Cataluña, España ¡Los proletarios no tienen patria!

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Cataluña, Barcelona en especial, es uno de esos lugares inscritos en la memoria del proletariado español y mundial. Las luchas, las victorias y las derrotas de la clase obrera en ese territorio han marcado la historia de nuestra clase. Por eso, en la situación actual, la CCI, mediante este artículo y otros precedentes en nuestra prensa territorial, quiere alertar a nuestra clase ante el peligro de verse arrastrada por la pelea nacionalista que allí está ocurriendo. De esto, no saldría indemne.

De la esperanza del Movimiento de los Indignados en 2011…

En un mismo lugar y con apenas años de distancia, dos escenarios sociales no solo distintos sino completamente contrapuestos.

Barcelona en los días posteriores al 15 de mayo del 2011. Durante el movimiento de los Indignados, la Plaza de Cataluña es un hervidero de reuniones y asambleas; de más de 40 comisiones que abordan desde las causas de la catástrofe medioambiental a la solidaridad con las luchas en Grecia contra los recortes sociales. No hay bandera alguna. En cambio, sí que hay bibliotecas improvisadas con libros aportados por gente, a la disposición de todos, para ampliar las miras de ese movimiento que expresa esencialmente la indignación por los estragos que causa la crisis capitalista y la inquietud por el futuro que la pervivencia de este sistema puede deparar para toda la humanidad. Esas mismas plazas, en Barcelona y por otras partes de España, tras el movimiento iniciado en la Puerta de Sol de Madrid, ven juntarse y debatir, con todo respeto y escucha, a gentes de todas las edades, de todas las lenguas, de todas las condiciones. En las asambleas desembocan, día tras día, manifestaciones de trabajadores, marchas de protesta contra los recortes en sanidad, delegaciones de vecinos que buscan la solidaridad de los presentes para intentar parar un enésimo desahucio, etc. Las asambleas actúan como un cerebro colectivo que intenta relacionar las distintas expresiones de lucha en búsqueda de una causa común unificadora. “Somos antisistema porque el sistema es inhumano” se proclama orgullosamente. El movimiento sufre una represión despiadada[1] pero igualmente se denuncia que “Violencia también es cobrar 600 euros”[2].

…al retroceso y la histeria nacionalista en 2017

En esas mismas calles, hoy, cientos de miles de personas se manifiestan “por la independencia de Cataluña”, pero lo hacen instrumentalizados, como masa de maniobra que obedece convocatorias designadas por oscuros “cerebros en la sombra”, para acciones que tienen un significado incomprensible para quienes actúan de figurantes en un teatro que otros escriben. Así sucedió con quienes se llevaron los palos de la policía defendiendo las urnas en el referéndum del 1 de octubre, que vieron cómo en los días posteriores, los propios convocantes del referéndum relativizaban la propia efectividad de la consulta y la rebajaban a un acto meramente “simbólico”. O quienes se dejaron llevar por la euforia del “Ya somos república” tras la supuesta proclamación de ésta el 27 de octubre. Se trataba, como lo afirmaron después, de un acto “simbólico”, virtual, estéril. En el extremo opuesto del movimiento del 15 de Mayo de 2011, para unirse a tales actos nacionalistas, el espíritu crítico sobra. Basta con tener en las mentes un “discurso nacional” bien montado. Esto es lo normal de cualquier nacionalismo, pero en el caso de Cataluña y otros lugares “sin Estado”, ese discurso es un mejunje donde todo se mezcla en unas mentes condicionadas para que ninguna crítica pueda aparecer.

