Informe sobre la lucha de clases: Formación, pérdida y reconquista de la identidad de clase proletaria (2019)

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Revista Internacional, 14 de Julio de 2019

La sociedad capitalista, en la fase final de su declive, está dando a luz a toda una variedad de “crisis de identidad”. La atomización inherente al sistema de producción generalizada de mercancías está alcanzando nuevos niveles, y esto se aplica tanto a la vida social en su conjunto como a las reacciones contra la creciente miseria y opresión generadas por el sistema. Por un lado, grupos e individuos que sufren opresiones particulares son animados a movilizarse como grupos específicos para luchar contra sus opresiones -como mujeres, como homosexuales, como personas transgéneros, como minorías étnicas, etc.- y, frecuentemente, a competir directamente entre sí, como ocurre con la actual confrontación entre activistas transgénero y ciertas ramas del feminismo.  Estas expresiones de "políticas de identidad" son al mismo tiempo adoptadas por la izquierda de la burguesía, hasta llegar a sus más distinguidos académicos y a sus escalones políticos más poderosos (como en el caso del Partido Demócrata de los Estados Unidos).

Mientras tanto, el ala derecha de la burguesía, al tiempo que denuncia superficialmente el ascenso de las políticas de identidad, se levanta en defensa de su propia variante de búsqueda de identidad: la búsqueda de los Verdaderos Hombres amenazados por el espectro del feminismo, la nostalgia de las glorias de la Raza Blanca enfrentada a su disolución por hordas extranjeras.

La búsqueda de estas identidades y comunidades parciales, a veces completamente ficticias, es una medida de la autoenajenación de la humanidad en una época histórica en la que una comunidad humana universal es tanto posible como necesaria para la supervivencia de la especie. Y, sobre todo, como otras manifestaciones de la descomposición social, es el producto de la pérdida de la única identidad cuya afirmación puede llevar a la creación de tal comunidad, también conocida como comunismo: la identidad de clase del proletariado. El reciente movimiento de los "Chalecos Amarillos" en Francia nos ofrece una ilustración gráfica de los peligros que resultan de esta pérdida de identidad de clase: que un gran número de trabajadores, justamente encolerizados por los constantes ataques a su nivel de vida, se movilizan no por sus propios intereses sino detrás de las demandas y acciones de otras clases sociales -en este caso, la pequeña burguesía y una parte de la burguesía misma[1].

La identidad del proletariado es por naturaleza revolucionaria

La explotación de la clase obrera es la piedra angular de todo el edificio del capitalismo. No es, como los defensores de las políticas de identidad argumentan abierta o subrepticiamente, sólo una forma de opresión entre muchas otras. Porque, a pesar de todos los cambios que ha sufrido en los últimos dos siglos, el capitalismo sigue gobernando la Tierra, y por tanto lo que Karl Marx escribió en 1844 sobre la naturaleza revolucionaria del proletariado sigue siendo tan cierto como siempre. Esta es una clase cuya lucha contra el capitalismo contiene la solución a todos los "males particulares" infligidos por esta sociedad.

"Una clase con cadenas radicales, una clase de la sociedad civil que no es una clase de la sociedad civil, una clase que es la disolución de todas las clases, una esfera que tiene un carácter universal por su sufrimiento universal y que no reclama ningún derecho particular porque ningún mal particular, sino el mal en general, se perpetúa en su contra; que no puede invocar ningún título histórico, sino sólo humano; que no se encuentra en una antítesis parcial con las consecuencias sino en una antítesis completa con las premisas del Estado alemán; una esfera que no puede emanciparse a sí misma sin emanciparse de todas las demás esferas de la sociedad y, por lo tanto, emancipar a todas las demás esferas de la sociedad; la cual, en una palabra, es la pérdida completa del ser humano y, por lo tanto, sólo puede ganarse a sí misma a través de la recuperación completa del ser humano. Esta disolución de la sociedad en una clase particular es el proletariado"[2].

En La Sagrada Familia, escrita durante el mismo período, Marx explica que la clase obrera es por naturaleza una clase revolucionaria, incluso cuando no es consciente de ello:

“Cuando los escritores socialistas atribuyen este papel histórico-mundial al proletariado, no es de ninguna manera, como el Criticismo Crítico pretende creer, porque consideran a los proletarios como dioses. Más bien lo contrario. Puesto que en el proletariado plenamente formado la abstracción de toda la humanidad, incluso el semblante de la humanidad, es prácticamente completa; puesto que las condiciones de vida del proletariado resumen todas las condiciones de vida de la sociedad actual en su forma más inhumana; puesto que el ser humano se ha perdido a sí mismo en el proletariado, pero al mismo tiempo no sólo ha adquirido consciencia teórica de esa pérdida, sino que a través de una necesidad urgente -la expresión práctica de la necesidad-, que ya no se puede evitar, ni disimular, y que es absolutamente imperativa, se ve impulsado directamente a rebelarse contra esa inhumanidad: se deduce que el proletariado puede y debe emanciparse a sí mismo. Pero no puede emanciparse sin abolir las condiciones de su propia vida. No puede abolir las condiciones de su propia vida sin abolir todas las condiciones inhumanas de vida de la sociedad actual que se resumen en su propia situación. No en vano pasa por la severa pero fortificante escuela del trabajo. No se trata de lo que tal o cual proletario, o incluso todo el proletariado, considera en cada momento como su objetivo. Se trata de lo que el proletariado es y de lo que, de acuerdo con este ser, históricamente se verá obligado a hacer"[3]

La identidad de clase tiene por tanto una base objetiva que permanece inalterable mientras exista el capitalismo, pero la consciencia subjetiva de "lo que el proletariado es" se ha visto frenada desde hace mucho tiempo por el lado negativo de la condición proletaria: el hecho de que "el ser humano se ha perdido a sí mismo en el proletariado", que ésta es una clase que sufre todo el peso de la auto alienación humana. En obras posteriores Marx explicaría que las formas particulares asumidas por la alienación en la sociedad capitalista -el proceso también conocido como "reificación", el velo de mistificación inherente al intercambio universal de mercancías- hacen particularmente difícil para los explotados comprender la verdadera naturaleza de su explotación y la verdadera identidad de sus explotadores. Por ello, se hace necesaria una "consciencia teórica de esa pérdida" y el socialismo tuvo que volverse científico en sus métodos.  Pero esta consciencia teórica no está en absoluto divorciada de las condiciones reales de trabajo y de su revuelta contra la inhumanidad de la explotación capitalista.

Cuando Marx escribe que la clase obrera "no puede emanciparse sin abolir las condiciones de su propia vida", la llamada corriente de la "comunización" toma esto como que cualquier afirmación de la identidad de clase sólo puede ser reaccionaria, ya que no es más que una exaltación de lo que es el proletariado dentro de la sociedad capitalista, de modo que la revolución comunista exigiría la autonegación inmediata de la clase obrera. Pero esto es perder de vista la realidad dialéctica de la clase obrera como una clase que es a la vez parte de la sociedad capitalista y no de ella, una clase explotada y revolucionaria al mismo tiempo. Insistimos, junto con Marx, que es sólo mediante su autoafirmación, tanto a nivel de sus luchas económicas y sociales, y como el candidato a la dirección política de la sociedad, que el proletariado puede allanar el camino a la disolución real de todas las clases y al "resurgimiento total" de la humanidad. Por eso, este informe se centrará precisamente en el problema de la identidad de clase: desde su desarrollo inicial en la fase ascendente del capitalismo, hasta su posterior pérdida y reapropiación futura.

