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Cuando el grupo “la Gauche Communiste en France” (GCF) decide traducir y publicar “Lenin Filósofo”, de A. Pannekoek, no es solo seudónimo de J. Harper, sino hasta el nombre de Pannekoek el que prácticamente se desconoce en Francia; esto no se puede explicar como algo “francés”. Aun teniendo en cuenta que Francia jamás se destacó por su prontitud en publicar obras del movimiento obrero y marxista, pues esto es verdad para todos los países de Europa y del mundo, este “olvido” no concierne a Pannekoek, en particular. En toda la izquierda comunista -empezando por Rosa Luxemburgo- la que estuvo en la avanzadilla de las luchas revolucionarias de la clase obrera al terminar la Primera Guerra Mundial, la totalidad de su obra teórica, de su acción política y sus apasionadas luchas las que están sepultadas en el “olvido”. Resulta difícil imaginarse que ha bastado con unos diez años de degeneración de la Internacional Comunista y de contrarrevolución estalinista para “borrar” de la memoria las lecciones de un movimiento revolucionario que, sin embargo, eran tan ricas, tan densas, de una generación que acababa de vivirlo ella misma. Parecía como si una epidemia de amnesia hubiera afectado de repente a estos millones de proletarios que habían participado activamente en aquellos acontecimientos y de hundirlos en un desinterés total para con todo lo que era pensamiento revolucionario. De aquella ola que por poco “trastorna el mundo”, solo subsisten unos cuántos rostros, representados por los escasos grupos esparcidos por el mundo, aislados unos de otros, y por lo tanto incapaces de asegurar la continuación de la reflexión teórica, a no ser por medio de revistas de tirada reducida al mínimo y a menudo ni siquiera impresas.
No ha de extrañar que el libro de Harper, Lenin Filósofo, publicado en alemán en 1938, en vísperas de la guerra, no encuentre ningún eco y pase totalmente desapercibido, aún en el medio tan reducido de los revolucionarios, y es el mérito de Internacionalisme, el haber sido el primero en traducirlo y publicarlo por entregas, en sus números 18 a 29 (febrero a diciembre del 1947), después de que pasara la borrasca de la guerra.
Tras saludar el libro de Harper “en tanto que contribución de primer orden, al movimiento obrero y a la causa de la emancipación del proletariado”, añade en su prefacio (nº 18, febrero del 1947) “se esté o no de acuerdo con todas las conclusiones que saca, nadie puede negar el enorme valor de su trabajo que hace de esta obra, de estilo sencillo y claro, uno de los mejores escritos teóricos de las últimas décadas”.
En este mismo prefacio, Internacionalisme expresa su preocupación fundamental al escribir: “La degeneración de la IC acarreó un inquietante desinterés en el medio de la vanguardia por la investigación teórica y científica. Exceptuando la revista Bilan publicada antes de la guerra por la Fracción Italiana de la Izquierda Comunista y los escritos de los Comunistas de Consejos, de los cuales es parte el libro de Harper, el esfuerzo teórico del movimiento obrero europeo resulta casi inexistente. Y nada nos parece más terrible para la causa del proletariado que el embotamiento teórico que manifiestan sus militantes”.
Por esto es por lo que, Internacionalisme, aun considerando altamente su valor, no se conforma con simplemente publicar la obra de Pannekoek, sino que se propone y somete esta obra a la discusión y hace la crítica de la misma en una serie de artículos que van del nº 30 (enero del 48) al nº 33 (abril del 48). Si Internacionalisme acepta y comparte enteramente la demostración de Pannekoek de que Lenin, en su polémica contra las tendencias idealistas, cae en argumentos propios del materialismo burgués (mecanicista y positivista), Internacionalisme rechaza categóricamente las conclusiones políticas que Pannekoek se permite sacar, para hacer del Partido bolchevique un partido no proletario, una “intelligentsia” (¿), y para hacer de la revolución de Octubre una revolución burguesa.
