Enviado por Accion Proletaria el
En ese esfuerzo por comprender estos terribles acontecimientos, tanto en las Reuniones Públicas en la que hemos abordado este asunto, como en algunas de la cartas que hemos recibido, algunos compañeros nos han expresado sus matices o desacuerdos con los artículos que hemos publicado recientemente. En particular, algunos compañeros han insistido en la necesidad de precisar que queremos decir cuando denunciamos el terrorismo y la brutal explosión de violencia que vivimos, ya que la burguesía aprovecha estos acontecimiento para “rechazar” todo tipo de violencia, venga de donde venga, por lo que la denuncia del terrorismo podría hacernos parecer cómplices de las campañas antiterroristas organizadas por el Estado. Ante todo queremos saludar esas contribuciones y animar a otros compañeros a que participen en esta discusión. Por nuestra parte, queremos seguir aportando otros elementos para comprender históricamente estos problemas y por ello, queremos precisar más concretamente el marco en el que los situamos para comprenderlos desde la perspectiva de la clase obrera.
La mentira de la violencia genérica y la realidad del terror capitalista, el terrorismo y la violencia de clase del proletariado
Desde hace décadas nuestra Corriente ha desarrollado un esfuerzo teórico y político para restablecer la visión marxista sobre el problema de la violencia en el enfrentamiento entre las clases a lo largo de la historia y concretamente en el capitalismo ya que “...las relaciones sociales entre las clases lo son obligatoriamente de oposición y antagónicas, o sea de lucha...”. De hecho, en Octubre de 1.978, adoptamos una Resolución sobre Terror, Terrorismo y Violencia de Clase que se planteaba como objetivo “...establecer un marco, una visión de conjunto que permita abordar estos problemas desde un punto de vista proletario y no por medio de afirmaciones simplistas como que la ´violencia es violencia` , ´la violencia es el terror`, ´decir que la violencia no es terror es pacifismo`, etc...o sea las afirmaciones de la casuística de que ´el fin justifica los medios`...” (Revista Internacional nº 15, pag.19). Y tanto ayer, como hoy la primera cuestión a señalar para responder a las trampas de la ideología burguesa sobre los fenómenos de violencia entre clases en la sociedad es señalar que “..hablar de violencia en general, en términos generales sin hacer referencia a las condiciones concretas, a los períodos históricos, a las clases que los ejercen, significa no entender absolutamente nada de su contenido real, de lo que la transforma en cualidad diferente y específica en las sociedades de explotación y el porque hay una diferencia cualitativa entre violencia y terror....” (Revista Internacional nº 14,pag 8). Por esta razón, nosotros siempre hemos denunciado las campañas ideológicas de la burguesía sobre el terrorismo-antiterrorismo y hemos diferenciado siempre la naturaleza de la violencia de clase del proletariado del terror del Estado burgués y del terrorismo de la pequeña burguesía en sus diferentes expresiones. Hablar de violencia en general, de violencia en sí misma y no distinguir radicalmente que clase la ejerce, con que medios y con que objetivos históricos supone “....ocultar todo lo que distingue y opone a ambas clases, no en las nubes especulativas, sino en la mismísima realidad de sus prácticas respectivas. A fuerza de identificarlas en sus prácticas, acaba por imponerse de hecho una identidad de los sujetos mismos, entre la burguesía y el proletariado para llevarnos a la aberrante conclusión de que por un lado nos encontramos ante dos clases cuya esencia es diametralmente opuesta y sostener, por otro lado que esas dos clases tienen en realidad una práctica idéntica....” (id, op. cit). En ese sentido siempre hemos afirmado y afirmaremos que “...el terror no es tal o cual acto de violencia episódico y circunstancial. El terror es un modo particular de la violencia, inherente a las clases explotadoras. Es una violencia concentrada, organizada, permanente y especializada, mantenida en constante desarrollo y perfeccionamiento para así perpetuar la explotación....es la violencia de una clase minoritaria contra la gran mayoría de la sociedad,.....violencia que se perpetua y perfecciona hasta el punto de encontrar su razón de ser en si misma y,....necesita un cuerpo cada vez más especializado, más separado de la sociedad y encerrado en si mismo, para imponer con la mayor brutalidad posible su férula sobre el conjunto de la sociedad....”. Tal es la realidad y la práctica que se esconde tras los ropajes del llamado “Estado democrático” que permanentemente nos invitan a defender, y al que los obreros tendríamos que confiar nuestra seguridad como “ciudadanos libres”. Y ante la realidad y la práctica del Terror del Estado siempre hemos defendido que “...la fuerza invencible de la clase obrera no residirá tanto en la fuerza física y militar, y menos aún en la represión. Su capacidad para movilizar a las más amplias masas, para asociar a la mayoría de las capas y clases trabajadoras no proletarias a la lucha contra la barbarie capitalista. Su fuerza reside en su toma de conciencia y en su capacidad para organizarse de manera autónoma y unitaria, en la firmeza de sus convicciones y en el vigor de sus decisiones. Estas son las armas fundamentales de la práctica y de la violencia de clase....” (id, op. Cit.).
