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Proseguimos la rúbrica sobre la oleada revolucionaria mundial de 1917-23 iniciada en Revista Internacional nº 139 ([1]).
El objetivo que teníamos era “tratar de reconstruir aquella época mediante un estudio de los testimonios y relatos directos de los protagonistas. Hemos dedicado muchas páginas a la Revolución en Rusia y en Alemania, por ello, publicaremos trabajos sobre experiencias menos conocidas de los diferentes países, todo ello, con el objetivo de dar una perspectiva mundial, pues cuando se conoce un poco aquella época resulta sorprendente la multitud de luchas, el eco tan amplio que tuvo la Revolución de 1917.”
Entre 1914-23 el mundo conoció la primera manifestación de la decadencia del sistema capitalista. Tomó la forma de una guerra mundial que abarcó toda Europa y extendió sus repercusiones por el mundo, provocando unos 20 millones de muertos. Y esa matanza indiscriminada no acabó por la voluntad de los gobernantes sino a causa de una oleada revolucionaria del proletariado internacional a la que se unió un buen número de explotados y oprimidos del globo y cuya punta de lanza fue la revolución rusa de 1917.
Actualmente estamos viviendo otra nueva manifestación de la decadencia capitalista. Esta vez, toma la forma del enorme cataclismo de una crisis económica (que a su vez se ve agravada por una fuerte crisis medioambiental, la prolongación de las guerras imperialistas localizadas y una alarmante degradación moral). En un buen puñado de países ([2]) estamos viendo erguirse contra sus efectos las primeras tentativas de respuesta –todavía muy limitadas– por parte de proletarios y oprimidos. Se hace indispensable sacar lecciones de aquella primera oleada revolucionaria (1917-23), viendo tanto lo común con la situación actual como lo diferente. Las luchas futuras tendrán mucha más fuerza incorporando las lecciones de aquella experiencia.
La agitación que sacudió Brasil entre 1917-19 constituye junto con los movimientos en Argentina (1919), la expresión más importante en América del Sur de la oleada revolucionaria mundial concomitante con la Revolución Rusa.
En esta agitación influyeron tanto la situación en Brasil como la situación mundial –la guerra– y particularmente la solidaridad con los obreros rusos y las tentativas de seguir su ejemplo. No surgió de la nada, pues Brasil fue teatro de la maduración tanto de las condiciones objetivas y subjetivas en el curso de los 20 años precedentes. El propósito de este artículo es analizar a nivel del subcontinente brasileño tanto esa maduración como la eclosión de acontecimientos que se suceden entre 1917-19. No pretendemos establecer conclusiones definitivas y estamos abiertos a un debate que precise las cuestiones, los datos y los análisis. Realmente existe poco material sobre aquella época. Los documentos en los que nos hemos basado serán citados en notas adjuntas.
1905-1917: explosiones periódicas de lucha en Brasil
La evolución de la situación mundial en el curso del primer decenio del siglo xx se manifiesta en 3 planos:
- la larga etapa de apogeo del capitalismo está tocando a su fin. En palabras de Rosa Luxemburg estamos ya “del otro lado del punto culminante de la sociedad capitalista” ([3]);
- la eclosión del imperialismo como expresión del choque creciente entre las diferentes potencias capitalistas cuyas ambiciones tropiezan con los límites de un mercado mundial, completamente repartido aunque desigualmente entre ellas, y cuya salida, según la lógica capitalista, no puede ser otra que una guerra generalizada;
- la explosión de luchas obreras bajo nuevas formas y tendencias que expresan la necesidad de dar respuesta a la nueva situación: es la época del estallido de la huelga de masas cuya mayor expresión fue la Revolución Rusa de 1905.
En ese contexto, ¿Cuál era la situación en Brasil? No podemos desarrollar aquí un análisis de la formación del capitalismo en este país. Bajo la dominación portuguesa, se desarrolló a partir del siglo xvi una poderosa economía de exportación basada primero en la extracción del “palo del Brasil” ([4]) y desde principios del siglo xvii en el cultivo de la caña de azúcar. Se trataba de una extracción/producción esclavista, pues pronto fracasó la explotación de los indios por lo que desde mediados del siglo xvii se trajeron por millones negros africanos. Tras la independencia (1821), en el último tercio del siglo xix la producción de café y de caucho como primer producto de exportación reemplazó al azúcar como principal rubro exportador, acelerando el desarrollo capitalista y provocando la inmigración masiva de trabajadores que venían de países como Italia, Alemania, España etc. Estos proporcionaron mano de obra para una industria que comenzaba a despuntar y, por otro lado, eran encaminados a la colonización del vasto territorio en gran medida inexplorado.
Una de las primeras manifestaciones del proletariado urbano tuvo lugar en 1798 con la famosa Conjura Bahiana ([5]), una rebelión protagonizada sobre todo por sastres que, aparte de reivindicaciones gremiales, reclamaba la abolición de la esclavitud y la independencia del Brasil. Durante el siglo xix los pequeños núcleos proletarios impulsan la lucha por la República ([6]) y la abolición de la esclavitud, se trata evidentemente de reivindicaciones en el marco del capitalismo pero que animan su desarrollo y preparan así las condiciones futuras para la revolución proletaria.
La oleada migratoria de finales de siglo modifica notablemente la composición del proletariado en Brasil ([7]). Como respuesta a unas condiciones de trabajo insostenibles –jornadas de 12 y 14 horas, salarios de hambre, viviendas infrahumanas ([8]), duras medidas disciplinarias que incluían castigos corporales– las huelgas empiezan a surgir desde 1903, siendo las más significativas las del textil en Río (1903) y la de Santos (el puerto paulista) en 1905 que se extendió de forma directa hasta hacerse general.
