Enviado por Accion Proletaria el
Desde hace más de un año, la clase dominante, a través de sus innumerables medios de propaganda y desinformación, no ha parado de intoxicarnos con el proceso de “paz” o el «final dialogado de la violencia» (según el gobierno Zapatero y partidos que lo apoyan) o la simple «rendición ante los violentos», según reza el ideario del PP.
Toda esta ponzoña ideológica lanzada contra la clase obrera esconde sin embargo graves problemas y rencillas dentro de la burguesía española que al proletariado le conviene desenmascarar para mantenerse en su terreno de clase y no tomar partido por ninguna fracción de la burguesía.
El verdadero problema que late detrás del problema del terrorismo de ETA es la mala cohesión del estado nacional del capital español. Este problema hunde sus raíces en la monarquía absoluta y la burguesía no fue capaz de solucionarlo durante el siglo XIX. Durante la decadencia del capitalismo, en el siglo XX, este problema ha tendido a agravarse aunque en los años 30 fuese el nacionalismo catalán el que cobrase un mayor protagonismo. La dictadura franquista trató de solventar “este problema” mediante la bota de hierro de la «unidad de las tierras y los hombres de España». Con la Constitución de 1978 la burguesía pretendió atajar la cuestión territorial mediante la concesión de los Estatutos de autonomía a las “nacionalidades históricas” (Cataluña, País Vasco y Galicia), pero al mismo tiempo se conceden estatutos de autonomía al resto de regiones con la maniobra que se llamó “café para todos” que trataba precisamente de diluir el peso de las fracciones nacionalistas más potentes.
En 1989 con la caída del muro de Berlín y el hundimiento del bloque imperialista soviético, comienza el período de descomposición, última fase del capitalismo decadente y moribundo, donde todas las contradicciones de este sistema ya condenado por la historia tienden a exacerbarse y pudrirse: crisis económica, conflictos imperialistas, putrefacción de las relaciones sociales... Se impone en su forma más acabada “el cada uno a la suya”... Este pudrimiento social es el que empuja a las fracciones nacionalistas a pujar con sus tendencias “soberanistas”.
Ante este órdago (que en España se expresó sobre todo a través del pacto de Lizarra entre el PNV y ETA-Batasuna), la burguesía nacionalista española reaccionó con el Pacto Antiterrorista (¡impulsado a iniciativa del PSOE y del propio Zapatero!). Como consecuencia de ese pacto se endurecía la ofensiva sobre el llamado “complejo Batasuna” (ley de partidos, ilegalización de Batasuna, etc.), y al mismo tiempo se iniciaba una indisimulada maniobra para desalojar al PNV del gobierno vasco (su medio fundamental de subsistencia) a través de una alianza tampoco clandestina del PSOE y el PP para las elecciones vascas del año 2001. Sin embargo esta tentativa fracasó, y el PNV envalentonado lanzó un nuevo envite con el llamado Plan Ibarretxe.
Con el fracaso del Pacto Antiterrorista y el agravamiento de las tensiones territoriales llegamos a las elecciones del 14 de marzo de 2004, en las que a causa del atentado terrorista del 11 M, la burguesía española por primera vez desde la llamada Transición, desde 1976, tiene que improvisar un gobierno, y reabrir viejas heridas en el aparato político al sentirse la derecha desplazada del poder con malas artes. EL 11-M a parte de ser el atentado terrorista más grave de la historia de España supone también una desestabilización del aparato político de la burguesía que vemos que afecta a los dos grandes partidos del nacionalismo español.
Ante esta situación, el gobierno Zapatero trata de reeditar la ,maniobra del “café para todos” de 1978. Este intento se salda con un sonoro fracaso y lo que hace es destapar la caja de Pandora de las tensiones centrífugas de las diversas fracciones regionales de la burguesía: nos enteramos por primera vez de que Andalucía es una “nacionalidad histórica” o que la Comunidad Valenciana aspira a las mismas competencias que País Vasco y Cataluña...
La “jugada maestra” que cerraría esta operación política sería la negociación con ETA-Batasuna que trataría de reeditar el tripartito catalán en el País Vasco desalojando al PNV del gobierno. Lo arriesgado de esta apuesta se demuestra no solo por su fracaso, sino por el deterioro político que ha ocasionado a todo el aparato político de la burguesía, que en vez de encauzar las tensiones territoriales ha agravado su deriva centrífuga.
Como puede verse en esta sucesión de acontecimientos que hemos venido analizando puntualmente desde las páginas de esta publicación (véase por ejemplo AP nº 193), los discursos sobre la «búsqueda de la paz», o el «derecho a una convivencia pacífica» son el teatro con el que disimular las puñaladas traperas que se dirigen unas fracciones burguesas a otras, y que solo pueden ir a más, porque, como hemos analizado repetidamente, el capitalismo no sólo no tiene solución al terrorismo y a la guerra, sino que estos constituyen su verdadero modo de vida.
Cuando las “esperanzadoras noticias sobre la tregua” de ETA, sobre la “oportunidad” que ello representaba para la paz, ya advertimos (ver AP nº 189) que para los trabajadores la amenaza del terror y la miseria no sólo no se alejaba sino que se hacía cada vez más patente, más cotidiana. Ya con el atentado de Barajas de Diciembre pasado que costó la vida a dos trabajadores emigrantes, y que sin embargo fue calificado de “accidente” por el gobierno, se puso de manifiesto lo peligroso de cualquier ilusión de que la amenaza del terror fuera a desaparecer.
Ahora con la ruptura “formal” de la tregua por parte de ETA, aumenta aún más si cabe el peligro de ser reventado como “daño colateral” de la pelea entre defensores de la patria vasca y defensores de la patria española. Por el momento las autoridades “democráticas” nos piden que jaleemos sus éxitos policiales, y que al mismo tiempo demos por buenos los crecientes controles policiales, el espionaje sobre la población, los llamamientos a la delación de comportamientos “sospechosos”, etc., como si eso nos fuera a poner a salvo del horror, cuando cada día que pasamos sometidos a este sistema es un paso más en ese horror, cuando lo único que puede frenar o erradicar esta siniestra perspectiva es precisamente la defensa de una perspectiva revolucionaria que acabe con todas las patrias, con todos los Estados.
Pel/Et 22 de julio de 2007