¿Qué lecciones podemos sacar de la huelga del Metro de Madrid?

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Publicamos un comentario escrito por los compañeros de CREE (Colectivo Revolucionario Espartaquista Estudiantil) sobre la huelga del metro de Madrid de finales de junio, en respuesta a los recortes salariales generalizados e impuestos, sin distinción de color político, por las distintas administraciones gubernamentales, en este caso por la Comunidad de Madrid.

Queremos, en primer lugar, saludar este escrito ya que pone en el centro de la lucha la actividad de los propios trabajadores, el esfuerzo de estos por tomarla a cargo, tener confianza en sus fuerzas, e intentar superar la forma de "lucha" sindical, sea esta más o menos radical, porque siempre quedará enredada en la legalidad burguesa.

Esta toma de posición de CREE sobre la huelga del metro, pensamos que debe servir para que otros compañeros y colectivos proletarios puedan también debatir sobre esta cuestión, en el camino de la preparación de nuevas luchas, de la búsqueda de la confianza en nuestras propias fuerzas; debate al que desde ahora mismo incitamos. Solo dos precisiones que también puede servir para estimular la discusión:

1) La fuerza de una lucha no reside necesariamente en la radicalidad de la huelga en tanto que paralización de la producción o los servicios, sino en la capacidad para buscar forjar la unidad de clase con la extensión y la solidaridad, y desarrollar una correlación de fuerzas frente al Estado burgués. En el periodo actual, con el acumulo de stocks invendibles, la detención de la producción en tal o cual fábrica no significa una amenaza para la burguesía y sobre todo no se acompaña de la solidaridad y la unidad de clase con la que estaban concebidas las huelgas en el s. XIX. En las huelgas de los servicios, como hemos visto en el Metro de Madrid, la paralización total del servicio se ha vuelto contra los trabajadores, en la medida en que la lucha ha quedado aislada. Si en esta huelga, el desbordamiento de los servicios mínimos expresaba la voluntad y la tentativa de romper la cárcel en la que la normativa legal y sindical tratan de encerrar y aislar las luchas, para buscar una lucha efectiva, que tenga la fuerza de imponer las reivindicaciones, finalmente la fijación en la consigna de no respetar los servicios mínimos, de la huelga total (en el aislamiento), no ha sido la fuerza de la lucha, sino su debilidad, el flanco por donde la propaganda de la burguesía ha enfrentado al resto de trabajadores y a la población con los obreros del Metro para dejarlos aislados.

2) La otra cosa que queremos precisar es lo que los compañeros del CREE llaman el Frente único proletario. Aunque entendemos que con esto, los compañeros del CREE llaman a la unidad de la clase, nuestro punto de vista es que el concepto de "frente único" hace referencia a una unidad que se construye a partir de las organizaciones, en este caso de los sindicatos; es decir, hace referencia a la unidad sindical. Pero la unidad de la clase obrera en lucha es un producto de su solidaridad, de su naturaleza de clase, de que no existen en su seno intereses divergentes; mientras que la unidad sindical es producto del contubernio y la negociación para el reparto de privilegios y prebendas, para la distribución de "puestos", etc y a menudo con el objeto de engañar a la clase e impedir precisamente que construya su verdadera unidad en las asambleas abiertas y en los órganos, revocables en todo momento que de ellas surgen.

CCI - 16 de agosto de 2010

 

¿Qué lecciones podemos sacar de la huelga del Metro de Madrid?

 

Las arcas griegas recibieron hace unos meses una nada despreciable suma de miles de millones de euros por parte del FMI y con la ayuda del BCE para paliar la crisis fiscal que ese país contrajo durante los periodos de auge económico. No era el país más poderoso, ni el más rico, ni siquiera el más noticiable de todos los países que conforman la Unión Europea; pero estaba al borde de la bancarrota y había que salvarlo a coste de lo que fuese para impedir que el Euro entrara en coma profundo. A partir de este momento, como castillo de naipes construido con manos temblorosas, el resto de países comenzaron a caer. Las alarmas saltaron en Hungría, al parecer, fueron sofocadas. El Estado español lleva meses en el punto de mira de los especuladores, que ya intentaron un asalto. Italia no revierte su situación de hiperendeudamiento. Estamos en ese nuevo periodo de la crisis marcado por la deuda fiscal de los distintos Estados, acuciados por el pago de créditos emitidos a muchos años vista y que parecía que nunca vencerían. El Estado capitalista anda escaso de recursos, y ahora es la clase trabajadora (por aquello de que "la culpa es de todos") la que actúa como aval de sus deudas. Las distintas políticas de austeridad que se están desarrollando a lo largo y ancho del planeta, atiende, precisamente, a esta lógica.