La revolución rusa de 1905 produjo una gran impresión. En el primero de Mayo de 1906 se le dedican numerosos mítines. En São Paulo hubo un acto masivo en un teatro, en Río de Janeiro una concentración en la plaza pública, en Santos una reunión en solidaridad con los revolucionarios rusos.
Simultáneamente, se producen los primeros encuentros entre minorías revolucionarias –mayoritariamente inmigrantes– que fundarán en 1908 la Confederação Operaria Brasileira (COB) que agrupa a organizaciones de Río, Santos y São Paulo, tiene una marcada orientación anarcosindicalista y se inspira en la CGT francesa ([9]). La COB propuso la celebración del Primero de Mayo, realizó una gran labor de cultura popular (principalmente de arte, pedagogía y literatura) y organizó una enérgica campaña contra el alcoholismo que hacía estragos entre los trabajadores.
En 1907, la COB lanzó la consigna de la jornada de 8 horas. Las huelgas se multiplicaron desde principios de mayo en la región paulista. Las movilizaciones tuvieron éxito: los picapedreros y los carpinteros obtuvieron una reducción de jornada. Pero pronto esta oleada refluyó a lo que contribuyó el fracaso de la huelga de los estibadores de Santos por la jornada de 10 horas, la entrada en una fase recesiva de la economía a fines de 1907, la omnipresente represión policial que llenaba las cárceles de obreros huelguistas y la expulsión de inmigrantes activos.
El retroceso en las luchas abiertas no significó el retroceso de las minorías más conscientes que se consagraron a un debate sobre las principales cuestiones que se discutían en Europa: la huelga general, el sindicalismo revolucionario, las causas del reformismo... La COB que las agrupaba realizó actividades de orientación internacionalista. Lanzó una campaña contra la guerra entre Brasil y Argentina. Igualmente se movilizó contra la pena de muerte decretada por el gobierno español contra Ferrer i Guardia ([10]).
El estallido en agosto de 1914 de la Primera Guerra Mundial llevó a una fuerte movilización de la COB con los anarquistas a la cabeza. En marzo de 1915 se creó en Río una Comisión Popular de Agitación contra la Guerra y en São Paulo una Comisión Internacional contra la Guerra. En ambas ciudades se organizaron el Primero de mayo de 1915 manifestaciones contra la guerra donde se daban vivas a la Internacional de los trabajadores.
Los anarquistas brasileños trataron de enviar delegados a un congreso contra la guerra que debía celebrarse en España ([11]) y ante el fracaso de ese intento, organizaron en octubre de 1915 un Congreso Internacional por la Paz que tuvo lugar en Río de Janeiro.
En este congreso participaron anarquistas, socialistas, sindicalistas y militantes de Argentina, Uruguay y Chile. Se adoptó un manifiesto dirigido al proletariado de Europa y América llamando a “derribar las cuadrillas de potentados y asesinos que mantienen a los pueblos en la esclavitud y el sufrimiento” ([12]), este llamamiento solamente podía ser puesto en práctica por el proletariado pues solo de él “podía partir una acción decisiva contra la guerra, pues él es quien proporciona los elementos necesarios a los conflictos bélicos, fabricando todos los instrumentos de destrucción y muerte y proporcionando el elemento humano para servir de carne de cañón” ([13]). El congreso acordó una propaganda sistemática contra el nacionalismo, el militarismo y el capitalismo.
Estos esfuerzos se vieron acallados por la agitación patriótica favorable al compromiso de Brasil en la guerra. Numerosos jóvenes de todas las clases sociales se alistaron voluntarios en el ejército, se desató un clima de defensa nacional que hacía que las posturas contra el nacionalismo o simplemente críticas fueran brutalmente reprimidas por grupos de voluntarios patriotas. 1916 fue muy duro para el proletariado y los internacionalistas que se vieron aislados y acosados.
La Comuna de São Paulo julio 1917
Sin embargo, esta situación no duró mucho tiempo. Las industrias se habían desarrollado especialmente en la región de São Paulo aprovechando el lucrativo negocio que suponía el suministro de todo tipo de mercancías a los dos bandos beligerantes. Pero esta prosperidad apenas repercutía positivamente sobre la masa trabajadora. En São Paulo era descarnadamente visible la existencia de dos “Sao Paulos”: uno minoritario de casas lujosas y calles con todos los inventos procedentes de la Europa de la Belle Epoque y otro mayoritario de barrios insalubres inundados por la miseria.
Como había prisa por sacar los máximos beneficios, los empresarios incrementaron brutalmente la presión sobre los trabajadores: “En Brasil, era creciente el descontento del proletariado debido a las condiciones abusivas del trabajo en las fábricas, semejantes a las del inicio de la Revolución Industrial en Inglaterra: jornadas de 14 horas, sin fiestas, sin descanso semanal remunerado, se comía al lado de las máquinas; los salarios eran insuficientes y su abono irregular; no había ninguna asistencia social o de salud; estaban prohibidas las reuniones y la organización de los obreros; éstos carecían absolutamente de derechos y no existía ninguna indemnización por los accidentes de trabajo” ([14]). Para colmo se había desatado una fuerte inflación que afectaba sobre todo a los productos básicos. Todo esto provocó que la indignación y el descontento empezaran a hacerse visibles, estimulados por las noticias que empezaron a llegar de Europa sobre la revolución de febrero en Rusia. En mayo estallan varias huelgas en Río de Janeiro destacando la de la fábrica textil de Corcovado. El 11 de mayo, 2500 personas logran reunirse en la calle con la intención de dirigirse a dicha fábrica a expresar su solidaridad pese a la prohibición expresa de reuniones obreras hecha unos días antes por el jefe de policía. La policía les cierra el paso y se producen violentos enfrentamientos.
