Submitted by Accion Proletaria on
Attachment | Size |
---|---|
critica_de_lenin_filosofo_de_pannekoek_3a_parte.pdf | 99.8 KB |
“…la revolución le reserva una cátedra de historia antigua a Kautsky…” y otra de filosofía a Harper.
Tras las críticas que le hemos hecho a la filosofía de Harper, queremos demostrar ahora como el punto de vista político que de ella resulta se aleja en los hechos de las posiciones revolucionarias. No hemos querido profundizar sino sencillamente dejar bien claro que todas las críticas de Harper sobre un materialismo mecanicista partían de una exposición bastante justa, aunque demasiado esquemática, del problema del conocimiento humano y de la praxis marxista y revolucionaria, pero desembocaban en su aplicación política, práctica, en un punto de vista mecanicista y vulgar.
Para Harper:
La revolución rusa, en sus manifestaciones filosóficas (crítica del idealismo) fue únicamente una manifestación del pensamiento materialista burgués… típicamente marcada por el medio y las necesidades rusas.
Rusia colonizada, en lo económico, por el capital extranjero, tiene la necesidad de aliarse con la revolución del proletariado occidental “e incluso” dice Harper:
“…Lenin se vio obligado a apoyarse en la clase obrera, y como la lucha de aquel tenía que ser llevada a su extremo, sin miramientos, también él adoptó la doctrina más radicalizada del proletariado occidental1 en lucha contra el capital mundial, o sea, el marxismo”.
Pero añade:
“y como la revolución rusa era una mezcla de las dos características del desarrollo occidental, o sea, de la revolución burguesa en cuanto a sus tareas y de la proletaria en cuanto a su fuerza activa, así pues, la teoría bolchevique que acompañaba la revolución era una mezcla de materialismo burgués en cuanto a sus conceptos básicos y de materialismo proletario en cuanto a la doctrina de la lucha de clases…”
Y se pone Harper a llamar a las concepciones de Lenin y de sus amigos “de marxismo típicamente ruso” … únicamente Plejánov, dice, es quizás el marxista más occidental, aunque no totalmente separado del materialismo burgués.
Si fuera de hecho posible que un movimiento burgués pueda apoyarse en “un movimiento revolucionario del proletariado en lucha contra el capitalismo mundial” (Harper), y que el resultado de esta lucha sea la instauración de una burocracia como clase dominante que ha robado, los frutos de la revolución proletaria internacional, entonces la puerta queda abierta a las conclusiones de James Burnham, según las cuales la tecno-burocracia instaura su poder gracias a la lucha contra la antigua forma capitalista de la sociedad apoyándose en el movimiento obrero, y que el socialismo es una utopía.
No es casualidad si el punto de vista de Harper se reúne con el de Burnham. La única diferencia está en que Harper “cree” en el socialismo y que Burnham “cree” que el socialismo es una utopía. Pero en lo que sí se juntan es en el método crítico, que es totalmente ajeno a un método revolucionario, y objetivo también.
Harper, que se adhirió a la Tercera Internacional, que formó el Partido Comunista holandés, que participó en la IC durante los cruciales años de la revolución, que participó en animar al proletariado de Europa a que apoyará a ese “Estado ruso contrarrevolucionario”, se explica a este respecto diciendo:
“si hubiésemos tenido conocimiento, en aquel entonces, del libro… (Materialismo y Empiriocriticismo de Lenin), habríamos podido predecir...” (el destino de la revolución rusa y del bolchevismo de degenerar en un capitalismo de Estado apoyándose en los obreros).
Se le puede contestar a Harper que ya mucho antes que él, marxistas “clarividentes” habían predicho y habían llegado a las mismas conclusiones que él acerca de la revolución rusa, como Karl Kautsky.
