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El capitalismo está en quiebra
Hubo un tiempo, no tan lejano, en el que los revolucionarios solo encontraban escepticismo o eran ridiculizados cuando afirmaban que el sistema capitalista iba al desastre. Hoy, son los más fervientes partidarios del capitalismo los que dicen: “el caos está ahí, justo delante de nosotros” ([1]) (Jacques Attali, ex colaborador muy cercano del Presidente Mitterrand, ex Director del BERD ([2]) y ahora asesor del Presidente Sarkozy). “Yo creo que no se da cuenta que dentro de dos días o una semana, nuestro mundo podría desaparecer. Es el Armagedón… Estamos muy acerca de una gran revolución social” (Jean-Pierre Mustier, director de banco, anteriormente en la Société générale) ([3]). No es con regocijo que estos defensores del capitalismo admiten que su ídolo está moribundo. Están, evidentemente, inconsolables, especialmente cuando descubren que las soluciones que se están considerando para salvarlo son poco realistas. Como lo observó el periodista que informó de los comentarios de Jean-Pierre Mustier: “es peor el remedio que la enfermedad”. ¡Y con razón!
Esto aplica ciertamente para aquéllos que, a pesar de su lucidez sobre la perspectiva del capitalismo, consideran que no hay otro sistema posible para la humanidad que pueda proponer soluciones a la catástrofe que se abate hoy sobre la humanidad. Porque no hay solución a las contradicciones del capitalismo DENTRO del mismo sistema. Las contradicciones que enfrenta son insuperables porque no provienen de su “mala gestión” por tal o cual gobierno o por las “finanzas internacionales”, sino simplemente de las leyes sobre las cuales fue fundado. Es únicamente saliendo de estas leyes, reemplazando al capitalismo por otra sociedad, que la humanidad podrá superar el desastre en que ella se hunde inexorablemente. Y es solamente dándose esta perspectiva como realmente se puede comprender la naturaleza y los retos de la crisis del capitalismo.
En nuestro artículo “ La crisis de la deuda: ¿por qué?”, damos elementos para comprender las verdaderas raíces de la crisis histórica del sistema capitalista.
Se puede resumir como sigue:
La característica principal de este sistema es la producción de mercancías para la obtención de ganancias. La producción de mercancías ya existía en las sociedades que le precedieron, pero ésta tenía un peso secundario en relación al conjunto de toda la vida económica. En el capitalismo, la primera preocupación de cualquier patrón es: “que puedo producir y a qué precio para que pueda venderse en un mercado para que saque una ganancia?” En la lógica capitalista, una mercancía es producida para un mercado y que debe satisfacer, directa o indirectamente, una necesidad es solo secundaria. Esta lógica ha permitido al capitalismo impulsar progresos significativos en la productividad del trabajo, para reducir considerablemente el precio de las mercancías y, gracias a esto, conquistar el mundo entero. Pero es ahí donde está el meollo del asunto: el capitalismo solo puede continuar su expansión vendiendo parte de las mercancías producidas fuera de su propia esfera. Es por ello que, desde sus inicios, se lanzó a las conquistas coloniales, y que han conocido su mayor escalada en el siglo XIX, “época dorada” del capitalismo. Con sus armas, los propios países capitalistas han abierto mercados en todo el planeta y se los han repartido y cuando ese reparto se acabó, entraron en guerra unos contra otros para ampliar o mantener sus conquistas. Es la causa última de las dos guerras mundiales atroces que ha conocido el siglo XX. Hoy en día, si el capitalismo se hunde bajo una montaña de deudas, es porque por más de cuatro décadas vendió su producción a crédito en la ausencia de suficientes mercados solventes. El endeudamiento generalizado no es la causa de las convulsiones actuales del capitalismo, al contrario, fue una manera de evitar que estas convulsiones se dieran con anterioridad. Pero este medio solo podía posponer el plazo fatal y nunca inyectar una nueva juventud a este sistema moribundo. La humanidad no puede salir del atolladero en el que se hunde día tras día, no puede evitar la atroz barbarie que el capitalismo le ofrece mas que liberándose de este sistema y reemplazándolo con un tipo de sociedad que funcionará de acuerdo con leyes radicalmente diferentes.
