sumario
Proseguimos en este número de la Revista internacional la publicación de nuestro debate interno sobre cómo explicar el período de prosperidad de los años 50 y 60 del siglo xx. Recordemos que este debate se inició por las críticas que hicimos a nuestro folleto la Decadencia del capitalismo sobre el análisis que en él se hace acerca de las destrucciones habidas durante la Segunda Guerra mundial. Éstas se consideraban en efecto como la base del mercado de la reconstrucción que constituiría una salida para la producción capitalista. Une posición (llamada "la economía de guerra y el capitalismo de Estado") se expresó desde el principio "en defensa del enfoque defendido por nuestro folleto", según el cual "el dinamismo económico de que se trata se debió sobre todo a las consecuencias de la guerra: el reforzamiento extraordinario de los Estados Unidos en el plano económico e imperialista, y la economía de guerra permanente característica del capitalismo decadente". Otras dos posiciones, que entonces compartían la crítica al análisis de la reconstrucción defendido en la Decadencia del capitalismo, se oponían, sin embargo, en el análisis de los mecanismos que explican la prosperidad de los años 1950 y 60: mecanismos keynesianos para una de las posiciones (llamada "el capitalismo de Estado keynesiano-fordista"); para la otra: explotación de los últimos mercados extracapitalistas e inicio de la huida ciega por la vía del endeudamiento (llamada "mercados extracapitalistas y endeudamiento").
En la Revista internacional no 133 se publicó la presentación del debate y tres contribuciones que exponían de manera sintética las tres posiciones principales. En el no 135 de nuestra Revista, se publicó un artículo, "Origen, dinámica y límites del capitalismo de Estado keynesiano-fordista", que desarrollaba más exhaustivamente la tesis del "capitalismo de Estado keynesiano-fordista".
En este número se exponen las otras dos posiciones con los siguientes textos "Les bases de la acumulación capitalista" y "Economía de guerra y capitalismo de Estado" (en defensa respectivamente de las posiciones "Mercados extracapitalistas y endeudamiento" y "Economía de guerra y capitalismo de Estado"). Queremos, sin embargo, introducir esa exposición con unas consideraciones relativas, por un lado, a la evolución de las posiciones en presencia y, por otro, al rigor del debate.
Durante un período del debate, todos los diferentes enfoques expresados se reivindicaban del marco de análisis de la CCI ([1]). Ese marco solía incluso servir de referencia para argumentar las críticas que una posición podía hacer a otra. Ya no es así hoy y esto desde hace algún tiempo. Tal evolución es una de las posibilidades inherentes de cualquier debate: unas diferencias que aparecen mínimas al principio pueden, a medida que se discute, revelarse más profundas de lo que se pensaba, hasta poner en entredicho el marco teórico inicial de la discusión. Y eso ha ocurrido en este debate nuestro, en particular con la tesis llamada "Capitalismo de Estado keynesiano-fordista". Esto puede apreciarse leyendo el artículo "Origen, dinámica y límites del capitalismo de Estado keynesiano-fordista" (Revista internacional no 135). Esta tesis asume ahora abiertamente la puesta en entredicho de diferentes posiciones de la CCI. Esos cuestionamientos deberán integrarse en el debate mismo, por eso nos limitamos aquí a dejar constancia de su existencia. Otras contribuciones posteriores tratarán sobre esos cuestionamientos. Así, para esa tesis:
- "El capitalismo genera en permanencia la demanda social que es la base del desarrollo de su propio mercado", mientras que para la CCI, "Contrariamente a lo que pretenden los adoradores del capital la producción capitalista no crea automáticamente y a voluntad los mercados necesarios para su crecimiento" (Plataforma de la CCI).
- El apogeo del capitalismo corresponde a cierto estadio de "la extensión del salariado y su dominación mediante la constitución del mercado mundial". Para la CCI, en cambio, este apogeo se alcanza cuando las principales potencias económicas se han repartido el mundo y se "alcanza un grado crítico de saturación de esos mismos mercados que le habían permitido la formidable expansión del siglo xix" (Plataforma de la CCI).
- La evolución de la cuota (o tasa) de ganancia y el tamaño de los mercados son dos cosas totalmente independientes, mientras que para la CCI, "la dificultad creciente que tiene el capital para encontrar los mercados donde realizar su plusvalía, acentúa la presión a la baja que ejerce sobre la tasa de ganancia el crecimiento constante de la proporción entre el valor de los medios de producción y el de la fuerza de trabajo que los pone en funcionamiento" (ídem).
Llevar el esclarecimiento sistemático y metódico de las divergencias hasta la raíz, sin temer los cuestionamientos que pudiera producir, es lo normal en un debate proletario que sirva realmente para reforzar las bases teóricas de las organizaciones que se reivindican del proletariado. Las exigencias de claridad de un debate así, imponen, por lo tanto, el mayor rigor militante y científico especialmente en las referencias a los textos del movimiento obrero, en su uso para tal o cual demostración o polémica. Y precisamente el artículo "Origen, dinámica et límites del capitalismo de Estado keynesiano-fordista", de la Revista no 135, plantea problemas en ese sentido.
El artículo en cuestión empieza citando Internationalisme no 46 (publicación de la Izquierda comunista de Francia): "Nuestros antepasados de la Izquierda comunista de Francia, en 1952, decidieron cesar su actividad de grupo porque: "La desaparición de los mercados extracapitalistas acarrea una crisis permanente del capitalismo (...) ya no puede ampliar su producción. Ahí se podrá ver la confirmación brillante de la teoría de Rosa Luxemburg: el estrechamiento de los mercados extracapitalistas provoca una saturación del mercado propiamente capitalista. (...) De hecho, las colonias han dejado de ser un mercado extracapitalista para las metrópolis, al haberse transformado en nuevos países capitalistas. Han perdido así su carácter de salidas mercantiles. (...) la perspectiva de guerra... está llegando a su realización. Estamos viviendo en un estado de guerra inminente...". La paradoja es que ese error de perspectiva haya sido anunciado ¡en vísperas de los Treinta gloriosos!".
De la lectura del pasaje citado surgen las dos ideas siguientes:
- En 1952 (fecha en que se escribió el artículo de Internationalisme), los mercados extracapitalistas han desaparecido, de ahí la situación de "crisis permanente del capitalismo".
- La previsión del grupo Internationalisme de lo ineluctable e inminente de la guerra se deriva de su análisis del agotamiento de los mercados extracapitalistas.
Ahora bien, ese no es el verdadero pensamiento de Internationalisme. Es una deformación de él mediante una cita (la reproducida arriba) que recoge pasajes del texto original, respectiva y sucesivamente, de las páginas 9, 11, 17 y 1 de la revista Internationalisme.
El primer pasaje citado, "La desaparición de los mercados extracapitalistas acarrea una crisis permanente del capitalismo", viene inmediatamente seguido, en Internationalisme, de la frase siguiente no citada: "Rosa Luxemburg demuestra por otra parte que el momento de apertura de esa crisis se realiza mucho antes de que esa desaparición sea absoluta".
O, en otras palabras, para Rosa Luxemburg como para Internationalisme, la situación de crisis que prevalecía cuando se escribía ese artículo no implica en absoluto el agotamiento de los mercados extracapitalistas, "pues la crisis se inicia mucho antes de esa situación". Esta primera alteración del pensamiento de Internationalisme tiene consecuencias en el debate pues alimenta la idea (defendida por la tesis del "Capitalismo de Estado keynesiano-fordista") de que los mercados extracapitalistas tienen muy poca importancia en la prosperidad de los años 1950 y 60.
La segunda idea atribuida a Internationalisme, "lo ineluctable de la guerra inminente resultante del agotamiento de los mercados extracapitalistas", no es, en realidad, una idea del grupo Internationalisme como tal, sino de algunos camaradas en su seno con los que se había entablado una discusión. Esto lo demuestra el siguiente pasaje de Internationalisme, utilizado también en la cita pero con cortes importantes y significativos (amputaciones en negrita en el texto siguiente): "Para algunos de nuestros camaradas, en efecto, la perspectiva de guerra, que nunca han dejado de considerar como inminente, está llegando a su realización. Estamos viviendo en un estado de guerra inminente y la cuestión que debe analizarse no es estudiar los factores que llevan hacia la conflagración mundial -estos factores ya están presentes y funcionando-, sino, al contrario, examinar por qué la guerra mundial no ha estallado todavía a escala mundial". Esta segunda alteración del pensamiento de Internationalisme tiende a desprestigiar la postura defendida por Rosa Luxemburg e Internationalisme, puesto que la tercera guerra mundial, que debería haber sido la consecuencia de la saturación de los mercados, no ocurrió.
El objetivo de esta puntualización no es discutir sobre el análisis de Internationalisme, el cual contiene errores efectivamente, sino poner de relieve la interpretación tendenciosa que de ese análisis se ha hecho en las columnas de esta Revista internacional nuestra. Tampoco se trata de perjudicar el fondo del análisis del artículo "Origen, dinámica y límites del capitalismo de Estado keynesiano-fordista", que debe diferenciarse completamente de los argumentos litigiosos que acabamos de criticar. Una vez hechas estas aclaraciones necesarias, prosigamos serenamente la discusión sobre las divergencias en el seno de nuestra organización.
La tesis llamada de los "Mercados extracapitalistas y del endeudamiento", como su nombre indica, considera que es la venta en los mercados extracapitalistas y la venta a crédito lo que constituyó los mercados que permitieron la realización de la plusvalía necesaria a la acumulación del capitalismo durante los años 1950 y 60. Durante este período, el endeudamiento fue tomando progresivamente el relevo de los mercados extracapitalistas todavía existentes en el mundo, a medida que éstos se iban haciendo insuficientes para dar salida a las mercancías producidas.
Se plantean dos cuestiones sobre esta tesis:
- ¿Puede verificarse su validez mediante el análisis de los intercambios entre diferentes zonas económicas con niveles diferentes de integración en las relaciones de producción capitalistas? ¿Puede hacerse lo mismo con el análisis del endeudamiento en esa época? Una próxima contribución tratará este problema.
- ¿En qué se diferencia de las otras dos tesis principales en presencia? ¿En qué es compatible o no con ésas? El objeto de esta contribución es precisamente hacer un análisis crítico de la tesis llamada del "capitalismo de Estado keynesiano-fordista". Más tarde habrá otra para comentar la tesis de "La economía de guerra y el capitalismo de Estado".
Ya lo adelantamos en el texto de presentación de la tesis de los "Mercados extracapitalistas y el endeudamiento" aparecido en la Revista internacional no 133: ni el aumento del poder adquisitivo de la clase obrera, ni los pedidos del Estado - de los que una gran parte es improductiva, como lo ilustra el ejemplo de la industria de armamento - en nada pueden participar en el enriquecimiento del capital global. Dedicamos lo esencial de este artículo a este tema que, a nuestro parecer, es objeto de una importante ambigüedad en la tesis del "capitalismo de Estado keynesiano-fordista", en especial a causa de las virtudes que atribuye, para la economía capitalista, al aumento del poder adquisitivo de la clase obrera.
Para esa tesis,
"Este sistema pudo momentáneamente garantizar la cuadratura del círculo que consiste en hacer crecer en paralelo las ganancias y los mercados, en un mundo ya plenamente dominado por la demanda salarial" ([2]).
¿Qué significa hacer crecer las ganancias? Producir mercancías y venderlas, pero para satisfacer ¿qué demanda? ¿La procedente de los obreros? La frase siguiente del artículo es igual de ambigua y no nos informa mejor:
"El crecimiento garantizado de las ganancias, de los gastos del Estado y el aumento de los sueldos reales pudieron garantizar la demanda final tan indispensable para que quede plenamente cumplida la acumulación capitalista" ([3]).
Si el incremento de las ganancias está asegurado, lo está también la acumulación capitalista, y en este caso es inútil invocar el aumento de los salarios y de los gastos del Estado para explicar una acumulación "plenamente cumplida".
Esa imprecisión en la formulación de lo central del problema no nos deja otra opción que la de interpretar a riesgo de equivocarnos. ¿Quiere decirse que los gastos del Estado y el aumento de los salarios reales garantizan la demanda final, permitiendo así que crezcan las ganancias, base de la acumulación capitalista? ¿Es ésa la buena interpretación, como parece sugerirlo todo el texto? Si es así, hay realmente un problema con esta tesis, pues, a nuestro parecer, pone en entredicho las bases mismas del análisis marxista de la acumulación capitalista, como lo veremos luego. Si, en cambio, no es ésa la buena interpretación, habrá que decirnos qué demanda garantiza la realización de la ganancia gracias a la venta de las mercancías producidas.
Lo que los capitalistas acumulan es lo que queda de la plusvalía extraída de la explotación de los obreros, una vez pagados todos los gastos improductivos. Al no poder hacerse un aumento de sueldos reales sino es en detrimento de la plusvalía total, también se hace, por lo tanto, en detrimento de la parte de la plusvalía destinada a la acumulación. De hecho, un aumento de salario significa, en la práctica, devolver a los obreros una parte de la plusvalía resultante de su explotación. El problema de esa parte de la plusvalía "devuelta" a los obreros es que, al no estar destinada a la reproducción de la fuerza de trabajo (que ya está asegurada por el salario "no aumentado"), tampoco puede participar en la reproducción ampliada. En efecto, servirá para la alimentación, la vivienda o el ocio de los obreros, pero ya no podrá participar en el incremento de los medios de producción (máquinas, salarios para nuevos obreros, etc.). Por eso, aumentar los salarios por encima de lo necesario para reproducir la fuerza de trabajo es pura y simplemente, desde un enfoque capitalista, un despilfarro de plusvalía que de ningún modo puede participar en el proceso de la acumulación.
Es verdad que les estadísticas de la burguesía ocultan esa realidad, pues el cálculo del PIB (Producto interior bruto) integra sin más todo lo relativo a la actividad económica improductiva, gastos militares o publicitarios, ingresos de curas o policías, consumo de la clase explotadora o aumentos de salarios a la clase obrera. Al igual que las estadísticas burguesas, la tesis del "capitalismo de Estado keynesiano-fordista" confunde "incremento de la producción", o sea el incremento del PIB y "enriquecimiento del capitalismo", dos cosas que no son, ni mucho menos, equivalentes, pues el "enriquecimiento del capitalismo" significa aumento de la plusvalía realmente acumulada, excluyendo la plusvalía esterilizada en gastos improductivos. Esta diferencia no es mínima, especialmente en el período considerado que se caracteriza por el despegue de los gastos improductivos:
"La creación por el keynesianismo de un mercado interior capaz de dar una solución inmediata a la comercialización de una producción industrial masiva pudo dar la ilusión de un retorno duradero a la prosperidad de la fase de ascendencia del capitalismo. Pero al estar completamente desconectado de las necesidades de valorización del capital, ese mercado acabó en la esterilización de una porción significativa de capital" ([4]).
La idea de que el aumento de los salarios de la clase obrera podría ser, en ciertas circunstancias, un factor favorable a la acumulación capitalista es totalmente contradictoria con la posición de base del marxismo (y no sólo de éste, dicho sea de paso). Para el marxismo "el carácter esencial de la producción capitalista (...) es la valorización del capital y no su consumo" ([5]).
Sin embargo, replicarán los compañeros que defienden la tesis del capitalismo de Estado keynesiano-fordista, también esta tesis se basa en Marx. La explicación que da esa tesis sobre el éxito de las medidas de capitalismo de Estado para evitar la sobreproducción se basa en efecto en la idea de Marx de que:
"la masa de un pueblo nunca puede consumir más que la cantidad media de los bienes de primera necesidad, que su consumo no aumenta por lo tanto al ritmo del aumento de la productividad del trabajo" (Marx, Teorías sobre la plusvalía, libro IV).
Gracias a esa frase de Marx, la tesis mencionada entrevé la solución para superar una contradicción de la economía capitalista: mientras existan incrementos de productividad bastante altos que permitan que el consumo aumente al ritmo del aumento de la productividad del trabajo, el problema de la sobreproducción queda solucionado sin impedir la acumulación puesto que, por otra parte, las ganancias, también en aumento, son suficientes para asegurar la acumulación. Marx, en vida suya, no dejó nunca constancia de un aumento de salarios al ritmo de la productividad del trabajo. Pensaba incluso que eso no podía producirse. Y sin embargo, sí se produjo en ciertos momentos de la vida del capitalismo, pero eso no permite en absoluto que se deduzca que el problema fundamental de la sobreproducción, tal como Marx lo puso de relieve, se vería solucionado gracias a esos aumentos, ni siquiera momentáneamente. El marxismo no reduce esa contradicción (la sobreproducción) a una cuestión de proporción entre aumento de salarios y aumento de productividad. Una cosa es que el keynesianismo hubiera visto en ese mecanismo de reparto de la riqueza el medio para mantener momentáneamente cierto nivel de actividad económica en un contexto de fuerte aumento en la productividad del trabajo. Otra cosa, ilusoria, es que los "mercados" así creados hayan permitido efectivamente un desarrollo del capitalismo. Tenemos que examinar aquí más detenidamente cómo esa manera de "resolver" el problema de sobreproducción gracias al consumo obrero repercute en los engranajes de la economía capitalista. Es cierto que el consumo obrero y los gastos del Estado permiten dar salida a una producción creciente. Pero eso tiene una consecuencia, como hemos visto, que es la esterilización de una riqueza producida que no encuentra dónde emplearse útilmente para valorar el capital. La burguesía ya ha experimentado otros recursos del mismo estilo con los que controlar la sobreproducción: la destrucción de excedentes agrícolas, sobre todo en los años 1970 (y eso que la hambruna ya asolaba el mundo), la fijación de cupos a escala europea y también mundial de la producción de acero, petróleo, etc. Sean cuales sean los medios utilizados por la burguesía para absorber o hacer desaparecer la sobreproducción, esos medios se resumen, en fin de cuentas, en una esterilización de capital.
Paul Mattick ([6]), citado por la tesis del "Capitalismo de Estado keynesiano-fordista" ([7]), constata también él, que en el período que estamos tratando, hay un aumento de salarios al ritmo del incremento de productividad:
"Es innegable que en la época moderna han aumentado los salarios reales. Pero sólo en el marco de la expansión del capital, la cual supone que la relación entre salarios y ganancias permanece generalmente constante. La productividad del trabajo debía entonces aumentar con una rapidez que permita a la vez acumular capital e incrementar el nivel de vida de los obreros" ([8]).
Es, sin embargo, una lástima que la tesis del "Capitalismo de Estado keynesiano-fordista" no haya ido más lejos en su uso de la obra de Mattick. En efecto, para él como para nosotros, "toda prosperidad se basa en el incremento de la plusvalía encaminado a la ulterior expansión del capital" ([9]). En otras palabras, la plusvalía no se incrementa gracias a las ventas en mercados resultantes de los aumentos de sueldos o de los gastos improductivos del Estado:
"Todo el problema se reduce en último término al simple hecho de que lo que se consume no puede ser acumulado, de manera que el «consumo público» creciente no puede ser ningún medio para transformar en su contraria a una tasa de acumulación que haya llegado a detenerse o que sea descendente" ([10]).
Ahora bien, esta particularidad de la prosperidad de los años 1950 y 60 pasó desapercibida para la economía burguesa oficial y para la tesis del capitalismo de Estado keynesiano-fordista:
"Como los economistas no distinguen entre economía y economía capitalista, tampoco se dan cuenta de que productividad y "productivo en el sentido capitalista" son dos cosas diferentes, que tanto los gastos públicos como los privados sólo son productivos si generan plusvalía y no porque produzcan bienes materiales o amenidades" ([11]).
Esto es tan cierto que:
"la producción adicional obtenida mediante la financiación deficitaria, se presenta como demanda adicional, pero es una demanda de un tipo especial, ya que si bien resulta del incremento de la producción, de lo que se trata es de una producción total que aumenta sin que al mismo tiempo aumente correlativamente la ganancia total" ([12]).
De lo precedente se deduce que la prosperidad real de las décadas 1950 y 60 no fue tan importante como lo quiere presentar la burguesía, cuando ésta alardea de los PIB de los principales países industrializados de entonces. La constatación que hace Mattick al respecto, es perfectamente válida:
"En Estados Unidos, no obstante, persistió la necesidad de mantener estable el nivel de la producción mediante el gasto público, lo que condujo a un más amplio aunque más lento incremento del endeudamiento del Estado. Esta situación pudo justificarse también con la política imperialista de EEUU y más tarde particularmente con la guerra de Vietnam. Pero como el desempleo no descendió por debajo del cuatro por ciento de la ocupación total ni la capacidad productiva se utilizó a pleno rendimiento, es más que posible que sin el "consumo público" de los armamentos y de las matanzas de hombres, la cifra de desempleados se hubiese situado muy por encima de lo que realmente fue. Y como aproximadamente la mitad de la producción mundial corresponde a Estados Unidos, no es posible hablar, a pesar del auge del Japón y de Europa occidental, de una superación total de la crisis mundial y no se puede hablar en estos términos sobre todo si se incluye a los países subdesarrollados en el análisis. Por muy vivo que fuese el auge de la coyuntura, se limitó únicamente a algunas partes del capital mundial sin comportar un auge general del conjunto de la economía mundial" ([13]).
La tesis del "Capitalismo de Estado keynesiano-fordista" subestima esa realidad.
Para nosotros, el origen real de la acumulación no está ni mucho menos en las medidas keynesianas impuestas en aquella época ([14]), sino en la realización de la plusvalía gracias a la venta en mercados extracapitalistas y en la venta a crédito. La tesis del "Capitalismo de Estado keynesiano-fordista", si la hemos interpretado correctamente, comete un error teórico en ese plano que abre la vía a la idea de que es posible, para el capitalismo, sobrepasar su crisis con tal de que consiga de manera continuada aumentar la productividad del trabajo e incrementar en la misma proporción los salarios de los obreros.
La tesis del "Capitalismo de Estado keynesiano-fordista" se reivindicaba, al iniciarse nuestro debate, de la continuidad con el marco teórico desarrollado por Marx y enriquecido por Rosa Luxemburg sobre las contradicciones económicas del modo de producción capitalista, pero ya no es lo mismo hoy en lo que a Rosa Luxemburg se refiere. Sin embargo, a nuestra manera de ver, tanto si esa tesis se reivindica de la teoría de Rosa Luxemburg como si la rechaza, eso no cambia para nada su incapacidad para explicar las contradicciones que socavan la sociedad capitalista durante el período llamado de los Treinta Gloriosos. En efecto, como hemos visto en las diferentes citas de Paul Mattick en las que nos hemos apoyado para criticar esa tesis, el debate con ella no tiene nada que ver con el debate más clásico, que opone la necesidad de mercados extracapitalistas para el desarrollo del capitalismo (defendida por Rosa Luxemburg) y el análisis de los defensores de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia como explicación única y exclusiva de la crisis del capitalismo (defendida por Paul Mattick).
En cuanto a la otra pregunta de saber si la venta a crédito puede ser un medio duradero para una acumulación real, sí que entra plenamente en el debate entre baja de la cuota de ganancia y saturación de los mercados extracapitalistas. La respuesta a esa pregunta está en la capacidad que tenga o deje de tener el capitalismo para reembolsar sus deudas. Ahora bien, el incremento continuo de la deuda, ya desde finales de los años 1950, es un signo de que la actual crisis abierta del endeudamiento hunde sus raíces hasta e incluido el período de "prosperidad" de los años 1950 y 60. Pero esto es otro debate sobre el que habremos de volver cuando haya que comprobar, en la realidad de los hechos, la tesis de los mercados extracapitalistas y del endeudamiento.
Silvio
El objetivo principal de este artículo es desarrollar algunas de las bases para el análisis del periodo del boom económico ocurrido tras la Segunda Guerra mundial que fueron expuestas, esquemáticamente, en la Revista internacional no 133 con el título: "Capitalismo de Estado y economía de guerra" ([15]). Nos parece además de utilidad, examinar brevemente algunas de las objeciones planteadas a ese análisis por otros participantes en el debate.
Como se señalaba justamente en la introducción al debate en la Revista internacional no 133, la importancia de este debate va más lejos del análisis sobre el boom de posguerra y, puesto que toca aspectos fundamentales de la crítica marxista de la economía política, debe contribuir sobre todo a una mejor comprensión de las principales fuerzas que gobiernan la sociedad capitalista; fuerzas que determinaron a su vez tanto el extraordinario dinamismo del periodo ascendente del capitalismo, que le hicieron progresar desde el inicio de su existencia, en las ciudades-Estado de Italia y de Flandes, hasta la creación de la primera sociedad planetaria, como el carácter sumamente destructivo del periodo decadente de este sistema en el curso del cual la humanidad ha sufrido dos guerras mundiales cuya barbarie enmudecería al mismísimo Gengis Khan y que amenaza hoy día la existencia misma de nuestra especie.
¿Cuál es la base de la dinámica expansionista de la economía capitalista?
La clave del dinamismo del capitalismo está en el corazón mismo de las relaciones sociales capitalistas:
- La explotación de la clase productiva por parte de la clase dominante toma la forma de compra de la fuerza de trabajo, entendida ésta como mercancía;
- El producto del trabajo de la clase explotada debe necesariamente tomar la forma de mercancía lo que a la vez significa que la expropiación del trabajo excedente (trabajo añadido, sobretrabajo o plustrabajo) implica necesariamente la venta de estas mercancías en el mercado ([16]).
Lo explicaremos más sencillamente con un ejemplo: el señor feudal se adueñaba del excedente producido por sus siervos y lo utilizaba directamente para mantener su tren de vida; el capitalista, en cambio, extrae la plusvalía de los obreros bajo la forma de mercancías, que no siéndole útiles como tales mercancías, deben ser vendidas en el mercado a fin de ser transformadas en capital monetario. Esto le crea inevitablemente un problema al capitalista: ¿quién le va a comprar las mercancías que representan la plusvalía creada por el plus-trabajo de los obreros? Dicho muy esquemáticamente, dos respuestas se han aportado a esta pregunta en la historia del movimiento obrero:
- Según ciertas teorías el problema no existiría, puesto que el proceso de acumulación de capital y las operaciones normales de crédito permitirían a los capitalistas invertir en un nuevo ciclo de producción; ciclo que, al desarrollarse a una escala más amplia, absorbe la plusvalía producida a lo largo del ciclo precedente; con lo que el conjunto del proceso no hace sino repetirse ([17]).
- Según la mayoría de la CCI, esa explicación es inadecuada ([18]). Veamos: primero, si el capitalismo puede extenderse infinitamente, sin ningún problema, sobre sus propias bases ¿por qué la clase capitalista está obsesionada por las conquistas exteriores?, ¿por qué la burguesía no se queda tranquilamente en casa y sigue ampliando su capital sin lanzarse a la empresa, arriesgada, costosa y violenta, de extender constantemente su acceso a nuevos mercados? R. Luxemburg, en su Anticrítica, responde a estas cuestiones de la siguiente manera:
"(...) Ha de tratarse pues de clientes que obtengan sus medios adquisitivos de los frutos de un intercambio de mercancías; por tanto, de una producción de mercancías, que se desarrolle necesariamente al margen, fuera, del sistema capitalista de producción; ha de tratarse en consecuencia de productores cuyos medios de producción no tengan concepto de capital y a quienes no pueda incluirse en ninguna de las dos categorías: capitalista u obrero, aunque por unas razones o por otras ofrezcan un mercado, o se ofrezcan como mercado a las mercancías del capitalismo" ([19]).
Hasta la publicación de su último artículo en la Revista internacional no 135, parecía razonable pensar que el camarada C. Mcl compartía esa visión de la expansión del capitalismo en su fase ascendente ([20]). En su artículo titulado "Origen, dinámica y límites del capitalismo de Estado keynesiano-fordista", el camarada parece haber cambiado de opinión al respecto. Eso demuestra, como mínimo, que las ideas cambian en el curso de los debates; sin embargo, nos parece necesario detenernos un momento para examinar algunas de las nuevas ideas que nos avanza.
Hay que decir que esas ideas no están, a primera vista, muy claras. Por un lado C. Mcl nos dice, y en eso estamos de acuerdo, que el entorno extra-capitalista le "proporcionó [al capitalismo] toda una serie de oportunidades" para, entre otras cosas, vender las mercancías sobrantes ([21]). Sin embargo, por otro lado, C. Mcl nos dice que no solamente estas "oportunidades externas" no son necesarias, pues el capitalismo es perfectamente capaz de desarrollar su propia "regulación interna", sino que la expansión exterior del capitalismo frena efectivamente su desarrollo. Si comprendemos bien al camarada C. Mcl, parece que las mercancías vendidas en los mercados extracapitalistas dejan de comportarse como capital y no contribuyen a la acumulación, mientras que las mercancías vendidas en el seno del capitalismo permiten a la vez la realización de la plusvalía (por la conversión del capital en forma de mercancías en capital en forma de dinero) y funcionan igualmente como elementos de acumulación, ya sea en forma de máquinas (medios de producción, capital constante) o de bienes de consumo (medios de consumo para la clase obrera, capital variable). Para hacer válida esta idea, el camarada C. Mcl nos informa que los países capitalistas, que en el siglo xix no tenían colonias, conocieron tasas de crecimiento superiores a las de los países coloniales ([22]). Este punto de vista nos parece erróneo, tanto desde el punto de vista empírico como teórico. Expresa una visión fundamentalmente estática, en la que el mercado extracapitalista no es sino una especie de salida para el demasiado lleno mercado capitalista, cuando éste se desborda.
Los capitalistas no solamente venden en el mercado extracapitalista sino que también compran. Los navíos que transportaban mercancías baratas a los mercados de India y de China ([23]) no volvían vacíos: regresaban cargados de té, especias, algodón y otras materias primas. Hasta los años sesenta de mil ochocientos, el principal proveedor de algodón para la industria textil inglesa fue la economía esclavista de EEUU. Durante la "crisis del algodón", causada por la Guerra civil, India y Egipto se convirtieron en los nuevos proveedores.
En realidad,
"... Dentro de su proceso de circulación, en que el capital industrial funciona como dinero o como mercancía, el ciclo del capital industrial, ya sea capital-dinero o capital-mercancías, se entrecruza con la circulación de mercancías de los más diversos tipos sociales de producción, siempre y cuando que sean, al mismo tiempo, sistemas de producción de mercancías. No importa que la mercancía sea producto de un tipo de producción basado en la esclavitud o del trabajo de campesinos (chinos, ryots indios, etc.), de un régimen comunal (Indias orientales holandesas) o de la producción del estado (como ocurre en ciertas épocas primitivas de la historia de Rusia, basadas en la servidumbre), de pueblos semisalvajes dedicados a la caza, etc.; cualquiera que sea su origen, se enfrentan como mercancías y dinero al dinero y a las mercancías que representan el capital industrial y entran tanto en el ciclo de éste como en el de la plusvalía contenida en el capital-mercancías, siempre y cuando que ésta se invierta como renta; (...) El carácter del proceso de producción de que procedan es indiferente, para estos efectos; funcionan como tales mercancías en el mercado y entran como mercancías tanto en el ciclo del capital industrial como en la circulación de la plusvalía adherida a él" ([24]).
¿Qué pasa con el argumento según el cual la expansión colonial frena el desarrollo del capitalismo?
A nuestro parecer aquí se cometen dos errores:
- como ha señalado la CCI (en la serie sobre Marx y Luxemburg) en numerosas ocasiones, el problema del mercado extracapitalista se plantea a nivel global y no a nivel del capital individual ni siquiera del nacional ([25]);
- la colonización no es la única forma que adopta la expansión capitalista en los mercados extracapitalistas (mercados al margen, fuera del capitalismo).
La historia de EEUU proporciona una ilustración particularmente clara de ese punto, tanto más importante, debido al creciente papel que tuvo la economía americana a lo largo del siglo xix. En primer lugar, la inexistencia de un imperio colonial norteamericano durante el siglo xix no se debió a no se sabe qué "independencia" de la economía de EEUU respecto a un entorno extra-capitalista, sino que encontró dicho imperio en el interior mismo de las fronteras estadounidenses ([26]). Hemos mencionado ya la economía esclavista de los estados del Sur; tras la destrucción de éstos por la Guerra civil (1861-1865) el capitalismo se extendió durante los treinta años siguientes hacia el Oeste americano, siguiendo un proceso continuo que se puede describir así: masacre y limpieza étnica de la población indígena; establecimiento de una economía extracapitalista mediante la venta y concesión de nuevos territorios, anexionados por el Gobierno, a colonos y pequeños ganaderos ([27]); exterminio de esta economía extracapitalista por la deuda, el fraude y la violencia; y extensión de la economía capitalista ([28]). En 1890, el Servicio estadounidense del Censo declara la "Frontera" interna cerrada ([29]). En 1893, los EEUU conocieron una depresión severa y, durante los años 90 de ese siglo, la burguesía americana estaba cada vez más preocupada por la necesidad de extender sus fronteras nacionales ([30]). En 1898 un documento del Departamento de Estado americano explicaba:
"parece que hay un acuerdo general sobre el hecho de que vamos a encontrarnos cada año con un exceso creciente de productos manufacturados que deberemos destinar a los mercados extranjeros si queremos mantener el empleo de los obreros y los artesanos americanos. La ampliación del consumo en el extranjero de productos de nuestras fábricas y talleres se presenta como un problema serio no solamente comercial sino político" ([31]).
Le siguió una rápida expansión imperialista: Cuba (1898), Hawai (1898), Filipinas (1899) ([32]), la zona del Canal de Panamá (1903). En 1900, Albert Beveridge (uno de los principales partidarios de la política imperialista de EEUU) declaraba en el Senado:
"Las Filipinas son nuestras para siempre (...). Y tras las Filipinas están los mercados ilimitados de China (...). El Pacífico es nuestro océano (...) ¿Dónde encontrar consumidores para nuestros excedentes? La geografía nos da la respuesta: China es nuestro cliente natural" ([33]).
Los europeos hablan, con frecuencia, del frenesí imperialista de finales del siglo xix como de una "carrera hacia África", Sin embargo, en muchos informes se contempla la conquista estadounidense de Filipinas como algo de una importancia mayor, en la medida que simbolizaba el momento en que la expansión imperialista europea hacia el Este se enfrentaba a la expansión norteamericana hacia el Oeste. La primera guerra de esta nueva época imperialista la hicieron dos potencias asiáticas - Rusia y Japón - por el control de Corea y el acceso a los mercados chinos. Esta guerra fue un factor clave en la primera sublevación revolucionaria del siglo xx: la de Rusia en 1905.
¿Qué es lo que esta nueva "época de guerras y revoluciones" (como la llamó la Internacional comunista) implicaba para la organización de la economía capitalista?
De forma muy esquemática, implica la inversión de la relación entre la economía y la guerra: mientras que en el periodo ascendente del capitalismo la guerra tiene la función de expansión económica; en la decadencia, al contrario, la economía está al servicio de la guerra imperialista. La economía capitalista en la decadencia es una economía de guerra permanente ([34]). Es el problema fundamental que está en la base de todo el desarrollo de la economía capitalista desde 1914 y en particular de la economía del boom que acompañó la posguerra, desde 1945.
Antes de continuar con el examen del boom de posguerra desde ese punto de vista, es necesario volver a considerar, brevemente, algunas otras posiciones que están presentes en el debate.
1) El papel de los mercados
extracapitalistas tras 1945
Vale la pena recordar que, en su folleto la Decadencia del capitalismo, la CCI atribuía ya un papel a la destrucción continuada de mercados extra-capitalistas durante todo este periodo ([35]) y es posible que hayamos subestimado su papel en el boom de posguerra; de hecho, la destrucción de esos mercados (en el sentido clásico, descrito por Luxemburg) continúa aun hoy con las formas más dramáticas, como vemos con las decenas de miles de suicidios habidos entre los granjeros de la India, incapaces de devolver las deudas que adquirieron para comprarle semillas y abonos a Monsanto y a otros ([36]).
No es menos difícil ver cómo pudieron contribuir esos mercados, de manera decisiva, al boom de posguerra si se tiene en cuenta:
- la enorme destrucción que sufrió la pequeña economía campesina en muchos países, entre 1914 y 1945, como resultado de la guerra y de la catástrofe económica ([37]).
- el hecho de que todas las economías europeas subvencionaron masivamente la agricultura durante el periodo de posguerra: la economía campesina supuso para estas economías más que un mercado un verdadero coste.
2) El progreso de la deuda
El argumento de la deuda es mucho más sólido cuando se observan los datos. Es verdad que comparados con los niveles astronómicos alcanzados hoy, tras treinta años de crisis, el incremento de la deuda durante el boom de la posguerra podrá parecer a primera vista insignificante. Sin embargo, comparado con lo que pasaba antes, su subida fue espectacular. En Estados Unidos, sólo ya la deuda federal bruta pasó de 48 mil 200 millones de $ en 1938 a 4,839 billones de $ en 1973, o sea, diez veces más ([38]).
El crédito al consumo en Estados Unidos pasó de 4 % del PIB en 1948 a más de 12 % a principios de los años 1970.
Los préstamos inmobiliarios pasaron igualmente de 7 mil millones de $ en 1947 a 70 mil 500 millones en 1970 - o sea diez veces más a causa del nivel importante de créditos, de bajo interés y fácil acceso, acordados por el gobierno: en 1955, la Federal Housing Administration y la Veterans Administration poseían solo ellas dos el 41 % de todas las hipotecas ([39]).
3) El aumento de sueldos
Para el camarada C. Mcl, la prosperidad del boom de posguerra se debió en gran parte a que los salarios aumentaron al mismo tiempo que la productividad gracias a una política keynesiana deliberada cuyo objetivo era absorber la producción excedentaria y permitir que continuara la expansión del mercado.
Es cierto, como así lo subrayó Marx en el Capital, que los salarios pueden aumentar sin inquietar las ganancias mientras aumente también la productividad. También es cierto que la producción masiva de bienes de consumo es imposible sin el consumo masivo de la clase obrera. Y también es muy cierto que hubo una política deliberada de subida de salarios y del nivel de vida de los obreros después de la Segunda Guerra mundial para preservarse contra las revueltas sociales. Sin embargo, nada de todo eso resuelve el problema básico, identificado por Marx y Luxemburg, según el cual la clase obrera no puede absorber todo el valor de lo que produce.
Además, la hipótesis de C. Mcl se basa en dos suposiciones principales que, a nuestro parecer, no se justifican empíricamente:
- La primera es que el aumento de salarios estaba garantizado por su reajuste con la productividad; pero no hemos encontrado que esa política esté testificada como política general, salvo en casos de menor importancia como en Bélgica ([40]). Tomando dos contraejemplos, la escala móvil implantada en Italia en 1945 vinculaba los salarios a la inflación (lo cual es, evidentemente, algo muy distinto) y el "Contrato social" implantado por el gobierno laborista de Wilson en Gran Bretaña al final del boom fue una tentativa desesperada de reducir los salarios en un período de elevada inflación ajustándolos a la productividad.
- La segunda es que el capital occidental no habría buscado una mano de obra barata hasta el principio del período de "globalización" en los años 80. Eso es sencillamente falso: en Estados Unidos, la emigración del campo a las ciudades redujo la población rural de 24,4 millones en 1945 a 9,7 millones en 1970 ([41]). Y, en Europa, el mismo fenómeno fue aún más espectacular: unos 40 millones de personas emigraron del campo y de fuera de los países de Europa hacia las grandes zonas industriales ([42]).
La Segunda Guerra mundial - más todavía que la Primera - demostró la irracionalidad absoluta de la guerra imperialista en la era de la decadencia del capitalismo. Lejos de ser beneficiosa para la conquista de nuevos mercados, la guerra arruinó tanto a los países vencedores como a los vencidos. Con una única excepción: los Estados Unidos de América, único país beligerante que no sufrió ninguna destrucción en su territorio. Esta excepción fue la base del boom de posguerra tan excepcional y que, por eso mismo, no podrá repetirse.
Uno de los defectos principales de las demás posiciones en este debate es que: a) tienden a plantear el problema en términos puramente económicos, y b) sólo consideran el boom de posguerra en sí mismo, no logrando, por eso mismo, comprender que ese boom vino determinado por la situación creada por la guerra.
¿Qué situación era ésa?
Entre 1939 et 1945, se duplicó la capacidad de la economía estadounidense ([43]). Las industrias existentes (la construcción naval, por ejemplo) instauraron técnicas de producción masiva. Se crearon nuevas industrias enteras: producción en cadena de aviones, electrónica, informática (los primeros ordenadores se utilizaron para calcular las trayectorias balísticas), productos farmacéuticos (descubrimiento de la penicilina), plásticos - la lista es interminable. Y aunque la deuda gubernamental alcanzó un vértice durante la guerra, para Estados Unidos la mayor parte de ese desarrollo fue pura acumulación de capital, pues EEUU vació de su sangre a los imperios británico y francés, apoderándose de sus riquezas acumuladas a cambio de entregas de armamento.
A pesar de esa aplastante superioridad, los Estados Unidos conocieron, eso sí, algunos problemas al final de la guerra. Los resumiremos así:
- ¿Dónde encontrar mercados para la producción industrial americana que se había duplicado durante la guerra? ([44])
- ¿Cómo defender los intereses nacionales estadounidenses - que por primera vez se situaban a una escala auténticamente mundial - contra la amenaza de expansión soviética?
- ¿Cómo evitar levantamientos importantes y la amenaza potencial que representaba la clase obrera (ninguna fracción de la burguesía se había olvidado de Octubre 1917), especialmente en Europa?
Comprender cómo intentó Estados Unidos resolver esos problemas es la clave para comprender el boom de la posguerra y de su final en los años 70. Hemos de volver sobre este tema en un próximo artículo; vale la pena, sin embargo, subrayar que Rosa Luxemburg, que escribió antes del pleno desarrollo de la economía capitalista de Estado que se realizó durante la Primera y, sobre todo, la Segunda Guerra mundial, ya dio algunas indicaciones sobre las consecuencias económicas de la militarización de la economía :
"Además, en vez de un gran número de pedidos de mercancías diseminadas y separadas en el tiempo, que en buena parte serían satisfechos por la simple producción de mercancías y, por tanto, no influirían en la acumulación del capital, surge aquí un solo y voluminoso pedido del Estado. Pero la satisfacción de este pedido supone, de antemano, la existencia de una industria en gran escala y, por tanto, condiciones favorables para la producción de plusvalía y de acumulación. Por otra parte, en forma de pedidos militares del Estado, el poder de compra concentrado en una enorme cuantía de las masas consumidoras, se salva de la arbitrariedad de las oscilaciones subjetivas del consumo personal, y está dotado de una regularidad casi automática, de un crecimiento rítmico. Finalmente, la palanca de este movimiento automático y rítmico de la producción capitalista para el militarismo, se encuentra en manos del capital mismo, merced al aparato de la legislación parlamentaria y de la organización de la prensa destinada a crear la llamada opinión pública. Merced a ello, este campo específico de la acumulación del capital parece tener, al principio, una capacidad ilimitada de extensión. Mientras cualquiera otra ampliación del mercado y de la base de operación del capital depende, en gran parte, de elementos históricos, sociales, políticos, que se hallan fuera de la influencia del capital, la producción para el militarismo constituye una esfera cuya ampliación sucesiva parece hallarse ligada a la producción del capital" ([45]).
Menos de 50 después de la redacción de ese libro, alguien describía así la realidad del militarismo imperialista:
"La conjunción de un inmenso aparato militar y de una gran industria de armamento es une experiencia nueva para Estados Unidos. Cada ciudad, cada gobierno de estado, cada despacho del gobierno federal siente plenamente su influencia - económica, política e incluso espiritual (...) debemos comprender sus grandes implicaciones. Nuestro trabajo, nuestros recursos, nuestros medios de existencia, todo está implicado; la estructura misma de nuestra sociedad está implicada por esa conjunción.
"En las reuniones gubernamentales, debemos poner en guardia contra la influencia injustificada - voluntaria o no - del complejo militar-industrial. Existe y seguirá existiendo la posibilidad de un incremento desastroso de potencia incontrolada.
"(...) En ese mismo sentido, la revolución tecnológica de las últimas décadas es responsable en gran parte del cambio radical de nuestra posición militar-industrial.
"En esta revolución, la investigación se ha vuelto algo central; se ha vuelto también más oficial, más compleja y más costosa. Una parte de esa investigación, que se incrementa de modo regular, se realiza para y por el gobierno federal y bajo su dirección."
Ese "alguien" que pronunció esas palabras en 1961, no era un intelectual de izquierda, sino el presidente de los Estados Unidos, Dwight D. Eisenhower.
Jens, 10 de diciembre de 2008.
[1]) Ya lo pusimos de relieve en la presentación del marco del debate (Revista internacional no 133).
[2]) En "Origen, dinámica y límites del capitalismo de Estado keynesiano-fordista", Revista internacional n° 135.
[3]) ídem.
[4]) "Las causas del período de prosperidad consecutivo a la Segunda Guerra mundial (I); Los mercados extracapitalistas y el endeudamiento", Revista internacional nº 133, 2008.
[5]) Libro III, sección 3ª: "Ley de la tendencia decreciente de la cuota de ganancia", XV: Desarrollo de las contradicciones internas de la ley, Exceso de capital y exceso de población", pp. 254-255, el Capital, t. III, ed. FCE, 1946, México.
[6]) Miembro de la Izquierda comunista. Militó en el KAPD durante la revolución alemana. Emigrado a Estados Unidos en 1926, milita en IWW y escribe múltiples textos políticos y también sobre temas económicos. Citemos dos obras conocidas: Marx y Keynes - Los límites de la economía mixta, publicada en 1969, y Crisis y teoría de la crisis, en 1974. Paul Mattick hace derivar la crisis de capitalismo, fundamentalmente, de la contradicción evidenciada por Marx de la tendencia decreciente de la cuota de ganancia. En esto diverge de la interpretación luxemburguista de las crisis, la cual, sin negar la baja de la cuota de ganancia, insiste esencialmente en la necesidad de mercados exteriores a las relaciones de producción capitalistas para que el capitalismo pueda desarrollarse. Hay que subrayar la magistral capacidad de Mattick para resumir en Crisis y teoría de la crisis las contribuciones a la teoría de las crisis de los continuadores y epígonos de Marx, desde Rosa Luxemburg a Grossmann, pasando por Tugan Baranowsky, sin olvidar a Pannekoek. Sus desacuerdos con Rosa Luxemburg en nada le impidieron dar cuenta con plena objetividad y de modo inteligible de la obra económica de la gran revolucionaria.
[7]) Esta cita no está en la versión de este artículo publicada en nuestra página WEB. Sí está en la versión impresa de la Revista internacional n° 135.
[8]) Paul Mattick, Integración capitalista y ruptura obrera, citado en el artículo de la Revista n° 135, "Origen, dinámica y límites del capitalismo de Estado keynesiano-fordista".
[9]) Paul Mattick, Crisis y teoría de la crisis, Ediciones de bolsillo nº 499, Editorial Península.
[10]) ídem.
[11]) ídem.
[12]) ídem.
[13]) ídem.
[14]) Como lo afirma también Mattick, el keynesianismo, concebido en su origen como un medio para librarse de la crisis, no es, en el fondo, sino un factor agravante de ella: "La producción compensadora estatalmente inducida se convierte así de lo que era inicialmente, un medio para solucionar la crisis, en un medio de profundización de la crisis, ya que arrebata a una parte creciente de la producción social su carácter capitalista, es decir, la capacidad de producir capital adicional" (ídem).
[15]) Por razones de espacio, es imposible referirse a todo el período de 1945 a 1970. Nos proponemos aquí pues, introducir únicamente un análisis de los fenómenos del boom de posguerra que trataremos más en detalle más tarde.
[16]) No es casualidad si el primer capítulo de el Capital se titula "La mercancía"
[17]) Dejamos por ahora de lado la cuestión de las crisis cíclicas a través de las cuales ese proceso evoluciona históricamente.
[18]) No repetiremos aquí lo que la CCI ya ha escrito en múltiples ocasiones para defender la visión de Marx y Engels - y de Rosa Luxemburg, en especial, entre los marxistas de la generación siguiente - para quienes el problema de la inadecuación del mercado capitalista es une dificultad fundamental en el proceso de acumulación ampliada del capital.
[19]) "Apéndice. Una Anticrítica", la Acumulación del capital.
[20]) Véase el artículo escrito por dicho compañero en la Revista internacional no 127, en el cual, bajo el titulo "Marx y Rosa Luxemburg: un análisis idéntico sobre las contradicciones económicas del capitalismo", demuestra de modo muy claro y documentado la continuidad entre el análisis de Marx y el de Luxemburg.
[21]) "Ese entorno le siguió proporcionando toda una serie de oportunidades a lo largo de su fase ascendente (1825-1914) como fuente de beneficios, salida para la venta de sus mercancías en sobreproducción y masa complementaria de mano de obra."
[22]) "En el siglo XIX, allí donde los mercados coloniales cuentan más, TODOS los países capitalistas no coloniales registraron crecimientos claramente más rápidos que las potencias coloniales (71 % más rápido en término medio). Esta constatación es válida para toda la historia del capitalismo. En efecto, la venta al exterior del capitalismo puro permite a los capitalistas individuales realizar sus mercancías, pero frena la acumulación global del capitalismo ya que, al igual que para el armamento, corresponde a una salida de medios materiales del circuito de la acumulación."
[23]) Por ejemplo, el opio en el caso de China: la tan "virtuosa" burguesía británica hizo dos guerras para forzar al gobierno chino a que siguiera permitiendo a la población que se envenenara con el opio británico.
[24]) Marx, el Capital, libro II, cap. IV, p. 98. FCE, México.
[25]) Esquemáticamente, si la industria de Alemania (que no poseía colonias) acabó adelantándose a la de Gran Bretaña (que sí que tenía) y conoció una cuota de ganancia superior, es porque se aprovechó también de los mercados extracapitalistas conquistados por el imperialismo británico.
[26]) Cuando Estados Unidos, por la fuerza y a base de mentiras, despojó a México de Tejas (1836-1847) y de California (1845-47), esos nuevos estados no se integraron en un "imperio", sino en el territorio nacional de Estados Unidos.
[27]) Por ejemplo, el "Oklahoma Land Rush" (la "carrera hacia el territorio de Oklahoma") en 1889. Esa "carrera" empezó el 22 de abril de 1889 a las doce del mediodía con unas 50 000 personas en la línea de salida para adquirir una parte de los 2 millones de acres (8 000 km2) disponibles.
[28]) La historia del desarrollo capitalista de los Estados Unidos merecería una serie de artículos ya sólo ella y no tenemos aquí espacio para desarrollar este tema. Por otra parte, cabe subrayar que esos mecanismos de la expansión capitalista no se limitaron a Estados Unidos, sino que también se encuentran (como puede leerse en la Introducción a la economía política de Rosa Luxemburg) en la expansión de Rusia hacia el Este y en la incorporación en la economía capitalista de China, Egipto y Turquía - países que nunca fueron colonias.
[29]) En la sociedad norteamericana, Frontera (the Frontier) tiene un sentido específico vinculado a su historia. Fue, durante el siglo xix, uno de los aspectos más importantes del desarrollo de Estados Unidos mediante la extensión del capitalismo industrial hacia el Oeste, que se plasmó en la repoblación de esas regiones con gentes sobre todo de origen europeo o africano.
[30]) Esta preocupación se había plasmado ya en la llamada "Doctrina Monroe" adoptada en 1823 que afirmaba sin ambages que Estados Unidos consideraba a todo el continente americano, desde el Norte hasta el Sur, como su propia y exclusiva esfera de interés. La Doctrina Monroe se impuso mediante intervenciones militares estadounidenses a repetición en Latinoamérica.
[31]) Citado en Howard Zinn, History of American People, traducido por nosotros.
[32]) La conquista de Filipinas, en donde Estados Unidos empezó quitando de en medio a la potencia colonial española, para después llevar a cabo una guerra sin cuartel contra los insurrectos filipinos, es un ejemplo especialmente repulsivo de la hipocresía y la barbarie capitalistas.
[33]) Howard Zinn, ídem.
[34]) Vamos a ilustrarlo con un ejemplo: en 1805, la revolución industrial ya estaba muy avanzada en Gran Bretaña: el uso de la máquina de vapor y la producción mecanizada de textiles se habían ido desarrollando con rapidez desde los años 1770. Sin embargo, cuando aquel año los británicos destruyeron las flotas francesa y española en la batalla de Trafalgar, el navío almirante de Nelson, el HMS Victory, ya tenía cerca de 50 años (sus planos se diseñaron en 1756 y el navío fue finalmente botado en 1765). Basta con compararlo con la situación actual en la que las tecnologías más avanzadas dependen de la industria del armamento.
[35]) El folleto la Decadencia del capitalismo - muy justamente a nuestro parecer - asocia ese fenómeno al militarismo creciente de las economías del "Tercer Mundo.
[36]) Podría hablarse también de la eliminación de los pequeños comerciantes en los países desarrollados con la expansión de los supermercados y la comercialización de masas de los productos de consumo más corrientes (incluida la alimentación, evidentemente), fenómenos que empezaron claramente en los años 1950 y 1960.
[37]) El programa de colectivización forzada de Stalin en la URSS durante los años 30, las guerras entre señores y la guerra civil en China entre ambas guerras, la conversión de la economía campesina en economía de mercado en países como Rumania, Noruega o Corea para las necesidades del imperialismo alemán y japonés de ser autónomos en su abastecimiento alimenticio, los efectos de la Gran Depresión sobre los pequeños granjeros norteamericanos (Oklahoma Dust Bowl, tormentas de polvo en Oklahoma), etc.
[38]) Salvo mención contraria, las cifras y gráficos está sacados de las estadísticas gubernamentales estadounidenses disponibles en https://www.economagic.com/ [1]. Nos centramos, para este artículo, en la economía de EEUU, porque las estadísticas del gobierno están más fácilmente disponibles, pero, sobre todo, a causa del peso aplastante de la economía norteamericana en la economía mundial en ese período.
[39]) James T. Patterson, Grand expectations.
[40]) De hecho, según un estudio (cedar.barnard.columbia.edu/-econhist/papers/Hanes_sscaled4.pdf), ya habían existido acuerdos de escala móvil de salarios en algunas industrias norteamericanas y británicas desde mediados del siglo xix hasta los años 1930 y sólo se abandonarían después de la guerra.
[41]) Patterson (op. cit.). Fue "uno de los cambios más dramáticos de la historia norteamericana moderna".
[42]) "En Italia, entre 1955 y 1971, unos 9 millones de personas cambiaron de región. (...) 7 millones de italianos dejaron el país entre 1945 y 1970. En los años 1950-70, una cuarta parte de la fuerza de trabajo griega se fue a buscar trabajo al extranjero. (...) Se estima que entre 1961 y 1974, un millón y medio de obreros portugueses encontraron trabajo en el extranjero - el movimiento de población más importante de toda la historia de Portugal, dejando detrás una fuerza de trabajo de sólo 3,1 millones de personas. (...) En 1973, sólo en Alemania del oeste, había casi medio millón de italianos, 535 000 yugoslavos y 605 000 turcos" (Tony Judt, Postwar, A History of Europe since 1945).
[43]) Los Estados Unidos poseían en torno al 40 % de la producción industrial mundial; solo EEUU producía en 1945 la mitad del carbón mundial, los dos tercios del petróleo y la mitad de la electricidad. Además poseía más del 80 % de las reservas mundiales de oro.
[44]) Howard Zinn, ídem, cita a un miembro del Departamento de Estado en 1944: "Como ya saben ustedes, tenemos que prever un aumento enorme de la producción en este país después de la guerra, y el mercado interior norteamericano no podrá absorber indefinidamente toda esta producción. La necesidad de aumentar enormemente los mercados extranjeros es evidente."
[45]) "El militarismo como campo de la acumulación del capital" (subrayado nuestro), en la Acumulación del capital (escrito en 1912), Grijalbo, 1978.
En las tres partes anteriores de esta serie sobre la revolución alemana de 1918-19, mostramos cómo, después del hundimiento de la Internacional socialista ante la Primera Guerra mundial, se invirtió el curso en favor del proletariado, culminando con la revolución de noviembre de 1918. Al igual que la revolución de Octubre en Rusia el año anterior, noviembre de 1918 en Alemania fue el desenlace de un proceso de luchas y de revueltas contra la guerra imperialista. Mientras que Octubre había sido el primer golpe fuerte de la clase obrera contra la "Gran Guerra", la acción del proletariado alemán fue la que finalmente acabaría con ella.
Según los libros de historia escritos por la clase dominante, ahí se acaba el paralelo entre los movimientos en Rusia y en Alemania. El movimiento revolucionario en Alemania, según esos libros, se limita a los acontecimientos de 1918 contra la guerra. Y contrariamente a Rusia, nunca hubo en Alemania movimiento socialista de masas contra el propio sistema capitalista. Según ellos, los "extremistas" que luchaban para que estallara una revolución "bolchevique" en Alemania pagaron con su vida el hecho de no haberlo entendido. Eso es lo que hoy dicen.
Sin embargo, la clase dominante de aquel entonces no compartía la inconsistencia de los historiadores actuales sobre el carácter indestructible de la dominación capitalista. Para la clase dominante de entonces el programa era ¡la guerra civil!
La existencia de una situación de doble poder resultante de la revolución de noviembre explica esa consigna. El principal resultado de la revolución de noviembre fue haber terminado con la guerra imperialista; su principal producto fue la creación de un sistema de consejos de obreros y soldados que, como en Rusia y Austria-Hungría, se extendió por todo el país.
La burguesía alemana, en particular la socialdemocracia, sacando rápidamente conclusiones de lo que había ocurrido en Rusia, intervino inmediatamente para transformar esos órganos en cáscaras vacías. En varios casos impuso la elección de delegados en base a listas de partidos, o sea el partido socialdemócrata (el SPD) y el USPD vacilante y conciliador, excluyendo así de hecho de esos órganos a los revolucionarios. En el Primer Congreso de Consejos de obreros y soldados en Berlín, esa ala izquierda del capital impidió intervenir a Karl Liebknecht y Rosa Luxemburg. Y, sobre todo, hizo adoptar una moción declarando que todo el poder sería devuelto al futuro gobierno parlamentario.
Esos éxitos de la burguesía siguen alimentando el mito según el cual los consejos en Alemania no eran revolucionarios, contrariamente a los de Rusia. Pero con eso se olvida de que al principio de la revolución, tampoco en Rusia los consejos tenían una orientación revolucionaria, que la mayoría de los delegados elegidos no eran revolucionarios y que, allí también, se había animado a los "soviets" a que abandonaran rápidamente el poder.
Después de la revolución de noviembre, la burguesía alemana no se hacía la menor ilusión sobre el carácter supuestamente inofensivo del sistema de consejos. Éstos, sin dejar de reivindicar el poder para sí mismos, seguían permitiendo coexistir, junto a ellos, al aparato de Estado burgués. Pero, por otra parte, el sistema de consejos, por su naturaleza dinámica y flexible, por su composición, por su actitud, por su método de acción, era capaz de adaptarse a todos los cambios de dirección y radicalizarse. Los espartaquistas, que lo entendieron inmediatamente, empezaron una agitación incesante para que los delegados fueran reelegidos, lo que se habría concretado en un fuerte giro hacia la izquierda del conjunto del movimiento.
Nadie entendía mejor el peligro de esta situación de "doble poder" que la dirección militar alemana. El general Groener, designado para llevar las operaciones de respuesta, activó inmediatamente la conexión telefónica secreta 998 con el nuevo canciller, el socialdemócrata Ebert. Y al igual que el legendario senador Catón, dos mil años antes, concluía todos sus discursos con las palabras "Cartago (el enemigo mortal de Roma) debe ser destruida", Groener solo pensaba en destruir los consejos obreros y sobre todo de soldados. Aunque durante y después de la revolución de noviembre, los consejos de soldados habían sido en parte un peso muerto conservador que arrastró hacia atrás a los obreros, Groener sabía que la radicalización de la revolución invertiría esa tendencia y que los obreros comenzarían a llevarse tras ellos a los soldados. Y, sobre todo, la ambición de los consejos de soldados era imponer su mando propio, rompiendo el mando de los oficiales sobre las fuerzas armadas. Eso era, ni más ni menos, armar la revolución. Nunca una clase dominante ha aceptado voluntariamente que se cuestione su monopolio sobre las fuerzas armadas. Por eso la existencia misma del sistema de consejos ponía la guerra civil a la orden del día.
Es más, la burguesía comprendió que tras la revolución de noviembre, el tiempo ya no jugaba a su favor. La tendencia espontánea contenida en la situación era la radicalización de la clase obrera, la pérdida de sus ilusiones sobre la socialdemocracia y la "democracia", el desarrollo de la confianza en sí misma. Sin la menor vacilación, la burguesía alemana se lanzó a una política de provocación sistemática y de choques militares. Quería imponer enfrentamientos decisivos a su enemigo de clase antes de que llegara a madurar la situación revolucionaria; concretamente, "descabezar" al proletariado mediante una derrota sangrienta de los obreros en la capital, Berlín, centro político del movimiento obrero alemán, antes de que las luchas alcanzaran una fase "crítica" en las regiones.
La coexistencia entre dos clases, cada una determinada a imponer su propio poder, teniendo cada una sus propias organizaciones de dominación de clase, no puede ser sino temporal, inestable. Una situación de "doble poder" así, desemboca necesariamente en guerra civil.
Contrariamente a la situación en Rusia de 1917, la revolución alemana se enfrentaba con las fuerzas hostiles del conjunto de la burguesía mundial. La clase dominante ya no estaba dividida por la guerra imperialista en dos campos rivales. Por lo tanto, la revolución no sólo debía enfrentarse a la burguesía alemana, sino también las fuerzas de la Entente ([1]) que se habían concentrado en la orilla occidental del Rin, listas para intervenir si el Gobierno alemán perdía el control de la situación social. Estados Unidos, recién llegado, en cierta medida, a la escena política mundial, jugaba las bazas de la "democracia" y del "derecho de los pueblos a la autodeterminación", presentándose como la única garantía de paz y de prosperidad. Con ello pretendían formular una alternativa política a la Rusia revolucionaria. La burguesía francesa, por su parte, obsesionada por su sed de venganza chauvinista, ardía en deseos de penetrar más adelante en territorio alemán y, de paso, ahogar la revolución en sangre. Fue Gran Bretaña, potencia dominante de entonces, la que asumió la dirección de la alianza contrarrevolucionaria. En vez de suprimir el embargo impuesto a Alemania durante la guerra, lo mantuvo e incluso lo reforzó parcialmente. Londres estaba determinado a dejar a la población alemana morirse de hambre mientras no se instalase en el país un régimen político aprobado por el Gobierno de su Majestad.
En Alemania, el eje central de la contrarrevolución era la alianza de dos fuerzas principales: la socialdemocracia y el ejército. La socialdemocracia era el caballo de Troya del terror blanco; operaba detrás de las líneas de la clase enemiga de la burguesía, saboteando la revolución desde dentro, utilizando la autoridad que le quedaba por haber sido un antiguo partido obrero (y lo mismo con los sindicatos) para crear un máximo de confusión y desmoralización. Los militares proporcionaban las fuerzas armadas, así como la crueldad, la audacia y la capacidad estratégica que los caracteriza.
¡Ni punto de comparación entre el grupo de socialistas rusos, vacilantes y desanimados, agrupados en torno a Kerensky en 1917, y la sangre fría de los contrarrevolucionarios del SPD alemán! ¡Ni punto de comparación entre el tropel desorganizado de los oficiales rusos, y la siniestra eficacia de la élite militar prusiana! ([2])
Durante los días y las semanas que siguieron la revolución de noviembre, esa siniestra alianza se preparó a solucionar dos problemas principales. Ante la disolución de los ejércitos imperiales, debía consolidar en un núcleo duro a una nueva fuerza, un ejército blanco del terror. Extrajo su materia bruta de dos fuentes: del antiguo cuerpo de oficiales y de los chivatos profesionales, desarraigados, enloquecidos por la guerra, incapaces de reintegrarse en la vida "civil". Ellos mismos eran víctimas del imperialismo pero eran víctimas destrozadas, antiguos soldados en búsqueda de una salida a su odio ciego, y de una paga por esa faena. Fue con esos desesperados con lo que los oficiales de la aristocracia - apoyados políticamente y protegidos por el SPD - reclutaron y adiestraron lo que iban a ser los Freikorps (Cuerpos francos), los mercenarios de la contrarrevolución, el núcleo de lo que sería más tarde el movimiento nazi. Estas fuerzas armadas se completaron con una serie de redes de espías y agentes provocadores coordinados por el SPD y el estado mayor del Ejército.
El segundo problema era cómo justificar ante los obreros el uso del terror blanco. Esto lo solucionó la socialdemocracia. Durante cuatro años, había defendido la guerra imperialista en nombre de la paz. Ahora, predicaba la guerra civil para... impedir la guerra civil. ¡Nadie quiere un baño de sangre!, proclamaba - ¡excepto Spartakusbund! (Liga Espartaco); ¡la Gran Guerra hizo verter demasiada sangre obrera!, pero ¡Espartaco quiere más!
Los medios de comunicación expandieron esas infames mentiras: Espartaco asesina, saquea, recluta a soldados para la contrarrevolución y colabora con la Entente, recibe oro de los capitalistas y prepara una dictadura. ¡El SPD acusaba a Espartaco de lo que estaba haciendo él!
La primera gran caza al hombre del siglo xx en una de las naciones industriales altamente "civilizadas" de Europa Occidental fue dirigida contra Espartaco. Y mientras que capitalistas y militares de alto rango, guardando el anonimato, ofrecían enormes recompensas para la liquidación de los dirigentes de Espartaco, el SPD llamaba abiertamente en la prensa del partido al asesinato de Karl Liebknecht y de Rosa Luxemburg. Contrariamente a sus nuevos amigos burgueses, en esta campaña, el SPD no sólo estaba animado por su instinto de clase (burgués) y por consideraciones estratégicas, sino también por un odio tan furibundo como el de los Cuerpos francos.
La burguesía no se dejó engañar por la impresión superficial y fugitiva del momento: Espartaco parecía ser un pequeño grupo, marginal. Pero sabía que en él palpitaba el corazón del proletariado y se preparó a darle su golpe mortal.
La ofensiva contrarrevolucionaria comenzó el 6 de diciembre en Berlín: un ataque en tres direcciones. Una incursión tuvo lugar sobre el cuartel general de Rote Fahne (Bandera roja), el periódico de Spartacusbund. Otro grupo de soldados intentó detener a los jefes del órgano ejecutivo de los consejos obreros reunido en sesión. La intención de eliminar a los consejos como tales era clara. En la esquina de la calle, otro grupo de soldados llamaba servilmente a Ebert a que prohibiera el Consejo ejecutivo. Y se tendió una emboscada a una manifestación de Espartaco cerca del centro de la ciudad, en Chausseestrasse: 18 muertos, 30 heridos. El valor y la ingeniosidad del proletariado permitieron evitar un drama mayor. Mientras que los jefes del ejecutivo de los consejos conseguían discutir largamente con los soldados implicados en esa acción, un grupo de presos de guerra rusos, llegando por detrás a lo largo de la Friedrichstrasse, sorprendió y controló a mano desarmada los puestos de ametralladoras ([3]).
Al día siguiente, Karl Liebknecht escapó a un intento de secuestro y asesinato en los locales de Rote Fahne. Su sangre fría le permitió salvar la vida.
Estos actos provocaron las primeras manifestaciones gigantescas de solidaridad con Espartaco por parte del proletariado berlinés. A partir de entonces, todas las manifestaciones de Espartaco fueron armadas, acompañadas por camiones cargados con baterías de ametralladoras. También en el mismo momento, la gigantesca oleada de huelgas, que había estallado a finales de noviembre en las regiones de industria pesada de Alta Silesia y del Ruhr, se intensificó ante esas provocaciones.
El objetivo siguiente de la contrarrevolución era la Volksmarinedivision (División de la marina del pueblo) compuesta de marinos armados que habían ido desde los puertos de la costa hasta la capital para extender la revolución. Para las autoridades, su presencia era una provocación, sobre todo teniendo en cuenta que, desde entonces, la Volksmarinedivision ocupaba el Palacio de los "venerados" reyes de Prusia ([4]).
Esta vez, el SPD preparó el terreno más cuidadosamente. Esperó los resultados del Congreso nacional de los consejos que se pronunció a favor de entregar el poder al Gobierno socialdemócrata y de la convocatoria de una asamblea nacional. Una campaña mediática acusó a los marinos de latrocinios y saqueos. ¡Eran criminales, eran espartaquistas!
Por la mañana del 24 de diciembre, en vísperas de Navidad, el Gobierno dirigió un ultimátum a los 28 marinos que ocupaban el palacio y a los 80 que estaban en el Marstall (el arsenal) ([5]): rendición sin condiciones. La guarnición mal armada juró que lucharía hasta la muerte. A los diez minutos exactamente (ni siquiera dio tiempo para evacuar a mujeres y niños de los edificios), empezó el estruendo de la artillería, despertando a la ciudad.
"A pesar de toda la tenacidad de los marinos, no podía ser sino una batalla perdida puesto que estaban muy mal armados, fuera donde fuera la batalla. Pero se hizo en el centro de Berlín. Se sabe que, en las batallas, ríos, colinas y dificultades topográficas desempeñan un papel importante. En Berlín, las dificultades topográficas eran los seres humanos.
"Cuando los cañones empezaron a tronar, orgullosos y muy fuerte, los civiles salieron de su sueño y entendieron inmediatamente lo que decían los cañones" ([6]).
Contrariamente a Gran Bretaña o Francia, Alemania no era una monarquía centralizada desde hacía mucho tiempo. Contrariamente a Londres o París, Berlín no se había convertido en una metrópoli mundial desarrollada siguiendo un plan gubernamental. Como el valle del Ruhr, Berlín había crecido como un cáncer. Por eso los barrios gubernamentales acabaron estando cercados por tres lados por un "cinturón rojo" de gigantescos barrios obreros ([7]). Los obreros armados se precipitaron para defender a los marinos. Mujeres y niños de la clase obrera se interpusieron entre las ametralladoras y sus objetivos, armados con su solo valor, su humor y su capacidad de persuasión. Los soldados tiraron las armas y desarmaron a sus jefes.
Al día siguiente, la manifestación más masiva en la capital desde el 9 de noviembre tomó el centro ciudad - esta vez contra el SPD -, para defender la revolución. El mismo día, grupos de obreros ocuparon las oficinas del Vorwärts, el diario del SPD. No cabe duda de que esta acción fue el resultado espontáneo de la profunda indignación del proletariado. Durante décadas, el Vorwärts había sido el portavoz de la clase obrera - hasta que la dirección del SPD hizo que dejara de serlo durante la guerra mundial. Ahora se había vuelto el órgano más ignominioso y deshonesto de la contrarrevolución.
El SPD vio inmediatamente la posibilidad de explotar esta situación por otra provocación, comenzando por una campaña contra un supuesto "ataque contra la libertad de prensa". Pero los delegados revolucionarios, los Öbleute, fueron corriendo a la sede del Vorwärts para convencer a los que lo ocupaban de que, tácticamente, para evitar un enfrentamiento prematuro, sería prudente retirarse temporalmente (véase nota 26).
El año se terminó entonces por otra manifestación de determinación revolucionaria: el entierro de los 11 marinos asesinados en la batalla del Marstall. El mismo día, la izquierda del USPD rompió la coalición gubernamental con el SPD. Y, mientras que el Gobierno de Ebert estaba considerando la posible huida de la capital, empezaba el Congreso de fundación del KPD.
Los acontecimientos de diciembre de 1918 significaron que la revolución comenzaba a consolidarse en profundidad. La clase obrera ganó los primeros enfrentamientos de la nueva fase tanto por la audacia de sus reacciones como por la sabia prudencia de sus retiradas tácticas. El SPD, finalmente, había comenzado a revelar su carácter contrarrevolucionario ante el conjunto de la clase. Se reveló rápidamente que la estrategia burguesa de provocación era difícil de realizar e incluso peligrosa.
Entre la espada y la pared, la clase dominante sacó lecciones de aquellas primeras escaramuzas con una lucidez impresionante. Tomó conciencia de que apuntar directa y masivamente contra los símbolos y figuras con los que se identificaba la revolución - Espartaco, la dirección de los consejos obreros o la división de los marinos - podía resultar contraproducente al provocar la solidaridad del conjunto de la clase obrera. Era preferible atacar a figuras de segundo orden que solamente suscitarían el apoyo de una parte de la clase, lo que permitiría así dividir a los obreros de la capital y aislarlos del resto del país. Emil Eichhorn era una de esas figuras; pertenecía al ala izquierda del USPD. Un capricho del destino, una paradoja como las que ocurren en toda gran revolución, lo había hecho jefe de la policía de Berlín. En esta función, había comenzado a distribuir armas a las milicias trabajadoras. Era una provocación para la clase dominante. Atacar a ese hombre permitiría galvanizar las fuerzas de la contrarrevolución que seguían vacilando tras sus primeros reveses. Y, al mismo tiempo, ¡la defensa de un jefe de la policía no dejaba de ser una causa ambigua para movilizar a las fuerzas revolucionarias! Pero la contrarrevolución preparaba arteramente otra provocación rastrera, aun más ambigua y que contenía por lo menos tanto potencial para dividir a la clase obrera y hacerla vacilar. La dirección del SPD se había dado cuenta de que la breve ocupación de las oficinas del Vorwärts había chocado a los obreros socialdemócratas, cuya mayoría estaba avergonzada por el contenido de ese diario, pero su preocupación era otra: la del espectro de un conflicto militar entre obreros socialdemócratas y obreros comunistas - amenaza utilizada con creces por el SPD - que podría resultar de este tipo de acciones de ocupación. Esta inquietud pesaba tanto más - la dirección del SPD lo sabía - porque estaba motivada por una auténtica preocupación proletaria de defender la unidad de la clase.
Toda la máquina de la provocación se puso de nuevo en marcha.
Un torrente de mentiras: ¡Eichhorn es un corrupto, un criminal pagado por los rusos, está preparando un golpe contrarrevolucionario!
Un ultimátum: ¡Eichhorn debe dimitir inmediatamente o ser forzado a hacerlo!
El alarde de la fuerza bruta: Esta vez, se dispuso a 10 000 soldados en el centro de la ciudad, 80 000 más concentrados en las afueras. Ese dispositivo militar incluía las divisiones de élite muy disciplinadas del general Maercker, tropas de infantería, una "brigada de hierro" en la costa, las milicias de los barrios burgueses y los primeros Cuerpos francos. Pero también incluía la "Guardia republicana", milicia armada del SPD, e importantes destacamentos de las tropas que simpatizaban con la socialdemocracia.
La trampa estaba lista para cerrarse.
Como preveía la burguesía, el ataque contra Eichhorn no movilizó a las tropas de la capital que simpatizaban con la revolución. Tampoco movilizó a los obreros de las regiones, que ni siquiera conocían el nombre de Eichhorn ([8]) .
En la nueva situación hubo sin embargo un componente que cogió a todo el mundo por sorpresa. Fue la reacción tan masiva e intensa del proletariado de Berlín. El domingo 5 de enero, 150 000 personas respondieron al llamamiento de los Öbleute a manifestar frente a la policía en la Alexanderplatz. Al día siguiente, más de medio millón de obreros dejaron sus herramientas y máquinas y tomaron el centro de la ciudad. Estaban dispuestos a luchar y a morir. Habían entendido inmediatamente que la verdadera cuestión no era Eichhorn, sino la defensa de la revolución.
Aunque desconcertada por el vigor de la respuesta, la contrarrevolución tuvo bastante sangre fría para proseguir sus planes. Los locales del Vorwärts fueron ocupados de nuevo, como también los de otras oficinas de prensa de la ciudad. Y, esta vez, fueron los agentes provocadores de la policía quienes tomaron esa iniciativa ([9]).
El joven KPD lanzó inmediatamente una advertencia a la joven clase obrera. En un volante y en artículos de primera plana de Rote Fahne, llamaba al proletariado a elegir nuevos delegados en sus consejos y a armarse pero, también, a tomar conciencia de que aún no había llegado el momento de la insurrección armada. Tal insurrección exigía una dirección centralizada en todo el país. Sólo podrían proporcionarla unos consejos obreros en los que predominaran los revolucionarios.
Por la mañana del 5 de enero, los jefes revolucionarios se reunieron para consultarse en el cuartel general de Eichhorn. Unos 70 Öbleute estaban presentes: en líneas generales, 80 % apoyaban a la izquierda del USPD, los demás al KPD. Los miembros del Comité central de la organización berlinesa del USPD estaban presentes, así como dos miembros del Comité central del KPD: Karl Liebknecht y Wilhelm Pieck.
Al empezar, los delegados de las organizaciones trabajadoras no estaban convencidos de la forma con la que había que replicar. Luego fue cambiando el ambiente, electrizado por los informes que iban llegando. Éstos se referían a las ocupaciones armadas en el barrio de la prensa y a la supuesta preparación de las diversas guarniciones para unirse a la insurrección armada. Liebknecht declaró entonces que en tales circunstancias, no solo era necesario rechazar el ataque contra Eichhorn sino también lanzar la insurrección armada.
Los testigos presenciales de aquella dramática reunión indican que la intervención de Liebknecht provocó un giro fatal. Durante toda la guerra, él había sido la brújula y la conciencia moral del proletariado alemán e incluso mundial. Ahora, en ese momento crucial de la revolución, perdía la cabeza y sus marcas. Y sobre todo dejaba el camino abierto a los Unabhängigen, los independientes, que seguían siendo la fuerza principal en aquel momento. Sin principios políticos claramente definidos, sin una perspectiva clara y a largo plazo y sin una confianza profunda en la causa del proletariado, esa corriente "independiente" estaba condenada a la vacilación constante bajo la presión de la situación inmediata y, por lo tanto, a la conciliación con la clase dominante. Y además, la otra cara de ese "centrismo" era su permanente necesidad de participar en cualquier "acción" aunque no correspondiera a las necesidades del momento, aunque sólo fuera para demostrar su propia determinación revolucionaria.
"El partido independiente no tenía programa político claro; y tampoco tenía la menor intención de derrocar al Gobierno Ebert-Scheidemann. En esta conferencia, las decisiones estaban en manos de los independientes. Y se vio claramente entonces que las figuras vacilantes que celebraban sesión en el Comité del partido de Berlín, esas figuras a las que ya en tiempo normal no les gustaba correr riesgos pero que querían sin embargo participar en todo, aparecieron como los más chillones, presentándose como los "más revolucionarios" del mundo" ([10]).
Según Richard Müller, hubo una especie de escalada entre los jefes del USPD y la delegación del KPD: "Ahora los independientes querían demostrar su valor y su seriedad, sobrepujando los objetivos propuestos por Liebknecht. ¿Liebknecht podía retenerse, frente al "ardor revolucionario" de aquellos "elementos que dudaban y vacilaban"? No era ése su carácter" (ídem).
No se escucharon las advertencias de los delegados de soldados que expresaron dudas sobre la preparación de las tropas para la lucha.
"Richard Müller se expresó de la manera más aguda contra el objetivo propuesto, la caída del Gobierno. Destacó que no existían ni las condiciones políticas ni las condiciones militares. El movimiento crecía día tras día en el país, por eso se alcanzarían muy rápidamente las condiciones políticas, militares y psicológicas. Una acción prematura y aislada en Berlín podría poner en entredicho esa evolución posterior. Con muchas dificultades logró expresar ese rechazo ante objeciones que venían de todas partes.
"Pieck, como representante del Comité central del KPD, se expresó enérgicamente contra Richard Müller y pidió, en términos muy precisos, un voto inmediato y que se entablara la lucha" ([11]).
Se sometieron a votación y se adoptaron tres decisiones principales. El llamamiento a la huelga general se adoptó por unanimidad. Las otras dos decisiones, el llamamiento a derrocar el Gobierno y proseguir la ocupación de las oficinas de prensa, fueron adoptadas por una amplia mayoría pero con seis votos en contra ([12]).
Se constituyó entonces un Comité provisional de acción revolucionaria, compuesto de 53 miembros y tres Presidentes: Liebknecht, Ledebour et Scholze.
El proletariado había caído en la trampa.
Ocurrió entonces lo que habría de ser "la semana sangrienta" de Berlín. La burguesía la llamó "la semana Espartaco", en la que, según ella, "unos héroes de la libertad y de la democracia" hicieron fracasar un "golpe comunista". El destino de la revolución mundial se jugó en gran parte entonces, del 5 al 12 de enero de 1919.
La mañana que siguió la constitución del Comité revolucionario, la huelga era casi total en la ciudad. Un número de obreros aún mayor que la víspera tomó el centro de la ciudad, muchos de entre ellos estaban armados. Pero al mediodía, todas las esperanzas de un apoyo activo de las guarniciones se habían evaporado. Incluso la división de los marinos, leyenda viva, se declaró neutral, deteniendo incluso a su propio delegado, Dorrenbach, por considerar irresponsable su participación en el llamamiento a la insurrección. Esa misma tarde, la misma Volksmarinedivision hizo salir al Comité revolucionario del Marstall dónde se había refugiado. ¡De la misma forma, se neutralizaron o incluso se ignoraron las medidas concretas para expulsar al gobierno, puesto que era evidente que ninguna fuerza armada las apoyaba! ([13])
Todo el día estuvieron las masas en las calles, esperando instrucciones de sus dirigentes. Pero éstas no llegaban. El arte de realizar con éxito las acciones de masas estriba en saber concentrar y orientar la energía hacia un objetivo que vaya más allá de la situación inicial, que haga avanzar el movimiento general, que dé a sus participantes el sentimiento de éxito y de fuerza colectivo. En la situación de entonces, no bastaba la simple repetición de la huelga y las manifestaciones masivas de los días anteriores. Un paso adelante habría sido, por ejemplo, poner cerco a los cuarteles y hacer propaganda para ganarse a los soldados para la nueva etapa de la revolución, desarmar a los oficiales y jefes, comenzar a armar más ampliamente a los obreros mismos ([14]). Pero el Comité revolucionario autoproclamado no propuso esas medidas, porque ya había lanzado una serie de acciones más radicales pero desgraciadamente irrealistas. Tras haber llamado a nada menos que la insurrección armada, unas medidas más concretas, por poco espectaculares que fueran, habrían aparecido como un revés, una espera decepcionante, un retroceso. El Comité, y el proletariado con él, estaban encerrados en un radicalismo erróneo y vacío.
La dirección del KPD se quedó espantada cuando recibió las noticias de la propuesta de insurrección. Rosa Luxemburg y Leo Jogiches en particular acusaron a Liebknecht y Pieck de haber dejado de lado no sólo las decisiones del Congreso del partido sino el propio programa del partido ([15]).
Pero no se podían deshacer esos errores y, como tales, (aún) no era el momento de ocuparse de ellos. El curso de los acontecimientos puso el partido ante un terrible dilema: ¿cómo sacar el proletariado de la trampa donde ya estaba metido?
Esta tarea era mucho más difícil que la que realizaron los bolcheviques durante los famosos "días de Julio" del 17 en Rusia, cuando el partido logró ayudar a la clase obrera a evitar la trampa de un choque militar prematuro.
La respuesta asombrosa, paradójica, que dio el partido, bajo el impulso de Rosa Luxemburg, fue la siguiente: el KPD, opositor más determinado a una revolución armada hasta ahora, debía pasar a ser su protagonista más entusiasta. Por una simple razón: tomar el poder en Berlín era el único medio de impedir la masacre sangrienta que se estaba haciendo inminente, de impedir la decapitación del proletariado alemán. Una vez solucionado ese problema, el proletariado de Berlín podría dedicarse a resistir o retroceder en buen orden hasta que la revolución estuviera madura en el país entero.
Karl Radek, emisario del partido ruso, escondido en Berlín, propuso una orientación alternativa: retirada inmediata guardando las armas pero, si fuera necesario, devolviéndolas. Pero resulta que la clase en su conjunto no tenía armas todavía. El problema era que un "golpe" comunista "no democrático" le daba al Gobierno el pretexto que necesitaba para imponer un baño de sangre. Ningún retroceso de los combatientes podía deshacer eso.
La acción que había propuesto Rosa Luxemburg se basaba en que la relación de fuerzas militar en la capital no era desfavorable al proletariado. Y, realmente, aunque el 6 de enero destruyó las esperanzas que el Comité revolucionario había puesto en "sus" tropas, resultó rápidamente claro que la contrarrevolución también había calculado mal. La Guardia republicana y las tropas que simpatizaban con el SPD se negaban ahora a utilizar la fuerza contra los obreros revolucionarios. En sus actas de los acontecimientos, el revolucionario Richard Müller y el contrarrevolucionario Gustav Noske confirmaron ambos posteriormente la exactitud del análisis de Rosa Luxemburg: desde el punto de vista militar, la relación de fuerzas a principios de la semana estaba a favor del proletariado.
Pero la cuestión decisiva no era la relación de fuerzas militar sino la relación de fuerzas política. Y ésta iba contra el proletariado por la sencilla razón de que la dirección del movimiento estaba todavía en manos de los "centristas", de los elementos vacilantes, y todavía no en las de los revolucionarios consecuentes. Según "el arte de la insurrección" marxista, la insurrección armada es la última etapa del proceso de reforzamiento de la revolución, barriendo las últimas posiciones de resistencia.
Tomando conciencia de la trampa en la que se había metido, el Comité provisional, en vez de armar al proletariado, comenzó a negociar con ese Gobierno que acababa de declarar caduco y sin siquiera saber lo que quería negociar. Ante esta actitud del Comité, el KPD obligó a Liebknecht y a Pieck a dimitir el 10 de enero. Pero el mal estaba hecho. La política de conciliación paralizó al proletariado, haciendo remontar a la superficie todas sus dudas y vacilaciones. Los obreros de toda una serie de fábricas importantes hicieron declaraciones que condenaban al SPD pero también a Liebknecht y a los espartaquistas, llamando a la reconciliación de los "partidos socialistas".
En aquel momento en que la contrarrevolución se tambaleaba acudió en su auxilio el socialdemócrata Noske. "Es necesario que alguien desempeñe el papel de perro sangriento. No me asusta esa responsabilidad", declaró. Tras pretender "negociar" para ganar tiempo, el SPD convocó abiertamente a oficiales, estudiantes y milicias burguesas para ahogar la resistencia obrera en la sangre. Con un proletariado dividido y desmoralizado, la vía estaba ahora abierta al terror blanco más salvaje. Entre las atrocidades cometidas están el bombardeo de edificios por la artillería, el asesinato de los presos e incluso de los delegados que acudían a negociar, el linchamiento de obreros y también de soldados que habían apoyado a los revolucionarios, la persecución de mujeres y niños en los barrios obreros, la profanación de los cadáveres y también la caza sistemática y el asesinato de revolucionarios como Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht. Volveremos de nuevo sobre el carácter y el significado de ese terror en el último artículo de esta serie.
En un famoso artículo publicado en Rote Fahne el 27 de noviembre de 1918, "el Aqueronte se ha puesto en movimiento", Rosa Luxemburg anunciaba el principio de una nueva fase de la revolución: la de la huelga de masas. Eso iba a confirmarse con rapidez y una claridad meridiana. La situación material de la población no se había mejorado con el final de la guerra, al contrario. La inflación, los despidos, el desempleo masivo, el trabajo precario y la baja de los salarios reales provocaron más miseria todavía para millones de obreros, de funcionarios y también para amplias capas de las clases medias. Cada vez más, la miseria material y también la amarga decepción con respecto a los resultados de la revolución de noviembre impulsaban a las masas a defenderse. Los estómagos vacíos eran un poderoso argumento contra los supuestos beneficios de la nueva democracia burguesa. Olas de huelgas sucesivas recorrieron el país, sobre todo durante el primer trimestre de 1919. Alejados de los centros tradicionales del movimiento socialista organizado como Berlín, los puertos de mar o los sectores de ingeniería civil y alta tecnología ([16]), amplios sectores del proletariado con menos experiencia política, se implicaron en el proceso revolucionario. Incluían a aquellos a los que Rosa Luxemburg llamaba, en su folleto sobre la huelga de masas, "la masa de los ilotas". Eran sectores especialmente oprimidos de la clase obrera que no se habían beneficiado de ninguna educación socialista y que, por lo tanto, eran a menudo considerados con desprecio por los funcionarios de la socialdemocracia y los sindicatos antes de la guerra. Rosa Luxemburg predijo que desempeñarían un papel importante en la lucha futura por el socialismo.
Y ahora ahí estaban. Por ejemplo, millones de mineros, siderúrgicos, obreros de la industria textil de las regiones industriales del Bajo Rin y Westfalia ([17]). Ahí las luchas obreras defensivas se enfrentaron inmediatamente con la alianza brutal de la patronal, los guardias armados de sus fábricas, los sindicatos y los Cuerpos francos. A partir de esos primeros choques se cristalizaron dos reivindicaciones principales del movimiento de huelga, formuladas en la conferencia de los delegados de toda la región a principios de febrero en Essen: ¡todo el poder a los consejos de obreros y soldados! ¡Socialización de las fábricas y las minas! La situación se agudizó cuando los militares intentaron desarmar y desmantelar los consejos de soldados y mandaron 30 000 miembros de los Cuerpos francos a ocupar el Ruhr. El 14 de febrero, los consejos de obreros y soldados llamaron a la huelga general y a la resistencia armada. La determinación y la movilización de los obreros eran tan grandes que el ejército blanco mercenario ni siquiera hizo el menor amago de atacar. La indignación contra el SPD que apoyaba abiertamente a los militares y denunciaba la huelga fue indescriptible. El 25 de febrero, les consejos - apoyados par los delegados comunistas - decidieron acabar la huelga. Los dirigentes temían que los obreros inundasen las minas o atacasen a los obreros socialdemócratas ([18]). En realidad, los obreros mostraron un alto grado de disciplina y una amplia minoría respetó la llamada a la vuelta al trabajo - aunque no estuviesen de acuerdo con esta decisión. ¡Y fue, por desgracia, precisamente entonces cuando la huelga comenzaba en Alemania central!
Una segunda huelga de masas gigantesca estalló a finales de marzo y duró varias semanas a pesar de la represión de los Cuerpos francos.
"Todo indicó claramente que el Partido socialdemócrata y los dirigentes sindicales habían perdido su influencia sobre las masas. La potencia del movimiento revolucionario de los meses de febrero y marzo no estaba en la posesión ni en la utilización de las armas, sino en la posibilidad de retirar al Gobierno socialista burgués su fundamento económico, paralizando las áreas más importantes de producción. (...) Ni la enorme movilización militar, ni el armamento de la burguesía ni la brutalidad de la soldadesca pudieron quebrar esa fuerza, no pudieron forzar a los obreros en huelga a volver al trabajo" ([19]).
El segundo gran centro de la huelga de masas fue la región llamada Alemania central (Mitteldeutschland) ([20]). El movimiento de huelgas estalló allí a mediados de febrero, no solamente como respuesta al empobrecimiento y a la represión, sino también en solidaridad con las víctimas de la represión en Berlín y con las huelgas del Rin y del Ruhr. Como en la región precedente, el movimiento sacó sus fuerzas gracias a la dirección que se dio en los consejos de obreros y soldados en los que los socialdemócratas perdieron rápidamente su influencia.
Pero mientras que en la región del Ruhr, los obreros de la industria pesada formaban la parte fundamental de las tropas, aquí el movimiento incorporó no solo a los mineros, sino a casi todas las profesiones y ramas industriales. Por primera vez desde el principio de la revolución, los ferroviarios se unieron al movimiento. Esto tenía una importancia especial. Una de las primeras medidas del gobierno de Ebert a finales de la guerra fue aumentar sustancialmente el sueldo de los ferroviarios. La burguesía necesitaba "neutralizar" ese sector para poder transportar a sus brigadas contrarrevolucionarias por toda Alemania. Ahora, por primera vez, esta posibilidad estaba comprometida.
También significativo fue que los soldados de las guarniciones salieran a apoyar a los huelguistas. La Asamblea nacional, que había huido de los obreros de Berlín, se desplazó a Weimar para celebrar su sesión parlamentaria constitutiva. Llegó justo en medio de una lucha de clases aguda y de soldados hostiles, debiendo reunirse detrás de un batería protectora de artillería y de ametralladoras ([21]).
La ocupación selectiva de las ciudades por los Cuerpos francos provocó batallas callejeras en Halle, Merseburg y Zeitz, explosiones de unas masas "furiosas hasta la locura" como lo escribió Richard Müller. Como en el Ruhr, aquellas acciones militares no lograron romper el movimiento de huelgas.
El llamamiento de los delegados de fábricas a la huelga general para el 24 de febrero iba a revelar otro proceso muy significativo. Los delegados apoyaron ese llamamiento unánimemente, incluidos los del SPD. En otros términos, la socialdemocracia perdía el control incluso de sus propios miembros.