A principios de julio estalla una huelga masiva en el área de São Paulo que será conocida como “la Comuna de São Paulo”. Su motivación inicial era la intolerable carestía de la vida y, sobre todo, algo que expresaba un rechazo a la guerra: en muchas fábricas, la patronal había impuesto una “contribución pro-patria” que consistía en un descuento suplementario en el salario para apoyar a Italia. Esto fue rechazado por los trabajadores de la factoría textil Cotonificio Crespi que exigieron un aumento salarial del 25 %. La huelga se extendió como una mancha de aceite a los barrios industriales de São Paulo: Mooca, Bras, Ipiranga, Cambuci… Más de 20 mil trabajadores se unieron a ella. Un grupo de mujeres redactó una octavilla que repartió a los soldados donde se decía “No debéis perseguir a vuestros hermanos de miseria. También pertenecéis a la masa popular. El hambre reina en nuestros hogares y nuestros hijos piden pan. Para sofocar nuestras reclamaciones los patronos cuentan con las armas que os han entregado”.
Una brecha pareció abrirse en el frente obrero, cuando los trabajadores de Nami Jaffet aceptaron volver al trabajo al concedérseles un aumento salarial del 20 %. Sin embargo, en los días siguientes se produjeron incidentes que llevaron a la continuación de la huelga: el 8 de julio, una multitud de obreros congregados a las puertas de Cotonificio Crespi salió en defensa de dos menores que iban a ser prendidos por soldados de caballería. Vino la policía y se produjo una batalla campal. Al día siguiente hubo un nuevo choque a las puertas de la fábrica de cerveza Antarctica. Los obreros tras desbordar a la policía se dirigieron a la fábrica textil Mariángela consiguiendo que ésta fuera desalojada por sus obreros. En los días siguientes nuevas fábricas y talleres se incorporaron a la lucha.
El 11 de julio se supo del fallecimiento de un obrero zapatero golpeado hasta morir por la policía. Fue la gota que colmó el vaso, “la noticia de la muerte del operario, asesinado en las inmediaciones de una fábrica de tejidos de Bras se vivió como un desafío a la dignidad del proletariado. Actuó como una violenta sacudida emocional que sacudió todas las energías. El entierro de la víctima fue una de las más impresionantes demostraciones populares jamás vistas en São Paulo” ([15]), se produjo una impresionante manifestación de duelo con más de 50 mil asistentes. La multitud, terminado el entierro, se dividió en dos cortejos, uno fue a la casa del obrero asesinado en Bras donde se celebró una Asamblea al término de la cual una multitud asaltó un almacén de pan, la noticia corrió como la pólvora y en numerosos barrios se multiplicaron los asaltos a almacenes de alimentos.
El otro cortejo se dirigió a la Praça da Se donde se celebró otra asamblea en la que varios oradores tomaron la palabra para animar a la continuación de la lucha. Los asistentes decidieron organizarse en varios cortejos que se dirigieron a los distintos barrios industriales donde lograron cerrar nuevas empresas y convencieron a los trabajadores de Nami Jaffet para que volvieran a la huelga.
La determinación y la unidad de los obreros creció de forma espectacular: en la noche del 11 y durante todo el día 12, se organizaron asambleas en los barrios obreros donde se decidió formar Ligas Obreras con la decidida contribución de militantes anarquistas. El 12 se puso en huelga la fábrica de gas y los tranvías se paralizaron. Pese a la ocupación militar la ciudad estaba completamente tomada por los huelguistas.
En el “otro São Paulo” los huelguistas eran dueños de la situación, la policía y el ejército no podían entrar, hostigados por multitudes distribuidas en barricadas levantadas en puntos estratégicos donde se produjeron violentos enfrentamientos. Paralizados los transportes y suministros, fueron los huelguistas quienes organizaron la provisión de alimentos dando prioridad a los hospitales y a las familias obreras. Se organizaron patrullas obreras para evitar robos y saqueos y alertar a los vecinos de incursiones de la policía o el ejército.
Las ligas obreras de barrio junto con delegados elegidos por algunas fábricas en lucha y miembros de las distintas secciones de la COB, establecieron reuniones para unificar las reivindicaciones, lo que desembocó el día 14 en la formación de un Comité de Defensa Proletaria que propuso 11 reivindicaciones, siendo las principales la libertad de todos los detenidos y un aumento del 35 % para los salarios inferiores y del 25 % para los demás. Un sector influyente de empresarios comprendió que la represión no bastaba y que era necesario hacer algunas concesiones. Un grupo de periodistas se ofreció de mediador con el gobierno. El propio 14 tuvo lugar una asamblea general de más de 50 mil asistentes que llegaron en cortejos masivos hasta converger en el antiguo hipódromo de Mooca donde se decidió reanudar el trabajo si las reivindicaciones eran aceptadas. El 15 y el 16 se produjeron numerosas reuniones entre los periodistas y el gobernador así como con un comité que reunía a los principales empresarios. Estos aceptaron un aumento general del 20 %, mientras que el gobernador ordenó la inmediata libertad de los detenidos. El día 16 numerosas asambleas acordaron la vuelta al trabajo. Una gigantesca concentración de 80 mil personas celebró lo que se consideraba una gran victoria. Hubo aún varias huelgas aisladas en julio y agosto para forzar a empresarios reticentes a aplicar lo acordado.
La huelga de São Paulo provocó la solidaridad inmediata en industrias del estado de Río Grande do Sul y de Curitiba, donde se produjeron manifestaciones masivas. El eco solidario tardó sin embargo en llegar a Río, una empresa de muebles se paralizó por una huelga el 18 de julio –cuando la lucha había terminado en São Paulo– y poco a poco se extendió a otras empresas de tal manera que el 23 de julio había ya 70 mil huelguistas de diferentes sectores. La burguesía desplegó una violenta represión: cargas contra las manifestaciones, detenciones, cierre de organismos proletarios. Sin embargo, tuvo que hacer algunas concesiones que llevaron a la finalización de la huelga el 2 de agosto.