Se invoca la reivindicación de una arcadia mitificada, una patria catalana que nunca existió. En ese mecanismo, un enemigo es necesario, y sólo puede serlo el Estado central y sus supuestos vestigios “fascistas”. Y un chivo expiatorio: los españoles en general y todo lo que se les parezca, que serían la causa de todas los sufrimientos de esta sociedad; y así se está dispuesto a marchar, con la cabeza baja y las anteojeras puestas junto a los explotadores catalanes, los corruptos catalanes, los represores policías catalanes, los “ultras” que se dedican a señalar y a intimidar a los “otros” (en este caso quien se muestra tibio en un anti-españolismo necesariamente visceral). Y es ese mismo nefasto patrón de conducta el que siguen los manifestantes que en los días siguientes desfilan por esas mismas calles, esta vez “contra la independencia de Cataluña”. Esta vez el paraíso perdido usurpado es el de la “convivencia pacífica de todos los españoles”. Esta vez los chivos expiatorios sobre los que cargar las culpas de la miseria o la incertidumbre sobre el futuro son “los que se saltan la ley” o “los que quieren romper España”. Y también, a marchar codo con codo con una similar cohorte de explotadores, corruptos y represores y también de ultras españolistas que avanzan en esa misma dinámica de persecución y de intimidación violenta más o menos descarada contra los otros[3].

Dos opciones opuestas y antagónicas para el porvenir de la sociedad

Entre el movimiento de los Indignados de 2011 y las recientes orgías patrioteras catalanas o españolas hay una frontera de clase y un abismo de perspectivas. En aquél, y pese a todas las innegables dificultades, latía la expresión de una clase social – el proletariado – portadora de un proyecto de transformación social a escala planetaria, en busca de una explicación coherente de los orígenes de los problemas que afectan a todo el mundo, creadora de una base para una verdadera unificación de toda la humanidad y de superación, por tanto, de las divisiones de clase, de raza, de cultura, etc. Se asienta por tanto en la búsqueda de una salida revolucionaria para el futuro de la sociedad, liberando a la humanidad de las cadenas de la explotación. Las orgías patrioteras, en cambio, se basan en reminiscencias, en atavismos, de un pasado mitificado y mistificador. No solo eso, sino que justifican y ahondan la fragmentación social, separando a hermanos de clase como nacionalistas de una u otra bandera. Su perspectiva no es la del avance revolucionario, sino la del retroceso reaccionario hacia un pasado cerrado, cargado de desconfianza y miedos. El factor que los alimenta no es la búsqueda de una nueva organización social basada en la satisfacción de las necesidades de todos, sino el pudrimiento del viejo orden social que reina sobre la base del “sálvese quien pueda”

¿Cómo hemos llegado hasta aquí?

Unos y otros ofrecen explicaciones circunstanciales y locales. Según los nacionalistas catalanes estaríamos asistiendo a una reemergencia de los vestigios franquistas que permanecerían en el Estado español tras la transición democrática. Según los nacionalistas españoles la deriva independentista sería una especie de huida hacia delante para tapar las vergüenzas de un régimen de corrupción instalado en las administraciones catalanas desde hace décadas. El principal desmentido de tales patrañas justificativas es el comportamiento mismo de los actores del proceso. Desde hace décadas el principal partido de la Generalitat (la administración autonómica catalana) antes conocido como CiU y ahora como PDECat[4], ha basado su hegemonía en un régimen clientelista y corrupto. Y eso no impidió a los sucesivos gobiernos de izquierda y derecha alquilar sus servicios (recibiendo suculentas contraprestaciones con cargo a los presupuestos generales del Estado) como muleta de apoyo para gobernar en Madrid. Tampoco los nacionalistas catalanes se amilanaron por los residuos “franquistas” en el Estado español para pactar con el PP[5] y luego con Zapatero[6] (los gobiernos tripartitos de ERC e Iniciativa[7]). Cuando el PDCat vuelve a la Generalitat en 2010, el propio Artur Mas[8] – heredero ungido por el mismísimo Pujol – no dudó en apoyarse en el PP para sacar adelante un programa de austeridad implacable contra las condiciones de vida de la población que más tarde inspirará al propio Mariano Rajoy[9].

