Izquierda comunista de Italia - Sobre el folleto Entre las sombras del bordiguismo y de sus epígonos (Battaglia comunista)

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Quienes se plantean cuestiones hoy sobre las perspectivas revolucionarias de la clase obrera se ven ante una dispersión importante del medio político proletario ([1]). El acercamiento a ese medio por parte de las nuevas fuerzas militantes que están surgiendo está entorpecido por varios factores. Primero hay que contar con la presión general de las campañas mediáticas en contra del comunismo. Luego con la confusión sembrada por las corrientes izquierdistas del aparato político de la burguesía así como de la retahíla de grupos y publicaciones parásitas que no se reclaman del comunismo sino para ridiculizar su contenido y su forma organizativa ([2]). Y, por fin, el hecho de que las diversas componentes organizadas de la propia Izquierda comunista casi siempre se ignoran mutuamente, no soportando la necesaria confrontación pública de sus posiciones políticas, tanto en el plano de los principios programáticos como en el de sus orígenes organizativos. Semejante actitud es una traba para esclarecer las posiciones políticas comunistas, para comprender tanto lo que comparten las diferentes tendencias de este medio como las divergencias que las oponen y explican su existencia organizativa separada. Por esto pensamos que todo lo que vaya en el sentido de romper con esta actitud es digno de ser saludado, desde el momento en que se trata de una preocupación política de clarificar pública y seriamente las posiciones y análisis de las demás organizaciones.

Esta clarificación es tanto más importante porque concierne a grupos que se presentan como los herederos directos de la Izquierda italiana. La Izquierda italiana está formada efectivamente por varias organizaciones y publicaciones que se reivindican todas ellas del mismo tronco –el Partido comunista de Italia en los años 20 (la oposición más consecuente a la degeneración estalinista de la Internacional comunista)–, y de la misma filiación organizativa –la constitución del Partito comunista internazionalista (PCI) en Italia en 1943. Éste iba a hacer surgir dos tendencias en 1952: el Partito comunista internazionalista (PCInt) ([3]) por un lado, y por el otro, animado por Bordiga, el Partito comunista internazionale (PCI) ([4]). Éste se fue dislocando a lo largo de los años para acabar dando a luz a nada menos que tres principales grupos (que se llaman todos PCI) y multitud de grupitos más o menos confidenciales, sin hablar del montón de individuos que pretenden ser todos «los únicos continuadores» de Bordiga. La denominación de «bordiguismo», a causa de la personalidad y notoriedad de Bordiga, es a menudo y abusivamente utilizada para calificar a los continuadores de la Izquierda italiana. La CCI, por su parte, no se reivindica del PCI de 1943; sin embargo, también se refiere a la Izquierda italiana de los años 20 –a aquella Fracción de izquierdas del Partido comunista de Italia que se transformó, durante los años 30, en Fracción italiana de la Izquierda comunista internacional–, así como a la Fracción francesa de la Izquierda comunista que se opuso a la disolución de la Fracción italiana en el mencionado PCI, al considerar prematura y confusa la constitución del partido durante los años 40 ([5]).

¿Cuáles son los acuerdos y cuáles las divergencias?; ¿por qué semejante dispersión organizativa?; ¿por qué existen tantos «Partidos» nacidos de la misma filiación histórica?. Esas preguntas ha de hacérselas cualquier grupo responsable, para poder contestar a la necesidad de clarificación política en la clase obrera en su conjunto y entre las minorías en búsqueda que surgen en la clase.

En ese sentido hemos saludado las polémicas recientes internas del medio bordiguista, por ser un intento serio, a pesar de ser todavía tímido, de enfrentarse por fin a la cuestión de las raíces políticas de la crisis explosiva de Programma comunista en 1982 ([6]). También en este sentido hemos tomado brevemente posición en el artículo «Marxismo contra misticismo» ([7]) sobre el debate entre las formaciones bordiguistas que respectivamente publican le Prolétaire e il Partito. En ese artículo, mostrábamos que si bien le Prolétaire tiene toda la razón en criticar el deslizamiento de il Partito hacia el misticismo, también es cierto que un accidente así no llega por casualidad y tiene sus raíces en el mismo Bordiga, para finalmente concluir que «las críticas de le Prolétaire deben ir más lejos, hasta las verdaderas raíces históricas de aquellos errores y, de paso, reapropiarse el patrimonio del conjunto de la Izquierda comunista». Y por fin, en el mismo sentido queremos aquí saludar la publicación de un folleto de Battaglia comunista sobre el bordiguismo, titulado Entre las sombras del bordiguismo y de sus epígonos, balance crítico muy serio del bordiguismo de la segunda posguerra y que se presenta explícitamente como «Una clarificación», tal como está subtitulado el folleto.

