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Siguiendo el mismo guion mortífero y asesino, dictado por el autodenominado Estado Islámico, los atentados ejecutados en Barcelona y Cambrils el pasado 17 de agosto han acabado con la vida de 16 personas inocentes y más de 100 heridos (veintitantos de ellos de extrema gravedad).
El terrorismo islamista es la otra vertiente de la guerra imperialista que se extiende desde Libia hasta Paquistán y donde han intervenido o intervienen las llamadas “democracias”, bien con presencia militar directa, bien armando hasta los dientes a los diversos bandos locales en lucha.
Las víctimas iban paseando por una de las avenidas más populares del mundo. Es un paseo de los que quedan pocos, donde no son las tiendas de lujo que lo enmarcan lo que le da vida, sino el continuo ir y venir. Aquí, como en París, en el Bataclan, lo que la gente buscaba era vivir con los demás en la medida de lo posible. Esto decíamos en nuestro artículo sobre los atentados de París de 2015: “Estos nuevos crímenes fríamente planificados, inducidos por una ideología oscurantista y mórbida, digna del nazismo, no se deben a unos cuantos “monstruos” que bastaría con erradicar; esta lógica es la de la burguesía. Sólo sirve para justificar la guerra, para engendrar a su vez más odio y más crímenes, y, sobre todo, ocultar las verdaderas causas de semejantes atrocidades. Lo que en realidad está en la raíz de todos los males es el sistema capitalista entero, un sistema sin porvenir, sin perspectiva, que se está descomponiendo poco a poco, arrastrando tras él a toda la humanidad en su engranaje mortífero.”[1]
Frente al sentimiento natural de rabia, por un lado, y de solidaridad por otro con las personas afectadas, toda la burguesía, los poderes, los media y sus secuaces, reaccionó como podía esperarse: su propaganda es siempre “la barbarie contra la democracia” con todas sus variantes y declinaciones posibles e imaginables. Para ellos, se trata de recuperar la solidaridad humana espontánea con aquello de la “unidad de los demócratas”. O “Los bárbaros que utilizan a las poblaciones civiles como escudo”. Pero también, tras este atentado, está muy presente como telón de fondo permanente la trifulca entre soberanistas catalanes y el Estado español como veremos más abajo.
Lo que se concreta en el Estado Islámico o Daesh, del que se reivindican los terroristas, es el capitalismo decadente, las luchas imperialistas y la descomposición del capitalismo. El Daesh es una expresión especialmente reveladora de la dinámica suicida del capitalismo. El Estado Islámico es un producto típico de la decadencia del capitalismo, segregado directamente por la fase actual de su descomposición. Así decíamos en dicho artículo: “La ausencia de perspectiva social firme en el plano histórico es la causa principal de la agravación y multiplicación de los conflictos imperialistas, de la delicuescencia acelerada de la sociedad. Ninguna de las dos clases fundamentales y antagónicas de la sociedad, ni la burguesía ni el proletariado, consiguen imponer su proyecto histórico, o sea, la guerra mundial para aquélla o la revolución comunista para éste. Desde mediados de los años 1980, la sociedad está así prisionera de lo inmediato, aparece sin porvenir y se pudre sobre sus propias raíces. El desmoronamiento de la URSS en 1990, producto de esa dinámica, agudizó todas las contradicciones del sistema. Las expresiones de la fase de descomposición son múltiples: individualismo y cada cual a la suya, gansterismo, repliegue identitario y sectario, oscurantismo, nihilismo y, sobre todo, incremento del caos bélico. Todo eso hasta el punto de desestabilizar los Estados más débiles, acarreando su desplome, llevando la lógica de los conflictos a hacer estragos en regiones enteras del planeta. Todo eso tiene un primer responsable: las grandes potencias imperialistas, sobre todo en África y Oriente Medio.” Y en ese artículo hacíamos “un breve recordatorio de la historia de los conflictos en esas regiones durante las últimas décadas que ilustra con creces esa realidad”, desde el hundimiento de la URSS, pasando por la primera guerra del Golfo hasta la de Afganistán e Irak….” La guerra imperialista ha amamantado, sin la menor duda, el Estado islámico…” “La responsabilidad de las grandes potencias no sólo se limita a desestabilizar regiones con sus intervenciones militares por razones de estrategia o, más simplemente, por la defensa de sórdidos intereses. También han sido a menudo y directamente, las creadoras de todas esas bandas asesinas y oscurantistas a las que han intentado instrumentalizar. El Estado Islámico está formado por las fracciones más radicales del sunismo, cuyo primer gran enemigo es, por lo tanto, la gran nación del chiismo, Irán. Por eso es por lo que todos los enemigos de Irán (Arabia Saudí, Estados Unidos, Israel, Qatar, Kuwait…) apoyaron política, financiera e incluso a veces militarmente al E.I. Turquía también se ha apoyado en el Estado islámico para usarlo contra los kurdos. Esta alianza de circunstancias y heteróclita muestra que las diferencias religiosas no son la base real del conflicto: son las disputas imperialistas y los intereses nacionales lo que ante todo diseña las líneas de separación y transforma las heridas del pasado en odio moderno.”, “Todos esos países se han visto obligados finalmente a cambiar de idea. Arabia Saudí ahora ha prohibido toda ayuda financiera a E.I y encarcela a todos aquellos que sigan ejerciendo de mecenas. ¿Por qué semejante vuelco? La respuesta dice mucho sobre el estado de delicuescencia del sistema capitalista. La dimensión oscurantista, religiosa y sobre todo destructora del EI es tal que ese grupo escapa a todo control. Los cambios incesantes de alianzas, esa política de cortas miras y cada vez más destructora son, como la existencia misma de ese proto-estado islámico, un revelador de la descomposición del sistema entero, del callejón sin salida capitalista, de la ausencia de solución duradera y de perspectiva alguna para todas las naciones.”