La Comuna de São Paulo tuvo una gran repercusión en todo Brasil pese a que no logró extenderse. Lo primero que destaca en ella es que sigue plenamente las características que Rosa Luxemburg viera en la Revolución Rusa de 1905 y que definen la nueva forma de lucha obrera en la decadencia capitalista. Una huelga que no ha sido preparada por una estructura organizativa previa sino que es producto de una maduración de la conciencia, de la solidaridad, de la indignación, de la combatividad, en las filas obreras; que crea en su propio curso su organización directa de masas y que sin perder su carácter económico desarrolla rápidamente su carácter político a través de la afirmación de una clase que se enfrenta abiertamente con el Estado. “La huelga general de julio de 1917 no se puede decir que fuera una huelga preparada, una huelga organizada según los moldes clásicos seguidos por los delegados de los sindicatos junto con la Federación Obrera. Fue una huelga que irrumpió a partir de la desesperación en la que se encontraba el proletariado paulista, sujeto a salarios de hambre y a un trabajo extenuante. Se vivía un estado de sitio con las asociaciones obreras cerradas por la policía, sus puertas lacradas, una vigilancia severa y permanente sobre todos los elementos considerados “agitadores peligrosos del orden público”” ([16]).
Aunque como vamos a ver a continuación, el proletariado brasileño protagonizaría nuevas luchas animado por el triunfo de la revolución de octubre en Rusia, la Comuna de São Paulo constituyó el momento culminante de su participación en la oleada revolucionaria mundial de 1917-23. No surgió del impulso directo de la Revolución de Octubre sino que más bien contribuyó a generar las condiciones mundiales que la prepararon. En efecto, entre julio y septiembre de 1917 asistimos junto con la huelga paulista a la huelga general de agosto en España, huelgas masivas y rebeliones de soldados en Alemania en septiembre, lo que llevaría a Lenin a insistir en la necesidad de que el proletariado tomara el poder en Rusia pues “es indudable que las postrimerías de septiembre nos han aportado un grandioso viraje en la historia de la revolución rusa y, al parecer, de la revolución mundial” ([17]).
El efecto llamada de la Revolución Rusa
Volviendo a la situación en Brasil, pese a la agitación social, la burguesía seguía empeñada en entrar en la guerra mundial. No es que tuviera intereses económicos o estratégicos directos, pero le movía el objetivo de “ser alguien” en el concierto imperialista mundial, hacer una demostración de poderío para hacerse respetar por los demás buitres nacionales. Apostó además por el que se perfilaba como bando vencedor –el de la Entente (Francia y Gran Bretaña) que acababa de recibir el apoyo decisivo de Estados Unidos– y, de esa forma, aprovechó el bombardeo de un navío brasileño por un buque alemán para declarar la guerra a Alemania.
La guerra necesita el embrutecimiento de la población, convertida en un populacho que actúa irracionalmente. Para ello se organizaron comicios patrióticos en todas las regiones. Los huelguistas de una fábrica textil de Río fueron convencidos directamente por el presidente de la República –Venceslau Brás– para que depusieran su actitud. Algunos sindicatos colaboraron organizando “batallones patrióticos” para alistarse en la guerra. La iglesia declaró la guerra “Santa Cruzada” con los obispos inflamando sus homilías de ardor patriótico. Simultáneamente, todas las organizaciones obreras eran puestas fuera de la ley, sus locales cerrados, feroces y constantes campañas de prensa caían sobre ellas tildándolas de “extranjeros sin entrañas”, “fanáticos del internacionalismo alemán” (sic) y otras lindezas.
Pero esta violenta campaña nacionalista guerrera tuvo un impacto limitado ya que se vio rápidamente contrarrestada por el estallido de la Revolución Rusa que tuvo un efecto electrizante sobre sectores del proletariado brasileño, especialmente en grupos anarquistas que asumieron de manera entusiasta la defensa de la revolución rusa y de los bolcheviques,. Uno de ellos, Astrogildo Pereira, reunió sus escritos en un opúsculo aparecido en febrero de 1918 –A Revolução Rusa e a Imprensa– donde defendía que “los maximalistas ([18]) rusos no se han apoderado de Rusia. Ellos son la inmensa mayoría del pueblo ruso, único señor verdadero y natural de Rusia. Kerenski y su bando se habían apoderado indebidamente de Rusia”. Este autor defendía igualmente que “se trataba de una revolución de tipo libertario que abre el camino al anarquismo” (ídem.).
El “efecto llamada” de la Revolución de Octubre operó en Brasil primero a nivel de la maduración de la conciencia y no tanto provocando una nueva explosión de luchas. El reflujo inevitable tras la cota alcanzada con la Comuna de São Paulo, la comprobación de que pese a la fuerza desplegada apenas se habían logrado algunas mejoras, todo ello, junto con la presión ideológica patriótica que suponía la movilización para la guerra, habían llevado a una cierta desorientación acompañada por una búsqueda de respuestas que las noticias de la Revolución Rusa estimuló y aceleró.