La formación de la identidad de clase

El proletariado es por definición la clase de la desposesión. Está formado originalmente por la desposesión de la pequeña parcela de tierra del campesino, o de los instrumentos de producción del artesano, y hacinado en los tugurios asolados por la enfermedad de la temprana sociedad industrial. Engels en La Condición de la Clase Obrera en Inglaterra escribe sobre todos los efectos desmoralizadores de este proceso que llevó a numerosos proletarios al alcoholismo y al crimen, sometiéndolos a la más brutal competencia entre sí mismos. Pero Engels rechazó cualquier condena moralista de estas reacciones puramente individuales a su condición y señaló la alternativa que ya estaba tomando forma: la lucha colectiva de los trabajadores por la mejora de su condición a través de la formación de sindicatos, asociaciones educativas y culturales y partidos políticos como los Cartistas - todo esto inspirado en última instancia por la visión de una forma superior de sociedad. La reunión física de los trabajadores en las ciudades y las fábricas fue la premisa objetiva de esta lucha. Esta es una dimensión de la asociación del trabajo que supera el relativo aislamiento del trabajo artesanal y campesino; pero como proceso puramente "sociológico", la maquinaria de la industrialización temprana fue tan brutal y traumática que también podría haber resultado en la producción de una masa indiferente de indigentes, e incluso en la extinción del proletariado a través del hambre y la enfermedad. Era el reconocimiento de un interés de clase común, opuesto al de la burguesía, lo que fue la base real de la identidad de clase inicial del proletariado. La "constitución de los proletarios en clase", como lo expresó el Manifiesto Comunista, era inseparable al crecimiento de la consciencia de clase y de la organización: "y consecuentemente en un partido político", como continúa la frase. La clase obrera no es sólo una clase asociada "en sí misma", no sólo objetivamente: la asociación como premisa para una forma superior de organización social sólo se concreta cuando la dimensión subjetiva, la autoorganización y unificación de la clase en la lucha contra la explotación, se levanta de su lugar en la relación social capitalista.

Pero el proletariado sigue siendo la clase de la desposesión, y esto se aplicaría eventualmente a los mismos instrumentos que había creado para su propia defensa. Los primeros sindicatos y partidos políticos, por un lado, motivados por el entendimiento de que el proletariado no era una clase de la sociedad civil, y por el proyecto de disolver el orden social existente, también estaban atados a la necesidad de que la clase mejorara su suerte dentro del sistema. Y contrariamente a las primeras expectativas de los fundadores del marxismo, este sistema estaba todavía lejos de cualquier "crisis final" o período de decadencia, de modo que cuanto más duradera y más extensamente el proletariado forjara sus organizaciones dentro de la cáscara de la sociedad capitalista, mayor sería el peligro de que estas organizaciones se convirtieran en simples partes de la sociedad civil- se institucionalizaran. Como dijo Engels en 1892: en cierto momento dado, "los sindicatos, que hasta entonces se consideraban invenciones del mismo diablo, ahora eran mimados y patrocinados como instituciones perfectamente legítimas, y como medios útiles para difundir sólidas doctrinas económicas entre los trabajadores"[4] Con la retrospectiva de una más amarga experiencia histórica, sabemos que el camino hacia la revolución no pasó por la construcción gradual de las organizaciones de masas obreras dentro del sistema. Al contrario, cuando vino la verdadera prueba con el comienzo de la decadencia, estas organizaciones, que se habían corrompido lenta pero seguramente por la sociedad y la ideología dominantes, fueron definitivamente recuperadas por la clase dominante para ayudarla a combatir sus guerras imperialistas y a combatir la amenaza de la revolución[5].

Esto no fue ni mucho menos un proceso lineal. Al proletariado se le recordaba constantemente que era en esencia una clase proscrita - una fuerza de la revolución. Sus esfuerzos iniciales para construir las asociaciones más elementales para su defensa fueron reprimidos despiadadamente por la burguesía, que tardó mucho tiempo en comprender que podía transformar y poner en su contra a las propias organizaciones de trabajadores. Además, las condiciones políticas de la Europa de mediados del siglo XIX llevarían al proletariado a luchas abiertamente insurreccionales contra la clase dominante en Europa en al menos dos momentos históricos clave: 1848 y 1871. En Francia, ya patria de la revolución después de la experiencia de 1789-93, la clase obrera tomó las armas contra el Estado y, particularmente en 1871, planteó concretamente el problema de su destrucción y reemplazo por la dictadura del proletariado. Pero los movimientos de clase que apuntaban a un futuro revolucionario no se limitaban a Francia: en Inglaterra, el país de las "reformas graduales", el movimiento huelguístico de 1842 ya reveló los contornos de la huelga de masas que se convertiría en el modo de lucha característico en una época posterior[6] El propio movimiento Cartista entendió su demanda de sufragio universal como una demanda para que la clase obrera tomara el poder político en sus propias manos, y sus métodos no se limitaron a hacer peticiones a la burguesía: también dieron lugar a un ala de "fuerza física" que, en el levantamiento de Newport de 1839, no dudó en armarse contra el régimen existente[7] La formación de la Primera Internacional en 1864, aunque se originó en la necesidad de coordinación internacional de las luchas defensivas, fue otro indicador de que la clase obrera se enfrentaba a los cimientos de la sociedad burguesa - que una identidad de clase realmente consciente de sí misma no se podía acomodar en el marco del Estado-nación.

El miedo que la Internacional y la Comuna de París despertaron en los corazones de la burguesía, así como las condiciones objetivas de la expansión global capitalista en la última parte del siglo XIX, proporcionaron la base para la eventual integración de las organizaciones obreras de masas en la sociedad burguesa y finalmente en el propio aparato estatal. A estos factores se suman las confusiones y concesiones oportunistas que surgieron dentro del propio movimiento proletario, sobre todo la identificación del proletariado con el interés nacional, que la II Internacional, con su estructura federal y sus dificultades para comprender la evolución de la cuestión nacional, nunca fue capaz de superar. Pero el sentido de identidad de clase que surgió durante el largo período de la socialdemocracia, un período en el que el movimiento obrero organizado proporcionó a toda una capa de trabajadores no sólo órganos de defensa económica y actividad política, sino toda una vida social y cultural, de ninguna manera desapareció con la apertura de la época de decadencia capitalista. Al contrario, transmutada en una mistificación hostil al proletariado, "pesaría como una pesadilla en el cerebro de los vivos", y sería asumida en particular por los partidos socialdemócratas y estalinistas con el fin de mantener su control sobre la clase obrera: "La identidad de clase es el reconocimiento por parte del proletariado de que constituye una clase distinta en la sociedad, opuesta a la burguesía y con un papel activo en la sociedad. Sin embargo, esto no significa mecánicamente que se reconozca como la clase revolucionaria en la sociedad. Durante muchos años, la identidad de clase gravitó en torno a la noción de una clase de la sociedad capitalista que aspiraba a tener un nivel de vida decente y gozando de reconocimiento y fuerza social.

Este tipo de identidad fue construida por la contrarrevolución y, en particular, por los sindicatos y el estalinismo, basándose en ciertas debilidades que se remontan a la época de la II Internacional: un obrero manual, combativo, preocupado por sus derechos en la sociedad, reconocido por ella, vinculado a las grandes empresas y a los barrios obreros, orgulloso de su condición de "ciudadano obrero" y encerrado en el universo de la gran familia de trabajadores.

Tal identidad estaba muy ligada a un período preciso: el del apogeo del capitalismo (1870-1914), pero su persistencia en el período de decadencia, donde se verifica la profunda exclusión del proletariado de la sociedad burguesa anunciada por Marx, la ha llevado a convertirse en una gran mistificación que vende una falsa identidad muy peligrosa, llena de ilusiones de integración en la sociedad capitalista, sobre cómo llegar a acomodarse a ella, y esto destruye una verdadera identidad y consciencia de clase. La única identidad posible para el proletariado es la de una clase excluida de esta sociedad y que lleva consigo la perspectiva comunista"[8]

Principales etapas de la desposesión de la identidad de clase en la época de la decadencia

Un texto sobre el balance de fuerzas entre clases adoptado por nuestro órgano central internacional en abril de 2018, citando nuestro Texto de Orientación sobre la Confianza y la Solidaridad[9], esboza dos fases en la historia del movimiento obrero desde 1848. Se centra en el crecimiento y la pérdida de la confianza en sí misma de la clase obrera, pero esta cuestión está estrechamente ligada al problema de la identidad de clase: la clase obrera sólo puede tener confianza en sí misma si es consciente de su propia existencia e intereses.

