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Hace 100 años, en marzo de 1919, se celebró el primer congreso de la Internacional Comunista (IC), el congreso para la constitución de la Tercera Internacional.
Si no fuese por el deseo de las organizaciones revolucionarias de celebrar este acontecimiento, la fundación de la Internacional quedaría relegada al olvido. La burguesía está más bien interesada en silenciar este acontecimiento, mientras que se ceba con celebraciones como la del centenario del final de la Primera Guerra Mundial. A la clase dominante no le interesa lo más mínimo que la clase obrera recuerde su primera gran experiencia revolucionaria internacional de 1917-1923. La burguesía desearía, por el contrario, poder enterrar definitivamente el espectro de esta oleada revolucionaria que dio origen a la IC y que fue, por cierto, la respuesta que dio el proletariado internacional a la Primera Guerra Mundial, a cuatro años de carnicería y enfrentamientos militares entre estados capitalistas por el reparto del mundo.
Esta ola revolucionaria había comenzado con la victoria de la Revolución Rusa en octubre de 1917. Se puso también de manifiesto en los amotinamientos de soldados en las trincheras y en el levantamiento del proletariado en Alemania en 1918.
Esta primera ola revolucionaria atravesó toda Europa y alcanzó, incluso, a países del continente asiático (especialmente China en 1927). Los países del continente americano, desde Canadá y Estados Unidos hasta América Latina, también se han visto sacudidos por esta ola revolucionaria global[1].
No debemos olvidar que fue precisamente el miedo a la extensión internacional de la revolución rusa lo que obligó a la burguesía de las grandes potencias europeas a firmar el armisticio que puso fin a la Primera Guerra Mundial.
En este contexto, la fundación de la Internacional Comunista en 1919 representó la culminación de esta primera ola revolucionaria.
La Internacional Comunista fue fundada para dar una orientación política clara a las masas trabajadoras. Se dio como objetivo mostrar al proletariado el camino hacia el derrocamiento del estado burgués y la construcción de un nuevo mundo sin guerras ni explotación. Tal y como afirmaban los Estatutos de la IC (adoptados en su II Congreso en julio de 1920): "La Tercera Internacional Comunista se formó al final de la carnicería imperialista de 1914-1918, durante la cual la burguesía de los distintos países sacrificó 20 millones de vidas.
¡Recuerden la guerra imperialista! Esta es la primera palabra que la Internacional Comunista dirige a cada trabajador, sea cual sea su origen e idioma. ¡Recuerden que, a causa de la existencia del régimen capitalista, un puñado de imperialistas tuvo, durante cuatro largos años, la posibilidad de obligar a los trabajadores de todo el mundo a degollarse unos a otros! ¡Recuerda que la guerra burguesa sumió a Europa y al mundo entero en el hambre y la miseria! Recuerda que, sin el derrocamiento del capitalismo, la repetición de estas guerras criminales no sólo es posible, sino inevitable".
La fundación de la IC expresó, ante todo, la necesidad de que los revolucionarios se unieran para defender el principio del internacionalismo proletario. ¡Un principio básico del movimiento obrero que los revolucionarios tenían que preservar y defender contra viento y marea!
Para comprender toda la importancia de la fundación de la IC, debemos en primer lugar recordar que esta Tercera Internacional se sitúa en continuidad histórica con la Primera Internacional (AIT) y la Segunda Internacional (la Internacional de los partidos socialdemócratas). Por esa razón el Manifiesto de la IC afirmaba que: "nosotros, los comunistas reunidos en la Tercera Internacional, nos consideramos los continuadores directos de los esfuerzos heroicos y el martirio de una larga serie de generaciones revolucionarias, desde Babeuf hasta Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo. Si la I Internacional fue capaz de prever el desarrollo de la historia y preparar su camino, si la II pudo reunir a millones de proletarios; la III Internacional es la Internacional de la acción directa de masas, de la realización revolucionaria, es la Internacional de la acción".
Queda claro pues que la IC no surgió de la nada. Sus principios y su programa revolucionarios eran la emanación de toda la historia del movimiento obrero, en particular desde la Liga de Comunistas y la publicación del Manifiesto escrito por K. Marx y F. Engels en 1848. En este Manifiesto Comunista figura la célebre consigna del movimiento obrero: "Los proletarios no tienen patria. ¡Trabajadores de todos los países, uníos!"
Para comprender el significado histórico de la fundación de la IC, debemos recordar que la Segunda Internacional murió en 1914. ¿Por qué? Porque los principales partidos de esta II Internacional, los partidos socialistas, habían traicionado el internacionalismo proletario. Los líderes de estos partidos traidores habían votado créditos de guerra en el Parlamento. En cada país, llamaron a la "unión sagrada" de los proletarios con sus explotadores. ¡Los llamaron a matarse unos a otros en la carnicería mundial en nombre de la defensa del país, cuando lo que proclama el Manifiesto Comunista es que “los proletarios no tienen patria!".