Las causas históricas

Por eso podemos decir que la explicación de la deriva separatista en Cataluña no se encuentra en factores específicos de la evolución histórica específica de Cataluña o España sino en las condiciones históricas mundiales, en el adentramiento del conjunto del capitalismo mundial en su etapa final de descomposición social.

El marxismo no ha negado nunca la existencia de esos factores particulares de la evolución del capitalismo en cada uno de los países. En particular ha reconocido, en el caso de los separatismos en España, levantándose como una barrera reaccionaria suplementaria frente a la necesidad del proletariado de verse como clase indivisible, el peso de un desarrollo desequilibrado entre unas zonas más abiertas al comercio y la industria, y el resto más encerrado en el aislamiento y el atraso[10]. Pero el marxismo también explica que esos conflictos y contradicciones locales evolucionan condicionados por el curso del capitalismo a escala global. Esto es particularmente patente en el caso del nacionalismo. Si en los siglos XVIII y XIX la formación de algunas nuevas naciones pudo representar un avance para la demolición de estructural feudales y el desarrollo de fuerzas productivas, una vez que el capitalismo alcanzó el final de su etapa ascendente a principios del siglo XX, la “liberación nacional” se convierte en un mito netamente reaccionario al servicio, desde entonces, del encuadramiento de la población, y de la clase revolucionaria en particular, para y en la guerra imperialista[11]. Por eso los verdaderos revolucionarios denunciaron siempre el carácter anti proletario de los separatismos en España[12], defensores a ultranza de la explotación y enemigo declarado de la clase trabajadora, como ha tenido ocasión de comprobar en carne propia el proletariado de Cataluña, uno de los más veteranos del movimiento obrero mundial.

La historia del proletariado en Cataluña en lucha permanente contra el nacionalismo

No es casualidad que Barcelona fuera el escenario de la primera huelga general en territorio español en 1855. Tampoco que fuera la sede del Congreso de los Trabajadores de la Región Española que en 1870 constituyó la base de la Primera Internacional en España[13]. No es una mera coincidencia que contra las expresiones más avanzadas de la lucha de clases – como la huelga de La Canadiense en Barcelona1919 – la burguesía catalana desplegara el pistolerismo patronal en 1920-22 contra las huelgas y los militantes de las organizaciones anarcosindicalistas[14]. No es por azar que, por ello, fueran el nacionalismo catalán (Cambó), junto a los sectores más retrógrados del Ejército español, los principales impulsores de la dictadura de Primo de Rivera (1923-30). Tampoco es casual si fue la Generalitat catalana (Companys con el respaldo de los estalinistas, y la complicidad de la propia CNT) la que se convirtiera en el bastión del Estado republicano para desviar a los trabajadores de su terreno de clase en la lucha contra la explotación a la lucha del frente militar de la pelea entre el bando fascista y el bando demócrata, tan burgueses aquél como éste, que prefiguraban los contendientes de la Segunda carnicería imperialista mundial. No es fortuito que correspondiera a la Generalitat catalana la criminal misión de arrasar a sangre y fuego la tentativa del proletariado de Barcelona en mayo de 1937, el último intento del proletariado de luchar en su propio terreno de clase contra los explotadores de todos los bandos y todas las patrias[15], antes de verse aprisionado en la confrontación Inter imperialista.

No es una tampoco coincidencia, que fueran de nuevo los obreros de Cataluña, provenientes ahora en muchos casos de la emigración desde las regiones más atrasadas del país, quienes en los años 70 convirtieran de nuevo sus luchas (el Bajo Llobregat en 1973, la SEAT en el 75), en auténticos faros para la lucha de la clase obrera de España entera. La clase obrera en Cataluña, por su propio desarrollo y su propia experiencia acumulada, es un eslabón central de ese carácter asociado de la producción de toda la riqueza social que encarna el proletariado internacional y que choca en cambio con la apropiación privada, nacional, de esa riqueza. En el área de Barcelona se asientan trabajadores de más de sesenta nacionalidades, desde ingenieros en prácticas norteamericanos a trabajadores emigrantes subsaharianos. Todos ellos son parte integrante, y fundamental, de una misma clase obrera mundial. Por mucho que la ideología capitalista, y en particular a través de sus fuerzas de extrema izquierda, quiera fomentar la identificación “nacional” del proletariado con vistas, precisamente, a disgregar la unidad de clase[16].