Aunque resulte algo difícil de entender para quien no está acostumbrado a las posiciones bordiguistas y a las divergencias que oponen Battaglia comunista a esa corriente desde hace más de cuarenta años, este folleto es de la mayor importancia para aclararlas y situar el bordiguismo y sus especificidades en el marco más amplio de la Izquierda comunista ([8]).

Una buena crítica de las concepciones del bordiguismo

Compartimos lo esencial del análisis y de la crítica hecha por Battaglia comunista a las concepciones del bordiguismo sobre el desarrollo histórico del capitalismo: «(...) En suma, el riesgo es precisamente situarse de forma abstracta ante el “desarrollo histórico de situaciones”, situaciones – y en esto estamos de acuerdo con Bordiga – en las que “el Partido es tanto un factor como un producto”, precisamente porque las situaciones históricas nunca son simples fotocopias unas de otras, y sus diferencias han de ser estimadas desde un punto de vista materialista».

También compartimos globalmente la crítica de la visión del marxismo y del culto del «jefe genial» de los epígonos de Bordiga, la de un marxismo «invariable» que no admitiría el menor enriquecimiento debido a la experiencia y que no tendría más que ser restaurado partiendo únicamente de textos elaborados por Bordiga: «La restauración del marxismo está contenida en los textos elaborados por Bordiga, el único capaz – según sus epígonos – de aplicar el método de la Izquierda y de aportar el bagaje teórico necesario. Resulta absolutamente necesario volver a esos textos y partir de ellos, según los bordiguistas más... integristas. No solo sería la continuidad con la Izquierda lo que se estaría jugando, sino también la misma invariabilidad del marxismo. Por eso se plantea la necesidad imperiosa de hacer un repertorio de las obras del Maestro para poder entregarlas materialmente a los nuevos camaradas, puesto que estos textos están agotados, no se han vuelto a imprimir o están dispersos. La solución está en imprimir libros que contengan todas las tesis y “semiobras” dejadas por Bordiga y en examinarlas detenidamente. Resumiendo: la mitificación del pensamiento de Bordiga de la segunda posguerra mundial se basa en la convicción de que sólo en los trabajos teóricos de Bordiga puede basarse la “restauración” de la ciencia marxista y el “redescubrimiento” de la verdadera práctica revolucionaria».

También se puede subrayar la validez de la crítica hecha por Battaglia comunista a las implicaciones que tienen esas ideas sobre la incapacidad de la organización para ponerse a la altura de la situación: «Es una verdad materialista que también el Partido es un producto histórico; sin embargo existe el peligro de reducir este principio a una afirmación totalmente contemplativa, pasiva, abstracta, de la realidad social. Se corre el riesgo, entonces, de caer de nuevo en un materialismo mecanicista, que nada de dialéctico tiene ya en realidad, que desdeña los vínculos, las fases realizadas por el movimiento en las situaciones sucesivas. Se corre el riesgo de no entender las relaciones que interfieren recíprocamente en el desarrollo histórico, reduciendo entonces la preparación y actividad del Partido a una presencia “histórica” idealista, o a una apariencia “formal”«.

Uno de los puntos fuertes de la crítica hecha por Battaglia comunista al bordiguismo está en el que Battaglia comunista intenta ir hasta las raíces de las divergencias, volviendo hasta las posiciones que surgieron en el viejo Partito comunista internazionalista tras su constitución en 1943 y hasta 1952, cuando estalló la escisión entre «bordiguistas» por un lado y «battaglistas» por otro. Hemos de notar que Battaglia comunista ha hecho un esfuerzo particular de documentación y análisis de aquel período al publicar de nuevo dos Quaderni di Battaglia comunista: el nº 6, «El proceso de formación y el nacimiento del Partito comunista internazionalista», y el nº 3, «Documentos de la escisión internacionalista de 1952».