“Durante la primera fase, que va desde los inicios de su autoafirmación como clase autónoma hasta la oleada revolucionaria de 1917 a 1923, la clase obrera fue capaz, a pesar de una serie de derrotas a menudo sangrientas, de desarrollar de manera más o menos continua su confianza en sí misma y su unidad política y social. Las manifestaciones más importantes de esa capacidad fueron, además de las luchas obreras mismas, el desarrollo de una visión socialista, de una capacidad teórica, de una organización política revolucionaria. Esta acumulación, resultado de un trabajo de decenios y de varias generaciones de proletarios fue interrumpida, incluso destrozada, por la contrarrevolución. Sólo minúsculas minorías revolucionarias fueron capaces de mantener su confianza en el proletariado durante los decenios posteriores. Al poner fin a la contrarrevolución, el resurgir histórico de la clase obrera en 1968 empezó a darle la vuelta a esa tendencia. Sin embargo, las expresiones de confianza en sí y de solidaridad de clase de esta nueva generación proletaria no derrotada permanecieron en su mayor parte arraigadas en las luchas inmediatas. No se basaban todavía, como en el periodo anterior a la contrarrevolución, en una visión socialista ni en una formación política, en una teoría de clase ni en la transmisión de la experiencia acumulada y la comprensión teórica de una generación a otra. En otros términos, la confianza en sí, histórica, del proletariado, y su tradición de unidad activa y de combate colectivo son uno de los aspectos de su combate que más ha sufrido la ruptura de la continuidad orgánica. Igualmente, son los aspectos más difíciles de restablecer ya que dependen, más que muchos otros, de una continuidad política y social vivas. Esto da lugar a su vez a una particular vulnerabilidad de las nuevas generaciones de la clase y de sus minorías revolucionarias”.

Podemos añadir que incluso antes del golpe demoledor de la derrota de la primera oleada revolucionaria, la gran batalla de 1914-18 significó la pérdida de décadas de trabajo paciente en la construcción de sus sindicatos y partidos políticos, una pérdida que ha sido particularmente difícil de aceptar y entender para la clase obrera: incluso entre los revolucionarios que se opusieron a esta traición, sólo una minoría fue capaz de comprender que estas organizaciones habían sido irreversiblemente perdidas para la clase. Posteriormente, con el ascenso del estalinismo, lo que había sido una dificultad de comprensión se convirtió en la base para la construcción de la falsa identidad que ya hemos mencionado, y que hemos desarrollado también en un informe anterior sobre las perspectivas de la lucha de clases. Pero, aunque esta terrible carga heredada del pasado iba a tener un impacto desastroso en el progreso de la oleada revolucionaria -expresada en particular a través de la teoría y la práctica del Frente Unido- este período también arrojó luz sobre la nueva forma de identidad de clase encarnada en la huelga de masas, en la formación de los consejos obreros y en el surgimiento de la Tercera Internacional. Como ya lo había expresado Marx, el proletariado es revolucionario o no es nada: esta identidad de clase redescubierta no era realmente "nueva" sino que simplemente ponía en escena "lo que es el proletariado": en la época de guerras y revoluciones, la clase sólo puede captar su identidad organizándose fuera de todas las instituciones existentes y en antítesis directa con la sociedad capitalista.

Las siguientes décadas de contrarrevolución profundizarían este proceso de desposesión. En la década de 1930 el proletariado se enfrentó a la mayor crisis económica de la historia del capitalismo, la primera crisis económica real de la decadencia. Pero los Partidos Comunistas creados para combatir la traición de 1914 habían abandonado el internacionalismo en favor de la infame teoría del socialismo en un solo país y, a través del Frente Popular, estaban tratando de disolver políticamente a la clase obrera en la nación y prepararla para la guerra. Incluso los sindicatos anarquistas que habían conservado una vida proletaria en España sucumbieron a esta nueva traición[10]. El estallido de la guerra en 1939 no significó, como sostenía Vercesi, la "desaparición social del proletariado" y, por lo tanto, la inutilidad para los revolucionarios de la actividad política organizada. La desaparición social del proletariado es imposible mientras sobreviva el capital, y la formación de minorías revolucionarias obedece a una necesidad permanente dentro de la clase. Pero ciertamente sí significó un nuevo paso en su desorganización política, no sólo a través del terror del fascismo y el estalinismo sino, más insidiosamente, por su incorporación al proyecto de defensa de la democracia. E incluyó la rápida integración de la oposición trotskista en el esfuerzo bélico[11] y la dispersión de sus fracciones de izquierda. El proletariado sí se manifestó al final de la guerra en ciertos países, sobre todo en Italia en 1943, pero contrariamente a las expectativas de una gran parte de la Izquierda Comunista italiana (incluyendo a Vercesi), esto no significó una reversión del curso contrarrevolucionario[12].

La contrarrevolución, tomando formas cada vez más totalitarias, continuó imponiéndose durante el período de prosperidad de la posguerra, mientras que el capital descubrió nuevas formas de socavar el sentido de sí mismo del proletariado. Este fue el período en el que “los sociólogos pudieron comenzar a teorizar el "aburguesamiento" de la clase obrera como resultado de la expansión del consumismo y el desarrollo del Estado del bienestar. De hecho, esos dos aspectos del capitalismo después de 1945 siguen siendo importantes lastres añadidos contra la posibilidad de que la clase obrera se reconstituya como fuerza revolucionaria. El consumismo atomiza a la clase obrera y vende la ilusión de que todos pueden alcanzar el paraíso de la propiedad individual. El providencialismo, que solía ser introducido por los partidos de izquierda presentándolo como conquista de la clase obrera, es incluso un instrumento más revelador de control capitalista; socava la autoconfianza de la clase obrera y la hace depender de la benevolencia del Estado; y más tarde, en una fase de migración masiva, su organización por el Estado-nación significaría que acceder a la salud, a la vivienda y otros beneficios ha acabado siendo un poderoso factor para transformar a los inmigrantes en chivos expiatorios, y de otras divisiones en la clase obrera.[13]

El renacimiento de la lucha de clases después de 1968, que alcanzó su punto más alto con la huelga de masas en Polonia en 1980, refutó la idea de que la clase obrera se había integrado en el capitalismo y nos dio otro destello de su identidad esencial como una fuerza que sólo puede expresarse reventando sus cadenas institucionales. Las huelgas salvajes fuera de los sindicatos, las asambleas generales y los comités de huelga revocables, poderosas tendencias hacia la extensión de la lucha - embriones o expresiones reales de la huelga de masas - renovaron la perspectiva de los consejos obreros. Al mismo tiempo, proporcionó el terreno para un pequeño pero importante renacimiento del movimiento comunista internacional que había estado cerca de desaparecer en los años cincuenta - un requisito previo esencial para la futura formación de un nuevo partido mundial[14].

Y, sin embargo, como argumenta el pasaje arriba citado del texto sobre Confianza y Solidaridad, mientras que Mayo del 68 y los movimientos subsiguientes plantearon la cuestión de una nueva sociedad a nivel teórico, la lucha de clases en su conjunto se quedó en el terreno económico y no fue capaz de crecer hacia una confrontación política con el capitalismo. Los límites del renacimiento proletario contenían las semillas de la nueva fase de descomposición que ha visto al proletariado acercarse a perder su identidad de clase completamente.

La identidad de clase en la fase de descomposición

Para entender por qué, desde finales de los años ochenta, la consciencia del proletariado de sí mismo como fuerza social ha estado en retroceso, es necesario examinar sus diferentes dimensiones por separado para entender cómo operan en conjunto.

Para empezar, una sociedad capitalista cuyas premisas se están empezando a desmoronar, una sociedad en abierta desintegración, una sociedad que ha pasado por décadas de decadencia y que está bloqueada en su evolución, tiende, de forma más o menos automática, a exacerbar la atomización social que ha sido una característica clave de esta sociedad desde sus inicios, como señaló Engels en La Condición de la Clase Obrera en Inglaterra:

“Por mucho que uno sea consciente de que este aislamiento del individuo, este estrecho egocentrismo que es el principio fundamental de nuestra sociedad en todas partes, no hay lugar donde sea tan insolentemente descarado, tan cierto como aquí, en el hacinamiento de la gran ciudad. La disolución de la humanidad en mónadas, donde cada una tiene un principio de vida particular y un propósito separado, esta atomización del mundo se lleva a cabo aquí hasta el extremo"[15]

En la fase final de esta sociedad, la guerra de cada uno contra todos se intensifica a todos los niveles: desde el distanciamiento creciente entre individuos, la competencia violenta entre bandas callejeras que operan a nivel de tal o cual ciudad o vecindario, hasta la lucha frenética entre empresas por su porción en un mercado limitado, pasando por el caos en expansión de la competencia militar entre estados y proto-estados a nivel internacional. Esta tendencia también subyace en la búsqueda de “comunidades” basadas en una identidad restringida a la que nos hemos referido anteriormente, una reacción contra la atomización que sólo sirve para reforzarla a otro nivel. Este desmoronamiento de los lazos sociales funciona continua e insidiosamente en oposición polar al potencial para la unificación de la clase obrera en torno a sus intereses comunes - en otras palabras, a la reconfiguración de la identidad de clase del proletariado.

