Guerra entre Irán, Israel, Estados Unidos... ¡Todos los estados son belicistas! ¡La única solución para la humanidad es el internacionalismo!

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Guerra entre Irán, Israel, Estados Unidos... ¡Todos los estados son belicistas! ¡La única solución para la humanidad es el internacionalismo!

"El mayor ataque con B-2 de la historia". Las palabras elegidas por el general Dan Caine, jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas estadounidenses, para describir el bombardeo de varias instalaciones nucleares iraníes en la noche del 21 al 22 de junio, muestran la importancia histórica del acontecimiento. Ciento veinticinco aviones estuvieron en el aire, se movilizaron un submarino y varios buques, y se lanzaron 75 misiles de precisión y 14 bombas "bunker-buster" GBU-57 en cuestión de horas. Con su Operación Martillo de Medianoche, Estados Unidos ha hecho un dramático regreso a la guerra.

Todavía no es posible evaluar el alcance de los daños y el número de víctimas en Irán e Israel desde que comenzaron los combates el 13 de junio, pero la potencia de fuego es abundante y destructiva. Al cierre de esta edición, nos enteramos de que, tras los ataques iraníes contra bases militares estadounidenses, los beligerantes han anunciado un "alto el fuego" mientras seguían lloviendo misiles sobre ambos bandos.

Medio Oriente se hunde en la barbarie y el caos

Según la propaganda de guerra, el bombardeo de Irán es un gran éxito: el régimen de los mulás ha quedado permanentemente debilitado e incluso podría desaparecer, Israel y Estados Unidos han puesto fin a la amenaza nuclear e impondrán la paz y la seguridad en Medio Oriente.

¡Todo esto no son más que mentiras! Medio Oriente seguirá sumiéndose en el caos, un caos que afectará a todo el planeta. Incapaz de responder directamente, la República Islámica, entre la espada y la pared, no dudará en sembrar la barbarie allí donde pueda, en activar a todos los grupos armados bajo su control e incluso en recurrir masivamente al terrorismo. Las amenazas de Irán contra el estratégico estrecho de Ormuz simbolizan por sí solas que la crisis económica mundial se agravará y, con ella, la inflación.

Y si el régimen de terror de los mulás no sobrevive, las secuelas serán tan terribles como su reinado: el país se dividirá entre señores de la guerra, habrá un ciclo de venganzas entre las distintas facciones, surgirán grupos terroristas aún más armados y peligrosos que Daesh y habrá éxodos masivos de la población.

No se trata de una profecía apocalíptica, sino de una lección aprendida de todas las guerras de los últimos veinte años. En 2003, la invasión estadounidense de Irak, que supuestamente iba a asestar un golpe mortal al "Eje del Mal" e imponer una Pax Americana en la región, convirtió el país en un campo de ruinas donde grupos armados y camarillas mafiosas luchaban entre sí sin cesar. En 2011, la vecina Siria se sumió en una guerra civil en la que participaron grupos terroristas armados como Daesh, potencias regionales como Turquía, Irán e Israel, y potencias mundiales como Estados Unidos y Rusia. En 2014, Yemen se unió a la danza macabra. El resultado: cientos de miles de muertos y un país devastado. En 2021, Afganistán volvió a caer en manos de los talibanes tras veinte años de guerra emprendida por Estados Unidos para... derrocar a los talibanes.

A finales de 2023, Hamás lanzó un ataque terrorista de barbarie inusitada contra civiles israelíes. El ejército israelí respondió con una brutalidad desenfrenada, lanzando una campaña de destrucción masiva en la Franja de Gaza que rápidamente se convirtió en un auténtico genocidio. En los meses siguientes, el caos se extendió a un ritmo inimaginable: frente a los aliados de Hamás, Netanyahu lanzó una ofensiva mortal en todos los frentes en Líbano, Siria y ahora Irán. Fundamentalmente, la misma dinámica está en marcha en Ucrania, Sudán, Malí y la República Democrática del Congo. El mundo capitalista se hunde en un caos desgarrado por la guerra: como en Gaza y Líbano en los últimos meses, cualquier "alto el fuego" en Irán será temporal y precario, acordado para preparar mejor las próximas masacres. La "guerra de los doce días" (nombre oficial dado a este último episodio de la guerra en Irán) dura ya casi cincuenta años y acaba de empeorar considerablemente para las próximas décadas...

