Enviado por CCI Online el
Se dice a menudo que la historia de la lucha de clases en EEUU las últimas cuatro décadas, es decir desde finales de los 60, es la historia de una oleada casi ininterrumpida de derrotas y retrocesos. En realidad, mirando hacia Europa, y hacia el sur o el este, se podría llegar a la misma conclusión. El caso quizá más espectacular es el de Grecia, donde solo en el último año los sindicatos han convocado seis huelgas generales, y ni siquiera esto ha parado las brutales medidas de austeridad en este país. Volviendo a EEUU, en el curso de las últimas cuatro décadas el empeoramiento de las condiciones de vida de los trabajadores ha sido incesante, brutal e innegable. En este periodo, la clase dominante ha impuesto una serie de profundos recortes y modificaciones en todo el aparato de explotación, con el fin de asegurar la reproducción del proceso capitalista de producción: desde recortes en educación e incremento de sus costes a reducción del salario real, incremento de la semana laboral e intensificación de la explotación, erosión del sistema de seguros de salud financiados por la empresa, todo un proceso a la baja hasta la reciente práctica de crear nuevas categorías para nuevos contratos en los cuales los habituales pluses o cotizaciones para pensiones pagados por la empresa se transforman en planes de pensiones tipo 401k[1]. La clase trabajadora ha desarrollado a menudo fuertes luchas, y de la misma forma ha atravesado largos periodos de calma relativa también, en consonancia con lo que hemos venido escribiendo en nuestra prensa. Sin embargo, sus intentos por defender sus condiciones de vida y trabajo, intentos en ocasiones muy audaces y valientes, llevados a cabo pese a la amenaza de perder el empleo, no han tenido éxito, en la mayoría de ocasiones, en hacer retroceder a la burguesía en sus ataques cada vez más brutales, frecuentes y frontales. La naturaleza frontal de los ataques más recientes, y de los que están por venir, son sin lugar a duda un reflejo del impasse económico en el que se encuentra la burguesía.
¿Sería por tanto acertado llegar a la conclusión de que la clase obrera ha perdido su batalla contra el capitalismo? ¿Debemos aceptar que nos encontramos en un punto donde un cambio en la relación de fuerzas en favor del proletariado ya no es posible? ¿Las luchas que la clase obrera todavía desarrolla serían un reflejo de un proceso lento pero irreversible hacia la derrota total? ¿Todo esto significa que la clase trabajadora ya no es la fuerza social con el potencial y la misión histórica de destruir las relaciones capitalistas de explotación y dar lugar a una sociedad comunista? Incluso en su pasividad, la clase trabajadora de los EEUU continúa desarrollando luchas en las que aparecen signos de reflexión y de estrategia en la voluntad de lucha de una generación más joven de trabajadores, en la medida que esta se ha convertido en objeto particular de los brutales ataques. A pesar de la debilidad y falta de confianza en el seno de los trabajadores -lo que deja a los sindicatos las manos relativamente libres para controlar las luchas- estos no confían tampoco al cien por cien en los sindicatos.
No pensamos que la clase obrera haya agotado su potencial. Creemos que está atravesando, y desde hace algún tiempo, un proceso muy difícil de re-descubrir su confianza e identidad de clase, de comprender cómo hacer frente a la clase enemiga desde su propio terreno de clase, y transformar las lecciones y derrotas del pasado en adquisiciones que puedan ser utilizadas como líneas de orientación para las luchas por venir. Pensamos que las luchas decisivas para el destino de la humanidad todavía no han tenido lugar, y que la clase trabajadora aún se sitúa en el centro de la historia como un actor fundamental en su desarrollo. Pero para tener esta convicción es necesario un método de análisis y comprensión. Es necesario situar las luchas de la clase en un amplio marco histórico y evaluar el equilibrio de fuerzas entre las dos clases fundamentales de la sociedad no basándose en el número de luchas, ni tampoco si quiera en términos de alguna victoria temporal o una derrota dolorosa. Una lucha puede ser masiva y prolongada sin aportar a la clase ningún fundamento teórico, adquisición organizativa, o sin contribuir a fortalecer la solidaridad y la identidad de clase, como hemos visto en los recientes ejemplos de Grecia. Por otro lado, una lucha que desde un punto de vista estrictamente económico no aporte la más mínima victoria, puede impulsar un importante sentido de identidad y confianza, algo políticamente mucho más importante que cualquier victoria económica temporal, en el caso de que pudieran obtenerse. En la medida que la crisis económica que comenzó en 2007-2008 no cesa, es importante que la clase continúe desarrollando sus luchas con una nueva comprensión de lo que está en juego, y que su identidad y confianza se restaure.
