Notas incompletas sobre internacionalismo y lucha revolucionaria

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Presentamos a continuación nuestra contribución a la 5ª Reunión de los Talleres de Debate de Alicante, una experiencia de debate sobre los problemas generales de la lucha de clases en la cual estamos participando activamente[1]. Se nos encargó la presentación del debate sobre Internacionalismo y este es el borrador de la presentación.

La cuestión del internacionalismo no pocas veces se aborda como una especie de “plus” o “añadido” a una lucha anticapitalista; un elemento político simpático pero no imprescindible, más relacionado con un sentimiento humanista general, que con una necesidad política, teórico-práctica, para la lucha. Sin embargo, el internacionalismo proletario encuentra su raíz como expresión lógica de la negación de la pretendida “comunidad nacional”, y de la necesidad de la unión y la solidaridad obrera por encima de divisiones y fronteras, elementos imprescindibles en la lucha de los trabajadores contra el capital y su Estado.

La nación, la patria, el país, etc., bajo la organización social capitalista no son otra cosa que el cortijo en el que las clases dominantes de los distintos Estados hacen posible su dominio sobre la sociedad. Es por eso necesario para las clase dominantes vendernos machaconamente la idea de que el país es de “todos”, que todos somos “ciudadanos iguales” de ese cortijo, que los “intereses nacionales” afectarían a todos los sectores sociales por igual, etc. Para luchar de forma efectiva en defensa de sus condiciones de vida, la clase trabajadora debe desprenderse de la idea de que formaría una supuesta “comunidad nacional” o de intereses con los dueños (o aspirantes a dueños) del cortijo estatal.

Los proletarios no tienen patria; las relaciones capitalistas los hacen absolutamente dependientes de cualquier capital que los quiera contratar para poder sobrevivir. El proletariado ni es dueño del territorio donde vive, ni de sus condiciones de existencia en él, ni la podrida economía capitalista le garantiza poder acceder a sus medios de vida en un determinado país de forma perenne. No pertenece a un territorio, a una historia y cultura (inventadas, manipuladas, moldeadas... en aras de la creación de un sentimiento de “comunidad nacional”; de supuesto hilo conector histórico que legitime el presente) sino a la clase capitalista en su conjunto, a los dueños de los medios de producción y vida. La clase trabajadora es, pues, una clase de emigrantes, tanto dentro de un Estado como saliendo de él, en busca de un comprador para su fuerza de trabajo. Es por esto que los inmigrantes suelen ser un chivo expiatorio de primer orden en la ideología de la burguesía contra los trabajadores, pues por un lado es una forma de dividir y enfrentar al proletariado, y por el otro fomenta una falsa comunidad nacional entre explotadores y explotados.

El proletariado sólo puede hacer valer de forma efectiva sus necesidades humanas contra el capital de manera colectiva y en oposición a los intereses de la burguesía, es decir, como clase opuesta al orden existente. Su “patria” son los que sufren como él y los que luchan contra el estado de las cosas: su “patria” es la clase obrera mundial y en un sentido más amplio, por la dimensión universalmente liberadora de su lucha contra el capitalismo, el conjunto de la humanidad oprimida. Dos proletarios separados por miles de Km. de distancia y otra lengua tienen muchísimo más en común en sus condiciones reales de existencia que lo que tienen con sus respectivas clases dirigentes “compatriotas”.

No existen “pueblos” en un sentido de comunidad de intereses y condiciones de existencia en el capitalismo moderno. En cada conjunto de población, cada clase dominante lucha por sus intereses, no por los intereses del “pueblo” en su totalidad. Tanto el nacionalismo abiertamente militarista y contrarrevolucionario tipo nazismo o estalinismo, como el nacionalismo de fraseología “popular” tipo bolivariano, guevarista, abertzale, irlandés, etc., comparten esa ficción de que existiría una “comunidad nacional” y un “interés nacional” por encima de los antagonismos sociales, y en un momento dado, como ya ha demostrado la historia, no dudarán ni un segundo en aplastar a sus “compatriotas” proletarios en lucha para defender ese “interés nacional” (como hemos visto de nuevo los últimos meses con la masacre de mineros por la policía del partido de Mandela, o en las huelgas y protestas en Cisjordania contra la Autoridad Palestina[2]).

De la misma forma que -y más en un contexto de crisis crónica del capitalismo- cualquier lucha requiere extenderse al máximo posible para hacer retroceder al capital, es necesario romper las artificiales barreras estatales para un combate contra el capitalismo. La dimensión internacional de las contradicciones del capitalismo y la profundidad de su crisis económica hacen absolutamente imprescindible el golpear todos juntos de forma internacional a un enemigo que ya lo hace coordinada e internacionalmente (pese a sus irresolubles contradicciones y antagonismos gangsteriles entre facciones), y sacar lecciones de las luchas también a nivel internacional. Negación de intereses y necesidades comunes con la clase capitalista “nacional”, y autoorganización y extensión de la lucha lo máximo posible por encima de fronteras y divisiones, son armas esenciales del proletariado frente al capital. La emancipación de los trabajadores será internacional e internacionalista, es decir, extendida, solidaria y anti-unión nacional, o no será.

