Terremoto en Turquía: El verdadero desastre es el capitalismo - ¡solo la solidaridad de clase del proletariado puede salvarnos!

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Publicamos aquí una declaración de varios camaradas de Turquía sobre el terremoto que ha devastado esa región, junto con partes de Siria. Queremos saludar la rápida respuesta de estos camaradas a un acontecimiento tan terrible, que según cifras oficiales se ha cobrado más de 21,000 vidas. Es casi seguro que se reconocerán muchas más, incluyendo las de los que sobrevivieron a los momentos iniciales del terremoto pero que se enfrentan ahora al hambre, el frío y las enfermedades. Tal y como afirman los camaradas en su declaración, este desastre “natural” ha llegado a ser tan devastador por culpa de las exigencias inhumanas de la competencia y el beneficio capitalistas, que obligan a la gente a vivir en viviendas débiles y totalmente inadaptadas. Los efectos particularmente catastróficos de este terremoto ilustran bien el desprecio que siente la burguesía por las vidas y el sufrimiento de la clase obrera, de los oprimidos de nuestro tiempo, en un periodo en el que el modo de producción capitalista se está descomponiendo en todos sus aspectos. Ciertamente, el hecho de que este desastre haya tenido lugar en el corazón de una región azotada por la guerra imperialista ha agravado considerablemente su impacto. El epicentro del seísmo fue Maraş, en la región de mayoría kurda que lleva largo tiempo sometida a los vaivenes del conflicto entre el Estado turco y los nacionalistas kurdos. En el norte de Siria, un gran número de víctimas son refugiados que intentaban huir de la contienda asesina que sigue librándose allí, y que ya estaban viviendo en unas condiciones infernales acentuadas por el bombardeo deliberado de hospitales, como los que el régimen de Assad ha llevado a cabo en ciudades como Aleppo. La confrontación aún en curso entre facciones capitalistas de la región añadirá aún más obstáculos, políticos y materiales, a los ya mermados esfuerzos de rescate.

 


Todavía no podemos saber hasta qué punto han llegado los efectos destructivos del terremoto que ha tenido lugar en Maraş el 6 de febrero de 2023, que afectó a su vez a las provincias adyacentes y a Siria. Los medios de comunicación ya han informado de la destrucción de más de diez mil edificios, de que se esperan encontrar millares de muertos bajo los escombros y de que hay decenas de miles de heridos. La comunicación con algunas ciudades está cortada desde hace dos días. Carreteras, puentes y aeropuertos han sido alcanzados por la destrucción. Se informa de un incendio que ha tenido lugar el puerto de İskenderun (Alejandreta) y de que se han cortado las tomas de electricidad, agua y gas natural en muchas zonas. Los que han sobrevivido al terremoto se enfrentan ahora al hambre y el frío de un duro invierno. Hay también noticias preocupantes de las partes de Siria que se han visto afectadas por el terremoto y que ahora están bajo ocupación turca.  

La sucesión de dos grandes terremotos no es nada habitual. Sin embargo, al contrario de lo que afirman la clase dominante y sus partidos, esto no significa que la destrucción que han causado sea la que se podía esperar. Los llamamientos vomitivos a la “unidad nacional” por parte de los partidos burgueses, tanto en el gobierno como en la oposición, no pueden ocultar lo que todos sabemos ya: el capitalismo y su Estado son los principales culpables de esta devastación.

1- Sabemos que el proletariado, como clase, pondrá en acción toda su solidaridad para con los que se han quedado sin hogar, los heridos y los que han perdido a familiares en las zonas afectadas. Cientos de mineros se han ofrecido ya voluntarios para participar en las operaciones de búsqueda y rescate de las víctimas del terremoto. Por todo el mundo se suceden las muestras de solidaridad de trabajadores y equipos de rescate para ayudar a los supervivientes. Esta solidaridad, una de las mejores armas del proletariado, es una necesidad vital. Los proletarios no pueden confiar en nadie más que en los miembros de su clase. Solo podemos lograr nuestra emancipación con las fuerzas de nuestra propia clase, con nuestra unidad, no con la de la clase dominante y su Estado.

2- Las experiencias pasadas de terremotos en Turquía son prueba de los efectos letales y destructivos del crecimiento urbano que ha estimulado la reproducción social del capital. Esa es la única razón de que se levanten estructuras que no pueden resistir un terremoto, de que se amontone a la gente en bloques de pisos y ciudades con alta densidad de población en zonas vulnerables a seísmos: es la mejor forma de satisfacer la necesidad del capital de disponer de una fuerza de trabajo abundante y barata. Transcurridos 20 años desde los terremotos de Gölcük y Düzce (en la región del Mármara), este desastre vuelve a mostrar la superficialidad de todas las “medidas” que ha tomado el Estado y de las lágrimas de cocodrilo que vierte la clase dominante. Este desastre y los efectos que ha tenido son la prueba sangrante de que la principal razón de existir del Estado no es la de proteger a las poblaciones pobres y al proletariado, sino la de proteger los intereses del capital nacional.