La burguesía, por supuesto, se ve directamente afectada por este mismo proceso -como hemos señalado en relación con su capacidad para controlar su aparato político, y en la creciente dificultad para mantener alianzas estables a nivel de las relaciones entre Estados. Pero a diferencia de la clase obrera, la burguesía puede, hasta cierto punto, aprovechar los efectos de la descomposición en su favor e incluso reforzarlos. El colapso del Bloque del Este, por ejemplo, fue un ejemplo de primera importancia de los procesos "objetivos" de la descomposición, impulsados por una crisis económica cada vez más profunda e irresoluble[16]. Pero debido a las circunstancias históricas particulares implicados en la formación de este bloque -el resultado de una revolución proletaria derrotada que dio lugar a un sistema aparentemente diferente del capitalismo de Occidente- la burguesía ha sido capaz de dar forma a partir de estos acontecimientos a toda una embestida ideológica contra el proletariado, un ataque a la consciencia de clase que jugó un papel significativo en el reflujo de la lucha a partir de los años noventa[17]. Frente a una clase obrera que, ya en las oleadas de lucha post-68, experimentaba grandes dificultades para desarrollar una perspectiva para su resistencia, las campañas de "la muerte del comunismo" atacaron frontalmente esta dimensión esencial de la consciencia de clase: su capacidad de mirar hacia adelante y de orientarse hacia el futuro. Pero estas campañas no se detuvieron ahí: proclamaron no sólo el fin de cualquier posibilidad de una alternativa al capitalismo, sino también el fin de la lucha de clases y de la clase obrera misma. Al hacerlo, la propia burguesía mostró su determinación por socavar la identidad de clase como medio para combatir la amenaza de la revolución proletaria.

Una tercera dimensión del quebrantamiento de la identidad de clase en el período de descomposición está relacionada con esto: es decir, la insistencia en que la clase obrera es una especie en peligro de extinción o incluso ya extinta está profundamente reforzada por los cambios estructurales que la clase dominante se ha visto obligada a introducir en respuesta a la crisis económica de su sistema -todo lo que transcurre bajo los engañosos encabezados de neoliberalismo y globalización, pero sobre todo el proceso de "desindustrialización" de los centros capitalistas más antiguos. Este proceso estuvo determinado, por supuesto, por la necesidad de abandonar las industrias no rentables y de trasladar el capital a zonas del mundo donde las mismas mercancías podían producirse de forma mucho más barata. Pero siempre hubo un elemento directamente anti obrero en este proceso: la burguesía sabía muy bien, por ejemplo, que al enfrentarse a los mineros en Gran Bretaña y cerrar las minas, no sólo se libraría de una mal adaptación económica importante, sino que también daría un duro golpe a un sector muy combativo de su enemigo de clase. Por supuesto, al trasladar industrias enteras al Lejano Oriente y a otros lugares, la burguesía estaría creando nuevos batallones proletarios para la guerra de clases, pero también tenía un cierto entendimiento de que la clase obrera industrial de los principales centros capitalistas representaba un peligro particular para ella[18]. La clase obrera no se limita al proletariado industrial, pero este sector siempre ha estado en el corazón del movimiento obrero y especialmente de las luchas masivas y revolucionarias del pasado, como lo demuestran, por ejemplo, el papel de la fábrica Putilov en la Revolución rusa, los obreros del Ruhr en la Revolución alemana, los obreros de Renault en la huelga de masas francesa del 68, o los obreros de los astilleros en Polonia en 1980.

Acompañando al cierre de muchas de estas viejas industrias, el capitalismo ha intentado crear un nuevo modelo de clase obrera, especialmente en las industrias de servicios que, en países capitalistas más antiguos como Gran Bretaña, han avanzado más hacia el escenario central de la vida económica. Este modelo es la llamada "gig economy" o economía de “bolos”, cuyos empleados son instados a verse a sí mismos no como trabajadores sino como empresarios individuales que pueden, si se esfuerzan lo suficiente, llegar a ser grandes, que pueden negociar con la empresa individuo por individuo para mejorar sus salarios y condiciones. Una vez más, estos cambios son dictados en última instancia por las necesidades del beneficio capitalista, pero también son aprovechados por la burguesía para impedir que los trabajadores se vean a sí mismos como obreros y como parte de una clase explotada.

Populismo y antipopulismo

Desde nuestro último congreso en abril de 2017 el levantamiento populista ha continuado, a pesar de los esfuerzos de las facciones más centrales de la burguesía por erigir un dique en su contra, como con la elección de Macron en Francia y la "Resistencia" contra Trump orquestada por el partido Demócrata y parte de los servicios de seguridad del Estado en los EE. UU. La fiabilidad de Alemania como barrera a la propagación del populismo se ha visto gravemente debilitada por el ascenso electoral de la AfD (Alternativa para Alemania) y el desarrollo de un movimiento callejero pogromista en lugares como Chemnitz. Las divisiones y la casi parálisis de la burguesía británica sobre el Brexit se han intensificado. La instalación de un gobierno populista en Italia, junto con la creciente oposición de los gobiernos populistas de Europa del Este, ha planteado graves problemas para el futuro de la UE. La amenaza a la unidad del Estado español por parte de las fuerzas del catalanismo y otros nacionalismos no ha sido superada. En Brasil, la victoria de Bolsonaro es un nuevo paso en el ascenso de "líderes fuertes" que abogan abiertamente por el terror de estado contra cualquier oposición a su gobierno. Por último, el fenómeno de los "Chalecos Amarillos" en Francia y en otros lugares muestra la capacidad de los populistas de manifestarse no sólo en el terreno electoral, sino también en las calles, en manifestaciones a gran escala que pueden parecer recoger algunas de las preocupaciones e incluso los métodos de la clase obrera… a la vez que tienen el efecto de confundir aún más el significado de la identidad de clase.

El populismo, con su lenguaje agresivamente nacionalista y xenófobo, su desprecio por las pruebas y la investigación científica, sus teorías conspirativas y su relación casi descubierta con la cruda violencia de las bandas callejeras fascistas es sin duda un producto puro de la descomposición, la señal de que la clase capitalista está, incluso por sí misma, retrocediendo ante el estancamiento histórico entre las clases. Pero mientras emerge como un producto de la decadencia social y tiende a socavar el control de la burguesía sobre todo su aparato político y económico, aquí también la clase dominante puede hacer uso de los problemas creados por el populismo en su guerra permanente contra la consciencia de clase.

Esto es evidente en el caso de aquellas fracciones del proletariado que, sin ninguna perspectiva de resistencia de clase contra el capitalismo y los efectos de su crisis, han sido atraídas directamente a la política populista y han caído en una nueva versión del "socialismo de los tontos": la idea de que su miseria es causada por la creciente ola de inmigrantes y refugiados que serían a su vez las tropas de choque de siniestras élites que pretenden socavar la cultura cristiana, blanca o nacional. Estos delirios se combinan con un apoyo incondicional a los partidos populistas y demagogos que se presentan como una fuerza "anti-élite", como tribunos del "pueblo real". Agarrarse a tales ideas -que también puede llevar a una minoría significativa hacia la práctica del pogromo y el terrorismo- claramente funciona en contra de que estas fracciones recuperen su verdadera identidad como parte de una clase explotada, como una sección de la clase que ha sido "dejada atrás" no por los complots de las conspiraciones antinacionales sino por el impacto implacable de la crisis capitalista global.

Pero, recordando el famoso dicho de Bordiga de que "el peor producto del fascismo es el antifascismo", también debemos señalar que la oposición burguesa al populismo desempeña un papel no menos importante en la estafa ideológica que impide que el proletariado reconozca sus intereses de clase independientes y antagónicos a todas las facciones de la clase dominante. Escribiendo al principio del Folleto de Junius sobre la atmósfera pogromista que invadió Alemania al comienzo de la Primera Guerra Mundial, Rosa Luxemburg señaló que este "aire de Kishinev (Chisináu)... dejó al policía de la esquina como el único representante que quedaba de la dignidad humana". En los EE. UU., la misma apariencia es creada por las declaraciones y prácticas atroces de Trump, de modo que los Demócratas, los Republicanos liberales, los jueces de la corte suprema e incluso el FBI y la CIA empiezan a parecer los tipos buenos. En Gran Bretaña, la aparente dominación de la vida política por una pequeña banda de "Brextremistas", a su vez vinculada al dinero negro e incluso a las maquinaciones del imperialismo ruso, estimula el desarrollo de una oposición de masas al Brexit que, con el estímulo abierto de parte de los medios de comunicación, puede movilizar hasta 750.000 personas en las calles de Londres para convocar un segundo referéndum. Aunque a menudo se ridiculiza como un movimiento de la cortés clase media, tales movilizaciones indudablemente atraen a un gran número componentes de ese proletariado urbano educado que se enfurece con las mentiras de los populistas pero que todavía no es capaz de separarse de las facciones liberales y de izquierdas de la burguesía.

