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Las luchas han seguido últimamente en España provocadas en muchos casos por despidos masivos, en otros por recortes salariales y muchos atropellos más. Podemos citar: Iberia, Orizonia, Bankia, Vodafone, Roca, recogida de basura, sanidad, educación…
Es algo evidente que existe un gran brecha en España y a nivel internacional entre por un lado la brutalidad de los ataques a las condiciones de vida y trabajo del proletariado[1] y la gravedad de la crisis del capitalismo mundial, y por el otro, el nivel, sobre todo cualitativo, de las luchas contra los ataques y la conciencia política del proletariado, de momento víctima demasiado fácil de las maniobras sindicales y de la izquierda del capital. Estos dos planos (el nivel cualitativo de las luchas y la conciencia política) no pueden analizarse por separado, sino que se retroalimentan tanto positiva como negativamente. Existen varias razones para esto[2], y entre ellas sin lugar a dudas se encuentra de forma muy destacada la acción de sabotaje de los sindicatos, y de forma más general, del sindicalismo como ideología, como aparatos esenciales de la fachada “democrática” de la dictadura del capital[3].
La gravedad y extensión de los ataques al proletariado y a la gran mayoría de la población no explotadora posee desde luego una potencialidad enorme en cuanto a la posibilidad bien real de unificación y extensión de las luchas. La burguesía es consciente de ello. Sabe del efecto contagio (no necesariamente inmediato) y de acelerador de conciencia de una lucha que apenas esboce las únicas armas eficaces del proletariado para hacer frente al capital: autoorganización de organismos unitarios y aglutinadores (asambleas generales decisorias) y la extensión y coordinación de estos con el mayor número de sectores y capas de la clase trabajadora. El papel de los sindicatos bajo la “democracia” no es sólo canalizar el malestar, aislar las luchas, confundir y “traicionar” a los trabajadores, sino de forma muy significativa el hacer caer a los trabajadores en la desmoralización y la atomización, en la idea de que luchar por hacer retroceder a la burguesía, o es imposible, o a fin de cuentas no lleva sino a la derrota. Un caso significativo es el de Grecia, donde se han producido los últimos años 16 huelgas generales e innumerables protestas y luchas aisladas, y el empeoramiento brutal de las condiciones de vida y trabajo no cesa, con el peligro de que la impotencia y la desesperación implique un aumento de ideologías nacionalistas y reaccionarias.
Los últimos meses se ha visto en España de nuevo la acción de los sindicatos como quinta columna del capital en el medio obrero.
En la huelga en Iberia tras la amenaza de despido de miles de trabajadores y un empeoramiento de las condiciones laborales para el resto, los sindicatos han hecho gala de algunas de sus habituales prácticas: aislar la lucha para tener más fácil el “traicionarla” y derrotarla. La gran combatividad y voluntad de unidad expresada por los trabajadores se ha quedado aislada y encerrada en aeropuertos y aledaños, donde lo ruidoso y “espectacular” sustituye a lo realmente eficaz: las extensión y coordinación con otros sectores en situaciones parecidas de despidos y recortes (es decir, ¡prácticamente todos!). Por enésima vez la incapacidad de los trabajadores para tomar el control de la lucha por medio de organismos decisorios unitarios y extenderla ha dejado el camino libre a los “representantes” sindicales, para “traicionar”, aceptando miles de despidos y preparando el terreno para más en el futuro, por medio de la tradicional puesta en escena de regateos, chantajes, verborrea vacía y desmovilización. Y lo que es más grave: inoculando la sensación de impotencia y desmoralización. Todo aderezado con la colaboración de la administración estatal y los medios de comunicación. Mientras esta incapacidad no comience a superarse, sólo quedan derrotas por delante ante los ataques del capital.
Análisis especial merecería el papel auxiliar de los sindicatos “combativos” en esta y otras luchas. Mientras que los sindicatos “mayoritarios” son vistos de una forma cada vez más evidente para más y más trabajadores como meros organismos del aparato estatal dedicados al medio obrero, los sindicatos “alternativos” pueden ser capaces de recoger y canalizar ese malestar. Aparte de sus excesos verbales y sus ruidosos métodos, estos sindicatos no superan el marco y los métodos de los sindicatos más claramente “colaboracionistas” con el capital: corporativismo y aislamiento en la empresa o sector; mantenimiento de los trabajadores como masa pasiva y fuerza de choque que a lo sumo tendría la posibilidad de aprobar o rechazar lo ya negociado por los “representantes”; y uso de toda clase de ideologías reaccionarias y nacionalistas para confundir y desviar la atención. En la práctica y en el mundo real, los sindicatos “combativos” realmente existentes (sean cuales sean sus proclamas o ideologías) no hacen sino preparar el terreno para la “traición” de los grandes (cuando no son ellos directamente quienes lo hacen), colaborando en el desarme práctico y político del proletariado que lo hace posible. A lo más que llegan es a una versión “radical” de sus socios grandes. Como decía un comunicado de la “combativa” CGT, presente en el conflicto: “Queremos recordar que si queremos paralizar este ERE o masacre obrera, lo que toca es la huelga indefinida y total, sin servicios mínimos.”,(https://www.fetyc.cgt.es/) Ni una palabra de la absoluta necesitad de tomar las riendas de la lucha y extenderla lo máximo posible. Ese es el concepto de lucha que tienen los sindicatos “radicales”.
