Elecciones en EUA: El restablecimiento del mito electoral

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El ruido de bombos y platillos sobre las elecciones primarias de New Hampshire de Iowa es abrumador. Pero sigue siendo demasiado pronto para decir qué consenso emergerá en los círculos dominantes de la clase gobernante americana sobre la división política del trabajo que sirva lo mejor posible a sus intereses en el período por venir. Sin embargo, es claro que lo que está en juego para el capitalismo norteamericano en las próximas elecciones presidenciales son: a) un corte con las desastrosas políticas imperialistas de la administración de Bush para restablecer de manera significativa la autoridad norteamericana a nivel internacional, y b) una restauración total de la mistificación democrática, que ha sido terriblemente dañada desde el año 2000.

Restauración de la autoridad imperialista americana

Desde antes de las elecciones de noviembre, la burguesía ha dado grandes pasos para establecer el escenario para llevar a cabo un completo enderezamiento de la catastrófica política imperialista llevada a cabo por la administración de Bush. Virtualmente con todos los neo-conservadores traídos desde la actual administración y la dimisión forzada de su aliado cercano, el anterior Secretario de la Defensa Donald Rumsfeld, el vice presidente Dick Cheney es esencialmente el único partidario restante de la línea dura en los círculos internos de la administración. La eterna burocracia en el Departamento de Estado, el Departamento de la Defensa, y la CIA, que representa la continuidad de la política imperialista norteamericana a través de las administraciones Democrática y Republicana desde el colapso de bloque ruso en 1989, está ejerciendo cada vez más su influencia en Washington. La neutralización de la campaña inspirada en Cheney para provocar otra guerra preventiva, esta vez contra Irán, es testimonio del poder de esta vieja burocracia. Los oficiales del servicio de relaciones exteriores se han opuesto hasta ahora a los planes de guerra considerándola  como otra política irracional que aislaría aún más al imperialismo de los EUA en el plano internacional. Los líderes militares se dieron cuenta dolorosamente que las fuerzas norteamericanas están ya demasiado mermadas para sostener un tercer frente en cualquier otro escenario. Además, la burocracia del Departamento de Inteligencia, enferma y cansada de tener su Cuerpo de Inteligencia manipulado y maniatado por Cheney y los neo-conservadores con consecuencias desastrosas, dio el beso de la muerte a la política guerrera de la administración respecto a Irán, dando a conocer los resultados de las  Estimaciones de la Inteligencia Nacional que muestran que Irán había abandonado su programa de armas nucleares desde hace tres años, eliminando así los argumentos de la política bélica de la administración de Bush.

Esto plantea la etapa para una realineación aún de mayor envergadura de la política imperialista, sin importar quién gane en la Casa Blanca en noviembre. Es quizás significativo que Huckabee, el sorpresivo ganador en las elecciones en la Iowa republicana, fuera el único candidato que denunció la política extranjera de Bush como «producto de una mentalidad arrogante, y de bunker». De la misma forma, en la competencia en el partido democrático, Obama, que ha emergido como el principal contrincante de Clinton, era el único candidato que podía clamar que desde el principio él se había opuesto a la guerra en Irak. Sin importar quién gane la nominación, parece que está haciendo progresos significativos la lucha de la fracción dominante de la burguesía para lograr una política imperialista más sofisticada, más «multilateral» que disminuya el aislamiento cada vez mayor del imperialismo americano y restablezca su autoridad en el plano internacional.

Restauración de la mistificación democrática

Inicialmente parecía que la elección de 2006 constituía un fortalecimiento de una mistificación electoral que había sido opacada gravemente tanto por la elección presidencial robada de 2000 y por la incapacidad de la clase dominante norteamericana para lograr su consenso tardío en 2004 con la necesidad de elegir como presidente a John Kerry. Por el contrario, la elección de 2006 que puso a los demócratas en el control de ambas casas del Congreso, fue retratada en los medios de difusión capitalistas y por políticos prominentes en los dos partidos más importantes, como expresión de la voluntad política del pueblo norteamericano para un fin a la guerra en Irak, para un cambio en la dirección política a nivel nacional. Los políticos y los expertos en política lanzaron igualmente frases como «una oscilación en el péndulo político», y un «enorme soplo al Partido Republicano», y había creciente aceptación de la noción según la cual los Republicanos estaban destinados a tomar el papel de la oposición política futura división política del trabajo. Durante algún tiempo parecía verdaderamente como si la confianza pública dolorida, erosionada en el proceso electoral, hubiera sido restaurada en la población en general, incluyendo la clase obrera. Pero esto demostró ser de breve duración puesto que la incapacidad de los Demócratas de superar la resistencia continuada de la administración de Bush para terminar la guerra, revivió el escepticismo sobre la eficacia del parlamentarismo como medio de expresar la «voluntad popular.» Las encuestas de la opinión pública mostraron que los grados de aceptación tanto para Bush como para el congreso alcanzaban los niveles bajos llegando al 29%. El electorado estaba harto tanto de los Demócratas como de los Republicanos.

