Campañas electorales en México: todos los candidatos contra la clase obrera

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Durante casi todo 2017 y en los meses que van del 2018, la burguesía en México ha desatado una escandalosa campaña alrededor de las elecciones presidenciales. Toda esa práctica resulta comprensible en tanto las elecciones le dan oportunidad a la burguesía de fortalecer su control ideológico contra la clase obrera, al presentar al sufragio como un instrumento para la toma de decisiones y a la democracia como única salida política para la humanidad. En esta ocasión la promoción de la democracia y de sus candidatos ha logrado interesar a una numerosa masa de trabajadores como no lo había hecho en años anteriores y la razón es que la burguesía continuamente refina sus armas de control y mejora sus formas para atrapar la atención e impedir la toma de conciencia de los explotados. Esta vez ha aprovechado el hartazgo que hay en el conjunto de la población por la violencia y la miseria, para alentar esperanzas de que desde la soledad y la individualidad del voto todo se pueden cambiar. Pero aun cuando la clase en el poder ha logrado enganchar masivamente en la ilusión democrática, no ha podido llevar el trabajo en unidad, en tanto sufre una profunda división.

Desde la apertura de las campañas electorales se hizo notoria esa disputa, rompiendo a todos partidos y llevando a alianzas apresuradas que establece un poco de orden y una unidad alrededor de sus candidatos, pero al ser forzada y frágil no logra evitar se mantengan las pugnas y que incluso se escapen de los partidos para extenderse en todos los espacios que ocupa la burguesía, de manera que se involucran los grupos de empresarios, militares y del narcotráfico (en lo que va de campañas electorales, han asesinado a 114 operadores y candidatos locales)... Estamos viviendo, sin duda, un proceso electoral marcado por la descomposición que corroe a la sociedad capitalista[1].

¿A quién le sirven las urnas electorales?

El representante de la autoridad electoral en México (INE), Lorenzo Córdoba ha afirmado que “El voto constituye el ABC de la democracia, la razón de ser de la misma y hace del voto la herramienta más importante no solo para definir quienes ocuparan los espacios de representación política sino también para castigar y premiar la actuación de los partidos políticos (…) de ahí que el sufragio <es> el derecho-poder más relevante que los ciudadanos tienen en democracia.” (5-junio-2018). Lo que se resume en ese argumento es la vieja idea que la burguesía repite en cada proceso electoral, que el voto es un instrumento mágico que tiene la virtud de “hacer cumplir la voluntad de las mayorías” y por tanto otorga un “poder” a cada individuo capaz de imponer decisiones. De esa manera fetichiza al voto, otorgándole cualidades fantásticas e irreales, para construir en torno a él, esperanzas e ilusiones.

Al ser una quimera sostenida sobre mentiras, la burguesía requiere refrescar esas ilusiones continuamente. El principal instrumento que usa para ese trabajo son sus partidos (y ahora lo complementa presentando candidatos “independientes”), con ellos cubre toda la geometría política, levantando un cerco en torno a los trabajadores, desde la derecha hasta la izquierda, con el objetivo de impedir que tomen conciencia de su condición de explotados y comprendan el verdadero papel que juega la democracia en su sometimiento. Derecha e izquierda, enlazadas por la estructura estatal que organiza las elecciones, son el medio principal para levantar la trampa que hace pasar como una alternativa al voto, pero para darle efectividad y cumplir el propósito de controlar ideológicamente a la clase obrera, requiere de la intervención de todas las fuerzas de la burguesía. Por eso hace un uso intenso de la propaganda masiva a través de sus medios de difusión, de sus encuestadores, pero también de los grupos izquierdistas.

Las agrupaciones izquierdistas, que, sin tener una participación directa en las estructuras de gobierno, están orgánicamente integrados al Estado capitalista a través de su programa y su práctica, son utilizados para cerrar el cerco de la emboscada y completar la campaña.