Pero en la sociedad existen más manifestaciones del enfrentamiento entre clases porque “...el proletariado ya no es la única clase que soporta los rigores del terror del Estado sobre la sociedad. El terror se ejerce igualmente sobre todas las clases y capas pequeño burguesas.....Esas capas y clases al no ofrecer alternativa histórica alguna al capitalismo, excitadas y exasperadas por la barbarie del sistema y de su terror, lo único que pueden oponerle son actos desesperados: el terrorismo. Aunque puede ser usado por ciertos sectores de la burguesía el terrorismo es esencialmente el modo de acción político, la práctica de capas y clases desesperadas y sin porvenir. De ahí que esa práctica que se pretende “heroica y ejemplar” no es más que una acción suicida. No ofrece ninguna salida y no tiene ningún efecto positivo sobre la lucha de clases y sólo sirve para entorpecer la lucha....”· (id, op. Cit). Por ello siempre hemos afirmado que “.. el terrorismo como práctica es perfecto reflejo de su contenido: las clases pequeño burguesas de las que emana. Es la práctica estéril de clases impotentes y sin porvenir...” . Esta práctica del terrorismo tiene una historia que conviene no olvidar :
En el siglo XIX expresaba fundamentalmente la impaciencia de sectores de la pequeña burguesía inadaptada a la evolución capitalista, por ejemplo, los narodnikis en Rusia o los anarquistas, que atentaban contra los simbolos del sistema y no masivamente contra la población.
A partir de la 2ª Guerra Mundial, el terrorismo va cobrando amplitud a partir de la tentativa de combatir militarmente con “movimientos de resistencia” organizados por la burguesía “democrática” contra la ocuapación nazi en Francia, Grecia o Yugoslavia. El fenómeno de la utilización de la lucha armada de minorías en los enfrentamientos imperialistas se desarrolla vigorosamente. Tras el fin de la citada guerra, continua desarrollandose a través de los llamados “movimientos de liberación nacional”, encabezados generalmente por terroristas que, con el triunfo a nivel regional de uno u otro bloque imperialista pasan de ser “apestados” a convertirse en “respetables hombres de Estado”. Tal es el caso de la OLP, el Irgún israelí, ETA, IRA. Más recientemente debemos recordar que los propios USA financiaron a Bin Laden para combatir la ocupación rusa de Afganistan. El fenómeno del terrorismo, en esa época, se inscribe en la lógica criminal de los enfrentamientos imperialistas que son los que los financian, apoyan y en ciertos casos los organizan.
Los atentados de 1986 en París, ponen de manifiesto el empleo directo por parte de un Estado, en este caso Irán, de atentados indiscriminados contra la población civil. Tras esto hay la tentativa de defender sus propios intereses contra la presión de las grandes potencias, como vimos más tarde en el caso de Siria o Libia. Ese fenómeno se acentúa a partir del hundimiento del bloque del Esta y la tendencia del “cada uno para si” que caracteriza la vida del capitalismo en la época de la descomposición, y lo podemos ver con la proliferación de grupos terroristas armados alimentados por el desarrollo de la descomposición. Cada vez más difícil distinguir entre guerras convencionales y terrorismo; los ejércitos regulares atacan cada vez más objetivos civiles sin valor militar, con el objeto de aterrorizar a la población (ver los bombardeos de la 2ª Guerra Mundial, o los “efectos colaterales” de los bombardeos en los Balcanes o en Irak); al mismo tiempo asistimos a un uso creciente de armas de destrucción masiva por los grupos terroristas , y a atentados que son verdaderas masacres.
