Italia, Alemania, Gran Bretaña revueltas y represión en Palestina - Únicamente el proletariado puede acabar con la barbarie

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Los medios de comunicación, los telediarios, la prensa entera rebosa de noticias. Desde hace un año, poco a poco se entera uno de cantidad de cosas sobre el pasado nazi del presidente austriaco K. Waldheim; además, en cada país, siempre hay una serie de “noticias importantísimas” que llenan los periódicos durante semanas (por ejemplo, en Francia y Gran Bretaña, las disquisiciones interminables sobre el insulto que Chirac dirigió a Thatcher). En cambio, hay que ser asiduo lector de varios periódicos y muy escudriñador para descubrir las escasísimas noticias referentes a las miserias cotidianas y a las luchas de millones de personas. A veces, en un rincón de tal periódico, se entera uno de que tal huelga se ha acabado..., huelga de la que nadie había oído hablar cuando empezó. O, también, ocurre, por ejemplo, que con ocasión de un artículo sobre el Partido Socialista portugués, uno se entera de que ese país está siendo zarandeado por una marea de descontento social (Febrero del 88). Y cuando las noticias de luchas o de revueltas obreras ya no pueden ser censuradas debido a su amplitud, a las repercusiones y el eco en la sociedad, entonces le toca el turno a las mentiras y a la desinformación más completa. Eso, cuando no son insultos contra los obreros en lucha.

La burguesía contra la toma de conciencia de los retos que la situación impone

La burguesía lo hace todo por ocultar la realidad de las luchas obreras. Hoy en día, la quiebra económica del capitalismo no puede seguir ocultándose. La burguesía internacional se está preparando para aumentar todavía más duramente sus ataques contra las condiciones de existencia de la humanidad entera, y, en primer término, del proletariado mundial. Con la censura de los media sobre las luchas, se procura limitar, ya que no impedir, el desarrollo de la confianza en sí mismo del proletariado, en su fuerza, en su combate.

Pero no solo son las luchas obreras lo que la burguesía intenta ocultar. A pesar del despliegue guerrero de una autentica gran armada de los principales países del bloque occidental en el golfo Pérsico frente al bloque ruso, con el pretexto de meter en cintura al Irán de Jomeini, lo que predomina en los medios de comunicación es más bien la discreción. Salvo cuando se trata de llevar a cabo una campaña propagandística determinada. Y eso, a pesar de que no pasa un día sin operaciones militares, y sin hablar de la propia continuación de la guerra Irán-Irak. Las grandes potencias están reforzando considerablemente su armamento, ocultándolo tras las campañas sobre el “desarme” Este-Oeste (cumbre Reagan-Gorbachov, cumbre de la OTAN). En todo ello, de lo que se trata es de limitar al máximo la toma de conciencia de que el capitalismo es la guerra y que si no es destruido de arriba abajo, lo único que puede ofrecer a la humanidad es una tercera guerra mundial.

La descomposición del capitalismo

El porvenir que nos esta preparando el capitalismo se plasma con todo su horror en Oriente Medio: la guerra Irán-Irak; no contentos con haber mandado a más de un millón de hombres a la muerte en el frente, ambos Estados se han lanzado con fruición a la “guerra de las ciudades”: la población civil asesinada a golpe de misil lanzado a ciegas en pleno centro de las ciudades, para “presionar al enemigo”. Y Líbano y su conocido horror cotidiano y endémico. Y ahora los “territorios ocupados” por Israel.

Denunciamos aquí la represión bestial que el estado burgués israelí está ejerciendo contra las poblaciones amotinadas de los territorios ocupados. Amotinados contra la miseria, el desempleo masivo, el hambre, la represión sistemática y bestial que en permanencia tienen que aguantar. Cerca de cien muertos. Muertos a balazos. Heridos por millares a causa de la crueldad sistemática : torturas, apaleamientos, y, muy especialmente, fracturas de brazos y de dedos de las manos con piedras, con el casco, que los soldados provocan fría y sistemáticamente, dejado a muchas personas tullidas para toda su vida. En resumen, el terror, el terror capitalista, corriente y moliente, tal como existe cotidianamente por el ancho mundo. Nada que sea excepcional, en verdad.