Para magnificar la trampa electoral, requiere de la participación no solo de los partidos, PRI, PAN, MORENA y sus “coaligados”, también cumplen su papel los grupúsculos izquierdistas, aun cuando se presenten como críticos del proceso electoral. Justamente apuntalan esta trampa los llamados que han hecho los grupos como el EZLN y diversas agrupaciones trotskistas y estalinistas, unos llamando a construir una respuesta electoral “alternativa”, otros criticando el proceso electoral porque no hay un candidato “representando a los trabajadores”, otros más, llamando (de forma velada o abierta) a apoyar “críticamente” al candidato que resulta el “mal menor”. En suma, ese pretendido discurso crítico inyecta la esperanza en que el proceso electoral podría tener una orientación diferente (no burguesa), lo que implica animar indirectamente a los explotados en hacer uso del sufragio y el parlamento, como lo hizo la clase obrera en el siglo XIX.

En el capitalismo el proletariado aparece como una clase explotada, productora de mercancías, que “…se enfrentan a él como un ser extraño, como un poder independiente del productor.” (Marx, Manuscritos Económicos y filosóficos de 1844). Esta circunstancia que hace del proletario un ser extraño en el sistema, pero a la vez enfrentado a este (definiendo su naturaleza revolucionaria), la burguesía busca ocultarlo imponiéndole una falsa identidad política dentro del capitalismo, trasmutando su naturaleza de clase por una condición individual de ciudadano con “derechos civiles”, derivando de ahí la ilusión del “poder de decisión” del sufragio.

Durante el siglo XIX, cuando el capitalismo se encontraba en su fase de expansión, la clase obrera desarrolló movilizaciones por el derecho al voto e hizo uso del parlamento, pero en ese período la burguesía iba imponiendo su dominio político, eliminando el poder de la antigua clase dominante, por lo que era posible ocupar (temporalmente) los instrumentos de la democracia que la burguesía construía. Interviniendo desde la Gaceta alemana de Bruselas, Engels explicaba las condiciones que hacían posible que los trabajadores pudieran utilizar del voto y el parlamento, e incluso tener acercamientos políticos con la burguesía: “¡Continuad batallando valientemente y sin descanso, adorables señores del capital! Todavía tenemos necesidad de vosotros; todavía os necesitamos aquí y allá como gobernantes. Vuestra misión es borrar a vuestro paso los vestigios de la Edad Media (…); convertir las clases más o menos poseedoras en verdaderos proletarios (…), crear con vuestras fábricas, vuestras relaciones y vuestros mercados comerciales, los medios materiales de que el proletariado necesita para la conquista de su libertad.” (Los movimientos revolucionarios de 1847)

De manera que el uso del voto y del “establo parlamentario” (como lo llamara Lenin) por parte de los trabajadores para llevar desde ahí la defensa de los intereses estaba definido por las condiciones económicas de expansión capitalista, por eso una vez que el capitalismo entró en su fase de decadencia –en los primeros lustros del siglo XX–, se modificaron las condiciones políticas, anulando toda posibilidad de usar los instrumentos de la democracia burguesa. Es importante apuntar que, si el desarrollo económico del capitalismo permitió al proletariado usar políticamente al sufragio, no obstante, éste nunca representó un verdadero terreno de clase. Marx en su balance que hace de los combates llevados en la Comuna de Paris explicaba, de forma simplificado, que el voto y la democracia no son sino instrumentos para “…decidir una vez cada tres o seis años qué miembros de la clase dominante han de representar y aplastar al pueblo…” (La guerra civil en Francia, 1871).

En la comprensión de ese marco expuesto, es que afirmamos que: “En el capitalismo decadente, las elecciones son una mascarada. Todo llamamiento a participar en el circo parlamentario no hace sino reforzar la mentira de presentar las elecciones como si fueran, para los explotados, una verdadera posibilidad de escoger…” (Principios Básicos de la CCI). Por eso, es que podemos asegurar que es la burguesía es la única que saldrá ganando en esta y en las venideras elecciones.