En resumen: el conjunto del debate político tiende a ser monopolizado por las cuestiones de pro y anti-Trump, pro y anti-Brexit, etc., un debate totalmente circunscrito por la ideología patriótica y democrática. La oposición burguesa a Trump se presenta a sí misma como la Verdadera América no menos que lo hacen Trump y sus partidarios, y condena a la actual administración sobre todo por su violación de las normas democráticas; de forma parecida, en el Reino Unido, el debate es siempre sobre los verdaderos intereses de "nuestro país", y ambos lados de la contienda se presentan como el lado interesado en la democracia y la voluntad del pueblo.  Esta misma polarización puede observarse en las "guerras culturales" que han alimentado el auge del populismo: como hemos señalado anteriormente, el populismo es en sí mismo una forma de política de identidad, que se erige en defensor de los intereses exclusivos de tal o cual nación o grupo étnico, y se embarca en una batalla que se refuerza mutuamente con todas las demás formas de política de identidad, ya se trate de las bandas islamistas que sirven para desviar la cólera de un determinado estrato de jóvenes proletarios descontentos atrapados en guetos urbanos, o de las campañas más izquierdistas que se inclinan en torno a las cuestiones de raza y género. Esta polarización es una expresión real de una sociedad en desintegración y cada vez más dividida, pero, frente al proletariado, el capitalismo decadente muestra su carácter totalitario, en la medida en que esta misma polarización ocupa el terreno social y político y tiende a bloquear el surgimiento del debate o la acción en el terreno del proletariado.

El peligro del nihilismo y el potencial para un redescubrimiento de la identidad de clase

El mundo capitalista en descomposición necesariamente engendra estados de ánimo apocalípticos. No puede ofrecer a la humanidad ningún futuro y su potencial de destrucción a una escala que desafía la imaginación se ha hecho cada vez más evidente para amplias capas de la población mundial. Las manifestaciones más extremas de este sentimiento de que el mundo en el que vivimos está en sus últimas etapas se expresan en las mitologías distorsionadas del yihadismo islámico o del survivalismo cristiano de derechas, pero éste es un estado de ánimo mucho más general. Los informes cada vez más inquietantes de los comités científicos sobre el cambio climático, la destrucción de especies y la contaminación tóxica de todo tipo se han sumado a la sensación de perdición: si los científicos dicen que tenemos 12 años para prevenir una catástrofe medioambiental, se sobreentiende que los gobiernos y las empresas del mundo no harán casi nada para poner en práctica las medidas que propugnan estos informes, por miedo a desafilar el filo competitivo de las economías nacionales. De hecho, con el advenimiento de los gobiernos populistas, la negación del cambio climático se vuelve cada vez más histérica ante los peligros reales a los que se enfrenta el mundo, y opta por el vandalismo puro, la retirada de los acuerdos internacionales y la eliminación de todos los límites a la explotación de la naturaleza, como en el caso de Trump en los EE. UU. y Bolsonaro en Brasil. Si a esto se añade el hecho de que la guerra imperialista se está volviendo más caótica e impredecible mientras que un número creciente de Estados tienen acceso a armas nucleares, no es de extrañar que el nihilismo y la desesperación estén aún más extendidos que en el período de la Segunda Guerra Mundial, a pesar de la proximidad de la sombra de Auschwitz e Hiroshima y de la amenaza de guerra nuclear entre los dos bloques imperialistas.

El nihilismo y la desesperación surgen de una sensación de impotencia, en la pérdida de la convicción de que existe cualquier alternativa posible al escenario de pesadilla que está preparando el capitalismo. Tiende a paralizar la reflexión y la voluntad de actuar. Y si la única fuerza social que podría plantear esta alternativa es prácticamente inconsciente de su propia existencia, ¿significa esto que el juego está terminado, que ya se ha alcanzado el punto de no retorno?

Ciertamente reconocemos que cuanto más tiempo esté el capitalismo hundiéndose en la descomposición, más estará socavando los cimientos de una sociedad más humana. Una vez más, esto queda claramente ilustrado por la destrucción del medio ambiente, que está llegando a un punto en el que puede acelerar la tendencia a la desintegración completa de la sociedad, una condición que no favorece la autoorganización y la confianza en el futuro que se requiere para hacer la revolución; e incluso si el proletariado llega al poder a escala mundial, se enfrentará a una gigantesca labor no sólo para arreglar el desorden legado por la acumulación capitalista, sino para revertir una espiral de destrucción que ya se ha puesto en marcha.

Pero también sabemos que la desesperación también distorsiona la realidad, genera pánico, por un lado, negación por el otro, y no nos permite pensar claramente sobre las posibilidades que todavía están disponibles para nosotros. En varios documentos recientes presentados en congresos y reuniones de su órgano central, la CCI ha examinado una serie de desarrollos objetivos que han tenido lugar (o más bien continuado) en las últimas décadas y que podrían actuar a favor del proletariado. Los más importantes de estos desarrollos son:

  • El crecimiento del proletariado a escala mundial, que hemos tendido a negar en el pasado, impulsado en particular por el extraordinario crecimiento de la industria en China y otros países del este y del Pacífico. La idea planteada por algunos sociólogos de que vivimos en una sociedad "postindustrial" se muestra totalmente ridícula cuando vemos que, más que nunca, la sociedad capitalista se presenta "como una inmensa acumulación de mercancías"; y que el núcleo de todo esto, esta frenética construcción, producción y distribución, sigue siendo llevada a cabo por el ser humano, a pesar del rápido avance de la robotización. El capitalismo sin el proletariado es pura ficción. Al mismo tiempo, hemos visto una creciente proletarización de innumerables trabajos 'profesionales' y no industriales.
  • Este crecimiento económico, por muy frágil que sea su base, se ha globalizado cada vez más, precisamente debido a su conexión con las modernas tecnologías de la comunicación, una cadena internacional que se resiste constantemente a los límites de las fronteras nacionales y obliga al capitalismo a organizarse a escala internacional. La tendencia actual hacia el proteccionismo nacionalista está tratando de invertir esta tendencia, pero es significativo que la mayoría de sus proponentes sean en realidad incapaces de romper sus vínculos con el capital global "desarraigado". En Gran Bretaña, por ejemplo, los principales financistas del Brexit (como Aaron Banks, cuyos fondos offshore están actualmente bajo investigación legal) son todos especuladores en el escenario mundial, y lo mismo ocurre con Trump y algunos de sus partidarios más comprometidos. Y estas tendencias han producido una clase obrera cada vez más internacional en su forma y en sus actividades cotidianas: el uso de Internet para coordinar las redes de producción globales, el "movimiento de mano de obra" a través de las fronteras que necesariamente acompaña al movimiento del capital, etc. Esta es una fracción de la clase que también está altamente cualificada, a menudo con formación universitaria, y que tiene una resistencia más "natural" al populismo y al racismo.
  • Estos desarrollos en la forma del proletariado también incluyen una creciente incorporación de la mujer al trabajo asociado - en las industrias de salud y cuidados en el oeste, en las de comunicaciones en la India, por ejemplo, o en las fábricas de Bangladesh y China. Esto proporciona la base objetiva para superar las divisiones de género en la clase y para entender que la opresión sexual de la mujer, y otras formas de opresión sexual, son en su raíz un problema para la clase, un obstáculo pernicioso para su unificación. Al mismo tiempo, la participación de las mujeres proletarias en la lucha de clases siempre ha sido un potente elemento en el desarrollo de su dimensión moral.
  • Los desarrollos tecnológicos -en términos marxistas, el desarrollo de las fuerzas productivas- son también, potencialmente, un factor para reconocer la obsolescencia del modo de producción capitalista. En el proceso de producción, el crecimiento de los ordenadores y robots bajo el capitalismo genera desempleo por un lado y sobrecarga de trabajo por otro, pero su posible uso para liberar a la humanidad del trabajo tedioso también se hace cada vez más evidente. Al mismo tiempo, el uso de la tecnología digital en las esferas de la distribución, el pago y las finanzas insinúa la posibilidad de que la estructura en sí misma de la mercancía esté en bancarrota, que la tecnología podría utilizarse simplemente para medir la distribución en función de las necesidades. Esto ha dado lugar a varias teorías utópicas "postcapitalistas" que se engañan al pensar que tales desarrollos llegarán automáticamente a través del uso de la tecnología en sí misma[19], pero que sin embargo expresan una realidad creciente predicha por Marx: que “el capital ha sobrevivido más allá de sí mismo”
  • La obsolescencia de la forma de mercancía, de la producción de valor, se expresa sobre todo en lo que es quizás el "factor objetivo" más crucial de todos: la crisis económica. Es la incapacidad del capital para ir más allá de sí mismo, por sí mismo, el factor subyacente de la actual crisis de la civilización; y cuando las contradicciones que surgen de esta situación histórica se hacen más abiertas, tienden a revelar a la clase explotada la necesidad de un nuevo modo de producción. La crisis de 2008 -aunque la forma que tomó (una crisis crediticia que golpeó a los proletarios más como ahorradores individuales que como parte de una clase colectiva) y los medios utilizados para superarla (la inyección de altas dosis del mismo veneno que la causó) no favorecieron un desarrollo masivo y global de la consciencia de clase- sigue siendo, sin embargo, una prueba de la vulnerabilidad y obsolescencia inherentes al sistema, que se dirige hacia convulsiones aún mayores en el futuro. Se avecinan grandes nubes de tormenta sobre la economía mundial y no cabe duda de que la creciente incapacidad de la clase dominante para dominar las contradicciones económicas del sistema y, por lo tanto, la creciente necesidad de ataques frontales a las condiciones de trabajo y de vida, siguen siendo un factor potencial clave en el resurgimiento de la lucha de clases y de una más extendida autoconsciencia proletaria.
  • La necesidad de un desarrollo a nivel subjetivo: Pero debemos tener en cuenta que estos factores objetivos, si bien son necesarios para la recuperación de la identidad y la consciencia de clase, no son suficientes en sí mismos, y que hay otros factores que operan en contra de la realización del potencial que contienen. Así, las nuevas generaciones de trabajadores industriales en Asia han mostrado a menudo altos niveles de militancia (por ejemplo, huelgas masivas en la industria textil en Bangladesh), pero carecen de las largas tradiciones políticas del proletariado occidental, incluso aunque estas hayan sido enterradas en gran medida. La integración de las mujeres en los centros de trabajo, cuando la consciencia de clase es baja, ha ido acompañada a menudo por un aumento del acoso. Y también hemos visto (indudablemente en los años 30, pero también hasta cierto punto después de 2008) que la crisis económica puede, en determinadas circunstancias, convertirse en un factor de desmoralización y de atomización individual más que de movilización colectiva.

