Enviado por Accion Proletaria el
Pero volvamos al inicio de los acontecimientos: Todo empezó con una manifestación masiva contra Gadafi inspirada en los movimientos que se habían producido en Egipto y Túnez[1], la chispa inicial fue la manifestación de unos sesenta jóvenes en Bengasi, el 15 de Febrero, que fue brutalmente reprimida y condujo a una fuerte explosión de ira en otras ciudades que a su vez fueron reprimidas con saña. Ante el asesinato de decenas de jóvenes, miles de personas salieron a la calle librando batallas campales contra las fuerzas del Estado, demostrando una gran valentía. La población de Bengasi al saber que el aeropuerto había sido tomado por mercenarios acudió masivamente y logró retomar su control, aún a costa de cuantiosas pérdidas. En otra ocasión, civiles requisaron excavadoras y vehículos para asaltar un cuartel que estaba fuertemente armado. En otras ciudades la población civil hostigó a las fuerzas represivas del Estado. La única respuesta del régimen fue redoblar la represión, hacerla cada vez más salvaje, provocando que elementos entre los soldados y oficiales se negaran a acatar las órdenes de masacrar a los manifestantes. Un soldado, ante la orden de su comandante de disparar a matar, le pegó un tiro.
Todo apunta a que este movimiento partió en un principio de una explosión de ira popular, especialmente por parte de la juventud urbana, frente a la brutal represión y la agravación de la miseria.
¿Por qué en Libia las cosas han tomado un giro tan diferente?
La agravación de la crisis económica y un creciente rechazo a aceptar la represión es el telón de fondo que explica lo que ocurre en Túnez, Egipto y otros lugares de Oriente Medio y África del Norte. Mientras que, durante años, la clase obrera y la población civil sufría cada vez mayor pobreza y explotación, la clase dominante acumulaba inmensas riquezas.
Pero ¿por qué la situación en Libia es diferente de la de Túnez y Egipto? En Túnez o Egipto, más allá de la represión, el instrumento principal para manejar el descontento social ha sido la mistificación democrática. En Túnez, las crecientes manifestaciones obreras y de la población en general contra el desempleo han sido desviadas, de la noche a la mañana, hacia el callejón sin salida de quien reemplazará a Ben Ali. El ejército tunecino, bajo los auspicios del estadounidense, emplazó al presidente de Túnez a quitarse de en medio. En Egipto costó algo más que Mubarak hiciera lo mismo, aunque su resistencia permitió focalizar el descontento social en forzar su dimisión. Pero es importante destacar que una de las cosas que le empujó a tomar las de Villadiego fue que se desencadenaban huelgas exigiendo mejores condiciones de vida y mejores salarios, lo que mostraba que los trabajadores pese a haber participado en manifestaciones masivas contra el gobierno, no habían olvidado sus propios intereses y no estaban dispuestos a dejarlos de lado por dar una oportunidad a la democracia.
En Egipto y Túnez, el ejército es la columna vertebral del Estado y fue capaz de poner los intereses del capital nacional por encima de sus intereses particulares de camarilla. En Libia, el ejército tiene un papel diferente. El régimen de Gaddafi ha mantenido deliberadamente durante décadas el ejército débil así como a cualquier otra parte del Estado que pudiera hacerle sombra. Como señala justamente Paul Sullivan, experto en el norte de África de la Universidad de Defensa Nacional de Washington, "Gadafi ha tratado de mantener a los militares en un estado de debilidad tal que no puedan derrocarlo como él derrocó al rey Idris,". El resultado es "un ejército mal dirigido por oficiales que están en la cuerda floja, con personalidades inestables y con muchas armas a su alcance". (Bloomberg, 02 de marzo) Esto significa que la única respuesta del régimen frente al descontento social es la represión pura y dura.