La postura de Kautsky respecto a la revolución rusa quedó lo bastante clara públicamente, con el amplio debate que hubo entre él, Lenin y Rosa de Luxemburgo, como para que ahora tengamos que insistir al respecto, (Lenin: Contra la corriente, El Socialismo y la Guerra, El Imperialismo fase suprema del capitalismo, El Estado y la revolución; Kautsky: La dictadura del proletariado; Rosa Luxemburgo: La Revolución rusa; Kautsky: Rosa Luxemburgo y el bolchevismo).
En la serie de artículos de Kautsky “Rosa Luxemburgo y el bolchevismo” (en Kampf de Viena) publicados en folleto, en francés, en Bélgica en 1922, se puede demostrar ampliamente como en más de un punto, las conclusiones de Harper le son comparables:
”… Y esto (La revolución rusa, de Rosa Luxemburgo), nos pone (Kautsky) en la paradójica postura de tener que defender en esto o aquello a los bolcheviques contra más de una de las acusaciones de Rosa de Luxemburgo...”
Por parte de Kautsky, defender los “errores” de los bolcheviques que Rosa crítica en su folleto, es para defender las consecuencias lógicas de la revolución burguesa en Rusia y poder demostrar que los bolcheviques no podían ir más allá de lo que les permitía el destino del medio ruso, o sea, la revolución burguesa.
Citando algunos ejemplos, digamos que Rosa critica la actitud de los bolcheviques con su consigna y práctica de los pequeños campesinos se apropian individualmente de las tierras cuando al reparto, lo cual desembocaría, según ella, en dificultades impresionantes a causa de la división de las fincas en pequeñas parcelas. Rosa preconizaba, al contrario, la colectivización inmediata de las tierras. Lenin había contestado ya a los argumentos de Kautsky y, desde otro punto de vista, ya había avanzado más (véase el capítulo “Servilismo ante la burguesía con el pretexto del análisis económico” del folleto de Lenin “La revolución Proletaria y el renegado Kautsky”).
Kautsky dice: “…Es lógico que eso (la propiedad parcelaria) haya sido un poderoso obstáculo en el progreso del socialismo en Rusia. Es la marcha de las cosas, que hubiera sido imposible impedir; eso sí, hubiera podido ser instaurada de modo más racional que el de los bolcheviques. Lo cual es precisamente la prueba de que Rusia se encuentra fundamentalmente en la fase de la revolución burguesa. Por esto, la reforma agraria burguesa del bolchevismo lo sobrevivirá, mientras que sus medidas socialistas ya han sido reconocidas por él mismo como incapaces de durar y perjudiciales…”
Ya sabemos que la “agudísima” vista de Kautsky ha sido totalmente invalidado por ese otro sedicente “socialista”, Stalin, el cual ha colectivizado las tierras y “socializado” la industria, cuando la revolución estaba ya totalmente ahogada.
Y ahora veamos una larga muestra de Kautsky sobre el desarrollo del marxismo en Rusia, la cual se acerca curiosamente a la dialéctica de Harper (véase “La revolución rusa” en “Lenin Filósofo”);
“Como les ocurrió a los franceses, los revolucionarios de Rusia heredaron de los reaccionarios la creencia de la importancia ejemplar de su nación sobre las demás naciones…Cuando el marxismo llegó del putrefacto occidente a Rusia, tuvo que luchar enérgicamente contra aquella ilusión y demostrar que la revolución social no podía surgir más que de un capitalismo de desarrollo superior. La revolución hacia la que Rusia iba sería por fuerza y primero una revolución burguesa mediante el mismo modelo seguido en Occidente. Pero a la larga, esa manera de ver les pareció demasiado restrictiva y paralizante a los más impacientes de entre los marxistas, sobre todo a partir de 1905, la primera revolución en que el proletariado ruso había luchado con tanto éxito, infundiendo el mayor entusiasmo en el proletariado de toda Europa.
