Enviado por CCI Online el
La aplicación de la “ley del ISSSTE”, en tanto contempla un incremento a las cotizaciones, una ampliación a los años de servicio laboral para tener posibilidad de jubilación, una limitación a la cobertura médica e incluso una reducción a los montos (de por si ya precarios) por jubilación, representa una reducción de los salarios y una ampliación de la explotación. Aunado a esto, los incrementos de precios de las mercancías que forman la canasta de consumo de los trabajadores, hacen ver que la magnitud que toma la crisis capitalista obliga a la burguesía a imponer programas económicos cada vez más agresivos; esas medidas han abierto el descontento de los trabajadores y, aunque con dificultades, ya empiezan a manifestar su combatividad. La magnitud de la crisis al expresarse en mayores ataques contra los trabajadores hace ver que toda aquella campaña escandalosa que se hizo por motivo de las elecciones presidenciales (y posterior a ella), en la que no se escatimaron recursos para imponer la idea entre los trabajadores que no hay más salida que la democracia y las instituciones del Estado, no son sino montañas de mentiras. Los aumentos en los precios, la “ley del ISSSTE”, los despidos y los incrementos de los ritmos de trabajo, hacen ver que los partidos tanto de derecha (PRI-PAN) como los de izquierda (PRD-PT), lo mismo que los procesos electorales, las instituciones y la democracia, son instrumentos del capital para asegurar su dominio y proteger las ganancias a costa del incremento de la miseria de millones de trabajadores.
Ese descontento que empieza a percibirse, trata de ser sometido o desviado, para lograrlo la clase dominante viene creando toda una campaña de desinformación, buscando que los trabajadores acepten mansamente las medidas e incluso las aplaudan como mejoras que ofrece el gobierno, para ello, hace uso del mejor instrumento para sabotear y controlar el descontento entre los trabajadores: el sindicato.
Escenario de miedo: mecanismo intimidatorio de la burguesía
El descontento presente entre los trabajadores ha sido tomado en consideración por la burguesía, por eso pretende provocar mediante las acciones de su gobierno, además de confusión, un ambiente de miedo. Así, las pugnas presentes al interno de la clase dominante, (expresadas en la superficie como una pelea entre gobierno y grupos de narcotráfico) que ha desembocado en asesinatos y sanguinarios ajustes de cuentas, son aprovechadas por la burguesía para enviar un mensaje de advertencia e intimidación. El uso de la soldadesca para patrullar las ciudades e incluso tomar poblaciones (todo ello con la cobertura televisiva), no sólo lleva como objetivo reordenar el narcotráfico, sino amedrentar a los asalariados que van tomando conciencia de que la explotación, la miseria y la represión es el verdadero rostro del capitalismo. En ese mismo sentido es que la provocación que montó con los pobladores de Atenco, la sigue utilizando ahora como amenaza; el haber decretado 67 años de prisión en contra de líderes de los campesinos que en mayo-2006 fueron involucrados en una provocación, forma parte de ese escenario.
Ante el ambiente de miedo que viene creando, la clase trabajadora debe de tener claro que su fuerza se encuentra en su accionar masivo, pero sobre todo en su práctica conciente. Justamente la expresión de esa conciencia debe manifestarse en llevar a la reflexión las lecciones que dejan los acontecimientos de Atenco y de las acciones del APPO en Oaxaca (2006), y que consiste en reconocer que las provocaciones que el aparato de izquierda del capital y los mismos cuerpos de represión tienden, son con el fin de dispersar el coraje real existente entre los explotados y oprimidos, aislarlo y facilitar su derrota.
Es por ello fundamental que los trabajadores estén alertas y no permitan la provocación, que es tan peligrosa como las trampas que de forma más directa lanza el sindicato, ambas circunstancias tienen como objetivo someter el descontento alimentado por la degradación de las condiciones de vida que se sufre, y transformar toda combatividad en manifestaciones inofensivas que culminen, como sucedió con las movilizaciones de los trabajadores del IMSS en 2005: engordando las estructuras del Estado, al involucrarlos lo mismo en los procesos electoreros (de apoyo a Obrador) que en la búsqueda de la democratización del sindicato (encumbrando a nuevos liderzuelos para darle credibilidad al mismo instrumento que comanda su derrota).
La fuerza de los trabajadores está en su capacidad de discusión y reflexión
La clase dominante no escatimará esfuerzos para hacer pasar sus medidas draconianas. El aplazamiento de la elevación de precios de la tortilla de maíz hasta el mes de agosto (cuando había anunciado lo haría a partir de mayo), muestra que el Estado es capaz incluso de “castigar” temporalmente a un grupo de capitalistas (como en este caso a los “maseros”) con el fin de impedir que asalariados de otros sectores tomen conciencia de que estos ataques afectan no sólo al grupo de trabajadores del “sector público”, sino es todo un encadenamiento de medidas que pretenden abaratar la fuerza de trabajo e intentar con ello relanzar la acumulación capitalista. Esta coordinación impuesta por el Estado, es fundamental para la clase dominante en tanto le facilita la actuación de los sindicatos y el aparato de izquierda en el control y sabotaje de la combatividad.
La estructura sindical es sin duda el mejor instrumento con que cuenta el capital para someter a los trabajadores, y la práctica que estos han llevado en el transcurso de este proceso lo evidencia: el mecanismo “más simple” que se usó, sobre todo al momento de la aprobación de la nueva ley, fue la de extender la mentira y la desinformación sobre lo que ésta representa. Pese a ello, el descontento se ha ido extendiendo y generalizando, lo que ha hecho necesario que la burguesía diseñe nuevas trampas para evitar que prosiga la dinámica de clarificación y combatividad.
