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En el número 133 de la Revista internacional, empezamos a abrir hacia el exterior de nuestra organización un debate emprendido en nuestro seno sobre la explicación del período de prosperidad de los años 1950-60, una excepción en la vida del capitalismo desde la Primera Guerra mundial. En esa Revista, planteamos los términos y el marco de ese debate, y presentamos las posiciones enfrentadas. Aquí publicamos otra contribución a esa discusión.
Esa contribución defiende la tesis que presentamos y que titulamos "El capitalismo de Estado keynesiano-fordista", que esencialmente explica la demanda solvente durante el periodo mencionado gracias a la aplicación por parte de la burguesía de mecanismos keynesianos.
En próximos números de nuestra revista publicaremos artículos con las demás tesis confrontadas así como una respuesta a esta contribución, en particular en lo que se refiere a los factores determinantes de la entrada del capitalismo en su fase de decadencia y el carácter de la acumulación capitalista.
Origen, dinámica y límites del capitalismo de Estado keynesiano-fordista([1])
En 1952, nuestros antepasados de la GCF (Izquierda comunista de Francia) cesaron su actividad de grupo porque "La desaparición de los mercados extracapitalistas acarrea una crisis permanente del capitalismo (...) Se verá entonces la brillante confirmación de la teoría de Rosa Luxemburg (...) En realidad, las colonias han dejado de ser un mercado extracapitalista para las metrópolis (...) Vivimos en un estado de guerra inminente...". Enunciadas en vísperas de los Treinta gloriosos, esos múltiples errores son reveladores de la necesidad de superar "la brillante "invalidación" de la teoría de Rosa Luxemburg", y de volver de nuevo a una comprensión más coherente del funcionamiento y de los límites del capitalismo. Tal es el objeto de este artículo.
I. Resortes y contradicciones internos del capitalismo
1) Las dificultades de la reproducción ampliada y sus límites
La apropiación del plustrabajo se impone como una obligación para la supervivencia del capitalismo ([2]). Contrariamente a las sociedades anteriores, esta apropiación tiene una dinámica intrínseca y permanente de ampliación de la escala de producción que supera con mucho la reproducción simple. Genera una demanda social creciente por la contratación de nuevos trabajadores y la reinversión en medios de producción y de consumo suplementarios: "Los límites del consuno se amplían por la tensión del proceso de reproducción mismo; por un lado hace aumentar el gasto de la renta por los obreros y los capitalistas; por otro lado, es idéntica a la tensión del consumo productivo" (Marx, el Capital, libro III). Esta dinámica de ampliación se materializa en una sucesión de ciclos más o menos decenales en los que el aumento periódico de capital fijo acaba reduciendo regularmente la cuota de ganancia y provocando crisis ([3]). Cuando ocurren esas crisis, las quiebras y depreciaciones de capitales reconstruyen las condiciones de una reanudación, la cual amplía los mercados y el potencial productivo: "Éstas [las crisis] siempre son sólo soluciones violentas momentáneas de las contradicciones existentes, erupciones violentas que restablecen por el momento el equilibrio perturbado (...) El estancamiento verificado en la producción habría preparado una ulterior ampliación de la misma, dentro de los límites capitalistas. Y de este modo se recorrería nuevamente el círculo vicioso. Una parte del capital desvalorizada por paralización funcional, recuperaría su antiguo valor. Por lo demás se recorrería nuevamente el mismo círculo vicioso con condiciones de producción ampliadas, con un mercado expandido y con una fuerza productiva acrecentada" (Marx, el Capital, Libro III). El gráfico siguiente ilustra perfectamente todos los elementos de este marco teórico de análisis elaborado por Marx: la decena de ciclos con subidas y bajadas de la cuota de ganancia siempre está marcada por una crisis (recesión):
Más de dos siglos de acumulación capitalista han estado ritmados por unos treinta ciclos y crisis. Marx ya había definido siete durante su vida, la IIIe Internacional dieciséis ([4]) y las izquierdas de ésta completarán ese cuadro durante el período de entreguerras ([5]). Tal es la base material y recurrente de las crisis de sobreproducción cuya génesis vamos ahora a examinar ([6]).