La lucha de clase en los EEUU:
un breve resumen de su contexto y de la estrategia de la burguesía
De 1989 a 2003 la clase obrera pasó a nivel global por un reflujo prolongado en su conciencia y combatividad, resultado de las campañas sobre “el fin del comunismo” y “el fin de la historia”, lanzadas tras la caída del muro de Berlín[2]. Los primeros signos de la vuelta de la lucha de clase se vieron en Austria y Francia en 2003, y en los EEUU estas luchas tuvieron su eco en la huelga del transporte público de Nueva York en 2005[3]. Por todas partes han tenido lugar luchas, con un incremento significativo en la combatividad, y de forma más importante, la aparición de una solidaridad de clase inter-generacional. En concreto, la huelga del transporte público de Nueva York en 2005 se desarrolló en apoyo a la generación más joven de trabajadores, para quienes la empresa había propuesto un nuevo contrato que reduciría sus derechos en cuanto a seguro sanitario y pensiones. Esta situación ha continuado hasta la crisis de 2007, que cuando golpeó creó una parálisis momentánea entre los obreros. En 2009 se produjo un número bajísimo de grandes huelgas, sólo cinco, y tras ese año ha habido un repunte en la combatividad de la clase, de forma más notable en las movilizaciones de estudiantes y de trabajadores del sector público en Madison (Wisconsin) en 2011, que claramente se vinculó a sí misma con el movimiento de protesta que transcurría en el mundo árabe. Poco después, la huelga en Verizon contó con la participación de 45.000 trabajadores, y vimos también ese mismo año la aparición del movimiento de “Occupy Wall Street”, que utilizó métodos propios de la lucha obrera con la formación de Asambleas Generales, pero también yendo más allá de cuestiones puramente económicas, abriendo un espacio para un cuestionamiento del capitalismo en un sentido amplio, del futuro que le espera a la humanidad bajo él[4]. Un componente importante del contexto de las luchas en EEUU ha sido la campaña electoral, que ha tenido un efecto amortiguador sobre la lucha de la clase, y que también le ha otorgado munición a los sindicatos en su labor anti-obrera. Los sindicatos han utilizado la postura anti-sindical de muchos republicanos, e incluso de algunos demócratas, para encuadrar a los trabajadores en su defensa. No fue tarea fácil, especialmente en el caso de la huelga de maestros en Chicago del pasado septiembre, en la que se vio a un alcalde demócrata enfrentado contra el sindicato de profesores, una postura que amenazó con abortar la labor habitual de los sindicatos en movilizar a los empleados públicos en favor del voto demócrata. Pese al ruido ensordecedor de la campaña electoral, los conflictos laborales han vuelto pronto, en verano de 2012.
En Nueva York los trabajadores de Con-Edison fueron a la huelga por cambios en el sistema de pensiones de los nuevos contratos. Los sindicatos decidieron convocar la huelga, y cuando la empresa pidió un pre-aviso de una semana los sindicatos se negaron, y Con-Edison despidió a numerosos obreros. Toda la atención pasó a continuación a centrarse en los trabajadores despedidos, y los cambios propuestos en los contratos quedaron en segundo plano, hasta que a última hora el Gobernador Cuomo intervino, obligando a Con-Ed a readmitir a los obreros. Esta táctica ya ha sido utilizada en el pasado, en concreto en la huelga de Verizon: los sindicatos fueron a la huelga por el bloqueo en las negociaciones. Los trabajadores al final volvieron al trabajo sin un nuevo convenio.
Los ataques anti-obreros se han llevado a cabo incluso sin negociaciones de contrato de por medio. En algún caso, los incrementos salariales vinculados a la antigüedad se han congelado. Los nuevos presupuestos no contemplan incrementos durante años, cuando los convenios para los empleados municipales se terminaron en algunos casos hace cuatro años. Los trabajadores jubilados no se han reemplazado. En el estado de Nueva York, el Departamento de Educación aprobó un nuevo estatus para nuevos contratos, sin ninguna negociación. El asunto se plantea en términos de o vuelta al trabajo de los despedidos o vuelta a las negociaciones, en vez de hablar sobre el nuevo convenio. Se trata de una estrategia de los sindicatos y la burguesía para enfrentarse a los trabajadores con más experiencia que ya han mostrado en varias ocasiones que los ataques contra la nueva generación estimulan su voluntad de lucha en su defensa. Parece evidente que la clase dominante, al menos donde los obreros están más concentrados y experimentados, conscientemente intenta evitar la confrontación directa porque ha visto que la generación con más experiencia muestra un estado de ánimo distinto que durante los años de reflujo de 1989 a 2003.