La brutalidad de la respuesta del gobierno ha llevado a la clase obrera a una explosión de rabia desesperada ante la masacre de sus hijos. Pero los trabajadores que fueron a las manifestaciones lo hicieron, en gran medida, como individuos: a pesar del coraje que mostraron frente a las armas pesadas de Gaddafi, los trabajadores no han podido hacer valer sus propios intereses de clase.
En Túnez, como hemos dicho, el movimiento lo comenzó la clase trabajadora y los pobres contra el desempleo y la represión. Después, en Egipto, el proletariado se movilizó con la experiencia acumulada durante varias oleadas de luchas libradas en los últimos años y esta experiencia le dio confianza en su capacidad para defender sus propios intereses. Prueba de ello es que una vez acabadas las manifestaciones estalló una oleada de huelgas.
El proletariado libio entró en lucha en una posición mayor debilidad. Sabemos que hubo una huelga en un yacimiento petrolífero, pero no hay noticias de otras expresiones de actividad de la clase obrera. Quizá las haya habido, no lo sabemos, pero lo bien cierto es que el proletariado como clase ha estado, en gran medida, ausente. Esto muestra que la clase obrera desde el principio ha sido vulnerable a los venenos secretados en la situación de caos y confusión ideológica. La aparición en escena de la vieja bandera monárquica y su aceptación, en tan sólo unos días, como el símbolo de la revuelta, es signo de lo profundo de esa debilidad. Esta bandera ondeó a coro del lema nacionalista "Libia libre." También hubo expresiones de tribalismo en apoyo a la oposición al régimen de Gaddafi movidas, en algún, caso por intereses regionales o tribales. Los líderes tribales han utilizado y siguen utilizando su autoridad para ponerse a la cabeza de la rebelión. Parece que hay una fuerte presencia del Islam: en muchas manifestaciones se entona el canto "Allahu Akbar"[2].
Esa maraña ideológica hace que decenas -si no cientos de miles- sientan la necesidad de huir del país. ¿Por qué los trabajadores extranjeros deberían desfilar tras una bandera nacional sea del color que sea? Un verdadero movimiento proletario habría incorporado desde el principio a los trabajadores extranjeros, ya que las reivindicaciones habrían sido comunes: mejores salarios, mejores condiciones de trabajo y fin de la represión contra los trabajadores. Eso les habría unido con independencia de la nación, tribu o religión de cada uno.
Gadafi ha empleado a fondo este veneno para tratar de conseguir el apoyo de los trabajadores y la población civil, contra la supuesta amenaza a su "revolución": los extranjeros, el tribalismo, el islamismo, Occidente ...
A la espera de un nuevo régimen
La mayoría de la clase obrera odia al régimen. Pero el verdadero peligro para la clase trabajadora es dejarse arrastrar tras la "oposición". Esta oposición liderada por el nuevo "Consejo Nacional" es un conglomerado de diferentes fracciones de la burguesía: desde miembros del antiguo régimen o monárquicos hasta líderes tribales o religiosos. Todos han aprovechado al máximo que este movimiento no tiene una dirección proletaria independiente para tratar cada uno de reemplazar a Gadafi al frente del Estado libio.
El Consejo Nacional tiene claro su papel: "El objetivo principal del Consejo Nacional es ser la cara política ... de la revolución ","Vamos a ayudar a liberar a otras ciudades de Libia, Trípoli, en especial, a través de nuestro ejército nacional, nuestras fuerzas armadas, algunos de cuyos miembros han anunciado su apoyo al pueblo "(Reuters África, 27 de febrero) "Es impensable una Libia dividida" (Reuters, 27 de febrero). En otras palabras, su objetivo es mantener la dictadura capitalista actual, pero con una cara diferente.
Sin embargo, la oposición no está unida. El ex ministro de Justicia de Gaddafi, Mohamed Mustafa Abud Ajleil, anunció a finales de febrero la formación de un gobierno provisional, con sede en Al-Baida, con el apoyo de algunos ex diplomáticos. Esta iniciativa fue rechazada por el Consejo Nacional con sede en Bengasi.
