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Los proletarios no tienen patria. Esta es la base del análisis comunista sobre la cuestión nacional. A lo largo de este siglo millones de proletarios han sido mistificados, movilizados y sacrificados bajo las banderas del patriotismo, la defensa nacional y la liberación nacional. En guerras mundiales y locales, en enfrentamientos entre enormes ejércitos estatales o en choques guerrilleros, los obreros de todos los países han sido llamados a entregar sus vidas, por sus opresores. Nada ha quedado mejor demostrado en este siglo que el antagonismo total y absoluto entre el nacionalismo y los intereses internacionales del proletariado.
Hoy la nación ya no puede servir ni de marco para el desarrollo de las fuerzas productivas, ni de terreno para la lucha de clases y menos todavía de forma estatal para la dictadura del proletariado.
(Trotsky en “Nashe Slovo”, 4-2-1916)
Los proletarios no tienen patria. Esta es la base del análisis comunista sobre la cuestión nacional. A lo largo de este siglo millones de proletarios han sido mistificados, movilizados y sacrificados bajo las banderas del patriotismo, la defensa nacional y la liberación nacional. En guerras mundiales y locales, en enfrentamientos entre enormes ejércitos estatales o en choques guerrilleros, los obreros de todos los países han sido llamados a entregar sus vidas, por sus opresores. Nada ha quedado mejor demostrado en este siglo que el antagonismo total y absoluto entre el nacionalismo y los intereses internacionales del proletariado.
Y como los obreros solo pueden aprender las lecciones de la historia a través de su propia experiencia en el proceso histórico, los comunistas solo pueden analizar la cuestión nacional en términos históricos para establecer las razones por las cuales la oposición a todo nacionalismo, a cualquier lucha nacional, se ha convertido en una de las fronteras que separan a las organizaciones obreras de las burguesas.
Los comunistas y la cuestión nacional en el siglo XIX
Los fundadores del socialismo científico, Marx y Engels, a pesar de algunos errores, contradicciones o límites en sus análisis (producto de la época en que vivieron), comprendieron un punto fundamental que se ha olvidado completamente hoy al quedar anegado por 50 años de contrarrevolución. Para ellos no cabía la menor duda de que el Estado Nacional y la ideología nacionalista eran pura y simplemente un producto del desarrollo capitalista, de que la nación era el marco indispensable para el desenvolvimiento de las relaciones capitalistas de producción fuera y en contra la sociedad feudal. Cualesquiera que sean las contradicciones de sus escritos acerca de la posibilidad de un desarrollo socialista dentro de los límites nacionales, la perspectiva general de Marx y Engels se basaba en un análisis del mercado mundial y en la comprensión de que la futura sociedad comunista sería la asociación mundial de los productores, la comunidad humana mundial. La Primera Internacional fue fundada sobre el reconocimiento de que la clase obrera era una clase internacional y tenía que unir sus luchas a escala mundial.
Sin embargo, en tanto que comunistas internacionalistas, Marx y Engels dieron a menudo su apoyo a movimientos de liberación nacional. Lo que escribieron sobre esta cuestión es usado en nuestros días por aquellos que se autodenominan “marxistas,” para justificar mejor su apoyo a las luchas de “liberación nacional” en la época actual.
Pero resulta que el período que hoy vivimos no es el de Marx y Engels. Y es esta evidencia la que nos permite afirmar que denunciar y oponerse a cualquier lucha de “liberación nacional” es hoy una postura básica de la visión revolucionaria del mundo. Marx y Engels adoptaron esas posiciones políticas en una época de auge histórico del capitalismo, cuando la burguesía aun podía ser considerada como una clase progresista que luchaba contra las trabas del poder feudal. Inevitablemente las revoluciones burguesas tomaron la forma nacional. Para poder acabar con las barreras impuestas al comercio por la autonomía local del feudalismo, con sus aranceles, derechos señoriales, fueros, etc., la burguesía tuvo que unirse a escala nacional. Lenin así lo comprendió: “En todo el mundo, la época del triunfo definitivo del capitalismo sobre el feudalismo estuvo ligada a movimientos nacionales. La base económica de esos movimientos estriba en que para la victoria completa de la producción mercantil es necesario que la burguesía conquiste el mercado interior, es preciso que territorios con población de un solo idioma adquiera cohesión estatal, quedando eliminados cuantos obstáculos se opongan al desarrollo de ese idioma y a su consolidación en la literatura. El idioma es el medio esencial de comunicación entre los hombres, la unidad del idioma y su libre desarrollo es una de las condiciones más importantes de una circulación mercantil realmente libre y amplia que responde al capitalismo moderno... Por ello la tendencia de todo movimiento nacional es a formar Estados Nacionales, que son los que mejor responden a estas exigencias del capitalismo moderno” (Lenin: “Sobre el derecho de las naciones a la autodeterminación”).
