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Elecciones presidenciales en Venezuela
Chavismo y “oposición” contra los trabajadores
Las próximas elecciones presidenciales en Venezuela del 7 de octubre, son un momento de máxima tensión entre las facciones burguesas del chavismo y la oposición. Tanto éstos últimos, agrupados en la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), teniendo como candidato a Henrique Capriles, como los oficialistas, contando con el perpetuo candidato Hugo Chávez, han puesto en funcionamiento sus maquinarias partidistas y con ellas miles de millones de bolívares, para intentar movilizar y ganar los votos, principalmente, de las masas de trabajadores ya exhaustos debido a 13 años de confrontación política, desde el establecimiento del régimen chavista en el poder.
La descomposición de la burguesía y la crisis como telón de fondo de la “batalla final”
El ascenso de Chávez fue el resultado del alto grado de descomposición de la burguesía venezolana, principalmente de sus fuerzas políticas que gobernaron hasta su llegada al poder en 1999. Debido a su alta aceptación popular, varios sectores del capital le dieron su apoyo en ese entonces con miras a atacar los altos niveles de corrupción, restablecer la institucionalidad y sobre todo, la gobernabilidad, es decir, para intentar mejorar el sistema de opresión y explotación en interés de la nación de la burguesía. Las fuerzas opositoras, aún debilitadas, emprendieron varias medidas de fuerza contra el régimen como el golpe de Estado de 2002 y el paro petrolero de finales de ese año, que resultaron infructuosas y más bien afianzaron a Chávez en el poder, lo que se reflejó en su reelección en el 2006.
Después de más de una década de chavismo, la nueva situación está llevando a los diferentes grupos de la burguesía a un conflicto abierto para disputar el poder central del Estado. Las fuerzas contrarias al régimen se benefician de la baja en la popularidad del chavismo debido a dos causas principales:
• el crecimiento de la descomposición en el régimen chavista, el cual describimos así en un artículo de Internacionalismo: “se conformaron nuevas élites civiles y militares que ocupan los cargos de la alta burocracia del Estado, que han fracasado en su objetivo de superar los problemas acumulados por los gobiernos anteriores, siendo más bien su principal interés repartirse el botín de los ingresos petroleros, ocasionando un crecimiento exponencial de la corrupción y un abandono progresivo de la gestión del Estado; situación que junto a la megalomanía del régimen chavista de pretender hacer una “revolución bolivariana” a nivel continental, ha ido poco a poco vaciando las arcas del Estado y acrecentando la conflictividad social y política, que está llevando a niveles de ingobernabilidad mucho peores que los de los años 90. Es ésta una de las preocupaciones mayores de varios sectores del capital nacional que en el pasado dieron su apoyo a Chávez y que hoy intentan conformar un equipo de recambio”.
• la agudización de la crisis del capitalismo en el 2007, que ha jugado en contra de las aspiraciones del régimen chavista de implantar su proyecto del “Socialismo del Siglo xxi”. Aunque para entonces Chávez, al igual que otros gobernantes, dijo que la economía venezolana estaba “blindada”, la realidad es que la crisis mundial del capitalismo puso al descubierto nuevamente la fragilidad histórica de la economía venezolana: se mueve según lo hacen los precios del petróleo. A esto hay que agregar que los planes populistas han sido posibles gracias a los ataques al salario y a la reducción o eliminación de los “beneficios” como las contrataciones colectivas, que ha propinado el chavismo a los trabajadores.
La estrategia del candidato opositor, basada en visitas diarias a distintas ciudades y pueblos del país (“casa por casa”) busca explotar la desatención social y los fracasos del régimen chavista, lo que ha generado, según algunas encuestas, un repunte de su candidatura. Su estrategia de plantear programas sociales de corte populista similares a los del chavismo y evitar confrontaciones directas le ha dado algún resultado. Sin embargo, el chavismo insiste en los “logros” que su proyecto representa para los pobres y en el planteamiento del “gendarme necesario” para evitar la anarquía que le ofrece al capital venezolano en su conjunto.
