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El día 24 de Abril, 250 mil maestros están llamados a participar en una jornada de lucha contra la última oferta salarial que les ha hecho el Gobierno. A ellos se sumaran otros trabajadores de la educación, funcionarios y empleados municipales. Para ese mismo día se han convocado manifestaciones y concentraciones en numerosas ciudades.
Sobran desde luego los motivos para una movilización no solo de estos sectores sino de toda la clase obrera:
* Oferta de subidas salariales por debajo de la inflación
* Aumento de precios de los bienes de primera necesidad como alimentos y combustible.
* Crecimiento del desempleo: al menos 6500 puestos de trabajo se ven amenazados en el recientemente nacionalizado banco Northern Rock.
* Hachazos a las pensiones y otras prestaciones sociales.
* Aumento escalofriante del endeudamiento de los trabajadores.
* Deterioro de los servicios públicos como sanidad y educación.
Toda esta masa de ataques a las condiciones de vida de la clase obrera están siendo supervisados o ejecutados directamente no por un capitalista particular sino por el Estado tanto en su variante nacional como local. Frente al imparable avance de una crisis económica que tiene un alcance claramente global, el Estado nacional aparece cada vez más como la única fuerza capaz de tratar de imponer la respuesta que necesita la clase explotadora, es decir, la reducción de los costes laborales para seguir siendo competitivos y para preservar los beneficios. Por ello el Estado que acude al rescate de bancos en quiebra tanto en Gran Bretaña como en Estados Unidos, no vacila en cambio en forzar a los trabajadores del sector público a que acepten rebajas salariales y pone en marcha recortes en la sanidad, los subsidios y la educación (es decir del salario social), aprueba leyes que reducen las pensiones y alargan la vida laboral. Y cuando la concurrencia económica desemboca en una competición militar (como lo que hoy está sucediendo en los Balcanes, Afganistán e Irak), es ese mismo Estado el que destina una parte muy importante de esa riqueza social a construir nuevas armas y guerras.
Estas políticas no son el resultado de la maldad de tal o cual gobernante particular o de tal o cual sector del gobierno. Los mandamases de derechas y de izquierdas llevan a cabo esencialmente las mismas políticas. En Norteamérica, el gobierno de Bush se dedica a ensalzar la "libre empresa" presidiendo sin embargo una economía en la que más de 28 millones de personas necesitan vales de beneficencia para alimentarse. En América del Sur, Chávez denuncia a Bush y promete el "socialismo del siglo XXI", mientras envía sus paramilitares de "revolucionarios bolivarianos" a cargarse la lucha de los trabajadores del acero.
Frente a este ataque centralizado y estatalizado a sus condiciones de vida y trabajo, los trabajadores tienen idénticos intereses en todo el mundo: resistir a las reducciones de salarios y de plantillas, reaccionar contra la usurpación de las prestaciones sociales. Pero no podrán hacerlo luchando desunidos, sector por sector, cada uno en su centro de trabajo. Frente al poderío del Estado capitalista, necesitan crear su propio poder basado en su unidad y su solidaridad por encima de las divisiones de sector, sindicato o nacionalidad.
Tras años de dispersión y desorientación, los trabajadores están empezando a redescubrir en la práctica el significado de la unidad y la solidaridad. Y han de aprovechar todas las oportunidades para llevar a la práctica esas nociones generales. Si los sindicatos llaman a luchar y a manifestarse por reivindicaciones que les implican directamente como es el caso del 24 de Abril, los trabajadores deben responder lo más masivamente posible, yendo a las reuniones generales, acudiendo a las manifestaciones, implicándose en los piquetes, discutiendo e intercambiando ideas y propuestas con trabajadores de otros centros de trabajo o de otros sectores.
La unidad de los trabajadores no puede organizarse mediante los sindicatos
Pero ¡ojo!, pues los sindicatos que se presentan a sí mismos como representantes de los trabajadores, se empeñan en cambio en mantenernos divididos.
Y en pocos sitios se ve más claro que en sector de la educación. La jornada del 24 de Abril afecta en principio a los miembros del sindicato NUT de las enseñanzas primaria y secundaria, pero no a los de los institutos que dependerían de otros "jefes". Tampoco se quiere implicar a los afiliados a otros sindicatos como los de NAS/UWT que dice que el problema no son los salarios sino la cantidad de trabajo. También se quiere dejar al margen a cientos de otros trabajadores de la enseñanza que no son maestros, como son los educadores asistentes, los administrativos, trabajadores de la limpieza, de los comedores, etc, y eso que estos también se están viendo atacados. Y aunque el NUT parece hoy que les llama a sumarse a la lucha, sigue recordándose como cuando muchos de estos empleados auxiliares de la enseñanza se pusieron en huelga en 2006, el NUT ordenó a sus afiliados que cruzaran los piquetes.
Y lo mismo puede suceder con los empleados de la administración, de los municipios, del metro y los ferrocarriles, y tantos otros sectores en lo que los trabajadores se encuentran divididos en distintas categorías y sindicatos. El Estado británico hace ya tiempo que ilegalizó las luchas de solidaridad de quienes dependen de distintos patrones. Los sindicatos se acogen a esas leyes para hacerle el trabajo sucio al Estado. Lo mismo cabe decir de las leyes que prohíben a los trabajadores decidir una lucha en una asamblea masiva. Los líos que montan los sindicatos para las votaciones individuales atan las manos a los trabajadores y les impiden tomar decisiones como la fuerza colectiva que son.
Por ello si queremos llegar a constituir una verdadera fuerza, hemos de empezar a tomar la lucha en nuestras propias manos, y no dejarlas encargadas a los "especialistas" sindicales. Los trabajadores municipales de Birmingham decidieron en asambleas masivas su incorporación a la lucha del 24 de Abril. Es un excelente ejemplo a seguir: llevar a cabo asambleas en cada centro de trabajo en las que todos los trabajadores, pertenezcan o no al sindicato, puedan tomar parte e implicarse en las decisiones. Y hemos de insistir en que esas decisiones de las asambleas sean vinculantes y no puedan ser echadas atrás por tal o cual votación o reunión particular de los jefecillos sindicales.
La unidad obrera en los centros de trabajo es inseparable de la construcción de la unidad con trabajadores de otros centros y otras empresas, por lo que hemos de enviar delegaciones a sus asambleas, así como a sus piquetes y unirnos con ellos en las concentraciones y manifestaciones.
Llamar a todos los trabajadores a reunirnos, luchar y manifestarnos unidos por reivindicaciones comunes, va a ser declarado efectivamente ilegal por un Estado que quiere dejar la verdadera solidaridad de clase fuera de la ley. Esto puede hacer que nos sintamos intimidados a la hora de dar este paso que nos parezca demasiado difícil. Pero precisamente tomando directamente a cargo la defensa de nuestras reivindicaciones y uniéndonos a los demás trabajadores será como podamos desarrollar la confianza en nuestras propias fuerzas y el coraje para llevar las luchas incluso más lejos.
Y, si tenemos en cuenta la cruda perspectiva que nos ofrece hoy el sistema capitalista - un futuro plagado de crisis, guerras y desastres medioambientales - está claro que esa lucha ha de ir más lejos. Ha de ir de la defensa de nuestras condiciones de vida más básicas, a la puesta en cuestión y el desafío total a este orden social.
Amos 5/4/2008