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Contribución del compañero: Algunas posiciones fundamentales del internacionalismo proletario
El imperialismo no es la imposición internacional del Estado más fuerte sobre el resto de Estados nacionales, es un fenómeno histórico ligado al desarrollo mundial del Modo de Producción Capitalista. El capitalismo es competencia y lucha de todos contra todos. La mundialización de la economía, la expansión mundial del capitalismo, el agotamiento de la producción del valor por la expulsión del trabajo vivo agudiza la crisis capitalista, que llega a sus límites internos, y el mercado mundial es incapaz de suponer una contratendencia a la crisis. Todo esto exacerba la competencia y convierte la guerra, más que como un fenómeno superador de las crisis cíclicas, en la continuación de la economía del capital por otros medios, tratando de acapararse de recursos, materias primas, mercados, ventajas competitivas en relación a otros Estados nacionales. En las guerras, el proletariado es engañado y embarcado para hacer de carne de cañón. No hay ningún Estado nacional que no sea imperialista, o como decía Lenin: «todos son peores».
El internacionalismo es un principio fundamental del proletariado, que es internacional e internacionalista. La revolución será internacional e internacionalista o no será. El proletariado como clase defiende los intereses de la humanidad en su conjunto por encima de cualquier división nacional impuesta por la burguesía y sus Estados nacionales. El internacionalismo está ligado a la autonomía de clase, la necesidad de que la clase desarrolle su conciencia, unidad y organización de forma independiente de la burguesía y sus aparatos políticos. No hay ninguna posibilidad de coaligarse tácticamente con ninguna fracción de la burguesía (todas imperialistas) que no supongan una traición al proletariado y los principios del programa revolucionario.
El izquierdismo es la ideología que defiende el capital desde argumentos que suponen la degeneración del programa revolucionario, poniendo cuestiones tácticas sobre los principios y abordando la realidad desde la defensa del mal menor o de la burguesía más débil. Es la ideologización de la traición histórica de la socialdemocracia, de la defensa de bloques burgueses e imperialistas, de la defensa del interclasismo rampante. Una y otra vez el izquierdismo nos llama a volver a firmar los “créditos de guerra”, a enfrentarnos con nuestros hermanos y hermanas de clase en defensa de la economía nacional frente a la defensa de las necesidades humanas.
La guerra y el militarismo son por todo ello inseparables de la misma dinámica del capitalismo. No hay guerras buenas, todas responden a los intereses del capital y sus burguesías. La respuesta histórica del proletariado a la guerra es la revolución mundial, que implica afirmar nuestras necesidades humanas por encima de todas las divisiones impuestas. Las consecuencias de la guerra nos llegan en forma de muerte y miseria y son inmediatas. La subida de los precios y la precarización de las condiciones de vida son un hecho inmediato que nos afectan a todos, también aquellos trabajadores que (aún) no estamos bajo sus bombas.
La lucha de clases se expresa, en el momento actual de debilidad del proletariado internacional, en la defensa las condiciones de vida. Recientemente en Kazajistán, los trabajadores se enfrentaron (huelgas masivas, revueltas urbanas, etc.) contra su propio Estado ante la subida del gas y todos los productos básicos, defendiendo sus vidas frente al capital. La revuelta (sin duda débil por su falta de perspectiva y organización) fue ahogada en sangre por los ejércitos de la federación rusa, en connivencia con el Estado kazajo y el bloque imperialista occidental. El movimiento en Kazajistán (uno más de los muchos que marcan nuestra historia como clase explotada y revolucionaria) muestra cómo las diversas burguesías y sus bloques imperialistas no tienen el menor problema para unirse contra los trabajadores. Como decían unos compañeros, Kazajistán es hoy el mundo. Con sus debilidades indudables expresa de modo fotográfico la perspectiva del futuro: guerra imperialista y/o revolución, catástrofe capitalista o comunismo.
¡CONTRA TODAS LAS GUERRAS!
¡CONTRA TODOS LOS IMPERIALISMOS!
¡CONTRA TODOS LOS CAPITALISTAS!
¡POR LA DEFENSA DE LAS NECESIDADES HUMANAS!
¡PROLETARIOS DE TODOS LOS PAÍSES, UNÁMONOS!