Esta estrategia ha tenido lugar de forma tan común como para volverse un patrón en la estrategia de la clase dominante, ya sea como algo pre-determinado o algo que ha aprendido con la evolución de los acontecimientos. Comenzó con General Motors hace unos cuatro años, con la creación de dos categorías diferentes, con distintas cotizaciones de pensiones y salarios. Tras GM todas las empresas han tratado de hacer lo mismo. Esta situación también añade un elemento de desmoralización en los obreros que han participado en la lucha: la huelga de Lockheed, que también tuvo lugar durante el verano y duró dos meses, también contra la creación de una nueva categoría para la siguiente generación de trabajadores. La huelga terminó con una derrota terrible de los obreros, con la introducción de todas las propuestas de la empresa, incluyendo las disposiciones sobre el nuevo estatus para los nuevos contratos. Sin embargo, como así ha parecido por las reacciones de los trabajadores de Lockheed, en el seno de los proletarios está teniendo lugar una reflexión profunda sobre el papel de los sindicatos. Esta vez, los sindicatos no pudieron alardear sobre sus resultados.
Mientras la huelga de Lockheed tenía lugar, los empleados de limpieza y mantenimiento de edificios en Houston también convocaron una, seguidos por un número de otros obreros del sector en varias ciudades del país. Sus reivindicaciones se centraban en salarios y condiciones de trabajo, y su lucha tuvo éxito. Pero en ningún caso fue gracias a la movilización sindical. Sus reivindicaciones, aunque se situaban en un terreno de clase, eran modestas: un incremento salarial de solamente 10 dólares la hora es algo que JPMorgan -que subcontrata a las empresas de mantenimiento y limpieza- se puede permitir, ¡sobre todo tras cuatro años de mala publicidad! Esta pequeña victoria de este sector plantea una cuestión más amplia: ¿qué piensan los trabajadores de Lockheed sobre el hecho de que aquellos consiguieron algo y ellos nada? ¿Los ha llevado a dudar de sus fuerzas o a cuestionar los métodos sindicales? Es algo terrible el tener que volver al trabajo tras perder una lucha por los que vienen detrás; sin embargo la situación no es de sensación de derrota en las filas obreras, y el sentimiento de solidaridad que se ha sentido en las luchas se mantiene en pié. Ha habido un intento de recuperar el sentido de solidaridad que la burguesía ha tratado de atacar. Como hemos dicho arriba, la solidaridad inter-generacional es algo que se vio claramente en 2005 en la huelga del metro. Se trata de una dinámica importante que tiene potencial para un desarrollo interesante en las luchas del futuro.
Que los obreros duden de su propia fuerza puede no ser algo totalmente negativo si son capaces de transformar estas dudas en una reflexión más profunda de cómo luchar de la forma más eficaz. La razón por la que los sindicatos hacen tanto ruido en los casos de pequeñas victorias no es únicamente para renovar su propia imagen, sino más especialmente para intentar minar el cuestionamiento incipiente sobre las tácticas sindicales por parte de los trabajadores más experimentados. La estrategia es aislar y desgastar a los sectores más concentrados o combativos mientras exhiben pequeñas victorias en sectores menos importantes e inseguros de la clase obrera como el personal de limpieza y mantenimiento.