Este proceso de “maduración subterránea” –en apariencia los obreros están pasivos pero en realidad una corriente de dudas, preguntas y también algunas primeras respuestas, les atraviesa– acabó cristalizando en luchas. En agosto de 1918 estalló la huelga de Cantareira (compañía que aseguraba la navegación entre Río de Janeiro y Niteroi). En julio, la empresa subió el sueldo a los empleados terrestres. El personal marítimo, sintiéndose discriminado, se declaró en huelga. Pronto empezaron las muestras de solidaridad especialmente en Niteroi. La policía a caballo dispersó a la multitud la noche del 6 de agosto. El 7, los soldados del 58 Batallón de Cazadores del Ejército enviados a Niteroi se sumaron a la multitud y junto con ella se enfrentaron a las fuerzas combinadas de la policía y de otros destacamentos militares. Se produjeron graves enfrentamientos donde hubo dos muertos: un soldado del 58 Batallón y un civil. Niteroi se vio invadido por nuevas tropas que finalmente lograron restablecer la calma. El 8 tenía lugar el entierro de los muertos con una enorme multitud desfilando pacíficamente. El 9, terminaba la huelga.
El entusiasmo suscitado por la Revolución Rusa, el desarrollo de luchas reivindicativas, la tentativa de insubordinación en un batallón del ejército ¿proporcionaba bases suficientes como para lanzarse a la lucha revolucionaria insurreccional? Esta es la pregunta que un grupo de revolucionarios de Río respondió afirmativamente llevándoles a preparar una insurrección. Analicemos los acontecimientos.
En noviembre de 1918, se había producido en Río de Janeiro una huelga prácticamente general para reclamar la jornada de 8 horas. El gobierno había exagerado la situación diciendo que ese movimiento era una “tentativa insurreccional”. Era cierto que en el movimiento influía el ejemplo ruso e igualmente un sentimiento de alivio y alegría por el fin de la guerra mundial. Es verdad que, en última instancia, todo movimiento proletario tiende a unificar su lado reivindicativo con su lado revolucionario. Sin embargo, la lucha de Río ni se había extendido a todo el país, ni se había autoorganizado, ni mostraba todavía una conciencia revolucionaria. No obstante, grupos de Río, creían llegado el momento del asalto revolucionario. Un factor adicional encendía los ánimos: una de la más graves secuelas de la guerra mundial había sido una pavorosa epidemia de gripe española ([19]) que había acabado propagándose por Brasil hasta el extremo que el recién elegido presidente de la República –Rodrigues Alves– sucumbió a ella antes de su investidura y debió ser reemplazado por el vicepresidente.
Se constituyó en Río de Janeiro, sin coordinarse con los otros grandes centros industriales, un Consejo que pretendía organizar la insurrección. Junto a elementos anarquistas participaban líderes obreros de la industrial textil, periodistas, abogados e igualmente algunos militares. Uno de ellos –el teniente Jorge Elías Ajus– resultó ser un espía que informó a las autoridades de las actividades del Consejo.
Se celebraron varias reuniones donde se distribuyeron las tareas a los obreros de distintas fábricas y distritos: toma del palacio presidencial, ocupación de depósitos de armas y municiones de la Intendencia de Guerra; asalto a la fábrica de cartuchos de Realengo; ataque al cuartel general de la Policía; corte del suministro eléctrico y de las líneas telefónicas. Se calculaba que unos 20 mil trabajadores podían participar en la acción prevista para el 18.
En la reunión del 17 de noviembre, Ajus dio un golpe de efecto: “alegó que no podía cooperar con el movimiento por no estar de servicio el 18 y pidió que la insurrección fuera pospuesta para el 20” ([20]). Esto desestabilizó a los organizadores que tras muchas vacilaciones decidieron seguir adelante. Sin embargo, en una nueva reunión celebrada el 18 a primera hora de la tarde, la policía irrumpió súbitamente y detuvo a la mayoría de los dirigentes.
El 18 estalló la huelga en la industria textil y en la metalúrgica, pero no se extendió a otros sectores y las hojas que se hicieron circular por los cuarteles llamando a la insubordinación de los soldados apenas tuvieron efecto. El llamamiento a constituir “Comités de Obreros y Soldados” fracasó tanto en fábricas como en cuarteles.
Se había previsto una concentración en el Campo de São Cristóvão para desde allí organizar las columnas que ocuparían edificios gubernamentales o estratégicos. Los participantes apenas llegaban al millar y se vieron rápidamente rodeados por tropas de la policía y el ejército. Las demás operaciones acordadas no fueron siquiera acometidas y el intento de dinamitar dos torres de suministro eléctrico fracasó el día 19.
El Gobierno practicó centenares de detenciones, cerró sedes sindicales y prohibió cualquier manifestación o concentración. La huelga empezó a remitir el 19 y de forma sistemática policías y soldados entraban en las fábricas paradas obligando a punta de fusil a reanudar el trabajo. En los diversos actos de resistencia que se produjeron murieron 3 obreros. Hacia el 25 de noviembre la calma era total en la región.
1919-21 – El declive de la agitación social
Pese a este fiasco, las llamas de la combatividad y la conciencia obreras eran todavía ardientes. La noticia de que la revolución había estallado en Hungría (marzo 1919) y del triunfo de una Comuna revolucionaria en Baviera (abril 1919), insufló un gran entusiasmo. Todo esto desembocó en manifestaciones gigantescas en numerosas ciudades con motivo del Primero de Mayo. En las de Río, São Paulo y Salvador de Bahía, se adoptaron resoluciones de apoyo a la lucha revolucionaria en Hungría, Baviera y Rusia.
En abril 1919, ante la subida constante de los precios, una fuerte agitación obrera se había apoderado de numerosas fábricas de São Paulo y poblaciones limítrofes como São Bernardo do Campo, y de otras localidades como Campinas y Santos. Estallaban huelgas parciales aquí y allá formulando una lista reivindicativa pero lo más notable era la celebración de asambleas y la decisión de elegir delegados para establecer una coordinación, todo lo cual desembocó en la constitución de un Consejo General de Obreros que organizó el acto del Primero de Mayo y acordó una serie de reivindicaciones: jornada de 8 horas, aumento de salarios indexado a la inflación, prohibición del trabajo de menores de 14 años y del trabajo nocturno de mujeres, reducción de los precios de artículos de primera necesidad y de los alquileres. Desde el 4 de mayo la huelga se hizo general.