Nuestra respuesta: La naturaleza de la guerra imperialista
Saludamos la defensa del internacionalismo proletario que nos hace llegar el compañero. Esta defensa ha de ser inquebrantable en el seno del medio político proletario. Al ser lo que caracteriza a la posición marxista ante la guerra su capacidad de mantenerse fiel y coherente a los intereses, la perspectiva y posiciones históricas de la clase obrera, debemos por tanto apoyarnos para nuestra respuesta en un método histórico en continuidad con el hilo rojo de la historia del proletariado. El método que hemos de seguir para la discusión y para el agrupamiento de las fuerzas revolucionarias es el de Zimmerwald, que en 1915 sirvió como base para la construcción de la III Internacional, el Partido del proletariado. Este método fue partir de lo que había en común entre las posiciones políticas que en la práctica habían demostrado su fidelidad al proletariado, y desarrollar a partir de ello una polémica directa, sin medias tintas. Caminando con estos dos pies, el de la unidad y el de la polémica franca y directa, será el método para impulsar el desarrollo de la consciencia de clase y combatir la penetración de la ideología burguesa en nuestras filas.
Por ello partimos primero de lo que compartimos con el compañero, que es:
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El imperialismo es un fenómeno producto del desarrollo histórico del capitalismo y no la emanación de los Estados más fuertes. Desde el momento en que este fenómeno histórico emana de la sociedad burguesa, todos los Estados son imperialistas.
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El internacionalismo es un principio fundamental del proletariado y su traición es la traición a la clase obrera.
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La lucha de clases parte de la defensa de los intereses inmediatos e históricos del proletariado.
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Existe relación directa entre el sacrificio de la vida del proletariado en la guerra y los sacrificios en sus condiciones de vida.
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La respuesta del proletariado ante la guerra debe ser la perspectiva revolucionaria a través de la lucha de clases, y no el pacifismo, ni la defensa de los pueblos oprimidos, ni la vomitiva postura equidistante de “no a la invasión, ni Putin ni OTAN” que transmite el Estado a través del izquierdismo.
Así como nos hemos levantado con el pie de la unidad, para echar a andar apoyamos ahora en el suelo el pie de la polémica:
El compañero no toma en cuenta el marco marxista de la ascendencia y la decadencia de un modo de producción, sin el cual, sus posiciones corren el riesgo de convertirse en una crítica puramente visceral, y una defensa puramente moral del internacionalismo, lo cual es extremadamente frágil e impotente ante la penetración de la ideología burguesa.
Existen tres cuestiones fundamentales que nos gustaría criticar de su postura. En esta respuesta nos centraremos solo en la primera, aunque mencionaremos las otras dos para fomentar la polémica futura y no dejarlas abandonadas a su suerte.
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Según el compañero la guerra, aunque no sería tanto un “fenómeno superador de las crisis cíclicas” sí que serviría al capital para “continuar la economía por otros medios”. Existen dos cuestiones por criticar aquí: (a) el hecho de situar la crisis y la guerra fuera del marco de la ascendencia y decadencia de un modo de producción, y (b) la atribución de una racionalidad económica a la guerra imperialista, como un intento del capital “de acapararse de recursos, materias primas, mercados, ventajas competitivas en relación a otros Estados nacionales”. Este primer punto será el punto central de nuestra respuesta.
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La naturaleza del izquierdismo. La carta identifica el izquierdismo con “la ideologización de la traición histórica de la socialdemocracia”. Pensamos que según esto para el compañero el izquierdismo sería el PSOE, Podemos, la socialdemocracia alemana, etc. Sin embargo, “por posiciones izquierdistas queremos decir las de aquellas corrientes que en algún momento tuvieron una vida proletaria, pero fueron luego integradas en el Estado burgués traicionando el internacionalismo y apoyando “de forma crítica” a los partidos de izquierdas de la burguesía (partidos socialistas y comunistas estalinistas), así como a los sindicatos. Estas expresiones del capitalismo decadente, como el trotskismo, el maoísmo o la mayoría del anarquismo tienden a ocupar un lugar “extremista” y extraparlamentario en el Estado, y su función histórica es controlar con ideologías radicales a los sectores del proletariado más activos y conscientes” 1. Vemos actualmente que el izquierdismo no nos llama directamente a firmar los créditos de guerra, como dice la carta, sino al contrario, vemos a los incendiarios trotskistas, los anticapitalistas y anarquistas oficiales (CNT, CGT, etc.) gritando contra Putin y contra la OTAN, contra la invasión y por la “solidaridad internacionalista entre pueblos”, porque no haya “ni guerra entre pueblos ni paz entre clases”, etc.2. Estas movilizaciones no dejan de ser una negación de la lucha y perspectiva del proletariado. Para comprender la naturaleza del izquierdismo como un brazo del totalitarismo Estatal es necesario comprender la decadencia del capitalismo. No identificar correctamente al izquierdismo puede dar lugar a tener esperanzas en que aquellos serían parte del pantano de la duda, o grupos proletarios en degeneración.
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La idea de que las revueltas de Kazajistán representan la lucha histórica del proletariado. Pensamos que podrá ser fruto de otra discusión, pero remitimos al siguiente artículo publicado en nuestra web: Kazajistán: Las luchas obreras se ahogan en los combates entre facciones burguesas 3.