La valía de la crítica hecha por Battaglia comunista también se debe a que se refiere no sólo al funcionamiento y estructura de la organización revolucionaria sino también a las posiciones políticas programáticas que la organización ha de defender. En este artículo nos limitaremos a ciertos aspectos sobre el primer punto; sobre ese punto, Battaglia comunista hace una sólida crítica, y muy eficaz, del centralismo orgánico y del mito del «unanimismo» teorizados por Bordiga y defendidos por sus herederos políticos.

Centralismo orgánico y unanimismo en las decisiones

En oposición al centralismo democrático, a grandes rasgos, el centralismo orgánico corresponde a la idea de que la organización revolucionaria del proletariado no tiene por qué someterse a la lógica de la aprobación formal de sus decisiones por parte de la mayoría del partido; esta lógica democrática no sería sino una imitación de la democracia burguesa, para la que la posición dominante es la que obtiene más votos, independientemente del hecho de saber si responde o no a las esperanzas y perspectivas de la clase obrera: «La adopción o utilización general o parcial del criterio de consulta y deliberación sobre una base numérica y mayoritaria, cuando está prevista en los estatutos o en la praxis técnica, no tiene carácter de principio sino de medio técnico o para salir del paso. Las bases de la organización del partido no pueden entonces recurrir a reglas que son las de las demás clases y dominaciones históricas, tales como la obediencia jerárquica de soldados a jefes de grados diferentes heredadas de organismos militares o teocráticos preburgueses, o como la soberanía abstracta de electores de base delegada a asambleas representativas o a comités ejecutivos, propios de la hipocresía jurídica característica del mundo capitalista, siendo la crítica y la destrucción de semejantes organizaciones la tarea esencial de la revolución proletaria y comunista» ([9]).

Se puede entender la preocupación fundamental que animaba a Bordiga cuando intentó, tras su retorno a la política activa en la posguerra, oponerse a la ideología creciente de la burguesía y pequeña burguesía y al dominio que podían fácilmente tener éstas sobre una generación de militantes nuevamente integrados en el PCInt, siendo la mayoría de ellos inexperimentados, teóricamente poco formados y a menudo influenciados por ideologías contrarrevolucionarias([10]). La preocupación puede entenderse, pero no se puede compartir la solución que intentó darle Bordiga. Battaglia comunista contesta justamente: «Condenar el centralismo democrático como aplicación de la democracia burguesa a la organización política revolucionaria de la clase, es ante todo adoptar un método de discusión comparable al que utiliza a menudo el estalinismo», y recuerda que «Bordiga, a partir del 45, ridiculizó en varias ocasiones las “solemnes resoluciones de los congresos soberanos” (y la fundación en 1952 de Programa comunista tiene precisamente su origen en este desprecio hacia los dos primeros congresos del Partido comunista internacionalista)».