¿Qué está en juego para el proletariado en Cataluña y para todo el proletariado del mundo?

Hoy es todo ese potencial acumulado por décadas y décadas de lucha obrera lo que se ve amenazado por el avance de la descomposición social capitalista. No se trata, ni mucho menos, de una situación social en la que los trabajadores estén dispuestos a someterse sin más, como carne de cañón, a las peleas entre las diferentes bandas de la clase explotadora, lo que se correspondería a un triunfo completo de la alternativa burguesa a la crisis histórica del capitalismo. Eso se ejemplifica en la situación actual de Cataluña, en el hecho de que los trabajadores no siguen de forma entusiasta las convocatorias de huelgas generales “por la independencia”; pero no significa, empero, que los trabajadores se vean conscientes de representar una alternativa para el futuro de la humanidad que pueda desterrar la guerra de todos contra todos que lleva en sus entrañas el capitalismo en descomposición.

Especialmente generadoras de confusión para la toma de conciencia de la clase obrera, resultan las alternativas que postulan que habría una solución “racional” de estas tensiones en el seno de la clase explotadora, cuando el avance de la descomposición capitalista impulsa el arraigo entre la población de soluciones “populistas” cada vez más irracionales, como la salida de la Unión Europea (que propugnan por ejemplo la CUP o sectores de Podemos[17]) a la aceptación, sin más, del Estado español como defienden los partidos “constitucionalistas”. Nacionalismo y violencia acaban necesariamente encontrándose. La ilusión de una “revolución de las sonrisas” que reivindica el separatismo catalán, o el sueño de esa vida “normalizada” que presenta como alternativa el bloque españolista, es una pura ficción mistificadora. Como señalamos ya en nuestro artículo “La barbarie nacionalista” de 1990[18]: «Todo nacionalismo, grande o pequeño, lleva necesaria y fatalmente la marca de la agresión, de la guerra, del “todos contra todos”, del exclusivismo y de la discriminación».

La alternativa del proletariado mundial es una perspectiva completamente diferente para la humanidad. Como señalamos en dicho artículo sobre la barbarie nacionalista: «La lucha del proletariado lleva en germen la superación de las divisiones de tipo nacional, étnico, religioso, lingüístico, con el que el capitalismo -continuando la obra opresora de anteriores modos de producción- ha atormentado a la humanidad. En el cuerpo común de la lucha unida por los intereses de clase desaparecen de manera natural y lógica semejantes divisiones. La base común son unas condiciones de explotación que en todas partes tienden a empeorarse con la crisis mundial, el interés común es la afirmación de sus necesidades como seres humanos contra las necesidades inhumanas, cada vez más despóticas, de la mercancía y el interés nacional».

Lo que está hoy en juego en la situación que vive el proletariado mundial en Cataluña es que la clase revolucionaria ponga por delante esa defensa de los intereses de la humanidad en su conjunto, de su solidaridad de clase internacional frente a la disgregación y la fractura social que alienta el capitalismo en descomposición. Que frente a la búsqueda de refugio en falsas identidades locales, de cifrar el futuro en el “sálvese quién pueda” a costa de los demás, del incremento del pesimismo social; se imponga, en cambio, la confianza en los valores de la asociación obrera internacional por encima de las divisiones nacionales, la conciencia de que la barbarie que anuncia el mundo actual es el resultado del sometimiento de la humanidad y del planeta a las leyes capitalistas del valor y la concurrencia. Incumbe, sobre todo, a quienes se reivindican como formaciones de vanguardia de la clase obrera la denuncia de todas las trampas tendientes a la división de nuestra clase, y, en especial aquellas que intentan justificar su apoyo a una u otra fracción de la clase explotadora en que sería “menos represiva” o más favorable a los intereses de la lucha por la liberación del proletariado. Si finalmente fracasa la alternativa revolucionaria mundial del proletariado, la perspectiva será la de una guerra de todos contra todos en la que será difícil distinguir qué fracción será más cruel e inhumana en la imposición de su supervivencia a costa del resto del género humano.