3- ¿Por qué no organiza el capitalismo infraestructuras permanentes y sólidas, incluso cuando se dan desastres que destruyen de forma regular y sistemática su infraestructura de producción? Porque bajo el capitalismo todos los edificios, carreteras, presas, puertos, en definitiva toda la inversión en infraestructura en general, no se organiza pensando a largo plazo ni teniendo en cuenta las necesidades humanas. En el capitalismo todas estas inversiones, ya las controle el Estado o una empresa privada, se hacen por beneficio y para la continuación del sistema del trabajo asalariado. Se estruja a poblaciones enteras en ciudades inhabitables. Incluso sin tener en cuenta los terremotos, se llenan regiones urbanas y rurales enteras con edificios de cemento insalubres que pueden durar a lo sumo un siglo. En los últimos 40 años, los terribles planes de urbanización del capitalismo han convertido pueblos y ciudades enteros en tumbas de cemento, a lo largo y ancho de toda la geografía de Turquía. El sistema capitalista, basado en la producción de plusvalor, solo puede sostenerse empleando tanto trabajo vivo como sea posible, es decir, proletarios, y manteniendo al mínimo las inversiones en capital fijo, es decir, en infraestructuras. En el capitalismo la construcción es una actividad continua; la estabilidad del edificio, su armonía con respecto al medio ambiente y su respuesta a las necesidades humanas son totalmente ignoradas. Esta es la norma para el capitalismo occidental más avanzado tanto como para los capitales más débiles de África y Asia. El único objetivo social del capital y sus estados es el de perpetuar la explotación de un número cada vez mayor de proletarios.

4- El orden capitalista no está en posición de proponer soluciones siquiera para reproducir su propio orden de explotación. En la eventualidad de un desastre “natural”, el capital se vuelve tan temerario como impotente. Vemos esta impotencia en su incapacidad incluso para coordinar la acción de las organizaciones de ayuda humanitaria, a su vez bajo el control de otros estados nacionales, y en la incapacidad del Estado para organizar la distribución de la ayuda para emergencias. Vemos esto no solo en países como Turquía, donde un capitalismo en decadencia se ha visto ya profundamente afectado de esta forma, sino también en países del corazón del capitalismo mundial como Alemania, que se vio indefenso ante las inundaciones hace dos años, o en los Estados Unidos, donde carreteras y puentes colapsaban bajo la acción de las inundaciones debido al abandono de la inversión en infraestructura.  

5- El hecho de que haya secciones de la burguesía en la oposición que denuncian la “ineficiencia” del Estado para “ayudar” a las víctimas del terremoto, da una perspectiva engañosa de la naturaleza del Estado. El Estado no es una organización asistencial. Es el aparato colectivo de la violencia de una clase explotadora minoritaria. El Estado protege los intereses del capital. Ciertamente, el caos que se ha desatado en la zona afectada por el desastre ha puesto al desnudo la debilidad de la clase dominante, y ha obstruido la reproducción del capital, obligando al Estado a organizar un nivel mínimo de “ayuda”. Pero la cuestión es que parece incapaz de hacerlo incluso a ese nivel mínimo. Cualquiera que sea la forma en la que el Estado intervenga en el desastre, su función principal es activar y reforzar las cadenas al proletariado y competir con otros países capitalistas en aras de los intereses de su propio capital nacional. El Estado es la máquina física e ideológica que asiste a la acumulación de capital, el guardián de las condiciones que empujan a los obreros a vivir en casas que son ataúdes de cemento insalubres, y que les dejan indefensos frente a los desastres.

6- No hay nada “natural” en las epidemias, hambrunas y guerras que hemos visto suceder en los últimos años y cuyos efectos se han sentido a nivel mundial. A pesar de que no se puede predecir el momento exacto en que sucederá un terremoto, las líneas de falla de estos fenómenos y sus posibles magnitudes sí pueden delimitarse con exactitud. El principal responsable de estos desastres es el capitalismo y sus estados nacionales, junto con toda la clase dominante, que organiza la sociedad en torno a la extracción de plusvalía y el trabajo asalariado, todo lo cual intensifica la competencia militarista y nacionalista y amenaza la existencia y el futuro de la humanidad. Mientras continúe la dominación capitalista y la división de la humanidad en clases y estados nacionales, estas catástrofes seguirán ocurriendo, y se volverán cada vez más peligrosas, destructivas y frecuentes. Esta es una indicación clara de la extenuación del capitalismo. A lo largo y ancho del mundo, las clases dominantes empujan a la humanidad a la guerra y el hambre en ciudades horribles e inhabitables, y al camino de una gigantesca crisis climática global.

El terremoto que ha tenido lugar en Maraş es la última prueba, dolorosa y concreta, de que la clase dominante no tiene ningún futuro positivo que ofrecer a la humanidad. Pero esto no debería llevarnos al pesimismo. Nos da esperanza la solidaridad que ha mostrado nuestra clase, y que seguirá mostrando de cara a este desastre. Los desastres tienen los efectos devastadores que tienen no porque sean inevitables, sino porque nuestra clase, el proletariado, no tiene aún la confianza en sí misma que hace falta para cambiar el mundo y salvar a la humanidad del azote del capital. Los recursos de la humanidad y de la Tierra son suficientes como para construir alojamiento y vivienda permanentes y seguros frente a desastres. El camino a este futuro se abrirá una vez el proletariado, la única fuerza que puede movilizar los recursos del mundo para su liberación, desarrolle su confianza en sí mismo y entable una lucha internacional para quitarle el poder a la clase corrupta de los capitalistas.

Un grupo de comunistas internacionalistas de Turquía

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Turquía