Entre los más radicales de entre los marxistas rusos se formó desde entonces un matiz particular del marxismo. La parte de la doctrina que dice que el socialismo depende de las condiciones económicas del elevado desarrollo del capitalismo industrial iba a quedar cada día más desvaída para ellos. En cambio, la teoría de la lucha de clases cogía cada día colores más fuertes. Fue esta considerada más y más como la única lucha por el poder político por todos los medios, separada de sus bases materiales. Según este modo de ver las cosas, se llegaría a considerar al proletariado ruso como ser extraordinario, modelo de todo el proletariado mundial. Y los proletarios de los demás países empezarían a creer en él y a saludar al proletariado ruso como guía de todo el proletariado internacional hacia el socialismo. No de resulta difícil explicarse esto. Occidente tenía tras sí a las revoluciones burguesas, y ante sí a las revoluciones proletarias. Pero estas exigían una fuerza que aquel no había alcanzado en sitio alguno. Es así como, en Occidente, nos encontrábamos en una fase intermedia entre dos épocas revolucionarias, lo cual ponía a dura prueba la paciencia de los elementos avanzados en esos países.
Rusia, en cambio, estaba tan atrasada que todavía tenía ante sí a la revolución burguesa, la caída del absolutismo.
Esta tarea no exigía un proletariado tan fuerte como lo exigía la conquista del predominio exclusivo por parte de la clase obrera en Occidente. La revolución rusa se produjo, por lo tanto, más pronto que la del Occidente. Era básicamente una revolución burguesa, pero eso no apareció claramente durante cierto tiempo por el hecho de que las clases burguesas son hoy en Rusia, mucho más débiles aún que lo eran en la Francia de finales del siglo XVIII. Dejando de lado las bases económicas, no considerando más que la lucha de clases y la fuerza relativa del proletariado, podía parecer, durante algún tiempo, que realmente el proletariado ruso era superior al de Europa Occidental y estaba destinado a servirle de guía...” (Rosa Luxemburgo y el bolchevismo. Kautsky).
Harper recoge uno por uno, filosóficamente hablando, los argumentos de Kautsky. Kautsky opone dos concepciones del socialismo. 1) La primera que dice que el socialismo solo es realizable a partir de bases capitalistas avanzadas…(o sea, la suya y la de los mencheviques, que sirvió para criticar la revolución rusa a los socialdemócratas alemanes, entre los cuales estaba un tal Noske…, concepción esta que llevaba realmente a hacer la política capitalista de Estado, apoyándose en “una parte de las masas populares” contra el proletariado revolucionario). 2) otra según la cual la lucha por el poder político “…por todos los medios, separada de su base material…” permitía “incluso en Rusia” construir el socialismo…(la cual sería, deformada a gusto, por la postura de los bolcheviques).
Lo que de verdad decían Lenin y Trotsky era que la revolución burguesa en Rusia no podía hacerse más que gracias a la insurrección del proletariado. Y como la insurrección del proletariado conlleva una tendencia objetiva a desarrollarse a escala mundial, podemos legítimamente esperar, dirían aquellos, que por el nivel de desarrollo de las fuerzas productivas mundiales, la insurrección rusa provocará un movimiento general.
La revolución rusa iba hacia la revolución burguesa si se considera el factor del desarrollo de las fuerzas productivas en Rusia, y la realización del socialismo es muy posible a condición de que la revolución tenga un despliegue mundial. Lenin y Trotsky, y también Rosa, Luxemburgo, pensaban que el grado de desarrollo de las fuerzas productivas en el mundo entero no solo hacía posible el socialismo, sino incluso necesario, al haberse alcanzado una fase que todos ellos nombraban “era de guerras (mundiales) y de revoluciones”, aunque hubiera desacuerdos en cuanto a los factores económicos de esta nueva situación. Por todo ello, para que el socialismo fuera posible, la revolución rusa no debía quedar aislada.
Kautsky contesta, con los mencheviques, que Lenin y Trotsky solo veían en la revolución el factor “voluntarista” de toma del poder gracias a un “golpe” bolchevique, llegando a aquel incluso a comparar el bolchevismo con el blanquismo.