2) El circuito de la acumulación, una obra en dos actos: producción de beneficios y realización de las mercancías
Extraer un máximo de plustrabajo, que se cristaliza en una cantidad creciente de mercancías, es lo que Marx llama "el primer acto del proceso de producción capitalista". Esas mercancías, a continuación, deben venderse con el fin de transformar este plustrabajo material en plusvalía bajo forma monetaria para la reinversión: es "el segundo acto del proceso". Cada uno de ambos actos contiene sus propias contradicciones y límites. En efecto, aunque influyéndose mutuamente, el primer acto lo aguijonea sobre todo la cuota de ganancia, y el segundo depende de las distintas tendencias que restringen los mercados ([7]).Estos dos límites generan periódicamente una demanda final que no está a la altura de la producción: "La sobreproducción tiene especialmente por condición la ley general de producción del capital: producir a medida de las fuerzas productivas (es decir, según la posibilidad que se tiene de explotar la mayor masa posible de trabajo con una masa dada de capital) sin tener en cuenta los límites existentes del mercado o las necesidades solventes..." (Marx, Teorías sobre la plusvalía, trad. del francés, Editions sociales, volumen II: 637)
¿De dónde procede esta insuficiencia de la demanda solvente?
a) De las capacidades limitadas de consumo de la sociedad, al reducirse a causa de las relaciones antagónicas de distribución del plustrabajo (lucha de clases): "La razón última de todas las crisis reales sigue siendo la pobreza y el consumo limitado de las masas, ante la tendencia de la economía capitalista a desarrollar las fuerzas productivas como si sólo tuvieran por límite el poder de consumo absoluto de la sociedad" ([8]).
b) Límites que se derivan del proceso de acumulación que reduce el consumo cuando la cuota de ganancia se inclina hacia abajo: la insuficiencia de plusvalía extraída con relación al capital invertido produce un freno en las inversiones y la contratación de nuevas fuerzas de trabajo: " El límite del modo de producción se manifiesta en los hechos siguientes: 1) el desarrollo de la productividad laboral genera, en la reducción de la cuota de ganancia, una ley que, en un determinado momento, se vuelve brutalmente contra ese desarrollo y debe ser constantemente superada mediante crisis".
c) De la realización incompleta del producto total cuando no se respetan las proporcionalidades entre las ramas de la producción ([9]).
3) Una triple conclusión sobre la dinámica y las contradicciones internas del capitalismo
En toda su obra, Marx destacó constantemente esa doble raíz de las crisis: "La sobreproducción moderna tiene como base, por un lado el desarrollo absoluto de las fuerzas productivas y por lo tanto la producción en masa por los productores encerrados en el círculo del abastecimiento necesario, y, por otro lado, la limitación por el beneficio de los capitalistas" ([10]), doble raíz cuyas determinaciones son básicamente independientes. En efecto, aunque el nivel y la reducción recurrente de la cuota de ganancia influyen sobre el reparto de la plusvalía y a la inversa, Marx insistirá, sin embargo en que estas dos raíces son básicamente "independientes", "no son idénticas", "divergen conceptualmente" ([11]). ¿Por qué? Simplemente porque la producción de ganancia y los mercados, están, en lo esencial, condicionados de manera diferente. Esta es la razón por la que Marx rechaza categóricamente toda teoría monocausal de las crisis ([12]). Es pues teóricamente erróneo hacer estrictamente derivar la evolución del cuota de ganancia de la importancia de los mercados y a la inversa. De ello se deriva que los ritmos temporales de ambas raíces son inevitablemente diferentes. La primera contradicción (la cuota de ganancia) hunde sus raíces en las necesidades de aumentar el capital constante en detrimento del capital variable, su ritmo temporal está pues esencialmente vinculado a los ciclos de movimiento del capital fijo. El ritmo temporal de la segunda contradicción, derivada de lo que está en juego en torno a la distribución del plustrabajo, está determinada por la relación de fuerzas entre las clases, cuyos períodos son más largos ([13]). Aunque ambos ritmos temporales se relacionen mutuamente (el proceso de acumulación influye sobre la relación de fuerzas entre las clases y recíprocamente), son básicamente "independientes", "no idénticos", "divergen conceptualmente", ya que la lucha de clase no está estrictamente vinculada a los ciclos decenales, ni éstos a las relaciones entre las clases.
II. Una validación empírica de la teoría marxista de las crisis de sobreproducción
El período que corre desde la Segunda Guerra mundial hasta hoy es un buen ejemplo que confirma el marco teórico de análisis de las crisis de sobreproducción desarrollado por Marx, así como sus tres implicaciones principales. Permite en particular invalidar todas las teorías monocausales de las crisis. Ya sea la explicación basada únicamente en la baja de la cuota de ganancia que no puede explicar por qué la acumulación y el crecimiento no logran arrancar - cuando esta cuota no hace sino subir desde hace más de un cuarto siglo -, ya sea la de la saturación de la demanda solvente, que no puede explicar ese aumento de la cuota de ganancia, puesto que los mercados están completamente agotados (lo que debería entonces lógicamente traducirse por una cuota de ganancia ¡igual a cero!). Todo esto se entiende fácilmente en los dos gráficos de evolución de la cuota o tasa de ganancia (no 1 et no 3).