La clase obrera es la clase de la consciencia. A diferencia de la revolución burguesa, su revolución no se basa en una acumulación paulatina de riqueza y poder económico. Sólo puede acumular experiencia, tradición de lucha, métodos de organización, etc. En resumen, el elemento subjetivo es crucial si se quiere aprovechar y realizar un potencial objetivo.

Este potencial subjetivo no puede medirse en términos inmediatos. La relación de las fuerzas de clase existe históricamente y podemos decir que, aunque el tiempo no esté de su parte, aunque la descomposición se esté convirtiendo en una amenaza creciente y la clase obrera esté experimentando dificultades considerables en su salida de su actual retroceso, globalmente la clase no ha sido aplastada desde 1968 y por lo tanto sigue siendo un obstáculo para el pleno descenso a la barbarie; por lo tanto, retiene el potencial para superar al sistema en su conjunto.... Pero sólo podemos seguir afirmándolo si examinamos cuidadosamente las expresiones más inmediatas de rebelión contra el orden social. Y estas no están ausentes:

Con respecto a las luchas abiertas de la clase, veremos dos ejemplos recientes:

1. En Gran Bretaña, en los últimos dos años hemos visto pequeñas pero significativas huelgas de trabajadores de la economía de ‘bolos’, como se narra en este artículo de World Revolution:

“Uno de los temores sobre los obreros en trabajos muy precarios y ocasionales, con una gran proporción de inmigrantes entre ellos, es que no podrán luchar, y que solo existe entre ellos una presión competitiva frente a la bajada de salarios. A empresas como Uber y Deliveroo les gusta decir que sus trabajadores son autónomos (por lo que no reciben salario mínimo, vacaciones o baja por enfermedad). La reciente huelga en Deliveroo, que se extendió a los conductores de UberEats, ha respondido a ambas cuestiones. Definitivamente son parte de la clase obrera, y definitivamente son capaces de luchar para defenderse.

Amenazados con un nuevo contrato que cambiaría de un pago por hora más un bono por cada entrega (£7 y £1) al pago sólo por cada entrega, a pesar de su aparente aislamiento mutuo y sus precarias circunstancias, los trabajadores de reparto de Deliveroo organizaron reuniones para llevar a cabo su lucha, una manifestación de ciclomotores y bicicletas por las calles de Londres, y una huelga de 6 días. Insistieron en la negociación colectiva contra la "oferta" del director en funciones de hablar con ellos individualmente. Al final se retiró la amenaza de que perderían sus puestos de trabajo si no firmaban el nuevo contrato, pero este está siendo probado por aquellos que sí lo han firmado. Una victoria parcial.

Algunos trabajadores de reparto de UberEats fueron a las reuniones de Deliveroo. Se enfrentan a condiciones similares, ya que se les da falsamente la condición de autónomos; los salarios han caído, por lo que apenas ganan el salario mínimo, sin un salario garantizado, y sólo reciben 3,30 libras esterlinas por reparto. Después de una huelga salvaje, un trabajador fue despedido (o "desactivado" ya que no está protegido por la ley de empleo), subrayando el coraje que necesitan los trabajadores que luchan en industrias tan precarias..."[20]

Más recientemente, en octubre, los trabajadores de una serie de tiendas de comida rápida en varias ciudades del Reino Unido - Macdonalds, TGI Fridays y JD Witherspoon- junto con los conductores de UberEats, se declararon en huelga juntos y se unieron en sus piquetes y manifestaciones. Como dice el artículo de WR, estas acciones se basan en el reconocimiento de que los empleados de estas empresas forman en efecto parte de un cuerpo social colectivo y no son sólo individuos aislados. También fue significativo que estas huelgas involucraran a muchos trabajadores inmigrantes junto con los nacidos en el Reino Unido, a la vez que algunas de las acciones en marcha se coordinaron con huelgas en las mismas empresas en Europa. Al mismo tiempo, según la BBC, "las huelgas se llevan a cabo para coincidir con la huelga industrial por el pago de salarios de los trabajadores de comida rápida en Chile, Colombia, Estados Unidos, Bélgica, Italia, Alemania, Filipinas y Japón"[21]

La noción del 'precariado' aplicada a estos trabajadores implica que se trata de una nueva clase, pero el empleo precario siempre ha sido parte de la condición de la clase obrera. En cierto modo, los métodos de la "economía de bolos", con trabajadores cada vez más frecuentemente empleados a muy corto plazo y de forma ocasional, nos remontan a los días en que los trabajadores de la construcción o de los puertos hacían cola para ser contratados día a día.

Los intentos de los trabajadores de diferentes empresas y países de unirse es una afirmación de la identidad de clase contra el "nuevo modelo" mencionado anteriormente, y demuestra que ningún sector de la clase, por muy disperso y oprimido que esté, es incapaz de luchar por sus intereses. Al mismo tiempo, el hecho de que estos trabajadores hayan sido en gran medida ignorados por los sindicatos tradicionales ha dejado un espacio a formas más radicales de sindicalismo: en el Reino Unido, organizaciones semi-sindicalistas como la IWW, el Sindicato de Trabajadores Independientes de Gran Bretaña (IWGB) y Voces Unidas del Mundo (UVW) se han aprovechado rápidamente de esto y se han convertido en la principal fuerza "organizadora" de los trabajadores. Esto es probablemente inevitable en una situación en la que no existe un movimiento de clase general, pero la influencia de estos sindicatos radicales atestigua la necesidad de contener una radicalización genuina entre una minoría de trabajadores.