Para poder realizar el centralismo orgánico se va naturalmente a valorar el unanimismo, es decir que los cuadros del partido estén dispuestos a aceptar pasivamente las directivas (¡orgánicas!) del centro, haciendo abstracción de sus divergencias, escondiéndolas, o haciéndolas conocer discretamente en los pasillos de las reuniones oficiales del partido. El unanimismo no es sino la otra cara del centralismo orgánico. Y todo esto tiene como base la idea –que se desarrolló en una parte importante del PCInt de los años 40 (la que iba a formar Programma)– según la cual Bordiga era el único capaz intelectualmente de resolver los problemas que se planteaban al movimiento revolucionario de posguerra. Citemos este testimonio significativo de Ottorino Perrone (Vercesi): «el Partido italiano está formado, en su gran mayoría, por gente nueva, sin formación teórica y políticamente vírgenes. Los antiguos militantes mismos, han estado durante 20 años aislados, cortados de todo movimiento de pensamiento. En el estado actual, los militantes son incapaces de abordar los problemas de la teoría y de la ideología. La discusión sólo serviría para turbarles la visión y les haría más daño que beneficio. Por ahora, lo que necesitan es andar pisando tierra firme, aunque sea con las viejas posiciones ya caducas, pero ya formuladas y comprensibles para ellos. Por ahora, basta con agrupar las voluntades para la acción. La solución de los grandes problemas planteados por la experiencia de entre ambas guerras, exige calma y reflexión. Sólo un “gran cerebro” puede abordarlas con provecho y dar la respuesta que necesitan. La discusión general no haría otra cosa sino propagar la confusión. El trabajo ideológico no incumbe a la masa de militantes, sino a individuos. Mientras esos individuos geniales no hayan surgido, no podemos esperar un avance ideológico. Marx, Lenin, eran individuos así, en el pasado. Ahora hay que esperar la llegada de un nuevo Marx. Nosotros, en Italia, estamos convencidos de que Bordiga será ese nuevo genio. Ahora está trabajando en una obra de conjunto que contendrá las respuestas a los problemas que preocupan a los militantes de la clase obrera. Cuando esta obra aparezca, los militantes tendrán que asimilarla y el partido deberá alinear su política y su acción en función de esas nuevas orientaciones» ([11]).

Ese testimonio sí que es la expresión global de una idea del partido ajena a la tradición del marxismo revolucionario, y no las estupideces contra el centralismo democrático, en la medida en que aquí se introduce verdaderamente una concepción burguesa de la vanguardia revolucionaria. La conciencia, la teoría, el análisis, no serían sino la obra exclusiva de una minoría – cuando no de un cerebro, o de un único intelectual – y no le quedaría al partido más que esperar las directivas del jefe (¡imaginémonos cuanto tiempo tendría que esperar la clase obrera que tuviera un partido así como guía!). Ese es el verdadero significado del centralismo orgánico y del unanimismo ([12]). Pero ¿cómo hacer encajar eso con el Bordiga que fundó y animó la fracción abstencionista del PCI para defender las posiciones de la minoría, el camarada que dio pruebas de su valentía y de su combatividad al defender ante la Internacional comunista los puntos de vista de su Partido y que, debido a estos actos, fue el inspirador de todos los compañeros en el exilio que formaron la fracción del PCI durante los años del fascismo en Italia, con el objetivo de hacer el balance de la derrota para formar los cuadros del futuro partido?. Pues no hay problema, se borra a ese Bordiga, se afirma que la fracción ya no sirve y que ahora lo resuelve todo el jefe genial:

«El Partido considera la formación de fracciones y la lucha entre ellas en una misma organización política como un proceso histórico que consideraron útil los comunistas y lo aplicaron cuando ocurrió la degeneración irremediable de los viejos partidos y de sus direcciones, echándose entonces en falta un partido con carácter y función revolucionarios.

Una vez formado tal partido y que actúa, no contiene en su seno fracciones divididas ideológicamente y menos todavía organizadas...» ([13]). No hay entonces por qué extrañarse si tras la desaparición de Bordiga, sus herederos acabaron peleándose unos contra otros, cada cual agarrado a unos despojos políticos del gran jefe en un intento tanto más difícil como inútil para encontrar las respuestas a los problemas que se planteaban cada vez más crucialmente a la vanguardia revolucionaria. Todo esto poco tiene que ver con el partido compacto y potente tan ensalzado por las diversas formaciones bordiguistas. Pensamos que los camaradas bordiguistas, que ya han mostrado que eran capaces de rectificar los errores del pasado y que están adoptando una actitud cada vez menos sectaria, tendrían ahora que convencerse de volver a tratar sobre su concepto del partido, concepto que siguen hoy pagando políticamente caro.

