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Mientras que hace dos años muchos observadores afirmaban que China era la gran vencedora de la crisis del covid, los últimos acontecimientos ponen de relieve que, al contrario, se enfrenta a la persistencia de la pandemia, a una importante baja del crecimiento económico, a la burbuja inmobiliaria, a grandes obstáculos para el desarrollo de la "nueva ruta de la seda", a una fuerte presión imperialista de Estados Unidos, en resumen, a la perspectiva de grandes turbulencias.
Desde finales de 2019, China sufre una crisis pandémica que ha paralizado en gran medida a su población y su economía. Durante los últimos tres años, la política de "cero covid" puesta en marcha por el presidente Xi ha dado lugar a gigantescos e interminables confinamientos, como en noviembre de 2022, cuando nada menos que 412 millones de chinos fueron encerrados en terribles condiciones en diversas regiones de China, a menudo durante varios meses. Al afirmar que China sería la primera en domar la pandemia mediante su política de "cero covid", Xi y el PCCh rechazaron las estrategias internacionales y la investigación médica contra el covid. Como resultado, se han visto atrapados en una lógica económica y socialmente catastrófica, sin alternativas reales: Las vacunas chinas son en gran medida ineficaces, el sistema hospitalario es incapaz de absorber la oleada de infecciones derivada de una política menos restrictiva (Cuba tiene cuatro veces más médicos y camas de hospital per cápita que China), sobre todo porque la corrupción de la administración política en las provincias hace imposible obtener datos fiables sobre la evolución de la pandemia (tendencia a maquillar las cifras para evitar el descrédito político)
Las autoridades chinas se dirigían, pues, hacia un callejón sin salida. Ante el estallido de la protesta social contra la espantosa inhumanidad del confinamiento masivo, abandonaron abruptamente la política de "cero covid" sin poder proponer la menor alternativa, sin inmunidad lograda, sin vacunas eficaces ni reservas suficientes de medicamentos, sin una política de vacunación de los más vulnerables, sin un sistema hospitalario capaz de absorber el choque, y la catástrofe irremediable se produjo efectivamente: Los pacientes hacen cola para entrar en los hospitales desbordados y los cadáveres se amontonan ante los crematorios abarrotados, decenas de miles de personas mueren en sus casas, los depósitos de cadáveres rebosan, las autoridades están totalmente desbordadas e incapaces de hacer frente al maremoto: las proyecciones prevén 1,7 millones de muertos y decenas de millones de personas gravemente afectadas por el actual maremoto del virus.
Desde hace varios años, China está sometida a una intensa presión económica y militar por parte de Estados Unidos, ya sea directamente en Taiwán o mediante la formación de la alianza AUKUS, pero también indirectamente en Ucrania. De hecho, cuanto más se prolongue la guerra en Ucrania, más daño sufrirá China por la caída de su principal aliado en la escena imperialista, Rusia, pero sobre todo por la interrupción de las rutas europeas del proyecto de la "ruta de la seda". Además, la explosión del caos y el sálvese quien pueda, intensificados por la política agresiva de Estados Unidos también pesan, como demuestra la caída de Etiopía, uno de los principales pivotes de China en África, en una guerra civil. Los planes para ampliar la "nueva ruta de la seda" también están en apuros debido al agravamiento de la crisis económica: casi el 60% de la deuda contraída con China corresponde ahora a países con dificultades financieras, frente a sólo el 5% en 2010. Además, se intensifica la presión económica de Estados Unidos, en particular con la “Ley de reducción de la inflación” y la “Ley sobre los chips en EU”, decretos que someten las exportaciones de productos tecnológicos de diversas empresas tecnológicas chinas (por ejemplo, Huawei) a Estados Unidos a fuertes restricciones en términos de aranceles proteccionistas, sanciones contra la competencia desleal, pero sobre todo el bloqueo de la transferencia de tecnología y la investigación.
Los repetidos confinamientos y luego el tsunami de infecciones que llevaron al caos al sistema sanitario, la burbuja inmobiliaria y el bloqueo de varias rutas de la "ruta de la seda" por conflictos armados o el caos circundante han provocado una desaceleración muy brusca de la economía china. El crecimiento en el primer semestre de este año fue del 2,5%, lo que hace inalcanzable el objetivo del 5% fijado para este año. Por primera vez en treinta años, el crecimiento económico de China será inferior al de otros países asiáticos. Grandes empresas tecnológicas y comerciales como Alibaba, Tencent, JD.com e iQiyi han despedido entre el 10 y el 30% de su plantilla. Los jóvenes sufren las consecuencias, con una tasa de desempleo estimada en el 20% entre los universitarios que buscan trabajo.
Ante las dificultades económicas y sanitarias, la política de Xi Jinping había sido volver a las recetas clásicas del estalinismo:
- En el plano económico, desde el gobierno de Deng Xiao Ping, la burguesía china había creado un frágil y complejo mecanismo para mantener un todopoderoso partido único cohabitando con una burguesía privada, estimulada directamente por el Estado. Ahora, "a finales de 2021, la era de reformas y apertura de Deng Xiaoping está claramente acabada, sustituida por una nueva ortodoxia económica estatista.” ( ) La facción dominante detrás de Xi Jinping tiende así a reforzar el control absoluto del Estado sobre la economía y a cerrar la perspectiva de la renovación económica y de la apertura relativa de la economía al capital privado.
En el frente social, con la política de "cero covid", Xi no sólo aseguró un implacable control estatal sobre la población, sino que también impuso este control a las autoridades regionales y locales, que se habían mostrado poco fiables e ineficaces al principio de la pandemia. Ya en otoño, envió unidades de policía del gobierno central a Shanghái para llamar al orden a las autoridades locales que estaban liberalizando las medidas de control.
Sin embargo, aunque la política del Estado chino desde 1989 ha sido evitar a toda costa cualquier turbulencia social a gran escala, los movimientos de compradores engañados por las dificultades y quiebras de los gigantes inmobiliarios, pero sobre todo las manifestaciones y disturbios generalizados en muchas ciudades chinas, que expresan el hartazgo de la población con la política de "cero covid", han hecho sudar frío a Xi y sus partidarios. El régimen se vio obligado a dar marcha atrás a toda prisa ante el estruendo del descontento social y a abandonar en pocos días la política que había mantenido durante tres años contra viento y marea. Hoy, los límites de la política de Xi Jinping, una vuelta a las recetas clásicas del estalinismo, son patentes a todos los niveles: sanitario, económico y social, mientras que el hombre que la impuso, el mismo Xi Jinping, acaba de ser reelegido para un tercer mandato tras complejas negociaciones entre bastidores entre fracciones del PCCh.
En conclusión, el capitalismo de Estado chino supo aprovechar las oportunidades que le brindaron el haber abandonado el bloque ruso para unirse al bloque americano en los años setenta, la implosión del bloque soviético y la globalización de la economía propugnada por Estados Unidos y las principales potencias del bloque occidental. Sin embargo, las debilidades congénitas de su estructura estatal de tipo estalinista son ahora una gran desventaja ante los problemas económicos, sanitarios y sociales a los que se enfrenta el país y la agresiva presión del imperialismo estadounidense a la que está sometido.
La situación en China es una de las expresiones más características del "efecto torbellino" de la concatenación y combinación de crisis que marcan los años veinte del siglo XXI. Este "torbellino" de agitación y desestabilización está ejerciendo una fuerte presión no sólo sobre Xi y sus partidarios dentro del PCCh, sino más en general sobre la política imperialista de China. Una desestabilización del capitalismo chino tendría consecuencias imprevisibles para el capitalismo mundial.
R. Havanais, 15 de enero de 2023
La situación histórica actual está dominada por dos polos antagónicos:
Ya conocemos el polo capitalista: la guerra en Ucrania, la pandemia, el tsunami de miseria provocado por la agudización de la crisis económica, la crisis ecológica, el éxodo desesperado de millones de seres humanos, las hambrunas.
Pero el otro polo es la LUCHA DE CLASE DEL PROLETARIADO. El proletariado como clase histórica tiene la potencialidad y la fuerza para destruir el capitalismo acabando con la guerra, la miseria, la destrucción ecológica, la barbarie.
Esta capacidad ha empezado a manifestarse, aún de forma embrionaria y con grandes debilidades, con las huelgas en Gran Bretaña y Francia, muestra que ante la brutalidad de la inflación y el aluvión de ataque a sus condiciones de vida comienza a superar la resignación y la pasividad, desarrolla la respuesta como clase.
Sabemos que el camino que debe recorrer el proletariado es aún muy largo, muy difícil, lleno de obstáculos, trampas, que opone la clase dominante más perversa y cínica de la historia. Todo esto llevará a derrotas y sufrimientos, sin embargo, es necesario comprender que la lucha es la escuela que el proletariado tiene para forjar su capacidad revolucionaria contando siempre con la intervención de sus organizaciones comunistas internacionalistas. La primera victoria es romper la indolencia y la división, la primera victoria es la lucha misma.
Para discutir de esta situación histórica grave, para ver como contribuir a que el proletariado desarrolle su fuerza, su unidad, su solidaridad, su conciencia, proponemos la REUNION PUBLICA como medio.
Animamos a participar. Se puede asistir:
PRESENCIALMENTE acudiendo a:
LA FIGA TA TIA
C. Llana de Adentro, 5, 09003 Burgos
Fecha: miércoles 1 de marzo 2023 a las 20:00 horas
POR INTERNET:
Reunión virtual el 25 de febrero de 2023 sábado a las 18 horas de Madrid
Los que no puedan participar físicamente pueden escribir a nuestra dirección espana@internationalism.org [6] indicando a cual de las dos reuniones desean participar.
Textos de interés:
¿Cómo desarrollar un movimiento unido, masivo y solidario?
Los años 20 del Siglo XXI: La aceleración de la descomposición capitalista plantea abiertamente la cuestión de la destrucción de la humanidad
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Tras casi un año de guerra en Ucrania, Rusia está metida hasta el fondo en la trampa[1]. Hundido en la espiral militarista, enfrentado a un ejército ucraniano sorprendentemente bien preparado y a unas potencias occidentales que no se anticiparon al ritmo pero sí a los objetivos de un Kremlin arrinconado, el asediado imperialismo ruso se ha embarcado en una aventura “especial” suicida. Actualmente se halla aturdido y muy debilitado por un conflicto que podría llevarlo a su hundimiento.
El objetivo velado de EEUU y la OTAN era romper el frágil lazo entre Rusia y China, tendiendo hábilmente una trampa a Moscú para debilitar y aislar a Putin en la arena internacional. Todo esto se ha hecho a costa de una política de tierra quemada de la que las potencias occidentales son claros cómplices, al armar y empujar a su aliado ucraniano a una sangrienta resistencia que estaba destinada a generar un caos con consecuencias impredecibles y potencialmente desastrosas. Desde julio de 2022 hasta hoy las tropas rusas habían marcado el paso, hasta que empezaron a mostrar señales de debilitamiento y a mostrarse incapaces de hacer progresos contra el ejército ucraniano, que se ha visto reforzado por la sofisticada artillería proveniente, en su mayor parte, de sus aliados occidentales. Los fracasos del ejército ruso se acentuaron en septiembre, cuando las tropas ucranianas consiguieron una espectacular victoria en la provincia de Kharkiv (Járkov) y al norte de Sloviansk. Este sorprendente vuelco de la situación se vio reforzado por la toma de Jersón por parte del ejército ucraniano, una ciudad que Putin había declarado como “eternamente rusa” tan solo un mes antes, y que fue abandonada sin resistencia.
A día de hoy el número de víctimas de este horrible conflicto es estremecedor. A principios de diciembre se estimaban unos 200,000 muertos y heridos entre ambos ejércitos. 40,000 civiles han perdido la vida en Ucrania y el número de refugiados está cerca de los 8 millones[2]. Tristemente, tanto soldados como civiles están condenados a vivir más penalidades y sufrimientos, violencias físicas y psicológicas por parte de ambos bandos, deportaciones, torturas, violaciones, ejecuciones sumarias y bombardeos indiscriminados (en particular con las especialmente letales bombas de racimo). Además de todo esto está la miseria, el hambre y el frío diarios y el terror que ha desatado el Estado ucraniano y su coalición nacional, con su control policíaco llevado a cabo por esbirros fanáticos.
Al tratar desesperadamente de desmoralizar a los ucranianos, el ejército ruso está intensificando la violencia y los bombardeos, tras haber privado ya a la población de agua, electricidad y calefacción para el invierno. Ucrania se ha convertido en una fosa común, un yermo, una concentración de odios. Mariupol nos da un ejemplo de ello: ha sido devastada en el 90% de su superficie, convirtiéndose en un símbolo trágico de la situación. Barriadas enteras, miles de escuelas, cientos de hospitales y fábricas están dañados o destruidos en multitud de localidades, como en la capital Kiev, pero también en Lviv (Leópolis), Dnipro y Ternopil, como represalia por la destrucción del puente de Crimea. La destrucción es tal que reconstruir todo el país costaría al menos 350,000 millones de dólares[3]. El Primer Ministro ucraniano, Denys Shmyal, ha sugerido incluso la cifra de 750,000 millones. Pero no hay fanatismo patriótico ni estimación alguna que puedan impedir que se sigan amontonando las ruinas y los cadáveres.