Una guerra con repercusiones mundiales catastróficas

La guerra con Irán debilitará a los principales adversarios de Estados Unidos: Rusia, que necesita drones iraníes en Ucrania, pero también China, que necesita petróleo iraní y acceso a Medio Oriente para su "Nueva Ruta de la Seda". En cuanto a la operación Martillo de Medianoche, demuestra una vez más la superioridad indiscutible del ejército estadounidense, capaz de intervenir masivamente al otro lado del planeta y barrer a todos sus enemigos. Estos ataques son un mensaje explícito a China, del mismo modo que las bombas atómicas sobre Japón en 1945 fueron ante todo una advertencia a Rusia.

Pero esta demostración de fuerza es sólo una victoria temporal que no resolverá ningún conflicto ni calmará a ninguno de los otros tiburones imperialistas. Al contrario, las tensiones aumentarán en todas partes, y cada Estado, grande o pequeño, cada camarilla burguesa, intentará aprovecharse del caos para defender sus sórdidos intereses, lo que aumentará aún más el desorden mundial. China, sobre todo, no se quedará con los brazos cruzados y acabará mostrando también sus músculos, en Taiwán o en cualquier otro lugar.

Una vez más, estas son las lecciones que aprendemos de la historia. Desde la caída de la URSS en 1991, Estados Unidos es la única superpotencia. Ya no existen bloques dentro de los cuales los países aliados deban respetar cierta forma de disciplina y orden. Al contrario, cada país juega su propia carta, cada alianza es cada vez más frágil y circunstancial, lo que hace que la situación sea cada vez más caótica e incontrolable. Estados Unidos comprendió inmediatamente esta nueva dinámica histórica. Por eso lanzó la Guerra del Golfo en 1991, una auténtica demostración de fuerza para enviar un mensaje a todo el mundo: "Somos los más fuertes, deben obedecernos". El anuncio de Bush padre de un "Nuevo Orden Mundial" no significaba otra cosa. Y sin embargo, dos años después, en 1993, Francia apoyó a Serbia, Alemania a Croacia y Estados Unidos a Bosnia en una guerra que acabaría por desgarrar Yugoslavia.

La lección es clara y ha permanecido inalterada durante treinta y cinco años: cuanto más crece la oposición a la supremacía estadounidense, más duro debe golpear Estados Unidos... y cuanto más duro golpea, más alimenta la oposición y el sálvese quien pueda en todo el mundo. A escala regional, lo mismo ocurre con Israel. En otras palabras, con la guerra en Irán, el desarrollo del caos y el desorden a través de la guerra se acelerará aún más. Asia se convertirá en el punto caliente de las tensiones imperialistas mundiales, atrapada entre las crecientes ambiciones de China y la presencia militar cada vez más masiva de Estados Unidos. La burguesía estadounidense sabe que es allí donde debe concentrar ahora la mayor parte de sus fuerzas armadas.

"No King", "Free Palestine", "Stop Genocide": ¡el único futuro para el capitalismo es la guerra!

Ante estos horrores indecibles, ante las masacres a gran escala, mucha gente quiere reaccionar, gritar su rabia, unirse, decir "basta". Y esto es realmente necesario porque si dejamos que suceda, si no reaccionamos, el capitalismo arrastrará a toda la humanidad a una enorme fosa común, a una serie de conflictos dispersos, incontrolables y cada vez más mortíferos. Muchos de los que están dispuestos a reaccionar están saliendo ahora a la calle en diversos movimientos "antiguerra": No Kings, Free Palestine, Stop Genocide, todos ellos apoyados por las fuerzas de la izquierda capitalista.