El agotamiento de la prosperidad de posguerra y la degradación del clima económico durante los años 1969-82, fueron, básicamente, el resultado de un retorno bajista de la cuota de ganancia ([14]), mientras que el consumo se mantenía gracias a los mecanismos de ajuste de los salarios y de apoyo a la demanda ([15]). En efecto, las ganancias de productividad descienden desde finales de los años 60 ([16]), acarreando un descenso de la cuota de ganancia a la mitad hasta 1982 (véase gráfico n° 3). Por lo tanto, el restablecimiento de la ganancia no podía hacerse sino por un aumento de la tasa de plusvalía (compresiones salariales y aumento de la explotación). Esto implicaba una inevitable desregulación de los mecanismos-clave que había garantizado el crecimiento de la demanda final durante los Treinta gloriosos (véase infra). Este abandono empezó a principios de los 80 y se ilustra, en particular, por la disminución constante de la parte correspondiente a los salarios en el total de la riqueza producida.
Globalmente pues, durante los años 70, es la contradicción "cuota de ganancia" la que pesa sobre el funcionamiento del capitalismo, mientras que la demanda final seguía estando garantizada. Será exactamente el revés después de 1982: la cuota de ganancia se restablece espectacularmente, pero a costa de una compresión drástica de la demanda final (de los mercados): esencialmente de la masa salarial (véase gráfico n° 2), pero también de las inversiones (en menor medida) puesto que el tipo de acumulación permaneció a un nivel bajo (véase gráfico n° 3).
Por lo tanto, ahora podemos entender por qué continúa la degradación económica a pesar de una cuota de ganancia restablecida: es la compresión de la demanda final (salarios e inversiones) lo que explica que, a pesar de una espectacular rectificación de la rentabilidad de las empresas, la acumulación y el crecimiento no pudieron volver a arrancar. Esta reducción drástica de la demanda final genera una atonía de las inversiones con vistas a la ampliación, la continuación de las racionalizaciones por compras y fusiones de empresas, los capitales infructíferos que se vierten en la especulación financiera, una deslocalización en busca de mano de obra barata..., lo que deprime más todavía la demanda final.
Una demanda final cuyo restablecimiento es imposible en las condiciones actuales, ¡puesto que es de su reducción de la que depende el aumento de la cuota de ganancia! Desde 1982, en un contexto de rentabilidad reanudada de las empresas, fue, pues, el ritmo temporal de la "restricción de los mercados solventes" la que desempeña el papel principal a medio plazo para explicar el mantenimiento de una atonía de la acumulación y el crecimiento, aunque las fluctuaciones de la cuota de ganancia pueden aún desempeñar un papel importante a corto plazo en el desencadenamiento de las recesiones, como lo ilustran bien los gráficos n° 1 y n° 3:
III. El capitalismo y su esfera exterior
Esta dinámica de ampliación del capitalismo implica un carácter fundamentalmente expansivo: "Por ello hay que expandir constantemente el mercado, de modo que sus vinculaciones y las condiciones que las regulan asuman cada vez más la figura de una ley natural independiente de los productores, se tornen cada vez más incontrolables. La contradicción interna trata de compensarse por expansión del campo externo de la producción. Pero cuanto más se desarrolla la fuerza productiva, tanto más entra en conflicto con la estrecha base en la cual se fundan las relaciones de consumo" (Marx, el Capital, Libro III). Ahora bien, todas las dinámicas y los límites del capitalismo puestos de relieve por Marx sólo lo fueron haciendo abstracción de sus relaciones con su esfera exterior (no capitalista). Debemos pues entender ahora cuál es el lugar y la importancia de ese entorno en el desarrollo del capitalismo. En efecto, el capitalismo nació y se desarrolló en el marco de relaciones sociales feudales, luego mercantiles, relaciones en las que tenía que establecer vínculos importantes para así obtener medios materiales para su acumulación (importación de metales preciosos, saqueos, etc.), para la comercialización de sus mercancías (ventas, comercio triangular, etc.), y como fuente de mano de obra.