Todos esos marxistas y socialistas han tan “perspicaces” eran los que parece que Harper pone como ejemplo de los que “habían multiplicado las advertencias”, que estaban en contra de “la dirección del movimiento obrero internacional por los rusos”, como Kautsky:
“Que Lenin no había entendido el marxismo como teoría de la revolución proletaria, que no había entendido la naturaleza profunda del capitalismo, de la burguesía, del proletariado en la última fase de su desarrollo, de eso tenemos la prueba inmediatamente después de 1917, cuando el proletariado internacional debía ser conducido a la revolución proletaria por la Tercera Internacional bajo las órdenes de Rusia y cuando las advertencias de los marxistas occidentales se quedaron sin eco…”
Con esos distingos tan sabiondos entre la tan atrasada Rusia y Occidente, entre “marxistas rusos” y occidentales, encontramos ahí todas las críticas de los marxistas “centristas”, emparentados con Kautsky.
Todos, empezando por Kautsky, que reprochan el no haber tenido en cuenta el estado atrasado de la economía rusa. Ahora bien, Trotsky ya había contestado hacía tiempo, ya en 1905, de un modo magistral, a todos esos “honestos padres de familia” (Lenin), de cómo el estado avanzado de la concentración industrial en Rusia, por un lado, y por el otro, su situación atrasada en lo social (atraso de la revolución burguesa), hacían de ella un país sensible a una situación revolucionaria permanente y en el cual la revolución solo podía ser proletaria o no ser.
Harper construye su teoría y su crítica filosófica, basándose en la teoría y en la crítica histórica de Kautsky. Y afirma que a causa de la situación atrasada de la economía rusa y por lo inevitable de la revolución burguesa en Rusia, la filosofía de la revolución rusa estaba obligada, en lo económico, a tomar como referencia el marxismo de primer molde, o sea, el marxismo revolucionario-demócrata-burgués- de Feuerbach, el de “la religión es el opio del pueblo”, (crítica de la religión) y que es lógico que Lenin y sus compañeros nos recogieran el marxismo de segundo molde, o sea, el “dialéctico-revolucionario-proletario”, el de “la existencia social condiciona la conciencia”. Lo que se olvida Harper, y es imposible que no lo sepa, es que la lucha esencial de los bolcheviques estaba dirigida contra todas las corrientes a su derecha en la socialdemocracia, los gubernamentales y los centristas, antes de 1918, y eso en toda la prensa europea y con folletos en todas las lenguas difundidos ampliamente, mientras que “Materialismo y Empiriocriticismo” es una obra que no fue no fue conocida sino muy tarde por un amplio público ruso, traducida aún más tarde en alemán y más todavía en francés, y que casi nadie leyó fuera de Rusia. Y lo que tenemos derecho a preguntarnos y que Harper tendría que demostrar, y que, claro está, ni siquiera lo intenta, es saber en qué medida el espíritu de ”Materialismo y Empiriocriticismo” aparece en aquellos artículos y folletos.
Así que Harper concluye diciendo, como Kautsky, que “a pesar de” la concepción voluntarista de la lucha de clases de Lenin y Trotsky, los cuales querían “hacer que el proletariado ruso llegará a ser el director de orquesta de la revolución mundial”, la revolución estaba fatalmente destinada a ser burguesa, filosóficamente hablando, puesto que Lenin y sus compañeros habían practicado un modo de pensar filosófico-materialista-burgués de Feuerbach (o sea, el Marx de primera hornada).
Eso hace que se junten en su crítica de la revolución rusa Kautsky con Harper en cuanto al fondo del problema y también en cuanto a la forma que le dan a su pensamiento y a su crítica de los bolcheviques, a los que acusan de haber querido dirigir la revolución mundial desde el Kremlin.