La burguesía necesita desesperadamente las elecciones de 2008 para restablecer su trampa ideológica central, la idea que la participación en las elecciones es el medio para alcanzar el cambio pacífico en la dirección de la sociedad. Malgastando el fruto de sus elecciones en 2006 tan rápidamente y dada la dificultad persistente de las fracciones dominantes de la burguesía para controlar el proceso electoral en el contexto del empeoramiento de la descomposición social, no está claro si la clase dominante tendrá éxito en el fortalecimiento de la mistificación democrática.

Detectando la victoria inevitable en las encuestas, los políticos Demócratas con ambiciones presidenciales comenzaron el circo electoral tan temprano esta vez que introducen el peligro potencial de una destrucción mutua entre los prospectos políticos para el momento en que las elecciones primarias estén terminando. Al empezar a montar una ola de marea de oposición a la guerra en Irak, la mayor parte de los principales candidatos Demócratas ahora reconocen abiertamente que un retiro cercano de las tropas es imposible y predicen que las tropas tendrán que permanecer en Irak todavía por bastante tiempo.

Los políticos prominentes de ambos partidos están ponderando abiertamente si el sistema bipartito tradicional ya está demasiado gravemente maltratado o roto para servir con eficacia a los intereses políticos de la clase dominante y están considerando el apoyo para un candidato independiente serio. En su llamado para una conferencia de dos días en Oklahoma a principios de enero, el senador demócrata anterior, Sam Nunn de Georgia, que sirvió como presidente del Comité de las Fuerzas Armadas del Senado y el anterior senador demócrata, David L. Boren de Oklahoma, que sirvió como el presidente del Comité de Inteligencia del Senado escribieron: «Somos hoy una casa dividida. Creemos que el próximo presidente debe ser capaz de llamar para una unidad de esfuerzos eligiendo el mejor talento disponible -sin consideración alguna hacia cualquier partido político- para ayudar a dirigir nuestra nación». Ellos continuaron diciendo: «Lo más importante, debemos comenzar a restaurar nuestra situación, influencia y credibilidad en el mundo». Otros participantes prominentes como el anterior senador demócrata de los EUA, Charles S. Robb de Virginia (yerno del presidente Lyndon Johnson); Bill Brock, anterior presidente del Partido Republicano, el anterior senador de Tennessee; Jim Leach, un anterior miembro republicano del Congreso de Iowa; el anterior candidato demócrata presidencial Gary Hart, que también sirvió en el Senado de los EUA; el saliente senador republicano, Chuck Hagel de Nebraska, que sirvió en el Comité de Asuntos Exteriores del senado y denunció la política hacia Irak de la administración Bush como el error más grande de la política extranjera de la historia norteamericana; y el ex-demócrata, ex republicano alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, un multimillonario listo y capaz no sólo de ofrecerse como el candidato sino también capaz de gastar 1 billón de sus 12 billones de dólares de sua fortuna personal para financiar la campaña.

Cualquiera que sea el resultado, las previsiones son altas para la burguesía, y no significa otra cosa para la clase obrera más que estará sujeta a una propaganda política más finamente templada para manipularla, para hacerla aceptar las políticas de austeridad; para hacer que lleve en las espaldas la parte más pesada de la crisis económica y de la política imperialista que asegura más muertos para defender este sistema de explotación. La clase trabajadora no tiene nada que ganar con las elecciones. Sólo el desarrollo de sus luchas forjará la unidad y la conciencia necesarias para cambiar su situación.

Jerry Grevin/ 5-enero-2008.

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