Con una gran recurrencia los discursos de gobernantes y los tratados de los “especialistas económicos” nos hablan de la necesidad urgente de las reformas estructurales, en tanto, nos dicen, son fuente de vitalidad y potencialidad de las capacidades productivas de los países, y por tanto esperanzas de una mejor salud de la economía nacional y por extensión, de un mejoramiento de la vida de la población, incluso de los asalariados y demás explotados.
De inicio podemos asegurar que tal promesa de mejora es falsa, pero antes de analizar lo que se encuentra en tales proyectos se requiere tomar en consideración que hablar de reformas en el siglo XXI es un argumento falso, porque el período histórico en el que las reformas económicas y políticas tenían un efecto propulsor en el desarrollo de las fuerzas productivas tuvo lugar en los siglos XVIII y XIX, es decir durante el proceso de consolidación y expansión del capitalismo. El conjunto de reformas impulsadas por la burguesía durante esos años tenía un claro objetivo: limitar las fuerzas del viejo régimen de producción y abrir los caminos para imponer el dominio del mercado capitalista.
En la actual fase de decadencia en que vive el sistema capitalista desde las primeros lustros del siglo XX, las denominadas “reformas estructurales” no son sino programas desesperados de la clase en el poder para dar un poco de oxigeno a su sistema, por eso no pueden sino reforzar la explotación y la mayor degradación de la vida de los trabajadores. Explicado ese contexto es que nos hemos de referir a estas medidas como “reformas estructurales” (es decir, acompañada de comillas).
Cuando se buscan explicaciones sobre el significado de estas medidas suele encontrarse como explicación de su origen el accionar perverso de los “tecnócratas neoliberales” del PRI, los cuales lo hacen siguiendo el mandato directo de las instituciones financieras internacionales como el FMI y el BM… Si analizamos el problema en su forma superficial, esto puede resultar cierto, pero viendo el problema en mayor profundidad, esta conclusión se muestra como una obviedad, pero inútil, por tanto, para entender la realidad, esto es así en tanto no hace sino ver a los actores finales y presentar entonces el problema como una especie de aberración social, ocultando que a fin de cuentas la existencia de estas medidas responden al significado del capitalismo.
Estos argumentos que se repiten y que se presentan como “críticos”, impiden ver la naturaleza de los ataques porque parten de la afirmación de que se trata de un problema nacional, cuando por todo el planeta estas medidas se vienen aplicando, variando tan sólo algunos rasgos o la profundidad. Pero además, la realidad hace ver que no es una práctica exclusiva del PRI. No importa si el partido que se encuentra en el poder es de izquierda o de derecha, la respuesta es la misma, porque ambas expresiones políticas atienden a las necesidades del capital. Por ejemplo, la “reforma laboral” hemos visto que ha sido aplicada con la misma “convicción” por gobiernos como el de Lula en Brasil, o en México por el gobierno de Calderón, miembro de un partido de derecha.
Por más terribles que sean estas medidas, calificarlas simplemente como creaciones descabelladas de un individuo o de un partido poco ayuda en la comprensión de su origen. Lo que estas “reformas” tienen de común en todo el mundo, es que son medidas instrumentadas por la burguesía con el fin de paliar algunas de las secuelas de la crisis económica.
La clase en el poder no tiene más guía de actuación que lo que dicta la ganancia y la acumulación, por eso, si nota dificultades para la obtención de ganancias, no duda en responder con ferocidad. En este sentido es que ante el avance de la crisis económica con sus diversas y diferentes secuelas, la burguesía busca con desesperación medidas que oxigenen un poco la dinámica del sistema.
La visión de la realidad que tiene la clase en el poder está mistificada, pero se encuentra anclada en el pragmatismo, y es sobre esta orientación que instrumenta medidas que le procuren –por lo menos en un corto plazo– un breve respiro a la economía… De manera que si la ganancia capitalista proviene de la explotación del trabajo asalariado, entonces si quiere recuperar (o aliviar) la corrosión que sufre su sistema, tendrá que aplicar medidas que le permitan extraer una masa superior de plusvalía. Por eso estas “reformas estructurales” tienen en su origen la agudización de la crisis capitalista, por lo que la esencia de su construcción lo conforman ataques directos a los trabajadores.
En la década de los 80 del siglo XX, la crisis económica que se había abierto en los últimos años de los años 60, toma una profundidad mayor, marcada de forma particular por la recesión de 1980-82 (y agravada luego con el “crack” del 87), por ello, la preocupación general de la burguesía (y sus economistas) en todo el mundo se concentra en la búsqueda de instrumentos y medidas que les permitan enfrentar algunas de las secuelas más graves de la crisis, pero sobre todo que le den un aliento al proceso de acumulación. Bajo ese escenario es que han surgido las denominadas “reformas”, y de acuerdo a sus objetivos e instrumentaciones las han llamado de primera, segunda o tercera generación.
No nos detendremos en el análisis de esta clasificación, tan solo resaltaremos que la modalidades y el grado que toman es diferente en cada momento e incluso por en cada lugar, no obstante siempre mantiene una línea tendencial que las hace semejantes, y que consiste en buscar limitar los efectos de la crisis económica arreciando la explotación de los trabajadores.
De tal manera que la década de los 80 se encuentra marcada por el avance de la aplicación de estas medidas pretenciosamente llamadas reformas, exponiendo así su ánimo de impulsar la acumulación y la protección de la ganancia. Haciendo un resumen de las características de las “reformas” aplicadas por los Estados de todos los países, podemos presentar tres grandes ejes, a saber:
• Modificación de las condiciones jurídicas de la propiedad (es decir la privatización sistemática). Mediante la privatización de empresas de propiedad estatal, el mismo Estado capitalista busca aparentar un proceso de modernización industrial y sobre todo simular la creación de nuevas áreas de acumulación. No obstante, el Estado al cambiar la forma jurídica de las empresas y permitir la entrada de capitales en el proceso de producción, no hace “renacer al sistema” (como lo sueña), solamente integra capitales privados en una empresa y en un mercado ya existente, que aunque le augura altas ganancias de corto plazo a los capitalistas individuales, no asegura en el plano general que el sistema en su conjunto pueda romper la crisis que lo somete.
La razón es que aunque la acumulación pareciera tomar un ritmo acelerado, este no es duradero, en tanto el crecimiento de la inversión es motivada solamente porque el Estado ha vendido dichas empresas por debajo de su valor, por eso es que no aseguran sino un respiro de corto plazo a la dinámica de acumulación (ya se ha visto que no son pocas las ocasiones que estas inversiones requieren ser “rescatadas”).
• Apropiación del fondo de consumo obrero. A través de la afectación de los salarios directos e indirectos (es decir las remuneraciones que aparecen en la forma de servicios, como la salud, jubilación, educación…) la burguesía, a través de su Estado, se asegura de mantener de forma continua una desvalorización de la fuerza de trabajo, reduciendo así los costos de producción, pero además asegura un mayúsculo despojo de los recursos de los trabajadores, trasladándolo a manos de los capitalistas individuales, procurando sanear así su ganancia. Este mecanismo además se completa con la elevación de las tasas impositivas, de manera que por medio de la aplicación de altos impuestos a las mercancías de consumo diario, el Estado se apropia de una masa de los ingresos de los obreros (en sentido estricto se trata de una apropiación de plusvalía) que luego traslada por transferencias u otros medios a la recuperación de las ganancias capitalistas.
• Intensificación de la explotación de la clase obrera. Ante la evidente dificultad de impulsar la acumulación acompañada de nuevas tecnologías que empujen la productividad, la clase en el poder busca aumentar los ritmos de trabajo, de manera que se ha empeñado en “mejorar” los mecanismos de explotación mediante la llamada flexibilización laboral.
Es sobre este marco que en México (y en el mundo entero) se levantan las “reformas” energética, la fiscal y la laboral (incluyendo su variante aplicada a los profesores de nivel básico y medio superior y denominada “reforma educativa”)…
Una lluvia de ataques económicos se dirige sobre los trabajadores y para hacerlos pasar la burguesía lleva a cabo un relevo de sus fuerzas: por delante está el trabajo de la prensa escrita, de radio y TV conduciendo la campaña, ordenada desde el gobierno, de desprestigio en contra de un sector de trabajadores (en este caso le ha tocado a los maestros) y la repetición de promesas de beneficios; en el relevo se encuentra el aparato sindical y de izquierda cumpliendo el trabajo de sometimiento, diluyendo y desviando el descontento.
El coraje y la combatividad no han faltado entre los explotados, los maestros de forma particular han expuesto su descontento, no obstante la estructura sindical (del SNTE como de la CNTE) ha logrado impregnar la idea de que se trata de un problema gremial y así ha impedido que procuren la unidad con otros sectores de trabajadores… ni aún siquiera ha permitido el acercamiento entre los mismos maestros, al imponerles una separación por secciones o por estados ¡Cómo si el problema pudiera tener solución de forma local!
Estas acciones impuestas por el sindicato no han logrado la unidad y menos aún la extensión de la lucha, y si en cambio al aislar, van creando un ambiente de agotamiento y desmoralización, muy aprovechado para asestar un golpe más por parte del aparato de izquierda del capital, como lo es MORENA (acompañada de una diversa fauna izquierdista), presentándose como críticos de la “reformas” para así colar un nuevo distractor que es la defensa de PEMEX, de la soberanía y de la patria, llevando el descontento al marasmo patriotero en donde los trabajadores son asfixiados y encadenados a la defensa de la economía nacional.
Ante esta cascada de ataques, los trabajadores no tienen más camino que la reflexión colectiva, la búsqueda de la unidad y la organización autónoma. La realidad viene mostrando una vez más que colocar el descontento en manos del sindicato y del aparato de izquierda del capital es encaminar la lucha hacia la derrota.
Tatlin, septiembre 2013
Un compañero que se reclama de las posiciones de la Izquierda Comunista y que discute con nosotros, nos envía una contribución sobre un importante texto de Marx – Crítica del Programa de Gotha[1]- donde “pone a caldo” a la socialdemocracia alemana que preconizaba la utilización del Estado para “favorecer” al proletariado y a todos los explotados e igualmente para “avanzar” hacia el comunismo.
El comentario que hace el compañero es muy de actualidad. Hoy vemos como los PSOE, IU y grupos “más a la izquierda” pretenden encajonarnos en las patrañas de la “sanidad pública”, la “educación pública”, es decir, hacernos elegir entre ser machacados por tiburones privados o por burócratas “públicos”. PSOE, IU y demás compinches, venden la moto de un “Estado al servicio de los más desfavorecidos” tratando de hacernos olvidar que el Estado es una máquina burocrática al servicio de la minoría explotadora y dominante. Sus instrumentos esenciales son la policía, el ejército, los tribunales, las cárceles, los cuales son disimulados y avalados por una fachada de “derechos democráticos” y por un “Estado del bienestar” hoy en desguace debido a la agudización extrema de la crisis capitalista.
