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En ocasiones el terror y la degeneración de la Revolución Rusa suele ser explicada solamente por las características de la personalidad de Stalin que además de grosera era arribista y aventurera. Es cierto que fueron elementos que favorecieron para que cumpliera ese papel en la historia, sin embargo lo que permitió que una criatura de este tipo pudiera dominar el escenario y encabezar el terror fue el proceso de aislamiento al que se sometía a la revolución y, producto directo, la degeneración que sufría el Partido Bolchevique. Hace 60 años, el 6 de marzo de 1953 la prensa del mundo anunciaba la muerte de Stalin) acaecida un día antes… muerto el perro se acabó la rabia asegura la sentencia popular usada en los países de lengua española, en este caso tal afirmación no tenía aplicación, porque aunque Stalin encabezó la destrucción física y moral de toda una generación de revolucionarios, atacó abiertamente a los postulados internacionalistas del marxismo y representó a una de las fuerza imperialista en la partición y repartición del mundo, su muerte ni eliminó, ni cambio el peso de la contrarrevolución. Lo que confirma que, aunque es él a quien le toca ser actor principalísimo de la contrarrevolución desatada tras la no extensión mundial de la revolución proletaria.
En ocasiones el terror y la degeneración de la revolución rusa suele ser explicada solamente por las características de la personalidad de Stalin que además de grosera era arribista y aventurera. Es cierto que fueron elementos que favorecieron para que cumpliera ese papel en la historia, sin embargo lo que permitió que una criatura de este tipo pudiera dominar el escenario y encabezar el terror fue el proceso de aislamiento al que se sometía a la revolución y, producto directo, la degeneración que sufría el partido bolchevique, en tanto se transformaba en partido de Estado colocando los intereses nacionales por encima de los intereses de la revolución mundial. El negro legado de Stalin ha servido y sigue sirviendo a la clase en el poder. Winston Churchill siendo un connotado personaje de la clase explotadora y un acérrimo enemigo del proletariado agradecía los servicios prestados por este personaje diciendo de él: “Stalin figurará entre los grandes hombres de la historia de Rusia…”
Estalinismo, encarnación de la contrarrevolución burguesa
En la oleada revolucionaria que surgió durante y después de la Primera Guerra Mundial, al proletariado ruso le correspondió colocarse a la cabeza, por eso la revolución de 1917 es el momento más candente de esa oleada. En continuidad con ese accionar, en 1918 los destacamentos obreros de Alemania se levantaban buscando extender la revolución, pero son despiadadamente aplastados por el Estado burgués alemán encabezado por la socialdemocracia y con la amplia colaboración de los Estados “democráticos”. Los intentos de extender la revolución proletaria habían fracasado y la triunfante Revolución Rusa se veía aislada. La burguesía del mundo tendía un cordón sanitario en torno al proletariado de Rusia, haciéndose imposible que lograran mantener el poder que habían tomado en 1917. Es bajo esas condiciones que la contrarrevolución va dominando en el interior, perdiendo su vida obrera el partido bolchevique y posibilitando así el arribo y la hegemonía de una corriente burguesa como la encabezada por Stalin.
Como puede verse, el estalinismo no es producto de la revolución comunista sino de su derrota. Como si estuviera siguiendo las recomendaciones de Maquiavelo, Stalin no duda en usar la intriga, la mentira, la manipulación y el terror para colocarse al frente del Estado y asegurado su poder, continuar con su labor contrarrevolucionaria, usando incluso acciones tan ridículas como la reinvención de la historia mediante la manipulación de fotos, haciendo desaparecer de ellas a personajes considerados por él como “herejes” por su actitud opositora, o montando su propia imagen, haciendo de la mentira, junto a la represión, la base de su política. Por eso el estalinismo no es una corriente proletaria; es muy evidente que los medios usados y los fines perseguidos por Stalin y el grupo de arribistas del que se rodea, son abiertamente burgueses.
Disminuida la fuerza de la oleada revolucionaria de 1917-23, la contrarrevolución se va instalando y las puertas se van abriendo para la actuación de Stalin. Así, la persecución, el hostigamiento y la destrucción física de combatientes proletarios serán los primeros servicios que ofrece a la burguesía. Estas medidas son aplaudidas por la burguesía mundial no solamente porque elimina a una importante generación de revolucionarios, sino además porque son llevadas en nombre del comunismo, manchando su tradición, pero sobre todo, alimentando la confusión entre la clase obrera.