24 de junio en Francia. Más de dos millones de personas salen a las calles a protestar contra las reformas iniciadas por el Ejecutivo de Sarkozy, enmarcadas en su particular Plan de Austeridad. 25 de junio, Italia. Cientos de miles de personas se movilizan contra los recortes planteados en el gasto público, la congelación salarial y la reforma de las pensiones. 29 de junio, Grecia. Enésima Huelga General que se inicia el mismo día en el que comienzan las negociaciones en el Parlamento sobre la necesidad de implementar nuevas medidas que permitan al país cumplir con las condiciones del crédito de rescate otorgado meses atrás por el FMI. Ese mismo día, en una Asamblea resolutiva, los trabajadores del Metro de Madrid deciden convocar una Huelga total en la que no se aceptan los servicios mínimos impuestos por la Comunidad de Madrid.

Saltando por encima del Convenio Colectivo que se extiende hasta 2012 y de la mismísma legalidad burguesa, el Ejecutivo madrileño, decide establecer el recorte salarial del 5% a los trabajadores de Metro, justo en la línea de las medidas que se habían imprimido a los salarios de todos los funcionarios desde el Gobierno Zapatero (he aquí la "diferencia" entre la "izquierda" y la derecha que muchos promulgan). Con independencia del mayor o menor recorte salarial impuesto, las luchas surgieron como respuesta, precisamente, a la ruptura unilateral de lo estipulado en el Convenio Colectivo, lo cual suponía romper con la negociación tradicional de las condiciones de trabajo de manera colectiva y fomentar la negociación caso a caso. Cuando se decidió convocar una huelga en protesta, la Comunidad pretendió virtualizar las protestas obligando a los huelguistas a obedecer unas exigencias laborales que alcanzaban el 50% del total del servicio de Metro. Los trabajadores, en un acto de coraje desconocido, tomaron la decisión en Asamblea de no respetar los servicios mínimos. Los días 29 y 30 de junio Madrid estuvo sin Metro. Y aunque el Ministerio del Interior puso en jaque a miles de policías, los piquetes lograron culminar con éxito su ejercicio de presión frente a las trampas de la patronal y la Comunidad de Madrid y ningún tren recorrió el camino que tenía fijado.

 

Acoso y desprestigio mediático

Como sea que hoy en día no somos capaces de acercarnos a la realidad si no es mediante los medios de (in)comunicación, millones de personas en todo el Estado español sintieron como una agresión lo que era un acto de legítima defensa de la clase obrera frente a una nuevo "decretazo" que minaba sus históricas conquistas. Los mass media, en canto unánime de la vileza que movía a esos "privilegiados" del Metro, no dudaron en criminalizar las reivindicaciones de todas las maneras que les fue posible. En primer lugar, ignoraron la necesidad de profundizar en las causas del conflicto social para dar al público una visión más completa y compleja de la situación. Las carreras de los usuarios del Metro en busca de nuevos medios de transporte con los que desplazarse eran más importantes que las Asambleas obreras. Las voces de los usuarios descontentos eran más importantes que las voces de los trabajadores descontentos que veían pisoteados sus derechos. No era cuestión de un Convenio Colectivo que cierta "lideresa" se pasaba por el forro, sino de un 5% de reducción de salario que situaba a los trabajadores del Metro de Madrid como unos auténticos desconsiderados que pataleaban pese a su condición de privilegiados. No se dudó en identificar a los trabajadores de una empresa privada con el funcionariado público. Se repitió hasta el hartazgo que eran funcionarios a los que se había aplicado la misma medida que al resto, por lo que su lucha era totalmente injustificada. Lo mismo daba que aquello fuera una vil mentira, todo consistía en impedir que el ejemplo se extendiera. Así obran los estandartes de la Sociedad de la (des)Información.