El Estado –órgano de la sociedad de clases–
no puede ser utilizado para acabar con la sociedad de clases
La crítica del Programa de Gotha, de Marx (también conocido como Glosas marginales al programa del Partido Obrero Alemán) es un documento de vital importancia a la hora de entender el fetichismo del Estado y la visión que de éste tienen toda una serie de corrientes hoy ajenas al campo proletario, desde la socialdemocracia hasta el trotskismo, pasando por el estalinismo. Corrientes que bien podrían reproducir, de una forma u otra, el reduccionismo hegeliano del Estado como ''imagen de la razón'', como una especie de ''espada en medio de la arena'' que puede usarse para batir al contrincante si se utiliza de forma eficaz, ya lo haga la burguesía o el proletariado. A continuación analizamos los que pueden ser los fragmentos de la Crítica más certeros al respecto, empezando por la crítica económica.
La emancipación del trabajo exige que los medios de producción se
eleven a patrimonio común de la sociedad y que todo el trabajo sea regulado
colectivamente, con un reparto equitativo del fruto del trabajo
Respuesta de Marx:
''Aquí reina, evidentemente, el mismo principio que regula el intercambio de mercancías, por cuanto éste es intercambio de equivalentes. Han variado la forma y el contenido, porque bajo las condiciones transformadas nadie puede dar sino su trabajo […] Pero, en lo que se refiere a la distribución de éste entre los distintos productores, rige el mismo principio que el intercambio de mercancías equivalentes: se cambia una cantidad de trabajo, bajo una forma, por otra cantidad igual de trabajo, bajo otra forma distinta. […] El derecho de los productores es proporcional al trabajo que han rendido; la igualdad, aquí, consiste en que se mide por el mismo rasero: por el trabajo''
Bien podría valer esta crítica para las muchas organizaciones que comparten la noción de ''reparto equitativo del trabajo'' y su ''regulación colectiva'' a través de la defensa de amplios programas de nacionalización de empresas, que como bien deja claro aquí Marx, acaban siendo simplemente una reproducción de los esquemas más simples de la producción de mercancía, una cantidad de trabajo determinada que se intercambia por otra cantidad de trabajo objetivada en la mercancía y que sigue sin dar a los proletarios más ''derechos'' que los que puedan asegurarse vendiendo su fuerza de trabajo.
Pero Marx prosigue yendo a la esencia de la cuestión, a la noción de ''distribución justa'' tan propia de todos los que tienen un lugar común en el estatismo:
''Aun prescindiendo de lo que queda expuesto, es equivocado, en general, tomar como esencial la llamada distribución y hacer hincapié en ella, como si fuera lo más importante. El socialismo vulgar (y por intermedio suyo, una parte de la democracia) ha aprendido de los economistas burgueses a considerar y tratar la distribución como algo independiente del modo de producción y por tanto, a tratar el socialismo como una doctrina que gira principalmente en torno a la distribución. Una vez que está dilucidada desde hace ya mucho tiempo la verdadera relación de las cosas, ¿por qué dar marcha hacia atrás?''
El socialismo científico no es un método racionalista, si por algo se diferencia de la ciencia política burguesa es porque es materialista, porque concibe la superestructura política de las sociedades como una expresión del modo de producción por el que se erigen esas sociedades. Aun siendo cierto que ambos pueden influenciarse recíproca y dialécticamente (la influencia de las condiciones materiales en el hombre, pero también la de éste en las condiciones materiales) el proletariado no es una clase poseedora, al contrario que la burguesía, que disfruta de toda una serie de medios culturales con los que de hecho puede (mejor dicho: podía) influir en una orientación u otra del modo de producción en el que es la clase dominante. Al proletariado esto le es ajeno por completo. La dictadura proletaria, si de su carácter transicional y revolucionario se ha de extraer algo, es dos cosas: por un lado, la ruptura con todo el orden burgués, incluida la estructura política salvaguarda de la producción de mercancías: es decir, el Estado moderno. Y por otro lado, su necesidad de concretarse en la revolución mundial, sin la cual el débil equilibrio en el que conviven la dictadura proletaria y el capital nacional todavía presente, se romperá en favor de la regeneración completa del Estado y con él el de la dominación de las formas políticas del capital y de una burguesía que lo gestione nacionalmente y que lo proyecte internacionalmente.
Aquí tendemos un puente entre la cuestión económica y la política, en concreto la del carácter internacional de la revolución proletaria, del cual se sirve Marx para criticar el siguiente punto del programa del Partido Obrero Alemán, situándose en confrontación directa con su inter-nacionalismo burgués populista y que bien podría relacionarse con el ''antiimperialismo'' socialpatriota de las anteriormente nombradas tendencias. Y esto es así, precisamente por la visión que se tiene del Estado, que acaba extendiendo esa ruptura con el materialismo dialéctico, en fin, a todas las demás cuestiones: la de la nación, la del capital, la de la dictadura proletaria:
«5. La clase obrera procura, en primer término, su emancipación dentro del marco del actual Estado nacional, consciente de que el resultado necesario de sus aspiraciones, comunes a los obreros de todos los países civilizados, será la fraternización internacional de los pueblos»
Respuesta de Marx:
''Naturalmente, la clase obrera, para poder luchar, tiene que organizarse como clase en su propio país y ésta es la palestra inmediata de sus luchas. En este sentido, su lucha de clase es nacional, no por su contenido, sino, como dice el Manifiesto Comunista, 'por su forma' […] ¿Y a qué reduce su internacionalismo el Partido Obrero Alemán? A la conciencia de que el resultado de sus aspiraciones 'será la fraternización internacional de los pueblos’, una frase tomada de la Liga burguesa por la Paz y la Libertad[2] […] ¡De las funciones internacionales de la clase obrera alemana no se dice, por tanto, ni una palabra!''
Pero el ataque al prejuicio estatista del socialismo como tal, en su esencia política no acaba ahí, sino que los argumentos de mayor peso dados al respecto son ofrecidos con claridad en la crítica de la 1ª tesis del capítulo III del Programa:
«Para preparar el camino a la solución de la cuestión social, el Partido Obrero Alemán exige que se creen cooperativas de producción, con la ayuda del Estado y bajo control democrático del pueblo trabajador. En la industria y en la agricultura, las cooperativas de producción deberán crearse en proporciones tales que de ellas surja la organización socialista del trabajo»
Respuesta de Marx
''La lucha de clases existente es sustituida por una frase de periodista, 'la cuestión social', para cuya 'solución' se 'prepara el camino'. La 'organización socialista de todo el trabajo' no resulta del proceso revolucionario de transformación de la sociedad, sino que 'surge' de la 'ayuda del Estado', ayuda que el Estado presta a cooperativas de producción 'creadas' por él y no por los obreros. ¡Esta fantasía de que con empréstitos del Estado se puede construir una nueva sociedad como se construye un nuevo ferrocarril es digna de Lasalle[3]!
Ya en el capítulo IV, encontramos los siguientes argumentos con respecto a la consigna del Partido Obrero de ''Base libre del Estado'':
''El Partido Obrero Alemán demuestra cómo las ideas del socialismo no le calan siquiera la piel; ya que, en vez de tomar a la sociedad existente (y lo mismo podemos decir de cualquier sociedad en el futuro) como base del Estado existente (o del futuro, para una sociedad futura) considera más bien al Estado como un ser independiente, que posee sus propios 'fundamentos espirituales, morales y liberales' […] los distintos Estados de los distintos países civilizados, pese a la abigarrada diversidad de sus formas, tienen en común que todos ellos se asientan sobre las bases de la moderna sociedad burguesa
[…] Cabe entonces preguntarse: ¿qué transformación sufriría el Estado en la sociedad comunista? […] Esta pregunta sólo puede contestarse científicamente, y por mucho que acoplemos de mil maneras la palabra 'pueblo' y la palabra 'Estado', no nos acercamos ni un pelo a la solución del problema.''
Tras aclarar que no hay más base material del Estado que las relaciones de producción que le han dado forma, el materialismo dialéctico impone la necesidad de analizar en qué medida puede cambiar la naturaleza de ese Estado si ese modo de producción se ve sacudido de alguna forma, más si lo que toma forma aquí es una revolución. Aquí Marx explica de forma magistral cómo, salvando la distancia histórica, adoptar una actitud fetichista hacia el Estado y hacia las reivindicaciones eclecticistas, democráticas, que no inciden sobre el trasfondo revolucionario esté éste presente o no, acaba redundando en el abandono mismo del campo proletario y el paso a la contrarrevolución:
''Entre la sociedad capitalista y la sociedad comunista media el período de la transformación revolucionaria […] cuyo Estado no puede ser otro que la dictadura revolucionaria del proletariado. […] Sus reivindicaciones políticas no se salen de la vieja y consabida letanía democrática: sufragio universal, legislación directa, derecho popular, milicia del pueblo, etc. Son un simple eco del Partido Popular burgués.''
Por otro lado, si el Estado puede ''alejarse cada vez más y más'' de la sociedad y ''tomar un divorcio con ella'' no es porque sea un organismo independiente de ella, sino porque esto se ajusta consecuentemente, y de una forma totalmente explicable desde el materialismo, por la necesidad cada vez más acuciante del capital de sobrepasar las contradicciones internas del modo de producción en él basado y proyectar la anarquía de la producción nacional hacia afuera, hacia la arena del mercado mundial. Marx vuelve a tomar como base una consigna del Partido Obrero para, quizá adelantándose, explicar uno de los fenómenos más comunes de las relaciones de producción capitalistas en las que se dan formas de capitalismo de Estado (en buena parte dominantes en la etapa decadente del capitalismo, la actual) que ya en la época de esta obra se empiezan a vislumbrar, siendo estos fenómenos algo totalmente común dentro de la lógica capitalista:
''Que por Estado se entiende, en realidad, la máquina de gobierno, o el Estado en cuanto, por efecto de la división del trabajo, forma un organismo propio, separado de la sociedad, lo indican ya estas palabras: 'el Partido Obrero Alemán exige como base económica del Estado: un impuesto único y progresivo sobre la renta'.''
