Detrás del discurso de paz de Obama se oculta una verdadera estrategia imperialista

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El discurso del nuevo presidente de los EE UU el pasado 4 de junio en El Cairo (Egipto) ha sido calificado rápidamente, en todos los países occidentales, de "histórico". Debemos decir que Obama se expresó con palabras y análisis que a primera vista parecían en total ruptura con la agresiva política de "¡A la guerra!" del anterior Jefe de Estado estadounidense G. W. Bush. B. Obama presentó su propia política internacional: habló de la necesidad de pasar página y de tratar los errores de Bush y de su Administración tomando en cuenta el traumatismo que supuso el Once de setiembre de 2001. Si hacemos caso de lo que dijo, la "guerra de civilizaciones", tan querida por la antigua administración estadounidense, se ha terminado. En su discurso del 4 de junio no le costó colar el mensaje de que EEUU no es enemigo de los musulmanes sino un compañero leal. Habló sin rodeos de «la ocupación» y de «la aspiración de los palestinos a la dignidad, la legalidad, la igualdad de oportunidades y a un Estado independiente»[1]. Presentó prácticamente a los Estados Unidos como ese amigo de los palestinos con el que pueden contar. Pidió a Hamás -sin calificarle de terrorista- el reconocimiento del Estado de Israel. Más significativo aún: comparó el combate de los palestinos con el de los esclavos negros de América e incluso con el combate de los negros de África del Sur en tiempos del Apartheid.

Desde la óptica de un presidente de los EEUU tales afirmaciones públicas son absolutamente inéditas; pero están en continuidad con la política de apertura diplomática que EEUU parece querer llevar a cabo con Irán; país al que han calificado hasta hace poco de «peligro potencial para la seguridad del mundo».

¡Cuántos cambios en tan poco tiempo!

¿Cómo es que los EEUU hasta ayer mismo totalmente agresivos se han vuelto de repente rapsodas del diálogo y de la paz?

Nosotros tenemos razones más que suficientes para desconfiar. La experiencia, dramática en muchos casos, nos ha enseñado a no tomarnos al pie de la letra los bellos discursos de los burgueses. La historia nos ha mostrado efectivamente que cuando el capitalismo habla de paz en realidad está preparando la guerra.

 

La necesaria reorientación de la política estadounidense

Los Estados Unidos, tras el hundimiento del Bloque ruso en 1989, han llegado a ser la única superpotencia del planeta. Mantener su dominio a cualquier precio es la orientación que han dado a su política guerrera a lo largo de los años transcurridos desde entonces. Sin embargo, a partir de 2001, con la guerra en Afganistán y en Irak, hay una realidad que se muestra con claridad meridiana: el debilitamiento de los EEUU. Su hundimiento hasta las cejas en el embrollo afgano e iraquí es una manifestación concreta y particularmente trágica de esa realidad que no se presenta aislada; en cualquier rincón del mundo las otras grandes potencias impugnan la supremacía estadounidense y ponen sus propios intereses por encima de cualquier otra consideración: es el caso de China en África, el de Irán en Oriente Medio,... Cualquier nación, camarilla o grupo de presión, cualquier burguesía nacional se anima enseguida a defender sus propios intereses, al amparo de un desorden y un caos en aumento. La política de la administración Bush, firme en su voluntad de afirmar la potencia estadounidense, sola contra todos, no ha frenado en nada este fenómeno de debilitamiento; al contrario, esa política aceleró el proceso de aislamiento y debilidad; incrementó la contestación, la discordia y el descontento antiestadounidenses en especial en el mundo musulmán, incluso por parte de aliados como Egipto o Arabia Saudita.

