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Irak, Kosovo, Acuerdos de Wye Plantation
La ofensiva de Estados Unidos agudiza el caos y la barbarie imperialistas
Durante cuatro días, del 16 al 19 de diciembre de 1998, a Irak le han caído más misiles que durante toda la guerra del Golfo de 1991. Tras las amenazas sin consecuencias de febrero y noviembre de 1998, Estados Unidos (EEUU) las han concretado esta vez con un nuevo infierno sobre una población irakí víctima ya de la guerra de 1991 y de unas « sanciones » sinónimo de hambres, enfermedades y de una miseria cotidiana que han superado los límites de lo soportable. En el momento del hundimiento del bloque ruso en 1989, el entonces presidente Bush había anunciado un « nuevo orden mundial de paz y prosperidad ». Desde entonces lo que hemos vivido es un desorden creciente, más guerras todavía y una extensión sin precedentes de la miseria en el mundo. Los recientes bombardeos sobre Irak lo han vuelto a confirmar. Confirman también lo que hemos escrito en el artículo de la página siguiente, escrito antes de esos bombardeos: « Una sangrienta espiral de destrucción en la que el empleo de la fuerza por parte de EEUU, en defensa de su autoridad, tiende a ser más frecuente y más masiva. Pero, al mismo tiempo, los resultados políticos de esas demostraciones de fuerza son cada vez menos palpables, mientras que sí son más ciertos la generalización del caos y la guerra, acentuándose el abandono de las reglas comunes del juego ».
Como lo analiza este artículo, EEUU actúa cada vez más por cuenta propia, sin andar entorpeciéndose con acuerdos de ese pretendido guardián de la «legalidad internacional», la ONU. Esta vez, los bombardeos han comenzado en la hora de mayor audiencia (el «prime time») de la televisión americana mientras el Consejo de Seguridad de la ONU estaba reunido para examinar el famoso informe redactado por Richard Butler, jefe de la Unscom, informe que precisamente ha servido de pretexto a la intervención estadounidense. Es de sobras sabido que ese informe está plagado de mentiras, en total contradicción con otro informe examinado al mismo tiempo y procedente de la Agencia internacional de la energía atómica cuya conclusión es que Irak ha ejecutado las decisiones de la ONU ([1]). La reacción tan poco entusiasta de los « aliados » de EEUU, excepto la de Gran Bretaña ([2]), incluida la de Kofi Annan, tras el ataque, ponen de relieve el hecho de que el gobierno americano ha adoptado una política defendida ya desde hace tiempo por una buena parte de la burguesía, especialmente la representada por el Partido republicano: olvidarse de obtener el asentimiento de las demás potencias o el de la ONU (transformándolas así en rehenes de EEUU), e intervenir unilateralmente en acciones que se consideren útiles para afirmar el liderazgo norteamericano. Es ese desacuerdo en el seno de la burguesía de EEUU sobre los medios de afirmar una hegemonía US en el mundo cada vez más cuestionada, lo que puede explicar el « monicagate ».
Sobre este tema, los « análisis » hechos a profusión en la prensa de muchos países, explicando que los bombardeos americanos de diciembre se debían a la voluntad de Clinton de aplazar su proceso por el Congreso no tienen otro objetivo que el de desprestigiar a Estados Unidos con la sospecha de que siembran la muerte con el único propósito de defender los mezquinos intereses personales de su presidente. En realidad, Clinton no ha decidido llevar a cabo el bombardeo unilateral sobre Irak a causa del « caso Lewinski ». Al contrario, éste se debe, en gran parte, a que Clinton no se había decidido antes a adoptar esa resolución, en febrero de 1998 en particular. Sin embargo, como lo deja claro el artículo que sigue, la afirmación de la nueva orientación de la política de EEUU tampoco será suficiente para cambiar lo esencial en las relaciones internacionales: un caos creciente, la continua pérdida de autoridad del gendarme norteamericano y, por parte de éste, el recurso a repetición a la fuerza de las armas. Ya hoy se puede comprobar que el único éxito real que haya obtenido el gobierno de EEUU es el de haber saboteado el acercamiento que se estaba desarrollando en el ámbito militar entre Gran Bretaña y otros países de Europa. Por lo demás, lo único que han logrado los bombardeos estadounidenses es fortalecer el régimen de Sadam Husein, mientras que el fracaso diplomático del viaje de Clinton a Israel y a Palestina ponían de relieve el limitado éxito de Wye Plantation.