Tras la pandemia de Covid-19, que ha devastado durante los últimos 2 años una economía mundial que ya desde antes mostraba signos de estar en números rojos, la guerra de Ucrania ha venido a reforzar el estancamiento global, acentuando forzosamente y de forma cualitativa todos los fenómenos de la descomposición del sistema capitalista, precipitándolos hacia un vórtice destructivo. Representa un impacto directo en la situación a escala mundial, que ya se está manifestando a diferentes niveles en el marco de un escenario poco prometedor y sin precedentes. En primer lugar, vemos esto en el alza súbita de la inflación a escala mundial, ligada no solo a la deuda colosal y la crisis financiera, sino también, y sobre todo, a la explosión de gastos militares debida a este conflicto y a la previsión de futuros combates de “alta intensidad”. En Rusia, además de las bancarrotas industriales, hay un alza en el gasto estatal desde que empezó la guerra; los presupuestos militares y civiles para apoyar la guerra en Ucrania se han acabado convirtiendo en un agujero negro financiero: “Entre el 24 de febrero y el 3 de agosto, 41 países [principalmente] occidentales han invertido al menos 84’2 miles de millones de euros. EEUU ha invertido 44’5 miles de millones de dólares (un tercio del PIB ucraniano en 2020)”[4]. Claramente nada de esto impedirá que la pobreza siga aumentando en este país devastado por la guerra, cosa que ya ha hecho del 2% al 21% de la población. Una situación así solo se sostiene con ataques a los trabajadores, generando una creciente pauperización que se ve por todas partes, incluso en los países más ricos del planeta. Los productos alimenticios y la energía, esenciales para la vida diaria, se vuelven muchas veces inasequibles, y se convierten en armas de esta guerra entre gánsteres que desprecian a una población que brega por alimentarse y proporcionarse calefacción. El ejército ruso ha destruido cosechas de trigo en Ucrania deliberadamente, mientras los precios no paran de subir en todo el país. El mercado mundial se fragmenta cada vez más con una crisis que ya afecta al comercio y a las bases mismas de la producción.
La crisis y la guerra están amplificando también la catástrofe climática y medioambiental. Su impacto ya puede verse en Ucrania: los vehículos militares, los bombardeos de edificios civiles e industriales y los incendios han generado una importante contaminación en forma de altas emisiones de CO2, asbestos, metales pesados y otros productos tóxicos. Los ríos como el Ikva están fuertemente contaminados por productos de amonio. La flora y la fauna se han visto seriamente afectadas: “900 áreas naturales protegidas de Ucrania se han visto afectadas por las actividades militares rusas, es decir, aproximadamente el 30% del total de las áreas protegidas del país”, y “casi una tercera parte de los cultivos ucranianos podría resultar inservible tras la guerra”[5]. El escandaloso sabotaje de los conductos de gas ruso en el mar Báltico se tradujo en que “la infraestructura liberó unas 70,000 toneladas de metano, un potente gas de efecto invernadero, equivalente a todas las emisiones de la ciudad de París durante un año”[6]. La amenaza de un desastre nuclear debido a los bombardeos de ambos bandos en Zaporiyia oscurece aún más este siniestro panorama.
Incluso si, por lo general, las fuerzas armadas pueden hacer gala de una pericia innegable, las capacidades reconocidas de los Estados capitalistas y todos sus cálculos tan sumamente razonados están al servicio de intereses egoístas. Incluso siendo capaces de lograr objetivos diplomáticos en un momento dado al aplicar enfoques a nivel global bastante ingeniosos, en realidad solo están defendiendo sus propios intereses particulares. Intereses que, a su vez, están marcados por un modo de producción agónico, en el que la misma lógica del beneficio económico es engullida por las necesidades irracionales de la guerra. Esta espiral completamente irracional de barbarismo militarista, que han planificado fríamente los Estados burgueses, queda perfectamente ilustrada por los objetivos que están detrás de la guerra en Ucrania. Estos objetivos confirman plenamente la ausencia de cualquier motivación o provecho económicos: “el colapso del mundo capitalista que históricamente agotó todas las posibilidades de desarrollo encuentra en la guerra moderna, la guerra imperialista, la expresión de este colapso que, sin abrir ninguna posibilidad de un mayor desarrollo para la producción, no hace más que sumergir las fuerzas productivas en el abismo y acumular, a un ritmo acelerado, ruina sobre ruinas”[7].
Ha quedado ya muy claro que “la guerra de Ucrania ilustra de manera sorprendente cómo la guerra ha perdido no sólo cualquier función económica, sino incluso sus ventajas a nivel estratégico: Rusia lanzó una guerra en nombre de la defensa del pueblo ruso, pero masacró a decenas de miles de civiles en las regiones que esencialmente hablan en ruso, al tiempo que transformaba estas ciudades y regiones en campos de ruinas y sufría ella misma considerables pérdidas materiales y de infraestructuras. Si, al final de esta guerra, captura el Donbass y el sureste de Ucrania, habrá conquistado un campo de ruinas, una población que le odia y sufrido el consiguiente revés estratégico en sus ambiciones de gran potencia. En cuanto a Estados Unidos, en su política de apuntar a China, se ve abocado a seguir (literalmente) una política de “tierra quemada”, sin más beneficios económicos o estratégicos que una inconmensurable explosión de caos económico, político y militar. La irracionalidad de la guerra nunca ha sido tan evidente”[8]. Enfrentado a la debacle militar rusa, ha habido ciertas señales tímidas en el campo diplomático que apuntan a un posible interés de Putin en sentarse a “negociar”. De forma similar, en Occidente y sobre todo en EEUU, empieza a haber preocupación sobre el desenlace de un conflicto que podría llevar a una indeseada implosión catastrófica de Rusia. Pero cualesquiera que sean las intenciones o estrategias políticas de las diferentes partes, o la duración de una guerra que no se sabe cómo terminará y los nuevos estragos que podrá causar, una cosa es segura: la dinámica de la aceleración del “cada uno para sí” y del caos militarista no hará sino exacerbarse. El capitalismo está llevando a la humanidad a su hundimiento, a su destrucción incluso. Solo la revolución mundial del proletariado será capaz de poner fin a la locura del capital, que cada día asume más claramente la forma del Apocalipsis.
WH (diciembre 2022)
1 Significado e impacto de la guerra en Ucrania [11], Revista Internacional 168.
2 Mark A. Milley, Presidente del Estado Mayor Conjunto de los Estados Unidos, citado por el Courrier international (10 de noviembre de 2022).
3 La Tribune (10 de septiembre 2022)
4 “La guerra de Ucrania: seis meses de conflicto resumido en 9 cifras clave” (Les Echos, 24 de agosto de 2022).
5 “Por qué la guerra en Ucrania es un desastre ecológico” BFMTW.com (30 de octubre de 2022)
6 “El escape de gas de los conductos del Nord Stream es menor a lo esperado” Le Monde (6 de octubre de 2022).
7 Informe la Conferencia de la Gauche Communiste de France de julio de 1945, citado en nuestro Informe sobre el Curso Histórico [12] adoptado en el 3er Congreso de la CCI, Revista Internacional 18 (1979).
8 "La importancia y el impacto de la guerra en Ucrania", Revista Internacional 168, Informe aprobado en mayo de 2022
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La guerra en Ucrania se está empantanando en la barbarie, una espiral irracional e infernal en la que se acumulan la muerte y los escombros. La guerra de “alta intensidad” se ha instalado en Europa, dando un impulso monstruoso a todos los males que ya azotaban al mundo antes de ella. El militarismo y las tensiones imperialistas van en aumento, como hemos visto, por ejemplo, entre China y Estados Unidos este verano, a propósito de Taiwán, con el corolario el desarrollo del caos mundial.
La guerra acentúa la fragmentación y la desorganización de la producción y el comercio mundiales, alimenta la inflación y genera nuevas penurias. La crisis económica, agravada también por el aumento de los gastos militares, conduce a nuevas guerras comerciales entre todos los Estados, hasta el punto de que ciertas decisiones estratégicas, como la adopción por Estados Unidos de un programa de 369,000 millones de dólares destinado a atraer empresas a su suelo, fue vivida por los competidores europeos como un auténtico “acto de guerra”, situación que les hizo temer la desindustrialización masiva del Viejo Continente. En todas partes, la escasez golpea y amenaza a sectores vitales como la energía o los medicamentos, e incluso ciertos alimentos.
La profundización de la crisis contribuye a su vez a la agravación del pillaje de los recursos y, en última instancia, a la multiplicación de las catástrofes “naturales” o industriales. Las inundaciones y otros fenómenos climáticos extremos vienen a empeorar el estado de la sociedad entera.
La pandemia Covid también se ha extendido con la variante Ómicron. Plantea la amenaza de nuevas mutaciones procedentes de China, donde los millones de infectados y los cientos de miles más de muertos evidencian el empeoramiento de las condiciones de una economía ya de por sí desastrosa, lo que pone aún más a prueba los ya debilitados sistemas sanitarios.
El año 2022 no es sólo una confirmación espectacular de esta dinámica y miasma, un simple annus horribilis. Supone un paso más en la mórbida trayectoria del capitalismo. La sociedad se hunde así cada vez más rápido en el caos en todos los niveles y nadie puede creer el discurso de la clase dirigente pidiendo apretarse más el cinturón para un hipotético “futuro mejor”.
En realidad, la lógica que genera los desastres combinados en una verdadera espiral de destrucción proviene de la crisis y de los límites históricos del modo de producción capitalista y no de “malos dirigentes” necesitados de “reformas”, ni de la “mala gestión neoliberal”, tan denunciada por los partidos de izquierda de la burguesía. Es el producto de las contradicciones del capitalismo que, como todos los modos de producción del pasado, es un sistema transitorio, que ha devenido en obsoleto. Es a través de su decadencia irreversible como el capitalismo hunde aún más a la humanidad en el abismo. Tras haber sumido al continente africano y al Medio Oriente en el caos y la barbarie, la descomposición del capitalismo golpea ahora con brutalidad a los países más poderosos del planeta.
Sin más perspectiva ni otra solución que ver cómo su propio sistema se hunde en la barbarie, la burguesía sólo cultiva la desesperación y el cada uno para sí, el repliegue sobre la nación blindando sus fronteras, presionando para que se rechace a los emigrantes, castigando a las “super ganancias” para justificar mejor y hacer aceptar la explotación y la pauperización creciente. Las manifestaciones populistas, espejo de estas ideologías podridas propias del periodo de descomposición del capitalismo, empujaron a los fanáticos seguidores de Trump a penetrar violentamente en el Capitolio hace dos años, con sólo el vandalismo puro como una salida. Más recientemente, las vengativas jaurías bolsonaristas en Brasil también han vandalizado locales institucionales, siempre dejando en el trasfondo el fantasma de una guerra civil de incalculables consecuencias.
Frente a estas plagas, que hacen el mundo invivible y la febril clase dirigente, sólo la clase obrera puede ofrecer una perspectiva desarrollando sus luchas contra los ataques del capital y contra este mundo arruinado. Así, las recientes manifestaciones y huelgas en todo el mundo, tras años de apatía, han sido un recordatorio de que la lucha de clases sigue siendo necesaria. En el Reino Unido, con las múltiples huelgas masivas que continúan, las que han tenido lugar en Estados Unidos y Europa en muchos sectores, las manifestaciones gigantescas que movilizaron entre uno y dos millones de personas el 19 de enero en Francia contra la reforma de las pensiones, todos estos movimientos muestran el camino para tomar confianza en nuestras propias fuerzas e intentar recuperar, a largo plazo, una identidad de clase perdida[1].
Sin embargo, esta difícil lucha ya está llena de escollos. El proletariado debe¸ en efecto, desconfiar de los falsos amigos que son los sindicatos y los partidos de izquierda y extrema izquierda de la burguesía, fuerzas estatales destinadas a encuadrar y sabotear las luchas.
El largo camino de la respuesta de clase pone de relieve, además, la responsabilidad particular de la fracción más experimentada y concentrada del proletariado mundial, la de los bastiones obreros de Europa Occidental. La clase obrera sólo podrá afirmarse sobre la base de esta experiencia histórica, la de un combate autónomo, sobre un terreno firme de clase. No debe dejarse arrastrar por movimientos estériles, sin perspectiva y peligrosos para su unidad y su conciencia. Por el contrario, debe desconfiar de las revueltas “populares” o de las luchas interclasistas que ahogan los intereses del proletariado en el “pueblo nacional” y lo entregan de pies y manos al ajuste de cuentas entre fracciones de la burguesía. La clase obrera debe apartarse de movimientos como los de Irán, China en este otoño y Perú más recientemente, movimientos en los que los proletarios se encuentran atrapados en el terreno burgués: la defensa de la democracia burguesa o luchas parciales como el feminismo, es decir, exigir a la clase dominante que “reforme” amablemente su sistema podrido hasta la médula. Aunque estos movimientos pueden expresar una ira legítima, como la insoportable situación de las mujeres en Irán, no dejan de arrastrar a los trabajadores detrás de ideologías pequeñoburguesas o detrás de alguna camarilla burguesa, desviando así al proletariado de sus luchas autónomas, un aspecto esencial del desarrollo de la conciencia de clase.
