A
dos meses de la elección presidencial, por todos los medios de difusión de la
burguesía y a todas horas, un solo tema domina: la pelea por la presidencia.
Por un lado los grupos de la burguesía que apoyan a López Obrador aseguran que
hubo fraude, por el otro, las fracciones igualmente burguesas que sustentan a
Felipe Calderón siguen sosteniendo que fue una elección limpia. Después de años
y meses completos de propaganda electoral machacando las bondades de la democracia los trabajadores, que han sido
arrastrados como nunca a las urnas engañados tras la ilusión de que con un
simple voto cambiarían su destino, y sobre todo encandilados por la posibilidad de la llegada de la izquierda al
poder (RM93, jul-ago 2006), tienen que soportar de nuevo una campaña por
demás sórdida para imponer un solo razonamiento: si hubo fraude, la tarea sería
“limpiar la elección” mediante la resistencia civil pacífica; pero, si las
elecciones fueron “limpias”, habría que respetar el dictamen de los órganos
electorales del Estado. Estos son los términos de la “reflexión” que el Estado
capitalista está promoviendo para evitar que los trabajadores tomen conciencia
de su condición de explotados, y sean conducidos mansamente a tomar partido por
Obrador o Calderón, y nublar entonces la posibilidad de que reconozcan en ambos
a simples personeros de la burguesía, que pese a la diferencia del tono de
discurso que usan, tienen como único objetivo la perpetuación del capitalismo.