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Desde el 6 de junio, la administración Trump decidió intensificar drásticamente las políticas anti migrantes de la burguesía estadounidense organizando verdaderas cacerías humanas contra inmigrantes indocumentados, concentradas en particular en California, en la región de Los Ángeles, la segunda ciudad más grande del país, donde viven muchos trabajadores de origen latinoamericano.
Redadas de migrantes: un ataque a toda la clase obrera
Como señalamos en un volante escrito por un simpatizante cercano a la CCI[1], esta provocación, llevada a cabo con extrema brutalidad, constituye un ataque contra todo el proletariado. Son nuestros hermanos de clase, la mayoría de las veces explotados en condiciones difíciles, a quienes la policía persigue y reprime. Estas redadas de la policía federal de inmigración (ICE) para rastrear, arrestar y expulsar a los migrantes «manu militari», atrapándolos en sus lugares de trabajo (obras de construcción, fábricas, comercios...), evocaron en gran medida las escenas de las redadas en Europa durante la Segunda Guerra Mundial, llevadas a cabo contra poblaciones de origen judío o romaní para deportarlas.
Esto ha provocado reacciones de solidaridad, indignación y disgusto en una gran parte de la población, pero más particularmente entre los explotados, que se han movilizado, incluso espontáneamente, y han logrado a veces evitar detenciones, como en Paramount, en el suburbio obrero de Los Ángeles.
Movilizarnos como ciudadanos nos deja impotentes
Más aún, estos primeros reflejos de solidaridad son inmediatamente explotados e instrumentalizados por la burguesía, como ya ocurrió en 2020, tras el asesinato de George Floyd en Minneapolis a manos de la policía. La burguesía se apropió por completo de estos reflejos de solidaridad tras las marchas de protesta lideradas por el movimiento antirracista Black Lives Matter para exigir más justicia e igualdad, incluso la abolición de la policía... al Estado capitalista, ¡punta de lanza de la explotación y la defensa del orden burgués!
De igual manera hoy, los «comités de defensa» (en particular, los de la Red de Respuesta Rápida de Los Ángeles), compuestos por sindicatos y diversas organizaciones y asociaciones de la izquierda del capital, lograron canalizar de inmediato los intentos de respuesta hacia el terreno podrido de la «defensa del Estado de derecho», de la «solidaridad ciudadana», del «antitrumpismo»... es decir, las mismas mistificaciones democráticas que inevitablemente conducen al desarme del proletariado, a la desactivación de sus luchas, haciéndole creer que sería posible un capitalismo más justo y humano. En ninguna parte se expresan las movilizaciones en defensa de los intereses de la clase obrera, a diferencia, por ejemplo, de lo que ocurrió en 1917 en Rusia, cuando la violenta represión de las manifestaciones del día internacional de la mujer fue el punto de partida para la extensión de los movimientos huelguísticos que sirvieron de detonador de la oleada revolucionaria. De igual manera, en febrero de 1941, en plena guerra, cuando las condiciones de lucha eran extremadamente difíciles, los trabajadores de Ámsterdam se declararon en huelga contra la deportación de judíos. Entre el 22 de marzo y el 13 de mayo de 1968, la feroz represión estudiantil también movilizó a la clase obrera, impulsada por sus instintivos impulsos de solidaridad.
Hoy, por el contrario, dado que el proletariado aún no es capaz de responder a la represión en su terreno de clase, la burguesía puede fácilmente conducirlo a callejones sin salida y reducirlo a la impotencia. No fue como clase que los proletarios de Los Ángeles se movilizaron, sino como individuos indignados, o incluso como ciudadanos. En este contexto, los trabajadores presentes en estas movilizaciones no podían en modo alguno extender la lucha a todo el proletariado para constituir una auténtica relación de fuerzas de clase contra la represión. Esto solo puede fomentar un clima de terror, exacerbar las tensiones entre comunidades y alimentar las divisiones entre los proletarios al fomentar el estallido de disturbios populares impotentes, como los disturbios raciales del pasado, numerosos en Estados Unidos y como los de 1992 en California tras la absolución de los policías responsables de la violencia infligida al taxista Rodney King el año anterior. Esto solo ha llevado a enfrentamientos y confrontaciones sin perspectivas contra la policía y a bloqueos del tráfico totalmente estériles, o a acciones desesperadas, escenas de saqueos, vandalismo o incendios de coches... En resumen, picaduras de mosquito en el duro cuero de la burguesía que han justificado un enorme despliegue del aparato represivo para garantizar el mantenimiento del orden público. Es precisamente el «mantenimiento del orden» lo que ahora ha servido de pretexto para que el gobierno recurra al ejército, enviando a más de 4,000 reservistas de la Guardia Nacional y 700 marines, acertadamente descritos en el pasado como «perros de guerra» entrenados para matar (y particularmente temidos), para patrullar la ciudad.