También en verano hemos visto la huelga de los trabajadores de Palermo pizza sobre salarios, cotizaciones y condiciones de trabajo. La empresa despidió a más de 80 obreros alegando una presunta inspección de la agencia de inmigración, al mismo tiempo que los sindicatos estaban llevando una campaña pro-afiliación. Al final, la empresa fue obligada por las autoridades a readmitir a los empleados. Esta huelga mostró el estado de ánimo desafiante de la clase obrera para lanzarse a la lucha. Sin embargo debemos ser cautos y no llegar a la conclusión a partir de esto de que la clase trabajadora se encuentra preparada para defenderse contra los ataques represivos del aparato de la clase dominante. La oficina de inmigración –y la empresa Palermo– dieron un paso atrás frente a las críticas de los sindicatos, que señalaron que las intrusiones federales en la cuestión de inmigración ilegal – una fuente vital de mano de obra barata para empresas pequeñas y medianas como Palermo- ponían en peligro el proceso de afiliación sindical de los obreros inmigrantes, un importante sector del proletariado que los sindicatos en todo el país han estado seduciendo en un intento por aumentar su decreciente afiliación. De nuevo, el caso fue exhibido como una victoria sindical.
Otro componente de la estrategia de la clase dominante es, en el caso de luchas sin posibilidad de lograr sus reivindicaciones, encerrarlas en largas batallas de desgaste llevando a los trabajadores a la desesperación y la desmoralización. Este fue el caso de la huelga de Crystal Sugar, dirigida por el sindicato BCTGM, que forma parte de la AFL-CIO y que también representa a los obreros de la empresa Hostess, 15.000 de los cuales han sido despedidos recientemente. 1300 trabajadores de Crystal Sugar fueron también despedidos tras el rechazo de la mayoría de obreros a la propuesta del nuevo convenio tres veces seguidas. La empresa contrató otros trabajadores para la temporada de la remolacha, sin mostrar ninguna intención de querer readmitir a los despedidos, mientras la AFL-CIO lanzaba una campaña de boicot para “forzar a Crystal Sugar a readmitirlos”. En ambos casos, Crystal Sugar y Hostess, los despidos tuvieron lugar tras romperse las negociaciones del convenio y los obreros se vieron arrastrados a una larga batalla de desgaste. Esto es un ejemplo de cómo los sindicatos confunden a los trabajadores de diversas formas:
- Creando la ilusión de que en la decadencia del capitalismo y bajo la peor crisis económica de la historia, todavía es posible el llevar a cabo luchas por mejoras inmediatas.
- Aislando a los trabajadores en su empresa e impulsado el corporativismo.
- Presentándose como garantes de los derechos de los trabajadores a través de la utilización del boicot o confiando en el Comité Nacional para las Relaciones Laborales que, cuando se le reclama su intervención y decide en favor de los empresarios, hace un favor a los sindicatos ocultando su responsabilidad en la derrota obrera. Aislados por los sindicatos bajo la camisa de fuerza corporativista, los proletarios no pueden encontrar la manera de extender la lucha y la solidaridad.
Puede que los sindicatos a veces hablen de unidad. Durante la huelga de Con-Ed en Nueva York, los principales sindicatos se unieron a ella. Sin embargo, en los piquetes en Con-Ed los sindicatos plantaron una pancarta que decía claramente: “En esta ocasión no asumimos reivindicaciones de otros sindicatos”, mientras trabajadores afiliados a otros sindicatos expresaban su solidaridad en la calle con la huelga. De forma similar, mientras en el caso de la huelga de limpieza y mantenimiento los sindicatos llevaron a cabo una campaña nacional de apoyo, manifestándose con otros obreros y organizando huelgas itinerantes ciudad por ciudad, los trabajadores de Lockheed se encontraron totalmente aislados y ni una palabra se dijo sobre ellos.
¿Qué valoración? ¿Qué camino en el horizonte?
Está claro que la clase obrera no ha abandonado su lucha. Su estado de ánimo combativo bajo las condiciones históricas más difíciles desde la contrarrevolución -una terrible crisis económica, la amenaza de una catástrofe medioambiental, guerras cada vez más sangrientas y peligrosas, la descomposición del tejido social- puede dejar la semilla para luchas más importantes en un futuro. La dinámica más significativa que ha emergido en todas las luchas obreras en EEUU que han tenido lugar desde el Metro de Nueva York en 2005 es el incipiente desarrollo de su identidad y solidaridad de clase, que se muestra en la voluntad abierta de luchar en nombre de la nueva generación obrera. Su potencial para un desarrollo posterior está ligado a una serie de factores: la capacidad de la burguesía para manipular y mistificar a los proletarios, la dinámica de la lucha de clases a nivel mundial, y la agravación de la crisis. Es mucho lo que está en juego, pero las batallas decisivas están aún por llegar.