Los revolucionarios tienen aquí una enorme responsabilidad y un papel indispensable para advertir a la clase obrera de estos numerosos escollos y peligros. Deben defender el futuro que sólo pertenece a la lucha de clases y a sus métodos específicos de lucha. ¡Reagrupémonos! ¡Tomemos las riendas de nuestras luchas mediante discusiones e iniciativas colectivas! ¡Defendamos nuestra propia autonomía de clase! Proletarios de todos los países, ¡uníos!
WH, 19 de enero de 2023
1 Véase nuestro volante internacional: “Cómo desarrollar un movimiento masivo, unido y solidario”, [17] disponible en el sitio web de la CCI.
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El deterioro de la crisis sanitaria y el fuerte enlentecimiento económica de China han provocado una explosión de descontento popular, pero también la aparición de importantes movimientos obreros. Tras las protestas de miles de compradores engañados por el estallido de la burbuja inmobiliaria y la quiebra de varias grandes compañías (como el Grupo Evergrande), el continuo confinamiento masivo de cientos de miles de personas en todas partes de China, con el espantoso deterioro de las condiciones de vida que implica, fue la chispa que encendió la ira. Primero fue la muerte, el 18 de septiembre de 2022, de 27 personas en un autobús de cuarentena en la región de Guizhou; después, las protestas masivas de 200 000 trabajadores de la enorme fábrica del gigante taiwanés Foxconn que ensambla los iPhones de Apple, en protesta por el confinamiento inhumano y el impago de salarios; y la muerte en un incendio en Urumqui (Xinjiang) de 10 personas porque las condiciones de confinamiento impidieron actuar a los bomberos. Tras estas protestas, estallaron manifestaciones en Pekín, Guangzhou, Nanjing, Wuhan, Chengdu, Chongqing y también en Shanghai. En la capital económica de China, una gran multitud se congregó el domingo 27 de noviembre al grito de "¡Xi Jinping renuncia! ¡PCCH renuncia!".
Las diferentes movilizaciones en todo el país se caracterizan por los siguientes aspectos:
- estas movilizaciones tuvieron lugar en un gran número de ciudades chinas; sin embargo, los medios de comunicación sólo informan de "cientos" de personas, lo que sugiere que, frente a la represión y las amenazas policiales, existe efectivamente un gran malestar, pero que la participación en las manifestaciones es aun relativamente limitada;
- son una mezcla de auténticas acciones obreras, por ejemplo, en Foxconn donde hubo claras reivindicaciones salariales y una lucha contra las condiciones de trabajo inhumanas, y movilizaciones estudiantiles o ciudadanas que protestan contra las escandalosas medidas de confinamiento y exigen el fin de los controles y la censura;
- la dinámica que domina y unifica estas concentraciones no es la de un desarrollo masivo de la movilización y la solidaridad obrera, sino la del rechazo del régimen estalinista y la defensa de una alternativa democrática, esto en continuidad con las revueltas de Hong Kong en 2019 o incluso las de Pekín en 1989.
Por tanto, hay que constatar que la perspectiva que abre esta súbita explosión de manifestaciones no es la de un desarrollo de las luchas obreras, sino la de una movilización en el terreno burgués de la lucha por las reformas democráticas (aunque existan excepciones puntuales). Es cierto que estos movimientos plantean serios problemas a la burguesía china: ésta se vio obligada a abandonar en pocos días la política de "Covid cero" que mantenía contra viento y marea. Sin embargo, no presentan en modo alguno una perspectiva para el proletariado. Por el contrario, el proletariado corre el riesgo de ser desviado de su terreno de clase y engullido ya sea en un movimiento ciudadano desesperado contra el partido estalinista y por las reformas democráticas, o bien en una lucha entre fracciones burguesas dentro del PCCh.
La situación de los trabajadores chinos es proporcionalmente comparable a la que se vive desde hace varios meses en Irán, donde el asesinato de una joven a manos de la policía de la moralidad ha provocado una oleada de disturbios, manifestaciones y también numerosas huelgas obreras combativas. A pesar del carácter muy combativo de la clase obrera iraní, la disolución de las luchas obreras en el movimiento popular contra la autocracia religiosa y por las reformas democráticas es una amenaza inminente y constante. De hecho, la utilización de los proletarios como masa de maniobra en la lucha entre fracciones burguesas (demócratas, religiosos "ilustrados", regionales) o incluso entre imperialismos (kurdo, turco, árabe...) es un peligro mortal y es responsabilidad de los revolucionarios advertir a la clase sobre ello. Ahora bien, es básicamente el mismo peligro de disolución de sus luchas en revueltas populares al que se enfrenta la clase obrera en China. Por eso es importante, en primer lugar, prevenir a los trabajadores chinos contra los cantos de sirena de las revueltas populares por más democracia, pero también y sobre todo armarlos contra "la idea de que 'todo es posible en cualquier momento, en cualquier lugar', en cuanto surgen agudos enfrentamientos de clase en la periferia del capitalismo, idea que se basa en la identificación entre combatividad y maduración de la conciencia de clase"1.
En China, todos los elementos de la situación apuntan al comienzo de una desestabilización del régimen. Aunque el Estado consiga momentáneamente normalizar la situación, la mecha de nuevas protestas seguirá encendida. En este contexto, aunque el proletariado chino desarrolle su combatividad y adquiera peso en la situación, su terrible atraso político y su vulnerabilidad a las mistificaciones democráticas constituyen un obstáculo considerable. Por lo tanto, es necesario tener claras las perspectivas de la clase obrera en esa región: "La CCI rechaza la concepción ingenuamente igualitaria de que cualquier país pueda ser el punto de partida de la dinámica revolucionaria. Esta concepción se basa en la creencia anarquista de que todos los países (como la huelga general revolucionaria) podrían iniciar simultáneamente un proceso revolucionario”2.
De hecho, a pesar de su combatividad, la clase obrera en China como en Irán o en otras partes del mundo, tendrá dificultades para fortalecer sus luchas en su terreno de clase y desarrollar su conciencia mientras el proletariado de los países occidentales no le muestre el camino. Si bien todas las fracciones del proletariado mundial pueden y deben aportar su contribución a la lucha contra el capitalismo, las de Europa Occidental, por su experiencia de lucha y también por sus combates en contra de las mistificaciones democráticas y sindicales de la burguesía, tienen una importancia decisiva para el proceso revolucionario. Esto no hace sino subrayar la responsabilidad decisiva del proletariado de Europa Occidental.
R.H., 14 de enero de 2023
1« Resolución sobre la crítica la Teoría del eslabón más débil [20] (en francés) adoptado por el Órgano Central de la CCI en enero de 1983 », Revista Internacional n° 37 (1984).
2 Ibíd.
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Desde el jueves 02 de febrero ha comenzado una oleada de incendios en toda la zona centro-sur del Estado Chileno, decretándose “estado de catástrofe” en las regiones del Bio Bio, Ñuble, y La Araucanía. Hasta el momento hay más de “24 personas muertas, 3.276 damnificados, 1.156 viviendas destruidas, 280 focos de incendio y más de 246.198 hectáreas afectadas”1, convirtiéndose en uno de los peores desastres que el país ha sufrido en los últimos tiempos. Estos incendios han obligado, además, a que se movilicen más de 112 brigadas de bomberos y 46 aeronaves, poniendo al limites los recursos que el país posee para combatir esta clase de catástrofes. Los daños económicos, sociales y medioambientales son altísimos, y lamentablemente son las familias obreras y campesinas quienes han pagado los platos rotos, con sus viviendas y fuentes de trabajo destruidas. El desastre es tan grande, que el Gobierno del Presidente Gabriel Boric se ha visto obligado a pedir ayuda extranjera.
Esta oleada de incendios se suma a otra que ocurrió en Valparaíso a finales del 2022, con “un saldo de un muerto y más de 500 casas destruidas”2. Ademas de ello, no hay que olvidar la destrucción de miles de hectáreas por el fuego en la Amazonia, California y en Australia, que también han producido un daño irreparable tanto en el medio ambiente como a diferentes comunidades humanas de zonas circundantes. Los incendios en Chile son un acontecimiento que nunca falta en los veranos, igual que a escala internacional. La verdad es que estos graves daños ambientales, que la burguesía oculta como simples “irresponsabilidades humanas” o “gubernamentales”, se suman a otros problemas del mismo tipo como los son derrames de petróleo en los océanos, derretimiento de glaciares, etc. Pese a todas las preparaciones de antemano que el Estado Chileno hace para enfrentar estas emergencias (Reorganizar los sistemas de emergencia para hacerlos más eficiente, crear mejores leyes y “comités”, mejorar la participación ciudadana, etc.), siempre ocurren desgracias cada vez más catastróficas en lo que respecta a los incendios, y esto no es culpa de nadie, salvo de las relaciones capitalistas que llevan la anarquía y la destrucción ambiental en su ADN.
La destrucción de la naturaleza es algo inherente al modo de producción capitalista, que pone la acumulación de riquezas encima de todo. Karl Marx, combatiente del proletariado, decía ya en pleno siglo XIX que "El capitalismo tiende a destruir sus dos fuentes de riqueza: la naturaleza y los seres humanos", y esto es algo que, empíricamente, se está comprobando ahora mismo. Sin embargo, en el actual periodo de descomposición del capitalismo3, la destrucción irracional de la naturaleza se hace algo completamente mucho más masivo y a escalas escalofriante, con la única diferencia de que el medio ambiente ya no es destruido con el fin de conquistar nuevos mercados “no capitalistas” (como era en el periodo de ascenso del capitalismo), sino que representa la podredumbre de un sistema que se niega a morir y que no ofrece nada a cambio, aparte de pobreza y muerte.
Como se explicó anteriormente, los incendios forestales no son un “Caso aislado”, sino que está entremezclado con una serie de problemas que son completa consecuencia del capitalismo decadente (la guerra de Ucrania, crisis económicas, etc.), lo que al mismo tiempo produce que las consecuencias de estos se multipliquen y ramifiquen, produciendo una especie de “efecto torbellino”, como lo explicaron los camaradas de la CCI en su texto “Los años 20 del Siglo XXI: La aceleración de la descomposición capitalista plantea abiertamente la cuestión de la destrucción de la humanidad”4. En síntesis, todos los horrores del capitalismo se están entrelazando y dejando una ola de destrucción y muerte a su paso, la burguesía impotente no puede hacer nada al respecto y toda la humanidad sufre las consecuencias, principalmente el proletariado que representa a gran parte de esta.
Esta dinámica hacia la destrucción del planeta y de la humanidad tiene como raíz la acumulación capitalista que es quien dirige toda la sociedad, y es una fuerza descontrolada que no tiene respeto a nada ni nadie. Este hundimiento nunca se podrá detener luchando en el marco de “hacer verde el planeta”, pedir la paz, “humanizar el capitalismo”, “respetar los derechos humanos”, “la libertad de los pueblos”. Todas esas reivindicaciones lo que hacen es reforzar al capitalismo y por tanto reforzar su marcha hacia la destrucción. Solamente la lucha de clase del proletariado, su generalización y unificación internacional, podrá detener ese curso infernal. Lo único que puede salvar al mundo del apocalipsis de la crisis ecológica es el proletariado internacional y su revolución comunista mundial, cualquier otra forma es solo un engaño para salvar al capitalismo terrorista.
Rodrix
1 https://www.biobiochile.cl/noticias/nacional/chile/2023/02/06/balance-por-incendios-forestales-26-muertos-3-276-damnificados-y-1-156-viviendas-destruidas.shtml [23]
2 https://cnnespanol.cnn.com/2022/12/23/chile-decreta-estado-de-catastrofe-por-incendios-forestales-en-valparaiso/ [24]
3 Ver las Tesis sobre la Descomposición https://es.internationalism.org/revista-internacional/200510/223/la-descomposicion-fase-ultima-de-la-decadencia-del-capitalismo [25]
4 https://es.internationalism.org/content/4897/los-anos-20-del-siglo-xxi-la-aceleracion-de-la-descomposicion-capitalista-plantea [8]
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El 19 de enero, más de un millón de trabajadores salimos a la calle para movilizarnos contra la nueva reforma de las pensiones. El Gobierno afirma que este enfado se debe a una "falta de explicación", a una "falta de pedagogía" por su parte. ¡Pero lo hemos entendido muy bien! Con esta enésima reforma, el objetivo es claro: explotarnos cada vez más y recortar las pensiones de todos aquellos que, por despido o enfermedad, no podrán terminar sus años de servicio. Trabajar hasta la extenuación por una pensión miserable, eso es lo que nos espera.