Las intrigas creadas por la policía política, el uso de campos de concentración y demás atrocidades son aplaudidas por los Estados democráticos, por ejemplo ante los juicios a Zinoviev y Kamenev (1936) en los que se usó la amenaza en contra de sus familias y la tortura física, estos Estados se regocijan con los servicios que Stalin les ofrecía. Mediante la voz de sus “honorables” personajes constituidos en Liga de los Derechos del Hombre (con sede en Francia), la burguesía “certifica” la “legalidad” de tales las purgas y procesos. La declaración del novelista Romain Rolland, premiado con el Nobel de literatura en 1915 y miembro destacado de esa organización, es reveladora de la actitud que asume la clase en el poder: “No tengo ninguna razón para dudar de las condenas que caen sobre Zinoviev y Kamenev, personajes despreciados desde hace mucho tiempo, que renegaron dos veces y traicionaron la palabra dada. No veo cómo puedo rechazar como inventadas o arrancadas a las declaraciones que hicieron públicamente los acusados…”
De la misma forma, ante el exilio forzado a Trotski y su posterior persecución por el mundo, el gobierno socialdemócrata de Noruega y el gobierno francés, en complicidad con el estalinismo, no dudaron en hostigar y expulsar al viejo bolchevique.
Foto sacada durante un discurso de Lenin en 1920, en la que aparece en la izquierda Trotski, y la misma manipulada...
“Socialismo en un solo país”, negación del marxismo
La deriva total del Partido Bolchevique queda expresada en toda su magnitud en 1925, con la imposición del postulado de Stalin sobre la posibilidad de construir el socialismo en un solo país.
Luego de la muerte de Lenin en enero de 1924, Stalin se apresura a colocar a sus aliados en los puestos clave en el partido y enfoca sus ataques en contra de Trotski, después de Lenin era el más prestigiado de los revolucionarios que estuvieron en la primera fila de las movilizaciones en octubre de 1917. Una de las evidencias del alejamiento que Stalin iba teniendo del terreno proletario se expone en la construcción, junto con Bujarin, de las tesis del “socialismo en un solo país”; por cierto, años más tarde, Stalin hará ejecutar a Bujarin.
El mejor servicio que Stalin hace a la burguesía es justamente esta “doctrina”, porque al autonombrarse “jefe del proletariado del mundo” y voz oficial del marxismo, al desnaturalizar y tergiversar el internacionalismo proletario defendido históricamente por el movimiento obrero, desacredita la teoría marxista, expande y profundiza la confusión, no solo en las generaciones proletarias de ese momento, sino que se extiende hasta el presente. Por ejemplo, cínicamente nos presentan hechos como la invasión a Checoslovaquia (1968), el aplastamiento de la insurrección en Hungría (1956) o la invasión a Afganistán en los 80, como expresiones de “internacionalismo proletario”, incluso un personaje como el “Che” Guevara planteaba que el envío de armas a países como Angola era también una muestra de internacionalismo proletario. No es una confusión sino una política deliberada para desvirtuar este pilar del marxismo.
En Principios del Comunismo (1847), Engels defiende con claridad el argumento internacionalista del proletariado atacado por Stalin: “¿Podrá producirse esta revolución en un solo país? No. Ya por el mero hecho de haber creado el mercado mundial, la gran industria ha establecido una vinculación mutua tal entre todos los pueblos de la tierra, y en especial entre los civilizados, que cada pueblo individual depende de cuánto ocurra en el otro. Además ha equiparado a tal punto el desarrollo social en todos los países civilizados, que en todos esos países la burguesía y el proletariado se han convertido en las dos clases decisivas de la sociedad, que la lucha entre ambas se ha convertido en la lucha principal del momento. Por ello la revolución comunista no será una revolución meramente nacional, sino una revolución que transcurrirá en todos los países civilizados en forma simultánea... Es una revolución Universal y por ello se desarrollará también en un terreno universal.”
Los mismos bolcheviques, con Lenin a la cabeza, concebían a la Revolución Rusa como una primera escaramuza de la revolución mundial. Por eso Stalin mentía cuando al sacar a la luz su tesis afirmaba que se trataba de una continuidad de los planteamientos de Lenin. La esencia burguesa de esta “teoría” profundizaba la degeneración del Partido Bolchevique y también la de la Internacional Comunista (IIIa Internacional), en tanto sometía definitivamente a estos órganos de combate a los intereses del Estado ruso.