Pero hay más, Harper demuestra en su exposición filosófica que Engels no era un materialista dialéctico, sino que seguía profundamente apegado, en sus concepciones en el dominio del conocimiento, a las ciencias de la naturaleza y al materialismo burgués. Esta teoría, para poder ser comprobada, exige una exégesis de Engels que Harper no hace, mientras que Mandolfo, en una obra importante sobre el materialismo dialéctico, aparece querer demostrar lo contrario, lo cual prueba que esta querella no es de hoy. Sea como fuese, creo yo que las jóvenes generaciones podrán ver en las que las han precedido lo que nosotros hemos podido constatar en Lenin o en Engels quienes hacían una crítica de las filosofías de su tiempo partiendo de un mismo nivel de conocimiento científico y demasiado esquemático a veces, mientras que lo que hay que de verdad analizar es su actitud general no en tanto que filósofos, sino comprobar primero si se encuentran en el terreno de la práctica, de su compromiso general, de la praxis según la tesis de Marx sobre Feuerbach.
En ese aspecto, se acerca mucho más a la realidad lo que significó que Sydney Hook dice de la obra de Lenin en “Para comprender a Marx”:
“…lo que es muy raro es que Lenin no se dé cuenta de lo incompatible entre su activismo político y filosofía dinámica de acción recíproca plasmada en el “¿Qué hacer?”, por un lado, y por otro la teoría del conocimiento según una correspondencia absolutamente mecanicista y que defiende con tanta vehemencia en su “Materialismo y Empiriocriticismo”. En esto sigue a Engels palabra por palabra cuando éste afirma que las sensaciones son copias fotográficas, imágenes, reflejos de espejo de las cosas! y que la mente no es activa en el conocimiento. Parece que si creyera que sostener que la mente participa como factor activo en el conocimiento, condicionada por el sistema nervioso y toda la historia pasada, de ello se dedujera que ella crea todo lo que existe, incluso el propio cerebro. y que eso sería idealismo patente, o idealismo implica religión y creencia en Dios
Sin embargo, el paso de la primera a la segunda preposición es algo de lo más inconsecuente En realidad, en el interés de su concepción del marxismo como teoría y práctica de la revolución social, Lenin tuvo que admitir que el conocimiento es algo activo, un proceso en el cual la materia cultura y mente reaccionan recíprocamente unas en otras y que las sensaciones no forman el conocimiento sino una parte de la materia con que trabaja.
Esta fue la postura que Marx tomó en sus “Tesis sobre Feuerbach” y en “La ideología alemana”. Quien considera a las sensaciones como copias exactas del que llevan por sí mismas al conocimiento no puede evitar el fatalismo, el mecanicismo en los escritos políticos, y no en los técnicos, de Lenin no se encuentra rastro alguno de esta epistemología dualista lockeana . El ¿Qué hacer?, como ya hemos visto, lleva en si la aceptación de papel activo del conocimiento de clase en el proceso social. Es sus escritos prácticos sobre problemas concretos de la agitación, revolución y reconstrucción en donde se encuentra la verdadera filosofía de Lenin. (“Para comprender, a Marx”, Sydney Hook)2
El testimonio vivo y la más auténtica expresión de lo que dice Hook y que pone a Harper del lado de los Plejanov-Kautsky es el que da a Trotsky hablando de Plejanov en “Mi vida”:
“Lo que lo hundía (a Plejanov) era precisamente lo que le daba fuerzas a Lenin, o sea la proximidad de la revolución. Plejanov fue el propagandista y el polemista del marxismo, pero no el político revolucionario del proletariado. Cuanto más inminente se volvía la revolución más se sentía que se iba el suelo bajo los pies…”
Se puede, pues, ver que no es la tesis filosófica de Harper lo que es original (es al contrario una puntualización más, venida tras tantas otras), sino sobre todo, la conclusión que saca. Esta es una conclusión fatalista del estilo de la de Kautsky, el cual, en el folleto “Rosa de Luxemburgo y el bolchevismo”, cita una frase que Engels le escribió, por lo visto, en una carta personal: “...los verdaderos fines y no los fines ilusorios de una revolución siempre son realizados tras esa revolución...”
