de las bases”.
Sin embargo, hay una verdad que es la más importante y de la que no habla la prensa: Sánchez tendrá que crear su propio aparato si quiere controlar el partido y ponerlo a su servicio, tendrá que rodearse de una cohorte de fieles que lo respalden ciegamente, deberá encontrar todo tipo de aliados, en resumidas cuentas, reemplazar el viejo aparato por otro nuevo que seguirá los mismos métodos y las mismas trapacerías[7]. En la decadencia del capitalismo -y vivimos más de cien años en ella- el Estado es un aparato totalitario, una burocracia aplastante e impersonal, y los partidos tienen que reproducir cada cual un patrón de dictadura del “secretario general”, de corrupción, clientelismo, manipulación y maniobra. Por mucho perfume atractivo de Primarias que se le eche, los partidos burgueses son y seguirán siendo estructuras del Estado para someter al proletariado y a toda la población a los intereses del capital nacional.
La “nueva política” de Sánchez y sus límites
Como vimos en el artículo sobre la crisis del PSOE, Sánchez es un outsider del aparato que trata de imponerse utilizando la baza de las bases. Esto es a la vez un factor de agravación de la crisis del PSOE, pero, simultáneamente, responde a una necesidad del Capital español, específicamente cara al proletariado y muy particularmente a los más jóvenes. Sánchez intenta vender la ilusión de un PSOE que dice “no es no” a la Derecha, que, supuestamente se opondría a la política de precariedad, incremento del desempleo, recortes en pensiones etc., que practica el gobierno PP, en continuidad con el gobierno Zapatero[8]. En ello podemos ver ciertas similitudes con la que adopta Corbyn en Gran Bretaña o propició Sanders en Estados Unidos.
Se trataría de ofrecer algo a las jóvenes generaciones de la clase obrera –torturadas por el desempleo, la precariedad, la inutilidad de costosos estudios, la ausencia completa de futuro- para que “sigan creyendo en la política burguesa” y no intenten, como lo hicieron con terribles debilidades en 2011, el embrión de una política proletaria[9].
No obstante, ¿sería esta una “nueva vía”, un “socialismo de izquierdas”, la que permitiría al PSOE salir de la crisis en la que se encuentra y engañar con fuerza al proletariado?
Esto debemos analizarlo más profundamente, aquí nos vamos a limitar a apuntar algunos elementos de reflexión.
Pese a su experiencia, a su mayor disciplina y a su visión más global del capital nacional, los partidos socialistas andan en crisis profunda. En Francia, se han visto laminados[10].
Los partidos socialistas se enfrentan a un problema doble: por un lado, la descomposición[11] impacta en su aparato favoreciendo las tendencias centrífugas, el repliegue endogámico, la corrupción etc., lo que provoca la inestabilidad, la incoherencia política y una creciente indisciplina frente a los intereses generales del partido y del capital nacional. Pero, por otro lado, sufren un problema derivado de lo que se podría llamar la “tercera fase del capitalismo de Estado” (resumida esquemáticamente en “globalización” y “liberalización”) que “les ha pillado siempre a contrapié y les ha resultado muy difícil entonar un discurso que encubriera con “políticas sociales” el correlato de ataques implacables que tales orientaciones conllevan. Ello les ha entrampado en un dilema de difícil solución que les ha hecho perder influencia. Por un lado, no pueden renunciar al control de la clase obrera (son responsables de los sindicatos más importantes), lo que les obliga a mantener un discurso de “política social” vinculada al keynesianismo. Pero, al mismo tiempo, son partidos gubernamentales, imprescindibles en el bipartidismo que sustenta los países democráticos. Corren el riesgo de carecer de un discurso coherente tanto para ser gobierno como para ser oposición” (del artículo ¿Qué le pasa al PSOE?).
Por un lado, Sánchez expresa el peso de la descomposición por ser un outsider del aparato, un aventurero político que se ha labrado una posición de fuerza mediante un arriesgado juego demagógico con “las bases”. Por otro lado, pretende “resolver” el problema que antes hemos planteado -elegir entre ser un partido de gestión gubernamental o ser un partido “de los de abajo”- optando por la segunda opción, lo que le lleva a adoptar ciertos temas robados Podemos y al populismo.