La trampa de las campañas democráticas tendidas por la burguesía
Este clima también ha dejado el campo libre a una fracción del aparato del Partido Demócrata para distorsionar estas reacciones básicas de solidaridad y arrastrar al proletariado hacia una vasta campaña ideológica en el terreno totalmente podrido de la defensa de la democracia burguesa y los derechos de los «ciudadanos», de la violación a las leyes y a la Constitución estadounidense. Este caballo de batalla ha sido presentado en particular por el gobernador de California, Gavin Newsom, quien ya se presenta como posible candidato a las próximas elecciones presidenciales al multiplicar las declaraciones de oposición a las políticas de Trump, acusándolo de «abuso de poder», de haber llevado a cabo «secuestros ilegales» sin la aprobación de las autoridades locales, de haber «dado un giro hacia el autoritarismo», de «comportarse como un tirano» para «hacer realidad la loca fantasía de un presidente dictatorial”, añadiendo que «su comportamiento amenaza los cimientos mismos de nuestra democracia»[2]. La alcaldesa demócrata de Los Ángeles, Karen Bass, no se queda atrás en este torrente hipócrita de invectivas[3]. Además, el fiscal general de California anunció que había iniciado un proceso de destitución contra Trump por «violar» la constitución de Estados Unidos. Esta campaña anti-Trump se extendió rápidamente por todo el país, incluyendo otras ciudades importantes: San Francisco y Santa Ana en California, Dallas y Austin en Texas, pero también en Chicago, Minneapolis, Atlanta, Boston, Nueva York, etc.
Esta campaña, ampliamente publicitada, en defensa de la democracia también ha permitido el resurgimiento de la propaganda anti populista, una variante de la falsa oposición fascista/antifascista[4], ya planteada por los sectores más «radicales» del Partido Demócrata, Bernie Sanders y Alejandra Ocasio-Cortez, y por el movimiento «¡Hands off!» («¡Manos fuera!»), hace unos meses. Esta asimilación también se basa en la protesta contra los métodos «dictatoriales» de Trump en Estados Unidos y ha sido ampliamente difundida por una vasta propaganda anti trumpiana a nivel internacional. En realidad, corresponde a una gigantesca intoxicación ideológica al designar a Trump como responsable de todos los males para exonerar mejor al capitalismo y obstaculizar el desarrollo de una conciencia del fracaso irremediable de un sistema de explotación en plena putrefacción, del cual el populismo y Trump son solo una expresión caricaturizada.
Sin embargo, esta campaña ideológica parece tener cierta credibilidad porque hay una movilización real de ciertas facciones burguesas estadounidenses contra la política de Trump y que están preocupadas por ella por dos razones esenciales:
– por un lado, estas facciones son conscientes de los peligros de esta política que sólo genera más caos, debilitando la credibilidad y empañando la imagen de Estados Unidos a nivel internacional y, a nivel interno, acentuando las fracturas sociales, incluso con el riesgo de crear a largo plazo un clima de guerra civil;
- por otro lado, están convencidos (y con razón) de que esta política abiertamente xenófoba tendrá repercusiones catastróficas para la economía estadounidense al privarla de mano de obra barata que hasta ahora ha mantenido a flote a muchas empresas y sectores y ha impulsado el crecimiento de la economía nacional. Por ello, empleadores de diversos sectores económicos han expresado su preocupación por estas redadas. El propio Trump finalmente reconoció que sus políticas migratorias perjudicaban a agricultores, hoteles y restaurantes. Poco después, suspendió temporalmente las redadas contra estos negocios.
Trump ha seguido impulsando esta campaña intensificando la seguridad, amenazando con intervenir militarmente en otras partes del país, especialmente en Chicago, y con utilizar los mismos medios que en Los Ángeles. También amenaza con usar la ley de Insurrección, es decir, declarar el estado de emergencia, mientras intensifica la persecución de los migrantes.
Al mismo tiempo, las medidas anti migrantes se están extendiendo a zonas del país dominadas por populistas. Por ejemplo, el gobernador de Texas también ha decretado un toque de queda. Además, la Suprema Corte, dominada por los conservadores, acaba de legalizar la solicitud del gobierno de deportar hacia un tercer país. En este contexto, no se puede descartar una escalada descontrolada de las tensiones, ya que la situación se vuelve cada vez más impredecible e irracional.