Como colofón de este texto, resumimos la concepción estatista del socialismo en su más amplio y a la vez sintetizado significado en uno de los últimos párrafos de la Crítica, a partir del cual podemos tomar una línea directa de relación con las organizaciones socialpatriotas populistas de hoy, que, creyéndose en la etapa ascendente del capitalismo, creen ver en el Estado, e inevitablemente en el capital del que es expresión a todos los niveles, un elemento que puede ser ''utilizado'' en favor del proletariado. E incluso, aun teniendo el capital en la época de Marx una labor histórica progresista frente a las formas socio-económicas pre-capitalistas y feudales, el autor renano no deja cabo sin atar abogando por que la vanguardia revolucionaria reconozca ya en su programa la necesidad de romper con la democracia, con la consigna democrática, con la reforma estatal:
''Pese a todo su cascabeleo democrático, el programa está todo él infestado hasta el tuétano de la fe servil de la secta lasalleana en el Estado; o –lo que no es mejor ni mucho menos– de la superstición democrática; o es más bien un compromiso entre estas dos supersticiones, ninguna de las cuales tiene nada que ver con el socialismo.''
[1] Ver Crítica del programa de Ghota [3].
[2] La liga por la Paz y la Libertad fue una organización que se fundó en 1867 y que se planteaba una acción pacifista frente a la guerra en lugar preconizar una lucha de clase proletaria contra ésta. En su fundación jugó un destacado papel el anarquista Bakunin.
[3] Aventurero político alemán que fundó la Asociación General de Obreros Alemanes en 1863 pero a espaldas de ésta pactó con el gobierno de Bismark para promover una suerte de “socialismo de Estado” lo cual es una completa aberración. Para un denuncia de los engaños defendidos por los “socialistas de Estado” ver “Comunismo contra socialismo de Estado”, Revista Internacional nº 78 /revista-internacional/199412/1845/ix-comunismo-contra-socialismo-de-estado [4]
Hace poco vi la película “Frankenstein de Mary Shelley” y hubo algo que me impactó. La “criatura” está interpretada por un irreconocible Robert de Niro... horrible con todas esas marcas en el rostro. En una escena, que transcurre durante un duro invierno, ayuda en secreto a una familia de campesinos pobres, en cuyo granero se esconde, arrancando nabos del suelo congelado, tarea que ellos ya no podían hacer, de lo fuerte que era la helada. La criatura tiene una fuerza enorme y grandes reservas de energía. Deja los nabos frente a la puerta de la casa. Ellos, a cambio, dejan comida a “el espíritu del bosque”. Fue entonces cuando se me vino a la cabeza lo siguiente. La “criatura”, el producto de los esfuerzos del burgués Víctor Frankenstein, no es otra que la clase obrera. Y toda la historia se puede leer como un mito sobre la creación por la burguesía de la clase trabajadora, de la cual depende. La clase obrera le aterra pero la percibe como algo necesario. “Algo” necesario, sí, pero desagradable, feo, temible e incivilizado. ¿Han cambiado las cosas desde entonces?[1]
Pero, si esto es así (y creo que debe serlo), se plantea la siguiente cuestión: ¿era Mary Shelley consciente de ello, o bien la creación de esta historia surgió de una respuesta subconsciente? Bueno... está claro que no podemos saberlo. La historia se desarrolla en un período revolucionario en la época de la Revolución Francesa. Esto fue antes del nacimiento de la autora. Sin embargo, ciertos acontecimientos dramáticos ocurrieron cerca de casa de Mary durante los años previos a su relato (1812-1817) que bien podrían haberle hecho darse cuenta, de forma más o menos consciente, de la aparición y creciente fuerza de la clase obrera. En estos acontecimientos estaban involucrados los Luditas, que, sin duda, infundieron temor en los corazones de la burguesía mediante la ruptura de máquinas, los fuertes disturbios y la quema de edificios. Incluso se vestían de mujer en las calles. ¡Qué horriblemente monstruoso era todo esto! ¿Qué le estaba pasando a esta respetable sociedad? ¿Es que las clases bajas ya no conocían su lugar en ella?
El historiador Eric Hobsbawm señaló que Gran Bretaña tenía más tropas luchando contra los Luditas que contra Napoleón en la Península Ibérica. El Parlamento en Gran Bretaña tenía una ley que condenaba a muerte a los destructores de máquinas. Los Luditas eran tomados muy en serio. Byron, el poeta y amigo de Mary y Percy Shelley, en cuya casa habían estado viviendo ambos cuando la idea de escribir una novela de terror surgió por primera vez (Byron estaba por la elaboración de un proyecto de historia de vampiros –que se desarrolló más tarde por otros en la industria cinematográfica con Drácula), simpatizaba con los Luditas. Afirmaba que merecían piedad y no castigo. Su situación era tan miserable... eran sustituidos en sus puestos de trabajo por mano de obra barata gracias a la nueva tecnología.
Hoy, los comunistas podemos lamentar que los Luditas recurrieran a los disturbios y la destrucción, porque no es el mejor camino a seguir para el crecimiento de la solidaridad proletaria y la consciencia de clase. Pero como Hobsbawm señaló: no era una cuestión de hostilidad hacia las máquinas como tales. “La destrucción de máquinas era simplemente una técnica del sindicalismo antes y durante las primeras etapas de la revolución industrial”. Sin embargo, esta técnica no auguraba nada bueno para el desarrollo del movimiento. Y luego está también la cuestión de la venganza. Perder tu trabajo no es divertido, y perderlo por la maquinaria y la mano de obra barata un insulto que requiere un acto de venganza. O algo así puede parecer. Los Luditas tomaron su venganza. La “criatura”, el monstruo de Frankenstein, también se venga salvajemente de su creador y de los parientes de este. Es, verdaderamente, una historia de terror. ¿Pero no es todo lo relacionado con la burguesía una historia de terror, y más aún hoy en día?
En “Los Luditas 1811-1816” Marjie Bloy escribe: “La tejeduría era sobre todo una industria doméstica, el tejedor alquilaba la máquina al patrón y trabajaba en su propia “tienda” usando el hilo que le había dado el patrón, y los artículos terminados se devolvían al patrón para ser vendidos. Por tanto, las máquinas estaban esparcidas por los pueblos. Era fácil para los Luditas destrozar una y luego desaparecer rápidamente. Entre marzo de 1811 y febrero 1812 destrozaron cerca de mil máquinas por un coste de entre 6.000 y 10.000 libras. En abril de 1812, los Luditas quemaron el molino de West Houghton en Lancashire. Samuel Whitbread , un diputado , dijo sobre el suceso “En cuanto a las personas que ennegrecieron sus rostros, y se desfiguraron con el fin de ocultarse, y asistieron a la reunión el Deanmoor, cerca de Manchester... resulta que diez de ellos eran espías enviados por los magistrados... Los espías eran justamente los cabecillas de la travesura, e incitaron a la gente a cometer acciones que, de no haber sido así, ellos mismos no hubieran pensado” [Debates parlamentarios, Primera Serie, vol. 23, Col.1000 (l8l2)]. Las autoridades fueron incapaces de detener los ataques por lo que el gobierno se vio obligado a introducir una legislación especial. La destrucción de máquinas se había declarado delito capital ya en 1721. En 1811 se aprobó una ley especial para asegurar la paz de Nottingham. En el penal de Nottingham en marzo de 1812, siete Luditas fueron condenados a deportación de por vida, mientras que otros dos fueron absueltos”.
Vale la pena señalar aquí que “los rostros ennegrecidos” contenían espías del gobierno, una confirmación histórica de la gran hipocresía de la clase dominante y su inclinación por las estrategias maquiavélicas, incluso en los inicios del movimiento obrero. ¿Se vistieron como mujeres también?
Volvamos ahora a Mary Shelley y su criatura frankesteiniana. Teniendo en cuenta las actividades públicas de los Luditas, bien pudo haber visto en su criatura “científicamente” producida al menos un reflejo de la emergente clase obrera buscando su conciencia y desarrollando sus primeras luchas. Como autora de la novela, o tal vez como mujer, ella no encuentra a su “criatura” odiosa, como la mayoría de los otros personajes de la historia lo hacen. Como un comentarista del libro ha dicho: “el monstruo es la mejor persona en el libro”. Pero entonces, si él es “la clase trabajadora”, y casi todos los demás personajes son burgueses, lanzados a la búsqueda de intereses en general egoístas, esto no es ninguna sorpresa. Hacia la mitad de la novela, Shelley se compromete a educar a su criatura, lo que le permite aprender a hablar y luego someterse a un feroz curso de lectura, centrado en gran medida en “El paraíso perdido” de Milton, que introduce la idea de que la criatura es un Adán que necesita a toda costa una Eva [2]. La historia termina en el congelado ártico, donde tanto amo como esclavo son incinerados en la misma pira funeraria. La criatura, por elección, quemada viva.
Es posible, por supuesto, interpretar esta historia de una forma diferente, y ver a la criatura no como la representación de la clase obrera, sino como la forma materializada del capitalismo: feo, temible e inmensamente poderoso. Sin embargo, incluso en esta última interpretación la criatura sigue siendo el producto de la creación del burgués Frankenstein, así como es el capitalismo mismo, la creación incontrolable e involuntaria de la burguesía como clase. ¿Es esa ambigüedad lo que caracteriza una buena historia?
¿Pero por qué está la historia tan llena de miedo? La criatura en sí misma es temible para la vista, fuerte e inclinada a la violencia si se ve frustrada. Pero lo que busca es el amor y la comprensión; una necesidad muy humana, que ninguno asociaría con el insensible e implacable modo de producción capitalista. Luego está también la ciencia y el empeño e interés científico. Es la actitud irreflexiva de Frankenstein hacia la ciencia lo que le permite inventar algo que luego lamentará enormemente. Esto se parece bastante a invenciones científicas posteriores, como la bomba nuclear y las armas químicas y biológicas. ¿Es la ciencia, en manos de la burguesía, otra cuestión que hay que temer? ¿Es la burguesía siempre una clase irresponsable e inmadura que sólo es capaz de actuar de forma responsable en el campo de búsqueda de lucro, en la que por supuesto, todo vale?
Y luego están los Luditas. No se les menciona como tal en la novela, pero tampoco a la burguesía o a la clase obrera. ¿Fueron los Luditas los que originaron el miedo inicial que sustenta la historia? Mi hipótesis es que por supuesto. Pero los Luditas no fueron la clase obrera como entendemos que es la clase ahora. Eran una manifestación temprana de la protesta de la clase obrera. Podemos incluso ver aspectos terroristas en su comportamiento. Se ennegrecían el rostro, rompían la maquinaria y quemaban las fábricas. Ellos, sin duda, inyectaban el pánico en la burguesía. ¿Quién eran exactamente? ¿Qué es lo que querían? ¿Por qué se comportaban de una manera tan espantosa y teatral? En algunos aspectos de su actividad podríamos compararlos a los Mau Mau en Kenia: usando el miedo, el secretismo y el terrorismo en la búsqueda de sus objetivos, y fomentando una angustia indescriptible en sus opresores burgueses. Pero el ejemplo no es bueno en realidad: los Mau Mau eran una manifestación de los propios burgueses, en busca de la liberación nacional, cosa totalmente ajena a los Luditas. Sólo se pueden comparar en la forma de protesta.