Frente al vergonzoso colapso de la II Internacional, sólo unos pocos partidos socialdemócratas pudieron resistir la tormenta, entre ellos los partidos italiano, serbio, búlgaro y ruso. En los otros países, apenas una pequeña minoría de militantes, muy frecuentemente aislados, siguieron fieles al internacionalismo proletario. Denunciaron la sangrienta orgía de la guerra, e intentaron reagruparse. En Europa, esta minoría de revolucionarios internacionalistas es la que representará la Izquierda, en torno a Rosa Luxemburgo en Alemania, a Pannekoek y Gorter en Holanda y, desde luego, a la fracción bolchevique del partido ruso con Lenin.
De la muerte de la Segunda Internacional en 1914 a la fundación de la IC en 1919.
Dos años antes de la guerra, en 1912, se había celebrado el Congreso de Basilea de la Segunda Internacional. Ante el auge de la amenaza de una guerra en el corazón de Europa, este Congreso aprobó una resolución sobre la cuestión de la guerra y la revolución proletaria. Esta Resolución decía: "Que los gobiernos burgueses no se olviden de que la guerra francoalemana (de 1870) dio lugar a la insurrección revolucionaria de la Comuna de París, y que la guerra ruso-japonesa puso en marcha las fuerzas revolucionarias de Rusia. A los ojos de los proletarios, es un crimen matarse unos a otros en provecho de la ganancia capitalista, la rivalidad dinástica y la proliferación de tratados diplomáticos”.
En el seno de esa misma II Internacional, los teóricos marxistas más consecuentes, y en especial Rosa Luxemburgo y Lenin, fueron capaces de analizar el cambio en el período histórico en la vida del capitalismo. Rosa Luxemburgo y Lenin habían demostrado claramente que el modo de producción capitalista había alcanzado su apogeo a principios del siglo XX. Comprendieron que la guerra imperialista en Europa no podía tener ya más que un único objetivo: el reparto del mundo entre las principales potencias que rivalizaban en la carrera por las colonias. Lenin y Rosa Luxemburgo entendieron que el estallido de la Primera Guerra Mundial marcaba, con una hecatombe, la entrada del capitalismo en su período de declive, de decadencia histórica. Pero ya mucho antes del estallido de la guerra, el ala izquierda de la II Internacional había tenido que combatir con fiereza contra la derecha, contra los reformistas, los centristas y los oportunistas. Estos futuros renegados teorizaban que el capitalismo aún tenía un futuro brillante por delante y que, en definitiva, el proletariado no tenía ninguna necesidad de hacer la revolución y derrocar el poder de la burguesía.
El combate del ala izquierda por la construcción de una nueva Internacional
En septiembre de 1915, y por iniciativa de los bolcheviques, se celebró en Suiza la Conferencia Socialista Internacional de Zimmerwald, a la que siguió una segunda conferencia en abril de 1916 en Kienthal, también en Suiza. A pesar de las difíciles condiciones de guerra y represión, participaron en ellas delegados de once países (Alemania, Italia, Rusia, Francia, etc.). Pero la mayoría de los delegados eran pacifistas que se negaban a romper con los socialistas chovinistas que se habían pasado al campo de la burguesía votando créditos de guerra en 1914.
En esa conferencia de Zimmerwald apareció también un ala izquierda en torno a los delegados de la facción bolchevique, Lenin y Zinoviev. Esta "izquierda de Zimmerwald" defendió la necesidad de romper con los partidos socialdemócratas que habían traicionado y la necesidad de construir una nueva Internacional. Contrariamente a lo que planteaban los pacifistas, expuso, en palabras de Lenin, que "la lucha por la paz sin acción revolucionaria es una frase hueca y engañosa". La izquierda de Zimmerwald reivindicó la consigna de Lenin: "transformar la guerra imperialista en guerra civil". Un lema que ya estaba contenido en las resoluciones de la II Internacional votadas en el Congreso de Stuttgart en 1907 y especialmente en el Congreso de Basilea en 1912.
La Izquierda de Zimmerwald constituiría pues el "primer núcleo de la Tercera Internacional en formación", tal y como señaló Zinoviev, el compañero de Lenin, en marzo de 1918.
Los nuevos partidos que se crearon, rompiendo con la socialdemocracia, empezaron entonces a tomar el nombre de "partido comunista". La oleada revolucionaria abierta por la Revolución Rusa de octubre de 1917 dio un poderoso impulso a los militantes revolucionarios para la fundación de la IC. Los revolucionarios comprendieron, en efecto, que era absolutamente indispensable y vital fundar un partido mundial del proletariado para la victoria de la Revolución a escala mundial.