Cuando la policía intentó arrasar la acampada del 15 M en Barcelona un clamor se extendió: “Todos somos Barcelona”. Ese clamor se oyó en todas las plazas, en todas las manifestaciones de esos días y en ningún lugar con más fuerza que en la Puerta del Sol de Madrid. El recrudecimiento del nacionalismo en Cataluña es no sólo un golpe asestado al proletariado de Barcelona, sino también al de toda España, pues en todo el país, los proletarios han sido arrastrados a movilizaciones a favor o en contra de la unidad del Estado español. Este veneno también ha afectado a numerosos inmigrantes españoles que trabajan hoy en otros países europeos, en donde ha habido manifestaciones pequeñas pero significativas en torno a este tema. Y el golpe asestado al proletariado español lo es también al mundial precisamente a causa de la profundidad de las tradiciones revolucionarias del proletariado en España. Como siempre, la solidaridad con los trabajadores de España sólo podrá basarse en el desarrollo de la lucha internacional de clase.

Valerio, 5 de Diciembre de 2017



[1] El 27 de mayo una salvaje carga de esta policía, ordenada por el gobierno nacionalista catalán en connivencia con el ministerio del interior español para intentar desalojar la Plaza de Cataluña, ocasiona más de 100 heridos.

[2] Para un análisis del movimiento de indignados y de forma general de las luchas de 2011 ver: 2011, de la indignación a la esperanza, https://es.internationalism.org/cci-online/201204/3349/2011-de-la-indignacion-a-la-esperanza  : Revista Internacional 147:Movimiento de indignados en España, Grecia e Israel , https://es.internationalism.org/revista-internacional/201111/3264/movimiento-de-indignados-en-espana-grecia-e-israel-de-la-indignaci

[3] No en vano este clima de buscar culpables de todos los males sociales en la otra mitad de la población se vio azuzada por las movilizaciones contra los atentados terroristas del 17 de Agosto. Ver en Acción Proletaria: Atentados terroristas en Cataluña: la barbarie imperialista del capitalismo en descomposición”.

[4] Convergencia i Uniò (CiU) era la coalición de la derecha catalana que gobernó la comunidad autónoma desde la "transición democrática"(1978) con algunos intervalos de izquierda. Tenía dos componentes: uno más bien nacionalista y el otro más bien autonomista, pero ambas favorables al pacto con el poder central y sobre todo sólidamente unidas en sus trapicheos clientelistas que han hecho de CiU uno de los partidos más corruptos de España. La coalición se deshizo y los más nacionalistas, hoy separatistas, fundaron el Partido Demócrata Europeo de Cataluña (PDECat), con Puigdemont como candidato.

[5] Partido Popular, el de Rajoy, que gobierna hoy en España, otro campeón de la corrupción.

[6] Jefe del gobierno español, socialista, (2004-2011). Tras haber minimizado la crisis económica de los años 2008, implantó unas medidas anti-obreras que abrieron la vía a su intensificación brutal por parte del gobierno de Rajoy.

[7] Gobierno catalán (2003-2010) formado por la "izquierda": PS, ERC (Esquerra Republicana de Catalunya) y una coalición, Iniciativa, que incluía el partido estalinista y los Verdes.

[8] A. Mas fue presidente de la Generalitat entre 2010 et 2016. Tras haber inclinado la derecha hacia el independentismo, organizó el primer referéndum por la independencia. Le sucedió Carles Puigdemont.