"Desde el principio, la huelga se extendió al máximo. Ya no era posible una mayor intensidad, sino mediante la insurrección armada algo que los huelguistas rechazaban y parecía injustificado. El único medio de hacer la huelga más eficaz estaba en manos de los obreros de Berlín ([22])".
Por ello los obreros pidieron al proletariado de Berlín que se uniera, que dirigiera en realidad, el movimiento que abarcaba el centro de Alemania, el Rin y el Ruhr.
Y los obreros de Berlín respondieron lo mejor que pudieron, a pesar de la derrota que acababan de sufrir. El centro de gravedad había pasado de la calle a las asambleas masivas. Los debates que animaban a fábricas, oficinas y cuarteles debilitaban continuamente la influencia del SPD, reduciéndose el número de sus delegados en los consejos obreros. Los intentos del partido de Noske para desarmar a los soldados y liquidar sus organizaciones no hicieron más que acelerar ese proceso. Una asamblea general de los consejos obreros en Berlín el 28 de febrero llamó a todo el proletariado a defender sus organizaciones y prepararse a la lucha. Los propios delegados del SPD hicieron fracasar el intento de impedir esta resolución por parte de ese partido.
La asamblea reeligió a su Comité de acción. El SPD perdió la mayoría. En la elección siguiente del Comité, el KPD tuvo casi tantos delegados como el SPD; en los consejos en Berlín, el curso se orientaba a favor de la revolución ([23]).
Tomando conciencia de que el proletariado no podría vencer sino dirigido por una organización unida y centralizada, comenzó la agitación de masas para la reelección de los consejos de obreros y soldados en todo el país y a favor de la celebración de un nuevo congreso nacional de los consejos. A pesar de la oposición histérica del Gobierno y del SPD a esta propuesta, los consejos de soldados empezaron a declararse a favor de esa propuesta. Plenamente conscientes de las dificultades prácticas para aplicar esos proyectos, los socialdemócratas optaron por dar largas y dejar pasar el tiempo.
Pero el movimiento en Berlín se enfrentaba a otro problema muy urgente: la llamada de apoyo por parte de los obreros de Alemania central. La asamblea general de los consejos obreros de Berlín se reunió el 3 de marzo para decidir sobre ese problema. El SPD, sabiendo que la pesadilla de la semana sangrienta de enero seguía atormentando al proletariado de la capital, estaba determinado a impedir una huelga general. Y en realidad, los obreros vacilaron en un primer tiempo. Gracias a su agitación para aportar la solidaridad a la Alemania central, los revolucionarios invirtieron poco a poco las cosas. Mandaron delegaciones de todas las fábricas principales de la ciudad a la asamblea de los consejos para informarle de que las asambleas en las factorías y tajos ya habían decidido cesar el trabajo. Resultaba claro que comunistas e independientes de izquierda tenían la mayoría de los obreros detrás de ellos.
La huelga fue casi total también en Berlín. Sólo trabajaban las fábricas designadas por los consejos obreros para hacerlo (bomberos, proveedores de agua, electricidad y gas, salud, producción alimenticia). El SPD - y su portavoz el Vorwärts - denunció inmediatamente la huelga, requiriendo a los delegados miembros del partido a que hicieran lo mismo. Y éstos se pronunciaron entonces en contra de la posición de su propio partido. Además, los impresores, que siempre habían estado fuertemente influidos por la socialdemocracia y habían sido una de las pocas profesiones que no se habían incorporado al frente huelguista, se unieron entonces a él para protestar contra la actitud del SPD. Así fue como se redujo en gran parte al silencio la campaña de odio.
Pero el traumatismo de enero resultó fatal a pesar de todas esas señales de maduración. La huelga general en Berlín llegó demasiado tarde, cuando estaba acabándose en Alemania central. Peor aun, los comunistas, traumatizados por la derrota de enero, se negaron a participar en la dirección de la huelga junto con los socialdemócratas. La unidad del frente de la huelga empezó a agotarse, se extendieron la división y la desmoralización.
Era el momento para los Cuerpos francos de invadir Berlín. Sacando las lecciones de los acontecimientos de enero, los obreros se reunieron en las fábricas y no en la calle. Pero en lugar de atacar inmediatamente a los obreros, los Cuerpos francos atacaron en primer lugar las guarniciones y los consejos de soldados, primero contra los regimientos que habían participado en la represión de los obreros en enero, o sea, contra los que gozaban de menos simpatía entre los trabajadores. Luego se volvieron contra el proletariado. Como en enero, hubo ejecuciones sumarias en las calles, fueron asesinados revolucionarios (entre ellos Leo Jogiches); los cadáveres se tiraban al río. Esta vez, el terror blanco fue todavía más salvaje que en enero y ascendió a más de 1000 muertos. El barrio obrero de Lichtenberg, al este del centro de la ciudad, fue bombardeado por la aviación.
Sobre las luchas de enero-marzo, Richard Müller escribe: "Fue el levantamiento más gigantesco del proletariado alemán, de los obreros, empleados, funcionarios e incluso de partes de las clases medias pequeño-burguesas, a una escala desconocida hasta entonces y que no será alcanzada después, sino una sola vez, durante el golpe de Kapp. Las masas populares estaban en huelga general no solo en las regiones de Alemania en las cuales nos centramos, sino en Sajonia, Bade, Baviera; por todas partes, las olas de la revolución socialista asaltaban los muros de la producción capitalista y de la propiedad. Las masas trabajadoras avanzaban a grandes pasos por el camino que continuaba la transformación política de noviembre de 1918" ([24]).
Sin embargo, "el curso tomado por los acontecimientos de enero seguía siendo un lastre que pesaba sobre el movimiento revolucionario. Su comienzo absurdo y sus consecuencias trágicas habían quebrado a los obreros de Berlín y se necesitaron semanas de trabajo obstinado para que fueran capaces de entrar de nuevo en lucha. Si el golpe de enero no se hubiese intentado, el proletariado de Berlín habría podido ayudar a tiempo a los combatientes del Rin, Westfalia y Alemania central. La revolución habría continuado y la nueva Alemania tendría un aspecto económico y político muy diferente" ([25]).
La incapacidad del proletariado mundial para impedir la Primera Guerra mundial había creado condiciones difíciles para la victoria de la revolución. En comparación con una revolución que replicara fundamentalmente a una crisis económica, una revolución contra la guerra mundial acarrea inconvenientes considerables. En primer lugar, la guerra había matado o herido a millones de obreros; muchos de ellos eran socialistas experimentados con una conciencia de clase. En segundo lugar, la burguesía puede acabar la guerra si ve que su continuación amenaza su sistema, cosa imposible con la crisis económica. Eso es lo que ocurrió en 1918. Eso creó divisiones entre los obreros de cada país, entre los que se satisfacían con el fin de las hostilidades y los que consideraban que solo el socialismo podía solucionar el problema. En tercer lugar, el proletariado internacional estaba dividido, para empezar por la propia guerra, y después entre obreros de los países "vencidos" y los de los países "vencedores". No es ninguna casualidad si una situación revolucionaria se desarrolló en los países donde la guerra estaba perdida (Rusia, Austria-Hungría, Alemania) y no en los países de la Entente (Gran Bretaña, Francia, Estados Unidos).
¿Pero quiere decir eso que, en aquellas circunstancias, un triunfo de la revolución proletaria era imposible desde el principio? Recordemos que éste fue uno de los principales argumentos formulados por la socialdemocracia para justificar su papel contrarrevolucionario. Pero en realidad, distaba mucho de ser así.
En primer lugar, aunque la "Gran Guerra" diezmó físicamente y debilitó psicológicamente al proletariado, eso no impidió que la clase obrera se lanzara con fuerza al asalto contra el capitalismo. La matanza que se le impuso era inmensa, pero menos que la infligida más tarde por la Segunda Guerra mundial; y no hay comparación posible con la que provocaría una tercera guerra mundial con armas termonucleares.
En segundo lugar, aunque la burguesía hubiera podido poner fin a la guerra, eso no significa que pudiera eliminar sus consecuencias materiales y políticas, o sea el agotamiento del aparato productivo, la desorganización de la economía y la sobreexplotación de la clase obrera en Europa. En los países vencidos en particular, el fin de la guerra no permitió una restauración rápida del nivel de vida de anteguerra para las masas de la población. Al contrario. Aunque la reivindicación de la "socialización de la industria" haya contenido el peligro de desviar a la clase obrera de la lucha por el poder hacia una especie de proyecto autogestionario que apoyaban anarquistas y anarcosindicalistas, la fuerza principal de esa reivindicación en 1919 en Alemania era la preocupación de la supervivencia física del proletariado. Los obreros, cada vez más convencidos de la incapacidad del capitalismo para producir los suficientes bienes alimenticios, de carbón y demás, a precios accesibles para que la población pudiera pasar el invierno, empezaron a darse cuenta de que una fuerza de trabajo insuficientemente alimentada y agotada, amenazada por epidemias e infecciones, debía hacerse cargo del problema antes de que fuera demasiado tarde.
En este sentido, las luchas que se habían desarrollado contra la guerra no se terminaron con la propia guerra. Además, el impacto de la guerra en la conciencia de clase era profundo. Con la guerra moderna había desaparecido por completo toda imagen de heroísmo.
En tercer lugar, tampoco era insuperable la brecha entre obreros de los países "vencedores" y "vencidos". En Gran Bretaña en particular, hubo fuertes movimientos de clase tanto durante como al final de la guerra. El aspecto más sorprendente de 1919, "año de la revolución" en Europa central, fue la ausencia relativa del proletariado francés. ¿Dónde estaba esta parte de la clase que, desde 1848 hasta la Comuna de París de 1871, había sido la vanguardia de la insurrección proletaria? En cierta medida, fue contaminado por el frenesí chovinista de la burguesía que prometía a "sus" obreros una nueva era de prosperidad gracias a las reparaciones que iba a imponer a Alemania. ¿No había antídoto a ese veneno nacionalista? Sí, había uno. La victoria del proletariado alemán habría sido ese antídoto.
En 1919, Alemania era la bisagra indispensable entre la revolución al Este y la adormecida conciencia de clase al Oeste. La clase obrera europea de 1919 se había educado en el socialismo. Su convicción sobre la necesidad y la posibilidad del socialismo aún no estaba socavada por la contrarrevolución estalinista. La victoria de la revolución en Alemania habría socavado las ilusiones sobre la posibilidad de un retorno a la aparente "estabilidad" del mundo de anteguerra. La reanudación por el proletariado alemán con su papel dirigente en la lucha de clase habría reforzado enormemente la confianza en el futuro del socialismo.
¿Pero era una posibilidad realista la victoria de la revolución en Alemania? La revolución de noviembre reveló la fuerza y el heroísmo de la clase, pero también sus enormes ilusiones, sus confusiones y vacilaciones. Sin embargo, había ocurrido lo mismo en febrero de 1917 en Rusia. Durante los meses que siguieron a febrero, el curso de la Revolución rusa reveló la maduración progresiva del inmenso potencial que condujo a la victoria de Octubre. En Alemania, a partir de noviembre de 1918 - a pesar del final de la guerra - se aprecia una maduración muy similar. Durante el primer trimestre de 1919, ya hemos visto el desarrollo de la huelga de masas, la entrada de toda la clase obrera en la lucha, el papel creciente de los consejos obreros y, en ellos, de los revolucionarios, los primeros esfuerzos por crear una organización y una dirección centralizada del movimiento, el descubrimiento progresivo del papel contrarrevolucionario del SPD y de los sindicatos así como los límites de la eficacia de la represión estatal.
Durante 1919, fueron aniquilados levantamientos locales y "Repúblicas de consejos" en ciudades costeras, en Baviera y en otros lugares. Estos episodios rebosan de ejemplos del heroísmo del proletariado y de lecciones amargas para el futuro. No fueron, sin embargo, decisivos para el desenlace de la revolución en Alemania. No eran los centros determinantes. Éstos eran en primer lugar la enorme concentración industrial de lo que es hoy la región Rin-Westfalia. Para la burguesía, esta región estaba poblada por una especie humana lúgubre que vivía en una especie de submundo, que nunca veía la luz del día, que vivía más allá de las fronteras de la civilización. La burguesía se horrorizó cuando vio a aquel inmenso ejército gris de ciudades tentaculares, donde nunca brillaba el sol y donde la nieve caía negra, salir de las minas y los altos hornos. Horrorizada, todavía más horrorizada cuando supo la inteligencia, el calor humano, el sentido de la disciplina y de la solidaridad de aquel ejército que no era ya la carne de cañón de las guerras imperialistas sino el protagonista de su propia guerra de clase.
Ni en 1919, ni en 1920, la brutalidad combinada de los militares y Cuerpos francos fue capaz de aplastar a aquel enemigo en su propio terreno. No fue vencido hasta que, tras haber triunfando contra el golpe de Kapp en 1920, los obreros cometieron el error de mandar su "Ejército Rojo del Ruhr" fuera de las ciudades y de las minas para librar una batalla convencional. Y después le tocó el turno a la Alemania central con su veterana clase obrera, altamente cualificada, inmersa en la tradición socialista ([26]). Antes y durante la guerra, allí se establecieron industrias muy modernas como la química, la aviación, atrayendo a decenas de miles de jóvenes obreros inexpertos pero radicales, combativos, con un gran sentido de la solidaridad. Este sector también iba a comprometerse en las luchas masivas de 1920 (Kapp) y 1921 (Acción de marzo).
Pero si el Rin, el Ruhr y Alemania central eran los pulmones, el corazón y el tubo digestivo de la revolución, Berlín era el cerebro. Tercera ciudad del mundo por su tamaño (después de Nueva York y Londres), Berlín era en aquel entonces el "Silicón Valley" de Europa. La base de su desarrollo económico residía en la ingeniosidad de la fuerza de trabajo, altamente cualificada. Ésta tenía una vieja educación socialista y estaba en el centro del proceso de formación del partido de clase.
En el primer trimestre de 1919, la toma del poder no estaba todavía al orden del día. La tarea era todavía ganar tiempo para que la revolución madurase en el conjunto de la clase, evitando así una derrota decisiva. El tiempo, en ese momento crucial, jugaba a favor del proletariado. La conciencia de clase se profundizaba. El proletariado luchaba para crear los órganos necesarios para su victoria, el partido y los consejos. Los principales batallones de la clase se incorporaban a la lucha.
Pero con la derrota de enero de 1919 en Berlín el factor tiempo cambió de campo, pasando a favor de la burguesía. La derrota de Berlín ocurrió en dos tiempos: enero y marzo-abril de 1919. Pero enero fue determinante, ya que no solo fue una derrota física sino también una derrota moral. La unificación de los sectores decisivos de la clase en la huelga de masas constituía la fuerza capaz de desbaratar la estrategia de la contrarrevolución y abrir la vía hacia la insurrección. Pero este proceso de unificación - similar al que ocurrió en Rusia a finales del verano de 1917 frente al golpe de Kornilov - dependía sobre todo de dos factores: el partido de clase y los obreros de la capital. La estrategia de la burguesía, consistente en infligir preventivamente lesiones serias a esos elementos decisivos, fue un éxito. El fracaso de la revolución en Alemania frente a sus propias "jornadas de Kornilov" fue, ante todo, el resultado de su fracaso ante la versión alemana de los "días de julio" ([27]).
La diferencia más sorprendente con Rusia es la ausencia de un partido revolucionario capaz de formular y defender una política lúcida y coherente frente a las tempestades inevitables de la revolución y las divergencias en sus filas. Como lo escribimos en el artículo anterior, la revolución pudo triunfar en Rusia sin que previamente se hubiera constituido un partido de clase mundial, pero no en Alemania.
Por eso hemos dedicado un artículo específico de esta serie al Congreso de fundación del KPD. El Congreso trató muchas cuestiones, pero no las cuestiones candentes del momento. Aunque formalmente adoptara el análisis de la situación presentado por Rosa Luxemburg, demasiados delegados subestimaban en realidad al enemigo de clase. Sin dejar de insistir constantemente en el papel de las masas, su visión de la revolución seguía estando influida por los ejemplos de las revoluciones burguesas. Para la burguesía, la toma del poder es el último acto de su ascenso al poder, preparado desde mucho tiempo antes por el auge de su poder económico. El proletariado, al no poder acumular la menor riqueza porque es una clase explotada, sin propiedad, debe preparar su victoria por otros medios. Debe acumular la conciencia, la experiencia, la organización. Debe ser activo y aprender a tomar su destino en sus propias manos ([28]).
El método de producción capitalista determina el carácter de la revolución proletaria. La revolución proletaria revela el secreto del modo de producción capitalista. Al ir pasando por las etapas de la cooperación, de la manufactura y de la industrialización, el capitalismo ha ido desarrollando las fuerzas productivas, condición necesaria para la instauración de una sociedad sin clases. Lo hace estableciendo el trabajo asociado. El "trabajador colectivo", creador de la riqueza, está sometido a las relaciones de propiedad capitalistas por la apropiación privada, competitiva y anárquica de los frutos del trabajo asociado. La revolución proletaria suprime la propiedad privada, permitiendo al nuevo modo de apropiación estar en acuerdo con el carácter asociado de la producción. Bajo el imperio del capital, el proletariado desde su origen ha creado las condiciones de su propia liberación. Pero los sepultureros de la sociedad capitalista sólo pueden cumplir su misión histórica si la propia revolución proletaria es el producto del "trabajador colectivo", de los obreros del mundo actuando, por así decirlo, como una única persona. El carácter colectivo del trabajo asalariado debe pasar a ser la asociación colectiva consciente de lucha.
Reunir a la vez en la lucha al conjunto de la clase y sus minorías revolucionarias lleva tiempo. En Rusia, eso tomó una docena de años, desde la lucha por "un nuevo tipo de partido de clase" en 1903, pasando por la huelga de masas de 1905-1906 y la víspera de la Primera Guerra mundial hasta las apasionantes jornadas de 1917. En Alemania y en el conjunto de los países occidentales, el contexto de guerra mundial y la brutal aceleración de la historia que significó, dieron poco tiempo a esa necesaria maduración. La inteligencia y la determinación de la burguesía después del Armisticio de 1918 redujeron aún más el tiempo necesario para ello.
Hemos hablado varias veces, en esta serie de artículos, del golpe a la confianza en sí misma de la clase obrera y de su vanguardia revolucionaria que causó el naufragio de la Internacional socialista ante el estallido de la guerra. ¿Qué queríamos decir?
La sociedad burguesa concibe la cuestión de la confianza en sí desde el punto de vista del individuo y sus capacidades. Esta concepción olvida que la humanidad, más que cualquier otra especie conocida, depende de la sociedad para sobrevivir y desarrollarse. Todavía es más verdad para el proletariado, el trabajo asociado, que produce y lucha no individual sino colectivamente, y que no hace surgir individuos revolucionarios sino organizaciones revolucionarias. La impotencia del obrero individual - mucho más extremo que la del capitalista o incluso del pequeño propietario individual - se trastoca en la lucha revelándose la fuerza oculta de esta clase. Su dependencia respecto al colectivo prefigura el carácter de la futura sociedad comunista en la cual la afirmación consciente de la comunidad permitirá por primera vez el pleno desarrollo de la individualidad. La confianza en sí del individuo presupone la confianza de sus partes en el todo, la confianza mutua de los miembros de la comunidad de lucha.
Dicho de otra forma, solo forjando una unidad en la lucha puede la clase obrera desarrollar el valor y la confianza necesarios para su victoria. Sus herramientas teóricas y de análisis no pueden afilarse suficientemente sino es de manera colectiva. Los errores de los delegados del KPD en el momento decisivo en Berlín eran en realidad el producto de una madurez aún insuficiente de esta fuerza colectiva del joven partido de clase en su conjunto.
Nuestra insistencia sobre el carácter colectivo de la lucha proletaria no niega en modo alguno el papel del individuo en la historia. Trotski, en su Historia de la Revolución rusa, escribió que sin Lenin, los bolcheviques en octubre de 1917 habrían comprendido quizás demasiado tarde que había llegado el momento de la insurrección. El partido casi falló "su cita de la historia". Si el KPD hubiese mandado, la noche del 5 de enero, a Rosa Luxemburg y Leo Jogishes - sus analizadores más claros - en vez de a Karl Liebknecht y Wilhelm Pieck, a la reunión en el cuartel general de Emil Eichhorn, la salida histórica hubiera podido ser diferente.
No negamos la importancia de Lenin o de Rosa Luxemburg en las luchas revolucionarias de aquel entonces. Lo que rechazamos es la idea de que su papel se debería sobre todo a su inteligencia personal. Su importancia se debe sobre todo a su capacidad para ser colectivos, para concentrar y devolver como un prisma toda la luz irradiada por la clase y el partido en su conjunto. El papel trágico de Rosa Luxemburg en la revolución alemana, su influencia limitada en el partido en el momento decisivo se debió a que personificaba la experiencia viva del movimiento internacional en un momento en que el movimiento en Alemania seguía sufriendo de su aislamiento del resto del proletariado mundial.
Queremos insistir en que la historia es un proceso abierto y que la derrota de la primera ola revolucionaria no era una conclusión inevitable. No tenemos la intención de contar la historia de "lo que hubiera podido ser". No hay vuelta atrás en la historia, sino marcha hacia adelante. Con la distancia, el curso seguido por la historia siempre parece "inevitable". Pero ahí olvidamos que la determinación - o su ausencia - del proletariado, su capacidad para sacar conclusiones - o la ausencia de esta capacidad - forman parte de la ecuación. Dicho de otra forma, lo que se hace "inevitable" también depende de nosotros. Nuestros esfuerzos activos hacia un objetivo consciente son un componente activo de la ecuación de la historia.
En el próximo y último artículo de esta serie, examinaremos las inmensas consecuencias de la derrota de la revolución alemana y la validez de estos acontecimientos para hoy y mañana.
Steinklopfer
[1]) La "Triple Entente" era la coalición de Gran Bretaña, Francia y Rusia, a la que se añadieron los Estados Unidos al final de la guerra.
[2]) Esa alianza entre militares y el SPD, decisiva para el triunfo de la contrarrevolución, no hubiese sido posible sin el apoyo de la burguesía británica. Destruir la potencia de la casta militar prusiana era uno de los objetivos de guerra de Londres, pero se abandonó este objetivo para no debilitar las fuerzas de la reacción. En este sentido, no resulta exagerado decir que la alianza entre las burguesías alemana y británica fueron el pilar de la contrarrevolución internacional de aquel entonces. Volveremos sobre esta cuestión en la última parte de la serie.
[3]) Miles de presos, rusos y otros, seguían detenidos y condenados a trabajos forzados por la burguesía alemana, a pesar de que guerra se hubiera terminado. Participaron activamente en la revolución junto a sus hermanos de clase alemanes.
[4]) Este monumental edificio barroco, que sobrevivió a la Segunda Guerra mundial, fue destruido por la República democrática alemana y sustituido por el "Palacio de la República" estaliniano. Se le retiró previamente el pórtico desde el cual Karl Liebknecht había declarado la República socialista cuando la revolución de noviembre, y se integró en la fachada adyacente del "Consejo de Estado de la RDA". De este modo, el lugar desde el que Liebknecht había llamado a la revolución mundial se transformó en símbolo nacionalista del "socialismo en un solo país".
[5]) Este edificio, situado detrás del palacio, sigue en pie.
[6]) Así lo formula el autor, Alfred Döblin, en su libro Karl y Rosa, en la última parte de su novela en 4 volúmenes: Noviembre de 1918. Como simpatizante del ala izquierda del USPD, fue el testigo ocular de la revolución en Berlín. Su relato monumental fue escrito en los años treinta y está marcado por la confusión y la desesperación generada por la contrarrevolución triunfante.
[7]) Durante la reconstrucción del centro ciudad después de la caída del muro de Berlín, salieron a la luz túneles para huir realizados por los distintos Gobiernos del siglo xx que no estaban indicados en ningún mapa oficial, son monumentos al miedo de la clase dominante. No se sabe si se han construido nuevos túneles.
[8]) Hubo huelgas de simpatía y ocupaciones en varias ciudades, entre ellas Stuttgart, Hamburgo y Dusseldorf.
[9]) Esta cuestión, documentada de sobra por Richard Müller en su Historia de la revolución alemana escrita en los años veinte, es un hecho hoy aceptado por los historiadores.
[10]) Historia de la revolución alemana: la guerra civil en Alemania, Volumen III.
[11]) Müller, idem. Richard Müller era uno de los jefes más lúcidos y experimentados del movimiento. Se puede hacer un determinado paralelo entre el papel desempeñado por Müller en Alemania y el de Trotski en Rusia en 1917. Ambos fueron Presidentes del Comité de acción de los consejos obreros en una ciudad central. Ambos iban a convertirse en historiadores de la revolución en la que habían participado directamente. Es lamentable ver con qué desprecio Wilhem Pieck hizo caso omiso de las advertencias de un dirigente tan experimentado y responsable.
[12]) Los seis que se opusieron fueron Müller, Däuming, Eckert, Malzahn, Neuendorf y Rusch.
[13]) El caso de Lemmgen, un marino revolucionario, forma parte de la leyenda pero es desgraciadamente verdad. Después del fracaso de sus tentativas repetidas de confiscar el banco estatal (un funcionario apellidado Hamburguer puso en duda la validez de las firmas de esa orden), el pobre Lemmgen se desmoralizó tanto que volvió a su casa y se fue furtivamente a dormir.
[14]) Es precisamente esta propuesta de acción la que fue presentada públicamente por el KPD en su órgano de prensa el Rote Fahne.
[15]) En particular el pasaje del programa que declara que el partido asumiría el poder solamente con el apoyo de las grandes masas del proletariado.
[16]) Como Turingia, la región de Stuttgart o el valle del Rin, bastiones del viejo movimiento marxista.
[17]) En la región de los ríos Ruhr y Wupper.
[18]) El 22 de febrero, los obreros comunistas de Mülheim en el Ruhr atacaron con pistolas una reunión pública del SPD.
[19]) R. Müller, op.cit., Vol. III.
[20]) Las regiones de Sajonia, Turingia y Sajonia-Anhalt. El centro de gravedad era la ciudad de Halle y, cerca de ésta, el cinturón de industrias químicas alrededor de la fábrica gigante de Leuna.
[21]) La expresión "República de Weimar" que abarca el período de la historia alemana que va de 1919 a 1933, tiene su origen en ese episodio.
[22]) Müller, idem.
[23]) Durante los primeros días de la revolución, el USPD y Espartaco juntos sólo tenían tras ellos a una cuarta parte de todos los delegados. El SPD dominaba en masa. Los delegados miembros de los partidos a principios de 1919 se distribuían así: el 28 de febrero: 305 USPD, 271 SPD, 99 KPD, 95 demócratas; el 19 de abril: 312 USPD, 164 SPD, 103 KPD, 73 demócratas. Hay que señalar que, durante este período, el KPD no podía actuar sino en la clandestinidad y que un número considerable de delegados nombrados como miembros del USPD simpatizaban, en realidad, con los comunistas e iban rápidamente a unirse a ellos.
[24]) Müller, idem.
[25]) Müller, idem.
[26]) No es casualidad si la infancia del movimiento marxista en Alemania se asocia a los nombres de ciudades de Turingia: Eisenach, Gotha, Erfurt.
[27]) Los días de julio de 1917 son uno de los momentos más importantes no solo de la Revolución rusa sino de toda la historia del movimiento obrero. El 4 de julio, una manifestación armada de medio millón de participantes asedia la dirección del soviet de Petrogrado, llamándole a que tome el poder, pero se dispersa pacíficamente por la tarde, respondiendo a la llamada de los bolcheviques. El 5 de julio, las tropas contrarrevolucionarias reocupan la capital de Rusia, lanzan una caza a los bolcheviques y reprimen a los obreros más combativos. Sin embargo, al evitar una lucha prematura por el poder, el conjunto del proletariado va a mantener intactas sus fuerzas revolucionarias. Es lo que permitirá a la clase obrera sacar lecciones esenciales de aquellos acontecimientos, en particular la comprensión del carácter contrarrevolucionario de la democracia burguesa y de la nueva izquierda del capital: mencheviques y social-revolucionarios (eseristas) que traicionaron la causa de los trabajadores y campesinos pobres, pasándose al campo enemigo. En ningún otro momento de la Revolución rusa fue tan agudo el peligro de una derrota decisiva del proletariado y la liquidación del Partido bolchevique como durante aquellas 72 horas dramáticas. En ningún otro momento tuvo tanta importancia la confianza profunda de los batallones más avanzados del proletariado en su partido de clase, en la vanguardia comunista.
Con la derrota de julio, la burguesía cree poder terminar con esta pesadilla. Para ello, repartiéndose la faena entre el bloque "democrático" de Kerenski y el bloque abiertamente reaccionario de Kornilov, jefe de los ejércitos, organiza el golpe de Estado que reúne regimientos de Cosacos, de Caucasianos, etc., que aún parecen fieles al poder burgués e intenta lanzarlos contra los soviets. Pero la tentativa falla de manera estrepitosa. La reacción masiva de los obreros y soldados, su firme organización en el Comité de defensa de la revolución - que, bajo el control del Soviet de Petrogrado se transformaría más tarde en Comité militar revolucionario, órgano de la insurrección de Octubre - hacen que las tropas de Kornilov o permanezcan inmovilizadas y se rindan, o deserten y se unan a los obreros y los soldados, lo que ocurre en la mayoría de los casos.
[28]) Contrariamente a Luxemburg, Jogiches y Marchlewski que estaban en Polonia (en aquel entonces formaba parte del imperio ruso) durante la revolución de 1905-06, la mayoría de los fundadores del KPD no tenían experiencia directa de la huelga de masas y tenían dificultades para comprender que era algo indispensable para la victoria de la revolución.
Al final del año 2008, hubo simultáneamente en varios países de Europa movimientos masivos de la juventud estudiantil (universitarios y estudiantes de secundaria). En Grecia, en las asambleas generales masivas de estudiantes se evocó incluso un nuevo "Mayo del 68". En efecto, no sólo se movilizaron los jóvenes contra los ataques del gobierno y la represión policíaca del Estado, sino también varios sectores de la clase obrera en solidaridad con las jóvenes generaciones. La agravación de la crisis económica mundial pone cada vez más de relieve la quiebra de un sistema que no tiene ningún porvenir que ofrecer a los hijos de la clase obrera. Pero esos movimientos sociales no sólo son de la juventud. Se integran en las luchas obreras que se están desarrollando a escala mundial. La dinámica actual de la lucha de clases internacional, marcada por el ingreso de las jóvenes generaciones en el escenario social, confirma que el porvenir está en manos de la clase obrera. Frente al desempleo, a la precariedad, a la miseria y la explotación, la vieja consigna del movimiento obrero "Proletarios de todos los países, uníos" es más actual que nunca.
La explosión de cólera y la revuelta de las jóvenes generaciones proletarizadas en Grecia no son, ni mucho menos, un fenómeno aislado o particular. Hunden sus raíces en la crisis mundial del capitalismo y su enfrentamiento a la represión ha puesto al desnudo la verdadera naturaleza de la burguesía y de su terror de Estado. Siguen el mismo camino que las movilizaciones, en un terreno de clase, de las generaciones jóvenes en Francia contra el CPE (Contrato de primer Empleo) de 2006 y la LRU (Ley de Reforma de la Universidad) de 2007 en las que los estudiantes de instituto y universidad se consideraban ante todo como proletarios luchando contra sus futuras condiciones de explotación. La burguesía de los principales países europeos lo ha comprendido muy bien, reconociendo su temor a un contagio que provocaría explosiones sociales similares ante la agravación de la crisis. Por ejemplo y significativamente, la burguesía en Francia acabó retrocediendo precipitadamente y dejando "para más tarde" su reforma de la secundaria. El carácter internacional de la contestación y de la combatividad estudiantil, sobre todo en la secundaria, se está expresando con fuerza.
En Italia, dos meses de movilización estudiantil estuvieron marcados por manifestaciones masivas entre el 25 de octubre y el 14 de noviembre. Se hicieron tras el lema "No queremos pagar por la crisis", contra el decreto Gelmini y sus recortes presupuestarios en Educación Nacional y sus consecuencias: entre otras, la no renovación de los contratos de 87 000 docentes precarios y de 45 000 trabajadores ABA (personal técnico empleado por Educación Nacional) y, también, contra la reducción de fondos públicos para la Universidad[1].
Alemania, 12 de noviembre, 120 000 estudiantes de secundaria bajan a las calles de las ciudades principales del país con consignas como: "Capitalismo es crisis". Así fue en Berlín o en el asedio del parlamento regional en Hanover.
España, 13 de noviembre, miles de estudiantes se manifiestan en más de 70 ciudades contra las nuevas directivas europeas (llamadas "de Bolonia") de la reforma de la enseñanza superior que tienden a la privatización de las facultades y multiplican las prácticas en empresas.
La revuelta de las jóvenes generaciones de proletarios frente a la crisis y la deterioración de su nivel de vida se ha extendido a otros países: sólo ya en enero de 2009, Vilna (Lituania), Riga (Letonia) y Sofía (Bulgaria) han vivido amotinamientos severamente reprimidos por la policía. Senegal, diciembre de 2008: enfrentamientos violentos contra la miseria creciente de unos manifestantes que reclamaban la parte correspondiente de las minas explotadas por Arcelor Mittal; dos muertos en Kégoudou, a 700 km al sureste de Dakar. En Marruecos, 4000 estudiantes de Marraquech se habían alzado a principios de mayo de 2008 contra una intoxicación alimentaria que afectó a 22 de ellos en un comedor universitario. Represión violenta del movimiento, detenciones, penas de cárcel y torturas se han multiplicado desde entonces.
Muchos de ellos se han reconocido en el combate de los estudiantes griegos.
La amplitud de esas movilizaciones ante las mismas medidas del Estado no es de extrañar. La reforma del sistema educativo emprendida a escala europea debe servir para preparar a las jóvenes generaciones obreras a un "porvenir" obstruido y a la generalización de la precariedad y del desempleo.
La negativa y la revuelta de las nuevas generaciones de proletarios escolarizados ante ese muro del desempleo y ese océano de la precariedad que les reserva el sistema capitalista en crisis, se granjean también, por todas partes, la simpatía de los proletarios de todas las generaciones.
Los medios, que se cuadran a las órdenes de la propaganda del capital, no han cesado de intentar deformar la realidad de lo ocurrido en Grecia desde el asesinato por la policía del joven de 15 años, Alexandros Grigoropulos el 6 de diciembre último. Han presentado los enfrentamientos con la policía como cosa de un puñado de autónomos anarquistas y estudiantes de "ultraizquierda" de medios sociales acomodados, o de vándalos marginales. Y no han parado de transmitir por la tele imágenes de choques violentos con la policía, poniendo sobre todo en escena amotinamientos de muchachos enmascarados quemando coches, haciendo reventar escaparates de tiendas y bancos, cuando no escenas de saqueo de almacenes.
Es exactamente el mismo método de falsificación de la realidad que la que pudimos comprobar cuando la movilización anti-CPE de 2006 en Francia, asimilada a las revueltas de las barriadas suburbanas del año anterior. Es el mismo método al que asistimos cuando los estudiantes en lucha contra la LRU en 2007 en Francia fueron asimilados a "terroristas" y hasta ¡"jemeres rojos"!.
Aunque el foco de los disturbios era el barrio ateniense de Exarchia, es hoy difícil de hacer tragar semejante patraña: ¿cómo es posible que esos movimientos de revuelta se deban únicamente a unos vándalos o a activistas anarquistas cuando se extendieron cual reguero de pólvora a las principales ciudades del continente y hasta las islas y ciudades más turísticas como Chios, Samos, Corfú y Heraclion en Creta?
De hecho, las revueltas se extendieron hasta 42 prefecturas de Grecia, incluso a ciudades en las que nunca antes hubo manifestaciones. Se ocuparon más de 700 establecimientos de secundaria (gimnasios) y unas cien universidades.
Todas las condiciones estaban reunidas para que el hastío de una gran parte de las jóvenes generaciones obreras atenazadas por la angustia y sin porvenir alguno, estallara en Grecia, país que concentra todos los problemas del callejón sin salida que el capitalismo "abre" a las generaciones obreras jóvenes: cuando a quienes se nombra "generación 600 euros" entran en la vida activa, tienen la impresión de que se les está estafando. La mayoría de los estudiantes deben acumular dos empleos por día para sobrevivir y proseguir sus estudios: suelen ser empleos no declarados y remunerados a patadas; no se les declara una parte del salario, lo cual les recorta sus derechos sociales; se encuentran, sobre todo, privados de seguridad social; no se les pagan las horas extras y les es muy difícil dejar la casa paterna a veces hasta los 35 años por faltarles renta suficiente para pagarse un alquiler. 23 % de los desempleados en Grecia son jóvenes (la tasa de sin empleo entre los 15-24 años es oficialmente de 25,2 %). Como lo dice un artículo de prensa en Francia[2]: "Esos estudiantes no se sienten protegidos en nada ni por nadie: la policía les dispara, la educación los entrampa, el empleo los abandona, el gobierno les miente". El desempleo de los jóvenes y sus dificultades para entrar en el mundo laboral ha ido así creando un clima de inquietud, de cólera y de inseguridad general. La crisis mundial está acarreando nuevos montones de despidos. En 2009, se prevé una nueva pérdida de 100 000 empleos en Grecia, o sea 5% de paro suplementario. Y, al mismo tiempo, 40% de trabajadores ganan menos de 1100 € bruto y Grecia posee la tasa más alta de trabajadores pobres de los 27 Estados de la Unión Europea (UE): 14%.
Y, por cierto, no sólo se echaron a la calle los jóvenes, sino también profesores mal pagados y muchos otros asalariados atenazados por los mismos problemas, la misma miseria y animados por el mismo sentimiento de rebelión. La represión brutal del movimiento, cuyo episodio más dramático fue el asesinato del adolescente de 15 años, no hizo sino incrementar una solidaridad alimentada por un descontento social general. Como decía un estudiante, muchos padres de alumnos estaban también profundamente indignados y airados: "Nuestros padres han descubierto que sus hijos pueden morir así en la calle, a tiros, matados por un policía"[3] y han tomado conciencia de la putrefacción de una sociedad en la que sus hijos no tendrán, ni mucho menos, el mismo nivel de vida que ellos. Han sido testigos, en muchas manifestaciones, de las palizas brutales, de las detenciones sin miramientos, de los disparos con fuego real y brazo tendido de los policías antidisturbios (los MAT) con sus armas de servicio.
Los ocupantes de la Escuela Politécnica, centro de la protesta estudiantil, denunciaron el terror del Estado, pero se oyó esa misma cólera contra la brutalidad de la represión en todas las manifestaciones con consignas como: "Balas para los jóvenes, dinero para los bancos." Y más claro todavía, un participante en el movimiento declaró: "No tenemos trabajo, ni dinero, un Estado en bancarrota por la crisis, y todo lo que se le ocurre como respuesta es dar más armas a la policía."[4]
Esa cólera no es nueva: los estudiantes griegos ya se habían movilizado ampliamente en junio de 2006 contra la reforma de las universidades cuya privatización acarrearía la exclusión de los estudiantes venidos de los medios más modestos. La población también había expresado ya su cólera contra la desidia gubernamental durante los incendios del verano de 2007 que provocaron 67 muertos, un gobierno que no ha indemnizado todavía a las numerosas víctimas que perdieron sus bienes y viviendas. Pero fueron sobre todo los asalariados los que se movilizaron en masa contra la reforma del régimen de pensiones, a principios de 2008 con dos jornadas de huelga general en dos meses que fueron muy seguidas, con manifestaciones que reunían, cada vez, a más de un millón de personas contra la supresión de la jubilación anticipada para las profesiones más duras y la propuesta de anulación del derecho de las obreras a jubilarse a los 50 años.
Ante la cólera obrera, la huelga general del 10 de diciembre encuadrada por los sindicatos sirvió de cortafuegos con el que intentar desviar el movimiento, con el PS y el PC en cabeza, exigiendo la dimisión del gobierno actual y elecciones legislativas anticipadas. Eso no bastó para canalizar la indignación y hacer que cesara el movimiento, a pesar de todas las maniobras de izquierda y sindicatos para atajar la dinámica de extensión de la lucha y los esfuerzos de toda la burguesía y sus medios para aislar a los jóvenes de las demás generaciones y de la clase obrera en general, azuzándolos hacia enfrentamientos estériles con la policía. A lo largo de todos aquellos días y noches, los enfrentamientos fueron incesantes: las violentas cargas policiales a porrazos y lacrimógenos acabaron en detenciones y palizas a mansalva.
Las jóvenes generaciones obreras son las que más claramente expresan el sentimiento de desilusión y de repulsión hacia un aparato político corrupto hasta los tuétanos. Desde la posguerra (1945), tres familias se reparten el poder. Desde hace décadas, las dinastías Karamanlis (derecha) y Papandreu (izquierda) reinan alternativa y exclusivamente en el país a base de componendas y sus correspondientes escándalos. Los conservadores llegaron al poder en 2004 tras un período de chanchullos de todo tipo en los primeros años 2000. Mucha gente aborrece el encuadramiento de un aparato político y sindical totalmente desprestigiado: "El fetichismo del dinero se ha apoderado de la sociedad. Lo que quieren los jóvenes es un ruptura con esta sociedad sin alma ni visión"[5]. Hoy, con el desarrollo de la crisis, esta generación de proletarios no sólo ha desarrollado su conciencia de una explotación capitalista que está viviendo en carne propia, sino que expresa además su conciencia de un combate colectivo proponiendo espontáneamente unos métodos y una solidaridad de clase. En lugar de hundirse en la desesperación, esta generación hace surgir su confianza en sí misma porque está segura de llevar en sí otro porvenir, desplegando toda su energía en alzarse contra la putrefacción de la sociedad que les rodea. Y así, con orgullo, los manifestantes se reivindican de su movimiento: "Somos una imagen del futuro frente a la imagen tan sombría del pasado."
La situación recuerda, sí, Mayo del 68, pero la conciencia de lo que está en juego va mucho más lejos.
El 16 de diciembre, los estudiantes ocupan durante unos minutos la emisora de la televisión gubernamental NET y despliegan una banderola que dice: "¡Dejad de mirar la télé. Todos a la calle!" y lanzan este llamamiento: "El Estado mata. Vuestro silencio le da armas. ¡Ocupación de todos los edificios públicos!". Es atacada la sede de la policía antidisturbios de Atenas y se incendia un furgón de la policía. Esas acciones fueron inmediatamente denunciadas por el gobierno como "una intentona de echar abajo la democracia", y también condenadas por el PC griego (KKE). En Salónica, las secciones locales de los sindicatos GSEE (Confederación sindical mayoritaria) y ADEDY (Federación de funcionarios), intentaron confinar a los huelguistas en una concentración frente a la Bolsa del Trabajo. Los estudiantes de secundaria y los universitarios se mostraron entonces decididos a llevarse con ellos a los huelguistas en manifestación y lo lograron. 4000 estudiantes y trabajadores marcharon por las calles de la ciudad. Ya el 11 de diciembre, militantes de la organización estudiantil del Partido comunista (PKS) intentaron bloquear las asambleas para impedir las ocupaciones (Universidad del Panteón, Facultad de Filosofía de la Universidad de Atenas). Esos intentos fracasaron y las ocupaciones se fueron desplegando por Atenas y el resto del país. En el barrio de Agios Dimitrios, el ayuntamiento es ocupado, organizándose una asamblea general en la que participan más de 300 personas de todas las generaciones. El 17, los trabajadores ocupan el edificio sede del sindicato más importante del país, la Confederación General de Trabajadores de Grecia (GSEE) en Atenas. Se proclaman insurgentes e invitan a los proletarios a que acudan para transformar esa sede en lugar de asambleas generales, abierto a todos los asalariados, los estudiantes y los desempleados.
Y lo mismo ocurre, ocupación y asamblea general abierta a todos, en la Facultad de Economía de Atenas y en la Escuela Politécnica
Publicamos aquí la declaración de esos trabajadores en lucha, contribuyendo así en romper el "cordón sanitario" mediático que rodea las luchas con sus mentiras, presentándolas como meras revueltas animadas por unos cuantos jóvenes vándalos más o menos anarquistas que aterrorizarían a la población. Este texto muestra claramente lo contrario: la fuerza del sentimiento de solidaridad obrera que anima a ese movimiento, estableciendo vínculos entre las diferentes generaciones de proletarios.
"O decidimos nuestra historia nosotros mismos o, si no, dejaremos que se decida sin nosotros. Nosotros, trabajadores manuales, empleados, desempleados, interinos y precarios, nacidos aquí o emigrantes, no somos unos televidentes pasivos. Desde el asesinato de Alexandros Grigoropulos el sábado 6 por la noche, hemos participado en manifestaciones, choques con la policía, ocupaciones del centro ciudad y de los arrabales. En múltiples ocasiones hemos tenido que dejar el trabajo y nuestras obligaciones cotidianas para echarnos a la calle junto con alumnos, estudiantes y demás proletarios en lucha.
HEMOS DECIDIDO OCUPAR EL EDIFICIO DE LA CONFEDERACIÓN GENERAL DE TRABAJADORES DE GRECIA (GSEE):
-Para transformarla en un espacio de expresión libre y lugar de encuentro para los trabajadores.
-Para desmentir esas patrañas alentadas por los medios sobre la ausencia de obreros en los choques, sobre la cólera de estos últimos días que sólo se debería a unos 500 "encapuchados", "hooligans", y demás historias ridículas, sobre la presentación de los trabajadores por los telediarios como víctimas de esos choques, ahora que la crisis capitalista en Grecia y el mundo entero está acarreando despidos innumerables, una crisis que los medios y sus dirigentes consideran algo así como "un fenómeno natural".
-Para arrancarle la careta a la burocracia sindical en su vergonzosa labor de zapa contra la insurrección, y, en general, por su función, pues la Confederación general de Trabajadores de Grecia (GSEE), y todo su maquinaria sindical en la que se apoya desde hace tantos años, socava las luchas, negocia nuestra fuerza de trabajo por migajas, perpetúa el sistema de explotación y de esclavitud asalariada. La actitud de la GSEE el miércoles último habla por sí sola: la GSEE anuló la manifestación de los huelguistas que, sin embargo, estaba programada, reduciéndola precipitadamente a una breve concentración en la plaza Sintagma, asegurándose, eso sí, de que los participantes se dispersaran cuanto antes, por miedo a que fueran infectados por el virus de la insurrección.
-Para abrir este espacio por primera vez, como continuidad de la apertura social creada por la insurrección misma, espacio que ha sido construido gracias a nuestras cuotas, pero hasta hoy estábamos excluidos de él. Durante años hemos puesto nuestro destino en manos de salvadores de todo tipo y hemos acabado perdiendo nuestra dignidad. Como trabajadores, debemos comenzar a asumir nuestras responsabilidades y no dejar nuestras esperanzas en manos de líderes "prudentes" o representantes "competentes". Debemos empezar a hablar con nuestras propias voces, encontrarnos, discutir, decidir y actuar por nosotros mismos contra los ataques que nos asedian por todas partes. La creación de colectivos de resistencia "de base" es la única solución.
-Para proteger la idea de autoorganización y de solidaridad en los lugares de trabajo, proteger el método de los comités de lucha y de los colectivos de base, abolir las burocracias sindicales.
Durante todos estos años hemos tolerado miseria, resignación, violencia en el trabajo. Nos hemos ido acostumbrando a contar nuestros heridos, nuestros muertos en esos pretendidos "accidentes" de trabajo. Nos hemos acostumbrado a mirar para otro lado cuando emigrantes, hermanos nuestros de clase, eran asesinados. Estamos hastiados de vivir con la ansiedad de tener que asegurar nuestro salario, poder pagar nuestros impuestos y garantizarnos una jubilación que ahora nos aparece como algo inalcanzable.
¡Estamos luchando para no dejar nuestras vidas en manos de patronos y representantes sindicales, tampoco dejaremos a los insurgentes detenidos en manos del Estado y de su aparato jurídico!
¡LIBERACIÓN INMEDIATA DE LOS DETENIDOS!
¡SOBRESEIMIENTOS DE CARGOS CONTRA LOS INTERPELADOS!
¡AUTOORGANIZACION DE LOS TRABAJADORES!
¡HUELGA GENERAL!
LA ASAMBLEA GENERAL DE LOS TRABAJADORES EN LOS EDIFICIOS LIBERADOS DE LA GSEE"[6]
En la noche del 17 de diciembre, unos cincuenta peces gordos sindicales acompañados de sus fornidos escoltas intentan reocupar los locales, pero acaban huyendo ante los refuerzos estudiantiles, anarquistas en su mayoría, de la Facultad de Economía, ocupada también y transformada en lugar de reunión y discusión abiertas a todos los obreros, que acudieron en ayuda de los ocupantes pregonando a voz en grito: "¡Solidaridad!".
La asociación de inmigrantes albaneses difunde, entre otras cosas, un texto con el que proclama su solidaridad con el movimiento, titulado "¡Estos días también son los nuestros!"
Es significativo el mensaje siguiente difundido por una pequeña minoría de ocupantes: "Panagópulos, secretario general de la GSEE, ha declarado que nosotros no somos trabajadores, puesto que los trabajadores están en el trabajo. Esto, entre otras cosas, pone bien en evidencia cuál es, en realidad, la labor de Panagópulos. Su "labor" consiste en asegurarse de que los obreros estén en su lugar de trabajo, y hacer todo lo posible para asegurarse de que los trabajadores acudan al tajo.
Lo que ocurre es que desde hace unos diez días, los trabajadores no sólo están en su trabajo, sino también fuera, en las calles. Y eso es una realidad que ningún Panagópulos del mundo podrá ocultar (...) Somos gente trabajadora, pero también somos desempleados, a quienes se nos ha pagado con despidos la participación en huelgas convocadas por la GSEE, mientras que ellos, los sindicalistas, han sido recompensados con ascensos, nosotros trabajamos con esos contratos basura entre trabajillo y chapuza, trabajamos sin seguridad, de manera formal o informal, en programas de cursillos o en empleos subvencionados con los que rebajar las estadísticas del desempleo. Nosotros somos una parte del mundo y aquí estamos.
Somos trabajadores insurgentes y punto.
Cada una de nuestras hojas de paga está regada con nuestra sangre, nuestro sudor, es una hoja llena de violencia en el trabajo, de cabezas, rodillas, puños, manos y pies rotos a causa de los accidentes de trabajo.
El mundo entero es fabricado por nosotros, los trabajadores. (...)
Proletarios del edificio liberado de la GSEE"
Se multiplican los llamamientos a una huelga general de tiempo indefinido a partir del 18. Los sindicatos se ven obligados a convocar una huelga de tres horas en los servicios públicos para ese día.
En la mañana del 18, otro alumno de secundaria de 16 años que participaba en una sentada cerca de su instituto en las afueras de Atenas es herido por bala. El mismo día varias emisoras de radio y televisión son ocupadas por manifestantes, en Tripoli, Kaniá (Creta) y Salónica. El edificio de la cámara de comercio fue ocupado en Patras donde hubo nuevos choques con la policía. En Atenas la manifestación enorme allí convocada fue violentamente reprimida: por primera vez, las fuerzas antidisturbios usaron armas de nuevo tipo: gases paralizantes y granadas ensordecedoras. Una hoja dirigida contra el "terror del Estado", firmada por "muchachas en rebeldía" circula a partir de la Facultad de Economía.
El movimiento percibe confusamente sus propios límites geográficos. Por eso acoge con gran entusiasmo las expresiones de solidaridad internacional, por ejemplo en Berlín, Roma, Moscú, Montreal o Nueva York y se hace eco de esa solidaridad: "ese apoyo es importantísimo para nosotros". Los ocupantes de la Politécnica llaman a una "jornada internacional de movilización contra los asesinatos de Estado" para el 20 de diciembre. Para vencer el aislamiento del movimiento proletario en Grecia, el único camino, la única perspectiva, es el desarrollo de la solidaridad y de la lucha de clases a escala internacional que se está expresando con cada vez más claridad ante la crisis mundial.
A partir del 20 de diciembre, se producen combates de clase violentos. La tenaza se empieza a apretar especialmente en torno a la Politécnica, asediada por las fuerzas policiales que amenazan con asaltarla. El edificio ocupado del sindicato GSEE le ha sido devuelto a éste el 21/12, tras una decisión del comité de ocupación y votado en Asamblea General. El comité de ocupación de la Escuela Politécnica de Atenas publicaba el 22 de diciembre un comunicado que declaraba: "Estamos a favor de la emancipación, la dignidad humana y la libertad. De nada sirve que nos lancéis gases lacrimógenos, bastante lloramos ya nosotros solos."
Con mucha madurez, siguiendo la decisión tomada en las asamblea general en la facultad de Ciencias Económicas, los ocupantes de esa facultad utilizan el llamamiento a la manifestación del 24 contra la represión policial y en solidaridad con los presos, como un momento apropiado para evacuar el edificio en masa y en seguridad: "por haber surgido un consenso sobre la necesidad de dejar las universidades y sembrar el espíritu de revuelta en la sociedad entera." Este ejemplo será seguido en las horas siguientes por las AG de las demás universidades ocupadas, no cayendo así en la trampa del aislamiento y del enfrentamiento directo con la policía. Se evita así el baño de sangre y una represión más violenta todavía. Las A.G. denunciaron claramente como acto de provocación policial, los disparos contra un furgón de policía, reivindicados por una denominada "Acción Popular".
El comité de ocupación de la Politécnica evacuó el último baluarte de Atenas simbólicamente el 24 de diciembre a medianoche. "Sólo la asamblea general decidirá si (y cuándo) abandonaremos la universidad (...) La decisión de la ocupación de la Asamblea se decide políticamente aquí. El momento de abandonar el edificio lo deciden las personas que lo ocupan y no la policía."
Anteriormente, el comité de ocupación había publicado una declaración: "Al término de la ocupación de la Escuela Politécnica después de 18 días, mandamos nuestra solidaridad más calurosa a todas las personas que han participado en esta revuelta de diferentes maneras, no sólo en Grecia sino también en muchos países de Europa, de las Américas, en Asia y Oceanía. Por todos aquellos con los que nos hemos encontrado y con quienes seguiremos combatiendo por la liberación de los presos por esta revuelta y también para que se prolongue hasta la liberación social mundial."
En algunos barrios, los habitantes se apoderaron del sistema de sonorización instalado por el ayuntamiento para los villancicos de Navidad, y leyeron comunicados exigiendo entre otras cosas la liberación inmediata de los detenidos, el desarme de la policía, la disolución de las brigadas antidisturbios. En Volos, la emisora municipal de radio y las oficinas del diario local fueron ocupadas para que se hablara de los acontecimientos y de las reivindicaciones. En Lesbos, unos manifestantes instalaron una sonorización para transmitir mensajes. En Ptolemaida o en Ioannina, un árbol de Navidad fue decorado con fotos del alumno asesinado y de las manifestaciones junto con reivindicaciones del movimiento.
El sentimiento de solidaridad volvió a expresarse espontáneamente y con fuerza el 23 diciembre, tras la agresión a una empleada de la empresa de limpieza Oikomet, en subcontrata con la compañía del metro de Atenas (Athens Piraeus Electric Railway -ISAP-): le habían echado ácido sulfúrico en la cara cuando volvía del trabajo. Hubo manifestaciones de solidaridad y la sede del metro de Atenas fue ocupada el 27 de diciembre de 2008, mientras que, en Salónica, era a su vez ocupada la sede de la GSEE. Las dos ocupaciones desembocaron en una serie de manifestaciones, conciertos de solidaridad y acciones de "contra-desinformación" (usando, por ejemplo, el sistema de altavoces de la estación del metro para leer los comunicados).
La asamblea de Atenas declaraba en su texto:
"¡Cuando atacan a uno de nosotros, nos atacan a todos nosotros!
Ocupamos hoy las oficinas centrales de ISAP (metro de Atenas) como primera respuesta al ataque asesino con vitriolo lanzado al rostro de Konstantina Kuneva el 23 de diciembre, al volver ella del trabajo. Konstantina está en cuidados intensivos. La semana pasada se peleó contra la compañía al reivindicar la prima de Navidad para ella y sus colegas, denunciando los actos ilegales de los patronos. Antes de eso, su madre había sido despedida por la compañía. A Konstantina ya la habían trasladado lejos de su primer puesto de trabajo. Son prácticas muy corrientes en el sector de las compañías de limpieza que contratan a trabajadores precarios. (...) El dueño de Oikomet (...) es un miembro del PASOK (partido socialista griego). Emplea oficialmente a 800 trabajadores (los trabajadores afirman que es el doble, y en los tres últimos años más de 3000 han trabajado en dicha empresa). El comportamiento mafioso ilegal de los patronos es algo cotidiano. Por ejemplo, los trabajadores están obligados a firmar los contratos en blanco y los patrones escriben después unas cláusulas que aquéllos no conocerán nunca. Trabajan 6 horas y solo se les pagan 4 y media (salario bruto) para no superar las 30 horas (si no tendrían que ser inscritos en la categoría de trabajadores de alto riesgo). Los patronos los aterrorizan, los desplazan, los despiden y los amenazan con dimisiones forzadas. Constantina es una de nosotros. La lucha por la DIGNIDAD y la SOLIDARIDAD es NUESTRA lucha."
Paralelamente, la asamblea de ocupación de la GSEE de Salónica publicaba un texto del que reproducimos algunos pasajes: "estamos hoy ocupando la sede de los Sindicatos de Salónica para oponernos a una opresión que se plasma en asesinatos y terrorismo contra los trabajadores; (...) llamamos a todos los trabajadores a que se unan a esta lucha común. (...) La asamblea abierta de quienes ocupan la central sindical, que vienen de medios políticos diferentes, sindicalistas, estudiantes, inmigrados y camaradas del extranjero han adoptado esta decisión común:
- Mantener la ocupación;
- Organizar una concentración en solidaridad con K. Kuneva; (...)
- Organizar acciones de información y de toma de conciencia en los alrededores de la ciudad;
- Organizar un concierto en el Centro para recoger dinero para Konstantina."
Esa asamblea declaraba además:
"En ningún lugar de la plataforma [de los sindicatos], se mencionan las causas de la desigualdad, de la miseria, de las estructuras jerárquicas en esta sociedad. (...) Las Confederaciones Generales y las Delegaciones sindicales en Grecia son intrínsecamente partícipes del régimen en el poder; sus miembros de base y los obreros en general deben darles la espalda, y (...) optar por la creación de un polo autónomo de lucha dirigido por y para ellos (...) Si los trabajadores toman en manos sus luchas y rompen la lógica de su representación por los cómplices de la patronal, volverán a confiar en sí mismos y miles de ellos llenarán las calles en las próximas huelgas. El Estado y sus sicarios asesinan a la gente.
¡Autoorganización! ¡Luchas de autodefensa social! ¡Solidaridad con los trabajadores inmigrados y Konstantina Kuneva!"
A primeros de 2009, ha habido todavía manifestaciones por todo el país en solidaridad con los presos. 246 personas fueron arrestadas y 66 siguen todavía en prisión preventiva. En Atenas, se detuvo a 50 inmigrantes en los tres primeros días de la revuelta, con penas que iban hasta 18 meses de cárcel en juicios sin traductores. Todos ellos están amenazados de expulsión.
El 9 de enero, jóvenes y policías volvieron a enfrentarse en Atenas, tras una marcha por el centro ciudad de cerca de 3000 docentes, estudiantes y alumnos. En sus banderolas podían leerse lemas como: "El dinero para la educación y no para los banqueros", "Abajo este gobierno de asesinos y generador de pobreza". Hubo importantes fuerzas antidisturbios que realizaron sucesivas cargas para dispersar a los manifestantes y efectuaron múltiples interpelaciones.
Por todas partes como en Grecia, con la precariedad, los despidos, el desempleo, los salarios de miseria que impone la crisis mundial, lo único que el Estado capitalista puede aportar es más policía y más represión. El desarrollo internacional de la lucha y la solidaridad de clase entre obreros, empleados, estudiantes, desempleados, precarios, jubilados, de todas las generaciones, puede abrir el camino hacia una perspectiva de futuro para abolir este sistema de explotación.
W. (18 de enero)
[1]. Cf. Sobre las luchas estudiantiles en Italia, ver nuestra página Web en italiano "Noi la crisi non la paghiamo!" o "La lotta degli studenti, in Italia come in Europa, una tappa importante della lotta di classe" (https://it.internationalism.org/ [6]) o en francés: "Mobilisation massive contre la réforme de l'enseignement en Italie" (https://fr.internationalism.org [7])
[2]. Marianne, semanario francés, n° 608, 13 de diciembre : "Grèce : les leçons d'une émeute" (Grecia: lecciones de una revuelta)
[3]. Libération, diario francés 12/12/2008
[4]. Le Monde, 10/12/2008
[5]. Marianne 13 de diciembre
[6]. La mayoría de los textos reproducidos o las informaciones de la prensa local han sido traducidos en páginas WEB anarquistas: indymedia, cnt-ait.info, dndf.org, emeutes.wordpress.com (en francés) o en libcom.org (en inglés)
La burguesía ha pasado un buen susto. Entre agosto y octubre sopló un vendaval de pánico sobre la economía mundial. Lo atestiguan las declaraciones grandilocuentes de políticos y economistas: "Al borde del abismo", "Un Pearl Harbor económico", "Se nos cae encima un tsunami", "El 11 de Septiembre de las finanzas"[1]... ¡lo único que faltaba es la alusión al Titanic!
Hay que decir que los mayores bancos del planeta estaban cayendo en quiebra unos tras otros, las Bolsas se hundían, perdiendo 32 billones (32+12 ceros) de dólares desde enero de 2008, lo equivalente a dos años de producción en Estados. La Bolsa islandesa se hundió 94 % y la de Moscú a 71 % !
Al cabo, la burguesía, entre un plan de "salvamento" y otro de "relanzamiento" ha logrado evitar la parálisis total de la economía. ¿Significa eso que ya pasó lo peor? ¡Ni mucho menos! La recesión en la que acaban de meternos se anuncia como la más devastadora desde la Gran Depresión de 1929.
Los economistas lo reconocen sin rodeos: la "coyuntura" actual es "la más dura desde hace décadas" anunciaba el HSBC, el "mayor banco del mundo", el 4 de agosto[2]. "Nos enfrentamos a una de las situaciones económicas y de política monetaria más difíciles y nunca vistas" insistía el presidente de la Reserva federal norteamericana (FED), el 22 de agosto[3]. Tampoco se equivoca la prensa internacional cuando compara sin cesar el período actual con el marasmo económico de los años 1930, como la primera plana del Time anunciando "The New Hard Times" bajo una foto con obreros haciendo cola para la "free soup" (la sopa para los pobres). En efecto, tales escenas se están volviendo a repetir sin lugar a dudas: las asociaciones caritativas que reparten comida están saturadas por completo y en muchos países se forman colas de cientos obreros sin trabajo delante de las oficinas de empleo.
Y qué decir de la intervención televisada del 24 de septiembre de 2008 de George W. Bush, Presidente de EEUU: "Estamos inmersos en una crisis financiera grave (...) toda nuestra economía está en peligro. (...) Sectores clave del sistema financiero de Estados Unidos podrían desmoronarse. (...) Norteamérica podría hundirse en el pánico financiero, y entonces asistiríamos a un espectáculo desolador. Quebrarían más bancos (...) Los mercados bursátiles caerían más abajo todavía lo que reduciría el valor de vuestras pensiones. Caería el valor de vuestras casas y se multiplicarían los desahucios. (...) Se cerrarían muchas empresas y millones de americanos perderían su empleo. (...) Al cabo, nuestro país podría hundirse en una larga y dolorosa recesión".
Pues bien, ese "espectáculo desolador" de una "larga y dolorosa recesión" es lo que está ocurriendo, afectando no sólo al "pueblo americano", ¡sino a los obreros del mundo entero!
Desde la ya célebre "crisis de las subprimes" del verano de 2007, las malas noticias económicas no cesan de caer, día tras día.
La hecatombe del sector bancario sólo para el año 2008 es impresionante. Muchos bancos, o los ha comprado un competidor, o reflotados por un Banco central o sencillamente nacionalizados: Northern Rock (octavo banco inglés), Bear Stearns (quinto de Wall Street), Freddie Mac et Fannie Mae (dos organismos estadounidenses de refinanciación hipotecaria con unos activos de casi 850 mil millones de dólares), Merrill Lynch (otro de los grandes de EEUU), HBOS (segundo banco escocés), AIG (American International Group, una de las mayores aseguradoras del mundo) y Dexia (organismo financiero luxemburgués, belga y francés). Este año de crisis ha estado marcado también por quiebras espectaculares e históricas. En julio, las autoridades federales sometían a su tutela a Indymac, uno de los mayores prestamistas hipotecarios de EEUU. Era entonces el establecimiento bancario más importante de Estados Unidos en quebrar desde hace 24 años. Pero ese récord no duraría mucho. Unos días más tarde, Lehman Brothers, cuarto banco norteamericano se declara en quiebra a su vez. El total de deudas alcanza 613 mil millones de dólares. La mayor quiebra de un banco norteamericano hasta entonces era la de la Continental Illinois en 1984, en la que se perdió una cantidad dieciséis veces menor (o sea 40 mil millones de dólares). En cambio, sólo dos semanas después ese récord queda ya superado: le toca ahora a Washington Mutual (WaMu), la caja de ahorros más importante de EEUU.
Tras esa especie de infarto del corazón mismo del capitalismo, el sector bancario, es ahora la salud de todo el cuerpo la que se tambalea y declina; es ahora "la economía real" la plenamente afectada. Según el Agencia nacional de investigación económica (NBER), Estados Unidos está oficialmente en recesión desde diciembre de 2007. Nouriel Roubini, el economista más respetado hoy en Wall Street, piensa que es probable que la actividad de la economía estadounidense se contraiga en torno ¡al 5 % en 2009 y otro 5 % en 2010[4]! No podemos saber si será así, pero el solo hecho de que uno de los economistas más eminentes del planeta pueda entrever semejante guión catastrófico, da toda su relevancia a la inquietud real de la burguesía. La Organización para la cooperación y el desarrollo económicos (OCDE) prevé que toda la Unión Europea estará en recesión en 2009. Para Alemania, el Deutsche Bank prevé un retroceso del PIB que alcanzaría 4 %[5]. Para darse una idea de la amplitud de tal recesión, cabe recordar que el peor año desde la IIª Guerra mundial ha sido hasta hoy 1975, cuando el PIB alemán bajo "sólo" 0,9 %. Y ningún continente estará a salvo. Japón ya está en recesión e incluso China, esa nueva Jauja capitalista, no podrá evitar ese freno brutal. Resultado: la demanda se ha desmoronado hasta el punto de que todos los precios, incluido el petróleo, están a la baja. Resumiendo: la economía mundial anda muy mal.
La primera víctima de la crisis es evidentemente el proletariado. En Estados Unidos, la degradación de las condiciones de vida es algo espectacular. 2,8 millones de trabajadores incapaces de hacer frente a los reembolsos de sus hipotecas, están en la calle desde el verano de 2007. Según la Asociación de banqueros hipotecarios MBA, un norteamericano de cada diez con un préstamo inmobiliario está hoy potencialmente amenazado de expulsión. Y este fenómeno ya ha empezado a afectar a Europa, sobre todo a España y Gran Bretaña.
Y se multiplican los despidos. En Japón, Sony ha anunciado un plan sin precedentes de 16 000 supresiones de empleo, entre los cuales 8 000 asalariados con empleo fijo. Este grupo emblemático de la industria nipona nunca antes había despedido a empleados de plantilla. El sector de la construcción, tras la crisis inmobiliaria, está funcionando al ralentí. La construcción y obras públicas en España van a perder nada menos que ¡900 000 empleos de aquí a 2010! Y lo que pasa en los bancos es como el pimpampum de las ferias. Citigroup, uno de los mayores del mundo va a suprimir 50 000 empleos cuando ya ha destruido 23 000 desde principios de 2008. En 2008, sólo en ese sector, se suprimieron 260 000 en EEUU y Gran Bretaña. Y un empleo en las finanzas genera una media de cuatro empleos directos. El hundimiento de las instituciones financieras significa desempleo para cientos de miles de familias obreras. Otro sector muy afectado es el de la automoción. Este otoño, por todas partes, se han desmoronado las ventas de vehículos en más de 30%. Renault, primer constructor francés ha parado prácticamente su producción desde mediados de noviembre; no sale ningún coche de sus talleres y eso que ya sus cadenas de montaje funcionaban desde hace meses al 54 % de sus capacidades. Toyota va a suprimir 3000 empleos temporales de 6000 (o sea 50 %) en sus factorías de Japón. Pero es, una vez más, de Estados Unidos de donde llegan las noticias más alarmantes: las famosas Big Three de Detroit (General Motors, Ford y Chrysler) están al borde de la quiebra. El monto de 15 mil millones de dólares entregado por el Estado US no bastará para sacarlos durablemente de la marasmo[6] (las Big Three piden un mínimo de 34 mil millones). Necesariamente, va a haber reestructuraciones masivas en los meses venideros. Hay entre 2,3 y 3 millones de empleos amenazados. Y aquí, los obreros despedidos perderán junto al empleo su seguro de enfermedad y de jubilación
Ni que decir tiene que la consecuencia evidente de esa destrucción masiva de empleos es la explosión del paro. En Irlanda, "modelo económico de la última década", la cantidad de desempleados se ha más que duplicado en un año, o sea la mayor subida nunca antes registrada. España acaba el año con 3,13 millones de parados, o sea ¡un millón más que en 2007[7]. En Estados Unidos, se destruyeron 2,6 millones de empleos en 2008, lo nunca visto desde 1945[8]. El fin de año ha sido especialmente desastroso con más de 1,1 millones de puestos de trabajo perdidos entre noviembre y diciembre. A un ritmo así, podría haber 3 o 4 millones más de desempleaos de aquí al principio del verano de 2009.
Y para los "suertudos" que ven cómo sus colegas son despedidos, el porvenir va a ser "trabajar mucho para ganar mucho menos"[9]. Así, según el último informe de la Oficina Internacional del Trabajo (OIT) titulado Informe mundial sobre los salarios 2008/09, "Se avecinan tiempos difíciles para los mil millones y medio de asalariados en el mundo", "la crisis económica mundial desembocará en dolorosos recortes salariales".
El resultado inevitable de todos esos ataques es el incremento importante de la miseria. De Europa a Estados Unidos, todas las asociaciones caritativas han podido comprobar el aumento de al menos 10 % de la afluencia a los comedores de beneficencia. Esta ola de pauperización significa que alojarse, curarse y alimentarse va a ser cada día más difícil. También significa que para los jóvenes de hoy este mundo capitalista no le ofrece ningún porvenir.
Los mecanismos económicos que han causado la crisis actual empiezan a ser bastante conocidos. La televisión nos abruma con reportajes con los que pretenden "revelarnos" los entresijos de la crisis. Para decirlo simplemente, durante años, el consumo de las "familias norteamericanas" (o sea, las familias obreras) se mantuvo artificialmente mediante todo tipo de créditos, especialmente un crédito con un éxito fulgurante: los préstamos hipotecarios de alto riesgo o "subprimes". Bancos, instituciones financieras, fondos de pensión...todos a prestar a mansalva sin preocuparse de la capacidad real de esos obreros para rembolsar (de ahí lo de "alto riesgo") con tal de que poseyeran un bien inmobiliario (de ahí lo de "hipotecario"). En el peor de los casos, pensaban, serían compensados mediante la venta de las casas hipotecadas de los deudores que no consiguieran rembolsar sus deudas. Se produjo entonces un efecto bola de nieve: cuanto más préstamos pedían los obreros - especialmente para comprarse la vivienda- más subían los inmuebles; y cuando más subían éstos más podían pedir prestado los obreros. Y todos los especuladores del planeta se metieron en la danza: se pusieron también ellos a comprar casas para venderlas después más caras y, sobre todo, se pusieron a venderse unos a otros esas famosas subprimes mediante la llamada "titulización", o sea la transformación de esos préstamos en valores mobiliarios intercambiables en el mercado mundial como las acciones y las obligaciones. En una década, la burbuja especulativa se volvió enorme; todas las instituciones financieras del planeta realizaron operaciones de ese tipo a alturas de miles de miles de millones de dólares. Dicho de otra manera: las familias consideradas insolventes se convirtieron en gallinas de huevos de oro de la economía mundial.
Evidentemente, le economía real acabó por llamar a todo el mundo a la dura realidad. En la "vida verdadera", todos los obreros súperendeudados han conocido también la subida de los precios y la congelación salarial, los despidos, la baja de los subsidios de desempleo ... En resumen, se empobrecieron de tal modo que la mayoría fue incapaz de hacer frente a los plazos de sus hipotecas. Los capitalistas expulsaron entonces manu militari a los morosos para vender de nuevo los bienes inmobiliarios... pero las casas en venta eran tantas[10] que los precios empezaron a bajar y... ¡cataplum!... bajo el sol veraniego del verano de 2007 se derritió de repente la enorme bola de nieve. Los bancos se encontraron con cientos de miles de deudores insolventes y otras tantas viviendas que ya no valían nada. Y llegó la quiebra, el krach.
Cuando se resume así, parece algo absurdo. Prestar a personas sin medios para devolver el dinero es algo contrario al sentido común capitalista. Y, sin embargo, la economía mundial ha basado lo esencial de su crecimiento en semejante patraña. ¿Por qué? ¿Por qué una locura así? La respuesta que dan periodistas, políticos y economistas es sencilla y unánime: ¡la culpa es de los especuladores!, ¡Los culpables son esos "patronos truhanes" y su codicia! ¡La culpa la tienen esos "banqueros irresponsables"! Y hoy todos se ponen a cantar en coro las cantinelas tradicionales de la izquierda y la extrema izquierda sobre los desastres de la "desregulación" y el "neoliberalismo" (una especie de liberalismo desbocado), llamando a que vuelva el Estado..., lo cual revela, por otra parte, la verdadera naturaleza de las propuestas "anticapitalistas" de la izquierda y la extrema izquierda. Y así, Sarkozy proclama que "el capitalismo debe refundarse sobre bases éticas". Merkel insulta a los especuladores. Zapatero señala con dedo acusador a los "fundamentalistas del mercado". Y Chávez, ilustre paladín del "socialismo del siglo XXI", comenta las medidas nacionalizadoras tomadas en urgencia por Bush diciendo: "El camarada Bush está tomando algunas medidas propias del camarada Lenin" [11]. Todos vienen a decirnos que la esperanza se está ahora volviendo hacia "otro capitalismo", más humano, más moral... ¡más estatal!
¡Mentiras! Todo lo que cuentan esos políticos es falso empezando por su explicación de la recesión.
En realidad es el propio Estado el que organizó ese endeudamiento general de las familias. Para mantener artificialmente la economía, los Estados han abierto de par en par las compuestas del crédito disminuyendo los tipos de interés de los bancos centrales. Estos bancos estatales prestaban a bajo interés, a menos de 1% a veces, permitiendo así que el dinero circulara a espuertas. El endeudamiento mundial fue así el resultado de una opción deliberada de la burguesía y no de no se sabe qué "desregulación". ¿Cómo entender, si no, la declaración de Bush al día siguiente del 11 de septiembre de 2001?. Ante a la recesión que se estaba iniciando entonces, lanzó a los obreros: "Sean buenos patriotas, ¡consuman!". El Presidente norteamericano lanzaba un mensaje claro a todo el ámbito financiero: multipliquen los créditos al consumo, sino la economía nacional se hundirá[12]
En realidad hace ya décadas que el capitalismo sobrevive de esa manera, a crédito. El gráfico 1 [13], que presenta la evolución de la deuda total estadounidense (o sea, la del Estado, de las empresas y de las familias) desde 1920, habla por sí solo. Para comprender el origen de ese fenómeno e ir más allá de la explicación tan simplista como fraudulenta de la "locura" de los banqueros, de los especuladores y de los patronos, hay que desvelar "el gran secreto de la sociedad moderna": "la fabricación de plusvalía" [14], según la expresión de Marx.
El capitalismo lleva en sí, desde siempre, una especie de enfermedad congénita: produce una toxina que su organismo no consigue eliminar, la sobreproducción. Fabrica, en efecto, más mercancías de las que su mercado puede asimilar. ¿Por que? Pongamos un ejemplo puramente teórico: un obrero que trabaja en una cadena de montaje o ante un ordenador y a quien pagan a fin de mes 800 euros. En realidad no ha producido lo equivalente a 800 euros, lo que cobra, sino por el valor de 1200 euros. Ha realizado un trabajo no remunerado o, dicho de otra manera, una plusvalía. ¿Qué hace el capitalista con los 400 euros que le ha robado al obrero (a condición de que consiga vender la mercancía producida)? Una parte se la queda él, pongamos 150 euros, y los 250 restantes los reinvierte en el capital de su empresa, comprando máquinas más modernas la mayoría de las veces, etc. ¿Por qué actúa así el capitalista? Pues porque no tiene otra opción. El capitalismo es un sistema de competencia, hay que vender más barato que otro que fabrica el mismo tipo de productos. Por consiguiente, el patrón está obligado no sólo a bajar sus costes de producción, o sea los salarios[15], sino además a usar una parte cada vez mayor del trabajo extraído y no pagado para reinvertirlo en máquinas mejores y más idóneas[16] para aumentar la productividad. Y si no lo hace, no podrá modernizarse y tarde o temprano la competencia sí lo hará, venderá más barato y echará mano del mercado. El sistema capitalista está así afectado por un fenómeno contradictorio: al no retribuir a los obreros lo equivalente a lo trabajado y al obligar a los patronos a renunciar al consumo de una gran parte de la ganancia así extraída, el sistema produce más valor que el que reparte. Ni los obreros ni los capitalistas reunidos nunca podrán absorber ellos solos todas las mercancías producidas. Ese sobrante de mercancías ¿quién lo consumirá? Para ello, el sistema debe forzosamente encontrar nuevos mercados fuera del marco de la producción capitalista; eso es lo que se llama marcados extracapitalistas (en el sentido de exteriores al capitalismo, que no funcionan en una relación capitalista).
Por eso en el siglo XVIII y sobre todo en el XIX, el capitalismo se lanzó a la conquista del mundo: tenía que encontrar constantemente nuevos mercados, en Asia, en África, en las Américas, para sacar beneficios vendiendo sus mercancías sobrantes, si no su economía quedaría paralizada. Y esto ocurría regularmente cuando no conseguía realizar rápidamente nuevas conquistas. El Manifiesto comunista de 1848 hace una descripción magistral de ese tipo de crisis: "...una epidemia social que en todas las épocas anteriores hubiese parecido un contrasentido: la epidemia de la superproducción. Súbitamente, la sociedad se halla retrotraída a una situación de barbarie momentánea; una hambruna, una guerra de exterminio generalizada parecen haberle cortado todos sus medios de subsistencia; la industria, el comercio parecen aniquilados. ¿Y ello por qué? Porque posee demasiada civilización, demasiados medios de subsistencia, demasiada industria, demasiado comercio". En aquel tiempo, sin embargo, al estar el capitalismo en pleno crecimiento, y que podía precisamente conquistar nuevos territorios, cada crisis dejaba el sitio a un nuevo período de prosperidad. "La necesidad de una venta cada vez más expandida de sus productos lanza a la burguesía a través de todo el orbe. Ésta debe establecerse, instalarse y entablar vinculaciones por doquier. (...) Los bajos precios de sus mercancías constituyen la artillería pesada con la cual demuele todas las murallas chinas, con la cual obliga a capitular a la más obcecada xenofobia de los bárbaros. Obliga a todas las naciones a apropiarse del modo de producción de la burguesía, si es que no quieren sucumbir; las obliga a instaurar en su propio seno lo que ha dado en llamarse la civilización, es decir, a convertirse en burguesas. En una palabra, crea un mundo a su propia imagen y semejanza" (Manifiesto comunista). Pero ya entonces Marx entreveía en esas crisis periódicas algo más que un simple ciclo eterno que acabaría desembocando siempre en la prosperidad. Veía en ellas la expresión de las contradicciones profundas que socavan el capitalismo. Al "apoderarse de nuevos mercados", la burguesía "prepara crisis más generales y profundas, a la vez que reduce los medios para prevenirlas". (Ídem) y, también, en Trabajo asalariado y Capital, "ya por el solo hecho de que a medida que crece la masa de producción y, por tanto, la necesidad de mercados más extensos, el mercado mundial va reduciéndose más y más, y quedan cada vez menos mercados nuevos que explotar, pues cada crisis anterior somete al comercio mundial un mercado no conquistado todavía o que el comercio sólo explotaba superficialmente ».
A lo largo de los siglos XVIII y XIX, las potencias capitalistas principales se lanzaron a una carrera por conquistar el mundo; se repartieron progresivamente el planeta en colonias, formando verdaderos imperios. De vez en cuando echaban el ojo al mismo territorio y se encontraban frente a frente; estallaba entonces una guerra y el vencido se iba rápidamente a otro rincón del planeta a encontrar otra tierra por conquistar. Pero a principios del siglo XX, las grandes potencias se habían repartido la dominación el mundo. Ya no se trataba para ellas de echar carreras en África, Asia o las Américas, sino lanzarse a una guerra sin cuartel para defender sus zonas de influencia y echar mano a cañonazos de las de sus competidores imperialistas. Era una cuestión de supervivencia para las naciones capitalistas, necesitaban imperativamente poder mandar su sobreproducción a los mercados no capitalistas. No es casualidad si fue Alemania la que, con pocas colonias y dependiente de la buena voluntad del Imperio Británico para comerciar en sus posesiones (dependencia insoportable para una burguesía nacional), se mostró más agresiva hasta la declaración, en 1914, de la Iª Guerra mundial. Esta carnicería hizo 11 millones de muertos, causó sufrimientos horribles y provocó un traumatismo moral y psicológico a generaciones sucesivas. Aquel horror anunció la entrada en una nueva época, la era más brutal de la Historia. El capitalismo alcanzó entonces su apogeo y entró en su período de decadencia. El krach de 1929 será una confirmación patente.
Y sin embargo, tras más de cien años de lenta agonía, ese sistema sigue en pie, tambaleándose, medio enfermo, pero ahí sigue. ¿Cómo hace para sobrevivir? ¿Por qué su organismo no está totalmente paralizado por la toxina de la sobreproducción? Es aquí donde entra en juego el recurso al endeudamiento. La economía mundial ha logrado evitar un desmoronamiento espectacular usando ese recurso de manera cada vez más masiva.
Como lo demuestra el gráfico 1, desde principios del s. XX, la deuda total estadounidense pierde pie para acabar disparándose en los años 1920. Las deudas aplastan a hogares, empresas y bancos. La caída brutal de la curva del endeudamiento en los años 1930 y 1940 es engañosa. En efecto, la gran Depresión de los años 1930 es la primera gran crisis económica de la decadencia. La burguesía no estaba todavía preparada para un choque semejante. Al principio no reaccionó o lo hizo mal. Al cerrar las fronteras (proteccionismo), se acentuó la sobreproducción y la "toxina" causó estragos. Entre 1929 y 1933, la producción industrial norteamericana cayó a la mitad[17]; el desempleo golpeó a 13 millones de obreros, desplegándose las sombrías alas de una miseria sin nombre: dos millones de norteamericanos se encontraron de repente sin techo[18]. En un primer tiempo, el gobierno no acudió en auxilio del sector financiero: de los 29 000 bancos existentes en 1921, sólo quedarían 12 000 a finales del mes de marzo de 1933; y la hecatombe continuaría hasta 1939[19]. Todas esas bancarrotas son sinónimo de desaparición pura y simple de montañas de deudas[20]. En cambio, lo que no aparece en ese gráfico es el incremento de la deuda pública. Tras cuatro años de política de espera, el Estado US acabó tomando medidas: fue el New Deal de Roosevelt. ¿En qué consistía dicho plan del que tanto se habla hoy? Era una política consistente en realizar grandes obras basada en...recurrir masivamente y a un nivel desconocido al endeudamiento estatal (de 17 mil millones en 1929, la deuda pública pasó a 40 mil millones en 1939[21]).
La burguesía sacaría más tarde las lecciones de aquel naufragio. Al terminar la IIª Guerra mundial, instauró a nivel internacional unos organismos monetarios y financieros (en la conferencia de Bretton Woods) y, sobre todo, sistematizó el recurso al crédito. Así, tras haber bajado al máximo en 1953-1954 y a pesar de la corta calma de los años 1950 y 1960 [22], la deuda total estadounidense volvió a incrementarse lenta pero firmemente desde mediados de los años 1950. Y cuando volvió a aparecer la crisis en 1967, la clase dominante no esperó esta vez cuatro años para reaccionar. Recurrió inmediatamente a los créditos. Estos cuarenta últimos años pueden efectivamente resumirse en una sucesión de crisis y de incremento exponencial de la deuda mundial. En Estados Unidos hubo, oficialmente, recesiones en 1969, 1973, 1980, 1981, 1990 y 2001[23]. La solución utilizada por la burguesía de EEUU para encararlas también es observable en el gráfico: la pendiente de la deuda empieza a empinarse fuertemente a partir de 1973 y más todavía a partir de los años 1990. Y todas las clases dominantes del mundo han actuado de la misma manera. El endeudamiento no es ni mucho menos la solución mágica. El gráfico 2 [24] muestra que desde 1966, el endeudamiento es cada vez menos eficaz para engendrar el crecimiento[25]. Es un círculo vicioso: los capitalistas producen más mercancías que las que puede absorber normalmente el mercado; y después, el crédito crea un mercado artificial; los capitalistas venden, pues, sus mercancías y reinvierten así sus ganancias en la producción y... vuelta a empezar: se necesitan nuevos créditos para vender las nuevas mercancías. No solo se acumulan así las deudas, sino que, en cada nuevo ciclo, las deudas deberán ser más grandes todavía para poder mantener una tasa de crecimiento idéntico puesto que la producción se ha ampliado. Además no se inyecta en el circuito de producción una parte cada vez mayor de créditos, sino que desaparece inmediatamente tragada por el abismo de los déficits. En efecto, los hogares súper-endeudados suelen contraer un nuevo préstamo para rembolsar sus deudas anteriores. Y los Estados, las empresas y los bancos funcionan de la misma manera. En fin, durante estos últimos 20 años, al estar la "economía real" constantemente en crisis, una parte creciente del dinero creado se iba a alimentar las burbujas especulativas (la burbuja Internet, la de las Telecomunicaciones, la inmobiliaria...) [26]. Era en efecto más rentable y, al cabo, menos arriesgado especular en la Bolsa que invertir en la producción de unas mercancías que no logran venderse. Hay hoy 50 veces más de dinero circulando en las Bolsas que en la producción[27].
Y la huida ciega por el camino del endeudamiento no solo es cada vez menos eficaz, sino que sobre todo, desemboca irremediable y sistemáticamente en una crisis económica devastadora. El capital no puede andar sacando dinero del sombrero. Es el abecé de comercio: toda deuda debe reembolsarse pues, si no, se pondría al acreedor en una situación difícil que podría llevarlo a la bancarrota. Volvemos así al principio de lo que decíamos: lo único que está haciendo el capitalismo es ganar tiempo frente a su crisis histórica. ¡Peor todavía!, al ir dejando para el día siguiente los efectos de su crisis, está preparando cada vez unas convulsiones económicas más violentas todavía. ¡Eso es lo que hoy está ocurriendo con el capitalismo!
Cuando un particular se arruina, lo pierde todo y lo largan a la calle. La empresa, por su parte, cierra sus puertas. ¿Y un Estado puede hacer bancarrota? Cierto, nunca se ha visto que un Estado "eche el cerrojo". No, desde luego, ¡pero sí que algunos han caído en suspensión de pagos!
En 1982, catorce países africanos súper-endeudados se vieron obligados a declararse oficialmente en suspensión de pagos. En los años 90, hubo países de Latinoamérica y Rusia que se declararon insolventes. Más recientemente, en 2001, Argentina se vino abajo. Claro, concretamente, esos Estados siguieron existiendo, y tampoco se paró la economía nacional. Pero lo que sí se produce cada vez es una especie de seísmo económico: el valor de la moneda nacional se hunde, los acreedores (en general otros Estados) lo pierden todo o gran parte de sus inversiones y, sobre todo, el Estado reduce drásticamente sus gastos despidiendo una buena parte de sus funcionarios y dejando de pagar durante algún tiempo a los que quedan.
Hay hoy muchos países que se encuentran al borde de ese abismo: Ecuador, Islandia, Ucrania, Serbia, Estonia... ¿Y qué ocurre con las grandes potencias? El gobernador de California, Arnold Schwarzenegger, declaró a finales de diciembre que su estado estaba en "situación de emergencia fiscal". El más rico de los estados norteamericanos, el "Golden State", se dispone a despedir a una buena parte de sus 235 000 funcionarios (los que se queden deberán tomar dos días de paro por mes no pagados a partir del 1º de febrero de 2009) Al presentar el nuevo presupuesto, la ex estrella de Hollywood avisó que "cada cual deberá aceptar sacrificios". Es ése un símbolo fuerte de las enormes dificultades económicas en que está inmersa la primera potencia mundial. Estamos lejos todavía de una suspensión de pagos por parte del propio Estado US, pero ese ejemplo muestra a las claras que los márgenes de maniobra financieros son hoy muy limitados para todas las grandes potencias. El endeudamiento mundial parece haber llegado a saturación: era de 60 billones de dólares (60+12 ceros) en 2007 y, desde entonces se ha hinchado con varios billones más; obligada a seguir por ese camino, la burguesía va a seguir provocando sacudidas económicas devastadoras. El FED ha bajado sus tipos de interés para el año 2009 a 0,25% ¡por primera vez desde su creación en 1913! El Estado norteamericano presta así dinero casi gratuitamente, cuando no perdiéndolo si se tiene en cuenta la inflación. Todos los economistas del planeta llaman a un "new New Deal", soñando con ver a Obama como el nuevo Roosevelt, capaz de volver a arrancar la economía, como en 1933, mediante un gigantesco plan de obras públicas financiado...a crédito[28]. La burguesía lanza regularmente planes de endeudamiento estatal equivalentes al New Deal, desde 1967, sin verdaderos resultados. El problema es que una política así de huida hacia adelante puede arrastrar al dólar hacia el abismo. Son muchos los países que hoy dudan de la capacidad de EEUU para reembolsar algún día sus empréstitos y que podrían acabar por retirar sus inversiones. Así ha sido con China, país que a finales de 2008, ha amenazado al Tío Sam, en lenguaje diplomático eso sí, con dejar de apoyar la economía estadounidense con la compra de los Bonos del Tesoro US: "Cualquier error sobre la gravedad de la crisis acarrearía dificultades tanto para los acreedores como a los deudores. El apetito aparentemente creciente del país por los bonos del Tesoro estadounidense no significa que seguirán siendo una inversión rentable a largo plazo o que el gobierno norteamericano seguirá dependiendo de los capitales extranjeros". Así, en una sola frase, el Estado chino amenaza al norteamericano con cerrar el grifo de dólares chino que alimenta la economía estadounidense desde hace años. Si China realizara su amenaza[29], el desorden monetario internacional subsiguiente sería entonces apocalíptico y los estragos sobre las condiciones de vida de la clase obrera serían enormes. Pero no sólo es China la que empieza a dudar: el miércoles 10 diciembre, por primera vez en su historia, al Estado norteamericano le costó Dios y ayuda para encontrar compradores de un empréstito de 28 mil millones de $. Y como todas las grandes potencias tienen vacías las arcas, interminables listas de deudas y una economía con mala salud, al Estado alemán le pasó el mismo revés: él también, por vez primera desde los años 20, se ha encontrado con las peores dificultades para encontrar compradores de un empréstito de 7 mil millones de euros.
El endeudamiento, claramente, ya sea de las familias, de las empresas o de los Estados, no es sino un paliativo, pero no cura al capitalismo, ni mucho menos, de la enfermedad de la sobreproducción; a lo más, permite sacar del bache momentáneamente a la economía, pero a la vez que prepara otras crisis venideras todavía más violentas. Y a pesar de todo, la burguesía va a proseguir esta política desesperada, sencillamente porque no le queda otra alternativa, como lo demuestra, un ejemplo más, la declaración de Angela Merkel el 8 de noviembre de 2008 en la Conferencia Internacional de París: "No hay otra solución para luchar contra la crisis que acumular montañas de deudas" o la última intervención del jefe economista del FMI, Olivier Blanchard : "Estamos ante una crisis de una amplitud excepcional, cuyo componente principal es el hundimiento de la demanda [...] Es imperativo relanzar [...] la demanda privada, si queremos evitar que la recesión se transforme en Gran Depresión". ¿Y cómo, pues?, pues "incrementando el gasto público".