Pero TODO TIENE UN LIMITE, Ça suffit ¡YA BASTA! Esta expresión se utilizó tan a menudo en las marchas que saltó a los titulares de la prensa. Es casi palabra por palabra la misma frase que los huelguistas llevan meses utilizando en el Reino Unido: Enough is Enough "Basta ya". Y no es casualidad. El vínculo que nos une es evidente: la misma degradación de nuestras condiciones de vida y de trabajo, los mismos ataques, la misma inflación y la misma combatividad creciente. SIIII "ya basta". La reforma de las pensiones, los precios disparados, el ritmo infernal, la falta de personal, los salarios miserables... y qué decir de la nueva reforma del seguro de desempleo, ¡una medida repugnante que reduce la duración de las indemnizaciones en un 25% y permitirá dar de baja a los beneficiarios a voluntad! Y todo para que luzcan las estadísticas y hacer creer las mentiras sobre la "reducción del desempleo".
Al ser más de un millón en las calles hace diez días, quizás aún más hoy, en este 31 de enero, la clase obrera demuestra una vez más lo que hace su fuerza: su capacidad de entrar masivamente en lucha.
Desempleados, jubilados, jóvenes futuros obreros, empleados, de todos los oficios, de todos los sectores, del sector público o del privado, los explotados forman una misma clase animada por un mismo sentimiento de solidaridad: ¡Uno para todos, todos para uno!
Desde hace meses hay pequeñas huelgas por toda Francia, en fábricas y oficinas. Su multiplicación refleja el nivel de ira en las filas de la clase trabajadora. Pero al estar aisladas unas de otras, estas huelgas son impotentes; agotan a los más combativos en luchas sin esperanza. Las huelgas corporativistas y sectoriales sólo conducen a la derrota de todos, cada uno pierde en su rincón, uno tras otro TODOS SOMOS DERROTADOS. La organización de luchas corporativistas y sectoriales no es más que la encarnación moderna del viejo adagio de las clases dominantes: "Divide y vencerás".
Frente a esta fragmentación, bajo el impacto de los ataques constantes a nuestras condiciones de vida y de trabajo, sentimos cada vez más que tenemos que romper este aislamiento, que estamos todos en el mismo barco, que tenemos que luchar juntos. El 19 de enero, con más de un millón de personas en las calles, unidas, no sólo había alegría, sino también cierto orgullo de vivir la solidaridad obrera.
Con más de un millón de personas en las calles, el ambiente está cargado de nuevos ánimos. Existe la esperanza de poder ganar, de hacer retroceder al gobierno, de hacerle doblegarse bajo el peso de las cifras. Es cierto, sólo la lucha puede frenar los ataques. Pero ¿es suficiente ser numeroso?
En 2019 también nos movilizamos masivamente y se aprobó la reforma de las pensiones. En 2010, contra lo que se suponía que iba a ser la última reforma de las pensiones, ¡realizamos catorce días de acción! ¡Nueve meses de lucha! Estas marchas reunieron a millones de manifestantes varias veces seguidas. ¿Para qué? La reforma de las pensiones nos la impusieron. Sin embargo, en 2006, tras sólo unas semanas de movilización, el Gobierno retiró su Contrato de Primer Empleo (el CPE por sus siglas en francés). ¿Por qué? ¿Cuál es la diferencia entre los movimientos de 2010 y 2019 y el movimiento de 2006? ¿Qué asustó a la burguesía en 2006, hasta el punto de hacerla retroceder tan rápidamente?
En 2010 y 2019, éramos muchos, estábamos decididos, pero no estábamos unidos. Puede que fuéramos millones, pero estábamos unos al lado de otros. Las manifestaciones consistían en venir con los compañeros, marchar con los compañeros bajo el ruido ensordecedor de los equipos de sonido y marcharse con los compañeros. Ni asamblea, ni debate, ni reunión real. Estas manifestaciones se redujeron a la expresión de una simple protesta.
En 2006, los estudiantes precarios habían organizado asambleas generales masivas en las universidades, abiertas a trabajadores, parados y pensionistas, y habían lanzado un lema unificador: la lucha contra la precarización y el paro. Estas Asambleas Generales eran el pulmón del movimiento, donde se celebraban los debates y se tomaban las decisiones. El resultado: cada fin de semana, las manifestaciones reunían a más y más sectores. Asalariados y jubilados se unieron a los estudiantes, bajo el lema "Alacenas jóvenes, picatostes viejos, toda la misma ensalada". La burguesía francesa y el gobierno, ante esta tendencia a la unificación del movimiento, no tuvieron más remedio que retirar su CPE.
La gran diferencia entre estos movimientos es, por tanto, ¡la cuestión de que los propios trabajadores se hagan cargo de las luchas!
En las manifestaciones actuales, la referencia a mayo del 68 surge con regularidad. Este movimiento ha dejado una huella extraordinaria en la memoria de los trabajadores. Y precisamente, en 1968, el proletariado en Francia se unió tomando sus luchas en sus propias manos. Tras las grandes manifestaciones del 13 de mayo para protestar contra la represión policial sufrida por los estudiantes, los paros y las asambleas generales se extendieron como la pólvora por las fábricas y todos los centros de trabajo para desembocar, con 9 millones de huelguistas, en la mayor huelga de la historia del movimiento obrero internacional. Muy a menudo, esta dinámica de extensión y de unidad se había desarrollado fuera de los sindicatos y muchos trabajadores habían roto su carnet sindical tras los acuerdos de Grenelle del 27 de mayo entre los sindicatos y la patronal, acuerdos que habían enterrado el movimiento.
Hoy, asalariados, parados, jubilados, estudiantes precarios, seguimos sin confiar en nosotros mismos, en nuestra fuerza colectiva, para atrevernos a tomar nuestras luchas en nuestras manos. Pero no hay otra manera. Todas las "acciones" propuestas por los sindicatos conducen a la derrota. Sólo la reunión en asambleas generales abiertas y masivas, autónomas, que decidan realmente sobre la conducción del movimiento, puede constituir la base de una lucha unida, llevada por la solidaridad entre todos los sectores, todas las generaciones. Unas Asambleas Generales en las que nos sintamos unidos y confiados en nuestra fuerza colectiva.
No hay que hacerse ilusiones, la historia lo ha demostrado mil veces: hoy los sindicatos hacen gala de su "unidad" y llaman a la movilización general, mañana se opondrán para dividirnos mejor y desmovilizarnos mejor. De hecho, ya han empezado:
- Por un lado, los sindicatos calificados de "radicales" centran la atención en la necesidad de bloquear la economía del país. En concreto, esto significa que los trabajadores de los sectores más combativos en este momento, como las refinerías o los ferroviarios, se encontrarán encerrados en sus lugares de trabajo, aislados de sus hermanos de clase de los demás sectores, que se verán reducidos a la huelga por poderes. ¡Igual que en 2019!
- Por otro lado, los sindicatos clasificados como "reformistas" ya se preparan para la desunión repitiendo "No estamos en contra de la reforma de las pensiones. No somos inconscientes. Sabemos muy bien que tenemos que mantener un sistema de equilibrio financiero en este régimen de pensiones por distribución. (...) Sin embargo, no queremos una reforma que sea injusta. (Geoffrey Caillon, coordinador de CFDT TotalEnergies). Y piden al Gobierno que "escuche" el descontento y negocie. En otras palabras, el Gobierno y los sindicatos ya llevan tiempo planeando ajustes de la reforma para que la píldora acabemos tragándola. ¡Igual que en 2019!
La reforma de las pensiones se hace en nombre del equilibrio presupuestario, la justicia y el futuro. El 20 de enero, Macron anunció a bombo y platillo un presupuesto militar récord de ¡400.000 millones de euros! Esta es la realidad del futuro prometido por la burguesía: más guerra y más miseria. El capitalismo es un sistema explotador, global y decadente. Conduce a la humanidad hacia la barbarie y la destrucción. La crisis económica, la guerra, el calentamiento global y las pandemias no son fenómenos separados; todos ellos son lacras del mismo sistema moribundo.
Así pues, nuestras luchas actuales no son sólo una reacción a la reforma de las pensiones, ni siquiera a la degradación de nuestras condiciones de vida. Fundamentalmente, son una reacción a la dinámica general del capitalismo. Nuestra solidaridad en la lucha es la antítesis de la competencia a muerte de este sistema dividido en empresas y naciones competidoras. Nuestra solidaridad entre generaciones es la antítesis de la espiral sin futuro y destructiva de este sistema. Nuestra lucha simboliza el rechazo a sacrificarnos en el altar de la economía de guerra. Por eso cada huelga lleva la semilla de la revolución. La lucha de la clase obrera es inmediatamente un cuestionamiento de los fundamentos mismos del capitalismo y de la explotación.
Nuestra lucha actual es prepararnos para las luchas venideras. No habrá tregua. A medida que se sumerge en la crisis económica mundial, en su loca carrera por el beneficio, cada burguesía nacional no dejará de atacar las condiciones de vida y de trabajo del proletariado.
Los trabajadores más combativos y decididos deben reagruparse, discutir, reapropiarse de las lecciones del pasado, para preparar la lucha autónoma de toda la clase obrera. Es una necesidad. Es el único camino posible.
Corriente Comunista Internacional 31-1-23
Agruparse y debatir
Marchar unos detrás de otros y luego volver a nuestros rincones es estéril. Para estar verdaderamente unidos en la lucha, necesitamos reunirnos, debatir y aprender juntos de las luchas presentes y pasadas. Debemos tomar nuestras luchas en nuestras propias manos.
Siempre que sea posible, en el lugar de trabajo o aquí, en las aceras, en las plazas, al final de las manifestaciones, debemos reunirnos y debatir.
Si al leer este folleto compartes este deseo de reflexionar juntos, de organizarte, de tomar las luchas en tus manos, no dudes en venir a nuestro encuentro al final de la manifestación para continuar el debate.
La emancipación de los trabajadores será obra de los propios trabajadores
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Atravesamos un periodo de notable aumento de la combatividad de la clase obrera a nivel internacional. Gran Bretaña y ahora Francia, con la respuesta que se ha encontrado el gobierno de Macron a su reforma de las pensiones1, marcan el camino de una respuesta del proletariado, como reacción a los ataques económicos que la burguesía necesita imponer para hacer frente a una crisis y estancamiento económicos que han sido agravados por la guerra de Ucrania… pero que son anteriores incluso a la pandemia del Covid.
En España se da innegablemente un aumento de la combatividad obrera, que participa de esta tendencia internacional que consideramos la punta del iceberg proletario. No obstante los puntos débiles del movimiento, que comentaremos más a fondo, se hace patente una ruptura de la dinámica anterior de pasividad y reflujo que asentaron las cuarentenas, y que fue reforzada por la intimidación militarista de una guerra a las puertas del centro de Europa. Con nuestra intervención queremos defender el potencial que pueden tener estas luchas , que surgen frente a la descomposición histórica irrefrenable del capitalismo y que se enfrentan a los obstáculos del corporativismo y la lógica sindical.
Informamos en primer lugar de las luchas más recientes o en curso de las que tenemos noticia:
Huelgas en el sector de la limpieza en ciudades de Castilla-La Mancha, Valencia, Islas Baleares, Aragón, Madrid y Canarias.
Huelgas continuas de abogados de oficio y secretarios judiciales.
Huelga de conductores de autobús de Mombus en solidaridad con la de los conductores de Avanza, en el Baix Llobregat.
Huelga de los controladores aéreos del sector privado, en especial en las islas Canarias.
Huelgas de médicos y profesores que coincidieron e hicieron una manifestación conjunta en Cataluña.
Amenazas de huelga en el sector de la informática, con formación de grupos de discusión de descontentos con la firma de un acuerdo por parte de CCOO-UGT que supone un aumento de salario muy por debajo de la inflación. Encabeza la protesta el sindicato CGT.
Huelga indefinida en la panificadora Butrón (Cádiz).
Pero es sin duda el sector sanitario el que encabeza las movilizaciones en intensidad, masividad y persistencia. Es de sobra conocida la difícil situación del personal sanitario, que tras haber realizado un esfuerzo sobrehumano durante la pandemia se ve ante reducciones generalizadas de personal y con ritmos de trabajo incluso aún más agotadores que antes. Tanto en atención primaria como en hospitales la situación se hace insoportable: los médicos tienen que tratar a 50 o 60 pacientes al día, las salas de urgencia se saturan, se mantiene a los pacientes en los pasillos hasta más de 3 días, y en diciembre la situación volvió a empeorar con un rebrote del Covid y una epidemia de enfermedades respiratorias.