La utilización sistemática de la “población civil”.
Una de las dimensiones más criminales de esos atentados, los de las Ramblas como los de todos los países, es la utilización de manera indiscriminada de las poblaciones inocentes para ejercer el terror. El desconcierto, el aturdimiento por indefensión ante tales actos de barbarie, son utilizados por los dirigentes de los países occidentales para jalear su propaganda de unión “en torno a nuestros valores” y contra la barbarie. En la propaganda de la burguesía hay siempre la idea de que son “ellos”, los enemigos de la civilización, de la democracia y de occidente contra “nosotros”, los amigos de la paz y eso. Nada más cínico. Como decimos arriba, el terrorismo forma parte de la guerra imperialista, y no es solo la población de los “países occidentales” la que es rehén. Desde la Primera Guerra Mundial, la “población civil” forma parte íntegra de las guerras y sobre todo desde la Segunda y después: hay que aterrorizar a dicha población por todos los medios (bombardeos indiscriminados y comandos sanguinarios de todo tipo). Con el terrorismo, esto se ha vuelto un mecanismo incontrolable, una “descomposición” de esa estrategia de terror que, como decíamos antes, escapa cual Frankenstein a sus estrategas. A las grandes potencias les ocurre como a los propios terroristas: a veces les saltan a la cara sus mortíferas producciones.
¿A quién beneficia esta salvajada criminal?
Como decíamos, el “uso” del terror sobre la población civil no es un invento del DAESH. El terrorismo actual es un arma que no solo usan las bandas con ansias de establecer un Estado o proto-Estados como el DAESH. A ningún Estado del mundo le hace ascos la utilización del terrorismo cuando le sea necesario, en particular manipulando a grupos, dejándoles hacer. Hay ejemplos históricos que no vamos a tratar aquí[2]. Tampoco vamos a ponernos ahora, aquí, a jugar a los “enteradillos” para saber si, aparte de los propios terroristas, éstos han sido manipulados por alguien para dejarles cometer tales crímenes. Pero lo que sí afirmamos es que la burguesía tiene una tradición de manipulaciones antes, durante y después de estos actos criminales sobre todo cuando se trata de tensiones imperialistas.[3]
El enfrentamiento entre soberanistas catalanes y españolistas, telón de fondo
Como en Estados Unidos en 2001 o en Francia en 2015 la burguesía española ha tratado de crear la “unión sagrada” frente al terrorismo, aunque no ha podido tapar la actual desafección de la fracción independentista de la burguesía catalana que es el auténtico trasfondo putrefacto de los atentados terroristas.
La manifestación del 26 de agosto que en teoría quería mostrar la “solidaridad” con las víctimas y mostrar la “unidad” contra el terrorismo, realmente fue un enfrentamiento barriobajero entre los independentistas catalanes y los españolistas. Como decía Lenin “los pacifistas burgueses son auténticos lobos disfrazados con piel de cordero”. Frente a la solidaridad espontánea de la población y los trabajadores, la burguesía desata una campaña mediática totalitaria con una falsa e hipócrita “solidaridad” que trata de tapar y defender la brutal y despiadada esclavitud asalariada, donde la explotación inmisericorde y los bajos salarios es vendida como el mejor de los mundos posibles: los indignados del 15M de 2011 decían que “los salarios de 600 euros mensuales también son terrorismo”.
Lo “particular” de este atentado es que se ha producido en Barcelona, en Cataluña, en un momento de extrema tensión entre las fracciones burguesas defensores de la “unidad de España” y las que propugnan la “república catalana”. Sobre este tema, cuya dramatización está alcanzando cotas muy altas y copando horas y páginas informativas a mansalva, ya hemos escrito varios artículos cuyos títulos dan una idea de nuestra denuncia del nacionalismo, tanto el “Gran-español” como el “pequeño-catalán”.[4]
A los pocos días de la matanza ha aparecido el maquiavelismo infame de la clase dominante: el gobierno catalán acusa al de Madrid de haberle ocultado información sobre el imán de Ripoll, auténtico factótum de los atentados y viejo conocido de los servicios secretos españoles. A su vez el gobierno de Madrid y sus medios de propaganda acusan al de Barcelona de negligencia y únicamente preocupados con llevar a cabo la “desconexión” con España.