Y si no es gracias a esos planes de relanzamiento, ¿podrá ser, sin embargo, el Estado el salvador nacionalizando una gran parte de la economía, en particular los bancos y el sector de la automoción? Pues tampoco. Primero, pese a las mentiras tradicionales de la izquierda y de la extrema izquierda, las nacionalizaciones nunca han sido una buena cosa para la clase obrera. Tras la IIª Guerra mundial, el objetivo de la oleada importante de nacionalizaciones era enderezar el aparato productivo destruido, aumentando los ritmos laborales. No olvidemos las palabras de Thorez, Secretario general del Partido Comunista francés y vicepresidente del entonces gobierno dirigido por De Gaulle, que lanzó a la cara de la clase obrera en Francia, y especialmente de los obreros de las empresas públicas: "Si hay mineros que deben morir en el tajo, sus mujeres los sustituirán.", o "¡Arremánguense y manos a la obra por la reconstrucción nacional!" o también "la huelga es el arma de los trusts". ¡Bienvenidos al maravilloso mundo de las empresas nacionalizadas! Eso no es nada nuevo. Los comunistas revolucionarios siempre han puesto en evidencia, desde la experiencia de la Comuna de París de 1871, el papel visceralmente antiproletario del Estado. "El Estado moderno, cualquiera que sea su forma, es una máquina esencialmente capitalista, un Estado de los capitalistas: el capitalista colectivo ideal. Cuantas más fuerzas productivas asume en propio, tanto más se hace capitalista total, y tantos más ciudadanos explota. Los obreros siguen siendo asalariados, proletarios. No se supera la relación capitalista, sino que, más bien, se exacerba." (Anti-Düring, F. Engels, 1878)
Una nueva oleada de nacionalizaciones no aportará nada bueno a la clase obrera. Y tampoco permitirá a la burguesía reanudar con un crecimiento verdadero. ¡Muy al contrario! Lo que anuncian esas nacionalizaciones son borrascas económicas todavía más violentas. En efecto, en 1929, los bancos estadounidenses en bancarrota se desmoronaron llevándose por delante los depósitos de una gran parte de la población norteamericana, hundiendo en la miseria a millones de obreros. Desde entonces, para que no se reprodujera otro desastre parecido, se separó en dos el sistema bancario: por un lado, los bancos de negocios que financian las empresas y se dedican a operaciones financieras de todo tipo, por otro, los bancos de depósito que reciben el dinero de los depositarios y sirven para inversiones relativamente seguras. Ahora bien, barridos por el vendaval de quiebras del año 2008, esos bancos de negocios ya casi ni existen. El sistema financiero de EEUU se ha recompuesto quedando como era antes del 24 de octubre de 1929... Al próximo temporal, todos los bancos "supervivientes" gracias a nacionalizaciones parciales o totales, podrían desaparecer a su vez, pero llevándose por delante esta vez los exiguos ahorros y los salarios de las familias obreras. Si la burguesía nacionaliza hoy, no es desde luego siguiendo un no se sabe qué nuevo plan de relanzamiento económico, sino para evitar la insolvencia inmediata de los mastodontes de las finanzas o de la industria. Se trata de evitar lo peor, de "salvar los muebles"[30].
La montaña de deudas acumuladas durante cuatro décadas se ha convertido en un Everest y nada puede hoy impedir que el capital resbale pendiente abajo. El estado de la economía es patentemente desastroso. Pero tampoco hay que creer que el capitalismo se va a desmoronar así, de golpe. La burguesía no puede dejar que su mundo desaparezca sin reaccionar; intentará desesperadamente, por todos los medios, prolongar la agonía de su sistema, sin preocuparse de los males con los que tortura a la humanidad. Va a continuar su alocada huida ciega hacia más y más deudas y habrá quizás en el futuro, por aquí y allá, cortos momentos de retorno del crecimiento. Lo que sí es seguro es que la crisis histórica del capitalismo acaba de cambiar de ritmo. Tras cuarenta años de lento descenso a los infiernos, el porvenir será de sobresaltos violentos, de espasmos económicos a repetición, que sacudirán no sólo ya a los países del Tercer mundo, sino también a Estados Unidos, Europa, Asia...[31]
El lema de la Internacional comunista de 1919 "¡Para que la humanidad pueda sobrevivir, el capitalismo debe perecer!" es hoy más vigente que nunca.
Mehdi (10 de enero de 2009)
[1] Respectivamente: Paul Krugman (último premio Nóbel de economía), Warren Buffet (inversor americano, apodado "oráculo de Obama" por lo muy respetada que es la opinión de ese millonario de una pequeña ciudad de Nebraska), Jacques Attali (economista y consejero de los presidentes franceses Mitterrand y Sarkozy) y Laurence Parisot (presidenta de la patronal francesa).
[2] Libération, diario francés, 4.08.08
[3] Le Monde diario francés, 22.08.08.
[4] Fuente : https://www.contreinfo.info/ [9]
[5] Les Echos, diario francés, 05.12.08
[6] Este dinero se ha sacado de las arcas del plan Paulson, que, sin embargo, ya es insuficiente para el sector bancario. La burguesía estadounidense está obligada a "desvestir a un santo para vestir a otro", lo que pone de relieve el estado lamentable de las finanzas de la primera potencia mundial.
[7] Les Echos, 08.01.09
[8] Según el Informe publicado el 9 de enero por el departamento de Trabajo de EEUU (Les Echos, 09.01.09)
[9] Uno de los eslóganes principales de la campaña del presidente francés, Nicolas Sarkozy, en 2007, era "Trabajar más para ganar más" (¡sic!).
[10] En 2007, cerca de tres millones de hogares estadounidenses están en incapacidad de pagos (en "Subprime Mortgage Foreclosures by the Numbers" - https://www.americanprogress.org/issues/2007/03/foreclosures_numbers.html [10]).
[11] Por una vez estamos de acuerdo con Chávez. Bush es efectivamente su "camarada". Aunque opuestos en la lucha sin cuartel entre sus dos naciones imperialistas respectivas, no por eso dejan de ser "camaradas" en la defensa del capitalismo y de los privilegios de su clase, la burguesía.
[12] A Alan Greenspan, ex presidente del FED y director de orquesta de esa economía a crédito, hoy lo linchan casi todos los economistas y demás doctores de la ley. ¡Corta memoria tiene toda esa recua de sabiondos!, ¡ya se han olvidado de todas las flores que le echaban cuando lo nombraban "gurú de las finanzas"!
[13] Fuente: eco.rue89.com/explicateur/2008/10/09/lendettement-peut-il-financer-leconomie-americaine.
[14] El Capital, Libro 1.
[15] o, dicho de otro modo, el capital variable.
[16] El capital fijo.
[17] A. Kaspi, Franklin Roosevelt, París, Fayard, 1988, p.20
[18] Esas cifras son tanto más importantes porque la población estadounidense de aquel entonces sólo era de 120 millones. Fuente: Lester V. Chandler, America's Greatest Depression 1929-1941, Nueva York, Harper and Row, 1970, p.24. y sig..
[19] Según Frédéric Valloire, en Valeurs Actuelles, 15.02.2008.
[20] Para ser completos, esa caída de la deuda total se explica también por un mecanismo económico complejo: la creación monetaria. En efecto, el New Deal no fue íntegramente financiado por la deuda, sino también por la simple creación monetaria. Así, el 12 mayo 1933, se autoriza al Presidente a aumentar los créditos a los bancos federales en 3 mil millones de $ y la creación de billetes sin contrapartida en oro o igualmente 3 mil millones de $. El 22 de octubre del mismo año se devalúa el dólar 50 % respecto al oro. Todo eso explica la relativa moderación de los cocientes del endeudamiento.
[21] Source : www.treasurydirect.gov/govt/reports/pd/histdebt/histdebt_histo3.htm [11].
[22] Entre 1950 y 1967, el capitalismo conoce una fase de crecimiento importante, llamado "[los] 30 [años] Gloriosos" o "Edad de oro". El objetivo de este artículo no es analizar las causas de esta especie de paréntesis en medio del marasmo económico del s. XX. Un debate se esta desarrollando hoy en la CCI para entender mejor los resortes de ese período fasto, debate que hemos empezado a publicar en nuestra prensa (leer "Debate interno en la CCI: Les causas del período de prosperidad consecutiva a la IIª Guerra mundial" [12] en Revista internacional n° 133, 2º trimestre 2008). Animamos a todos nuestros lectores a que participen en esta discusión en nuestras reuniones (permanencias, reuniones públicas) por correo [13]o e-mail [14].
[23] Fuente : https://www.nber.org/cycles.html [15].
[24] Fuente: eco.rue89.com/explicateur/2008/10/09/lendettement-peut-il-financer-leconomie-americaine.
[25] En 1966, un dólar de endeudamiento suplementario producía 0,80 dólares de producción de riqueza añadida, mientras que en 2007, ese mismo dólar sólo crea 0,20 de dólar de PIB suplementario.
[26] Los activos y el sector inmobiliario no están contabilizados en el PIB.
[27] O sea que contrariamente a lo que nos cuenta la mayoría de economistas, periodistas y demás cantamañanas, esa "locura especulativa" es el producto de la crisis y no lo contrario.
[28] Cuando ya este artículo estaba ya redactado, Obama acaba de anunciar su plan de relanzamiento tan esperado, que, según los propios economistas, es "muy decepcionante": se van a liberar 775 mil millones para, a la vez, permitir un "regalo fiscal" de 1000 dólares a los hogares americanos (la medida concierne a 95% de éstos) para incitarlos a "volver a gastar", y lanzar un programa de grandes obras en el ámbito de la energía, de las infraestructuras y de la escuela. Ese plan, promete Obama, creará tres millones de empleos "durante los años venideros".. Para la economía estadounidense, que está destruyendo actualmente más de 500 000 empleos al mes, a ese nuevo New Deal (incluso si funciona según las mejores previsiones, lo cual es poco probable) no le salen bien las cuentas.
[29] Esa amenaza revela, por sí misma, el atolladero y las contradicciones en las que está inmersa la economía mundial. En efecto, vender masivamente sus dólares sería para China como cortar la rama en la que está sentada, pues EEUU es la salida mercantil principal de sus mercancías. Por eso China sigue por ahora apoyando en gran parte la economía norteamericana. Pero, por otro lado, también se da cuenta de que la rama está medio podrida, carcomida, y tampoco desearía estar sentada en ella cuando empiece a resquebrajarse.
[30] Pero también, así, está creando un terreno más propicio para el desarrollo de las luchas. En efecto, al transformarse en su patrono oficial, los obreros tendrán todos enfrente directamente al Estado en sus luchas. En los años 80, la oleada importante de privatización de grandes empresas (bajo Thatcher en Gran Bretaña, por ejemplo) fue una dificultad suplementaria con la que desviar la lucha de clases. Los obreros, no sólo eran convocados por los sindicatos a la lucha para salvar las empresas públicas o, dicho de otra manera, a ser explotados por un patrono (el Estado) más que por otro (privado), sino que además ya se enfrentaban no al mismo patrón (el Estado), sino a una serie de patronos privados diferentes. Así, sus luchas eran a menudo dispersas y, por lo tanto, impotentes. En el futuro, al contrario, será más fértil el terreno para las luchas de los obreros unidos contra el Estado.
[31] El subsuelo económico está tan minado que es difícil saber qué bomba va a estallar en el futuro. Pero hay un nombre que se repite a menudo en las revistas de economía en la pluma de sus angustiados especialistas: los CDS, por "credit default swap", una especie de seguro mediante el cual un establecimiento financiero se protege del riesgo de morosidad en el pago de un crédito. El total del mercado de los CDS se estimaba en 60 billones (60+12 ceros) dólares en 2008. O sea, si una crisis de esos CDS según el modelo de la crisis de las subprimes sería terriblemente asoladora. Se llevaría por delante, en particular, a todos los fondos de pensión norteamericanos y, por lo tanto, las pensiones obreras.
"La primera crisis global de la humanidad" (OMC, abril de 2009) ([1]). La recesión "más profunda y sincronizada de memoria humana" (OCDE, marzo de 2009) ([2])! Según la opinión de las grandes instituciones internacionales, la crisis económica actual alcanza una gravedad sin precedentes. Para enfrentarla se movilizan desde hace meses todas las fuerzas de la burguesía. La clase dominante intenta frenar a toda costa la caída de la economía mundial en los infiernos. El G20 es sin duda alguna el símbolo más fuerte de esa reacción internacional ([3]).
A principios de abril, todas las esperanzas capitalistas estaban puestas en Londres, ciudad en la que se celebraba la cumbre salvadora que debía "reactivar la economía y moralizar el capitalismo". Y si nos creemos las declaraciones de los distintos dirigentes del planeta, ese G20 fue un verdadero éxito. "Fue el día en que se unió el mundo para combatir la recesión" lanzó el Primer ministro británico, Gordon Brown. "Va más allá de lo que podíamos imaginar", se emocionó el Presidente francés Nicolas Sarkozy. "Se trata de un compromiso histórico para una crisis excepcional", consideró por su parte la canciller alemana Angela Merkel. Y para Barack Obama, esta cumbre ha sido un "cambio de rumbo".
Obviamente, la verdad es muy otra.
Estos meses pasados, la crisis económica ha reavivado las tensiones internacionales. En un primer momento apareció la tentación del proteccionismo. Cada Estado procura ante todo salvar parte de su economía subvencionándola y concediéndole privilegios nacionales contra la competencia extranjera. Un ejemplo ha sido el plan de apoyo al sector de la automoción decidido en Francia o España, plan agriamente criticado al principio por sus "amigos" europeos. Después vino la tendencia a realizar planes de reactivación cada uno por su lado, especialmente para el rescate del sector financiero. Y los Estados Unidos, epicentro del seísmo financiero, al haber sido golpeados de lleno por la borrasca económica, tienen numerosos competidores que intentan aprovecharse de la situación para debilitar aún más su liderazgo económico. Tal es el sentido de las llamadas al "multilateralismo" por parte de Francia, Alemania, China, los países sudamericanos...
Este G20 de Londres se anunciaba por lo tanto tenso y, entre bastidores, los debates fueron sin duda agitados. Pero las apariencias quedaron a salvo, se evitó la catástrofe para la burguesía de un G20 caótico. La burguesía no ha olvidado hasta qué punto la ausencia de coordinación internacional y la tendencia desenfrenada a tirar cada uno por su lado contribuyeron en el desastre de 1929. El capitalismo se enfrentó entonces a la primera gran crisis de su período de decadencia ([4]), la clase dominante todavía no sabía hacerle frente. Inicialmente, los estados no reaccionaron. De 1929 a 1933, no se tomó casi ninguna medida mientras los bancos quebraban uno tras otro. El comercio mundial se hundió literalmente. En 1933 se esbozó una primera reacción: fue el primer New Deal ([5]) de Roosevelt. Este plan de reactivación consistía en una política de grandes obras y de endeudamiento estatal, pero también una ley proteccionista, el "Buy American Act" ("comprar americano") ([6]). Todos los países se lanzan entonces a la carrera al proteccionismo. El comercio mundial, sin embargo ya en mal estado, sufrió un choque suplementario. Con sus medidas, las burguesías acabaron empeorando la crisis mundial en los años treinta.
Las burguesías hoy quieren evitar todas ellas que se repita este círculo vicioso crisis-proteccionismo-crisis... Tienen conciencia de que deben hacerlo todo para no repetir los errores del pasado. Era imperativamente necesario que este G20 hiciera alarde de unidad de las grandes potencias contra la crisis, en particular para apoyar el sistema financiero internacional. El FMI dedicó incluso un punto específico de su "Documento de trabajo" preparatorio al G20 para poner en guardia contra ese peligro de que cada cual vaya por su cuenta ([7]). Se trata del apartado 13 titulado "El espectro del proteccionismo comercial y financiero es una preocupación creciente": "A pesar de los compromisos asumidos por los países del G20 [el de noviembre de 2008] de no recurrir a medidas proteccionistas, se han producido inquietantes descontroles. Las fronteras son poco claras entre la intervención pública destinada a contener el impacto de la crisis financiera en los sectores en dificultad y las subvenciones inadecuadas para las industrias cuya viabilidad a largo plazo es discutible. Algunas políticas de apoyo a las finanzas también conducen a los bancos a orientar el crédito hacia su país. Al mismo tiempo, hay riesgos crecientes de que algunos países emergentes enfrentados a presiones exteriores sobre sus cuentas intenten imponer controles de capitales." Y el FMI no fue el único en lanzar tales advertencias: "Temo [que un] retorno generalizado al proteccionismo sea probable, los países deficitarios, como Estados Unidos, podrían ver en ese proteccionismo el medio de reforzar la demanda de la producción interna y el nivel de empleo. [...] Se trata de un momento decisivo. Se ha de escoger entre volverse hacia el exterior o replegarse hacia soluciones internas. Esta segunda opción se intentó en los años treinta. Esta vez, debemos intentar la primera" (Martin Wolf, ante la Comisión de Asuntos exteriores del Senado de Estados Unidos, 25 de marzo de 2009) ([8]).
El G20 oyó el mensaje: los dirigentes del mundo supieron presentar una apariencia de unidad y escribir en su comunicado final: "No repetiremos los errores del pasado", que fue seguido por "¡Uf!" de alivio en el mundo entero. Como lo escribe el diario económico francés les Echos del 3 de abril, "la primera conclusión que se impone con respecto al G20 que se celebró ayer en la capital británica, es que no falló, y ya es mucho. Después de las tensiones de estas últimas semanas, las veinte grandes economías del planeta han hecho alarde de su unidad" frente a la crisis.
Concretamente, los países se comprometieron a no establecer barreras, incluso sobre los flujos financieros, encargando a la OMC que compruebe escrupulosamente que se respeta ese compromiso. Por otra parte, 250 mil millones de dólares serán puestos a disposición de agencias de apoyo a la exportación o agencias de inversión con el fin de ayudar a la reanudación del comercio internacional. Pero, sobre todo, el incremento de las tensiones no agrió una cumbre que podía haber acabado en reyerta. Se salvaron las apariencias. Ése fue el único éxito del G20. Pero un éxito sin duda temporal pues el aguijón de la crisis va a seguir espoleando irremediablemente la desunión internacional.
Desde el verano 2007, y la famosa crisis de las "subprimes", los planes de reactivación se suceden a un ritmo desenfrenado. Los primeros anuncios de inyecciones masivas de miles de millones de dólares, hicieron momentáneamente soplar un viento de optimismo. Pero al seguir empeorándose inexorablemente la crisis, cada nuevo plan provoca hoy más escepticismo. Paul Jorion, sociólogo especializado en economía (y uno de los primeros en haber anunciado la catástrofe económica), ironiza con esa repetición de fracasos: "Hemos pasado insensiblemente de las pequeñas ayudas de 2007, calculadas en miles de millones de euros o dólares, a las grandes de principios de 2008, y a las enormes de finales del año que ahora se calculan en cientos de miles de millones. Y 2009, es el año de las ayudas "enormes" ("Kolossal", dice el autor), con importes calculados ahora en "trillones" de euros o dólares. ¡Y a pesar de la ambición siempre más faraónica, sigue sin verse la menor luz al final del túnel!" ([9]).
¿Y qué propone el G20? ¡Una nueva escalada igualmente ineficaz! 5 billones ([10]) de dólares van a inyectarse en la economía mundial de aquí a finales de 2010 ([11]). La burguesía no tiene ninguna otra "solución" y revela así su impotencia ([12]). La prensa internacional no se equivoca: "La crisis dista mucho de acabarse y habría que ser un redomado ingenuo para creer que las decisiones del G20 van a cambiarlo todo" (la Libre Belgique), "Han fracasado en un momento en que la economía mundial está haciendo implosión" (New York Times), "La reactivación dejó de piedra a la cumbre del G20" (Los Angeles Times).
Las estimaciones de la OCDE para 2009, generalmente tan optimistas, no dejan la menor duda sobre lo que le espera a la humanidad en los próximos meses, con G20 o sin él. Según aquélla, ¡Estados Unidos tendrá una recesión de 4 %, la Zona euro de 4,1 % y Japón de 6,6! Por su parte, el Banco mundial afirmó, el lunes 30 de marzo, que en 2009 habría una contracción del 1,7 % del PIB mundial, lo que constituiría el retroceso más fuerte nunca antes registrado de la producción mundial". La situación va pues a empeorarse en los próximos meses, cuando ya la crisis actual es peor que la de 1929. Los economistas Barry Eichengreen y Kevin O'Rourke han calculado que la baja de la producción industrial mundial es desde hace nueve meses tan violenta como en 1929, que la caída de los valores bursátiles es dos veces más rápida, así como el retroceso del comercio mundial ([13]).
Todas estas cifras contienen una realidad muy concreta y dramática para millones de obreros en el mundo. En Estados Unidos, primera potencia mundial, desaparecieron unos 663 000 empleos durante el mes de marzo, con un total que alcanza ya 5,1 millones de empleos destruidos en 2 años. Todos los países están hoy brutalmente golpeados por la crisis. En España, por ejemplo, el desempleo acabara sobrepasando ¡el 17 % en 2009!
Pero esta política no es simplemente ineficaz hoy, sino que, además, está preparando crisis aún más violentas en el futuro. En efecto, todos esos miles de millones se están fabricando mediante el recurso masivo al endeudamiento, de modo que estas deudas tendrán que ser reembolsadas un día (no tan lejano). Incluso los burgueses lo dicen: "Queda claro que la consecuencia de esta crisis es que habrá que pagar la factura: habrá pérdidas de riqueza, pérdidas de patrimonio, pérdidas de rentas, pérdidas de empleos... no es pensable, sería demagogia, decir que nadie va a pagar total o parcialmente esa factura" (Henri Guaino, consejero especial del Presidente de la República en Francia, el pasado 3 de abril) ([14]). Con la acumulación de deudas el capitalismo está sencillamente hipotecando el futuro económico.
¿Y qué decir de todos esos periodistas que se congratularon por la importancia recobrada del FMI? El G20 ha triplicado los medios financieros de esa institución, elevándolos a 750 000 millones de dólares con, además, la autorización de emisión de Derechos Especiales de Giro (DEG) ([15]) de 250 000 millones de dólares. Se entiende así por qué su Presidente, Dominique Strauss-Kahn, ha declarado que se trataba del "mayor plan de reactivación coordinado nunca antes decidido" en la historia. Misión se le dio "de ayudar a los mas débiles", en particular a unos países del Este al borde de la quiebra. Pero el FMI es una extraña tabla de salvación. La fama - justificada - de esta organización es la de imponer una austeridad draconiana en contrapartida a su "ayuda". Reestructuraciones, despidos, desempleo, supresión de subsidios de todo tipo, baja de pensiones... ése es "el efecto FMI". Esta organización acudió, por ejemplo, a salvar Argentina en los años noventa hasta... ¡el hundimiento de esta economía en 2001!
No sólo este G20 no ha hecho despejar el cielo capitalista, pero sí ha dejado entrever, en cambio, un porvenir con más nubarrones todavía.
Habida cuenta de la incapacidad patente de ese G20 de proponer verdaderas soluciones para el futuro, le resultaba difícil a la burguesía prometer una vuelta rápida al crecimiento y a un futuro radiante. Y está ahora produciéndose en las filas obreras una profunda aversión hacia el capitalismo y también una reflexión creciente sobre el futuro, de modo que la clase dominante se ha apresurado a responder, a su manera, a ese cuestionamiento. A bombo y platillo, el G20 ha prometido un capitalismo nuevo, mejor controlado, más moral, más ecológico...
La maniobra es tan grosera que cae en el ridículo. A modo de moralización del capitalismo, el G20 miró con gesto enfurruñado hacia algunos "paraísos fiscales", amenazando con posibles sanciones, en las que iba a pensar con urgencia de aquí a finales del año (¡sic!), para los países que no hagan un esfuerzo de "transparencia". Se señalaron con el dedo cuatro territorios inscritos en la famosa "lista negra": Costa Rica, Malasia, Filipinas y Uruguay. Se echó el sermón y se clasificó a otras naciones en "lista gris". En esa están, por ejemplo, Austria, Bélgica, Chile, Luxemburgo, Singapur y Suiza.
O sea, ¡que los principales "paraísos fiscales" están ausentes! Las islas Caimanes y su hedge funds, los territorios dependientes de la corona británica (Guernsey, Jersey, Isla de Man), la City de Londres, estados federados de EEUU como Delaware, Nevada o Wyoming... todos ellos son oficialmente más blancos que la nieve más blanca (y están pues en la lista blanca). ¿Cómo interpretar esta clasificación de los paraísos fiscales por el G20?, ¿como una estupidez o una payasada?.
Colmo de la hipocresía, a los pocos días de la Cumbre de Londres, la OCDE - responsable de esta clasificación - anunció la salida de los cuatro países de la lista negra, ¡a cambio de promesas de transparencia!
No hay nada de asombroso en toda esta historia. ¿Cómo podrían "moralizar" lo que sea esos grandes responsables capitalistas, verdaderos gángsteres desalmados? ([16]) ¿Y cómo un sistema basado en la explotación y la búsqueda de la ganancia por la ganancia podría ser "más moral"? Nadie se esperaba seriamente por otra parte ver surgir de este G20 un "capitalismo más humano". Eso no existe y los dirigentes políticos lo invocan como cuando los padres hablan de Papá Noel a sus hijos. Este tiempo de crisis revela al contrario, aún más crudamente, el rostro inhumano de este sistema. Hace casi 130 años, Paul Lafargue escribía "La moral capitalista (...) anatematiza la carne del trabajador; su ideal es reducir al productor al mínimo de las necesidades, suprimir sus placeres y sus pasiones y condenarlo al papel de máquina que produce trabajo sin tregua ni piedad" (el Derecho a la pereza) y podríamos añadir que la única "tregua" que le es posible es el del desempleo y la miseria. Cuando la crisis económica golpea, se despide a los trabajadores, echándolos a la calle como trastos inútiles. El capitalismo sigue siendo y siempre será un sistema de explotación brutal y cruel.
Pero la tosquedad de la maniobra es en sí misma reveladora. Demuestra que de verdad no tienen ya nada que proponer, que el capitalismo no aportará ya nada bueno a la humanidad, solo miseria y sufrimiento. Y es tan ilusorio imaginarse un capitalismo "ecológico" o "moral" como cuando se soñaba con que los alquimistas transformaran el plomo en oro.
Si este G20 demuestra algo, es que otro mundo capitalista no es posible. Probablemente la crisis conocerá altibajos, con momentos específicos de vuelta al crecimiento. Pero, básicamente, el capitalismo va a seguir hundiéndose económicamente, sembrando miseria y generando guerras.
No hay nada que esperar de este sistema. La burguesía, con sus cumbres internacionales y sus planes de reactivación, no forma parte de la solución sino del problema. Sólo la clase obrera puede cambiar el mundo, pero necesita para eso volver a recuperar su confianza en la sociedad que sólo ella puede alumbrar: ¡el comunismo!
Mehdi (16 de abril 2009)
[1]) Declaración de Pascal Lamy, Director general de la Organización mundial del comercio (https://www.lesechos.fr/info/inter/4850338-electrochoc.htm [17]).
[2]) Informe intermedio de la Organización de cooperación y desarrollo económicos (https://www.oecd.org/dataoecd/18/1/42443150.pdf [18]).
[3]) El G20 está compuesto por los miembros del G8 (Alemania, Francia, Estados-Unidos, Japón, Canadá, Italia, Reino Unido, Rusia) a los cuales se han añadido Sudáfrica, Arabia Saudí, Argentina, Australia, Brasil, China, Corea del Sur, India, Indonesia, México, Turquía, y la Unión Europea (y últimamente, gracias a Sarkozy, han añadido una silla plegable para España). Una primera cumbre se celebró en noviembre de 2008, en plena tormenta financiera.
[4]) Léase nuestra serie de artículos "Entender la decadencia del capitalismo" (https://es.internationalism.org/series/201 [19]).
[5]) Hay un mito muy propagado hoy, según el cual el New Deal de 1933 habría permitido a la economía mundial salir del marasmo económico. Y, conclusión lógica, habría que llamar hoy a un "New" "New Deal". En realidad, la economía norteamericana, entre 1933 y 1938, seguiría inactiva; fue el segundo New Deal, el de 1938, el que permitió reactivar la máquina. Ahora bien, este segundo New Deal no fue sino el inicio de la economía de guerra (que preparó la Segunda Guerra mundial). ¡Se entiende por qué no se habla mucho de éste!
[6]) Esta ley imponía la compra de bienes fabricados en Estados Unidos cuando se trataba de compras directas del Gobierno estadounidense.
[7]) Fuente: https://contreinfo.info/prnart.php3?id_article=2612 [20].
[8]) Martin Wolf es un periodista económico británico. Es redactor asociado y comentarista económico en el Financial Times.
[9]) L'ère des "Kolossal" coup de pouce, publicado el 7 de abril.
[10]) Recordemos que un billón es, en español, un millón de millones (1+12 ceros). En otras lenguas puede significar mil millones (1+9), lo que en francés se llama "un milliard".
[11]) En realidad, para 4 billones de dólares, se trata de los planes de reactivación ya anunciados estos últimos meses.
[12]) En Japón, un nuevo plan de reactivación de 15,4 billones de yenes (116 000 millones de euros) acaba de decidirse. ¡Es el cuarto programa de reactivación elaborado por Tokio en un año!
[13]) Fuente: www.voxeu.org [21].
[14]) Sobre el papel del endeudamiento en el capitalismo y sus crisis, leer el artículo de nuestra Revista anterior "La crisis económica más grave de la historia del capitalismo".
[15]) Los DEG son una "canasta" monetaria de dólares, euros, yenes y libras esterlinas.
Fue China el país que más insistió para que se emitan esos DEG. En estas últimas semanas, China ha multiplicado las declaraciones oficiales llamando a la creación de una moneda internacional que pueda sustituir al dólar. Y numerosos economistas del mundo han repercutido ese llamamiento, advirtiendo sobre la caída inexorable de la moneda norteamericana y las sacudidas económicas que va a provocar.
Es cierto que el debilitamiento del dólar, a medida que la economía de EEUU se hunde en la recesión, es un verdadero peligro para la economía mundial. Al ser referencia internacional, es uno de los pilares de la estabilidad capitalista desde la posguerra. Sin embargo, la aparición de una nueva moneda de referencia (tanto el euro, el yen, la libra esterlina como los DEG del FMI) es completamente ilusoria. Ninguna potencia podrá sustituir a Estados Unidos, ninguna va a desempeñar su papel de estabilizador económico internacional. El debilitamiento de la economía norteamericana y su moneda significa por lo tanto mayor desorden monetario todavía.
[16]) Lenin calificaba la Sociedad de Naciones, otra institución internacional, de "guarida de bandoleros".
El año 2009 ha sido proclamado "Año Darwin" en el mundo entero, tanto por parte de las instituciones científicas como por las editoriales y los medios. En efecto, se celebra el bicentenario del nacimiento de Charles Darwin (12 de febrero de 1809) y los 150 años de la publicación de su primera obra fundamental, el Origen de las especies, publicada el 24 de noviembre de 1859. Actualmente, nos encontramos pues ante una multitud de conferencias, libros, estudios y emisiones de televisión que tratan sobre Darwin y su teoría que, si bien permiten de vez en cuando hacerse una idea más precisa de él, lo que más bien consiguen es rodearlo de una niebla espesa en la que resulta difícil orientarse.
Eso es debido en parte a que muchos de los autores, conferenciantes y periodistas, que se pretenden "especialistas de Darwin", ni lo conocían hace un año y que el Año Darwin, para ellos como para sus jefes, no es sino una buena ocasión de aumentar su notoriedad o sus rentas gracias a una rápida lectura de unos cuantos artículos de Wikipedia.
Pero hay otra razón para este fenómeno de confusionismo sobre las ideas de Darwin. Es que en cuanto fueron expuestas en el Origen de las especies, al asestarle un golpe brutal a los dogmas religiosos del tiempo, esas concepciones se convirtieron en un tema de primer orden a nivel ideológico y político, y eso porque fueron inmediatamente instrumentalizadas por varios ideólogos de la burguesía. Y lo que ya estaba en juego entonces sigue hoy presente, en las varias interpretaciones y falsificaciones de las que la teoría de Darwin sigue siendo objeto. Con el fin de permitir a nuestros lectores aclararse un poco, publicamos en dos partes el folleto de Anton Pannekoek, Darwinismo y marxismo, escrito en 1909 con motivo del centenario del nacimiento de Darwin y que sigue esencialmente de actualidad.
El marxismo siempre se ha interesado por la evolución de las ciencias, que forman parte íntegra del desarrollo de las fuerzas productivas de la sociedad y, también, porque considera que la perspectiva del comunismo no puede basarse simplemente en una exigencia moral de justicia, como así fue para cantidad de "socialistas utópicos" del pasado, sino también sobre un conocimiento científico de la sociedad humana y de la naturaleza de la que forma parte. Por eso, mucho antes de la publicación del folleto de Pannekoek, el mismo Marx había dedicado, en junio de 1873, un ejemplar de su obra principal, el Capital, a Charles Darwin. En efecto, Marx y Engels habían reconocido en su teoría de la evolución en el ámbito del estudio de los organismos vivos, un planteamiento similar al del materialismo histórico, como lo atestiguan estos dos extractos de su correspondencia:
"Darwin, a quien acabo de leer, es magnífico. (...) nunca ha habido hasta ahora un intento de demostrar la evolución histórica en la naturaleza de manera tan espléndida, al menos con tanto éxito" (Engels a Marx, 11 de diciembre de 1859).
"En este libro se encuentra el fundamento histórico-natural de nuestra concepción" (Marx a Engels, 19 de diciembre 1860) ([1]).
El texto de Pannekoek, redactado con mucha sencillez, nos proporciona un excelente resumen de la teoría de la evolución de las especies. Pero Pannekoek no solo era un hombre de ciencia erudito (fue un conocido astrónomo). Era ante todo un marxista y un militante del movimiento obrero. Por ello su folleto Darwinismo y marxismo se esfuerza en criticar cualquier intento de aplicar esquemática y mecánicamente la teoría de Darwin de la selección natural a la especie humana. Pannekoek hace resaltar claramente las analogías entre marxismo y darwinismo y da cuenta de la utilización, por parte de los sectores más progresistas de la burguesía, de la teoría de la selección natural contra los vestigios reaccionarios del feudalismo. Pero también critica la explotación fraudulenta por la burguesía de la teoría de Darwin contra el marxismo, en particular las distorsiones del "darwinismo social", ideología desarrollada en particular por el filósofo británico Herbert Spencer (y retomada hoy por los ideólogos del liberalismo para justificar la competencia capitalista, la ley de la selva, el cada uno para sí y la eliminación de los más débiles).
Frente al retorno de las creencias oscurantistas venidas de la noche de los tiempos y, en particular, del "creacionismo" con su avatar del "diseño inteligente" según el cual la evolución de los organismos vivos (y la aparición del propio hombre) correspondería a un "plan" preestablecido por una "inteligencia superior" de esencia divina, les corresponde a los marxistas reafirmar el carácter científico y materialista de la teoría de Darwin y destacar el paso considerable que hizo dar a las ciencias de la naturaleza.
Obviamente, el folleto de Pannekoek debe ponerse en el contexto de los conocimientos científicos de su tiempo y algunos de sus enfoques, desarrollados en la segunda parte (que publicaremos en el próximo número de la Revista internacional), hoy están un tanto superadas por un siglo de investigaciones y descubrimientos científicos (en particular en paleoantropología y genética). Pero en lo esencial, su contribución ([2]) (redactada en holandés y que, hasta la fecha, no ha sido traducida al castellano) es una contribución inestimable a la historia del movimiento obrero.
CCI (19 de abril de 2009)
Pocos científicos influyeron tanto el pensamiento de la segunda mitad del siglo xix como Darwin y Marx. Sus contribuciones revolucionaron la concepción que las masas se hacían del mundo. Durante décadas, sus nombres estuvieron en boca de la gente y sus obras están en el centro de las luchas intelectuales que acompañan las luchas sociales de hoy. La razón está en el contenido altamente científico de su obra.
La importancia científica del marxismo así como del darwinismo se apoya en su fidelidad rigurosa a la teoría de la evolución, uno refiriéndose al ámbito del mundo orgánico, el de los seres animados, y el otro al ámbito de la sociedad. Esta teoría de la evolución, sin embargo, no era nada nueva: ya había tenido sus defensores antes de Darwin y Marx; el filósofo Hegel incluso hizo de ella el punto central de su filosofía. Es entonces necesario examinar de cerca las contribuciones de Darwin y Marx en este ámbito.
La teoría según la cual plantas y animales se desarrollaron unos a partir de otros aparece por primera vez durante el siglo xix. Antes, a la pregunta: ¿"De dónde vienen los miles y miles de diferentes clases de plantas y animales que conocemos?", se contestaba: "En tiempos de la creación, Dios los creó a todos, cada cual según su especie". Esta teoría primitiva correspondía a la experiencia adquirida y a los mejores datos entonces disponibles sobre el pasado. Según esos datos, todas las plantas y todos los animales conocidos siempre habían sido idénticos. A nivel científico, la experiencia se expresaba de la siguiente forma: "Todas las especies son invariables porque los padres transmiten sus características a sus hijos".
Sin embargo, debido a ciertas particularidades entre las plantas y los animales, se hizo necesario plantearse otra concepción. Por eso esas particularidades fueron ordenadas según un sistema establecido, en primer lugar, por el científico sueco Linneo. Según este sistema, se divide a los animales en reinos (phylum), ellos mismos divididos en clases, las clases en órdenes, los órdenes en familias, las familias en géneros, cada género con sus especies. En este sistema, cuanto más similares son las características de los seres vivos, más cercanos son unos de otros, y más pequeño es el grupo al que pertenecen. Todos los animales clasificados como mamíferos presentan las mismas características generales en su forma corporal. Se diferencia después a los animales herbívoros, a los carnívoros y a los simios, que pertenecen a órdenes diferentes. Osos, perros y gatos, que son animales carnívoros, tienen muchos más puntos comunes en su forma corporal entre sí que con los caballos o los monos. Esta similitud crece de forma evidente cuando se examinan variedades de la misma especie; el gato, el tigre y el león se parecen en muchos aspectos y difieren de los perros y osos. Si dejamos la clase de los mamíferos para examinar a otras clases, como las de las aves o los peces, vemos diferencias mayores entre las clases que en una misma clase. Siempre persiste sin embargo una semejanza en la formación del cuerpo, del esqueleto y del sistema nervioso. Estas características desaparecen cuando dejamos a esta división principal que abarca a todos los vertebrados, para examinar los moluscos (animales de cuerpo blando) o los pólipos.
El conjunto del mundo animal puede pues organizarse en divisiones y subdivisiones. Si se hubiese creado cada especie de animal diferente con total independencia de las demás, no habría ninguna razón para que existan tales categorías. No habría ninguna razón para que no haya mamíferos con seis patas. Habría entonces que suponer que cuando llegó el momento de la creación, Dios habría seguido el plan del sistema de Linneo y lo habría creado todo según ese plan. Disponemos afortunadamente de otra explicación. La semejanza en la construcción del cuerpo puede ser debida a un verdadero parentesco. Según esta concepción, la similitud de las particularidades indica en qué medida el lazo es cercano o distante, como son mayores las semejanzas entre hermanos y hermanas que entre parientes más distantes. Las especies animales no fueron, pues, creadas de forma individual, sino que descienden unas de otras. Forman un tronco que comenzó sobre bases simples y que se ha ido desarrollando continuamente; las últimas ramas, más finas, las constituyen las especies hoy existentes. Todas las especies de gatos descienden de un gato primitivo que, como el perro primitivo y el oso primitivo, es el descendiente de un determinado tipo primitivo de animal carnívoro. El animal carnívoro primitivo, el animal con pezuñas primitivo y el mono primitivo descienden de un mamífero primitivo, etc.
Esta teoría de la filiación fue defendida por Lamarck y por Geoffroy Saint-Hilaire. Sin embargo, no conoció la aprobación general. Estos naturalistas no pudieron probar la exactitud de dicha teoría y, por lo tanto, permaneció en estado de hipótesis, de simple suposición. Pero en cuanto llegó Darwin, con su obra principal, el Origen de las especies, ésta fue como un relámpago en las mentes de entonces; su teoría de la evolución se aceptó inmediatamente como una verdad perfectamente demostrada. Desde entonces, la teoría de la evolución es inseparable del nombre de Darwin. ¿Por qué es así?
Es en parte debido a que, con la experiencia, se ha acumulado cada vez más material para fundamentar esa teoría. Se descubrieron animales que no podían colocarse claramente en la clasificación, como los mamíferos ovíparos, peces con pulmones y animales vertebrados sin vértebras. La teoría de la filiación afirmaba que eran simplemente vestigios de la transición entre los grupos principales. Las excavaciones revelaron restos fosilizados que parecían diferentes de los animales que viven hoy. Estos restos resultaron en parte ser las formas primitivas de los animales de nuestro tiempo y pusieron de manifiesto que los animales primitivos evolucionaban poco a poco para convertirse en los animales de hoy. Ha progresado después la teoría celular; cada planta, cada animal consta de millones de células, desarrollándose por división y diferenciación incesante a partir de células únicas. Una vez alcanzado este punto, pensar que los organismos más desarrollados descendieron de seres primitivos constituidos de una única célula, ya no parecía ser tan extraño.
Todas estas nuevas experiencias, sin embargo, no podían elevar la teoría a un nivel de verdad demostrada. La mejor prueba de su exactitud habría sido poder observar con sus propios ojos una verdadera transformación de una especie animal en otra. Pero es imposible. ¿Cómo demostrar entonces que una especie animal se transforma en otra? Se puede hacer mostrando la causa, la fuerza que propulsa tal desarrollo. Y eso, Darwin lo hizo. Darwin descubrió el mecanismo del desarrollo animal y dio así la prueba de que algunas especies animales se transformaban necesariamente en condiciones idóneas en otras especies animales. Vamos ahora a aclarar este mecanismo.
Su principal fundamento es el carácter de la transmisión, el hecho de que los padres transmiten sus peculiaridades a sus hijos pero que, al mismo tiempo, los hijos divergen de sus padres en ciertos aspectos y también difieren unos de otros. Por ello los animales de la misma especie no son todos idénticos, sino que difieren en todas las direcciones a partir de un tipo medio. Sin esta variación, sería totalmente imposible que una especie animal se transforme en otra. Para la formación de una nueva especie, es necesario que se incremente la divergencia a partir del tipo central y prosiga en la misma dirección hasta hacerse tan importante que el nuevo animal ya no se asemeja al animal del que desciende. ¿Pero cuál es esa fuerza que suscitaría una variación creciente siempre en la misma dirección?
Lamarck declaró que el cambio se debía al uso y a la utilización intensa de algunos órganos; que debido al ejercicio continuo de algunos órganos, éstos se iban mejorando más y más. Así como los músculos de las piernas de los hombres se refuerzan al correr mucho, también adquirió el león patas poderosas y la liebre patas veloces. De la misma manera, las jirafas desarrollaron su largo cuello para alcanzar y comer las hojas altas de los árboles; a fuerza de extender el cuello, algunos animales de cuello corto fueron desarrollando un cuello largo como la jirafa. Para muchos, esta explicación no era creíble y no daba cuenta de que la rana, por ejemplo, debía ser verde para garantizar su protección.
Para solucionar ese problema, Darwin se tornó hacia otro campo de experiencia. El ganadero y el horticultor son capaces de desarrollar de forma artificial nuevas razas y nuevas variedades. Cuando un horticultor, partiendo de una determinada planta, quiere desarrollar una variedad con flores grandes, ha de suprimir, antes de la madurez, todas las plantas con flores pequeñas y preservar las que las tienen grandes. Si repite esto durante unos años seguidos, las flores serán cada vez mayores, porque cada nueva generación se asemejará a la anterior, y nuestro horticultor, siguiendo con la selección de las mayores de entre las grandes con el objetivo de extenderlas, conseguirá desarrollar una planta con flores muy grandes. Mediante acciones así, a veces deliberadas y otras accidentales, los hombres desarrollaron un gran número de razas de nuestros animales domésticos que difieren aún más de su forma de origen que las especies salvajes difieren entre sí.
Si le pidiéramos a un ganadero que desarrollara un animal de cuello largo a partir de un animal de cuello corto, eso no le parecería imposible. Todo lo que tendrá que hacer será seleccionar los animales con cuello relativamente más largo, cruzarlos, suprimir a los jóvenes de cuello corto y cruzar de nuevo los que tienen un cuello largo. Si repite esto a cada nueva generación, el resultado sería un cuello cada vez más largo y un animal parecido a la jirafa.
Este resultado se obtiene porque hay una voluntad definida con un objetivo definido que, con el fin de criar una determinada variedad, elige a determinados animales. En la naturaleza, no existe semejante voluntad y todas las variaciones van a reducirse con el cruce; resulta entonces imposible que un animal se separe del tronco común original y siga en la misma dirección hasta convertirse en una especie enteramente diferente. ¿Cuál es pues, en la naturaleza, la fuerza que selecciona los animales como lo ha hecho el ganadero?
Darwin meditó mucho tiempo sobre este problema antes de encontrar su solución en la "lucha por la existencia". En esta teoría, tenemos un reflejo del sistema productivo de la época en que vivió Darwin, porque es el combate de la competencia capitalista que le sirvió de modelo para la lucha por la existencia que prevalecía en la naturaleza. No fue gracias a sus propias observaciones si encontró esa solución. Le vino de su lectura de los trabajos del economista Malthus. Malthus intentaba explicar que si hay tanta miseria, hambre y privaciones en nuestro mundo burgués, es porque la población aumenta mucho más rápidamente que los medios de subsistencia existentes. No hay bastante comida para todos: los individuos deben pues luchar unos contra otros para vivir, y muchos sucumben en esa lucha. Con esta teoría, la competencia capitalista tanto como la miseria existente se declaraban ley natural inevitable. En su autobiografía, Darwin declara que fue el libro de Malthus el que le incitó a pensar en la lucha por la existencia.
"En octubre de 1838, o sea quince meses después de empezar mi investigación sistemática, se me ocurrió leer, para distraerme, el ensayo de Malthus sobre la población; y como estaba bien preparado, debido a mis observaciones prolongadas sobre las prácticas de animales y plantas, a apreciar la presencia universal de la lucha por la existencia, me llamó la atención la idea de que en estas circunstancias, las variaciones favorables tenderían a preservarse, y las desfavorables a ser aniquiladas. El resultado sería la formación de nuevas especies. Había encontrado ahí, por fin, una teoría para trabajar."
Es un hecho que el aumento de la natalidad en los animales excede al de la cantidad de comida necesaria para su subsistencia. No hay ninguna excepción a la norma según la cual el número de los seres orgánicos tiende a crecer a tal velocidad que nuestra tierra sería rápidamente desbordada por la descendencia de una única pareja, si parte de ésta no se destruyera. Por eso ha de existir una lucha por la existencia. Cada animal intenta vivir, hace cuanto puede para comer e intenta evitar ser devorado por otros. Con sus peculiaridades y sus armas específicas, lucha contra todo el mundo antagónico, contra los animales, contra el frío, el calor, la sequía, las inundaciones, y otras circunstancias naturales que pueden amenazar con destruirlo. Ante todo, lucha contra los animales de su propia especie, que viven de la misma manera, poseen las mismas características, utilizan las mismas armas y viven de la misma alimentación. Esta lucha no es directa; la liebre no lucha directamente contra la liebre, ni el león contra el león salvo si se trata de una lucha por la hembra, sino que es una lucha por la existencia, una carrera, una lucha competitiva. Todos no pueden alcanzar la edad adulta; la mayoría es destruida, y solo sobreviven los que ganan la carrera. ¿Pero cuáles son los que triunfan? Los que, por sus características, por su estructura corporal, son más aptos para encontrar comida o huir del enemigo; en otros términos, sobrevivirán los que mejor se adaptan a las condiciones existentes.
"Puesto que hay siempre más individuos que nacen que supervivientes, el combate por la supervivencia debe reiniciarse sin cesar y la criatura que posee una determinada ventaja con relación a las demás sobrevivirá; pero, como esas características particulares se transmiten a las nuevas generaciones, es la propia naturaleza la que elige, y la nueva generación surgirá con características diferentes de la anterior."
Tenemos aquí otro esquema para entender el origen de la jirafa. Cuando la hierba no crece en ciertos lugares, los animales deben alimentarse de las hojas de los árboles, y todos los que tienen un cuello demasiado corto para alcanzarlas van a perecer. Es la propia naturaleza la que hace la selección y la naturaleza selecciona solamente a los que tienen cuellos largos. Al haberla comparado con la selección realizada por el ganadero, Darwin llamó a ese proceso "selección natural".
Este proceso produce necesariamente nuevas especies. Puesto que nacen demasiados individuos de una misma especie, más que los que las reservas de comida dejan subsistir, intentan permanentemente extenderse sobre una superficie más amplia. Para obtener su comida, los que viven en los bosques van hacia los prados, los que viven por los suelos van al agua, y los que viven en el suelo suben a los árboles. En esas nuevas condiciones, una aptitud o una variación resultan idóneas cuando antes no lo eran, y de ahí que se desarrollen. Los órganos cambian con el modo de vida. Se adaptan a las nuevas condiciones y, a partir de la antigua especie, se desarrolla una nueva. Este movimiento continuo de las especies existentes que se ramifican en nuevas ramas conduce a la existencia de miles de animales diferentes que van a diferenciarse cada vez más.
Así como la teoría darwiniana explica la filiación general de los animales, su transmutación y su formación partiendo de los seres primitivos, también explica la maravillosa adaptación que existe en toda la naturaleza. Hasta entonces, esta maravillosa adaptación no podía explicarse sino por la sabia intervención de Dios. Ahora, se entiende claramente esa filiación natural, al no ser esa adaptación sino la adaptación a los medios de existencia. Cada animal y cada planta se van adaptando exactamente a las circunstancias existentes, ya que todos los que son menos conformes a ellas se adaptan menos y la lucha por la existencia los extermina. Las ranas verdes, que proceden de las ranas marrones, deben preservar su color protector, ya que todas las que se desvían de éste son descubiertas más rápidamente por sus enemigos y destruidas, o tienen mayores dificultades para alimentarse y perecen.
Así es como Darwin nos demostró, por primera vez, que las nuevas especies se han formado siempre a partir de antiguas. La teoría transformista, que no era hasta aquel entonces sino una simple presunción inducida a partir de numerosos fenómenos que no se podían explicar de otra manera, alcanzó así la certidumbre de un funcionamiento necesario de unas fuerzas específicas que podían demostrarse. Es una de las razones principales que permitió que se impusiera tan rápidamente esa teoría en los debates científicos y llamara la atención del público.
Cuando se examina el marxismo, vemos inmediatamente una gran semejanza con el darwinismo. Como con Darwin, la importancia científica del trabajo de Marx consiste en que descubrió la fuerza motriz, la causa del desarrollo social. No tuvo que demostrar que tal desarrollo existía, cada cual ya sabía que, desde los tiempos más primitivos, unas formas nuevas siempre habían superado las antiguas; pero las causas y los fines de ese desarrollo seguían siendo desconocidos.
En su teoría, Marx partió de los conocimientos de que disponía en su tiempo. La gran revolución política que confirió a Europa el aspecto que ahora tiene, la Revolución francesa, era algo sabido de todos por haber sido una lucha por la supremacía, llevada a cabo por la burguesía contra la nobleza y la monarquía. Tras esa lucha aparecieron nuevas luchas de clases. La lucha realizada en Inglaterra por los capitalistas industriales contra los terratenientes dominaba la política; al mismo tiempo, la clase obrera se rebelaba contra la burguesía. ¿Cuáles eran esas clases? ¿En qué diferían unas de otras? Marx puso de manifiesto que estas distinciones de clase se debían a las funciones distintas que cada una desempeñaba en el proceso productivo. Es en el proceso de producción donde tienen su origen las clases, y es este proceso lo que determina a qué clase se pertenece. La producción no es sino el proceso de trabajo social por el que los hombres obtienen sus medios de subsistencia partiendo de la naturaleza. Es esa producción de bienes materiales necesaria para la vida lo que constituye el fundamento de la sociedad y que determina las relaciones políticas, las luchas sociales y las formas de la vida intelectual.
Los métodos de producción no han cesado de cambiar durante la historia. ¿De dónde vienen estos cambios? La forma de trabajar y las relaciones de producción dependen de las herramientas con las que trabaja la gente, del desarrollo de la técnica y de los medios de producción en general. En la Edad Media se trabajaba con herramientas rudimentarias, mientras que hoy se trabaja con máquinas gigantescas. En la Edad Media existía el pequeño comercio y el feudalismo, mientras que ahora tenemos el capitalismo. Por esa razón también, la nobleza feudal y la pequeña burguesía eran las clases más importantes en la Edad Media, mientras que hoy las clases principales son la burguesía y el proletariado.
La causa principal, la fuerza motriz de todo el desarrollo social, es el desarrollo de las herramientas, de ese material técnico que los hombres ponen en práctica. Ni que decir tiene que los hombres siempre intentan mejorar las herramientas para que su trabajo sea más fácil y más productivo, y la práctica que adquieren utilizándolas les conduce a su vez a desarrollar y mejorar su pensamiento. Este desarrollo acarrea un progreso de la técnica, lento o rápido, que a su vez transforma las formas sociales del trabajo. Esto conduce a nuevas relaciones de clase, a nuevas instituciones sociales y a nuevas clases. Al mismo tiempo surgen luchas sociales, o sea políticas. Las clases que dominaban en el antiguo modo de producción intentan preservar artificialmente sus instituciones, mientras que las clases ascendentes pretenden promover el nuevo modo de producción; y al encabezar luchas de clase contra la clase dirigente y al conquistar el poder, preparan, ya sin trabas, el terreno para un nuevo desarrollo de la técnica.
Así pues, la teoría de Marx reveló la fuerza motriz y el mecanismo del desarrollo social. Así puso de manifiesto que la historia no es algo errático, y que los distintos sistemas sociales no son el resultado de la casualidad o de acontecimientos aleatorios, sino que existe un desarrollo regular en una dirección definida. También probó así que el desarrollo social no cesa con nuestro sistema, porque la técnica sigue desarrollándose continuamente.
Así pues, las dos enseñanzas, la de Darwin y la de Marx, en el ámbito del mundo orgánico y en el de la sociedad humana, elevaron la teoría de la evolución a nivel de ciencia positiva.
Y así hicieron de la teoría de la evolución algo aceptable para las masas como concepción básica del desarrollo social y biológico.
Aunque sea cierto que, para que una teoría tenga una influencia duradera sobre el espíritu humano, deba tener un valor altamente científico, eso no es sin embargo suficiente. Ha sucedido muy a menudo que una teoría científica de primera importancia para la ciencia no suscite ningún interés, si no es para algunas personas instruidas. Así fue, por ejemplo, con la teoría de la atracción universal de Newton. Esta teoría es la base de la astronomía, y gracias a ella conocemos los astros y podemos estudiar el movimiento de los planetas y prever los eclipses. Sin embargo, cuando aparece la teoría de Newton sobre la atracción universal, sólo la aceptaron algunos científicos ingleses. Las grandes masas no le prestaron ninguna atención, y no la conocerían más que gracias a un libro popular de Voltaire, escrito medio siglo más tarde.
Nada extraño en todo eso. La ciencia se ha convertido en una especialidad para un determinado grupo de hombres instruidos, y sus progresos sólo les concierne a ellos, así como la fundición es la especialidad del herrero, y cualquier mejora en la fundición del hierro sólo le concierne a él. Solo un conocimiento del que todo el mundo pueda servirse y que resulte ser una necesidad vital para todos puede granjearse la adhesión de las grandes masas. Cuando vemos que una teoría científica suscita entusiasmo y pasión entre las grandes masas, esto puede deberse a que esta teoría les sirve de arma en la lucha de clases. Porque es la lucha de clases lo que moviliza a la gran mayoría de la sociedad.
Esto se puede constatar más claramente con el marxismo. Si las enseñanzas económicas de Marx no tuviesen importancia para la lucha de clases moderna, solo serían unos cuantos economistas quienes le dedicarían tiempo. Pero debido a que el marxismo sirve de arma a los proletarios en su lucha contra el capitalismo, las luchas científicas se concentran en esta teoría. El favor que ésta hizo a millones de personas hace que respeten el nombre de Marx a pesar de que conozcan poco su obra, y también que millares de otros lo desprecien sin entenderla. Gracias al gran papel que la teoría marxista desempeña en la lucha de clases es estudiada asiduamente por las grandes masas y predomina en el espíritu humano.
La lucha de clase proletaria existía antes de Marx, ya que es fruto de la explotación capitalista. Es totalmente natural que los obreros, al ser explotados, piensen en otro sistema de sociedad en el que la explotación será abolida y lo reivindiquen. Pero lo único que podían hacer era esperarlo y soñarlo. No estaban seguros que eso se pudiera alcanzar algún día. Marx dio al movimiento obrero y al socialismo unas bases teóricas. Su teoría social puso de manifiesto que los sistemas sociales se desarrollan en un movimiento continuo en el que el capitalismo sólo es una forma temporal. Su estudio del capitalismo puso de manifiesto que, debido al perfeccionamiento constante de la técnica, el capitalismo ha de dejar paso necesariamente al socialismo. Sólo los proletarios podrán establecer el nuevo sistema de producción, mediante su lucha contra unos capitalistas cuyo interés es mantener el antiguo sistema de producción. El socialismo es así el fruto y el objetivo de la lucha de clase proletaria.
Gracias a Marx, la lucha de clase proletaria tomó una forma totalmente diferente. El marxismo se convirtió en arma entre las manos de los proletarios; en lugar de vagas esperanzas, les dio un objetivo positivo y, al poner de relieve claramente el desarrollo social, dio fuerza al proletariado y creó las bases para la aplicación de una táctica correcta. A partir del marxismo los obreros pueden probar el carácter transitorio del capitalismo así como la necesidad y la certeza de su victoria. Al mismo tiempo, el marxismo barrió las antiguas visiones utópicas según las cuales el socialismo se instauraría gracias a la inteligencia y a la buena voluntad de los hombres sabios, que consideraban el socialismo como una reivindicación de justicia y moral, como si el objetivo fuera instaurar una sociedad infalible y perfecta. La justicia y la moral cambian con el sistema de producción, y cada clase tiene, en realidad, una idea diferente de ellas. El socialismo no puede ser alcanzado sino por la clase que tiene interés en el socialismo. No se trata del establecimiento de un sistema social perfecto, sino de una transformación en los modos de producción, que los lleve a una etapa superior, o sea a la etapa de la producción social.
Puesto que la teoría marxista del desarrollo social es indispensable a los proletarios en sus luchas, los proletarios procuran integrarlo en su ser; domina su pensamiento, sus sentimientos, toda su concepción del mundo. Al ser la teoría del desarrollo social en el que nos encontramos, el marxismo es el epicentro de los grandes combates intelectuales que acompañan nuestra revolución económica.
El que el marxismo haya adquirido su importancia y su posición gracias al papel que ocupa en la lucha de clase proletaria es algo perfectamente conocido de todos. Para el observador superficial, en cambio, las cosas parecen ser diferentes con el darwinismo porque éste trata de una nueva verdad científica que ha de enfrentarse a la ignorancia y a los prejuicios religiosos. Sin embargo, no es difícil darse cuenta de que, realmente, el darwinismo ha tenido que sufrir las mismas vicisitudes que el marxismo. El darwinismo no es una simple teoría abstracta que habría sido adoptada por el mundo científico tras haberla discutido y puesto a prueba de forma puramente objetiva. ¡No!, inmediatamente después de su aparición, el darwinismo tuvo sus abogados entusiastas y sus adversarios apasionados; también el nombre de Darwin fue enaltecido por las personas que habían entendido algo de su teoría, y desprestigiado por quienes lo ignoraban todo de su teoría sino es aquello de que "el hombre desciende del mono" y que eran indiscutiblemente incompetentes para juzgar desde un punto de vista científico la exactitud o la falsedad de la teoría de Darwin. El darwinismo también desempeñó un papel en la lucha de clases, y por ello se extendió también rápidamente y tuvo partidarios entusiastas como adversarios encarnizados.
El darwinismo sirvió de instrumento a la burguesía en su combate contra la clase feudal, contra la nobleza, los derechos del clero y de los señores feudales. Era una lucha totalmente diferente de la lucha que llevan hoy los proletarios. La burguesía no era una clase explotada que luchaba para suprimir la explotación, ¡ni mucho menos! Lo que la burguesía quería, era deshacerse de los viejos poderes dominantes que le cortaban el paso. La burguesía quería controlar y basaba sus exigencias en el hecho de que era la clase más importante que dirigía la industria. ¿Qué argumentos podían oponerle la antigua clase, la clase que ya no era sino un parásito inútil? Sus argumentos eran la tradición, sus antiguos derechos "divinos". Ésos eran sus pilares. Gracias a la religión, los sacerdotes mantenían sometida a la gran masa, preparándola para oponerse a las exigencias de la burguesía.
Para defender sus propios intereses, la burguesía se vio obligada a socavar el derecho "divino" de los gobernantes. Las ciencias naturales se convirtieron en armas para oponerse a la creencia y a la tradición; se potenciaron las ciencias y las leyes de la naturaleza, recientemente descubiertas; fueron esas armas con las que la burguesía entabló su combate. Si los recientes descubrimientos podían poner de manifiesto que era falso lo que los sacerdotes enseñaban, la autoridad "divina" de estos sacerdotes se agotaría y se desmoronarían los "derechos divinos" que disfrutaba la clase feudal. Obviamente, la clase feudal no fue vencida únicamente así; el poder material sólo puede derribarse con el poder material; pero las armas intelectuales se convierten en armas materiales. Por ello la burguesía ascendente dio tanta importancia a la ciencia de la naturaleza.
El darwinismo llegó en el momento idóneo. La teoría de Darwin, según la cual el hombre es descendiente de un animal inferior, destrozaba todo el fundamento del dogma cristiano. Por eso la burguesía se apoderó el darwinismo con tanto empeño en cuanto hizo su aparición.
No ocurrió así en Inglaterra. Vemos una vez más hasta qué punto era importante la lucha de clases para la propagación de la teoría de Darwin. En Inglaterra, la burguesía ya dominaba desde hacía varios siglos y, en general, no tenía entonces ningún interés en atacar o destruir la religión. Por eso la teoría de Darwin no apasionó a nadie en Inglaterra, a pesar de ser muy conocida; se consideró simplemente como una teoría científica sin gran importancia práctica. El propio Darwin la consideraba así y, por temor a que su teoría desafiara los prejuicios religiosos reinantes, evitó voluntariamente que se aplicara inmediatamente a los hombres. Sólo tras muchas demoras y después de que otros lo hicieran antes que él, Darwin decidió comprometerse. En una carta a Haeckel, deploraba que su teoría chocara con tantos prejuicios y encontrara tanta indiferencia, hasta tal punto de que creía que no viviría lo suficiente para verla superar esos obstáculos.
Pero las cosas fueron completamente diferentes en Alemania; y Haeckel respondió con razón a Darwin que en Alemania, la teoría darwiniana había levantado un enorme entusiasmo. En realidad, cuando la teoría de Darwin se publicó, la burguesía se estaba preparando para entablar un nuevo ataque contra el absolutismo y los junkers. Los intelectuales dirigían la burguesía liberal. Ernest Haeckel, un gran científico y, además, de lo más audaz, extrajo inmediatamente las conclusiones más avanzadas contra la religión, en su libro Natürliche Schöpfungsgeschichte. Así pues, mientras que el darwinismo gozaba de una recepción entusiasta por parte de la burguesía progresista, también era violentamente combatida por los reaccionarios.
La misma lucha también tuvo lugar en otros países europeos. Por todas partes, la burguesía liberal progresista debía luchar contra las fuerzas reaccionarias. Los reaccionarios ocupaban ya o querían volver a ocupar el tan reñido poder gracias a sus apoyos religiosos. En tales circunstancias, incluso los debates científicos estaban animados por el ardor y la pasión propios de una lucha de clases. Los textos que se publicaron, a favor o en contra de Darwin, tenían pues un carácter de polémica social, a pesar de que los firmaban autores científicos. Muchos escritos populares de Haeckel, si se les considera desde un punto de vista científico, son muy superficiales, mientras que los argumentos y protestas de sus adversarios eran de una estupidez increíble cuyo equivalente sólo puede observarse en los argumentos utilizados contra Marx.
El objetivo de la lucha de la burguesía liberal contra el feudalismo no era llevarla a su término. En parte eso se debía a que por todas partes aparecían proletarios socialistas, que amenazaban a todos los poderes dominantes, incluso el de la burguesía. La burguesía liberal se fue calmando y las tendencias reaccionarias acabaron imponiéndose. El antiguo ardor por combatir la religión desapareció completamente y, a pesar de que liberales y reaccionarios seguían combatiéndose unos a otros, en realidad se iban aproximando. El interés por la ciencia como arma de la lucha de clases que se había manifestado desapareció enteramente, mientras se reforzaba la tendencia reaccionaria según la cual las masas deben educarse en la religión.
La evaluación de la ciencia también sufrió un cambio. Anteriormente, la burguesía instruida había basado en la ciencia una visión materialista del universo, en la que encontraba la solución del enigma de éste. Ahora volvía a dominar el misticismo; todo lo que se había solucionado se consideró insignificante, mientras que todo lo que no lo había sido tomaba una importancia enorme, abarcando las cuestiones más importantes de la vida. Un estado de ánimo hecho de escepticismo, espíritu crítico y de duda sustituyó al antiguo espíritu exultante a favor de la ciencia.
Esto se percibió también en la posición tomada con respecto a Darwin. "¿Qué demuestra su teoría? ¡Deja el enigma del universo sin solución! ¿De dónde viene esta naturaleza maravillosa de la transmisión, de dónde viene esta capacidad de los seres animados a modificarse de manera tan conveniente?" Ahí está el enigma misterioso de la vida que no puede solucionarse con principios mecánicos. ¿Qué queda pues del darwinismo después de esa crítica?
Naturalmente, los avances de la ciencia permitieron rápidos progresos. La solución a un problema siempre hace surgir nuevos problemas que resolver, unos problemas que estaban ocultos en la teoría de la transmisión. Esta teoría, que Darwin tuvo que aceptar como base de investigación, seguía siendo profundizada, y surgió un debate difícil con respecto a los factores individuales del desarrollo y de la lucha por la existencia. Mientras unos científicos dedicaban su atención a la variación a la que consideraban debida al ejercicio y a la adaptación a la vida (según el principio establecido por Lamarck), otros como Weissman rechazaban expresamente esa idea. Mientras que Darwin sólo admitía cambios progresivos y lentos, De Vries descubría casos de variaciones súbitas y saltos que tenían como resultado la aparición repentina de nuevas especies. Todo esto, mientras se reforzaba y desarrollaba la teoría de la filiación, daba en algunos casos la impresión de que los nuevos descubrimientos demolían la teoría de Darwin, y los reaccionarios saludaban por lo tanto cada uno de ellos como prueba de la quiebra del darwinismo. Al mismo tiempo, la concepción social tenía efecto retroactivo sobre la ciencia. Los científicos reaccionarios declaraban que un elemento espiritual era necesario. Lo sobrenatural y lo misterioso, que el darwinismo había barrido, iban a reintroducirse por la puerta trasera. Fue la expresión de una tendencia reaccionaria creciente en el seno de esta clase que, en un primer tiempo, se había hecho la abanderada del darwinismo.
El darwinismo fue de una utilidad inestimable para la burguesía en su lucha contra las potencias del pasado. Era de lo más natural que la burguesía lo utilizara contra su nuevo enemigo, el proletariado; no porque el darwinismo se opusiera a los proletarios, sino por la razón opuesta. En cuanto el darwinismo hizo su aparición, la vanguardia proletaria, los socialistas, saludó la teoría darwiniana, porque en ella veía una confirmación y una realización de su propia teoría; no, como lo creían algunos adversarios superficiales, porque quería fundar el socialismo sobre el darwinismo, sino en el sentido de que el descubrimiento darwiniano (que pone de manifiesto que, incluso en el mundo orgánico aparentemente estacionario, existe un desarrollo continuo) es una confirmación y una confirmación patente de la teoría marxista del desarrollo social.
Era sin embargo normal que la burguesía utilizara el darwinismo contra los proletarios. La burguesía había de enfrentar a dos ejércitos, y las clases reaccionarias lo sabían bien muy. Cuando la burguesía combatía la autoridad de las clases reaccionarias, éstas señalaban con el dedo a los proletarios y prevenían a la burguesía contra todo debilitamiento de la autoridad. Al actuar así, los reaccionarios pretendían asustar a la burguesía para que renunciara a su actividad revolucionaria. Naturalmente, los representantes burgueses respondían que no había nada que temer; que su ciencia no refutaba sino la autoridad sin fundamento de la nobleza y en cambio mantenía el orden contra sus enemigos.
En un congreso de naturalistas, el político y científico reaccionario Virchow acusó a la teoría darwiniana de apoyar el socialismo. "Cuidado con esta teoría, dijo a los darwinianos, ya que está muy estrechamente vinculada a lo que causó tanto pavor en el país vecino." Esta alusión a la Comuna de París, hecha durante ese año célebre por la caza que en su transcurso se hizo a los socialistas, provocó su efecto. ¡Qué decir, sin embargo, de la ciencia de un profesor, que ataca el darwinismo con el argumento de no es correcto porque es peligroso! Este reproche, de ser un aliado de los revolucionarios rojos, se opuso frecuentemente a Haeckel, partidario de esta teoría. No lo pudo soportar. Intentó inmediatamente demostrar que era precisamente la teoría darwiniana la que mostraba el carácter indefendible de las pretensiones socialistas, y que darwinismo y socialismo "se apoyan mutuamente como el fuego y el agua".
Sigamos las controversias de Haeckel, cuyas ideas principales se repiten en la mayoría de los autores que basan sus argumentos contra el socialismo en el darwinismo.
El socialismo es una teoría que presupone la igualdad natural entre las personas y que se esfuerza en promover la igualdad social; igualdad de derechos, de deberes, igualdad de propiedad y de su disfrute. El darwinismo, al contrario, es la prueba científica de la desigualdad. La teoría de la filiación demuestra que el desarrollo animal va en el sentido de una diferenciación o de una división cada vez mayor del trabajo; cuanto más superior es el animal y se acerca a la perfección, más importante es la desigualdad. Esto también vale para la sociedad. Aquí también, vemos la gran división del trabajo entre oficios, entre clases, etc., y cuanto más está desarrollada la sociedad, más aumentan las desigualdades en la fuerza, la habilidad, el talento. Es necesario, pues, recomendar la teoría de la filiación como "el mejor antídoto a la pretensión socialista de igualitarismo total".
Eso también se aplica, en mayor medida todavía, a la teoría darwiniana de la supervivencia. El socialismo quiere suprimir la competencia y la lucha por la existencia. Pero el darwinismo nos enseña que esta lucha es inevitable y que es una ley natural para el conjunto del mundo orgánico. No sólo es natural esta lucha, sino que también es útil y saludable. Esta lucha favorece una perfección creciente, y esta perfección consiste en la eliminación cada vez mayor de lo inadaptado. Sólo la minoría seleccionada, aquellos que están capacitados para resistir a la competencia, puede sobrevivir; la gran mayoría ha de desaparecer. Son muchos los llamados y pocos elegidos. Al mismo tiempo, la lucha por la existencia tiene como resultado la victoria de los mejores, mientras que los menos buenos y los inadaptados han de ser eliminados. Se puede deplorar, como también se deplora que todos deban morir, pero el hecho no puede ni negarse ni cambiarse.
Queremos observar aquí cómo un cambio insignificante de términos casi similares sirve a la defensa del capitalismo. Darwin hablaba, respecto a la supervivencia de los más aptos, de quienes están mejor adaptados a ciertas condiciones. Al ver que, en esta lucha, los que están mejor organizados triunfan sobre los demás, los vencedores fueron denominados "los vigilantes" y, más tarde, "los mejores". Esta expresión fue introducida por Herbert Spencer. Al ser los vencedores en su ámbito, vencedores de la lucha social, los grandes capitalistas se proclamaron los mejores.
Haeckel mantuvo esta concepción y la sigue confirmando. En 1892, dice:
"El darwinismo, o la teoría de la selección, es enteramente aristocrático; se basa en la supervivencia de los mejores. La división del trabajo aportada por el desarrollo es responsable de una variación cada vez mayor en el carácter, de una desigualdad siempre mayor entre los individuos, en su actividad, su educación y su condición. Cuanto más va avanzando la cultura humana, mayores son la diferencia y el foso entre las distintas clases existentes. El comunismo y las pretensiones de igualdad de condición y actividad, que los socialistas proponen, son sinónimos de retorno a las épocas primitivas de barbarie."
El filósofo inglés Herbert Spencer ya tenía, antes de Darwin, una teoría sobre el desarrollo social. Era la teoría burguesa del individualismo, basada en la lucha por la existencia. Luego relacionó estrechamente esta teoría con el darwinismo.
"En el mundo animal, decía, se destruye siempre a los viejos, a los débiles y al enfermo y sólo sobreviven los elementos fuertes y sanos. La lucha por la existencia sirve pues a la purificación de la raza, protegiéndola del decaimiento. Es el efecto benéfico de esta lucha ya que, si cesara y que cada uno estuviera seguro de satisfacer sus necesidades sin la menor lucha, la raza degeneraría necesariamente. La ayuda a los enfermos, a los débiles y a los inadaptados conlleva un decaimiento general de la raza. Si la simpatía, que encuentra su expresión en la caridad, va más allá de los límites razonables, falla su objetivo; en vez de disminuir el sufrimiento, lo aumenta para las nuevas generaciones. El efecto benéfico de la lucha por la existencia se observa mejor en los animales bravos. Todos son fuertes y están bien de salud porque tienen que resistir a miles de peligros que necesariamente han eliminado a todos los que no se adaptaban. En los hombres y los animales domésticos, la debilidad y la enfermedad se generalizan porque se preserva a los enfermos y a los débiles. El socialismo, cuyo objetivo es suprimir la lucha por la existencia en el mundo humano, aportará necesariamente un decaimiento mental y físico creciente."
Son los principales argumentos de los que se sirve el darwinismo para defender el sistema burgués. Por convincentes que parezcan ser a primera vista, no fue sin embargo difícil a los socialistas aniquilarlos. No son, esencialmente, sino los viejos argumentos utilizados contra el socialismo, vestidos de seda con la terminología darwiniana, y expresan una ignorancia total tanto del socialismo como del capitalismo.
Los que comparan la organización social al cuerpo del animal dejan de lado que los hombres no difieren unos de otros como difieren células u órganos, sino que son diferentes en sus capacidades. En la sociedad, la división del trabajo no puede alcanzar un punto en el que todas las capacidades tuviesen que desaparecer a favor de una sola. Además, cualquiera que entienda algo de socialismo sabe que la división eficaz del trabajo no cesa con el socialismo, sino, al revés, con el socialismo, por primera vez una verdadera división será posible. La diferencia entre obreros, entre sus capacidades y sus empleos no desaparecerá; lo que sí dejará de existir será la diferencia entre los obreros y los explotadores.
Si bien es totalmente cierto que, en la lucha por la existencia, sobreviven los animales fuertes, sanos y bien adaptados, eso no se produce con la competencia capitalista. Aquí, la victoria no depende de la perfección de los que están comprometidos en la lucha, sino de algo que se sitúa fuera de su cuerpo. Mientras que puede ser válida esta lucha para el pequeño burgués, cuyo éxito depende de sus capacidades y sus calificaciones personales, el éxito en el desarrollo posterior del capital ya no depende de las capacidades personales sino de la posesión del capital. El que dispone de un mayor capital va a vencer al que tiene menos, aunque éste esté más cualificado. No son las cualidades personales, sino la posesión de dinero lo que decide quién será el vencedor de la lucha. Cuando desaparecen los pequeños capitalistas, no desaparecen como hombres, sino como capitalistas; no se eliminan de la vida, sino de la burguesía. Siguen existiendo, pero no como capitalistas. La competencia que existe en el sistema capitalista es, pues, en sus exigencias y sus resultados, diferente de la lucha animal por la existencia.
Quienes dejan de existir como personas son miembros de una clase totalmente diferente, una clase que no participa en el combate de la competencia. Los obreros no compiten con los capitalistas, solo les venden su fuerza de trabajo. Porque no tienen ninguna propiedad, ni siquiera tienen la ocasión de comparar sus grandes cualidades, como tampoco de competir con los capitalistas. Su pobreza, su miseria no se deben a haber fracasado en una lucha competitiva a causa de su debilidad; sino que, al estar tan mal pagados a cambio de su fuerza de trabajo, sus hijos mueren masivamente aunque hubieran nacido fuertes y con buena salud; mientras que los hijos nacidos de padres ricos, incluso si nacieron enfermos, sobreviven gracias a la alimentación y a los numerosos cuidados que se les prestan. Los hijos de los pobres no se mueren porque estén enfermos o débiles, sino por razones exteriores. Es el capitalismo, con la explotación, la reducción de los sueldos, las crisis del desempleo, los malos alojamientos y las largas horas de trabajo, lo que provoca esas condiciones desfavorables. Es el sistema capitalista el que hace sucumbir a tantos seres fuertes y sanos.
Así los socialistas ponen de manifiesto que, a diferencia del mundo animal, la lucha competitiva que existe entre los hombres no favorece a los que son mejores y más cualificados, sino que destruye por la miseria a muchos individuos fuertes y sanos, mientras que los ricos, incluso débiles y enfermos, sobreviven. Los socialistas ponen de manifiesto que la fuerza personal no es el factor determinante, sino que es algo exterior al hombre; es la posesión de dinero lo que determina quién sobrevivirá y quién morirá.
Anton Pannekoek
[1]) Es necesario destacar que, poco tiempo después, en otra carta a Engels con fecha del 18 de junio de 1862, Marx cambiará su apreciación haciendo esta crítica a Darwin: "«Cabe señalar cómo Darwin reconoce en los animales y las plantas a su propia sociedad inglesa, con su división del trabajo, su competencia, sus aperturas de nuevos mercados, sus invenciones y su maltusiana lucha por la vida. Es el bellum omnium contra omnes de Hobbes (la guerra de todos contra todos), y recuerda a Hegel en la Fenomenología, donde la sociedad civil interviene como "reino animal del Espíritu", mientras que en Darwin, es el reino animal el que interviene como sociedad civil" (Marx-Engels, Correspondencia, Ediciones sociales, París, 1979). En consecuencia, Engels retomará en parte esta crítica de Marx en el AntiDühring (Engels hará alusión al "error maltusiano" de Darwin) y en Dialéctica de la naturaleza. En el próximo número de la Revista internacional, volveremos de nuevo sobre esto que se puede considerar como una interpretación errónea de la obra de Darwin por Marx y Engels.
[2]) La traducción se ha hecho a partir de la versión inglesa (1912, Nathan Weiser) y se ha mejorado basándonos en el original en holandés.
La derrota de la revolución proletaria en Alemania fue el giro decisivo del siglo xx, pues su consecuencia fue la derrota de revolución mundial. En Alemania, la instauración del régimen nacional-socialista que se construyó sobre el aplastamiento del proletariado revolucionario abrió el camino a ese país a marchas forzadas hacia la Segunda Guerra mundial. La barbarie específica del régimen nacional-socialista iba pronto a servir de coartada a las campañas antifascistas destinadas, por su parte, a alistar en la guerra al proletariado del campo imperialista "democrático". Según la ideología antifascista, el capitalismo democrático sería un "mal menor" que podría en cierto modo proteger a la población contra lo peor que existe en la sociedad burguesa. Semejante patraña, que sigue hoy siendo dañina en la conciencia de la clase obrera, queda totalmente desmentida por las luchas revolucionarias en Alemania derrotadas por la socialdemocracia la cual desencadenó para ello un terror anticipador del terror fascista. Esa es una de las razones por las que la clase dominante prefiere ocultar aquellos acontecimientos con un tupido velo de silencio.
La noche del 15 de enero de 1919, cinco miembros del comité armado de vigilancia burgués del barrio acomodado de Wilmersdorf en Berlín, formado entre otros por dos hombres de negocios y un destilador, entraron en el piso de la familia Marcusson en el que encontraron a tres miembros del comité central del joven Partido comunista de Alemania (KPD): Karl Liebknecht, Rosa Luxemburg y Wilhelm Pieck. Los manuales "oficiales" de historia siguen contando hoy todavía que los dirigentes del KPD fueron "detenidos". En realidad, a Liebknecht, Luxemburg y Pieck los raptaron. Para los miembros de la "milicia ciudadana" sus prisioneros eran unos criminales, pero no por eso los entregaron a la policía. Los llevaron a un lujoso hotel, el Edén, en donde esa misma mañana se acababa de instalar la Garde-Kavallerie-Schützen-Division ("División de fusileros de caballería de la guardia", GKSD), estableciendo allí su nuevo cuartel general.
La GKSD había sido una unidad de élite de los ejércitos imperiales (en su origen, era la Guardia de Corps del propio emperador). Igual que los SS, sus herederos durante la Segunda Guerra mundial, esa división enviaba al frente unidades de choque y disponía además de su propio sistema de seguridad y espionaje. En cuanto llegó la noticia de la revolución al frente occidental, la GSKD regresó a retaguardia para dirigir la contrarrevolución; llegó a la región de Berlín el 30 de noviembre. Allí llevó a cabo el ataque llamado de "vísperas de Navidad" contra los marinos revolucionarios en el palacio imperial, empleando, en plena urbe, artillería, gases y granadas ([1]).
En sus memorias, el comandante en jefe de la GSKD, Waldemar Pabst, cuenta que uno de sus oficiales, un aristócrata católico, tras haber escuchado un discurso de Rosa Luxemburg, había declarado entonces que era una "santa" y le pidió que permitiera a Rosa Luxemburg dirigirse a su unidad. Pabst escribe: "Tomé conciencia del peligro que representaba la señora Luxemburg. Era más peligrosa que nadie, incluso que los que estaban armados" ([2]).
A su llegada con su botín al "paraíso" del hotel Edén, los cinco intrépidos defensores de la ley y el orden de Wilmersdorf fueron generosamente recompensados por sus servicios. La GKSD era uno de los tres organismos de la capital que ofrecía una recompensa financiera considerable por la captura de Liebknecht y de Luxemburg ([3]).
Pabst nos da una breve reseña del interrogatorio de Rosa Luxemburg aquella noche. "¿Es usted la señora Rosa Luxemburg?" le preguntó. "Decídalo usted, por favor", contestó ella. "Por las fotos, así debe ser". "Si usted lo dice." Luego, cogió una aguja y se puso a coser un desgarrón del vestido que le hicieron durante la detención. Después se puso a leer uno de sus libros preferidos, Fausto de Goethe, e ignoró la presencia del interrogador.
En cuanto se supo la noticia de la captura de los espartaquistas, se difundió entre los ocupantes del elegante hotel un ambiente de pogromo. Sin embargo, Pabst tenía sus propios planes. Mandó que acudieran tenientes y oficiales de marina, hombres de honor muy respetados; unos hombres cuyo "honor" había quedado muy agraviado, puesto que sus propios subordinados, los marineros de la flota imperial, habían desertado, integrándose en la revolución. Esos "caballeros" prestaron juramento de guardar silencio para el resto de sus días sobre lo que iba a ocurrir a continuación.
Querían evitar un juicio, una "ejecución según la ley marcial" u otro procedimiento cualquiera que hiciera aparecer a las víctimas como héroes o mártires. Los espartaquistas debían morir de muerte vergonzante. Se pusieron de acuerdo para pretender que a Liebknecht lo trasladaban a la cárcel, fingir una avería en el coche en el parque del centro ciudad, el Tiergarten, y abatirlo "porque había huido". Puesto que esa "solución" iba a resultar muy poco creíble en el caso de Rosa Luxemburg cuya lesión física en la cadera que la hacía cojear, era de todos conocida, se decidió que debía aparecer como víctima de un linchamiento por la muchedumbre. Del papel de "muchedumbre" se encargó al teniente de marina Herman Souchon, cuyo padre, el almirante Souchon, tuvo que soportar, en noviembre de 1918, como gobernador de Kiel, la afrenta de tener que negociar con los obreros y los marineros revolucionarios. Tenía que esperar fuera del hotel, lanzarse contra el coche que llevaba a Rosa Luxemburg y dispararle en la cabeza.
Pero durante la ejecución de ese plan surgió algo imprevisto: un soldado apellidado Runge que se había entendido con su capitán, un tal Petri, para permanecer en su puesto después de su servicio a las 11 de la noche. Querían cobrar ellos dos la recompensa por la eliminación de los revolucionarios. En el momento en que llevaban a Liebknecht a un coche aparcado delante del hotel, Runge le asestó un culatazo en la cabeza. Esto iba a descalificar la fábula de que a Liebknecht lo habían matado por la "ley de fugas". En medio del desconcierto provocado por tal acción a nadie se le ocurrió mandar a Runge que se alejara del lugar. Y cuando sacaban a Rosa Luxemburg del hotel, el tal Runge, de uniforme, la derribó de la misma manera dejándola inconsciente. Ya en el suelo, le atizó otro culatazo. La metieron en el coche ya medio muerta y otro soldado, Von Rzewuski, le dio otro golpe. Sólo entonces acudió Souchon corriendo para ejecutarla. Lo ocurrido después es conocido de todos. A Liebknecht lo mataron en el Tiergarten. El cadáver de Rosa Luxemburg lo tiraron en el cercano canal Landwehr ([4]). Al día siguiente los asesinos se hicieron fotografiar en una fiesta para celebrarlo.
Tras haber expresado lo "afectado" que estaba por semejantes "atrocidades" y haberlas condenado, el gobierno socialdemócrata prometió "una encuesta de lo más riguroso" de la que encargó... a ¡la GKSD!. El responsable de la encuesta, Jorns, era un tipo que ya se había ganado una buena fama por ocultación de un genocidio colonial perpetrado por el ejército alemán en el África Suroriental alemana antes de la guerra. Instaló su despacho en el hotel Edén. Sus ayudantes en las pesquisas eran Pabst y uno de los acusados por el asesinato, Von Pflugk-Hartnung. Sin embargo, un artículo aparecido el 12 de febrero en el Rote Fahne, el diario del KPD, acabó dando al traste con el proyecto de dar largas al asunto para después acabar por enterrarlo. Ese artículo, que daba cumplida cuenta de lo que acabó estableciéndose como verdad histórica sobre esos asesinatos, desencadenó un clamor de indignación ([5]).
El juicio empezó el 8 de mayo de 1919. Se puso el tribunal bajo la protección de la GSKD. El juez designado era otro representante de la flota imperial, Wilhelm Canaris, un amigo de Pabst y de Von Pflugk-Hartnung. Llegaría a ser varios años más tarde comandante en jefe de los servicios de espionaje de la Alemania nazi. Una vez más, todo se desarrolló según un plan preestablecido. Pero hubo algo imprevisto: algunos miembros del personal del hotel Edén, a pesar del miedo a perder su empleo y acabar en las listas de personas que asesinar por las brigadas militares de matones, dieron cabal testimonio de lo que habían visto. La limpiadora Anna Belger, contó que había oído hablar a los oficiales de la "acogida" que le estaban preparando a Liebknecht en el Tiergarten. Los camareros Mistelski y Krupp, de 17 años ambos, identificaron a Runge y revelaron sus relaciones con Petri. A pesar de todo, el tribunal aceptó sin el menor empacho la versión de que a Liebknecht lo mataron a tiros porque "se había dado a la fuga", y absolvieron a los oficiales que habían disparado. En el caso de Rosa Luxemburg, se estipuló que dos soldados habían intentado matarla, pero que se desconocía al asesino. Tampoco se conocían las causas de su muerte, puesto que no se había encontrado su cadáver.
El 31 de mayo de 1919, unos obreros encontraron el cadáver de Rosa Luxemburg en la esclusa del canal. En cuanto se supo que a "ella" la habían encontrado, el ministro del Interior SPD, Gustav Noske, ordenó el más absoluto silencio sobre ese tema. Habría que esperar tres días para que se publicara un anuncio oficial diciendo que una patrulla militar, y no unos obreros, había encontrado los restos de Rosa Luxemburg.
En contra de todas las normas, Noske entregó el cadáver a sus amigos militares, o sea en manos de los propios asesinos. Les autoridades responsables no pudieron ocultar que, en realidad, Noske había robado el cadáver. Es evidente que los socialdemócratas estaban tan aterrorizados por Rosa Luxemburg, que hasta su cadáver les daba miedo. El silencio que habían jurado en el hotel Edén lo mantuvieron durante décadas. Pero acabó siendo el propio Pabst quien lo rompiera. No podía soportar por más tiempo que no se le atribuyeran públicamente los méritos de su hazaña. Después de la Segunda Guerra mundial se puso a hacer alusiones en entrevistas a la prensa (Spiegel, Stern) y a ser más explícito en las discusiones con historiadores y en sus memorias. En la Republica federal de Alemania (la Alemania del Oeste), "el anticomunismo" del período de posguerra ofrecía las circunstancias favorables para que Pabst hiciera alarde de sus proezas: contó que había llamado por teléfono al ministro del Interior socialdemócrata Noske, en la noche del 15 de enero de 1919, para consultarle sobre el procedimiento a seguir con sus ilustres presos. Se pusieron de acuerdo sobre la necesidad de "poner fin a la guerra civil". Y sobre cómo hacerlo, Noske declaró: "La decisión la debe tomar vuestro general ([6]), pues son vuestros prisioneros". En una carta al doctor Franz, fechada en 1969, Pabst escribe: "Noske y yo estábamos plenamente de acuerdo. Naturalmente, no podía ser Noske quien diera la orden". Y en otra carta escribe: "... esos idiotas de alemanes deberían postrarse de hinojos y darme las gracias a mí y a Noske también; ¡calles debería haber con nuestros nombres! ([7]) ! Noske fue ejemplar en aquel entonces y el Partido (salvo su ala izquierda semi-comunista) sin reproche. Es evidente que yo nunca habría podido decidir esa acción sin el acuerdo de Noske (ni de Ebert tras él) y que debía proteger a mis oficiales" ([8]).
La situación de Alemania de 1918 a 1920, en donde se replicó a una tentativa de revolución proletaria con una matanza espantosa que costó la vida a unos 20 000 proletarios, no fue, evidentemente, la primera de la historia. En París, cuando la revolución de julio de 1848, y durante la Comuna de 1871 habían ocurrido hechos similares. Y mientras que durante la Revolución de octubre en 1917 en Rusia casi no se derramó sangre, la guerra civil que el capital internacional desató para replicar a esa revolución costó millones de vidas. Lo que era nuevo en Alemania fue el uso del sistema del asesinato político, no sólo al final de un proceso revolucionario, sino desde el principio mismo ([9]).
Sobre este asunto, después de haber citado a Klaus Gietinger, vamos a referirnos ahora a otro testigo, Emil Julius Gumbel, quien publicó, en 1924, un libro famoso titulado Cuatro años de asesinatos políticos ([10]). Gumbel, como tampoco Klaus Gietinger, no era un comunista revolucionario. Era un defensor de la república burguesa de Weimar. Pero era, ante todo, alguien en busca de la verdad y dispuesto a arriesgar su vida por ello.
Para Gumbel, la evolución en Alemania se caracterizó por la transición "del asesinato artesano" a lo que él llamó "un método más industrial" ([11]). Este método se basaba en listas de gente a la que asesinar, establecidas por organismos secretos, asesinatos perpetrados sistemáticamente por escuadrones de la muerte formados por oficiales y soldados. Esos escuadrones no solo coexistían sin problemas con los organismos oficiales del Estado democrático; en realidad, colaboraban activamente con él. Los medios de comunicación tenían un papel clave en esa estrategia; preparaban de antemano y justificaban los asesinatos y, después, despojaban a los muertos de todo lo que podía quedarles, su honra.
Comparando el terrorismo, sobre todo individual, del ala izquierda antes de la guerra ([12]) con el nuevo terror derechista, Gumbel escribió:
"La increíble clemencia de los tribunales para con los autores es de sobras conocida. Se distinguen así los asesinatos políticos actuales en Alemania de los del pasado, comunes a otros países, en dos aspectos: porque son masivos y por el grado de impunidad que tienen. Antes, el asesinato político requería al fin y al cabo una indudable capacidad de decisión. No se les puede negar cierto heroísmo. El autor arriesgaba su vida. Era muy difícil huir. Hoy los culpables no arriesgan nada. Hay organismos poderosos con representantes en todo el país que les ofrecen refugio, protección y apoyo material. Hay funcionarios "comprensivos", jefes de policía, que obtienen los papeles necesarios para irse al extranjero si hace falta... Alojan a uno en los mejores hoteles en los que puede darse la buena vida. En una palabra, el asesinato político ha pasado de ser un acto heroico a ser prácticamente una fuente de ingresos fácil" ([13]).