Sánchez es consciente de que debe tomar distancias con Podemos y competir abiertamente por el espacio que ocupa devolviéndolo al PSOE que sería su propietario “histórico”. Para ello ya no defiende “alianzas de gobierno progresistas” sino unas descoloridas «iniciativas de acción» con «sectores sociales» progresistas, especialmente los sindicatos”[12]
Es decir, Sánchez parece querer evitar el lodazal del “gobierno de progreso” aliado con Podemos y los partidos periféricos, pues, como decíamos, en el artículo sobre el PSOE “la coalición “frente populista” es peligrosa para el interés del capital español. En primer lugar, Podemos es un conglomerado caótico de tendencias variopintas donde juega un papel nada desdeñable un grupúsculo trotskista -Izquierda Anticapitalista- que por grandes que sean las ambiciones de sus jefes y por mucho que se “moderen” son claramente inaptos para gestiones gubernamentales. En Podemos también pesan nacionalismos periféricos que le empujan a la demagogia arriesgada del “derecho a decidir”, cosa que la mayoría de barones socialistas no toleran. En fin, los partidos nacionalistas periféricos no son de fiar dada la mala soldadura nacional del capital español y suscitan mucha desconfianza en el aparato socialista. A todo ello se debe añadir el descrédito que conllevaría un “gobierno de progreso” no solamente para el propio PSOE, junto con Podemos, sino para toda la llamada “clase política”.
Esta rectificación de Sánchez puede tranquilizar al aparato y a los líderes regionales del PSOE, sin embargo, deja al partido fuera de juego como alternativa de gobierno. Quizá, es lo menos malo, Sánchez parece dedicarse a competir con Podemos y de esa manera, galvanizar a las bases y neutralizar a sus adversarios dentro del partido. Es posible que para los intereses del partido y también para mistificar a las generaciones jóvenes de la clase obrera –como parece hacer Corbyn en GB- le convenga al PSOE una larga estancia en la oposición.
Pero esta política no es tan fácil de llevar como pudiera parecer a primera vista. El PSOE tiene experiencia en controlar a la clase obrera “clásica” apoyándose en UGT y en políticas “sociales”, recurriendo a temas típicos del antifascismo etc., pero le resulta más difícil lidiar con la “nueva clase obrera” que se compone de precarios, de parados, de muchos jóvenes urbanos, muy capacitados y cosmopolitas, quizá sin conciencia de ser clase obrera y con una creciente degradación de sus condiciones de existencia. Ahí, parece que Podemos tiene más habilidad que el vetusto PSOE.
Hay un segundo obstáculo aún más importante, el PSOE es un partido gubernamental y no parece muy adaptado para situarse en una oposición de largo recorrido. En los últimos 50 años, los partidos socialistas podían combinar políticas gubernamentales y políticas de oposición con una coherencia que se fue desgastando desde finales de los 80. Esa combinación se hace cada vez más complicada y atiborrada de contradicciones, actualmente, el dilema es o política “social-liberal” o “socialismo de oposición” sin posibilidad de compatibilizarlas o alternarlas.
Para hacerse una idea de esta dificultad, bastaría ver el programa que ofrece Corbyn y que ni él ni nadie se creen que pueda ser una opción gubernamental, como dice El País (9-6-17) “La demanda de Corbyn de que May se retire de la escena, junto a la propia disponibilidad para intentar formar una coalición arcoíris, difícilmente llegará a buen puerto. […]lo hace con un programa enfrentado a la ortodoxia económica en tiempos de austeridad que defiende el grueso del centroizquierda europea. Con propuestas como la nacionalización parcial de algunos servicios públicos (ferrocarriles, eléctricas…) o un sustancial aumento de la inversión pública en los sectores de la salud y la educación, gravando a las rentas más altas, frente a uno de los anatemas de sus antecesores desde Tony Blair: “Más impuestos, mayor gasto”
Es un programa para mantener algo las ilusiones, pero no es un programa de gobierno. Sánchez ha sido muy prudente y, a diferencia de Corbyn, más allá del machacón “No es no” frente al PP no ha dicho nada sobre lo que haría en el gobierno. Tampoco ha tenido mucha prisa en materializar ese ruidoso “No es no”, pues ha mantenido un silencio sepulcral sobre la moción de censura de Podemos, es decir, Sánchez sigue, al menos por el momento, la misma política de la coalición vergonzante de la Gestora que tanto ha criticado.