El chavismo, aún con todas sus debilidades (enfermedad de Chávez, pérdida de gubernaturas, confrontaciones de intereses en sus filas, etc.) no visualiza su salida del poder y en los últimos meses se orienta a no dejar al azar ningún detalle que pueda significar alguna ventaja para la oposición: inscripción forzada de empleados públicos en el oficialista Partido Socialista Unido de Venezuela, obstáculos a los votantes en el extranjero especialmente en Miami y España, neutralización de partidos que apoyan a la oposición (PODEMOS, PPT, COPEI) vía sentencias del Tribunal Superior de Justicia, etc., además de construir una hegemonía comunicacional que le da una ventaja absoluta en cuanto a la propaganda electoral.
Chávez también considera otros escenarios en caso de perder las elecciones. Desde ya anuncia que la oposición tiene preparado un plan para denunciar un fraude electoral. En estas estrategias, como siempre se apoya en los poderes del Estado, pero particularmente en el Ejército, que ha abandonado su posición de “fuerza profesional al servicio de la nación, no deliberante y apolítica”, para convertirse en una “fuerza patriótica, anticapitalista, anti-imperialista y chavista”. En ese sentido son frecuentes las amenazas de Chávez y su séquito contra los opositores
El oficialismo acusa a la oposición de no querer declarar, desde ahora, que aceptará el dictamen del Consejo Nacional Electoral (CNE); por ello, dicen, que están en alerta ante la posibilidad de que los opositores puedan causar un estado de conmoción nacional cuando el CNE anuncie el triunfo de Chávez. Por su parte, la oposición plantea que no puede extender un “cheque en blanco” a un árbitro que esta parcializado ya que no sanciona las faltas del oficialismo a las reglas que el mismo árbitro ha impuesto, pero sí lo hace con la oposición. En suma, que se trata pura y llanamente de un enfrentamiento interburgués donde cada bando usa las artimañas propias de su clase para sumar la mayor parte de fuerzas posibles a sus candidaturas.
Los trabajadores deben rechazar cualquier confrontación en su seno
El proletariado venezolano debe estar alerta para no ser víctima de esta “batalla final” que libran las fuerzas del capital nacional y a la cual van a intentar arrastrarlo.
El chavismo cuenta con armas ideológicas muy poderosas para llevar a un enfrentamiento a “los pobres” y “los excluidos”, quienes tienen la esperanza que Chávez cumpla con sus promesas, sobre todo las de las Misiones, “contra la burguesía depredadora, la que quiere volver al pasado”. Pero también se prepara para enfrentarse con las armas, de ser necesario, y para ello cuenta con la Milicia Bolivariana y también con sus fuerzas de choque que conforman varios “colectivos” tanto en Caracas como en el interior del país, armados por el propio Estado.
Las fuerzas de oposición por su parte, aunque no hacen pública su estrategia de defensa del voto en caso de situaciones de fuerza, no se van a quedar de brazos cruzados. Dentro de las fuerzas opositoras se encuentran partidos de la vieja guardia como el socialdemócrata Acción Democrática, quien tiene décadas de experiencia en la organización de fuerzas de choque; también en sus filas hay organizaciones de izquierda e izquierdistas, que en sus inicios apoyaron al chavismo, que conocen bastante bien de los métodos de confrontación.
Los trabajadores debemos tener presente que no hay posibilidad de superar nuestra situación de precariedad y explotación con un cambio de gobierno. La crisis del capitalismo está presente y gane quien gane, sea Chávez o Capriles, las medidas de austeridad y la precariedad van a empeorar.
No podemos caer en la trampa ideológica que nos tienden cuando nos dicen que se trata de una confrontación entre “comunismo” y democracia, o entre “pueblo” y “burguesía”. Chávez y Capriles defienden dos programas capitalistas de Estado, que se basan en la explotación de la fuerza de trabajo del proletariado venezolano.
La contienda electoral es solo un momento en la confrontación entre las facciones del capital nacional. El proletariado debe evitar caer en las pugnas entre facciones de la burguesía, romper con las ideologías democratistas, sacar las lecciones de sus luchas, continuar su esfuerzo por encontrar su identidad de clase, su unidad y su solidaridad, para así poder afirmarse en su propio terreno de clase, única alternativa para empezar a defenderse de los ataques de la burguesía contra sus condiciones de vida.
Internacionalismo Venezuela, agosto 2012