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Lo que diferencia la Izquierda Comunista del izquierdismo
En 2003, Bourseiller concluyó su Histoire générale de l'ultra-gauche1 profetizando la desintegración definitiva de la ultraizquierda: «Nacida en 1920, cuando los "izquierdistas" de la Tercera Internacional se hicieron a la mar y se liberaron de la tutela bolchevique, [la ultraizquierda] se desintegró en el siglo pasado. Como un espejismo de verano, que se desvanece en el camino»2. No se dio cuenta de que eso de la ultraizquierda no fue nunca más que un espejismo. Pero finalmente cambió su profecía: «Me equivoqué. Actualmente asistimos, contra todo pronóstico, al retorno de un movimiento en plena efervescencia» (p. 7). Y piensa… que es una oportunidad inmejorable para volver a atacar la reputación de la Izquierda comunista. Si ayer su técnica consistía en crear una nebulosa destinada a confundir el marxismo, el anarquismo y el modernismo metiéndolos todos en un mismo saco; hoy le gustaría que confundiéramos la Izquierda Comunista con la violencia nihilista de los “ZADistas” (de las Zones Á Defendre) y los Black Bloc.
Bourseiller ya esparce una gran patraña en sus entrevistas cuando afirma que fue Lenin quien creó la noción de ultraizquierda. Pero en su libro La enfermedad infantil del ‘izquierdismo’ en el comunismo, Lenin jamás habló de ultraizquierda. Polemiza fraternalmente, eso sí, con una tendencia aparecida en el seno del movimiento comunista, tendencia que denomina "las izquierdas", el "izquierdismo" o "comunistas de izquierda" y que se caracteriza por ser una reacción proletaria a la degeneración de la revolución en Rusia y a las posiciones oportunistas aparecidas en el seno de la Internacional Comunista a partir de su segundo congreso en 1920. Bourseiller se cuida muy mucho de citar un pasaje de esa obra de Lenin que es revelador de la continuidad política entre los bolcheviques y la izquierda comunista: «El error que representa el doctrinarismo de izquierda en el movimiento comunista es, en la actualidad, mil veces menos peligroso y menos grave que el error que representa el doctrinarismo de derecha»3.
El término "izquierdismo" se adoptó finalmente en los años 70 para designar a las organizaciones que se sitúan en la extrema izquierda del espectro político burgués. Los trotskistas y una parte de los maoístas defendían la vía parlamentaria y nacional hacia el comunismo y se fijaban como objetivo una vaga república social construida mediante una alianza (el Frente Único) con los partidos de la izquierda oficial. Esta franja del izquierdismo es un poco como la Greta Thunberg de lo social, porque se arrastra de rodillas implorando a los partidos de izquierda y a los sindicatos que se unan y lancen consignas de lucha, llamamientos a la huelga general, etc. Son, claramente, chusma que buscan evitar que los trabajadores se den cuenta de quiénes son sus enemigos. Pero hay otros maoístas y anarquistas4 que optan más bien por la acción directa, el sabotaje, y una huelga general que, se supone, debe derribar de un plumazo el régimen burgués a favor del federalismo y la autogestión. Su objetivo, fuertemente influenciado por la ideología de la pequeña burguesía, es crear, basándose en la fábrica o la aldea, comunidades autónomas. Se trata de una concepción ilusoria y peligrosa que pretende desviar al proletariado de su verdadera tarea política: la toma del poder y la internacionalización de la revolución.
La tendencia a la que se refería Lenin ha retomado su verdadero nombre, Izquierda Comunista, y se caracteriza por su apego al marxismo, al internacionalismo, a la perspectiva de la revolución proletaria y a su objetivo final, el comunismo. Los medios que preconiza para alcanzar este objetivo son la huelga de masas, la internacionalización de las luchas, la destrucción de los Estados en cada nación y la dictadura del proletariado en forma de poder internacional de los consejos obreros. Se ve a sí mismo como un puente entre el viejo partido que traicionó y el futuro partido mundial que, a su debido tiempo, podrá desempeñar plenamente su papel de orientación política y militante dentro de la clase obrera. Y, al igual que la izquierda marxista dirigió la lucha contra el oportunismo en la Segunda Internacional, la izquierda comunista asumió la lucha contra el oportunismo que volvió a surgir en la Tercera Internacional. En este sentido, la Izquierda Comunista representa la continuidad del movimiento obrero ya que se inscribe en la tradición de la lucha de Lenin (siendo éste mismo el fundador de una Fracción de Izquierda dentro del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso, la Fracción Bolchevique) y la de Rosa Luxemburgo contra el revisionismo y el reformismo.