Que la criatura represente a Napoleón, visto por la burguesía inglesa, creo que no es algo con lo que podamos estar de acuerdo. Arrancando nabos, viviendo con los campesinos, aprendiendo a leer a escondidas..., estas no son cosas fácilmente asociados con Bony [3], aunque por supuesto, fuera también, una “criatura” fabricada de cabo a rabo por la misma burguesía.
Fred
[1] Un poco de investigación en Internet confirma que esta interpretación “marxista” del cuento ha estado circulando por la Web ya por algún tiempo.
[2] Tal vez lo que realmente necesitaba era un Edward, si lo hubiera conocido. Pero esto es una complicación que no vamos a considerar aquí.
[3] Bony era el nombre despectivo que los ingleses daban a Napoleón.
Las movilizaciones de los profesores, sobre todo de educación básica, en los meses recientes han expresado el rechazo al ataque del Estado a sus condiciones laborales. De manera intermitente, hemos visto brotes de descontento y manifestaciones en casi todas las entidades donde los trabajadores del sector educativo han intentado sumarse a las protestas contra la reforma laboral disfrazada de educativa mostrando que existe un descontento real, un hartazgo y, más aún, una combatividad que, aunque con muchas confusiones, expresa una voluntad de hacer algo, de movilizarse, de luchar. Incluso, hay voces que han calificado a estas manifestaciones como la segunda primavera magisterial después de aquellas importantes movilizaciones hace 24 años del magisterio a nivel nacional y, particularmente en el DF, que tuvieron su cenit en el mes de abril de 1989.
Sin embargo, algo huele mal, algo no cuadra muy bien para la lucha que se plantea como una necesidad acuciante para los trabajadores de este sector y, en general, del conjunto de la clase trabajadora y que es necesario que se retome en las discusiones que se dan en los centros de trabajo, en las calles, en todos lados donde se plantean este tipo de reflexiones y a las que queremos contribuir como parte de la clase obrera que es a la que pertenecen los profesores de educación básica y media superior y que les ha tocado ahora el turno de la guillotina del capital que avanza inexorablemente sacrificando todo a su paso sin ningún límite, hasta que los trabajadores lo resuelvan de manera histórica.
Con el riesgo de que seamos etiquetados, de primera intención, como “charros” o agentes del Estado, que es lo mismo, al incluir en la tenaza a la CNTE diremos que, efectivamente, ésta ha sido el brazo más efectivo del Estado para hacer pasar los ataques que ha recibido este sector por lo menos en las últimas dos décadas. Una aseveración que es difícil de aceptar dada la reputación de disidencia radical de esta agrupación sindical frente al accionar totalmente institucional del SNTE que, a toda costa, impide cualquier movilización de los profesores aún si ésta se diera de manera “cívica” ([2]). Una comparación que inevitablemente identifica a la primera como la expresión sindical de lucha y combativa y al segundo como su contrario, vendido, traidor…
Sin embargo, poniendo un poco de atención podremos ver una complementación de ambas agrupaciones para cumplir una única función: someter al sector de profesores públicos, que es muy grande, a los designios del Estado Y aquí no denostamos a los miles de profesores que, de manera honesta, siguen a esta agrupación como “alternativa” ante los “charros” como tampoco condenamos a los otros tantos trabajadores que hacen lo propio en cuanto al SNTE. No, hablamos de manera directa de la burocracia sindical como profesión, de estas formaciones que tienen motivaciones ideológicas e intereses materiales particulares en su accionar totalmente antiobrero. En cuanto al SNTE, la cosa aparece más o menos clara pero cuando hablamos de la CNTE es más difícil discernirlo. Pongamos algunas evidencias.
¿Qué hace el SNTE? Los funcionarios “oficiales” y sindicales que son la misma cosa en la estructura educativa ([3]) intimidan y amenazan a cualquiera que se atreva a cuestionar los ataques. Pero, ¿qué hace la CNTE?... Complementa lo anterior. A través de los años se han acumulado evidencias que señalan una conexión directa o indirecta (da lo mismo) entre la cúpula de la CNTE y el SNTE y, por tanto, el Estado mismo. Pero aún si esto no se comprobara de manera empírica bastaría con analizar la práctica de la CNTE para corroborarlo.
Las acciones “radicales” de la Coordinadora tales como bloqueos de carreteras, toma de casetas de peaje, cierre de avenidas en las ciudades, toma de edificios y el tradicional plantón-campamento en las plazas públicas que ha fomentado por décadas son actividades que van en contra de una lucha real pues no solo favorecen la represión estatal sino que los aíslan del resto de los trabajadores quienes no se identifican con esta práctica.
Pero además, las demandas puestas por delante sobre todo se orientan a exigir democracia sindical que es veneno puro para la lucha obrera pues su tarea no es la de rescatar o democratizar a un aparato que está integrado completamente al Estado y que tiene una función completamente antiobrera ([4]). Esto hace que quienes se animan a parar y salir a la calle caigan en esta trampa y los que desconfían de esas acciones prefieran quedarse trabajando o en casa con similares resultados que van en contra de una movilización real y amplia tan necesaria para detener los ataques.
La única alternativa para echar atrás los golpes es que este sector conciba y plantee su lucha como parte de un combate más general del proletariado que resiente los mismos ataques y esto puede hacerse rompiendo los grilletes sindicales que los atan y encierran en el sector, llamando a celebrar asambleas donde se reflexione la situación que viven todos, donde se discuta cómo organizar el combate, cómo llamar a otros trabajadores a que también se animen a luchar, que decidan encontrarse de manera masiva en la calle. Esta idea de una lucha generalizada a todos los sectores podría tener simpatía si en lugar de demandas excluyentes de cada sector se plantean exigencias integradoras en las cuales se reconozcan todos los trabajadores que están siendo atacados o que están en esa agenda en el futuro inmediato.
Ante esta necesidad apremiante, los sindicatos y sobre todo los “independientes” o “democráticos” hacen hasta lo imposible por mantener a sus miembros afiliados, a quienes corporatizan al igual que los sindicatos “charros” por múltiples medios que no descartan la intimidación y el chantaje, aislados del resto de trabajadores desgastándolos en acciones tan “radicales” como estériles. Ejemplos abundan como el hecho de que en varias ocasiones los profesores han marchado al mismo tiempo que electricistas u otros sectores pero… cada quien por su lado. Y en cuanto a las demandas se encargan siempre de que no solo sean excluyentes sino incluso contrarias a otros sectores.
Pero además, las acciones “radicales” de cierre de avenidas o bloqueos buscan sobre todo provocar un enfrentamiento entre los manifestantes y el resto de los trabajadores que se ven afectados en sus actividades. Una estrategia que se complementa con la campaña de desprestigio ensordecedora de los medios que los satanizan exhibiéndolos como salvajes violentos que se dedican a destruir para evitar que se produzca la más mínima solidaridad con ellos y así facilitar la represión como ya se vio. Este escenario lo hemos vivido durante décadas con resultados similares: los trabajadores acaban siendo atados de pies y manos para hacerles aceptar los ataques sucesivos a sus condiciones de vida como pasó, por ejemplo, con la modificación de la ley del ISSSTE en 2007. Por cierto, también ahora el engaño de los amparos está teniendo éxito no solo interpuestos ante las leyes federales sino también ante las leyes estatales para inculcar falsas esperanzas en la legalidad burguesa.
A la situación descrita se suman las “movilizaciones” nacionalistas de la izquierda del capital (Morena, cardenistas, etc.) que están llamando al magisterio y al resto de trabajadores a sumarse a la lucha por la defensa del petróleo como propiedad nacional. La CNTE de hecho ya se integró a esa estructura declarando que su lucha ahora es “superior”. Esta amplificación de la trampa pretende acabar de enterrar las preocupaciones genuinas de los trabajadores por sus intereses como clase bajo un montón de estiércol patriotero, llevándolos al terreno de las disputas burguesas por la parte del león de la industria petrolera.
Y este accionar de las fuerzas políticas burguesas aparte de expresar los conflictos existentes en el seno del Estado, lo que buscan es el encuadramiento social a gran escala del conjunto de los trabajadores que también están siendo atacados en todas partes para evitar que busquen sus propias alternativas de lucha ofreciéndoles solo este terreno minado.
Esta maquinaria tan bien aceitada empero no debe convencer a los trabajadores del mensaje que le conviene a la burguesía: resignarse a aceptar los ataques sin protestar. Sino que hay que hacer el esfuerzo por clarificar alrededor de nuestra propia experiencia histórica y reciente de lucha para buscar alternativas de combate que ya han sido destacados como adquisiciones positivas por nuestra clase en todo el mundo. No hay otro camino. Seguir confiando en los sindicatos sean “oficiales” o “independientes” es condenarnos a la derrota siempre.
La esperanza de la clase obrera no es mítica sino que descansa y se inspira en su experiencia como clase histórica y mundial. Las pequeñas escaramuzas que hemos relatado se dan en un contexto internacional que en casi tres años ha sido escenario de intentos muy interesantes para reanudar los combates obreros ensayando múltiples formas de organización y de lucha. Las aportaciones de las movilizaciones sociales como la llamada “primavera árabe”, los “indignados” en España, los “Ocuppy” en EU, el estallido de luchas en Turquía o las manifestaciones masivas a mediados de este año en Brasil (ver artículo en esta edición), están ahí para sostener la confianza de que el proletariado sí puede levantar la cabeza con dignidad y responder con coraje a los ataques repetidos que recibe en todas partes.
Hay una indignación generalizada por la caída alarmante en nuestras condiciones de vida y de nuestras familias y la idea de luchar recorre las cabezas ganando cada vez más adeptos.
Luchar es necesario, sí, pero por nuestros propios medios, fuera de los sindicatos que jamás permitirán que asumamos una lucha propia.
Hay que luchar, pero cuidándonos de no quedar en medio de las pugnas intersindicales donde las diversas camarillas se disputan el control de la estructura en varios niveles.
Tenemos que luchar pero superando las barreras del sector industrial o profesional e iniciando un combate solidario por demandas compartidas.
En fin, hay que luchar pero guiando nuestras acciones con la reflexión colectiva en asambleas generales donde las decisiones se compartan y se propongan metas conscientes de avance.
RR, 27 de sept.
[1]) Ver RM no 85 julio-agosto 2005.
[2]) Aunque precisamente en 1989 el mismo SNTE tuvo que convocar a marchar a miles de profesores al no poder evitar el ímpetu del movimiento que se estaba generando aunque de manera ordenada y cuidando algunas “formas”.