Los límites de la crítica de Battaglia comunista

Ya lo dijimos, consideramos muy correcta la toma de posición crítica hecha por Battaglia comunista y estamos de acuerdo con buena parte de los puntos tratados. Sin embargo queda un punto débil en esta toma de posición, punto que ya fue varias veces tema de polémicas entre nuestras dos organizaciones, y que sería importante lograr clarificar. Este punto concierne el análisis de la formación del PCInt en 1943. Dicha formación, a nuestro parecer, obedecía a una lógica oportunista, análisis que, claro está, no comparte Battaglia comunista y que sin embargo debilita su crítica al bordiguismo. No es posible aquí volver a tratar cada uno de los aspectos del problema, que hemos expuesto recientemente en dos artículos titulados «Hacia los orígenes de la CCI y del BIPR» ([14]), sin embargo resulta importante recordar varios puntos:

  1. Contrariamente a lo que afirma Battaglia comunista que, de todos modos, nunca hubiésemos estado de acuerdo con la formación del partido en el 43, recordemos que «Cuando en 1942-43 se producen en el Norte de Italia grandes huelgas obreras que conducen a la caída de Mussolini y a su sustitución por el almirante proaliado Badoglio (...), la Fracción estima que, de acuerdo con su postura de siempre, “se ha abierto en Italia la vía de la transformación de la Fracción en partido”. Su Conferencia de agosto de 1943 decide reanudar el contacto con Italia y pide a los militantes que se preparen para volver en cuanto sea posible» (Revista internacional, nº 90).
  2. En cuanto fueron conocidas las modalidades de construcción de ese partido en Italia, consistentes en reagrupar a todos aquellos viejos camaradas del congreso de Livorno en 1921, cada cual con su historia y sus consecuencias, sin ni siquiera la mínima verificación de una plataforma común y por lo tanto tirando por los suelos todo el trabajo elaborado por la Fracción en el extranjero ([15]), la Izquierda comunista de Francia ([16]) desarrolló críticas muy duras sobre todos esos puntos esenciales.
  3. Esas críticas se referían, entre otras cosas, a la integración en el partido, y además en un puesto de gran responsabilidad, a un personaje como Vercesi, quien había sido excluido de la Fracción por haber participado, al final de la guerra, en el Comité antifascista de Bruselas. Vercesi no había hecho la menor crítica de su actividad.
  4.  La crítica también se refería a la integración en el partido de elementos de la minoría de la Fracción en el extranjero que se había escindido de ella para ir a hacer labor de propaganda política entre los partidarios de la República durante la guerra de España en 1936. Tampoco aquí se criticaba la integración en sí de aquellos elementos en el partido, sino el que se hubiera hecho sin discusión alguna sobre sus errores pasados.
  5. Y hay también una crítica que se refiere a la actitud ambigua del PCInt durante los años de resistencia antifascista respecto a las formaciones de partisanos.

Bastantes críticas que BC hace a la componente bordiguista del PCInt de los años 1943-52 se deben a esa unión sin principios sobre la que se formó el partido. De ello eran plenamente conscientes los camaradas responsables de ambos lados. Y la izquierda comunista de Francia (GCF) lo denunció sin concesiones ([17]). La ruptura posterior del partido en dos trozos, en una fase de gran dificultad a causa del reflujo de las luchas que habían estallado en mitad de la guerra, fue la consecuencia lógica del oportunismo con que se fundó el partido.

Es precisamente porque ése es el punto débil de su toma de posición por lo que BC hace extrañas contorsiones: a veces minimiza las diferencias entre los dos tendencias del PCInt de entonces; otras veces hace aparecer esas diferencias únicamente en el momento de la escisión, y otras, las atribuye a la propia Fracción en el extranjero.

Cuando BC minimiza el problema, da la impresión de que antes del PCInt no había nada, que no había habido toda la actividad de la Fracción primero y la de la GCF después, que proporcionaron un enorme trabajo de reflexión y las primeras conclusiones importantes: «Cuando se contemplan esos acontecimientos, hay que tener presente el corto pero intenso período histórico en el que se formó el PC Internacionalista: era, entre otras cosas, inevitable, tras dos décadas de dispersión y aislamiento de los responsables de la Izquierda italiana supervivientes, que aparecieran disensiones internas, basadas en su mayor parte en malentendidos y en balances diferentes de las experiencias  personales y locales» (Quaderno di Battaglia comunista nº 3, «La scissione internazionalista»).

Cuando BC hace aparecer las divergencias únicamente en el momento de la escisión, está cometiendo, sencillamente, una falsedad histórica para ocultar la responsabilidad de sus antepasados políticos en su política oportunista tendente a inflar el partido con la mayor cantidad posible de militantes: «Lo de 1951-52 ocurrió precisamente en el período en el que algunas de las características más negativas de esta tendencia – que habría seguido causando otros estragos, sobre todo gracias a la labor de los epígonos – se manifiestan por primera vez» (Idem, el subrayado es nuestro).