La respuesta del Gobierno y los capitalistas fue doble: por un lado, una feroz represión para impedir manifestaciones y concentraciones y perseguir a los que se consideraba dirigentes que eran encarcelados sin cargos y deportados a regiones lejanas de Brasil. Pero, por otro lado, los empresarios y el mismo gobierno, se mostraron receptivos a las reivindicaciones y de forma dosificada, sembrando todas las divisiones posibles, se fueron aplicando las subidas de salarios, la reducción de jornada etc.
La táctica tuvo éxito. En lugares como la fábrica de loza de Santa Catalina, la huelga terminó el 6 de mayo con la oferta de la empresa de implantar la jornada de 8 horas, eliminar el trabajo de menores y un aumento salarial. Los trabajadores portuarios de Santos lo hicieron el 7. La Compañía Nacional de Tejidos de Yute, el 17. En ningún momento se planteó la necesidad de una postura unificada –no volver al trabajo si no se atendían las reivindicaciones de todos– ni tampoco se acordó extender el movimiento a Río pese a que en esta ciudad habían surgido huelgas desde mediados de mayo adoptando la misma plataforma reivindicativa. Apagado el foco paulista, las huelgas en Río, Salvador de Bahía y Recife, pese a su masividad fueron finalmente acalladas combinando algunas concesiones y una selectiva represión. Una huelga masiva en Porto Alegre –septiembre 1919– iniciada en la compañía eléctrica Light & Power reclamando aumento salarial y reducción horaria, suscitó la solidaridad de panaderos, conductores, trabajadores de la Telefónica etc. La burguesía recurrió a la provocación –estallaron bombas en unas instalaciones de la compañía eléctrica y en la casa de un esquirol– lo que utilizó inmediatamente como excusa para prohibir manifestaciones y asambleas. El 7 de septiembre una concentración masiva en la plaza Montevideo fue atacada por la policía y el ejército con el resultado de un muerto. Al día siguiente numerosos huelguistas fueron detenidos por la policía, las sedes de los sindicatos fueron clausuradas. El 11 acababa la huelga sin haber obtenido ninguna reivindicación.
El cansancio, la falta de una clara orientación revolucionaria, concesiones selectivas en algunos sectores, fueron pautando un reflujo general. El gobierno incrementó de forma brutal la represión organizando una nueva oleada de detenciones y deportaciones, clausuras de locales proletarios, despidos disciplinarios. El parlamento aprobó nuevas leyes represivas. Su aplicación se hacía organizando previamente una provocación consistente en el estallido sospechoso de bombas en domicilios de militantes destacados o en lugares frecuentados, que servían de “aval” de la represión. Una tentativa de huelga general en noviembre de 1919 en São Paulo constituyó un grave fracaso que el gobierno aprovechó para una nueva tanda de detenciones de todos aquellos considerados líderes, los cuales, antes de ser deportados, fueron salvajemente torturados en Santos y São Paulo.
Sin embargo, la combatividad obrera tuvo su canto de cisne: la huelga de Leopoldina Railways en marzo de 1920 en Río de Janeiro y la de Mogiana en el área de São Paulo el mismo mes.
La primera comenzó el 7 de marzo a partir de una tabla reivindicativa frente a la cual la compañía respondió con el uso de empleados públicos como esquiroles. Los trabajadores hicieron llamamientos a la solidaridad saliendo todos los días a la calle. El 24 estalló una primera oleada de huelgas en apoyo: metalúrgicos, taxistas, panaderos, sastres, construcción civil… Tuvo lugar una gran asamblea donde se hizo un llamamiento a que “todas las clases trabajadoras presenten sus propias quejas y reclamaciones”. El 25 se incorporaron trabajadores de la industria textil. Igualmente hubo una huelga solidaria en los transportes de Salvador de Bahía y en ciudades del estado de Minas Gerais.
La respuesta gubernamental consistió en una feroz represión que llevó a que solamente el día 26 fueran detenidos más de 3 mil huelguistas, las cárceles estaban tan abarrotadas que se tuvieron que habilitar como prisión los almacenes de los muelles portuarios.
A partir del 28, el movimiento empezó a decaer, siendo los primeros en volver al trabajo los obreros de la industria textil. Sindicalistas reformistas hicieron de “mediadores” para que las empresas readmitieran a los “buenos trabajadores” con “al menos 5 años de servicios”. La desbandada fue general y el 30 la lucha había terminado sin haber conseguido las reivindicaciones.
La segunda, comenzada en la línea ferroviaria del norte de São Paulo se sostuvo entre el 20 de marzo y el 5 de abril y recibió la solidaridad de la Federação Operária de São Paulo que decretó una huelga general que fue seguida parcialmente en la industria textil. Los huelguistas ocuparon estaciones tratando de explicar su lucha a los viajeros, pero el gobierno regional se mostró implacable. Las estaciones ocupadas fueron atacadas por tropas produciéndose numerosos choques violentos, el más destacado el de Casa Branca donde murieron 4 trabajadores. Una violenta campaña de prensa fue orquestada contra los huelguistas como acompañamiento de una salvaje represión con numerosas deportaciones y detenciones no solo de obreros sino de sus mujeres e hijos, hombres, mujeres y niños eran encerrados en cuarteles donde se les inflingía crueles castigos corporales.