Pero las consignas que propone la izquierda, incluso las que parecen más radicales, son trampas que siempre se reducen a atribuir las causas de la guerra a tal o cual líder, a Netanyahu, Hamás, Trump, Putin o Jamenei, y en última instancia a elegir un bando frente a otro. Con su retórica hipócrita "por la paz", "por la defensa de la democracia", "por el derecho de los pueblos a la autodeterminación", las fuerzas que controlan el capital tratan de engañarnos haciéndonos creer que el capitalismo podría ser menos belicoso, más humano, que todo lo que tenemos que hacer es elegir a los "representantes adecuados" y "presionar a los líderes" para establecer la paz mundial y unas relaciones "más justas" entre las naciones capitalistas. Todo esto equivale, en última instancia, a exonerar la dinámica belicista en la que se hunde inexorablemente todo el sistema capitalista, todas las naciones, todas las camarillas burguesas.

Trump, Netanyahu y Jamenei son, sin duda, líderes sanguinarios. Pero el problema al que nos enfrentamos no es este o aquel líder: es el capitalismo. Independientemente de qué facción burguesa esté en el poder, izquierda o derecha, autoritaria o democrática, todos los países son belicistas. Esto se debe a que el capitalismo se está hundiendo en una crisis histórica que no puede resolver: la competencia entre naciones no hace más que intensificarse, volverse más brutal y descontrolarse. Esto es lo que la izquierda trata de ocultar. Y esta es la trampa en la que caen los que participan en estos mítines, pensando que luchan contra la guerra.

Denunciar todos estos movimientos como trampas puede sorprender o incluso enfadar a quienes sinceramente quieren actuar ante masacres tan generalizadas: "Entonces, ¿no hay nada que podamos hacer?" "Se critica, ¡pero hay que hacer algo!".

Sí, hay que hacer algo, pero ¿qué?

Para acabar con las guerras, hay que derrocar al capitalismo

Los trabajadores de todos los países deben negarse a dejarse llevar por la retórica nacionalista. Deben negarse a tomar partido por uno u otro bando burgués, en Oriente Medio o en cualquier otro lugar. Deben negarse a dejarse engañar por la retórica que les pide que muestren "solidaridad" con uno u otro pueblo para adoctrinarlos mejor contra otro "pueblo". Expresiones como "palestinos mártires", "iraníes bombardeados", "israelíes aterrorizados", todas sirven para encerrar a la gente en la elección de una nación sobre otra. En todas las guerras, a ambos lados de la frontera, los Estados siempre reclutan a la gente haciéndoles creer en una lucha entre el bien y el mal, entre la barbarie y la civilización. ¡Mentiras!. Las guerras son siempre un enfrentamiento entre naciones rivales, entre burguesías rivales. Siempre son conflictos en los que los explotados mueren en beneficio de sus explotadores.

'Iraníes', 'israelíes' o 'palestinos', entre todas estas nacionalidades hay explotadores y explotados. Por tanto, la solidaridad del proletariado no es con los 'pueblos', debe ser con los explotados de Irán, Israel o Palestina, como lo es con los trabajadores de todos los demás países del mundo. No podemos aportar una verdadera solidaridad a las víctimas de la guerra manifestándonos a favor de un ilusorio capitalismo pacífico, optando por apoyar a un bando que se dice atacado o más débil frente a otro que se dice agresor o más fuerte. La única solidaridad consiste en denunciar a todos los Estados capitalistas, a todos los partidos que llaman a unirse en torno a tal o cual bandera nacional, a tal o cual causa militarista.

Esta solidaridad exige, ante todo, el desarrollo de nuestras luchas contra el sistema capitalista responsable de todas las guerras, una lucha contra las burguesías nacionales y sus Estados.