Lo que era válido para el asesinato de personas lo fue también para un golpe derechista, utilizado para matar a gran escala - lo que Gumbel llama "asesinato semiorganizado".
"Si el golpe tiene éxito, mejor. Si fracasa, los tribunales lo harán todo porque no les ocurra nada a los criminales. Y así se hizo. Ningún asesinato de la derecha ha sido nunca castigado de verdad. Incluso los asesinos que han confesado sus crímenes han sido liberados gracias a la amnistía de Kapp".
En Alemania se formaron cantidad de organizaciones contrarrevolucionarias como respuesta a la revolución proletaria ([14]). Y cuando fueron prohibidas y se abolió la ley marcial y el sistema de tribunales extraordinarios, todo eso se mantuvo en Baviera, haciendo de Munich el "nido" de la extrema derecha alemana y de los exiliados rusos. Lo que se presentó como una "especialidad bávara" era, en realidad, una división de trabajo. Los líderes principales de esa "rebelión bávara" eran Ludendorff y sus secuaces de los antiguos cuarteles generales de los ejércitos que de bávaros no tenían nada ([15]).
Como recordábamos en la segunda parte de esta serie, la Dolchstosslegende, "la leyenda de la puñalada a traición", la inventó en septiembre de 1918 el general Ludendorff. En cuanto se dio cuenta de que la guerra estaba perdida, llamó a que se formara un gobierno civil encargado de pedir la paz. Su idea era que la culpa cayera en los civiles, salvando así la reputación de las fuerzas armadas. La revolución no había estallado todavía. Tras su estallido, la Dolchstosslegende cobró mayor importancia todavía. La propaganda de que a unas gloriosas fuerzas armadas, nunca vencidas en los campos de batalla, la revolución les había robado la victoria en los últimos instantes, debía servir para engendrar en la sociedad y entre los soldados en especial, un odio implacable contra la revolución.
Al principio, cuando los socialdemócratas se encontraron con que se les ofrecía un lugar en ese gobierno civil del "deshonor", el inteligente Scheidemann, de la dirección del SPD, se dio cuenta de la trampa y rehusó la oferta ([16]). Su opinión fue inmediatamente puesta en entredicho por Ebert quien defendió la necesidad de poner el bien de la patria "por encima de la política del partido" ([17]).
Cuando el 10 de diciembre de 1918, el gobierno SPD y el alto mando militar hicieron desfilar, por las calles de Berlín, en masa, a las tropas llegadas del frente, su intención era utilizarlas para aplastar la revolución. Con esta idea, Ebert se dirigió a las tropas en la Puerta de Brandeburgo saludando a un ejército "nunca derrotado en los campos de batalla". Fue entonces cuando Ebert hizo de la Dolchstosslegende una doctrina oficial del SPD y de su gobierno ([18]).
Evidentemente, la propaganda de "la puñalada por la espalda" no acusaba explícitamente a la clase obrera de haber sido responsable de la derrota de Alemania. Eso no habría sido muy inteligente en un momento en que la guerra civil estaba iniciándose, o sea, cuando para la burguesía era necesario borrar las divisiones de clase. Había que encontrar a unas minorías que aparecieran como manipuladoras y embaucadoras de las masas y a las que poder señalar como las verdaderas culpables.
Entre esos culpables estaban "los rusos" y su agente, el bolchevismo alemán, representante de una forma salvaje, "asiática", de socialismo, el socialismo del hambre, un virus que amenazaba a la "civilización europea". Con palabras diferentes, esos temas estaban en continuidad directa con los de la propaganda antirrusa de los años de guerra. El SPD fue el agente principal y el más rastrero en la propagación de ese veneno. En esto los militares estaban más indecisos, pues algunos de sus representantes más audaces apostaban por la idea de lo que ellos llamaban el "nacional-bolchevismo" (la idea de una alianza militar entre el militarismo prusiano y la Rusia proletaria contra las "potencias de Versalles" podría ser también un buen medio para destruir moralmente la revolución tanto en Alemania como en Rusia).
¿El otro culpable?: los judíos. Ludendorff ya pensaba en ellos desde el principio de la manipulación. A primera vista, el SPD pareció no haber seguido esa orientación. En realidad, lo que hacía su propaganda era recoger las ignominias pregonadas por los oficiales, sustituyendo la palabra "judío" por "extranjero", "individuos sin raíces nacionales" o por "intelectuales", términos que en aquel contexto venían a significar lo mismo. Ese odio antiintelectual hacia las "ratas de biblioteca" es un aspecto muy conocido del antisemitismo. Dos días antes del asesinato de Luxemburg y Liebknecht, el Vorwärts, diario del SPD, publicó un "poema" - en realidad un llamamiento al pogromo - titulado "La Morgue", un poema que lamentaba que sólo hubiera proletarios entre los muertos, mientras que gente "del estilo" de "Karl, Rosa, Radek" se habían librado.
La socialdemocracia saboteó las luchas desde dentro. Organizó el armamento de la contrarrevolución y sus campañas militares contra el proletariado. Al haber aplastado la revolución, creó las condiciones de la victoria posterior del nacional-socialismo, abriéndole involuntariamente el camino. El SPD fue más allá en el deber que se impuso de defender el capitalismo. En su ayuda para la creación de los ejércitos mercenarios no oficiales, los Cuerpos francos, con su protección de las organizaciones criminales de oficiales, con su propagación de las ideologías de la reacción y del odio que iban a ser predominantes en la vida política alemana durante el cuarto de siglo siguiente, el SPD participó activamente en el cultivo del terreno que permitió que en él se arraigara el régimen de Hitler.
"Odio a la revolución como al pecado", declaró con fervorosa compunción Ebert. Su odio no lo causaban los patronos que temían perder sus propiedades o los militares, todos aquellos para quienes el orden existente parecía ser algo tan natural que había que combatir todo lo que apareciera como diferente. Los "pecados" que la socialdemocracia odiaba eran su propio pasado, su compromiso en el movimiento obrero junto con los revolucionarios convencidos y los proletarios internacionalistas - por muy cierto que fuera que muchos miembros de la socialdemocracia nunca habían compartido esas convicciones; es el odio del renegado hacia la causa traicionada. Los jefes del SPD y de los sindicatos creían que el movimiento obrero les pertenecía. Cuando se aliaron con la burguesía imperialista en el momento del estallido de la guerra, pensaban que se había acabado el socialismo, ese capítulo imaginario que ahora estaban decididos a cerrar. Cuando solo cuatro años más tarde, la revolución levantó la cabeza, fue para ellos como un pavoroso fantasma que les volvía del pasado. Su odio a la revolución también les venía del miedo que les daba. Proyectaban sus propias turbaciones en sus enemigos, temían ser linchados por los espartaquistas, el mismo miedo que compartían los oficiales de los escuadrones de la muerte ([19]).
Ebert estuvo a punto de huir de la capital entre Navidad y Año nuevo de 1918. Todo se cristalizó en el blanco principal de su odio: Rosa Luxemburg. El SPD se había vuelto un concentrado de todo lo reaccionario del capitalismo en putrefacción. De modo que la existencia misma de Rosa Luxemburg era para el SPD una provocación: su lealtad a los principios, su valentía, su brillantez intelectual, el ser extranjera, de origen judío, y ser mujer. La llamaron "Rosa la roja", sedienta de sangre y de revancha, una mujer armada con un fusil.
Cuando se estudia la revolución en Alemania, no hay que olvidar uno de los fenómenos más llamativos: el grado inmundo de servilismo de la socialdemocracia hacia los militares, algo que incluso a la casta de oficiales prusianos les parecía repugnante y ridículo. Durante todo el período de colaboración entre el cuerpo de oficiales y el SPD, aquél no dejará nunca de proclamar en público que mandaría a éste a "los infiernos" en cuanto dejara de servirle. Pero nada de eso sirvió para frenar el servilismo del SPD. Ese servilismo no era, evidentemente, nada nuevo. Ya había caracterizado la actitud de los sindicatos y de los políticos reformistas bastante antes de 1914 ([20]). Pero ahora venía a reforzar la convicción de que sólo los militares podrían salvar el capitalismo y, por lo tanto, al propio SPD.
En marzo de 1920, se alzaron contra el gobierno del SPD unos oficiales de derechas (el golpe militar -putsch- de Kapp). Entre los golpistas están todos los colaboradores de Ebert y Noske en el doble asesinato del 15 de enero de 1919: Pabst y su general Von Lüttwitz, el GSKD, los tenientes de marina antes mencionados. Kapp y Lüttwitz prometieron a sus tropas una buena recompensa financiera por el derrocamiento de Ebert. El golpe no lo hizo fracasar el gobierno (que huyó a Stuttgart), ni el mando militar oficial que se declaró "neutral", sino el proletariado. Las tres partes en conflicto de la clase dominante - el SPD, los "kappistas" y el alto mando militar (tras abandonar su "neutralidad") - se unieron para vencer a los obreros. ¡A buen fin no hay mal principio!, excepto una cosa: ¿qué fue de los pobres amotinados que esperaban su recompensa por haber intentado echar a Ebert? ¡Ningún problema! ¡El propio gobierno de Ebert, de vuelta al trabajo,... pagó la recompensa!
Buen ejemplo contra el argumento (planteado por Trotski, entre otros, antes de 1933) según el cual la socialdemocracia, aún estando integrada en el capitalismo, podría sin embargo alzarse contra las autoridades e impedir el ascenso del fascismo aunque sólo fuera para salvar su pellejo.
En realidad, los militares estaban más en contra del conjunto del sistema de los partidos políticos existente y no especialmente contra la socialdemocracia y los sindicatos ([21]). Ya antes de la guerra, Alemania no estaba gobernada por los partidos políticos, sino por la casta militar, sistema que era símbolo de la monarquía. La burguesía industrial y financiera cada vez más poderosa se integró poco a poco en ese sistema, pero no en estructuras oficiales, sino, sobre todo, en la Alldeutscher Verein ("Asociación panalemana") que, de hecho, dirigió el país antes y durante la Primera Guerra mundial ([22]).
En cambio, en la Alemania imperial, el Parlamento (el Reichstag) casi no tenía poder. Los partidos políticos casi ni tenían experiencia gubernamental verdadera. Eran más bien grupos de influencia de diferentes fracciones económicas o regionales.
Lo que en su origen era el producto del atraso político de Alemania aparecería, cuando estalló la guerra, como una gran ventaja. Para encarar la guerra y enfrentar la revolución que siguió, un control dictatorial del Estado sobre la sociedad entera era una necesidad imperiosa. En las viejas "democracias" occidentales, sobre todo en los países anglosajones con su sofisticado sistema bipartito, el capitalismo de Estado fue evolucionando mediante la fusión gradual de los partidos políticos y de las diferentes fracciones económicas de la burguesía con el Estado. Esta forma de capitalismo de Estado, al menos en Gran Bretaña y en Estados Unidos, se reveló muy eficaz. Pero le llevó un tiempo relativamente largo para acabar imponiéndose.
En Alemania, la estructura de la intervención de un Estado dictatorial ya existía. Uno de los "secretos" principales de la capacidad de Alemania para aguantar durante cuatro años de guerra contra casi todas las antiguas y principales potencias del mundo -que además disponían de los recursos de sus imperios coloniales - era la eficacia de ese sistema. Por eso lo único que hicieron los aliados occidentales cuando pidieron que al final de la guerra se liquidara el "militarismo prusiano" era puro teatro para distraer al auditorio.
Como ya vimos en esta serie de artículos, no sólo los militares sino el propio Ebert querían salvaguardar la monarquía al final de la guerra y mantener un Reichstag parecido al existente antes de 1914. En otras palabras, querían mantener las estructuras capitalistas de Estado que tan bien les habían servido durante la guerra. Tuvieron que abandonar ese proyecto ante el peligro de la revolución. Todo el arsenal y el espectáculo de la democracia política de los partidos eran necesarios para extraviar a los obreros.
Eso fue lo que produjo el surgimiento de la república de Weimar: un montón de partidos sin experiencia alguna e ineficaces, totalmente incapaces de cooperar e integrarse de manera disciplinada en el régimen capitalista de Estado. ¡No es de extrañar que los militares quisieran quitárselos de en medio! El único partido político burgués existente en Alemania era el SPD.
Y si la revolución hizo imposible el mantenimiento del régimen de guerra capitalista de Estado ([23]), también hizo imposible la realización del plan de Gran Bretaña y sobre todo de Estados Unidos, de liquidar la base social militar de ese régimen. Las "democracias" occidentales tuvieron que dejar intacto el núcleo de la casta militar y de su poder, para que pudiera aplastar al proletariado. Pero esto acarreó otras consecuencias. Cuando en 1933, los dirigentes tradicionales de Alemania, las fuerzas armadas y la gran industria, abandonaron el régimen de Weimar, volvieron a encontrar su superioridad organizativa respecto a sus rivales imperialistas occidentales en la preparación de la Segunda Guerra mundial. En cuanto a su composición, la diferencia principal entre el sistema antiguo y el nuevo era que al SPD lo sustituyó el NSDAP, o sea el partido nazi. El SPD había tenido tanto éxito en su victoria sobre el proletariado que sus servicios habían dejado de ser necesarios.
En octubre de 1917, Lenin llamó a los Soviets y al partido a la insurrección en Rusia. En una resolución para el comité central del Partido bolchevique, "redactada con prisas por Lenin, escrita a lápiz en una hoja de papel escolar cuadriculado" ([24]), escribió:
"El Comité central reconoce que la situación internacional de la revolución rusa (el amotinamiento de la flota en Alemania, manifestación extrema del auge de la revolución socialista mundial en toda Europa; y, por otro lado, la amenaza de ver cómo la paz imperialista ahoga a la revolución en Rusia), - así como la situación militar (decisión indudable de la burguesía rusa y de Kerenski y compañía, de entregar Petrogrado a los alemanes), - así como la obtención por parte del partido proletario de la mayoría en los Soviets, - todo ello, unido al levantamiento campesino y al cambio de actitud del pueblo que tiene confianza en nuestro partido (elecciones de Moscú) y, en fin, la evidente preparación de una nueva aventura de Kornilov (retirada de las tropas de Petrogrado, transferencia de los cosacos a Petrogrado, asedio de Minsk por los cosacos, etc.) - todo eso está poniendo al orden del día la insurrección armada" ([25]).
En ese escrito está toda la visión marxista de la revolución mundial de aquel entonces y del papel central de Alemania en ese proceso. Por un lado, la insurrección debe realizarse en Rusia como respuesta al comienzo de la revolución en Alemania que es la señal para toda Europa. Por otro lado, al ser incapaz de aplastar la revolución en su territorio, la burguesía rusa se propone dejar esa tarea al gobierno alemán, gendarme de la contrarrevolución en el continente europeo (entregando Petrogrado). Lenin se indignó contra aquellos que, en el partido, se oponían a la insurrección, que declaraban su solidaridad con la revolución en Alemania y, sin embargo, llamaban a los obreros rusos a esperar que el proletariado alemán tomara la dirección de la revolución.
"Recapacitad pues: en unas condiciones penosas, infernales, con Liebknecht [24] únicamente (encerrado en presidio, además), sin periódicos, sin libertad de reunión, sin Soviets, en medio de la hostilidad increíble de todas las clases de la población - hasta el último campesino rico - respecto a la idea del internacionalismo, a pesar de la organización superior de la grande, de la media y de la pequeña burguesía imperialista, los alemanes, quiero decir los revolucionarios internacionalistas alemanes, los obreros con uniforme de marinero, han desencadenado un amotinamiento de la flota, y eso que sólo tenían una posibilidad entre cien.
"Y nosotros que tenemos decenas de periódicos, libertad de reunión, que tenemos la mayoría en los Soviets, nosotros que somos los internacionalistas proletarios con las posiciones más sólidas del mundo entero, ¿nos negaríamos a apoyar con nuestra insurrección a los revolucionarios alemanes?. Razonaríamos como los Scheidemann y los Renaudel: lo más prudente es no sublevarnos, pues si nos fusilan a todos, el mundo perderá a unos internacionalistas de tan elevado temple, de tan buen sentido, tan perfectos!" ([26]).
Como lo escribió en su célebre texto la Crisis está madura (29 de septiembre de 1917), quienes quisieran retrasar la insurrección en Rusia serían unos "traidores a esta causa, pues con su conducta traicionarían a los obreros revolucionarios alemanes que han empezado a sublevarse en la flota."
Un debate similar se produjo en el partido bolchevique en la primera crisis política ocurrida tras la toma del poder: ¿había o no había que firmar el Tratado de Brest-Litovsk con el imperialismo alemán? A primera vista podría parecer que los campos se habían invertido. Ahora era Lenin quien defendía la prudencia: había que aceptar la humillación de ese tratado. En realidad, hay continuidad. En ambos casos en los que el destino de la revolución rusa estaba en juego fue la revolución en Alemania lo que estuvo en el centro del debate. En ambos casos, Lenin insiste en que todo depende de lo que ocurra en Alemania pero también en que, en este país, la revolución necesitará más tiempo y será mucho más difícil que en Rusia. Por eso la revolución rusa tenía que ponerse a la cabeza en octubre de 1917. Por eso, en Brest-Litovsk, el bastión ruso debía prepararse para un compromiso. Tenía la responsabilidad de "aguantar" para poder apoyar la revolución alemana y mundial.
Desde su inicio, la revolución en Alemania estaba impregnada de sentido de la responsabilidad respecto a la revolución rusa. Incumbía a los proletarios alemanes la tarea de liberar a los obreros rusos de su aislamiento internacional. Así lo escribió Rosa Luxemburg desde la cárcel en sus notas sobre la Revolución rusa, publicadas póstumas en 1922;
"Todo lo que sucede en Rusia es comprensible y refleja una sucesión inevitable de causas y efectos, que comienza y termina en la derrota del proletariado en Alemania y la invasión de Rusia por el imperialismo alemán" ([27]).
"Esto es lo esencial y duradero en la política bolchevique. En este sentido, suyo es el inmortal galardón histórico de haber encabezado al proletariado internacional en la conquista del poder político y la ubicación práctica del problema de la realización del socialismo, de haber dado un gran paso adelante en la pugna mundial entre el capital y el trabajo. En Rusia solamente podía plantearse el problema. No podía resolverse. Y en este sentido, el futuro en todas partes pertenece al ‘bolchevismo'" (Ibíd.).
La solidaridad práctica del proletariado alemán con el proletariado ruso es, pues, la conquista revolucionaria del poder, la destrucción del baluarte principal de la contrarrevolución militar y socialdemócrata en la Europa continental. Sólo ese paso podía ampliar la brecha abierta en Rusia y permitir que en ella se precipitara el torrente revolucionario mundial.
En otra contribución desde su celda, la Tragedia rusa, Rosa Luxemburg mostró los dos peligros mortales que amenazaban a la revolución en Rusia. El primero era la posibilidad de una matanza terrible llevada a cabo por el capitalismo mundial, representado, en ese momento, por el militarismo alemán. El segundo sería el de la degeneración política y la quiebra moral del propio bastión ruso, su integración en el sistema imperialista mundial. En el momento en que escribía ese libro (después de Brest-Litovsk), ella barruntaba el peligro en lo que iba a convertirse en la idea pretendidamente nacional bolchevique en el orden militar alemán. Esa idea consistía en ofrecer a la "Rusia bolchevique" une alianza militar como medio de ayudar al imperialismo alemán a establecer su hegemonía mundial sobre sus rivales europeos, y al mismo tiempo, corromper moralmente a la revolución rusa - ante todo mediante la destrucción de su principio básico, el internacionalismo proletario.
En realidad, Rosa Luxemburg sobrestimaba la voluntad de la burguesía alemana en aquel momento para lanzarse a semejante aventura. Pero sí tenía básicamente razón al reconocer el segundo peligro y reconocer que si eso ocurriera sería el resultado inmediato de la derrota de la revolución alemana y mundial. Y concluía:
"Una derrota política cualquiera de los bolcheviques en combate leal contra fuerzas demasiado poderosas y en una situación histórica desfavorable, sería preferible a semejante ruina moral" ([28]).
La revolución rusa y la revolución alemana sólo pueden entenderse unidas. Fueron dos momentos de un solo y único proceso histórico. La revolución mundial empezó en la periferia de Europa. Rusia era el eslabón débil de la cadena del imperialismo, porque la burguesía mundial estaba dividida por la guerra imperialista. Y había que asestar un segundo golpe, en el corazón del sistema, para poder echar abajo el capitalismo mundial. Ese segundo golpe fue en Alemania y empezó con la revolución de noviembre de 1918. Pero la burguesía fue capaz de desviar de su corazón el golpe mortal. Y eso selló el destino de la revolución en Rusia. Lo que pasó no corresponde a la primera sino a la segunda hipótesis de Rosa Luxemburg, la que más la preocupaba. Contra lo que se suponía, la Rusia roja venció a las fuerzas blancas contrarrevolucionarias. Eso fue posible gracias a la combinación de tres factores principales: primero, la dirección política y organizativa del proletariado ruso que había pasado por la escuela del marxismo y de la revolución; segundo, la inmensidad del país que ya había permitido vencer a Napoleón e iba a ser un factor importante en la derrota de Hitler y que, también esta vez, iba a ser una desventaja para los invasores contrarrevolucionarios; tercero: la confianza que los campesinos, amplia mayoría de la población rusa, tenían en la dirección revolucionaria proletaria. Fueron los campesinos quienes proporcionaron la mayoría de las tropas del Ejército rojo dirigido por Trotski.
Lo que vino después en Rusia fue la degeneración capitalista desde dentro de una revolución aislada: una contrarrevolución en nombre de la revolución. Así pudo la burguesía ocultar el "enigma" de la derrota de la revolución rusa. Si pudo hacerlo fue porque ha sido capaz de correr un tupido velo sobre un hecho histórico de la primera importancia: que hubo un levantamiento revolucionario en Alemania. El enigma es que la revolución no fue derrotada en Moscú o San Petersburgo, sino en Berlín y en el Ruhr. La derrota de la revolución en Alemania es la clave para comprender la de la revolución en Rusia. La burguesía ha ocultado esa clave, una especie de tabú histórico que respetan todos los responsables políticos de la clase dominante, porque es mejor no remover un pasado cuya comprensión podría servir a las nuevas generaciones de revolucionarios.
La existencia de luchas revolucionarias en Alemania aparece menos evidente que las luchas en Rusia, precisamente porque la burguesía derrotó a la revolución alemana en una lucha abierta. En gran medida la ocultación de los combates en Alemania no sólo sirve para alimentar la mentira de que el estalinismo sería equivalente al comunismo, sino también la de que la democracia burguesa, la socialdemocracia en particular, sería el antagonista del fascismo.
Lo que queda es un malestar difuso, sobre todo a causa de los asesinatos de Luxemburg y Liebknecht, unos asesinatos que son el símbolo mismo de la victoria de la más brutal contrarrevolución ([29]). Porque ese crimen sintetiza el de decenas de miles de otros, es un concentrado de la crueldad, de la voluntad de la victoria aplastante de la burguesía para defender su sistema. ¿Y ese crimen no fue acaso cometido bajo la dirección y el amparo de la democracia burguesa? ¿No fue el resultado de la labor conjunta entre la socialdemocracia y la extrema derecha? ¿Y no eran sus víctimas, al contrario que sus verdugos, la esencia misma de lo mejor, de lo más humano, los mejores representantes de lo que podría ser el porvenir para la especie humana? ¿Por qué, ya entonces y hoy también, quienes sentimos una responsabilidad respecto al futuro de la sociedad, nos sentimos tan afectados por esos crímenes, tan cerca de quienes fueron sus víctimas? Esos crímenes de la burguesía que le permitieron salvar el sistema hace 90 años, podrán transformarse en boomerang.
En su estudio sobre el asesinato político en Alemania, realizado en los años 1920, Emil Gumbel establece un vínculo entre esa práctica y la visión "heroica" de los defensores del orden social actual que ven la historia como el resultado de las acciones individuales: "La derecha tiene tendencia a pensar que puede eliminar a la oposición de izquierda que está animada por la esperanza de un orden económico radicalmente diferente, liquidando a sus dirigentes" ([30]). La historia es un proceso colectivo, conducido y realizado por millones de personas, y no sólo por la clase dominante que quiere monopolizar las lecciones de ese proceso.
En su estudio sobre la revolución alemana, escrito en los años 1970, el historiador "liberal" Sebastian Haffner concluía diciendo que esos crímenes siguen siendo una herida abierta y seguirán teniendo repercusiones a largo plazo.
"Hoy nos damos cuenta horrorizados de que ese episodio fue un acontecimiento históricamente determinante del drama de la revolución alemana. Al observar aquellos acontecimientos con la distancia de medio siglo, su impacto histórico ha cobrado esa extrañeza de lo impredecible que tuvo lo acontecido en el Golgotha - que, en el momento en que ocurrió, parecía que no había cambiado nada."
Y: "El asesinato del 15 de enero de 1919 fue el principio -el principio de miles de asesinatos bajo Noske en los meses siguientes, hasta los millones de asesinatos en las décadas siguientes bajo Hitler. Fueron la señal de lo que iba a ocurrir después" ([31]).
¿Podrán las generaciones actuales y futuras de la clase obrera apropiarse esta realidad histórica? ¿Es posible a largo plazo liquidar las ideas revolucionarias matando a quienes las defienden? Las últimas palabras del último artículo de Rosa Luxemburg antes de que la mataran las escribió en nombre de la revolución: "Fui, soy y seré".
Steinklopfer
[1]) Este ataque fue desbaratado por la movilización espontánea de los obreros. Ver el artículo anterior en la Revista n°136.
[2]) Citado por Klaus Gietinger: Eine Leiche im Landwehrkanal. Die Ermordung Rosa Luxemburgs ("Un cadáver en el canal Landwehr. El asesinato de Rosa Luxemburg"), p. 17, Hamburgo 2008. Gietinger, sociólogo, escritor y cineasta, ha dedicado gran parte de su vida a investigar sobre las circunstancias del asesinato de Luxemburg y Liebknecht. Su último libro - Waldemar Pabst : der Konterrevolutionär - se beneficia del punto de vista de documentos históricos obtenidos en Moscú y en Berlín-Este que completan las pruebas de la implicación del SPD.
[3]) Los demás eran el "Regimiento Reichstag" monárquico y la organización de espionaje del SPD bajo el mando de Anton Fischer.
[4]) Wilhelm Pieck fue el único en salvar la vida. No se sabe todavía hoy si logró huir él solo o si le dejaron marchar tras haber traicionado a sus camaradas. Pieck llegaría a ser, tras la Segunda Guerra mundial, presidente de la República democrática alemana (RDA).
[5]) Al autor del artículo, Leo Jogiches, lo mataron un mes más tarde también "porque se dio a la fuga"... ¡en la celda de la cárcel en que estaba preso!.
[6]) El general von Lüttwitz.
[7]) Con ocasión del 90e aniversario de aquellas atrocidades, el partido liberal de Alemania (FPD) ha propuesto que se levante un monumento en honor a Noske en Berlín. Pofalla, secretario general de la CDU, el partido de la canciller Angela Merkel, ha descrito las manejos de Noske como "una defensa valiente de la república" (citado en el diario berlinés Tagesspiegel, 11 de enero de 2009).
[8]) Gietinger, Die Ermordung der Rosa Luxemburg ("El asesinato de Rosa Luxemburg"). Ver el capítulo 74 "Jahre danach" ("74 años más tarde").
[9]) La importancia de ese hecho en Alemania la pone de relieve el escritor Peter Weiss, un artista alemán de origen judío que huyó a Suecia de la persecución nazi. Su monumental novela Die Ästhetik des Widerstands ("La estética de la resistencia") cuenta la historia del ministro sueco del Interior que durante el verano de 1917, envió a un emisario a Petrogrado, para pedir -en vano- a Kerensky, primer ministro del gobierno ruso pro-Entente (Francia e Inglaterra), que mandara asesinar a Lenin. Kerensky se negó considerando que Lenin no representaba un verdadero peligro.
[10]) Gumbel, Vier Jahre politischer Mord (Malik-Verlag Berlín, reeditado en 1980 par Wuderhorn, Heidelberg)
[11]) Ni que decir tiene que todo esto hace pensar en Auschwitz.
[12]) Por ejemplo el terrorismo de los anarquistas en Europa occidental o de los Narodniki rusos y los socialistas-revolucionarios.
[13]) Gumbel, idem.
[14]) Gumbel establece una lista en su libro. Queremos reproducirla aquí (sin intentar traducir sus nombres) para dar una idea de la importancia del fenómeno: Verband nationalgesinnter Soldaten, Bund der Aufrechten, Deutschvölkische Schutz- und Trutzbund, Stahlhelm, Organisation "C", Freikorps and Reichsfahne Oberland, Bund der Getreuen, Kleinkaliberschützen, Deutschnationaler Jugendverband, Notwehrverband, Jungsturm, Nationalverband Deutscher Offiziere, Orgesch, Rossbach, Bund der Kaisertreuen, Reichsbund Schwarz-Weiß-Rot, Deutschsoziale Partei, Deutscher Orden, Eos, Verein ehemaliger Baltikumer, Turnverein Theodor Körner, Allgemeiner deutschvölkischer Turnvereine, Heimatssucher, Alte Kameraden, Unverzagt, Deutscher Eiche, Jungdeutscher Orden, Hermansorden, Nationalverband deutscher Soldaten, Militärorganisation der Deutschsozialen und Nationalsozialisten, Olympia (Bund für Leibesübungen), Deutscher Orden, Bund für Freiheit und Ordnung, Jungsturm, Jungdeutschlandbund, Jung-Bismarckbund, Frontbund, Deutscher Waffenring (Studentenkorps), Andreas-Hofer-Bund, Orka, Orzentz, Heimatbund der Königstreuen, Knappenschaft, Hochschulring deutscher Art, Deutschvölkische Jugend, Alldeutscher Verband, Christliche Pfadfinder, Deutschnationaler Beamtenbund, Bund der Niederdeutschen, Teja-Bund, Jungsturm, Deutschbund, Hermannsbund, Adlerund Falke, Deutschland-Bund, Junglehrer-Bund, Jugendwanderriegen-Verband, Wandervögel völkischer Art, Reichsbund ehemaliger Kadetten.
[15]) Fue el general Ludendorff, que había sido prácticamente el dictador de Alemania durante la Primera Guerra mundial, el que organizó el fallido golpe llamado "Putsch de la Cervecería" en 1923 junto con Adolf Hitler.
[16]) El propio Scheidemann se convertiría en blanco de un fallido intento de asesinato por parte de la extrema-derecha que le reprochaba haber aceptado el tratado de Versalles impuesto por las potencias occidentales de la Entente.
[17]) Algo muy conocido es la admiración del que fue canciller (años 1970-80) SPD de Alemania occidental (RFA), Helmut Schmidt, por "el gran hombre de Estado" Ebert.
[18]) "Contaminada", sin embargo, por el ambiente revolucionario reinante en la capital, la mayoría de los soldados confraternizaron con la población y se dispersaron.
[19]) Tras el asesinato de Karl y de Rosa, los miembros del GKSD decían que tenían miedo a ser linchados si se les metía en la cárcel.
[20]) Durante les huelgas de masas en Berlín de enero de 1918, Scheidemann del SPD participó en una delegación de obreros enviada a negociar a la sede del gobierno. Al ser totalmente ignorados, los obreros decidieron irse. Scheidemann fue a implorar ante los responsables que recibieran a la delegación. Su rostro se "iluminó de gozo" cuando uno de ellos le hizo vagas promesas, pero la delegación no fue recibida. (Referido por Richard Müller, Del Imperio a la República).
[21]) En el fondo, los militares apreciaban mucho a Ebert y a Noske en especial. Stinnes, el hombre más rico de Alemania después de la Primera Guerra mundial puso a su yate Legien, nombre del jefe socialdemócrata de la federación sindical.
[22]) Según Gumbel, fue también la principal organizadora del golpe de Kapp.
[23]) O "socialista de Estado" como lo llamaba con entusiasmo Walter Rathenow, presidente del gigantesco complejo eléctrico AEG.
[24]) León Trotski, Historia de la Revolución rusa, cap. "Lenin llama a la insurrección"
[25]) Sesión del Comité central del P.O.S.D. (b) R. del 10 (23) octubre de 1917 (Lenin, Obras completas).
[26]) Lenin, Carta a los camaradas, escrita el 17 (30) de octubre de 1917.
[27]) Rosa Luxemburg, la Revolución rusa, "4. La Asamblea constituyente" https://www.marxists.org/espanol/luxem/index.htm [25].
[28]) Rosa Luxemburg, la Tragedia rusa.
[29]) Los incorregibles libérales del FDP de Berlín han sugerido que se ponga a una plaza de la ciudad el nombre de Noske, como contábamos antes. El SPD, o sea el partido de Noske, rechazó la propuesta, pero sin dar la menor explicación a un gesto de modestia, digamos atípica.
[30]) Gumbel, Ibíd.
[31]) Haffner, 1918/1919 - Eine deutsche Revolution.
En los artículos anteriores de esta serie, examinamos en detalle el resumen del método del materialismo histórico hecho por Marx en el Prólogo a la Contribución a la Crítica de la economía política (1859). Llegamos ahora a la última parte de este resumen: "Las relaciones burguesas de producción son la última forma antagónica del proceso social de producción; antagónica, no en el sentido de un antagonismo individual, sino de un antagonismo que proviene de las condiciones sociales de vida de los individuos. Pero las fuerzas productivas que se desarrollan en la sociedad burguesa brindan, al mismo tiempo, las condiciones materiales para la solución de este antagonismo. Con esta formación social se cierra, por lo tanto, la prehistoria de la sociedad humana."
Volveremos más adelante sobre los antagonismos específicos que Marx consideraba como propios de la sociedad capitalista y sobre los cuales basaba su veredicto de que el capitalismo, como todas las demás formas anteriores de explotación de clase, es un sistema social transitorio. Antes, sin embargo, vamos a contestar a acusación que se hace a los marxistas de que sitúan la ascendencia y el declive de la sociedad capitalista en el contexto de la sucesión de los modos de producción precedentes, o, en otras palabras, utilizan el método marxista para examinar el capitalismo como un momento de la historia humana. En las discusiones con personas de las nuevas generaciones que se están acercando a las posiciones revolucionarias (por ejemplo en el foro de discusión Internet libcom.org), ese método ha sido criticado porque haría una "narración metafísica" que desembocaría en conclusiones mesiánicas; en otros espacios de ese mismo foro ([1]), intentar sacar conclusiones sobre ascendencia y declive del capitalismo a partir de una perspectiva histórica más general se considera como un empeño que el propio Marx habría rechazado por tratarse de una búsqueda de "una teoría histórico-filosófica cuya gran virtud consistiría en ser suprahistórica".
Esa cita de Marx se utiliza a menudo fuera de contexto para defender la idea de que Marx nunca habría intentado elaborar una teoría general de la historia, y que su único objetivo sería analizar las leyes del capitalismo. ¿Cuál es el contexto de esa cita?
Está sacada de una carta de Marx al editor del periódico ruso Otiechéstvennie Zapiski (noviembre de 1877) en la que contesta a "un crítico ruso" que describía la teoría de la historia de Marx como un esquema dogmático y mecanicista según el cual cada nación estaba destinada a seguir exactamente el mismo esquema de desarrollo que el analizado por Marx a propósito del auge del capitalismo en Europa. Ese crítico...
"se siente obligado a metamorfosear mi esbozo histórico de la génesis del capitalismo en Europa occidental en una teoría histórico-filosófica de la marcha general que el destino impondría fatalmente a todos los pueblos, sean cuales sean las circunstancias históricas en que se encuentren" ([2]).
De hecho, esa tendencia era muy corriente entre los primeros marxistas rusos que solían presentar el marxismo como una simple apología del desarrollo capitalista y presuponían que Rusia debería realizar necesariamente su propia revolución burguesa antes de poder alcanzar la etapa de la revolución socialista. Es la misma tendencia que volvería más tarde a la superficie con el menchevismo.
En esa carta, Marx llega a una conclusión muy diferente: "Para poder apreciar en conocimiento de causa el desarrollo económico de la Rusia actual, aprendí el ruso y, luego durante años, he estudiado las publicaciones oficiales y otras relacionadas con ese tema. Y llegué a la conclusión siguiente: si Rusia sigue por el camino iniciado desde 1861, perderá la mejor de las oportunidades que la historia haya brindado a un pueblo, y acabará sufriendo todas las vicisitudes irremediables del régimen capitalista" (Ibíd., p. 1553)
En resumen, Marx no concebía en absoluto que su método para analizar la historia en general pudiera aplicarse de manera esquemática a cada país por separado, ni que su teoría de la historia fuera un sistema rígido de "progreso universal", que siguiera un proceso lineal y mecánico que se desarrollaría siempre en una misma dirección progresiva (aunque esto acabaría siendo efectivamente lo que, en manos de mencheviques y, más tarde, de estalinistas, éstos y aquéllos llamaban "marxismo"). Marx tenía razón cuando decía que Rusia podría evitar los horrores de una transformación capitalista gracias a la conjunción de una revolución proletaria en los países occidentales avanzados y de las formas comunales tradicionales básicas de la agricultura rusa. El que todo eso no acabara ocurriendo así no invalida ni mucho menos el método abierto de Marx. Además, su método va a lo concreto, tomando en consideración las circunstancias históricas reales en las que aparece determinada forma social. En esa misma carta también, Marx da un ejemplo de cómo trabaja:
"En diversos pasajes de el Capital aludo al destino que les cupo a los plebeyos de la antigua Roma. En su origen habían sido campesinos libres que cultivaban cada cual su propia parcela de tierra. Fueron expropiados a todo lo largo de la historia romana. El mismo movimiento que los separó de sus medios de producción y subsistencia acarreó la formación, no sólo de la gran propiedad, sino también de los grandes capitales monetarios. Y fue así como en poco tiempo se encontraron con que, por una parte, había hombres libres despojados de todo a excepción de su fuerza de trabajo, y por otra, para explotar ese trabajo, quienes poseían toda la riqueza adquirida. ¿Qué ocurrió?. Los proletarios romanos se transformaron, no en trabajadores asalariados, sino en una chusma de desocupados más miserables que los "blancos pobres" que hubo en el Sur de los Estados Unidos, y junto con ello se desarrolló un modo de producción que no era capitalista sino que dependía de la esclavitud. Así pues, sucesos notablemente análogos pero que tienen lugar en medios históricos diferentes conducen a resultados totalmente distintos. Estudiando por separado cada una de estas formas de evolución y comparándolas luego, se puede encontrar fácilmente la clave de esos fenómenos, pero nunca se llegará a ello mediante la ganzúa universal de una teoría histórico-filosófica general cuya suprema virtud consiste en ser suprahistórica" (Ídem, p. 1555).
En cambio, ese ejemplo no demuestra, ni mucho menos, que la teoría de Marx excluyera la posibilidad de diseñar una dinámica general de las formas sociales precapitalistas ni que, por consiguiente, fuera inútil y sin sentido ponerse a discutir sobre el ascenso y el declive de los sistemas sociales. La ingente cantidad de energía que Marx le dedicó al estudio de la "comuna" rusa y a la cuestión del comunismo primitivo en general durante sus últimos años de vida, y la cantidad de páginas que dedicó a analizar las formas de sociedad precapitalistas, en las Grundrisse y otros lugares, contradice totalmente esa opinión. La carta que se toma como ejemplo muestra claramente que Marx insistía en la necesidad de estudiar una forma social separadamente antes de establecer comparaciones y, de ese modo, "encontrar la clave" del fenómeno, pero lo que no demuestra es que Marx se negara a ir de lo particular a lo general para comprender el movimiento de la historia.
Y, sobre todo, el método presentado en Prologo a la crítica de la economía política impugna la acusación de que cualquier intento de situar el capitalismo en la sucesión de los modos de producción sería un proyecto "suprahistórico". En ese prólogo Marx expone como ve él, de manera general, la evolución histórica y anuncia claramente el objeto de su investigación. En el artículo anterior, examinamos el pasaje en el que se estudian las formas sociales antiguas (comunismo primitivo, despotismo asiático, esclavitud, feudalismo, etc.), mostramos cómo pueden sacarse algunas conclusiones generales sobre las razones de su ascenso y su declive, o sea, concretamente, sobre la instauración de relaciones sociales de producción que actúan en un momento dado como acicate y, en otro, como traba al desarrollo de las fuerzas productivas. En el pasaje del Prólogo que examinamos aquí, Marx utiliza una expresión simple - pero muy significativa - para subrayar que el objeto de su investigación es el conjunto de la historia de la humanidad: "Con este sistema social se termina por lo tanto la prehistoria de la sociedad humana.". ¿Qué es lo que Marx quería decir exactamente con esa expresión?
Cuando se desmoronó el bloque del Este en 1989, la clase dominante del Oeste lanzó una ruidosa campaña de propaganda con el eslogan "el comunismo ha muerto". Estaba exultante y concluía que, por fin, Marx, el "profeta" del comunismo, se había desprestigiado. Fue Francis Fukuyama quien dio a esa campaña su barniz "filosófico" anunciando sin vacilar nada menos que "el fin da la historia", y el triunfo definitivo del capitalismo liberal y democrático el cual iba a aportar, a su manera sin duda imperfecta pero fundamentalmente humana, el fin de la guerra y de la pobreza y librar al género humano del fardo de las crisis catastróficas:
"A lo que estamos quizás asistiendo es no sólo al final de la Guerra fría, ni al final de un período particular de la historia de la posguerra, sino al final de la historia como tal... O sea, al punto final de la evolución ideológica de la humanidad y la universalización de la democracia liberal occidental como forma última del gobierno humano" (El fin de la historia y el último hombre, Fukuyama, 1992, traducido del inglés por nosotros).
Las dos décadas que siguieron a aquel acontecimiento, el cortejo de barbarie y de genocidios militares, el foso cada día mayor entre ricos y pobres a nivel mundial, la evidencia creciente de una catástrofe medioambiental que afecta al planeta entero, todo eso ha echado por los suelos la complaciente tesis de Fukuyama, una tesis que él mismo matizaría más tarde a la vez que otorgaba su apoyo a-crítico a la fracción dominante de los neoconservadores de Estados Unidos. Y hoy, con el estallido de una crisis económica profunda en el corazón mismo del capitalismo democrático liberal triunfante, semejantes ideas aparecen como lo que son: patrañas ridículas. Mientras tanto, Marx y su visión del capitalismo como sistema corroído por la crisis ya a nadie se le ocurre tratarlos como si fueran vestigios de un antiquísimo período ya trasnochado.
El propio Marx ya había hecho notar muy pronto que la burguesía había llegado a la conclusión de que su sistema era el final de la historia, el no va más, el alfa y omega, la meta final de la aventura y el devenir humanos, la expresión más lógica de la naturaleza humana. Incluso un pensador revolucionario como Hegel cuyo método dialéctico se basaba en reconocer el carácter transitorio de todas las fases y expresiones históricas, había caído en la trampa al considerar el régimen prusiano de entonces como el logro del Espíritu absoluto.
Como ya vimos en artículos precedentes, Marx rechazaba la idea de que el capitalismo, basado en la propiedad privada y la explotación del trabajo humano, fuese la expresión perfecta de la naturaleza humana; planteaba que la organización social humana fue, al principio, una forma de comunismo; consideraba que el capitalismo era una forma entre otras de una serie de sociedades divididas en clases que se habían implantado tras la disolución del comunismo primitivo, condenado también éste a desaparecer a causa de sus propias contradicciones internas.
El capitalismo es el episodio final de la serie, "la última forma antagónica del proceso social de producción, antagónica no en el sentido de un antagonismo individual, sino de un antagonismo que surge de las condiciones sociales en las que viven los individuos".
¿Por qué?, porque "las fuerzas productivas que se desarrollan en la sociedad burguesa proporcionan al mismo tiempo las condiciones materiales idóneas para resolver ese antagonismo" (Prólogo).
El término "fuerzas productivas" se ha visto con desconfianza desde que Marx lo utilizara. Y es comprensible en cierto modo para el siglo pasado, como lo hemos explicado en el capítulo anterior. La perversión del marxismo realizada por la contrarrevolución estalinista confirió a la nación de desarrollo de las fuerzas productivas un significado siniestro, evocador de la imagen de la explotación stajanovista y de la construcción de una economía de guerra de un desequilibrio monstruoso. Y, en las últimas décadas, la rápida evolución de la crisis ecológica ha puesto al desnudo el precio espeluznante que la humanidad está ya pagando por la continuación del "desarrollo" frenético del capitalismo.
Para Marx, las fuerzas productivas no son, ni mucho menos, una especie de potencia autónoma que determina la historia de la humanidad. Sólo lo son en la medida en que son el producto del trabajo alienado que se le va de las manos a nuestra especie humana que las ha ido desarrollando desde el principio. Pero tampoco esas fuerzas, movidas por formas particulares de organización social, son, por definición, hostiles a la especie humana como lo presentan los primitivistas y algunos grupos anarquistas en sus visiones dantescas. Al contrario, en cierta fase de su desarrollo costoso y contradictorio, son la clave para librar a la especie humana de milenios de dura labor y de explotación, a condición de que la humanidad sea capaz de reorganizar sus relaciones sociales para que la gigantesca potencia productiva que se ha desarrollado bajo el capitalismo, se utilice para satisfacer las verdaderas necesidades humanas.
Y esa reorganización es realizable porque existe, en el seno del capitalismo, una "fuerza productiva", el proletariado, que es, por vez primera, a la vez clase explotada y clase revolucionaria, al contrario de la burguesía, por ejemplo, que, aún siendo revolucionaria frente a la antigua clase feudal, era, a su vez, portadora de una nueva forma de explotación de clase. La clase obrera, en cambio, no tiene el menor interés en instaurar un nuevo sistema de explotación pues ella no podrá liberarse si no es liberando a la humanidad entera. Como así lo escribe Marx en La Ideología alemana:
"...todas las anteriores revoluciones dejaron intacto el modo de actividad y sólo trataban de lograr otra distribución de esta actividad, una nueva distribución del trabajo entre otras personas, en cambio, la revolución comunista está dirigida contra el modo anterior de actividad, elimina el trabajo y suprime la dominación de las clases al acabar con las clases mismas, ya que esta revolución es llevada a cabo por la clase a la que la sociedad no considera como tal, no reconoce como clase y que expresa ya de por sí la disolución de todas las clases, nacionalidades, etc., dentro de la actual sociedad" ([3]).
Eso significa también emancipar a la humanidad de todas las cicatrices dejadas por miles de años de dominación de clase y, más allá, de los cientos de miles de años durante los cuales la humanidad estuvo dominada por la penuria material y la lucha por la supervivencia.
La humanidad llega pues a un punto de ruptura neto con todas las épocas históricas anteriores. Por eso es por lo que Marx habla de fin de la "prehistoria". Si el proletariado logra derrocar el imperio del capital y, tras un período de transición más o menos largo, crear una sociedad mundial plenamente comunista, a las generaciones siguientes de seres humanos les será posible construir su propia historia en plena conciencia. Así, con apasionante convicción, lo presentaba Engels en un pasaje del Anti-Dühring de modo muy elocuente:
"Con la toma de posesión de los medios de producción por la sociedad se elimina la producción mercantil y, con ella, el dominio del producto sobre el productor. La anarquía en el seno de la producción social se sustituye por la organización consciente y planeada. Termina la lucha por la existencia individual. Con esto el hombre se separa definitivamente, en cierto sentido, del reino animal, y pasa de las condiciones de existencia animales a otras realmente humanas. El cerco de las condiciones de existencia que hasta ahora dominó a los hombres cae ahora bajo el dominio y el control de éstos, los cuales se hacen por vez primera conscientes y reales dueños de la naturaleza, porque y en la medida en que se hacen dueños de su propia asociación. Los hombres aplican ahora y dominan así con pleno conocimiento real las leyes de su propio hacer social, que antes se les enfrentaban como leyes naturales extrañas a ellos y dominantes. La propia asociación de los hombres, que antes parecía impuesta y concedida por la naturaleza y la historia, se hace ahora acción libre y propia. Las potencias objetivas y extrañas que hasta ahora dominaron la historia pasan bajo el control de los hombres mismos. A partir de ese momento harán los hombres su historia con plena conciencia; a partir de ese momento irán teniendo predominantemente y cada vez más las causas sociales que ellos pongan en movimiento los efectos que ellos deseen. Es el salto de la humanidad desde el reino de la necesidad al reino de la libertad" ([4]).
En esos pasajes, tanto Marx como Engels reafirman la amplitud de su visión de la historia, mostrando la unidad subyacente de todas las épocas de la historia de la humanidad que han existido hasta hoy, mostrando cómo el proceso histórico, aunque se haya realizado más o menos inconscientemente, a ciegas, ha ido creando, sin embargo, las condiciones de un salto cualitativo no menos fundamental que el de la aparición del hombre en el reino animal.
Esa magnífica visión fue retomada por Trotski más de cincuenta años más tarde, en una ponencia a estudiantes daneses el 27 de noviembre de 1932, poco tiempo después de haberse exiliado de Rusia. Trotski se refiere al material aportado por las ciencias humanas y las naturales, especialmente los descubrimientos en psicoanálisis, para indicar más precisamente lo que implica esa etapa en la vida interior de los hombres.
"La antropología, la biología, la fisiología, la psicología han reunido montañas de materiales para erigir ante el hombre en toda su amplitud las tareas de su propio perfeccionamiento corporal y espiritual y de su desarrollo futuro. Gracias a la visión genial de Sigmund Freud, el psicoanálisis levantó la cubierta del pozo poéticamente llamado "alma" del hombre. ¿Y qué apareció? Nuestro pensamiento consciente es sólo una pequeña parte en el trabajo de las oscuras fuerzas psíquicas. Hay sabios buceadores que descienden al fondo de los océanos para allí fotografiar extraños peces. Para que el pensamiento humano descienda al fondo de su propio pozo psíquico, debe clarificar las fuerzas motrices del alma y someterlas a la razón y la voluntad. Cuando haya terminado con las fuerzas anárquicas de su propia sociedad, el hombre trabajará sobre sí mismo como en los morteros y las retortas del químico. Por primera vez, la humanidad se verá a sí misma como materia prima y en el mejor de los casos como un producto semiacabado físico y psíquico" ([5]).
En esos dos pasajes, se establece claramente una unidad entre todas las épocas históricas hasta nuestros días: durante ese tan largo período, el hombre es "un producto semiacabado físico y psíquico", en cierto sentido, una especie todavía en transición entre el reino animal y una existencia plenamente humana.
De todas las sociedades de clase del pasado, sólo el capitalismo podía ser el preludio de ese significativo salto, pues ha desarrollado las fuerzas productivas hasta un nivel en el que los problemas fundamentales de la existencia material de la humanidad (todo lo que es vital para todos los hombres del planeta) podrán por fin resolverse, permitiendo así a los seres humanos la libertad de desarrollar sin límites sus capacidades creadoras y hacer realidad su potencial verdadero y aprisionado. En esto, el verdadero sentido de "fuerzas productivas" se vuelve diáfano: las fuerzas productivas son fundamentalmente la potencia creadora de la humanidad misma que hasta ahora se han expresado de una manera limitada y distorsionada, y que tomarán su verdadero auge una vez que los límites de la sociedad de clase hayan sido superados.
Más aún, el comunismo, sociedad sin propiedad privada ni explotación, es la única base posible para el desarrollo de la humanidad puesto que las contradicciones inherentes al trabajo asalariado generalizado y a la producción de mercancías amenazan con desintegrar todos los vínculos sociales de la humanidad e incluso destruir las bases mismas de la vida humana. La humanidad vivirá en armonía consigo misma y con la naturaleza o no sobrevivirá. La afirmación de Marx en La Ideología alemana, libro redactado durante la juventud del capitalismo, se ha vuelto mucho más urgente e inevitable a medida que el capitalismo se ha ido hundiendo en su declive.
"Hemos llegado hoy al punto en que los individuos están obligados a apropiarse la totalidad de las fuerzas productivas existentes, no sólo para alcanzar la expresión de sí mismos sino, ante todo, para asegurar su existencia" ([6]).
El comunismo resuelve así el enigma de la historia: cómo asegurar las necesidades vitales para disfrutar plenamente de la vida. Y contrariamente a la ideología capitalista, los comunistas no consideran el comunismo como un punto final y estático. En Manuscritos económicos y filosóficos, de 1844, es cierto que Marx presenta le comunismo como "la solución al enigma de la historia", pero también lo considera como el punto de partida desde el que pueda iniciarse la verdadera historia del hombre.
"El comunismo es la posición como negación de la negación, y por eso el momento real necesario, en la evolución histórica inmediata, de la emancipación y recuperación humana. El comunismo es la forma necesaria y el principio dinámico del próximo futuro, pero el comunismo en sí no es la finalidad del desarrollo humano, la forma de la sociedad humana" ([7]).
De modo muy característico, el resumen que hace Marx de cómo considera la necesidad de observar el pasado acaba volteándose hacia un porvenir muy lejano. Y eso forma también parte de su método, que tanto escandalizaba a quienes piensan que plantear cuestiones a tal escala acaba necesariamente en "metafísica". Podría decirse, en realidad, que el futuro es siempre el punto de partida de Marx. Como lo explica en las Tesis sobre Feuerbach, el enfoque del nuevo materialismo, la base del conocimiento de la realidad por el movimiento proletario, no es la suma de los individuos que forman la sociedad burguesa, sino "la humanidad socializada" o el hombre tal como podría ser en una sociedad verdaderamente humana; en otras palabras, el conjunto del movimiento de la historia hasta hoy debe evaluarse a partir del comunismo del futuro. Es esencial tenerlo presente cuando se intenta analizar si una forma social es un factor de "progreso" o un sistema que hace retroceder a la humanidad. El enfoque que considera que todas las épocas de la humanidad hasta hoy pertenecen a su "prehistoria" no se basa en un ideal de perfección para el que la humanidad estaría inevitablemente programada, sino en la posibilidad material inherente a la naturaleza del hombre y a su interacción con la naturaleza - una posibilidad que puede fracasar precisamente porque esa realización depende en fin de cuentas de la acción humana consciente. Pero el hecho de que no haya garantía alguna de éxito del proyecto comunista no cambia el juicio que los revolucionarios, que "representan el futuro en el mundo del presente", deben hacer de la sociedad capitalista una vez que ésta hizo posible el salto hacia el reino de la libertad a escala mundial: el hecho de que esa sociedad se ha vuelto superflua, caduca y decadente como sistema de reproducción social.
Gerrard
[1]) Por ejemplo en https://libcom.org/forums/thought/general-discussion-decadence-theory-17... [27]
[2]) "Respuesta a Mijailovki", p. 1555, Oeuvres II, Editions La Pléiade. (traducido del francés por nosotros
[3]) La Ideología alemana, traducido por nosotros.
[4]) Anti-Dühring, "Socialismo, II - Nociones teóricas", www.marxist.org [28].
[5]) Este texto es la trascripción de una conferencia sobre la Revolución rusa dada, en lengua alemana, por Trotski en Copenhague en 1932, a invitación de una asociación de estudiantes socialdemócratas daneses. Hemos traducido este extracto de la versión francesa (https://www.marxists.org/francais/trotsky/oeuvres/1932/11/321125.htm [29]). "Trotski tomó la palabra en alemán en el estadio de Copenhague ante 2500 personas. Tras la ponencia sobre la revolución de Octubre, sus causas y su significado, terminó por una exaltación del socialismo que significa "el salto del reino de la necesidad al reino de la libertad", en el sentido de que el hombre, desgarrado por sus propias contradicciones, podría abrirse el camino de una existencia más feliz". El gobierno danés había prohibido la radiodifusión de la conferencia, alegando objeciones del rey y de la Corte..." (del apéndice escrito por Alfred Rosmer a Mi vida de Trostki).
[6]) La Ideología alemana, "B - La base real de la ideología".
[7]) Manuscritos económicos y filosóficos. Tercer manuscrito, "Propiedad privada y comunismo", [https://www.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/44mp/] [30].
La característica principal del sindicalismo revolucionario es, resumiendo, la idea de que los sindicatos son, por un lado, la organización de lucha más idónea para la clase obrera en el capitalismo y, por otro, la base de una nueva sociedad tras la revolución realizada mediante la huelga general victoriosa.
La oposición sindical de los "Localistas" y, a partir de 1897, la fundación del Freie Vereinigung Deutscher Gewerschaften (FVDG, Unión libre de los sindicatos alemanes) fueron los jalones en el nacimiento del sindicalismo revolucionario organizado, en el movimiento obrero alemán. De forma comparable a las tendencias sindicalistas revolucionarias más importantes en Francia, España y Estados Unidos, esta corriente fue, en su origen, una sana reacción proletaria en el movimiento obrero alemán contra la política cada vez más reformista de la dirección de la poderosa socialdemocracia y de sus sindicatos.
Después de la Primera Guerra mundial, se fundó la Freie Arbeiter Union Deutschlands (FAUD, Unión de los trabajadores libres de Alemania) en septiembre de 1919. Desde entonces, como organización "anarcosindicalista" declarada, la FAUD se consideró heredera directa de un movimiento sindicalista revolucionario anterior a la Primera Guerra mundial.
Aún existen hoy muchas agrupaciones anarcosindicalistas que se reivindican de la tradición de la FVDG y del anarcosindicalismo posterior de la FAUD de los años 1920. Rudolf Rocker, como "teórico" más famoso del anarcosindicalismo alemán a partir de 1919, sirve a menudo de referencia política.
El sindicalismo revolucionario en Alemania conoció, sin duda alguna, una gran transformación desde su nacimiento. Para nosotros, la cuestión central consiste en examinar si el movimiento sindicalista-revolucionario en Alemania fue capaz de defender los intereses de su clase, de dar respuestas políticas a las cuestiones candentes y de seguir fiel al internacionalismo del proletariado.
Vale la pena examinar previamente el reto más serio al que se enfrentó la clase obrera durante las últimas décadas del siglo xix en Alemania, o sea el reformismo, pues, si no, se corre el riesgo de considerar el sindicalismo revolucionario en Alemania simplemente como una "estrategia sindical particularmente radical" o de verlo solamente como una "importación de ideas" procedente de lo países latinos como España o Francia, en los que el sindicalismo revolucionario siempre desempeñó un papel mucho más importante que en Alemania.
El partido socialdemócrata alemán (SPD) fue, en la Segunda Internacional (1889-1914), la organización proletaria más poderosa y sirvió, durante años, de brújula política para el movimiento obrero internacional. Pero el SPD es a la vez el símbolo mismo de una experiencia trágica: es el ejemplo típico de una organización que, tras haber pasado años en el campo de la clase obrera, sufrió un proceso de degeneración insidioso para acabar irremediablemente, durante la Primera Guerra mundial en 1914-18 en el campo de la clase dominante. La dirección del SPD condujo la clase obrera a la matanza de la guerra en 1914, desempeñando el papel central de defensa de los intereses del imperialismo alemán.
Bismarck había impuesto en 1878 la "Ley antisocialista", que permaneció en vigor durante 12 años, hasta 1890. El objetivo principal de esa ley, que reprimía las actividades y las reuniones de las organizaciones proletarias, era sobre todo impedir las conexiones organizativas entre ellas. Pero la Ley antisocialista no servía únicamente para reprimir dura y ciegamente a la clase obrera. La clase dominante, con sus medidas, intentó que, para la dirección del SPD, fuera atractiva la participación en el Parlamento burgués como actividad central. Con habilidad, facilitó así el camino a la tendencia reformista que estaba germinando en la socialdemocracia.
Las ideas reformistas en la socialdemocracia se expresaron precozmente en el Manifiesto de los zuriqueses de 1879 y se cristalizaron en torno a la persona de Eduard Bernstein. Reivindicaban que se pusiera la labor parlamentaria en el centro de la actividad del partido, para así conquistar progresivamente el poder en el Estado burgués. Era pues un rechazo de la perspectiva de la revolución proletaria -que ha de destruir el Estado burgués- a favor de la reforma del capitalismo. Bernstein y sus partidarios reivindicaban una transformación del SPD, de partido obrero en organización cuya función sería la de conquistar a la clase dominante para convertir el capital privado en capital común. Así pues, la propia clase dominante debía convertirse en el resorte para superar su propio sistema, el capitalismo: ¡una absurdez! Esas ideas no eran sino un ataque frontal contra el carácter aún proletario del SPD. Pero más aún: la corriente de Bernstein hacía abiertamente propaganda en favor del apoyo al imperialismo alemán en su política colonial, aprobando la construcción de potentes buques transoceánicos. Las ideas reformistas de Bernstein, en la época del Manifiesto de los zuriqueses, fueron claramente combatidas por la mayoría de la dirección socialdemócrata y tampoco encontraron gran eco en la base del partido. La historia, no obstante, puso trágicamente de manifiesto en las décadas siguientes que eso había sido la primera expresión de un cáncer que iba a ir carcomiendo, poco a poco e inexorablemente, a partes enteras del SPD.
No tiene nada de asombroso que esa capitulación ante el capitalismo, que Bernstein empezó a simbolizar aisladamente pero que fue ganando una influencia cada día mayor en la socialdemocracia alemana, desencadenara una reacción de indignación en la clase obrera. No tiene nada de asombroso que, en semejante situación, una reacción específica surgiera precisamente entre los obreros combativos organizados en sindicatos.
No obstante, antes del Manifiesto de los zuriqueses y desde principios de los años 1870, ya hubo en torno a Carl Hillmann un primer intento de desarrollar una "teoría de los sindicatos" independiente en el movimiento obrero alemán. Poco antes de la Primera Guerra mundial, el movimiento sindicalista, y sobre todo el anarcosindicalismo tras ella, reivindicó siempre esa teoría. A partir de mayo de 1873, Hillmann había publicado una serie de artículos titulados "Indicaciones prácticas de emancipación" en la revista Der Volkstaat ([1]), donde escribía:
"(...) la gran masa de los trabajadores siente una desconfianza hacia todos los partidos puramente políticos porque, por un lado, son a menudo traicionados y engañados por ellos y porque, por otro, la ignorancia por parte de estos partidos de los movimientos sociales llave a ocultar la importancia de su dimensión política; además, los trabajadores muestran una mayor comprensión y más sentido práctico por cuestiones que les son más cercanas: reducción del tiempo de trabajo, eliminación de los reglamentos repugnantes de las fábricas, etc.
"La organización puramente sindical ejerce una presión duradera sobre la legislación y los gobiernos. Por lo tanto, esta expresión del movimiento obrero es, también, política, aunque solamente en segundo lugar;
"(...) los esfuerzos efectivos de organización sindical hacen madurar el pensamiento de la clase obrera hacia su emancipación, y por eso estas organizaciones naturales deben ponerse al mismo nivel que la agitación puramente política y no pueden ser consideradas ni como formaciones reaccionarias, ni como la cola del movimiento político."
Detrás del deseo de Hillmann, en los años 1870, de defender el papel de los sindicatos como organizaciones centrales para la lucha de clases de los trabajadores, no había la menor intención de introducir una línea de separación entre la lucha económica y la política, ni siquiera de rechazar la lucha política. La "teoría de los sindicatos" de Hillmann era sobre todo una reacción significativa ante las tendencias que surgían en la dirección de la socialdemocracia de supeditar el papel de los sindicatos, y en general la lucha de clases, a las actividades parlamentarias.
Engels, ya en la época de Hillmann, en marzo de 1875, hizo la misma crítica sobre esa misma cuestión contra el proyecto de programa del Congreso de unión de los dos partidos socialistas de Alemania en Gotha, programa al que consideraba "sin savia ni vigor":
"En quinto lugar, no se dice absolutamente nada de la organización de la clase obrera como tal clase, por medio de los sindicatos. Y éste es un punto muy esencial, pues se trata de la verdadera organización de clase del proletariado, en la que éste ventila sus luchas diarias con el capital, en la que se educa y disciplina a sí mismo, y aún hoy día, con la más negra reacción (como ahora en París), no se la puede aplastar. Dada la importancia que esta organización ha adquirido también en Alemania, hubiera sido, a nuestro juicio, absolutamente necesario mencionarla en el programa y reservarle, a ser posible, un puesto en la organización del partido" ([2]).
Efectivamente, los sindicatos, en la época de un capitalismo en pleno desarrollo, eran un instrumento importante para la lucha contra el aislamiento de los trabajadores y para el desarrollo de su conciencia como clase: una escuela de la lucha de clases. La vía aún estaba abierta para obtener reformas duraderas a su favor de un capitalismo en pleno desarrollo ([3]).
Contrariamente a la historiografía de algunos sectores del anarcosindicalismo, la intención de Hillmann no era resistir a los marxistas que supuestamente habrían subestimado siempre a los sindicatos. Esa es una afirmación que se repite constantemente, pero que no corresponde a la realidad. Hillmann se consideraba claramente, desde el punto de vista de sus ideas generales, como parte de la Asociación internacional de los trabajadores (la AIT), en la que también militaban Marx y Engels. Las críticas de Hillman las dirigía contra quienes querían introducir en la socialdemocracia el sometimiento a la lucha parlamentaria, o sea los mismos a los que Marx y Engels se habían opuesto en sus críticas al Programa de Gotha. Hablar de un "sindicalismo independiente" en el movimiento obrero alemán, ya en los años 1870, sería, por lo tanto, falso. Como movimiento efectivo en la clase obrera en Alemania, ese sindicalismo se fue formando poco a poco unos veinte años después.
Aunque Hillmann, con un sano instinto proletario, percibió precozmente cómo se infiltraba lentamente el cretinismo parlamentario en el movimiento obrero alemán y reaccionó contra esa situación, existe sin embargo una diferencia esencial con respecto a la lucha que llevaron Marx y Engels: Hillmann reivindicaba en primer lugar la autonomía de los sindicatos y "la importancia de las cuestiones de interés inmediato". Marx, en cambio, ya había puesto en guardia, a finales de los años 1860, contra una restricción de la lucha por los asalariados a la mera lucha por el salario:
"Ocupadas con demasiada frecuencia en las luchas locales e inmediatas contra el capital, los sindicatos no han adquirido aún plena conciencia de su fuerza en la lucha contra el sistema de la esclavitud asalariada. Por eso han estado demasiado al margen del movimiento general social y político" ([4]).
Como vemos, ya en aquel entonces, Marx y Engels insistían en la unidad general de la lucha económica y política de la clase obrera, aunque debieran realizarse con organizaciones diferentes. Las ideas de Hillmann contenían, al respecto, la gran debilidad de no entablar la lucha política consecuente y activa contra el ala del SPD exclusivamente orientada hacia el Parlamento, quedándose relegado a la actividad sindical, cediendo así el terreno político al reformismo casi sin combate. Eso hizo el caldo gordo a sus adversarios, ya que arrinconar a los trabajadores en la lucha puramente económica fue precisamente lo que favoreció el desarrollo del reformismo en el movimiento sindical.
Durante el verano de 1890, se formó en el SPD una pequeña oposición, la de los "Jóvenes". Lo que caracterizaba a sus representantes más conocidos, Wille, Wildberger, Kapfmeyer, Werner y Baginski, era su llamamiento a "más libertad" en el partido y su actitud antiparlamentaria. Negaban además, con un planteamiento muy localista, la necesidad de un órgano central para el SPD.
"Los Jóvenes" representaron una oposición de partido muy heterogénea -que probablemente sería más conveniente designar como una unión de miembros descontentos del SPD. No obstante, el descontento de los "Jóvenes" se justificaba totalmente, ya que la tendencia reformista en la socialdemocracia no había desaparecido en absoluto tras la abolición de la ley antisocialista en 1890. El reformismo iba ganando poco a poco una mayor influencia. Pero la crítica de los "Jóvenes" no fue capaz de identificar los verdaderos problemas y las raíces ideológicas del reformismo. En vez de una lucha políticamente fundada contra la idea reformista de la "transformación pacífica" del capitalismo en sociedad socialista sin clases, los "Jóvenes" se limitaron a hacer una campaña violenta contra diferentes dirigentes del SPD, con ataques muy personales. Su explicación del reformismo se expresó en una argumentación inmadura y reductora que tenía en su centro "la búsqueda de beneficios y de fama personales" y "la psicología de los dirigentes del SPD". Este conflicto se acabó con la marcha y la exclusión simultáneas de los "Jóvenes" del SPD en el congreso de Erfurt de 1891. Esto abrió las puertas, en noviembre de 1891, a la fundación de la Unión anarquista de los socialistas independientes (VUS). El efímero VUS, agrupación totalmente heterogénea formada principalmente por antiguos miembros descontentos del SPD, pasó rápidamente, tras una serie de agobiantes tensiones personales, bajo el control del anarquista Gustav Landauer y desapareció tres años más tarde, en 1894.
La lectura de las obras anarcosindicalistas contemporáneas y de los libros más conocidos sobre el nacimiento del sindicalismo revolucionario en Alemania, muestra claramente la existencia de una tentativa, a menudo un tanto frenética, de inventar un hilo rojo que remonte hacia el pasado para vincularse con el anarcosindicalismo de la FAUD, fundada en 1919. Estas representaciones se limitan generalmente a una simple yuxtaposición de distintos movimientos de oposición en las organizaciones trabajadoras alemanas: parten de Hillmann pasando por Johann Most, por los "Jóvenes" y los "Localistas", luego por la FVDG, la Unión libre de los sindicatos alemanes y, para terminar, por la FAUD. La simple existencia de un conflicto con las tendencias dirigentes respectivas en la socialdemocracia y los sindicatos se considera como el punto común determinante. Pero la existencia de un conflicto con la dirección de los sindicatos o del partido no proporciona por sí misma una continuidad política, la cual, si se observa atentamente, ¡tampoco existe entre todas estas organizaciones! En Hillmann, Most y los "Jóvenes", se puede distinguir una posible y común aversión hacia las ilusiones sobre el parlamentarismo que van ganando terreno. Mientras que Hillmann siempre formó parte de la Primera Internacional y de la lucha viva de la clase obrera, Most y Hasselmann acabaron inclinándose rápidamente hacia la "propaganda por los hechos" pequeñoburguesa, aislada y desesperada de los actos terroristas, a principios de los años 1880. Los "Jóvenes" no pudieron, con sus ataques personales, igualar la calidad política de Hillmann que había sido un intento serio de impulsar la lucha de clases. A continuación, los "Localistas" y la FVDG que les sucedió fueron, en cambio, durante años un movimiento vivo de la clase obrera. En la oposición sindical, que más tarde hizo surgir el sindicalismo-revolucionario en Alemania, las ideas anarquistas habían tenido una escasa influencia hasta 1908. Se puede no obstante hablar de una verdadera "huella anarquista" en el sindicalismo-revolucionario alemán, que se desarrolló en lo más profundo de los sindicatos socialdemócratas después de la Primera Guerra mundial.
Una oposición organizada en las filas de los sindicatos socialdemócratas en Alemania se formó en marzo de 1892, en Halberstadt, durante el primer congreso sindical tras la abolición de la ley antisocialista. La Comisión general de la central sindical, bajo la dirección de Karl Legien, decretó entonces una separación absoluta entre la lucha política y la económica. Según su punto de vista, la clase obrera organizada en los sindicatos debía limitarse exclusivamente a luchas económicas, mientras que sólo la socialdemocracia -y sobre todo sus diputados en el Parlamento (¡!)- debían poseer la capacidad para tratar las cuestiones políticas.
Pero debido a las condiciones impuestas por los 12 años de la ley antisocialista, los trabajadores organizados en las uniones profesionales estaban acostumbrados a la unión, en la misma organización, de las aspiraciones y de los debates políticos y económicos, unión que además se había ido fraguando con las dificultades de la ilegalidad.
Las relaciones entre la lucha económica y la lucha política fueron ya en aquel entonces el tema del uno de los debates centrales en la clase obrera internacional - ¡y siguen siéndolo sin duda alguna hoy! En una época de maduración de las condiciones para la revolución mundial, con la entrada del capitalismo en su fase de decadencia, se fue imponiendo cada vez más claramente que el proletariado, como clase, ¡podía y debía dar su respuesta a cuestiones políticas como precisamente la de la guerra!
En 1892, la dirección del movimiento sindical alemán, a pesar de la dispersión de varios años en uniones profesionales aisladas debido a la ilegalidad, establece su confederación central sindical -pero al alto precio precisamente de confinar a los sindicatos en la lucha económica. Y ello, no porque era necesario renunciar a la libertad de palabra y reunión sobre cuestiones políticas como durante los años anteriores y bajo la presión de la represión de la ley antisocialista, sino sobre la base de las visiones reformistas y de las ilusiones enormes sobre el parlamentarismo que se iban abriendo más camino cada día. Como sana reacción proletaria a esta política de la dirección de los sindicatos en torno a Legien, se formó en los sindicatos la oposición de los "Localistas". Gustav Kessler desempeñó en ella un papel esencial. Había trabajado en los años 1880 en la coordinación de las uniones profesionales por medio de un sistema de "hombres de confianza" y había participado de manera preponderante en la publicación del órgano sindical Der Bauhandwerker.
Para apreciar a los "Localistas" en su justo valor, en primer lugar se ha de rectificar un error corriente: la palabra "Localistas" parece referirse, con ese nombre, a una oposición cuyo objetivo principal sería ocuparse exclusivamente de los asuntos de la región o cuyo principio sería rechazar toda relación organizativa con la clase obrera de otros sectores o regiones. Esta impresión resalta a menudo en la literatura contemporánea, precisamente la del anarcosindicalismo actual.
Es a menudo difícil evaluar si tal interpretación se debe a la simple ignorancia de la historia o a la voluntad de hacer, retrospectivamente, de los "Localistas" y de la FVDG, organizaciones de tipo anarcosindicalista -como algunas que existen actualmente- con una ideología localista.
La misma crítica es válida también sobre el uso demasiado esquemático de las valiosas descripciones que, como la de Anton Pannekoek, se hicieron sobre los comienzos del sindicalismo revolucionario en Alemania, nacido de las filas del marxismo. Cuando Pannekoek escribe en 1913: "(...) según su práctica, se califican de "Localistas" y así expresan su principio más importante de agitación en contra de la centralización de las grandes federaciones" ([5]), se trata en realidad de un desarrollo en el movimiento obrero alemán que comienza a partir de 1904, con el acercamiento posterior a la idea de las Bolsas del trabajo de la Carta de Amiens francesa (1906), pero que no se refiere al período de los años 1890.
No fueron los principios federalistas de la lucha de clases lo que incitó sobre todo a los Localistas a formar su oposición sindical a la política de Legien. En realidad, las fuerzas dirigentes en los sindicatos adornaban sus discursos con sonoras fórmulas que se referían al concepto de "centralización estricta" de la lucha de la clase obrera para imponer mejor una estricta inhibición política a los trabajadores organizados sindicalmente. Se ha de constatar más bien la aparición de una dinámica opositora nacida de esa situación y que va empujando progresivamente partes de los Localistas hacia ideas federalistas y anticentralizadoras. Y eso es algo muy diferente.
Una centralización que permita la lucha común de la clase obrera y la expresión de la solidaridad más allá de los oficios, sectores y naciones era absolutamente necesaria. Sin embargo, la centralización de las centrales sindicales evocaba con razón para muchos obreros la idea "de órganos de control" en manos de los líderes sindicales reformistas. Lo que, en realidad, fue la base de la constitución de los Localistas, a mediados de los años 1890, fue claramente la indignación contra la inhibición política decretada para los trabajadores!
Nos parece importante, con respecto al nacimiento del sindicalismo revolucionario en Alemania, hacer una precisión relativa a la focalización falsa, y a menudo exclusiva, sobre la cuestión "federalismo contra centralismo", citando los mismos términos empleados por Fritz Kater (uno de los miembros más destacados en los años de la FVDG y de la FAUD):
"El esfuerzo por organizar los sindicatos en Alemania en confederaciones centrales vino acompañado del abandono de toda discusión en las reuniones sobre asuntos públicos y políticos, y muy especialmente de toda influencia del sindicato sobre ellos, para comprometerse exclusivamente en la lucha día a día por mejoras de las condiciones de trabajo y de salarios. Este punto es precisamente la razón principal del rechazo y de la lucha contra el centralismo de la confederación para aquéllos que se llamaron los Localistas. Como revolucionarios socialdemócratas y miembros del partido, consideraban con razón que la lucha llamada sindical por la mejora de la situación de los trabajadores en el marco del orden existente no puede conducirse sin afectar de forma incisiva y determinante a las relaciones de los obreros con el Estado actual y sus órganos de legislación y administración..." ([6]) (subrayado nuestro).
En esta representación falsa de los Localistas como símbolo del federalismo absoluto, las historiografías estalinista y trotskista, y sus ofuscadas críticas, se funden curiosamente con algunos escritos neosindicalistas, que alaban el federalismo como el no va más de la organización.
Incluso Rudolf Rocker, que no vivió en Alemania entre 1893 y 1919 y que después, en la FAUD de los años veinte, elevó efectivamente el federalismo en principio teórico singular, describe así, con honradez y pertinencia, "el federalismo" de los Localistas de 1892:
"Sin embargo este federalismo no era en nada el producto de un concepto político y social como para Pisacane en Italia, Proudhon en Francia y Pi y Margall en España, retomado más tarde por el movimiento anarquista de esos países; se debía sobre todo al intento de superar las disposiciones de la ley prusiana de aquel entonces en materia de asociación que, aunque concedía a los sindicatos puramente locales el derecho de discutir sobre temas políticos en sus reuniones, negaba este derecho a los miembros de las confederaciones centrales" ([7]).
En las condiciones de la Ley antisocialista, acostumbrados a un método de coordinación (¡que también se puede llamar centralización!) por una red "de hombres de confianza", era efectivamente difícil que los Localistas se coordinaran de otra manera más acorde con el cambio de sus condiciones de existencia a partir de 1890. Una tendencia federalista ya aparece seguramente en germen desde 1892. Sin embargo, el federalismo de los Localistas de este período puede describirse, de manera más pertinente, como un intento por hacer una virtud de la necesidad del sistema de "hombres de confianza".
Los Localistas, no obstante, permanecieron aún casi cinco años en las grandes confederaciones sindicales centrales con la voluntad de representar una vanguardia combativa en los sindicatos socialdemócratas y se concebían claramente como parte de la socialdemocracia.
En la segunda mitad de los años 1890, y sobre todo en las huelgas, estallaban cada vez más conflictos abiertos entre los miembros de las uniones profesionales Localistas y las confederaciones centrales, de manera latente pero también violentamente entre los obreros de la construcción en Berlín y en la huelga de los obreros portuarios en 1896-97 en Hamburgo. En esos enfrentamientos, la cuestión central era generalmente la de la entrada en huelga: ¿las propias uniones profesionales podían tomar esta decisión por iniciativa propia o se vinculaba ésta al consentimiento de la dirección de la confederación central? A ese respecto, algo aparece evidente y es que los Localistas reclutaban a sus miembros en los oficios artesanales de la construcción (albañiles de obra y alicatado, carpinteros de obra entre los cuales existía un elevado "orgullo profesional") y, proporcionalmente, mucho menos entre los obreros industriales.
Y, al mismo tiempo, la dirección de la socialdemocracia se inclinaba cada vez más, a partir del final de los años 1890, a aceptar el modelo apolítico de la "neutralidad" de los sindicatos de la Comisión general en torno a Legien. Ante este problema de conflictos en los sindicatos, por distintas razones, el SPD había dudado mucho tiempo y se había expresado con reserva. Aunque los Localistas, en la época del congreso de Halberstadt en 1892, no representaban sino una minoría relativamente pequeña de unos 10 000 miembros (a penas unos 3 % del conjunto de los trabajadores organizados sindicalmente en Alemania), entre ellos habían numerosos viejos sindicalistas combativos ligados estrechamente al SPD. Por miedo de contrariar a estos camaradas al tomar partido de forma unilateral en los debates sindicales, pero sobre todo debido a su propia falta de claridad sobre las relaciones entre la lucha económica y la lucha política de la clase obrera, la dirección de la socialdemocracia permaneció mucho tiempo en la reserva. Fue en 1908 cuando la dirección del SPD abandonó definitivamente a los miembros de la FVDG.
En mayo de 1897, con unos 6800 miembros ([8]), nacía el primer precursor declarado, y organizado independientemente, del futuro sindicalismo-revolucionario en Alemania. O dicho más concretamente: la organización que debía, en los años siguientes, tomar en Alemania la vía del sindicalismo-revolucionario. Con esta fundación de una unión sindical nacional se realizaba una escisión histórica del movimiento sindical socialdemócrata. En el "primer congreso de los sindicatos de Alemania organizados localmente" en Halle, los Localistas declararon su independencia organizativa. El nombre de Unión libre de los sindicatos alemanes ([9]) (FVDG) no se adoptó sino en septiembre de 1901. Su órgano de prensa recién fundado Die Einigkeit, se publicaría hasta la prohibición de la FVDG a principios de la guerra en 1914.
La famosa Resolución del congreso de 1897 elaborada por Gustav Kessler expresa claramente sobre qué comprensión de la lucha política de la clase obrera se basaba la FVDG y sobre sus relaciones con la socialdemocracia:
"1. Toda separación del movimiento sindical de la política socialdemócrata consciente es imposible, si no es a costa de paralizar y condenar al fracaso la lucha por la mejora de la situación de los trabajadores en el terreno del orden actual;
"2. los intentos, vengan de donde vengan, por distender o quebrar la relación con la socialdemocracia, deben considerarse hostiles a la clase obrera;
"3. las formas de organización del movimiento sindical que ponen trabas a la lucha por objetivos políticos deben considerarse erróneas y condenables. El congreso ve en la forma de organización que se dio el partido socialdemócrata de Alemania en el Congreso de Halle en 1890 (habida cuenta de la existencia de la ley en materia de asociación), y también la organización sindical el mejor dispositivo y más idóneo para la consecución de todos los objetivos del movimiento sindical ([10]).
En estas líneas se expresan la defensa de las exigencias políticas de la clase obrera y los fuertes lazos con la socialdemocracia como "organización hermana". La relación con la socialdemocracia se entendía como puente con la política. La fundación de la FVDG, por consiguiente, no manifestaba a nivel programático un rechazo del espíritu de la lucha de clases defendido por Marx, o el marxismo en general, sino al contrario una tentativa de mantener ese espíritu. El deseo formulado por la FVDG de no dejar que se quitara de las manos de los trabajadores "la lucha por objetivos políticos" seguía siendo la fuerza esencial de sus años de fundación.
Los debates en el Cuarto Congreso "de la centralización por los hombres de confianza" en mayo de 1900 muestran la firmeza del compromiso político con la socialdemocracia. La FVDG cuenta entonces con unos 20 000 miembros. Kessler defiende incluso la reivindicación de una fusión posible de los sindicatos y del partido, que se aceptó en una Resolución:
"Las organizaciones política y sindical deben pues unificarse. Eso no puede hacerse inmediatamente, ya que las circunstancias, que son el resultado del desarrollo histórico, son lo que son; pero tenemos probablemente el deber de preparar esta unificación, haciendo que los sindicatos sigan siendo portadores del pensamiento socialista. (...) Quien esté convencido de que la lucha sindical y política es la lucha de clases, que sólo el proletariado mismo debe llevarla a cabo, ése es compañero nuestro y está con nosotros en el mismo barco" ([11]).
Una sana exigencia hay detrás de esa opinión, que se niega a limitarse exclusivamente a la lucha económica por una parte, y, por otra, aspira a vincularse con la mayor organización política de la clase obrera alemana, el SPD. Pero también aparece claramente, en germen, la confusión posterior del sindicalismo revolucionario sobre "la organización unitaria". Una idea que se manifestará en Alemania años más tarde, a partir de 1919, no solamente en el sindicalismo revolucionario, sino también en las "uniones obreras". La visión de la FVDG que aspiraba a la lucha común con la socialdemocracia, que se expresa en la Resolución de 1900, habría de sufrir, sin embargo, ese mismo año, una dura prueba.
Cuando en 1900, en Hamburgo, la Confederación central de sindicatos firma un acuerdo con los empresarios sobre la abolición del trabajo a destajo, una parte de los albañiles concernidos se opuso. Volvieron al trabajo, se les acusó de esquiroles y fueron excluidos de la Confederación central de sindicatos. Los albañiles a destajo se adhirieron entonces a la FVDG. El SPD de Hamburgo exigió inmediatamente la exclusión de esos trabajadores del partido, pero la decisión fue rechazada por un tribunal de mediación del SPD.
Rosa Luxemburg, no por proximidad política con la FVDG, sino porque en su lucha contra el reformismo y sobre todo por el esfuerzo de clarificar las relaciones entre lucha económica y política para la clase obrera, defendió la decisión del tribunal de mediación de no excluir del SPD a los albañiles FVDG de Hamburgo. Exigió "infligir una severa sanción a los albañiles a destajo" ([12]) por haber roto la huelga, pero rechazó vigorosamente el punto de vista burocrático y formalista de admitir como motivo de exclusión inmediata de los trabajadores del partido el haber hecho de esquiroles. La confederación central de los sindicatos socialdemócratas, por su parte, había recurrido varias veces, en las confrontaciones con la FVDG, ¡a romper huelgas! El SPD no debía, según la opinión de Rosa Luxemburg, convertirse en "cancha de enfrentamiento" de los sindicatos. El partido no es el juez de la clase obrera.
Rosa Luxemburg había entendido que detrás de aquel violento asunto sindical de los albañiles de Hamburgo, se ocultaban cuestiones mucho más centrales. Las mismas cuestiones que estaban en el centro de los informes presentados en la FVDG con respecto "a la unificación" del partido y de la organización sindical de masas: la distinción entre una organización política revolucionaria y la forma organizativa de la clase obrera en los momentos de lucha de clases abierta:
"En la práctica eso conduciría en última instancia a la amalgama entre las organizaciones política y económica de la clase obrera, confusión en la que ambas formas de lucha se debilitarían. Su separación externa y su división del trabajo generadas y condicionadas por la historia acabarían por hacerlas retroceder" ([13]).
En 1900, Rosa Luxemburg, como todo el movimiento obrero, no poseía los medios todavía para reflexionar más allá de la forma de organización sindical tradicional de la clase obrera, de modo que consideraba que los sindicatos eran las grandes organizaciones de la lucha de clases económica. Sólo será en los años siguientes cuando la clase obrera se verá ante la tarea de hacer surgir la huelga de masas y los consejos obreros, crisoles revolucionarios en los que se unen la lucha económica y la política.
La unificación de la lucha de la clase obrera, dispersada en Alemania en varios sindicatos de lo más variado, era en efecto históricamente necesaria. Pero ese objetivo no podía ser alcanzado instrumentalizando la autoridad del partido para disciplinar a los trabajadores, como querían las confederaciones centrales. Como tampoco podía serlo con la visión de las "organizaciones unitarias", visión que subestimaba la necesidad de un partido político, idea que comenzó a crecer en las filas de la FVDG. El problema tampoco podía ser solucionado por un "gran sindicato", sino solamente por la unificación de la clase obrera en la propia lucha de clases. El congreso del partido del SPD en Lübeck en 1901 se negó, eso sí gracias a la presión de Rosa Luxemburg y sin duda de manera formalizada, a desempeñar el papel de tribunal de mediación entre la confederación sindical central y la FVDG. No obstante adoptó al mismo tiempo "la Resolución Sonderbund" de Bernstein que amenazaba en el futuro con excluir del partido a toda escisión sindical. El SPD empezaba claramente a tomar sus distancias con la FVDG.
En los años 1900-01, la FVDG sufrió tensiones internas crecientes, principalmente en torno a la cuestión del apoyo financiero mutuo por medio de una caja de huelga unitaria. Se manifestaron fuertes tendencias particularistas y una ausencia de espíritu de solidaridad en sus propias filas. El ejemplo del sindicato de los cuchilleros y forjadores de Solingen es típico: había recibido de la Comisión administrativa de la FVDG un apoyo financiero durante bastante tiempo, pero amenazó con irse inmediatamente cuando se le pidió ayuda financiera para otras huelgas.
De enero de 1903 a marzo de 1904, ante la iniciativa y la presión del SPD, hubo negociaciones discretas entre la FVDG y la confederación sindical central, con objetivo de reintegrar la FVDG en la Confederación central. Las negociaciones fracasaron. En la propia FVDG, estas negociaciones de unificación desencadenaron violentas tensiones entre Fritz Kater, que representaba la tendencia claramente sindicalista que se desarrollará más tarde, e Hinrichsen, que cedía simplemente a la presión de las confederaciones centrales. Provocó una enorme desestabilización entre los trabajadores organizados. ¡Unos 4400 miembros de la FVDG (más del 25 %) pasaron en 1903/04 a la Confederación central! Las negociaciones de unificación fracasadas en un ambiente de gran desconfianza mutua condujeron a un debilitamiento sensible de la FVDG y fueron el primer capítulo de su ruptura histórica con el SPD.
Hasta 1903, les corresponde a los "Localistas" y a la FVDG en Alemania el mérito de expresar la necesidad vital de los trabajadores de no concebir las cuestiones políticas como un "asunto reservado al partido". Así se opusieron claramente al reformismo y a su "delegación de la política a los parlamentarios". La FVDG era un movimiento proletario políticamente muy motivado y combativo, pero heterogéneo y completamente encerrado en el terreno sindical. Al ser una agrupación laxa de pequeñas uniones profesionales sindicales, le era obviamente imposible desempeñar el papel de una organización política de la clase obrera. Para satisfacer su "ímpetu hacia la política", debería haberse acercado con mayor fuerza al ala izquierda revolucionaria del SPD.
Además, la historia de los "Localistas" y de la FVDG pone de manifiesto que es inútil buscar "la hora exacta" del nacimiento del sindicalismo-revolucionario alemán. Éste fue más bien el resultado de un proceso de varios años, durante el cual fue emergiendo una minoría proletaria en el seno de la socialdemocracia y de los sindicatos socialdemócratas.
El reto de la huelga de masas, directamente planteado al sindicalismo-revolucionario, iba a convertirse en otro jalón de su desarrollo en Alemania. El próximo artículo abordará los debates en torno a la huelga de masas y la historia de la FVDG, desde la ruptura definitiva con el SPD en 1908, hasta el estallido de la Primera Guerra mundial.
Mario
(27 de octubre de 2008)
[1]) El Volkstaat era el órgano del Partido obrero socialdemócrata de Alemania, de la tendencia llamada "de Eisenach", bajo la dirección de Wilhelm Liebknecht y de August Bebel.
[2]) Carta de Engels a A. Bebel, 18/28 mazo 1875, en Marx, Engels, Crítica de los Programas de Gotha y Erfurt.
[3]) Ver nuestro folleto los Sindicatos contra la clase obrera.
[4]) Carlos Marx, 1866, Resolución del Primer congreso de la AIT, "Instrucción sobre diversos problemas a los delegados del Consejo central provisional".
[5]) Anton Pannekoek, el Sindicalismo alemán, 1913, traducción nuestra.
[6]) Fritz Kater, "Fünfundzwanzig Jahre Freie -Union arbeiter Deutsclands (Synkalisten)", Der Syndikalist n° 20, 1922 (traducción nuestra).
[7]) Rudolf Rocker, Aus den Memoiren eines deutschen Anarchisten, Ed. Suhrkamp, p. 288 (traducción nuestra).
[8]) Ver también: www.syndikalismusforschung.info/museum.htm [33].
[9]) La gran confederación central de los sindicatos se denominaba oficialmente "Sindicatos libres". La proximidad lingüística con el nombre de la "Unión libre" conduce frecuentemente a confusiones.
[10]) Citado por W. Kulemann, Die Berufvereine, tomo 2, Iéna, 1908, p. 46 (traducción nuestra).
[11]) Acta del FVDG, citada por D. H. Müller, Gewerkschaftliche Versammlungsdemokratie und Arbeiterdelegierte, 1985, p. 159 (traducción nuestra).
[12]) Rosa Luxemburg, Der Parteitag und des hamburger Gewerkschaftsstreit, Gesammelte Werke, tomo 1/2, p. 117 (traducción nuestra).
[13]) ídem, p. 116.
El capitalismo necesita hoy todo un arsenal de mistificaciones ideológicas para sobrevivir. Sistema económico y social en quiebra histórica, el capitalismo ya no tiene nada que ofrecer a la humanidad sino miseria, decadencia y guerra. Para la clase dominante, es necesario ocultar esta realidad e impedir que la clase obrera sea capaz de comprender sus responsabilidades revolucionarias históricas y llevarlas a la práctica. La última patraña que la burguesía mundial se ha sacado de la manga es la green economy (la economía verde). Cada vez más, los expertos de los media, los políticos, los economistas y los hombres de negocios ven la extensión de la economía verde como un componente importante de la recuperación económica. Algunos comparan la green economy con la alta tecnología (high-tech) y la informática por sus potencialidades de transformación de la economía norteamericana. Es casi cómico ver a todas las grandes empresas subirse al vagón "verde", ahora que la ecología está de moda. Incluso los peores contaminadores predican ahora la ecología, como se puede ver en una publicidad televisada en Estados Unidos que afirma que la calefacción de fuel consume poca energía ¡y es buena para el medio ambiente!