2. Luchas contra la economía de guerra en Oriente Medio

Las huelgas y manifestaciones que estallaron en julio en muchas partes de Jordania, Irak e Irán, descritas en varios artículos recientes en nuestra web[22], fueron una respuesta directa de los proletarios de la región a las miserias infligidas a la población por la economía de guerra. Las demandas planteadas por las protestas se centraron con fuerza en cuestiones económicas básicas: escasez de agua y atención sanitaria, salarios de pobreza o salarios no pagados, desempleo, lo que demuestra que estos movimientos comenzaron en un terreno de clase. También erigieron una serie de consignas políticas que tienden a afirmar los intereses del proletariado contra los intereses de la clase dominante y sus guerras: en Irán, por ejemplo, tanto las facciones "fundamentalistas" como las "reformistas" de la teocracia fueron vistas en el mismo bando y las pretensiones imperialistas del régimen iraní se ridiculizaron con frecuencia; en Irak, los manifestantes gritaron que no eran ni sunitas ni chiítas; y "no solo los edificios municipales y gubernamentales han sido el blanco de los ataques de los manifestantes, sino que también lo han sido las instituciones chiítas, desmintiendo su hipócrita "apoyo" a la oleada de protestas. La delegación del populista "radical" al-Sadr para reunirse con los manifestantes fue atacada y despedida - esto fue mostrado en vídeo en las redes sociales"[23].

Incluso más importante, en el otoño de 2018 hubo una serie de huelgas obreras muy combativas en la industria iraní, con algunas expresiones claras de solidaridad entre diferentes empresas, como en el caso de los trabajadores del acero de Foolad y los trabajadores azucareros de HaftTappeh. Esta última lucha también se hizo muy conocida internacionalmente a través de la celebración de asambleas generales y las declaraciones de un líder clave de la huelga, Ismail Bakhshi, sobre su comité de huelga como una especie de soviet embrionario. Esto ha sido retomado por varios elementos del medio político proletario para dar a entender que los consejos obreros estaban en la agenda inmediata en Irán, lo cual creemos que está lejos de ser el caso. Otras declaraciones de Bakhshi muestran que hay serias confusiones sobre la autogestión incluso entre los trabajadores más avanzados[24]. También es un hecho que algunas de las consignas de las primeras protestas callejeras tenían un carácter nacionalista e incluso monárquico. A pesar de estas profundas debilidades, seguimos considerando que esta oleada de lucha en Irán fue una expresión importante del potencial intacto de la lucha de clases. Con la guerra convirtiéndose en una realidad permanente para cada vez más secciones de la clase, estos movimientos recuerdan no sólo el antagonismo absoluto entre el proletariado y el conflicto imperialista, sino también una consciencia embrionaria de este antagonismo, expresada tanto en algunas de las consignas proclamadas como en la simultaneidad internacional de estos movimientos en Irán, Irak y Jordania.

La propagación de la indignación social

Estos ejemplos no se presentan como prueba de un renacimiento global de la lucha de clases, ni siquiera del final de su reflujo, lo que en cualquier caso requeriría el surgimiento de importantes movimientos de clase en los países centrales del sistema. En estos países, la situación social se caracteriza todavía más por la ausencia de grandes luchas en el terreno proletario. Por otra parte, hemos visto una serie de protestas que expresan una indignación creciente contra la brutalidad y la destructividad de la sociedad capitalista. En los Estados Unidos en particular, hemos visto acciones directas en los aeropuertos contra la detención y expulsión de viajeros de países musulmanes; grandes manifestaciones tras los tiroteos policiales contra jóvenes negros en una serie de ciudades: Charlotte, St Louis, Nueva York, Sacramento…, y la movilización masiva de jóvenes tras el tiroteo en la escuela secundaria Marjory Stoneman Douglas de Parkland, Florida. El cambio climático y la destrucción del medio ambiente son también un factor que provoca protestas, en particular las huelgas escolares organizadas en muchos países bajo el paraguas de "Jóvenes por el Clima" o las protestas de Rebelión contra la Extinción (XR) en Londres... Del mismo modo, la indignación por el trato paternalista y violento contra las mujeres -no sólo en países "atrasados" como la India, sino en las llamadas "democracias liberales"- también se ha expresado en las calles en lugar de limitarse a los foros de Internet.

Sin embargo, dada la pérdida general de la identidad de clase, es muy difícil evitar que este tipo de protestas caigan en las trampas de la burguesía, en mistificaciones en torno a las políticas de identidad y el reformismo, y por lo tanto sean manipuladas directamente por facciones burguesas de izquierda y democráticas. El fenómeno de los Chalecos Amarillos también muestra el peligro de que la clase se pierda aún más en movimientos interclasistas dominados por la ideología del populismo y el nacionalismo.

Es sólo recuperando el sentido de sí misma como clase, a través del desarrollo de la lucha en su propio terreno, como toda la energía y la furia legítima que hoy se canaliza en direcciones estériles o nocivas podrá ser mañana `recuperada' por el proletariado. La dinámica del movimiento de Indignados en 2011 demuestra que se trata de algo más que de un vago deseo. Motivado por cuestiones "clásicas" de la clase obrera -desempleo, inseguridad laboral, el impacto de la crisis de 2008 en el nivel de vida- este fue un movimiento que también planteó preguntas sobre el futuro de la humanidad en un sistema que muchos de sus participantes consideraban "obsoleto". En consecuencia, organizó todo tipo de debates sobre la moral, la ciencia, el medio ambiente, cuestiones de sexo y género, etc. En este sentido, revivió claramente el espíritu de Mayo del 68 al plantear la cuestión de una alternativa a la sociedad capitalista. Esta era una expresión de un movimiento proletario que había empezado a entender que contiene la respuesta a "males particulares" así como a "el mal en general". Mostró que la lucha de clases debe extenderse no sólo a los sectores más amplios de la economía capitalista, sino también a las esferas de la política y la cultura[25].

No obstante, el problema sigue siendo que si bien los Indignados eran en esencia un movimiento del proletariado, compuesto en gran parte por empleados, semi -empleados, desempleados, universitarios y estudiantes de secundaria, la mayoría de sus protagonistas se veían a sí mismos sobre todo como ciudadanos y, por lo tanto, eran particularmente vulnerables a la ideología de "Democracia Real Ya" y a otros izquierdistas que trataban de arrastrar el movimiento asambleario hacia su incorporación a un régimen parlamentario reformado[26]. Había, por supuesto, una significativa ala proletaria (en su sentido político más que sociológico) del movimiento que veía las cosas de manera diferente, pero permaneció como una minoría y parece haber dado a luz a una minoría aún más pequeña de elementos que se han acercado a la política revolucionaria. El "problema de identidad" del movimiento de Indignados se acentuó aún más en 2017, cuando muchos de los que se habían indignado genuinamente contra el futuro ofrecido por el capitalismo cayeron en el fraude del nacionalismo, en particular de su versión catalana.

Una de las debilidades clave del movimiento fue su falta de conexión entre el movimiento en las calles y plazas y las luchas en los centros de trabajo, y esta brecha es algo que las luchas futuras tendrán que superar. Hemos visto atisbos de esto en los recientes movimientos en Oriente Medio, y quizás más explícitamente en las huelgas de los trabajadores metalúrgicos en Vigo en 2006[27]. Porque, así como ganar las calles es esencial para reunir a los trabajadores de diferentes sectores, así como a los desempleados, el movimiento en los centros de trabajo es clave para recordar a todos los que están en la calle que son parte de una clase que tiene que vender su trabajo al capital.

Esta conexión también será importante para resolver el problema de la organización unitaria de los futuros movimientos masivos: el problema de los consejos obreros. En los movimientos revolucionarios del pasado, los consejos obreros tendían a surgir de la centralización de las asambleas generales en las grandes unidades industriales. Sin duda, esto seguirá siendo un factor importante en las regiones en las que todavía existen unidades de este tipo (Alemania, por ejemplo) o en las que se han desarrollado en los últimos tiempos (China, el subcontinente indio, etc.). Pero dada la importancia de los antiguos centros de la lucha de clases, sobre todo en Europa, que han estado sometidos a un largo proceso de desindustrialización, es posible que los consejos surjan de una reunión de asambleas celebradas en lugares de trabajo centrales como hospitales, universidades, almacenes, etc., y de reuniones masivas celebradas en calles y plazas donde los trabajadores de centros de trabajo más dispersos, los desempleados y los empleados precarios puedan unificar sus luchas.

El hecho de que gran parte de la población haya sido proletarizada por el impacto combinado de la crisis y de los cambios de "piel" de la clase obrera implica que las asambleas basadas en unidades territoriales más que en unidades industriales conservarán un carácter obrero, incluso aunque existe evidentemente el peligro de la influencia de la pequeña burguesía y otros estratos en tales formas de organización. Tales dilemas nos llevan a la cuestión de la autonomía de la clase y su relación con el estado de transición en la revolución del futuro, ya que la clase obrera, habiendo redescubierto su identidad como fuerza social revolucionaria, tendrá que mantener esta identidad autónoma política y organizativamente durante el período de transición, hasta que todos se hayan convertido en proletarios y por lo tanto ninguno sea proletario[28].

