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El deporte representa desde hace ya mucho tiempo, un fenómeno que nadie puede ignorar debido a su amplitud cultural y su lugar en la sociedad. Fenómeno de masas, nos es impuesto a través de los tentáculos de muchas instituciones y de un golpeteo ideológico permanente por parte de los medios de comunicación. ¿Qué significado le podemos dar desde el punto de vista del análisis histórico y de la clase obrera?
En este primer artículo de la serie vamos a intentar dar algunas respuestas apoyándonos sobre los orígenes y la función del deporte en la sociedad capitalista ascendente.
La palabra “deporte” (sport) es un término de origen inglés heredado de los juegos populares y de los entretenimientos aristocráticos. Nació en Inglaterra con el comienzo de la gran industria capitalista.
Un producto puro del sistema capitalista
El deporte moderno difiere notablemente de los juegos, entretenimientos y ejercicios físicos del pasado. Si heredó esas prácticas, fue para orientarse exclusivamente hacia la competencia: “Ha sido necesario que el desarrollo de las fuerzas productivas capitalistas sea suficientemente importante para que la idea abstracta de rendimiento aparezca de la masa de trabajos concretos (...) de igual forma tuvo que haber un largo desarrollo de las prácticas físicas competitivas para que surgiera poco a poco la idea de la competencia física generalizada” ([1]). La equitación de la nobleza dará lugar a las carreras de caballos. También fue en ocasión de una carrera que se inventó el cronómetro en 1831. Desde 1750, el Jockey Club de Inglaterra promovió muchas carreras de caballos que continuaron desarrollándose. Sucedió lo mismo con las carreras de atletas y los otros deportes. La soule era un juego popular en el que se empleaba una vejiga de cerdo llena heno o una pelota de tela, madera o cuero. El fin era llevar la pelota al lugar indicado, entre peleas encarnizadas, atravesando prados, bosques, villas o estanques. Este popular juego dará origen a los partidos de fútbol (1848 en Cambridge y a la asociación de futbol en 1863), el juego de pelota con la palma de la mano y transformado más tarde, dará origen al primer torneo de tenis en 1876, etc. En resumen, todas las nuevas disciplinas fueron orientadas a la competencia: “el deporte se liberará así, poco a poco, de este confuso y complejo caos de gestos naturales para formar un cuerpo coherente y codificado de técnicas altamente especializadas y racionalizadas, adaptadas al modo de producción capitalista industrial” ([2]). De la misma manera que el trabajo asalariado está vinculado a la producción en la sociedad capitalista, el deporte va a encarnar la “materialización abstracta del rendimiento corporal” ([3]).
Muy rápidamente, la búsqueda de rendimiento, de los récords, acompañados de apuestas y peleas va a alimentar una variedad de actividades deportivas, de las cuales mucha gente gozará ya que se convertirán en un entretenimiento popular que permite olvidar momentáneamente la fábrica. Este será el caso, por ejemplo, del ciclismo con el Tour de Francia (una especie de “fiesta gratuita”) en 1903, del boxeo, del fútbol, etc. Junto al desarrollo del sistema capitalista, del transporte y de las comunicaciones, el deporte creció en Europa y en el resto del mundo. La extensión e institucionalización del deporte, el nacimiento y multiplicación de federaciones nacionales coincidirán con el apogeo del sistema capitalista en la década de 1860, pero especialmente en las últimas décadas del siglo XIX y principios del siglo XX. Es en este momento que el deporte se va a internacionalizar realmente. El fútbol por ejemplo, fue introducido en Sudamérica por los obreros europeos que llegaron a trabajar en las líneas de ferrocarril. Por otra parte, el primer grupo deportivo internacional fue la Unión Internacional de Carreras de Yates en 1875. Luego prosperaron otros: el Club Internacional de Salto en 1878, la Federación Internacional de Gimnasia en 1881, el de remo y patinaje en 1892, etc. El COI (Comité Olímpico Internacional) será fundado en 1894, la FIFA (Federación Internacional de Fútbol) en 1904. Es decir, la mayor parte de los organismos internacionales se formarán antes de 1914.