Una vez garantizadas sus bases tras tres siglos de acumulación primitiva (1500-1825), ese entorno le siguió proporcionando toda una serie de oportunidades a lo largo de su fase ascendente (1825-1914) como fuente de beneficios, salida para la venta de sus mercancías en sobreproducción y masa complementaria de mano de obra. Fueron todas esas razones las que explican la carrera imperialista de 1880 a 1914 ([17]). Sin embargo, la existencia de oportunidades de regulaciones externas de una parte de sus contradicciones internas no significa ni que fuesen las más eficaces para el desarrollo del capitalismo, ¡ni que éste estuviese en la imposibilidad absoluta de poseer modos de regulación internos! En efecto, fue, en primer lugar y ante todo, la extensión y la dominación del salariado con sus propias bases lo que permitió progresivamente al capitalismo dinamizar su crecimiento y, si bien es cierto que las relaciones de diferente naturaleza entre el capitalismo y su esfera extracapitalista le ofrecieron toda una serie de oportunidades, la importancia de ese entorno, y el balance global de los intercambios con él, ¡no han dejado de ser un freno a su crecimiento! ([18])
IV. La obsolescencia histórica del modo de producción capitalista y las bases de su superación
Ese formidable dinamismo de extensión interna y externa del capitalismo, sin embargo, no es eterno. Como cualquier otro modo de producción en la historia, el capitalismo también conoce una fase de obsolescencia en la que sus relaciones sociales frenan el desarrollo de sus fuerzas productivas ([19]). Es, pues, en las transformaciones y la generalización de la relación social de producción asalariada donde se ha de buscar el carácter históricamente limitado del modo de producción capitalista. Al alcanzar determinada fase, la extensión del salariado y su dominación mediante la constitución del mercado mundial señalan el apogeo del capitalismo. En vez de seguir erradicando enérgicamente las antiguas relaciones sociales y desarrollando las fuerzas productivas, el carácter ahora ya caduco de la relación asalariada, tiene tendencia a "congelar" esas relaciones sociales y a frenar estas fuerzas productivas: ahora ya es incapaz de integrar en su seno buena parte de la humanidad, genera crisis, guerras y catástrofes de amplitud creciente, y hasta amenaza con hacer desaparecer a la humanidad.
1) La obsolescencia del capitalismo
La generalización progresiva del salariado no significa, ni mucho menos, que se haya establecido por todas partes, solo significa que su dominación sobre el mundo instaura una inestabilidad creciente donde todas las contradicciones del capitalismo se expresan con plena potencia. La Primera Guerra mundial abrió esa era de grandes crisis de características mundial y salarial: a) el marco nacional se ha vuelto demasiado estrecho para contener los asaltos de las contradicciones capitalistas ; b) el mundo ya no ofrece bastantes oportunidades o amortiguadores que permitan garantizar una regulación externa a sus contradicciones internas; c) a posteriori, el fracaso de la regulación instaurada durante los Treinta gloriosos indica la incapacidad histórica del capitalismo que debe buscarse ajustes internos a largo plazo a sus propias contradicciones que estallan entonces con una violencia cada vez más brutal.
Al haberse convertido en un conflicto planetario, ya no para la conquista, sino para el reparto de las esferas de influencia, de las zonas de inversión y de los mercados, la Primera Guerra mundial marcó definitivamente la entrada del modo de producción capitalista en su fase de obsolescencia. Los dos conflictos mundiales de creciente intensidad, la mayor crisis de sobreproducción de todas las épocas (1929-1933), el freno brutal al crecimiento de las fuerzas productivas durante los Treinta lastimosos (1914-45), la incapacidad del capitalismo para integrar buena parte de la humanidad, el desarrollo del militarismo y del capitalismo de Estado por el planeta entero, el crecimiento cada vez mayor de los gastos improductivos, así como la incapacidad histórica del capitalismo para estabilizar internamente una regulación de sus propias contradicciones, todos estos fenómenos concretan esa obsolescencia histórica de la relación social de producción asalariada que ya no tiene nada que ofrecerle a la humanidad más que una perspectiva de barbarie creciente.
2) ¿Hundimiento catastrófico, o visión materialista, histórica y dialéctica de la historia?
La obsolescencia del capitalismo no implica que esté condenado al hundimiento catastrófico. En efecto, no existen límites cuantitativos predefinidos en las fuerzas productivas del capitalismo (tanto un porcentaje de cuota de ganancia como una cantidad dada de mercados extracapitalistas) que determinarían un punto alfa, precipitando el modo de producción capitalista en la nada. Los límites de los modos de producción son ante todo sociales, determinados por sus contradicciones internas - que se han vuelto obsoletas - y de su colisión con las fuerzas productivas. Por lo tanto, es el proletariado el que abolirá el capitalismo, éste no se morirá por sí solo a causa de sus límites "objetivos". En efecto, durante su fase de obsolescencia, las mismas tendencias y dinámicas del capitalismo que aparecen en los análisis de Marx siguen actuando, pero se despliegan en un contexto general profundamente cambiado. Un contexto en el que todas sus contradicciones económicas, sociales y políticas, alcanzan inevitablemente niveles cada vez más elevados, ya sea desembocando en conflictos sociales que plantean regularmente la cuestión de la revolución, o en enfrentamientos imperialistas que plantean la del futuro mismo de la humanidad. Es decir, el mundo entero entró plenamente en esa "era de las guerras y revoluciones" como lo enunciaba la Tercera internacional.