Esto es lo que Kautsky quiere demostrar en su folleto, Eso es lo que Harper consigue demostrar según los que quieren seguirle en su conclusión, en “Lenin Filósofo”. Tras haber combatido el materialismo burgués en Lenin y en Engels, Harper desemboca en una conclusión mecanicista de lo más vulgar sobre la revolución rusa, “producto fatal”, “fin verdadero y no ilusorio”, “…la revolución rusa dio los frutos que tenía que dar, estaba escrito en ..Empiriocriticismo y en las condiciones de desarrollo económicas rusas”, “el proletariado mundial debía servirle de simple tapadera ideológica marxista”, “…la nueva clase en el poder apropiándose lo más naturalmente del mundo, de esta forma de pensar del leninismo, materialismo burgués para ocupar el poder y luchar contra las capas de la burguesía capitalista establecida, las cuales han vuelto a caer en el cretinismo religioso, el misticismo y el idealismo a la vez que se volvían conservadoras y reaccionarias; ese viento fresco, esa nueva filosofía, esa nueva clase capitalista de Estado, de intelectuales y técnicos, recaba su razón de ser en “…Empiriocriticismo” y en el estalinismo y está en auge en todos los países”.
O sea, y resumiendo, es algo así como: el Marx de la primera etapa = al Lenin de Empiriocriticismo = a Stalin.
Esto lo ha entendido muy bien Burnham, sin conocer a Harper. Eso es lo que a muchos anarquistas les gusta repetir, sin entender nada. Cierto es que Harper no lo dice con tanta brusquedad, pero el que deje la puerta abierta a todas las confusiones de los apólogos burgueses y anarquistas de Burnham basta para demostrar las taras inherentes a su “Lenin filósofo”.
Después, cuando se pone a sacar las enseñanzas “proletarias puras” de la revolución rusa (hago notar, de paso, que Harper-Kautsky escriben siempre “la revolución rusa” y escasas veces “la revolución de octubre”, distinción que debe romperles la pluma), separando la acción de la clase obrera rusa y “la influencia burguesa de los bolcheviques”, llega a decir que fue sobre todo en sus huelgas generalizadas, en los soviets (o consejos) “en sí”, que la revolución rusa produjo, en lo que esta es una lección positiva para el proletariado:
1ª el proletariado debe separarse ideológicamente “hombre por hombre” de la influencia burguesa;
2ª debe aprender progresivamente a gestionar por sí solo las fábricas y organizar la producción;
3ª las huelgas generales y los Consejos son las armas exclusivas del proletariado.
Aparece que esta conclusión es de un tipo acabado de reformismo y que es, además, antidialéctica. La separación “hombre por hombre” de la ideología burguesa, además de que si fuera realizable dejaría el socialismo para el final de los tiempos y haría aparecer la doctrina de Marx como un bonito cuento de Hadas para leerles a los críos de proletarios para que tengan ánimos para encarar la vida, además, pues, resulta que estamos en una sociedad burguesa, cuyo carácter social primordial es que cada persona, tomada una por una y en el proletariado mismo, es incapaz de separarse de la ideología burguesa. O sea que esa “idea” no es y no será más que eso, una idea. Muy al contrario, la clase obrera, en conjunto, consigue separarse en determinadas condiciones históricas, cuando choca más violentamente contra el viejo sistema. No hay posible realización del socialismo “persona por persona”, al modo de los antiguos reformistas creían que había que “reformar primero al hombre antes de reformar la sociedad”, cuando de hecho ambos son inseparables. La sociedad cambia cuando la humanidad se pone en movimiento para que cambie. Y el proletariado no se pone en movimiento “hombre por hombre”, sino “como un solo hombre” cuando se encuentra en condiciones históricas especiales.