La única solución: liberar a la humanidad de la explotación capitalista
Es atacando las leyes que están en el corazón del funcionamiento del capitalismo y de sus contradicciones como la humanidad podrá salir del impasse. En primer lugar deberá abolir la producción para el mercado y reemplazarla por una producción cuyo único objetivo sea la satisfacción de las necesidades humanas. Hoy estamos ante un verdadero absurdo: en todos los países la pobreza avanza, la mayoría de la población se ve obligada a privarse cada vez más de lo necesario, no porque el sistema no produzca lo suficiente, sino porque produce demasiado. Se paga a los agricultores que reduzcan su producción, se cierran empresas, se despiden empleados en masa, se condena al desempleo a proporciones considerables de trabajadores jóvenes, incluso a los que han hecho largos años de estudios y, junto a esto, se obliga a los explotados a apretarse más el cinturón. La miseria y la pobreza no son el resultado de la falta de mano de obra capaz de producir, de una falta de medios de producción. Son las consecuencias de un modo de producción que se ha convertido en una calamidad para la especie humana. Será solo rechazando radicalmente la producción para el mercado, mediante la supresión de todos los mercados, como el sistema que deberá reemplazar al capitalismo podrá realizar el lema: “de cada cual según capacidad, a cada cual según su necesidad”.
La pregunta que surge es: “¿Cómo lograr tal sociedad?” “¿Qué fuerza en el mundo es capaz de tomar a cargo tal trastrocamiento de toda la vida de la humanidad?” Está claro que tal transformación no puede venir de los capitalistas o de los gobiernos existentes, los cuales, TODOS, independientemente de su color político, defienden el sistema y los privilegios que éste les ofrece. Sólo la clase explotada del capitalismo, la clase de los asalariados, el proletariado, puede realizar tal transformación. Esta clase no es la única que sufre la pobreza, la explotación y la opresión. Hay por todo el mundo multitudes de campesinos pobres que también son explotados y viven en la extrema pobreza a menudo mucho más cruel que la de los proletarios de su país. Pero su lugar en la sociedad no les permite asumir la construcción de una nueva sociedad, aunque podrían obviamente también estar interesados en ese cambio. Cada vez más arruinados por el sistema capitalista, estos pequeños productores aspiran a dar vuelta atrás a la rueda de la historia, para volver a la época bendita donde podían vivir de su trabajo y cuando las grandes empresas agroalimentarias no les quitaban el pan de la boca. Otra cosa son los productores asalariados del capitalismo moderno. Lo que está a la base de su explotación y de su miseria es el salario, es el hecho de que los medios de producción están en manos de la clase capitalista (bajo la forma de capitales privados o capitales del Estado) y que la única manera de ganar su pan y su techo es vendiendo su fuerza de trabajo a los poseedores del capital. Por lo tanto, la abolición de su explotación es la eliminación del trabajo asalariado, es decir, la compra y venta de la fuerza de trabajo. En otras palabras, la aspiración profunda de la clase de productores asalariados, aunque la mayoría de sus miembros no es todavía consciente, es abolir la separación entre productores y medios de producción que caracteriza al capitalismo y de abolir las relaciones mercantiles a través de las cuales son explotados y que justifican permanentemente los ataques contra sus ingresos ya que, como dice el patrón (y todos los gobiernos) “debemos ser competitivos”. Por lo tanto se trata para el proletariado de expropiar a los capitalistas, de tomar control colectivamente del conjunto de la producción mundial para hacerla un medio para satisfacer realmente las necesidades de la especie humana. Esta revolución, ya que es de esto de lo que se trata, necesariamente afectará todos los órganos que el capitalismo se ha dado para establecer y preservar su dominación en la sociedad, en primer lugar sus Estados, sus fuerzas de represión, pero también todo el aparato ideológico diseñado para convencer a los explotados, día tras día, que no hay otro sistema posible que el capitalismo. La clase dominante está bien decidida a impedir por todos los medios la “gran revolución social” que se cierne sobre el banquero que hemos citado arriba y muchos de sus compañeros.
El trabajo será enorme. Las luchas que ya se han emprendido contra el agravamiento de la pobreza en países como Grecia y España son solo un primer paso necesario, preparativos del proletariado para derrocar al capitalismo. Es en estas luchas, en la solidaridad y la unión que permiten para desarrollar, es en la toma de conciencia que éstas favorecerán la necesidad y la posibilidad de derrocar un sistema cuya quiebra será cada día más evidentes, es en estos combates donde los explotados forjarán las armas necesarias para la abolición del capitalismo y el establecimiento de una sociedad libre finalmente de la explotación, la miseria, las hambrunas y las guerras.
El camino es largo y difícil, pero no hay ningún otro. La catástrofe económica que se avecina y despierta tanta preocupación en los medios de comunicación de la burguesía significará para el conjunto de los explotados de la tierra un terrible deterioro de sus condiciones de existencia. Pero también esto va a permitir que se impliquen en el camino de la revolución y de la liberación de la humanidad.
Fabienne, 7 de diciembre 2011