Así, mientras el sindicato “oficial” busca abiertamente impedir la movilización, el sindicato “democrático” usando métodos más sutiles, se preocupa por impedir se dé la discusión y reflexión masiva, fingiendo llamados a movilizaciones, paros e incluso creando comités de huelga, en los que asegure su control total
El paro de actividades del 2 de mayo puso en claro que los trabajadores sienten desconfianza del sindicato. Esto fue muy evidente en sectores de la UNAM, donde el sindicato (STUNAM) se oponía abiertamente a su realización, pero cuando nota que el descontento tendía a desbordarse, procura evitar que se realicen Asambleas Generales (con presencia de trabajadores, maestros y estudiantes), convocando a expresarse en urnas, y aunque los trabajadores exponen su decisión de parar, evita así discusiones y reflexiones colectivas, porque son en estos encuentros donde se puede definir algo más que una decisión de parar o no; se encuentra la posibilidad de que se reconozcan como parte de un colectivo con intereses comunes y con capacidad de tomar en sus manos las decisiones y orientaciones de la movilización.
De forma similar la estructura sindical del magisterio (CNTE-SNTE) se ha adelantado a crear el comité nacional de huelga, sin embargo éste no está sustentado en ninguna Asamblea de masas, fue tan sólo una creación del mismo sindicato, logrando así apropiarse del control de las movilizaciones. Aunado a ello, el llamado de los sindicatos para ampararse jurídicamente contra la ley, se ha convertido en una importante trampa (sin hablar del gran negocio que representa para algunos), no sólo porque hace creer que usando las leyes de la misma burguesía es posible enfrentar al sistema, sino porque hace del descontento una expresión pasiva y mansa, a la vez que presenta a la agresión económica encabezada con esta ley, como un problema a enfrentar individualmente (aún si el amparo fuera “colectivo” como lo proponen algunos “radicales”), alentando así a la dispersión y la actuación egoísta. La experiencia de los trabajadores del IMSS en 2005, muestra que esperanzarse en la aceptación del amparo y demás juegos jurídicos, no lleva sino a la desactivación de la movilización.
Estas acciones del sindicato van secundadas por las estructuras de izquierda del capital que, lo mismo promueven la creación de coordinadoras sindicales y frentes, que actúan para desviar el descontento hacia consignas falsas, ya sea la democracia, la defensa de la nación, del petróleo o de la energía eléctrica… Tal como lo hicieron en Oaxaca con la APPO, en la que el descontento de los maestros se sometió a los designios de fracciones de la burguesía en pugna, y terminó esterilizado, implorando democracia y destitución al gobernador Ulises Ruiz, diversas agrupaciones de la izquierda del capital (entre otras, el PRD-CND y El Militante) pretenden que la combatividad de los asalariados quede ahogada en la impugnación al gobierno de Calderón, en un apoyo a Obrador y una defensa de la economía nacional. Este giro que buscan, aunque lo presentan como una acción radical, no es sino una manera de fortalecer la idea de que el capitalismo podría mejorar si tan sólo se quita a un “mal” gobernante, al tiempo que hacen que quede en el olvido la defensa que los trabajadores vienen haciendo de sus condiciones de vida.
Por eso, ante las trampas que el sindicato y el aparato de izquierda del capital preparan, los explotados no tienen más arma que la organización en Asambleas Generales masivas y abiertas en las que discutan y reflexionen sus problemas, pero también en las que tomen decisiones colectivas… es la única forma que impedirá que se lleven a cabo acciones de división, aislamiento o provocación.
Ninguna acción sin que pase por la discusión masiva
La desconfianza que los trabajadores han mostrado hacia el sindicato pretende utilizarse por la propia burguesía para lanzar al relevo el “nuevo sindicalismo”, e incluso usando a trabajadores honestos, hartos del accionar tramposo y maniobrero del sindicato, son involucrados en una pretendida transformación de estas estructuras, aunque en realidad, aún sin desearlo, terminan fortaleciendo este instrumento de dominio.
Un discurso que se viene repitiendo continuamente entre las filas de los trabajadores, es que se debe de aprovechar este momento para “quitar” las carteras sindicales a las planillas dominantes y poner a “representantes honestos y combativos”, sin embargo el sindicato ha dejado de ser un arma de los trabajadores, es ya un engrane más de la maquinaria de dominio del capital, por lo que es imposible transformarlos, por el contrario los trabajadores en su combate contra el capital tiene forzosamente que enfrentar al sindicato.
La forma más efectiva para combatir el dominio sindical y su accionar de sabotaje, es haciendo uso de la fuerza de la masas concientes mediante Asambleas Generales.
Los paros o la misma huelga son acciones que los trabajadores deben de decidir en colectivo, pero aún más, esta reflexión y estas decisiones deben extenderse. El sindicato (sea oficial, “independiente”, “democrático” o “de base”) en sus llamados a la desmovilización e incluso con sus convocatorias a movilizarse, pretende capturar el descontento de los asalariados. Por eso no deben esperar al llamado sindical para movilizarse y los montajes sindicales, deben ser transformadas en acciones combativas: cada día de paro debe usarse para informar y discutir, empujar a todos los trabajadores a la reflexión, no importa si no están afiliados al ISSSTE o si son desempleados... pero eso sólo es posible si las Asambleas Generales toman en sus manos el control del movimiento y lo extienden… el sindicato espera someter el descontento con acciones que aíslen, cansen y desmoralicen, como los plantones o cierres de calles, ante ello, los trabajadores deben impulsar las Asambleas Generales y extender con brigadas informativas la reflexión y la movilización, se tiene que explicar que el golpe es en contra de las condiciones de vida de TODOS los trabajadores, por lo que no se tiene otro camino que el de la lucha.
17-mayo-2007