[3]) Y lo mismo vale para la CNTE y la estructura de la SEP en los diferentes estados que controla.
[4]) Por cierto, en la llamada primavera magisterial la CNTE se encargó de sacrificar las genuinas demandas laborales en aras de su participación “paritaria” al lado de los “charros” o lo que es lo mismo, la democracia sindical.
A continuación presentamos un artículo redactado por un compañero de Arequipa, Perú, muy cercano a nuestras posiciones. Hemos decidido publicarlo no solo por la coyuntura de guerra y sangre que hoy afecta a los proletarios de esa parte del mundo sino también porque pone claro y contundente énfasis en denunciar las pugnas imperialistas que se ceban en Siria, específicamente el bloque USA apoyando a los rebeldes y el binomio Rusia-China aliados de Al Assad.
También se subraya el papel de carne de cañón que el proletariado juega en esta enésima pugna imperialista, y el llamado a negarse a participar en cualquier bando burgués, reivindicando el internacionalismo proletario contra la guerra imperialista.
Por último, hacemos una observación al artículo en lo relacionado a la posibilidad de una intervención militar directa norteamericana que el autor ve como factible de llevarse a cabo. Nosotros, en nuestra toma de posición sobre las tensiones imperialistas del último Congreso de CCI hemos argumentado que el imperialismo USA actualmente no está en condiciones económicas para solventar una nueva invasión. Por otro lado el gigante imperialista ha salido bastante malparado y desprestigiado (cuando no derrotado) en sus dos últimas aventuras bélicas en Irak y Afganistán. Por el contrario, hoy el imperialismo norteamericano busca reforzar sus posiciones en la región azuzando al Estado israelí, amenazando con bombardeos y apuesta a sostener a algunas de las facciones opositoras al gobierno sirio, todo con tal de no perder terreno en la competencia imperialista.
Internacionalismo-Perú
La disputa entre los bloques imperialistas de la OTAN y los aliados del régimen de Al Assad abren un periodo de candentes convulsiones sociales que se van gestando en la región del Oriente Medio –así como en Egipto y la “Primavera árabe” que se saldó con la muerte de miles de nuestros hermanos proletarios–, las burguesías imperialistas vuelven a emprender, a sangre y fuego una nueva ofensiva del capitalismo mundial en Siria.
Amparándose en la sacrosanta “democracia” burguesa, la “libertad”, “derechos civiles” la “paz” y otras chácharas que caracteriza al discurso dulzarrón de la clase dominante, una vez más la burguesía imperialista franco-estadounidense pretenden emprender una intervención militar que a su vil juicio será “controlada” –en palabras del Secretario de Estado John Kerry–, con el propósito de militarizar la región, tal como estos sanguinarios capitalistas lo hicieron en Irak y Afganistán, para desatar una carnicería que hasta la fecha ha cobrado más de 100 mil muertos (¡incluso más de 11 mil niños!) Por parte de la “Oposición Rebelde” (estos financiados por la OTAN) y del oficialismo del régimen sirio, so pretexto de disuadir al sanguinario régimen de Al Assad del no uso de armas químicas.
Frente a esto la ONU y la Iglesia Católica pretenden encubrir la masacre, haciendo llamamientos a la “paz mundial”, cuando en la práctica siempre ha marchado a la zaga de los poderes de facto de la burguesía imperialista en los regímenes de terror que otrora instalaron en América Latina y los países asiáticos, esta misma burguesía imperialista quién representada por el “Premio Nobel” Barack Obama pretende concertar una alianza una alianza con los países del G-20 con miras a una intervención militar. Si bien frente a esto la respuesta de las “potencias emergentes” cuya principal fuerza de vanguardia está personificada en Rusia con Vladimir Putin, ha manifestado estar en desacuerdo pretendiendo posar de “neutral” argumentando “… que hasta no se haya demostrado que el gobierno sirio haya utilizado armas químicas, no aprobará una intervención militar…”, palabras con cuales aparentemente estarían de acuerdo la coalición burguesa que integra los llamados “Bricks” (China, Rusia, Brasil, etc.).
Sin embargo estas desavenencias entre estos dos bloques imperialistas de la burguesía mundial, no son muestra que existan dos bloques del “bien y el mal” o “imperialista o anti-imperialista” y menos aún que Rusia y China, países capitalistas de estado secundados por las facciones del castro-chavismo en Latino América, pretendan hacerle frente al capitalismo con miras a la construcción de “un nuevo modelo de sociedad” en su denodada y cacareada “lucha anti-imperialista”. Lo que ambos bloques demuestran es un deliberado accionar militar y de inteligencia con miras a posicionar sus intereses de clase e instalar sus bases militares para de esta forma ejercer dominación y la opresión capitalista que caracteriza a cualquier régimen burgués, y para este propósito, nosotros el proletariado, siempre seremos carne de cañón para cualquier facción de la burguesía, cualesquiera el motivo de intervención militar en el escenario de la lucha de clases mundial.
Cabe destacar un importante y reciente precedente de la clase trabajadora en Grecia quienes han manifestado su repudio y negativa a servir de carne de cañón en el marco de una posible intervención militar imperialista, lo que nos permite reflexionar aún más sobre un proceso capitalísimo del resurgimiento de la conciencia histórica de clase de nuestros hermanos de dicha región del planeta.
Las disputa de estos dos bloques imperialistas (OTAN), secundados por el G-20 y la coalición ruso-china principales aliados del régimen de Alassad, no es sino la expresión de la lucha de un par de bandidos con intereses de clase bien definidos, la clase capitalista, saqueadores de la riqueza mundial, recursos naturales y energéticos, extractores a ultranza de la plusvalía mundial, asesinos jadeantes que solo pretenden que nosotros el proletariado, le sirvamos de carne de cañón, bien sea a sus apetitos imperialistas y expansionistas, bien sea a sus “Frentes de liberación nacional y soberana” ( tal cual es la prédica de la izquierda del capital y burocrático mundial)…
Frente a esto el proletariado mundial debe repudiar cualquier intervención militar y/o mecanismo de sometimiento que suponga fortalecer la explotación capitalista mundial, así como también a cualquiera de estos dos bloques imperialistas y de sus burguesías locales, para de esta forma impedir el resquebrajamiento de nuestra independencia de clase y nuestra lucha anticapitalista que nos hermana, la cual no es sino la expresión más viva y vigente del internacionalismo proletario.
¡Muera la dictadura burguesa del genocida Alassad
y sus compinches del castro-chavismo!!
¡Muera la acción militar encabezada por la OTAN
y la burguesía imperialista!
¡Qué viva la guerra de clases
y la auto-auto-organización del proletariado mundial!
Núcleo de Emancipación Proletaria KHAN (Locura Iconoclasta)
En la última parte de su vida Nelson Mandela fue ampliamente considerado como un moderno ‘Santo’. Parecía ser un modelo de humildad, integridad y honestidad mostrando una notable capacidad para perdonar.
Un informe reciente de Oxfam dijo que Sudáfrica es “el país más desigual en la tierra y significativamente más desigual que al final del apartheid”. El Congreso Nacional Africano (ANC) ha gobernado durante casi veinte años a una sociedad que es amenazada aún con más privaciones para la mayoría negra, y sin embargo, a pesar de haber sido una parte integral del ANC desde la década de los 40, Mandela fue siempre visto, de alguna manera, como distinto a los otros líderes, a lo largo de África y el resto del mundo.
Su autobiografía de 1994, Largo camino hacia la libertad (LCL), es una guía invaluable para la vida de Mandela y su punto de vista. Aunque es probable que retrate su tema bajo una luz favorable, muestra las preocupaciones y prioridades del autor.
Por ejemplo, después de 27 años de prisión, cuando Mandela fue liberado en febrero de 1990, no mostró ningún signo de venganza personal hacia quienes lo mantuvieron cautivo. “En la cárcel, mi ira hacia los blancos disminuyó, pero aumentó mi odio por el sistema. Yo quería que Sudáfrica viera que yo amaba incluso a mis enemigos mientras que odiaba el sistema que nos ha enfrentado uno contra el otro” ([1]). Si esto suena como un cristiano diciendo “Ama al pecador, odia el pecado” es en parte porque así es. Cuando dos editores del Washington Times le visitaron en prisión “Les dije que yo era un cristiano y siempre había sido un cristiano” ([2]).
También se puede ver cómo este rasgo de su personalidad resultó útil al capitalismo de Sudáfrica. Después de que Mandela dejó la prisión, una de las principales tareas del ANC era tranquilizar a los inversores potenciales que un futuro gobierno del ANC no pondría en peligro a sus intereses. En “Mensaje de Mandela al Gran Negocio de Estados Unidos” (19/06/1990) se puede leer algo que dijo en varias ocasiones “El sector privado, tanto nacional como internacional, tendrá una contribución vital para hacer la reconstrucción económica y social de Sudáfrica después del apartheid... Somos sensibles al hecho de que como inversionistas en una Sudáfrica posterior al apartheid, ustedes necesitarán tener confianza acerca de la seguridad de sus inversiones, una rentabilidad adecuada y equitativa en su capital y un clima general de paz y la estabilidad.” Mandela podría haber hablado como un cristiano, pero un cristiano que entiende las necesidades del negocio.
Mandela fue ciertamente coherente, capaz de mirar la actualidad en su continuidad con el pasado. Cuando, por ejemplo, la ANC sesionó para las primeras conversaciones oficiales con el gobierno en mayo de 1990 Mandela tuvo que darles “una lección de historia. Les expliqué a nuestras contrapartes que el ANC desde sus inicios en 1912 había buscado siempre negociaciones con el gobierno en el poder” ([3]).
Mandela se refería a menudo a la Carta de Libertad del ANC adoptada en 1955. “En junio de 1956, en la revista mensual Liberación, señalé que la carta apoyaba la empresa privada y permitiría al capitalismo florecer entre los africanos por primera vez” ([4]). En 1988, cuando estaba en negociaciones secretas con el gobierno, se refirió al mismo artículo “en que dije que la Carta de la Libertad no era un modelo para el socialismo sino para el capitalismo al estilo africano. Les dije que no había cambiado mi opinión desde entonces” ([5]).
Cuando Mandela fue visitado en 1986 por un Grupo de Personas Eminentes “Les dije que era un sudafricano nacionalista, no comunista, que los nacionalistas vienen en color y tono intenso” ([6]). Este nacionalismo era inquebrantable. Cuando se aproximaban las elecciones de 1994 y se reunió con el Presidente FW de Klerk en un debate televisivo “Sentí que había sido demasiado duro con quien sería mi compañero en un gobierno de unidad nacional. En resumen, dije: ‘Los intercambios entre el señor de Klerk y yo no deben opacar el hecho importante. Creo que somos un ejemplo brillante para el mundo entero de personas de diferentes grupos raciales que tienen una lealtad común, un amor común, a su país común’” ([7]).