Nos sentimos plenamente solidarios con la lucha de estos compañeros que se alzan contra una explotación y unos sufrimientos insoportables, pues no solo se degradan sus condiciones de trabajo, también está en peligro su propia vida, según el Consejo Internacional de Enfermeras entre marzo 2020 y septiembre 2021 habían muerto a causa del COVID 115000 trabajadores de la salud en todo el mundo2
Esta situación desembocó en una serie de huelgas. Comenzó en Madrid, con huelgas que se declararon en octubre, eso sí, de forma escalonada para diferentes categorías: médicos rurales, de atención primaria, de hospitales, conductores de ambulancia, auxiliares… en un marco de un fuerte control por los sindicatos y, en las movilizaciones, por partidos izquierdistas que rápidamente dieron la consigna de la defensa de la “sanidad pública”, la lucha “contra la derecha” y una noción de “extensión” de la lucha que consistía en pedir la “solidaridad” de la ciudadanía madrileña contra el gobierno de Ayuso. El movimiento culminó con una gran manifestación en noviembre3.
Sin embargo, esta maniobra no impidió que la combatividad en el sector siguiera aumentando. Entre diciembre de 2022 y enero de 2023 han seguido estallando nuevas huelgas en los distintos sectores sanitarios, sobre todo atención primaria, con nuevas manifestaciones que alcanzan hasta los 30,000 asistentes. En Castilla-León, en Burgos se manifestaron 11.000 personas, oficialmente. Igualmente, en Salamanca. Y hubo concentraciones en las puertas de los hospitales de casi todas las provincias. Las huelgas se han extendido a otras nueve comunidades autónomas (Andalucía, Valencia, Navarra, Cataluña, Cantabria, Aragón, Extremadura, Galicia y Baleares). Es notorio que haya un gobierno de izquierda en muchas salvo en Cataluña, Galicia y Andalucía.
Es suicida pensar que la burguesía nos deja luchar libremente según nuestros intereses como trabajadores. Al contrario: sus “libertades democráticas” y, sobre todo, la “libertad sindical”, son los instrumentos con los que cuenta para sabotear nuestra lucha y llevarnos a la derrota. Por eso, las huelgas se enfrentan a los mecanismos que pone en marcha la burguesía para quebrar o esterilizar las luchas, y en todo caso, evitar su extensión a otros sectores.
La burguesía siempre es consciente, en un grado u otro, del peligro potencial de la combatividad de los trabajadores. El Estado burgués se apoya sobre tres patas para asaltar por un frente múltiple la conciencia de los trabajadores en lucha, guardando siempre el arma de la represión abierta, que tiene siempre preparada y entrenada dispuesta a intervenir cuando sea necesario.
Históricamente las fracciones más inteligentes de la burguesía siempre han intentado acompañar los ataques, e incluso las situaciones de represión abierta y sangrienta, con concesiones a medias en el terreno económico y/o social con las que intentan “dorar la píldora”, y que muchas veces van orientadas a dividir a los huelguistas. Conceder subidas salariales a una categoría de trabajadores y a otras no, acceder a unos pocos puntos menos exigentes de las reivindicaciones de los huelguistas y exigir la retirada de los otros… este tipo de maniobras por parte de la burguesía y sus organizaciones (en especial los sindicatos) son de sobra conocidos.
Además, en un plano más general y en previsión de respuestas de lucha como las que vemos, el gobierno PSOE-Podemos ha lanzado medidas de “protección social” al igual que han hecho otros de la UE, como la reducción del IVA de los alimentos, ayudas a las personas de menor renta, aumento del SMI, etc. Las medidas anticrisis, tanto aquí como en el resto de Europa y del mundo, no harán sino seguir ahondando en la crisis de deuda y aumentando la explosividad de futuros estancamientos económicos. No solo, como podemos ver, son cada vez más raquíticas y limitadas, sino que a largo plazo este tipo de medidas no hacen sino preparar el camino a futuros ataques. La clase obrera no puede confiar lo más mínimo en su eficacia, por mucho que momentáneamente el gobierno consiga desinflar con ellas la inflación desde un “muy mal” a un “bastante mal”4.
Lo esencial de la respuesta de la burguesía frente a las luchas es intentar fragmentarlas, abortar su potencial político para el conjunto de la clase obrera lo antes posible, mientras al mismo tiempo refuerza el papel de los sindicatos como representantes “legítimos” de los trabajadores en cada conflicto particular.
Los sindicatos conforman el centro de la estrategia de la burguesía para organizar la dispersión total de las luchas. Tanto aquí como en Gran Bretaña, Francia… los sindicatos aprueban huelgas por horas, por tramos horarios, por servicios distintos de una misma empresa. A veces es algo que incluso llega al ridículo, a una lógica de huelgas de una hora para una planta del edificio y de la hora siguiente para la de arriba. ¡Esa forma de marear las fuerzas de los trabajadores no tiene NADA que ver con nuestras necesidades ni con nuestra lucha!
En el sector sanitario, el corporativismo extremo, ya presente tradicionalmente de por sí, es defendido por todos los sindicatos particulares del sector mientras que CCOO-UGT parecen quedarse más en un segundo plano, de momento. Quizás se reserven para aparecer con toda su fuerza cuando la combatividad vaya a más. Hasta ahora, las reivindicaciones y las luchas se resuelven con los médicos separados de las enfermeras y los auxiliares asistenciales, cada uno en su sector particular. El protagonismo sobre el terreno de los diferentes sindicatos corporativos-profesionales, además, permite presentar más cómodamente las movilizaciones desde el punto de vista ciudadanista, de que son cuestiones de “gestión” y de “inversiones”. Y lo que es más absurdo todavía: así se puede justificar mejor una situación en la que se ve a los médicos marchar por separado según pertenezcan a atención primaria, urgencias, sector rural, etc. Marchar por separado significa siempre caer por separado.
La confrontación entre las distintas facciones de la burguesía (derecha-izquierda) se ha servido insistentemente en los medios de comunicación como parte del “conflicto sanitario”, tratándose constantemente a Ayuso y sus constantes insultos a la inteligencia de los huelguistas como prueba de que su inoperante administración se desliza hacia el populismo de derechas al estilo de VOX, y es la culpable de la situación del sistema sanitario en la capital. Una representante del Sindicato de Estudiantes la llegó a llamar “asesina” en uno de los programas de Al Rojo Vivo, el show mediático político de La Sexta, declaraciones como estas a las que nos tiene acostumbrados el trotskismo, que quieren sonar radicales y que están completamente vacías5.
Porque ya sea más de derecha, menos de derecha o de centro o de izquierdas, ¿de qué nos sirve a los trabajadores hacer de chivo expiatorio a un administrador particular de la miseria general con la que el capitalismo nos fuerza a convivir todos los días? Nuestra fuerza reside en la comprensión de que TODOS los gerentes del Estado burgués y de la acumulación de capital, sean del signo que sean, solo sirven un interés de clase opuesto al nuestro. Ya hemos visto como las huelgas de la sanidad se han extendido a muchas comunidades gobernadas por la izquierda. Las crisis, los ataques a nuestras condiciones de vida y los despidos no son responsabilidad particular de una u otra organización de la burguesía, son los estertores de agonía de un sistema capitalista que no tiene nada que ofrecernos en conjunto más que la miseria y la destrucción generalizadas.
La burguesía se aprovecha de las dificultades y debilidades de los trabajadores de la sanidad para mantener su combatividad completamente encerrada e inocular a todos los trabajadores el veneno de una lucha aislada atrapada de lleno en el corporativismo y la empresa:
Los trabajadores de la sanidad son de los más afectados por la división corporativista, con marcadas separaciones entre médicos, enfermeros, auxiliares, conductores, limpieza, etc.
Muchos de ellos, y en especial los médicos, han tenido dificultades históricas para reconocerse como parte de la clase obrera, viéndose a sí mismos más bien como “profesionales” o “clase media”.
Por último, y no por ello menos importante, la lucha por la sanidad es un terreno abonado para el desvío de los impulsos de solidaridad y extensión de la lucha hacia el callejón sin salida de la “lucha por la sanidad pública” o “contra las privatizaciones”. La ideología de que se está prestando un “servicio fundamental para la ciudadanía” y para la estabilidad del Estado del bienestar tiene mucha fuerza entre los trabajadores de la sanidad. Sin duda, el ánimo de ayudar a las personas con problemas de salud, y de sumar un granito de arena al bienestar general de la humanidad, es lo que está detrás de las convicciones honestas y la vocación de los trabajadores sanitarios e investigadores médicos. Pero la prestación sanitaria, en su conjunto y tomada en el plano político e histórico, no tiene nada que ver con eso. El sistema sanitario no es esencialmente más que la forma que tiene el capital de reponer y asegurar las condiciones generales de la reproducción de la fuerza de trabajo. Los hospitales, muy lejos de ser remansos de curación agradables a los sentidos y al reposo (tanto para pacientes como para trabajadores) se asemejan a cadenas de montaje gigantescas en las que se les hace el apaño a las averías orgánicas y a las piezas sueltas de las personas que van entrando, para que vuelvan lo antes posible al circuito de la acumulación de capital. Los obreros de la sanidad, más allá de categorías técnicas y profesionales y de la ideología con las que se las quiera recubrir, se ven reducidos a la categoría de mecánicos del cuerpo humano, que van ajustando a lo largo de la cadena todos los “engranajes” sueltos que pueden a lo largo de un día y a marchas forzadas.
No hay cambios administrativos ni de partidos de gobierno que puedan solucionar lo esencial de esta mecánica. Ya sea bajo administración estatal o privada, esa es la naturaleza histórica que tiene la prestación sanitaria para el capitalismo. En el marco de un mercado mundial saturado y con problemas crónicos de crisis de sobreproducción, la burguesía necesita extraer el máximo de plusvalía posible de una población obrera a la que, si quiere explotar eficientemente, no puede dejar caer en un estado de vulnerabilidad constante a epidemias, lesiones físicas dentro o fuera del trabajo, enfermedades, etc. La descomposición histórica del capitalismo y sus efectos, entre ellos la creciente corrupción e inoperancia de los miembros de la burguesía y su cada vez más desesperado enfoque en el beneficio a corto plazo, hacen que para esta clase sea cada vez más difícil preservar los mecanismos que estabilizan relativamente las condiciones generales de la explotación capitalista. Pero eso no cambia lo fundamental de estos mecanismos: no cambia que la burguesía siga luchando por mantenerlos ni que, por supuesto, los recubra de toda una mitología de garantía de “bienestar humano” y de “servicio fundamental para la vida de los ciudadanos”, para así hacer caer a la clase obrera en su conjunto, y a los trabajadores sanitarios en particular, en trampas ideológicas sobre la naturaleza real del trabajo que se ven forzados a hacer, en cada vez peores condiciones, y sobre su propia naturaleza como explotados y como miembros de una clase mundial de explotados.
Necesitamos reflexionar como clase cuáles son nuestros verdaderos métodos de lucha y la perspectiva que nos une a los que hoy están en huelga en Gran Bretaña y Francia, como desarrollamos en nuestra última hoja internacional en la que llamamos a desarrollar un movimiento unido, masivo y solidario de la clase obrera6.
Estas luchas están rompiendo la dinámica que se había instalado hasta ahora en el estado de ánimo de los obreros, principalmente en Europa, tras el estallido de la pandemia y la implantación de las cuarentenas. Estas últimas representaron y representan un fenómeno que es a la vez producto y acelerador de la descomposición histórica del capitalismo, de su etapa de disolución progresiva, que lleva al conjunto de la humanidad a una encrucijada: o el camino del colapso y la barbarie, a paso lento pero seguro, o el camino de la transformación revolucionaria de la sociedad por parte de la clase obrera, en pos de la comunidad humana universal de la sociedad sin clases que es el comunismo. El capitalismo es la última sociedad de clases posible y lo que ha pasado estos últimos años es solo una pequeña muestra de lo único que puede ofrecernos: guerras y escaladas militaristas cada vez más descontroladas, pandemias, erosión y ataques constantes a las ya mermadas condiciones de vida de los explotados asalariados, de los obreros. Las respuestas de lucha que vemos, aun con las debilidades importantes de los primeros pasos, muestran que va tomando cuerpo un rechazo a esta situación. Una situación dominada por la guerra de Ucrania que tiene una repercusión mundial y que la estamos sufriendo los trabajadores de todo el mundo pues todos los estados multiplican los gastos en armamentos. El gobierno “socialista” de Dinamarca quiso hacer laborable un día festivo para cumplir su compromiso armamentístico con la OTAN, los sindicatos e izquierdistas daneses no tuvieron más remedio que responder con movilizaciones el pasado 5 de febrero para encauzar la combatividad y rabia de los trabajadores ante estas medidas, y el gobierno tuvo que renunciar a llevar adelante su proyecto por esa vía7.
Es testimonio de la barbarie de este sistema que mientras recortan presupuesto en sanidad, educación, prestaciones sociales, los Estados se lancen a una alocada carrera armamentística que supone gastos exorbitantes. En los países donde hay guerra (Ucrania y 52 conflictos esparcidos por el mundo), el Capital sacrifica la vida de los trabajadores, en los países donde hay “paz”, sacrifica sus condiciones de vida.