Algunos elementos de balance
Indiscutiblemente, los movimientos vividos en Brasil entre 1917-20 forman parte de la oleada revolucionaria mundial de 1917-23 y solamente pueden ser comprendidos a la luz de las lecciones que de ésta pueden sacarse. El lector puede consultar dos artículos donde tratamos de hacer balance de la misma ([21]). Aquí nos vamos a centrar en algunas enseñanzas que nos muestra más directamente la experiencia brasileña.
La fragmentación del proletariado
La clase obrera en Brasil estaba muy fragmentada. La mayoría de los trabajadores recién emigrados apenas tenía lazos con el proletariado autóctono en gran medida vinculado al artesanado o ubicado como jornaleros en vastas estancias agropecuarias completamente aisladas ([22]). Pero los propios trabajadores emigrados estaban divididos en “guetos lingüísticos”, los italianos por un lado, los de origen español o portugués por otro, los alemanes etc. “Sao Paulo era una ciudad donde se oía más el italiano, en sus diversos dialectos pintorescos, que el portugués. Esa influencia del idioma y la cultura peninsular afectaba a todos los segmentos de la vida paulista” ([23]).
Fue igualmente grave la dispersión entre centros industriales. Río y São Paulo no lograron sincronizar sus luchas. La Comuna de São Paulo se extendió a Río cuando la lucha se había terminado. La tentativa insurreccional de noviembre 1918 se circunscribió a Río sin plantearse una acción mancomunada con al menos São Paulo y Santos.
A la dispersión del proletariado se unió el escaso eco que su agitación encontró en las masas campesinas –mayoría en la población– tanto de las regiones lejanas (Mato Grosso, Amazonía, etc.) como las que yacían en condiciones de semiesclavitud en las plantaciones de café y cacao ([24]).
La fragmentación del proletariado y su aislamiento respecto a la gran mayoría no explotadora, otorgó un enorme margen de maniobra a la burguesía que tras realizar algunas concesiones pudo emplear una salvaje represión.
Las ilusiones sobre el desarrollo del capitalismo
La guerra mundial había puesto de manifiesto que el capitalismo, al formar el mercado mundial y al haber atado a sus leyes a todos los países de la tierra, había llegado a sus límites históricos. La Revolución en Rusia evidenció que la destrucción del capitalismo no solo era necesaria sino que era igualmente posible.
Sin embargo, existían ilusiones sobre la capacidad del capitalismo para desarrollarse ([25]). En el caso de Brasil había un enorme territorio por colonizar. Como en otros países de América –empezando por el propio Estados Unidos– los obreros eran muy vulnerables a la mentalidad de “nueva frontera”, de “probar fortuna” y labrarse una nueva vida bien mediante la colonización agrícola o el descubrimiento de minerales. Muchos emigrantes consideraban su condición obrera como “un momento de tránsito” hasta conseguir el “sueño” de convertirse en un colono acomodado. El fracaso de la revolución en Alemania y en otros países, el creciente aislamiento de Rusia, los graves errores de la Internacional Comunista sobre las posibilidades de desarrollo del capitalismo en países coloniales y semicoloniales, dieron alas a estas ilusiones.
La dificultad para desarrollar el impulso internacionalista
Los proletarios en Brasil contribuyeron con la Comuna de São Paulo a la maduración internacional de las condiciones que favorecieron la Revolución de Octubre en Rusia e igualmente se sintieron muy animados por ésta. Como en otros países, había los gérmenes de un planteamiento internacionalista que constituye el punto de partida imprescindible de cualquier revolución proletaria.
Desde ese planteamiento internacionalista el proletariado tiene las bases para derribar el Estado en cada país para lo que se necesitan tres requisitos: la unificación de las minorías revolucionarias en el partido mundial; la formación de consejos obreros; su coordinación creciente a escala internacional. Ninguno de los 3 estuvo presente en la situación brasileña:
- los contactos con la Internacional Comunista se hicieron muy tardíamente, en 1921, cuando la oleada revolucionaria refluía y la Internacional estaba en pleno proceso de degeneración;
- los consejos obreros no estuvieron presentes en ningún momento, salvo los intentos aún embrionarios de la Comuna de São Paulo en 1917 y de la huelga masiva de 1919;
- los lazos con el proletariado de otros países fueron prácticamente nulos.
La falta de reflexión teórica y el activismo de las minorías revolucionarias
El grueso de la vanguardia en Brasil estaba formado por compañeros de orientación anarquista internacionalista ([26]). Tuvieron el mérito de defender claras posiciones contra la guerra, en apoyo a la Revolución Rusa y al bolchevismo. Fueron ellos quienes crearon en 1919 un “Partido Comunista de Río de Janeiro” por su propia iniciativa, sin contacto con Moscú y quienes animaron a que la COB se uniera a la IC.
Sin embargo, no tenían un planteamiento histórico, teórico y mundial, todo se fiaba a “la acción” como imán que atraía las masas al combate. Consecuentemente con ello, los esfuerzos se concentraron en crear organizaciones sindicales y en la convocatoria incansable de concentraciones y acciones de protesta. Se relegó casi completamente la actividad teórica de comprensión de cuáles eran los objetivos de la lucha, cuáles sus medios, cuáles los obstáculos que se alzaban en su camino, cuáles las condiciones en los que aquella se desenvolvía, elementos imprescindibles para que el movimiento tuviera una clara conciencia, supiera ver los pasos que dar, evitara las trampas y no fuera esclavo de los acontecimientos y de las maniobras de un enemigo como la burguesía que es la clase explotadora más inteligente de la historia en el plano político. Ese activismo resultó fatal. Una muestra elocuente de ello fue, como hemos visto, la fallida insurrección de Río, de la cual no se sacó –que sepamos– ninguna lección.