En definitiva, nuestro rechazo a hablar de la violencia en general, de aceptar siquiera ese terreno vago y ambiguo de “violencia si, violencia no” que no nos permite comprender el problema en términos de clase, de práctica, de proyecto histórico nos ha permitido afirmar siempre que “...La lucha del proletariado, como cualquier lucha social, es necesariamente violenta pero la práctica de su violencia es tan diferente de la violencia de las demás clases como diferentes son sus proyectos y sus metas. Su práctica incluida la de la violencia, es acción de amplias masas y no de minorías; es liberadora, es el parto de una sociedad nueva y armoniosa, y no la perpetuación de un estado de guerra permanente e uno contra todos y todos contra uno. Su práctica no intenta perfeccionar y perpetuar la violencia, sino proscribir de la sociedad los actos criminales de la clase capitalista. Es por esto por lo que la violencia revolucionaria del proletariado no podrá tener jamás la monstruosa forma del terror típica de la dominación capitalista, o la forma del terrorismo impotente de la pequeña burguesía.....” (id. Op. Cit). En este contexto general e histórico debemos situar la reflexión sobre el significado de los recientes atentados del 11 M en España, para comprender lo que realmente representa esta nueva y brutal etapa que vivimos de “normalización del horror” .
¿Que representa el auge actual del terrorismo?
La siniestra “normalidad” con la que los ataques terroristas están convirtiéndose en moneda corriente en los últimos años y, la brutal expresión que están tomando en los últimos meses nos obliga a comprender que estamos ante la realidad de una nueva forma de guerra jamás vista hasta ahora.
“...Con la entrada del capitalismo en su fase de descomposición, hemos identificado varias tendencias que hoy aparecen enredadas en los atentados terroristas:
El aumento del terrorismo, de las capturas de los rehenes como medio de guerra entre Estados, en detrimento de las ´leyes` que el capitalismo se había dado en el pasado para ´reglamentar` los conflictos entre fracciones de la clase dirigente.
El aumento del nihilismo, del suicidio de los jóvenes, de la desesperanza....
...la profusión de sectas y el resurgir del espíritu religioso, incluso en algunos países avanzados, el rechazo hacia un pensamiento racional, coherente, construido....
Estas tesis que fueron publicadas en 1990, se han visto modificadas por la aparición de un fenómeno nuevo que emerge con el terrorismo llamado “islamista”: la disgregación de los propios Estados, la aparición de “señores de la guerra” que utilizan a jóvenes kamikazes, cuya única perspectiva es la muerte, para avanzar sus intereses en el tablero internacional....Ya no estamos aquí en presencia de una guerra imperialista “clásica” sino de una disgregación general de la sociedad en bandas armadas....La descomposición capitalista cobra aspectos mucho más terribles que en el pasado.” (Atentados en Madrid: el capitalismo siembra la muerte, Revista Internacional 117).
El fenómeno del terrorismo en el marco del cada uno para si que preside la descomposición del capitalismo, ha tomado una nueva y brutal forma: la de los atentados terroristas indiscriminados que amenazan permanentemente al conjunto de la población mundial y que se acerca de forma ineluctable hacia las principales concentraciones obreras del plantea. Los atentados de Madrid han sido el primer, y no el último capitulo, de esa permanentización del horror. “ ...Contrariamente a lo que nos quieren hacer creer, el Estado capitalista se va a blindar cada vez más frente a las tendencias bélicas exteriores y las tendencias centrífugas interiores, y las potencias imperialistas- sean de primer, segundo o cualquier orden – no vacilarán nunca en usar en beneficio propio a los señores de la guerra o las bandas armadas terroristas...En realidad los principales responsables de todos estos acontecimientos son las principales potencias capitalistas...” (Idem, Revista Internacional 117).
Cuando desde nuestras publicaciones denunciamos sin tregua el terrorismo y todas sus nuevas manifestaciones, lo que queremos dejar bien claro son dos cosas. De un lado, la falsedad criminal que nos ofrecen los Estados como “alternativa” al desarrollo de la barbarie, es decir, abandonar la lucha como clase ante la barbarie capitalista, es decir, abandonar la lucha por acabar con la raíz de los problemas, el capitalismo en descomposición. Y, por otro lado, no dejar la menor ambigüedad acerca de que si la clase obrera no logra desarrollar su lucha histórica por la abolición del sistema, el fenómeno de este nuevo terrorismo, de esta nueva forma de la guerra del todos contra todos de los Estados capitalistas se desarrollará de forma dramática y brutal.
La clase obrera debe comprender que en sus manos, en su proyecto histórico, en la lucha por su futuro esta la única solución a la barbarie capitalista y que para ello debe avanzar en su lucha revolucionaria, incluyendo y desarrollando su violencia de clase, para ir a la raíz de los problemas de la violencia de clases que desgarra a esta sociedad.
Vyborg