La razón de todo ello es simple: el capitalismo no parece contar con una alternativa válida a la política de “liberalización” y “globalización” que viene practicando desde hace 30 años y que le ha permitido resistir el impacto de la crisis sin lograr, sin embargo, detener su avance incontenible. De ahí que los “programas” de “más Estado” y “medidas sociales” no se los crean ni los propios Corbyn o Sánchez, fuera de la política de austeridad los partidos socialistas no tienen nada creíble que plantear. Esta ausencia de alternativa gubernamental descoloca al PSOE y además aliena a una parte del mismo, especializada en las carreras gubernamentales[13]. Existe el riesgo de que tanto la vieja guardia como los barones regionales reemprendan el combate a muerte lo que puede llevar, bien a una inestabilidad permanente -lo que ocurrió antes del sábado 1 de octubre, fecha del golpe del aparato contra Sánchez-, bien a una sangría y descomposición gradual.
Susana Díaz ha ofrecido su apoyo a Sánchez. Pero lo ha hecho de muy mala gana. El domingo 21, cuando perdió ni siquiera lo mencionó y fue el martes cuando cambió de posición tras una llamada de Felipe González y Zapatero que parece ser le afearon su “sectarismo”.
¿Se trata de una paz temporal o es más bien una “paz armada”? Corbyn tenía antes de su éxito una posición muy débil frente a sus colegas de partido que hacían todo lo posible para derribarlo y durante la campaña electoral pedían un voto sin convicción diciendo que de lo único que se trataba votando laborista era de evitar una mayoría absoluta demasiado aplastante de Theresa May. Sin embargo, tras el éxito de su denostado “amigo” han cambiado de chaqueta muy rápidamente: “Muchos pesos pesados del partido que hasta hace poco lo tildaban de “inelegible”, y de bomba de relojería que iba a conducir a una debacle, están cerrando filas con él. La magia, o en realidad el posicionamiento táctico, está en ese aumento de 29 escaños (hasta un total de 261), ganados a base de ofrecer “esperanza” con un mensaje “positivo, optimista, honesto y dinámico que ha movilizado al electorado joven”. La declaración responde a Owen Smith, quien encabezara una fallida rebelión del grupo parlamentario laborista contra el líder”
¿Pasará lo mismo en el PSOE? De momento, Sánchez ha superado con éxito el congreso del Partido donde se ha mostrado arrogante y soberbio frente a sus rivales. Sin embargo, es muy posible que aparato y baronías regionales preparen su venganza y la altanería con que los ha tratado puede incendiar los ánimos. Eso hace que la batalla no haya hecho más que empezar y Sánchez no se equivoca cuando de las 10 medidas inmediatas que propone, la mayoría sean para reforzar la baza que le ha llevado a la victoria: “Quiere regular consultas obligatorias a la militancia del PSOE para ratificar los pactos postelectorales o para que sólo los afiliados puedan expulsar a un secretario general elegido por las bases. Dirección fuerte. Sánchez propone limitar el poder de los barones a su ámbito territorial y fortalecer a la dirección federal, en la que dice que integrará a todas las federaciones. Unidad del partido. Quiere conseguir la unidad a partir del voto de los militantes. Al salir elegido por el voto directo, considera que su liderazgo será más fuerte que en 2014 y exigirá lealtad a todos (…) Doble vuelta en primarias. Quiere regular las primarias para que haya dos vueltas. Abrir agrupaciones. Plantea abrir las agrupaciones socialistas para atraer más gente, especialmente a los jóvenes y a los que viven en las grandes ciudades” (El Mundo, antes citado).