Y cuando BC atribuye a la Fracción divergencias que se habrían expresado después en el Partido, lo único que demuestra es que no ha entendido la diferencia entre las tareas de la Fracción y las del Partido. Las tareas de la Fracción es hacer un balance a partir de una derrota histórica y, de este modo, ir preparando los cuadros del futuro partido. Es normal que en ese balance se expresen puntos de vista diferentes y precisamente por eso, Bilan   defendía la idea de que, en el debate interno, debía desarrollarse la crítica más amplia posible sin ningún ostracismo. La tarea de un Partido es, al contrario, asumir, en base a una plataforma y un programa claros y admitidos por todos, la dirección política de las luchas obreras en un momento decisivo de los enfrentamientos de clase, de tal modo que se establezca una ósmosis entre el partido y la clase, un vínculo en el que el partido es reconocido como tal por la clase: «Pero en la Fracción antes y en el Partido después cohabitaban dos estados de ánimo que la victoria definitiva de la contrarrevolución (…) iban a separar» (Ibid.).

Es la incomprensión de lo que es el papel de la Fracción en relación con la del Partido lo que lleva a BC (como también a Programma mismo con sus variadas y sucesivas escisiones) a guardar los atributos de Partido a su organización después de 1945, cuando se había agotado totalmente el impulso obrero y que había que reanudar el trabajo paciente, pero no menos absorbente, de terminar el balance de las derrotas y de formar futuros cuadros. A este respecto, a pesar de la falsedad de ciertos argumentos de Vercesi mismo y por otros elementos del ala bordiguista, BC no puede calificar de «liquidacionista» la idea de que haya que volver a una labor de fracción una vez que la situación histórica ha cambiado. «Eran los primeros pasos que, después, habrían llevado a algunos a plantear la desmovilización del partido, a la supresión de la organización revolucionaria y a la renuncia a todo contacto con las masas, sustituyendo la función y la responsabilidad militante del partido por la vida de fracción, de un círculo que estudia el marxismo» (Ibid.).

Al contrario, fue precisamente la formación del partido y la pretensión de que se podía desarrollar una labor de partido en un momento en que no había condiciones para ello, lo que condujo y sigue llevando a BC a dar algunos pasos hacia el oportunismo, como ya hemos puesto de relieve en un artículo de nuestra prensa territorial sobre la intervención de ese grupo respecto a los GLP, una formación política surgida del ámbito de la autonomía: «Honradamente, nuestro temor es que BC, en lugar de hacer su papel de dirección política respecto a esos grupos empujándolos hacia la clarificación y la coherencia política, tienda, por oportunismo, a adaptarse a su activismo, cerrando los ojos ante sus aberraciones políticas, corriendo así el riesgo de dejarse arrastrar, BC también, hacia las tendencias izquierdistas de que son portadores los GLP» ([18]).

Eso es algo grave, pues, además del peligro de deslizarse hacia el izquierdismo, BC acaba limitando su intervención al reducir su papel al de grupo local con una intervención entre los estudiantes y los autónomos. BC, al contrario, tiene un papel que desempeñar de la primera importancia tanto en la dinámica actual del campo proletario como para su propio desarrollo y el del BIPR.

5 de septiembre de 1998,

Ezechiele


[1] Como ya lo hemos desarrollado varias veces en nuestra prensa, cuando hablamos de medio político proletario, estamos hablando de esa corriente que se reivindica o se acerca a las posiciones de la Izquierda comunista. Al haberse formado por grupos y organizaciones que fueron capaces de mantener los principios del internacionalismo proletario durante y tras la Segunda Guerra mundial, que siempre combatieron el carácter contrarrevolucionario del estalinismo y de la izquierda del capital, tanto la Izquierda comunista como aquellos que se reivindican de sus principios y se mantienen apegados a esta tradición son el único medio político auténticamente proletario.

[2] Véase Revista internacional no 95, «Tesis sobre el parasitismo».