C. Mir, 24-11-12
[1]) Revista Internacional nº 139, “1914-23, 10 años que sacudieron el mundo”,
[2]) Ver una contribución al balance de esas experiencias en “2011: de la indignación a la esperanza”,
[3]) Huelga de masas, partido y sindicatos, cap. 7, “El papel de la huelga de masas en la revolución”, https://www.marxists.org/espanol/luxem/06Huelgademasaspartidoysindicatos_0.pdf.
[4]) Un gran árbol (Caesalpinia echinata) cuyo tronco contiene una preciada tintura roja, y que fue casi exterminado como resultado de la sobreexplotación.
[6]) Hasta el golpe de Estado de 1889, Brasil fue un Imperio con un emperador procedente de la dinastía portuguesa
[7]) Se calcula que entre 1871 y 1920 llegaron a Brasil 3.390.000 inmigrantes procedentes del sur de Europa.
[8]) El artículo “Trabalho e vida do operairiado brasileiro nos séculos xix e xx” de Rodrigo Janoni Carvalho (Arma da Critica, año 2, no 2, marzo 2010), contiene una escalofriante descripción de las viviendas del proletariado de São Paulo a primeros del siglo xx. Por ejemplo, hasta 20 personas tenían que compartir un mismo baño.
[9]) En aquella época la CGT francesa era un polo de referencia para los sectores obreros asqueados por el creciente oportunismo de los Partidos socialdemócratas y la actitud cada vez más conciliadora de los sindicatos. Ver Revista Internacional no 120, “Historia del movimiento obrero: el anarcosindicalismo frente al cambio de época, la CGT francesa hasta 1914”. /revista-internacional/200510/203/historia-del-movimiento-obrero-el-anarcosindicalismo-frente-al-camb.
[10]) Francisco Ferrer Guardia (Alella, 1859 – Barcelona, 1909), fue un famoso pedagogo libertario español. En junio de 1909 es detenido, acusado de haber sido el instigador de la revuelta conocida como la Semana Trágica. Fue declarado culpable ante un tribunal militar y a las 9 de la mañana del 13 de octubre de 1909 fue fusilado en la prisión del Montjuïc. Es bien sabido que Ferrer Guardia no tuvo relación con los hechos y que los tribunales militares lo acusaron y condenaron sin pruebas,
(https://es.wikipedia.org/wiki/Ferrer_Guardia).
Su asesinato suscitó una viva solidaridad internacional en el movimiento obrero de la época.
[11]) Ver “La CNT ante la guerra y la revolución”, en Revista Internacional no 129,
[12]) Pereira “Formação do PCB”, citado en Anarquistas e comunistas no Brasil, folleto de John w. Foster Dulles, p. 37.
[13]) ídem.
[14]) Cecilia Prada: “Barricadas de 1917. Morte de um sapateiro anarquista provoca a primeira greve geral do país (Las barricadas de 1917: la muerte de un zapatero anarquista provoca la primera huelga general del país)”, en:
www.sescsp.org.br/sesc/revistas_sesc/pb/artigo.cfm?Edicao_Id=292&Artigo_....
[15]) Tomado del artículo “Traços biograficos de un homem extraordinario”, del periódico Dealbar, São Paulo, 1968, año 2, no 17. Se refiere al militante anarquista Edgard Leuenroth que participó activamente en la huelga de São Paulo.
[16]) Everardo Dias, Historia das lutas sociais no Brasil, p. 224.
[17]) Lenin, “La crisis ha madurado” Obras Completas, tomo 34, p. 281, edición española.
[18]) Nombre que daba la prensa brasileña a los bolcheviques.
[19]) La gripe española (conocida también bajo el nombre de la Gran Pandemia de la Gripe, La Epidemia de Gripe de 1918 o la Gran Gripe) fue una pandemia de una dimensión desconocida hasta entonces. Se considera que fue la epidemia más letal de la historia de la humanidad, provocando entre 50 y 100 millones de muertos en todo el mundo entre 1918 y 1920. Los Aliados de la Primera Guerra Mundial la llamaron Gripe española porque la pandemia llamó la atención de la prensa en España, mientras que en cambio fue mantenida en secreto por los países comprometidos en la guerra que censuraban las informaciones concernientes al debilitamiento de las tropas afectadas por la enfermedad (https://es.wikipedia.org/wiki/Gripe_espa%C3%B1ola).
[20]) Ver folleto citado en nota 12, p. 68.
[21]) Ver Revista Internacional no 75, "El aislamiento es la muerte de la revolución" y Revista Internacional no 80, "Lecciones de 1917-23 - La primera oleada revolucionaria del proletariado mundial".
[22]) Desde las huelgas de 1903 donde jornaleros y campesinos autóctonos habían sido empleados como esquiroles, la desconfianza y los reproches mutuos entre obreros inmigrantes y obreros originarios habían creado fuertes heridas. Ver el ensayo de Colin Everett, Organizated Labor in Brazil 1900-1937 (Trabajo organizado en Brasil), en inglés.
[23]) Barricadas de 1917, Cecilia Prada, tesis doctoral.
[24]) Por lo que hemos podido recoger, el movimiento campesino más significativo ocurrió en 1913 en Ribeirão Preto que congregó a más de 15 mil huelguistas entre colonos y jornaleros.
[25]) Estas ilusiones afectaban a la propia Internacional Comunista que veía posible la liberación nacional en los países coloniales y semicoloniales. Ver las Tesis al respecto del IIo Congreso de la IC:
[26]) Por lo que sabemos, en Brasil apenas hubo grupos marxistas, solamente en la fecha muy tardía de 1916 (tras un intento fallido en 1906) se formó un partido socialista que rápidamente se dividió en dos tendencias igualmente negativas, una abiertamente partidaria de entrar en guerra y otra que defendía la neutralidad de Brasil.