Esta tesis servirá de base para todo un análisis de la revolución de Octubre y del Partido Bolchevique para la corriente consejista y que la diferencia claramente de la Izquierda Comunista y también del KPD, al menos en sus principios. El consejismo aparece, así como una regresión de la Izquierda Alemana a la que apela. Con algunas variantes, volvemos a encontrar esta tesis, tanto en “Socialismo ou Barbarie” como en “Socialismo des Conseils”, desde Chaulieu hasta Mattick, desde M. Rubel hasta K. Korscch. Lo que más sorprende en esta manera de ver y que tienen todos en común, incluyendo a los modernistas, consiste en la reducción de la revolución de octubre a un fenómeno estrictamente ruso, perdiendo totalmente de vista su significado internacional histórico. Una vez que se había llegado a esto, solo faltaba recordar el Estado atrasado del desarrollo industrial de Rusia para concluir con lo de la ausencia de condiciones objetivas para una revolución proletaria. La ausencia de una visión global de la evolución del capitalismo como un todo lleva al Consejismo por caminos que le son propios, a la postura del de siempre de los mencheviques; la no madurez de las condiciones objetivas y lo inevitable del carácter burgués de la revolución.
Evidentemente, lo que motivó el trabajo de Pannekoek no es tanto la rectificación teórica del procedimiento erróneo de Lenin en el dominio filosófico, sino fundamentalmente la necesidad política de luchar contra el partido bolchevique, al que consideraba, a priori, y por naturaleza, como un partido marcado por el carácter “medio burgués, medio proletario del bolchevismo y de la revolución rusa misma”1. “Es para elucidar la naturaleza del bolchevismo y de la revolución rusa”, como lo escribe P., Matic,” que Pannekoek emprendió un examen crítico de sus fundamentos filosóficos al publicar en 1938 su” Lenin en Filósofo”. Se puede poner en duda la validez de semejante procedimiento y su demostración está lejos de convencer. El deducir la naturaleza de un acontecimiento histórico tan importante como el de la revolución de octubre, o el papel desempeñado por el Partido bolchevique, partiendo de una polémica filosófica, -por muy importante que fuera-, está lejos de poder constituir la prueba de lo que se afirma. Ni los errores filosóficos de Lenin en 1938, ni tampoco el triunfo posterior de la contrarrevolución estalinista, son pruebas de octubre 17 no fuese una revolución proletaria, sino la revolución de una tercera clase. La inteligencia. (¿) Al basar artificialmente sus confusiones políticas erróneas sobre premisas teóricas justas, al establecer unos vínculos en un solo sentido entre causas y efectos, Pannekoek a su vez cae en el mismo procedimiento no marxista que acababa de criticar con razón a Lenin.
Con 1968 y la reanudación de la lucha de clases, el proletariado reanuda el hilo roto por casi medio siglo de contrarrevolución triunfante y se vuelve a apropiar los trabajos de esa izquierda que había sobrevivido al naufragio de la internacional comunista.
Hoy en día, los escritos y los debates de esta Izquierda que se ignoran durante mucho tiempo vuelven a salir y encuentran lectores cada vez más numerosos. Hoy, “Lenin Filósofo” de Pannekoek -- como tantas otras obras de otros autores- se ha podido publicar y lo han podido leer miles de militantes obreros. Pero para que esos trabajos teóricos políticos puedan servir verdaderamente al desarrollo del pensamiento y de la actividad revolucionaria, hoy se han de estudiar con espíritu crítico, manteniéndose alejado de medios universitarios que, al descubrir tal o cual autor, rápidamente lo transforman en una nueva moda, en una nueva idolatría, y se vuelven sus incondicionales apólogos.