La hipocresía sin límites de la burguesía
Por todas partes es evidente la hipocresía total de la clase dominante unida a un profundo cinismo:
– en Estados Unidos, donde la política anti migrante de Trump simplemente sigue el camino ya trazado y desarrollado por sus predecesores demócratas en el gobierno: fue bajo la administración Obama que las medidas para expulsar a los trabajadores indocumentados alcanzaron cifras récord, y fue la administración Biden la que sirvió de modelo por la brutalidad de los métodos de represión, particularmente en 2021 durante las feroces cargas de los guardias fronterizos montados a caballo y de la policía, cerca de la frontera con México;
- en el resto del mundo, especialmente en suelo europeo, adonde masas crecientes de refugiados intentan llegar por todos los medios. Se encontró a algunos perdidos frente a las costas del Mediterráneo, intentando desesperadamente escapar de la pobreza y la guerra tanto en África como en Medio Oriente. Es aquí, nuevamente, en nombre del respeto a la ley y a los acuerdos del espacio Schengen de la Unión Europea, que se practican estas abominaciones, independientemente del gobierno de turno: en Italia, Meloni ha endurecido la legislación anti migrante (multiplicación de centros de detención, retirada de la protección a los solicitantes de asilo, traslado a Albania, incitación a firmar contratos de retorno al país de origen, etc.). En Francia, Macron, quien busca presentarse en el ámbito internacional como un defensor de los derechos democráticos, al mismo tiempo encarga a su ministro del Interior, Retailleau, el trabajo sucio con métodos que rivalizan con los de Trump: así, a mediados de junio, este último movilizó a más de 4,000 hombres (gendarmes, policías, agentes de aduanas y una fuerza armada llamada «Sentinelle») para una vasta operación de control contra la «inmigración ilegal» en nombre de la «tolerancia cero» en la Estación del Norte de París y casi simultáneamente en otros 450 lugares, mientras se congratulaba de haber arrestado y deportado a más de 47,000 «inmigrantes ilegales» desde principios de 2025. Operaciones similares se han lanzado en Alemania. En España, bajo el pretexto de una respetable «política de regularización» del gobierno socialdemócrata de Pedro Sánchez, se registran regularmente actos de barbarie: por ejemplo, recientemente se descubrieron cadáveres de migrantes con las manos y los pies atados en la costa de las Islas Baleares.
La burguesía tampoco ha dejado de explotar a los segmentos migrantes más susceptibles al veneno del nacionalismo. Así, durante las protestas contra las políticas anti migrantes de Trump, los medios de comunicación difundieron con complacencia y amplia difusión imágenes de banderas mexicanas ondeadas por algunos manifestantes.
Todos estos elementos no hacen más que confirmar la trampa tendida por doquier a la clase obrera para alejarla de una respuesta y de una lucha en su propio terreno, utilizando sus debilidades e ilusiones para arrastrarla a un falso dilema entre disturbios populares impotentes y desesperados o unirse a las campañas democráticas de la burguesía.
El proletariado debe por tanto rechazar firmemente los discursos xenófobos y violentos del MAGA, así como los llamados de otras fracciones de la burguesía a defender la democracia bajo pena de sufrir el yugo de la dictadura del capital que sólo puede conducirla hacia cada vez más miseria y barbarie.
¡Sin ilusiones! Defender los intereses de la clase obrera exige rechazar categóricamente ceder ante los cantos de sirena de la burguesía y su defensa de la democracia, que intenta enmascarar tanto el feo rostro de la dictadura del capitalismo como el hedor de su propia podredumbre.
¡A pesar de los obstáculos, el futuro pertenece a la lucha de clases!