Según los medios de comunicación de la burguesía, el año 1998 acaba con un importante fortalecimiento de la colaboración en pro de la paz mundial y la defensa de los derechos humanos en el mundo. En el golfo Pérsico, la amenaza de las fuerzas armadas norteamericanas y británicas – respaldadas esta vez por la comunidad internacional – ha impuesto a Irak la continuación de las inspecciones de su desarme, con objeto de evitar que un dictador sanguinario como Sadam Husein tenga en sus manos «irresponsables» armas de destrucción masivas. En Oriente Medio, el «proceso de paz» auspiciado por EEUU – y que se encontraba al borde mismo del colapso – ha sido salvado por los Acuerdos de Wye Plantation, en los que el presidente Clinton, dispuesto a «persuadir pacientemente durante el tiempo que haga falta», ha conseguido que Arafat y Netanyahu, hayan empezado a poner en marcha, al menos parcialmente, los Acuerdos de Oslo basados en la célebre fórmula de «paz por territorios». En los Balcanes, la OTAN – amenazando una vez más con una intervención militar – ha puesto fin a las operaciones militares entre Serbia y las fuerzas kosovares-albanesas, y ha impuesto una frágil tregua que deberá ser vigilada por «observadores de paz» internacionales. Y a finales del año, la diplomacia de EEUU y de Sudáfrica, han desencadenado una ofensiva que pretende poner fin a la guerra en el Congo, al mismo tiempo que el presidente francés, Chirac, se ha mostrado dispuesto incluso a estrechar la mano del «dictador congoleño» Kabila en la cumbre del Africa francófona de París, supuestamente con esos mismos loables objetivos.
¿ Acaso la burguesía – cuando finaliza el siglo en el que ha convertido el mundo en una gigantesca carnicería – gobernaría ya la sociedad según la carta de la paz de Naciones Unidas, o los principios «humanitarios» de Amnistía internacional?. La propaganda de la clase dominante alardea de la cruzada democrática contra Pinochet y la supuesta paz establecida en Oriente Medio o en los Balcanes, para tratar de ensombrecer, con estas luminarias, los conflictos imperialistas actuales. Pero la realidad de todos estos conflictos pone de manifiesto exactamente lo contrario, es decir la agravación de la barbarie militarista de una sistema capitalista agonizante, los sucesivos estallidos de pugnas imperialistas de todos contra todos, la necesidad creciente para Estados Unidos de recurrir a la fuerza militar para defender su autoridad mundial.
Tras el restablecimiento de la «autoridad de la ONU en Irak», como tras las negociaciones impuestas por la OTAN a Serbia y al Ejército de Liberación Kosovar (ELK), y la revitalización del proceso de «paz por territorios» entre las burguesías israelí y palestina, lo que se esconde en realidad es una auténtica contraofensiva del imperialismo norteamericano. Una contraofensiva para hacer frente al debilitamiento generalizado de su liderazgo. Si EEUU ha terminado por imponerse en Irak y Kosovo, ha sido precisamente saltándose las «reglas» y la «autoridad» de Naciones Unidas, que en los últimos años había sido cada vez más utilizada en contra de los intereses americanos.