El que Harper vuelva a repetir, con formas aparentemente nuevas, las viejas pamplinas reformistas, le permite, bajo una palabrería filosófico-dialéctica, escamotear los problemas, que son los ejes principales de la revolución rusa, dejándolos en las mazmorras del olvido de las “razones del Estado rusas”, las cuales sirven últimamente para explicarlo todo, dicho sea de paso. Se trata de la postura de Lenin contra la guerra y de la teoría de Trotsky de la revolución permanente.
Pues sí, señores, Kautsky Harper, se puede dar efectivamente en el clavo cuando se hace una crítica puramente negativa de las teorías filosóficas o económicas de Lenin y de Trotsky, pero no quiere decir que con eso tengan ustedes la patente de posición revolucionaria. En cambio, en sus posiciones políticas, durante la fase crucial de la insurrección de la revolución rusa, sí que eran revolucionarios marxistas Lenin y Trotsky.
No basta, con explicaciones filosóficas, y 20 años después de una batalla en que uno mismo participó como destacado dirigente, decir que uno se ha dado cuenta que aquello no tuvo otro resultado que el estado estalinista, afirmando que éste es el resultado de aquello. Hay que preguntarse también por qué el movimiento obrero internacional apoyó a Lenin y a Trotsky. Y entonces hay que afirmar francamente si el estalinismo es el producto inevitable de aquel movimiento entero.
Eso Harper, igual que Kautsky, es incapaz de decírnoslo, pues en sus posiciones políticas, frente a la burguesía, en la guerra imperialista, o en un período revolucionario en auge, no tienen conceptos que le permitan ni tan siquiera abordar esos problemas, problemas que ni conocen. Así, por ejemplo, saben mucho de Lenin como “filósofo”, o como “jefe de Estado”, pero no conocen al Lenin marxista revolucionario, que en su verdadero rostro, frente a la guerra imperialista, o el de Trotsky frente a la concepción mecanicista del desarrollo capitalista “fatal” de Rusia. No conocen el verdadero rostro de Octubre que no es solo el de las huelgas de masas, ni siquiera solo el de los soviets, soviets a los que Lenin no estaba apegado de manera absoluta, (como lo está Harper), pues aquel opinaba que las formas del poder proletario surgían espontáneamente de su lucha, acompañándola. Y en esto creo yo que Lenin tenía una posición más marxista, incluso en sus errores, pues no estaba apegado a los soviets ni a los sindicatos, ni al parlamentarismo de una manera definitiva, sino de una manera apropiada a un momento de la lucha de la clase.
En cambio, Harper con su apego casi teológico a los consejos, los ha transformado hoy en una forma de cogestión por los obreros dentro del régimen capitalista. Y también en eso ve una especie de aprendizaje del socialismo. Y no es el papel de los revolucionarios el de dar enseñanzas de esa especie. Igual que con el aprendizaje “hombre por hombre” de la teoría del socialismo, la humanidad estaría así condenada a ser una eterna esclava alienada para siempre, con o sin consejos, con o sin “Raden-Komunisten” (comunistas consejistas) y sus métodos de enseñanza del socialismo en régimen capitalista, lo cual no es más que reformismo vulgar, la otra cara de la moneda kautskista.
En cuanto a la lucha de clases “limpia”, “con los medios apropiados” (la huelga, etc.) ya hemos visto los resultados. Es lo mismo que la teoría trotskista del “huelguicultivo”, de los trotskistas actuales y de los anarquistas también, los cuales siguen perpetuando hoy la vieja tradición de los “tradeunionistas” y de los “economicistas”, a los cuales ya en “¿Qué hacer? Lenin criticaba con tanta vehemencia. Para nosotros, la postura antisindical de los “Raden-Kommunisten”, aunque es justa a nuestro entender pero solo desde el punto de vista negativo, no por ello deja de ser falsa “por sí misma”, pues en ella los sindicatos son sustituidos por sus hermanos menores, los soviets, que juegan el mismo papel. Creen que basta con cambiar el nombre para cambiar el contenido. Ya no le llaman partido al partido, ya no les llaman sindicatos a los sindicatos, los sustituyen por organizaciones que tienen las mismas funciones y que se llaman de otra manera. A un gato, pueden ponerle por nombre el “gran Micifuz”, para nosotros será seguirá teniendo la misma anatomía de felino y su misma función en la tierra; pero para algunos, puede ser que se transforme en un mito, encandilados por su misterioso nombre. Por eso, es curioso ver a filósofos, a materialistas “dialécticos” con mentes tan cerradas y miras tan estrechas que intentan que nos traguemos, como si fuera un mundo nuevo, el mundo de sus construcciones mitológicas, queriéndonos dar gato por liebre.