Pero no basta con denunciar la represión. También hay que denunciar sin la menor ambigüedad todas las fuerzas que están actuando para encauzar esa cólera, esas revueltas, hacia el callejón sin salida del nacionalismo. La O.L.P., evidentemente, pero también y sobre todo el conjunto del bloque occidental, con los USA a la cabeza, claro está, que anima a la OLP, la empuja para que se implante en los territorios ocupados, en donde su presencia era hasta ahora relativamente débil, que la empuja, ya que no a la formación de un estado palestino, al menos a que controle la población, control que Israel, por “buena voluntad” que le eche, es incapaz de garantizar. No se puede esperar de la OLP otra cosa sino el mismo terror estatal que el de Israel. La OLP ya ha dado muestras fehacientes de su capacidad de represión y mantenimiento del orden en los campos palestinos de Líbano.

Digámoslo claramente. Ya sea con Israel ya con un Estado palestino, las poblaciones de los territorios ocupados o del exilio en campos palestinos de Líbano o de otro sitio, van a soportar más miseria, más represión, más guerra permanente, de todo eso que tanto abunda y se desarrolla en esa región del mundo; o sea, lo mismo que las demás poblaciones del área. La única manera de limitar los efectos de esa creciente barbarie, estriba en la capacidad de la clase obrera de esos países para llevar tras sí a las poblaciones en el rechazo de la lógica guerrera y de la miseria. Y eso es posible; recuérdense las manifestaciones callejeras en Líbano contra las subidas de precios; y la realidad del descontento obrero en Israel que se ha plasmado ya en huelgas y manifestaciones.

En tercer lugar, queremos también denunciar al coro de llorones, de demócratas de izquierda y demás humanistas que con la “mejor voluntad” recomiendan que la represión sea más “humana”. Algo así como una represión “no violenta”. ¿Y por qué no una guerra sin muertos y sin sufrimientos?, algo así como una guerra humana, vaya. En realidad, esos individuos no son tan tontos como pudiera parecer. Son, de hecho, unos hipócritas que participan con todo su lagrimeo en la campaña mediática e ideológica del bloque occidental para que la población sea el rehén de la falsa alternativa: o Israel u OLP.

La publicidad de los media en torno a los desmanes del ejército israelí es algo conciente por parte del bloque USA: utiliza la violencia de la represión del mismo modo que utilizó las matanzas en los campos palestinos de Sabra y Chatila en Beirut en septiembre de 1982. Matanzas llevadas a cabo ante la complicidad directa de los soldados israelíes. Matanzas que sirvieron para justificar el envío a Líbano de los ejércitos US, británico, francés e italiano aquel mismo año.

La situación en los territorios ocupados significa que el Estado de Israel está, a su vez, “libanizándose”. Toda la región, todo Oriente Medio se está “libanizando”. Es toda la sociedad lo que se está descomponiendo y pudriendo. Y esa descomposición es el resultado del declive, de la putrefacción del capitalismo. Este se está pudriendo de arriba abajo. Y por todo el ancho mundo.

Únicamente el proletariado pude acabar con la barbarie del capitalismo

Quiebra económica, miseria creciente, guerra. Eso es lo que en todo su horror nos ofrece el capitalismo. Y eso, ahora que existe potencialmente en el mundo un desarrollo de fuerzas productivas suficiente para acabar con la miseria en el planeta. Es la realidad de esas contradicciones lo que forja la toma de conciencia de la clase obrera:

  • del futuro que nos prepara la burguesía si no es derrocada;
  • de que únicamente ella, la clase obrera, es capaz de derrocar a la burguesía, pues es ella la que produce todo, porque es gracias a ella que todo funciona. Y una clase dominante que no es obedecida ya no es una clase dominante. La toma de conciencia revolucionaria exige obligatoriamente la unificación de los proletarios. Unificación que no puede hacerse sino en la lucha común, en base a intereses comunes, contra un enemigo común.