Irak: los Estados Unidos humillan a Francia y a Rusia en el Consejo de Seguridad
Se ha producido un importante giro de la política norteamericana hacia el resto del mundo, un giro hacia una actitud mucho más agresiva y «unilateral» de EEUU en defensa de sus intereses nacionales. Fueron los propios Estados Unidos quienes, cuando prepararon un nuevo ataque militar contra Irak en Noviembre, arrojaron al basurero de la historia las mascaradas de la «unidad» y de la «legalidad internacional» de la ONU, tan ensalzadas por la propaganda burguesa. Pero ésta no ha sido la política tradicional de EEUU. Tras el desplome del «orden mundial» establecido en Yalta como consecuencia de la disgregación del bloque imperialista ruso, fue precisamente Estados Unidos – dada su autoridad al ser la única potencia mundial que persistía – el que usó la ONU, y su «Consejo de Seguridad» para imponer la Guerra del Golfo a todo el mundo. EEUU metió a Sadam Hussein en la trampa de la invasión de Kuwait y ello le permitió justificar la guerra de 1991 como un necesario ejercicio de defensa del «derecho internacional» (que en una sociedad dividida en clases ha sido siempre el derecho del más fuerte) legitimada por la «comunidad internacional». Sadam cayó en la trampa ya que no podía retirarse de Kuwait sin luchar, so pena de arriesgarse a la caída de su régimen. Pero también el resto de potencias del ya extinto bloque occidental cayeron en esa misma trampa, puesto que se vieron obligadas a participar o a sufragar una guerra que, en realidad, tenía como objetivo refrenar sus ambiciones de una mayor independencia respecto a EEUU.
Hace un año, Irak, con la lección bien aprendida, consiguió devolver la jugada a Estados Unidos, utilizando la ONU y su Consejo de seguridad contra el imperialismo estadounidense. En lugar de la ocupación de Kuwait, el «carnicero de Bagdag» jugó esta vez la carta de la obstrucción al trabajo de los inspectores de armamento de la ONU, una cuestión secundaria que le hacía difícil a EEUU el justificar una acción militar común, y que al mismo tiempo permitía a Irak retirar ese envite llegado el momento. Esta vez quien resultó atrapado no fue Irak, sino el propio EEUU, ya que los aliados y consejeros de Irak en el Consejo de seguridad, es decir Francia y Rusia, así como el secretario general de la ONU, Annan, impusieron la «solución diplomática», cuya principal consecuencia fue impedir el despliegue militar de los ejércitos norteamericanos y británicos, humillando con ello al líder mundial. Esta situación fue el punto más álgido del proceso de socavamiento del liderazgo de la superpotencia norteamericana, un proceso que ya venía manifestándose desde poco después de la Guerra del Golfo, cuando la recién reunificada Alemania apadrinó la independencia de Eslovenia y Croacia – propiciando con ello el estallido de Yugoslavia – en contra de los deseos de Washington.
Frente a esta creciente erosión de su liderazgo, los Estados Unidos han desatado la actual contraofensiva para sacudirse el farragoso estorbo que les supone la ONU. Y así Sadam, que buscaba un levantamiento del embargo contra Irak y beneficiarse del conflicto de intereses existente en el seno del Consejo de Seguridad de la ONU, volvió a repetir la jugada de la obstrucción a los inspectores de desarme, para volver a provocar una crisis de la que pudiera retirarse en el último momento, evitando el ataque militar de EEUU. Pero esta vez, Sadam ha debido dar marcha atrás tan rápidamente y en tan humillantes circunstancias, que el resultado de la crisis ha constituido, en cambio, un indudable fortalecimiento de la autoridad mundial de Estados Unidos. La diferencia, esta vez, ha consistido, precisamente, en que EEUU, al contrario de lo que sucedió en la guerra del Golfo o en la crisis de principios de 1998, no le ha importado un comino prescindir del permiso de la ONU para actuar. La «simpatía» y la «comprensión» que las demás potencias han mostrado ante el «final de la paciencia de Washington respecto a Sadam», presentada por la propaganda burguesa como una rememoranza del espíritu de unidad de las «grandes democracias», se explica verdaderamente por la impotencia del resto de potencias para frenar la actuación norteamericana. Una crítica airada de esas potencias a la agresividad de la política de EEUU, equivaldría, en estas circunstancias, es decir cuando carecen de los medios concretos para impedirla, a ahondar públicamente la humillación impuesta a Sadam.