Recientemente, Rajoy se ha descolgado con una extraña afirmación, algo así como: “los únicos responsables de los actos terroristas son los terroristas de DAESH”. Después, machaconamente, junto con sus adláteres no para de repetir que la unidad de las fuerzas de seguridad del Estado ha sido “ejemplar”, “sin fisuras” y que, eso, “no hay más responsables que los terroristas del DAESH”. Esa extraña insistencia tiene una lectura entre líneas: quienes sospechan de la ineficacia de las fuerzas catalanas, de su gobierno y su policía tienen razón. Luego se ha sabido por la prensa (no de Madrid, sino de Barcelona) que, en efecto, los mossos d’esquadra sabían cosas…Por su parte, los nacionalistas catalanes, ensalzaban el papel de sus fuerzas de seguridad, las cuales, “sin Madrid”, se las habían arreglado muy bien. La manifestación “unitaria” fue un ejemplo de cómo utilizar los muertos para la causa de cada cual. Todos han intentado sacar tajada de esta salvajada: los “estado-centralistas” y los independentistas, aunque el comedimiento de Rajoy y su entorno, su presencia “unitaria” en Barcelona junto con PSOE, Ciudadanos, Podemos y demás, obligando a Puigdemont y a Esquerra a ir casi del bracete con él, parece beneficiar a los estado-centralistas. Por no faltar, no faltaron los nacional-izquierdistas de la CUP la cual acabó convenciéndose de que tenía que estar allí para contrarrestar la presencia masiva, junto al rey, de partidos españoles y otra gente de “Madrid”. Para enmendarse de tal asistencia, los de la CUP se sacaron de la manga un eslogan “vuestras guerras, nuestros muertos” que sonaba a revolucionario (efectivamente la burguesía española se ha visto implicada en las guerras imperialistas: en 2003 en la guerra de Irak bajo el gobierno del PP y el gobierno socialista de Zapatero en las guerras de Afganistán y Libia…), pero que en boca de esos nacionalistas no podía significar sino: “nuestra patria, vuestros muertos”.
Van a cumplirse 100 años de la Revolución Rusa, que demostró que únicamente es la clase obrera con su lucha revolucionaria la que puede poner fin a la guerra imperialista. Con la Primera Guerra Mundial comienza la decadencia del capitalismo, y como afirmaban los revolucionarios se abría la época de las guerras y las revoluciones. El fracaso de la oleada revolucionaria de 1917-1923 llevó al mundo a la Segunda Guerra Mundial mucho más devastadora y brutal, y después de 1945 se han sucedido toda una serie de guerras locales que han inmolado a más seres humanos que las dos guerras mundiales juntas.
Los últimos 30 años asistimos a una verdadera descomposición del capitalismo, de sus bases económicas, de un mayor caos imperialista, a la putrefacción moral e ideológica de la clase dominante… Pero a pesar de las serias dificultades y debilidades de la clase obrera no parece muy dispuesta a perecer en las carnicerías imperialistas.
Mucha gente acudió sin lugar a dudas a la manifestación para expresar un sentimiento sincero de rechazo y de solidaridad contra la barbarie, a veces en familia. Como también hubo denuncias a la xenofobia contra los trabajadores magrebíes (sobre todo en las redes sociales) todo lo cual recuerda, aunque sea muy limitado, lo que significa solidaridad proletaria. Pero, en general, los que ocuparon todo el campo de visión fueron los colores nacionalistas rojo y amarillo, en el caso catalán con varias franjas rojos y amarillas junto con una estrella, en el caso español con la combinación rojo-amarillo-rojo. Símbolos de guerra con los que encuadrar a la población en general y a la clase obrera en particular. “¡Las banderas nacionales siempre han sido banderas de guerra!, esa es la realidad”, decíamos en el artículo citado. Sean de naciones grandes o pequeñas.
Acción Proletaria
[1] “AtentadosenParís – ¡Abajo el terrorismo!, ¡abajo la guerra!, ¡abajo el capitalismo!” (Noviembre 2015), https://es.internationalism.org/en/node/4126
[2] Puede leerse nuestro artículo “Pearl Harbor 1941, 'Torres Gemelas' 2001 : El maquiavelismo de la burguesía” (2002, https://es.internationalism.org/revista-internacional/200510/233/pearl-harbor-1941-torres-gemelas-2001-el-maquiavelismo-de-la-burgue.
[3]Por ejemplo Carrero Blanco fue ejecutado por ETA, pero fue utilizada por la CIA. El comando estaba totalmente infiltrado por los servicios secretos españoles.
[4] "España y Cataluña: dos patrias para imponer la miseria" (2012) y el reciente : “Ante el referéndum catalán: la alternativa es Nación o Lucha de clase del proletariado” (2017, https://es.internationalism.org/files/es/cataluna.pdf)