Desde mediados de los 70, Mandela recibió visitas del ministro de las prisiones. “El gobierno había enviado ‘antenas’ sobre mí durante años, comenzando con los esfuerzos del Ministro Kruger para persuadirme y transferirme a la prisión de Transkei. Estos no fueron esfuerzos para negociar, pero intentó aislarme de mi organización. En varias otras ocasiones, Kruger me dijo: ‘Mandela, podemos trabajar con usted, pero no con sus colegas’” ([8]).
El gobierno sudafricano reconoció que había algo en su personalidad que finalmente haría posible algún tipo de negociación. Y, en diciembre de 1989, cuando conoció a de Klerk fue capaz de decir “El señor de Klerk parecía representar un verdadero alejamiento de los políticos del Partido Nacional del pasado. El señor de Klerk… era un hombre con el que podríamos hacer negocios” ([9]).
Finalmente este respeto mutuo condujo en 1993 al Premio Nobel de la Paz siendo otorgado conjuntamente a Mandela y a de Klerk, en las palabras de la citación se decía “por sus trabajos para la terminación pacífica del régimen del apartheid y para sentar las bases para una nueva Sudáfrica democrática”. Este objetivo a largo plazo no era algo personal de Mandela pero correspondió a las necesidades del capitalismo. Después de la masacre de Sharpeville en 1960, “La bolsa de valores de Johannesburgo cayó, y el capital comenzó a fluir fuera del país” ([10]). Con el fin del apartheid comenzó un período de crecimiento de la inversión extranjera en África del sur. La democracia no benefició, sin embargo, a la mayoría de la población. En los años cincuenta, Mandela dijo que “la meta secreta del gobierno era crear una clase media africana para atenuar la apelación del ANC y la lucha de liberación” ([11]). En la práctica la “liberación” y un gobierno del CNA han aumentado sólo marginalmente las filas de la clase media en África. También han significado la represión, la re-militarización de la policía, la prohibición de las protestas y ataques a los trabajadores, como, por ejemplo, ataques a la huelga de los mineros de Marikana en la cual 44 trabajadores fueron asesinados y hubo decenas de heridos.
Mandela fue capaz de decir que “todos los hombres, incluso los más despiadados, tienen un núcleo de decencia y que si sus corazones son tocados, son capaces de cambiar” ([12]). Lo que podría ser verdad para las personas no es verdad para el capitalismo. El capitalismo no tiene ninguna traza de decencia y no puede cambiar. Las caras del gobierno ANC son diferentes a las de sus predecesores blancos, pero la explotación y la represión permanecen.
El ANC en su lucha de “liberación” utilizó tanto la violencia como la no violencia en sus campañas. Cuando las tácticas no violentas fracasaban, la ANC creaba un ala militar, en cuya creación Mandela desempeñó un papel central. “Hemos considerado cuatro tipos de actividades violentas: sabotaje, guerra de guerrillas, terrorismo y revolución abierta”. Esperaban que el sabotaje “llevaría al gobierno a la mesa de negociación” pero fueron dadas instrucciones estrictas “que no podríamos tolerar ninguna pérdida de vida. Pero si el sabotaje no producía los resultados que queríamos, estábamos preparados para pasar a la siguiente etapa: la guerra de guerrillas y el terrorismo” ([13]).
Así que el 16 de diciembre de 1961, cuando “bombas caseras fueron hechas explotar en las oficinas del gobierno y las centrales eléctricas en Johannesburgo, Port Elizabeth y Durban” ([14]) ello no significaba que los objetivos de la ANC habían cambiado – la democracia era todavía el objetivo. Y después de mayo de 1983, cuando el ANC organizó su primer atentado con coche bomba, en la que diecinueve personas fueron asesinadas y más de doscientas personas fueron heridas, Mandela dijo “La matanza de civiles fue un accidente trágico, y sentí un profundo horror por la cifra de muertos. Pero preocupado como estaba por estas víctimas, sabía que este tipo de accidentes eran las inevitables consecuencias de la decisión de emprender una lucha militar” ([15]). En estos días dichos “accidentes” son referidos a menudo, por el más moderno eufemismo, como “daño colateral”.
En la década de los 50, la primera esposa de Mandela se convirtió en un testigo de Jehová. Aunque manifestó: “encontré algunos aspectos del sistema de la Torre del Reloj interesantes y que valían la pena, no podía y no pude compartir su devoción. Había un elemento obsesivo al que me opuse” ([16]). En las discusiones que tenían “Pacientemente le expliqué a mi esposa que la política era no una distracción, sino mi vida, que era una parte fundamental y esencial de mi ser” ([17]).
Estas diferencias llevaron a “una batalla por las mentes y los corazones de los niños. Ella quería que ellos fueran religiosos, y yo pensaba que deberían ser políticos” (ibíd.). ¿Y a qué política estaban expuestos?
“Colgadas en las paredes de la casa tenía fotos de Roosevelt, Churchill, Stalin, Gandhi y el asalto al Palacio de Invierno en San Petersburgo en 1917. Les expliqué a los niños quien era cada uno de esos hombres, y lo que representaban. Sabían que los dirigentes blancos de Sudáfrica representaban algo muy diferente” (ibíd.).
Hay un contraste interesante aquí. Por un lado, hay cuatro destacados miembros de la clase capitalista dominante (y no tan diferentes de la burguesía de África del Sur) y, por el otro, uno de los momentos más importantes en la historia de la clase obrera.
Mandela dijo que tenía poco tiempo para estudiar a Marx, Engels o Lenin, pero “suscribía la afirmación básica de Marx, que tiene la sencillez y la generosidad de la Regla de Oro: ‘Cada cual según su capacidad, a cada cual según sus necesidades’” ([18]). Podría haber ‘suscrito la afirmación’, pero la historia del ANC se ha mostrado durante un siglo al servicio del capitalismo de África del Sur. Ya fueran en las protestas o en la lucha guerrillera, las metas eran nacionalistas, o simplemente para permitir a las personas desahogarse, porque “la gente debe tener una salida a su ira y frustración” ([19]). En el gobierno, los rostros cambiaron de Mandela a Mbeki a Motlanthe y ahora a Zuma, pero no hubo cambios en la vida de la mayoría. La única diferencia entre los presidentes fue que Mandela tenía la mejor imagen.
Mandela era muy consciente del mito de Mandela. Tuvo razón al decir que él no era un “Santo”, ni un “Profeta”, ni un “Mesías” ([20]), en un mundo donde la mayoría de los políticos parecen estar dedicados a la autopromoción y al enriquecimiento. Esta modestia fue una de las características atractivas de Mandela. Podría explicarse por su herencia wesleyana. En sus 27 años en cautiverio perdió una sola vez un servicio dominical, “Aunque soy un Metodista, asistía a cada servicio religioso diferente” ([21]).
Sea cual sea el origen del pudor de Mandela y su decencia aparente, claramente va a ser el rostro de la campaña para las elecciones del ANC de 2014. Y, más allá de África del Sur, el mito de Mandela seguirá siendo uno de los pilares de la ideología democrática moderna.
En su carrera como abogado Mandela “pasó de tener una visión idealista de la ley como una espada de justicia a una percepción de la ley como una herramienta utilizada por la clase gobernante para moldear a la sociedad en la forma en que favoreciera a esta clase” ([22]). No hizo una crítica similar a la democracia. En su declaración judicial de 1964 él se calificó como un “admirador” de la democracia. “Tengo gran respeto por las instituciones políticas británicas y por el sistema de justicia del país. Considero al Parlamento Británico como la institución más democrática del mundo, y la independencia e imparcialidad de su judicatura no dejan de suscitar mi admiración. El Congreso Norteamericano, la doctrina de la separación de poderes, así como la independencia de su judicatura, también despiertan en mí sentimientos similares” ([23]). Sea cual sea el carácter del hombre, su vida estuvo al servicio de la democracia capitalista. Por su parte, el capital, es decir la clase dominante, ciertamente continuará haciendo uso de sus “mejores” cualidades para el peor fin posible: la preservación de su orden social decadente.
Car, 13 de julio
[1]) LCL, p.680.
[2]) Idem, p. 620.
[3]) LCL p. 693.
[4]) Idem, p. 205.
[5]) Idem, p. 642.
[6]) Idem, p. 629.
[7]) Idem, p. 740.
[8]) Idem, p. 619.
[9]) Idem, p. 665.
[10]) Idem, p. 281.
[11]) Idem, p. 223.
[12]) Idem, p. 549.
[13]) Idem, p. 336.
[14]) Idem, p. 338.
[15]) LWR, p. 618.
[16]) LCL, p. 239.
[17]) Idem, p. 240.
[18]) Idem, p. 137.
[19]) Idem, p. 725.
[20]) Idem, p. 676.
[21]) Idem, p. 536.
[22]) Idem, p. 309.
[23]) Idem, p. 436.
Publicamos a continuación dos textos que nos han llegado:
El primero toma posición sobre las últimas movilizaciones de trabajadores de la enseñanza, el segundo aborda directamente las jornadas de huelga en la enseñanza convocadas para el 22 al 24 de octubre de 2013.
Saludamos calurosamente ambas iniciativas. La primera defiende los métodos proletarios de lucha, mientras que la segunda aunque también los plantea se centra más en una necesaria reflexión sobre la educación, el Estado, nuestro futuro[1]. Frente a los recortes, la miseria rampante, la degradación de los servicios sociales y entre ellos de la educación, necesitamos luchar. Pero ¿se puede luchar de cualquier manera? ¿El simple hecho de “moverse” y “salir a la calle” es suficiente? ¿Defienden nuestros intereses las reivindicaciones sindicales?
Nosotros respondemos rotundamente con un sonoro NO.
Luchar en el terreno propuesto por las organizaciones convocantes (desde el Sindicato de Estudiantes a diversas plataformas de defensa de la educación pública) significa reforzar los intereses del capital, debilitar nuestros propios intereses como trabajadores y como expresión del futuro de la humanidad, y acabar cansados y desmoralizados al comprobar que tales movidas no conducen a ningún sitio.
¿Por qué hacemos esta denuncia?
Primero porque luchar x jornadas, convocados a toque de corneta, sin capacidad de discutir y de auto-organizarse, convertidos en mera tropa de infantería en manos del Estado Mayor de líderes auto-proclamados, es actuar como carne de cañón de los intereses del capital.