Esto demuestra que hay profundas divisiones en el seno de la oposición, que inevitablemente van a explotar, tanto por ver quién logra alzarse con el poder si finalmente consiguen deshacerse de Gadafi como por su pellejo si Gadafi vence.
El Consejo Nacional muestra su mejor cara poniendo a su cabeza a Ghoga, un famoso abogado de derechos humanos que no está muy quemado por vínculos con el antiguo régimen, a diferencia de Ajleil que está mucho más pringado. Es mejor estrategia para vender su imagen. Los media se han encargado de hacer publicidad de los Comités surgidos en las ciudades en las que Gadafi había perdido el control. Aunque algunos Comités surgieron realmente de la revuelta popular, parece que en muchos casos fueron autoproclamados por los popes locales de la oposición, bajo el auspicio del Consejo Nacional.
El esfuerzo del Consejo Nacional para establecer un ejército nacional está provocando tanta muerte y desolación a la clase obrera y la población civil en general como si formara parte de las fuerzas de Gadafi. La confraternización social que en un principio contribuyó a socavar los esfuerzos represivos del régimen ha dado paso a batallas campales en un frente puramente militar, mientras se pedía sacrificios a la población para que el ejército pudiera hacer su trabajo.
La transformación de la oposición burguesa en un nuevo régimen se acelera con el apoyo cada vez más abierto de las potencias mundiales: Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Italia, ... todos ellos gánsteres imperialistas que ahora se distancian de su antiguo amigo Gadafi para garantizarse que si un nuevo equipo llega al poder, tendrán alguna influencia sobre él. ¡La pelea imperialista por el botón libio está servida!. El bienestar de la población libia les importa lo mismo que a Gadafi o al Consejo: nada en absoluto. Lo único que les interesa a todos ellos es defender sus propios intereses imperialistas en una zona que es un avispero[3].
La clase dominante de Libia y del resto del mundo ha utilizado para sus fines lo que en un principio fue, según parece, una respuesta desesperada de la población contra ante la represión, y el movimiento que comenzó como un estallido de indignación y rabia contra la masacre de unos jóvenes se ha convertido con el tiempo en un baño de sangre pero... en nombre de una "Libia libre"
La única respuesta que le cabe al proletariado en Libia y en el resto del mundo es no dejarse enredar en las batallas sangrientas que libran entre sí fracciones de la clase dominante en nombre de la democracia o de la nación libre. En los próximos días y semanas la lucha entre estas fracciones va a ser despiadada, de un lado Gadafi aferrándose al poder y de otro la oposición que cuenta con apoyos internacionales cada vez más fuertes. Si finalmente cae Gadafi habrá una estruendosa campaña sobre el triunfo de la democracia, el poder popular y la libertad. Y si él se va, habrá una campaña tan fuerte sobre el triunfo de la democracia, el poder popular y la libertad. Sea cual sea el resultado lo bien cierto es que la burguesía va a restregarnos hasta la nausea sus dos temas predilectos contra la conciencia obrera: la democracia y el nacionalismo.
Articulo adaptado de WR nº 342 Marzo 2011 (Phil)
[1] Ver en nuestra prensa los artículos "Egipto, Túnez, Argelia: El espectro visible de los combates de clase" (https://es.internationalism.org/ccionline/2010s/2011_egipto web) y "Egipto: la lucha de clases toma el centro de la situación" (https://es.internationalism.org/node/3056)
[2] Allahu Akbar (Alá es Grande o Dios es Grande)es el himno nacional de Libia.
[3] La diplomacia mundial está permanentemente reunida al "más alto nivel" para dar -dicen- una respuesta unida a la crisis Libia. Las dificultades del Consejo General para concretar el "hacer algo ante el genocidio de Libia" en nombre de la comunidad internacional, muestra que tras la fachada del acuerdo general todos los estados tratan de sacar a delante alianzas que beneficien sus intereses imperialistas.