Kosovo: EEUU hace la ley mediante la OTAN
Bastante antes de la crisis de Irak del pasado año, ya se había puesto de manifiesto la utilización de la ONU contra los intereses norteamericanos, especialmente a través de los sucesivos conflictos que estallaron en la ex-Yugoslavia desde principios de los años 90. Aquí, las principales potencias que apadrinan a Serbia (Gran Bretaña, Francia y Rusia) emplearon a la ONU, tratando de retrasar al máximo que EEUU jugara un papel capital, especialmente en lo referente al conflicto de Bosnia. Eso explica por qué, cuando EEUU consiguió finalmente (y aún momentáneamente) imponer su autoridad en Bosnia sobre la de sus rivales europeos, a través de operaciones militares y de los Acuerdos de Dayton, no lo hicieran a través de la ONU, sino mediante la OTAN, o sea, la organización militar específica del bloque imperialista USA, y la única que Estados Unidos es capaz todavía de controlar. Junto a la demostración de fuerza en el Golfo, la amenaza de una intervención militar por parte de la OTAN bajo liderazgo norteamericano en Kosovo y en el resto de Serbia, constituye el segundo pilar de esta contraofensiva americana en defensa de su liderazgo. El principal éxito de EEUU no ha sido tanto obligar a Milosevic a retirar sus tropas de Kosovo, ya que fueron los propios norteamericanos quienes permitieron que el ejército serbio permaneciera allí el tiempo necesario para aplastar prácticamente las milicias del ELK apoyadas por Alemania. La principal victoria de EEUU reside, en realidad, en haber obligado a los aliados de Serbia (Francia y Gran Bretaña), que a su vez son miembros de la OTAN, a alinearse tras el tío Sam en las amenazas a Serbia. Se trata pues de una reedición de su éxito en Bosnia y, en lo referente a Francia, otro revés como el de la Guerra del Golfo. Como Sadam Husein, Milosevic tuvo que dar marcha atrás, para evitar que los misiles de EEUU volaran sobre su cabeza. Y, de nuevo aquí como en Irak, la estrategia antinorteamericana, es decir las exigencias (en este caso más vehementes por parte de Rusia) de un mandato específico de las Naciones Unidas para realizar operaciones militares contra Serbia, fueron descaradamente desoídas por EEUU que abogó por una acción «unilateral», escudado esta vez, tal y como declaró compungido Clinton, en que los rigores invernales y las penurias de los refugiados de guerra de Kosovo, no permitían a los líderes mundiales esperar la «autorización» para atacar de parte de la ONU, lo pidiera Rusia o quien fuera.