La campaña electoral destila veneno contra la clase obrera

Las elecciones presidenciales son un acontecimiento relevante en la vida de la burguesía, porque le permite reafirmar su poder y validarlo por los cánones de la democracia. Por esa razón busca que el proceso se presente de forma ordenada y resulte de él, un marco de unidad que refuerce la estructura del Estado. Sin embargo, el capitalismo vive un proceso de descomposición social, que se ilustra claramente en la dificultad de la burguesía para controlar la evolución de la situación en el plano político, particularmente de sus procesos electorales.

El fenómeno de descomposición generalizada expresa el pudrimiento de la sociedad capitalista como efecto del crecimiento de sus contradicciones económicas y políticas, ante las cuales la burguesía es incapaz de dar una salida duradera, pero el proletariado, en este momento, tampoco está en condiciones para dar una solución revolucionaria[2]. Una de las expresiones más claras de esta fase que vive el capitalismo es la indisciplina en las filas de la burguesía, lo cual conduce a la pérdida de control de actividades como el narcotráfico y en una falta de unidad para controlar, en términos absolutos, su aparato electoral.

En México, esta vez, al abrirse la temporada del “ritual sexenal”, se reanimaron y profundizaron las tensiones al interno de todos los partidos, llevando a un relativo desorden en la designación de sus candidatos y en la preparación del cambio de presidente.

Estas grietas que afectan el tejido burgués le crean dificultades para mantener la geometría política por la que trabajó de forma amplia desde las últimas dos décadas del siglo XX. La denominada “reforma del Estado”, que la burguesía presentó como respuesta a la agudización de la crisis económica (en la década de los 80), incluía no sólo la recuperación de medidas económicas y administrativas de orden “neoliberal”, sino también una “refinación” de su estructura política, concentrando sus preocupaciones en dar credibilidad al “juego electoral”, incluyendo –en eso que llamó “proceso modernizador”– la posibilidad de la alternancia de partido en el gobierno (como sucedió en el año 2000).

En ese contexto la burguesía, desde el Estado, dibujó las líneas para consolidar su derecha (PRI y PAN) e hizo un trabajo arduo para construir su aparato de izquierda (PRD), buscando que contara con una fuerza que asegurara el control de los explotados, pero además pudiera incorporarse como partido en el gobierno.

Ese escenario, tan aparentemente ordenado, se dislocó por la misma fractura que tiene dividida a la burguesía, de manera que encontramos, al iniciar los preparativos del circo electoral del 2018, al PRI y al PAN en una condición inestable que los torna en estructuras incapaces de aglutinar al conjunto de la clase en el poder y por tanto sin condiciones para pactar y llevar sin conflictos la alternancia de gobierno. El PRD también se encuentra fracturado y a un nivel tan grave que su mermada estructura se ha diluido en la alianza con el PAN.

Para la burguesía esto representó un problema especial en tanto al deslavarse el PRD –sobre todo en el último lustro– y luego al aliarse con el PAN, dejaba una vacante en su arsenal, que requiere cubrir con MORENA. Y aunque con ese partido se completan los instrumentos necesarios para hacer atractivo el circo electoral, no logra ser reconocido por el conjunto de la burguesía como un polo de agrupación, por su discurso ambiguo.

Gobierno de derecha o de izquierda, enemigos de la clase obrera

Al terminar el gobierno de Peña Nieto se resalta una serie de actos de corrupción cometidos por personajes que representaban al “nuevo PRI”, pero también las cifras expuestas por instituciones oficiales exponen un ascenso de los crímenes que son cometidos por las mafias de la droga. La macabra contabilidad resalta que en el gobierno de Calderón los asesinados fueron 102 mil 859 pero con Peña se alcanza la cifra de 120 mil 935 (hasta octubre de 2017). En el mismo sentido, los informes de pobreza de instituciones oficiales[3], que, aunque usan una metodología bizarra, permiten ver que el número de “pobres”, entre 2012-16, creció hasta 53.4 millones, es decir 68 mil más de los cuantificados en 2012 (“Evolución de la Pobreza 2010-2016” CONEVAL). Todo lo anterior expresa indudablemente el tipo de vida que ofrece el capitalismo y sin embargo la burguesía lo viene utilizando a su favor, al invocar esos argumentos para apoyar su convocatoria a las urnas y poner en boca de todos sus candidatos la promesa de revertir esa realidad.