[3] Este grupo publica Prometeo y Battaglia comunista, y formó en los años 80 el Buró internacional para el Partido revolucionario (BIPR) con la Communist Workers Organisation, de Gran Bretaña.

[4] El órgano teórico del Partido comunista internacional era Programma comunista en Italia, y Programme communiste en Francia, países en que estaba más desarrollado.

[5] Véase la polémica en la Revista internacional nº90 «Hacia los orígenes de la CCI y del BIPR», y en la Revista internacional nº91 «La formación del Partito comunista internazionalista».

Los grupos bordiguistas tienen esa originalidad de llamarse todos Partito comunista internazionale. Para diferenciarlos, los llamaremos por el título de publicación más conocido de cada uno de ellos a nivel internacional, aunque estén presentes en varios países. Así es como hablaremos de le Prolétaire (que también publica Il Comunista en Italia), de Il Partito (que también publica con este nombre), y de Programma comunista (italiano, no confundir con Programme communiste en francés).

[6] Véase Revista internacional nº 93.

[7] Vease Revista internacional no 94.

[8] El folleto existe actualmente en italiano, será traducido al francés a finales del 98 y al inglés el año que viene.

[9] Texto bordiguista publicado por el PCInt en 1949 y citado en el folleto de Battaglia comunista La escisión internacionalista.

[10] Véase sobre este tema esta cita extraída de una carta al Comité ejecutivo de marzo de 1951 (en plena escisión) firmada por Bottaioli, Stefanini, Lecci y Damen: «(...) en la prensa del partido se repiten formulaciones teóricas, indicaciones políticas y justificaciones prácticas que expresan la determinación del CE para formar cuadros del partido organizativamente poco seguros y políticamente no preparados, especie de cobayas para experiencias de diletantismo político que nada tiene que ver con la política de una vanguardia revolucionaria» (subrayado por nosotros).

[11] Extracto del artículo «Contra el concepto del “jefe genial”«, Internationalisme no 45, agosto del 47, publicado de nuevo en la Revista internacional no 33.

[12] La visión alternativa al centralismo orgánico no es, claro está, el anarquismo, la búsqueda obsesiva de una libertad individual, la ausencia de disciplina, sino asumir su responsabilidad militante en los debates de la organización revolucionaria y de la clase, aplicando formalmente las orientaciones y decisiones de la organización cuando éstas han sido adoptadas.

[13] Extracto de Notas sobre las bases de la organización del partido de clase, texto bordiguista publicado por el PCInt en 1949 y citado en el folleto de Battaglia comunista La escisión internacionalista.

[14] Ver también polémicas más antiguas sobre el tema: «El partido desfigurado: la concepción bordiguista», Revista internacional nº 23, «Contra la concepción de del jefe genial», nº 33, «La disciplina…fuerza principal», nº 34.

[15] Sobre el nivel tan bajo de los cuadros del partido, ya hemos citado al principio de este artículo los testimonios tanto de la componente Battaglia como la de Programma.

[16] La Izquierda comunista de Francia (GCF) se formó siguiendo las enseñanzas de la Fracción italiana en 1942. Al principio se llamó Núcleo (Noyau) francés de la Izquierda comunista.

[17] Así se expresa sobre el tema el grupo bordiguista le Prolétaire, en un artículo también dedicado a la escisión de 1952: «Otro punto de desacuerdo ha sido la forma de concebir el proceso de formación del Partido como proceso de agregación de núcleos de orígenes diversos y cuyas lagunas iban a compensarse mutuamente (fue en particular el famoso intento de “agrupamiento a cuatro” – cuadrifolio – por la fusión de diferentes grupos, hasta trotskistas, que tuvo varias reediciones siempre infructuosas a lo largo de los años, antes de acabar plasmándose en el famoso “Buró”, etc.)». Extracto de «El alcance de la escisión de 1952 en el Partito comunista internazionalista, in Programme communiste, no 93.

[18] Ver el artículo «Los Grupos de lucha proletaria (GLP): un intento inacabado para alcanzar la coherencia revolucionaria», Rivoluzione internazionale nº 106, artículo que aparecerá en el próximo Révolution internationale.

 

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