Por eso vemos que los trabajadores en Gran Bretaña gritan Enough is Enough (¡ya basta!).
Pero no basta con gritar Enough is Enough. Salir a luchar en defensa del salario, contra la lógica de que seamos los proletarios los que tengamos que sacrificar (aún) más de nuestros medios de vida para sufragar los conflictos imperialistas y las crisis del mercado capitalista, es solo el primer paso. En palabras de Marx, si no saliéramos a defendernos de los ataques a nuestras condiciones de vida estaríamos completamente desahuciados para combates mayores. Pero no podemos marchar por separado en procesiones sindicales para luego volver a casa a seguir como si nada. Necesitamos buscarnos entre nosotros, pelear sin descanso para tomar el control de la lucha en nuestras propias manos, es vital romper la cárcel corporativista y la prisión del sector y la empresa, solamente podremos vencer extendiendo y uniendo nuestras luchas, expresándonos como clase, como CLASE OBRERA.
Esta necesidad vital tiene un primer obstáculo evidente: los sindicatos. Antaño organizaciones de la clase obrera hoy día son organismos plenamente integrados en el Estado burgués que solo se dedican a defender el statu quo en cada empresa y a controlar y destrozar la combatividad de clase. Su primera prioridad es reconducir las ansias de lucha y de respuesta de los trabajadores bien a luchas aisladas que llevan a la desmoralización y a la derrota, bien a caminos estériles de negociación corporativa en los que el capitalista siempre gana, imponiendo siempre la “conciliación” (es decir, la aceptación de las bajadas de poder adquisitivo y los ataques, aunque sea “parcialmente”) y haciendo patentes la derrota política y la separación corporativista entre los obreros.
Frente a ese panorama que ofrecen sindicatos y organizaciones izquierdistas de todo tipo y pelaje, los obreros tenemos un arma de la historia de nuestro movimiento: las asambleas de huelga, y en situaciones revolucionarias los consejos obreros, formados por delegados elegibles y revocables en todo momento por los trabajadores. Si toda esta combatividad que se está desarrollando en las filas de la clase trabajadora por toda Europa y más allá puede fructificar en algo realmente valioso, no es solo en el rechazo de la lógica de destrucción y miseria que hasta ahora ha estado imponiendo el capitalismo, sino en la comprensión política activa de que todos los que formamos parte del proletariado, de la clase de los que solo tenemos nuestra fuerza de trabajo para sobrevivir, formamos parte de una clase internacional. Una clase internacional con intereses históricos comunes que guarda en su seno el potencial de una revolución completa de la sociedad y de sus relaciones de producción, de su organización verdaderamente consciente en una sociedad sin clases que, lejos de ser una utopía, es una necesidad frente al callejón sin salida del capitalismo.
Gauta y C.Mir 26-02-2023
1 https://es.internationalism.org/content/4913/movimiento-contra-la-reforma-de-las-pensiones-ser-muchos-no-basta-hemos-de-tomar [31]
2 https://www.icn.ch/es/noticias/el-cie-afirma-que-la-muerte-de-115-000-tr... [32]
3 Véase el artículo con el que intervenimos en la manifestación: https://es.internationalism.org/content/4882/ante-los-ataques-los-trabajadores-de-la-sanidad-lucha-de-clases-o-confrontacion [33]
4 Se trata de medidas demagógicas, tan publicitadas como limitado es su alcance: https://es.internationalism.org/content/4625/los-gobiernos-de-izquierda-en-defensa-de-la-explotacion-capitalista-iii-la-trampa-esta [34]
5 https://es.internationalism.org/content/4883/el-trotskismo-defiende-el-capitalismo-y-la-guerra-con-argumentos-revolucionarios [35]
6 https://es.internationalism.org/content/4907/como-desarrollar-un-movimiento-unido-masivo-y-solidario [17]
7 https://peoplesdispatch.org/2023/02/08/danish-working-class-opposes-governments-bid-to-abolish-public-holiday-to-raise-money-for-arms/ [36]
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Publicamos aquí una declaración de varios camaradas de Turquía sobre el terremoto que ha devastado esa región, junto con partes de Siria. Queremos saludar la rápida respuesta de estos camaradas a un acontecimiento tan terrible, que según cifras oficiales se ha cobrado más de 21,000 vidas. Es casi seguro que se reconocerán muchas más, incluyendo las de los que sobrevivieron a los momentos iniciales del terremoto pero que se enfrentan ahora al hambre, el frío y las enfermedades. Tal y como afirman los camaradas en su declaración, este desastre “natural” ha llegado a ser tan devastador por culpa de las exigencias inhumanas de la competencia y el beneficio capitalistas, que obligan a la gente a vivir en viviendas débiles y totalmente inadaptadas. Los efectos particularmente catastróficos de este terremoto ilustran bien el desprecio que siente la burguesía por las vidas y el sufrimiento de la clase obrera, de los oprimidos de nuestro tiempo, en un periodo en el que el modo de producción capitalista se está descomponiendo en todos sus aspectos. Ciertamente, el hecho de que este desastre haya tenido lugar en el corazón de una región azotada por la guerra imperialista ha agravado considerablemente su impacto. El epicentro del seísmo fue Maraş, en la región de mayoría kurda que lleva largo tiempo sometida a los vaivenes del conflicto entre el Estado turco y los nacionalistas kurdos. En el norte de Siria, un gran número de víctimas son refugiados que intentaban huir de la contienda asesina que sigue librándose allí, y que ya estaban viviendo en unas condiciones infernales acentuadas por el bombardeo deliberado de hospitales, como los que el régimen de Assad ha llevado a cabo en ciudades como Aleppo. La confrontación aún en curso entre facciones capitalistas de la región añadirá aún más obstáculos, políticos y materiales, a los ya mermados esfuerzos de rescate.
Todavía no podemos saber hasta qué punto han llegado los efectos destructivos del terremoto que ha tenido lugar en Maraş el 6 de febrero de 2023, que afectó a su vez a las provincias adyacentes y a Siria. Los medios de comunicación ya han informado de la destrucción de más de diez mil edificios, de que se esperan encontrar millares de muertos bajo los escombros y de que hay decenas de miles de heridos. La comunicación con algunas ciudades está cortada desde hace dos días. Carreteras, puentes y aeropuertos han sido alcanzados por la destrucción. Se informa de un incendio que ha tenido lugar el puerto de İskenderun (Alejandreta) y de que se han cortado las tomas de electricidad, agua y gas natural en muchas zonas. Los que han sobrevivido al terremoto se enfrentan ahora al hambre y el frío de un duro invierno. Hay también noticias preocupantes de las partes de Siria que se han visto afectadas por el terremoto y que ahora están bajo ocupación turca.
La sucesión de dos grandes terremotos no es nada habitual. Sin embargo, al contrario de lo que afirman la clase dominante y sus partidos, esto no significa que la destrucción que han causado sea la que se podía esperar. Los llamamientos vomitivos a la “unidad nacional” por parte de los partidos burgueses, tanto en el gobierno como en la oposición, no pueden ocultar lo que todos sabemos ya: el capitalismo y su Estado son los principales culpables de esta devastación.
1- Sabemos que el proletariado, como clase, pondrá en acción toda su solidaridad para con los que se han quedado sin hogar, los heridos y los que han perdido a familiares en las zonas afectadas. Cientos de mineros se han ofrecido ya voluntarios para participar en las operaciones de búsqueda y rescate de las víctimas del terremoto. Por todo el mundo se suceden las muestras de solidaridad de trabajadores y equipos de rescate para ayudar a los supervivientes. Esta solidaridad, una de las mejores armas del proletariado, es una necesidad vital. Los proletarios no pueden confiar en nadie más que en los miembros de su clase. Solo podemos lograr nuestra emancipación con las fuerzas de nuestra propia clase, con nuestra unidad, no con la de la clase dominante y su Estado.
2- Las experiencias pasadas de terremotos en Turquía son prueba de los efectos letales y destructivos del crecimiento urbano que ha estimulado la reproducción social del capital. Esa es la única razón de que se levanten estructuras que no pueden resistir un terremoto, de que se amontone a la gente en bloques de pisos y ciudades con alta densidad de población en zonas vulnerables a seísmos: es la mejor forma de satisfacer la necesidad del capital de disponer de una fuerza de trabajo abundante y barata. Transcurridos 20 años desde los terremotos de Gölcük y Düzce (en la región del Mármara), este desastre vuelve a mostrar la superficialidad de todas las “medidas” que ha tomado el Estado y de las lágrimas de cocodrilo que vierte la clase dominante. Este desastre y los efectos que ha tenido son la prueba sangrante de que la principal razón de existir del Estado no es la de proteger a las poblaciones pobres y al proletariado, sino la de proteger los intereses del capital nacional.
3- ¿Por qué no organiza el capitalismo infraestructuras permanentes y sólidas, incluso cuando se dan desastres que destruyen de forma regular y sistemática su infraestructura de producción? Porque bajo el capitalismo todos los edificios, carreteras, presas, puertos, en definitiva toda la inversión en infraestructura en general, no se organiza pensando a largo plazo ni teniendo en cuenta las necesidades humanas. En el capitalismo todas estas inversiones, ya las controle el Estado o una empresa privada, se hacen por beneficio y para la continuación del sistema del trabajo asalariado. Se estruja a poblaciones enteras en ciudades inhabitables. Incluso sin tener en cuenta los terremotos, se llenan regiones urbanas y rurales enteras con edificios de cemento insalubres que pueden durar a lo sumo un siglo. En los últimos 40 años, los terribles planes de urbanización del capitalismo han convertido pueblos y ciudades enteros en tumbas de cemento, a lo largo y ancho de toda la geografía de Turquía. El sistema capitalista, basado en la producción de plusvalor, solo puede sostenerse empleando tanto trabajo vivo como sea posible, es decir, proletarios, y manteniendo al mínimo las inversiones en capital fijo, es decir, en infraestructuras. En el capitalismo la construcción es una actividad continua; la estabilidad del edificio, su armonía con respecto al medio ambiente y su respuesta a las necesidades humanas son totalmente ignoradas. Esta es la norma para el capitalismo occidental más avanzado tanto como para los capitales más débiles de África y Asia. El único objetivo social del capital y sus estados es el de perpetuar la explotación de un número cada vez mayor de proletarios.
4- El orden capitalista no está en posición de proponer soluciones siquiera para reproducir su propio orden de explotación. En la eventualidad de un desastre “natural”, el capital se vuelve tan temerario como impotente. Vemos esta impotencia en su incapacidad incluso para coordinar la acción de las organizaciones de ayuda humanitaria, a su vez bajo el control de otros estados nacionales, y en la incapacidad del Estado para organizar la distribución de la ayuda para emergencias. Vemos esto no solo en países como Turquía, donde un capitalismo en decadencia se ha visto ya profundamente afectado de esta forma, sino también en países del corazón del capitalismo mundial como Alemania, que se vio indefenso ante las inundaciones hace dos años, o en los Estados Unidos, donde carreteras y puentes colapsaban bajo la acción de las inundaciones debido al abandono de la inversión en infraestructura.
5- El hecho de que haya secciones de la burguesía en la oposición que denuncian la “ineficiencia” del Estado para “ayudar” a las víctimas del terremoto, da una perspectiva engañosa de la naturaleza del Estado. El Estado no es una organización asistencial. Es el aparato colectivo de la violencia de una clase explotadora minoritaria. El Estado protege los intereses del capital. Ciertamente, el caos que se ha desatado en la zona afectada por el desastre ha puesto al desnudo la debilidad de la clase dominante, y ha obstruido la reproducción del capital, obligando al Estado a organizar un nivel mínimo de “ayuda”. Pero la cuestión es que parece incapaz de hacerlo incluso a ese nivel mínimo. Cualquiera que sea la forma en la que el Estado intervenga en el desastre, su función principal es activar y reforzar las cadenas al proletariado y competir con otros países capitalistas en aras de los intereses de su propio capital nacional. El Estado es la máquina física e ideológica que asiste a la acumulación de capital, el guardián de las condiciones que empujan a los obreros a vivir en casas que son ataúdes de cemento insalubres, y que les dejan indefensos frente a los desastres.
6- No hay nada “natural” en las epidemias, hambrunas y guerras que hemos visto suceder en los últimos años y cuyos efectos se han sentido a nivel mundial. A pesar de que no se puede predecir el momento exacto en que sucederá un terremoto, las líneas de falla de estos fenómenos y sus posibles magnitudes sí pueden delimitarse con exactitud. El principal responsable de estos desastres es el capitalismo y sus estados nacionales, junto con toda la clase dominante, que organiza la sociedad en torno a la extracción de plusvalía y el trabajo asalariado, todo lo cual intensifica la competencia militarista y nacionalista y amenaza la existencia y el futuro de la humanidad. Mientras continúe la dominación capitalista y la división de la humanidad en clases y estados nacionales, estas catástrofes seguirán ocurriendo, y se volverán cada vez más peligrosas, destructivas y frecuentes. Esta es una indicación clara de la extenuación del capitalismo. A lo largo y ancho del mundo, las clases dominantes empujan a la humanidad a la guerra y el hambre en ciudades horribles e inhabitables, y al camino de una gigantesca crisis climática global.