Al contrario de la opinión oficial, la versión capitalista del deporte no representa una simple “continuidad” con los juegos antiguos. Las Olimpiadas de los griegos no se basaban, absolutamente, en la idea del récord o la obsesión por la actuación y el cronómetro. Si bien existía confrontación entre los oponentes, era parte de un ritual religioso y de mitos que no tienen nada tienen que ver con el universo material e ideológico de los juegos contemporáneos, aún cuando el aspecto militar, la guerra entre ciudades, el uso de drogas y la dimensión mercantil ya estaban presentes. Los juegos olímpicos, como los de París en 1900 o Londres en 1908 son ya verdaderas ferias comerciales. Pero sobre todo, estos juegos se inscriben en un contexto creciente de tensiones guerreras y contribuyen a alimentar el ambiente nacionalista. ¡La institución de los Juegos Olímpicos creada en 1896, como continuación de la tradición de la antigua Grecia liberando a los esclavos, que debería coincidir con el ideal democrático de Pierre de Coubertin y su famoso adagio, “lo esencial es participar”, es sólo una farsa! Estos juegos modernos fueron reactivados para difundir la histeria chauvinista, el militarismo, pues se encuentran enmarcados en el ambiente de la alienación capitalista donde todo reposa sobre el elitismo y las relaciones de dominación ligados a la producción de mercancías.
A principios del siglo XIX, el deporte era una práctica reservada exclusivamente para la élite de la clase burguesa, especialmente para los jóvenes educados en el medio universitario. Es una oportunidad para los burgueses de mostrarse, divertirse y rivalizar permitiendo al mismo tiempo a las mujeres lucir con ostentación sus nuevos retretes. Es la época de las grandes citas en los hipódromos, de los grandes lugares de canotaje, de los primeros deportes de invierno como Chamonix, de los clubs de golf que se multiplican. Estos clubes que se crean, por lo tanto, están reservados a una burguesía que prohíbe el acceso a los obreros ([4]).
Debido a las condiciones de la explotación capitalista, a principios del siglo XIX, los trabajadores no tienen ni los medios ni el tiempo para el deporte. La explotación total en la fábrica o las minas y la miserable vida diaria apenas permiten la reconstrucción de la fuerza de trabajo. Incluso los niños de la clase obrera, abatidos por el raquitismo deben sacrificarse en la fábrica desde la edad de 6 o 7 años. La jornada de 10 horas se establecerá hasta 1900 y el día de descanso se obtendrá en 1906.
Un reto de la lucha clases para los obreros
En un primer momento, el movimiento obrero manifestó cierta desconfianza y distancia hacia la práctica deportiva de los burgueses. Pero en su voluntad de constituirse en clase autónoma y de desarrollar las luchas reivindicativas y las reformas sociales, los trabajadores lograron arrebatar a los capitalistas las actividades deportivas que antes les eran prohibidas e inaccesibles.
El deporte de los obreros nace realmente tímidamente, antes de formar oficialmente clubes y federaciones deportivas obreras obtenidos por grandes luchas ([5]). Al principio, toda aglomeración a la salida de la fábrica, incluso reducida, era ilegal. Los juegos populares en la vía pública corrían el riesgo de desembocar en trastornos, como el juego de la “soule”, y fueron prohibidos por las autoridades (Acta de carreteras británica en 1835). El más mínimo intento de juego era visto como “peligroso” y sospechoso a los ojos de los patronos. La policía lo consideraba una “alteración del orden público”. Inicialmente confinado en un espacio cerrado y discreto, el deporte de los trabajadores nace bajo la esfera de influencia de los sindicatos y se desarrolla hasta la época victoriana. En los barrios obreros, un deporte informal se inscribía, por tanto, en todo un ambiente, una cultura, una socialización fundada sobre la pertenencia de clase. La actividad física se sentía como una necesidad que alimentaba los lazos sociales, la necesidad de estar juntos.
En cierta forma, los trabajadores asociaban la actividad deportiva con el espíritu fraternal que le dio nacimiento, con la solidaridad y la asistencia mutua. Así, sobre estas bases, desde la década de 1890, los clubes obreros se multiplican (fútbol o ciclismo) y se desarrollarán más tarde en los barrios “rojos”. Se trata ahora para los trabajadores que se constituyen en clase autónoma, de encontrar una oportunidad para luchar contra el embrutecimiento en el trabajo, unirse para educar y desarrollar su conciencia por la actividad política y la propaganda. Así, en Francia, desde su creación en 1907, la Unión Deportiva Socialista afirma la necesidad de “hacerse conocer (...) por el partido, organizando festivales deportivos y participando en los diversos eventos atléticos a los que se convoque”. La Federación Deportiva Atlética Socialista, subrayó al año siguiente: “queremos crear centros de distracción al alcance de la clase obrera que se desarrollen junto al partido y que sean (...) centros de propaganda y reclutamiento” ([6]). A través de las actividades deportivas, los militantes de la clase obrera son conscientes de permitir al mismo tiempo una lucha preventiva contra los efectos nocivos del alcohol y los estragos de la delincuencia. En su plataforma, el USPS (Unión Deportiva del Partido Socialista) por ejemplo destacó la necesidad de “desarrollar la fuerza muscular y purificar los pulmones de la juventud proletaria, dar a los jóvenes entretenimiento sano y agradable, lo cual será un paliativo al alcoholismo y a las malas compañías, atraer hacia el partido a los jóvenes camaradas (...) desarrollar el espíritu de asociación y organización entre los jóvenes socialistas” ([7]).