El crecimiento de la pauperización de los trabajadores y la pérdida relativa de control de la política, producto de la crisis económica y la descomposición, no tienen solución dentro del capitalismo, sin embargo, la burguesía en su propaganda electoral crea la ilusión de que sus candidatos pueden hacerlo. Y el hecho de que en los gobiernos que han encabezado el PRI y el PAN solo han profundizado esos problemas, ha alimentado la esperanza de que llevando al gobierno a López Obrador se producirá la solución deseada.

Aun cuando la misma división de la burguesía ha impedido que de forma rápida y serena se pacte sobre a quién colocará en la presidencia, lo cierto es que, hay una gran posibilidad de colocar a López Obrador en el gobierno y aunque hay amenazas de parte de algunos empresarios, con dislocar la economía si llega este, hay también una preparación para poder establecer un gobierno de izquierda. Esta opción no asegura la unidad y disciplina de la clase en el poder, pero si le da un respiro momentáneo que le dan posibilidad de asumir acuerdos de corto plazo.

La declaración reciente de López Obrador, reconociendo la viabilidad en el proyecto para la construcción del nuevo aeropuerto internacional, acortando las diferencias con los empresarios, muestra la tendencia que dominará de confirmarse su ascenso al gobierno, es decir, de un choque continuo antes de llegar a acuerdos en la orientación de la política económica. Pero si un gobierno de izquierda puede polarizar aún más a la burguesía y dificultar todavía más la toma de decisiones para asumir ciertas prácticas, políticamente el Estado fortalece su capacidad de dominio, al presentar ese relevo en el gobierno como un triunfo de los explotados.

El ascenso de gobiernos de derecha ha mostrado por años que no representa ninguna mejora para los trabajadores, pero un gobierno de izquierda, por más promesas y juramentos que lance, tampoco modificará las condiciones de explotación y sometimiento. Los partidos de derecha e izquierda del capital tienen como objetivo la búsqueda de la perpetuación del actual sistema de explotación. Así como el sufragio y la democracia son instrumentos ajenos a los explotados, los gobiernos, sean de derecha o de izquierda son enemigos de los trabajadores.

Revolución Mundial / 8-junio-2018

 


[2] Para ampliar sobre el problema de la descomposición recomendamos aparte de nuestras Tesis, mencionadas en la nota 1, Militarismo y descomposición, Revista Internacional n° 64 (1991), https://es.internationalism.org/revista-internacional/201410/4046/militarismo-y-descomposicion . Las raíces marxistas de la noción de descomposición, n° 117 (2004), https://es.internationalism.org/revista-internacional/201410/4046/militarismo-y-descomposicion . Estados Unidos en el corazón del creciente desorden mundial, nº 159 (2017), https://es.internationalism.org/revista-internacional/201802/4271/estados-unidos-en-el-corazon-del-creciente-desorden-mundial .

[3] Las estadísticas estatales construyen una mañosa clasificación de los pobres, en tanto les sirven para hacer brincar a una masa de la población de una “zona de pobreza” a otra y aunque no significa una mejora efectiva de sus condiciones de vida, permite alegrar las cifras. La base de esa clasificación es el rechazo al concepto de clase social, por lo que mide solo el ingreso, de manera que usa el concepto de pobreza en un desglose tramposo: pobreza moderada, extrema, multidimensional, patrimonial, alimentaria…

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