Era bastante normal, en fin de cuentas, que en el pasado un Kautsky no acabará siendo más que un vulgar reformista. En nuestro nuevo mundo, trotskistas, anarquistas y “Raden-Komunisten” se presentan como “revolucionarios auténticos” cuando en realidad son reformistas mucho más bastos que el fino teórico Kautsky.
El que Harper recoja los argumentos clásicos del reformismo burgués, mencheviques y kautskistas (y que más recientemente se encuentre con los puntos de vista de Burnham) contra la revolución rusa es algo que no debe extrañarnos demasiado.
En lugar de intentar sacar de aquella época revolucionaria elecciones como marxista, del mismo modo que Marx y Engels sacaron enseñanzas de la Comuna de París por ejemplo, Harper se empeña en condenar “en bloque” la revolución rusa y el bolchevismo que a ella está ligado, de la misma manera que el blanquismo y el proudhonismo estuvieron ligados a la Comuna de París.
Harper se acerca mucho a la realidad, es verdad, pero si en lugar de empeñarse en condenar a “los bolcheviques como apropiados al medio ruso” se hubiera planteado, sencillamente cuál era el nivel de pensamiento de aquella izquierda de la socialdemocracia de la que todos habían surgido, habría podido sacar conclusiones muy diferentes en su libro. Se hubiera dado cuenta de que ese nivel (incluso entre los más capaces desde el punto de vista dialéctico) no permitía resolver ciertos problemas contra los que chocaba la revolución rusa, entre ellos el del Partido y el Estado, problemas sobre los cuales, en vísperas de la revolución rusa, ningún marxista tenía ideas muy precisas por razones evidentes. Nosotros afirmamos y vamos a procurar demostrarlo, que, en el nivel de conocimientos filosóficos, económicos y políticos en su conjunto, los bolcheviques eran, en 1917, unos de los más avanzados entre los revolucionarios del mundo entero y esto gracias, en parte, a la presencia entre ellos de Lenin y Trotsky. Lo sucedido después no vino a contradecirlos sino en apariencia, pues la causa está en el nivel general del movimiento obrero, lo cual plantea problemas teóricos que Harper no ha querido ni siquiera abordar.
1En un próximo número veremos como uno de los discípulos de Harper, Cannemeyer, acabará haciendo, aunque eso si con lamentos y tristeza, la misma constatación de Burnham sobre el “socialismo como utopía”. Básicamente, con mucha verborrea de añadidura, esa será la conclusión a la que llegará el grupo “Socialisme ou Barbarie” y su mentor Chaulieu (alias Castoriadis en la actualidad, ex “Cardan” NDLT).
2“…la doctrina materialista, escribe Marx, que afirman que los hombres son productos de sus medios y de su educación, los hombres diferentes son productos de medios y educación diferentes, se olvida de que también el medio mismo ha sido transformando por el hombre y que el educador tuvo que ser educado a su vez. Por eso es por lo que aquella separa la sociedad en dos partes, de las cuales una es puesta por encima del conjunto. La simultaneidad de cambios paralelos en el medio y en la actividad humana solo puede ser comprendida racionalmente como práctica revolucionaria…” (según sobre Tesis sobre Feuerbach de Marx y Engels, en la obra citada de S. Hook). Esta cita sirva para contradecir la del “medio específicamente ruso”, de Harper y Kautsky.
Philipe, Internationalisme, 1948.