Frente a un “neo anti-bolchevismo” de moda, hoy en algunos grupos y revistas como el PIC o el ex --Spartacus, que simplemente borra todo el movimiento socialista y comunista en Rusia, incluyendo la revolución de Octubre, de la historia del proletariado, podemos decir de nuevo lo que escribía “Internacionalisme” en su prólogo al libro de Harper:
“Esta deformación del marxismo, que debemos a los marxistas, tanto apresurados como ignorantes, hace pareja con los que, no menos ignorantes, hacen del “anti-marxismo”, su especialidad propia. El “anti marxismo”, se ha vuelto hoy día el atributo de toda una capa de intelectuales de medio pelo pequeño burgueses desarraigados, que han perdido su categoría social. Agriado y desesperados que, asqueados por el monstruoso sistema ruso proveniente de la revolución proletaria de octubre y sin ganas de hacer la labor ingrata y dura de investigación científica, se van por el mundo, con las cenizas de luto sobre la cabeza. En una cruzada sin cruz, en búsqueda de nuevos ideales, no para entenderlos sino para adoptarlos”
. Lo que ayer era para el marxismo, lo es hoy también para el bolchevismo y la revolución de Octubre.
M.C.
Política y Filosofía: de Lenin a Harper
Resulta indiscutible, tras leer el documento de Harper sobre Lenin, que nos hallamos ante un estudio serio y profundo sobre la obra filosófica de Lenin y ante un esbozo muy claro y muy neto de la dialéctica marxista que Harper opone a la concepción filosófica Lenin.
El problema para Harper se planteó de la siguiente manera: en lugar de separar las concepciones del mundo de un Lenin de su actividad política, es preferible, para ver y comprender mejor lo que emprendió aquel revolucionario, discutir y entender sus orígenes dialécticos. La obra que, para Harper, mejor caracteriza a Lenin, a su pensamiento, es “Materialismo y Empiriocriticismo” en la cual, saliendo al ataque de un claro idealismo que se perfilaba en la “intelligentsia” rusa con la colección filosófica de un Mach, Lenin trata de volver a clarificar un marxismo que acababa de sufrir revisiones, no solo por parte de Bernstein, sino también por parte de ese Mach.
Harper introduce el problema con un análisis muy perspicaz y profundizado de la dialéctica en Marx y en Dietzgen. Más aún, todo a lo largo de su estudio, Harper tratará de hacer una profunda discriminación entre el Marx de los primeros estudios filosóficos y el Marx maduro por la lucha de la clase y que se desgaja de la ideología burguesa. A través de esta discriminación, despeja los fundamentos contradictorios del materialismo burgués de la época próspera del capitalismo al que caracteriza en las ciencias naturales, y del materialismo revolucionario, concretado en las ciencias del desarrollo y de la evolución social. Harper se esforzará en refutar algunas aserciones de Lenin que, a su parecer, no corresponden al pensamiento de Mach, sino que únicamente incumben a la polémica por parte de Lenin, que en este caso procuraba resolver “la unidad del partido socialista ruso más que refutar el verdadero pensamiento de Mach”.
Pero si el trabajo de Harper resulta interesante en su estudio sobre la dialéctica, así como en la corrección del pensamiento de Mach a la manera de Lenin, la parte más interesante por sus importantes consecuencias, es sin duda alguna el análisis de los orígenes del materialismo en Lenin, y su influencia sobre la obra y la acción de éste en la discusión socialista internacional y en la revolución de 1917 en Rusia.
La fase primera de la crítica empieza por el estudio de los antecesores filosóficos de Lenin. Desde d’Nolbach, pasando por algunos materialistas franceses como la Lametrie y hasta Avenarius, el pensamiento de Lenin se perfila claramente. Todo el problema se basa en la teoría del conocimiento. Ni siquiera Plejanov pudo evitar esta trampa del materialismo burgués. A Marx le precede Feuerbach. Y esto será una gran desventaja en el pensamiento social de todo el marxismo ruso, y de Lenin en primer lugar.
Harper, con mucha razón, delimita en la teoría del conocimiento, los orígenes del materialismo burgués que acabará hundiéndose por su carácter estático, y los del materialismo revolucionario que no sigue o supera la dialéctica burguesa, sino que tiene una naturaleza y una orientación diferentes.
