En lo que parecía ser un plácido puente de vacaciones únicamente alterado
por el mal tiempo, hemos asistido al dramático espectáculo del "caos aeroportuario",
y en consecuencia, la proclamación, por
primera vez desde la muerte de Franco, del Estado de alarma y la militarización
de los controladores. Estos, acobardados, vuelven al trabajo teniendo que
soportar la vigilancia de la Guardia Civil.