Otra central “combativa” también presente en el conflicto, la CNT, manifestaba: “Mientras tanto ¿qué hace el gobierno español al respecto? Posicionamientos tibios y falta de implicación ante el problema (…) El futuro de Iberia no está en la negociación concertada de su capacidad operativa o de tráfico ni en la cesión de flota o el despido de sus trabajadores, si no en la salida inmediata del consorcio IAG haciendo uso de las diferentes cláusulas de salvaguarda, habida cuenta de la actuación depredadora de British Airways. La diletante posición del Gobierno español está dañando cada día que pasa no sólo a Iberia, sino a la conectividad general del país por vía aérea y por extensión al conjunto del sector turístico español. El gobierno esta acumulando una grave responsabilidad en la evolución del conflicto, y no bastará con dañar arbitralmente a los trabajadores de Iberia, se encuentran en juego numerosas expectativas comunes de futuro. (…) El mantenimiento de su actuales destinos, la ampliación a otros nuevos, la sustitución de una flota poco competitiva, la compra de combustible a precios más aquilatados, la mejora del servicio y de las condiciones laborales de sus trabajadores, han de ser los pilares para asegurar un futuro prometedor para Iberia. Cualquier actuación que no tenga en cuenta estos principios está condenada al fracaso. ¡Iberia tiene futuro!” (https://iberia.cnt.es/).
¿Qué le preocupa a este sindicato “combativo” y “radical”? ¿Las vidas truncadas de los trabajadores despedidos y de sus familias? ¿El empeoramiento de las condiciones de vida de los que restan? ¿Los problemas del conjunto de trabajadores y oprimidos? EN ABSOLUTO. A este sindicato lo que le preocupa es la economía nacional, el futuro del sector aéreo nacional, el futuro del sector turístico nacional. Este sindicato “radical” razona como cualquier ejecutivo de una gran empresa. ¿Qué le reprocha este sindicato al Gobierno español? ¿Su complicidad en la aplicación de los despidos y en el deterioro de las condiciones humanas de los trabajadores? EN ABSOLUTO. A este sindicato lo único que le inquieta es la supuesta “tibieza” del gobierno en defender los intereses nacionales.
Inoculación de veneno nacionalista que desvía la atención de los trabajadores frente al enemigo capitalista y dificulta su solidaridad, y esperanzas en una “gestión correcta” de un capitalismo decrépito que nos depara cada vez peores condiciones de vida y trabajo. Esos son algunos de los rasgos comunes del aparato ideológico y político del capital, de la extrema derecha fascista a la extrema izquierda anarcosindicalista.
Mientras todo esto pasaba, la empresa Roca anunciaba casi 500 despidos en sus fábricas de Sevilla y Madrid. ¿Qué hacen los sindicatos? En Alcalá de Henares (Madrid) plantan una acampada de protesta que tristemente recuerda al lamentable espectáculo sindical de Sintel de hace unos años; en Sevilla organizan marchas a pie al parlamento andaluz, mostrándoles PSOE, PP e IU su “apoyo”, lo que también nos recuerda al espectáculo televisado e inoperante del sindicato SAT hace unos meses. Desgaste y derrota.
Unas semanas antes, se producen huelgas en la recogida de basura en Granada y Sevilla tras el anuncio de las empresas subcontratadas de reducciones salariales y aumento de jornada. Los sindicatos logran convencer a los trabajadores para poner fin a la huelga pese a que estos habían rechazado en primer momento el pre-acuerdo que esencialmente se ajustaba a lo propuesto por la empresa. Les instan a que, “dadas las circunstancias” es lo mejor que se puede conseguir, y les recuerdan su responsabilidad en relación al turismo y la hostelería de las ciudades. Someterse a la “economía nacional” y el beneficio empresarial es lo que entienden los sindicatos por “responsabilidad”.
En los sectores de educación y sanidad, tras las pretendidas “mareas unitarias”, existe toda una clasificación por sectores, convocatoria de movilizaciones y huelgas en distintos regiones, fechas, lugares,… además del uso de la consigna de “defensa de lo público” como maniobra de distracción, utilizándose por el Estado como justificación de despidos y recortes para precisamente “salvar lo público”, ya sea por los gestores de derecha o de izquierda.
Existe todavía un duro camino de derrotas y “traiciones” sindicales por delante para que el proletariado comprenda que tomar el control de sus propias luchas y extenderlas lo máximo posible no es una opción, es una necesidad absoluta para defenderse. Dar a conocer y llamar a la reflexión sobre las experiencias que muestran la verdadera función de los sindicatos, y aunque sea de forma limitada y confusa, aquellas luchas que tienden a romper los métodos de estos, forma parte de ese camino.
Draba, 30-3-2013
[1] Como muestra de la gravedad de la situación social basta escuchar la evolución discurso de los representantes del Estado. Rubalcaba, número uno del PSOE, recientemente declaraba su “compromiso porque ningún español pase hambre”. En Alemania 1 de cada 4 niños requiere ayudas estatales para poder satisfacer sus necesidades básicas por falta de ingresos en el núcleo familiar