La historia ha demostrado que la única fuerza que puede poner fin a la guerra capitalista es la clase explotada, el proletariado, enemigo directo de la clase burguesa. Así ocurrió cuando los obreros de Rusia derrocaron al Estado burgués en octubre de 1917 y cuando los obreros y soldados de Alemania se sublevaron en noviembre de 1918: estos grandes movimientos de lucha del proletariado obligaron a los gobiernos a firmar el armisticio.

Fue la fuerza del proletariado revolucionario la que puso fin a la Primera Guerra Mundial. Una paz verdadera y duradera en todas partes sólo puede ser conquistada por la clase obrera derrocando al capitalismo a escala mundial.

Este largo camino nos espera, y hoy pasa por el desarrollo de las luchas contra los ataques económicos cada vez más duros que nos desata un sistema sumido en una crisis insuperable. Rechazando la degradación de nuestras condiciones de vida y de trabajo, rechazando los sacrificios perpetuos en nombre de la competitividad de la economía nacional o del refuerzo del esfuerzo bélico, empezamos a plantar cara al corazón del capitalismo: la explotación del hombre por el hombre. En estas luchas, nos mantenemos unidos, desarrollamos nuestra solidaridad, debatimos y tomamos conciencia de nuestra fuerza cuando estamos unidos y organizados.

El proletariado comenzó a recorrer este largo camino durante el "Verano de la ira" en el Reino Unido en 2022, durante el movimiento social contra la reforma de las pensiones en Francia a principios de 2023, durante las huelgas en los sectores de la sanidad y el automóvil en Estados Unidos en 2024, y en las huelgas y manifestaciones que se han sucedido durante meses y continúan incluso ahora en Bélgica. Esta dinámica internacional marca el retorno histórico de la combatividad obrera, el rechazo creciente a aceptar el deterioro permanente de las condiciones de vida y de trabajo, y la tendencia a unirse a través de sectores y generaciones como trabajadores en lucha, independientemente de su nacionalidad, origen étnico o religión.

Algunos criticarán a los revolucionarios afirmando: "Frente a la guerra, ¡proponéis no hacer nada, aplazar indefinidamente la lucha contra las masacres que tienen lugar ante nuestros ojos!". Hoy en día, las luchas del proletariado no tienen aún la fuerza necesaria para enfrentarse directamente a la guerra; esto es una realidad. Pero hay dos caminos posibles: o bien participamos en los movimientos llamados "paz ahora" y nos dejamos desarmar en la lucha por un capitalismo "más justo", "más democrático", y compramos así las ideologías que contribuyen al desarrollo general del imperialismo empujándonos a apoyar a la nación, la campaña, a la camarilla calificada de "menos mala" o "más progresista". O podemos participar pacientemente, mediante luchas en nuestro terreno de clase, en la reconstrucción de nuestra solidaridad y nuestra identidad, trabajando por un movimiento histórico que es el único capaz de arrancar de raíz la guerra y la pobreza, las naciones y la explotación: el capitalismo. Sí, esta lucha es larga. Sí, requerirá una gran confianza en el futuro, la capacidad de resistir al miedo y a la desesperación que la burguesía quiere infundirnos. Pero es la única manera de avanzar.

Para participar en este movimiento, debemos reunirnos, discutir, organizarnos, escribir y distribuir hojas volantes, defender el auténtico internacionalismo proletario y la lucha revolucionaria. Contra el nacionalismo, contra las guerras a las que nos quieren arrastrar nuestros explotadores, las viejas consignas del movimiento obrero, las del Manifiesto Comunista de 1848, son hoy más actuales que nunca:

"¡Los obreros no tienen patria!

Trabajadores de todos los países, ¡uníos!".

¡Por el desarrollo de la lucha de clases del proletariado internacional!

Corriente Comunista Internacional, 24 de junio de 2025

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