Por ello, y por iniciativa del Partido Comunista (bolchevique) de Rusia y del Partido Comunista de Alemania (KPD, antes Liga Spartacus) se convocó el Primer Congreso de la Internacional en Moscú, el 2 de marzo de 1919.
El programa político de la Internacional Comunista
La plataforma de la IC se basaba en el programa de los dos principales partidos comunistas, el Partido Bolchevique y el Partido Comunista de Alemania (fundado el 29 de diciembre de 1918).
Esta plataforma de la IC comienza afirmando claramente que "una nueva época ha nacido: la era de la desintegración del capitalismo, de su colapso interno. La época de la revolución comunista del proletariado". Y retomando el discurso sobre el programa fundacional del Partido Comunista Alemán, que pronunciase Rosa Luxemburgo, la Internacional declaraba sin ambigüedad que "el dilema al que se enfrenta la humanidad hoy en día es el siguiente: caer en la barbarie, o la salvación a través del socialismo". En otras palabras, que habíamos entrado en la "era de las guerras y las revoluciones". La única alternativa para la sociedad era ya: revolución proletaria mundial o destrucción de la humanidad; socialismo o barbarie. Esta posición se recogía con total rotundidad en el primer punto de la Carta de Invitación al Primer Congreso de fundación de la Internacional Comunista, que Trotsky había escrito en enero de 1919.
Para la Internacional, la entrada del capitalismo en su período de decadencia significaba que la lucha revolucionaria del proletariado tomaba una nueva forma. Este es el período en que se desarrolla la huelga de masas, el período en que los Consejos Obreros son la forma de la dictadura del proletariado anunciada por el surgimiento de los Soviets en Rusia en 1905 y 1917.
Pero una de las contribuciones fundamentales de la Internacional fue sobre todo la comprensión de que el proletariado debe destruir el Estado burgués para construir una nueva sociedad. A partir de esta cuestión, el primer congreso de la Internacional adoptó las Tesis sobre la democracia burguesa y la dictadura proletaria (escritas por Lenin). Estas tesis comienzan denunciando la falsa oposición entre democracia y dictadura "pues en ningún país capitalista civilizado, existe una ‘democracia en general’, sino sólo una democracia burguesa".
La Internacional afirmaba así que la defensa de la democracia “pura” en el capitalismo, significa defender, en la práctica, la democracia burguesa, la forma por excelencia de la dictadura del capital. Contra la dictadura del capital, la Internacional defendió que únicamente la dictadura del proletariado a escala mundial puede derrocar al capitalismo, abolir las clases sociales y ofrecer un futuro a la humanidad.
El partido mundial del proletariado debía dar pues una orientación clara a las masas proletarias para que pudieran alcanzar su objetivo final, defendiendo siempre la consigna de los bolcheviques en 1917: "Todo el poder a los Soviets". En eso consistía la “dictadura” del proletariado: en el poder de los Soviets o Consejos Obreros.
De las dificultades de la Tercera Internacional a su bancarrota
Desgraciadamente la Internacional se fundó demasiado tarde, en marzo de 1919, cuando ya la mayoría de los levantamientos revolucionarios del proletariado en Europa habían sido violentamente reprimidos. La IC se funda dos meses después de la sangrienta represión del proletariado alemán en Berlín. El Partido Comunista de Alemania acababa de perder a sus principales dirigentes, Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht, brutalmente asesinados por el gobierno socialdemócrata durante la sangrienta semana de Berlín en enero de 1919. Por lo tanto, cuando se funda la Internacional ya ha sufrido su primera derrota. El aplastamiento de la revolución en Alemania significaba también y ante todo una derrota terrible para el proletariado internacional.
Hay que reconocer que los revolucionarios de ese momento se encontraban en una situación de emergencia cuando fundaron la Internacional. La Revolución Rusa se encontraba completamente aislada, asfixiada y cercada por toda la burguesía de todos los países (sin mencionar la rapiña contrarrevolucionaria de los Ejércitos Blancos dentro de Rusia). Los revolucionarios estaban con el agua al cuello y había que apresurarse en la construcción del partido mundial. A causa de esta situación de urgencia, los principales partidos que fundaron la Internacional, y, sobre todo, el Partido Bolchevique y el KPD, no pudieron clarificar sus divergencias y confusiones. Esta falta de claridad fue un factor importante en el desarrollo del oportunismo en la Internacional con el retroceso de la ola revolucionaria.
Más adelante, y por esta gangrena del oportunismo, esta nueva Internacional morirá también. Sucumbirá, igualmente, a la traición del principio del internacionalismo por parte del ala derecha de los partidos comunistas. En particular, el principal partido de la Internacional, el Partido Bolchevique, comenzó a defender, tras la muerte de Lenin, la teoría de la "construcción del socialismo en un solo país". Stalin, haciéndose con la dirección del partido bolchevique, ejecutó la represión del proletariado que había hecho la revolución en Rusia, e impuso una feroz dictadura contra los antiguos compañeros de Lenin que luchaban contra la degeneración de la Internacional, y que denunciaban lo que ellos consideraban como el retorno del capitalismo a Rusia.