Por una parte, la burguesía considera al conocimiento como un fenómeno puramente receptivo (Engels -según Harper- tendrá sobre este punto únicamente la misma concepción). Quien dice conocimiento dice percepción, sensación del mundo exterior, comportándose nuestro espíritu como un espejo que refleja con mayor o menor fidelidad el mundo exterior. Entonces se entiende que las ciencias naturales fueron el caballo de batalla del mundo burgués. La física, la química, la biología en sus primeras expresiones representan más una labor de traducción de fenómenos del mundo exterior que una tentativa de interpretación. La naturaleza parece un gran libro por medio del cual se trascriben manifestaciones naturales en signos inteligibles. En resumidas cuentas, la ciencia se vuelve una fotografía de un mundo cuyas leyes siempre son las mismas, independientes del espacio y del tiempo, pero dependientes del uno y del otro si se consideran por separado.
Esta primera tentativa de las ciencias ha de tener naturalmente como objeto lo que es exterior al hombre, pues es más fácil entender el mundo exterior sensible, que el enredado mundo humano cuyas leyes resisten ante los signos ecuacionales de dirección única, de las ciencias naturales. Pero también hemos de ver en ello sobre todo una necesidad para la burguesía en desarrollo de comprender rápida y empíricamente lo que, exterior a ella, pueda servir para el desarrollo de su fuerza social de producción. Comprender rápidamente, ya que los cimientos del sistema económico-social no son sólidos todavía; empíricamente, ya que la génesis del capitalismo se desarrolla en un terreno fértil, que, para los humanos hace resaltar sobre todo los resultados y las conclusiones, más que el camino recorrido para llegar a ellos.
Las ciencias naturales en el materialismo burgués debían influenciar el conocimiento de los demás fenómenos y originar las ciencias humanas, historia, psicología, sociología, en las que se aplicaban los mismos métodos de conocimiento.
Y resulta que el primer objeto del conocimiento humano que preocupa a las mentes es la religión, que se estudia por primera vez en tanto que problema histórico. Esto también expresa la necesidad para una burguesía joven de deshacerse de lo religioso, que niega la racionalidad natural del sistema capitalista. Esto se plasma en la aparición de eruditos burgueses, entre los cuales Renan, Strauss, Feuerbach, etc..; pero siempre es una disección metodológica lo que hacen, pues el hombre no ha de intentar criticar socialmente un cuerpo ideológico, como la religión, sino más bien volver a encontrar sus fundamentos humanos, para para reducirla al nivel de las Ciencias Naturales y con el bisturí científico permitir que aparezcan documentos antiguos y las alteraciones sufridas a lo largo de los siglos. En fin, el materialismo burgués normaliza un estado de hecho, fija para la eternidad un modo inmutable de desarrollo. Considera a la naturaleza como una repetición sin fin de causas racionales. El hombre reduce la naturaleza a un anhelo de estatismo conservador. Se da cuenta que domina la naturaleza de cierto modo y no ve que sus instrumentos de dominación se están liberando del hombre y volviéndose en su contra. El materialismo burgués es una etapa progresiva del conocimiento humano. Se vuelve conservador hasta verse rechazado por la burguesía misma cuando el sistema capitalista en su apogeo ya está prefigurando su hundimiento.
Harper ve en la toma de conciencia de la lucha de clases, en las masas trabajadoras, a través de las primeras contradicciones importantes del régimen capitalista, el camino que lleva el pensamiento de Marx desde aquella manera de pensar que se notaba aún en su obra de juventud hacia el materialismo revolucionario.
El materialismo revolucionario, insiste Harper., no es un producto racional; si el materialismo burgués nace en un medio económico-social específico, el materialismo revolucionario también necesita un medio económico-social específico. En aquellas dos épocas, Marx toma conciencia de una existencia que va modificándose. Pero en donde la burguesía solo vio racionalismo, repetición de causa a efecto, Marx nota, en el medio económico-social en evolución, un nuevo elemento que está introduciéndose en el dominio del conocimiento. Su conciencia no es una fotografía del mundo exterior, su materialismo está animado por todos los factores naturales, y, en primer término, el hombre.