La burguesía siempre está deseosa de extender la idea entre la clase obrera de que su lucha no sirve para nada, incluso que está acabada. En efecto, si nos basáramos en las estadísticas, tendencias, estudios académicos y la propaganda de la clase dominante, estaríamos muy mal situados para realizar una valoración adecuada y objetiva de dónde se sitúa la lucha de clase en la actualidad, y peor aún para trazar sus perspectivas. Es evidente que la burguesía tiene un gran interés en tratar de destruir el sentido de auto-confianza en el seno de la clase obrera, y desacreditar su propia teoría de la historia y su proyecto revolucionario. La clase capitalista sueña con un proletariado sin ninguna visión. Para la clase y para sus minorías revolucionarias, en cambio, la cuestión de cómo valorar la lucha de clase, su historia, sus debilidades, fortalezas, y perspectivas, es un tema muy serio que no puede entenderse únicamente a través de estadísticas, ignorando el contexto histórico, o a través de estudios académicos sin otro interés que falsificar la realidad. La clase y sus minorías revolucionarias deben estudiar y entender de la forma más cuidadosa y objetiva posible el desarrollo de las luchas de la clase con el objetivo de ser capaz de ver las dinámicas y tendencias subyacentes, porque su tarea es contribuir a dotar de una orientación general al movimiento, promover la reflexión y generar una comprensión de cómo avanzar en las luchas por venir.
La importancia para la clase obrera en desarrollar y fortalecer su propia identidad de clase, su confianza, y su solidaridad no debe exagerarse. Como la primera clase explotada de la historia que a su vez posee el potencial de hacer avanzar a la humanidad a un nivel superior de desarrollo histórico, la clase trabajadora se encuentra en una situación histórica única y contradictoria. Por una parte, el capitalismo ha desarrollado la capacidad productiva necesaria para la obtención de la abundancia -del reino de la necesidad al reino de la libertad-. Por otra, la liberación de las capacidades productivas de la sociedad a todos los niveles, incluyendo -aunque no únicamente- el nivel económico, no puede materializarse hasta que las relaciones capitalistas de producción sean destruidas. Como clase explotada, el proletariado se encuentra sometido a la presión constante de la ideología y la propaganda burguesa acerca de la superioridad del sistema capitalista. Esto incluye la mistificación de cómo la riqueza y el valor se crea a través de la separación del trabajo de los medios de producción, la especialización de la producción, la forma fragmentada en la que la producción tiene lugar, y también, de forma muy importante, la expropiación de la capacidad de los productores para tomar decisiones sobre cómo producir, para qué fines, y cómo distribuir la producción para el beneficio de todos los miembros de la sociedad. En el caos generado por la anarquía de la producción capitalista -cada entidad capitalista ciegamente desata recursos humanos tremendos en su frenética búsqueda de beneficio en un mercado siempre más pequeño- el obrero experimenta todo el proceso de producción como una actividad incomprensible, alienada y alienante. Sin embargo, como el proletariado es el único que puede producir el valor que el capital transforma en beneficio, el obrero se vuelve inevitablemente el objeto y la víctima de ataques brutales contra sus condiciones de vida y trabajo. Las relaciones capitalistas de producción inevitablemente obligan al capitalista a atacar, y al obrero a defenderse. Es en el curso de esta lucha que el obrero puede adquirir la conciencia de formar parte de una clase social, no sólo un miembro alienado de la sociedad. Históricamente, es esta confrontación contra la explotación del capital lo que ha ayudado a la clase a forjar su propia identidad, comprender la necesidad de la solidaridad, y sentirse atraída por la teoría comunista.
Ana, 22 de noviembre, 2012
[1] Es un sistema de Planes de Jubilación donde la empresa se desentiende y el trabajador todos los menos abona una cuota que está libre de impuestos en ese momento pero éstos se cargan cuando se retira el fondo adquirido al jubilarse.
[2] Ver Derrumbe del bloque del Este: dificultades en aumento para el proletariado https://es.internationalism.org/node/3502
[3] Ver Huelgas en Suecia y en Nueva York /accion-proletaria/200601/389/huelgas-en-suecia-y-en-la-ciudad-de-nueva-york-una-confirmacion-del-des
[4] Como balance general de los movimientos de indignados y occupy ver 2011: De la indignación a la esperanza https://es.internationalism.org/node/3349 y específicamente sobre el movimiento Occupy Movimiento Ocupa Wall Street, el capitalismo es el enemigo https://es.internationalism.org/node/3234