Posteriormente, ya en la década de 1930, e invocando la defensa de la "patria soviética", los partidos comunistas de todos los países pisotearon la bandera de la Internacional llamando a los proletarios a matarse entre sí, una vez más, en los campos de batalla de la Segunda Guerra Mundial. Al igual que la Segunda Internacional en 1914, la IC quebró, también ella víctima de la gangrena del oportunismo y de un largo proceso de degeneración.
Pero, al igual que sucediera en la II Internacional, la IC también segregó una minoría de Izquierda compuesta de militantes que permanecieron fieles al internacionalismo y a la consigna "Los proletarios no tienen patria". Trabajadores de todos los países, uníos". Estas minorías de izquierda (en Alemania, Francia, Italia, Holanda…) llevaron a cabo un combate político en el seno de la Internacional en proceso de degeneración, para intentar salvarla. Pero Stalin acabó excluyendo a estos militantes de la izquierda de la Internacional. Los acosó, los persiguió y los liquidó físicamente (recordemos los juicios de Moscú, el asesinato de Trotsky por agentes de la GPU y también los gulags estalinistas).
Los revolucionarios excluidos de la Tercera Internacional también trataron de reagruparse, a pesar de todas las dificultades de la guerra y la represión. A pesar de su dispersión en diferentes países, estas exiguas minorías de militantes internacionalistas fueron capaces de hacer un balance de la oleada revolucionaria de 1917-1923 y sacar las principales lecciones para el futuro.
Estos revolucionarios que lucharon contra el estalinismo no pretendieron fundar una nueva internacional antes, durante o después de la Segunda Guerra Mundial. Comprendieron que era “medianoche del siglo": que el proletariado había sido aplastado físicamente, reclutado masivamente tras las banderas nacionales de antifascismo y víctima de la contrarrevolución más profunda de la historia. La situación histórica ya no era favorable al surgimiento de una nueva ola revolucionaria contra la Guerra Mundial.
Sin embargo, a lo largo de este largo período de contrarrevolución, las minorías revolucionarias continuaron llevando a cabo una actividad, a menudo en la clandestinidad, oculta, para preparar el futuro manteniendo la confianza en la capacidad del proletariado para levantar la cabeza y, un día, derrocar al capitalismo.
Queremos recordar que la CCI se reivindica de las contribuciones de la Internacional Comunista. Nuestra organización se vincula igualmente a la continuidad política con las fracciones de Izquierda excluidas de la Internacional en las décadas de 1920 y 1930, y en particular la Fracción de Izquierda Comunista Italiana. Así pues, este centenario es una oportunidad para saludar la invaluable contribución de la IC en la historia del movimiento obrero, pero también para aprender de esta experiencia a fin de armar al proletariado para sus futuras luchas revolucionarias.
Insistimos en la necesidad de comprender la importancia de la fundación de la Internacional Comunista como el primer intento de constituir el partido mundial del proletariado. Debemos, sobre todo, subrayar la importancia de la continuidad histórica, del hilo rojo que une a los revolucionarios de hoy con los del pasado, con todos aquellos militantes que, por su fidelidad a los principios del proletariado, fueron perseguidos y salvajemente asesinados por la burguesía y, sobre todo, por sus antiguos compañeros convertidos en traidores: los Kautsky, Noske, Ebert, Scheidemann, Stalin. También debemos rendir homenaje a todos aquellos activistas ejemplares (Rosa Luxemburgo, Karl Liebknecht, Léo Jogiches, Trotsky y muchos otros) que pagaron con su vida su lealtad al internacionalismo.
Para poder construir el futuro partido mundial del proletariado, sin el cual el derrocamiento del capitalismo será imposible, las minorías revolucionarias deben reagruparse, hoy como en el pasado. Deben aclarar sus diferencias a través de la confrontación de ideas y posiciones, la reflexión colectiva y la discusión más amplia posible. Deben ser capaces de aprender del pasado para comprender la situación histórica actual y permitir que las nuevas generaciones abran las puertas al futuro.
Frente a la descomposición de la sociedad capitalista, la barbarie bélica, la explotación y la creciente miseria de los proletarios, hoy la alternativa sigue siendo la que la Internacional Comunista identificó claramente hace 100 años: el socialismo o la barbarie, revolución proletaria mundial o destrucción de la humanidad en un caos cada vez más sangriento.
CCI
[1] Los lectores interesados en un conocimiento y lecciones de esta oleada revolucionaria mundial del proletariado pueden consultar en nuestra Web 1914-23: 10 años que sacudieron el mundo https://es.internationalism.org/go_deeper