En Alemania, estas mismas preocupaciones fueron compartidas entre los años 1890 y 1914 por el muy influyente Partido Socialdemócrata (SPD), que participaba en la educación de las masas de trabajadores apoyando la constitución de clubes y federaciones deportivas además de las estructuras sindicales y las bolsas de trabajo. Así, en 1893, nace “La Unión de Gimnasia de los Trabajadores” y proporciona un contrapeso al nacionalismo ambiente. En aras de la unidad y del internacionalismo, los trabajadores llegaron incluso a plantear la necesidad de crear una “Internacional Socialista de Cultura Física” en Bélgica, en 1913.
El deporte se convierte en un verdadero medio de control social
Ante las iniciativas de la clase obrera, la burguesía no podía permanecer con los brazos cruzados y trató de atraer a los trabajadores a sus propias estructuras, especialmente a los más jóvenes. El movimiento obrero era completamente consciente de esto, como demuestra en Francia un artículo de L´humanité en 1908: “… los otros partidos políticos, especialmente los de la reacción, buscaban por todos los medios atraer a los jóvenes mediante la creación de patrocinios donde el atletismo tiene un lugar importante” ([8]).
Para los patrones, con una actitud paternalista, recuperar la actividad física de los obreros para desviarla hacia su propio beneficio se convirtió rápidamente una gran preocupación, especialmente en la gran industria. El mismo barón Pierre de Coubertin estaba angustiado por la idea de un “deporte socialista”. Por lo tanto, el deporte se transformó una de las principales herramientas disponibles para restablecer la sumisión al orden establecido. Es así que los patrones crearon clubes donde los trabajadores fueron invitados a participar. Los clubes de las minas en Inglaterra, por ejemplo, permitían estimular el espíritu de competencia entre los trabajadores, evitar discusiones políticas y contribuyó a romper huelgas desde el inicio. Con este mismo espíritu, los patrones en Francia desarrollaron clubes, como el de ciclismo de las empresas de Lyon (1886), el de fútbol de Bon Marché (1887), el Omnisport Club de las fábricas de automóviles de Panhard-Levassor (1909). Está también el caso de Peugeot, en Sochaux, en Clermont-Ferrand con el Stade Michelin (1911), etc.: clubes destinados al control social, una forma de espiar a los trabajadores. Tomemos por ejemplo al director de las minas de Saint-Gobain: “… quien escribía en los registros de su compañía quién estaba presente, las actitudes durante la gimnasia y las opiniones políticas”. En el mismo espíritu, el fundador del Racing Club de París en 1897, Georges de Saint Clair, pensaba que era importante mantener ocupados en los deportes a los jóvenes en lugar de “… dejarlos ir a las tabernas, donde se ocupan de política y en fomentar huelgas” ([9]).
Más fundamentalmente, y en un marco codificado, el deporte permitía al cuerpo de trabajadores convertirse más fácilmente en un apéndice de la máquina y de las tecnologías emergentes. El cuerpo del atleta como el del trabajador, era, en cierta forma, mecanizado, fragmentado, como en varios movimientos e entrenamiento. Era la imagen especular de la división del trabajo y de los movimientos realizados dentro de la fábrica. La energía del atleta era como la fuerza de trabajo en la fábrica; dividida por disciplina, y sometida al ritmo del trabajo industrial: “La competencia… presupone que el trabajo ha sido ecualizado por la subordinación del hombre a la máquina o por la extrema división del trabajo en el que los hombres son borrados por su trabajo; que el péndulo del reloj se ha convertido en la medida exacta de la actividad relativa de dos trabajadores como lo es la velocidad de dos locomotoras. Por tanto, no deberíamos decir que una hora de un hombre vale una hora de otro hombre, sino más bien, que un hombre durando una hora vale tanto como otro hombre durando una hora. El tiempo lo es todo, el hombre no es nada; por lo mucho es el esqueleto del tiempo” ([10]). El deporte moderno contribuye plenamente en la transformación del humano en un “esqueleto”, en una máquina para romper records. Permite al patrón ejercer presión sobre el trabajador que, al mismo tiempo, intensifica la disciplina que tiende a hacerlo más dócil y maleable al trabajo forzado. El movimiento obrero fue capaz de revelar y denunciar esta realidad capitalista del deporte. Lo haría, por ejemplo, a propósito del fútbol inglés (profesional desde 1885) que ya se ha transformado en una empresa comercial. La situación de los jugadores era considerada inaceptable y fue comparada a un tipo de esclavismo ([11]).