El proletariado sigue luchando

En el momento en que escribimos, y a pesar de la censura de hecho, establecida por el conjunto de la prensa internacional el movimiento de luchas en Gran Bretaña sigue: huelgas en el automóvil, luchas y descontento que no cesa entre las enfermeras y en los servicios públicos, en la enseñanza. Sin embargo, cabe señalar que, según las informaciones dadas por nuestros camaradas de Gran Bretaña, podemos decir que hoy el movimiento parece haber entrado en un compás de espera.

Durante los primeros días de Febrero, las enfermeras, 15 mil mineros, 7 mil marineros, 32 mil obreros de Ford y de la General Motors (Vauxhall), de Renault Truck Industries (RVI), los profesores, todos ellos se movilizan a pesar de la oposición y los sabotajes sindicales Desbordados al principio, los sindicatos obtienen una primera victoria al conseguir que la huelga en Ford quede postergada para después de la huelga nacional de las enfermeras del 3 de febrero. A pesar de la simultaneidad de las luchas, a pesar de las diferentes expresiones de solidaridad con los mineros y enfermeras, a pesar del estallido de una huelga “salvaje” el 4 de febrero en las factorías londinenses de Ford, los sindicatos acabarán haciéndose con el control de la situación, evitando el menor intento de extensión y de unificación desde Ford, verdadero corazón del movimiento. Una vez conseguido el aislamiento de los obreros de Ford, cuya vuelta al trabajo se ha obtenido gracias a una promesa de aumente de salario de un 14 % en 2 años, la posibilidad de una primera unificación de las diferentes luchas no ha podido lograrse. Ahora, los sindicatos, dueños momentáneos de la situación, están preparando una serie de jornadas de acción por sectores para así agotar la fuerte combatividad con acciones compartimentadas y sin perspectivas.

Los obreros británicos no están solos

A pesar de la propaganda burguesa según la cual los obreros estarían pasivos, resignados y sin combatividad, el movimiento de luchas de Gran Bretaña viene a confirmar la existencia de una oleada internacional de luchas. Este movimiento ocurre tras el de los obreros de Bélgica en la primavera del 86, la huelga de los ferroviarios franceses del invierno pasado, las luchas obreras de la primavera de del 87 en España, tras las luchas y huelgas masivas durante todo 1987 en Italia y los movimientos de cólera y de luchas en Alemania a finales del año pasado. Y eso sin hablar de la cantidad de pequeños conflictos que ni se mencionan, pero que no dejan de ser una gran adquisición de experiencia por parte del proletariado de lo que es el capitalismo. Y las luchas mencionadas, en el corazón de Europa, no están aisladas: ha habido luchas en Suecia, en Portugal, en Grecia; en Yugoslavia, en la URSS, en Rumania y en Polonia, en Corea, en Taiwán, en Japón; por toda Latinoamérica... todo ello desde principios del 87. Incluso en los países en los que la burguesía conseguía impedir que estallaran luchas obreras a pesar del descontento, la aceleración brutal de la crisis está rompiendo el equilibrio frágil.

Son todos los continentes los afectados por el desarrollo de las luchas obreras. Además de la simultaneidad en el tiempo, esos movimientos expresan las mismas características: son masivos; afectan a varios sectores a la vez, entre los más concentrados y más numerosos, y, en particular, en la función pública; todos plantean la necesidad de quebrar el corporativismo y realizar la unificación entre los diferentes sectores en lucha; expresan una desconfianza cada día mayor respecto a los sindicatos, desbordándolos, sobre todo al principio; procurando no dejarles el control y la organización de las luchas.