Que esta política obstinada, tozuda, de los EEUU no podía ser mantenida durante mucho tiempo lo ha comprendido gran parte de la burguesía estadounidense, el Presidente Obama y su Administración superando, al menos momentáneamente, la gran desavenencia existente entre republicanos y demócratas respecto a esa política. Sin embargo, la política orquestada por la Administración Obama no impedirá el desarrollo de un creciente proceso de aislamiento de Estados Unidos. El debilitamiento estadounidense y el ascenso de la tendencia a ir "cada uno a la suya", característica del periodo histórico, son realidades irreversibles. Uno de los aspectos de esta realidad se halla en la creciente imposibilidad para EEUU de intervenir militarmente y al mismo tiempo en las diferentes guerras regionales en las que está totalmente atascado. No sólo están agotados sus recursos militares, particularmente los "medios humanos", sino que la crisis económica que comienza a hacer estragos en el mundo entero le causa serios problemas. El ejército estadounidense devora diariamente millones de dólares mientras el país se empobrece a marchas forzadas, mientras explota el desempleo, y la cobertura sanitaria es nula,... En un momento en que la pobreza golpea a partes crecientes de la población ¿cómo conseguir que ésta acepte sin rechistar los gastos militares constantemente en aumento? Es más, a pesar de que les aumentan las primas y el sueldo, es cada vez más difícil encontrar jóvenes dispuestos a enrolarse, a dejarse agujerear la piel en guerras cada vez más desfavorables. Esta nueva orientación de la política imperialista de EEUU no tiene nada que ver con un humanismo reencontrado por Obama. Esta política se impone, como algo necesario, a la burguesía americana y significa, simplemente, que Estados Unidos debe hacer las cosas con mejor puntería cuando se trata de intervenciones guerreras. Su elección está decidida: llevar la guerra a Afganistán y a Paquistán; lo que consecuentemente lleva implícito el intento de calmar, al menos de momento, las apuestas iraní y palestina. Dominar la situación en Afganistán es un imperativo para EEUU, si quieren recuperar una verdadera influencia en Paquistán, un auténtico punto de confluencia de múltiples direcciones: Irán hacia el Oeste, el Cáucaso y Rusia al Norte, y China e India hacia el Este; país, este último, que no cesa de mostrar sus crecientes apetitos imperialistas. He aquí la obligada elección que deben hacer los Estados Unidos y que explica el sentido profundo del discurso de Obama en El Cairo.

 

Washington presiona a Israel

 

Israel es desde hace décadas el más fiel aliado de Estados Unidos en Oriente Medio. El vínculo entre la burguesía de estos dos países es muy fuerte y el ejército israelí está apoyado totalmente por Washington. En tiempos de G.W. Bush los israelíes lograron una notable dimensión en lo que se refiere al dominio de su política imperialista; Tel-Aviv y Washington estaban prácticamente en la misma longitud de onda. Hoy no es el caso: la Administración estadounidense exige actualmente a la burguesía israelí que se pliegue a sus exigencias, a la defensa de sus propios intereses inmediatos; lo cual ha hecho subir inmediatamente la tensión entre ambos países. Las divergencias entre Netanyahu, jefe del gobierno israelí, y el presidente Obama son claras y rotundas; de tal manera que, bajo la fuerte presión estadounidense, Netanyahu ha debido moderar sus declaraciones en el discurso que pronunció en Tel-Aviv en respuesta al de Obama en El Cairo. Por primera vez a Netanyahu no le ha quedado más remedio que pronunciar las palabras "Estado palestino", aunque lo haya hecho asociándolas a la desmilitarización de éste y al rechazo de la división de Jerusalén como capital. Esto demuestra que las presiones al jefe del gobierno israelí deben ser fuertes y constantes. En este sentido le hace falta ganar tiempo; y eso es lo que ha hecho. Nosotros estamos seguros de que esto en el fondo no va a cambiar nada. Es fácil darse cuenta de ello cuando se descubre que Netanyahu ha pedido a los palestinos, como condición previa, que reconozcan al Estado israelí como un Estado judío. El Jefe de gobierno ha hecho de esta exigencia un elemento central, un factor que condiciona cualquier avance en las negociaciones de "paz"; cuando tiene claro que eso para la burguesía palestina no es de ninguna manera aceptable.

Con toda seguridad van a seguir subiendo las tensiones entre Israel y los EEUU; y no es menos cierto que esta nueva política estadounidense a la larga empujará a Israel a huir hacia una salida guerrera, llevado de la mano de la fracción burguesa en el poder

El Primer ministro B. Netanyahu considera la amenaza nuclear iraní insoportable para Israel. La escalada verbal entre M. Ahmadinejad, líder iraní, y el Gobierno israelí plasmaron el incremento de tensiones entre los dos países. Es más que probable que los acontecimientos actuales en Irán no tranquilicen mucho a la burguesía israelí. El Estado israelí puede caer en la tentación de poner al gobierno Obama contra las cuerdas por medio de una acción militar contra Irán.

Aunque tal perspectiva nunca se lleve a cabo la burguesía israelí no puede quedarse sin reaccionar ante lo que consideran un aumento de las exigencias estadounidenses. Paradójicamente, este incremento de las tensiones es el resultado del debilitamiento estadounidense. La guerra y la barbarie van a continuar desarrollándose inexorablemente en esta región del mundo.

Tino (02 julio 2009)
Traducción desde CCI Online de Révolution Internationale

 



[1] Courrier Internationale, 16 Junio 2009

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