Estas medidas son inequívocas. Quiere ampliar aún más los mecanismos que sustentan su poder frente al aparato “de siempre” y dar entrada a todos los posibles adeptos a su liderazgo y a los lidercillos que corren a cobijarse bajo su ala. De forma descarada, Sánchez pretende reforzar al máximo su poder personal levantado sobre la demagogia carismática de un “líder amado por las bases”.
Pero este juego no deja de ser peligroso. En primer lugar, dar demasiada voz a las bases puede desatar un caos de enfrentamientos, multiplicación de liderazgos locales, intereses encontrados, desarrollo de poderes endogámicos en cada agrupación local etc. Se puede desencadenar un proceso muy difícil de controlar. En segundo lugar, abre las puertas a peligrosos “entrismos” de izquierdistas y aventureros de todos los pelajes, que pueden desestabilizar aún más el partido. En fin, hace de Sánchez rehén de todo tipo de propuestas contradictorias, en muchos casos de un radicalismo perturbador, que pueden hacer totalmente incoherentes sus políticas.
Estas servidumbres y este maremágnum en el funcionamiento del partido pueden provocar la desconfianza de los grandes capitalistas que, desde luego, no dudarán de su lealtad sin fisuras al capital español, pero pensarán que no tiene un partido disciplinado tras él y que hay demasiados demagogos e intereses contradictorios en sus filas.
Por otra parte, los reyes de las taifas socialistas se han visto ampliamente desautorizados por los resultados de las primarias. Solamente la sultana andaluza ha logrado imponer la disciplina -el clientelismo escandaloso que maneja le ha facilitado la tarea-, los demás gerifaltes se ven muy amenazados y ello puede dar lugar a batallas campales en numerosas federaciones.
Sánchez se mete en un callejón oscuro. Compite con Podemos sin tener todas las de ganar, en un terreno donde sus experiencias del pasado (por ejemplo, Largo Caballero) no son totalmente válidas dadas las condiciones históricas actuales. Si se ata demasiado a las bases se puede colocar en un difícil dilema: o arriesgarse en una demagogia cada vez más radical frente a las políticas del gobierno, o, ser responsable frente al capital nacional y perder su influencia en ellas. Se gana la ojeriza del aparato y de los líderes regionales que pueden ponerle todas las zancadillas posibles y van a batirse a cara de perro. A fin de cuentas, por mucha disciplina que intente imponer, las acariciadas “bases”, en el contexto de la descomposición no pueden sino añadir una enorme inestabilidad al partido y ser ellas mismas quienes acaben defenestrándolo.
Tampoco aparece como factible un pacto con la vieja guardia y los barones pues entonces, estos le tomarían como rehén y se enajenaría la baza de “las bases”, quedándose en tierra de nadie, con lo que caería como fruta madura.
Así pues, salvo treguas más o menos cortas, el PSOE se interna en una zona de turbulencias. Para el capital español hay un serio peligro de descomposición de su principal partido en los últimos 40 años. Es un problema de envergadura sobre el que probablemente las fuerzas más clarividentes y responsables del capital español tratarán de buscar una respuesta. A este respecto “es necesario, sin embargo, recordar que la burguesía no solamente es víctima de los efectos de la descomposición, sino que, igualmente, es capaz de oponer contra-tendencias. Como decíamos al principio, la experiencia acumulada por el PSOE es una de ellas”.
El PSOE: un partido que fue obrero y que hoy solamente es español
El proletariado en su lucha del 15 M contribuyó no poco a la crisis del PSOE. Sin embargo, fue más una desconfianza pasiva, una crítica más de constatación que de auténtica toma de conciencia. Lo que ayudará al proletariado es una comprensión de su naturaleza de clase, de las bases que pueden lanzarlo de nuevo a la lucha, de su capacidad histórica como alternativa al capitalismo. En ese terreno quizá aporte una historia del PSOE, de lo que fue, muy pobremente, como partido obrero -desde 1879 hasta 1914- y de lo que es, con mucha generosidad, como partido de la burguesía, machacando y desviando hacia el terreno burgués, las tentativas de huelga masiva en agosto 1917, finalmente, cuando en el congreso de 1921, los últimos sectores que intentaban desarrollar una posición revolucionaria fueron expulsados.