El deporte moviliza y prepara para la guerra
El deporte, en tanto que engranaje de la sociedad capitalista, fue también uno de los medios privilegiados de la clase dominante para desarrollar el patriotismo, el nacionalismo y la disciplina militar en las filas obreras. Es lo que mencionamos en relación a los primeros Juegos Olímpicos. Si, al margen, se desarrolló una corriente que buscaba la salud –bajo el impulso, por ejemplo, del Dr. Tissié (1852-1935)– preocupada por el bienestar de la población y más o menos relacionada con la eugenesia, el deporte sobre todo fue usado para reforzar el espíritu patriótico y para preparar la guerra. En Alemania Ludwig Jahn fundó en 1811 el Turplatz (Club de gimnastas) con un marcado espíritu patriótico y militar. Logró crear clandestinamente un verdadero ejército de reserva destinado a burlar la limitación de efectivos militares impuesto por el Estado francés. En los años 1860, las instituciones escolares militarizaron la gimnasia e inculcaron “el orden y la disciplina” (zucht und ordnung).
En Francia, sucede lo mismo con una cultura militar chauvinista. La Unión de Sociedades de Gimnasia de Francia fue creada en 1873. Y no es por azar que se desarrollara al mismo tiempo el tiro como disciplina complementaria (La Unión de Sociedades de Tiro fue fundada en Francia en 1886). El 26 de junio de 1871, Gambetta declaraba: “Deberíamos tener en todas partes, al gimnasta y al soldado” para realizar “la labor de los patriotas” ([12]).
Después de la derrota de Sedán y la anexión de Alsacia-Lorena, la burguesía francesa preparó su “venganza”. La gimnasia entró a las escuelas a través de La ley del 27 de enero de 1880. El famoso Jules Ferry va a ser un gran promotor de la educación militar para los jóvenes hijos de los trabajadores. Desde julio de 1881, las autoridades parisinas organizaron a los alumnos de las escuelas municipales de niños en “batallones escolares”. Cuatro “batallones” equipados (con uniformes azul marino y boinas de la flota) y armados hicieron maniobras en el bulevar Arago rodeados por un “Batallón del ejército territorial” y cuatro profesores de gimnasia. El 6 de julio de 1882, después del decreto para legalizar estas prácticas, Jules Ferry se dirigió a los niños de la siguiente manera: “Bajo la apariencia de algo divertido, ustedes están cumpliendo un papel profundamente serio. Ustedes están trabajando para la fuerza militar de mañana” ([13]).
Esta “fuerza militar del futuro” con todas las formas de deporte, es la que sirvió de carne a cañón en la gran matanza de 1914 y llevó al director de “El auto”, Henri Desgranges, declarar el 05 de agosto de 1914 con ligereza y cinismo: “Todas nuestras pequeñas tropas que actualmente están en la frontera para defender el suelo patrio no hacen más que revivir el sentimiento adversario de la competencias internacionales?” ([14]).
Durante las masacres, podemos recordar un episodio que estuvo por mucho tiempo en el olvido y puesto en escena por el filme “Feliz Navidad”: el de un partido de fútbol improvisado en la tierra de nadie del frente, entre soldados alemanes e ingleses que estaban tratando de fraternizar. Estos soldados fueron deportados y reprimidos brutalmente: ¡Este tipo de deporte es el que la burguesía y sus funcionarios no quieren¡ La única “contribución” del deporte a esta guerra monstruosa fue la importación del voleibol y del baloncesto por la tropas norteamericanas en 1917. Una muy pobre “consolación” ante más de 10 millones de muertos.
WH, 29 de octubre de 2012.
Pronto estará lista la segunda parte de esta serie: "El deporte en el capitalismo decadente; de 1914 hasta la actualidad".
[1] J.-M. Brohm, Sociología política del deporte, 1976, nueva edición, Nancy, P.U.N., 1992.
[2] Idem.
[3] Idem.
[4] Y luego habrá una división de clases en la elección y la práctica del deporte. En la disciplina del cricket se encuentra una división para escoger los puestos: así, el bateador era siempre de clase social elevada, mientras que el lanzador y los que recogían las pelotas eran de las clases populares.
[5] Pierre Arnaud, Los orígenes del deporte obrero en Europa, L'Harmattan de 1994.
[6] El socialista, no. 208, 9-16/05/1909.
[7] P. Clastres y P. Dietschy, Deporte, sociedad y cultura en Francia, Hachette Carré Histoire.
[8] Idem.
[9] Idem.
[10] Karl Marx, Miseria de la filosofía.
[11] El Socialista de 8-15/12/1907. http: //chrhc.revues.org/1592#tocto2n1
[13] P. Clastres y P. Dietschy, op. cit.
[14] J.-M. Brohm, op. cit.