Las luchas actuales no bastan: hay que ir más lejos

La situación actual está marcada por una aceleración terrible de la historia en todos los planos: económico por el hundimiento en la crisis; guerrero, con la agudización del antagonismo imperialista; social, por la existencia de luchas obreras de defensa frente a los ataques económicos. Esta aceleración en todos los planos, significa para el proletariado el anuncio de ataques todavía más dramáticos sobre sus condiciones de existencia. Esos ataques van a necesitar por su parte un esfuerzo importante para poder llevar sus luchas hacia cotas mucho más altas. Tendrá que ir asumiendo cada día más los aspectos políticos de sus luchas económicas:

“En las luchas por venir de la clase obrera, una clara comprensión de lo que verdaderamente está en juego, por el hecho de que no constituyen una simple resistencia golpe por golpe contra las crecientes agresiones del capital sino que son la única defensa contra la amenaza de la guerra imperialista, que son los preparativos indispensables hacia la única solución para la humanidad : la revolución comunista; esta comprensión de lo que esta en juego será la condición tanto de su eficacia inmediata como de su aptitud para que sirva de preparación d enfrentamientos decisivos.

“Y, al contrario, toda lucha que se limite al terreno estrictamente económico, defensivo, contra la austeridad, será derrotada más fácilmente, tanto en lo inmediato como en su posible desarrollo futuro, pues se habrá privado del uso de ese arma, hoy tan importante para los trabajadores, como es la generalización, la cual se basa en la conciencia del carácter social y no profesional de la lucha de la clase. Del mismo modo, por falta de perspectivas, las derrotas inmediatas serán sobre todo un elemento de desmoralización en vez de actuar como elementos de una experiencia y de una toma de conciencia” ([1]).

Limitarse a combatir las consecuencias económicas de la crisis del capitalismo sin luchar contra la causa misma, es, al fin y al cabo, hacer ineficaces las luchas mismas en el plano económico. Luchar contra las causa de las desdichas que se ceban en la humanidad, es no sólo luchar contra el modo de producción capitalista, sino también destruirlo de arriba abajo, acabando con las miserias y las guerras. Y eso, sólo el proletariado podrá realizarlo. Para ir más lejos, la clase obrera debe sacar las lecciones de sus luchas pasadas. Los trabajadores británicos acaban de demostrarnos que se han recuperado de la derrota de la huelga de la minería. Sacando, en particular, una primera lección: las luchas aisladas, por largas que sean, acaban fracasando.

En Italia: el obstáculo del sindicalismo de base

Ya durante el Mayo rampante italiano de 1969 ([2]), los obreros se habían enfrentado duramente a los sindicatos. La gran desconfianza que éstos inspiran es, sin duda, una de las principales características del proletariado en ese país. En 1984, los obreros en lucha contra la puesta en entredicho de la escala móvil de salarios, se habían negado a obedecer a los sindicatos oficiales. Y el movimiento fue organizado por los consejos de fábricas, que, de hecho, no eran sino auténticos órganos sindicalistas de base. Su apogeo, y a la vez su entierro, fue la participación de un millón de obreros en la manifestación de Roma en abril de 1984.

El fracaso de esa lucha exigió tres años de digestión, de reflexión, de maduración de la conciencia obrera. El movimiento del 87, que se inició en escuelas y colegios en la primavera, rechaza a los sindicatos oficiales. Se organiza en asambleas y en comités de delegados –los COBAS– para extenderse a todo el país. Cuarenta mil personas se manifestarán en Roma en el mes de mayo tras el llamamiento que únicamente los COBAS habían hecho. Pero no conseguirá extenderse a otros sectores a pesar de la fuerte movilización. Después de las vacaciones de verano, el movimiento de los colegios empieza a deshacerse, y las demás movilizaciones obreras, sobre todo la de los transportes, quedan aisladas y dispersas, sin conseguir recoger el relevo del movimiento en las escuelas, debido a la cada vez mayor presencia dominante del sindicalismo de base sobre los COBAS, que se han implantado en todos los sectores en lucha.