El proletariado mundial ha sufrido una cruel experiencia que explica en gran medida la desconfianza que hoy sufre de la política y de los políticos. En 1914 perdió los partidos socialistas que apoyando la guerra mundial imperialista se pasaron con armas y bagajes al servicio del capital. Después, en los años 20, perdió a los partidos comunistas, alineados en la defensa de la URSS, un estado capitalista revestido con ropajes socialistas. Con la segunda guerra mundial, perdió a la Oposición de Izquierdas de Trotski. Todos sus antiguos partidos de clase acabaron recuperados por el Capital. Comprender las causas de esta triple debacle es muy importante y una contribución a ella es analizar la historia del PSOE, cómo nació como partido obrero en 1879, como degeneró desde principios del siglo XX hasta pasar a constituir desde los años 20 un seguro servidor del capital.
Esto lo haremos en futuros artículos
C.Mir 200617
[1] Susana Díaz, presidente de la Junta de Andalucía. Desde hace más de 30 años, el PSOE controla la autonomía andaluza con mano de hierro y apoyado en un clientelismo caciquil que nada tiene que envidiar a las dictaduras bananeras o las exsoviéticas.
[2] Este artículo se sitúa en continuidad con el que hemos hecho tomando posición sobre la crisis del PSOE. Ver ¿Qué le pasa al PSOE?https://es.internationalism.org/revista-internacional/201611/4182/que-le-pasa-al-psoe
[3] Lo anterior no quiere decir que Sánchez esté huérfano de “grandes apoyos”. Por ejemplo, Telefónica le prestó una larga mano.
[4] Un partido de “centro” creado a toda prisa a partir de un lidercillo, el Señorito Rivera, cuyo único mérito fue el de salir desnudo en el cartel electoral de las elecciones autonómicas de Cataluña
[5] Ver La coalición vergonzante del PSOE con el PP, https://es.internationalism.org/accion-proletaria/201705/4212/la-coalicion-vergonzante-del-psoe-con-el-pp
[6] Ver Guerra de jefes en Podemos, /content/4204/guerra-de-jefes-en-podemos; y Podemos, un poder del Estado capitalista, https://es.internationalism.org/cci-online/201406/4033/podemos-un-poder-del-estado-capitalista
[7] Todo esto se ha visto confirmado por el congreso del PSOE celebrado el 17-18 junio. En él, Sánchez ha borrado del mapa a todos los posibles rivales e incluso a personajes secundarios, ha expulsado de forma vengativa del Comité Federal a individuos como Madina o a los emisarios de Susana Díaz, su feroz adversaria andaluza. En el Comité Federal no hay más que los nuevos fieles del evangelio “sanchista”.
[8] En el cual el Señor Sánchez sirvió como diputado raso redactando la “reforma exprés” de 2011, pactada entre el PP y el PSOE (¿Dónde estaba el “no es no” del que tanto alardea hoy Sánchez?) que acordaba aplicar brutales recortes para conseguir el déficit cero.
[9] Ver nuestra hoja internacional sobre los movimientos de 2011, https://es.internationalism.org/cci-online/201204/3349/2011-de-la-indign...
[10] Parece que más fuertemente que en la anterior crisis que se llevó por medio a dirigentes como Jospin y Royal.
[11] Sobre el concepto de descomposición ver nuestras Tesis sobre la Descomposición, /revista-internacional/200510/223/la-descomposicion-fase-ultima-de-la-decadencia-del-capitalismo
[12] Tomado de El Mundo 220517, https://www.msn.com/es-es/noticias/espana/primera-llamada-entre-s%C3%A1nchez-e-iglesias-rechazan-al-pp-pero-no-coinciden-en-la-estrategia/las-10-primeras-medidas-que-tomará-ped ro-sánchez-como-líder-del-psoe/ar-BBBnD7g
[13] Por ejemplo, tras el triunfo de Sánchez, el asesor económico del Partido -Juan Carlos Díez que se ha hecho una pequeña fama como “economista de sentido común”- ha dimitido. Este individuo parecía tener aspiraciones -llegar a ser ministro de economía, por supuesto- y el “basismo” de Sánchez parece alejarle de semejante deseo.