Como cualquier otra estafa ideológica, la economía verde tiene cierta relación con la realidad. Existe una preocupación verdadera y de sobra compartida ante el saqueo del entorno y la amenaza muy real de cambios climáticos, con sus efectos potencialmente catastróficos a nivel social. Por otro lado, es un hecho innegable que el frenazo económico destruye empleos por millones en el mundo entero, empeora la pobreza y las privaciones. Este vínculo dramático con la realidad hace que el mito de la green economy sea más pernicioso que una vulgar campaña de propaganda de esas de tres al cuarto.
La burguesía mundial tiene la pretensión absurda de disponer de una alternativa política para salvar la situación, con el fin de cortocircuitar el progreso de la conciencia de clase y el reconocimiento de que el desastre ecológico y la crisis económica ponen al desnudo el carácter anacrónico del capitalismo y plantean muy claramente la necesidad de su derrocamiento. Así pues, la burguesía niega el hecho de que la crisis actual sea una crisis del sistema y avanza la idea de que es un problema que puede ser tratado con políticas diferentes. La economía verde, nos dice, va a revolucionar la economía y a traer la prosperidad.
Las pruebas científicas de la gravedad de la crisis ecológica son abundantes. Según un informe realizado por los consejeros científicos de Barack Obama, el calentamiento climático ya ha causado cambios significativos en las tendencias climáticas en Estados Unidos, implicando mayores precipitaciones, aumento de la temperatura y del nivel del mar, retroceso rápido de los glaciares, prolongación de los periodos de cultivo, modificación del caudal de los ríos ([1]). Este informe prevé que las temperaturas en Estados Unidos podrían aumentar por término medio en 11 °F - algo así como 6 °C - de aquí a finales de siglo. La Conferencia internacional sobre el cambio climático que se celebró en Copenhague en marzo de 2009, informó que: "las sociedades contemporáneas tendrían muchas dificultades para asumir un aumento de temperatura de más 2 °C y que esa subida incrementaría las convulsiones climáticas durante el resto del siglo".
Y que se sepa, ¡6° son tres veces más que 2°!
Una de las principales conclusiones de la Conferencia de Copenhague fue: "Las últimas observaciones confirman que la peor de las previsiones del GIEC está realizándose. Las emisiones han seguido aumentando en grandes cantidades y el sistema climático ya evoluciona fuera de las variaciones naturales en las que se construyeron nuestras sociedades y nuestras economías: la temperatura media en la superficie del planeta, el aumento del nivel de los mares, la dinámica de los océanos y del hielo, la acidificación del océano y los episodios climáticos extremos. Hay un riesgo significativo de que se aceleren muchas tendencias, desembocando en cambios climáticos brutales o irreversibles" ([2]).
Por lo que se refiere a la crisis económica, no es necesario aquí presentar pruebas de la seriedad de la recesión actual. Los propios medios de comunicación burgueses la consideran como la peor crisis económica desde la Gran Depresión. Y como la recesión actual se produce a pesar de la multitud de medidas de salvaguardia y de paliativos capitalistas de Estado implantados tras la Gran Depresión en los años treinta, y que debían haber impedido que semejante desastre económico se reprodujera, se puede afirmar que esta recesión es incluso peor que la de 1929. Ha puesto de rodillas a la mayor y más poderosa economía mundial, Estados Unidos; requirió la casi nacionalización de la banca, el apoyo a todas las finanzas y ha conocido la bancarrota de General Motors, la factoría más importante del mundo. Solía decirse que: "lo que es bueno para General Motors es bueno para Estados Unidos".
La administración Obama anunció primero que el desempleo iba a aumentar en Estados Unidos hasta un 8 % antes de estabilizarse. La realidad ya superó esta predicción excesivamente optimista. Oficialmente, el desempleo ya ha alcanzado un 9,4 %, y el propio Obama reconoce ahora abiertamente que la tasa de desempleo se duplicará antes de que las cosas comiéncen a mejorar. Incluso esas siniestras cifras están por debajo de la realidad. En Estados Unidos, sólo se considera que alguien está desempleado cuando no tiene trabajo y está buscando uno desde hace 30 días. Los parados que no han buscado trabajo durante este período, o que están demasiado desmoralizados para ponerse a buscar unos empleos inexistentes y renuncian a inscribirse se les considera como si ya no fueran fuerza de trabajo. Según el Estado americano, esos "trabajadores desanimados" ya no son trabajadores, de modo que ¡no pueden ser desempleados!
Los trabajadores que perdieron su empleo y no pueden encontrar otro a tiempo completo pero bregan para encontrar un empleo subalterno a tiempo parcial para sobrevivir - bautizados "obreros a tiempo parcial no voluntarios" - ya no se consideran como parados ni tampoco como subempleados. Si tienen un trabajo a tiempo parcial de 10 horas por semana como mínimo, se les considera "con trabajo"; es más, a esos empleos a tiempo parcial se les considera como "empleos" en las estadísticas que contabilizan la cantidad de empleos en la economía. Así por ejemplo, una ayudante de educación especializada, de 59 años, que fue despedida y perdió su empleo hace nueve meses, y que ahora tiene cuatro a tiempo parcial, no solo no es considerada como desempleada por el Gobierno, sino que, por sí sola, contabiliza cuatro empleos nuevos en la economía. Trabajando de profesor de gimnasia en cinco clases por semana, de ayudante técnico-sanitario, de enfermera a domicilio para una persona discapacitada y de profesor de gimnasia para clientes privados, logra cobrar 750 $ al mes, lo que no es de mucha ayuda, puesto que su reembolso inmobiliario mensual es de 1000 $ ([3]).
El Labor Departement americano (ministerio de Trabajo) reconoce que existían 9,1 millones "obreros a tiempo parcial no voluntarios" en mayo y que si se contabilizaran los obreros "desanimados" y el tiempo parcial no deseado en el cálculo del desempleo, éste no sería 9,4 % sino qua alcanzaría 16,4 %. Incluso los pronosticadores más optimistas preven que el "pleno" empleo (definido en el 6 % de desempleo) quizás no volverá a Estados Unidos antes de 2013 o 2014.
La mistificación de la green economy fue un elemento central en la campaña presidencial de Obama. Durante el segundo debate presidencial, en octubre de 2008, Obama dijo: "si creamos un ahorro de nuevas energías, podemos fácilmente crear cinco millones de empleos nuevos".
Más concretamente, su sitio web de campaña prometía "crear cinco millones de nuevos empleos invirtiendo de manera estratégica 150 mil millones de dólares durante los diez próximos años con el fin de catalizar los esfuerzos de cada uno para construir la energía limpia del futuro" ([4]).
En su programa, la propuesta de economía verde de Obama/Biden incluye los siguientes puntos:
- de aquí a diez años, ahorrar más petróleo que el que se importa actualmente de Oriente Medio y Venezuela;
- de aquí al 2015, tener más de un millón de coches de motor híbrido por las carreteras;
- garantizar que un 10 % de la electricidad proceda de fuentes renovables de aquí a 2012, 25 % en 2025;
- establecer en toda la economía un programa cap-and-trade (de limitación y tasas por contaminación) con el fin de reducir la emisión de gas de efecto invernadero en el 80 % de aquí a 2050 ([5]).
En febrero del 2009, el Congreso adoptó el plan de recuperación económica de Obama que se distinguía por un presupuesto de 80 millones para estimular los gastos en el desarrollo de fuentes de energía alternativas y demás iniciativas ecológicas; ese plan "se vendió" muy bien a los grupos ecologistas como un anticipo sobre la green economy. Sin embargo, a pesar del triunfalismo de estos grupos, los miserables 80 millones significan matemáticamente que Obama debe gastar todavía "de forma estratégica" 149,92 mil millones ([6]) en los 9 próximos años para cumplir con su promesa de economía verde.
La patraña de la economía verde no es un fenómeno únicamente norteamericano. Según un militante ecologista europeo, "la economía limpia está a punto de emprender el vuelo" ([7]). La Unión Europea fomenta activamente la inversión en la industria verde. Los países europeos introdujeron sus propios programas cap-and-trade sobre el dióxido de carbono en 2005. Alemania promulgó la ley sobre la energía renovable alemana e introdujo un programa de feed-in tariffs (FITs) ([8]) incitando a inversiones en energía limpia. En Canadá, la provincia del Ontario adoptó una medida sobre el modelo del FIT alemán. En Gran Bretaña, los esfuerzos por promover inversiones buenas para el medio ambiente están en el centro de los planes de recuperación económica. Australia quiere aumentar los empleos verdes en un 3000 % en las próximas décadas. Alemania, España y Dinamarca han favorecido programas de energía eólica. Alemania y España también apoyan empresas de energía solar.
La Green Economy no es la poción mágica que salvará el capitalismo de sí mismo. Las comparaciones entre la economía verde y lo que se llamó la "revolución industrial" son falsas. No será una revolución tecnológica lo que transformará la sociedad como lo hizo la revolución industrial al permitir superar la producción natural y desarrollar la industria moderna, bajar los costes y aumentar la producción, elevar el nivel de vida. Cuando el capitalismo era un sistema históricamente progresivo, capaz de desarrollar las fuerzas productivas, cuando nacían nuevas tecnologías y nuevas industrias, eso producía millones de nuevos empleos, a costa de destruir los antiguos y las viejas industrias. Pero hoy, en una crisis global de sobreproducción, la tecnología informática, a pesar de que haya sido capaz de reducir los costes de producción y aumentar la productividad, no revolucionó la economía, no permitió al sistema superar su crisis económica sino, al contrario, empeoró la crisis de sobreproducción.
Es un error total imaginarse que reparar los estropicios provocados por el capitalismo durante el siglo pasado sería la base del progreso económico. Es como si se afirmase que el huracán Katrina, que devastó Nueva Orleans en 2004, fue bueno para la economía porque creó millones de nuevos empleos en la construcción e hizo posible el crecimiento económico. Este tipo de juegos malabares ideológicos no funciona más que si se saca de la ecuación todo el sufrimiento humano (las muertes, la pobreza) y la destrucción de las fuerzas productivas, de las viviendas, de las escuelas, de los hospitales, etc., que causó Katrina. Reparar algo roto no es en nada una "revolución" de la economía.
De todas formas, toda la campaña sobre la economía verde que crearía nuevos empleos es absurda. Un estudio, encargado por la Asociación estadounidense de Alcaldes, prevé un aumento de los empleos verdes de unos 750 000 actuales a 2,5 millones en 2018, o sea un aumento de 1 750 000 empleos - mucho más modesto que los 5 millones previstos por Obama. Sin embargo, investigadores de universidades, del York College en Pensilvania, de las Universidades de Illinois y de Arlington Texas, impugnaron las predicciones de los alcaldes por estar muy sobrevaloradas, ya que inflaron el número de empleos con puestos administrativos interinos que no tenían la menor relación directa con la producción de energía limpia. Y aunque las pretensiones exageradas de Obama fuesen justas, 5 millones de nuevos empleos verdes en los diez próximos años distan mucho de compensar los efectos pasados y futuros de la recesión en Estados Unidos. Desde que comenzó la recesión en diciembre del 2007, la economía norteamericana ha perdido casi 6 millones de empleos por despidos y necesita entre 125 000 a 150 000 nuevos empleos al mes - o 1 500 000 a 1 800 000 por año - solo para absorber los nuevos trabajadores en edad de entrar en el mundo del trabajo y mantener un nivel estable de desempleo. Así que los pretendidos cinco millones de nuevos empleos que se deberían crear "fácilmente" en los diez próximos años, ¡ni siquiera compensarán todos los empleos destruidos durante los 18 últimos meses de recesión!
Los nuevos empleos verdes tampoco compensarían los que desaparecerían en las industrias del petróleo, de refinado, de carbón, nuclear y del automóvil debido al abandono a gran escala de las energías fósiles. El programa tan elogiado de cap-and-trade, que permite a las empresas contaminantes seguir comerciando con la autorización de contaminar, y que es aplicable en Europa desde hace cuatro años, aún debe mostrar sus efectos beneficiosos puesto que los niveles de emisiones aumentaron en esos países.
Las empresas capitalistas no se convertirán a prácticas e inversiones buenas para el medio ambiente si no hay beneficios que realizar. Estas nuevas tecnologías, al implicar enormes inversiones preliminares de investigación y desarrollo, han de poder proporcionar muchas ganancias. La única forma para que los Gobiernos puedan promover la green economy sería introducir medidas de disuasión ante la continuación del uso de energías fósiles, y de incitación para invertir en la economía verde. Las fuerzas llamadas "de libre mercado" nunca permitirán que eso ocurra, sólo lo podría permitir una política de intervención capitalista de Estado, lo que significaría un aumento de los impuestos sobre la utilización de las tecnologías de energía fósil, el aumento de los costes de producción de las mercancías según los procesos industriales clásicos, y el aumento de los precios para los consumidores. Eso también supone subvenciones de los Gobiernos y reducciones de impuestos para las empresas de tecnología verde. Claro está, todo eso sería financiado a costa de la clase obrera, que tendrá que pagar más caro los bienes de consumo "limpios" y también más impuestos para financiar las subvenciones y compensar las rentas perdidas debido a las reducciones de impuestos. En fin de cuentas, la economía verde que pretende "revolucionar" la economía y salvar el mundo del desastre ecológico no es sino otra manera de repercutir la austeridad sobre la clase obrera y bajar más aún su nivel de vida.
El capitalismo mundial es completamente incapaz de cooperar para hacer frente a la amenaza ecológica. En particular en este período de descomposición social, con la tendencia creciente de cada nación a jugar su propia baza en la partida internacional, a la competencia de cada cual contra los demás, tal cooperación es imposible. Si Estados Unidos fue criticado por su negativa a participar en el Protocolo de Kyoto que quería reducir las emisiones de carbono, por su parte las naciones que participaron con entusiasmo en el Tratado no hicieron nada por reducir los gases de efecto invernadero en la última década. Incluso cuando el capitalismo "intenta" aplicar soluciones a la crisis medioambiental, la cuestión de la ganancia juega irracionalmente para socavar el bienestar social. El ejemplo desastroso de lo que ha ocurrido con el paso, motivado por la ganancia, a la producción de etanol como energía alternativa a partir del maíz es edificante: se animó a gran parte del sector agroalimentario a producir maíz para el etanol y no para la alimentación, contribuyendo así a la escasez global de alimentos. Y ante tal situación han estallado motines del hambre por el mundo entero. Ahí tenemos uno de los signos anunciadores de lo que la green economy capitalista reserva a la humanidad.
La green economy no es sino una cortina de humo, una campaña ideológica para pretender darle un rostro humano al capitalismo. En su afán de ganancias, el capitalismo ha desfigurado el medio ambiente. La calamidad ecológica que creó el capitalismo es una prueba más del que ha ido más allá de su tiempo útil y que ha llegado la hora en que es necesario quitárselo de en medio. La economía verde es una respuesta cínica de la clase dominante que pretende poder solucionar un problema cuando éste es la emanación directa del propio carácter de su sistema. La distancia que separa la promesa de la green economy de la realidad es tan grande como grotesca. Y no solamente en lo que a empleos se refiere. Van a comercializar productos alimenticios ecológicos que pretenden ser más naturales, más biológicos, pero cuyo precio va mucho más allá de lo que puede comprar un obrero medio. Otro ejemplo: para ahorrar energía, se pretende sustituir las bombillas incandescentes por lámparas fluorescentes, pero éstas contienen mercurio, desastroso para el medio ambiente si no se utiliza de manera controlada.
Sea cual sea el embalaje ideológico, el capitalismo está hecho para generar ganancias, no para responder a las necesidades de los hombres.
El capitalismo no tiene ninguna solución para evitar la crisis económica y la del medio ambiente. Solo el proletariado tiene la capacidad de salvar el futuro de la humanidad - destruyendo este sistema predador, de explotación del hombre por el hombre basado en una búsqueda incesante de ganancias y sustituyéndolo por una sociedad en la que satisfacer las necesidades sociales sea el principio preponderante de la vida económica y social. Toda esa palabrería sobre la economía verde o negra es absurda. Sólo una economía roja dará un futuro a la humanidad.
J. Grevin
[1]) Según la ley, la Casa Blanca debe producir un informe sobre el impacto del recalentamiento climático, pero ningún informe se ha hecho desde el año 2000, cuando aún estaba en el poder la administración Clinton/Gore. La administración Bush - debido a sus vínculos con la industria de la energía y sus amiguetes de derecha contrarios a las normas anticontaminación - se negó a producir ese informe a lo largo de sus ocho años en el poder. Hasta que el International Panel on Climate Change (IPCC) - Grupo de expertos intergubernamental sobre la evolución del clima (GIEC) - no entregó su informe en el que se afirma que el recalentamiento climático es inevitable, la administración Bush consideraba la cuestión como un problema científico "abierto", provocando la consternación de los científicos profesionales del Environmental Protection Agency y lel National Oceanic and Atmospheric Administration (NOAA) cuyos informes fueron censurados o destruidos durante los años Bush.
[2]) "Key messages from the Congress", https://climatecongress.ku.dk/newsroom/congress_key_messages/
[3]) De Pass Dee, "More Workers Fall Back on Part-Time ‘Survival' Jobs", Star Tribune, Minneapolis, MN), 21 junio de 2009.
[4]) www.barackobama.com [39]
[5]) Idem.
[6]) Los 150 mil millones prometidos en el debate electoral a los que se restan los 80 millones ya asignados en febrero de 2009.
[7]) WWF: "Green Economy Creates Jobs", https://en.cop15.dk/news/view+news?newsid=1555 [40]
[8]) Tarifas impuestas a las compañías para la compra de electricidad de fuentes renovables.
Bangladesh, China, España, Inglaterra...
Desde 1929, nunca una crisis económica había afectado con tal violencia al proletariado mundial. El desempleo y la miseria estallan por todas partes. Esta situación dramática causa un fuerte sentimiento de cólera entre los obreros. Pero transformar esa rabia en combatividad es hoy muy difícil ¿Qué hacer cuándo cierra la fábrica? ¿Cómo luchar? ¿Qué tipos de huelgas y acciones llevar a cabo? Y para todos los que siguen teniendo trabajo, ¿cómo resistir a las bajas de salarios, a las horas extras gratuitas y al aumento de los ritmos, cuando el patrón ejerce ese chantaje odioso "es eso o a la calle, hay millares fuera esperando tu puesto"? La brutalidad de esta recesión es una fuente de angustia terrible, e incluso paralizante, para las familias obreras.
Y sin embargo, estos últimos meses, han estallado huelgas importantes:
Cuando, en junio, Total anunció el despido de 51, y luego de 640 empleados, los obreros pudieron basarse en esa experiencia reciente. La nueva ola de luchas estalló en efecto inmediatamente sobre una base mucho más clara: solidaridad con todos los obreros despedidos. Y, rápidamente, estallaron huelgas salvajes por todo el país. "Obreros de las centrales eléctricas, de las refinerías, de las fábricas en Cheshire, Yorkshire, Nottinghamshire, Oxfordshire, en el País de Gales del Sur y Teesside cesaron el trabajo para mostrar su solidaridad" (The Independent del 20 de junio). "También hubo señales de que la huelga se extendía a la industria nuclear, puesto que FED Energy dijo que los obreros eventuales del reactor de Hickley Point, en Somerset, habían cesado el trabajo" (Times). La fracción más antigua de proletariado mundial puso de manifiesto en esta ocasión que la fuerza de la clase obrera reside sobre todo en su capacidad para unirse y ser solidaria.
Todas esas luchas pueden parecer poca cosa en comparación de la gravedad de la situación. Y, efectivamente, el futuro de la humanidad pasa necesariamente por combates proletarios de otra amplitud y masividad. Pero si la crisis económica actual ha actuado hasta ahora como un golpe que ha dejado al proletariado bastante aturdido, sigue siendo sin embargo el terreno más fértil para el desarrollo futuro de la combatividad y de la conciencia obreras. En este sentido, estos ejemplos de luchas, que llevan en sí el germen de la unidad, la solidaridad y la dignidad humana, son otras tantas promesas para el futuro.
Mehdi (8 de julio de 2009)
[1]) Fuente: https://dndf.org/?p=4049 [42] (en "Noticias del frente").
[2]) Para más información sobre esta lucha, véase nuestro artículo "Vigo: Los métodos sindicales conducen à la derrota", (https://es.internationalism.org/node/2585 [43]).
Anton Pannekoek
El artículo que publicamos aquí es la segunda parte del folleto de Anton Pannekoek, Marxismo y Darwinismo del que hemos publicado los primeros capítulos en el número anterior de esta Revista. Esta segunda parte explica la evolución del Hombre en tanto que especie social. Pannekoek se refiere con razón al segundo gran libro de Darwin, El origen del hombre (1871), afirmando claramente que el mecanismo de la lucha por la existencia mediante la selección natural, desarrollada en El origen de las especies no puede aplicarse esquemáticamente a la especie humana como el propio Darwin lo demostró. En todos los animales sociales y más todavía en el Hombre, la cooperación y la ayuda mutua son la condición de la supervivencia colectiva del grupo en cuyo seno no se elimina a los más débiles, sino que, al contrario, se les protege. El motor de la evolución de la especie humana no es, pues, la lucha competitiva por la existencia y la ventaja para los individuos más adaptados a las condiciones del entorno, sino el desarrollo de sus instintos sociales.
El folleto de Pannekoek demuestra que el libro de Darwin, El origen del Hombre, desmiente categóricamente la ideología reaccionaria del "darwinismo social" preconizado sobre todo por Herbert Spencer (y el eugenismo de Francis Galton), el cual se servía del mecanismo de la selección natural descrito en El origen de las especies, para dar una especie de garantía científica a la lógica del capitalismo, basada en la competencia, la ley del más fuerte y la eliminación de los "menos aptos". A todos los "darwinistas sociales" de ayer y hoy (a los que Pannekoek designa con la expresión "darwinistas burgueses"), Pannekoek responde muy claramente, basándose en Darwin, que:
"Esto aclara de una manera muy diferente el modo de ver de los darwinistas burgueses. Estos proclaman que sólo la eliminación de los débiles es natural y que es necesaria para impedir la degeneración de la raza. Y dicen por otro lado, que proteger a los débiles es antinatural y contribuye en la decadencia la raza. ¿Y qué es lo que en realidad vemos? En la propia naturaleza, en el mundo animal, constatamos que se protege a los débiles, que estos no se mantienen gracias a su propia fuerza personal, y que no se les separa a causa de esa debilidad individual. Esto no debilita al grupo, sino que le da una fuerza nueva. El grupo en el que la ayuda mutua se desarrolla mejor es el más apto para protegerse en los conflictos. Lo que, según el concepto obtuso de esos darwinistas, sería un factor de debilidad, es en realidad lo contrario, un factor de fuerza contra el que los individuos fuertes que realizan la lucha individualmente no podrían competir"
En esta segunda parte de su folleto, Pannekoek examina también, con gran rigor dialéctico, cómo la evolución del Hombre le permitió apartarse de su animalidad y de ciertas contingencias del la naturaleza, gracias al desarrollo conjunto del lenguaje, del pensamiento y de las herramientas. Sin embargo, recogiendo el análisis desarrollado por Engels en su artículo inacabado "El papel del trabajo en el proceso de transformación del simio en hombre" (publicado en Dialéctica de la naturaleza), tiende a subestimar el papel fundamental del lenguaje en el desarrollo de la vida social de nuestra especie.
Este artículo lo redactó Pannekoek hace un siglo y, evidentemente, no podía integrar los descubrimientos científicos recientes, en particular en primatología. Los estudios recientes sobre el comportamiento social de los simios antropoides nos permiten afirmar que el lenguaje humano no se seleccionó en primer lugar para la fabricación de herramientas (como parece pensarlo Pannekoek, siguiendo a Engels) sino, primero, para consolidar los vínculos sociales, sin los cuales los primeros seres humanos no habrían podido comunicar especialmente para construir resguardos, protegerse de los predadores y de las fuerzas de la naturaleza hostiles, y luego trasmitir sus conocimientos de una generación a otra.
Aunque el texto de Pannekoek proporciona un marco muy bien argumentado del proceso de desarrollo de las fuerzas productivas desde la fabricación de las primeras herramientas, tiende a reducirlas a la satisfacción de las necesidades biológicas del Hombre (saciar el hambre especialmente), olvidándose así del surgimiento del arte (que apareció muy pronto en la historia de la humanidad), etapa también fundamental en la separación de la especie humana del reino animal.
Por otra parte si, como ya hemos visto, Pannekoek explica muy sintéticamente pero con una claridad y una sencillez notables, la teoría darwiniana de le evolución del Hombre, no va, a nuestro parecer, lo bastante lejos en la comprensión de la antropología de Darwin. No pone de relieve, en especial, que con la selección natural de los instintos sociales, la lucha por la existencia seleccionó comportamientos anti-eliminatorios que dieron origen a la moral ([1]). Al realizar una ruptura entre moral natural y moral social, entre naturaleza y cultura, Pannekoek no comprendió totalmente la continuidad que hay entre la selección de los instintos sociales, la protección de los débiles mediante la ayuda mutua, y todo lo que permitió al Hombre entrar en el camino de la civilización. Fue precisamente la extensión de la solidaridad y la conciencia de pertenecer a la misma especie lo que permitió a la Humanidad, en cierto estadio de su desarrollo, enunciar bajo el Imperio romano (como lo menciona por otra parte el texto de Pannekoek) esta fórmula del cristianismo: "Todos los hombres son hermanos".
Las conclusiones falsas sacadas por Haeckel y Spencer sobre el socialismo no son, ni mucho menos, sorprendentes. El darwinismo y el marxismo son dos teorías diferentes, una se aplica al reino animal y la otra a la sociedad. Se completan en el sentido de que el mundo animal se desarrolla según las leyes de la teoría darwinista hasta la etapa del hombre y a partir del momento en que éste se extrae del mundo animal, es el marxismo el que expone la ley del desarrollo. Cuando se quiere hacer pasar una teoría de un dominio a otro, para los cuales se aplican leyes diferentes, lo único que se sacan son deducciones erróneas.
Así ocurre cuando queremos descubrir, a partir de las leyes de la naturaleza, qué forma social es natural y más acorde con la naturaleza, y eso es exactamente lo que han hecho los darwinistas burgueses. Han deducido de leyes que gobiernan el mundo animal, que es donde se aplica la teoría darwiniana, que el orden social capitalista, que estaría en conformidad con dicha teoría, es el orden natural y que debe durar para siempre. Por otro lado, también había socialistas que querían probar del mismo modo que el sistema socialista es el sistema natural. Esos socialistas decían:
"Bajo el capitalismo, los hombres no llevan a cabo la lucha por la existencia con armas idénticas, sino con armas artificialmente desiguales. La superioridad natural de quienes son más sanos, más fuertes, más inteligentes o mejores moralmente no podrá predominar en manera alguna mientras el nacimiento, la clase social y sobre todo la posesión de dinero determinen esa lucha. El socialismo, al suprimir esas desigualdades artificiales, hace que las condiciones sean igual de favorables para todos y sólo entonces la verdadera lucha por la existencia prevalecerá, y en ella lo mejor de cada persona será el factor decisivo. Según los principios darwinianos, el modo de producción socialista será el verdaderamente natural y lógico".
Como crítica a las ideas de los darwinistas burgueses, esos argumentos podrán ser no muy malos, pero son tan erróneos como éstos. Ambas demostraciones opuestas son tan erróneas una como la otra, pues ambas se basan en la misma premisa, superada ya hace mucho, y es que existiría un único sistema social natural y lógico.
El marxismo nos ha enseñado que ni existe ni existirá nunca un sistema social natural o, diciéndolo de otra manera, todo sistema social es natural, pues cada sistema social es necesario y natural en unas condiciones determinadas. No existe ningún sistema social que pueda reivindicar el ser natural; los sistemas sociales se suceden unos a otros en función del desarrollo de las fuerzas productivas. Cada sistema es pues el sistema natural para su época en particular, como el siguiente lo será para la época posterior. El capitalismo no es el único orden natural, como lo cree la burguesía y ningún sistema socialista mundial es el único orden natural como algunos socialistas intentan demostrar. El capitalismo era natural en las condiciones del siglo xix, como lo fue el feudalismo en la Edad Media, y como será el socialismo en la fase de desarrollo futuro de las fuerzas productivas. Intentar promover un sistema determinado como único sistema natural es tan insustancial como decir que tal animal es el más perfecto de los todos los animales. El darwinismo nos enseña que cada animal también se adapta a su entorno particular. De igual modo, el marxismo nos enseña que cada sistema social se adapta a sus condiciones y que, en ese sentido, puede calificarse de bueno y perfecto.
Ahí está la razón por la que los intentos de los darwinistas burgueses por defender el sistema capitalista decadente van a fracasar. Los argumentos basados en la ciencia de la naturaleza cuando se aplican a cuestiones sociales, desembocan casi siempre en conclusiones erróneas. En efecto, mientras que la naturaleza no ha cambiado en sus grandes líneas durante la historia de la humanidad, la sociedad humana, en cambio, ha sufrido cambios rápidos y continuos. Para comprender la fuerza motriz y la causa del desarrollo social, debemos estudiar la sociedad como tal. El marxismo y el darwinismo deben cada uno mantenerse en su propio ámbito; son independientes el uno del otro y no existe ningún vínculo directo entre ellos.
Aquí surge una cuestión de la primera importancia. ¿Podemos quedarnos en la conclusión de que el marxismo sólo se aplicaría a la sociedad y el darwinismo sólo al mundo orgánico y que ni aquella ni esta teoría podrían aplicarse al otro ámbito? Desde un punto de vista práctico es muy cómodo tener un principio para el mundo humano y otro para el mundo animal. Sin embargo, si adoptamos ese enfoque, nos olvidamos de que el hombre también es un animal. El hombre se ha desarrollado a partir del animal y las leyes que rigen el mundo animal no pueden, de repente, perder su aplicación al hombre. Es cierto que el hombre es un animal muy particular, pero si es así es necesario encontrar a partir de esas mismas particularidades, por qué los principios aplicados a todos los animales no se aplican a los hombres, o por qué adoptan una forma diferente.
Tocamos aquí otro problema. A los darwinistas burgueses no se les plantea ese problema; declaran simplemente que el hombre es animal y se lanzan sin más reservas a aplicar los principios darwinianos a los hombres. Ya hemos visto a qué conclusiones erróneas llegan. Para nosotros la cuestión no es tan simple; debemos primero tener una visión clara de las diferencias que existen entre hombres y animales y luego, a partir de esas diferencias, debe deducirse la razón por la que, en el mundo humano, los principios darwinianos se transforman en principios totalmente diferentes, o sea, los del marxismo.
La primera particularidad que observamos en el hombre es que es un ser social. En esto no es diferente de todos los animales, pues entre estos hay muchas especies que viven de manera social. Pero el hombre difiere de todos los animales hasta ahora observados en la teoría darwiniana, en que esos animales viven separadamente, cada uno para sí y que luchan contra todos los demás para subvenir a sus necesidades. No es a los animales predadores que viven de manera separada, que son los modelos de los darwinianos burgueses, a los que debe compararse el hombre, sino a los que viven socialmente. La sociabilidad es una fuerza nueva a la que hasta ahora no hemos tenido en cuenta; una fuerza que requiere nuevas relaciones y nuevas cualidades en los animales.
Es un error considerar la lucha por la existencia como la fuerza única y omnipotente que haya dado forma al mundo orgánico. La lucha por la existencia es la fuerza principal que origina las nuevas especies, pero el propio Darwin sabía muy bien que hay otras fuerzas que cooperan y dan forma, hábitos y particularidades al mundo orgánico. En su libro tardío, El origen del hombre, Darwin trató con detalle la selección sexual, demostrando que la competencia de los machos por las hembras dio origen a los colores variopintos de las aves y las mariposas y también al melodioso trino de los pájaros. Y dedicó todo un capítulo a la vida social. También hay muchos ejemplos sobre este tema en el libro de Kropotkin, La ayuda mutua, factor de evolución. La mejor exposición sobre los efectos de la sociabilidad se encuentra en La ética y el concepto materialista de la historia de Kautsky.
Cuando cierta cantidad de animales vive en grupo, en rebaño o en bandada, llevan en común la lucha por la existencia contra el mundo exterior; en el interior, el grupo cesa la lucha por la existencia. Los animales que viven socialmente ya no entablan combates entre sí en los que sucumben los más débiles; ocurre lo contrario, los débiles disfrutan de las mismas ventajas que los fuertes. Cuando unos animales poseen la ventaja de un olfato más fino, una fuerza mayor o más experiencia que les permite encontrar los mejores pastos o evitar al enemigo, esas ventajas no sólo les favorecen a ellos sino al grupo, incluidos los individuos menos dotados. El que los individuos menos dotados se unan a los más capacitados les permite superar, hasta cierto punto, las consecuencias de sus capacidades menos favorables.
Poner en común las diferentes fuerzas sirve al conjunto de los miembros, proporciona al grupo un poder nuevo y mucho más importante que el de un solo individuo, incluso el más fuerte. Gracias a esa fuerza unida los animales herbívoros sin defensa pueden protegerse contra los animales predadores. Sólo mediante esa unidad algunos animales son capaces de proteger a sus crías. La vida social es enormemente provechosa para todos los miembros del grupo.
Otra segunda ventaja de la sociabilidad viene de que cuando los animales viven socialmente hay una posibilidad de división del trabajo. Esos animales mandan avanzadillas o ponen centinelas cuya tarea es proteger la seguridad de todos, mientras que otros siguen pastando o cosechando tranquilamente pues cuentan con sus vigías para ser advertidos si hay peligro.
Una sociedad animal así se convierte, en ciertos aspectos, en una unidad, un solo organismo. Evidentemente, sus relaciones son mucho más laxas que las existentes entre las células de un solo cuerpo animal; en efecto, los miembros siguen siendo iguales entre sí - sólo entre las hormigas, las abejas y otros pocos insectos se desarrolla una diferenciación orgánica - y son capaces, en condiciones más desfavorables evidentemente, de vivir aislados. Sin embargo, el grupo se transforma en un cuerpo coherente, y debe existir cierta fuerza que vincula a los diferentes miembros entre sí.
Esa fuerza no es otra que las razones sociales, el instinto social que mantiene a los animales reunidos, que les permiten que el grupo se perpetúe. Cada animal debe poner el interés del grupo por encima de los suyos propios; debe actuar siempre instintivamente en beneficio del grupo sin consideración por sí mismo. Si cada herbívoro débil sólo pensara en sí mismo huyendo cuando lo ataca una fiera, el rebaño reunido se vuelve a desperdigar. Solo cuando el impulso fuerte del instinto de conservación es frenado por el impulso más fuerte de la unión, cuando cada animal arriesga su vida por proteger la de todos, sólo entonces el rebaño resiste y se aprovecha de las ventajas de mantenerse agrupado. El sacrificio de sí, el valor, la entrega y la fidelidad deben surgir de esta manera, pues allí donde esas cualidades no existen, se disuelve la cohesión. La sociedad no puede existir donde no existen esas cualidades.
Esos instintos, por mucho que tengan su origen en los hábitos y la necesidad, se refuerzan con la lucha por la existencia. Cada rebaño animal está en competencia permanente con los mismos animales de un rebaño diferente; los rebaños mejor adaptados para resistir al enemigo sobrevivirán y los menos dotados desaparecerán. Los grupos en los que el instinto social se desarrolla mejor podrán mantenerse mejor, mientras que el grupo en el que el instinto social se ha desarrollado poco acabará siendo una presa fácil para sus enemigos o no será capaz de encontrar los pastos necesarios para su supervivencia. Esos instintos sociales se convierten así en los factores más importantes y decisivos que determinan quién sobrevivirá en la lucha por la vida. Por eso se ha puesto a los instintos sociales en el lugar más elevado de los factores predominantes en la lucha por la supervivencia.
Esto aclara de una manera muy diferente el modo de ver de los darwinistas burgueses. Estos proclaman que sólo la eliminación de los débiles es natural y que es necesaria para impedir la degeneración de la raza. Y dicen por otro lado, que proteger a los débiles es antinatural y contribuye en la decadencia la raza. ¿Y qué es lo que en realidad vemos? En la propia naturaleza, en el mundo animal, constatamos que se protege a los débiles, que estos no se mantienen gracias a su propia fuerza personal, y que no se les separa a causa de esa debilidad individual. Esto no debilita al grupo, sino que le da una fuerza nueva. El grupo en el que la ayuda mutua se desarrolla mejor es el más apto para protegerse en los conflictos. Lo que, según el concepto obtuso de esos darwinistas, sería un factor de debilidad, es en realidad lo contrario, un factor de fuerza contra el que los individuos fuertes que realizan la lucha individualmente no podrían competir. La raza, pretendidamente degenerante y corrompida, se lleva la victoria confirmándose en la práctica que es la más hábil y la mejor.
Aquí vemos primero hasta qué punto las afirmaciones de los darwinistas burgueses son obtusas, reveladoras de mentes estrechas y no científicas. Hace derivar sus leyes naturales y sus conceptos de lo que es natural en una parte del mundo animal a la que menos se parece el hombre, la de los animales solitarios, mientras que dejan de lado la observación de los animales que viven prácticamente en las mismas circunstancias que el hombre. La explicación puede encontrarse en sus propias condiciones de vida; pertenecen a una clase en la que cada uno está en competencia individual con los demás, de modo que no ven en los animales más que la forma de la lucha por la vida que se parece a la lucha de la competencia burguesa. Por eso desdeñan las formas de lucha que son de la mayor importancia para los humanos.
Cierto es que los darwinistas burgueses son conscientes de que todo, en el mundo animal como en el humano, no se reduce a puro egoísmo. Los científicos burgueses dicen a menudo que en todo humano conviven dos sentimientos: el egoísta o amor de uno mismo y el altruista o amor de los demás. Pero como no conocen el origen social de ese altruismo, no pueden comprender ni sus límites ni sus condiciones. El altruismo, para ellos, es una idea muy imprecisa que no saben manejar.
Todo lo que se aplica a los animales sociales puede aplicarse también al hombre. Nuestros antepasados se parecían a los simios y los hombres primitivos que les sucedieron eran animales débiles, sin defensa, que, como todos los monos vivían en tribus. En ellos debieron aparecer los mismos impulsos y los mismos instintos sociales que más tarde, en el hombre, se desarrollarían con la forma de sentimientos morales. Es algo evidente y conocido de todos que nuestras costumbres y nuestra moral no son otra cosa sino sentimientos sociales, sentimientos que encontramos en animales; Darwin también habló ya de "costumbres relacionadas con sus comportamientos sociales que en el hombre se llamará moral". La diferencia estriba únicamente en el grado de conciencia; en cuanto esos sentimientos sociales se vuelven conscientes para los hombres, toman el carácter de sentimientos morales. Vemos aquí que la idea moral - que los autores burgueses consideran como la diferencia principal entre hombres y animales- no es algo propio de los hombres, sino que es un producto directo de las condiciones existentes en el mundo animal.
El que los sentimientos morales no se extiendan más allá del grupo social al que el animal o el hombre pertenecen se debe a la naturaleza de sus orígenes. Esos sentimientos están al servicio de la finalidad práctica de preservar la cohesión del grupo; más allá, son inútiles. En el mundo animal, la extensión y la naturaleza del grupo social están determinadas por las circunstancias de la vida, y, por lo tanto, el grupo sigue siendo casi siempre el mismo. En los hombres, en cambio, los grupos, las unidades sociales, están siempre cambiando en función del desarrollo económico, y esto también cambia el ámbito de validez de los instintos sociales.
Los antiguos grupos, en su origen tribus salvajes, estaban más unidos que los grupos animales no solo porque estaban en competencia con otros, sino porque se hacían directamente la guerra. Los vínculos familiares y un lenguaje común reforzaron más tarde esa unidad. Cada individuo dependía enteramente del apoyo de la tribu. En esas condiciones, los instintos sociales, los sentimientos morales, la subordinación del individuo al conjunto se desarrollaron al máximo. Con el desarrollo posterior de la sociedad, las tribus se disolvieron en entidades económicas más amplias, formándose pueblos y uniéndose en poblaciones mayores.
Y nuevas sociedades sucedieron a las antiguas y los miembros de esas entidades prosiguieron la lucha por la existencia en común contra otros pueblos. El tamaño de esas entidades aumenta en una proporción equivalente a la del desarrollo económico, debilitándose la lucha de cada uno contra los demás, extendiéndose los sentimientos sociales. A finales de la antigüedad, por ejemplo, todos los pueblos conocidos en torno al Mediterráneo forman entonces una unidad, el Imperio romano. Aparece entonces también la doctrina que amplía los sentimientos morales a la humanidad entera y formula el dogma de que todos los hombres son hermanos.
Cuando observamos nuestra propia época, nos damos cuenta de que económicamente todos los pueblos forman cada vez más una unidad, por muy débil que ésta sea. Por consiguiente, reina un sentimiento -relativamente abstracto, eso sí - de una fraternidad que engloba al conjunto de pueblos civilizados. El sentimiento nacional, sobre todo en la burguesía, es aún más fuerte, pues las naciones son las entidades que sirven a la lucha constante de una burguesía con otra. Los sentimientos sociales son más fuertes hacia quienes pertenecen a la misma clase, pues las clases son las unidades sociales esenciales, que encarnan los intereses convergentes de sus miembros. Vemos así cómo cambian las entidades sociales y lo sentimientos sociales en la sociedad humana según el progreso del desarrollo económico ([2]).
La sociabilidad, con sus consecuencias, los instintos morales, es una particularidad que distingue a los humanos de ciertos animales, pero no de todos. Existen sin embargo particularidades que no pertenecen más que al hombre, que lo separan del resto del mundo animal. En primer lugar, el lenguaje, y, en segundo, el raciocinio. El hombre es también el único animal que usa herramientas fabricadas por él.
Los animales poseen esas propiedades en germen, mientras que en los hombres se han desarrollado con nuevas características específicas. Muchos animales poseen una especie de voz, pueden, mediante sonidos, comunicar sus intenciones, pero sólo el hombre emite sonidos que forman palabras que le sirven para nombrar cosas. Los animales poseen también un cerebro con el que piensan, pero la inteligencia humana revela, como veremos más lejos, una orientación plenamente nueva a la que llamamos pensamiento racional o abstracto. Los animales también usan objetos inanimados para ciertos objetivos; por ejemplo, para la construcción de nidos. Los monos usan a veces palos o piedras, pero sólo el hombre usa herramientas que él mismo fabrica deliberadamente con fines particulares. Esas tendencias primitivas en los animales nos convencen de que las particularidades que posee el hombre no le vienen de no se sabe qué milagro de la creación, sino de un lento desarrollo. Comprender cómo se desarrollaron en el hombre las primeras huellas del lenguaje, del pensamiento y del uso de herramientas, para ir hacia nuevas capacidades es algo de primera importancia, pues implica la problemática de la humanización del animal.
Solo el ser humano, como animal social que es, ha sido capaz de evolucionar así. Los animales que viven solitarios no pueden alcanzar tal nivel de desarrollo. Fuera de la sociedad, el lenguaje es tan inútil como la vista en la oscuridad y acabaría extinguiéndose. El lenguaje sólo es posible en la sociedad y sólo en ella es necesario como medio de deliberación entre sus miembros. Todos los animales sociales poseen medios para expresar sus intenciones, sino no podrían actuar según un plan colectivo. Los sonidos que eran necesarios como medio de comprenderse en el trabajo colectivo para el hombre primitivo, sin duda se desarrollaron lentamente hasta dar nombre a las actividades y después a las cosas.
El uso de herramientas presupone una sociedad, porque sólo por medio de la sociedad se puede preservar lo adquirido. En un estado de vida solitaria, cada uno habría debido descubrir el uso de herramientas para él y, al morirse el inventor, el descubrimiento se habría ido con él y habría que volver a empezar. Sólo mediante la sociedad, la experiencia y el conocimiento de las generaciones pasadas pueden conservarse, perpetuarse y desarrollarse. En un grupo o una tribu se va muriendo la gente, pero el grupo, en cambio, es, por decirlo así, inmortal. Se mantiene. Conocer el uso de las herramientas no es algo innato, sino que se va adquiriendo. Por eso es indispensable una tradición intelectual, algo que sólo es posible en la sociedad.
Esas características específicas del hombre son inseparables de su vida, y además están fuertemente relacionadas unas con otras. No se desarrollan separadamente, sino que progresan en común. El pensamiento y el lenguaje sólo pueden existir y desarrollarse conjuntamente y eso es algo que cada cual puede comprobar cuando intenta representarse la naturaleza de su propio pensamiento. Cuando pensamos o reflexionamos nos hablamos, de hecho, a nosotros mismos y nos damos cuenta de que nos es imposible pensar claramente sin emplear palabras. Cuando no pensamos con palabras, nuestros pensamientos son imprecisos y no logramos captar los pensamientos específicos. Cada uno de nosotros puede comprenderlo por su experiencia propia. El razonamiento llamado abstracto es un pensamiento perceptivo y sólo puede realizarse mediante conceptos. Y sólo mediante palabras podemos designar y dominar esos conceptos. Cada intento por extender nuestro pensamiento, cada intento por hacer avanzar nuestro conocimiento debe empezar por la distinción y la clasificación mediante nombres o dando a los nombres anteriores un significado más preciso. El lenguaje es el cuerpo del pensamiento, el único material con el que se construye toda ciencia humana.
La diferencia entre el espíritu humano y el espíritu animal fue demostrada con pertinencia por Schopenhauer en una cita también recogida por Kautsky en La ética y el concepto materialista de la historia (páginas 139-40, traducción inglesa). Los actos del animal dependen de impulsos, de lo que ve, oye, huele u observa. Nosotros también podemos ver y decir casi siempre lo que impulsa a un animal a hacer esto o aquello, pues también nosotros somos capaces de ello si nos fijamos bien. Pero en el hombre eso es totalmente diferente. No podemos prever lo que el hombre hará, pues no conocemos los motivos que le impulsan a actuar; son los pensamientos en su mente. El ser humano reflexiona y, al hacerlo, se pone en juego todo su conocimiento, resultado de sus experiencias anteriores, y es entonces cuando decide actuar. Los actos de un animal dependen de una impresión inmediata, mientras que los del ser humano dependen de conceptos abstractos. El hombre "es movido en cierto modo por hilos invisibles y sutiles. Todos los movimientos dan la impresión de estar guiados por principios e intenciones que le dan un aspecto de independencia y se distinguen evidentemente de los de los animales".
Al tener exigencias corporales tanto hombres como animales están obligados a satisfacerlas en la naturaleza de su entorno. La percepción sensitiva es el impulso inmediato; la satisfacción de las necesidades es el objetivo de la acción idónea. En el animal, la acción viene inmediatamente después de la impresión. Percibe su presa o su alimento e inmediatamente salta, atrapa, come, o hace lo necesario para que así sea. Es la herencia de su instinto. El animal oye un ruido hostil e inmediatamente huye si tiene patas lo bastante desarrolladas para correr rápidamente o, si no, se echa al suelo y hace el muerto para no ser visto si el color del pelaje le sirve de protección. En el hombre, en cambio, entre sus percepciones y sus actos una larga cadena de pensamiento y reflexiones atraviesa su mente. Sus actos dependerán del resultado de esas reflexiones.
¿De dónde viene esa diferencia? No es difícil comprender que está estrechamente asociada al uso de herramientas. Del mismo modo que el pensamiento se inserta entre las percepciones del ser humano y sus actos, la herramienta se inserta entre el hombre y el objeto que intenta aprehender. Además, puesto que ya la herramienta se coloca entre el hombre y los objetos exteriores, por eso también el pensamiento debe surgir entre la percepción y la ejecución. El hombre no se lanza a manos vacías sobre su objetivo, ya sea éste un enemigo o una fruta que recoger, sino que lo hace de manera indirecta: con una herramienta, un arma (que también son herramientas) que usa para coger el fruto o contra un animal hostil; por eso, en su mente, la percepción sensitiva no viene inmediatamente seguida de la acción, sino que la mente debe dar un rodeo: debe primero pensar en las herramientas y luego proseguir su objetivo. El rodeo material crea el rodeo mental; el pensamiento suplementario es el resultado de la herramienta suplementaria.
Nos hemos planteado aquí un caso muy sencillo de herramientas primitivas y las primeras fases del desarrollo mental. Cuanto más se complica la técnica mayor es el rodeo material, de modo que la mente debe realizar mayores rodeos. Cuando cada uno fabricaba sus propias herramientas, el recuerdo del hambre y de la lucha debía orientar el espíritu humano hacia la herramienta y su fabricación para que estuviera lista para ser utilizada. Tenemos aquí una cadena de pensamientos cada vez más larga entre las percepciones y la satisfacción final de las necesidades humanas. Cuando llegamos a nuestra época, constatamos que esa cadena es muy larga y complicada. Cuando el obrero al que han despedido prevé el hambre que le espera, se compra un diario para ver si hay ofertas de empleo; acude en su busca, se presenta en el lugar y sólo mucho más tarde cobrará un sueldo con el que comprar comida y protegerse contra el hambre. Todo eso lo analiza su mente antes de ponerlo en práctica. ¡Qué camino tan largo y tortuoso debe seguir la mente antes de alcanzar el objetivo deseado! Y ese es el camino de la elaboración compleja de nuestra sociedad actual en cuyo seno el hombre no satisface sus necesidades sino es mediante una técnica altamente desarrollada.
Hacia eso quería Schopenhauer atraer nuestra atención, esa propagación en el cerebro del hilo de la reflexión, que anticipa la acción y debe comprenderse como el resultado necesario del empleo de herramientas. Pero no por eso hemos llegado ya a lo esencial. El hombre no es dueño de una sola herramienta, las posee en grandes cantidades que usa para fines diferentes, entre las cuales puede escoger. El hombre, gracias a esas herramientas, no es como el animal. El animal no va nunca más allá de las herramientas y de las armas que la naturaleza le proporciona, mientras que el hombre puede cambiar de herramientas artificiales. Ahí está la diferencia fundamental entre el hombre y el animal. El hombre es por así decirlo, un animal con órganos modificables y por eso debe poseer la capacidad de escoger entre sus herramientas. Por su mente circulan pensamientos diversos, su espíritu examina todas las herramientas y todas las consecuencias de su aplicación y sus actos dependen de esa reflexión. Combina igualmente un pensamiento con otro y concibe rápidamente la idea acorde con su objetivo. Esa deliberación, esa comparación libre entre una serie de secuencias de reflexiones escogidas individualmente, esa propiedad que diferencia fundamentalmente el pensamiento humano del pensamiento animal debe ser relacionada con el uso de herramientas escogidas por voluntad propia.
Los animales no poseen esa capacidad; les sería inútil, pues no sabrían qué hacer con ella. A causa de su forma corporal, sus acciones son muy limitadas. El león sólo puede saltar sobre su presa, pero no puede pensar atraparla corriendo detrás de ella. La liebre está constituida de manera a poder huir; no tiene otro medio de defensa por mucho que deseara poseerlo. Los animales no tienen nada en que poner su atención, si no es el momento en que hay que saltar o correr, el momento en que las impresiones alcanzan una fuerza suficiente para desencadenar la acción. Cada animal está formado de tal manera que se adapta a un modo de vida definido. Sus acciones son y se transmiten como hábitos, como instintos. Estos hábitos no son evidentemente inmutables. Los animales no son máquinas, cuando están sometidos a circunstancias diferentes, pueden adquirir hábitos diferentes. Fisiológicamente y en lo que se refiere a las aptitudes, el funcionamiento de su cerebro no es diferente del nuestro. Sólo lo es prácticamente en los resultados. Los límites del animal no se deben a la calidad de su cerebro, sino a la forma de su cuerpo. El acto del animal está limitado por su forma corporal y por su medio, lo que le deja poca amplitud para reflexionar. El raciocinio humano sería por lo tanto para el animal una facultad totalmente inútil y sin objeto, que no podría aplicar y que le haría más daño que beneficio.
Por otra parte, el hombre debe poseer esa capacidad porque ejerce su discernimiento en el uso de herramientas y armas, porque escoge en función de condiciones particulares. Si quiere matar a un ágil ciervo usa arco y flechas; si se encuentra con un oso usa el hacha, si quiere abrir una fruta dura usa un mazo. Cuando le amenaza un peligro, el hombre debe decidir si huye o si lucha con sus armas. Poseer un espíritu alerta es propio de la movilidad del mundo animal en general, pero la capacidad de reflexionar le es indispensable al hombre para el uso de herramientas artificiales.
La poderosa conexión entre pensamientos, lenguaje y herramientas, imposible cada una de estas facultades sin las demás, muestra que debieron desarrollarse al mismo tiempo. El cómo se produjo ese desarrollo sólo pueden ser suposiciones. Sin duda fue un cambio en las circunstancias de la vida que hizo que un animal simiesco fuera el antepasado del hombre. Tras haber emigrado de la selva, hábitat originario de los monos, hacia las sabanas, el hombre debió sin duda amoldarse a un cambio de vida total. La diferencia entre las manos para agarrar y los pies para correr debió desarrollarse entonces. Este ser traía de sus orígenes las dos condiciones fundamentales para un progreso hacia un nivel superior: la sociabilidad y la mano simiesca, bien adaptada para agarrar objetos. Los primeros objetos brutos, piedras o palos, usados episódicamente en el trabajo común, les llegaban involuntariamente a las manos que luego tiraban. Esto debió repetirse instintiva e inconscientemente tan a menudo que acabó dejando una huella en el espíritu de aquellos hombres primitivos.
Para el animal, la naturaleza que le rodea es un todo indiferenciado de cuyos detalles no es consciente. No puede distinguir entre objetos diversos pues le falta el nombre de sus distintas partes y de las cosas mismas que nos permiten diferenciarlos. Es cierto que el entorno no es inmutable. El animal reacciona apropiadamente ante los cambios que significan "alimento" o "peligro", con acciones específicas. Sin embargo, globalmente, la naturaleza permanece indiferenciada para el animal y para la conciencia de nuestros antepasados más primitivos debió ser más o menos igual. A partir de esa globalidad, el trabajo mismo, contenido principal de la existencia humana, va imponiendo progresivamente aquellos objetos utilizados en dicho trabajo. La herramienta, que es a veces un objeto inanimado del mundo exterior y que a veces actúa como un órgano de nuestro propio cuerpo, un objeto inspirado por nuestra propia voluntad, se encuentra a la vez fuera del mundo exterior y fuera de nuestro cuerpo, esas dimensiones evidentes para el hombre primitivo de las que él no se da cuenta. A las herramientas, ayudas tan importantes, se las designó de cierta manera, quizás por un sonido que designaba al mismo tiempo una actividad particular. Gracias a esa designación, la herramienta se separa del resto del entorno. El hombre empieza así a analizar el mundo mediante conceptos y nombres, aparece la conciencia de sí, se fabrican intencionadamente objetos artificiales y se usan con pleno conocimiento para el trabajo.
Ese proceso, muy lento, marca el comienzo de nuestra transformación en hombres. En cuanto los hombres buscaron y utilizaron deliberadamente objetos que sirvieran de herramientas, puede decirse que fueron "producidas"; desde esa etapa a la de la fabricación de herramientas no hay más que un paso. El hombre nació con el primer nombre y el primer pensamiento abstracto. Quedaba por recorrer un largo camino: las primeras herramientas brutas se diferencian ya por su uso; a partir de la piedra puntiaguda se obtiene el cuchillo, la cuña, la barrena y la lanza; a partir del palo se obtiene el mango. Y así el hombre primitivo es capaz de enfrentarse a las fieras, a la selva y aparece ya como el futuro rey del mundo. Con la mayor diferenciación de las herramientas, que habrán de servir más tarde a la división del trabajo, el lenguaje y el pensamiento adquieren formas más fecundas y nuevas y, recíprocamente, el pensamiento lleva al hombre a usar mejor sus herramientas, a mejorar las antiguas e inventar nuevas.
Vemos así cómo de una cosa se llega a otra. La práctica de las relaciones sociales y de trabajo son la fuente de la técnica, del pensamiento, de las herramientas y de la ciencia que se desarrollan continuamente. Mediante su trabajo, el hombre primitivo simiesco se elevó a la verdadera humanidad. El uso de las herramientas fue la gran ruptura que iría en constante aumento entre hombres y animales.
Es ahí donde vemos la diferencia principal entre seres humanos y animales. En animal obtiene sus alimentos y vence a sus enemigos con sus propios órganos corporales; el hombre hace lo mismo gracias a herramientas artificiales. Órgano viene del griego organon que significa también herramienta o instrumento. Los órganos son los instrumentos naturales del animal, son su cuerpo. Las herramientas son los órganos artificiales de los hombres. Lo que el órgano es al animal, la mano y la herramienta lo son al hombre. Las manos y las herramientas cumplen las funciones que el órgano animal debe realizar solo. Por su estructura, la mano, especializada en coger y dirigir herramientas varias se convierte en órgano adaptado a todo tipo de labores; las herramientas son las cosas inanimadas que la mano agarra cada una en su momento y que la transforman en un órgano con una gran diversidad de funciones.
Con la división de esas funciones, se abre ante los hombres un amplio campo de desarrollo que los animales no conocen. Puesto que la mano humana puede usar herramientas diversas, puede combinar las funciones de todos los órganos posibles que los animales poseen. Con la división de esas funciones se abre ante los seres humanos un amplio campo de desarrollo que los animales no conocen. Como la mano humana puede utilizar herramientas diferentes, también puede combinar las funciones de todos los órganos posibles que los animales poseen. Cada animal está hecho y adaptado a un entorno y un modo de vida definidos. El hombre, con sus herramientas, se adapta a todas las circunstancias y está equipado para todos los entornos. El caballo está hecho para las praderas, el mono para la selva. En la selva, el caballo estaría tan desamparado como el simio que transportaran a una pradera. El hombre, por su parte, usa el hacha en la selva y la azada en la pradera. Con esas herramientas, el hombre puede abrirse un camino en todas las regiones del planeta e implantarse por todas partes. Mientras que casi todos los animales tienen que vivir en determinadas regiones, en aquellas donde pueden satisfacer sus necesidades, no pudiendo vivir en otras partes, el hombre, en cambio, ha conquistado el mundo entero. Como un zoólogo lo decía en una ocasión, cada animal posee sus puntos fuertes gracias a los cuales puede luchar por la existencia, y sus propias debilidades que hacen de él una presa para otros y le impiden multiplicarse. En esto, el hombre sólo tiene fuerza y ninguna debilidad. Gracias a sus herramientas, el hombre es el equivalente a todos los animales. Como sus herramientas no han quedado inalterables sino que se han mejorado continuamente, el hombre se ha desarrollado por encima de todos los animales. Con sus herramientas se ha hecho el dueño de la creación entera, el Rey de la Tierra.
En el mundo animal también hay un desarrollo y un perfeccionamiento continuos de los órganos. Pero ese desarrollo está ligado a los cambios en el cuerpo del animal, que los hace muy lentos, un desarrollo dictado por las leyes biológicas. En el desarrollo del mundo orgánico, miles de años cuentan poco. El hombre, en cambio, al haber transferido su desarrollo a objetos externos, pudo liberarse del sometimiento a la ley biológica. Las herramientas pueden transformarse rápidamente, la técnica avanza con una rapidez asombrosa en comparación con el desarrollo de los órganos animales. Gracias a esta nueva vía, el hombre pudo, a lo largo del corto período de unos cuantos miles de años, ponerse por encima de los animales más evolucionados mucho más que éstos con relación a los menos evolucionados. Con la invención de herramientas artificiales se puso en cierto modo fin a la evolución animal. El hijo del mono se ha desarrollado a una velocidad fenomenal hasta una especie de poder divino, ha tomado posesión de la Tierra, sometiéndola a su autoridad exclusiva. La evolución del mundo orgánico, hasta entonces apacible y sin tropiezos, deja de desarrollarse según las leyes de la teoría darwiniana. Es el hombre el que actúa en el mundo de las plantas y los animales, seleccionando, domando, cultivando; y es el hombre el que rotura tierras. Transforma todo el entorno, creando nuevas formas de plantas y de animales que corresponden a sus objetivos y a su voluntad.
Eso explica, con la aparición de las herramientas, por qué el cuerpo humano ya no cambia. Los órganos humanos son como eran, con la notable excepción del cerebro. El cerebro humano debió desarrollarse en paralelo con las herramientas; y, de hecho, vemos que la diferencia entre las razas más evolucionadas de la humanidad y las anteriores está precisamente en el contenido de su cerebro. Pero incluso el desarrollo de este órgano debió cesar en cierta fase. Desde el inicio de la civilización, algunas funciones se han ido retirando continuamente del cerebro por medios artificiales; la ciencia se conserva cuidadosamente en esas "granjas" que son los libros. Nuestra facultad de raciocinio hoy no es superior a la de los griegos, los romanos o los germanos, pero nuestro conocimiento se ha desarrollado portentosamente y eso se debe, en gran parte, porque el cerebro se ha descargado en sus sustitutos, los libros.
Ahora que hemos establecido la diferencia entre hombres y animales, observemos cómo esos dos grupos están afectados por la lucha por la existencia. No puede negarse que esa lucha sea el origen de la perfección en la medida en que lo imperfecto quedaba eliminado. En ese combate, los animales se acercaban siempre más a la perfección. Es sin embargo necesario ser más preciso en la expresión y en la observación de en qué consiste esa perfección. No podemos decir que sean todos los animales los que luchan y se perfeccionan. Los animales luchan y compiten entre sí mediante órganos particulares, aquellos que son determinantes en la lucha por la supervivencia. Los leones no combaten con el rabo; las liebres no confían en su vista; y el éxito de los halcones no les viene del pico. Los leones realizan el combate gracias a sus músculos (para abalanzarse) y sus mandíbulas; las liebres cuentan con sus patas y sus oídos, los halcones con su vista y sus alas. Y si ahora nos preguntamos qué es lo que lucha y compite, la respuesta será: son los órganos los que luchan y, al hacerlo, se perfeccionan cada vez más. La lucha la realizan los músculos y los dientes en el león, las patas y los oídos en la liebre, la vista y las alas en el halcón. En esta lucha se van perfeccionando los órganos. El animal en su conjunto depende de esos órganos y comparte su suerte, la de los fuertes que saldrán victoriosos y la de los débiles que serán vencidos.
Planteémonos ahora la misma pregunta sobre el mundo humano. Los hombres no luchan gracias a sus órganos naturales, sino por medio de órganos artificiales, con la ayuda de herramientas (y armas, a las que debemos considerar como herramientas). Aquí también se comprueba la veracidad del principio de la perfección y de la eliminación de lo imperfecto por medio de la lucha. Las herramientas entran en lucha y eso lleva al perfeccionamiento cada vez mayor de ellas. Las comunidades tribales que usaban las mejores herramientas y las mejores armas, podían asegurar mejor su subsistencia y cuando entraban en lucha directa con otra raza, la raza mejor provista de instrumentos artificiales ganaba y exterminaba a los más débiles. Las grandes mejoras de la técnica y de los métodos de trabajo en los orígenes de la humanidad, como la introducción de la agricultura y la ganadería, hicieron de los hombres una raza físicamente más sólida que sufre menos de la rudeza de los elementos naturales. Las razas cuyo material técnico se desarrolló más, podían cazar y someter a las que poseían un material artificial menos desarrollado, pudiendo así acaparar las mejores tierras y desarrollar su civilización. La dominación de la raza ([3]) europea está basada en su supremacía técnica.
Vemos aquí que el principio de la lucha por la existencia, formulado por Darwin y subrayado por Spencer, ejerce un efecto diferente sobre los hombres y sobre los animales. El principio según el cual la lucha lleva al perfeccionamiento de las armas utilizadas en los conflictos, conduce a resultados diferentes en los hombres y en los animales. En el animal lleva a un desarrollo continuo de los órganos naturales; es la base de la teoría de la filiación, la esencia del darwinismo. En los hombres, lleva a un desarrollo continuo de las herramientas, de las técnicas y de los medios de producción. Y esto son los fundamentos del marxismo.
Ahí aparece que el marxismo y el darwinismo no son dos teorías independientes que se aplicarían cada una de ellas a su ámbito específico sin ningún punto común. En realidad, las dos teorías se basan en el mismo principio. Forman una unidad. La nueva dirección tomada cuando apareció el hombre, la sustitución de los órganos naturales por herramientas, hace que se exprese de manera diferente en los dos ámbitos; el mundo animal se desarrolla según el principio darwiniano mientras que, para la humanidad, es la teoría marxista la que define la ley del desarrollo. Cuando los hombres dejaron el mundo animal, el desarrollo de los instrumentos, de los métodos productivos, de la división del trabajo y del conocimiento se transformaron en la fuerza propulsora del desarrollo social. Fue esa fuerza la que hizo surgir los diferentes sistemas económicos como el comunismo primitivo, el sistema rural, los inicios de la producción mercantil, el feudalismo y, ahora, el capitalismo moderno. Nos queda ahora situar el modo de producción actual y de su superación en la coherencia propuesta y aplicarles correctamente la posición de base del darwinismo.
La forma particular que toma la lucha darwiniana por la existencia como fuerza motriz para el desarrollo en el mundo humano está determinada por la sociabilidad de los hombres y su uso de las herramientas. Los hombres realizan su lucha colectivamente, en grupos. La lucha por la existencia, mientras que sí continúa entre miembros de grupos diferentes, cesa entre los miembros del mismo grupo, y es sustituida por la ayuda mutua y los sentimientos sociales. En la lucha entre grupos, el bagaje técnico decide quién saldrá vencedor; la consecuencia de esto es el progreso de la técnica. Esas dos circunstancias tienen consecuencias diferentes bajo sistemas sociales diferentes. Veamos de qué manera se manifiestan bajo el capitalismo.
Cuando la burguesía tomó el poder político e hizo del modo de producción capitalista el modo dominante, empezó rompiendo las barreras feudales y haciendo libre a la gente. Para el capitalismo, era esencial que cada productor pudiera participar libremente en la lucha competitiva sin que ningún vínculo trabara su libertad de movimiento, sin que ninguna actividad fuera paralizada o frenada por las normas gremiales, o trabada por estatutos jurídicos, pues sólo con esta condición la producción podría desarrollar sus plenas capacidades. Los obreros debían ser libres y no estar sometidos a obligaciones feudales o gremiales, porque sólo como obreros libres podían vender su fuerza de trabajo como mercancía a los capitalistas, y sólo si son trabajadores libres podrían los capitalistas emplearlos plenamente. Por esa razón eliminó la burguesía todos los vínculos y compromisos del pasado. Liberó totalmente a la gente pero, al mismo tiempo, las personas se encontraron totalmente aisladas y sin protección. Antaño la gente no estaba aislada; pertenecía a un gremio, vivían bajo la protección de un señor o de una comuna y ahí encontraban la fuerza para sobrevivir. Formaban parte de un grupo social ante el que tenían obligaciones y del que recibían protección. Esas obligaciones la burguesía las ha suprimido; destruyó gremios y corporaciones, abolió las relaciones feudales. La liberación del trabajo quería también decir que el hombre ya no podría encontrar refugio en ningún sitio y que ya no podía contar con los demás. Cada uno sólo podía contar consigo mismo. Debía luchar solo contra todos, libre de todo vínculo pero también sin la menor protección.
Por esa razón, bajo el capitalismo, el mundo humano se parece cada vez más al mundo de los predadores y por esa misma razón los darwinistas burgueses han buscado el prototipo de la sociedad humana en los animales solitarios. Era su propia experiencia la que los guiaba. Su error es que creen que las condiciones capitalistas son unas condiciones eternas del hombre. La relación existente entre nuestro sistema capitalista de competencia y los animales solitarios lo menciona Engels en su obra Anti-Dühring de esta manera: "La gran industria y el establecimiento del mercado mundial han universalizado por último esa lucha, y le han dado al mismo tiempo una violencia inaudita. El favor de las condiciones de producción naturales o creadas decidía de la existencia entre los diversos capitalistas, igual que entre enteras industrias y enteros países. El que pierde es eliminado sin compasión. Es la lucha darwiniana por la existencia individual, traducida de la naturaleza a la sociedad con una furia aún potenciada. La actitud natural del animal se presenta así como punto culminante de la evolución humana" (F. Engels, Anti-Düring, "3. Cuestiones teóricas", https://www.marxists.org/espanol [44]).
¿Por qué se lucha en la competencia capitalista?, ¿por qué cosa cuya perfección decidirá la victoria?
Primero, los instrumentos técnicos, las máquinas. Se aplica aquí también la ley de la lucha que conduce a la perfección. La máquina más perfeccionada se adelanta a la que lo es menos, se eliminan las máquinas de mala calidad y la pequeña herramienta, la técnica industrial hace avances colosales hacia una productividad cada día mayor. Esa es la verdadera aplicación del darwinismo a la sociedad humana. Lo que le es particular es que, bajo el capitalismo, está la propiedad privada y detrás de cada máquina hay alguien. Detrás de la máquina gigantesca hay un gran capitalista y detrás de la pequeña hay un pequeño burgués. Con la derrota de la máquina pequeña perece el pequeño burgués con todas sus ilusiones y esperanzas. Al mismo tiempo, la lucha es una carrera entre capitales. El gran capital es evidentemente el mejor pertrechado; el gran capital vence al pequeño y así sigue creciendo más y más. Esta concentración de capital socava el propio capital pues va reduciendo la burguesía cuyo interés es mantener el capitalismo, y hace aumentar la masa de quienes quieren destruirlo. En ese desarrollo, una de las características del capitalismo se va suprimiendo paulatinamente. En este mundo donde cada uno lucha contra todos y todos contra uno, la clase obrera desarrolla una nueva asociación, la organización de clase. Las organizaciones de la clase obrera empiezan rompiendo la competencia entre los obreros, uniendo sus fuerzas separadas en una gran fuerza para la lucha contra el mundo "exterior". Todo lo que se aplica a los grupos sociales se aplica también a esta nueva organización de clase, nacida de circunstancias externas. En las filas de esta organización de clase, se desarrollan, y son de destacar, las motivaciones sociales, los sentimientos morales, el sacrificio de sí y la entrega al conjunto del grupo. Esta sólida organización da a la clase obrera la gran fuerza que necesita para vencer a la clase capitalista. La lucha de la clase no es una lucha con herramientas, sino por la posesión de las herramientas, una lucha por la posesión del aparato técnico de la humanidad, que estará determinada por la fuerza de la acción organizada, por la fuerza de la nueva organización de clase que está surgiendo. A través de la clase obrera organizada aparece ya un elemento de la sociedad socialista.
Consideremos ahora el sistema de producción futuro tal como existirá en el socialismo. La lucha por el perfeccionamiento de las herramientas, que ha marcado toda la historia de la humanidad, no cesará. Como antes bajo el capitalismo, se dejarán de lado las máquinas inferiores en beneficio de las superiores. Como antes, ese proceso acarreará una mayor productividad del trabajo. Pero al haber sido abolida la propiedad privada de los medios de producción, no habrá un hombre detrás de las máquinas cuya propiedad reivindica y cuyo destino comparte. La competencia entre máquinas no será sino un simple proceso realizado por los hombres quienes, tras una concertación racional sustituirán sencillamente las máquinas superadas por otras mejores. Llamaremos lucha en un sentido metafórico a ese progreso. Al mismo tiempo, cesará la lucha de unos hombres contra otros. Con la abolición de las clases, el conjunto del mundo civilizado se transformará en una gran comunidad productiva. Esta comunidad será como cualquier otra comunidad colectiva. En una comunidad cesa la lucha que oponía a sus propios miembros y sólo se lleva a cabo contra el mundo exterior. Ahora bien, en lugar de pequeñas comunidades, estaremos entonces ante una comunidad mundial. Esto significa que cesa la lucha por la existencia en el mundo humano. El combate hacia el "exterior" no será ya una lucha contra nuestra propia especie, sino una lucha por la subsistencia, una lucha contra la naturaleza ([4]). Pero gracias al desarrollo de la técnica y de la ciencia ya no podrá llamarse lucha. La naturaleza está subordinada al hombre, pero con pocos esfuerzos por su parte, aquélla podrá proporcionarle medios en abundancia. Se abre entonces un nuevo camino a la humanidad: la salida del hombre del mundo animal y su combate por la existencia mediante herramientas llegará a su final. La forma humana de la lucha por la existencia llega a su fin y se abre un nuevo capítulo de la historia de la humanidad.
Anton Pannekoek, 1909
[1]) Esta idea está en, cambio, presente en la obra de Kautsky, citada y elogiada por Pannekoek, La ética y el concepto materialista de la historia, como lo ilustra la cita siguiente: "La ley moral es un impulso animal y nada mas. De ahí le viene su carácter misterioso, esa voz interior que no tiene lazo alguno con un impulso exterior, ni ningún interés aparente; (...) La ley moral es un instinto universal, tan poderoso como el instinto de conservación o de reproducción; de eso saca su fuerza, su poder al que obedecemos sin reflexionar; de ahí nuestra capacidad para decidir rápidamente, en algunos casos, si una acción es buena o mala, virtuosa o dañina; de ahí también la fuerza de decisión de nuestro juicio moral y la dificultad de demostrar su fundamento racional cuando se intenta analizar". La antropología de Darwin está, además, muy bien explicada en la teoría del "efecto reversible de la evolución" desarrollada por Patrick Tort en su libro L'effet Darwin : sélection naturelle et naissance de la civilisation (Éditions du Seuil). Nuestros lectores podrán encontrar una presentación de este libro en un artículo publicado en nuestra página Web: "A propósito del libro L'effet Darwin: Una concepción materialista de los orígenes de la moral y la civilización". https://es.internationalism.org/node/2538 [45].
[2]) Hay que decir que Darwin se da perfecta cuenta de esa escala creciente de sentimientos de solidaridad en la especie humana cuando escribe: "A medida que el hombre avanza en civilización, y las pequeñas tribus se reúnen en comunidades más amplias, la razón más simple debía aconsejar a cada individuo que debía extender sus instintos sociales y sus simpatías a todos los miembros de una misma nación, por muy desconocidos que le sean. Una vez alcanzado ese punto, ya sólo queda una barrera artificial para impedir que sus simpatías se extiendan a los hombres de todas las naciones y de todas las razas. Es cierto que si esos hombres están separados de él por grandes diferencias de apariencias exteriores o de costumbres, la experiencia nos muestra que, por desgracia, es largo el tiempo antes de que los miremos como nuestros semejantes" (El origen del hombre, cap. IV.) (nota de la CCI).
[3]) Científicamente hablando, no existe raza europea. Dicho esto, el hecho de que Pannekoek use el término "raza" para distinguir ese subconjunto de seres humanos no es ni mucho menos una concesión a no se sabe qué racismo. En este plano, se inscribe en la continuidad de Darwin a quien el racismo indignaba y que se desmarcaba claramente de las teorías racistas de científicos de su tiempo como Eugène Dally. Por otra parte, hay que recordar que a finales del siglo xix y principios del xx, el término "raza" no tenía la connotación que hoy tiene, como testimonia el hecho de que algunos escritos del movimiento obrero hablen incluso (impropiamente, claro está) de la raza de los obreros (nota de la CCI).
[4]) La expresión "lucha contra la naturaleza" no es correcta. Se trata de una lucha por dominar la naturaleza, estableciendo la comunidad humana mundial que supone que ésta sea capaz de vivir en armonía total con la naturaleza (nota de la CCI).
A finales del mes de mayo, la CCI celebró su decimoctavo congreso internacional. Como siempre hemos hecho hasta ahora, y como es tradición en el movimiento obrero, ofrecemos a los lectores de nuestra prensa las enseñanzas principales de este congreso porque no son algo que pertenece a nuestra organización sino que interesa a toda la clase obrera, de la que la CCI forma parte.
En la Resolución sobre las actividades de la CCI adoptada por el congreso, se dice:
"La aceleración de la situación histórica, inédita en la historia del movimiento obrero, se caracteriza por la conjunción de estas dos dimensiones:
- la extensión de la crisis económica más grave de la existencia del capitalismo, combinada con la exacerbación de tensiones interimperialistas y de un avance lento pero progresivo en profundidad y en extensión de la maduración en la clase obrera, iniciado en 2003;
- y el desarrollo de un medio internacionalista, particularmente perceptible en los países de la periferia del capitalismo.
Esa aceleración realza aun más la responsabilidad política de la CCI, planteándole exigencias más elevadas en términos de análisis teórico-político y de intervención en la lucha de clases, y hacia los elementos en búsqueda (...)".
El balance que se puede hacer del XVIIIº congreso internacional de nuestra organización debe pues basarse en su capacidad para hacer frente a esas responsabilidades.
Para una organización comunista verdadera y seria, siempre es delicado declarar alto y claro que tal o cual de sus acciones fue un éxito. Y eso por varias razones.
En primer lugar, porque la capacidad de una organización que lucha por la revolución comunista para estar a la altura de sus responsabilidades no se juzga a corto sino a largo plazo, puesto que su papel, si se afianza permanentemente en la realidad histórica de su época, no consiste, la mayor parte del tiempo, en influir en la realidad inmediata, al menos a gran escala, sino a preparar los acontecimientos futuros.
En segundo lugar, porque para les miembros de una organización siempre existe el peligro "de adornar las cosas", mostrar una indulgencia excesiva ante las debilidades de un colectivo a cuya vida entregan sus esfuerzos y que tienen permanentemente el deber de defender contra los ataques de todos los partidarios de la sociedad capitalista, reconocidos u ocultos. A la historia le sobran ejemplos de militantes convencidos y entregados a la causa del comunismo, que por "patriotismo de partido" no fueron capaces de identificar las debilidades, las derivas, cuando no la traición de su organización. Aún hoy, entre los elementos que defienden una perspectiva comunista, sigue habiendo quienes consideran que su grupo, cuyos efectivos pueden a menudo contarse con los dedos de una mano, es el único "Partido comunista internacional" al cual se unirán las masas proletarias un día en el futuro y que, refractarios a cualquier crítica o a cualquier debate, considera a los demás grupos del medio proletario como falsarios.
Conscientes de ese peligro de hacerse ilusiones, y con la prudencia necesaria que se deriva de ello, no tememos afirmar que el XVIIIº congreso de la CCI se puso a la altura de las exigencias enunciadas más arriba y creó las condiciones para que podamos proseguir por esta dirección.
No podemos aquí dar cuenta de todos los elementos que pueden cimentar esa afirmación. Sólo destacaremos los más importantes:
- el que el congreso haya comenzado sus trabajos por la ratificación de la integración de dos nuevas secciones territoriales, en Filipinas y Turquía;
- la presencia en el congreso de cuatro grupos del medio proletario;
- el planteamiento de apertura de nuestra organización hacia el exterior ilustrada, en particular, por esa presencia;
- su voluntad de analizar con lucidez las dificultades y debilidades que ha de superar nuestra organización;
- el ambiente fraterno y entusiasta que animó el congreso.
Nuestra prensa ya dio cuenta de la integración de las nuevas secciones de la CCI en Filipinas y Turquía (la responsabilidad del Congreso era validar la decisión de integración que había sido adoptada por el órgano central de nuestra organización a principios de 2009) ([1]). Como lo escribíamos en aquella ocasión: "La integración de estas dos nuevas secciones en nuestra organización amplía considerablemente su extensión geográfica". Precisábamos también los dos hechos siguientes que se refieren a esas integraciones:
- no se debieron a un "reclutamiento" de prisa y corriendo (a la manera trotskista e incluso, desgraciadamente, la de algunos grupos del campo proletario) sino que eran el resultado, como es la práctica en la CCI, de todo un trabajo de debates profundos durante varios años con los compañeros de EKS en Turquía y de Internasyonalismo en Filipinas, trabajo del que ya hemos hablado en nuestra prensa;
- han aportado un desmentido total a las acusaciones "de eurocentrismo" que a menudo se han emitido contra nuestra organización.
La integración de dos nuevas secciones no es un hecho frecuente en nuestra organización. La última integración remonta a 1995 con la sección suiza. O sea que la entrada de esas dos secciones (que venía después de la constitución de un núcleo en Brasil, en 2007) fue vivida por el conjunto de los militantes de la CCI como un acontecimiento muy importante y muy positivo. Esas integraciones confirman tanto el análisis que nuestra organización ha hecho durante años sobre el nuevo potencial de desarrollo de la conciencia de clase contenido en la situación histórica actual, como la validez de la política hacia los grupos y elementos que se orientan hacia posiciones revolucionarias. Y tanto más porque estaban presentes en el congreso las delegaciones de cuatro grupos del medio internacionalista.
En el balance que sacamos del congreso anterior de la CCI, destacamos toda la importancia que había dado a ese congreso la presencia, por primera vez desde hacía décadas, de cuatro grupos del medio internacionalista procedentes de Brasil, Corea, Filipinas y Turquía. Esta vez estaban también presentes cuatro grupos de dicho medio. Pero no fue en nada una especie de "inmovilidad", puesto que dos de los grupos presentes en el último congreso se han convertido desde entonces en secciones de la CCI y que tuvimos la satisfacción de acoger dos nuevos grupos: un segundo grupo venido de Corea y un grupo basado en Centroamérica (Nicaragua y Costa Rica), la LECO (Liga por la Emancipación de la Clase Obrera) que había participado en "el Encuentro de comunistas internacionalistas" ([2]) de América latina en la primavera pasada con el impulso de la CCI y de OPOP, el grupo internacionalista de Brasil con el que nuestra organización mantiene relaciones fraternas y positivas desde hace varios años. Este grupo estuvo una vez más presente en nuestro congreso. Se invitó a otros grupos que habían participado también en ese "Encuentro" pero no pudieron mandar una delegación debido a que Europa se está convirtiendo cada vez más en un baluarte contra las personas que no han nacido en el "club" tan cerrado de los "países ricos".
La presencia de los grupos del medio internacionalista fue algo muy importante para el éxito del congreso y, en particular, en los debates. Estos camaradas mostraron todos plenamente su amistad hacia los militantes de nuestra organización, plantearon preguntas, en particular sobre la crisis económica y la lucha de clases, en términos a los que no estamos acostumbrados en nuestros debates internos, lo que estimuló la reflexión del conjunto de nuestra organización.
Y, en fin, la presencia de estos camaradas ha sido también una confirmación más de la voluntad de apertura de la CCI, un objetivo planteado desde hace varios años, una apertura hacia los demás grupos proletarios y también hacia los elementos que se acercan a las posiciones comunistas. Ante personas exteriores a nuestra organización, es no es muy fácil hacer lo que denunciábamos antes, o sea dárselas de lo que no somos, "contarse maravillas" o pretender contárselas a los demás.
Expresión de la apertura han sido también nuestras inquietudes y reflexiones, especialmente hacia la investigación y los descubrimientos en el ámbito científico ([3]), que se plasmaron en la invitación de un miembro del mundo científico a una sesión del congreso.
Para celebrar a nuestra manera "el año Darwin" y manifestar el desarrollo en nuestra organización del interés por las cuestiones científicas, pedimos a un investigador especializado en el tema de la evolución del lenguaje (autor, en particular, de Aux origines du langage ("Hacia el origen del lenguaje") que hiciera una presentación ante el congreso de sus trabajos, basados evidentemente en los métodos darwinianos. Las reflexiones originales de Jean-Louis Dessalles ([4]) sobre el lenguaje, su papel en el desarrollo de los vínculos sociales y de la solidaridad en la especie humana, tienen una relación con las reflexiones y debates que se han desarrollado, y siguen desarrollándose en nuestra organización sobre la ética y la cultura del debate. A la exposición del investigador le siguió un debate que tuvimos que limitar en el tiempo debido a las dificultades del orden del día, pero que habría podido seguir durante horas por lo mucho que los temas abordados apasionaron a la mayoría de los participantes en el congreso.
Queremos aquí agradecer a Jean-Louis Dessalles que aceptara, aun no compartiendo nuestras ideas políticas, dedicar parte de su tiempo para enriquecer la reflexión en nuestra organización. También queremos agradecerle el tono amistoso de las respuestas que hizo a las preguntas y objeciones de los militantes de la CCI.
Los trabajos del congreso abordaron los puntos clásicos propios de un congreso internacional:
- el análisis de la situación internacional;
- las actividades y la vida de nuestra organización.
La Resolución sobre la situación internacional, que también publicamos en este número de la Revista, es como una síntesis de los debates del congreso sobre el mundo actual. Es evidente que no puede tratar todos los aspectos abordados en dichos debates (ni en los informes preparatorios). Tiene tres objetivos principales:
- incluir las verdaderas causas de lo que se está jugando con la agravación actual y sin precedentes de la crisis económica del sistema capitalista contra todas las mentiras que los partidarios de este sistema no cesan de propalar;
- sobre los conflictos imperialistas: entender el impacto que podrá tener la subida al poder de la primera potencia mundial del demócrata Barack Obama, que se presenta como portador de un nuevo "reparto de cartas" en dichos conflictos y de la esperanza de que se atenúen;
- sacar las perspectivas para la lucha de clases, especialmente sobre las condiciones creadas por los brutales ataques que ha comenzado a sufrir el proletariado a causa de la violencia de la crisis económica.
Sobre el primer aspecto (la comprensión de lo qué es lo que está en juego con la crisis actual del capitalismo), es importante destacar los siguientes aspectos:
"...la crisis actual es la más grave qua haya conocido el sistema desde la Gran Depresión que empezó en 1929. (...) No es pues la crisis financiera lo que ha originado la recesión actual. Muy al contrario, lo que hace la crisis financiera es ilustrar que la huida hacia adelante en el endeudamiento, que permitió superar la sobreproducción, no puede proseguir eternamente. (...) En realidad, aunque el sistema capitalista no vaya a derrumbarse como un castillo de naipes (...) la perspectiva es la de un hundimiento creciente en su atolladero histórico, es decir la vuelta a una escala cada vez mayor de las convulsiones que hoy le afectan".
El congreso no pudo, obviamente, dar respuestas definitivas a todas las cuestiones planteadas por la crisis actual del capitalismo. Por un lado, porque cada día aporta nuevas repercusiones, obligando a los revolucionarios a dedicar una atención constante y permanente a la evolución de la situación y a proseguir el debate a partir de esos nuevos elementos. Por un lado, porque nuestra organización no es homogénea sobre varios aspectos del análisis de la crisis del capitalismo. No es ni mucho menos, a nuestro parecer, una prueba de debilidad de la CCI. Durante toda la historia del movimiento obrero, los debates no han cesado, en el marco del marxismo, sobre el tema de las crisis del sistema capitalista. La CCI ha comenzado ya a publicar algunos aspectos de sus debates internos sobre este tema ([5]), pues tales debates no son la "propiedad privada" de nuestra organización sino que pertenecen al conjunto de la clase obrera. Y estamos determinados a proseguir por ese camino.
Por otro lado, la Resolución sobre las perspectivas de actividad de nuestra organización, adoptada por el congreso, pide explícitamente que se desarrollen los debates sobre otros aspectos del análisis de la crisis actual para que la CCI esté lo mejor armada posible para responder claramente a las cuestiones que se plantean a la clase obrera y a quienes están decididos a comprometerse en la lucha para echar abajo el capitalismo.
Por lo que se refiere al "nuevo reparto de cartas" tras la elección de Obama, la Resolución responde muy claramente que:
"la perspectiva para el planeta tras la elección de Obama a la cabeza de la primera potencia mundial no es muy diferente de la situación que ha prevalecido hasta ahora: continuación de los enfrentamientos entre potencias de primero o segundo plano, continuación de la barbarie bélica con consecuencias cada vez más trágicas (hambrunas, epidemias, desplazamientos masivos) para las poblaciones que viven en las zonas disputadas".
Por fin, por lo que se refiere a la perspectiva de la lucha de clases, la Resolución, como los debates, intenta evaluar el impacto de la agravación brutal de la crisis capitalista:
"La agravación considerable de la crisis económica del capitalismo hoy, es, claro está, un factor de la primera importancia en el desarrollo de las luchas obreras. (...) Así van madurando las condiciones para que la idea de la necesidad de echar abajo este sistema pueda desarrollarse significativamente en el mismo corazón del capitalismo. Pero para ser capaz de orientarse hacia una perspectiva revolucionaria, no le basta a la clase obrera percibir que el sistema capitalista está en un callejón sin salida, que tendría que dejar paso a otra sociedad. También tiene que tener la convicción de que esa perspectiva es posible y que tiene la capacidad de realizarla. (...) Para que la posibilidad de la revolución comunista pueda ganar un terreno significativo en la clase obrera, es necesario que ésta pueda recobrar la confianza en sus propias fuerzas, y eso pasa por el desarrollo de sus luchas masivas. El enorme ataque que está sufriendo ya a escala internacional debería ser la base objetiva para esas luchas. Sin embargo, la forma principal que está tomando hoy ese ataque, los despidos masivos, no favorece, en un primer tiempo, la emergencia de tales movimientos. (...) Por eso, si en el periodo venidero no asistiéramos a una respuesta de envergadura frente a los ataques, no habría por ello que considerar que la clase ha renunciado a luchar por la defensa de sus intereses. Será posteriormente (...), cuando podrán desarrollarse mejor combates obreros de gran amplitud".
Se presentó un informe para hacer un balance de las principales posiciones en los debates de fondo que se están desarrollando en la CCI. Durante los dos últimos años, hemos dedicado una parte importante de dichos debates a la cuestión económica, cuyas divergencias ya hemos mencionado en este artículo.
Otro aspecto de nuestros debates se dedicó a la cuestión de la naturaleza humana, dando lugar a un debate animado, alimentado por muchas contribuciones valiosas. Este debate, que dista mucho de estar acabado, expresa una convergencia global con los textos de orientación publicados en la Revista internacional, "La confianza y la solidaridad en la lucha del proletariado" (n° 111), "Marxismo y ética" (n° 127) y "La cultura del debate, un arma de la lucha de clases" (n° 131), pero sigue habiendo muchos interrogantes o reservas que se plantean sobre tal o cual aspecto. En cuanto estén suficientemente elaboradas para poder ser publicadas hacia el exterior, la CCI, conforme con la tradición del movimiento obrero, no dejará de hacerlo. Indiquemos por fin la aparición reciente de un desacuerdo profundo con los tres textos citados anteriormente ("reciente" con respecto a la publicación ya antigua de algunos de ellos); esa posición, defendida por un camarada de la sección de Bélgica-Holanda que se ha salido recientemente de la organización, los considera no marxistas, (véase mas abajo).
En lo que se refiere a las actividades y vida de la CCI, el congreso sacó un balance positivo para el período precedente, incluso si subsisten debilidades que deben superarse:
"El balance de actividades de los dos años pasados demuestra la vitalidad política de la CCI, su capacidad para comprender la situación histórica, para abrirse hacia fuera, ser un factor activo en el desarrollo de la conciencia de clase, su voluntad de implicarse en las iniciativas de trabajo común con otras fuerzas revolucionarias. (...) En el aspecto de la vida interna de la organización, el balance de actividades también es positivo, a pesar de dificultades reales que siguen existiendo sobre todo en el tejido organizativo y, en cierta medida, en lo que a la centralización se refiere" (Resolución sobre las actividades de la CCI).
El congreso dedicó, efectivamente, parte de sus debates a examinar las debilidades organizativas que subsisten en la CCI. De hecho, no son para nada algo "específico", sino que son propias de cualquier organización del movimiento obrero permanentemente sometida al peso de la ideología burguesa ambiente. La verdadera fuerza de dichas organizaciones, como así fue con el Partido bolchevique, siempre consistió en estar en condiciones de enfrentarlas con lucidez para poder combatirlas. Ese mismo espíritu animó los debates del congreso sobre esta cuestión.
Uno de los puntos que se discutió es, en particular, el de las debilidades que afectaron a nuestra sección en Bélgica-Holanda, de la que dimitieron algunos militantes recientemente, en particular a raíz de acusaciones emitidas por el camarada M. Desde hace algún tiempo, éste acusaba a nuestra organización, y especialmente a la comisión permanente de su órgano central, de dar la espalda a la cultura del debate sobre la que el congreso precedente había discutido ampliamente ([6]), considerándola como una necesidad para la capacidad de las organizaciones revolucionarias de ponerse a la altura de sus responsabilidades. El camarada M., que defendía una posición minoritaria sobre el análisis de la crisis capitalista, se consideraba víctima "de ostracismo" y consideraba que se desprestigiaba a sus posiciones de forma deliberada para que la CCI no pudiera discutirlas. Ante tales acusaciones, el órgano central de la CCI decidió constituir una comisión especial cuyos tres miembros fueron designados por el propio camarada M. y que, tras varios meses de trabajo, de conversaciones y de examen de centenares de páginas de documentos, llegó a concluir que no tenían el menor fundamento. El congreso no pudo sino lamentar que ni el camarada M. ni parte de los camaradas que lo siguieron, hayan esperado a que esa comisión entregara sus conclusiones antes de decidir irse de la CCI.