La burguesía podía dejar de lado la parte del hombre en el conocimiento, pues su sistema, en sus principios, se desarrolla como las leyes de la astronomía, con la regularidad precisa, y además, su sistema económico dejaba al hombre fuera.
Se olvidó del sistema para con el hombre, empieza, a mediados del siglo XIX, a notarse en las relaciones sociales. Entonces está madurando la conciencia revolucionaria, su conocimiento no es tan solo un aspecto del mundo exterior, como lo pretende el materialismo burgués, sino que el hombre entra en el conocimiento del mundo, en tanto que factor receptivo y además como factor que actúa y modifica.
Entonces para Marx, el conocimiento se vuelve producto de la sensación del mundo exterior y de la idea-acción del hombre factor-motor del conocimiento.
Nacen las ciencias del desarrollo social y de la evolución social, eliminando las viejas ciencias humanas, expresando una progresión y un desarrollo en acción. Las mismas ciencias naturales salen de su marco estrecho. La ciencia del siglo XIX burgués se viene abajo a causa de su ceguera.
Es esa falta de praxis en el conocimiento lo que será específico de la naturaleza ideológica de Lenin. Pero, aunque Harper busca los orígenes filosóficos de Lenin, no por eso les atribuye una influencia decisiva en su acción.
La existencia social condiciona la conciencia. Lenin procede de un medio social atrasado, todavía existe el feudalismo, y la burguesía no es una clase fuerte y revolucionariamente capaz. El fenómeno capitalista en Rusia se presenta en un periodo en el que la burguesía desarrollada y madura de Occidente ya está trazando su curva de decadente. Rusia se convierte en territorio capitalista, no porque una burguesía nacional se oponga al absolutismo feudal del Zar, sino por la injerencia del capital extranjero, que de este modo, crea por completo el aparato capitalista en Rusia. Al hundirse el materialismo burgués a causa del desarrollo de su economía y de sus contradicciones, la “intelligentsia” rusa solo muestra para luchar contra el absolutismo imperial el materialismo revolucionario. Pero el objetivo de la lucha guiará al materialismo revolucionario contra el feudalismo y no contra el capitalismo que no representa ninguna fuerza efectiva. Lenin forma parte de esa “intelligentsia” que, queriendo basarse en la única clase revolucionaria, el proletariado, intenta realizar la transformación capitalista retrasada de la Rusia feudal.
Esta afirmación no es más que una interpretación de Harper, quien verá en la revolución rusa la madurez objetiva de la clase obrera y un contenido político burgués expresado por Lenin, el cual soporta en su conciencia el peso de las tareas del momento en Rusia, la existencia económico-social de este país que se comporta desde el punto de vista del capital como una colonia, en donde no existiría burguesía nacional y en donde las dos fuerzas en presencia serían el absolutismo y la clase obrera.
El proletariado se expresa entonces, en función de ese atraso que se caracteriza por la ideología materialista burguesa de un Lenin. Esta es la idea de Harper sobre Lenin y la revolución rusa. Veamos una de sus frases:
“Esta filosofía materialista era precisamente la doctrina que convenía perfectamente a la nueva masa de los intelectuales rusos que en las Ciencias físicas y en la técnica, no han tardado en reconocer con entusiasmo la posibilidad de administrar la producción y en tanto que nueva clase dominante de un imperio inmenso, han visto abrirse ante sí el porvenir, con la única resistencia del viejo campesinado religioso”. (Lenin Filósofo, cap. VIII).
El método de Harper, así como su modo de interpretar al problema del conocimiento, son dignos con “Lenin Filósofo” de figurar entre las mejores obras del marxismo. Sin embargo, en cuanto a sus conclusiones políticas, nos lleva hacia tanta confusión, que nos vemos obligados a examinarlo de cerca, para intentar disociar el conjunto de su formulación del problema del conocimiento de sus conclusiones políticas que nos parecen erróneas y hasta sin relación con el nivel general de la obra.