El lodazal de la ultraizquierda
Es verdad que Trotsky sí empleó a veces el término "ultraizquierda" durante la década de 1930. Lo hizo para enmascarar su propia deriva oportunista y tratar desacreditar a quienes criticaban ésta intransigentemente. En particular a la Fracción de la Izquierda Italiana que publicó Prometeo y Bilan.
Pero este terminó se utilizó sobre todo durante los años 70, cuando resurgió la corriente de la Izquierda Comunista, criticando el voluntarismo y la confusión que imperaban entonces en un agitado medio de elementos pequeñoburgueses. Una parte del medio político de esa época se definió como ultraizquierda para ubicarse a la izquierda del izquierdismo, al igual que el izquierdismo pretendía situarse a la izquierda de los llamados partidos comunistas. Claramente diferenciada de este maremágnum, la izquierda comunista se situó en el terreno de la clase y denunció a todas las organizaciones, de izquierda o de extrema izquierda, pertenecientes al aparato político del capital.
Ese magma informe llamado "ultraizquierda" no tiene nada que ver con las organizaciones del medio político proletario que defienden un marxismo vivo y el objetivo comunista que supone la desaparición de las clases y del Estado. Esa ultraizquierda es, por el contrario, una reunión heterogénea de diversos intelectuales, de radicalidad anarquista, sin filiación histórica real y sin tradición organizativa, donde siempre han abundado todo tipo de relecturas modernistas del marxismo, propias de la impaciencia de la pequeña burguesía decepcionada por la clase obrera. Formado por personalidades mucho más interesadas en hacerse un nombre que en defender las posiciones de clase, es también un terreno propicio para todo tipo de aventurerismo.
Bourseiller denuncia las "pobres utopías sociales" encarnadas por la izquierda comunista y se empeña en apuntalar esa ficción de la ultraizquierda. Lo define como una corriente marxista antiautoritaria. Pero se trata de una burda amalgama, ¡una auténtica obra de falsificación!, cuyo objetivo es desacreditar a la izquierda comunista borrando las fronteras que la distinguen del anarquismo y del modernismo, que, al igual que la Internacional Situacionista, intentan enterrar tanto al marxismo como a la clase obrera como clase revolucionaria.
En continuidad con lo que fue la socialdemocracia revolucionaria, la Izquierda Comunista siempre se ha diferenciado netamente del anarquismo y de sus teorías antiautoritarias. Entre otras cosas, denunció claramente la guerra de España en 1936 como preparación para la Segunda Guerra Mundial, y siguió siendo internacionalista durante ésta. Antón Pannekoek escribía en 1948: «Al parecer, existe en la actualidad una tendencia en el seno del anarquismo a acercarse a la idea de los consejos, sobre todo cuando incluyen grupos de trabajadores. Pero la vieja doctrina anarquista en su estado puro es demasiado estrecha, demasiado restringida, para ser útil hoy en día para la lucha de la clase obrera»5.
Respecto a ese modernismo siempre tan atractivo para los pequeñoburgueses, la Izquierda Comunista lo combatió sin tregua como arma de destrucción de la perspectiva proletaria y de la militancia obrera. Ese modernismo que, en la estela de la Escuela de Frankfurt y del grupo Socialismo o Barbarie, y tras constatar la derrota de las revoluciones proletarias, llegó a la conclusión que lo que había que hacer era olvidarse de ella y volver a Stirner, Proudhon y Marcuse6. ¡Malditos bobos! Carente de poder material, de propiedad, de patria en la sociedad burguesa, el proletariado sólo puede desarrollar su conciencia y su unidad sacando lecciones de las derrotas trágicas que sufre. Al sentirse decepcionados de la clase obrera que no habría acabado con el capitalismo lo suficientemente rápido para su gusto, los modernistas se refugiaron en discursos efectistas al estilo de Hegel. Ya fueron denunciados por Marx y Engels en el Manifiesto Comunista: «De este modo, la literatura socialista y comunista francesa perdió toda su virilidad. quedó completamente emasculada. Y como en manos alemanas dejó de ser la expresión de la lucha de una clase contra otra, el profesor germano se felicitó por haber superado la estrechez francesa y por haber defendido no las necesidades reales, sino la "necesidad de lo real"; de haber defendido no los intereses del proletario, sino los intereses del ser humano, del hombre en general, del hombre que no pertenece a ninguna clase ni a ninguna realidad y que sólo existe en el cielo brumoso de la fantasía filosófica».7
Quienes estuvieron próximos a las posiciones revolucionarias en los años 70 recordarán perfectamente esa arrogancia modernista que combinaba la mentalidad del intelectual pequeñoburgués con la del lumpenproletariado. La ultraizquierda es, en efecto, una quimera en la que Bourseiller mezcla deliberadamente a los situacionistas, a los comunistas libertarios y a la Izquierda Comunista con objeto de comprometer a esta última.