V. El capitalismo de Estado keynesiano-fordista, base de los Treinta gloriosos
No deberían sorprender a los marxistas los fenómenos de recuperación durante la obsolescencia de un modo de producción, puesto que eso ocurrió cuando se reconstituyó el Imperio romano bajo Carlomagno, o cuando se formaron las grandes monarquías del Antiguo Régimen. Sin embargo, si uno se encuentra en un meandro no concluye que el río ¡sube del mar hacia la montaña! Lo mismo es para los Treinta gloriosos: la burguesía pudo poner momentáneamente un paréntesis de fuerte crecimiento en el curso general de su fase de obsolescencia.
En efecto, la gran depresión económica de 1929 en Estados Unidos mostró toda la violencia con la que podían expresarse las contradicciones del capitalismo en una economía dominada por el salariado. Podía haberse esperado que a esa Depresión la siguieran crisis económicas cada vez más próximas unas de otras y más violentas, pero no fue así. Y es porque la situación había evolucionado notablemente, tanto en los procesos productivos (fordismo) como en las relaciones de fuerza entre las clases (y en su propio seno). La burguesía, además, había sacado algunas lecciones. De modo que a los Treinta lastimosos y al tormento cruel de la Segunda Guerra mundial sucedieron unos treinta años de fuerte crecimiento, una cuadruplicación de los salarios reales, el pleno empleo, la instauración de un salario social y una capacidad del sistema, sino a evitar, al menos a reaccionar a las crisis cíclicas. ¿Cómo fue posible todo eso?
1) Las bases del capitalismo de Estado keynesiano-fordista
Desde entonces, en ausencia de posibles y significativas soluciones externas a sus contradicciones, el capitalismo tendría que encontrar una solución interna a su doble dificultad en ganancias y en mercados. El alto nivel de la cuota de ganancia se hará posible mediante el desarrollo de fuertes mejoras de productividad laboral generadas por la generalización del "fordismo" en el sector industrial, o sea el trabajo en cadena con tres turnos de ocho horas. Mientras que los mercados para dar salida a la enorme masa de mercancías habrían de estar garantizados por la ampliación de la producción, la intervención estatal, así como por los distintos sistemas de vinculación de los salarios reales a la productividad. Esto iba a permitir hacer aumentar la demanda en paralelo con la producción (véase gráfico n° 4). Así pues, al estabilizar la parte salarial en la totalidad de la riqueza producida, el capitalismo pudo evitar durante un tiempo "una sobreproducción que procede precisamente de que la masa del pueblo nunca puede consumir más que la cantidad media de los bienes de primera necesidad, que su consumo no aumenta por lo tanto al ritmo del aumento de la productividad del trabajo" (Marx, Teorías sobre la plusvalía, libro IV).
Fue esa comprensión la que Paul Mattick y otros revolucionarios de aquel entonces retomarán para analizar la prosperidad de posguerra: "Es innegable que los salarios reales han aumentado en la época moderna. Pero solamente en el marco de la expansión del capital, la cual supone que la relación de los salarios con las ganancias siga siendo constante en general. La productividad laboral debía entonces elevarse con una rapidez que permitiera a la vez acumular capital y mejorar el nivel de vida de los obreros" ([20]). Tal es la mecánica económica principal del capitalismo de Estado keynesiano-fordista. Esto se verifica empíricamente en el paralelismo de la evolución de los salarios y de la productividad durante ese período.
Habida cuenta de las dinámicas espontáneas del capitalismo (competencia, compresión de los salarios, etc.), tal sistema no era viable sino en el marco de un capitalismo de Estado estricto que garantizara por mutuo acuerdo el cumplimiento de una política de distribución tripartita de los beneficios de productividad entre las ganancias, los salarios y las rentas del Estado. En efecto, una sociedad en la que ya impera el salariado exige, de hecho, una dimensión social en cualquier política propuesta por la burguesía. Esto supone la instauración de múltiples controles económicos y sociales sobre la clase obrera: salario social, creación de sindicatos y mayor encuadramiento de la clase obrera, amortiguadores sociales, etc. Este desarrollo sin precedentes del capitalismo de Estado está ahí para mantener dentro de un orden las contradicciones desde ahora explosivas del sistema: predominio del ejecutivo sobre el legislativo, crecimiento significativo de la intervención del Estado en la economía (que alcanza cerca de la mitad del PNB en los países de la OCDE), control social de la clase obrera, etc.