Nos dice Harper: “…el materialismo solo dominó la ideología de la clase burguesa durante muy poco tiempo...”. Lo cual, tras haber demostrado que la filosofía de Lenin en “Materialismo y Empiriocriticismo” era esencialmente materialista burguesa, le permite decir que la revolución bolchevique de octubre de 1917 fue una “revolución burguesa apoyada por el proletariado”.
Aquí se encierra Harper en su propia dialéctica y no nos explica este primer fenómeno de su pensamiento y de la historia y puesto que la revolución burguesa produce por sí misma su ideología propia, que es materialista, en el periodo revolucionario, ¿cómo es posible que en el momento en que empieza la crisis más aguda del capitalismo (entre 1914 y 1920), - crisis que no parece preocupar a Harper- una revolución burguesa haya sido exclusivamente propulsada por la parte más consciente de la vanguardia obrera y de los soldados rusos, con los que se solidarizaron obreros y soldados del mundo entero y, principalmente, del país (Alemania) en donde el capitalismo estaba más desarrollado? ¿Cómo es posible que precisamente en esa época, los marxistas, los dialecticos más experimentados de todos, los mejores teóricos del socialismo, que defienden también como Lenin sino mejor que él, la concepción materialista de la historia, como por ejemplo Plejánov y Kautsky, se encontrasen del lado de la burguesía contra los sombreros y los soldados revolucionarios del mundo entero en general, y contra Lenin y los bolcheviques en particular? Harper ni siquiera se plantea todas esas preguntas; ¿cómo podría responder? Pero es justamente el que no se les haya planteado lo que nos extraña.
Además, el largo desarrollo filosófico, aunque justo en su conjunto, comprende algunas afirmaciones que le quitan alcance, Harper tiende a hacer (entre los teóricos del marxismo) una separación entre dos concepciones fundamentalmente opuestas, en el seno de esa corriente ideológica, en cuanto al problema del conocimiento y de la manera de abordarlo. Esta separación, que remontaría a la obra y a la vida del mismo Marx, es algo simplista y esquemático. Harper ve por una parte en la ideología del mismo Marx, dos períodos:
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Hasta 1848, Marx materialista burgués progresista: “La religión es el opio del pueblo...”; esta frase Lenin la recogería más tarde y ni Stalin ni la burguesía rusa juzgaron necesario quitarlo de los momentos de los monumentos oficiales ni siquiera en tanto que objetivo de propaganda del partido.
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Después, el Marx de la segunda época, materialista y dialéctico revolucionario, el del ataque contra Feuerbach, el del “Manifiesto Comunista”, etc. “... la existencia condiciona la conciencia”.
Harper opina que no es una casualidad si la obra de Lenin, “Materialismo y Empiriocriticismo”, es esencialmente representativa del marxismo de la primera época, y de ahí llega a la idea según la cual la ideología de Lenin fue determinada por el movimiento histórico en el que participaba y cuya naturaleza profunda, según Harper, aparece dada por la naturaleza misma, materialista burguesa, de la ideología de Lenin. (Harper solo tiene en cuenta a “Materialismo y Empiriocriticismo”).
Esta explicación lleva a la conclusión de Harper, según la cual el “empiriocriticismo” sería hoy la Biblia de los intelectuales, técnicos y demás representantes de la nueva clase capitalista de Estado que está ascendiendo; la revolución rusa y los bolcheviques, en primer lugar, serían una prefiguración de un movimiento más general de evolución revolucionaria, del capitalismo al capitalismo de Estado, y de la mutación revolucionaria de la burguesía liberal en burguesía burocrática de Estado, de la cual el estalinismo sería la forma más acabada.