En realidad, el congreso pudo constatar, en particular en la discusión que dedicó a sus debates internos, que existe hoy en nuestra organización una verdadera preocupación para hacer progresar la cultura del debate. Y esto no sólo lo pudieron comprobar los militantes de la CCI: los delegados de las organizaciones invitadas llegaron a las mismas conclusiones de los trabajos del congreso:
"La cultura del debate de la CCI, de los camaradas de la CCI, es impresionante. Cuando vuelva a Corea, compartiré mi experiencia con mis camaradas" (uno de los grupos venidos de Corea).
"Es [el congreso] un buena ocasión para clarificar mis posiciones; en muchas discusiones, encontré una verdadera cultura del debate. Creo que debo hacer lo máximo por desarrollar las relaciones entre [mi grupo] y la CCI y tengo la intención de hacerlo. Espero que podamos trabajar juntos un día por una sociedad comunista" (el otro grupo de Corea) ([7]).
La CCI no practica la cultura del debate cada dos años en su congreso internacional sino que, como lo atestigua la intervención de la delegación de OPOP en el debate sobre la crisis económica, forma parte de la relación permanente entre nuestras organizaciones. Esta relación es capaz de reforzarse a pesar de divergencias sobre distintos temas, entre ellos el análisis de la crisis económica:
"Quiero, en nombre de OPOP, saludar la importancia de este congreso. Para OPOP, la CCI es una organización hermana, como eran hermanos el partido de Lenin y el de Rosa Luxemburg. Es decir que había entre uno y otro divergencias, en toda una serie de enfoques, de opiniones y por lo tanto de concepciones teóricas, pero había sobre todo una unidad programática en lo que se refiere a la necesidad del derrocamiento revolucionario de la burguesía y la instauración de la dictadura del proletariado, de la expropiación inmediata de la burguesía y del capital".
La otra dificultad observada en la Resolución de actividades se refiere a la cuestión de la centralización. Para superar esas dificultades el congreso puso también a su orden del día el debate de un texto más general relativo a la cuestión de la centralización. Este debate, si ya fue útil para reafirmar y precisar las concepciones comunistas sobre esta cuestión para la "vieja guardia" de nuestra organización, se reveló particularmente importante para los nuevos compañeros y las nuevas secciones que han integrado recientemente la CCI.
En efecto, una de las características significativas del XVIIIº congreso de la CCI ha sido la presencia, que los "antiguos" constataron con agradable sorpresa, de un número relativamente elevado de "caras nuevas" entre las cuales la joven generación estaba especialmente presente.
Esta presencia importante de jóvenes participantes en el congreso fue un factor importante del dinamismo y de entusiasmo que impregnó sus trabajos. Contrariamente a los medios de comunicación burgueses, la CCI no cultiva lo que podría llamarse "juvenilismo", pero la entrada de una nueva generación de militantes en nuestra organización - y que también es el rasgo de los demás grupos participantes si se considera la juventud de la mayoría de sus delegados, es de la mayor importancia para la perspectiva de la revolución proletaria. Por un lado, como los icebergs, forma la "punta emergente" de un profundo proceso de toma de conciencia en la clase obrera mundial. Por otro, crea las condiciones de un relevo de las fuerzas comunistas. Como dice la Resolución sobre la situación internacional adoptada por el congreso, "El camino que conduce a los combates revolucionarios y al derrocamiento del capitalismo es todavía largo y difícil (...) pero en nada puede ser un factor de desánimo para los revolucionarios, de parálisis de su compromiso en la lucha proletaria. ¡Muy al contrario!".
Aunque los "viejos" militantes de la CCI conservan toda su convicción y su compromiso, es a esa nueva generación a la que le corresponderá aportar una contribución decisiva a los combates revolucionarios futuros del proletariado. Y de ahora en adelante, el espíritu fraterno, la voluntad de unión, así como la de pelear contra las trampas de la burguesía, el sentido de la responsabilidad, todas las cualidades ampliamente compartidas por los elementos de esta nueva generación presentes en el congreso - militantes de la CCI o de los grupos invitados - son el mejor augurio para su capacidad de ponerse a la altura de su responsabilidad. Eso es lo que expresó, entre otras cosas, la intervención del joven delegado de la LECO sobre el Encuentro internacionalista que se celebró en América Latina en la primavera pasada:
"El debate que comenzamos a desarrollar reúne a grupos e individuos que buscan una unidad sobre bases proletarias y requieren espacios de debate internacionalista, necesita este contacto con los delegados de la Izquierda comunista. La radicalización de la juventud y minorías en América Latina, en Asia, permitirá que este polo de referencia esté identificado por más grupos aún que crecen numérica y políticamente. Esto nos da armas para intervenir, para enfrentar las trampas que proponen el izquierdismo, el "socialismo del siglo XXI", el sandinismo, etc. La posición alcanzada en el Encuentro latino ya es un arma proletaria. Saludo las intervenciones de los camaradas, que expresan un verdadero internacionalismo, una preocupación para esta proyección política y numérica de la Izquierda comunista a nivel mundial".
CCI (12 de Julio de 2009)
[1]) Véase en Acción Proletaria nº 206, 2009, "¡Salud a las nuevas secciones de la CCI en Turquía y Filipinas! [49]".
[2]) Sobre este encuentro, véase Acción Proletaria nº 207, 2009, "Encuentro de comunistas internacionalistas en Latinoamérica [50]".
[3]) Como ya lo ilustramos en los distintos artículos que publicamos recientemente sobre Darwin y el darwinismo.
[4]) El lector que quiera hacerse una idea de esas reflexiones puede consultar la página WEB de J-L Dessalles: https://perso.telecom-paristech.fr/~jld/ [51]
[5]) Ver, en particular, en esta Revista, el artículo de debate: "En defensa de la tesis del capitalismo de Estado keynesiano-fordista".
[6]) Véase a este respecto "17o congreso de la CCI: un refuerzo internacional del campo proletario" y nuestro texto de orientación "La cultura del debate: un arma de la lucha de clase" (Revista internacional nos 130 y 131).
[7]) Esta impresión sobre la calidad de la cultura del debate que se manifestó en el congreso también fue señalada por el científico al que invitamos. Nos ha mandado un mensaje: "Gracias una vez más por la excelente relación mutua que tuve con la "comunidad Marx". De verdad que pasé un muy buen rato con ustedes".
XVIIIo Congreso de la CCI
1. El 6 de marzo de 1991, tras el hundimiento del bloque del Este y la victoria de la coalición en Irak, el presidente Georges Bush, padre, anunciaba, ante el congreso de EE.UU., el nacimiento de un "nuevo orden mundial", basado en el "respeto del derecho internacional". Este nuevo orden aportaría al planeta paz y prosperidad. El "fin del comunismo" significaba el "triunfo definitivo del capitalismo liberal". Algunos, como el "filosofo" Francis Fukuyama, predecían incluso el "fin de la historia". Pero la historia, la verdadera y no la de los discursos de propaganda, se apresuró a ridiculizar esas patrañas. Como paz, el año 91 iba a ser el principio de la guerra en la ex Yugoslavia qua acarreó cientos de miles de muertos en el corazón mismo de Europa, un continente que había evitado esta plaga desde hacia medio siglo. Igualmente, la recesión del 93 y luego el hundimiento de los "Tigres" y de los "Dragones" asiáticos en el 97, luego la nueva recesión de 2002, que puso fin a la euforia provocada por la "burbuja internet", arañaron sensiblemente las ilusiones sobre la prosperidad anunciada por Bush sénior. Pero lo típico de los discursos de la clase dominante hoy es olvidar los discursos de la víspera. Entre 2003 y 2007, el tono de los discursos oficiales de los sectores dominantes de la burguesía fue eufórico, celebrando el éxito del "modelo anglo-sajón" que permitía ganancias ejemplares, tasas de crecimiento vigorosas del PIB e incluso una baja significativa del desempleo. No había palabras bastante elogiosas para celebrar el triunfo de "la economía liberal" y los beneficios de la "desregulación". Pero desde el verano 2007 y sobre todo 2008, ese beato optimismo se derritió como nieve al sol. Desde ahora, en el centro de los discursos burgueses, las palabras "prosperidad", "crecimiento", "triunfo del liberalismo" han desaparecido discretamente. A la mesa del gran banquete de la economía capitalista se ha invitado alguien que parecía haber sido expulsado para siempre: la crisis, el espectro de una "nueva gran depresión" parecida a la de los años 30.
2. Según los propios responsables burgueses, todos los "especialistas" de la economía, incluidos los alabadores más incondicionales del capitalismo, la crisis actual es la más grave qua haya conocido el sistema desde la Gran Depresión que empezó en 1929. Según la OCDE: "La economía mundial es víctima de su recesión más profunda y mas sincronizada desde hace décadas" (Informe intermedio de marzo 2009). Algunos incluso no vacilan en considerar que es todavía más grave y que la razón por la que sus efectos no son tan catastróficos como los de los años 30 estriba en el hecho de que, desde aquel entonces, los dirigentes del mundo, muy experimentados, han aprendido a encarar ese tipo de situación, evitando, en particular, una desbandada (cada uno para sí) general: "Aunque se haya calificado a veces esta severa recesión mundial de "gran recesión", estamos lejos de una nueva "Gran depresión" como la de los años 30, gracias a la calidad y a la intensidad de las medidas que los gobiernos están tomando. La "gran depresión" se agravó por los terribles errores de política económica, desde las medidas monetarias restrictivas hasta la política de "cada uno para sí", con la forma de protecciones comerciales y devaluaciones competitivas. En cambio, la recesión actual ha suscitado generalmente buenas respuestas" (ídem).
Sin embargo, aunque todos los sectores de la burguesía constatan la gravedad de las convulsiones actuales de la economía capitalista, las explicaciones que dan, aun siendo a menudo divergentes entre sí, son evidentemente incapaces de captar el verdadero significado de esas convulsiones y la perspectiva que anuncian para toda la sociedad. Para algunos, la responsable de las dificultades agudas del capitalismo es la "desquiciada finanza", el que se hayan desarrollado desde principios de los años 2000 toda una serie de "productos financieros tóxicos" que han favorecido una explosión de créditos sin garantía suficiente para ser reembolsados. Otros afirman que el capitalismo sufre de un exceso de "desregulación" a escala internacional, orientación que se encuentra en el centro de la economía Reagan, instaurada desde finales de los años 80. Otros, por fin, representantes de la izquierda del capital en especial, piensan que la causa profunda estriba en una insuficiencia de las rentas salariales, que obligan a los asalariados, sobre todo en los países más desarrollados, a una huida ciega en los préstamos para ser capaces de satisfacer sus necesidades elementales. Sean cuales sean sus diferencias, sin embargo, lo que caracteriza a todas esas "interpretaciones", es que consideran que no es el capitalismo, en tanto que modo de producción, lo que debe cuestionarse, sino tal o cual forma del sistema. Y precisamente, es ese postulado de partida lo que impide que todas esas interpretaciones vayan al fondo para comprender las causas verdaderas de la crisis actual y lo que en ella se juega.
3. De hecho, solo una visión global e histórica del modo de producción capitalista permite comprender, medir y sacar las perspectivas de la crisis actual. Hoy, es algo que ocultan todos los "especialistas" de la economía, aparece abiertamente la realidad de las contradicciones que asaltan al capitalismo: la crisis de sobreproducción del sistema, su incapacidad para vender la masa de mercancías que produce. No hay sobreproducción con relación a las necesidades reales de la humanidad, que distan mucho de estar satisfechas, sino sobreproducción con relación a los mercados solventes, y a los medios de pago de esa producción. Los discursos oficiales, de igual modo que las medidas adoptadas por la mayoría de los gobiernos, se focalizan en la crisis financiera, en la quiebra de los bancos, pero en realidad, lo que los comentaristas llaman "economía real" (en oposición a economía "ficticia"), lo ilustra: no pasa un día sin que se anuncien cierres de fabricas, despidos masivos, quiebras de empresas industriales. El que General Motors, que durante décadas fue la primera empresa del mundo, deba únicamente su supervivencia a un apoyo masivo del Estado US, a la vez que Chrysler se ha declarado oficialmente en quiebra, y ha pasado bajo el control de la Fiat italiana, es significativo de los problemas de fondo que afectan a la economía capitalista. Asimismo, la caída del comercio mundial, la primera desde la Segunda Guerra mundial y que la OCDE ha evaluado en - 13,2 % para 2009, rubrica la incapacidad para las empresas de encontrar compradores para su producción.
Esta crisis de sobreproducción, evidente hoy, no es una simple consecuencia de la crisis financiera como pretenden hacérnoslo creer la mayoría de los "especialistas", sino que reside en los engranajes mismos de la economía capitalista, como lo ha puesto de relieve el marxismo desde hace siglo y medio. Mientras existía la conquista del mundo por las metrópolis capitalistas, los nuevos mercados permitieron superar las crisis momentáneas de sobreproducción. Con el final de esta conquista, a principios del siglo xx, a esas metrópolis, especialmente la que llegó con retraso al concierto de la colonización, Alemania, no les quedó más remedio que atacar las zonas de influencia de las demás, provocando la Primera Guerra mundial antes de que se expresara plenamente la crisis de sobreproducción. Ésta, en cambio, se manifestó claramente con el krach de 1929 y la Gran depresión de los años 30, arrastrando a los principales países capitalistas en la huida ciega del belicismo y en una Segunda Guerra mundial que superó con mucho a la Primera en masacres y barbarie. El conjunto de las disposiciones adoptadas por las grandes potencias tras esa guerra, especialmente la organización bajo tutela USA de los grandes componentes de la economía capitalista, tales como la moneda (Bretton Woods), la instauración por los Estados de políticas neo-keynesianas, y las repercusiones positivas de la descolonización en lo que a mercados se refiere, permitieron durante casi tres décadas al capitalismo mundial dar la ilusión de que por fin había superado sus contradicciones. Pero esa ilusión recibió un golpe de la primera importancia en 1974 con la aparición de una violenta recesión, sobre todo en la primera economía mundial. Esa recesión no fue el principio de las grandes dificultades del capitalismo, puesto que venía después de la de 1967 y las crisis sucesivas de la libra y del dólar, dos monedas fundamentales en el sistema de Bretton Woods. En realidad, fue ya desde finales de los 60 cuando el neo-keynesianismo dio la prueba de su fracaso histórico como lo subrayaron en aquel entonces los grupos que iban a formar la CCI. Pero para el conjunto de los comentaristas burgueses y para la mayoría de la clase obrera, fue el año 1974 el que marcó el inicio de un periodo nuevo en la vida del capitalismo de posguerra, sobre todo con la reaparición de un fenómeno que se creía definitivamente desaparecido en los países desarrollados, el desempleo masivo. Fue entonces también cuando el fenómeno de la huida ciega en el endeudamiento se aceleró muy sensiblemente: entonces fueron los países del tercer mundo los que se encontraron en el frente del endeudamiento y constituyeron durante un tiempo la "locomotora" del relanzamiento. Esta situación se acabó a principios de los años 80 con la crisis de la deuda, la incapacidad de los países del Tercer mundo para reembolsar los préstamos que les habían permitido por cierto tiempo ser una salida mercantil para la producción de los grandes países industriales. Pero no por eso se terminó la huida en el endeudamiento. EE.UU. empezó a coger el relevo de "locomotora", pero a costa de un hundimiento considerable de su déficit comercial y sobre todo presupuestario, política que pudo llevar a cabo gracias al papel privilegiado de su moneda nacional como moneda mundial. El eslogan de Reagan era entonces "el Estado no es la solución, sino el problema" para justificar la liquidación del neo keynesianismo; pero el Estado federal US, con sus enormes déficits presupuestarios, siguió siendo el agente principal en la vida económica nacional e internacional. Sin embargo, la "reaganomics", cuya primera inspiradora era Margaret Thatcher en Gran Bretaña, era esencialmente un desmantelamiento del "Estado del bienestar", es decir ataques sin precedentes contra la clase obrera que contribuyeron a superar la inflación galopante que había afectado el capitalismo a finales de los años 70.
Durante los años 90, una de las "locomotoras" de la economía mundial fueron los "Tigres" y los "Dragones" asiáticos que tuvieron tasas de crecimiento espectaculares pero a costa de un endeudamiento considerable que los llevó a convulsiones espectaculares en 1997. En el mismo momento, la "nueva y democrática" Rusia, la cual también se encontró en suspensión de pagos, decepcionó cruelmente a quienes habían apostado por el "final del comunismo" para relanzar durablemente la economía mundial. A su vez, la "burbuja internet" de finales de los 90, que era en realidad una especulación desenfrenada sobre las empresas "high-tech", estalló en 2001-2002, acabando con el sueño de un relanzamiento de la economía mundial mediante el desarrollo de nuevas tecnologías de la información y de la comunicación. Fue entonces cuando el endeudamiento conoció una nueva aceleración, sobre todo gracias al desarrollo espectacular de las hipotecas en la construcción en varios países, y en particular en EE.UU. Este país reforzó su papel de "locomotora" de la economía mundial pero a costa de un crecimiento abismal de las deudas -especialmente en la población norteamericana-, basadas en toda clase de "productos financieros" que pretendidamente debían servir para evitar la suspensión de pagos. En realidad, la dispersión de los débitos dudosos no hizo desaparecer ni mucho menos su carácter de espada de Damocles encima de la cabeza de la economía US y mundial. Muy al contrario, esa dispersión no hizo sino acumular en el capital de los bancos "activos tóxicos", origen de su hundimiento a partir de 2007.
4. No es pues la crisis financiera lo que ha originado la recesión actual. Muy al contrario, lo que hace la crisis financiera es ilustrar que la huida hacia adelante en el endeudamiento, que permitió superar la sobreproducción, no puede proseguir eternamente. Tarde o temprano, la "economía real" se desquita, o sea que la base de las contradicciones del capitalismo, la sobreproducción, la incapacidad de los mercados de absorber la totalidad de las mercancías fabricadas, vuelve a primera fila.
En ese sentido, las medidas que se decidieron en marzo del 2009 en el G20 de Londres, duplicar las reservas del Fondo Monetario Internacional, apoyar masivamente a Estados cuyo sistema bancario está en bancarrota, animarlos a éstos a aplicar políticas activas de relanzamiento de la economía a precio de un salto espectacular de los déficits presupuestarios, no resolverían en ningún caso la cuestión de fondo. La huida ciega en la deuda es uno de los ingredientes de la brutalidad de la recesión actual. La única "solución" que la burguesía es capaz de instaurar es... una nueva huida ciega en el endeudamiento. El G20 no ha podido inventar una solución a la crisis por la sencilla razón de que ésta no tiene solución. El G20 debía servir para evitar el "cada uno a la suya" que caracterizó los años 30. Se proponía también restablecer un poco de confianza entre los agentes económicos, porque esa confianza, en el capitalismo, es un factor esencial que se encuentra en el centro mismo de su funcionamiento, el crédito. Dicho lo cual, este ultimo hecho, la insistencia en la importancia de "la psicología" en las convulsiones económicas, la puesta en escena del discurso frente a las realidades materiales, rubrica el carácter fundamentalmente ilusorio de las medidas que podrá tomar el capitalismo ante la crisis histórica de su economía. En realidad, aunque el sistema capitalista no vaya a derrumbarse como un castillo de naipes, aunque la caída de la producción no vaya a continuar indefinidamente, la perspectiva es la de un hundimiento creciente en su atolladero histórico, es decir la vuelta a una escala cada vez mayor de las convulsiones que hoy le afectan. Desde hace cuatro décadas, la burguesía no ha podido impedir que se agrave continuamente la crisis. Hoy parte de una situación mucho mas degradada que la de finales de los años 60. A pesar de toda la experiencia adquirida durante décadas, no podrá hacerlo mejor, sino peor todavía. En especial, las medidas de inspiración neo-keynesianas propuestas por el G20 de Londres (que van hasta la nacionalización de algunos bancos en situación difícil) no podrán en ningún caso restablecer la más mínima "salud" del capitalismo, puesto que el principio de sus grandes dificultades, a finales de los 60, fue el resultado precisamente de la quiebra definitiva de las medidas neo-keynesianas adoptadas tras la Segunda Guerra mundial.
5. La agravación brutal de la crisis capitalista ha sorprendido fuertemente a la clase dominante, en cambio no ha sorprendido en absoluto a los revolucionarios. Como ponía de relieve la resolución adoptada por el precedente congreso internacional antes ya de que cundiera el pánico en el verano del 2007: "Hoy mismo (...), una acumulación de las amenazas que se ciernen sobre el sector inmobiliario en Estados Unidos que ha representado uno de los motores de la economía norteamericana, y que conllevan el riesgo de catastróficas quiebras bancarias, causando angustia e incertidumbre en los ámbitos económicos" (Punto 4).
Esta resolución también echaba por los suelos las grandes expectativas suscitadas por el "milagro chino": "lejos de representar un "nuevo impulso" de la economía capitalista, el "milagro chino" y el de otras economías del Tercer mundo, no es más que un nuevo aspecto de la decadencia del capitalismo. Además, la extrema dependencia de la economía china de sus exportaciones es un verdadero factor de fragilidad frente a la contracción de la demanda de sus clientes actuales, contracción que por otro lado no puede dejar de producirse, particularmente cuando la economía norteamericana se vea obligada a poner orden en el endeudamiento abismal que le permite actualmente hacer de "locomotora" de la demanda mundial. Así, igual que el "milagro" que representaban las tasas de crecimiento de dos cifras de los "tigres" y "dragones" asiáticos tuvo un doloroso final en 1997, el "milagro" chino actual, a pesar de que sus orígenes son diferentes y de disponer de mejores cartas, tendrá que enfrentarse tarde o temprano a la dura realidad del estancamiento histórico del modo de producción capitalista" (Punto 6). La baja de la tasa de crecimiento de la economía china, el estallido del paro que provoca, en particular con la vuelta forzada a sus pueblos de decenas de millones de campesinos alistados en los presidios industriales para intentar salvarse de una miseria insoportable vienen a confirmar totalmente esta previsión.
En realidad, la capacidad de la CCI para prever lo que iba a ocurrir no se basa en un mérito particular de nuestra organización. Su único "mérito" reside en el método marxista, en la voluntad de concretarlo permanentemente en los análisis de la realidad mundial, en su capacidad de resistir a las sirenas que proclaman la "quiebra definitiva del marxismo".
6. La confirmación de la validez del marxismo no solo concierne la vida económica de la sociedad. En el centro de las mistificaciones que se extendieron a principios de los años 90 estaba la apertura de un periodo de paz para el mundo entero. El fin de la "Guerra fría", la desaparición del bloque del Este, presentado en su tiempo por Reagan como el "Imperio del Mal" iban a poner fin a los conflictos militares a través de los cuales se había realizado el enfrentamiento entre los dos bloques imperialistas desde 1947. Frente a ese tipo de mistificaciones sobre la posibilidad de paz en el capitalismo, el marxismo siempre ha dicho que es imposible para los Estados burgueses superar sus rivalidades económicas y militares, especialmente en el periodo de decadencia. Por eso es por lo que, ya desde enero 1990, podíamos escribir:
"La desaparición del gendarme imperialista ruso, y lo que de ésa va a resultar para el gendarme norteamericano respecto a sus principales «socios» de ayer, abren de par en par las puertas a rivalidades más localizadas. Esas rivalidades y enfrentamientos no podrán, por ahora, degenerar en conflicto mundial, incluso suponiendo que el proletariado no fuera capaz de oponerse a él. En cambio, con la desaparición de la disciplina impuesta por la presencia de los bloques, esos conflictos podrían ser más violentos y numerosos y, en especial, claro está, en las áreas en las que el proletariado es más débil" (Revista internacional no 61, "Tras el hundimiento del bloque del Este, inestabilidad y caos"). El escenario mundial no iba tardar en confirmar ese análisis, sobre todo con la primera guerra del Golfo en enero de 1991 y la guerra en la antigua Yugoslavia a partir del otoño de ese mismo año. Desde entonces, los enfrentamientos sangrientos y bárbaros no han cesado. No podemos enumerarlos todos pero sí podemos subrayar:
- la continuación de la guerra en la antigua Yugoslavia, con un alistamiento directo, bajo la dirección de la OTAN, de EE.UU. y de las principales potencias europeas en 1999;
- las dos guerras en Chechenia;
- numerosas guerras que no han cesado de hacer estragos en el continente africano (Ruanda, Somalia, Congo, Sudán, etc);
- las operaciones militares de Israel contra Líbano y, recientemente, la franja de Gaza;
- la guerra en Afganistán de 2001, que prosigue;
- la guerra en Irak de 2003, cuyas consecuencias siguen pesando dramáticamente en el país, pero también en el iniciador de esa guerra, la potencia norteamericana.
El sentido y las implicaciones de la política de esa potencia ya han sido analizadas desde hace mucho tiempo por la CCI: "el espectro de la guerra mundial ha dejado de amenazar el planeta, pero al mismo tiempo hemos asistido a un desencadenamiento de antagonismos imperialistas y de guerras locales en las que están implicadas directamente las grandes potencias, empezando por la primera y principal: Estados Unidos. A este país, que desde hace años se ha dado el papel de "gendarme mundial", le correspondía proseguir y reforzar ese papel ante el nuevo "desorden mundial" surgido al final de la guerra fría. En realidad, si EEUU se ha encargado de ese papel, no es, ni mucho menos, para contribuir a la estabilidad del planeta sino, sobre todo, para intentar restablecer su liderazgo mundial, puesto constantemente en entredicho, sobre todo por parte de sus antiguos aliados, debido a que ya desapareció la argamasa que aglutinaba cada uno de los bloques imperialistas, o sea, la amenaza del bloque adverso. Tras la desaparición total de la "amenaza soviética", el único medio que le queda a la potencia estadounidense para imponer su disciplina es hacer alarde de lo que constituye su fuerza principal: la enorme superioridad de su potencia militar. Y al hacer así, la política imperialista de Estados Unidos se ha convertido en uno de los principales factores de inestabilidad del mundo" ("Resolución sobre la situación internacional", XVIIo Congreso de la CCI, Punto 7).
7. La llegada del demócrata Barak Obama a la cabeza de la primera potencia mundial ha suscitado muchas ilusiones sobre un posible cambio de orientación de la estrategia de EE.UU., un cambio que permita la apertura de "una era de paz". Una de las bases de esas ilusiones es que Obama fue uno de los pocos senadores US en votar contra la intervención militar en Irak en 2003 y que, contrariamente a su competidor republicano Mc Cain, se comprometió a retirar de Irak a las fuerzas US. Sin embargo, esas ilusiones se han visto pronto enfrentadas con la realidad de los hechos. Obama previó retirar las fuerzas norteamericanas de Irak, pero ha sido para reforzar su alistamiento en Afganistán y en Pakistán. Por otra parte, la continuidad de la política militar de EE.UU. queda bien ilustrada en que la nueva administración ha reconducido en sus funciones al secretario de Defensa, Gates, que fue nombrado por Bush.
En realidad, la nueva orientación de la diplomacia US no pone en absoluto en entredicho el marco recordado más arriba. Sigue teniendo el objetivo de recuperar el liderazgo de EE.UU. en el planeta gracias a su superioridad militar. Así, la orientación de Obama a favor del incremento del papel de la diplomacia tiene, en gran parte, la finalidad de ganar tiempo y por lo tanto, aplazar el momento de las inevitables intervenciones imperialistas de las fuerzas militares US, que están hoy demasiado dispersas y demasiado agotadas para hacer simultáneamente las guerras en Irak y Afganistán.
Sin embargo, como lo ha subrayado a menudo la CCI, existen en el seno de la burguesía US dos opciones para alcanzar esos fines:
- la opción del Partido Demócrata, que pretende asociar lo más posible a otras potencias con ese fin;
- la opción mayoritaria entre los Republicanos, que consiste en tomar la iniciativa de las ofensivas militares e imponerlas a toda costa a las demás potencias.
La primera opción fue realizada a finales de los años 90 por la administración Clinton en la ex Yugoslavia en donde consiguió obtener que las potencias principales de Europa occidental, Alemania y Francia especialmente, cooperaran y participaran en los bombardeos de la OTAN en Serbia para obligar a este país a abandonar Kosovo.
La segunda opción es típicamente la del inicio de la guerra contra Irak en 2003, que se hizo en contra de la oposición muy decidida de Alemania y Francia asociadas en este caso con Rusia en el seno del Consejo de Seguridad de la ONU.
Sin embargo, ninguna de esas dos opciones ha sido capaz hasta ahora, de darle la vuelta al curso de la pérdida del liderazgo US. La política de "romper y pasar" que se ha ilustrado entre los dos mandatos de Georges Bush, hijo, ha conducido no solo al caos iraquí, un caos que no está superado ni mucho menos, sino también a un aislamiento creciente de la diplomacia US ilustrado en particular en el hecho de que algunos países que lo apoyaron en 2003, como España o Italia, abandonaron el barco de la aventura iraquí en plena navegación (y eso sin contar con la distanciación más discreta del gobierno de Gordon Brown respecto al apoyo incondicional de Tony Blair a esa aventura). Por su parte, la política de "cooperación", la preferida de los Demócratas, no permite realmente asegurar una "fidelidad" de las potencias a las que se quiere asociar en las aventuras militares, sobre todo porque deja un margen de maniobra más importante a esas potencias para que hagan valer sus propios intereses.
Hoy, por ejemplo, la administración Obama ha decidido adoptar una política más conciliadora respecto a Irán y más firme respecto a Israel, dos orientaciones que van en el sentido de la mayoría de los países de la Unión Europea, Alemania y Francia en particular, dos países que desean recuperar una parte de la influencia que en sus tiempos tuvieron en Irán e Irak. Sin embargo, esa orientación no impedirá que siga habiendo conflictos de interés importantes entre esos dos países, Alemania y Francia y EE.UU., sobre todo en la esfera de Europea oriental (donde Alemania intenta conservar relaciones "privilegiadas" con Rusia) o africana (donde las dos facciones que están poniendo a sangre y fuego al Congo están apoyadas una por Francia y la otra por EE. UU.
Más generalmente, la desaparición de la división del mundo en dos grandes bloques imperialistas rivales abrió la puerta a la emergencia de ambiciones imperialistas de segundo plano, nuevos protagonistas de la desestabilización de la situación internacional. Ese es el caso, por ejemplo, de Irán, que pretende conquistar una posición dominante en Oriente Medio tras las banderas de la "resistencia" al "gran Satán" US y del combate contra Israel. Con medios mucho mas importantes, China quiere extender su influencia hacia otros continentes, África en especial, donde su presencia económica en aumento debe servir para arraigar en esta zona del mundo una presencia diplomática y militar como ya está ocurriendo en la guerra en Sudan.
Así, la perspectiva para el planeta tras la elección de Obama a la cabeza de la primera potencia mundial no es muy diferente de la situación que ha prevalecido hasta ahora: continuación de los enfrentamientos entre potencias de primero o segundo plano, continuación de la barbarie bélica con consecuencias cada vez más trágicas (hambrunas, epidemias, desplazamientos masivos) para las poblaciones que viven en las zonas disputadas. Cabe incluso esperarse que la inestabilidad que provocará la agravación considerable de la crisis en todo una serie de países de la periferia vendrá a intensificar los enfrentamientos entre camarillas militares dentro de esos países con la participación, como siempre, de las potencias imperialistas. Ante esta situación, lo único que podrán hacer Obama y su administración es proseguir la política belicista de sus predecesores, como se está viendo en Afganistán, una política sinónimo de barbarie bélica creciente.
8. De igual modo que las "buenas disposiciones" declaradas por Obama en el plano diplomático no impedirán en nada que prosiga y se agrave el caos militar por el mundo, como tampoco impedirán que la nación que él dirige siga siendo un factor activo de ese caos, la reorientación norteamericana que anuncia hoy en lo que al medio ambiente se refiere no impedirá que éste siga degradándose. Esta degradación no es una cuestión de buena o mala voluntad de los gobiernos, por muy poderosos que sean. Cada día que pasa pone en evidencia más y más la verdadera catástrofe medioambiental que amenaza al planeta: tempestades cada vez más violentas en países que hasta ahora no las sufrían, sequias, canículas, inundaciones, deshielo de los casquetes polares, países amenazados de ser inundados por el mar... Las perspectivas son cada vez más sombrías. Esta degradación del medio ambiente contiene además la amenaza de agravación de los enfrentamientos bélicos, especialmente con el agotamiento de las reservas de agua potable, que van a ser lo que estará en juego en nuevos conflictos.
Como lo subrayaba la resolución adoptada por el congreso internacional anterior: "Así pues, como puso en evidencia la CCI hace más de 15 años, el capitalismo en descomposición supone o lleva en sí amenazas considerables para la supervivencia de la especie humana. La alternativa anunciada por Engels a finales del siglo xix: "socialismo o barbarie", se ha convertido a lo largo del siglo xx en una siniestra realidad. Lo que el siglo xxi nos ofrece como perspectiva es, simplemente, socialismo o destrucción de la humanidad. Este es el verdadero reto al que se enfrenta la única fuerza social capaz de destruir el capitalismo, la clase obrera mundial" (punto 10).
9. Esta capacidad de la clase obrera para acabar con la barbarie engendrada por el capitalismo en descomposición, para sacar a la humanidad de su prehistoria y abrirle las puertas del "reino de la libertad", como dijo Engels, ya se va forjando desde ahora en las luchas cotidianas contra la explotación capitalista. Tras el hundimiento del bloque del Este y de los regímenes dizque "socialistas", las campañas ensordecedoras sobre "el fin del comunismo", cuando no "de la lucha de clases", dieron un golpe brutal a la conciencia y a la combatividad de la clase obrera. El proletariado sufrió entonces un profundo retroceso en ambos planos, que fue prolongándose durante más de diez años. Solo a partir de 2003, como la CCI lo ha puesto varias veces de relieve, la clase obrera mundial ha dado la prueba que había superado ese retroceso, que había vuelto al camino de las luchas contra los ataques capitalistas. Desde 2003, no se ha desmentido esa tendencia, los dos años que nos separan del congreso anterior han conocido una continuación en todas las partes del mundo. Se ha podido observar incluso, en ciertos momentos, una notable simultaneidad de los combates obreros a escala mundial. Por ejemplo, a principios del año 2008, varios países se vieron afectados al mismo tiempo por luchas obreras: Rusia, Irlanda, Bélgica, Suiza, Italia, Grecia, Rumania, Turquía, Israel, Irán, Emirato de Bahrein, Túnez, Argelia, Camerún, Swazilanda, Venezuela, México, Estados Unidos, Canadá y China.
También hemos asistido a luchas obreras muy significativas durante los dos años pasados. Sin pretender ser exhaustivos, podemos citar unos ejemplos:
- en Egipto, durante el verano 2007, con huelgas masivas en el textil que encontraron la solidaridad activa de numerosos sectores (estibadores, transportes, sanidad...);
- en Dubai, en noviembre del 2007, cuando los obreros de la construcción (esencialmente emigrados) se movilizaron masivamente;
- en Francia, en noviembre de 2007, cuando los ataques contra las pensiones de jubilación provocaron una huelga muy combativa en los ferrocarriles, con varios ejemplos de lazos de solidaridad con los estudiantes que entonces estaban movilizados en contra del intento del gobierno de acentuar la segregación social en la universidad, huelga que ha desvelado abiertamente el papel de saboteadores de las grandes centrales sindicales, especialmente la CGT y la CFDT, obligando a la burguesía a dar lustre a su aparato de encuadramiento de las luchas obreras;
- en Turquía, a finales de 2007, cuando las huelgas de más de un mes de 25 000 trabajadores de Türk Telecom fue la mayor movilización del proletariado en ese país desde 1991, y eso en el mismo momento en que el gobierno de ese país estaba comprometido en una operación militar en el Norte de Irak;
- en Rusia, en noviembre 2008, cuando hubo huelgas importantes en San Petersburgo (en la fabrica Ford por ejemplo) testimonio de la capacidad de los trabajadores para superar una intimidación policiaca muy presente, por parte del SB (antiguo KGB);
- en Grecia, a finales de 2008, en un clima de un enorme descontento que ya se había expresado antes con la movilización de estudiantes contra la represión que se benefició de una profunda solidaridad por parte de la clase obrera de la que algunos sectores han desbordado el sindicalismo oficial; una solidaridad que no se limitó al interior de las fronteras del país, pues ese movimiento ha encontrado un eco de simpatía muy significativo en muchos países europeos;
- en Gran Bretaña, donde la clase obrera había soportado una serie de derrotas crueles durante los años 80 y donde la huelga salvaje en la refinería Linsay, a principios de 2009, fue uno de los movimientos más significativos de la clase obrera de ese país desde hace dos décadas; este movimiento ha dado la prueba de la capacidad de la clase obrera de ampliar las luchas, en particular, y ha conocido el principio de un enfrentamiento contra el peso del nacionalismo con manifestaciones de solidaridad entre obreros británicos y obreros emigrados, polacos e italianos.
10. La agravación considerable de la crisis económica del capitalismo hoy, es, claro está, un factor de la primera importancia en el desarrollo de las luchas obreras. Desde ahora ya, en todos los países del mundo, los obreros están amenazados por despidos masivos, por el incremento masivo del desempleo. Muy concretamente, el proletariado ha de hacer la experiencia de la incapacidad del sistema capitalista de permitir un mínimo decente de vida a los trabajadores que explota. Más aun, resulta ser siempre más incapaz de darles el más mínimo porvenir a las nuevas generaciones de la clase obrera, lo que es un auténtico factor de angustias y de desesperación no solo para ellas, sino también para las de sus padres. Así van madurando las condiciones para que la idea de la necesidad de derrumbar este sistema pueda desarrollarse significativamente en el mismo corazón del capitalismo. Pero para estar en capacidad de orientarse hacia una perspectiva revolucionaria, no le basta a la clase obrera percibir que el sistema capitalista está en un callejón sin salida, que tendría que dejar paso a otra sociedad. También tiene que tener la convicción de que esa perspectiva es posible y que tiene la capacidad de realizarla. Y es precisamente en ese terreno donde la burguesía ha logrado marcar goles muy importantes contra la clase obrera tras el hundimiento del pretendido "socialismo real". Por un lado, ha logrado generalizar la idea de que la perspectiva comunista no es sino un sueño: "el comunismo no funciona: la prueba está en que ha sido abandonado en provecho del capitalismo por las poblaciones que lo vivían". Por otro lado, ha logrado hacer nacer entre la clase obrera un fuerte sentimiento de impotencia debido a la incapacidad de ésta a desarrollar luchas masivas. En este sentido, la situación hoy es muy diferente de la del surgimiento histórico de la clase a finales de los 60. En aquel entonces, con la inmensa huelga de mayo del 68 en Francia y el otoño caliente italiano del 69, el carácter masivo de las luchas obreras evidenció que la clase obrera podía ser une fuerza de primer plano en la vida de la sociedad y que la idea de que podría un día echar abajo el capitalismo no era un sueño irrealizable. Sin embargo, debido a que la crisis del capitalismo solo estaba en sus inicios, la necesidad imperiosa de derrumbar ese sistema no tenía todavía las bases materiales para poder extenderse entre los obreros. Puede resumirse esta situación así: a finales de los 60, la idea de que la revolución era posible podía estar relativamente extendida, pero la idea de que fuera indispensable no podía imponerse. Hoy, al contrario, la idea de que la revolución sea necesaria puede tener un eco nada desdeñable pero que sea posible está poco extendida.
11. Para que la posibilidad de la revolución comunista pueda ganar un terreno significativo en la clase obrera, es necesario que ésta pueda tomar confianza en sus propias fuerzas, y eso pasa por el desarrollo de sus luchas masivas. El enorme ataque que está sufriendo ya a escala internacional debería ser la base objetiva para esas luchas. Sin embargo, la forma principal que esta tomando hoy este ataque, los despidos masivos, no favorece, en un primer tiempo, la emergencia de tales movimientos. En general, y esto se ha comprobado frecuentemente en los últimos 40 años, las épocas de fuerte incremento del desempleo no son propicias para luchas más importantes. El desempleo, los despidos masivos, tienen tendencia a provocar cierta parálisis momentánea de la clase. Ésta se ve sometida a un chantaje por parte de la patronal: "si no estáis contentos, hay muchos obreros por ahí dispuestos a sustituiros". La burguesía puede utilizar esta situación para provocar una división, incluso una oposición entre quienes pierden su trabajo y quienes tienen el "privilegio" de conservarlo. Además, los patronos y los gobiernos se repliegan detrás de un argumento "decisivo": "No tenemos la culpa si el desempleo aumenta y si se os despide: la culpa es de la crisis". En fin, frente a los cierres de empresa, el arma de la huelga se vuelve inoperante, acentuándose así el sentimiento de impotencia de los trabajadores. En una situación histórica en la que el proletariado no ha sufrido una derrota decisiva, como así había sido en los años 30, los despidos masivos, que ya han empezado hoy, podrán provocar combates muy duros, incluso explosiones de violencia. Pero, en un primer tiempo, serán probablemente combates desesperados y relativamente aislados, aunque se beneficien de una simpatía real de otros sectores de la clase obrera. Por eso, si, en el periodo venidero, no asistiéramos a una respuesta de envergadura frente a los ataques, no habría por ello que considerar que la clase ha renunciado a luchar por la defensa de sus intereses. En una segunda etapa, cuando sea capaz de resistir a los chantajes de la burguesía, cuando se imponga la idea de que solo la lucha unida y solidaria pueda frenar la brutalidad de los ataques de la clase dominante, sobre todo cuando ésta intente hacer pagar a todos los trabajadores los colosales déficits presupuestarios que se están acumulando ya a causa de los planes de salvamento de los bancos y de "relanzamiento" de la economía, será entonces cuando podrán desarrollarse mejor combates obreros de gran amplitud. Eso no quiere ni mucho menos decir que los revolucionarios se mantengan ausentes de las luchas actuales. Éstas forman parte de las experiencias que debe atravesar el proletariado para ser capaz de franquear una nueva etapa en su combate contra el capitalismo, y les incumbe a las organizaciones comunistas plantear, en las luchas mismas, la perspectiva general del combate proletario y de los pasos suplementarios que deberá dar en esa dirección.
12. El camino que conduce a los combates revolucionarios y al derrocamiento del capitalismo es todavía largo y difícil. Cada día que pasa da una prueba suplementaria de la necesidad de ese derrocamiento, pero la clase obrera tendrá todavía que atravesar etapas esenciales antes de ser capaz de realizar esa tarea:
- reconquistar su capacidad de apoderarse de sus luchas, puesto que hoy por hoy, la mayoría de ellas, sobre todo en los países desarrollados, siguen ampliamente sometidas al imperio sindical, contrariamente a lo que pudimos comprobar durante los años 80;
- desarrollar su aptitud para evitar las mistificaciones y las trampas burguesas que le cierran el camino hacia las luchas masivas y el restablecimiento de la confianza en sí misma puesto que, si el carácter masivo de las luchas de finales de los 60 puede en gran parte explicarse porque la burguesía fue sorprendida, tras decenios de contrarrevolución, evidentemente hoy ya no es así;
- politizar sus luchas, o sea su capacidad de inscribirlas en su dimensión histórica, de concebirlas como un momento del largo camino histórico del proletariado contra la explotación y abolición de esta.
Esa etapa es evidentemente la más difícil de franquear, debido a:
- la ruptura, provocada en el conjunto de la clase por la contrarrevolución, entre sus luchas del pasado y sus luchas actuales;
- la ruptura orgánica en las organizaciones revolucionarias a causa de esa situación;- el retroceso de la conciencia en el conjunto de la clase tras el desmoronamiento del estalinismo;
- el peso deletéreo de la descomposición del capitalismo sobre la conciencia del proletariado;
- la aptitud de la clase dominante para hacer surgir organizaciones (tales como el Nouveau parti anticapitaliste en Francia y Die Linke en Alemania) cuya vocación es ocupar el sitio de los partidos estalinistas, hoy desaparecidos o moribundos, o de la socialdemocracia, desconsiderada por decenios de gestión de la crisis capitalista, y que, por ser nuevas, tienen la capacidad de alimentar mistificaciones importantes en la clase obrera.
De hecho, la politización de los combates del proletariado está enlazada con el desarrollo de la presencia en su mismo corazón de la minoría comunista. Las débiles fuerzas actuales del medio internacionalista es uno de los índices del camino que queda por recorrer antes de que la clase obrera pueda emprender sus luchas revolucionarias y hacer surgir su partido mundial, órgano esencial sin el que será imposible la victoria de la revolución.
El camino es largo y difícil, pero en nada puede ser un factor de desánimo para los revolucionarios, de parálisis de su compromiso en la lucha proletaria. ¡Muy al contrario!
Debate interno en la CCI
Por cuarta vez desde la Revista Internacional no 133, publicamos elementos del debate interno de la CCI sobre cómo explicar el período de prosperidad de después de la Segunda Guerra mundial.
Invitamos al lector que desee conocer el desarrollo de este debate y los artículos publicados al respecto a leer los números 133, 135 y 136 de la Revista Internacional. El artículo que publicamos aquí se reivindica de la tesis denominada "El capitalismo de Estado keynesiano-fordista" que defiende la idea de que la prosperidad de los años 1950-60 se basó en la instauración de mecanismos keynesianos por parte de la burguesía. Contesta a dos artículos publicados en la Revista no 136 que, por su parte, defendían respectivamente, uno ([1]), la idea de que esta prosperidad fue sobre todo la consecuencia de la explotación de los últimos mercados extracapitalistas todavía importantes y de una huida ciega en el endeudamiento (Tesis: "Los mercados extracapitalistas y el endeudamiento") y, el otro ([2]), la idea de que dicha prosperidad se debió sobre todo al peso de la economía de guerra y el capitalismo de Estado en la sociedad.
En la introducción a la publicación de esos dos artículos, hicimos un panorama de cómo habían evolucionado las discusiones y apuntábamos que la tesis "El capitalismo de Estado keynesiano-fordista" "asume ahora abiertamente la puesta en entredicho de varias posiciones de la CCI". Los camaradas que firman este artículo no están de acuerdo con esa afirmación y lo explican ([3]).
En fin, en la introducción mencionada, señalábamos que el artículo "Origen, dinámica y límites del capitalismo de Estado keynesiano-fordista", de la Revista no 135 (que también defiende la tesis del "Capitalismo de Estado keynesiano-fordista"), planteaba algunos problemas sobre las ausencias patentes de "rigor militante y científico, en especial cuando se refiere a textos del movimiento obrero en su uso en tal o cual demostración o polémica", especialmente mediante la alteración del sentido de algunas citas utilizadas. Este problema no se debe en absoluto a la naturaleza de esa posición como lo demuestra este nuevo artículo, perfectamente irreprochable en ese plano.
Respuesta a Silvio y Jens
Continuamos aquí el debate iniciado en la Revista Internacional no 133 sobre "la explicación del período de prosperidad en los años 1950-60, que fue una excepción en la vida del capitalismo desde la Primera Guerra Mundial...". Queremos responder a los argumentos de las contribuciones de los camaradas Silvio y Jens, publicadas en el no 136, así como a la presentación del mismo número que nos parece contiene algunos malentendidos.
Las divergencias que se están discutiendo actualmente en el seno de nuestra organización se sitúan dentro del marco de las posiciones defendidas por parte de los revolucionarios en la Segunda y Tercera Internacionales y, en el seno de las Izquierdas Comunistas. Son las contribuciones de Luxemburgo, Bujarin, Trotski, Pannekoek, Bilan, Mattick, entre otros. Sabemos que no se pueden conciliar todas estas aportaciones puesto que se contradicen en diversos aspectos. Pero ninguna de estas contribuciones explica de forma completa, por si sola, el desarrollo de los llamados "Treinta Gloriosos", por la sencilla razón que no pudieron vivir esos años (a excepción de P. Mattick). Pensamos que todos han contribuido a la discusión que llevamos en estos momentos. Corresponde a los revolucionarios de hoy en día, continuar la discusión abierta en el seno del movimiento revolucionario para entender mejor los mecanismos que facilitan o frenan el desarrollo del capitalismo, sobre todo en su decadencia.
Los autores de este artículo defienden la tesis "capitalismo de Estado keynesiano-fordista". Esta tesis fue presentada con más detalle en la Revista Internacional no 135, por C.Mcl, autor de la contribución. Este ha decidido abandonar el debate y ha roto el contacto con nosotros. Por eso no sabemos si la posición que defendemos aquí es absolutamente idéntica a la suya.
Para continuar este debate queremos, en primer lugar, señalar algunos hechos históricos en los cuales parece que no hay divergencias hasta ahora entre las tres posiciones expuestas en este debate. Son los siguientes:
1) Entre los años 1945-75, al menos en la esfera de los países industrializados del bloque dominado por los EEUU, no solo creció el PIB per cápita como nunca en toda la historia del capitalismo ([4]), también hubo un aumento de los salarios reales de la clase obrera ([5]).
2) En el mismo período y en la misma esfera hubo igualmente un crecimiento constante de la productividad del trabajo, "las subidas más importantes de la historia del capitalismo, debido en particular al perfeccionamiento del trabajo en cadena (fordismo), la automatización de la producción y su generalización por todas las partes donde era posible" ([6]). Para decirlo simplemente: la técnica y la organización de la producción permitían que un obrero produjera mucho más en una hora de trabajo que anteriormente.
3) La tasa o cuota de ganancia (o sea la ganancia comparada con el capital total invertido) fue muy elevada en casi todo este período, pero a partir de 1969 mostró otra vez una tendencia a la baja. Todos los implicados en este debate nos referimos a las mismas estadísticas a este respecto ([7]).
4) Al menos hasta 1971 hubo una concertación especial, hasta ahora nunca conocida en la historia del capitalismo, entre los Estados del bloque dominado por los EEUU (disciplina de bloque, sistema Bretton Woods ([8])).
Referente a los primeros tres aspectos hay que ser consecuente en la argumentación. Si todos estamos de acuerdo con estos hechos, no podemos dar un paso atrás y seguir insistiendo en que: "(...) la prosperidad real en las décadas 1950 y 60 no fue tan importante como quiere presentarlo la burguesía, cuando ésta alardea de los PIB de los principales países industrializados de entonces" ([9]). Lo que nos presenta la burguesía sobre este período, es una cosa, pero no podemos resolver el problema diciendo: el problema no existe, porque no hubo tal crecimiento. Lo que nos debe interesar para llevar este debate adelante y, es lo que tenemos que aclarar para nosotros y para los demás proletarios que no tienen ningún interés en ocultar la realidad, es explicar los mecanismos que permitieron al mismo tiempo:
- una acumulación sin mayores interrupciones (aparte de las crisis cíclicas normales);
- con una tasa de ganancia alta;
- y con salarios reales crecientes.
Si estamos exagerando en un aspecto, o si estamos subestimando ciertas dificultades, son argumentos relativos (se trata de un poco más o menos de cantidad), pero lo que interesa aquí es una cuestión cualitativa: ¿Como puede ser que el capitalismo decadente pase por una fase de prosperidad de más o menos 20 años en la cual los salarios suben y las ganancias son elevadas?
Esta es la pregunta a la que tenemos que responder.
La tesis "capitalismo de Estado keynesiano-fordista" es criticada sobre todo porque rechaza una parte de la argumentación de R. Luxemburgo, como se puede leer en el artículo que presenta esta tesis más en detalle en la Revista Internacional no 135. Parece que hay una confusión en hasta qué punto estamos de acuerdo con R. Luxemburgo. Así el camarada Jens en su artículo de la Revista Internacional no 136 piensa que C.Mcl ha cambiado de opinión desde un articulo escrito por este camarada en la Revista Internacional no 127. Ya en este artículo, se explicó (en nombre de la CCI en una polémica con la CWO) que la reducción del mercado solvente en comparación con las necesidades del capital "no es evidentemente (...) el único factor que participa en el origen de las crisis", además se señaló que hay que considerar también la ley de la tendencia decreciente de la cuota de ganancia y el desequilibrio en el ritmo de acumulación entre los grandes sectores de la producción.
Para nosotros, la realización de la plusvalía producida es efectivamente un problema fundamental del capitalismo. No hay solo una explicación de la crisis capitalista, sino de dos causas esenciales de esta (no hablamos aquí por el momento del problema de la proporcionalidad). No solo existe el problema de que la cuota de ganancia que tiende a la baja por el aumento de la composición orgánica del capital, sino también (después del acto de la producción y la apropiación de la plusvalía) está el problema de vender el producto incluida la plusvalía. Es un mérito de R. Luxemburgo localizar la dificultad de la realización del producto por la carencia de mercados solventes.
El capitalismo es un sistema que por fuerza tiene que expandirse. La acumulación no es reproducción simple sino ampliada. El capital desea aumentar en cada ciclo su base, o sea el capital constante y el capital variable. El capitalismo se ha desarrollado en un entorno feudal, en un medio extra capitalista con el cual se establecieron vínculos para obtener medios materiales para su acumulación: materias primas, fuerza de trabajo, etc.
Otro mérito de R. Luxemburgo fue el de analizar las relaciones que hay entre la esfera capitalista y el medio extra capitalista. No estamos de acuerdo con todos los argumentos económicos de este análisis (como vamos a explicar en el capitulo siguiente), pero compartimos sus ideas centrales: que el capitalismo destruye continuamente los otros modos de producción en su entorno, que la contradicción interna busca una solución en la extensión del campo exterior y, que hay un cambio cualitativo en el desarrollo del capitalismo a partir del momento que todo el planeta está conquistado por el capitalismo, es decir cuando se ha constituido el mercado mundial. En este momento, el capitalismo ha cumplido su función progresiva y entra en su fase de decadencia. Como dijo C.Mcl. en la Revista Internacional no 129: Luxemburgo precisa "más profundamente la razón y el momento de la entrada en decadencia del sistema capitalista, pues, además de analizar el vínculo histórico entre las relaciones sociales de producción capitalistas y el imperialismo, demostrando que el sistema no puede vivir sin extenderse, sin ser, por esencia, imperialista, lo que Rosa Luxemburgo precisa más todavía es el momento y la manera en que el sistema capitalista entra en su fase de decadencia. (...) Así pues la entrada en decadencia del sistema se caracterizó no por la desaparición de los mercados extra capitalistas (...), sino por su insuficiencia respecto a las necesidades de la acumulación ampliada alcanzada por el capitalismo" ([10]).
Es cierto que en el capitalismo ascendente los mercados fuera de la esfera capitalista constituyeron para éste una salida para la venta de sus mercancías en una época de sobreproducción. Ya en su fase ascendente el capitalismo sufrió sus contradicciones internas y las superó, momentáneamente, por un lado a través de las crisis periódicas y por el otro lado con la venta de productos (invendibles en la esfera capitalista pura) a mercados extra-capitalistas. En las crisis cíclicas provocadas por la bajada de la tasa de ganancia, varias partes del capital se desvalorizan de tal manera que se restablece una composición orgánica suficientemente aprovechable para que empiece otro ciclo de acumulación. Y, por otro lado, en la fase ascendente el entorno extra capitalista proporcionó al capitalismo una "salida para la venta de sus mercancías en sobreproducción" ([11]), lo que atenuó el problema a este nivel de la carencia de mercados solventes.
El error de R. Luxemburgo es que hace de estos mercados extra capitalistas y de la venta de la plusvalía dedicada a la acumulación a estos mercados el elemento esencial (indispensable) para la reproducción ampliada del capital. El capitalista produce para la venta y no para la producción como fin propio. La mercancía tiene que encontrar un comprador. Y cada capitalista es antes de todo un vendedor; compra solo para invertir de nuevo y después de haber vendido su producto con ganancia. O sea, el capital debe pasar por una fase dinero, e individualmente, y para realizarse, las mercancías deben ser convertidas en dinero, pero, ni la totalidad, ni en el mismo momento, ni anualmente como lo plantea Luxemburgo: una parte puede permanecer bajo forma material, mientras que la otra avanza a través de varias transacciones comerciales durante las cuales una misma cantidad de dinero puede servir varias veces para la conversión de mercancías en dinero, y de dinero en mercancías.
Si no hubiera crédito y si fuera necesario realizar en dinero toda la producción anual en una única vez en el mercado, entonces, sí, debería existir un comprador externo a la producción capitalista.
Pero ese no es el caso. Claro que se pueden poner obstáculos en este ciclo de compra —> producción/extracción de plusvalía —> venta —> nueva compra etc. Hay varias dificultades. Pero la venta a un comprador extra capitalista no es constitutiva para la acumulación "normal" sino simplemente es una salida posible si hay sobreproducción o desproporción entre la producción de medios de producción y medios de consumo, problemas que no se manifiestan en cada momento.
Este punto débil de la argumentación de R. Luxemburgo fue criticado también por "luxemburguistas", como Fritz Sternberg que habla a este respecto de "errores fundamentales, difícilmente comprensibles" ([12]). Es dificilmente comprensible porque este punto de la crítica de Sternberg no está siendo tomado en consideración por los defensores del "luxemburguismo puro". Desde el inicio de los debates en la CCI sobre la decadencia (años 1970) F. Sternberg es una referencia muy importante, exactamente porque él también se considera un luxemburguista.
El camarada Jens no está de acuerdo con la idea de la tesis "Capitalismo de Estado keynesiano-fordista" que afirma, según él, que "el mercado extra capitalista no es sino una especie de salida para el demasiado lleno mercado capitalista, cuando éste se desborda" ([13]). Para evitar malentendidos: Pensamos que exactamente ahí está la diferencia entre el "luxemburguismo puro" de Jens (y Silvio) y el luxemburguismo de Sternberg. En este punto estamos de acuerdo con Sternberg.
Para nosotros el misterio de los "Treinta Gloriosos" no puede explicarse por restos de mercados extra capitalistas, ya que estos desde la Primera Guerra Mundial son insuficientes respecto a las necesidades de la acumulación ampliada alcanzada por el capitalismo.
Para la tesis "capitalismo de Estado keynesiano-fordista" la prosperidad tras la Segunda Guerra Mundial es la combinación de al menos tres factores esenciales:
- ganancias de productividad importantes durante un período de más de dos décadas;
- subidas importantes de los salarios reales en el mismo período;
- un capitalismo de Estado desarrollado (y coordinado a nivel supranacional) practicando políticas keynesianas también en otros niveles (y no solo en el salarial).
En la Revista Internacional no 136 el camarada Silvio en su perplejidad se pregunta: "¿Qué significa hacer crecer las ganancias? Producir mercancías y venderlas, pero para satisfacer ¿qué demanda? ¿La procedente de los obreros?"
Queremos responder a las inquietudes del camarada: si la productividad del trabajo aumenta generalmente, en todas las industrias, los medios de consumo del trabajador se abaratan. El capitalista paga a sus trabajadores menos dinero por el mismo tiempo de trabajo. El tiempo no pagado al trabajador aumenta, o sea se incrementa la plusvalía. Es decir, aumenta la tasa de plusvalía (que es lo mismo que la tasa de explotación). Este proceso Marx lo llamó producción de plusvalía relativa. Si los demás factores se mantienen (o si el capital constante mismo se abarata), un incremento de plusvalía significa también un incremento de la cuota de ganancia. Si esta ganancia es suficientemente elevada los capitalistas pueden aumentar al mismo tiempo los salarios sin perder todo el incremento de la plusvalía extraída.
Ahora bien, la segunda pregunta es la del mercado. Si se aumenta el salario del obrero, él puede consumir más. La fuerza de trabajo tal como señala Marx tiene que reproducirse. Es la reproducción del capital variable (v), igualmente necesaria como la renovación del capital constante (c). Por lo tanto el capital variable forma parte del mercado capitalista. Un aumento general de los salarios significa un incremento de estos mercados igualmente.
Se puede responder a esto que tal incremento del mercado no es suficiente para realizar toda la parte de la plusvalía necesaria para la acumulación. Eso es cierto desde un punto de vista general y a largo plazo. Nosotros, defensores de esta tesis "capitalismo de Estado keynesiano-fordista" no pensamos haber encontrado una solución a las contradicciones inherentes del capitalismo, una solución que se puede repetir a voluntad. Nuestro análisis no es una nueva teoría, sino una prolongación de la crítica de la economía capitalista, una crítica que empezó Marx y continuaron otros revolucionarios ya citados.
Pero no se puede negar que tal incremento del mercado atenúa el problema de la demanda insuficiente en las condiciones creadas después de la Segunda Guerra Mundial. Tal vez el camarada Silvio aún se pregunta ¿de donde viene esta demanda?. Una demanda en el capitalismo presupone dos factores: una necesidad (deseo de consumir) y la solvencia (posesión de dinero). El primer factor casi nunca es un problema, siempre hay carencia de medios de consumo. El segundo factor, al contrario, es un problema permanente para el capitalismo - un problema que exactamente logró atenuar con salarios crecientes durante los "Treinta Gloriosos".
Pero la ampliación del mercado formado por los asalariados no es el único factor atenuante en la escasez de los mercados en este periodo, hubo también un aumento de los gastos del Estado keynesiano (por ejemplo inversiones en proyectos de infraestructura, armamento etc.). Se trata de una tripartición de los incrementos de la ganancia, un reparto de los beneficios obtenidos gracias al aumento de la productividad entre capitalistas (ganancia), obreros (salarios) y Estado (impuestos). Parece que ahí nos sigue el camarada Silvio cuando afirma: "Es cierto que el consumo obrero y los gastos del Estado permiten dar salida a una producción creciente". Sin embargo él ve otro problema: "Pero eso tiene una consecuencia, como hemos visto, que es la esterilización de una riqueza producida que no encuentra dónde emplearse útilmente para valorar el capital." Él se refiere aquí a la idea que "aumentar los salarios por encima de lo necesario para reproducir la fuerza de trabajo es pura y simplemente, desde un enfoque capitalista, un despilfarro de plusvalía que de ningún modo puede participar en el proceso de la acumulación".
Aquí el camarada mezcla dos esferas que hay que distinguir antes de analizar la dinámica del proceso general que une a ambas:
- un problema (en la esfera de la circulación, de los mercados) es la realización del producto obtenido. A este nivel parece que Silvio nos da razón si dice que el consumo obrero (igual que los gastos del Estado) permite dar salida a una producción creciente;
- otro problema es (en la esfera de la producción) la valorización del capital de tal manera que la acumulación sea posible no solo con ganancia, sino con cada vez más ganancia.
Evidentemente, la objeción del camarada sobre el "despilfarro de plusvalía" se sitúa en este segundo nivel, el de la producción. Entonces le seguimos (después de haber notado que él nos da al menos parcialmente razón al nivel de los mercados), a la fábrica, donde está explotado el obrero con un salario creciente. ¿Qué pasa allí si la plusvalía aumenta gracias al crecimiento importante de la productividad del trabajo? (Abstraemos aquí de la tripartición de las ganancias, o sea de los impuestos que se convierten en gastos del Estado. La bipartición entre capitalista y obrero es suficiente para explicar el mecanismo fundamental.). El producto total de una entidad capitalista (una empresa, un país, la esfera capitalista en su totalidad) en un cierto tiempo, por ejemplo un año, se puede dividir en tres partes: el capital constante c, el capital variable v, y la plusvalía pv. Si hablamos de acumulación la plusvalía no está consumida en su totalidad por el capitalista, sino que él tiene que invertir una parte en la ampliación de la producción. Entonces, la plusvalía se divide en la parte consumida por el capitalista (su rédito: r) y la parte dedicada a la acumulación (a): pv = r + a. Esta segunda parte (a) la podemos dividir otra vez en la parte que está invertida en el capital constante (ac) y la parte que incrementa en el próximo ciclo de producción el capital variable (av): a = ac + av. Entonces el producto total de esta entidad capitalista se presenta como:
c + v + pv, o como:
c + v + (r + a), o como:
c + v + (r + ac + av).
Si el capitalista obtiene gracias al aumento importante de la productividad una plusvalía suficientemente grande, la parte ac puede crecer cada vez más aunque la parte av crezca "por encima de lo necesario". Si por ejemplo los medios de consumo se abaratan un 50 % y las horas no pagadas al obrero aumentan gracias al efecto de la producción de plusvalía relativa de 3 a 5 horas (de un día de trabajo de 8 horas), la tasa de plusvalía crece de 3/8 a 5/8, por ejemplo de 375 € a 625 €, aunque el obrero tiene una subida de 20 % en su salario real (primero su salario representa el producto de 5 horas, después con una doble productividad el salario representa el producto de 3 horas = 6 horas de antes). Lo mismo sucede con un consumo aumentado del capitalista (porque sus productos de consumo también se abaratan por 50 %) y la parte de la plusvalía dedicada a la acumulación puede crecer. Y puede crecer de año a año también la parte ac aunque crezca "por encima de lo necesario" la parte av, con la condición que la productividad del trabajo siga aumentando con el mismo ritmo. El único efecto "dañino" que tiene este "despilfarro de plusvalía" es que el aumento de la composición orgánica del capital se produce más lentamente de lo que podía frenéticamente: el crecimiento de la composición orgánica implica que la parte ac crece más rápido que la parte av; si la parte av crece "por encima de lo necesario" esta tendencia está frenada (o incluso puede estar anulada o invertida), pero no se puede afirmar que este "despilfarro de plusvalía" no pueda de ningún modo participar en el proceso de la acumulación. Al contrario, esta distribución de las ganancias obtenidas por el aumento de productividad participa plenamente en la acumulación. Y no solo eso, atenúa exactamente el problema detectado por R. Luxemburgo en el capítulo 25 de La acumulación del capital donde argumenta contundentemente que con la tendencia hacia una composición orgánica del capital cada vez más elevada un intercambio entre los dos sectores principales de la producción capitalista (producción de medios de producción por un lado, de medios de consumo por el otro) es imposible a largo plazo ([14]). Ya después de pocos ciclos queda un resto invendible en el segundo sector de la economía capitalista, en el sector de la producción de medios de consumo. La combinación del fordismo (aumento de la productividad) con el keynesianismo (aumento de los salarios y aumento de los gastos del Estado) ayuda a frenar esta tendencia, atenúa el problema de la sobreproducción en este sector II y el problema de las proporcionalidades entre las dos ramas principales de la producción. Los líderes de la economía occidental no podían así evitar la llegada de la crisis al final de los años 60, pero podían postergarla.
No podemos dejar este tema sin mencionar que el camarada Silvio nos dejó perplejos con lo siguiente: Parece que él ha entendido a nivel teórico lo que acabamos de explicar, o sea el mecanismo de la producción de plusvalía relativa como base ideal para una acumulación lo más interno posible y lo menos externo posible, cuando dice: "(...) mientras existan incrementos de productividad bastante altos que permitan que el consumo aumente al ritmo del aumento de la productividad del trabajo, el problema de la sobreproducción queda solucionado sin impedir la acumulación puesto que, por otra parte, las ganancias, también en aumento, son suficientes para asegurar la acumulación" ([15]). Suponemos que Silvio sabe lo que dice, o sea entiende lo que acaba de decir, porque es su propia formulación, conclusión de la cita de Marx sobre "Teorías sobre la plusvalía", Tomo 2 (una cita que evidentemente por sí no prueba nada). Pero Silvio no responde a este nivel teórico, no se presta a seguir la lógica misma del argumento, prefiere cambiar de tema y sigue con la objeción: "Marx, en vida suya, no dejó nunca constancia de un aumento de salarios al ritmo de la productividad del trabajo. Pensaba incluso que eso no podía producirse. Y sin embargo, sí se produjo en ciertos momentos de la vida del capitalismo, pero eso no permite en absoluto que se deduzca que el problema fundamental de la sobreproducción, tal como Marx lo puso de relieve, se vería solucionado gracias a esos aumentos, ni siquiera momentáneamente." ¡Qué respuesta! Estamos a punto de sacar una conclusión de un razonamiento - pero en vez de verificar o falsificar la conclusión de una cierta constelación de hechos, seguimos charlando sobre la probabilidad o improbabilidad empírica de tal constelación. Como si hubiera sentido que eso no es suficiente, el camarada replica antes de que alguien le haya replicado: "El marxismo no reduce esa contradicción (la sobreproducción) a una cuestión de proporción entre aumento de salarios y aumento de productividad." No es suficiente la autoridad de Marx, hace falta la del "marxismo". ¡Una llamada a la ortodoxia! ¿Cuál?.
¡Seamos más consecuentes en el razonamiento, más abiertos y atrevidos en las conclusiones!.
En el segundo Tomo de Das Kapital, Marx presentó el problema de la reproducción ampliada (o sea de la acumulación) en términos de esquemas, por ejemplo:
Sector I: 4000c + 1000v + 1000pv = 6000
Sector II: 1500c + 750v + 750pv = 3000.
Pedimos indulgencia y paciencia al lector por lo pesado que supone la lectura y comprensión de estos esquemas. Pero consideramos que no se les tiene que tener miedo.
El sector I es la rama de la economía que produce los medios de producción, en el sector II se producen los medios de consumo. 4000c es la cantidad de valor producido en el sector I para la reproducción del capital constante (c); 1000 v es el total de los salarios pagados en el sector I; 1000 pv es la plusvalía extraída de los obreros en el sector I - y lo mismo para la otra rama. Para la reproducción ampliada es esencial respetar la proporcionalidad entre las diferentes partes de los dos sectores. Los obreros del sector I producen por ejemplo máquinas, pero necesitan para su reproducción medios de consumo que son producidos en la otra rama. Hay un intercambio entre las diferentes entidades con ciertas reglas. Si por ejemplo de la plusvalía del sector I de 1000 pv la mitad se utiliza para la ampliación de la producción y la composición orgánica queda igual está definido, ya que de los 500 pv que están reinvertidos quedan 400 para la ampliación del capital constante y solo 100 para el aumento de la masa salarial en este sector. Así Marx puso como ejemplo del segundo ciclo:
I:I 4400 c + 1100 v + 1100 pv = 6600
II: 1600 c + 800 v + 800 pv = 3200
Y él siguió con esquemas posibles de varios ciclos de acumulación. Estos esquemas han sido ampliados, criticados y precisados por Luxemburgo, Bauer, Bujarin, Sternberg, Grossmann y otros. Lo que podemos sacar de ellos es una cierta ley que se puede resumir en la formula:
Si tenemos:
Sector I con: c1 + v1 + r1 + ac1 + av
Sector II con: c2 + v2 + r2 + ac2 + av2
la reproducción ampliada exige que:
c2 + a2c = v1 + r1 + a1v ([16]).
O sea: el valor del capital constante en el sector II (c2) más la parte del plusvalor en el mismo sector dedicada a la ampliación del capital constante (a2c) ([17]) tiene que intercambiarse con el valor del capital variable en el sector I (la masa salarial, v1) más el rédito de los capitalistas del mismo sector (r1) más la parte de la plusvalía en este sector dedicada al empleo de nuevos trabajadores (av1) ([18]).
Estos esquemas no tienen en cuenta ciertos factores, por ejemplo:
1) El hecho que esta economía necesita condiciones para su expansión "permanente"; se necesitan cada vez más trabajadores y materias primas.
2) El hecho que no hay un intercambio directo entre las diferentes entidades, sino un intercambio de compra-venta, por mediación del dinero, la mercancía universal. Por ejemplo la entidad de productos materializados en el valor ac1 tiene que intercambiarse con si mismo: son medios de producción que se necesitan en el mismo sector, hay que venderlos y comprarlos antes de poder utilizarlos.
Al mismo tiempo los esquemas tienen ciertas consecuencias que molestan bastante, como por ejemplo el hecho de que el sector II no tiene ninguna autonomía frente al sector I. El ritmo de crecimiento del sector de la producción de medios de consumo, así como su composición orgánica dependen totalmente de las proporciones en la acumulación del sector I ([19]).
A los defensores de la necesidad de los mercados extracapitalistas no les podemos obligar a que vean un cierto problema, es decir que vean lo que Marx investigó con los esquemas de la acumulación capitalista. En vez de mirar los diferentes problemas, colocando cada uno en su lugar específico, prefieren mezclar los diferentes contradicciones insistiendo permanentemente en un aspecto del problema: ¿quién compra finalmente la mercancía necesaria para la ampliación de la producción? Es una fijación que les ciega. Pero si uno quiere seguir la lógica misma de los esquemas tal como los presentó Marx, no puede oponerse a la conclusión siguiente:
Si las condiciones se dan tal como los esquemas presuponen y si aceptamos las consecuencias (condiciones y consecuencias que se pueden analizar separadamente), por ejemplo un gobierno que controla toda la economía, teóricamente puede organizarla de tal manera que la acumulación funciona según el esquema: c2 + a2c = v1 + r1 + a1v. A este nivel no hay ninguna necesidad de mercados extra capitalistas. Si aceptamos esta conclusión podemos analizar separadamente (o sea distinguir) los demás problemas, por ejemplo:
1) ¿Cómo puede crecer de forma permanente una economía en un mundo que tiene limites?
2) ¿Cuáles son las condiciones del uso del dinero? ¿Cómo puede mediar el dinero eficazmente en los diferentes actos de transformación de un elemento del capital global en otro?
3) ¿Qué efectos tiene una composición orgánica creciente (o sea cuando el capital constante crece más rápidamente que el capital variable)?
4) ¿Qué efectos tienen salarios que crecen "por encima de lo necesario"?
Está claro, como dijo R. Luxemburg que, los esquemas matemáticos en sí mismos no prueban nada, ni la posibilidad ni la imposibilidad de la acumulación. Pero sí sabemos exactamente lo que dicen (y de qué están abstrayendo) podemos distinguir los diferentes problemas. Luxemburgo estudió también los tres primeros problemas enumerados aquí. Contribuyó sobre todo en analizar las cuestiones 1) y 3). Pero referente al problema 2) confundió diferentes contradicciones y las resumió en una sola dificultad, en la de la realización de la parte de la plusvalía dedicada a la ampliación de la reproducción: La transformación en dinero no solo es un problema para esta parte del producto global (ac1, av1, ac2 y av2), sino para todos los elementos de la producción (también de c1, v1, c2, v2 y mismo del rédito: el propietario de la fabrica de chocolate no puede comer únicamente chocolate). Estas transformaciones de las mercancías en dinero, y después de dinero en nuevos elementos físicos de la producción pueden fracasar. Cada vendedor tiene que encontrar su comprador, cada venta es un reto - eso es un problema aparte que teóricamente se puede separar del otro problema (número 1) que consiste en la necesidad del crecimiento del campo de la producción capitalista, o sea en la necesidad también del crecimiento del mercado. Tal crecimiento tiene que pasar obligatoriamente en detrimento de las esferas ([20]) extracapitalistas. Pero este crecimiento presupone solo que el capitalismo tiene a su disposición todos los elementos físicos para su producción a nivel ampliado (fuerza de trabajo, materias primas, etc.); este problema no tiene nada que ver con la venta de una parte de la producción capitalista a productores de mercancías no capitalistas. Como dijimos anteriormente: la venta a mercados extracapitalistas puede atenuar problemas de la sobreproducción, pero no es constitutiva para la acumulación.
En la presentación de la discusión en la Revista Internacional no 136 la Redacción ha intentado oponer ciertas posturas de la Tesis "capitalismo de Estado keynesiano-fordista" con las posiciones de la CCI, particularmente con nuestra plataforma. Tal vez que esta tentativa está motivada por unas notas de C.Mcl en la versión completa de su artículo para la Revista Internacional no 135, versión que existe solo en nuestro sitio en francés ([21]). Allí C.Mcl critica ciertas formulaciones del punto 3 de la Plataforma. Es una critica desde un punto de vista teórico sin proponer formulaciones alternativas. No conocemos la actitud actual de C.Mcl referente a la Plataforma, porque ha abandonado la discusión. No podemos hablar por él. Pero nosotros estamos de acuerdo con nuestra Plataforma que se ha concebido desde el principio para integrar a todos los que están de acuerdo con el análisis de que el capitalismo entró en su fase de decadencia con la Primera Guerra Mundial. El punto 3 de la Plataforma nunca pretendía excluir a los revolucionarios que explican la decadencia con la tendencia decreciente de la tasa de ganancia, a pesar de que la formulación de este punto tiene un sello "luxemburguista". Si el punto 3 de nuestra Plataforma es algo como el denominador común entre los marxistas revolucionarios que explican la decadencia o por la falta de mercados extracapitalistas o por la tendencia decreciente de la tasa de ganancia, no vemos ningún motivo para salir fuera de este marco solo porque defendemos no solo una sino las dos ideas, cada una en su dinámica propia. En este sentido no tenemos ningún interés en precisar la Plataforma de una forma que se sientan excluidos una u otra posición que dan explicación a la entrada de la decadencia del capitalismo. Una formulación como la actual es preferible, aunque con el avance de la discusión sobre los "Treinta Gloriosos", se pueda tal vez encontrar una formulación que refleje de forma más consciente los diferentes análisis de la decadencia del capitalismo.
En este mismo sentido queremos aclarar nuestra postura referente a la presentación en la Revista Internacional nº 136 de "la puesta en entredicho de diferentes posiciones de la CCI" por la Tesis "capitalismo de Estado keynesiano-fordista". Bajo el titulo "La evolución de las posiciones presentes" se señalan tres contradicciones entre los argumentos de la plataforma y la Tesis "capitalismo de Estado keynesiano-fordista", supuestas contradicciones que queremos aclarar. Citamos los párrafos críticos de la presentación:
1) "Así, para esa Tesis: (capitalismo de Estado keynesiamo-fordista)
- "El capitalismo genera en permanencia la demanda social que es la base del desarrollo de su propio mercado", mientras que para la CCI, "Contrariamente a lo que pretenden los adoradores del capital la producción capitalista no crea automáticamente y a voluntad los mercados necesarios para su crecimiento" (Plataforma de la CCI)".
Aunque se encuentra la cita "El capitalismo genera en permanencia la demanda social que es la base del desarrollo de su propio mercado" en la Revista Internacional no 135, no se puede aislar esta idea del conjunto. Como se ha visto en el capítulo anterior del presente texto el capitalismo (para nosotros, pero también para los que se explican la decadencia únicamente por la tendencia decreciente de la tasa de ganancia) tiene una dinámica propia de expandir su mercado. Pero ninguno de los defensores de la tesis "capitalismo de Estado keynesiano-fordista" afirmó que estos mercados sean suficientes. Pueden ofrecer una salida por un cierto tiempo, pero no hay superación de la contradicción elemental: El mercado crece menos rápidamente que la producción.
2) "- El apogeo del capitalismo corresponde a cierto estadio de "la extensión del salariado y su dominación mediante la constitución del mercado mundial". Para la CCI, en cambio, este apogeo se alcanza cuando las principales potencias económicas se han repartido el mundo y se "alcanza un grado crítico de saturación de esos mismos mercados que le habían permitido la formidable expansión del siglo XIX" (Plataforma de la CCI)."
El segundo punto de supuesta divergencia de nuestra posición con las posiciones del CCI se refiere a la entrada del capitalismo en su fase decadente. La tesis "capitalismo de Estado keynesiano-fordista" está totalmente de acuerdo en que el apogeo se alcanza cuando las principales potencias económicas se han repartido el mundo. La única diferencia entre el "luxemburguismo" de la plataforma y nosotros está en el papel de los mercados extracapitalistas. Pero evidentemente esta divergencia tiene mucha menos importancia que la que tienen los defensores del análisis de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia como único factor (Grossmann, Mattick).
3) "- La evolución de la cuota (o tasa) de ganancia y el tamaño de los mercados son dos cosas totalmente independientes, mientras que para la CCI, "la dificultad creciente que tiene el capital para encontrar los mercados donde realizar su plusvalía, acentúa la presión a la baja que ejerce sobre la tasa de ganancia el crecimiento constante de la proporción entre el valor de los medios de producción y el de la fuerza de trabajo que los pone en funcionamiento" (ídem)".
Referente al último punto podemos decir que estamos globalmente de acuerdo con la presentación aunque no hablamos de independencia "total" sino "teórica". Siempre dijimos que la tasa de ganancia influye en los mercados y al revés, pero son dos factores "no vinculados teóricamente".
¿Cuáles son las consecuencias de las divergencias? A primera vista, ninguna.
Tenemos evidentemente una interpretación diferente de ciertas dinámicas en la economía capitalista. Estas diferencias pueden llevarnos también a divergencias en otros aspectos, por ejemplo en el análisis de la crisis actual y de las perspectivas inmediatas del capitalismo. La apreciación del papel que juega el crédito en la crisis actual, la explicación de la inflación y el papel de la lucha de clases nos parecen temas que pueden ser analizados diferentemente según las posiciones distintas en este debate sobre los Treinta gloriosos.
A pesar de las divergencias expuestas en este debate, tanto en el XVIIo Congreso, así como en el XVIIIo, discutimos de la crisis económica actual y votamos todos a favor de las mismas Resoluciones sobre la situación internacional. Aunque dentro de la organización se tengan diferentes análisis sobre los mecanismos fundamentales de la economía capitalista podemos llegar a conclusiones muy similares sobre las perspectivas inmediatas y las tareas de los revolucionarios. Eso no quiere decir que el debate no sea necesario, al contrario lo que nos exige es la paciencia y la capacidad de escucharnos mutuamente con un espíritu abierto.
Salome & Ferdinand 04/06/09
[1]) "Las bases de la acumulación capitalista".
[2]) "Economía de guerra y capitalismo de Estado".
[3]) El artículo publicado aquí ("Respuesta a Silvio y a Jens", firmado conjuntamente por Salomé y Ferdinand) señala que algunas notas del artículo de C. Mcl, "Origen, dinámica y límites del capitalismo de Estado keynesiano-fordista [53]", que constan en la edición francesa no constan en inglés ni en español. Corregiremos esos defectos en las páginas de esas dos lenguas de nuestro sitio Web, para que los términos del debate y además por el hecho de que, como lo señalan Salomé y Ferdinand, C.Mcl "critica ciertas formulaciones del punto 3 de la Plataforma", "desde un enfoque teórico sin proponer fórmulas alternativas".
[4]) Revista Internacional nº 133, "Debate interno en la CCI" (ver nota 1).
[5]) Revista Internacional nº 136, "Debate interno en la CCI (III): Las causas de la prosperidad consecutiva a la Segunda Guerra mundial", Las bases de la acumulación capitalista (de Silvio), con referencia a una cita de P. Mattick.
[6]) Revista Internacional nº 133, Debate, capitulo "Los mercados extracapitalistas y el endeudamiento".
[7]) Revista internacional n º 121, "Crisis económica: Bajada a los infiernos"
[8]) Para más información sobre los tratados de Bretton Woods consultar por ejemplo la contribución de "papamarx" en https://fr.internationalism.org/icconline/2009/papa-marx [54]
[9]) Silvio en la Revista Internacional nº 136
[10]) Revista Internacional no 129, "Respuesta a la CWO - La guerra en la fase de decadencia del capitalismo".
[11]) Revista Internacional no 135, "Debate interno en la CCI - Las causas del período de prosperidad consecutivo a la Segunda Guerra mundial" (II).
[12]) Fritz Sternberg, El imperialismo, Siglo XXI editores, p. 75.
[13]) Revista Internacional no 136.
[14]) F. Sternberg considera este punto de reflexión de R. Luxemburgo como el más fuerte que "todos aquellos que criticaron a Rosa Luxemburgo se han cuidado celosamente de abordar" (El imperialismo, p. 70).
[15]) Revista Internacional no 136.
[16]) Por ejemplo: Nicolás Bujarin, L'impérialisme et l'accumulation du capital, réponse à Rosa Luxemburg, capítulo III.
[17]) Estos dos elementos estaban producidos en el sector II, o sea se encuentran en forma de medios de consumo.
[18]) Estos tres elementos se encuentran en forma de medios de producción, y tienen que estar comprados finalmente en una u otra forma por los capitalistas del sector II ("cambiado" por c2 + a2c).
[19]) Pensamos que ahí está la razón económica del sufrimiento de los trabajadores explotados bajo el estalinismo (maoísmo incluido): este capitalismo de Estado muy rígido forzó al máximo la industrialización con la preferencia del sector I, lo que dejó al sector de la producción de los medios de consumo a un nivel reducido al mínimo.
[20]) Una esfera no es necesariamente un mercado: Lavar y planchar ropa en casa son actividades en una esfera extracapitalista. Esta esfera puede ser conquistada por el capitalismo si el salario es suficientemente alto para permitir al obrero de llevar la ropa sucia a la lavandería. Pero no hay ningún mercado extracapitalista en este ejemplo.
[21]) "Origen, dinámica y límites del capitalismo de Estado keynesiano-fordista [53]", notas 16, 22, 39, 41.
Aniversario del hundimiento del estalinismo
Hace veinte años ocurrió uno de los acontecimientos más importantes de la segunda parte del siglo xx: el hundimiento del bloque imperialista del Este y de los regímenes estalinistas de Europa y entre ellos el principal, la URSS.
Esos hechos fueron utilizados por la clase dominante para desencadenar una de las campañas ideológicas más masivas y viciosas que se hayan dirigido contra la clase obrera. Identificando fraudulentamente y una vez más, el estalinismo que se desmoronaba con el comunismo, haciendo de la quiebra económica y de la barbarie de los regímenes estalinistas la consecuencia inevitable de la revolución proletaria, la burguesía quería desviar a los proletarios de toda perspectiva revolucionaria y asestar un golpe definitivo a los combates de la clase obrera.
Y, además, la burguesía se aprovechó del acontecimiento para hacer tragar otra patraña del mismo calibre: con la desaparición del estalinismo, el capitalismo entraba en una era de paz y prosperidad e iba por fin a desarrollarse de verdad. Y nos prometía un porvenir radiante.
El 6 de marzo de 1991, George Bush padre, presidente de los Estados Unidos de América, valiéndose de su reciente victoria sobre los ejércitos iraquíes de Sadam Husein, anunciaba el advenimiento de "un nuevo orden mundial" y el de un "mundo en el que las Naciones Unidas, liberadas del atolladero de la guerra fría, tendrán la capacidad para realizar la visión histórica de sus fundadores. Un mundo en el que la libertad y los derechos humanos serán respetados por todas las naciones".
Veinte años después, leer eso provocaría carcajadas, si no fuera porque el desorden mundial y la proliferación de conflictos por todos los rincones del mundo que han caracterizado el mundo desde ese célebre discurso, no hubieran sembrado tanta muerte y tanta miseria. En esto, el balance de cada año es peor que el del anterior.
En cuanto a la prosperidad, no está precisamente el horno para bollos. En efecto, desde el verano 2007 y sobre todo 2008, ese beato optimismo se derritió como nieve al sol. Desde ahora, en el centro de los discursos burgueses, las palabras "prosperidad", "crecimiento", "triunfo del liberalismo" han desaparecido discretamente. A la mesa del gran banquete de la economía capitalista se ha invitado alguien que parecía haber sido expulsado para siempre: la crisis, el espectro de una "nueva gran depresión" parecida a la de los años 30.." ([1]) Ayer se consideraba que el hundimiento del estalinismo era el triunfo del capitalismo liberal. Y hoy le toca a ese mismo liberalismo ser acusado de todos los males por los especialistas y los políticos, incluso entre quienes eran sus más rabiosos defensores como el presidente francés Sarkozy.
Las fechas de aniversario no pueden, por definición, escogerse. Lo menos que puede decirse de este vigésimo aniversario es que cae pero que muy mal para la burguesía. Hoy parece que deliberadamente evita volver a dar la tabarra con lo de "la muerte del comunismo", "el fin de la lucha de clases", aunque ganas no le faltan. Porque resulta que la situación del capitalismo es desastrosa, una situación que desvelaría todavía más la impostura de esos temas ideológicos. Por eso la burguesía nos libra de las grandes celebraciones sobre el desmoronamiento de la "última tiranía mundial", de la gran victoria de la "libertad". En realidad, a parte de alguna que otra obligada evocación histórica, hay poca euforia y exaltación.
Ya la historia ha zanjado sobre esa paz y prosperidad que el capitalismo iba a ofrecernos, pero no por eso la barbarie y la miseria actuales aparecen claramente para los explotados como la consecuencia ineluctable de las contradicciones insuperables del capitalismo. En efecto, la misión de la propaganda de la burguesía, hoy orientada más bien hacia la necesidad de "humanizar" y de "reformar" el capitalismo, es retrasar al máximo la toma de conciencia de la realidad para los explotados. La realidad sólo ha desvelado una parte de la mentira, la otra parte, o sea, la identificación del estalinismo con el comunismo sigue todavía pesando en el cerebro de los vivos, aunque, evidentemente, de manera menos masiva y embrutecedora que durante los años 90. Así pues, es necesario recordar algunos elementos históricos.
"De hecho todos los países de régimen estalinista se encuentran en un atolladero. La crisis mundial del capitalismo se repercute con una brutalidad particular en su economía que es, no solamente atrasada, sino también incapaz de adaptarse en modo alguno a la agudización de la competencia entre capitales. La tentativa de introducir en esa economía normas "clásicas" de gestión capitalista para mejorar su competitividad, no hará más que provocar un desorden todavía mayor, como lo demuestra en la URSS el fracaso completo y rotundo de la "Perestroika". (...) La perspectiva para el conjunto de los regímenes estalinistas no es pues en absoluto la de una "democratización pacífica" ni la de un "enderezamiento" de la economía. Con la agravación de la crisis mundial del capitalismo, esos países han entrado en un período de convulsiones de una amplitud nunca vista en el pasado, pasado que ha conocido ya muchos sobresaltos violentos" ("Convulsiones capitalistas y luchas obreras", 7/09/1989, Revista internacional no 59).
Esa situación catastrófica de los países del Este no impedirá a la burguesía presentarlos como poseedores de unos mercados inmensos por explotar una vez liberados del yugo del "comunismo". Para ello, habría que desarrollar una economía moderna que, además, poseería la virtud de llenar la cartera de pedidos de las empresas occidentales durante décadas. La realidad fue muy distinta: había, sí, muchas cosas por construir, pero nadie para pagarlas.
El boom esperado del Este no iba a llegar, y, al contrario, se echa la culpa sin el menor escrúpulo de las dificultades económicas que aparecen en el Oeste a la asimilación necesaria de los países atrasados del antiguo bloque del Este. Así ocurre con la inflación que se controla con dificultad en Europa. La situación no tarda en desembocar a partir de 1993, en una recesión abierta en el viejo continente ([2]). Así, la nueva configuración del mercado mundial, con la integración completa en su seno de los países del Este, no cambió absolutamente nada en las leyes fundamentales que rigen el capitalismo. Muy especialmente, el endeudamiento ha seguido ocupando un lugar cada día más importante en la financiación de la economía, volviéndola cada día más frágil e inestable. Las ilusiones de la burguesía se disiparían pronto ante la dura realidad económica de su sistema. Así, en diciembre de 1994, México se resquebraja frente al aflujo de especuladores que la Europa en crisis había hecho huir: se hunde el peso mexicano con el riesgo de arrastrar a una buena parte de las economías americanas. La amenaza es real y así lo entiende la burguesía. Una semana después del inicio de la crisis, Estados Unidos moviliza 50 mil millones de dólares para sostener la moneda mexicana. En aquel entonces, esa cantidad pareció astronómica... Ahora, veinte años más tarde, EEUU ha movilizado ¡catorce veces más sólo para su propia economía!
En 1997, más de lo mismo, esta vez en Asia. Son ahora las monedas de los países del Sureste asiático las que se desmoronan brutalmente. Los Tigres y Dragones, países modélicos del desarrollo económico, escaparate del cacareado "nuevo orden mundial" cuya prosperidad es accesible incluso a los países más pequeños, sufren también ellos la dura ley capitalista.
La atracción hacia esas economías había inflado una burbuja especulativa que estallará a principios de 1997. En menos de un año serán afectados todos los países de la región. 24 millones de personas caen en el desempleo en un año. Se multiplican las revueltas y los pillajes causando la muerte de 1200 personas. Se dispara el número de suicidios. Al año siguiente se comprueba que el contagio internacional avanza, apareciendo dificultades graves en Rusia.
Se enterraba así el modelo asiático, famosa "tercera vía", junto a la tumba del modelo "comunista". Había que crear otra cosa para dar la prueba de que el capitalismo será siempre el único creador posible de riqueza en el planeta. Esta nueva cosa fue el milagro económico de Internet. Puesto que todo se desmorona en el mundo real, ¡invirtamos en el virtual! Puesto que prestar a los ricos no es suficiente, ¡prestemos a quienes nos prometen hacerse ricos! El capitalismo no soporta el vacío, sobre todo en la cartera, y cuando la economía mundial parece ser incapaz de ofrecer ganancias cada vez mayores para las necesidades insaciables del capital, cuando ya no queda nada de rentable, se inventa un nuevo mercado de arriba abajo. El sistema funcionará algún tiempo, se multiplican las apuestas sobre unas cotizaciones en bolsa que ya no tienen la menor relación razonable con la realidad. Compañías con pérdidas millonarias valen miles de millones en el mercado. Se forma la burbuja y empieza a inflarse. La locura se apodera de una burguesía que se forja ilusiones sobre la perennidad a largo plazo de la "nueva economía", hasta el punto de acabar impregnando también la "vieja economía". Los sectores tradicionales de la economía se meten en la ronda también, esperando encontrar en esa "nueva economía" la rentabilidad perdida en su actividad histórica. La "nueva economía" invade la antigua ([3]), y acabará arrastrándola en su caída.