También es probable que esta identidad revolucionaria recientemente recuperada tome una forma más directamente política en el futuro: en otras palabras, que la clase se defina a sí misma a través de una creciente adhesión a la perspectiva comunista, en particular porque la profundidad de la crisis social y económica habrá minado las ilusiones en cualquier posible "vuelta a la normalidad" del capitalismo en descomposición. Vimos una señal de esto en la aparición del ala proletaria en el movimiento de Indignados: su carácter proletario se basaba no tanto en su composición sociológica, sino en su lucha por defender la autonomía de las asambleas y una perspectiva general de transformación social contra los diversos recuperadores de izquierda. El partido del futuro bien podría surgir a través de la interacción entre estas grandes minorías proletarias y las organizaciones políticas comunistas. Por supuesto, la fragilidad del medio existente de la Izquierda Comunista significa que no hay garantías de que este encuentro se lleve a cabo. Pero podemos decir que la aparición de nuevos elementos que gravitan hoy hacia la Izquierda Comunista -algunos de ellos muy jóvenes- es una señal de que el proceso de maduración subterránea es una realidad y que continúa a pesar de las dificultades muy evidentes de la lucha de clases. Aunque entendemos que el partido del futuro no será de ninguna manera una organización de masas que busque abarcar a toda la clase en su conjunto, esta dimensión de la politización de la lucha pone de manifiesto lo que es profundamente cierto en la frase marxista clásica: "constitución de los proletarios en clase y, por tanto, en partido político".

(28.12.18)

 

[1] Movimiento de los "chalecos amarillos": contra los ataques de la burguesía, el proletariado debe responder de manera autónoma, en su propio terreno de clase

https://es.internationalism.org/content/4375/movimiento-de-los-chalecos-amarillos-contra-los-ataques-de-la-burguesia-el-proletariado

[2] Introducción a la Crítica a la filosofía del derecho de Hegel https://www.marxists.org/espanol/m-e/1844/intro-hegel.htm

[4] Introducción a la edición inglesa de La condición de la clase obrera en Inglaterra https://www.marxists.org/espanol/m-e/1840s/situacion/situacion.pdf

[5] Ver en nuestra Plataforma Política el punto VII Los sindicatos: órganos del proletariado ayer, instrumentos del capital hoy, https://es.internationalism.org/cci/201211/3550/plataforma-de-la-cci-adoptada-por-el-ier-congreso

[6] Historia del movimiento obrero en Gran Bretaña, Parte 2: El Cartismo y la huelga general de 1842 (en inglés, World Revolution) https://en.internationalism.org/wr/304/chartism-1848. Sobre la noción de Huelga de masas ver Huelga de masas, partido y sindicatos, de Rosa Luxemburgo,  https://www.marxists.org/espanol/luxem/06Huelgademasaspartidoysindicatos_0.pdf

[7] Este movimiento había sido precedido por el levantamiento de Merthyr de 1831, que, se podría argumentar, estaba mejor organizado y tuvo más éxito, incluso aunque los trabajadores sólo pudieron tomar el poder en una ciudad y sólo por un breve momento. También fue el primer momento registrado en que los trabajadores marcharon bajo la bandera roja

[8] De un Informe sobre las perspectivas de la lucha de clases, Diciembre de 2015

[9] Revista Internacional n° 111, 2002 Texto de orientación sobre la confianza y la solidaridad https://es.internationalism.org/revista-internacional/200911/2695/texto-de-orientacion-sobre-la-confianza-y-la-solidaridad-i

[10] Ver la Serie sobre la CNT: La CNT : Nacimiento del sindicalismo revolucionario en España (1910-1913) https://es.internationalism.org/revista-internacional/200703/1322/historia-del-movimiento-obrero-la-cnt-nacimiento-del-sindicalismo- ;La CNT ante la guerra y la revolución (1914-1919) https://es.internationalism.org/revista-internacional/200705/1903/historia-del-movimiento-obrero-la-cnt-ante-la-guerra-y-la-revoluci ;El sindicalismo frustra la orientación revolucionaria de la CNT (1919-23), https://es.internationalism.org/revista-internacional/200708/2002/historia-del-movimiento-obrero-el-sindicalismo-frustra-la-orientac ; La contribución de la CNT a la instauración de la República española (1923-31) https://es.internationalism.org/revista-internacional/200711/2068/historia-del-movimiento-obrero-la-contribucion-de-la-cnt-a-la-inst ;El fracaso del anarquismo para impedir la integración de la CNT en el Estado (1931-1934), https://es.internationalism.org/revista-internacional/200802/2189/historia-del-movimiento-obrero-el-fracaso-del-anarquismo-para-impe ; El antifascismo, el camino a la traición de la CNT (1934-36) https://es.internationalism.org/revista-internacional/200806/2278/historia-del-movimiento-obrero-el-antifascismo-el-camino-a-la-trai

[11] Para comprender la traición del trotskismo ver El trotskismo contra la clase obrera https://es.internationalism.org/cci/200605/911/el-trotskismo-contra-la-clase-obrera

[12] Para ver lo que es la Izquierda Comunista consultar La izquierda comunista y la continuidad del marxismo https://es.internationalism.org/cci/200510/156/la-izquierda-comunista-y-la-continuidad-del-marxismo ; sobre la diferencia entre Izquierda Comunista y la Oposición de Izquierdas (que daría lugar al trotskismo) ver ¿Cuáles son las diferencias entre la Izquierda Comunista y la IVª Internacional? https://es.internationalism.org/cci-online/200706/1935/cuales-son-las-diferencias-entre-la-izquierda-comunista-y-la-iv-internacional

[14] Ver La renovación de la Izquierda Comunista: uno de los aportes clave de Mayo 68 https://es.internationalism.org/content/4344/la-renovacion-de-la-izquierda-comunista-uno-de-los-aportes-clave-de-mayo-68

[15] Del capítulo titulado ‘Las Grandes Ciudades’ https://www.marxists.org/espanol/m-e/1840s/situacion/situacion.pdf (pág. 66)

[16] Ver Tesis sobre la crisis económica y política en los países del Este, /content/3451/tesis-sobre-la-crisis-economica-y-politica-en-los-paises-del-este

[18] Ver El proletariado de Europa Occidental en una posición central de la generalización de la lucha de clases https://es.internationalism.org/revista-internacional/200604/855/el-proletariado-de-europa-occidental-en-una-posicion-central-de-la-

[19] Ver por ejemplo el libro de Paul Mason: Post Capitalismo, una Guía para nuestro Futuro, y su crítica por la CWO (en inglés) https://www.leftcom.org/en/articles/2016-02-21/post-capitalism-via-the-internet-according-to-paul-mason-%E2%80%93-dream-or-reality

[20] Deliveroo, UberEats: Luchas de trabajadores precarios e inmigrantes (CCI en inglés) https://en.internationalism.org/content/14136/deliveroo-ubereats-struggles-precarious-and-immigrant-workers

[21] Huelga por salarios de trabajadores de McDonald’s, UberEats y Wetherspoon (BBC Noticias, en inglés) https://www.bbc.com/news/business-45734662

 

[22] Lucha de clases en la economía de Guerra de Jordania (https://es.internationalism.org/content/lucha-de-clases-en-la-economia-de-guerra-de-jordania ); Iraq: brotes de lucha contra la economía de guerra (https://es.internationalism.org/content/4338/iraq-brotes-de-lucha-contra-la-economia-de-guerra) ; Internationalist Voice y las protestas en Oriente Medio (CCI en inglés: https://en.internationalism.org/content/16599/internationalist-voice-and-protests-middle-east )

[24] Respuesta a Internationalist Voice sobre las huelgas en Irán (CCI en inglés: https://en.internationalism.org/content/16684/response-internationalist-voice-strikes-iran )

[25] Ver nuestra hoja internacional 2011: de la indignación a la esperanza, /content/3349/2011-de-la-indignacion-la-esperanza

[26] Ver nuestra denuncia en Movimiento ciudadano ¡Democracia Real Ya!: dictadura del Estado contra las asambleas masivas https://es.internationalism.org/cci-online/201106/3118/movimiento-ciudadano-democracia-real-ya-dictadura-del-estado-contra-las-asamb

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