Desde la creación de un ejército de ciudadanos durante la revolución francesa hasta el Risorgimiento italiano, desde la Guerra de Independencia americana hasta la Guerra de Secesión, la revolución burguesa tomó la forma de luchas de liberación nacional contra las monarquías reaccionarias y contra los vestigios de las clases del feudalismo (los esclavistas de los Estados del Sur de EEUU fueron un caso aparte, lo cual no quita de que representaran un serio obstáculo para el desarrollo del capitalismo en Estados Unidos). Estas luchas tenían el objetivo esencial de destruir las superestructuras decadentes del feudalismo y liquidar las mentalidades parroquianas y autárquicas que frenaban la marcha del capitalismo hacia su unidad.
Al basar su oposición al sistema capitalista en cimientos materialistas y científicos (y no morales) Marx y Engels comprendieron que el socialismo era imposible mientras que el capitalismo no hubiera desarrollado el mercado a escala mundial y el proletariado no se hubiera transformado en una clase realmente internacional. Durante aquel período, el capitalismo era el único modo de producción capaz de desarrollar las fuerzas productivas. Este hecho real es lo único que justificó el apoyo de los revolucionarios de entonces a los movimientos de liberación nacional. En tanto no se desarrollara plenamente el mercado mundial, mientras hubiese todavía en el mundo inmensas regiones precapitalistas donde el sistema pudiera extenderse y la burguesía tuviera que luchar aún contra el feudalismo y el absolutismo, era necesario para el movimiento obrero tomar parte activa en los movimientos de liberación nacional, los cuales ponían las bases materiales de la futura revolución socialista. En aquel entonces la clase obrera era efectivamente solidaria con los numerosos movimientos de liberación nacional. Los obreros textiles de Inglaterra, a pesar de las privaciones y el paro que acarreaba la guerra civil norteamericana (freno a las exportaciones de algodón), apoyaron totalmente al Norte, haciendo campañas también contra la complicidad tácita entre la burguesía inglesa y los esclavistas del Sur. En 1860, los estibadores de Liverpool trabajaron gratis el sábado por la tarde para mandar víveres a la expedición de Garibaldi a Sicilia. Estas y otras actitudes semejantes de entonces contrastan con la indiferencia, cuando no la hostilidad, de los obreros de hoy respecto a las campañas de apoyo a los movimientos de “liberación nacional” propagadas por la izquierda del capital y los izquierdistas.
Hay que subrayar sin embargo dos cosas acerca de la actitud del proletariado de aquella época.
Primero, y ante todo, que los comunistas no reconocieron jamás un supuesto “derecho” abstracto a la autodeterminación nacional, aplicable en todo tiempo y en todas las naciones. Apoyaban los movimientos nacionales en tanto contribuían al desarrollo progresivo del capitalismo mundial.