2) Origen, contradicciones y límites del capitalismo de Estado keynesiano-fordista
A partir de la derrota de las tropas alemanas en Stalingrado (enero de 1943), los representantes políticos patronales y sindicales exiliados en Londres discutieron intensamente sobre la reorganización de la sociedad inmediatamente después de la derrota ahora ineludible de las fuerzas del Eje. El recuerdo de las angustias de los Treinta lastimosos (1914-45), el miedo a que hubiese movimientos sociales al término de la guerra, las lecciones sacadas de la crisis del 29, la aceptación en adelante compartida de la intervención estatal, y la bipolarización de la Guerra fría, eran factores que impulsaron a todas las fracciones de la burguesía a modificar las reglas del juego y a elaborar más o menos conscientemente ese capitalismo de Estado keynesiano-fordista que se fue implantando pragmática y progresivamente en todos los países desarrollados (OCDE). El reparto de las mejoras de productividad era tanto más fácilmente aceptado por todos, a) porque se incrementaron mucho, b) porque esa redistribución garantizaba la ampliación de la demanda solvente en paralelo con la producción, c) porque aportaba la paz social, d) una paz social tanto más fácil de obtener que el proletariado salió realmente derrotado de la Segunda Guerra mundial y alistado tras los partidos y los sindicatos partidarios de la reconstrucción en el marco del sistema, e) pero que también garantizaba la rentabilidad a largo plazo de las inversiones, f) así como una cuota de ganancia estabilizada a un alto nivel.
Este sistema pudo momentáneamente garantizar la cuadratura del círculo que consiste en hacer crecer en paralelo las ganancias y los mercados, en un mundo ya plenamente dominado por la demanda salarial. El crecimiento garantizado de las ganancias, de los gastos del Estado y el aumento de los sueldos reales pudieron garantizar la demanda final tan indispensable para que quede plenamente cumplida la acumulación capitalista. El capitalismo de Estado keynesiano-fordista es la respuesta que pudo dar temporalmente el sistema a la actualidad de sus crisis de ámbito mundial y salarial tan típicas de la fase histórica de obsolescencia del capitalismo. Permitió un funcionamiento autocentrado del capitalismo, sin necesidad de deslocalizaciones a pesar de los altos salarios y del pleno empleo, deshaciéndose de colonias que ya no tenían una utilidad económica sino residual, y eliminando sus esferas extracapitalistas agrícolas internas cuya actividad deberá en adelante subvencionar más bien que sacar provecho de ella.
A partir de finales de los años 60 hasta 1982, todas las condiciones que hicieron su éxito van a deteriorarse, empezando por el declive progresivo de los incrementos de productividad que se dividirán globalmente por tres y que arrastrarán a la baja a todas las demás variables económicas. La regulación interna encontrada temporalmente por la instauración del capitalismo de Estado keynesiano-fordista no tenía ninguna base eterna.
Sin embargo, la exigencia que había requerido la instauración de ese sistema sigue existiendo: el salariado es preponderante en la población activa, el capitalismo debe pues encontrar imperativamente un medio de estabilizar la demanda final para evitar que su compresión se transforme en depresión. En efecto, dado que las inversiones de las empresas también están frenadas por la demanda, es necesario encontrar entonces otros medios de garantizar el consumo. La respuesta actual está necesariamente en la cara y cruz de la misma moneda: por un lado cada vez menos ahorro, por el otro cada vez más deudas. Estamos pues ante una formidable máquina de fabricar burbujas financieras y de abastecer la especulación. La agravación constante de los desequilibrios no es, por lo tanto, el resultado de unos errores en la dirección de la política económica, sino que forma parte íntegra del propio modelo.
3) Conclusión: ¿y mañana ?
Esta bajada a los infiernos está tanto más inscrita en la situación actual porque las condiciones para una recuperación de la productividad y el retorno a su distribución tripartita no están socialmente presentes. Nada tangible deja entrever - en las condiciones económicas, en el estado actual de la relación de fuerzas entre las clases y de la competencia interimperialista a nivel internacional -, ninguna salida posible: todo contribuye a un inexorable descenso a los infiernos. Les corresponde pues a los revolucionarios contribuir en fertilizar los combates de clase que surgirán cada vez más inevitablemente de esta profundización de las contradicciones del capitalismo.