Segundo, por los propios objetivos que nos proponen. Analicemos dos de ellos:
¿Dimisión del Señor Wert? El Señor Wert ha batido todos los récords habidos y por haber en la arrogancia, la provocación, el desprecio a profesores, padres y estudiantes. Pero este individuo es un eslabón más de la política de todo el capital y de todos sus gobiernos, consistente en la degradación de la enseñanza y aplastamiento de las condiciones de vida de los docentes. Es ilusorio y constituye una forma de hacernos confiar en el Estado democrático pedir la dimisión de Wert porque con otro ministro continuaría y acentuaría la misma política. Rubalcaba –actual líder de la oposición- fue también ministro de educación y exhibió frente a las protestas estudiantiles una arrogancia nada diferente de la de Wert.
¿Enseñanza pública frente a la privatización? Defender la enseñanza pública es defender una de las políticas más importantes del Estado. Y el Estado no es un órgano neutral al servicio de todos los ciudadanos sino un aparato burocrático al servicio de la clase capitalista. Todas las políticas del Estado están impregnadas de arriba abajo por los intereses del Capital nacional. En realidad no existe oposición entre enseñanza pública y enseñanza privada, ambas se someten al control del Estado. Enseñanza pública y enseñanza privada convergen cada cual desde sus propias trincheras y sus intereses específicos a la empresa común que es defender el interés nacional del capital contra el interés de la inmensa mayoría explotada y oprimida.
A estas alturas, no hace falta recordar las duras medidas que la Generalitat está tomando tanto en contra de la educación como servicio, como en contra de los trabajadores de este ámbito: despidos de interinos; aumento de los alumnos por clase; aumento de las horas de trabajo; recortes salariales; recortes en becas, comedores, servicios etc. A lo que se añade los recortes en la Universidad que suponen despidos de profesores y el “tasazo” a los estudiantes.
Pero no son ataques aislados ni en el sector, ni limitados a la Comunidad Valenciana, ni siquiera circunscritos a España. Son ataques paralelos a los que toman contra los demás sectores, sean de servicios básicos (sanidad, dependencia, administración…) como en la industria y el comercio.
No hace falta recordar la barbaridad que ha supuesto la nueva Reforma Laboral que destruye derechos laborales y da carta blanca a empresarios y administración pública para despedir sin freno, recortar sueldos y cambiar condiciones de trabajo.
La respuesta tiene que ser masiva y contundente tomando calles y plazas, hemos de unirnos todos: trabajadores afectados, padres, alumnos, vecinos, parados, estudiantes, jubilados… Hay que acabar con convocatorias de un solo sector pues entonces la Generalitat o el Gobierno te aíslan, como ha pasado en las “islas”, donde a pesar de las muchas muestras de solidaridad y la voluntad de lucha de los docentes, el movimiento no ha trascendido a otros sectores, si la lucha de los trabajadores no se extiende, acaba aislada y perdida.
La unidad se consigue mediante asambleas generales abiertas donde entre todos podemos pensar y decidir los medios de lucha mejores y a las que todos nos comprometemos.
Celebremos Asambleas conjuntas a nivel de barrios donde nos unamos escuelas, institutos, centros de salud, hospitales, trabajadores, parados, estudiantes, vecinos…
Y desde ellas realizar acciones comunes y coordinarse con los demás barrios para decidir acciones generales.
... no somos un partido, no somos un sindicato, no vendemos nada. Somos como vosotras, parte del movimiento de las trabajadoras, de las paradas, las estudiantes, las jubiladas, ... de las explotadas que se han expresado en toda la historia y por todo el mundo luchando por unas condiciones dignas de vida.
Nos reconocemos en:
la UNIDAD,
el INTERNACIONALISMO,
la AUTOORGANIZACIÓN,
las ASAMBLEAS,
el ANTICAPITALISMO,
la REVOLUCIÓN.
Trabajadores Indignados y Autoorganizados
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La educación pública es educación estatal, es de hecho un apéndice más del Estado. Y el Estado no “somos todos”: el Estado moderno es un órgano para gestionar los asuntos comunes de la burguesía de la nación, para organizar la competición contra las burguesías extranjeras, para asegurar las condiciones de explotación de los trabajadores y, en resumen, para asegurar en la medida de lo posible la permanencia del capitalismo. La educación no puede estar en ningún caso a nuestro servicio mientras sea un apéndice del Estado. Y va a ser parte del Estado mientras existan los antagonismos de la sociedad de clases en que el Estado hunde sus raíces.
Parece que ahora es una novedad que la futura ley de educación vaya a ser adoctrinante y no vaya a estar orientada a la realización de las personas. ¿Ha habido alguna ley no adoctrinante, alguna ley que no nos preparase para competir, que no nos inculcase el nacionalismo, que no nos preparase para desempeñar la posición de nuestra clase, la posición de explotados? Es más: ¿puede haber en el sistema capitalista una ley que no sea así, que no vele por los intereses del capital nacional? Visto todo esto, el que la LOMCE promueva la religión es algo casi anecdótico.
Para empezar, lo que se ha venido llamando “educación gratuita” hasta ahora no tiene nada de gratuita, la paga nuestra clase a través de los impuestos y la lleva a cabo a través de su trabajo, porque los profesores también son proletarios. Pero vamos a lo importante: el Estado está llevando desde hace ya varios años una serie de recortes que, al fin y al cabo, no son más que una forma de aumentar el grado de explotación de nuestra clase. El motivo es muy simple: el capital nacional, “el país”, lo necesita. Miente quien diga que el Estado tiene otra salida. Miente quien diga que es cuestión del “gobierno del PP”. El Estado existe para asegurar las necesidades del capital, es su naturaleza histórica. No podemos esperar nada de un órgano que tiene sus raíces en nuestra explotación, porque independientemente de quién lo gestione sólo conoce un verdadero gobierno: el gobierno del capital. En vista a esto, se puede ver el nulo valor del “Wert dimisión”: el partido y el nombre del que sea o deje de ser nuestro verdugo carece de cualquier importancia.
Ya hemos visto que la “lucha por lo público” ni es nuestra lucha ni responde a nuestros intereses. ¿Qué es entonces lo que responde a nuestros intereses como clase? En cada uno de los aspectos que hemos tratado arriba, hemos identificado su raíz: el modo de producción capitalista. Efectivamente, en la actualidad nuestra clase lleva a cabo todas las funciones de la sociedad no sólo sin necesidad de ayuda sino además bajo condiciones de explotación: todas las capacidades de nuestra clase (que son, en el fondo, las de la humanidad) se orientan hacia la ganancia para el capital, a la satisfacción de la necesidad del capital de aumentar antes que a la satisfacción de las necesidades humanas. Y esto es así porque pese a que somos quienes llevamos adelante las funciones sociales, los medios que necesitamos para hacerlo no son nuestros sino propiedad de unos pocos representantes del capital, tanto del privado como del estatal. Nuestros intereses, por tanto, son destruir estas relaciones de explotación para poder pasar a disponer de nuestras capacidades, para orientar la sociedad en beneficio de nuestras necesidades. Sólo así podrá existir una educación que no adoctrine sino que nos haga críticos y nos engrandezca, sólo así podrá existir un trabajo que en verdad nos realice y nos dignifique en vez de aplastarnos. Que podamos dar rienda suelta a todas nuestras capacidades colmando, al hacerlo, nuestras necesidades.
Ha quedado claro que una lucha por nosotros no puede consistir en suplicar (o incluso en exigir) al Estado sino que debe situarse en su contra. Es por eso por lo que la izquierda del capital (a saber; partidos, sindicatos, asociaciones de todo tipo) nos dicta consignas vacías que son ajenas a nosotros, que nos llevan a acciones estériles y muchas veces en nuestra propia contra y que quiere que identifiquemos a toda costa nuestros intereses con el Estado, lo que no es sino otra forma de decir que identifiquemos nuestros intereses con los del capital. Si queremos luchar por nuestros propios intereses no lo podemos hacer marchando detrás de ellos, para nosotros no puede haber más salvador que nosotros mismos. Así, tenemos que romper con su dinámica para ir hacia la dinámica histórica de nuestra clase: en vez de discursos de escuchar y callar, debate que clarifique qué queremos y cómo lo queremos. En vez de sectorialismo (sector educativo, sector sanitario, sector industrial etc. cada uno por su lado), unidad de clase. En vez de sindicatos y partidos y asociaciones, asambleas y consejos obreros.
El camino es muy largo y muy difícil. Nuestra clase tiene que volver a reconocerse a sí misma y a aprender a confiar en sus propias fuerzas. Tiene que volver a recuperar los viejos métodos de organización que tanto tiempo llevó encontrar y tan poco olvidar. Tiene que volver a afirmarse como la única clase revolucionaria que es.
Y para ello el primer paso es romper con la ideología de la izquierda del capital, iniciar un proceso de discusión y de debate para replantearnos las formas de lucha, para replantearnos cuáles son nuestros intereses, para replantearnos cómo organizarnos. Para replantearnos el mundo.
¿”Educación pública, laica y gratuita”?¡Sociedad mundial sin Estado y sin clases!
Nuestra emancipación será obra de nosotros mismos o no será.
Acción Internacionalista
acciinter@gmail.com [16]
[1] Quisiéramos hacer un pequeño comentario acerca del título de la primera hoja: solidaridad con los docentes. extendamos la lucha a todos los sectores. Con la primera parte estamos totalmente de acuerdo. Respecto a la segunda parte –el llamamiento a extender la lucha- es una necesidad de cualquier lucha que surge de los trabajadores. Sin embargo, si la lucha está dominada por las maniobras sindicales de desviación hacia objetivos capitalistas –la defensa de una enseñanza pública– el llamamiento a la extensión resulta inapropiado pues lo único que puede extenderse en esos casos es la maniobra sindical. Lo primero es romper dicha maniobra, solo a partir de ahí se puede extender realmente la lucha.
Desde la nacionalización del petróleo en 1938 hasta la venta de la Banca, de Telmex, de la Minería, de carreteras y aeropuertos, etc., sea bajo la forma jurídica que sea, la burguesía y todos sus corifeos de la izquierda del capital y algunos radicales, no han dejado de machacar la idea de que los intereses del proletariado están ligados a “empresas nacionalizadas”. Recientemente con la reforma energética y educativa, vuelven los gritos de la “defensa del petróleo”, la “no privatización de la educación”, pero, de manera más precisa, las baterías de todo el aparato político del Estado se orienta a hacernos creer que “el petróleo es nuestro” y, que por tanto, “Pemex es de todos los mexicanos”. ¿Qué se esconde detrás de estos discursos donde todos, derecha, izquierda y radicales comparten un reparto de tareas?