Para Marx y Engels, por ejemplo, uno de los principales criterios para juzgar si un movimiento nacional en Europa era progresista o no estribaba en su capacidad para sacudirse el yugo del absolutismo ruso, que era entonces el bastión de la reacción sobre en el continente, no solo contra el comunismo sino también contra la democracia burguesa, el liberalismo y la unidad nacional. Y así, mientras que apoyaron a los movimientos nacionalistas de Alemania y Polonia se opusieron a los numerosos movimientos nacionalistas eslavos reaccionarios que estaban dominados por clases precapitalistas y eran manipulados por el zarismo para reforzar y extender su absolutismo. Por ello, aunque condenaban el saqueo y la explotación en las colonias del capitalismo, los comunistas no apoyaban a cualquier señor o jefezuelo local de clan contra los imperialistas. Engels escribía a Bernstein en 1882 acerca del levantamiento en Egipto contra los ingleses dirigido por Ahmed Arabí Pachá: “Creo que tenemos que estar con los ‘fellahs’ oprimidos sin compartir sus ilusiones económicas (se necesitan siglos de experiencia para que los campesinos tomen conciencia de que están mistificados), que tenemos que pronunciarnos contra la barbarie de los ingleses sin por eso ponernos del lado de sus adversarios militares del momento”.
Esos movimientos eran intentos de señores locales o de déspotas de tipo asiático para mantener el control sobre “sus” campesinos y no la expresión de una burguesía nacional revolucionaria. Además, algunas revueltas en las colonias (como en China) fueron apoyadas en la medida en que podían servir de base al desarrollo del capitalismo nacional, liberado de toda dominación colonial, o como posible detonante de la lucha de la clase proletaria dentro del país opresor. Este último criterio fue el de Marx respecto a Irlanda, pues opinaba que la dominación inglesa producía retraso en la lucha de la clase en Inglaterra al arrastrar su conciencia al terreno del chovinismo.
Lo importante para nosotros no es saber si Marx o Engels estaban acertados o no en su apoyo a tal o cual movimiento nacional. En algunos casos, como el de Irlanda, la posibilidad de una liberación nacional había desaparecido ya y Marx seguía apoyándola y en otros ese apoyo resultó justificado con creces. Lo que importa es comprender el método que usaban los comunistas para determinar la naturaleza progresista o reaccionaria de tal o cual movimiento nacional. Y no basaban sus juicios en los “sentimientos” de los pueblos oprimidos, ni sobre un no se sabe qué derecho eterno a la autodeterminación nacional, ni siquiera en base a las condiciones particulares de tal o cual país. “Sus tomas de postura, correctas o erróneas, estaban invariablemente determinadas en relación a un eje intangible: lo que a escala mundial favorecía la maduración de las condiciones de la revolución proletaria era progresivo y debía contar con el apoyo de los obreros” (M. Berard: “Rupture avec “Lutte Ouvrière” et le Trotskysme”, pág. 46)
· Lo segundo que hay que subrayar es que los comunistas comprendieron el carácter capitalista de las luchas de liberación nacional y, por consiguiente, la necesidad para el proletariado de ser políticamente independiente respecto de la burguesía, incluso las veces que la apoyaba contra el absolutismo. Nadie tenía la menor ilusión de que tal o cual lucha nacionalista acabara en “socialismo” o en “Estado obrero”.
Esta es de hecho una de las mayores patrañas que defienden estalinistas y trotskistas cuando afirman que regímenes estalinistas como el de China, Cuba, Vietnam y demás tienen un carácter proletario. Durante la era de la revolución burguesa y del capitalismo ascendente el proletariado podía tener sus propias organizaciones independientes y por lo tanto la estrategia de “apoyo crítico” a las fracciones burguesas más progresistas era una posibilidad. Aunque el proletariado corría el riesgo de ver a la burguesía volverse contra él cuando le fuera posible (cómo ocurrió durante la revolución de 1848), ésta se apoyó a menudo en la clase obrera, como vanguardia, en las guerras de liberación nacional y pudo, en aquella época, tolerar que hubiese organizaciones proletarias masivas e independientes dentro de la sociedad. La lucha del proletariado por las “1ibertades democráticas” (de asociación, de prensa, libertad sindical,...) no era entonces la engañifa en que se ha transformado tal lucha en este período de decadencia del capitalismo, en el cual la burguesía es incapaz de otorgar la más mínima reforma real. En aquella época, cuando la clase obrera participaba, bajo determinadas circunstancias, en guerras nacionales, luchaba por sus propias metas y no como pura y simple carne de cañón.