C.Mcl
[1] El lector encontrará la versión completa de este artículo en nuestro sitio Internet.
[2] Tal es el motor de "... el impulso de acumular, de acrecentar el capital y producir plusvalor en escala ampliada. Esto es una ley para la producción capitalista, dada por las constantes revoluciones en los métodos mismos de producción, la desvalorización de capital existente, vinculada con ellas de manera constante, la lucha competitiva generalizada y la necesidad de mejorar la producción y de expandir su escala, sólo como medio de mantenerse y so pena de sucumbir" (Marx, el Capital, Libro III).
[3] "A medida que se desarrollan con el método de producción capitalista el valor y la duración del capital fijo empeñado, la vida de la industria y del capital industrial se desarrolla en cada empresa particular y se prolonga sobre un período, digamos diez años por término medio. (...) este ciclo de movimientos que se conectan y se prolongan durante una serie de años, donde está preso el capital de su elemento fijo, constituye una de las bases materiales de las crisis periódicas" (Marx, el Capital, Libro II).
[4] "La alternancia de crisis y períodos de desarrollo, con todas sus fases intermedias, forma un ciclo o un gran círculo del desarrollo industrial. Cada ciclo cubre un período de 8, 9, 10, 11 años. Si estudiamos los 138 últimos años, nos daremos cuenta que a este período le corresponden 16 ciclos. A cada ciclo le corresponden por lo tanto casi 9 años" (Trotski, "Informe sobre la crisis económica mundial y las nuevas tareas de la Internacional comunista", IIIe congreso).
[5] "... reiniciar un ciclo para producir nueva plusvalía sigue siendo el objetivo supremo del capitalista (...) esta periodicidad casi matemática de las crisis es una de las características específicas del sistema capitalista de producción" (Mitchell, Bilan n° 10 : "Crisis y ciclos en el capitalismo agonizante").
[6] Las nuevas recesiones que puntúan la decena de ciclos se identifican en el gráfico n° 1 por los grupos de características que se extienden sobre toda su altura: 1949, 1954, 1958, 1960, 1970-71, 1974, 1980-81, 1991, 2001.
[7] "Una vez objetivada en mercancías la cantidad de plustrabajo susceptible de ser expoliada, el plusvalor está producido. Pero con esta producción del plusvalor sólo queda concluido el primer acto del proceso capitalista de producción, el proceso directo de producción. El capital ha absorbido determinada cantidad de trabajo impago. Con el desarrollo del proceso que se expresa en la baja de la tasa de ganancia, la masa del plusvalor así producido aumenta hasta proporciones monstruosas. Llega entonces el segundo acto del proceso. Debe venderse toda la masa mercantil, el producto global, tanto la parte que repone el capital constante y el variable como la que representa el plusvalor. Si ello n ocurre o sólo sucede en forma parcial o a precios inferiores a los precios de producción, el obrero habrá sido explotado, ciertamente, pero su explotación no se realizará en cuanto tal para el capitalista, pudiendo estar ligada a una realización nula o sólo parcial del plusvalor expoliado o, más aun, a una pérdida parcial o total de su capital." (Marx, el Capital, Libro III).
[8] Este análisis elaborado por Marx no tiene obviamente estrictamente nada que ver con la teoría subconsumista de las crisis, que él critica por otra parte: "Pero si se quiere dar a esta tautología una apariencia de fundamentación profunda diciendo que la clase obrera recibe una parte demasiado exigua de su propio producto, y que por ende el mal se remediaría en cuanto recibiera aquélla una fracción mayor de dicho producto, o en cuanto aumentara su salario, pues, bastará con observar que invariablemente las crisis son preparadas por un período en que el salario sube de manera general y la clase obrera obtiene "realiter" [realmente] una porción mayor de la parte del producto anual destinada al consumo" (Marx, el Capital, Libro II).
[9] Cada uno de estos tres factores [a)], [b)] y [c)] se ha definido de este modo en la cita siguiente de Marx: "Las condiciones de la explotación directa y las de su realización no son idénticas. Divergen no sólo en cuanto a tiempo y lugar, sino también conceptualmente. Unas sólo están limitadas por la fuerza productiva de la sociedad, mientras que las otras sólo lo están por la proporcionalidad entre los diversos ramos de la producción y por la capacidad de consumo de la sociedad. Pero esta capacidad no está determinada por la fuerza absoluta de producción ni por la capacidad absoluta de consumo, sino por la capacidad de consumo sobre la base de relaciones antagónicas de distribución, que reduce el consumo de la gran masa de la sociedad a un mínimo solamente modificable dentro de límites más o menos estrechos. Además está limitada por el impulso de acumular, de acrecentar el capital y producir plusvalor en escala ampliada" (Marx, el Capital, Libro III).