Y la caída es dolorosa. El hundimiento de tal dispositivo únicamente basado en la confianza mutua entre los operadores para que no ceda ninguno de ellos, tendría que ser brutal. El estallido de la burbuja provocó pérdidas de 148 000 millones de dólares en las sociedades del sector. Las quiebras se multiplicaron, los supervivientes perdieron millones de millones de dólares. Se suprimieron al menos 500 000 empleos en telecomunicaciones. La "nueva economía" no apareció finalmente más fructífera que la "vieja" y los fondos que evitaron a tiempo el marasmo tuvieron que encontrar otro sector donde invertir.
Y ese sector fue el inmobiliario. Finalmente, después de haber prestado a países que vivían por encima de sus capacidades, tras haber prestado a sociedades construidas en el aire, ¿a quién se puede prestar dinero? La burguesía no tiene límites en su sed de ganancias. Ahora el viejo refrán de que "sólo se presta a los ricos" se ha dejado de lado, pues no hay suficientes ricos. La burguesía va a meterse en un nuevo mercado... el de los pobres. Más allá del cinismo evidente del método, está el desprecio total por la vida de las personas que van a convertirse en presas de esos buitres. Los créditos otorgados están garantizados por el valor de los bienes adquiridos con tales créditos. Pero, además, cuando esos bienes se valoran gracias a la subida del mercado, es una oportunidad de incrementar más todavía las deudas de las familias, poniéndolas en una situación potencialmente catastrófica. Porque cuando se desmorona ese modelo, que es lo que ocurrió en 2008, la burguesía llora por sus propios muertos, bancos de negocios y otras sociedades de refinanciación, olvidándose, claro, de los millones de familias a las que se le ha quitado lo poco que poseían que ya no valía casi nada, tirándolas a la calle o a improvisadas barriadas de chabolas.
Lo ocurrido después es de sobras conocido para que sea necesario volver sobre el tema. Basten unas cuantas palabras para resumirlo a la perfección: una recesión abierta mundial, la más grave desde la Segunda Guerra mundial, que ha tirado a la calle a millones de obreros en todos los países, un incremento considerable de la miseria.
La configuración imperialista quedó muy cambiada evidentemente tras el desmoronamiento del bloque del Este. Antes de ese acontecimiento, el mundo estaba dividido en dos bloques enemigos en torno, cada uno de ellos, a una potencia dirigente. Todo el período tras la Segunda Guerra mundial hasta el desplome el bloque del Este estuvo marcado por tensiones muy fuertes entre los bloques en conflictos calientes con países del Tercer mundo interpuestos. Baste citar algunos: la guerra de Corea a principios de los años cincuenta, la de Vietnam en los años sesenta hasta mediados los setenta, la de Afganistán a partir de 1979, etc. El desplome del edificio estaliniano en 1989 fue en realidad la consecuencia de su inferioridad económica y militar frente al bloque adverso.
Sin embargo, la desaparición del "imperio del mal", el bloque ruso en la propaganda occidental, considerado como único responsable por dicha propaganda de las tensiones bélicas, no significó, ni mucho menos, el fin de las guerras. Así era el análisis que la CCI defendía en enero de 1990: "La desaparición del gendarme imperialista ruso, y lo que de ésa va a resultar para el gendarme norteamericano respecto a sus principales "socios" de ayer, abren de par en par las puertas a rivalidades más localizadas. Esas rivalidades y enfrentamientos no podrán, por ahora, degenerar en conflicto mundial (...). En cambio, con la desaparición de la disciplina impuesta por la presencia de los bloques, esos conflictos podrían ser más violentos y numerosos y, en especial, claro está, en las áreas en las que el proletariado es más débil" ([4]).
El escenario mundial no iba a tardar en confirmar ese análisis, sobre todo con la primera Guerra del Golfo en enero de 1991 y la guerra en la antigua Yugoslavia a partir del otoño de ese mismo año. Desde entonces, los enfrentamientos sangrientos no han cesado. No se puede enumerarlos todos, pero señalemos: la continuación de la guerra en la ex Yugoslavia que conoció una entrada en guerra directa, bajo la égida de la OTAN, de Estados Unidos y de las principales potencias europeas en 1999; las dos guerras de Chechenia; las incesantes guerras que han causado estragos una y otra vez en el continente africano (Ruanda, Somalia, Congo, Sudán, etc.); las operaciones militares de Israel contra el Líbano y, recientemente, contra la franja de Gaza; la guerra en Afganistán de 2001 que todavía sigue; y la guerra en Irak de 2003 cuyas consecuencias siguen pesando de manera dramática en ese país, pero también en el iniciador de esta guerra, la potencia norteamericana.
Todo lo que aquí sigue sobre la denuncia del estalinismo forma parte de un suplemento para nuestra intervención que se difundió masivamente en enero de 1990 y que volvimos a publicar íntegramente en el artículo: "1989-1999: El proletariado mundial ante el hundimiento del bloque del Este y la quiebra del estalinismo" ([5]). Y porque veinte años después, esa denuncia sigue estando tan vigente, la reproducimos sin ninguna modificación.
"Así fue como pudo instalarse este régimen de terror: sobre los escombros de la revolución de Octubre el estalinismo pudo asegurar su dominación. Fue gracias a esta negación del comunismo constituida por la teoría del "socialismo en un solo país" por lo que la URSS se transformó en un Estado capitalista de los pies a la cabeza. Un Estado donde el proletariado será sometido, con el fusil en la espalda, a los intereses del capital nacional, en nombre de la defensa de la "patria socialista"."
"Así, en tanto que el Octubre proletario, gracias al poder de los Consejos obreros, había dado el golpe definitivo a la guerra imperialista, la instauración de la contrarrevolución estalinista, destruyendo toda idea revolucionaria, eliminando toda veleidad de lucha de clases, e instaurando el terror y la militarización en toda la vida social, anunció la participación de la URSS en la segunda carnicería mundial.
"Toda la evolución del estalinismo en la escena internacional de los años 30 estuvo marcada, de hecho, por sus cambalaches imperialistas con las principales potencias capitalistas que, de nuevo, se preparaban para poner a Europa bajo los designios del fuego y la sangre. Tras haberse apoyado en una alianza militar con el imperialismo alemán para contrarrestar toda tentativa de expansión de Alemania hacia el Este, Stalin cambiará de chaqueta a mitad de los años 30 para aliarse con el bloque "democrático" (adhesión de la URSS a esa "alianza de bandidos" que fue la Sociedad de naciones, pacto Laval-Stalin en 1935, participación de los PC en los "frentes populares" y en la guerra de España, durante la cual los estalinistas no dudaron en utilizar métodos sanguinarios masacrando a los obreros y revolucionarios que contestaban su política). En vísperas de la guerra, Stalin volverá a cambiar de atuendo y venderá la neutralidad de la URSS a Hitler a cambio de un cierto número de territorios, antes de integrarse definitivamente en el campo de los "Aliados" e implicarse a fondo en la carnicería imperialista en la que el Estado estalinista sacrificará, él sólo, 20 millones de vidas humanas.
"Tal fue el resultado de los turbios tratos del estalinismo con los diferentes bandidos imperialistas de Europa occidental. Sobre estas montañas de cadáveres pudo constituir la URSS estalinista su imperio, imponer el terror en todos los países que cayeron, con el tratado de Yalta, bajo su dominación exclusiva. Fue gracias a su participación en el holocausto imperialista al lado de las potencias imperialistas victoriosas por lo que, al precio de la sangre de sus 20 millones de víctimas, pudo acceder al rango de superpotencia mundial.
"Pero, si Stalin fue "el hombre providencial" gracias al que el capitalismo mundial pudo deshacerse del bolchevismo, no fue la tiranía de un único individuo, por muy paranoico que fuera, la que impuso esta bárbara contrarrevolución. El Estado estalinista, como todo Estado capitalista, está dirigido por la misma clase dominante que en todas partes, la burguesía nacional. Una burguesía que se reconstituyó, con la degeneración interna de la revolución, no a partir de la antigua burguesía zarista eliminada por el proletariado en 1917, sino a partir de la burocracia parasitaria del aparato del Estado con la que se fusionó más y más, bajo la dirección de Stalin, el Partido bolchevique. Fue esta burocracia del Partido-Estado la que, eliminando a finales de los años 20 a todos los sectores susceptibles de reconstituirse en burguesía privada, sectores a los que se alió para asegurar la gestión de la economía nacional (propietarios terratenientes y especuladores de la Nueva política económica, NEP), tomó el control de la economía. Tales son las razones históricas que explican que, contrariamente a otros países, el capitalismo de Estado en la URSS haya tomado esta forma totalitaria extrema. El capitalismo de Estado es el modo de dominación universal del capitalismo en el período de decadencia, en el cual el Estado asegura su confiscación de toda la vida social, y engendra por todas partes capas parasitarias. Pero en los otros países del mundo capitalista, este control estatal sobre el conjunto de la sociedad no es antagónico con la existencia de sectores privados y concurrentes que impidan la hegemonía total de estos sectores parasitarios.
"Al contrario, en la URSS, la forma particular que toma el capitalismo de Estado se caracteriza por el desarrollo extremo de estas capas parasitarias salidas de la burocracia estatal cuyo objetivo y única preocupación no es hacer fructificar al capital según las leyes del mercado, sino muy al contrario llenarse los bolsillos individualmente en detrimento de la economía nacional. Desde el punto de vista del funcionamiento del capitalismo esta forma de capitalismo de Estado es por tanto una aberración que debía hundirse necesariamente con la aceleración de la crisis económica mundial. Y es este hundimiento del capitalismo de Estado ruso surgido de la contrarrevolución el que ha firmado la quiebra irremediable de toda la ideología bestial, que durante casi medio siglo, había cimentado el régimen estalinista haciendo pesar su placa de plomo sobre millones de seres humanos.
"El estalinismo nació en el fango y la sangre de la contrarrevolución. Hoy, muere en el fango y en la sangre, como lo atestiguan los sucesos de Rumania y aún más claramente los que sacuden el corazón mismo del estalinismo, la URSS.
"En modo alguno, a pesar de lo que digan y dirán la burguesía y todos los medias a sus órdenes, esta hidra monstruosa no pertenece ni por su contenido ni por su forma a la revolución de Octubre de 1917. Hace falta que ésta se hunda para que aquella se pueda imponer. Esta ruptura radical, esta antinomia entre Octubre y estalinismo, ha de ser tomada en plena conciencia por el proletariado si no quiere ser víctima de otra forma de dictadura burguesa, la del Estado "democrático"."
El mundo se parece cada día más a un desierto lleno de cadáveres y donde millones de seres humanos están en el límite de la supervivencia. Cada día unos 20 000 niños se mueren de hambre en el mundo, se suprimen miles de empleos, dejando a las familias en el mayor desamparo; y se multiplican las bajas de salario para quienes tienen todavía trabajo.
Ese es el "nuevo orden mundial" prometido hace casi veinte años por George Bush senior. ¡Más parece un desorden mundial absoluto! El terrorífico espectáculo al que asistimos invalida totalmente la idea de que el desmoronamiento del bloque del Este significara "el fin de la historia" (léase: el principio de la historia eterna del capitalismo) como el "filósofo" Francis Fukuyama proclamaba entonces. Lo que sí significó más bien fue una etapa importante en la decadencia del capitalismo: enfrentado ésta cada día más a sus límites históricos, el sistema veía cómo sus partes más frágiles se desplomaban definitivamente. Por otra parte, la desaparición del bloque del Este para nada saneó ni mucho menos el sistema. Sus límites siguen ahí y siguen amenazando siempre más al corazón mismo del sistema. Cada nueva crisis es peor que la precedente.
Por todo eso, la única lección que pueda sacarse de estos veinte últimos años es, sin la menor duda, que no puede albergarse la menor esperanza de paz y de prosperidad bajo el capitalismo. Lo que está en juego es y será la destrucción de ese sistema o, si no, será la destrucción de la humanidad.
Las campañas sobre "la muerte del comunismo" asestaron efectivamente un rudo golpe a la clase obrera en su conciencia. Pero eso no significa, ni mucho menos, que la clase obrera esté derrotada y por eso sigue estando ahí la posibilidad de recuperar el terreno perdido y entrar de nuevo en un proceso de desarrollo de la lucha de clases a escala internacional. En efecto, desde principios de los años 2000, frente al desgaste de las campañas sobre la muerte del comunismo y de la lucha de clases, enfrentada a unos ataques masivos contra sus condiciones de vida, la clase obrera ha vuelto a reemprender el camino de la lucha. Esta reanudación que expresa ya hoy un esfuerzo minoritario de politización a escala internacional, significa que se están preparando las luchas masivas que, en el futuro, despejarán otra vez la única perspectiva para el proletariado y la humanidad entera, el derrocamiento del capitalismo y la instauración del comunismo.
GDS
[1]) "XVIIIo Congreso de la CCI - Resolución sobre la situación internacional", publicado en la Revista internacional no 138.
[2]) Ver entre otros textos, "La recesión de 1993 reexaminada" (en francés), Persée, revista de la OCDE, 1994, volumen 49, no 1.
[3]) Incluso la compra: la adquisición de la sociedad Time Warner por AOL, proveedor de Internet, es un símbolo de la irracionalidad que se ha apoderado de la burguesía.
[4]) Revista internacional no 61, "Tras el hundimiento del bloque del Este, inestabilidad y caos", 1990, https://es.internationalism.org/node/2114 [56])
[5]) Véase Revista internacional nº 99, "1989-1999 - El proletariado mundial ante el hundimiento del bloque del Este y la quiebra del estalinismo [57]".
En el primer artículo de esta serie sobre la cuestión del medio ambiente, publicado en la Revista internacional no 135, hacíamos un panorama, mostrando el tipo de riesgo al que está enfrentada la humanidad entera, poniendo en evidencia los fenómenos más amenazantes a nivel planetario:
En este segundo artículo intentaremos demostrar cómo los problemas medioambientales no son cosa de unos cuantos individuos o empresas en particular que no respetarían las leyes, por mucho que haya responsabilidades individuales o de algunas empresas. El verdadero responsable es el capitalismo con su lógica de máxima ganancia.
Procuraremos pues ilustrar, con una serie de ejemplos, por qué son los mecanismos específicos del capitalismo los que generan los problemas ecológicos determinantes, independientemente de la propia voluntad de este o aquel capitalista. Combatiremos con firmeza, además, la idea muy extendida de que el desarrollo científico alcanzado hoy, que nos pondría más a resguardo de las catástrofes naturales, sería decisivo para evitar problemas medioambientales. En este artículo mostraremos, citando a Bordiga, cómo la tecnología capitalista moderna no es ni mucho menos, sinónimo de seguridad y cómo el desarrollo de las ciencias y de la investigación, al no estar vinculadas a la satisfacción de las necesidades humanas, sino subordinadas a los imperativos capitalistas de obtener el máximo de ganancia, está de hecho sometido a las exigencias del capitalismo y de la competencia en los mercados y, cuando es necesario, de la guerra. Le incumbirá al tercer y último artículo analizar las respuestas dadas por los diferentes movimientos de los Verdes, los ecologistas, etc., para mostrar su ineficacia total, a pesar de la mejor voluntad de quienes se reivindican de ellos y militan en su seno. La única solución posible es, a nuestro entender, la revolución comunista mundial.
¿Quién es responsable de los diferentes desastres medioambientales? La respuesta a esa pregunta es muy importante no sólo desde un punto de vista ético y moral, sino también y sobre todo porque una identificación correcta o errónea del origen del problema puede llevar a una resolución correcta o, al contrario, al atolladero. Vamos primero a comentar una serie de tópicos, de respuestas falsas o medio verdades de las que ninguna logra explicar de verdad el origen y el responsable de la degradación creciente del entorno a la que asistimos día tras día, para demostrar, al contrario, cómo esa dinámica es también la consecuencia, ni voluntaria ni consciente, pero sí objetiva, del sistema capitalista.
El problema no sería tan grave como quieren hacérnoslo creer...
Ahora que todos los gobiernos se pretenden más "verdes" los unos que los otros, ese discurso - dominante durante décadas - ya no es, en general, el que se oye en boca de los políticos. Sigue siendo, sin embargo, una postura clásica en el mundo empresarial, el cual, ante el peligro que amenaza a los trabajadores, a la población o al medio ambiente, debido a una determinada actividad, tiende a minimizar la gravedad del problema sencillamente porque mantener la seguridad en el trabajo significa gastar más y sacar menos ganancias del obrero. Eso es lo que se vive cotidianamente con la cantidad de muertos en el trabajo por día en el mundo, simple golpe de la fatalidad según los empleadores, cuando en realidad se trata de una de las consecuencias de la explotación capitalista de la fuerza de trabajo.
"El problema existe, pero su origen es discutible"
La gran cantidad de residuos producidos por la sociedad actual se debería, según algunos, a "nuestro" frenesí consumista. Lo que en realidad está en entredicho es una política económica que para favorecer una comercialización más competitiva de las mercancías, tiende, desde hace décadas, a reducir costes con el uso masivo de embalajes no degradables ([1]).
Para algunos, la polución del planeta se debería a la falta de espíritu cívico frente a la cual habría que organizar campañas de limpieza de playas, de parques y demás, educando a la población. En el mismo sentido, se increpa a algún que otro gobierno por ser incapaz de hacer respetar las leyes sobre el transporte marítimo y demás. O, también, se culpa a la mafia y a sus tráficos de residuos peligrosos como si fuera la mafia la que los produce y no la industria que, para reducir costes, recurre a la mafia para que ejecute la parte sucia de sus negocios.
La responsabilidad sería, sí, de los industriales pero sólo de los malos, los avariciosos...
Cuando acaba ocurriendo algo como el incendio en la Thyssen Krupp de Turín en diciembre 2007, que costó la vida a 7 obreros a causa de la inobservancia completa de las normas de seguridad o de prevención de incendios, surge entonces una corriente solidaria, incluido el mundo de la industria, pero sólo para plantear la patraña de que si ocurren catástrofes es únicamente a causa de unos sectores económicos sin escrúpulos que se enriquecen a costa de otros.
¿Es ésa la realidad?, ¿habría de un lado unos capitalistas codiciosos y, del otro, los responsables y buenos gestores de sus empresas?
Todas las sociedades de explotación que precedieron al capitalismo aportaron su parte en la contaminación del planeta engendrada en particular por los procesos productivos. De igual modo, ciertas sociedades que se dedicaron a la explotación excesiva de los recursos a su alcance, como así ocurrió probablemente en la isla de Pascua ([2]), desaparecieron por el agotamiento de esos recursos. Sin embargo, los daños causados, en esas sociedades no representaban un peligro significativo, capaz de poner en peligro la supervivencia del planeta como así está ocurriendo con el capitalismo. Una razón evidente es que al haber hecho dar a las fuerzas productivas un salto prodigioso, el capitalismo también ha provocado un salto correspondiente a los daños resultantes que hoy afectan a todo el globo terráqueo, pues el capital lo ha conquistado en su totalidad. Pero no es ésa la explicación fundamental: el desarrollo de las fuerzas productivas no es en sí necesariamente significativo para explicar que se pierda su control. Lo que es, en efecto, esencialmente significativo es la manera como son utilizadas y gestionadas esas fuerzas productivas por la sociedad. Ahora bien, el capitalismo, precisamente, aparece como el resultado final de un proceso histórico que consagra el reino de la mercancía, un sistema universal de mercancías donde todo está en venta. Si la sociedad está sumida en el caos a causa del imperio de las relaciones mercantiles (lo cual no sólo acarrea el fenómeno de la contaminación, sino también el empobrecimiento acelerado de los recursos planetarios, la creciente vulnerabilidad a las calamidades llamadas "naturales", etc.), es por una serie de razones que pueden resumirse así:
Es esa necesidad la que, más allá de la mayor honradez de tal o cual capitalista, le obliga a adaptar su empresa a la lógica de la máxima explotación de la clase obrera.
Eso conduce a un despilfarro y a una expoliación enormes de la fuerza de trabajo humana y de los recursos del planeta como ya lo había puesto de relieve Marx en El Capital:
"Al igual que en la industria urbana, en la moderna agricultura la intensificación de la fuerza productiva y la más rápida movilización del trabajo se consiguen a costa de devastar y agotar la fuerza de trabajo del obrero. Además, todo progreso, realizado en la agricultura capitalista, no es solamente un progreso en el arte de esquilmar al obrero, sino también en el arte de esquilmar la tierra, y cada paso que se da en la intensificación de su fertilidad dentro de un período de tiempo determinado, es a la vez un paso dado en el agotamiento en las fuentes perennes que alimentan dicha fertilidad; (...). La producción capitalista sólo sabe desarrollar la técnica y la combinación del proceso social de producción socavando al mismo tiempo las dos fuentes originales de toda riqueza: la tierra y el hombre." ([3])
Colmo de lo irracional y lo absurdo de la producción bajo el capitalismo, no es raro encontrar empresas que fabrican productos químicos altamente contaminantes y, al mismo tiempo, sistemas de purificación del terreno y del agua contra dichos contaminantes; otros fabrican cigarrillos y productos para dejar el tabaco y, en fin, hay empresas que controlan sectores de producción de armas, pero que también se ocupan de productos farmacéuticos y material médico.
Se llega aquí a unos niveles inalcanzables en sociedades anteriores en las que los bienes se producían por su valor de uso (o eran útiles para sus productores, los explotados, o servían para el lujo y el boato de la clase dominante).
La naturaleza real de la producción de mercancías prohíbe al capitalismo interesarse por la utilidad, el tipo o la composición de las mercancías producidas. Lo único que debe interesar es saber cómo ganar dinero. Eso es lo que explica por qué hay cantidad de mercancías que tienen un uso limitado y eso cuando no son claramente inútiles.
La sociedad capitalista está esencialmente basada en la competencia, de modo que incluso cuando los capitalistas establecen acuerdos de circunstancia, siguen siendo básicamente competidores feroces: la lógica del mercado hace que, de hecho, la fortuna de uno corresponda al infortunio de otros. Eso significa que cada capitalista produce para sí, siendo cada uno de ellos rival de todos los demás, de suerte que no puede haber planificación real decidida por todos los capitalistas, ni local ni internacionalmente, sino únicamente una competencia permanente con ganadores y perdedores. Y en esta guerra, uno de los perdedores es precisamente la naturaleza.
De hecho, a la hora de escoger un lugar para implantar una nueva planta industrial o un terreno y unas modalidades de cultivo agrícola, el empresario sólo tiene en cuenta sus intereses inmediatos, sin que quede espacio para las consideraciones de tipo ecológico. No existe ningún órgano centralizado internacionalmente que tenga autoridad para orientar o imponer unos límites o criterios que respetar. En el capitalismo, las decisiones se toman únicamente en función de la obtención de la ganancia máxima, de modo que un capitalista particular pueda producir y vender de la manera más provechosa o en mayor cantidad, o que el Estado pueda imponer la mejor solución que vaya en el sentido de los intereses del capital nacional y, por lo tanto, globalmente, de los capitalistas nacionales.
Existen, sin embargo, leyes en cada país que son más o menos coercitivas. Cuando lo son demasiado no es raro que tal o cual empresa, para incrementar su rentabilidad, traslade una parte de su producción allá donde las normas son menos severas. La Union Carbide, por ejemplo, multinacional química estadounidense implantó una de sus factorías en Bhopal, India, sin instalar en ellas un sistema de refrigeración. En 1984, esa fábrica soltó una nube química tóxica de 40 toneladas de pesticidas que mató justo después y en los años siguientes a 16 000 personas como mínimo, causando además daños corporales irreversibles a un millón más ([4]).
En cuanto a las regiones y los mares del Tercer mundo, son a menudo un vertedero barato adonde, legalmente o no, las compañías establecidas en los países desarrollados envían sus desechos peligrosos o tóxicos, pues les saldría mucho más caro deshacerse de ellos en sus países de origen.
Mientras no haya una planificación agrícola e industrial coordinada y centralizada a nivel internacional, que tenga en cuenta la armonización necesaria de las exigencias de hoy y la protección del medio ambiente de mañana, los mecanismos del capitalismo seguirán destruyendo la naturaleza con todas las consecuencias dramáticas que hemos visto.
Suele echarse la culpa de esa situación a las multinacionales o a un sector particular de la industria, porque los orígenes del problema serían los mecanismos "anónimos" del mercado.
¿Podrían entonces los Estados poner fin a esos estragos demenciales mediante un mayor intervencionismo? No, en realidad, lo único que puede hacer el Estado es "reglamentar" esa anarquía: los Estados defienden los intereses nacionales, lo cual no hace sino reforzar la competencia. Las ONG (Organizaciones no gubernamentales) y los movimientos altermundialistas podrán reivindicar que el Estado intervenga cada día más: los Estados no pueden resolver los problemas de la anarquía capitalista por la sencilla razón que su intervención ya es permanente, por muchas apariencias de "liberalismo" en el pasado y que hoy aparece evidente frente a la aceleración de la crisis.
Cantidad contra calidad
La única preocupación de los capitalistas es, como ya hemos dicho, vender con el máximo de ganancia. No se trata de "egoísmo" de unos u otros, sino de la ley del sistema a la que ninguna empresa, grande o pequeña, puede sustraerse. El peso creciente de los costes de equipamiento en la producción industrial exige que las enormes inversiones solo puedan ser amortizadas gracias a ventas muy importantes.
La compañía Airbus, por ejemplo, que fabrica aviones debe vender al menos 600 de sus gigantescos A-380 antes de obtener ganancias. Y las empresas automovilísticas deben vender cientos de miles de coches antes de compensar lo invertido en los bienes de equipo para su construcción. O sea que cada capitalista debe vender lo máximo y estar constantemente en busca de nuevos mercados. Y para ello debe poder oponerse a sus competidores en un mercado supersaturado, mediante un derroche en medios publicitarios, origen de un despilfarro enorme de trabajo humano y de recursos naturales como, por ejemplo, la cantidad de pasta de papel usada en producir miles de toneladas de folletos.
Las leyes de la economía, que obligan a reducir costes, lo cual significa disminución de la calidad de la producción y de la fabricación en serie, obligan al capitalista a preocuparse muy poco de la composición de sus productos y a preguntarse si ésa puede ser peligrosa. Los riesgos para la salud (cáncer) de los carburantes fósiles podrán ser de sobras conocidos desde hace mucho, pero la industria no toma la menor medida para poner remedio. Los riesgos sanitarios debidos al amianto eran más que conocidos desde hace años, pero sólo la agonía y la muerte de miles de obreros han obligado a la industria a reaccionar largo tiempo después. Muchos alimentos se enriquecen con azúcar y sal, en glutamato monosódico, para aumentar sus ventas a expensas de la salud. Una cantidad increíble de aditivos alimenticios se introducen en los alimentos sin saber a ciencia cierta cuáles son los riesgos resultantes para los consumidores, cuando es algo notorio que muchos cánceres se deben a la nutrición.
Irracionalidades notorias de la producción y de la comercialización
Uno de los aspectos más disparatados del sistema actual de producción es que las mercancías viajan alrededor de todo el planeta antes de llegar al mercado como producto terminado. Esto no se debe ni mucho menos a la naturaleza de las mercancías o a una exigencia de la producción, sino, exclusivamente, a que la subcontrata es más ventajosa en tal o cual país. Un ejemplo bien conocido es el de la fabricación de yogures: la leche es transportada a través de los Alpes de Alemania a Italia, donde es trasformada en yogur para luego ser devuelta en esa forma a Alemania. Otro ejemplo es el de los automóviles cuyos componentes proceden cada uno de un país del mundo antes de ser ensamblados en la cadena de montaje. En general, antes de que estén disponibles en el mercado, sus componentes ya han recorrido miles de kilómetros por los medios más diversos. Otro ejemplo, los aparatos electrónicos o los de uso doméstico se producen en China a causa de los ínfimos salarios que allí se pagan y la ausencia casi total de medidas de protección del medio ambiente, aunque, tecnológicamente hablando, habría sido fácil producir los aparatos en los países en los que se comercializan. Ocurre a menudo que el lanzamiento de un producto se hace, al principio, en el país consumidor para después ser deslocalizado a otro país donde los costes de producción, y sobre todo los salarios, son más bajos.
Otro ejemplo es el del vino, producido en Chile, en Australia o California y que se vende en los mercados europeos mientras que las uvas producidas en Europa se pudren a causa de la sobreproducción, o el de las manzanas importadas de África mientras los cultivadores europeos no saben qué hacer con sus excedentes.
Así, a causa de la lógica de la ganancia máxima en detrimento de la racionalidad y del recurso mínimo a los gastos humanos, energéticos y naturales, las mercancías se producen en un lugar del planeta para luego ser transportadas a otro lugar para ser vendidas allí. Y así ya no se extraña uno de que haya mercancías del mismo valor tecnológico, como los automóviles, producidos por diferentes fabricantes en el mundo, se hagan en Europa para luego ser exportados a Japón o a Estados Unidos y, a la vez, otros coches fabricados en Japón o Corea, se vendan en el mercado europeo. Esa red de transportes de mercancías - muchas veces casi idénticas - que cambian de país obedece a la lógica de la ganancia, de la competencia y del juego del mercado, es aberrante y origina consecuencias desastrosas en el medio ambiente.
Una planificación racional de la producción y de la distribución podrían hacer disponibles esos bienes sin que tuvieran que soportar esos transportes totalmente irracionales, expresión de la locura del sistema de producción capitalista.
El antagonismo de fondo entre campo y ciudad
La destrucción del medio ambiente resultante de la contaminación causada por la hipertrofia de los transportes no es un simple fenómeno contingente, pues hunde sus raíces más profundas en el antagonismo entre campo y ciudad. En su origen, la división del trabajo dentro de las naciones separó la industria y el comercio del trabajo agrícola. De ahí nació la oposición entre campo y ciudad con los antagonismos de intereses resultantes. Ha sido bajo el capitalismo cuando esa oposición ha alcanzado el paroxismo de sus aberraciones ([5]).
En la agricultura medieval, en tierras cuya producción solo servía para la subsistencia, no había necesidad de transportar mercancías. A principios del siglo xix, cuando los obreros solían vivir en las inmediaciones de la fábrica o la mina, era posible ir al trabajo a pie. Desde entonces, las distancias entre los lugares de trabajo y la vivienda no han hecho sino aumentar. Además, la concentración de capital en algunos lugares (como en el caso de empresas implantadas en ciertas zonas industriales u otras zonas deshabitadas para aprovecharse de desgravaciones fiscales o de precios del suelo muy bajos), la desindustrialización y la explosión del desempleo a causa de la desaparición de montones de puestos de trabajo, han modificado profundamente la fisonomía de los transportes.
Cada día, cientos de miles de obreros deben desplazarse en largas distancias para acudir al trabajo. Y muchos están obligados a usar el automóvil porque, muy a menudo, no hay transporte público que les permita ir hasta el lugar de trabajo.
Peor todavía: la concentración de enormes masas de individuos en el mismo sitio acarrea una serie de problemas que repercute también en el estado sanitario del entorno de ciertas zonas. El funcionamiento de una concentración de personas que puede alcanzar hasta 10 o 20 millones de individuos acarrea una acumulación de desperdicios (heces, basuras domésticas, gases de combustión de vehículos, industrias, calefacción...) en un espacio que por muy vasto que sea será siempre demasiado estrecho para destruirlos y digerirlos.
La pesadilla de la penuria alimenticia y del agua
Con el desarrollo del capitalismo, la agricultura ha sufrido los cambios más profundos de su vieja historia de 10 000 años. Esto ha ocurrido porque el capitalismo, contrariamente a los modos anteriores de producción, en los que la agricultura respondía directamente a necesidades directas, los agricultores deben someterse a las leyes del mercado mundial, o sea producir a menor coste. La necesidad de aumentar la rentabilidad ha tenido consecuencias catastróficas para la calidad de los suelos.
Esas consecuencias, relacionadas estrechamente con la aparición de un fuerte antagonismo entre campo y ciudad, ya fueron denunciadas por el movimiento obrero del siglo xix. Puede verse en las citas siguientes cómo señaló Marx el vínculo inseparable entre la explotación de la clase obrera y el saqueo del suelo: "... la gran propiedad de la tierra reduce la población agrícola a un mínimo en descenso constante y le opone una población industrial en constante aumento y hacinada en las grandes ciudades: y de ese modo engendra condiciones que abren un abismo irremediable en la trabazón del metabolismo social impuesto por las leyes naturales de la vida, a consecuencia del cual se dilapida la fuerza de la tierra, y esta dilapidación es transportada por el comercio mucho más allá de las fronteras del propio país" ([6]).
La agricultura ha tenido que incrementar el uso de los productos químicos para intensificar la explotación del suelo y ampliar las áreas de cultivo. En la mayor parte del planeta, los campesinos practican cultivos que hoy serían imposibles sin el aporte de grandes cantidades de pesticidas y abonos, ni sin irrigación, cuando, en realidad, plantando en otros lugares podrían ahorrarse esos medios o, al menos, reducir su uso. Plantar hierbas medicinales en California, agrios en Israel, algodón a orillas del mar de Aral en lo que fue la Unión Soviética, trigo en Arabia Saudí o en Yemen, o sea cultivos en zonas que no poseen las condiciones naturales para su crecimiento, tiene como consecuencia un enorme despilfarro de agua. La lista de ejemplos es interminable, pues, hoy, en torno al 40 % de los productos agrícolas depende de la irrigación, con la consecuencia de que el 75 % del agua potable disponible en la Tierra se usa para la agricultura.
Por ejemplo, Arabia Saudí ha dilapidado una fortuna para bombear las aguas de una capa freática y hacer viables un millón de hectáreas de tierra para cultivar trigo candeal. Por cada tonelada de trigo cultivado, el gobierno abastece 3000 m3 de agua, o sea, más de tres veces que lo que necesita el cultivo de ese cereal. Y esa agua procede de pozos que no están alimentados con agua de lluvia. Una tercera parte de las empresas de irrigación del mundo usa agua de capas subterráneas. Y aunque esos recursos no renovables estén secándose, los cultivadores de la región india de Gujarat, sedienta de lluvia, siguen criando vacas lecheras: una cría que exige ¡2000 litros de agua para producir un solo litro de leche! En algunas regiones de la Tierra, la producción de un kilo de arroz requiere hasta 3000 litros de agua. Las consecuencias de la irrigación a ultranza y del uso generalizado de productos químicos son desastrosas: salinización, sobredosis de abonos, desertificación, erosión del suelo, fuerte descenso del nivel del agua en las capas y, por consiguiente, agotamiento de las reservas de agua potable.
El despilfarro, la urbanización, la sequía y la contaminación intensifican la crisis mundial del agua. Hay millones y millones de litros de agua que se evaporan en su paso por acequias abiertas. Las áreas que circundan las megalópolis sobre todo, pero también otras extensiones de territorios ven cómo disminuyen sus reservas de agua rápida e irreversiblemente.
Antaño, China era el país de la hidrología. Su economía y su civilización se desarrollaron gracias a su capacidad para regar tierras áridas y construir embalses para proteger el país de las inundaciones. En la China de hoy, en cambio, las aguas del caudaloso río Amarillo (Huang Ho), la gran arteria del Norte, no llegan al mar durante varios meses del año. A 400 de las 660 ciudades de China les falta agua. La tercera parte de los pozos de China están secos. En India, el 30% de las tierras cultivadas está amenazado por la salinización. En el mundo entero, en torno al 25 % de tierras de cultivo están amenazadas por esa plaga.
Pero el cultivo de productos agrícolas en regiones donde a causa del clima o la naturaleza del suelo, no se adaptan no es el único absurdo de la agricultura actual. Concretamente, a causa de la penuria de agua, el control de ríos y diques es un problema estratégico fundamental con intervenciones estatales inconsideradas a expensas de la naturaleza.
Más de 80 países han señalado su escasez de agua. Según una previsión de la ONU, la cantidad de personas que vivirán en condiciones de escasez de agua alcanzará 5400 millones en los 25 años venideros. Al no disponer de bastantes tierras de cultivo, las realmente cultivables disminuyen constantemente a causa de la salinización y otros factores. En las sociedades antiguas, las tribus nómadas tenían que desplazarse cuando el agua escaseaba. En el capitalismo, lo que falta son los alimentos de primera necesidad y eso en un sistema que está sometido a la sobreproducción. Por eso, a causa de los múltiples estragos causados a la agricultura, la penuria alimenticia es inevitable. A partir de 1984 por ejemplo, la producción mundial de cereales no ha seguido el crecimiento de la población mundial. En 20 años la producción se hundió, pasando de 343 kilos por año y persona a 303.
Y es así como el espectro que ha acompañado siempre a la humanidad desde sus orígenes, la pesadilla de la penuria alimentaria parece estar de vuelta, pero no por falta de tierras de cultivo, no por falta de herramientas para agricultura, sino a causa de la irracionalidad total en el uso de los recursos terrestres.
El desarrollo de las ciencias y de la tecnología ha puesto a disposición de la humanidad unos instrumentos cuya existencia no podía ni imaginarse en tiempos pasados, que permiten prevenir accidentes y catástrofes naturales. Pero esas tecnologías resultan costosas y sólo se implantan si hay beneficios económicos. Queremos insistir una vez más que no se trata aquí de la actitud egoísta o codiciosa de tal o cual empresa, sino de la necesidad que se impone a cualquier empresa o país de reducir al mínimo los costes de producción de mercancías o de los servicios para poder competir a nivel mundial.
En nuestra prensa hemos abordado a menudo este problema, mostrando cómo las pretendidas catástrofes naturales no se deben a la casualidad o la fatalidad, sino que son el resultado lógico de la reducción de medidas preventivas y de seguridad para ahorrar gastos. Esto es lo que escribíamos sobre las catástrofes provocadas por el huracán Katrina en Nueva Orleans en 2005:
"El argumento de que este desastre no podía preverse es igualmente absurdo. Durante casi 100 años, los científicos, los ingenieros y los políticos, han discutido cómo abordar la vulnerabilidad de Nueva Orleáns ante los huracanes y las inundaciones. A mediados de la década de 1980, diferentes grupos de científicos e ingenieros presentaron distintos proyectos, lo que finalmente llevó en 1998 (durante la administración Clinton) a una propuesta llamada Coast 2050. Este plan proponía reforzar y rediseñar los diques construyendo un sistema de compuertas, y excavar nuevos canales que aportaran agua con sedimentos fluviales para restaurar el tampón que suponen las zonas pantanosas del delta. El coste de este proyecto era de 14 mil millones de dólares que tendrían que invertirse en un periodo de 10 años. Washington, sin embargo, no lo aprobó (bajo el mandato de Clinton, no de Bush).
"El año pasado, el ejército pidió 105 millones de dólares para programas contra huracanes e inundaciones en Nueva Orleáns, pero el gobierno sólo aprobó 42 millones. Al mismo tiempo, el Congreso aprobaba 231 millones de dólares para la construcción de un puente en una pequeña isla deshabitada de Alaska" ([7]).
También denunciamos el cinismo y la responsabilidad de la burguesía en la muerte de 160 000 personas cuando el maremoto ocurrido el 26 de diciembre de 2004.
Hoy se reconoce clara y oficialmente que no se dio la alerta por miedo a... ¡dañar el sector turístico!, o sea para defender unos viles intereses económicos y financieros se sacrificó a miles de seres humanos.
Esa irresponsabilidad de los gobiernos es una nueva ilustración del modo de vida de esa clase de buitres que gestiona la vida y la actividad productiva de la sociedad. Los Estados burgueses están dispuestos a sacrificar tantas vidas humanas como sea necesario con tal de preservar la explotación y las ganancias capitalistas.
Son siempre los intereses capitalistas los que dictan la política de la clase dominante, y en el capitalismo la prevención no es una actividad rentable como hoy lo reconocen incluso los medios de comunicación: "....Los países de la región han hecho hasta ahora oídos sordos sobre la necesidad de poner en pie un sistema de alerta por los altos costes financieros que ello supondría. Según los expertos, un dispositivo de alerta costaría decenas de millones de dólares, pero permitiría salvar decenas de miles de vidas humanas..." (Les Echos, diario económico francés, 30/12/2004) ([8]).
Puede también ponerse el ejemplo del petróleo que se vierte cada año en los mares (vertidos intencionados y accidentales, fuentes endógenas, aportes de los ríos, etc.): se calcula que se vierten entre 3 y 4 millones de toneladas de petróleo por año. Según un informe de "Legambiente": "Analizando las causas de esos incidentes, se puede estimar en 64 % de los casos los atribuibles al error humano, 16 % a averías mecánicas y 10 % a problemas derivados de la estructura de los barcos, mientras que el 10 % restante no pueden asignarse a causas bien determinadas" ([9]).
Cuando se habla de "error humano" - como en el caso de los accidentes de ferrocarril que se atribuyen a los ferroviarios - se habla de errores cometidos por el maquinista porque trabaja en condiciones de agotamiento intenso y de fuerte estrés. Además, las compañías petroleras suelen fletar petroleros viejos y decrépitos para trasportar el oro negro, pues si naufragan pierden a lo más el valor del cargamento, mientras que comprar un buque nuevo les costaría mucho más. De ahí que el siniestro espectáculo de un petrolero partido en dos cerca de las costas, que vierte todo lo que lleva dentro, se ha vuelto en las últimas décadas viscosamente repetitivo. Puede afirmarse, tomándolo todo en cuenta, que al menos el 90% de las mareas negras se deben a la falta total de vigilancia de las compañías petroleras, lo cual es, dicho sea una vez más, la consecuencia de sus intereses por reducir al mínimo los gastos e incrementar al máximo las ganancias.
A Amadeo Bordiga le debemos ([10]), en el período siguiente a la Segunda Guerra mundial, una condena sistemática, incisiva, profunda y argumentada de los desastres causados por el capitalismo. En el prefacio al libro Drammi gialli e sinistri della moderna decadenza sociale, una antología de artículos de Amadeo Bordiga, puede leerse: "...a medida que se desarrolla el capitalismo y después se va pudriendo de raíz, prostituye cada día más esa técnica que podría ser liberadora, sometiéndola a sus necesidades de explotación, de dominación y de pillaje imperialista, hasta el punto de acabar transmitiéndole su propia podredumbre y retornándola contra la especie. (...) Es en todos los ámbitos de la vida cotidiana durante las fases "pacíficas" que tiene a bien otorgarnos entre dos matanzas imperialistas o dos operaciones represivas, cuando el capital, aguijoneado sin tregua por la búsqueda de una mejor cuota de ganancia, amontona, envenena, asfixia, mutila, masacra a los individuos humanos mediante su técnica prostituida. (...) El capitalismo tampoco es inocente en las catástrofes llamadas "naturales". Sin ignorar la existencia de fuerzas de la naturaleza que escapan a la acción humana, el marxismo muestra que muchos cataclismos han sido indirectamente provocados o agravados por causas sociales. (...) La civilización burguesa no sólo puede provocar directamente esas catástrofes por su sed de ganancia y por la influencia predominante de la ausencia de escrúpulos en la máquina administrativa (...), sino que, además, es incapaz de organizar una protección eficaz, pues la prevención no es una actividad rentable" ([11]).
Bordiga desmitifica la leyenda según la cual: "la sociedad capitalista contemporánea, con el desarrollo conjunto de las ciencias, de la técnica y de la producción pondría a la especie humana en las mejores condiciones para luchar contra las dificultades del medio natural" ([12]).
De hecho, añade Bordiga, "aunque es verdad que el potencial industrial y económico del mundo capitalista se incrementa sin cesar, también es verdad que cuanto mayor es su fuerza, peores son las condiciones de vida de las masas humanas frente a los cataclismos naturales e históricos" ([13]).
Para demostrar lo que plantea, Bordiga analiza toda una serie de desastres habidos en el mundo, evidenciando cada vez que no se debían a la casualidad o a la fatalidad, sino a una tendencia intrínseca del capitalismo a sacar la mayor ganancia con la menor inversión, como, por ejemplo, en el caso del Flying Enterprise.
"El nuevo y flamante buque de lujo que Carlsen mandaba frotar para que reluciera como un espejo y que debía hacer una travesía ultrasegura, era de quilla plana. (...) ¿Cómo es posible que los astilleros tan modernos de Flying hayan adoptado la quilla plana, o sea la de los barcos lacustres? Un diario lo dice claramente: para reducir los costes unitarios de producción. (...) ésa es la clave de toda la ciencia aplicada moderna. La meta de sus estudios, de sus investigaciones, de sus cálculos, de sus innovaciones es: reducir costes, aumentar los gastos de flete. De ahí la suntuosidad de los salones con sus espejos, las colgaduras para atraer al cliente acaudalado, y tacañería, en cambio, para unas estructuras en los límites de la cohesión mecánica, dimensiones y peso exiguos. Esta tendencia caracteriza toda la ingeniería moderna, desde la construcción a la mecánica, o sea cuidar una presentación que parezca para ricos y dejar patidifuso al burgués, unos complementos y adornos que cualquier imbécil pueda admirar (con, precisamente, una cultura de pacotilla adquirida en el cine o en las revistas de cotilleo) y sisar en cambio de manera indecente sobre la solidez de las estructuras portantes, invisibles e incompresibles para el profano" ([14]).
El que los desastres analizados por Bordiga no tuvieran consecuencias ecológicas no cambia nada en el asunto. En efecto, con esos ejemplos y los expuestos en el prefacio de sus artículos en Especie humana y corteza terrestre del que citamos algunos de ellos, puede uno imaginarse fácilmente las consecuencias de esa misma lógica capitalista cuando se trata de ámbitos con un impacto directo y decisivo en el medio ambiente, como, por ejemplo, la concepción y el mantenimiento de las centrales nucleares:
"En los años 60, varios aviones "Comet" británicos, último grito de la técnica más sofisticada, estallan en pleno vuelo, matando a todos los pasajeros: la larga investigación revela finalmente que las explosiones se debían al desgaste del metal de la célula que era demasiado fino pues había que ahorrar en metal, en la potencia de los reactores, en todos los costes de producción, para incrementar las ganancias. En 1974, la explosión de un DC10 por encima de Ermenonville (región de París) causó más de 300 muertos: se sabía que el sistema de cierre de las bodegas tenía defectos, pero volverlo a hacer habría costado mucho dinero... pero lo más alucinante es lo que refiere la revista inglesa The Economist (24-9-1977) después de haber descubierto fisuras en el metal en diez aviones Trident y la explosión inexplicable de un Boeing. Según el "nuevo concepto" que rige en la construcción de aviones de transporte, no se les deja en tierra para la revisión tras cierta cantidad de horas de vuelo, sino que se les considera "seguros"... hasta la aparición de las primera fisuras causadas por la "fatiga" del metal: de modo que se pueden usar "hasta el final" de lo máximo, pues si se les paraba demasiado pronto para la revisión, ¡las compañías perdían dinero!" ([15]).
Ya hemos evocado nosotros, en el artículo anterior de esta serie, el caso de la central nuclear de Chernobil en 1986. En el fondo es el mismo problema mencionado arriba, y también fue ese problema cuando, en 1979, se produjo la fusión de un reactor nuclear en la isla de Three Mile Island, Pensilvania, Estados Unidos.
Comprender el lugar de la técnica y las ciencias en la sociedad capitalista es de la mayor importancia: hay que saber si sí o no, aquéllas pueden ser un punto de apoyo para prevenir el avance del desastre ecológico que está en marcha y luchar ya hoy eficazmente contra algunas de sus manifestaciones.
Si la técnica está, como hemos visto, prostituida por las exigencias del mercado, ¿ocurre lo mismo con el desarrollo de las ciencias y de la investigación científica? ¿Es posible que ese desarrollo permanezca ajeno a todo interés obtuso?
Para responder a esa pregunta, debemos primero reconocer que la ciencia es una fuerza productiva, que su desarrollo permite a una sociedad desarrollarse con más rapidez, y aumentar sus recursos. Controlar el desarrollo de las ciencias no es, pues, algo indiferente -y nunca podría serlo- a los gestores de la economía, a nivel estatal como a nivel de las empresas. Por esa razón, la investigación científica, y algunos de sus sectores en particular, disponen de una financiación importante. La ciencia no es -y no podrá serlo en una sociedad de clase como el capitalismo - un sector neutral en el que habría una libertad para investigar y sería ajeno a los intereses económicos, por la sencilla razón de que la clase dominante tiene todas las de ganar sometiendo a la ciencia y al mundo científico a sus propios intereses. Se puede afirmar que el desarrollo de las ciencias y del conocimiento - en la época capitalista - no se mueve por una dinámica propia e independiente, sino que está subordinado al objetivo de realizar el máximo de ganancia.
Esto tiene consecuencias muy importantes que no suelen percibirse. Tomemos el ejemplo de la medicina moderna. El estudio y el tratamiento médico del ser humano se han fraccionado en decenas de especialidades diferentes, a las que les falta en última instancia una visión de conjunto del funcionamiento del organismo humano. ¿Por qué se ha llegado a esto? Porque el objetivo principal de la medicina, en el mundo capitalista, no es que cada persona viva bien, sino "reparar" la "máquina humana" cuando se avería y volverla a poner en pie lo antes posible para que vuelva al trabajo. En ese contexto, puede comprenderse mejor el recurso masivo a los antibióticos, los diagnósticos que buscan las causas de las enfermedades entre los factores específicos antes que en las condiciones genérales de vida de las personas examinadas.
Otra consecuencia de la dependencia del desarrollo científico respecto a la lógica del mundo capitalista es que la investigación está constantemente dirigida hacia la producción de materiales nuevos (más resistentes y menos caros) cuyo impacto toxicológico no acarrea ningún problema... en lo inmediato, permitiendo que se gaste muy poco en el plano científico para intentar eliminar o hacer inofensivo lo que amenaza la seguridad en los productos. Pero décadas más tarde hay que pagar la nota y muy, a menudo, en daños a los seres humanos.
El vínculo más estrecho es el que une la investigación científica a las necesidades del sector militar y de la guerra en especial. Podemos examinar algunos ejemplos concretos que interesan a varios ámbitos de la ciencia, especialmente el que podría aparecer como "el más puro" científicamente hablando, el de las matemáticas.
En las citas siguientes podrá comprobarse cómo el desarrollo científico está sometido al control del Estado y a las exigencias militares hasta el punto de que en la posguerra a partir de 1945, florecieron por todas partes "los comités" científicos que trabajaban secretamente para el poder militar dedicándole una parte importante de su tiempo, ignorando los demás científicos el objetivo final de las investigaciones llevadas a cabo de manera oculta:
"La importancia de las matemáticas para los oficiales de la marina de guerra y de artillería requería una formación específica en matemáticas; así, en el siglo xvii, el grupo más importante que podía reivindicar un saber en matemáticas, al menos de base, era el de los oficiales del ejército. (...) [En la Gran Guerra] se crearon y perfeccionaron nuevas armas durante la contienda: aviones, submarinos, sónares para combatir a esos, armas químicas. Tras algunas vacilaciones por parte de los mandos militares, se empleó a muchos científicos para que desarrollaran lo militar aunque no fuera para la investigación sino como ingenieros creativos al más alto nivel. (...) En 1944, demasiado tarde para resultar eficaces durante la Segunda Guerra mundial, se creó en Alemania el "Matematisches Forschunginstitut Oberwolfach". Esto no gustaba a los matemáticos alemanes, pero era una estructura muy bien concebida cuya finalidad era que todo el sector de las matemáticas fuera un sector "útil": el núcleo estaba formado por un pequeño grupo de matemáticos que estaban perfectamente al tanto de los problemas que se les planteaban a los militares, y, por lo tanto, capaces de detectar los problemas que podían resolverse matemáticamente. En torno a ese núcleo central había otros matemáticos, muy competentes y buenos conocedores del mundo de las matemáticas, debían traducir esos problemas en problemas matemáticos para que así fueran tratados por matemáticos especializados que no necesitaban saber cuál era el problema militar a que se referían. Después, una vez obtenido el resultado, la red funcionaba al revés.
"En Estados Unidos, una estructura semejante, aunque fuera un poco improvisada, funcionaba ya en torno a Marston Morse durante la guerra. En la posguerra, una estructura análoga y esta vez no improvisada se formó en el "Wisconsin Army Mathematics Research Center" (...).
"La ventaja de ese tipo de estructuras es permitir que la máquina militar explote las competencias de muchos matemáticos sin necesidad de "tenerlos en casa" con todo lo que esto comportaría: contrato, necesidad de consenso y de sumisión, etc." ([16]).
En 1943, se formaron en Estados Unidos grupos de investigación operativa dedicados específicamente a la guerra antisubmarina, a dimensionar los convoyes navales, a escoger las dianas de las incursiones aéreas, a localizar e interceptar aviones enemigos. Durante la Segunda Guerra mundial, más de 700 matemáticos fueron empleados en total en Gran Bretaña, Canadá y Estados Unidos.
"Comparada a la británica, la investigación estadounidense se caracteriza desde el principio por el uso más sofisticado de las matemáticas y, especialmente, del cálculo de probabilidades y el recurso más frecuente a crear modelos matemáticos (...). La investigación operativa (que se convertirá en los años 50 en una rama autónoma de las matemáticas aplicadas) dio, pues, sus primeros pasos por los difíciles caminos de la estrategia, optimizando los recursos bélicos. ¿Cuál es la mejor táctica del combate aéreo?, ¿Cuál la mejor disposición de equis soldados en equis puntos de ataque? ¿Cómo repartir sus raciones a los soldados gastando lo menos posible y saciándolos al máximo?" ([17])
"(...) El proyecto Manhattan fue la señal de un gran viraje no sólo porque concentró la labor de miles de científicos de múltiples ámbitos en un único proyecto, dirigido y controlado por los militares, sino porque significó un salto enorme en la investigación fundamental, inaugurando lo que más tarde se llamaría "big science". (...) El alistamiento de la comunidad científica en un trabajo para un proyecto preciso, bajo control directo de los militares, había sido una medida de urgencia pero que no podía durar eternamente por diferentes razones (entre las cuales la "libertad de investigación" exigida por los científicos no era la menos importante). Sin embargo, el Pentágono no podía permitirse reanunciar a la cooperación valiosísima e indispensable de la comunidad científica, ni a una forma de control de su actividad: todo forzaba la necesidad de instaurar una estrategia diferente y cambiar los factores del problema. (...) En 1959, a iniciativa de unos científicos reconocidos, consultores ante el gobierno de EEUU, se creó un grupo semipermanente de peritos que mantenía reuniones regulares. A ese grupo se le bautizó con el nombre de "Division Jason", por el nombre, Jasón, del héroe griego mítico que fue en aventurera búsqueda del vellocino de oro con los Argonautas. Se trata de un grupo de élite de unos cincuenta científicos, entre los cuales varios premios Nobel, que se encuentran cada verano para examinar con toda libertad los problemas relacionados con la seguridad, la defensa y el control del armamento instaurados por el Pentágono, el Departamento de Energía y otras agencias federales; entregan informes detallados que permanecen en parte "secretos" e influyen en la política nacional. La División Jasón desempeñó un papel de primer plano con el secretario de Defensa Robert McNamara, durante la guerra de Vietnam, entregando tres estudios muy importantes que tuvieron un impacto en las ideas y la estrategia estadounidenses: en la eficacia de los bombardeos estratégicos para cortar las vías de aprovisionamiento del Viet Cong, en la construcción de una barrera electrónica a través de Vietnam y en las armas nucleares tácticas" ([18]).
Estas largas citas nos hacen comprender que la ciencia, hoy, es una de las piedras clave del mantenimiento del statu quo del sistema capitalista y de la definición de las relaciones de fuerza en su seno. El papel importante desempeñado por ella durante y después de la Segunda Guerra mundial, como hemos visto, no ha hecho sino ser cada vez más importante con el tiempo, incluso si la burguesía tiende a ocultarlo sistemáticamente.
En conclusión, lo que hemos querido demostrar es cómo las catástrofes ecológicas y medioambientales, incluso cuando son desencadenadas por fenómenos naturales, se abaten cruelmente sobre las poblaciones, sobre todo las más desvalidas, y eso a causa de la opción consciente por parte de la clase dominante de cómo se reparten los recursos y cómo debe usarse la propia investigación científica. Debe rechazarse categóricamente la idea de que la modernización, el desarrollo de las ciencias y de la tecnología estarían automáticamente y por definición asociadas a la degradación del medioambiente y a una mayor explotación del hombre. Existen, al contrario, grandes potencialidades de desarrollo de recursos humanos, no sólo en el plano de la producción de bienes, sino, y eso es lo más importante, sobre la posibilidad de producir de otra manera, en armonía con el entorno y el bienestar del ecosistema del que forma parte el hombre. La perspectiva no es pues la vuelta atrás, invocando una fútil e imposible vuelta a los orígenes cuando el medio ambiente estaba más preservado. Se trata, al contrario, de ir hacia delante por otro camino, el de un desarrollo que esté verdaderamente en armonía con el planeta Tierra.
Ezzechiele, 5 de abril de 2009.
[1]) Ver la primera parte de este artículo: « El mundo en vísperas de una catástrofe medioambiental », Revista internacional no 135.
[2]) Ídem
[3]) Marx, El Capital, v. 1, Cap. XIII, "Maquinaria y gran industria", p. 10, "La gran industria y la agricultura", FCE, México (traducción de W. Roces).
[4]) Ídem.
[5]) El siglo xx conoció una explosión de las megápolis. A principios del siglo pasado, había seis ciudades con más de un millón de habitantes; a mediados del siglo sólo había 4 ciudades que superaran los 5 millones de habitantes. Antes de la Segunda Guerra mundial, las megápolis sólo existían en los países industrializados. Hoy, la mayoría de esas "megaciudades" está concentrada en los países de la periferia. En algunas, la población se ha multiplicado por 10 en unas cuantas décadas. En la actualidad, la mitad de la población mundial vive en las ciudades y en 2020 serán las dos terceras partes. Pero ninguna de esas grandes ciudades que conocen un aflujo de inmigrantes de más de 5000 por día tiene las capacidades de hacer frente a ese aumento de población aberrante, lo cual hace que los inmigrantes, al no poder integrarse en el tejido social urbano, van a amontonarse en inmensos suburbios destartalados sin el menor servicio ni infraestructura.
[6]) Marx, El Capital, Vol.III, Cap. 47. "Génesis de la renta capitalista del suelo", p. 752, FCE1975, México, y en https://www.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/capital3/MRXC3847 [58].)
[7]) "Huracán Katrina : El capitalismo es el responsable de la catástrofe social", Revista International n° 123 https://es.internationalism.org/rint123/katrina.htm [59]
[8]) Citado en "Maremoto en el Sudeste Asiático, ¡La verdadera catástrofe social es el capitalismo!" Acción proletaria no 180, 2005. [60] https://es.internationalism.org/ap/2005/180_Tsunami [61].
[9]) www.legambientearcipelagotoscano.it/globalmente/petrolio/incident.htm [62]
[10]) Bordiga, líder de la corriente de izquierdas del Partido comunista de Italia en cuya fundación tanto contribuyó en 1921 y del que fue expulsado en 1930 como consecuencia del proceso de estalinización, participando activamente en la fundación del Partido comunista internacional en 1945.
[11]) Prefacio (anónimo) a Drammi gialli e sinistri della moderna decadenza sociale de Amadeo Bordiga, edición Iskra, p. 6, 7, 8 y 9. En francés, prefacio a Espèce humaine et croûte terrestre (Especie humana y corteza terrestre); Petite Bibliothèque Payot 1978, Prefacio, p. 7, 9 y 10)
[12]) Publicado en Battaglia Comunista n°23 1951 y también en Drammi gialli e sinistri della decadenza sociale, edición Iskra, p. 19.
[13]) Ídem.
[14]) A. Bordiga, Politica e "costruzione", publicado en Prometeo, serie II, no 3-4, 1952 y también en Drammi gialli e sinistri della decadenza sociale, edición Iskra, page 62-63. (en italiano)
[15]) Prefacio a la publicación, en francés, de Espèce humaine et croûte terrestre.
[16]) Jens Hoyrup, Universidad de Roskilde, Dinamarca. "Matemática y guerra", Conferencia en Palermo, 15 de mayo de 2003. Cuadernos de la investigación en didáctica, no 13, GRIM (Departamento de Matemáticas, Universidad de Palermo, Italia) http//math.unips.it/-grim/Horyup_mat_guerra_quad13.pdf.
[17]) Annaratone, http//www.scienzaesperienza.it/news.php?/id=0057 [63].
[18]) Angelo Baracca, "Fisica fondamentale, ricerca e realizzazione di nuove armi nucleari" (italiano), http//people.na.infn.it-scud/documenti/2005Baraca-armiscienza.pdf.
La década que se extiende entre 1914 y 1923 es una de las más intensas de la historia de la humanidad. En ese corto lapso de tiempo se vivió una guerra terrible, la Primera Guerra mundial, que puso fin a 30 años de prosperidad y progreso ininterrumpido de la economía capitalista y del conjunto de la vida social; frente a dicha hecatombe se levantó el proletariado internacional encabezado por los obreros rusos en 1917 y hacia 1923 los ecos de aquella oleada revolucionaria empezaron a apagarse, aplastados por la reacción burguesa.
En 10 años se vivió la guerra mundial que abría la decadencia del capitalismo, la revolución en Rusia y las tentativas revolucionarias a escala mundial y finalmente el comienzo de una bárbara contrarrevolución burguesa. Decadencia del capitalismo, guerra mundial, revolución y contrarrevolución, hechos que han marcado la vida económica, social, cultural, psicológica, de la humanidad durante casi un siglo, se concentran apretada e intensamente en el corto lapso de 10 años.
Es vital para las generaciones actuales conocer aquella década, comprenderla, reflexionar sobre lo que representa, sacar las lecciones que aporta. Es vital, sobre todo, por el enorme desconocimiento que hoy existe de lo que significó realmente, producto tanto de la montaña de mentiras con el que la ideología dominante ha tratado de sepultarla como de la actitud que dicha ideología propicia - tanto deliberada como inconscientemente - de vivir atados a lo inmediato y lo presente olvidando el pasado y la perspectiva de futuro ([1]).
Esta atadura a lo inmediato y circunstancial, este "vivir el momento" sin reflexión, sin comprensión de sus raíces, sin inscribirlo en una perspectiva hacia el futuro, dificulta conocer los rasgos concretos de aquellos 10 años increíbles cuyo estudio crítico nos aportaría muchas luces sobre la situación actual.
Hoy apenas se conoce y se reflexiona sobre el enorme shock que significó para los contemporáneos el estallido de la Primera Guerra mundial y el salto cualitativo en la barbarie que constituyó ([2]). Hoy, a fuerza de haber vivido casi un siglo de guerras imperialistas con todo su lote de terror, destrucción y especialmente de la más terrible barbarie ideológica y moral, todo eso parece como "lo más normal del mundo", como algo que no nos sacudiría ni nos produciría indignación y rebeldía. ¡Pero esa no era ni mucho menos la actitud de los contemporáneos que se vieron profundamente sacudidos por una guerra cuyo salvajismo marcó un jalón jamás alcanzado hasta entonces!
Menos todavía se sabe que esa tremenda carnicería se terminó gracias a la rebelión generalizada del proletariado internacional con sus hermanos rusos a la cabeza ([3]). Apenas se conoce la enorme simpatía que la Revolución rusa suscitó entre los explotados del mundo entero ([4]). Sobre los numerosos episodios de solidaridad con los trabajadores rusos y sobre las tentativas de seguir su ejemplo extendiendo la revolución a nivel internacional, se cierne un espeso manto de silencio y deformación. Tampoco es del dominio del gran público las atrocidades que numerosos gobiernos democráticos, empezando por el alemán, cometieron para aplastar el ímpetu revolucionario de las masas.
La mayor y la peor deformación se la lleva la Revolución de Octubre 1917. Se la presenta sistemáticamente como un fenómeno ruso con lo cual aparece completamente aislada del marco histórico que acabamos de enunciar y partiendo de esas premisas se da rienda suelta a las peores mentiras y las más absurdas especulaciones: que si fue la obra -genial según el estalinismo, diabólica según sus adversarios- de Lenin y los bolcheviques, que si fue una revolución burguesa en respuesta al atraso zarista, que si allí la revolución socialista era imposible y solo el empeño fanático de los bolcheviques la llevó por un derrotero que no podía acabar sino donde terminó.
Desde esa premisa, la repercusión internacional de la revolución de octubre 1917 se ha reducido a verla como un modelo que se podría exportar a los demás países. Tal es la deformación más insistente del estalinismo. Este método del "modelo" es doblemente erróneo y pernicioso. En primer lugar, ve la revolución rusa como un fenómeno nacional y, en segundo lugar, la concibe como un "experimento social" que puede ser activado a voluntad por un grupo suficientemente decidido y entrenado.
Este procedimiento deforma escandalosamente la realidad de ese periodo histórico. La Revolución Rusa no fue un experimento de laboratorio que se produjo dentro de las cuatro paredes de su inmenso territorio. Fue un pedazo vivo y activo de un proceso mundial de respuesta proletaria desatado por la entrada en guerra del capitalismo y los tremendos sufrimientos que causó. Los bolcheviques no tenían la menor intención de imponer un modelo fanático en el que el pueblo ruso fuera el conejillo de indias. En una Resolución adoptada por el partido en abril de 1917 se dice: "Las condiciones objetivas de la revolución socialista, presentes sin duda en los países más avanzados antes de la guerra, han madurado todavía más y continúan madurando con extremada rapidez como consecuencia de la guerra. La Revolución Rusa es solo la primera etapa de la primera de las revoluciones proletarias que surgirán como consecuencia de la guerra, la acción común de los obreros de los diferentes países es la única vía para garantizar el desarrollo más regular y el éxito más seguro de la revolución socialista mundial" ([5]).
Es importante comprender que la historiografía burguesa subestima -cuando no deforma completamente- la oleada revolucionaria mundial de 1917-23. En esto participa igualmente el estalinismo. Por ejemplo, en el pleno ampliado del Comité ejecutivo de la IC de 1925, es decir, cuando la estalinización comenzaba, se calificó a la revolución en Alemania como "revolución burguesa" echando al cubo de la basura todo lo que habían defendido los bolcheviques entre 1917-1923 ([6]).
Esta "opinión" que hoy preconizan masivamente tanto historiadores como políticos sobre aquella época no era ni mucho menos compartida por sus colegas de entonces. Lloyd George, un político británico, decía en 1919: "Europa entera rebosa de espíritu revolucionario. Existe un profundo sentimiento no solamente de descontento sino de cólera y revuelta de los trabajadores contra sus condiciones de vida tras la guerra. El conjunto del orden social existente, en sus aspectos políticos, sociales y económicos, es puesto en cuestión por las masas de la población de uno a otro extremo de Europa" ([7]).
La Revolución Rusa solo puede ser comprendida como parte de una tentativa revolucionaria mundial del conjunto del proletariado internacional, pero -simultáneamente- ello exige ver la época histórica en la que se produce: el estallido de la Primera Guerra mundial y comprender el significado profundo de ésta, que es el de la entrada del capitalismo en su declive histórico, su decadencia. De otra manera, los fundamentos de una comprensión se derrumban y todo carece de sentido. Pero, simultáneamente, la guerra mundial y toda la cadena de acontecimientos que le han seguido desde entonces, pierden toda su significación pues o bien aparecen como algo excepcional sin repercusiones posteriores o bien son el resultado de una coyuntura aciaga que hoy estaría superada de tal forma que los acontecimientos actuales no tendrían ninguna relación con lo que entonces ocurrió.
Nuestros artículos han polemizado ampliamente contra esas visiones. Han procurado ponerse desde el punto de vista histórico y mundial que es el propio del marxismo. Creemos que de esa manera se puede dar una explicación coherente de aquella época histórica que sirva de orientación y materia de comprensión para entender la época actual y contribuir a la causa de la liberación de la humanidad del yugo del capitalismo. De otra forma, tanto la situación de entonces como la situación actual carecen de sentido y perspectiva y la actividad de todos aquellos que quieren contribuir a un cambio revolucionario mundial se condena al empirismo más absoluto, a extenuarse dando palos de ciego.
La aportación que se propone esta rúbrica temática -en continuidad con la numerosa contribución que hemos hecho- es tratar de reconstruir aquella época mediante un estudio de los testimonios y relatos directos de los protagonistas de los hechos ([8]). Hemos dedicado muchas páginas a la Revolución en Rusia y en Alemania ([9]), por ello, publicaremos trabajos sobre experiencias menos conocidas de los diferentes países, todo ello, con el objetivo de dar una perspectiva mundial, pues cuando se conoce un poco aquella época resulta sorprendente la multitud de luchas, el eco tan amplio que tuvo la Revolución de 1917 ([10]). Esta estructura abierta la entendemos igualmente como una incitación al debate y a las aportaciones de compañeros y grupos revolucionarios.
La Revolución húngara de 1919 (1)
La tentativa revolucionaria del proletariado húngaro tuvo una fuerte motivación internacional. Fue el fruto de dos factores: la situación insostenible provocada por la guerra y el ejemplo arrebatador de la revolución de octubre de 1917.
Como decimos en la Introducción de esta serie, la primera guerra mundial fue una explosión de barbarie. Pero más tremenda fue la "paz" que se firmó a toda prisa por parte de las grandes potencias capitalistas cuando en noviembre de 1918 estalló la revolución en Alemania ([11]). No aportó el más mínimo alivio ni a los sufrimientos de las masas ni tampoco una disminución del caos y la desorganización de la vida social que habían provocado la guerra. El invierno de 1918 y la primavera de 1919 fueron de pesadilla: hambre, parálisis de los transportes, conflictos demenciales entre políticos, acciones de ocupación de los ejércitos sobre países vencidos, guerra contra la Rusia soviética, desorden extremo en todos los niveles de la vida social, estallido y propagación fulminante de una epidemia, la llamada "gripe española", que causó casi tantos muertos como la guerra... A los ojos de las poblaciones europeas la "paz" era peor incluso que la guerra.
La máquina económica había sido explotada al límite hasta el extremo de generarse un fenómeno insólito de subproducción como lo subraya Bela Szantò ([12]) respecto a Hungría: "A consecuencia del esfuerzo de trabajo de las industrias de guerra, estimulado por la búsqueda de sobrebeneficios, los medios de producción habían quedado completamente consumidos y la maquinaria echada a perder. Su reposición habría exigido enormes inversiones, mientras no hubiera probabilidad alguna de amortización. No había materias primas. Las fábricas estaban paradas. A consecuencia de la desmovilización pero también del cierre de fábricas, había un desempleo enorme" ([13]).
El Times de Londres afirmaba (19-7-19): "El espíritu de desorden reina en todo el mundo, desde la América occidental hasta la China, desde el mar Negro al Báltico; no hay ninguna sociedad, ninguna civilización tan sólida, ni ninguna constitución tan democrática que puedan sustraerse a este influjo maligno. En todas partes aparecen indicios de que los vínculos sociales más elementales se desgarran a causa de la prolongada tensión" ([14]).
Contra esta situación, el ejemplo ruso despertó una ola de entusiasmo y de esperanza en todo el proletariado mundial. Contra el virus mortal del capitalismo sumergido en el caos, los obreros tenían un antídoto liberador: la lucha revolucionaria mundial siguiendo el ejemplo de Octubre 1917.
Hungría que todavía pertenecía al Imperio Austrohúngaro y figuraba dentro del bando perdedor de la guerra, padecía esa situación de forma extrema pero, al mismo tiempo, el proletariado, fuertemente concentrado en Budapest, que poseía la séptima parte de la población del país y casi el 80 % de su industria, se manifestó enormemente combativo.
Tras los motines de 1915, reprimidos con el apoyo descarado del partido socialdemócrata, se sucede una fase de apatía con tímidos movimientos en 1916 y 1917. Pero en enero 1918, la agitación social desemboca en lo que probablemente fue la primera huelga de masas internacional de la historia, que se extendió a numerosos países de la Europa central teniendo como epicentro Budapest y Viena. Comenzó en Budapest el 14, el 16 ganaba la Baja Austria y Estiria, el 17 Viena y el 23 las grandes fábricas de armamento de Berlín, teniendo numerosos ecos en Eslovenia, Checoslovaquia, Polonia y Croacia ([15]). La lucha se polarizó alrededor de 3 objetivos: contra la guerra, contra la penuria y en solidaridad con la revolución rusa. Dos gritos se repitieron en numerosos idiomas: "Abajo la guerra" y "Viva el proletariado ruso".
En Budapest la huelga estalló al margen de los dirigentes socialdemócratas y de los sindicatos y en numerosas fábricas, animadas por el ejemplo ruso, se habían votado resoluciones a favor de los Consejos obreros... sin llegar a constituirlos efectivamente. El movimiento no se dio ninguna organización, lo cual fue aprovechado por los sindicatos para ponerse a la cabeza e imponer reivindicaciones que no tenían nada que ver con las preocupaciones de las masas, en particular, la del sufragio universal. El Gobierno intentó aplastar la huelga mediante una exhibición de tropas armadas de cañones y ametralladoras. El poco éxito que tuvo la demostración y las dudas crecientes de los soldados que no querían ni luchar en el frente ni menos aún enfrentarse a los obreros, disuadió al gobierno que en 24 horas cambió de postura y "concedió" la reivindicación -que nadie había pedido excepto sindicatos y socialdemocracia- del sufragio universal.
Con esa baza en el bolsillo estos visitaron las fábricas para detener la huelga. Fueron recibidos muy fríamente. No obstante, el cansancio, la falta de noticias de Austria y de Alemania y la progresiva vuelta al trabajo de los sectores más débiles acabaron por mermar la moral de los trabajadores de las grandes empresas metalúrgicas que finalmente decidieron la vuelta al trabajo.
Fortalecida por ese triunfo, la socialdemocracia "llevó a cabo una campaña de represalias contra todos los que se esforzaban por despertar en las masas la lucha revolucionaria de clase. En Népszava -órgano central del partido- aparecieron artículos difamatorios e incluso de delación que dieron abundante material para las persecuciones políticas iniciadas por el gobierno reaccionario de Wkerle-Vászonyi" ([16]).
Pese a la represión, la agitación siguió su curso. En mayo, los soldados del regimiento de Ojvideck se amotinan contra su envío al frente. Se hacen dueños de la central telefónica y de la estación de tren. Los obreros de la ciudad les secundan. El gobierno envía dos regimientos especiales que necesitarán tres días de salvajes bombardeos para tomar la ciudad. La represión es inmisericorde: uno de cada diez soldados -fuera o no participante activo en el motín- es fusilado, miles de personas son encarceladas.
En junio, la gendarmería disparó contra los obreros en huelga de una fábrica metalúrgica de la capital ocasionando varios muertos y heridos. Los obreros se dirigieron rápidamente a las fábricas vecinas que detuvieron inmediatamente la producción, saliendo a su vez a la calle. En pocas horas, toda Budapest estaba paralizada. Al día siguiente, la huelga se extendió a todo el país. Asambleas improvisadas, en medio de una atmósfera revolucionaria, decidían las medidas. El gobierno detuvo a los delegados, envió al frente a los obreros más significados, los tranvías fueron puestos en funcionamiento mediante esquiroles escoltados por cuatro soldados con la bayoneta calada. Tras ocho días de lucha, la huelga acabó en derrota.
Sin embargo, en la clase se desarrollaba una toma de conciencia: "entre los más amplios círculos obreros poco a poco empezó a abrirse camino la convicción de que la política del partido socialdemócrata y la conducta de los dirigentes del partido no eran apropiados para asumir una orientación revolucionaria (...). Las fuerzas revolucionarias habían empezado a cohesionarse, los obreros de las grandes fábricas establecieron contactos directos entre ellos. Las reuniones y deliberaciones secretas se hicieron casi permanentes y empezaron a dibujarse los contornos de una política proletaria independiente" ([17]).
Estos círculos obreros empiezan a ser conocidos como el Grupo revolucionario.
Los motines de soldados se hacen cada vez más frecuentes pese a la represión. Las huelgas se vuelven cotidianas. El gobierno -incapaz de conducir una guerra perdida, con el ejército cada vez más descompuesto, la economía paralizada y un completo desabastecimiento- se desmorona. Para evitar tan peligroso vacío de poder, el Partido socialdemócrata, demostrando una vez más en qué bando militaba, decidió aglutinar los partidos burgueses democráticos en un Consejo nacional.
El 28 de octubre se había constituido el Consejo de soldados que se coordinó con el Grupo revolucionario, ambos convocaron una gran manifestación en Budapest que se propuso llegar hasta la Ciudadela con objeto de entregar una carta al delegado real. Delante había un enorme cordón de soldados y policías. Los primeros se hicieron a un lado y dejaron pasar a la muchedumbre pero la policía disparó causando numerosos muertos.
"La indignación de la masa contra la policía fue indescriptible. Al día siguiente los obreros de la fábrica de armas forzaron los depósitos y se armaron" ([18]).
La tentativa del Gobierno de enviar fuera de Budapest a los batallones militares que habían estado a la vanguardia de la formación del Consejo de soldados, provocó la indignación general: miles de trabajadores y soldados se congregaron en la calle Rácóczi -la principal de la ciudad- para impedir su salida. Una compañía de soldados que había recibido la orden de partir se negó y a la altura del hotel Astoria se unió a la multitud. Hacia la medianoche las dos centrales telefónicas fueron tomadas.
En la madrugada y durante el día siguiente edificios públicos, cuarteles, la estación ferroviaria central, los almacenes de suministros, son ocupados por batallones de soldados y obreros armados. Manifestaciones masivas van a las cárceles y liberan a los presos políticos. Los sindicatos -haciéndose portavoces de las masas- reclaman el poder para el Consejo nacional. El 31 de octubre a media mañana, el conde Hadik -jefe del gobierno- entrega el poder a otro conde, Károlyi, jefe del Partido de la independencia y presidente del Consejo nacional.
Sin haber movido un dedo, éste se encontraba con el poder total. No le pertenecía puesto que había sido resultado del impulso todavía desorganizado e inconsciente de las masas obreras. Por eso, lo primero que hizo fue rechazar semejante legitimidad revolucionaria e ir a buscarla en la monarquía húngara que a su vez pertenecía al fantasmal "Imperio austro-húngaro". Ausente el rey, los miembros del Consejo nacional, con la socialdemocracia a la cabeza, fueron a visitar al plenipotenciario del Emperador, el archiduque José, quien autorizó el nuevo gobierno.
La noticia indignó a muchos trabajadores. Se convocó una concentración en el Tisza Calman-Tér. Pese a una lluvia torrencial una gran multitud se reunió decidiendo ir a la sede del partido socialdemócrata para exigir la proclamación de la República.
La reivindicación de la República había sido durante el siglo xix una consigna del movimiento obrero que juzgaba esta forma de gobierno más abierta y favorable a sus intereses que la monarquía constitucional. Sin embargo, ante la nueva situación donde no había más alternativa que poder burgués o poder proletario, la República se erigía como el último recurso del capital. De hecho, la república nacía con la bendición de la monarquía y del alto clero, cuyo jefe -el príncipe arzobispo de Hungría- fue visitado por el Consejo nacional en pleno. El socialdemócrata Kunfi pronunció un celebrado discurso: "Me corresponde la agobiante obligación de decir, a mí, socialdemócrata convencido, que nosotros no queremos actuar con el método del odio de clase y de la lucha de clases. Y nosotros hacemos un llamamiento para que todos, eliminando los intereses de clase, colocando en segunda línea los puntos de vista confesionales, nos ayuden en las graves tareas que pesan sobre nosotros" ([19]).
Toda la Hungría burguesa se había agrupado en torno a su nuevo salvador: el Consejo nacional cuyo motor era el partido socialdemócrata. El 16 de noviembre la nueva República era solemnemente proclamada.
La clase obrera no puede culminar su tentativa revolucionaria si no crea en su seno la herramienta vital del Partido comunista. Pero a éste no le basta tener unas posiciones programáticas internacionalistas, es preciso hacerlas vivir en las propuestas concretas al proletariado, en la capacidad para analizar concienzudamente con un prisma amplio los acontecimientos y las líneas a seguir y ahí es decisivo que el Partido sea internacional y no una mera suma de partidos nacionales: para combatir el peso asfixiante y desorientador de lo inmediato y lo local, de los particularismos nacionales, pero también proporcionando solidaridad, debate común, visión global y en perspectiva.
El drama de las tentativas revolucionarias en Alemania y en Hungría fue la ausencia de la Internacional. Esta se formó demasiado tarde, en marzo de 1919, cuando ya la insurrección de Berlín había sido aplastada y la tentativa revolucionaria en Hungría apenas comenzaba ([20]).
El Partido comunista húngaro sufrió esa dificultad con particular crudeza. Ya vimos que uno de sus fundadores fue el Grupo revolucionario que se había formado entre delegados y elementos activos de los obreros de las grandes fábricas de Budapest ([21]), a éste se unieron los elementos venidos desde Rusia -en noviembre de 1918- y que habían formado el Grupo comunista, conducidos por Bela Kun, la Unión socialista revolucionaria de tendencia anarquista y los miembros de la Oposición socialista, núcleo formado dentro del Partido socialdemócrata húngaro desde el estallido de la Primera Guerra mundial.
Antes de la llegada de Bela Kun y sus compañeros, los miembros del Grupo revolucionario habían considerado la posibilidad de formar un Partido comunista. El debate sobre esta cuestión llevó a un bloqueo pues había dos tendencias que no lograron ponerse de acuerdo: por un lado, los partidarios de formar una Fracción Internacionalista en el interior del Partido socialdemócrata y, por otra parte, los que veían urgente la formación de un nuevo partido. Finalmente, para salir del atasco se decidió constituir una Unión que tomó el nombre de Ervin Szabó ([22]) y que decidió proseguir la discusión. La llegada de los militantes procedentes de Rusia cambió radicalmente la situación. El prestigio de la Revolución Rusa y la capacidad persuasiva de Bela Kun inclinaron la balanza del lado de la formación inmediata del Partido comunista. Se constituyó el 24 de noviembre. El documento programático adoptado contenía apreciaciones muy válidas ([23]):
"• así como el Partido socialdemócrata trataba de poner a la clase obrera al servicio de la reconstrucción del capitalismo, el nuevo partido tenía por tarea mostrar a los trabajadores cómo el capitalismo había sufrido ya una sacudida mortal y había llegado a una maduración, no sólo en el plano moral sino también en lo económico, que lo ponía al borde la ruina.
"• Huelga de masas e insurrección armada: he aquí los medios deseados por los comunistas para la conquista del poder. No aspiraban a una República burguesa (...) sino a la dictadura del proletariado organizado en Consejos".
Los medios que se daban eran:
"• mantener viva la consciencia del proletariado húngaro, apartarlo del anterior acoplamiento con la deshonesta, ignorante y corrompida clase dominante húngara (...) despertar en él el sentimiento de la solidaridad internacional, antes sistemáticamente sofocado", [ligar al proletariado húngaro] "a la dictadura rusa de los Consejos y potencialmente también con cualquier otro país en que pueda estallar revolución semejante".
Se creó un periódico -Vörös Ujsàg (Gaceta roja)- y el partido se lanzó a una febril agitación que, desde luego, era necesaria dado el carácter decisivo del momento que se estaba viviendo ([24]). Sin embargo, esta agitación no se vio respaldada por un debate programático profundo, por un análisis colectivo metódico de los acontecimientos. El Partido era en realidad demasiado joven e inexperto y estaba poco cohesionado, todo lo cual -como veremos en el próximo artículo- le llevó a cometer graves errores.
En el periodo histórico de 1914-23 se planteaba al proletariado una cuestión muy complicada. Por un lado, los sindicatos se habían comportado como sargentos reclutadores del capital durante la guerra imperialista y el surgimiento de las respuestas obreras se hizo fuera de su iniciativa. Pero, al mismo tiempo, estaban muy cerca los tiempos heroicos en los que las luchas obreras se habían organizado mediante los sindicatos, estos habían costado muchos esfuerzos económicos, mucha represión, muchas horas de reuniones colectivas. Los obreros todavía los veían como propios y aún confiaban en poder recuperarlos.
Simultáneamente, había un entusiasmo enorme por el ejemplo ruso de los Consejos obreros que habían tomado el poder en 1917. En Hungría y en Austria, en Alemania, las luchas tendían a la formación de Consejos obreros. Sin embargo, mientras en Rusia los obreros acumularon una gran experiencia sobre lo que son, cómo funcionan, qué obstáculos los debilitan, cómo intenta sabotearlos la clase enemiga, tanto en Hungría como en Alemania esa experiencia era muy limitada.
Ese conjunto de factores históricos producía una situación híbrida, que fue hábilmente aprovechada por el Partido socialdemócrata y los sindicatos para constituir el 2 de noviembre el Consejo obrero de Budapest formado por una extraña mezcla de jefes sindicales, líderes socialdemócratas junto con delegados elegidos en algunas grandes fábricas. En los días siguientes se multiplicaron todo tipo de "consejos" que no eran otra cosa que organizaciones sindicales y corporativas que se habían puesto la etiqueta de moda: Consejo de policías (formado el 2 de noviembre y completamente controlado por la socialdemocracia), Consejo de funcionarios, Consejo de estudiantes, ¡hasta se formó un Consejo de sacerdotes el 8 de noviembre!. Esta proliferación de "consejos" tenía como fin cortocircuitar su formación por los obreros.
La economía estaba paralizada. El Estado no podía recaudar gran cosa y como todo el mundo le pedía ayuda su única respuesta era la impresión de papel moneda para subvenciones, pago de los salarios de los empleados estatales, gastos corrientes... En diciembre de 1918 el ministro de Finanzas se reunió con los sindicatos para pedirles detener las reivindicaciones salariales, cooperar con el gobierno para relanzar la economía y tomar, si necesario fuera, las riendas de la gestión de las empresas. Los sindicatos se mostraron muy receptivos.
Pero esto provocó la indignación de los trabajadores. Volvieron a celebrarse reuniones masivas. El Partido comunista recién constituido encabezó la protesta. Había decidido participar dentro de los sindicatos y pronto obtuvo una mayoría en varias organizaciones de las grandes fábricas. En su programa estaba la formación de Consejos obreros pero los consideraba compatibles con los sindicatos ([25]). Esta situación producía un continuo vaivén. El Consejo obrero de Budapest, creado preventivamente por los socialdemócratas, se había convertido en un órgano sin vida. En ese momento, hubo algunos esfuerzos de organización y de toma de conciencia dentro del terreno cada vez más inservible de los sindicatos como por ejemplo la asamblea masiva del sindicato metalúrgico en respuesta a la planes del ministro que tras dos días de debate adoptó acuerdos muy profundos: "Desde el punto de vista de la clase trabajadora, el control estatal sobre la producción no puede desembocar en ningún resultado, ya que la república popular no es más que una forma modificada de la dominación capitalista, y el Estado, en ella, sigue siendo lo que era antes: simplemente el órgano colectivo de la clase detentadora de la propiedad para la opresión de la clase trabajadora" ([26]).
La desorganización y parálisis de la economía puso a los trabajadores y a la gran mayoría de la población al borde del hambre. En tales condiciones la asamblea decidió que: "en todas las grandes empresas deben organizarse Consejos de control de fábrica, que en calidad de órganos de poder obrero, controlen la producción de las fábricas, el suministro de materias primas y también el funcionamiento y toda la marcha de los negocios" (ídem).
Pero no se veían como organizaciones paritarias de cooperación con el Estado ni como órganos de "autogestión" sino como palancas y complementos de la lucha por el poder político: "el control obrero representa únicamente una fase de transición hacia el sistema de gestión obrera, para la cual es necesaria como condición previa la toma del poder político (...) En consideración a todo ello, la asamblea de delegados y de miembros de la organización condena cualquier suspensión, aunque sólo sea provisional, de la lucha de clase, cualquier adhesión a los principios constitucionales, y considera tarea inmediata de la clase trabajadora la organización de los Consejos de obreros, soldados y campesinos como factores de la dictadura del proletariado" (ídem).
El 17 de diciembre, el Consejo obrero de Szeged -segunda ciudad del país- decidió disolver la municipalidad y "tomar el poder". Fue un acto aislado que expresaba el nerviosismo ante el deterioro de la situación. El gobierno reaccionó con prudencia y estableció negociaciones que acabaron en un restablecimiento del ayuntamiento con "mayoría socialdemócrata". En la Navidad de 1918, los obreros de una fábrica de Budapest reclamaron una paga extra. Inmediatamente, sus compañeros de fábricas vecinas retomaron la misma demanda. En un par de días todo Budapest hacía suya la reivindicación que empezaba a extenderse a las provincias. Los empresarios no tuvieron más remedio que ceder ([27]).
A principios de enero, los mineros de Salgótarján formaron un Consejo obrero que decidió la toma del poder y la organización de una milicia. Esto asustó al gobierno central que envió inmediatamente tropas de élite que ocuparon militarmente el distrito y causaron 18 muertos y 50 heridos. Dos días después, los obreros del área de Sátoralja-Llihely toman la misma decisión con idéntica respuesta gubernamental que provoca un nuevo baño de sangre. En Kiskunfélegyhaza, las mujeres organizan una manifestación contra la carestía de alimentos y los precios caros, la policía dispara contra la multitud provocando 10 muertos y 30 heridos. Dos días más tarde, es el turno de los obreros de Pozsony cuyo Consejo proclama la dictadura del proletariado. El Gobierno, falto de fuerzas, pide al Gobierno checoslovaco que ocupe militarmente la ciudad (se trata de un área fronteriza) ([28]).
El problema campesino se agudiza. Los soldados desmovilizados volvían a sus aldeas y extendían la agitación. Se celebraban reuniones reclamando el reparto de tierras. En el Consejo obrero de Budapest ([29]) se manifestó una fuerte solidaridad con los campesinos que desembocó en la propuesta de celebrar una reunión para "imponer al gobierno una solución al problema agrario". La primera sesión no llegó a ningún acuerdo y hubo que celebrar una segunda en la cual acabó aceptando la propuesta socialdemócrata que preveía la formación de unas "explotaciones agrarias individuales con indemnización a los antiguos propietarios". Esta medida logró calmar momentáneamente la situación pero, como veremos en el próximo artículo, apenas duró unas semanas. De hecho, en Arad -cerca de Rumania- a finales de enero los campesinos ocupan las tierras y el gobierno tiene que acallarlos mediante un numeroso dispositivo de tropas que ejecuta la enésima matanza.
En enero la Unión de periodistas se constituye en Consejo y pide la censura de todos los artículos hostiles a la revolución. Se multiplican las Asambleas de tipógrafos y otros sectores relacionados que se suman a esta medida. Los trabajadores de la metalurgia participan en esta actividad que desemboca en la toma del control por parte de los trabajadores de la mayoría de periódicos. Desde ese momento, la publicación de noticias y artículos es sometida a la decisión colectiva de los obreros.
Budapest se había convertido en una gigantesca escuela de debate ([30]). Todos los días, a todas horas, se celebraban discusiones sobre los temas más variados. Se ocupaban locales por doquier. Únicamente los generales y los grandes empresarios estaban privados del derecho de reunión pues cada vez que intentaban hacerlo eran dispersados por grupos de trabajadores metalúrgicos y de soldados que acabaron tomando sus lujosos locales.
En paralelo al desarrollo de los Consejos obreros y ante el problema antes planteado del caos y la desorganización en la producción, en las empresas se multiplica un segundo tipo de organismos -los Consejos de fábrica- que asumen el control de los abastecimientos y la producción de los bienes y servicios esenciales con objeto de evitar la carestía de los artículos más básicos. A finales de enero el Consejo obrero de Budapest decide una audaz iniciativa centralizadora: asumir el control de la fábrica de gas, de las manufacturas de armas, de las principales obras de construcción, del periódico Deli Hirlap y del hotel Hungaria.
Esta decisión supone un desafío al gobierno que es respondida por el socialista Garami proponiendo un proyecto de ley que reducía los Consejos de fábrica a meros colaboradores de los patronos a los que se restablecía la entera autoridad sobre los asuntos de producción, organización empresarial etc. Se multiplican las reuniones masivas protestando contra esta medida. En el Consejo obrero de Budapest la discusión es muy acalorada. El 20 de febrero, en la tercera sesión para tomar una decisión sobre el proyecto de ley, los socialistas dieron un espectacular golpe de efecto, sus delegados irrumpieron en la asamblea con una noticia sensacional: "Los comunistas han lanzado un ataque contra el Népszava. ¡La redacción ha sido asaltada con ráfagas de ametralladora! ¡Varios redactores han perecido ya! ¡La calle está cubierta de muertos y heridos!" ([31]).