El terremoto que ha tenido lugar en Maraş es la última prueba, dolorosa y concreta, de que la clase dominante no tiene ningún futuro positivo que ofrecer a la humanidad. Pero esto no debería llevarnos al pesimismo. Nos da esperanza la solidaridad que ha mostrado nuestra clase, y que seguirá mostrando de cara a este desastre. Los desastres tienen los efectos devastadores que tienen no porque sean inevitables, sino porque nuestra clase, el proletariado, no tiene aún la confianza en sí misma que hace falta para cambiar el mundo y salvar a la humanidad del azote del capital. Los recursos de la humanidad y de la Tierra son suficientes como para construir alojamiento y vivienda permanentes y seguros frente a desastres. El camino a este futuro se abrirá una vez el proletariado, la única fuerza que puede movilizar los recursos del mundo para su liberación, desarrolle su confianza en sí mismo y entable una lucha internacional para quitarle el poder a la clase corrupta de los capitalistas.
Un grupo de comunistas internacionalistas de Turquía
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El viernes 2 de diciembre se celebró en París la primera reunión en Francia del comité No war but the class war (NWBCW)1.
La existencia de estos comités no es nueva, tiene más de 30 años. La idea de crear grupos NWBCW surgió por primera vez en el medio anarquista en Inglaterra en respuesta a la primera Guerra del Golfo de 1991. Fue una reacción de rechazo a participar en las movilizaciones de "Stop the war" organizadas por la izquierda del capital, cuya función esencial era desviar el rechazo a la guerra hacia el callejón sin salida del pacifismo. De hecho, el lema No war but the class war hace referencia a una frase pronunciada en el primer episodio de la serie de Ken Loach de 1975 «Days of Hope»2 por un soldado socialista que desertaba del ejército británico en la Primera Guerra Mundial: «No soy pacifista. Lucharé en una guerra, pero lucharé en la única guerra que importa, que es la guerra de clases, que llegará cuando todo esto termine».
A continuación se formaron nuevos grupos de NWBCW ante la guerra en la antigua Yugoslavia en 1993, en Kosovo en 1999 y después cuando las invasiones de Afganistán e Irak en 2001 y 2003.
Siempre que fue posible intervenimos en estos comités, que reagrupaban un medio extremadamente heterogéneo, desde izquierdistas burgueses hasta internacionalistas.
Otro grupo de la Izquierda comunista, la Communist Workers Organisation (CWO), que ahora es la organización en Gran Bretaña de la Tendencia Comunista Internacional (TCI), también intervino en NWBCW a partir de 2001. Inmediatamente la CWO fue más allá, participando activamente en la creación de nuevos grupos, como por ejemplo en Sheffield: «Estamos asistiendo a una importante reanudación de las huelgas, que incluyen a bomberos, ferroviarios y a acciones al margen de los sindicatos en el transporte y los hospitales de Strathclyde. “No war but the class war” nos da la oportunidad de trabajar en todo el país con fuerzas que ven un vínculo entre ambas y quieren vincular la lucha de clases con la resistencia a la guerra imperialista»3.
En cuanto a la CCI, en 2002 escribimos: «nunca pensamos que NWBCW fuera un presagio de la reanudación de la lucha de clases o un movimiento político de clase con una clara identidad al que deberíamos 'integrarnos'. Como mucho, puede ser un punto de referencia para una pequeña minoría que cuestione el militarismo capitalista y las mentiras pacifistas e ideológicas que lo acompañan. Y por eso hemos defendido las posiciones de clase en su seno (aunque limitadas) frente a los ataques reaccionarios de los izquierdistas del tipo Workers Power (en World revolution nº 250) y hemos insistido desde el principio en la importancia de estos grupos como foro de debate, y advertido contra las tendencias a la "acción directa" y al alineamiento de estos grupos con las organizaciones revolucionarias»4.
Por lo tanto, los objetivos de la intervención de la CCI en estos grupos eran los siguientes:
- Clarificar los principios del internacionalismo proletario y la necesidad de una clara decantación frente a la izquierda del capital y el pacifismo ;
- y centrarse en el debate político y la clarificación frente a las tendencias al activismo que, en la práctica, significaban disolverse en manifestaciones pacifistas de "Stop the War".
Veinte años después, ante el estallido de la guerra en Ucrania, estos grupos de NWBCW han resurgido, primero en Glasgow, luego en varias ciudades del Reino Unido y también en otros lugares del mundo. A menudo iniciados por organizaciones anarquistas, también algunos grupos NWBCW han sido promovidos, a veces directamente, por la TCI.
Así que a principios de diciembre fuimos a la reunión del NWBCW. El comité había lanzado un llamamiento auténticamente internacionalista: «Contra la guerra imperialista, ¿qué pueden hacer los revolucionarios? La guerra de Ucrania ha trastocado la situación política mundial al poner cara a cara a Rusia, por un lado, y la OTAN y Estados Unidos, por otro. [...] Como en las dos Guerras Mundiales anteriores, los revolucionarios internacionalistas afirman que hay que oponerse a la guerra imperialista y no ir a sus frentes, sea cual sea el grito de guerra. En la guerra y el nacionalismo, la clase obrera tiene todo que perder y nada que ganar. La única opción real que tiene ante sí es transformar la guerra imperialista en una guerra de clases, construyendo una alternativa basada únicamente en sus propios intereses inmediatos y a más largo plazo. Esta alternativa implica, desde ahora, el rechazo de la economía de guerra y de todos los sacrificios que tendríamos que hacer por ella». Sobre esta base animamos a todos nuestros contactos a venir y participar en esta reunión.
Como preámbulo al debate, el presidium anunció la división del debate en dos partes: primero el análisis de la situación imperialista y después los medios de acción del Comité.
La primera introducción realizada por el presidium para lanzar la discusión, mantuvo claramente este rumbo de internacionalismo sin ambigüedades. También describió la realidad de la barbarie imperialista actual. Y defendió un análisis, que no compartimos, sobre la perspectiva de la generalización de la guerra, de un proceso en curso hacia el enfrentamiento de bloques en una guerra mundial.
Toda la primera parte del debate fue bastante caótica. Algunos participantes se negaron rotundamente a debatir sobre la situación imperialista, rechazaron cualquier esfuerzo de análisis por considerarlo una pérdida de tiempo y pidieron que se actuara "aquí y ahora". Se burlaron de cualquier intervención considerada "teórica", se rieron de la edad de los ponentes, estallaron en carcajadas ante la mención de referencias históricas del siglo pasado, cortaron la palabra e intervinieron avasallando a los demás. El presidium tuvo que apelar repetidamente al respeto del debate, sin éxito. Unos cuantos de estos elementos abandonaron la sala durante el debate.
Más allá de la anécdota, este ambiente y las palabras pronunciadas en contra de la "teoría" y a favor de la "acción inmediata", dicen mucho sobre la composición de la reunión, sobre quién respondió a la llamada del comité y por qué. El texto de la convocatoria terminaba así: «¡Debatamos juntos la situación, reflexionemos sobre las acciones a emprender para intervenir en común! Todas las iniciativas internacionalistas son buenas para considerarlas y popularizarlas». Como buenas iniciativas a tomar, tuvimos entonces la propuesta de atentar contra la democracia (¿cómo? Misterio...), de manifestarse frente a la embajada rusa, de apoyar económicamente a los que resisten en Ucrania, acoger a desertores rusos...
Por eso, en nuestra primera intervención, nos tomamos a pecho defender que :
- la guerra en Ucrania es de naturaleza totalmente imperialista. La clase obrera no debe apoyar a ningún bando en esta carnicería de la que es la principal víctima;
- el actual período de guerras imperialistas del capitalismo, materializado por la guerra en Ucrania, nos acerca a la extinción de la humanidad;
- sólo la superación del capitalismo puede acabar con las guerras imperialistas;
- Por eso es peligroso caer en el activismo, es ilusorio creer que la situación puede cambiar por la acción espectacular de un puñado de individuos;
- Por consiguiente, sólo la acción consciente y organizada de las masas trabajadoras puede poner fin a la barbarie capitalista. Se trata, pues, de que los revolucionarios participen en este largo proceso, contribuyendo al desarrollo de la conciencia de clase, sabiendo extraer las lecciones de la historia.
Sin duda, esta defensa a ultranza del internacionalismo y del papel de los revolucionarios no habrá sido suficiente. Al contrario, lo que se desprendió sobre todo de esta primera parte del debate fue la confusión, el debilitamiento de la defensa del internacionalismo. Porque al activismo, al llamamiento a la resistencia, se añadió una intervención a favor de la posibilidad de la lucha obrera por la independencia ucraniana. El representante del grupo trotskista "Materia y Revolución" defendió esta tesis clásica de la extrema izquierda. Lejos de provocar una reacción firme del presidium, no hubo ni siquiera un comentario. Fue necesaria la intervención de un participante de la sala para denunciar esta posición nacionalista y preguntar por qué el comité había invitado directamente a este grupo trotskista. En respuesta, uno de los miembros del presidium, el militante de la TCI responsable de la invitación, puso mala cara y afirmó que no, que "Matière et Révolution" no era estrictamente trotskista. Esto llevó al activista a gritar: «¡Ah, sí, claro que soy trotskista!»Una situación de lo más cómica.
Hay que recordar que el llamamiento de la TCI en el origen de la aparición de estos nuevos comités del NWBCW, afirma en su punto 11 que esta «iniciativa internacional [... ofrece una brújula política para los revolucionarios de diferentes orígenes que rechazan todas las políticas socialdemócratas, trotskistas y estalinistas que consisten, bien en alinearse directamente con uno u otro bando imperialista, o bien en decidir que uno u otro es un "mal menor" que hay que apoyar, o respaldar el pacifismo que rechaza la necesidad de transformar la guerra imperialista en guerra de clases, confundiendo y desarmando así a la clase obrera para que no emprenda su propia lucha».
No podríamos haberlo dicho mejor con respecto a esta famosa "iniciativa internacional". Efectivamente ¡"confunde y desarma a la clase obrera"!
En nuestra primera intervención, también empezamos a exponer nuestro principal desacuerdo con la iniciativa NWBCW. Como en 1991, 1993, 1999, 2001, 2003..., existe la ilusión de que, frente a la guerra, puede nacer, e incluso está naciendo, una reacción masiva de la clase obrera, reacción de la que estos comités serían de alguna manera la expresión o las primicias. En apoyo de esta tesis, se destaca cada una de las huelgas actuales. Pero esto es ponerlo todo patas arriba.
A principios de los años 90 y 2000, la combatividad de la clase obrera era débil. Sin embargo hubo una verdadera reflexión frente a la barbarie imperialista en la que estaban directamente comprometidas las grandes potencias democráticas. Por eso, las fracciones de la izquierda del capital habían contraatacado organizando grandes manifestaciones pacifistas por toda Europa y Estados Unidos. Al oponerse a esta trampa, a este callejón sin salida encarnado en la consigna "¡Stop the war!", los comités NWBCW, más allá de todas sus confusiones, representaban al menos cierto movimiento de elementos que buscaban una alternativa internacionalista al izquierdismo y al pacifismo. Era este esfuerzo el que la CCI trataba de llevar lo más lejos posible interviniendo en estos comités, cuando la TCI se hacía ilusiones sobre el potencial de la clase y de los comités, y creía poder extender su influencia sobre el proletariado a través de estos grupos.
Hoy, la cólera social aumenta, la combatividad de la clase crece. Las huelgas que no han parado desde junio de 2022 en el Reino Unido son la expresión más clara de la dinámica actual de nuestra clase a escala internacional. Pero la fuerza motriz de estas luchas no es la reacción de los trabajadores a la guerra. Lo que provoca estas huelgas es la crisis económica, el deterioro de las condiciones de vida, la subida de los precios y los salarios de miseria. Es innegable que, a través de estas luchas, la clase obrera rechaza, de hecho, los sacrificios que la burguesía impone en nombre del "apoyo a Ucrania y a su pueblo"; y este rechazo demuestra que nuestra clase no está alistada, que precisamente no está dispuesta a aceptar la marcha generalizada hacia la guerra; pero aún no establece conscientemente todos estos vínculos.
Concretamente, ¿qué implica la realidad de esta dinámica? Para comprenderlo, basta con ver lo que ocurrió en París durante esta primera reunión de la NWBCW.