[10] Marx, Historia de las doctrinas económicas (mas conocido bajo el título Teorías sobre la plusvalía), volumen V: 91.
[11] "En efecto, siendo factores independientes el mercado y la producción, la expansión de uno no corresponde obligatoriamente al crecimiento del otro". O también: "Las condiciones de la explotación directa y las de su realización no son idénticas. Divergen no sólo en cuanto a tiempo y lugar, sino también conceptualmente" (Marx, el Capital, Libro III).
[12] Cualquier idea de monocausalidad de las crisis de sobreproducción es tanto más importante de rechazar porque sus orígenes son mucho más complejos y múltiples en Marx y en la realidad misma: anarquía de la producción, desproporción entre los dos grandes sectores de la economía, oposición entre "capital de préstamo" y "capital productivo", disyunción entre la compra y la venta consecutiva al atesoramiento, etc. Sin embargo, las dos raíces que Marx analizó más ampliamente, y también las más efectivas en la práctica, son, sin lugar a dudas, las que hemos mencionado: la reducción de la cuota de ganancia y las leyes de distribución del plustrabajo.
[13] Como, por ejemplo, la larga fase de aumento progresivo de los salarios reales en la segunda mitad de la fase ascendente del capitalismo (1870-1914), durante los "Treinta gloriosos" (1945-82), o sus reducciones relativas - e incluso absolutas - desde entonces (1982-2008).
[14] Por supuesto que una crisis de rentabilidad acaba inevitablemente en un estado endémico de sobreproducción, tanto de capitales como de mercancías. Sin embargo, estos fenómenos de sobreproducción eran subsecuentes y eran objeto de políticas de absorción, tanto por parte de los protagonistas públicos (cuotas de producción, reestructuraciones, etc.) como de los privados (fusiones, racionalizaciones, compras, etc.).
[15] Durante los años 70, la clase obrera sufrirá esencialmente la crisis a través de una degradación de sus condiciones de trabajo, de reestructuraciones y despidos, y en consecuencia, de un crecimiento espectacular del desempleo. Contrariamente a la crisis de 1929, ese desempleo, sin embargo, no provocará una espiral recesiva gracias al uso de los amortiguadores sociales keynesianos: subsidios de desempleo, indemnizaciones de reconversión, etc.
[16] La productividad laboral constituye en Marx la variable clave de la evolución del capitalismo, puesto que no es sino el revés de la ley del valor, es decir el tiempo medio de trabajo social para producir las mercancías. Nuestro artículo sobre la crisis en la Revista no 115 contiene un gráfico sobre la evolución de la productividad laboral entre 1961 y 2003 para el G6 (Estados Unidos, Japón, Alemania, Francia, Reino Unido, Italia). Muestra muy claramente la anterioridad de su reducción sobre todas las demás variables que evolucionarán como consecuencia de esa reducción, así como su mantenimiento desde entonces a un bajo nivel.
[17] Cada régimen de acumulación que va ritmando el desarrollo histórico del capitalismo genera relaciones específicas con su esfera exterior: del mercantilismo de los países de la península Ibérica, al capitalismo autocentrado durante los Treinta gloriosos, pasando por el colonialismo de la Inglaterra victoriana, no existen relaciones uniformes entre el corazón y la periferia del capitalismo como lo postula Rosa Luxemburg, sino una mezcla sucesiva de relaciones que encuentran todas ellas sus resortes específicos en esas diferentes necesidades internas de la acumulación del capital.
[18] En el siglo xix, allí donde los mercados coloniales cuentan más, TODOS los países capitalistas no coloniales registraron crecimientos claramente más rápidos que las potencias coloniales (71 % más rápido en término medio). Esta constatación es válida para toda la historia del capitalismo. En efecto, la venta al exterior del capitalismo puro permite a los capitalistas individuales realizar sus mercancías, pero frena la acumulación global del capitalismo ya que, al igual que para el armamento, corresponde a una salida de medios materiales del circuito de la acumulación.
[19] "... el sistema capitalista se convierte en obstáculo para la expansión de las fuerzas productivas del trabajo. Llegado a este punto, el capital, o más exactamente el trabajo asalariado, entra en la misma relación con el desarrollo de la riqueza social y las fuerzas productivas que el sistema de las corporaciones, la servidumbre, la esclavitud, y necesariamente es rechazado como un obstáculo" (Marx, Grundrisse).
[20] Paul Mattick, Integración capitalista y ruptura obrera.