Esta concepción de Harper, dejar pensar que esta clase que en todas partes tendría como biblia el “empiriocriticismo” (que Stalin y sus compinches seguirán defendiendo) se apoyaría esencialmente en el proletariado para hacer su revolución capitalista de Estado y, según Harper, sería esta la razón que determinaría a esta nueva clase a apoyarse en el marxismo en esa revolución.
Esta explicación tendería pues a demostrar, que el marxismo de la primera época conduce directamente a Stalin pasando por Lenin, lo cual ya lo hemos oído en boca de anarquistas, en lo que se refiere al marxismo en general del que Stalin sería el resultado lógico (¿de la lógica anarquista?) y que una nueva clase revolucionaria capitalista apoyada en el proletariado surgiría en la historia justamente en el momento en que el capitalismo mismo entra en crisis permanente a causa del hiperdesarrollo de sus fuerzas productivas en el marco de una sociedad basada en la explotación del trabajo humano (la plusvalía).
Estas dos mismas ideas que tiende Harper a introducir en su Lenin Filósofo que se publicó antes de la guerra de 1949 45, las anuncian otros teóricos que vienen de medios sociales y políticos diferentes al suyo, y que se han puesto muy de moda después de la guerra. Actualmente las defienden, la primera muchísimos anarquistas y la segunda muchísimos burgueses reaccionarios del estilo de James Burnham.
El que los anarquistas lleguen a semejantes concepciones mecanicistas y esquemáticas, de que el marxismo estaría en la base del estalinismo y de “la ideología capitalista de Estado”, o de la nueva clase “ejecutiva” no ha de extrañar de parte de aquellos. Nunca han entendido nada de los problemas de filosofía como los plantean los revolucionarios; para ellos, Marx deriva de Auguste Comte, comparan esta asimilación con Lenin, y de ello hacen derivar “la ideología bolchevique estalinista” y con ella relacionan a todas las corrientes marxistas, sin excepción, tomando para sí mismos, en tanto que modo de pensar filosófico, todos los temas de moda, todos los idealismos, desde el existencialismo hasta el nietzscheismo, o desde Tolstoi hasta Sartre.
Pero resulta que esta afirmación de Harper, según la cual “Materialismo y Empiriocriticismo” de Lenin sería una obra filosófica cuya interpretación del problema del conocimiento no superaría el método de interpretación materialista burgués mecanicista, y que sobre esa constatación saca la conclusión de que los bolcheviques, el bolchevismo y la revolución rusa “no podían ir más allá” de la revolución burguesa; estas afirmaciones, como ya hemos visto, no nos conducen únicamente a las conclusiones de anarquistas y burguesas como Burnham; esta afirmación está ante todo en contradicción con otra de Harper mismo que es en parte justa: “El materialismo solo dominó la ideología de la clase burguesa durante muy poco tiempo. Mientras esta podía creer que la sociedad con su desarrollo a la propiedad privada, su libertad individual y su libre competencia podía resolver todos los problemas vitales de cada cual, gracias al desarrollo de la producción, bajo el impulso del progreso sin límites de la ciencia y de la técnica, podía aquella admitir que la ciencia había resuelto los principales problemas teóricos y ya no necesitaba recurso alguno a las fuerzas espirituales supra naturales. Pero el día que la lucha de clases reveló que el capitalismo no era capaz de resolver el problema de la existencia de las masas, su filosofía optimista y materialista del mundo desapareció. De nuevo apareció el mundo lleno de incertidumbres y de contradicciones insolubles, lleno de fuerzas ocultas y amenazadoras”.
Volveremos más tarde sobre el fondo de estos problemas, pero hemos de notar, sin querer hacer vana polémica, las insolubles contradicciones en las que él mismo Harper se ha metido; por una parte, al atacar el problema tan complejo que ha atacado de una manera algo simplista y por otra parte, las conclusiones a las que llegó en cuanto al bolchevismo y al estalinismo.