Este grupo, de "comité" solo tiene el nombre. En realidad, fue la TCI quien creó este grupo, apoyada por un grupo parásito llamado GIGC. En la sala había casi exclusivamente representantes de grupos políticos y algunas personas politizadas que gravitan en torno a estos dos grupos. La CNT-AIT de París, Robin Goodfellow, Matière et révolution, la Asap, y algunos individuos, unos procedentes del movimiento autónomo, otros de la CGT o del sindicalismo revolucionario. Así pues, sin ningún orden en particular, militantes trotskistas, anarquistas, autonomistas, estalinistas y de la izquierda comunista... El propio GIGC escribe: «En cuanto se lanzó el llamamiento de la TCI, sus miembros en Francia y nosotros constituimos un comité cuyas primeras intervenciones tuvieron lugar, por medio de octavillas, durante las manifestaciones del pasado mes de junio en París y en algunas ciudades de provincia»5. Se trata, pues, de una creación totalmente artificial, realmente fuera de la realidad. Un comité es algo totalmente distinto.
En 1989, escribíamos: «El período que vivimos hoy ve surgir, aquí y allá, en el seno de la clase obrera, comités de lucha. Este fenómeno comenzó a desarrollarse en Francia a principios de 1988 (tras la gran lucha en la SNCF). Desde entonces, se han formado varios comités que reúnen a trabajadores combativos en diferentes sectores (PTT, EDF, Educación, Sanidad, Seguridad Social, etc.) e incluso, y cada vez más, de forma intersectorial.
Signo del desarrollo general de la lucha de clases y de la maduración de la conciencia que engendra, estos comités corresponden a una necesidad (sentida cada vez más ampliamente entre los trabajadores) de reagruparse para reflexionar (sacar lecciones de las luchas obreras pasadas) y actuar (participar en cualquier lucha que surja) juntos, en su propio terreno de clase, fuera del marco impuesto por la burguesía (partidos de izquierda, grupos de izquierda y sobre todo los sindicatos).
Es un comité de este tipo (el "Comité para la extensión de las luchas" que reúne a trabajadores de diferentes sctores de la función pública y en el que interviene regularmente la CCI) el que intervino en varias ocasiones en el movimiento de luchas del otoño de 1988».
En ese momento había vida y experiencia concreta de la clase. Evidentemente, una organización revolucionaria debe fomentar la creación de estos comités, implicarse en ellos, empujar en su seno para desarrollar la organización y la conciencia de clase, pero no puede crearlos artificialmente, sin ningún vínculo con la realidad de la dinámica de clase.
Hoy en día, hay que vigilar la situación social. La cuestión de la guerra no es el punto de partida, la base sobre la que la clase obrera se moviliza, ni se reúne en comités de lucha; pero es bastante concebible que madure la posibilidad de la formación de círculos de discusión o comités de lucha, dado el desarrollo en curso de la combatividad de la clase obrera frente al agravamiento de la crisis económica y su ristra de ataques a las condiciones de vida. Y entonces, establecer el vínculo con la guerra, defender el internacionalismo, será responsabilidad de los revolucionarios.
Además, esto es lo que ya están haciendo todos los grupos de la Izquierda Comunista a través de la distribución de su prensa y sus posibles panfletos. Esta voz llegaría más lejos, tendría un significado histórico mucho más profundo, si todos estos grupos formaran un coro, llevando juntos un único llamamiento internacionalista.
Mientras que el Instituto Onorato Damen, Internationalist Voice y la CCI supieron ver que, más allá de sus desacuerdos, eran portadores de una misma herencia internacionalista que defender y difundir, la TCI, Rechazando tal enfoque en el seno de la Izquierda comunista, prefiere en cambio crear con la oficina parasitaria del GIGC, cascarones vacíos en Toronto, Montreal, París... llamándolos "comités". Prefiere reagruparse con grupos trotskistas, autónomos, anarquistas que defienden la resistencia y pretender que se trata de una ampliación de la base internacionalista en la clase.
El mismo error repetido una y otra vez desde 1991. Marx escribió que la historia se repite, "la primera vez como tragedia, la segunda como farsa". Además, en la sala, un participante preguntó tres veces cuál era la valoración del comité sobre la experiencia del NWBCW desde 1991. La respuesta del miembro del Presidium del TCI fue muy reveladora: «No hay necesidad de tal revisión. Es como las huelgas, que pueden fracasar y eso no debe impedir que se repitan». Evidentemente, los revolucionarios, como toda la clase, deben hacer exactamente lo contrario: debatir siempre para aprender de los fracasos del pasado. «La autocrítica, una autocrítica despiadada, cruel, que va al fondo de las cosas, es el aire y la luz sin los cuales el movimiento proletario no puede vivir» decía Rosa Luxemburg en 19156. Sacar las lecciones de los fracasos de la NWBCW permitiría a la TCI empezar a enfrentarse a sus errores.
Esto es lo que nuestra segunda intervención quiso subrayar y que un participante en la sala malinterpretó, viendo en ello una forma de sectarismo, cuando se trataba de demostrar que la ausencia de principios en este agrupamiento, que de comité no tiene más que el nombre, no sólo empañaba la bandera internacionalista de la izquierda comunista, sino que sembraba la confusión.
Durante esta reunión, el miembro del presidium de la TCI repitió varias veces, para justificar este llamamiento al reagrupamiento sin ningún principio ni fundamento real, que las fuerzas de la izquierda comunista estaban aisladas, reduciéndose, según él, a "cuatro gatos". Por consiguiente, estos comités permitían no estar solo y poder tener influencia en la clase.
Más allá de que se trata de una confesión del más puro oportunismo, "sí, me alío con quien sea y como sea para extender mi influencia", más allá de que esta "influencia" es ilusoria, estas palabras revelan sobre todo la verdadera motivación de la creación de estos comités por parte de la TCI: utilizarlos como instrumento, como "intermediario" entre ella misma y la clase. Este ya era el caso en 2001, cuando se unió a los comités del NWBCW en Gran Bretaña. Ya en diciembre de 2001, escribimos un artículo titulado "En defensa de los grupos de discusión"7, para oponernos a la idea desarrollada por el Partito comunista internazionalista (hoy grupo italiano de la TCI), y retomada más tarde por la CWO, de "grupos de fábrica", definidos como "instrumentos del partido" para implantarse en la clase e incluso para "organizar" sus luchas8. Pensamos que se trata de una regresión hacia la noción de células de fábrica como base de la organización política, defendida por la Internacional Comunista en la fase de la "bolchevización" en los años 20, y a la que se opuso firmemente la Izquierda Comunista de Italia. La reciente transformación de esta idea de grupos fabriles en un llamamiento a la constitución de grupos territoriales, y luego de grupos antibelicistas, cambió la forma, pero no realmente el contenido. La idea de la CWO de que NWBCW podría convertirse en un centro organizado de resistencia de clase contra la guerra contiene una cierta incomprensión de cómo se desarrolla la conciencia de clase en el periodo de decadencia capitalista.
Por supuesto, junto a la organización política propiamente dicha, hay una tendencia a la aparición de grupos más informales, que se forman tanto en las luchas en los lugares de trabajo como en oposición a la guerra capitalista, pero tales grupos, que no pertenecen a la organización política comunista, siguen siendo expresiones de una minoría que busca clarificarse y difundir esta clarificación en la clase, y no pueden sustituir o pretender ser los organizadores de movimientos más amplios de la clase, punto sobre el cual, en nuestra opinión, la TCI sigue siendo ambigua.
Sin embargo, la práctica actual de la TCI de crear artificialmente estos comités tiene consecuencias catastróficas. Crea confusión sobre el internacionalismo defendido por la Izquierda Comunista, difumina las fronteras de clase entre los grupos de la Izquierda Comunista y la izquierda del capital y, quizás lo más importante, desvía el pensamiento y la energía de las minorías en búsqueda hacia un callejón sin salida activista.
Todas estas aventuras que acumula la TCI, década tras década, han conducido siempre a la catástrofe de desalentar o desperdiciar el esfuerzo, actualmente inmensamente difícil y valioso, del proletariado por segregar minorías en busca de posiciones de clase.
Por lo tanto, llamamos una vez más públicamente a la TCI a trabajar con todos los demás grupos de la izquierda comunista para levantar juntos la bandera proletaria, defender y mantener viva la tradición de la izquierda comunista.
CCI, 11 de enero de 2023
1 No a ninguna guerra que no sea la guerra de clases
2 «Días de esperanza»
3 «Communism Against the War Drive», disponible en la web de la TCI.
4 «La intervención de los revolucionarios y la guerra en Irak» en World revolution n° 264
5 “Reunión Pública en París del Comité Ninguna guerra menos la guerra de clase”, disponible en el sitio web del GIGC
6 Folleto de Junius 1915
7 World Revolution n.º 250
8 El informe de laTCI de la actividad del comité que ha creado (otra vez con el GIGC) en Montreal es edificante sobre este sujeto
Links
[1] https://es.internationalism.org/files/es/crisis_sanitaria_estancamiento_economico_presion_imperialista.pdf
[2] https://es.internationalism.org/en/tag/geografia/china
[3] https://es.internationalism.org/en/tag/geografia/estados-unidos
[4] https://es.internationalism.org/en/tag/3/45/descomposicion
[5] https://es.internationalism.org/en/tag/3/48/imperialismo
[6] mailto:espana@internationalism.org
[7] https://es.internationalism.org/content/4820/dossier-contra-la-guerra-imperialista-en-ucrania-por-la-lucha-de-clases-internacional
[8] https://es.internationalism.org/content/4897/los-anos-20-del-siglo-xxi-la-aceleracion-de-la-descomposicion-capitalista-plantea
[9] https://es.internationalism.org/en/tag/vida-de-la-cci/reuniones-publicas
[10] https://es.internationalism.org/files/es/el_capitalismo_sigue_amontonando_cadaveres_y_ruinas.pdf
[11] https://es.internationalism.org/content/4843/significado-e-impacto-de-la-guerra-en-ucrania
[12] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201804/4294/el-curso-historico
[13] https://es.internationalism.org/en/tag/geografia/ucrania
[14] https://es.internationalism.org/en/tag/3/47/guerra
[15] https://es.internationalism.org/en/tag/3/49/internacionalismo
[16] https://es.internationalism.org/files/es/guerra_crisis_austeridad_el_proletariado_debe_contraatacar_con_la_lucha_de_clases.pdf
[17] https://es.internationalism.org/content/4907/como-desarrollar-un-movimiento-unido-masivo-y-solidario
[18] https://es.internationalism.org/en/tag/geografia/gran-bretana
[19] https://es.internationalism.org/files/es/huelgas_obreras_y_manifestaciones_populares_en_china.pdf
[20] https://fr.internationalism.org/rinte37/debat.htm
[21] https://es.internationalism.org/en/tag/2/29/la-lucha-del-proletariado
[22] https://es.internationalism.org/files/es/incendios_forestales_en_chile_las_consecuencias_del_capitalismo_moribundo.pdf
[23] https://www.biobiochile.cl/noticias/nacional/chile/2023/02/06/balance-por-incendios-forestales-26-muertos-3-276-damnificados-y-1-156-viviendas-destruidas.shtml
[24] https://cnnespanol.cnn.com/2022/12/23/chile-decreta-estado-de-catastrofe-por-incendios-forestales-en-valparaiso/
[25] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200510/223/la-descomposicion-fase-ultima-de-la-decadencia-del-capitalismo
[26] https://es.internationalism.org/en/tag/4/403/chile
[27] https://es.internationalism.org/en/tag/3/50/medio-ambiente
[28] https://es.internationalism.org/files/es/movimiento_contra_la_reforma_de_las_pensiones_ser_muchos_no_basta_hemos_de_tomar_nuestras_luchas_en_mano.pdf
[29] https://es.internationalism.org/en/tag/geografia/francia
[30] https://es.internationalism.org/files/es/necesitamos_luchar_unidos_como_clase_y_no_dividirnos_por_sectores.pdf
[31] https://es.internationalism.org/content/4913/movimiento-contra-la-reforma-de-las-pensiones-ser-muchos-no-basta-hemos-de-tomar
[32] https://www.icn.ch/es/noticias/el-cie-afirma-que-la-muerte-de-115-000-trabajadores-sanitarios-por-covid-19-demuestra-el
[33] https://es.internationalism.org/content/4882/ante-los-ataques-los-trabajadores-de-la-sanidad-lucha-de-clases-o-confrontacion
[34] https://es.internationalism.org/content/4625/los-gobiernos-de-izquierda-en-defensa-de-la-explotacion-capitalista-iii-la-trampa-esta
[35] https://es.internationalism.org/content/4883/el-trotskismo-defiende-el-capitalismo-y-la-guerra-con-argumentos-revolucionarios
[36] https://peoplesdispatch.org/2023/02/08/danish-working-class-opposes-governments-bid-to-abolish-public-holiday-to-raise-money-for-arms/
[37] https://es.internationalism.org/en/tag/geografia/espana
[38] https://es.internationalism.org/files/es/terremoto_turquia.pdf
[39] https://es.internationalism.org/en/tag/geografia/turquia
[40] https://es.internationalism.org/files/es/un_comite_que_lleva_a_los_participantes_a_un_callejon_sin_salida.pdf