Tras estas aclaraciones, que pensamos necesarias y que podrán fomentar discusiones próximas, pasamos al elemento central de esta respuesta que dividimos en dos puntos: la decadencia del capitalismo y la naturaleza de la guerra.
La decadencia del capitalismo
En la fase ascendente del capitalismo, Marx señaló que las crisis cíclicas eran el resultado de las contradicciones del capitalismo. El capital tiende por naturaleza a crecer, su dinámica es la acumulación y el desarrollo de las fuerzas productivas per se en detrimento del consumo y el uso, el desarrollo del valor de cambio. En dicha etapa ascendente de expansión mundial del capitalismo existían momentos de saturación del mercado interno capitalista, momentos de crisis que devaluaban el capital constante y bajaban el precio de las mercancías al punto que algunos capitales comenzarían a no resultar rentables. Dichas devaluaciones de capital constante en crisis cíclicas se resolvían con una nueva expansión capitalista, tanto del mercado interno, como, sobre todo, del mercado exterior.
De este modo, a través de la quiebra de ciertos capitales en la competencia, y la fusión y concentración del capital en mayores monstruos capitalistas se producía un impulso para la conquista de nuevos mercados extra- capitalistas, es decir, la ampliación del capital en épocas de prosperidad. Era en estos períodos de prosperidad en los que la clase obrera tenía la posibilidad real de arrancar reformas, es decir, forzar a la burguesía a través de la huelga y la lucha parlamentaria a una mayor inversión en los salarios y otras mejoras de las condiciones de vida.
Este proceso de conquista de nuevos mercados puso a disposición del capitalismo nuevas fuerzas productivas, y por tanto el desarrollo de estas convirtiéndolas en capital. Y así fue tanto para las nuevas tierras productivas y otros medios de producción como para la fuerza de trabajo. Así, por ejemplo, la burguesía se apropió de las tierras de las que la población dependía para el autoconsumo (y a las que a menudo estaban encadenados de por vida a través de tributos al señor feudal), y proletarizó a las masas trabajadoras de forma creciente.
El capital tiende a una expansión ilimitada, pero el mundo es limitado. La decadencia del sistema comenzó en aquel momento en que el capital se vio crecientemente enfrentado a sí mismo, cuando se topó con un muro tan infranqueable en la realización de la plusvalía en forma de sobreproducción, que la única posibilidad de expansión que se percibió posible fue hacer la guerra a otras potencias capitalistas centrales, con la perspectiva de arrebatarles su terreno o posición en el mercado mundial. Esta percepción no significaba que fuera una posibilidad real para cada capital individual y no sería desde luego una salida económica para el capital global. Esta es la nueva época del imperialismo que analizó la III Internacional. La época en la que el desarrollo de las fuerzas productivas entró en contradicción definitiva con las relaciones de producción (lo cual no significaba ni que las fuerzas productivas dejaran de desarrollarse ni que se hubieran agotado los nuevos mercados). Con ella, la crisis se vuelve permanente (ya no es la época de las crisis cíclicas), y la única forma de evitarla es posponiéndola a un futuro en el que será cada vez más grave e inevitable. A través, por ejemplo, del endeudamiento. De este bloqueo histórico del sistema nace esencialmente una tendencia al caos y la autodestrucción. La decadencia demuestra que el capitalismo no puede, en la realidad concreta, continuar per saecula saeculorum.
¿Por qué es tan importante el análisis de la decadencia para la lucha proletaria? Porque se abre con ella la época de la posibilidad real de la revolución comunista. Y con ella, a su vez, se hace obsoleta toda lucha por reformas ya que no existen ya momentos de prosperidad real del capitalismo en los que luchar para arrancar dichas reformas del capital. El Parlamentarismo y la lucha sindical son absorbidas por el Estado que como contra- tendencia al caos creciente adquiere un carácter crecientemente totalitario. El análisis de la decadencia tiene por tanto importantes consecuencias militantes.
La naturaleza de la guerra
La guerra cumplió en la fase ascendente del capitalismo una función económica de conquista de nuevos mercados: bien en el sentido de la formación de nuevas naciones (guerra franco-prusiana), de derrotar a sectores más arcaicos del capital (guerra civil en los EEUU), o las guerras coloniales. Todas ellas participaban de la expansión del capitalismo, por ejemplo, destruyendo las relaciones de producción anteriores o aniquilando a la población autóctona para disponer de las fuerzas productivas de la tierra que habitaban. La guerra fue un arma esencial para conseguir esto. Ya que la guerra tuvo una finalidad progresista de expansión de las relaciones de producción capitalista (y con ello la fundación de las bases materiales para la revolución proletaria), el proletariado pudo apoyar en algunas de estas guerras a los sectores más progresistas de la burguesía.