El internacionalismo proletario no tiene pues nada que ver con el inter-nacionalismo que propugna el izquierdismo y sectores de la burguesía vinculados a él. El primero es la consecuencia lógica de la realidad del capitalismo: los proletarios no tienen patria, su patria es la humanidad explotada y oprimida. El segundo se enmarca en las alianzas imperialistas: Cuba como muñeco en su día de la URSS, Palestina o Siria como sangriento campo de batalla –con la población como rehén de gánsteres grandes y pequeños– de intereses imperialistas (Irán, Hezbolá, Egipto, Israel y las potencias occidentales, Rusia, etc.)... y en un sentido más amplio en la confusión y el desarme político del proletariado.

El imperialismo no es una característica ni un adjetivo de un Estado o gobierno particular, ni siquiera propiedad de los antiguos intereses coloniales. Es una fase del capitalismo en que cada Estado, e incluso cada proto-Estado o grupo armado aspirante a alguno cuota de poder, necesita estar preparado militarmente para defender sus intereses, ya sean económicos, políticos o territoriales; necesita defender sus intereses y seguridad más allá de sus fronteras, en un mundo en que los “amigos” de hoy son los enemigos de mañana, o incluso ambas cosas a la vez. El imperialismo son las relaciones internacionales entre Estados y sectores de poder en la decadencia del capitalismo, en el que la “paz” es la preparación para una nueva guerra. No existen Estados imperialistas opuestos a otros, supuestamente no-imperialistas, eso es una ficción propagandística. Es la fase imperialista del capitalismo la que exige de cada Estado estar preparado para la lucha a muerte por la defensa de sus intereses si no quiere ser barrido. Vemos por ejemplo a la “anti-imperialista” república bolivariana de Venezuela siendo el principal socio comprador de la industria militar española.

Por tanto, el internacionalismo proletario no tiene nada que ver, ni de cerca ni de lejos, con “la ternura de los pueblos” y similares proclamas izquierdistas de “solidaridad inter-nacional”, al servicio abierto u oculto de algún interés imperialista.

A su vez, dado el carácter mundial del capitalismo, los problemas que este plantea se sitúan en el mismo plano, y sólo así pueden resolverse. Bajo el capitalismo los problemas de carácter mundial no pueden abordarse eficazmente en la medida de que cada burguesía y su Estado intenta tener una posición de fuerza de la que sacar partido. Esto es por ejemplo muy evidente en el caso del medio ambiente y el cambio climático. Tras pretendidas buenas intenciones y manifiestos bondadosos, a la hora de la verdad cada Estado busca sacar provecho o pone condición para reducir sus emisiones de CO2 que lo hagan otros para no perder así su posición en la guerra económica mundial, o si lo hacen (como algunos Estados europeos) es por interés por su posición avanzada en otras fuentes de energía renovables. Sólo la humanidad asociada puede hacer frente de forma eficaz a los problemas globales, lo que es incompatible con la humanidad dividida y desgarrada bajo la civilización capitalista.

El internacionalismo proletario, y la perspectiva comunista de superación revolucionaria de las relaciones capitalistas no implican una uniformidad cultural, ni la eliminación de lo mejor de la cultura y civilizaciones humanas anteriores. Al contrario, es precisamente la persistencia de un capitalismo decadente lo que provoca la cada vez mayor desculturización, desarraigo y desaparición de tradiciones y modos de vida antiguos y/o comunitarios, la ruptura de tejido social y su descomposición, la invención o manipulando de supuestas “tradiciones” y “culturas” con los que moldear a la población o crear sentimiento de permanencia. Sin hablar ya de la destrucción del patrimonio natural (la destrucción de amplios terrenos de la costa mediterránea española por la industria inmobiliaria es un buen ejemplo) y cultural de la humanidad. Como ejemplo dramático de la barbarie capitalista tenemos a Irak y Siria, regiones cuna de la civilización y el saber, sometidas hoy a un baño diario de sufrimiento y destrucción que señalan el camino, junto con las terribles crisis económicas sobre el territorio de dos civilizaciones antiguas como Grecia y Egipto, por el que el capitalismo puede llevar a la humanidad si no es derrocado.[3]


[1] Ver Nada más práctico que una buena teoría, /cci-online/201212/3601/nada-mas-practico-que-una-buena-teoria y también Elemento sobre la experiencia de los Talleres de Trabajadores Indignados /content/3695/elementos-sobre-la-experiencia-de-los-talleres-para-trabajadores-indignados

[2] Ver Matanza en Sudáfrica: la burguesía lanza a sus sindicatos y su policía contra la clase obrera https://es.internationalism.org/node/3453 y Protestas masivas en Cisjordania contra el coste de la vida, el paro y la Autoridad Palestina, https://es.internationalism.org/node/3484

[3] La presentación lleva un Anexo donde se cita ampliamente nuestro artículo Ante la crisis: la respuesta internacionalista contra la respuesta nacionalista https://es.internationalism.org/node/3484

 

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