A pesar de todas sus debilidades y dificultades, especialmente en Estados Unidos, y a pesar de todos los obstáculos y trampas tendidas por su enemigo de clase, los proletarios han demostrado en los últimos años su capacidad de reacción ante los incesantes y crecientes ataques de la burguesía. Han expresado así que existe otro polo en la evolución de la situación actual, un polo opuesto al descenso a la miseria, la barbarie bélica y la aniquilación hacia la que este sistema moribundo se encamina inexorablemente. En las entrañas de la sociedad madura el mismo grito de ira: «¡Basta!», que se expresa abiertamente en las luchas obreras, de forma aún confusa y fragmentada, pero que proclama por doquier: «¡Ya no aceptamos someternos pasivamente a los ataques y al acelerado deterioro de nuestras condiciones de vida y de trabajo que se nos infligen a diario!»[5]
Esto es lo que ya ocurrió en Estados Unidos en el otoño de 2023 durante las importantes huelgas, casi simultáneas, de las tres principales automotrices, y luego de Boeing, contra los programas de despido o la austeridad[6]. Pero, con la misma importancia, en plena campaña electoral estadounidense a finales de 2024, los trabajadores pudieron movilizarse por motivos de clase, como en el sector hotelero o durante la huelga de casi 50,000 estibadores que duró varios días antes de que la administración Biden le pusiera fin mediante negociaciones apresuradas. Incluso en los últimos meses, bajo la era de «Trump 2», donde se intensificaron los ataques y los recortes presupuestarios masivos, los trabajadores han demostrado que cuentan con una combatividad intacta, especialmente en el sector sanitario: en enero, más de 5,000 enfermeras, parteras y médicos, iniciaron una huelga de 46 días en la red Providence, en el estado de Oregón (la más larga jamás registrada en el sector sanitario de ese estado). En febrero, les tocó a las enfermeras del Centro Médico Universitario de Nueva Orleans liderar una huelga de 48 horas, seguidas por otras 800 en Pensilvania, esta vez de 5 días. En marzo, California se convirtió en un importante foco de agitación social: los empleados de la compañía del transporte del Valle de Santa Clara se declararon en huelga durante 17 días, interrumpidos únicamente por una orden judicial, y poco después, los trabajadores de los hospitales públicos de la misma región se declararon en huelga durante 4 días. A finales de abril, más de 50,000 trabajadores del distrito de Los Ángeles se declararon en huelga, aglutinando a varios sectores (sanidad, servicios sociales, personal de limpieza o de vigilancia de los locales, laboratoristas...) para protestar contra el nuevo contrato laboral que se les impuso.
Esto demuestra claramente que el auge de la ira y la ruptura con la pasividad a nivel internacional, que hemos destacado repetidamente desde 2022, con el cambio de mentalidad subyacente en el proletariado, no son efímeras y continúan. Estas luchas solo pueden crecer ante los embates de la crisis y los ataques que el capitalismo tiene preparados para el futuro.
De esta situación también debe surgir que, en Estados Unidos, como en otros lugares, las huelgas y las luchas contra los efectos de la crisis constituyen el terreno más propicio para el desarrollo de la lucha de clases y el crecimiento de la conciencia de clase. En este contexto, y con la perspectiva de un futuro, ciertamente aún lejano, donde el proletariado habrá desarrollado aún más su fuerza colectiva y recuperado su identidad de clase, así como su capacidad de politizar sus luchas, no cabe duda de que también será capaz de responder a la represión de los migrantes directamente en su terreno de movilización como clase.
Wim, 26 de junio de 2025
[1] “Contra los ataques xenófobos de Trump a la clase obrera y la consigna de «defensa de la democracia» : La clase obrera tiene que desarrollar su propia lucha”, publicado en el sitio web de la CCI (junio de 2025).
[2] Vale la pena destacar la duplicidad de este discurso anti-Trump: no se trata en absoluto de una preocupación por proteger a los trabajadores inmigrantes. Como prueba, es este mismo gobernador quien no dudó en llamar a un contingente aún mayor de la Guardia Nacional (8,000 hombres) a California en 2020 para garantizar el orden público por temor a disturbios en los días posteriores al asesinato de George Floyd.
[3] Cabe señalar que el propio Trump está participando activamente en este enfrentamiento verbal, diciendo que Gavin Newsom está haciendo “un trabajo horrible” e incluso ha amenazado con arrestarlo: “Arrestarlo sería algo bueno”.
[4] Aunque, en realidad, esta asimilación enmascara que la situación y el contexto histórico son totalmente diferentes de un período a otro: el fascismo es consecuencia del aplastamiento físico e ideológico del proletariado en el seno de la contrarrevolución, mientras que el auge del populismo es producto puro del grado de podredumbre de la burguesía durante la descomposición del capitalismo decadente. Sin embargo, la función mistificadora de estas ideologías sigue siendo la misma. Leer nuestro folleto, disponible en francés: “Fascismo y democracia: dos expresiones de la dictadura del capital”
[5] Cf. “Las raíces históricas de la “ruptura” en la dinámica de la lucha de clases a partir de 2022 (Parte 1)”, Revista Internacional nº 173 (marzo de 2025) y más particularmente la parte 1 sobre “la maduración subterránea de la conciencia de clase”.