Cuando empieza a decaer la movilización, cuando el movimiento empieza a echar para atrás, esos comités de delegados se convierten en presa fácil para el sindicalismo. Este se dedica a desviar la indispensable búsqueda de la solidaridad y de la extensión entre los diferentes sectores en lucha hacia problemas falsos, verdaderas trampas, para ahogar la combatividad obrera:

  • primero con el tema de la institucionalización o legalización de los COBAS, para transformarlos en nueva formas sindicales con otro nombre y que tienen la confianza de los obreros;
  • con el corporativismo (y en especial entre los conductores, en los ferrocarriles);
  • con la precipitada centralización de los comités en asambleas de nivel regional y sobre todo nacional en las cuales los sindicalistas de base del izquierdismo pueden poner en práctica todas sus técnicas de la maniobra burocrática y... sindical.

En nombre de la extensión, los sindicalistas de base, a la que de hecho son contrarios, no vacilan en provocar cortafuegos, a menudo eficaces, provocando, o demasiado pronto o artificialmente una “centralización” de los primeros e inmaduros intentos de la apropiación por los obreros mismos de sus propias luchas, para así ahogarlas mejor en las asambleas de base. Algo así como esos brotes tempraneros que las últimas heladas de invierno destruyen. El movimiento y la vitalidad de las luchas, las asambleas obreras, la búsqueda de la extensión, el proceso hacia la unificación mediante la apropiación de las luchas por los obreros mismos, todo eso es lo que puede llevar a la centralización indispensable y efectiva de las luchas obreras.

El gigante proletario alemán se está despertando y con su acción preludia la unificación de las luchas

El movimiento de diciembre del 87 que se formó en torno al rechazo de los 5 mil despidos en una factoría de Krupp en Duisburgo ha sido la lucha más importante en Alemania desde los años 20. El proletariado alemán está llamado a desempeñar un papel en el proceso revolucionario debido a su concentración, a su fuerza, su experiencia histórica particularmente rica, sus lazos con el proletariado de la R.D.Alemana y, por ende, de lo países del este. Las luchas de diciembre pasado han tirado por los suelos ese mito de la prosperidad alemana, de la disciplina y la docilidad de los obreros de ese país. Y esto ha sido sólo el principio de las luchas masivas en RFA.

La importancia de esa lucha estriba en que trajo consigo la participación de obreros de diferentes ciudades y sectores en un movimiento clasista de solidaridad. Eso no fue en la huelga misma, sino en las manifestaciones callejeras, en los mítines y delegaciones masivas. Mientras que en la huelga de los ferroviarios franceses de la SNCF, la cuestión central fue siempre la de la extensión de un sector aislado hacia el resto de la clase, en Alemania, la cuestión de la unificación en torno a los obreros de Krupp se planteó desde el principio.

Pero lo primordial de esta lucha estriba en lo que anuncia. Pese a su falta de experiencia en cuanto a enfrentamientos con los sindicatos y sus maniobras, con los partidos de izquierda y el izquierdismo sindicalero de base, el proletariado alemán está marcando claramente la característica principal y la perspectiva de los movimientos venideros: son los sectores centrales, el corazón del proletariado europeo, a los que ahora les toca ser víctimas de los ataques. Las principales concentraciones obreras: el Ruhr, Benelux, las áreas de París y de Londres y el norte de Italia. Son esas fracciones centrales las que ahora van a volver a entrar en la lucha y abrir, ofrecer, al conjunto de la clase obrera, la perspectiva concreta de unificación de los combates obreros en cada país. Y la perspectiva de generalización internacional de la lucha obrera.

