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Nuestra camarada Bernadette murió el miércoles 7 de Octubre, tras una larga y dolorosa enfermedad: cáncer de pulmón. Bernadette nació el 25 de Noviembre de 1949 en el sudeste de Francia. Su padre era un trabajador cualificado en una fábrica de ingeniería y su madre no tenía un trabajo pagado porque tenía que cuidar de sus 8 hijos. En otras palabras, esta era una familia de medios modestos, una auténtica familia de clase obrera. Así, Bernadette tenía una experiencia directa de la realidad de las condiciones de los trabajadores desde una edad muy temprana. También desde una edad muy temprana poseía una ardiente pasión intelectual, un deseo de entender el mundo y la sociedad. Se interesó en la literatura, y le encantaba leer en general. Tras graduarse en el instituto, entró en la Universidad de Toulouse y obtuvo un master en lingüística y literatura. Después consiguió un trabajo como empleada del ministerio de educación.
Era aún una estudiante cuando, por casualidad, se encontró con un militante de la CCI, a mediados de los 70. Este camarada, viendo lo que preocupaba a Bernadette, le dijo que se leyese el Manifiesto Comunista. Para ella esto fue como una revelación: por primera vez encontró una respuesta clara y coherente a las preguntas que se hacía. “Esto es, esto es exctamente” es como, 40 años después, ella describía la forma en que se sintió tras leer este texto. Leer los textos de la CCI, a la que después quiso conocer más en profundidad, le produjo una impresión similar.
Decidió rápidamente que la CCI (a diferencia de otros grupos que se llamaban a sí mismos revolucionarios e incluso comunistas, como los maoístas y los trotskistas, que ella también encontró) era una verdadera heredera de la tradición marxista; y una vez que se comprometió a luchar en sus filas, nunca se desvió de su convicción de que la militancia revolucionaria, dedicándose uno mismo a la construcción de la organización revolucionaria y de la CCI en particular, es un factor absolutamente esencial en la liberación del proletariado. Bernadette estuvo presente como miembro en nuestro II Congreso Internacional.
Bernadette contribuía a la vida de la CCI en muchos niveles. Tenía una percepción aguda de la situación internacional, las maniobras de la burguesía y los avances y retrocesos de la lucha de clases; su habilidad para escribir sobre ellos y su maestría del idioma francés le llevaron a trabajar en la comisión de publicaciones para la sección francesa. También era capaz de explicar nuestras ideas en el nivel más básico, “en las calles”, pero también a la gente que se encontraba en circunstancias varias, como los conductores de ambulancia que, cada semana, le llevaban al hospital para sus sesiones de quimioterapia y que nos dijeron: –Bernadette no tiene un carácter fácil, pero es extraordinariamente interesante discutir con ella. En las manifestaciones, asombraba a los camaradas que vendían a su lado por el número de publicaciones que era capaz de vender, porque siempre encontraba las palabras y el tono necesarios para convencer a los manifestantes de que merecía la pena leer nuestra prensa.
Pero su fuerza más grande era innegablemente su comprensión de los principios organizacionales de la CCI, y en particular de la necesidad de defender nuestra organización de todos los ataques y calumnias. Bernadette estuvo siempre convencida de que la organización revolucionaria es un cuerpo extraño en el capitalismo. Por eso, fue siempre intransigente en lo que concernía a respetar los estatutos de la organización y, en particular, a la cuestión de la seguridad.
Bernadette era una de las camaradas de la vieja generación que más abierta estaba a la herencia política del camarada MC, nuestra ligadura viva con las fracciones comunistas del pasado. Aunque perfectamente capaz de plantear sus preguntas y desacuerdos con MC, no tenía interés en la ideología pequeñoburguesa de contestación a la “generación más vieja”, que era una debilidad particular del movimiento estudiantil que surgió a partir de Mayo del 68. Lo que tomó de él fue su consciencia de la importancia central de la cuestión organizacional como una cuestión política por derecho propio, y de la necesidad de adhesión a unos principios rigurosos –a una moral proletaria, de hecho– en la relación que tenía que ser construida entre militantes y la organización y entre los propios militantes.
Bernadette militó en varias secciones de la CCI: Toulouse, París, Marsella, Londres, y trabajó de cerca por un tiempo con la sección suiza. Pero siempre se vio a sí misma en primer lugar como militante de la CCI, y los camaradas en Suiza y Londres pueden testificar su habilidad para limpiar el polvo del localismo abriendo una ventana en la CCI como una organización internacional.