Teorización de la violencia
El colmo de toda esta manipulación y lo que constituye su principal motivación, es su pretensión de arruinar la reputación de la Izquierda Comunista amalgamándola con los ZADistas y los “black bloc”8. Se le da bien el arte de la calumnia. La Izquierda Comunista nunca ha dejado de condenar, en base al marxismo, esa violencia minoritaria, el terrorismo, la “propaganda por el hecho” de los anarquistas que, presuntamente, despiertan o agitan a las masas9. Pero Bourseiller le imputa la culpabilidad de esta violencia nihilista que consiste en romper escaparates, marquesinas de autobús, enfrentarse a la policía, todo ello justificado por la guerra de clases y los ataques a la mercancía. El proletariado no tiene nada que ver con esta violencia gratuita y esa ideología nihilista del no future, de la revuelta populista. Ese es más bien terreno propicio a las manipulaciones orquestadas por aventureros o policías provocadores10.
Los ZADistas justifican su violencia idealizando la naturaleza sin comprender la forma en que el capitalismo altera la relación entre el hombre y la naturaleza11. Muy próximos a los planteamientos “ciudadanistas” y autogestionarios, acaban postulando una defensa de la pequeña propiedad o el individualismo más desaforado. Su acción no conduce a la abolición de las clases sino a la autoexplotación de la clase obrera.
Lo que defiende la corriente de la Izquierda Comunista no es una ilusoria marcha atrás en la historia, sino una lucha por el futuro en el que la disolución de las clases y la ley del valor (esclavitud asalariada) permitan una aceleración de la socialización internacional y una producción orientada a la satisfacción de las necesidades humanas, una superación de la alienación humana. Sólo la revolución proletaria internacional hará posible este salto del reino de la necesidad al reino de la libertad.
Al igual que los bolcheviques en Rusia, la Fracción de Bordiga lideró la lucha dentro del Partido Socialista y se encontró a la cabeza del Partido Comunista de Italia fundado en Livorno en 1921. En 1959, Bordiga se seguía burlando de esas "lamentables parodias” del auténtico programa comunista consistentes en proclamar esas «fórmulas del tipo la tierra para los campesinos, las fábricas para los trabajadores»12. Esta es, en efecto, la tradición de la izquierda comunista que defiende los principios del marxismo contra las alambicadas teorías del ZADismo.
A lo largo de su historia, el proletariado ha tenido que defender su autonomía de clase contra el interclasismo estimulado por la degradación de la situación de esas capas sociales intermedias a consecuencia de la crisis del capitalismo. Pero antes de ser lo bastante fuerte como para alinear tras ella a estos estratos sociales, la clase obrera debe combatir por sus reivindicaciones propias, con sus métodos de lucha propios, y criticar implacablemente en su acción a todos aquellos que se empeñan en negar su naturaleza revolucionaria, a los que tratan de desviarla de sus objetivos, de quienes pretenden manipularla, a los aventureros, … Es decir, ¡aquellos que se han ganado el favor de Bourseiller!: «La revuelta en los suburbios aparece al final como la prefiguración de una insurrección popular global. En cuanto a las categorías derivadas del marxismo, como la clase proletaria, pertenecen a una época pasada. Al final de su vida, Guy Debord hizo hincapié no en la clase obrera, sino en "las clases peligrosas", un grupo que incluye a marginados de todo tipo, ya sean delincuentes, desempleados, matones o... desclasados» (p. 359).