“Los proletarios no tienen patria. Esta es la base del análisis comunista sobre la cuestión nacional. A lo largo de este siglo ([1]) millones de proletarios han sido mistificados, movilizados y sacrificados bajo las banderas del patriotismo, la defensa nacional y la liberación nacional. En guerras mundiales y locales, en enfrentamientos entre enormes ejércitos estatales o en choques guerrilleros, los obreros de todos los países han sido llamados a entregar sus vidas, por sus opresores. Nada ha quedado mejor demostrado en este siglo que el antagonismo total y absoluto entre el nacionalismo y los intereses internacionales del proletariado” (folleto Nación o clase). Hoy los demócratas y la izquierda se espantan, se muerden la uñas y se horrorizan ante el hecho de que alguien ose “ofender” el concepto de patria. Todas las escuelas, de todos los niveles, se encargan de agrandar y reforzar la mistificación de la “patria”. Esto conviene única y exclusivamente a la clase explotadora. La nación, “máxima unidad que ha alcanzado el capitalismo” (Troski), es el marco político en el cual los capitalistas se agrupan para disputar a sus congéneres cada tramo del mercado mundial, es bajo el Estado-nación que el capital puede presentarnos una falsa comunidad donde explotados y explotadores tendrían los mismos intereses. La “nación” no es un concepto eterno y natural sino histórico, y se identifica con la cobertura ideal para la explotación del trabajo asalariado: “La Nación es la unidad a través de la cual los capitalistas organizan la explotación del proletariado y rentabilizan su producto en el mercado mundial, en competencia con los demás capitalistas. Esta afirmación se ha comprobado mil veces en la práctica:
No es casual que el Manifiesto Comunista de 1848 haya inscrito en su bandera: “¡Proletarios de todos los países, uníos!”, esta consiga internacionalista representa la antítesis del nacionalismo de la burguesía y al mismo tiempo su superación. Del mismo modo, todo lo que huela a “defensa de la economía nacional” significa atar al proletariado al sistema que tiene que destruir. Todos aquellos que hoy lanzan la consigna de “impedir que nuestra economía caiga en manos extranjeras” es una pose absurda y venenosa para los trabajadores. Tendríamos que ver la composición de “nuestra economía”, de “nuestras empresas nacionales”, por todos lados proliferan las marcas extranjeras, por todos lados los obreros son explotado por igual. Defender la viabilidad de una empresa, sea ésta del país que fuere, es defender la continuidad del sistema del trabajo asalariado. “Que el proletariado no tiene patria significa que todos los obreros de todos los países, razas y lenguas tenemos un mismo interés y un mismo enemigo a destruir: el capital.
Esta verdad tratan de ocultar con todo tipo de apariencias artificiosas:
La nube patriotera y esa engañosa defensa del “patrimonio de los mexicanos” intentan esconder la realidad. Ni Pemex es “nuestro”, ni Telmex o la Banca lo fueron tampoco… cuando nos dicen esto es para ocultar que es el capitalismo de estado el gestor de los intereses del capital y que al presentar el interés de la explotación burguesa como un “interés de todos” quieren ocultar el carácter irreconciliable que existe entre una clase explotada, los trabajadores, y una clase explotadora, la burguesía.
Hoy la clase obrera padece una enorme campaña de la izquierda del capital, le dicen que hay que ir “contra la privatización de Pemex”, la llaman a “defender el interés nacional”. Están propagando la idea que “un patrón Estatal” o “Estado patrón” que dirige una empresa “de todos”, es decir, que sería de “propiedad colectiva”, redundaría en algo benéfico para los trabajadores y éstos deberían entonces defender esos “logros”. La idea que subyace es que, en un “horizonte alternativo”, habría empresas del sector privado que serían más expoliadoras y voraces mientras que las empresas paraestatales serían una suerte de “paraíso obrero”. Se trata de toda una campaña para envolver a todos los trabajadores en una “lucha” estéril, impotente y mistificadora: defender un sistema al que debemos destruir.
A principios de los 80, México contaba con cerca de 1200 paraestatales (Banca, Telmex, Fertimex, Ferronales, etc.). Con la Reforma del Estado iniciada con Miguel de la Madrid arrancó un proceso de venta de todo ese sector. Este proceso lo había iniciado Inglaterra cuando se deshizo del sector minero, pero inmediatamente toda América Latina empezó a seguir los pasos de las privatizaciones. Era un fenómeno ligado estrictamente al desarrollo de la crisis económica mundial que conoció una aceleración justamente a inicios de los 80. Todos los estados burgueses trataron de “adelgazar” sus nóminas, trataron de hacer competitivas aquellas ramas de la producción que aún podían sobrevivir en el mercado mundial, se trataba de hacerlas eficientes. Además, otro factor adicional lo representaba el frente social, no era bueno que los trabajadores identificaran al Patrón con el Estado mismo, sería como develar el gran secreto del Estado capitalista y peligraba con hacer de cada lucha en una empresa paraestatal una lucha directamente contra el Estado-nación. A principios de los 80 se anunciaron “mejores empleos” y “beneficios para todos” justo a partir de los procesos de privatización… ¡Hoy son los mismos cuentos que escuchamos!
La derrota de la Revolución rusa de 1917 y su degeneración condujeron a un proceso de nacionalización y propiedad colectiva estatizada de dimensiones colosales, ejemplos: la URSS, China, Cuba y posteriormente todo el bloque del Este, los mal llamados países socialistas son el mejor ejemplo de que una economía nacionalizada o estatizada no representa un ápice de beneficios para el proletariado. Tal proceso ha dejado muchas lecciones para el movimiento obrero, en particular un esclarecimiento de qué es una economía capitalista y, aunque se pinten de rojo, siguen siendo burguesas. “Lo que determina el carácter capitalista de la producción es la existencia de capital, es decir, de trabajo acumulado en manos de unos, que impone el traspaso del trabajo vivo de otros para la producción de plusvalía (…) lo que otorga el carácter capitalista a la producción no es la propiedad privada de los medios de producción. La propiedad privada y la de los medios de producción existían igualmente tanto en la sociedad esclavista como en la feudal. Lo que hace que la producción sea un producción capitalista es la separación de los medios de producción de los productores” ([2]). Esa separación se expresa directamente en el mercado, el trabajador que ha producido un auto, un electrodoméstico o cualquier bien material, se encuentra con esos productos en los supermercados como no propios, como algo ajeno y que lo oprimen, en la tienda su costo los hace inaccesibles o los adquiere con grandes sacrificios; esa es una de las formas en que se expresa cotidianamente la explotación capitalista, el dominio del capital sobre el trabajo asalariado.
Hoy la izquierda vocifera sobre lo “maligno del capital extranjero privado” (¡doble pecado!). ¿Están pensando acaso en un “capitalismo nacional”? ¿Regenteado por inversionistas “nacionales” como Slim? En términos económicos es absurdo, el capital no conoce fronteras, lo mismo invierten en Australia que en México o Asia, las “TRANSNACIONALES” no es expresión de “capitales voraces”, es la esencia misma del capital. Por ejemplo, hay empresarios mexicanos que tiene más inversiones en el extranjero que en México… Oponer lo “nacional” contra lo “transnacional” no es un acto de ignorancia sino una burda manipulación ideológica que esconde, en última instancia, los temores de la burguesía local ante los embates de los tiburones capitalistas mundiales y monta ante los trabajadores el concepto de “una patria amenazada por el ‘mas si osare’”.
Todo este alboroto nacionalista nos lo van a presentar bajo la existencia de una supuesta “ala progresista” de la burguesía y, por consecuencia, tendríamos que unirnos a ella para defender el “mal menor”, “las conquistas nacionales” y “nuestros recursos energéticos”. Si el proletariado se deja engañar y apoya estas banderas de la izquierda sería una pérdida de autonomía que va a anunciar una profunda derrota local. En la situación histórica actual todo lo que aleje la perspectiva de la revolución es reaccionario, defender una empresa capitalista, como lo es Pemex, sea bajo el pretexto que sea, representa una defensa abierta de la economía nacional, es decir, de la economía capitalista que tiene en la miseria a millones de trabajadores.
El descontento atraviesa todas las regiones, la indignación ante una vida cada vez más estresante y miserable crece. Las movilizaciones de Cárdenas, Obrador y todo el aparato de izquierda de la burguesía son otras tantas válvulas de escape de esa presión social y, al mismo tiempo, es una trampa tendida para que todos aquellos trabajadores honestos y comprometidos con un espíritu de lucha caigan en los brazos de la “defensa del petróleo”. Mantener la independencia significa rechazar ese terreno podrido. Si hoy no hay condiciones para una lucha masiva en manos de los trabajadores, no debemos quedarnos con los brazos cruzados, hay que impulsar a otros compañeros a que comprendan la diferencia entre nacionalismo e internacionalismo, a que se discuta la naturaleza de las nacionalizaciones, del capitalismo de Estado, las guerras imperialistas, cómo tomar la lucha en nuestras manos… todo lo que sirva para preparar los combates de mañana es un paso en la perspectiva de la revolución mundial.
Marsan, 20 de sept. 2013
[1]) La cita se refiere al siglo XX. Sabemos que el nuevo siglo conoce una agudización terrible de este aspecto.
[2]) “Propiedad privada y propiedad colectiva”, Internationalisme, 1946, Revista Internacional no 61
Links
[1] https://es.internationalism.org/en/tag/geografia/mexico
[2] https://es.internationalism.org/en/tag/6/427/reforma-laboral
[3] https://www.marxists.org/espanol/m-e/1870s/gotha/index.htm
[4] https://es.internationalism.org/revista-internacional/199412/1845/ix-comunismo-contra-socialismo-de-estado
[5] https://es.internationalism.org/en/tag/20/618/marx
[6] https://es.internationalism.org/en/tag/2/24/el-marxismo-la-teoria-revolucionaria
[7] https://es.internationalism.org/en/tag/5/617/critica-del-programa-de-gotha
[8] https://es.internationalism.org/en/tag/20/615/frankenstein
[9] https://es.internationalism.org/en/tag/20/616/mary-shelley
[10] https://es.internationalism.org/en/tag/6/612/mivilizacion-sindical
[11] https://es.internationalism.org/en/tag/geografia/oriente-medio
[12] https://es.internationalism.org/en/tag/6/576/imperialismo
[13] https://es.internationalism.org/en/tag/geografia/sudafrica
[14] https://es.internationalism.org/en/tag/20/613/nelson-mandela
[15] mailto:asambleatrabajadoresalicante@gmail.com
[16] mailto:acciinter@gmail.com
[17] https://es.internationalism.org/en/tag/geografia/espana
[18] https://es.internationalism.org/en/tag/6/580/educacion
[19] https://es.internationalism.org/en/tag/3/49/internacionalismo