¿Cómo podemos explicarnos, repetimos, según las ideas de Harper, el que cuando la lucha de clases del proletariado apareció, la burguesía se volviera idealista y el que es justamente cuando la lucha de clases se desarrolla con una amplitud hasta entonces desconocida en la historia, cuando nace por parte de la burguesía una corriente materialista que origina una nueva clase burguesa capitalista? Aquí introduce Harper una idea según la cual, si la burguesía había de volverse absolutamente idealista, si se puede descubrir en Lenin una corriente materialista burguesa, Lenin “tenía que ser materialista para arrastrar tras sí a los obreros”. Nos podemos plantear la siguiente pregunta: ya sea los obreros los que adoptaron la ideología de Lenin, o sea Lenin quien se adaptó a las necesidades de la lucha de clases, según las conclusiones de Harper, o el proletariado seguía a una corriente burguesa, o un movimiento obrero segregaba una ideología burguesa. Pero, de todas formas, el proletariado no nos aparece aquí, con una ideología propia. Que pésimo materialista marxista podría firmar algo semejante: ¿el proletariado entra en acción independiente produciendo una ideología burguesa? A esta conclusión nos lleva Harper.
Además, no es enteramente exacto que la burguesía misma sea, en una época dada, totalmente materialista y en otra, totalmente idealista. En la revolución burguesa de 1789 en Francia, el culto de la Razón solo tomó el lugar del culto de Dios, y era típico del carácter doble de las concepciones a la vez materialista e idealista de la burguesía en lucha contra el feudalismo, la religión y el poder de la Iglesia (bajo la forma agudizada de persecuciones de curas, de incendios de iglesias, etc.…). También volveremos sobre este aspecto doble y permanente de la ideología burguesa que hasta en las horas más avanzadas de la “Gran Revolución” burguesa en Francia, no superó el estadio de “…la religión es el opio del pueblo”.
Sin embargo, aún no hemos sacado todas las conclusiones a las que nos conduce Harper; sacaremos algunas y recordaremos hechos históricos que pueden interesar a todos los que “echan” la revolución de Octubre al campo burgués.
Si esta primera ojeada a las conclusiones y teorías filosóficas de Harper nos ha llevado hacia reflexiones de las que se tratará más tarde, hay hechos que hemos de retener inmediatamente por tratarse de hechos históricos que Harper parece no haber querido ni siquiera tocar.
En efecto, Harper nos habla en decenas de páginas de la filosofía burguesa, de la filosofía de Lenin, y llega a conclusiones a lo menos atrevidas y que exigían como mínimo un examen serio y profundizado. Ahora bien, qué materialista marxista puede acusar a un hombre, un grupo político o un partido de lo que Harper acusa a Lenin, los bolcheviques y su partido, de haber representado a una corriente y una ideología burguesas “…que se apoya en el proletariado” sin haber examinado previamente -aunque solo fuera para recordarlo- el movimiento histórico en que tomaron parte: esa corriente, la socialdemocracia rusa e internacional, de la que proviene (igual que todas las demás fracciones de izquierda de la socialdemocracia) la fracción de los bolcheviques
¿Cómo se formó esta fracción? ¿Qué luchas hubo de emprender a nivel ideológico para conseguir formar un grupo aparte, más tarde un partido, y finalmente la vanguardia de un movimiento internacional?
La lucha contra el menchevismo, la Iskra y “Qué Hacer”, de Lenin y de sus compañeros, la revolución de 1905 y el papel de Trotski, su Revolución permanente (que lo llevaría a fusionar con el movimiento bolchevique entre febrero y octubre del 1917), la segunda revolución de Febrero a Octubre, ( socialdemócratas, socialistas, revolucionarios de derechas, etc.…, al poder) las “Tesis de Abril” de Lenin, la constitución de los soviets y del poder obrero, la postura de Lenin en la guerra imperialista, de todo esto Harper no dice ni media palabra. No podemos creer que sea una casualidad.
(Internationalisme 1948), Mousso y Philippe
(continuará)
1Lenin Filosofo, introducción de Paul Mattick, ed. Spartacus, 1978.