Esta campaña dirigida por Bourseiller es complementaria, ¡ahí reside el secreto de su razón!, con la evolución cada vez más totalitaria de democracia burguesa que puede verse, por ejemplo, en Francia, con las leyes de "seguridad global" y “contra el separatismo” recientemente adoptadas, y que refuerzan su arsenal jurídico después de haber rearmado a sus fuerzas represivas. Así es como la burguesía se prepara para enfrentarse a su enemigo de clase, apaleándolo en las calles, llevándolo a los tribunales por comentarios "antisistema", desacreditándolo con sus calumnias.
Bourseiller deforma la historia de forma abusiva y tortuosa13. Este tipo de personaje que se esfuerza en poner su granito de arena a las empresas ideológicas destinadas al mantenimiento del orden social existente acaba siempre trabajando para la policía, sea o no consciente de ello. Esto es lo que hizo decir a Joseph Conrad: «La desfachatez desplegada en estas operaciones, que juegan insidiosamente con la estulticia y la credulidad humanas, la bravuconería que revela descaradamente el fraude al tiempo que insiste en la regularidad del juego, provoca asco y repugnancia». 14
Y nuestra conclusión es ésta: esta intensa preparación de la burguesía para futuros enfrentamientos de clase es ya una prueba en sí misma de que la Comuna de París, Berlín Múnich, Budapest y Petrogrado no han muerto. Renacerán más grandes y fuertes en todos los países y, como ayer, podremos leer el mañana en sus banderas desplegadas: ¡Abolición del trabajo asalariado! ¡Abolición de la propiedad privada!
Avrom E., 30 de abril de 2021
1 Ver la primera parte de nuestra denuncia en https://es.internationalism.org/content/4711/nuevos-ataques-contra-la-izquierda-comunista-bourseiller-se-reinventa-la-compleja
2 Christophe Bourseiller, Histoire générale de l'ultra-gauche (2003). Véase nuestra denuncia en Révolution internationale n° 344 (marzo de 2004): "À propos du livre de Bourseiller: "Histoire générale de l'ultra-gauche"
3 Lenin, La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo (1920).
4 A distinguir siempre de la corriente anarquista internacionalista que se negó a traicionar al proletariado en las dos guerras mundiales y se mantuvo fiel a la lucha de clases.
5 Citado en Serge Bricianer, Pannekoek y los Consejos Obreros, 1977
6 Stirner y Proudhon fueron dos teóricos del anarquismo. Marcuse, de la Escuela de Frankfurt, defendió en los años 70 que el proletariado había dejado de ser la clase revolucionaria en el capitalismo.
7 Karl Marx y Friedrich Engels, El Manifiesto Comunista, capítulo III, "Literatura socialista y comunista" (1848).
8 Los ZADistas son los activistas de las ZAD (Zones Á Defendre), una especie de territorios “okupados” que autogestionan para, dicen, impedir operaciones especulativas, de degradación medioambiental. Se denominaron “black bloc” a sectores de las manifestaciones contra la globalización que propugnaban llevarlas hacia el choque contra la policía. Desde entonces son una constante en gran parte de las manifestaciones. Nota de la Traducción.
9 Pannekoek denunció estas teorías funestas en dos artículos de 1933, "El acto personal" y "La destrucción como medio de lucha", traducidos al francés en la revista Echanges, nº 90 (primavera-verano de 1999).
10 Véase, en francés, nuestro artículo: "Black blocs: la lutte prolétarienne n'a pas besoin de masque", Révolution internationale n° 471 (julio agosto 2018).
11 Véase nuestro artículo en CCI on line: "No hay solución a la catástrofe ecológica sin la emancipación del trabajo de la explotación capitalista".
12 Amadeo Bordiga, "las tablas [de la ley]inmutables de la teoría del partido comunista", en Bordiga y la pasión por el comunismo, (1974). En apoyo de Bordiga, escribimos en nuestros comentarios a este texto: «En el comunismo, la empresa individual debe ser abolida como tal. Si la empresa sigue siendo propiedad de los que trabajan en ella, o incluso de la comunidad local que la rodea, no se ha socializado realmente, y las relaciones entre las distintas empresas autogestionadas deben basarse necesariamente en el intercambio de mercancías». ( en "Damen, Bordiga y la pasión por el comunismo", Revista Internacional nº 158).
13 Para los lectores que quieran descubrir la verdadera historia y las posiciones defendidas por la izquierda comunista, recomendamos los dos libros publicados por la CCI, La izquierda comunista de Italia, en español y La izquierda germano holandesa, en francés e inglés.
14 Joseph Conrad, Un recuerdo personal (2012)