Enviado por Accion Proletaria el
Hace pocos días, la dirección de SEAT anunciaba la reducción de otros 1600 empleos en los próximos dos años. Días después se sellaba el destino de la factoría SAS en Abrera (Barcelona) que trabaja precisamente para la SEAT. Estos anuncios vienen a sumarse al cierre de Delphi que liquida 4000 empleos (ver nuestra hoja de intervención en este mismo AP), contando las empresas auxiliares de la última gran industria de la bahía de Cádiz, los despidos previstos en CASA-EADS por la crisis de Airbus (ídem), así como los negros planes de “ayuda a la reestructuración” de las empresas del textil, el calzado y el juguete,...
Para cada vez más obreros cada “rumor”, cada “reunión de los sindicatos con la empresa”, cada aviso de nuevos “planes de viabilidad” o de “futuro”, etc., supone una nueva punzada de angustia, el inicio de una nueva pesadilla, de una nueva tortura de incertidumbres.
Muchas de las creencias del pasado se van diluyendo como un azucarillo en las turbulentas aguas de la crisis del sistema capitalista mundial: el empleo “de por vida”, la idea de que trabajar en empresas fuertes o en sectores “punta” protegía contra el desempleo o la precariedad, la ilusión de que si nuestro trabajo era “rentable” para el patrón – aunque fuera a costa de sacrificar sueldos y jornadas –la plaga de los despidos pasaría por nuestro lado sin afectarnos,... Pero, como decíamos, estas vanas ilusiones van cediendo terreno ante la descarnada realidad de que la lacra del desempleo, la condena perpetua a la precariedad laboral, la privación de por vida de una vivienda, de una sanidad o de unos transportes dignos de seres humanos, etc., son la sentencia que el capitalismo ha dictado inexorablemente contra la propia humanidad.
Los propagandistas de los explotadores, nos recalcan una y otra vez que lo que hace funcionar a la sociedad es la competencia, el estímulo de la obtención de beneficios. Y sin embargo eso es lo que hoy empuja a la destrucción de la especie humana y a la aniquilación del planeta. Para que la humanidad pueda vivir, este sistema social basado en la explotación y la guerra debe desaparecer de la faz de la tierra. Es necesario por tanto organizar la vida social sobre la Tierra de una manera radicalmente diferente si queremos hablar efectivamente de futuro para nuestros hijos.
La única forma en que, efectivamente, la humanidad puede asegurar su supervivencia es que la sociedad deje de estar basada en el sacrificio de las necesidades humanas en el altar del Dios del beneficio y la acumulación de capital. Y eso es lo que en esencia plantean las luchas de la clase obrera contra la explotación. Cuando los trabajadores se movilizan por sus reivindicaciones están evidenciando precisamente esa negativa a sacrificar sus necesidades como seres humanos, como tantos miles de millones de seres humanos, en provecho del interés de un puñado de explotadores. Cuando los trabajadores de otras empresas, de otros sectores, de otras ciudades, se movilizan en solidaridad con las reivindicaciones de unos compañeros, están anteponiendo ese sentimiento de comunidad humana al calculo egoísta que destila el capitalismo, están demostrando que la única forma de hacer frente a los efectos de la concurrencia sobre la humanidad, es precisamente anteponiendo esa base común de todos los trabajadores a las divisiones artificiales (de empresa, sector o nacionalidad) creados por el orden capitalista el desarrollo de la explotación y para impedir una lucha unida y solidaria de todos los explotados.
Para los trabajadores el desarrollo de la unidad y la solidaridad obreras es no sólo el medio principal de oponer una fuerza al enorme poder de los capitalistas (con sus “leyes”, su dinero, su Estado y sus medios de comunicación,...), sino también la materialización progresiva de ese otro mundo posible.
Para los capitalistas, en cambio, la unidad y la solidaridad obreras son como una peligrosa y contagiosa epidemia que intentan atajar a toda costa. Para ello por un lado tratan de fomentar la división entre los trabajadores, mientras que por el otro se afanan en ofrecernos una falsa solidaridad que, con la apariencia de “todos a una”, significa en realidad uncirnos al yugo de nuestro enemigo: el Estado y la economía nacionales.
De lo primero hemos tenido buena prueba con los despidos programados en Airbus, o con los que se anuncian en Seat. En el primer caso han organizando pérfidamente un ataque escalonado para tratar de oponer y enfrentar a los trabajadores más veteranos – y por lo tanto con despidos más costosos -, con los más jóvenes que tienen una cobertura precaria, a los obreros de unas factorías con los de otras, o, a los asalariados de los talleres con los de las oficinas. Tratan con ello de inculcarnos que en última instancia los culpables de nuestra situación son otros obreros que tendrían el “privilegio” de no perder sus puestos de trabajo.