Estalinismo: pilar importante para la reconstitución de la burguesía en la URSS
La fuerza contrarrevolucionaria impuesta por Stalin queda expuesta por la expansión del terror mediante los campos de concentración y la vigilancia, control y represión de la NKVD (policía política), pero esto no es sino el telón de fondo de la tarea más profunda que habría de cumplir, a saber, permitir la reconstitución de la burguesía en la URSS.
Derrotada la revolución proletaria mundial y vaciados los soviets de vida obrera, se encuentran las condiciones para la reconstitución de una nueva burguesía. Es cierto que la burguesía había sido derrotada por la revolución proletaria de 1917, pero al perderse esa fuerza que la había derrotado permite que el estalinismo impulse la reconstitución de esta clase. La reaparición en el escenario social de la burguesía no proviene de la reanimación de los vestigios de la antigua clase (excepto en algún caso individual), ni a partir de una propiedad individual de los medios de producción, sino a partir del desarrollo del capital que va a aparecer despersonificado, sin rostro individual, pero encarnado en la burocracia del partido que está fundido con el Estado y se presenta bajo la forma de propiedad estatal de los medios de producción.
Por ello resulta un gran error suponer que la estatización de los medios de producción está asociada con una sociedad distinta al capitalismo o que significó (o significa) un “acto progresista”. Por cierto, vale decir de paso que aún cuando Trotski en La Revolución Traicionada (1936) explicaba que: “La propiedad estatal de los medios de producción no transforma en oro el estiércol y no le da una aureola de santidad al ‘sweating system’ (sistema del sudor)…” va a seguir insistiendo en que en la URSS existía un “Estado obrero degenerado” e incluso llamaba a su defensa, lo cual si es inicialmente una idea con profunda confusión, el trotskismo la lleva al extremo al impulsar la defensa de la URSS en la Segunda Guerra Mundial ([1]), enrolando a la clase obrera en la defensa de una fuerza imperialista, lo que define que la corriente trotskista abandone el terreno proletario.
De hecho, la actuación del estalinismo durante la Segunda Guerra Mundial mostró más abiertamente su naturaleza burguesa: el “Ejército Rojo” aplastó la insurrección obrera de Varsovia y, junto a los Aliados, participó del reparto del botín imperialista avanzando hasta Berlín.
La burguesía venera a los carniceros de la guerra imperialista
Como se ha expuesto arriba la burguesía mundial recibió y sigue recibiendo amplios servicios del estalinismo, y aunque de forma hipócrita suele deslindarse de Stalin calificando a su gobierno como un infierno de terror, no deja de usar su nombre para fomentar el patriotismo y la justificación de la guerra imperialista.
El 2012 ha sido marcado por una aceleración de las pugnas burguesas en Georgia, que no solo se manifestaron en las pistas del circo electoral sino que toca todos los escenarios sociales. En ese marco de disputa burguesa, Stalin vuelve a ser invocado para desatar una campaña nacionalista.
A fines del 2012 y principios del presente año la burguesía georgiana, pretextando una recuperación de la historia, ha restaurado en algunas ciudades los monumentos a Stalin. La burguesía georgiana (principalmente desde el partido Sueño Georgiano) recupera a este personaje por el hecho de haber nacido en esa región, pero más allá de ser un “acto simbólico” es una maniobra para extender entre los explotados el tufo adormecedor de la defensa de los intereses de la burguesía local.
De la misma manera, el cambio de nombre a la ciudad de Volgogrado a Stalingrado, durante seis días para hacer los festejos de la “defensa de Stalingrado”, más que un curioso acto provinciano es una expresión de cómo la burguesía justifica la guerra imperialista y de paso ennoblece el papel que jugaron los carniceros como Stalin.
Pero si la burguesía aplaude y sigue utilizando la memoria de sus carniceros, la clase obrera, en su necesidad de entender y transformar el mundo, requiere recuperar su historia y su experiencia de forma que le permita reconocer el perfil anti proletario de Stalin y el estalinismo, pero ante todo, recuperar el principio internacionalista del marxismo que la burguesía se ha empeñado en deformar con el fin de desnaturalizarlo.
Tatlin, febrero 2013
[1] En esta ocasión no abundaremos sobre este problema, pero recomendamos la lectura del artículo: “A 20 años de la caída del estalinismo: ¿La URSS, fue Capitalismo de Estado o ‘Estado obrero degenerado’?”, en Revolución Mundial 113, nov.-dic. 2009 (https://es.internationalism.org/rm2000/2009/113_exURSS).