[9] Jefe de la derecha (PP) y del gobierno español. Ha impuesto el artículo 155 de la constitución mediante el cual el Estado central administra directamente la Generalitat catalana, destituyendo a los ministros y encarcelando a algunos de ellos. El presidente Puigdemont se ha refugiado en Bélgica.

[10] Ello a su vez es el resultado, como clarificó el propio Marx de la excepcionalidad de las condiciones del desarrollo del capitalismo en España que contó durante siglos dónde invertir sus capitales sin tener que proceder a una modificación generalizada de las estructuras feudales y a su sustitución por la industria en la “madre patria”. Hemos resumido ese análisis de los separatismos en España en un reciente artículo: “El embrollo catalán muestra la agravación de la descomposición capitalista”.

[11] Ver nuestro folleto: “Nación o Clase” y también nuestra denuncia del carácter reaccionario de la reivindicación del “derecho de autodeterminación” en nuestros artículos: “Los revolucionarios ante la cuestión nacional” Revista Internacional nº 34 y 42

[12]. En otro artículo de la mencionada publicación (Bilan) de la Izquierda Comunista de Italia se explica que: “Tales fundamentos – se refiere al desequilibrio en la industrialización antes mencionado – explican por qué las regiones industriales son escenarios de movimientos separatistas desprovistos de salida que están obligados a adquirir una significación reaccionaria por el hecho de que la clase en el poder es, con todo y con ello, la capitalista, que despliega, en todo el territorio, el dominio de los bancos en los que se concentran -alrededor de los grandes magnates – los productos de la plusvalía de los trabajadores y del plus trabajo de los campesinos” (en “El aplastamiento del proletariado español”, Octubre 1934)

[13] El ámbito del Congreso (la “región” española” y en absoluto la “nación catalana”) es indicativo del clima de internacionalismo que se impulsaba en estos albores del movimiento obrero, que veía en cada territorio una región de la humanidad liberada a escala planetaria.

[14] Lo que aumenta la indignación que se siente cuando se ve a quienes, proclamándose herederos de la “Rosa de Foc” (el nombre que los anarquistas le daban a la Barcelona de los años 1920-30, por la multiplicación de incendios sociales), inclinan sin embargo la frente ante los combatientes contra la opresión nacional de Cataluña.

[15] Recomendamos vivamente la lectura de nuestro folleto con los textos de la Izquierda Comunista sobre la guerra en España: “1936: Franco y la República masacran al proletariado”

[16] La campaña que actualmente despliegan las formaciones de extrema izquierda del capital - las CUP o Podemos- sobre la identificación del interés social con el interés nacional es la heredera, con tonos más aberrantes, si cabe, de la campaña desplegada en los años 70 y 80 por sus progenitores estalinistas fomentando la subordinación de las luchas contra la explotación a las consignas de la “Llibertat” democrática o el “Estatut d’Autonomía” para Cataluña.

[17] CUP: Candidatura de Unidad Popular: agrupamiento de antiguos izquierdistas de todo pelaje y anarquistas de tendencia "municipal", que dice ser "anticapitalista". Es la extrema izquierda del nacionalismo catalán, apoyo crítico y "social" de los partidos nacionalistas. Consiguieron imponer a la derecha catalanista la humillante retirada de Artur Mas, demasiado clientelista y corrupto. Son los animadores principales de los CDR (Comités de defensa de la República), de creación reciente que, junto con otras instituciones "culturales", son convocados a golpe de redes sociales para acosar, especie de brigadas de choque del nacionalismo, a todo lo que consideren como "españolista". Sobre Podemos, puede leerse entre otros artículos ‘‘Podemos: el nuevo traje del emperador capitalista’’. Es un partido nacional español con "franquicias" regionales. La de Cataluña con sus aliados (entre ellos la alcaldesa de Barcelona) no sabe bien a qué nación encomendarse; son sin embargo favorables a un referéndum acordado con el poder central.

 

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