Para fomentar esta idea de culpabilización de los trabajadores, la Patronal recurre muy a menudo a plantear los despidos como “bajas” o “prejubilaciones” incentivadas por la propia compañía, de tal forma que parece una decisión “personal” y “libre” del explotado asumir un deterioro de sus condiciones de vida (pues lógicamente tales ofertas comportan una disminución del salario o irse comiendo la pensión del futuro). Esta es la “libertad” que el capitalismo concede a sus explotados. Efectivamente son libres de trabajar o de no hacerlo (no están forzados como los esclavos, ni atados a la tierra como los siervos), pero porque están “libres” (es decir privados) de cualquier medio de subsistencia que no sea ir a buscar a su explotador y venderle su fuerza de trabajo por un salario. Y este tipo de “decisiones” personales, que los sindicatos nos venden siempre como “menos traumáticas”, representan en cambio semanas y meses de tortura, de incertidumbre, de angustia por las repercusiones de una u otra decisión, y sobre todo de aislamiento de los demás trabajadores, de sentirlos extraños a tu decisión, cuando no concurrentes por el puesto de trabajo. Por ello la SEAT, que sacó lecciones de la explosión de solidaridad que suscitó el anuncio directo de más de 600 despidos en 2005 (ver AP 187), opta en esta ocasión por librarse de otros 1600 compañeros mediante la trampa de las bajas pactadas.
Pero las trampas de división y aislamiento de los trabajadores deben, para ser mucho más eficaces, apuntalarse con la farsa de la “solidaridad” de pacotilla, la que proporcionan autoridades, partidos políticos, la Iglesia, los sindicatos,… que se llenan la boca de promesas de “ayudas”, cuando en realidad ellos son culpables y cómplices de los ataques de los que quieren “consolarnos”. Así por ejemplo, ante Airbus, hemos visto desfilar a todos los candidatos para las próximas elecciones francesas, cuando con los “socialistas” o más recientemente con Villepin, los obreros franceses han asistido a una brutal escalada del paro y la precariedad, y a un no menos brutal recorte del “Estado del bienestar”, que exigía la supervivencia del capital francés.
Y otro tanto cabe decir del “todos estamos con los trabajadores de Delphi” que a coro han entonado el PP y el PSOE, las autoridades locales y de la Junta de Andalucía, y hasta el mismísimo gobierno central. Pero han sido esas mismas autoridades, de uno u otro signo, las que cierres de empresas tras regulación de empleo, tras reconversiones,… han llevado al antaño polo de desarrollo de la Bahía de Cádiz a un verdadero desierto. Para rebozar mejor esa idea de “unidad” entre explotadores y explotados, han recurrido en esta ocasión al discurso patriotero “antiyanky”, como si los empresarios o el Estado español no tuvieran una larga tradición, en esa misma zona sin ir más lejos, de echar a la calle a miles de trabajadores, simplemente porque explotarlos en los astilleros de Cádiz o del mismo Puerto Real, resultaba poco rentable o demasiado caro para las arcas del Estado capitalista español.
No digamos del cinismo de la “solidaridad” de los sindicatos. En SEAT por ejemplo, los mismos UGT y CCOO que hace poco más de 1 año pusieron nombres y apellidos a los 600 despedidos (Ver AP nº 187) que nos dijeron que eran imprescindibles para mantener la “viabilidad” y el futuro de la empresa, se ofrecen hoy para organizar y hacer “menos traumáticos” los siguientes 1600, que esta vez, nos dicen, son “necesarios” para tener contentos a los “alemanes” y que sigan confiando en las factorías de SEAT.
Los “por el futuro de la empresa”, los “salvemos tal sector o cual región”, el “en defensa de la industria nacional”,…que son las plataformas de las campañas de “solidaridad” que organiza el Estado burgués, suponen que los explotados tienen interés en el buen funcionamiento de las instituciones de un sistema que se basa precisamente en que una minoría vive a costa de los sacrificios y el sufrimiento creciente de la inmensa mayoría de la población. Nosotros decimos todo lo contrario, para “salvar” la existencia de los seres humanos debemos hacer desaparecer las empresas, las naciones, los Estados. No hay más salida.
Acción Proletaria.
25-3-2007