La pregunta que debemos hacernos aquí es, ¿cuál es la diferencia en la decadencia? En la decadencia la guerra:
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No tiene una racionalidad económica
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Ni proporciona las bases para un impulso cíclico al desarrollo del capitalismo
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Ni proporciona una salida real a la sobreproducción
¿De dónde viene la idea de que la guerra imperialista cumple una función equivalente a las crisis cíclicas de la ascendencia? Es una idea que se desarrolló en el movimiento obrero en aquel momento crítico de paso a la decadencia y en la discusión por comprender la naturaleza de la guerra imperialista. Esta idea, desarrollada por Bujarin en 1915, confunde la reducción del valor del capital constante en las crisis cíclicas de la ascendencia, con la destrucción y esterilización de fuerza de trabajo, medios de producción y capital por la tendencia a la guerra imperialista. Destruir y esterilizar capital no es igual a devaluarlo. La tendencia a la guerra imperialista produce una creciente masa de gastos improductivos armamentísticos que, si no se emplean esterilizan capital, y si se emplean destruyen medios de vida y de producción, instalaciones, seres humanos, viviendas, etc. Esta es la polémica de Internationalisme con Vercesi («El renegado Vercesi», mayo 1944, en el Boletín internacional de la Fracción italiana de la Izquierda comunista, nº 5): la tendencia a la guerra imperialista no aporta nada al ciclo siguiente de producción, a la reproducción ampliada de capital 4.
La guerra imperialista de la decadencia tiene la función estratégica de arrebatar los mercados a un imperialismo rival o bien la mutua aniquilación de ambos. La guerra imperialista surge histórica y globalmente de las contradicciones económicas del capitalismo, y como factor fundamental el hecho de que el sistema tiene cada vez menos áreas de expansión extra -capitalista. Sin embargo, la guerra imperialista no tiene una función económica para el desarrollo del capitalismo, sino que es la explosión irracional de sus contradicciones. Al contrario, ésta va perdiendo toda racionalidad económica hasta hacerlo casi totalmente a medida que se profundiza la decadencia hacia la fase actual de la descomposición. La primera guerra mundial no surgió directamente de la crisis económica (es decir, como un impulso al capitalismo a modo de las crisis cíclicas del período ascendente), sino de una situación política, estratégica y militar del reparto del mundo donde algunas potencias habían llegado demasiado tarde a dicho reparto. Un siglo más tarde vemos que dicha racionalidad económica está casi ausente incluso desde el punto de vista de cada capital nacional: la provocación de EEUU a Rusia para el comienzo de su empresa guerrera en Ucrania no fue en última instancia para vender su petróleo a la UE, sino para mantener disciplinadas las potencias europeas, aislar y obstaculizar a otras como principalmente China y reducir la posición imperialista de Rusia a través del empantanarla en una guerra interminable. De hecho, la estrategia de USA es la maquiavélica política de dar el mínimo de armas a Ucrania para que no pierda la guerra, pero que tampoco pueda ganarla. ¡Nos podemos imaginar lo que significa en término de sufrimientos humanos ese frío cálculo militar! El compañero se equivoca, por tanto, al atribuir a la guerra imperialista una función de salida de la economía por otros medios. Con dicha visión no es posible comprender la naturaleza de la guerra imperialista y menos aún la naturaleza de la guerra en la fase actual de descomposición, lo cual tiene implicaciones importantes en la lucha de clases.
Esta crítica directa que desarrollamos no nos impide saludar su defensa del internacionalismo. Le animamos tanto a él como a otros revolucionarios a continuar la discusión polémica a partir de esta respuesta que le damos, así como a profundizar en la decantación por las posiciones históricas del proletariado.
CCI 19-5-22
1 https://es.internationalism.org/content/4781/debate-la-lucha-de-los-revolucionarios-contra-la-suplantacion-de-la-continuidad-del
2 https://www.elsaltodiario.com/guerra-en-ucrania/putin-otan-grito-asamblea-popular-contra-guerra-madrid
3 https://es.internationalism.org/content/4784/kazajistan-las-luchas-obreras-se-ahogan-en-los-combates-entre-facciones-burguesas
4 Para profundizar en esta polémica consultar: Teorías económicas y lucha por el socialismo (Revista Internacional nº 16) https://es.internationalism.org/revista-internacional/200606/949/teorias-economicas-y-lucha-por-el-socialismo , y Respuesta al BIPR: La naturaleza de la guerra imperialista (Revista Internacional nº 82) https://es.internationalism.org/revista-internacional/199510/1818/respuesta-al-bipr-i-la-naturaleza-de-la-guerra-imperialista