En segundo lugar, no dudaron en fabricar una imagen de la Huelga como absolutamente incontrolada, usando el adjetivo de "salvaje". A poco que alguien de las redacciones se hubiese informado, se sabría que por "salvaje" se entiende toda aquella huelga convocada por los trabajadores sin contar con (y casi siempre frente a) los sindicatos. Una Huelga no es salvaje porque no tenga servicios mínimos. Una Huelga no puede ser huelga si existen servicios mínimos, sino una simple patraña.

Desarrollo posterior

La campaña de acoso y derribo pertrechada tanto por los medios de comunicación como por las distintas organizaciones y partidos políticos burgueses sembró la desazón en los trabajadores en Huelga, que tuvieron que someterse a la presión ejercida por los aparatos gubernamentales y mediáticos. Así se explica que las movilizaciones ulteriores hayan respetado los servicios mínimos abusivos. Con ello se logró forzar a la patronal a sentarse en la mesa de diálogo el 10 de julio. A día de hoy no se han logrado acuerdos y 2000 expedientes disciplinarios por el incumplimiento de los servicios mínimos durante el 29 y el 30 de junio siguen sobre la mesa. Del 5% de recorte se ha pasado a un 1,5%; pero los trabajadores expedientados seguirán expedientados y el Convenio Colectivo será cosa del pasado.

¿Qué conclusión sacamos?

La Huelga de los trabajadores del Metro de Madrid es un ejemplo. Un ejemplo para los trabajadores de todo el Estado español. La conciencia de unión y solidaridad de clase fue más fuerte que las siglas de los sindicatos, que se vieron arrastrados a crear organismos de lucha colectivos pese a la confluencia de tendencias casi antagónicas. Se recuperó el método por excelencia de organización obrera, las Asambleas resolutivas, germen de los futuros Consejos obreros; donde los trabajadores se expresaban y decidían, organismos de verdadera democracia obrera. Aparte, se confrontó de manera directa el recorte de los derechos de Huelga de los obreros, saltando por encima de los servicios mínimos como legítima expresión de la naturaleza de la huelga: la condición previa de la reivindicación consiste en lograr que la paralización de tu actividad tenga repercusión suficiente.

Sin embargo, debemos tener en cuenta que la solidaridad de la clase obrera, condición sine qua non para llevar a buen puerto las reivindicaciones obreras y confrontar el aislamiento al que no someten las fuerzas burguesas fue débil e insuficiente (que no minoritaria). No sólo por el bombardeo ideológico al que se nos sometió; sino también porque el aspecto propagandístico fue descuidado por los trabajadores del Metro de Madrid y la actividad de los piquetes informativos no encontró lugar más allá del subsuelo. La imperiosa necesidad de salir a la calle y combatir las calumnias que circulaban estuvo en este conflicto más a la orden del día que nunca, pero fue desatendida y, debido a ello, no se pudo lograr un verdadero apoyo de amplias capas de trabajadores. De haber logrado taimar esta deficiencia, quizás a día de hoy podríamos estar hablando de una mesa de negociaciones favorable a los trabajadores o incluso de algo mucho mayor.

Justo por esto mismo, porque el apoyo no fue resuelto y las huelgas en solidaridad no se sucedieron, los obreros del Metro no tardaron en sentirse culpables y verdaderos criminales y muy pronto se doblegaron a los servicios mínimos impuestos, que sirven sólo para ahogar las protestas y dejarlas sin repercusión alguna. Con ello la movilización perdió fuerza y no se logró avanzar en el camino de la recuperación de las condiciones iniciales del Convenio Colectivo. El Vamos a reventar Madrid se quedó en nada, pero no debemos desanimarnos. Madrid es sólo un pequeño paso en la recuperación de las mejores tradiciones de la lucha obrera en este nuevo periodo de relanzamiento de la combatividad proletaria. El Frente único proletario defendido por el CREE ha encontrado expresión en esta lucha sin necesidad de hacer propaganda del mismo. Eso nos incita a seguir trabajando puesto que vamos en el buen camino. Desde aquí, nuestro apoyo a los trabajadores madrileños del Metro, que nos han dado una primera e importante lección de cómo la clase obrera llegará un día a enfrentarse al orden social burgués impuesto.