Como todos los seres humanos y militantes, Bernadette por supuesto tenía sus defectos que podían exasperar a algunos camaradas, especialmente cuando sus facultades críticas parecían salirse de control y funcionar como una ametralladora disparando en todas las direcciones, una expresión de su carácter fiero y apasionado. Pero sus defectos eran también sus cualidades: su fuerza de voluntad, la determinación de hierro que llevó a uno de los médicos que le cuidaban a describirle como una “fuerza de la naturaleza”, le hicieron extremadamente tenaz en su lucha contra el cáncer que finalmente se llevó su vida. En los últimos dos años, Bernadette asombró al equipo médico permaneciendo viva mucho más tiempo de lo que ellos hubieran creído posible, con toda su consciencia, su capacidad para la reflexión y su deseo de entender. Estaba luchando contra su enfermedad no solo para continuar su lucha militante sino también para beneficiarse del mayor regalo ofrecido por su hijo: su pequeña nieta. El nacimiento de su nieta, el apego de esta última a su abuela y su “joie de vivre” fue una enorme ayuda para Bernadette a la hora de lidiar con los dolores de su enfermedad.
Bernadette nunca vio su militancia como algo estrictamente político en el uso de “sentido común” del término. Al contrario, llevó a otras áreas de su vida la misma pasión y compromiso. Tomó “Flora” como su “nombre de guerra” en la CCI, reflejando su amor por las flores y también porque era una gran admiradora de los libros de Flora Tristan. Tenía la sensibilidad del artista: le encantaba la pintura, la literatura, la poesía. Estaba igualmente dedicada al arte de cocinar que gustaba de compartir con los camaradas de la CCI y sus amigos personales, a quienes siempre acogía con calidez y generosidad. Tenía un ojo natural para la belleza, que se reflejaba en la forma en que organizaba y embellecía el espacio en que vivía y los regalos que escogía para su familia, amigos y camaradas.
A lo largo de su enfermedad, Bernadette mantuvo su gusto por la lectura, y esto a cambio le ayudó a lidiar con el dolor del cáncer y los durísimos tratamientos que pasó. Hasta el final de su vida, continuó leyendo los clásicos del movimiento obrero, Marx y Rosa Luxemburg en particular, y trató lo máximo que pudo de asimilar los textos y contribuciones generados por los debates internos de la CCI, tomando posición en ellos, aunque fuese brevemente, cuando sus fuerzas se lo permitían.
Bernadette tenía un sentido de la solidaridad muy profundo. Aunque sufría mucho a causa del cáncer y sabía que no había cura, continuaba preocupándose por la salud de todos los camaradas, ofreciéndoles consejo, urgiéndoles a tomar pruebas médicas y no descuidar su salud. Así que los camaradas de todas las secciones de la CCI se movilizaron para expresar su solidaridad a lo largo de su enfermedad, escribiéndole, visitándole, dándole todo el apoyo que necesitaba para dejar la vida tan serena como fuese posible.
Bernadette no temía su propia muerte, incluso amando la vida apasionadamente. Sabía que cada ser humano es un eslabón en la larga cadena de la humanidad y que aquellos que queden continuarán el combate. Dio directrices claras a los médicos que le cuidaban: quería morir en dignidad física, intelectual y moral y rechazaba cualquier terapia ralentizadora dirigida a meramente mantenerle viva. Quería terminar sus días pacíficamente, rodeada por sus camaradas en la lucha, y por el afecto mostrado por su hijo y nieta. Sus deseos fueron respetados. Bernadette nos dejó en plena consciencia. Tres semanas antes de su muerte, se forzó a sí misma a leer los periódicos y seguir la situación internacional. Es porque sentía en sus huesos todo el sufrimiento del capitalismo del proletariado que dijo al médico que le cuidaba al final de su vida: “es necesario acabar con mi dolor y es necesario acabar con la barbarie del capitalismo”.
Hasta el final, Bernadette demostró un coraje ejemplar, militancia y lucidez. Realmente era una fuerza de la naturaleza. Y esta fuerza la obtenía de la profundidad de su convicción militante, su devoción a la causa del proletariado y su inquebrantable lealtad a la CCI. A su hijo y nieta, a su sobrina y toda su familia, la CCI manda toda su simpatía y solidaridad.
CCI, 15 de octubre de 2015