Esto permitió aprobar por una apretada mayoría la disposición contra los Consejos de fábrica pero abrió una etapa crucial: la tentativa de aplastar por la fuerza al Partido comunista.
El asunto del asalto al Népszava pronto se demostraría que era una provocación montada por el Partido socialdemócrata. Esta operación, realizada en un momento especialmente delicado -con los Consejos obreros creciendo por doquier en todo el país y cada vez más soliviantados contra el gobierno-, venía a rematar una campaña -dirigida por el Partido socialdemócrata- contra el Partido comunista y organizada desde meses atrás.
Ya en diciembre 1918, el gobierno -a propuesta del Partido socialdemócrata- había prohibido el uso de todo tipo de papel de prensa con el objetivo de impedir la edición y difusión del Vörös Ujsàg. En enero 1919, el gobierno recurrió a la fuerza: "una mañana un destacamento de 160 policías armados con bombas de mano y ametralladoras, rodeó el Secretariado. Bajo pretexto de registro, los policías invadieron el local, devastaron todo el mobiliario y el equipo y se lo llevaron todo llenando ocho grandes coches" ([32]).
Szanto señala que: "el asesinato de Kart Liebchnecht y Rosa Luxemburg por obra de la contrarrevolución blanca en Alemania, fue considerada por los contrarrevolucionarios húngaros como señal de la lucha contra el bolchevismo" ([33]).
Un periodista burgués de gran influencia -Ladislao Fényes- inició una persistente campaña contra los comunistas. Decía que "había que quitarlos de en medio con las armas en la mano".
El Partido socialdemócrata repetía machaconamente que Rosa y Liebchneckt "se habían ganado la muerte por haber desafiado la unidad del movimiento obrero". Alejandro Garbai -que, posteriormente sería presidente de los Consejos obreros húngaros- declaraba que "los comunistas tienen que ser colocados ante la boca de los fusiles porque nadie puede dividir al partido socialdemócrata sin pagar por ello con la vida" ([34]). La unidad obrera que es un bien fundamental para el proletariado era utilizada fraudulentamente para apoyar y ampliar la ofensiva represiva de la burguesía ([35]).
La cuestión de la "amenaza a la unidad obrera" fue llevada al Consejo obrero de Budapest por el partido socialdemócrata. Los Consejos obreros que apenas empezaban a andar se vieron confrontados a una espinosa cuestión que acabó por paralizarlos: una y otra vez los socialdemócratas presentaban mociones pidiendo la exclusión de los comunistas de las reuniones por "haber roto la unidad obrera". No hacían sino reproducir la feroz campaña de sus compinches alemanes que desde noviembre 1918 habían hecho de la "unidad" su principal baza para arrinconar a los espartaquistas, propiciando una atmósfera de pogromo contra ellos.
En ese contexto se sitúa el asalto al Népszava. Mueren 7 policías. Durante la misma noche del 20 de febrero se produce una oleada de detenciones de militantes comunistas. Los policías, soliviantados por la muerte de 7 colegas, infligen torturas a los detenidos. El 21 de febrero, el Népszava difunde una declaración del partido socialdemócrata que tilda a los comunistas de "contrarrevolucionarios mercenarios de los capitalistas" y llama a la huelga general en señal de protesta. Propone una manifestación la misma tarde ante el parlamento.
La manifestación es gigantesca. Acuden muchos trabajadores que están indignados contra los comunistas por el asalto que se les atribuye, pero sobre todo el partido socialdemócrata moviliza a funcionarios, pequeños burgueses, oficiales del ejército, tenderos etc., que reclaman mano dura de la justicia burguesa contra los comunistas.
El 22 de febrero, la prensa da cuenta de las torturas infligidas a los detenidos. El Népszava sale en defensa de los policías: "Nos explicamos el rencor de la policía y compartimos de la manera más viva su dolor por los colegas caídos en defensa de la prensa obrera. Podemos congratularnos de que los policías hayan dado su adhesión a nuestro partido, que se hayan organizado y que tengas sentimientos solidarios con el proletariado" ([36]).
Estas repugnantes palabras son el santo y seña de una ofensiva en toda la regla dirigida por el partido socialdemócrata contra el proletariado que tiene dos etapas: la primera aplastar a los comunistas como vanguardia revolucionaria y la segunda derrotar a la propia masa proletaria, cada vez más radicalizada.
El 22 mismo, la moción de expulsión de los comunistas del Consejo obrero es aprobada. Los comunistas están completamente descabezados. Aparentemente, la contrarrevolución está triunfando.
En el próximo artículo veremos cómo esta ofensiva acabará fracasando gracias a una vigorosa respuesta del proletariado.
C.Mir 3-3-09
[1]) Un historiador que en algunos aspectos es razonablemente penetrante, Eric Hobsbawn, reconoce en Historia del siglo xx que "... la destrucción del pasado, o más bien de los mecanismos sociales que vinculan la experiencia contemporánea del individuo con la de las generaciones anteriores, es uno de los fenómenos más característicos y extraños de las postrimerías del siglo xx. En su mayor parte, los jóvenes, hombres y mujeres, de este final de siglo crecen en una suerte de presente permanente sin relación orgánica con el pasado del tiempo en el que viven" (p. 13, edición española).
[2]) Un testimonio de cómo la guerra mundial conmovió a los contemporáneos es el artículo de Sigmund Freud aparecido en 1915 titulado "Consideraciones actuales sobre la guerra y la muerte", donde señala: "Arrastrados por el torbellino de esta época de guerra, sólo unilateralmente informados, a distancia insuficiente de las grandes transformaciones que se han cumplido ya o empiezan a cumplirse y sin atisbo alguno del futuro que se está estructurando, andamos descaminados en la significación que atribuimos a las impresiones que nos agobian y en la valoración de los juicios que formamos. Quiere parecernos como si jamás acontecimiento alguno hubiera destruido tantos preciados bienes comunes a la Humanidad, trastornado tantas inteligencias, entre las más claras, y rebajado tan fundamentalmente las cosas más elevadas. ¡Hasta la ciencia misma ha perdido su imparcialidad desapasionada! Sus servidores, profundamente irritados, procuran extraer de ella armas con que contribuir a combatir al enemigo. El antropólogo declara inferior y degenerado al adversario, y el psiquiatra proclama el diagnóstico de su perturbación psíquica o mental."
[3]) Los manuales de historia hacen un estudio militar de la evolución de la guerra y cuando llegan a 1917 y 1918 intercalan de repente como si fueran acontecimientos procedentes de otro planeta la Revolución Rusa o el movimiento insurreccional alemán del 18. Véase, por ejemplo, el artículo sobre la primera guerra mundial de Wikipedia que tiene reputación de ser una enciclopedia alternativa: ver https://es.wikipedia.org/wiki/Primera_Guerra_Mundial [65].
[4]) Hoy, la inmensa mayoría de los ideólogos del anarquismo denigra la revolución de 1917 y colma con los peores insultos a los bolcheviques. Sin embargo, eso no era así en 1917-21. En el artículo "La CNT ante la guerra y la revolución [66]" (Revista internacional no 129), mostramos cómo muchos anarquistas españoles -aún manteniendo su propio criterio y con espíritu crítico- apoyaron con entusiasmo la Revolución Rusa y en una editorial de Solidaridad, el periódico de la CNT, se decía: "Los rusos nos indican el camino a seguir. El pueblo ruso triunfa: aprendamos de su actuación para triunfar a nuestra vez, arrancando a la fuerza lo que se nos niega", por otra parte, Manuel Bonacasa, anarquista muy reputado, afirma en sus Memorias "¿Quién en España -siendo anarquista- desdeñó el motejarse a sí mismo de bolchevique?". Emma Goldman, una anarquista norteamericana, señala en su libro Viviendo mi vida: "La prensa americana, siempre incapaz de ir más allá de la superficie, denunció que el levantamiento de Octubre era propaganda alemana y sus protagonistas, [Lenin, Trotski y sus colaboradores, secuaces del Káiser. Durante meses, los escribas fabricaron historias fantásticas sobre la Rusia bolchevique. Su ignorancia de las fuerzas que habían conducido a la Revolución de Octubre era tan espantosa como sus pueriles intentos de interpretar el movimiento liderado por Lenin. Apenas si hubo un periódico que diera las menores muestras de comprender que el bolchevismo era una concepción social abrigada por brillantes mentes de hombres que poseían el fervor y el coraje de los mártires (...) Era, pues, de lo más urgente que los anarquistas y otros verdaderos revolucionarios dieran la cara por esos hombres vilipendiados y por sus intervenciones en los apresurados sucesos de Rusia]" (edición española tomo II página 154, los subrayados son nuestros). Queremos añadir un hecho muy revelador de cómo se manipula hoy lo que entonces se escribió. En la edición francesa el libro se titulo "La epopeya de una anarquista", publicada por Hachette en 1979 y republicada por ediciones Complexe en 1984 y 2002. Se trata de una traducción - adaptación cometida por Cathy Berheim y Annette Lévy-Willard que son bien conscientes de su traición cuando escriben: "Si nosotras la encontráramos hoy, ella echaría probablemente una mirada de desprecio a nuestra "adaptación" (...) Tal hubiera sido sin duda su apreciación sobre nuestro trabajo. Pero lo único que Emma Goldman, fanática de la libertad, no habría podido reprocharnos es haber hecho de sus memorias una adaptación libre". Como prueba de esta "traición libre", podemos señalar que el pasaje entre corchetes figura en el libro de estas damas más de una forma muy edulcorada.
[5]) Citado por E.H.Carr en La Revolución bolchevique, tomo I, p; 100, edición española.
[6]) En El Movimiento obrero internacional, tomo IV, producido por Ediciones Progreso de Moscú, en una nota se señala: "a raíz de la IIª Guerra mundial, como resultado de largas discusiones en la historiografía marxista se afirmó la característica de las revoluciones de 1918-19 en los países de Europa central como revoluciones democrático burguesas (o democrático nacionales)" (página 277, edición española).
[7]) Citado por E.H.Carr, op. cit., tomo III, página 142, edición española.
[8]) En la antes citada Historia de la Revolución Rusa de Trotski, éste reflexiona en el prólogo del libro sobre el método con el cual analizar los hechos históricos. Criticando un supuesto prisma "neutral y objetivo" preconizado por un historiador francés que afirma "el historiador debe colocarse en lo alto de las murallas de la ciudad sitiada, abrazando con su mirada a sitiados y sitiadores", Trotski responde: "El lector serio y dotado de espíritu crítico no necesita de esa solapada imparcialidad que le brinda la copa de la conciliación llena de posos de veneno reaccionario, sino de la metódica escrupulosidad que va a buscar en los hechos honradamente investigados, apoyo manifiesto para sus simpatías o antipatías disfrazadas, al contraste de sus nexos reales, al descubrimiento de las leyes por que se rigen. Ésta es la única objetividad histórica que cabe, y con ella basta, pues se halla contrastada y confirmada, no por las buenas intenciones del historiador de que él mismo responde, sino por las leyes que rigen el proceso histórico y que él se limita a revelar".
[9]) Para conocer la revolución rusa hay dos libros que son un clásico en el movimiento obrero. Historia de la Revolución Rusa [67], Trotski, y el famoso libro de John Reed Diez días que estremecieron al mundo.
[10]) El libro antes mencionado de E.H. Carr (página 140) cita de nuevo una declaración de Lloyd George en 1919: "si se iniciase una acción militar contra los bolcheviques, Inglaterra se volvería bolchevique y habría un Soviet en Londres", a lo que añade "Lloyd George hablaba, como era su costumbre, para causar efecto, pero su mente perceptiva había diagnosticado correctamente los síntomas".
[11]) El armisticio generalizado se produjo el 11 de noviembre de 1918 apenas unos días después del estallido de la revolución en Kiel -norte de Alemania- y de la abdicación del káiser Guillermo, el emperador alemán. Ver la serie de artículos sobre la revolución alemana, el primer artículo [68].
[12]) Libro de Bela Szanto La República húngara de los Consejos, página 40, edición española.
[13]) Este fenómeno de subproducción generada por la movilización total y extrema de todos los recursos para el armamento y la guerra también lo constata un autor -Gerd Hardach, La Primera Guerra mundial, página 86 edición española- respecto a Alemania que desde 1917 muestra signos de hundimiento de todo el aparato económico, desabastecimiento y caos, lo cual acaba bloqueando la propia producción de guerra.
[14]) Citado por Kart Radek en el prólogo al libro antes citado, página 10, edición española.
[15]) El austriaco Franz Borkenau, antiguo militante comunista, dice de este acontecimiento en su obra Comunismo mundial (en inglés): "En más de un sentido esta huelga ha sido el mayor movimiento revolucionario de origen realmente proletario que el mundo entero jamás haya vivido (...) La coordinación internacional que la Comintern intentó realizar en reiteradas ocasiones se produjo aquí automáticamente, al interior de las fronteras de las potencias centrales, por la comunidad de interés en todos los países concernidos y por la preeminencia en todas partes de dos problemas principales, el pan y las negociaciones de Brest [se refiere a las negociaciones de paz entre el gobierno soviético y el imperio alemán en enero - marzo de 1918]. Por todas partes, las consignas reivindicaban la paz en Rusia sin anexiones ni compensaciones, raciones más grandes y democracia política" (página 92, versión inglesa, traducción nuestra).
[16]) Bela Szanto, La Revolución húngara de 1919, edición española, página 21.
[17]) Szanto, op cit., página 24.
[18]) Ídem, página 28.
[19]) Ídem, página 35.
[20]) Ver en Revista internacional no 135: 1918-19: "La formación del partido, la ausencia de la Internacional [69]".
[21]) Muy similares a los Delegados revolucionarios en Alemania. En realidad, hay una coincidencia significativa en los componentes que convergen en la formación del Partido bolchevique en Rusia, en la del KPD en Alemania y en la del PC húngaro: "El que las tres fuerzas antes mencionadas desempeñaran un papel crucial en la formación del partido de clase no es algo específico de la situación alemana. Una de las características del bolchevismo durante la revolución en Rusia fue cómo unificó esas mismas tres fuerzas que existían en el seno de la clase obrera: el partido de antes de la guerra que representaba el programa y la experiencia organizativa; los obreros avanzados, con conciencia de clase, de las fábricas y demás lugares de trabajo, que arraigaban al partido en la clase y tuvieron un papel decisivo en la resolución de diferentes crisis en la organización; y la juventud revolucionaria politizada por la lucha contra la guerra" (artículo citado sobre la revolución alemana).
[22]) Militante de izquierdas de la socialdemocracia que en 1910 abandonó el partido y evolucionó hacia posturas anarquistas. Muerto en 1918 había combatido enérgicamente la guerra desde una posición internacionalista.
[23]) Citamos el resumen de sus principios realizado por Bela Szantó en el libro del que venimos hablando.
[24]) El partido demostró una gran eficacia en la agitación y la captación de militantes. En 4 meses pasó de 4000 a 70 000 militantes.
[25]) Esta misma posición prevaleció en el proletariado ruso y en los bolcheviques. Sin embargo, mientras en Rusia los sindicatos eran muy débiles, en Hungría y otros países su fuerza era mucho mayor.
[26]) Libro de Szanto página 43
[27]) Para compensarles, el ministro socialdemócrata Garami propuso concederles un crédito de 15 millones de coronas. Es decir, que la mejora que los trabajadores habían recibido se evaporaría en unos días con la inflación que semejante préstamo iría a provocar. La subvención fue aprobada incluso con la oposición de los ministros oficialmente burgueses del gabinete
[28]) Esta zona se mantendrá bajo dominio checoslovaco hasta el aplastamiento de la revolución en agosto de 1919
[29]) Desde enero había empezado a revivir en uno de esos vaivenes que hablábamos antes. Las grandes fábricas habían enviado delegados -muchos de ellos comunistas- los cuales habían exigido la reanudación de sus reuniones.
[30]) Esta fue igualmente una característica sobresaliente de la Revolución Rusa que subraya por ejemplo John Reed en su libro 10 días que conmovieron al mundo.
[31]) Szantò, página 60, op. cit.
[32]) Szanto, op. cit., página 51.
[33]) Ibidem.
[34]) Szantó, op. cit., página 52.
[35]) Veremos en un próximo artículo cómo la unidad fue el caballo de Troya que utilizaron los socialdemócratas para mantener el control de los Consejos obreros cuando estos tomaron el poder.
[36]) Citado por Szantò, op. cit, página 63.
Bordiga, comunista de izquierda de Italia, calificó el conjunto de la obra de Marx de "esquela necrológica del capital" - o dicho de otra manera, estudio de las contradicciones internas que la sociedad burguesa no podrá evitar y que la llevarán a su fin.
Decretar la muerte con certeza es un problema para los seres humanos de una manera general: la humanidad es la única especie del reino animal en llevar el peso de la conciencia de la muerte inevitable, y ese fardo se plasma en la omnipresencia de los mitos de la vida más allá de la muerte en todas las épocas de la historia y en todas las formas sociales.
De igual modo, las clases dominantes, explotadoras, y los individuos que la componen eran felices porque eludían la muerte consolándose con sueños sobre el carácter eterno de los fundamentos y del destino de su reinado. El régimen de los faraones y de los emperadores divinos se justificaba con historias sagradas que iban desde los orígenes más remotos hasta el futuro más lejano.
Por muy orgullosa que esté de su visión racional y científica, la burguesía no deja de estar sometida a las proyecciones mitológicas. Como dijo Marx puede observarse eso en la actitud de esa clase hacia la historia en la cual proyecta sus "robinsonadas" sobre la propiedad privada como base de la existencia humana. Y no está menos dispuesta a imaginar el final de su sistema de explotación que los antiguos déspotas. Incluso en su época revolucionaria, incluso en el pensamiento del filósofo por excelencia del movimiento dialéctico, Hegel, se encuentra la misma tendencia a proclamar que la dominación de la sociedad burguesa constituye "el fin de la historia". Marx hizo notar que para Hegel, el avance permanente del Espíritu del Mundo había acabado por encontrar paz y descanso bajo la forma del Estado burocrático prusiano (el cual, por cierto, estaba bien embarrancado en su pasado feudal).
Se considera, pues, como un axioma de base de la visión del mundo de la burguesía, distorsionada por su ideología, el hecho de que no puede tolerar ninguna teoría que afirme el carácter puramente transitorio de su dominación de clase. El marxismo, por su parte, que expresa el enfoque teórico de la primera clase explotada de la historia que lleva en sí los gérmenes de un nuevo orden social, no sufre de semejante ceguera.
Así, el Manifiesto comunista de 1848 empieza por el conocido pasaje sobre la historia, que es la historia de la lucha de clases, la cual, en todos los modos de producción hasta hoy, ha desgarrado el tejido social desde dentro, concluyendo con "una transformación revolucionaria de toda la sociedad o con la destrucción de las clases beligerantes" (cap. "Burgueses y proletarios") ([1]). La sociedad burguesa simplificó los antagonismos de clase hasta reducirlos socialmente a dos grandes campos: capitalista de un lado, proletario del otro. Y el destino del proletariado es ser el enterrador del orden burgués.
El Manifiesto, sin embargo, no esperaba que la confrontación decisiva entre las clases fuera el simple resultado de la simplificación de las diferencias en el capitalismo, ni de la evidente injusticia representada por el monopolio de los privilegios y de la riqueza por parte de la burguesía. Era primero necesario que el sistema burgués dejara de ser capaz de funcionar "normalmente", que hubiera alcanzado el punto en que: "Con ello se manifiesta francamente que la burguesía es incapaz de seguir siendo por más tiempo la clase dominante de la sociedad y de imponer a la sociedad, en cuanto ley reguladora, las condiciones existenciales de su clase. Es incapaz de dominar, porque es incapaz de asegurar a sus esclavos la existencia inclusive dentro de su esclavitud, porque está obligada a dejarlos que se suman en una situación en la cual debe alimentarlos en lugar de ser alimentada por ellos. La sociedad ya no puede vivir bajo su dominio, es decir, que su vida ya no resulta compatible con la sociedad" ([2]).
En resumen, el derrocamiento de la sociedad burguesa se convierte en una necesidad vital para la supervivencia misma de la clase explotada y de la vida social en su conjunto.
El Manifiesto veía en las crisis económicas que asolaban periódicamente la sociedad capitalista de aquel tiempo los signos anunciadores de lo que iba a ocurrir.
"Una epidemia social que a cualquiera de las épocas anteriores hubiera parecido absurda e inconcebible: la epidemia de la superproducción. La sociedad se ve retrotraída repentinamente a un estado de barbarie momentánea; se diría que una plaga de hambre o una gran guerra aniquiladora la han dejado esquilmada, sin recursos para subsistir; la industria, el comercio están a punto de perecer. ¿Y todo por qué? Porque la sociedad posee demasiada civilización, demasiados recursos, demasiada industria, demasiado comercio. Las fuerzas productivas de que dispone no sirven ya para fomentar el régimen burgués de la propiedad; son ya demasiado poderosas para servir a este régimen, que embaraza su desarrollo. Y tan pronto como logran vencer este obstáculo, siembran el desorden en la sociedad burguesa, amenazan dar al traste con el régimen burgués de la propiedad. Las condiciones sociales burguesas resultan ya demasiado angostas para abarcar la riqueza por ellas engendrada. ¿Cómo se sobrepone a las crisis la burguesía? De dos maneras: destruyendo violentamente una gran masa de fuerzas productivas y conquistándose nuevos mercados, a la par que procurando explotar más concienzudamente los mercados antiguos. Es decir, que remedia unas crisis preparando otras más extensas e imponentes y mutilando los medios de que dispone para precaverlas" ([3]).
Hay varios puntos que subrayar respecto a ese pasaje tan citado:
El Manifiesto se escribió en vísperas de la gran marea de levantamientos que barrió Europa durante el año 1848.
Pero aunque esos levantamientos tenían raíces muy materiales -especialmente la aparición de grandes hambrunas por toda una serie de países- aunque aparecieran entonces las primeras manifestaciones masivas de la autonomía política del proletariado (el Cartismo -chartism en inglés- en Gran Bretaña; el levantamiento en junio de 1848 de la clase obrera parisina), eran fundamentalmente los últimos rescoldos de la revolución burguesa contra el absolutismo feudal. En su esfuerzo por comprender el fracaso de esos levantamientos desde el punto de vista del proletariado (raras veces se alcanzaron ni siquiera los objetivos burgueses de la revolución y la burguesía francesa no vaciló en aplastar a los obreros insurgentes de París), Marx reconoció que la perspectiva de una revolución proletaria inminente era algo prematuro. Ya no solo era que la clase obrera había encajado un duro golpe y había retrocedido políticamente a causa de la derrota de los levantamientos de 1848, sino que además, el capitalismo distaba mucho de haber rematado su misión histórica, se estaba extendiendo por el planeta entero y seguía "creando un mundo a su imagen" como decía el Manifiesto. El dinamismo de la burguesía, como lo reconocía el Manifiesto seguía siendo una realidad. Contra los militantes impacientes de su propio "partido", que creían que bastaba con la simple voluntad para empujar a las masas, Marx planteó que el proletariado necesitaría llevar a cabo muchas luchas, durante años, antes de llegar a la confrontación decisiva con su enemigo de clase. También defendió con ahínco la idea de que "Una nueva revolución sólo es posible como consecuencia de una nueva crisis. Pero es también tan segura como ésta" ([4]).
Fue esa convicción la que animó a Marx a dedicarse al estudio -o, más bien, a la crítica- de la economía política, una investigación amplia y profunda que iba a plasmarse en los Grundrisse y los cuatro volúmenes de el Capital. Para comprender las condiciones materiales de la revolución proletaria, era necesario comprender más en profundidad las contradicciones inherentes al modo de producción capitalista, las debilidades fatales que acabarían condenándolo a muerte.
En su obra, Marx reconoció su deuda con los economistas burgueses como Adam Smith y Ricardo que habían contribuido ampliamente a la comprensión del sistema económico burgués, especialmente porque en sus polémicas contra los apologistas de las formas anteriores de producción semifeudales superadas, defendieron el punto de vista de que el "valor" de las mercancías no era algo inherente a la calidad del suelo, ni de una cifra determinada por los caprichos de la oferta y la demanda, sino que se basaba en el trabajo real de los hombres. Pero Marx mostró también que esos polemistas de la burguesía también eran sus apologistas porque en sus escritos:
Lo fundamental, pues, en todas las teorías económicas burguesas es negar que las crisis sean la prueba de que hay contradicciones de base insuperables en el modo de producción capitalista - pájaros de mal agüero, cuervos anunciadores de desastres cuyos roncos graznidos vaticinan el Ragnarök de la sociedad burguesa.
"La fraseología apologética cuya finalidad es negar las crisis, tiene su importancia, pues prueba lo contrario de lo que pretende probar. Para negar la crisis, afirma la unidad allí donde hay contradicción y oposición. En verdad podía decirse que si no existieran las contradicciones negadas arbitrariamente por los apologistas, no habría crisis. En realidad la crisis existe porque esas contradicciones existen. El objetivo de todas las razones que alegan contra la crisis es negar arbitrariamente las contradicciones reales que la causan. Ese deseo ilusorio de negar las contradicciones no hace sino confirmar las contradicciones reales cuya inexistencia se desea" (Teorías de la plusvalía) ([5]).
La apología del capital por los economistas se basa en gran parte en negar que las crisis de sobreproducción que aparecen durante la segunda y la tercera décadas del siglo xix, sean un indicador de la existencia de barreras insuperables para el modo de de producción burgués.
Frente a la realidad concreta de la crisis, la negación de los apologistas toma diferentes formas que los expertos económicos han vuelto a retomar en estas últimas décadas. Marx subraya, por ejemplo, que Ricardo intentaba explicar las primeras crisis del mercado mundial basándose en diferentes factores contingentes como las malas cosechas, la devaluación del papel moneda, la caída de los precios o las dificultades del paso de períodos de paz a períodos de guerra o de guerra a épocas de paz en los primeros años del siglo xix. Es evidente que esos factores pudieron repercutir en la agudización de las crisis e incluso provocar su estallido, pero no eran el meollo del problema. Esos subterfugios nos recuerdan las recientes posiciones tomadas por "peritos" de la cosa económica que situaban la "causa" de la crisis de los años 70 en el aumento de los precios del petróleo y hoy en la codicia de los banqueros. Cuando a mediados del siglo xix se hizo cada vez más difícil negar el ciclo de las crisis comerciales, los economistas se vieron obligados a desarrollar argumentos más sofisticados, aceptar por ejemplo la idea de que había demasiado capital, pero negando que eso significaba que había también demasiadas mercancías invendibles.
Y cuando se aceptaba el problema de la sobreproducción, se relativizaba. Para los apologistas, en la base, "nunca se vende si no es para comprar otro producto cualquiera que pueda ser útil inmediatamente o pueda contribuir en la producción futura" ([6]). En otras palabras, existe una profunda armonía entre producción y venta y en el mejor de los mundos al menos toda mercancía debía encontrar comprador. Si hay crisis no son otra cosa que las posibilidades contenidas en la metamorfosis de las mercancías en dinero, como así lo defendía John Stuart Mill, o, también, son el resultado de una simple falta de proporcionalidad entre un sector de la producción y otro.
Marx no niega ni mucho menos que pueda haber desproporción entre los diferentes ramos de la producción - insiste incluso en que siempre existe esa tendencia en una economía no planificada de que es imposible producir mercancías en función de la demanda inmediata. A lo que Marx se opone es al intento de usar lo de la "desproporcionalidad" como pretexto para pretender quitarse de en medio las contradicciones más elementales de las relaciones sociales capitalistas: "Y se dice que el fenómeno de que se trata no es precisamente un fenómeno de sobreproducción, sino desproporción dentro de las distintas ramas de producción, eso significa simplemente que dentro de la producción capitalista, la proporcionalidad de las distintas ramas de producción aparece como un proceso constante derivado de la desproporcionalidad, desde el momento en que la trabazón de la producción en su conjunto se impone aquí a los agentes de la producción como una ley ciega y no como una ley comprendida y, por lo tanto, dominada por su inteligencia colectiva, que someta a su control común el proceso de producción" (el Capital, vol. III) ([7]).
De igual modo, Marx rechaza el argumento según el cual pueda haber una sobreproducción parcial y no una sobreproducción general: "Por eso Ricardo admite que para algunas mercancías pueda existir un atascamiento del mercado. Lo que sería imposible es el atascamiento general y simultáneo. No niega la posibilidad de sobreproducción en una esfera particular de la producción; pero al no poder producirse ese fenómeno en todos los ramos a la vez, no podría haber ni sobreproducción, ni atascamiento general del mercado" (Teorías sobre la plusvalía) ([8]).
Lo que tienen en común todos esos argumentos es negar lo que históricamente tiene de específico el modo de producción capitalista. El capitalismo es el primer sistema económico en haber generalizado la producción de mercancías, la producción para la venta y la ganancia, al conjunto del proceso de producción y de distribución y es en esa especificidad donde encontramos la tendencia a la sobreproducción. No desde luego, como así quiso dejarlo claro Marx, la sobreproducción en relación con las necesidades humanas: "La palabra misma de "sobreproducción" podría llevarnos al error. Mientras las necesidades más urgentes de una gran parte de la sociedad no estén satisfechas o que únicamente lo estén las necesidades inmediatas, no hay, ni mucho menos, sobreproducción en el sentido de superabundancia de productos en relación con las necesidades. Habría que decir, al contrario, que precisamente por ser capitalista la producción, siempre habrá subproducción en el sentido en que suele entenderse. Es la ganancia de los capitalistas lo que limita la producción, y no la necesidad de los productores. Sobreproducción de productos y sobreproducción de mercancías son dos cosas muy diferentes. Cuando Ricardo afirma que la forma mercancía no afecta al producto, y que entre la circulación de mercancías y el trueque sólo hay una diferencia de forma, que el valor de cambio sólo es una forma pasajera de intercambios materiales, y, por lo tanto, que el dinero no es más que un medio formal de circulación, lo único que hace es expresar la tesis de que el modo de producción burgués es el modo absoluto, desprovisto de toda determinación específica, y que su carácter es, por consiguiente, puramente formal. Por eso no hubiera podido admitir que la producción burguesa lleva consigo un límite al libre desarrollo de las fuerzas productivas, limite que se plasma en las crisis cuyo fenómeno básico es la sobreproducción" ([9]).
Marx muestra después la diferencia entre el modo de producción capitalista y los modos de producción anteriores que no pretendían acumular riquezas, sino consumirlas y que se vieron enfrentados al problema de la subproducción más que al de la sobreproducción: "... a los Antiguos transformar el producto en capital ni se les pasaba por la imaginación, o cuando lo hicieron fue a escala muy reducida (la amplitud que daban al atesoramiento propiamente dicho demuestra con creces que el sobreproducto quedaba sin emplear). Transformaban una gran parte en gastos improductivos para obras de arte, monumentos religiosos, obras públicas. Y menos todavía su industria debía servir para liberar y desarrollar las fuerzas productivas materiales: división del trabajo, maquinismo, aplicación de las fuerzas naturales a la producción privada. En su conjunto, no iban más allá del trabajo artesano. Por eso la riqueza que creaban para el consumo privado era relativamente restringida; parece enorme porque se acumulaba en manos de poca gente, que, además, no tenía mucha idea de qué hacer con tanto. No había sobreproducción entre los Antiguos, pero sí sobreconsumo por parte de los ricos, lo que acabó degenerando en los últimos tiempos de Roma y Grecia en una desenfreno demencial. Los escasos pueblos comerciantes entre ellos, vivían en parte a costa de esas naciones básicamente pobres. La base de la sobreproducción moderna es, por un lado, el desarrollo absoluto de las fuerzas productivas, o sea de la producción en masa por productores encerrados en el círculo de lo estrictamente necesario y, por otro, el límite impuesto por la ganancia de los capitalistas" ([10]).
El problema planteado por los economistas es que consideran al capitalismo como si fuera ya un sistema social armonioso - una especie de socialismo en el que la producción está básicamente determinada por las necesidades: "Todas las dificultades planteadas por Ricardo y otros a propósito del problema de la sobreproducción se deben ya sea a que miran la producción burguesa como uno modo de producción en el que no hay diferencia entre la compra y la venta - trueque directo - ya sea, que ven en ella una producción social: como si la sociedad repartiera según un plan sus medios de producción y sus fuerzas productivas, para que sirvieran para satisfacer sus diferentes necesidades, y eso de tal manera que cada sector de la producción recibiera las cantidades necesarias que le corresponden. Esta ficción tiene su raíz en la incapacidad para comprender la forma específica de la producción burguesa, incapacidad que se debe a que la observan y la consideran como la producción a secas. Es igual que el creyente cuando considera su propia religión como la religión sin más y en las demás solo ve que son ‘falsas'" ([11]).
En contra de esas distorsiones, Marx situaba las crisis de sobreproducción en las propias relaciones sociales que definen el capital como modo de producción específico: la relación del trabajo asalariado, "...de tanto reducir a la simple relación consumidor-productor, se acaba olvidando que el asalariado y el capitalista constituyen dos tipos de productores totalmente diferentes, sin mencionar a los consumidores que no producen nada. Eso es quitarse de encima una vez más, haciendo abstracción de ellas, las contradicciones antagónicas reales de la producción. La simple relación asalariado-capitalista implica que:
"1° la mayoría de los productores (los obreros) no son consumidores (compradores) del grueso de su producción, o sea las materias primas y los instrumentos de trabajo; y que 2° la mayoría de los productores (los obreros) no consumen nunca lo equivalente de su producción ya que, por encima de ese equivalente, deben proporcionar la plusvalía o sobreproducto. Para poder consumir o comprar en los límites de sus necesidades, deben ser siempre sobreproductores, producir siempre por encima de sus necesidades" ([12]).
Evidentemente, el capitalismo no comienza cada fase del proceso de acumulación con un problema inmediato de sobreproducción: nació y se ha desarrollado como un sistema dinámico en constante expansión hacia nuevos dominios de intercambio productivo, a la vez en la economía interna y a escala mundial. Pero al ser inevitable la contradicción que Marx describe, esa expansión constante es una necesidad para el capital si quiere retrasar o superar la crisis de sobreproducción. Aquí también, Marx mantuvo ese punto de vista contra los apologistas que veían la extensión del mercado como una simple oportunidad y no como una cuestión de vida o muerte, pues esos apologistas tenían tendencia a considerar al capital como un sistema independiente y armonioso: "Sin embargo, si se admite que el mercado debe extenderse con la producción, debe admitirse también la posibilidad de una sobreproducción. Desde el punto de vista geográfico, el mercado está limitado: el mercado interior es limitado con respecto a un mercado interior y exterior, el cual lo es con respecto al mercado mundial, el cual -aunque capaz de extensión- está también limitado en el tiempo. Así pues, si se admite que el mercado debe extenderse para evitar la sobreproducción, se está admitiendo la posibilidad de la sobreproducción" ([13]).
En el mismo pasaje, Marx prosigue mostrando que si bien la extensión del mercado mundial permite al capitalismo superar sus crisis y proseguir el desarrollo de las fuerzas productivas, la extensión anterior del mercado se vuelve rápidamente incapaz de absorber el nuevo desarrollo de la producción. No veía eso como un proceso eterno: hay límites inherentes a la capacidad del capital para convertirse en un sistema verdaderamente universal y una vez alcanzados esos límites, arrastrarán al capitalismo hacia el abismo: "De ahí, empero, del hecho que el capital ponga cada uno de esos límites como barrera y, por lo tanto, de que idealmente pase por encima de ellos, de ningún modo se desprende que los haya superado realmente; como cada una de esas barreras contradice su determinación, su producción se mueve en medio de contradicciones superadas constantemente pero puestas también constantemente. Aún más: la universalidad a la que tiende sin cesar, encuentra trabas en su propia naturaleza, las que en cierta etapa del desarrollo del capital harán que se le reconozca a él como barrera mayor para esa tendencia y, por consiguiente, propenderán a la abolición del capital por medio de sí mismo" ([14]).
Llegamos así a la conclusión de que la sobreproducción es el primer pájaro de mal agüero que anuncia la decadencia del capitalismo, la ilustración concreta, en el capitalismo de la fórmula fundamental de Marx que explica el auge y el declive de todos los modos de producción existentes hasta hoy: ayer forma de desarrollo (en el caso del capitalismo: la extensión general de la producción de mercancías), se ha convertido hoy en una traba para el progreso de las fuerzas productivas de la humanidad: "Para acercarnos más a la cuestión: por lo pronto, existe un límite que no es inherente a la producción en general, sino a la producción basada en el capital. Este límite es doble, o más bien es el mismo, considerado desde dos puntos de vista. Basta aquí con demostrar que el capital contiene una limitación de la producción que es particular -limitación que contradice su tendencia universal a superar toda traba opuesta a aquélla-, para poner así al descubierto la base de la superproducción, que, en contra de lo que aducen los economistas, el capital no es la forma absoluta del desarrollo de las fuerzas productivas, forma absoluta que, como forma de la riqueza, coincidiría absolutamente con el desarrollo de las fuerzas productivas. Desde el punto de vista del capital, las etapas de la producción que lo precedieron se presentan igualmente como trabas a las fuerzas productivas. El propio capital, debidamente interpretado, se presenta como condición para el desarrollo de las fuerzas productivas, hasta tanto las mismas requieran un acicate exterior el cual al mismo tiempo aparece como su freno. Para las mismas es una disciplina que, a determinada altura de su desarrollo, se vuelve superflua e insoportable, ni más ni menos que las corporaciones, etc." ([15]).
Otra crítica de Marx a los economistas políticos se refiere a la incoherencia de éstos, al negar la sobreproducción de mercancías a la vez que admiten la sobreproducción de capital: "En el marco de sus propias premisas, Ricardo es consecuente consigo mismo: afirmar que es imposible una sobreproducción de mercancías, es para él, afirmar que no puede haber plétora o sobreabundancia de capital.
"¿Qué habría dicho entonces Ricardo ante la estupidez de sus sucesores, los cuales niegan la sobreproducción bajo una de sus formas (atascamiento general del mercado) y, en cambio, la aceptan en la forma de plétora, de sobreabundancia del capital, llegando incluso a hacer de esto un punto clave de sus doctrinas?" ([16]).
Sin embargo, Marx, en particular en el tercer volumen de el Capital muestra que el hecho de que el capital tenga tendencia a volverse "sobreabundante", sobre todo en la forma de medios de producción, no es ningún consuelo, pues esa sobreabundancia desarrolla otra contradicción mortal, la tendencia decreciente de la cuota de ganancia ([17]) que Marx califica así: "Es, entre todas las leyes de la economía política moderna, la más importante" ([18]). Esa contradicción está inscrita en las relaciones sociales fundamentales del capitalismo: puesto que el trabajo vivo es el único que puede añadir valor -ése es el "secreto" de la ganancia capitalista- y como, al mismo tiempo, los capitalistas están obligados bajo el látigo de la competencia a "revolucionar constantemente los medios de producción", o sea a aumentar la proporción entre el trabajo muerto de las máquinas y el trabajo vivo de los hombres, están enfrentados a la tendencia intrínseca de que la proporción del nuevo valor contenido en cada mercancía disminuya y, por lo tanto, baje la cuota de ganancia.
Una vez más, los apologistas burgueses evitan aterrorizados lo que eso implica, pues la ley de la tendencia decreciente de la cuota de ganancia demuestra también lo transitorio del capital: "De otro lado, como la cuota de valorización del capital en su conjunto, la cuota de ganancia, constituye el acicate de la producción capitalista (que tiene como finalidad exclusiva la valorización del capital), su baja amortigua el ritmo de formación de nuevos capitales independientes, presentándose así como un factor peligroso para el desarrollo de la producción capitalista, alienta la superproducción, la especulación, las crisis, la existencia de capital sobrante junto a una población sobrante. Los economistas que, como Ricardo, consideran el régimen capitalista de producción como el régimen absoluto, advierten, al llegar aquí, que este régimen de producción se pone una traba a sí mismo y no atribuyen esta traba a la producción misma, sino a la naturaleza (en su teoría de la renta). Pero lo importante en su horror a la cuota decreciente de ganancia es la sensación de que el régimen de producción capitalista tropieza en el desarrollo de las fuerzas productivas con un obstáculo que no guarda la menor relación con la producción de la riqueza en cuanto tal. Este peculiar obstáculo acredita precisamente la limitación y el carácter puramente histórico, transitorio, del régimen capitalista de producción; atestigua que no se trata de un régimen absoluto de producción de riqueza, sino que, lejos de ello, choca al llegar a cierta etapa, con su propio desarrollo ulterior" ([19]).
Y en los Grundrisse, las reflexiones de Marx sobre la tendencia decreciente de la cuota de ganancia hacen resaltar lo que fue quizás su anuncio más explícito de la perspectiva del capitalismo que, como las formas anteriores de servidumbre, evita entrar en una fase de obsolescencia o de senilidad durante la cual una tendencia creciente hacia la autodestrucción planteará a la humanidad la necesidad de desarrollar una forma superior de vida social ([20]).
Sin duda Marx vislumbraba el futuro en pasajes como el anterior. Reconocía que existen contratendencias que hacen que la caída cuota de ganancia sea una traba para la producción capitalista a largo plazo y en lo inmediato. Esas contratendencias son: aumento de la intensidad de la explotación, baja de salarios por debajo del valor de la fuerza de trabajo, baja del precio de elementos del capital constante y del comercio exterior. La manera con la que Marx trata el comercio exterior, en particular, muestra hasta qué punto las dos contradicciones en el corazón del sistema están estrechamente relacionadas. El comercio exterior implica en parte la inversión para obtener en el exterior una fuerza de trabajo más barata ([21]) y la posibilidad de vender mercancías "por encima de su valor, aunque más baratas que los países competidores" ([22]). Pero en ese mismo punto 5, se habla de la "la necesidad interna [del régimen de producción capitalista], su apetencia de mercados cada vez más extensos" ([23]). Esto se debe también a la tentativa por compensar la baja de la cuota de ganancia, pues, aunque cada mercancía contenga menos ganancia, mientras el capitalismo pueda seguir vendiendo más mercancías, podrá realizar una masa mayor de beneficio. Pero vuelve aquí el capitalismo a toparse con sus límites inherentes: "Pero el mismo comercio exterior fomenta en el interior el desarrollo de la producción capitalista y, con ello, el descenso del capital variable con respecto al constante, a la par que, por otra parte, estimula la superproducción en relación con el extranjero, con lo cual produce, a la larga, el efecto contrario" ([24]).
Y también: "La compensación de la baja de la cuota de ganancia mediante la creciente masa de ésta solo rige para el capital total de la sociedad y para los grandes capitalistas, sólidamente instalados. El nuevo capital adicional que actúa por cuenta propia no se encuentra con semejantes condiciones de sustitución, tiene que empezar conquistándolas, y así como la baja de la cuota de ganancia provoca la competencia entre capitalistas, y no la inversa. Es cierto que esta lucha por la competencia va acompañada por el alza transitoria de los salarios y por la nueva baja temporal de la cuota de ganancia que de ella se deriva. Y lo mismo ocurre en lo tocante a la superproducción de mercancías, al abarrotamiento de los mercados. Como la finalidad del capital no es satisfacer necesidades, sino producir ganancia, y como sólo puede lograr esa finalidad mediante métodos que ajustan la masa de lo producido a la escala de la producción, y no a la inversa, tienen que surgir constante y necesariamente disonancias entre las proporciones limitadas del consumo sobre la base capitalista y una producción que tiende constantemente a rebasar este límite inmanente. Por lo demás, el capital está formado por mercancías, razón por la cual la superproducción de capital envuelve también la sobreproducción de mercancías" ([25]).
Cuando intenta evitar una de sus contradicciones, lo único que hace el capitalismo es toparse con los límites de la otra. Por eso Marx consideraba inevitables "los conflictos agudos, las crisis, las convulsiones..." de las que ya había hablado en el Manifiesto. La profundización de sus estudios de la economía política capitalista le confirmó en su idea de que el capitalismo llegaría a un punto en el que habría agotado ya su misión progresiva y empezaría a amenazar la capacidad misma de la sociedad humana para reproducirse. Marx no hizo especulaciones sobre la forma precisa que tendría ese momento. No pudo evidentemente ni siquiera ver el surgimiento de las guerras imperialistas mundiales, las cuales, en su intento de "resolver" la crisis económica para ciertos capitales, iban a volverse cada vez más perjudiciales para el capital como un todo y a ser una amenaza cada día mayor para la supervivencia de la humanidad. De igual modo, Marx sólo pudo entrever la propensión del capitalismo a destruir el entorno natural en el cual se basa, en última instancia, toda reproducción social. En cambio, sí que planteó la cuestión del final de la época ascendente del capitalismo en términos muy concretos: como ya lo anotamos en el artículo precedente de esta serie, ya en 1858, Marx consideraba que la apertura de amplias regiones como China, Australia y California indicaba que la tarea del capitalismo de crear un mercado mundial y una producción mundial basada en esos mercados estaba llegando a su fin; en 1881, hablaba del capitalismo en los países adelantados como un sistema que se había vuelto "regresivo", aunque en ambos casos, pensaba que al capitalismo le quedaba mucho camino todavía por recorrer (sobre todo en los países periféricos) antes de dejar de ser un sistema ascendente globalmente hablando.
Al principio, Marx concibió sus estudios del capital como parte de una obra más amplia que abarcaría otros ámbitos de investigación como el Estado o la historia del pensamiento socialista. En realidad, la vida le quedó corta, pues ni siquiera pudo terminar la parte "económica": el Capital fue una obra inconclusa. Al mismo tiempo, pretender elaborar una teoría final decisiva de la evolución capitalista habría sido algo ajeno a las premisas básicas del método de Marx, el cual consideraba la historia como un movimiento sin fin y la dialéctica de la "Astucia de la razón" ([26]) como necesariamente llena de sorpresas. Por consiguiente, en el ámbito de la economía, Marx no dio una respuesta definitiva sobre qué "pájaro de mal agüero" (el problema del mercado o el de la tendencia decreciente de la cuota de ganancia) iba a desempeñar un papel decisivo en la apertura de las crisis que acabarían llevando al proletariado a rebelarse contra el sistema. Pero una cosa está clara: la sobreproducción de mercancías como la sobreproducción de capital son la prueba de que la humanidad ha alcanzado por fin la etapa en la que se ha hecho posible satisfacer las necesidades de la vida de todos y, por lo tanto, crear las bases materiales para eliminar todas las divisiones de clase. El que haya gentes que se mueren de hambre mientras las mercancías no vendidas se amontonan en depósitos o que cierren fábricas que producen bienes necesarios para vivir porque su producción ya no genera ganancias, el foso entre el inmenso potencial contenido en las fuerzas productivas y su compresión en el corsé del valor de cambio, todo eso proporciona las bases para que emerja una conciencia comunista en quienes están más directamente enfrentados a las consecuencias de lo absurdo del capitalismo.
Gerrard
[1]) El Manifiesto comunista, edición bilingüe, "Crítica", Grijalbo, Barcelona, 1998.
[2]) ídem.
[3]) ídem.
[4]) Karl Marx, las Luchas de clases en Francia de 1848 a 1850, "La abolición del sufragio universal en 1850", https://www.marxists.org/espanol/m-e/1850s/francia/francia6.htm [72]
[5]) Traducido por nosotros de la versión francesa Oeuvres, Tomo 2, Matériaux pour l'"économie" , parte IVª: "Les crises", p. 484, edición La Pléiade (en inglés, Theories of SurplusValue, 2da parte, capítulo XVII).
[6]) Ídem, p. 479
[7]) Citamos aquí la edición del Fondo de cultura económica, 1946, México. Vol. III, cap. XV-3., p. 254).
[8]) Traducido del francés por nosotros, La Pléiade, Oeuvres, Tomo 2, publicado con el título de Matériaux pour l'"économie" , parte IV : "Les crises".
[9]) Teorías sobre la plusvalía, op. cit., p. 490.
[10]) Ídem, p. 491.
[11]) Ídem, p. 491-92.
[12]) Ibíd., p. 484.
[13]) Ídem, p. 489.
[14]) Elementos fundamentales para la crítica de la economía política -borrador- (Grundrisse), tomo 2, cuaderno IV, p. 362 de la edición siglo XIX, 1971.
[15]) Ídem, p. 369.
[16]) Teorías de la plusvalía, op. cit.
[17]) En otras traducciones: "baja tendencial de la tasa de beneficio".
[18]) Grundrisse, op. cit.
[19]) El Capital, Vol. III, cap. XV, "Desarrollo de las contradicciones internas de la ley", p. 240, FCE, 1946, México
[20]) Marx, Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (borrador) (Grundisse), v. II, cuaderno VII, p. 282, ed. s. XXI, 1971.
[21]) Como puede hoy observarse en los fenómenos de subcontrata, externalización y deslocalización, lo que en inglés llaman outsourcing)
[22]) El Capital, v. III, c. XIV "Causas que contrarrestan la ley", punto 5 "El comercio exterior", p. 237, FCE.
[23]) Ibíd.
[24]) Ibíd. p. 238.
[25]) Ídem, p. 254.
[26]) "Debe llamarse astucia de la razón al hecho de que ella haga actuar en lugar suyo a las pasiones" (Hegel). Con esa expresión, Hegel definía cómo los humanos, a veces, creen estar haciendo la Historia cuando en realidad son víctimas de ella.
Internationalisme no 26, septiembre de 1947
Publicamos aquí dos artículos de la revista Internationalisme, órgano de la Izquierda comunista de Francia ([1]), escritos en 1947 sobre la cuestión del trotskismo. En aquél entonces, el trotskismo ya se había señalado por su abandono del internacionalismo proletario al participar en la Segunda Guerra mundial, contrariamente a los grupos de la Izquierda comunista ([2]), los cuales, en los años treinta, habían resistido a la marea del oportunismo favorecida por la derrota de la oleada revolucionaria mundial de 1917-23. Entre éstos, en torno a la revista Bilan (fundada en 1933), la Izquierda italiana definía correctamente las tareas del momento: ante la marcha hacia la guerra, no traicionar los principios elementales del internacionalismo y hacer el "balance" del fracaso de la oleada revolucionaria, en particular de la Revolución rusa. La Izquierda comunista combatía las posiciones oportunistas adoptadas por la Tercera Internacional degenerante, y entre ellas, en particular, la política defendida por Trotski de Frente Único con los partidos socialistas, política que arrojaba por la borda toda la claridad tan difícilmente adquirida sobre el carácter capitalista de esos partidos. La izquierda comunista tuvo incluso, en varias ocasiones, la posibilidad de confrontar su enfoque político con el de la corriente -todavía proletaria entonces - formada en torno a las posiciones de Trotski, en particular cuando se intentó unificar a los diferentes grupos opuestos a la política de la Internacional comunista y de los PC estalinizados ([3]).
Fue con el mismo método de Bilan con el que la Izquierda comunista de Francia analizó el fondo de la política del trotskismo que no fue tanto "la defensa de la URSS", aunque esta cuestión manifestaba claramente su equivocación, como la actitud que debía tomarse ante la guerra imperialista. En efecto, como lo pone de manifiesto el primer artículo, "La función del trotskismo", el alistamiento de esta corriente en la guerra no está determinado en primer lugar por la defensa de la URSS, como lo prueba el que algunas de sus tendencias que rechazaban la tesis del Estado obrero degenerado también participaron en el aquelarre imperialista. La determina en realidad la política del "mal menor", la elección de la lucha contra "la ocupación extranjera", "el antifascismo", etc. Esta característica del trotskismo se subraya especialmente en el segundo artículo publicado, "Bravo Abdelkrim, o la pequeña historia del trotskismo", que constata que "toda la historia del trotskismo está en torno a la ‘defensa' de algo" en nombre del mal menor, siendo ese algo cualquier cosa menos proletario. Esta marca de fábrica del trotskismo no fue en modo alguno alterada por el tiempo como lo prueban las distintas manifestaciones del activismo trotskista contemporáneo, así como también su prontitud a elegir un campo contra otro en los múltiples conflictos que ensangrientan el planeta, incluso desde la desaparición de la URSS.
En la raíz de este vagabundeo del trotskismo está, como señala el primer artículo, la atribución de un papel progresista "a ciertas fracciones del capitalismo, a ciertos países capitalistas (y como dice expresamente el programa de transición, a la mayoría de los países)". En esta concepción, según la caracterización que hace el artículo, "la emancipación del proletariado no se realiza gracias a una lucha que pone al proletariado como clase frente a todo el capitalismo, sino que será el resultado de una serie de luchas políticas, en el sentido limitado del término y en las cuales, aliado sucesivamente a distintas fracciones políticas de la burguesía, el proletariado eliminará a unas fracciones, llegando así, por etapas, poco a poco, a debilitar a la burguesía, a vencerla dividiéndola y derrotándola por partes." Ahí ya no queda nada de marxismo revolucionario.
Es un gran error, y muy compartido, considerar que lo que distingue a los revolucionarios del trotskismo es la cuestión de la "defensa de la URSS".
Por supuesto que los grupos revolucionarios, tildados con cierto menosprecio de "ultraizquierda" por los trotskistas (término peyorativo del mismo nivel que el de "hitlero-trotskistas" que a ellos les dan los estalinistas), rechazan naturalmente cualquier tipo de defensa del Estado capitalista (capitalismo de Estado) ruso. La no defensa del Estado ruso por parte de los grupos revolucionarios no es, ni mucho menos, el fundamento teórico y programático de dichos grupos; no es ni más ni menos que la consecuencia política, que está incluida y se deriva normalmente de sus ideas generales, de su plataforma revolucionaria de clase. Y, a la inversa, la "defensa de la URSS" tampoco es lo típico del trotskismo.
Si es verdad que "la defensa de la URSS" es de todas las posiciones políticas que forman su programa la que mejor y más claramente manifiesta su equivocación y su ceguera, se cometería no obstante un grave error queriendo ver el trotskismo solamente a través de esa manifestación. A lo sumo ha de verse en ella la expresión más acabada, más típica, una especie de absceso del trotskismo. Este absceso es tan monstruosamente aparente que su vista repugna a cada día más afiliados de esa Cuarta internacional y, muy probablemente, sea una de las causas, y no la menor, que hace vacilar a muchos simpatizantes en el momento de afiliarse a esa organización. Sin embargo el absceso no es la enfermedad, sino solamente su localización y su exteriorización.
Si tanto insistimos en este punto, es porque demasiada gente que se asusta viendo los estigmas exteriores de una enfermedad tiende a tranquilizarse fácilmente en cuanto aparentemente desaparecen. Olvidan que una enfermedad "blanqueada" no es una enfermedad curada. Esta especie de gente es tan peligrosa, tan propagadora de los gérmenes de la corrupción como la otra, y quizás más aún, al creer sinceramente estar curada.
El Workers'Party en Estados Unidos (organización trotskista disidente, conocida bajo el nombre de su líder, Shachtman), la tendencia de G. Munis en México ([4]), las minorías de Gallien y Chaulieu en Francia, todas las tendencias minoritarias de la "IVa internacional" que, por rechazar la posición tradicional de defensa de Rusia creen estar curadas "del oportunismo" (como dicen) del movimiento trotskista, sólo están "blanqueadas" pero, en el fondo, siguen estando tan impregnadas como antes y totalmente prisioneras de esa ideología.
Eso es tan verdad que basta con tomar como prueba la cuestión más extrema, la que ofrece menos escapatorias, la que plantea y opone más irreductiblemente las posiciones de clase del proletariado y de la burguesía, la cuestión de la actitud que debe tomarse ante la guerra imperialista. ¿Qué vemos?
Unos y otros, mayoritarios y minoritarios, con consignas diferentes, participan todos ellos en la guerra imperialista.
No vale citarnos, para contradecirnos, las declaraciones verbales de los trotskistas contra la guerra. Las conocemos muy bien. No son las declamaciones lo que importa sino la práctica política real que se deriva de las posiciones teóricas y que se concretó en el apoyo ideológico y práctico a las fuerzas de guerra. Nos importa poco saber con qué argumentos se justificó esta participación. La defensa de la URSS es uno de los más importantes, que vincula e implica al proletariado en la guerra imperialista. No es, sin embargo, el único. Como los socialistas de izquierda y los anarquistas, los minoritarios trotskistas que estaban en contra de la defensa de la URSS encontraron otras razones, no menos válidas para ellos y no menos inspiradas por la ideología burguesa, para justificar su participación en la guerra imperialista. Para unos fue la defensa de la "democracia", para otros "la lucha contra el fascismo" o la "liberación nacional" cuando no "el derecho de los pueblos a la autodeterminación" ".
Para todos, siempre fue una cuestión de "mal menor" la que les hizo participar en la guerra o en la Resistencia del lado de un bloque imperialista contra otro.
El partido de Shachtman tiene totalmente razón de reprochar su apoyo el imperialismo ruso a los trotskistas oficiales, considerando que no se trata de un "Estado obrero", pero eso no basta para hacer de Shachtman un revolucionario, ya que no hace ese reproche basándose en una posición de clase del proletariado contra la guerra imperialista, sino únicamente porque considera que Rusia es un país totalitario donde hay menos "democracia" que en otros países y que, en consecuencia, había que apoyar a Finlandia, "menos totalitaria" y más democrática, contra la agresión rusa ([5]).
Para manifestar la naturaleza de su ideología, en particular sobre la cuestión primordial de la guerra imperialista, el trotskismo no necesita para nada defender a la URSS, como lo acabamos de ver. La defensa de la URSS facilita obviamente su posición de participación en la guerra, permitiéndole disfrazarla con una fraseología seudorrevolucionaria, logrando de esta forma obscurecer su carácter profundo e impidiendo plantear la cuestión de la naturaleza de la ideología trotskista a plena luz.
Hagamos pues momentáneamente abstracción, para esclarecernos, de la existencia de Rusia o, si se prefiere, de toda esa sofística sobre el carácter socialista del Estado ruso, con la que los trotskistas acaban oscureciendo el problema central de la guerra imperialista y de la actitud del proletariado. Planteemos sin más la cuestión de la actitud de los trotskistas en la guerra. Los trotskistas responderán obviamente con una declaración general contra la guerra.
Pero una vez recitada correctamente la letanía sobre el "derrotismo revolucionario" en lo abstracto, comenzarán inmediatamente en lo concreto a establecer restricciones, sabios "distingos", "pero..." y "si..." que los llevarán, en la práctica, a tomar partido a favor de uno u otro de los campos en presencia y a llamar a los obreros a participar en la carnicería imperialista.
Cualquiera que haya tenido relaciones con los medios trotskistas en Francia durante los años 39-45, puede atestiguar que sus sentimientos predominantes no estaban dictados en primer lugar por la defensa de Rusia sino por la elección del "mal menor", la opción de la lucha contra "la ocupación extranjera" y la del "antifascismo".
Eso es lo que explica su participación en "la Resistencia" ([6]), en los F.F.I. ([7]) y en la "Liberación". Y cuando el PCI ([8]) de Francia se ve felicitado por secciones de otros países por su participación en lo que llaman "el levantamiento popular" de la Liberación, les dejamos la satisfacción que puede darles el bluf sobre la importancia de esa participación, o sea la importancia de unas cuantas decenas de trotskistas en ¡"el GRAN levantamiento popular"!. Recordemos sobre todo como testimonio, lo que significa políticamente semejante felicitación.
Los revolucionarios parten de la confirmación de que se ha alcanzado la fase imperialista de la economía mundial. El imperialismo no es un fenómeno nacional (es la violencia de la contradicción capitalista entre el grado de desarrollo de las fuerzas productivas -del capital social total- y el desarrollo del mercado que determina la violencia de las contradicciones interimperialistas). En esta fase no puede haber guerras nacionales. La estructura imperialista mundial determina la estructura de cualquier guerra: en esta época imperialista no hay guerras "progresistas". El único progreso está en la revolución social. La alternativa histórica propuesta a la humanidad es: revolución socialista o decadencia, o sea el hundimiento en la barbarie por la destrucción de las riquezas acumuladas por la humanidad, la destrucción de las fuerzas productivas y la masacre continua del proletariado en una sucesión interminable de guerras locales o generales. Los revolucionarios plantean entonces un criterio de clase relacionado con el análisis de la evolución histórica de la sociedad.
Veamos cómo lo plantea teóricamente el trotskismo: "... Pero no todos los países del mundo son países imperialistas. Al contrario, la mayoría de los países son víctimas del imperialismo. Algunos países coloniales o semicoloniales intentarán, sin duda, utilizar la guerra para sacudir el yugo de la esclavitud. Para ellos, la guerra no será imperialista sino emancipadora. El deber del proletariado internacional será ayudar a los países oprimidos en guerra contra los opresores..." (Programa de transición, capítulo "La Lucha contra el imperialismo y la guerra").
Así pues, el criterio trotskista no está vinculado al período histórico que vivimos sino que crea, se refiere, a un concepto abstracto y, por lo tanto, falso del imperialismo. Solamente sería imperialista la burguesía de un país dominante. El imperialismo no sería una fase político-económica del capitalismo mundial sino estrictamente del capitalismo de algunos países, mientras que los demás países capitalistas, la "mayoría", no serían imperialistas. A menos de recurrir a una distinción formal, vacía de sentido, todos los países del mundo están de hecho actualmente dominados económicamente por dos naciones: Estados Unidos y Rusia. ¿Se ha de concluir que solamente la burguesía de ambos países es imperialista y que la hostilidad del proletariado a la guerra no debe ejercerse sino únicamente en esos dos países?
Más aun, si se sigue a los trotskistas y se quita a Rusia, la cual, por definición, "no es imperialista", se llega al absurdo monstruoso de que sólo hay un país imperialista en el mundo: Estados Unidos. Eso nos conduce a la reconfortante conclusión de que el proletariado tiene como deber ayudar a todos los demás países del mundo -puesto que todos son "no imperialistas" y "oprimidos".
Veamos, concretamente, cómo esta distinción trotskista se traduce en los hechos, en la práctica. En 1939, Francia es un país imperialista, así que se propugna el derrotismo revolucionario. En 1940-45, Francia está ocupada: de país imperialista se convierte en país oprimido; su guerra es "emancipadora"; "el deber del proletariado es apoyar su lucha". Perfecto. Pero entonces es Alemania la que en 1945 se convierte en país ocupado y "oprimido": el proletariado debe apoyar una eventual emancipación de Alemania contra Francia. Lo que es verdad para Francia y Alemania también es verdad para cualquier otro país: Japón, Italia, Bélgica, etc. Que no se nos venga a hablar de países coloniales y semicoloniales. En la época imperialista, en la competición salvaje entre los imperialismos, cualquier país que no tiene la oportunidad o la fuerza de ser el vencedor pasa a ser, de hecho, un país "oprimido". Ejemplos: Alemania y Japón y, en el otro sentido, China.
El único deber del proletariado será así andar dando brincos de un platillo a otro de la balanza imperialista, al ritmo de los dictámenes trotskistas, y hacerse masacrar por lo que los trotskistas llaman "Ayuda a una guerra justa y progresista..." (véase Programa de transición, ibídem).
Es el carácter fundamental del trotskismo: en cualquier situación y en todas sus posiciones corrientes, ofrece al proletariado una alternativa, no de oposición y solución de clase: proletariado contra burguesía, sino la alternativa entre dos campos, dos fuerzas capitalistas "oprimidas...": entre burguesía fascista y antifascista; entre "reacción" y "democracia"; entre monarquía y república; entre guerra imperialista y guerras "justas y progresistas".
Partiendo de esa alternativa eterna del "mal menor", los trotskistas participaron en la guerra imperialista, y no en función de la necesidad de la defensa de la URSS. Antes de defenderla, habían participado en la guerra de España (1936-39) en defensa de la España republicana contra Franco. A continuación fue la defensa de la China de Chiang Kai-chek contra Japón.
La defensa de la URSS no es, por lo tanto, la base de sus posiciones, sino el resultado, una manifestación entre otras de su plataforma fundamental, plataforma por la que el proletariado no tiene una posición de clase propia en una guerra imperialista sino que puede y debe hacer una distinción entre los distintos capitalismos nacionales, momentáneamente antagónicos, a los que debe declarar "progresistas" y conceder su ayuda, por regla general a los más débiles, más atrasados, a la burguesía "oprimida".
Esta posición, en la cuestión tan crucial (central) de la guerra, sitúa inmediatamente al trotskismo como corriente política fuera del campo del proletariado y justifica por sí sola la necesidad de ruptura total con él por parte de cualquier elemento revolucionario proletario.
Y sólo hemos puesto de relieve una de las raíces del trotskismo. De forma más general, el trotskismo considera que la emancipación del proletariado no es el resultado de la lucha de forma absoluta que sitúa al proletariado como clase frente al conjunto del capitalismo, sino que será el resultado de una serie de luchas políticas, en el sentido estrecho del término y en las cuales, aliándose sucesivamente a distintas fracciones políticas de la burguesía, eliminará a las otras y así llegará, por grados, por etapas, poco a poco, a debilitar a la burguesía y a triunfar, dividiéndola y venciéndola por partes.
No solo es ése un enfoque que se pretende altamente sutil y estratégico, que se resume en el lema... "ir separadamente y pegar juntos...". Es, sobre todo, una de las bases de la ideología trotskista, y esto queda confirmado en la teoría de la "revolución permanente" (nueva forma), que explica que la permanencia de la revolución considera la propia revolución como un desarrollo permanente de una sucesión de acontecimientos políticos, entre los que la toma del poder por el proletariado no es sino un acontecimiento entre otros, y que no considera que la revolución sea un proceso económico y político de liquidación de una sociedad dividida en clases y, por fin y sobre todo, afirma que la edificación socialista se puede comenzar antes de la toma del poder por el proletariado.
Es verdad que esta concepción de la revolución sigue, en parte, "fiel" al esquema de Marx. Pero no es sino una fidelidad a la letra. Marx conoció ese esquema en 1848, cuando la burguesía seguía aún siendo una clase históricamente revolucionaria, y fue en el fuego de las revoluciones burguesas que se desencadenaron por toda una serie de países de Europa, cuando Marx esperó que no se detuvieran en la fase burguesa, sino que se vieran desbordadas por el proletariado prosiguiendo la marcha adelante hasta la revolución socialista.
Si la realidad invalidó las esperanzas de Marx, fue en todo caso una visión revolucionaria atrevida, anticipadora de las posibilidades históricas. Otra cosa es la revolución permanente trotskista. Fiel a la letra pero traidor al espíritu, el trotskismo sigue otorgando un papel progresista a algunas fracciones del capitalismo, a algunos países capitalistas (y como lo dice expresamente el Programa de transición, son la mayoría), un siglo después de que hayan acabado las revoluciones burguesas, en la época del imperialismo mundial, mientras que la sociedad capitalista ha entrado, como un todo, en su fase decadente.
Marx pensaba en 1848 situar al proletariado a la cabeza de la sociedad, los trotskistas en 1947 ponen el proletariado a remolque de la burguesía declarada "progresista". Es difícil imaginar una caricatura más grotesca, una deformación más obtusa que la que proponen los trotskistas del esquema de la revolución permanente de Marx.
Tal como Trotski la había retomado y formulado en 1905, la teoría de la revolución permanente guardaba todo su significado revolucionario. En 1905, a principios de la era imperialista, cuando el capitalismo parecía tener ante sí muchos años de prosperidad, en uno de los países más atrasados de Europa en el que subsistía todavía toda una superestructura política feudal, donde el movimiento obrero estaba dando sus primeros pasos, ante todas las fracciones de la socialdemocracia rusa que anunciaban la llegada de la revolución burguesa, frente a Lenin que, lleno de restricciones, no se atrevía a ir más lejos que asignar a la futura revolución la tarea de reformas burguesas bajo una dirección revolucionaria democrática de los obreros y campesinos, Trotski tuvo el mérito innegable de proclamar que la revolución sería socialista -la dictadura del proletariado- o no sería.
La teoría de la revolución permanente ponía el acento sobre el papel del proletariado como única clase revolucionaria desde entonces en adelante. Fue una proclamación revolucionaria audaz, dirigida contra los teóricos socialistas pequeñoburgueses miedosos y escépticos, y contra los revolucionarios vacilantes a quienes les faltaba confianza en el proletariado.
En la actualidad, cuando la experiencia de los cuarenta últimos años confirmó plenamente esos elementos teóricos, en un mundo capitalista acabado y ya decadente, la teoría de la revolución permanente de "nuevo cuño" está únicamente dirigida contra las "ilusiones" revolucionarias de esos extravagantes ultraizquierdistas, esa pesadilla del trotskismo.
En la actualidad, se insiste en las ilusiones atrasadas de los proletarios sobre las inevitables etapas intermedias, la necesidad de una política realista y positiva, los gobiernos trabajadores y campesinos, las guerras justas y las revoluciones de emancipación nacionales progresistas.
Tal es en adelante el destino de la teoría de la revolución permanente entre las manos de discípulos que sólo supieron retener y asimilar las debilidades, y nada de lo que fue la grandeza, la fuerza y el valor revolucionarios del ilustre maestro.
Apoyar las tendencias y las fracciones "progresistas" de la burguesía, reforzar la marcha revolucionaria del proletariado basándola en utilizar la división y los antagonismos intercapitalistas, son las fuentes de la teoría trotskista. Hemos visto la primera, veamos el contenido de la segunda.
En primer lugar, sobre cómo garantizar mejor el orden capitalista. Es decir, garantizar mejor la explotación del proletariado.
En segundo lugar, sobre las divergencias entre los intereses económicos de los diferentes grupos que componen la clase capitalista. Trotski, que se dejó a menudo llevar por su estilo y sus metáforas hasta perder de vista su contenido social real, hizo a menudo hincapié en este segundo aspecto. "Es erróneo considerar el capitalismo como un conjunto unificado", enseñaba. "La música también es un conjunto, pero sería un músico bien pobre el que no distinguiera las notas unas de otras". Y esta metáfora la aplicaba a los movimientos y luchas sociales. A nadie se le ocurrirá negar o no hacer caso de la existencia de oposiciones de intereses dentro de la clase capitalista, y las luchas que de ellas resultan. La cuestión está en saber qué lugar ocupan esas distintas luchas en la sociedad. Sería un marxista revolucionario muy mediocre el que pusiera en el mismo plano la lucha entre las clases y la lucha entre grupos de la misma clase.
"La historia de toda sociedad hasta nuestros días es la historia de las luchas de clase". Esta tesis fundamental de el Manifiesto comunista, no desconoce obviamente la existencia de luchas secundarias entre distintos grupos e individualidades económicas dentro de las clases ni su importancia relativa. Pero el motor de la historia no son esos factores secundarios, sino la lucha entre la clase dominante y la clase dominada. Cuando una nueva clase debe, en la historia, sustituir a la antigua, incapaz ya de garantizar la dirección de la sociedad, o sea en un período histórico de transformación y revolución social, la lucha entre ambas clases determina y domina absolutamente, de forma categórica, todos los acontecimientos sociales y todos los conflictos secundarios. En tales períodos históricos, como el nuestro, hacer hincapié en los conflictos secundarios, de los cuales se quiere determinar y condicionar la marcha del movimiento de la lucha de clases, su dirección y su amplitud, demuestra con claridad deslumbrante que no se ha entendido nada sobre las cuestiones más elementales de la sociología marxista. No se hace otra cosa sino juegos malabares con abstracciones sobre notas de música, y se supedita, en lo concreto, la lucha social histórica del proletariado a las contingencias de los conflictos políticos intercapitalistas.
Toda esta política se basa, en el fondo, en una singular ausencia de confianza en las propias fuerzas del proletariado. Indudablemente, las tres últimas décadas de derrotas ininterrumpidas han ilustrado trágicamente la inmadurez y la debilidad del proletariado. Pero uno se equivocaría buscando el origen de esta debilidad en el autoaislamiento del proletariado, en la ausencia de una línea suficientemente flexible de conducta hacia las demás clases, capas y formaciones políticas antiproletarias. Es todo lo contrario. Desde la fundación del la IC, no se ha cesado de denigrar la enfermedad infantil de la izquierda, de elaborar la estrategia irrealista de conquista de amplias masas, de conquista de los sindicatos, de la utilización revolucionaria de la tribuna parlamentaria, del frente único político con "el diablo y su abuela" (Trotski), de participación en el Gobierno obrero de Sajonia....
¿Cuál fue el resultado?
Desastroso. Cada nueva conquista de la estrategia en flexibilidad era seguida por una derrota mayor, más profunda. Para atenuar esa debilidad que asignan al proletariado, para "reforzarlo", no sólo iban corriendo a apoyarse en fuerzas políticas extraproletarias (socialdemocracia) sino también en fuerzas sociales ultrarreaccionarias: partidos campesinos "revolucionarios" (Conferencia internacional del campesinado-Conferencia internacional de los pueblos coloniales). Cuanto más se acumulaban las catástrofes sobre la cabeza del proletariado, más triunfaban en la IC la rabia de las alianzas y la política de explotación. Se debe ciertamente buscar el origen de toda esta política en la existencia del Estado ruso, que ha encontrado en sí mismo su razón de ser, que no tiene por naturaleza nada en común con la revolución socialista, opuesto y ajeno como lo es y lo será al proletariado y a sus objetivos de clase.
El Estado, para su conservación y su reforzamiento, debe y puede encontrar aliados en las burguesías "oprimidas", en los "pueblos" y los países coloniales y "progresistas", porque esas categorías sociales están, por naturaleza, llamadas a construir el Estado. El Estado ruso podrá especular sobre la división y los conflictos entre otros Estados y grupos capitalistas, porque es de la misma naturaleza social y de clase que ellos.
En esos conflictos, el debilitamiento de uno de los antagonistas puede convertirse en la condición de su reforzamiento (del Estado). Y todo lo contrario es lo que ocurre con el proletariado y su revolución. El proletariado no puede contar con ninguno de esos aliados, no puede apoyarse en ninguna de esas fuerzas. Está solo y, además, en oposición constante, en oposición histórica irreducible con el conjunto de esas fuerzas y elementos que presentan, contra él, una unidad indivisible.
Concienciar al proletariado de su posición, de su misión histórica, no ocultarle nada sobre las grandes dificultades de su lucha, enseñarle también que no le queda otra opción, que debe y puede vencer a pesar de las dificultades aunque sea al precio de su existencia humana y física, esa es la única forma de armar al proletariado para la victoria.
Pero pretender evitar la dificultad buscando posibles aliados (aunque sean temporales) al proletariado, presentándole fuerzas "progresistas" en las demás clases sobre las que pueda apoyar su lucha, es equivocarlo para consolarlo, es desarmarlo y extraviarlo.
Y ésa es efectivamente la función actual del movimiento trotskista.
Marc
Internationalisme no 24, julio de 1947)
Hay quienes sufren de un sentimiento de inferioridad, otros de un sentimiento de culpabilidad, y otros de manía persecutoria. El trotskismo, por su parte, sufre de una enfermedad que se podría llamar, a falta de otra expresión, "defensismo". Toda la historia del trotskismo da vueltas en torno a la "defensa" de algo. Y cuando por desgracia hay semanas vacías en las que no encuentran nada ni a nadie que defender, los trotskistas están literalmente desesperados. Se les reconoce entonces por sus rostros tristes, sus rasgos descompuestos, sus miradas extraviadas, buscando desesperadamente una causa o una víctima cuya defensa podrían tomar, como el toxicómano su ración diaria de veneno.
Afortunadamente para los trotskistas existe una Rusia que conoció la revolución. Podrá servirles hasta el final de los tiempos para proveer su necesidad de causas que defender. Ocurra lo que ocurra con Rusia, los trotskistas permanecerán, impasibles, a favor de la "defensa de la URSS" ya que es en Rusia donde han encontrado una fuente inagotable para satisfacer su vicio "defensista".
Pero no solo cuentan las grandes defensas. Para rellenar la vida del trotskismo, además de la grande, la inmortal, la incondicional "defensa de la URSS" - fundamento y razón de ser del trotskismo -también necesita las chiquitas "defensas... cotidianas", la pequeña "defensa diaria".
El capitalismo, en su fase de decadencia, desencadena una destrucción general no solo del proletariado, víctima de siempre del sistema, sino que la represión y la masacre se repercuten, incluso multiplicándose, en el mismo seno de la clase capitalista. Hitler masacra a los burgueses republicanos, Churchill y Truman cuelgan y fusilan a Goering y Cía., Stalin pone a todo el mundo de acuerdo asesinando a unos y otros. El caos sangriento general, el desencadenamiento de una bestialidad perfeccionada y de un sadismo refinados desconocidos hasta entonces son el tributo inevitable de la imposibilidad del capitalismo para superar sus contradicciones, y de la ausencia de la voluntad consciente del proletariado para echarlo abajo. ¡Alabado sea Dios! ¡Qué ganga para nuestros hambrientos de causas que defender! Nuestros trotskistas están a su gusto. Cada día se presentan nuevas causas para nuestros modernos caballeros, que les permiten manifestar abiertamente su carácter generoso de desfacedores de entuertos y vengadores de ofendidos.
En otoño de 1935, Italia comienza una campaña militar contra Etiopía. Es una guerra indiscutiblemente imperialista de conquista colonial que opone, por un lado, un país capitalista avanzado, Italia, y por el otro, un país atrasado, Etiopía, económica y políticamente aún semifeudal. Italia es el régimen de Mussolini, Etiopía el del Negus, el "rey de los reyes". Pero la guerra etíope-italiana es más que una simple guerra colonial de tipo clásico: es la preparación, el preludio a la guerra mundial que se anuncia. Pero los trotskistas no tienen por qué mirar tan lejos. Les basta saber que Mussolini es el "malvado agresor" contra el "reino pobre" del Negus para salir inmediatamente en defensa "incondicional" de la independencia nacional de Etiopía. ¡No faltaría más! Y añadirán sus voces al coro general (coro del bloque "democrático" anglosajón todavía en formación y buscándose) para reclamar sanciones internacionales contra "la agresión fascista". Más defensores que nadie y, sobre ese tema, sin lecciones que recibir de nadie, culparán y denunciarán la defensa insuficiente, en su opinión, de la SDN ([9]), y llamarán a los obreros del mundo a garantizar la defensa de Etiopía y del Negus. Es cierto que la defensa trotskista no dio buena suerte al rey Negus, que a pesar de ella fue derrotado. Pero en toda justicia no se puede culpar a los trotskistas de la responsabilidad de la derrota, ya que cuando se trata de defensa, incluso de la de un Negus, los trotskistas no regatean. ¡Siempre presentes!
En 1936 se desencadena la guerra en España con la forma de "guerra civil" interna, que divide a la burguesía española entre clan franquista y clan republicano; es el ensayo general de la guerra mundial inminente, jugando con la vida y la sangre de los obreros. El gobierno republicano-estaliniano-anarquista está en una posición de inferioridad militar manifiesta. Los trotskistas vuelan naturalmente en socorro de la República "en peligro contra el fascismo". Una guerra no puede obviamente proseguir sin combatientes ni material. Podría detenerse. Alarmados ante semejante perspectiva (la desaparición de motivo de defensa), los trotskistas movilizan entonces a todas sus fuerzas para reclutar combatientes para las brigadas internacionales y se desviven para mandar "cañones a España". Pero el Gobierno republicano son los Azaña, Negrin, los amigos de ayer y de mañana de Franco contra la clase obrera. ¡Los trotskistas no reparan en detalles! No regatean su ayuda. O se está a favor o en contra de la Defensa. Nosotros, trotskistas, somos neo-defensores, punto.
En 1938, la guerra causa estragos en Extremo Oriente. Japón ataca a la China de Chiang Kai-chek. ¡No hay vacilación posible: "Todos como un solo hombre por la defensa de China". El propio Trotski explicará que no es hora de recordar la sangrienta masacre de miles y miles de obreros de Shangai y Cantón por los ejércitos de ese mismo Chiang Kai-chek durante la Revolución de 1927. El Gobierno de Chiang Kai-chek podrá ser un gobierno capitalista a sueldo del imperialismo americano y ser perfectamente comparable con el régimen japonés en lo que a explotación y represión de los obreros se refiere, eso importa poco ante el principio superior de la independencia nacional. El proletariado internacional movilizado por la independencia del capitalismo chino sigue siendo dependiente...del imperialismo yanqui, pero Japón perdió efectivamente a China y fue vencido. Los trotskistas pueden estar satisfechos. Al menos realizaron la mitad de su objetivo. Cierto es que esta victoria antijaponesa ([10]) costó la vida de unas cuantas decenas de millones de obreros masacrados durante 7 años en todos los frentes del mundo por la guerra mundial. Cierto es que los obreros en China, como en todas partes, siguen explotados y machacados cada día. Pero ¿qué importancia tienen con respecto a la independencia garantizada (muy relativa) de China?
1939. La Alemania de Hitler ataca Polonia. ¡Adelante en defensa de Polonia! Pero ocurre que el "Estado obrero" ruso también ataca Polonia, también guerrea con Finlandia y arranca por la fuerza territorios a Rumania. Eso desorientó un poco a los cerebros trotskistas que, como los estalinistas, sólo recobrarán cuando se iniciaron las hostilidades entre Rusia y Alemania. Entonces todo se volvió claro, demasiado claro, trágicamente claro. Durante 5 años los trotskistas llamarán a los proletarios de todos los países a hacerse masacrar por la "defensa de la URSS" e indirectamente por todos sus aliados. Combatirán al gobierno de Vichy que quiere poner al servicio de Alemania el imperio colonial francés y arriesgar así "su unidad". Combatirán a Pétain y otros Quisling ([11]). En Estados Unidos, reclamarán el control del ejército por los sindicatos para garantizar mejor la defensa de Estados Unidos contra la amenaza del fascismo alemán. Estarán presentes en todas las guerrillas y en todas las resistencias, en todos los países. Será el período del apogeo de la "defensa".
Podrá haberse acabado la guerra, en cambio, la profunda necesidad de "defensa" en los trotskistas es infinita. El caos mundial que siguió el cese oficial de la guerra, los distintos movimientos de nacionalismo exasperado, los levantamientos nacionalistas burgueses en las colonias, tantas expresiones del caos mundial que siguieron el cese oficial de la guerra y que fueron utilizados y fomentados por todas partes por las grandes potencias para sus intereses imperialistas, seguirán proporcionando ampliamente materia que defender para los trotskistas. Son en particular los movimientos burgueses coloniales en los que, bajo las banderas de "liberación nacional" y de "lucha contra el imperialismo" (muy verbal), se sigue masacrando a decenas de miles de trabajadores, que llevarán a su colmo la exaltación defensista de los trotskistas.
En Grecia, los dos bloques, ruso y angloamericano, se enfrentan por la soberanía en los Balcanes, bajo los colores locales de una guerra de guerrilla contra el gobierno oficial, los trotskistas entran en danza. Al grito de "¡Manos quietas con Grecia!", anuncian la buena noticia a los proletarios de la constitución de brigadas internacionales en el territorio yugoslavo del "liberador" Tito ([12]), llamando a los obreros a alistarse en ellas para liberar a Grecia.
Con el mismo entusiasmo, informan de sus heroicas hazañas en China, en las filas del ejército pretendidamente comunista y que de esto tiene tanto como el gobierno de Stalin del que son la emanación. Indochina, en donde también se organizan las masacres como se debe, será otra tierra de elección para la defensa trotskista "de la independencia nacional de Vietnam". Con el mismo impulso generoso, los trotskistas apoyarán y defenderán al partido nacional burgués "Destour", en Túnez y el partido nacional burgués (PPA) de Argelia. Descubrirán virtudes liberadoras al MDRM, movimiento burgués nacionalista de Madagascar. La detención, por sus compadres del gobierno capitalista francés, de los consejeros de la República y diputados de Madagascar, lleva a su colmo la indignación de los trotskistas. Cada semana, el periódico la Vérité se llenará de llamadas en defensa de los "pobres" diputados malgaches. "¡Liberen a Ravoahanguy!, ¡liberen a Raharivelo!, ¡liberen a Roseta!" Las columnas del diario serán insuficientes para contener todas las "defensas" que tienen que hacer los trotskistas. ¡Defensa del Partido estalinista amenazado en Estados Unidos! ¡Defensa del movimiento panárabe contra el sionismo colonizador judío en Palestina, y defensa de los fanáticos de la colonización chovinista judía, los líderes terroristas del Irgún, contra Inglaterra! Defensa de las Juventudes socialistas contra el Comité director de la SFIO.
Defensa de la SFIO contra el neosocialista Ramadier.
Defensa de la CGT contra sus jefes.
Defensa de las "libertades..." contra las amenazas "fascistas de De Gaulle".
Defensa de la Constitución contra la reacción.
Defensa del gobierno PS-PC-CGT contra el MRP.
Y dominándolo todo, defensa de la "pobre" Rusia de Stalin, ¡amenazada de cerco! por Estados Unidos.
¡Pobres, pobrecitos trotskistas, sobre los frágiles hombros de quienes pesa la agobiante carga de tantas "defensas"!
El pasado 31 de mayo ocurrió un acontecimiento un tanto sensacional: Abdelkrim, el viejo jefe del Rif ([13]), se despidió "a la francesa" del gobierno francés, escapándose durante su transferencia a Francia. Esta fuga fue preparada y realizada con la complicidad del rey Faruk de Egipto, que le propuso un asilo digamos real, y también se benefició de la indiferencia condescendiente de Estados Unidos. La prensa y el gobierno franceses expresan su disgusto. La situación de Francia en sus colonias no está para que se añadan nuevas causas de desordenes. Pero más que un peligro real, la fuga de Abdelkrim ridiculiza una poquito más a Francia, cuyo prestigio en el mundo ya es suficientemente vacilante. Por eso se entienden perfectamente las recriminaciones de toda la prensa, que se queja del abuso de confianza de Abdelkrim que se evade a pesar de haber dado su palabra de honor al gobierno democrático francés.
Acontecimiento "formidable" para nuestros trotskistas, que patalean de alegría y entusiasmo. La Vérité del 6 de junio, con título "Bravo Abd-El-Krim!", se conmueve ante el que "... condujo la lucha heroica del pueblo marroquí...", explicando la dimensión revolucionaria de su gesto. "Si han engañado, escribe la Vérité, a estos señores del estado mayor y del ministerio de Colonias, hicieron bien. Es necesario saber engañar a la burguesía, mentirle, usar ardides contra ella, enseñaba Lenin...". Aquí vemos a Abdelkrim transformado en discípulo de Lenin, ¡en espera de ser miembro de honor del Comité ejecutivo de la IVa Internacional!
Los trotskistas aseguran al "viejo combatiente rifeño, que como en los viejos tiempos quiere la independencia de su país" que "... mientras luche Abdelkrim, todos los comunistas del mundo le prestarán ayuda y asistencia". Y concluyen: "Eso que ayer decían los estalinistas, nosotros, trotskistas, lo repetimos hoy".
¡Efectivamente... no podía decirse mejor!
No acusamos a los trotskistas de "repetir hoy lo que los estalinistas decían ayer" ni hacer lo que los estalinistas siempre han hecho. Tampoco reprochamos a los trotskistas el "defender" a quienes les dé la gana. Cumplen totalmente con su papel.
Pero que se nos permita expresar un deseo, un único deseo: ¡Ojalá que la necesidad "de defender" que tienen los trotskistas no los oriente un día hacia proletariado. Con ese tipo de defensa, el proletariado nunca se recuperaría.
¡La experiencia del estalinismo le basta ampliamente!
Marc
[1]) Léase nuestro folleto en francés la Izquierda comunista de Francia, https://fr.internationalism.org/brochure/gcf [74].
[2]) Léase nuestro artículo, la Izquierda comunista y la continuidad del marxismo, https://fr.internationalism.org/icconline/1998/gauche-communiste [75].
[3]) Léase a este respecto el primer capítulo de la Izquierda comunista de Francia, "Las tentativas abortadas de creación de una Izquierda comunista de Francia".
[4]) [Nota de la redacción] Una referencia particular ha de hacerse a Munis que romperá con el trotskismo sobre la base de la defensa del internacionalismo proletario. Ver a este respecto nuestro artículo de la Revista internacional no 58, "A la memoria de Munis, un militante de la clase obrera"; https://es.internationalism.org/rinte58/Munis_militante_revolucionario.htm [76].
[5]) [Nota de la redacción] Se trata de la ofensiva rusa de 1939 que, además de Finlandia, también afectó a Polonia (que estaba siendo invadida por Hitler), los países bálticos y Rumania.
[6]) Es característico que el grupo Johnson-Forest, escisión del Partido de Schachtman y que se considera "muy a la izquierda" porque rechaza tanto la defensa de la URSS como las posiciones antirrusas de Schachtman, critique severamente a los trotskistas franceses que, según él, no habrían participado bastante activamente en "la Resistencia". He aquí una expresión típica de lo que es el trotskismo.
[7]) [Nota de la redacción] "Fuerzas francesa del interior", conjunto de las agrupaciones militares de la resistencia interior francesa que se constituyeron en la Francia ocupada y que se pusieron, en marzo de 1944, bajo las órdenes del general Kœnig y la autoridad política del general De Gaulle.
[8]) [Nota de la redacción] "Partido comunista internacionalista", resultado de la agrupamiento en 1944 del Partido obrero internacionalista y del Comité comunista internacionalista.
[9]) [Nota de la redacción] Sociedad de las naciones, precursor, en la anteguerra, de Naciones Unidas.
[10]) Léase, por ejemplo, en la Verité del 20/06/47, "La lucha heroica de los trotskistas chinos": "En la provincia de Shantung nuestros camaradas se convirtieron en los mejores combatientes de guerrillas... En la provincia de Kiang-Si... los trotskistas son saludados por los estalinistas como "los más honestos combatientes antijaponeses", etc."
[11]) [Nota de la redacción] Vidkun Quisling fue el dirigente del Nasjonal Samling (partido nazi) noruego y dirigente del gobierno fantoche impuesto por los alemanes después de la invasión de Noruega.
[12]) [Nota de la redacción] Josip Broz Tito fue uno de los principales responsables de la resistencia yugoslava, y tomó el poder en Yugoslavia a finales de la guerra.
[13]) [Nota de la redacción] Abd-al-Krim al Jattabi (o Abdelkrim, nacido por 1882 a Ajdir en Marruecos, muerto el 6 de febrero de 1963 en El Cairo, Egipto) dirigió una larga resistencia contra la ocupación colonial del Rif - región montañosa del norte de Marruecos - en un primer tiempo de los españoles y a continuación de los franceses, consiguiendo formar una "República confederada de las tribus del Rif" en 1922. La guerra para aplastar esta nueva República fue llevada a cabo por un ejército de 450 000 hombres reunido por los Gobiernos francés y español. Al ver perdida su causa, Abdelkrim se constituyó preso de guerra con el fin de ahorrar las vidas de los civiles, lo que no impidió a los franceses bombardear los pueblos con gas mostaza, causando así 150 000 muertes civiles. Abdelkrim fue exiliado en la isla de La Reunion a partir de 1926 dónde vivió en residencia forzosa, pero le dieron permiso de residencia en Francia en 1947. Cuando su buque hacía escala en Egipto, consiguió librarse de sus guardias, muriendo en El Cairo (véase Wikipedia: https://es.wikipedia.org/wiki/Abd_el-Krim [77]).
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[6] https://it.internationalism.org/
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[9] https://www.contreinfo.info/
[10] https://www.americanprogress.org/issues/2007/03/foreclosures_numbers.html
[11] http://www.treasurydirect.gov/govt/reports/pd/histdebt/histdebt_histo3.htm
[12] https://fr.internationalism.org/rint133/les_causes_de_la_periode_de_prosperite_consecutive_a_la_seconde_guerre_mondiale.html
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[54] https://fr.internationalism.org/icconline/2009/papa-marx
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[61] https://es.internationalism.org/ap/2005/180_Tsunami
[62] http://www.legambientearcipelagotoscano.it/globalmente/petrolio/incident.htm
[63] http://www.scienzaesperienza.it/news.php?/id=0057
[64] https://es.internationalism.org/en/tag/3/50/medio-ambiente
[65] https://es.wikipedia.org/wiki/Primera_Guerra_Mundial
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[67] https://www.marxists.org/espanol/trotsky/1932/histrev/tomo1/index.htm
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[70] https://es.internationalism.org/en/tag/21/531/la-revolucion-hungara-de-1919
[71] https://es.internationalism.org/en/tag/acontecimientos-historicos/hungria-1919
[72] https://www.marxists.org/espanol/m-e/1850s/francia/francia6.htm
[73] https://es.internationalism.org/en/tag/20/468/bordiga
[74] https://fr.internationalism.org/brochure/gcf
[75] https://fr.internationalism.org/icconline/1998/gauche-communiste
[76] https://es.internationalism.org/rinte58/Munis_militante_revolucionario.htm
[77] https://es.wikipedia.org/wiki/Abd_el-Krim
[78] https://es.internationalism.org/en/tag/21/510/la-izquierda-comunista-de-francia