Los movimientos en Italia y en Alemania sintetizan y cristalizan las principales necesidades de TODAS las luchas actuales en el mundo, por encima de las peculiaridades locales y nacionales:

  • la necesidad de no quedar aislados en el corporativismo;
  • la de extender las luchas;
  • la de organizar esas luchas en asambleas generales, sin dejar que el sindicalismo –oficial o disfrazado de “radical”, de base– las ahogue con sus sabotajes y sus maniobras;
  • la de asumir el carácter general y político de las luchas pues toda la clase obrera es atacada; unificar las luchas en una única lucha contra los diferentes Estados.

Hay que irse preparando para los combates venideros

Las luchas que van a tener lugar no están ya ganadas de antemano, ni automáticamente. La clase obrera tiene que prepararlas. Eso es lo que ya está haciendo y seguirá haciendo con las luchas mismas; mediante la práctica; desarrollando su experiencia; sacando lecciones; acumulando confianza en sus propias fuerzas. Es así como el conjunto de la clase obrera refuerza su toma de conciencia masiva y colectivamente, en las luchas o fuera de ellas también, de manera invisible, subterránea, al igual que el topo del que hablaba Marx.

En esa tarea, un papel particular les incumbe a las minorías de obreros –organizadas o no- más combativas y más conscientes. Estas deben prepararse para los combates venideros si de verdad quieren desempeñar la función para la que el proletariado las ha engendrado. Y entre esas minorías, los grupos revolucionarios son insustituibles, con su obligación de estar a la altura de las circunstancias.

Estar a la altura que la situación exige significa, primero, ser capaces de reconocer tal situación. Reconocer la oleada internacional de luchas actuales y su significado, lo cual debe servir a los grupos comunistas para asegurar una presencia, una intervención política en el terreno, en las luchas. Una intervención que sea justa y eficaz inmediatamente y a más largo plazo. Para ello, los revolucionarios deben evitar a toda costa caer en las trampas que tiende el sindicalismo de base. Y sobre todo, que no queden aprisionados en sus mallas. Prisioneros, como hemos podido comprobar en estos últimos años:

  • del fetichismo de la autoorganización, por medio de coordinadoras y demás “asambleas nacionales” centralizadoras, instauradas por sindicalistas del izquierdismo;
  • del corporativismo y del localismo, incluso el mas radical y violento, que acarrean los PC y los izquierdistas.

Los revolucionarios deben, en fin, animar y participar en agrupamientos obreros. En particular, deben favorecer todas las creaciones de comités de lucha, pues los obreros más combativos no deben estar esperando a que estallen movimientos para establecer contactos, para discutir y reflexionar juntos, prepararse para las luchas con el fin de hacer la propaganda de ellas, la agitación. Y además, pese a las maniobras y los obstáculos, cuando no la oposición violenta, de los sindicalistas, intervenir en las huelgas, en las asambleas, en las manifestaciones callejeras defendiendo las necesidades de las luchas para convencer al conjunto de los obreros.

De todo ello depende la defensa inmediata de las condiciones de existencia de la clase obrera. De todo ello depende el porvenir de la humanidad, gravemente amenazada por la absurdez ciega y suicida del capitalismo. Únicamente el proletariado puede hoy frenar los avances dela miseria. Y, sobre todo, únicamente el proletariado puede acabar para siempre con la barbarie capitalista.

R.L., 7/3/88


[1] Revista Internacional, no 21, 2o trimestre de 1980.

[2] Ver Revista Internacional no 140: “El Otoño Caliente Italiano de 1969, un momento de la recuperación histórica de la lucha de clases” (1ª Parte): /revista-internacional/201002/2773/el-otono-caliente-italiano-de-1969-i-un-momento-de-la-recuperacion ;

2ª Parte en Revista Internacional no 143: /revista-internacional/201012/3005/el-otono-caliente-italiano-de-1969-ii-un-momento-de-la-reanudacion

 

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