ONU y OTAN: restos de un caduco orden mundial que se disputan las grandes potencias
Naciones Unidas, lo mismo que su predecesora la Sociedad de Naciones, no es una organización de salvaguarda de la paz en la que las potencias capitalistas se unen bajo una legalidad internacional común, sino una cueva de ladrones imperialista, cuyo papel está completamente determinado por la relación de fuerzas entre los principales rivales capitalistas. Por ello es muy importante la evolución de la política de EEUU frente a la ONU. Durante el período de la guerra fría, la ONU drásticamente dividida entre los dos bloques imperialistas rivales, sirvió, principalmente como instrumento de la propaganda pacifista de la burguesía, aunque a veces pudo ser rentabilizada por el bloque occidental que tenía una clara mayoría entre los miembros permanentes del Consejo de seguridad (compuesto, claro está, por la potencias victoriosas de la Segunda Guerra mundial). A partir de 1989, la capacidad de EEUU para explotar la ONU en su propio provecho no duró demasiado. La Guerra del Golfo, esa terrible demostración de superioridad militar de EEUU sobre el resto de países, dejó rápidamente paso a la tendencia «cada uno para sí» en las relaciones entre los diferentes Estados capitalistas, y por tanto al socavamiento del liderazgo estadounidense. Y dado que en un mundo en el que ya no existen bloques imperialistas, el caos y el «sálvese quien pueda» se convierten en la tendencia dominante a nivel planetario, la propia ONU inevitablemente ha empezado a servir de instrumento de erosión de esa autoridad norteamericana. Esto explica el creciente distanciamiento, que a lo largo de los años 90, ha manifestado la burguesía EEUU respecto a esta organización, negándose incluso a pagar su cuota de miembro. Sin embargo, hasta la actual contraofensiva norteamericana, la Administración Clinton aún vacilaba a la hora de desentenderse de la ONU como instrumento de movilización de las demás potencias. En efecto, el desasosiego de una importante parte de la burguesía americana frente a estas vacilaciones, explican, en parte, el hostigamiento a Clinton a través del famoso «caso Lewinski». A partir de la actual política de Washington ante Irak y Serbia, EEUU se ve obligado a ir mucho más «por libre» que cuando la guerra del Golfo, o incluso cuando los acuerdos de Dayton. En realidad esta política supone el reconocimiento por parte de la superpotencia mundial de que lo dominante no es el liderazgo norteamericano sino la tendencia a «cada uno para sí». Por supuesto cuando EEUU despliega su formidable maquinaria militar no hay potencia en el mundo capaz de resistirle. Pero actuando así, los propios Estados Unidos, si bien resaltan su papel de primera potencia del planeta, están contribuyendo a minar su propio liderazgo, al atizar el caos y las tendencias centrífugas.
Saltándose a la torera las reglas del juego de la ONU, EEUU relega a ese dinosaurio superviviente del final de la última guerra mundial a un papel poco menos que irrelevante. Pero esto no sólo beneficia a EEUU, sino también a sus más importantes rivales: los países derrotados en la Segunda Guerra mundial, es decir Alemania y Japón que estaban excluidos del Consejo de Seguridad. Y lo que aún es más importante. En lo sucesivo será la OTAN la que se transforme en el más importante terreno de disputas entre los antiguos aliados del bloque occidental. No es por tanto casual que en respuesta a las recientes imposiciones de EEUU en Kosovo, el nuevo ministro de Exteriores alemán, Fischer, realizase un llamamiento para que la OTAN renuncie a la doctrina conocida como «ataque nuclear inicial» ([3]). Tampoco es de extrañar que Blair haya reclamado en la reciente cumbre franco-británica de Saint-Malo, el «fortalecimiento del pilar europeo de la OTAN», en detrimento de EEUU, por supuesto. Todo esto representa una agudización de los conflictos entre las grandes potencias. La OTAN, como la ONU, es una reliquia de un orden mundial ya difunto. Pero lo importante es que sigue representando el principal instrumento de presencia militar norteamericana en Europa.
Los Acuerdos de Wye Plantation: una advertencia de Estados Unidos a sus rivales europeos
Del mismo modo que las amenazas de guerra contra Sadam y Milosevic no expresan la unidad sino la rivalidad entre las grandes potencias, tampoco los recientes acuerdos celebrados en Wye Plantation entre Clinton, Arafat y Netanyahu, pueden ser saludados por las potencias europeas como un triunfo de la persuasión pacifista. Al contrario, los Protocolos de Wye Plantation, por precarios que sean los acuerdos entre Israel y la OLP, suponen un nuevo triunfo del imperialismo EEUU. Lo de menos es que se haya encargado a la CIA la puesta en práctica de algunos de esos acuerdos. La persuasión desplegada por EEUU no tenía tanto de «pacífica». La reciente movilización militar norteamericana en el Golfo estaba destinada a ser un aviso tanto a Netanyahu y Arafat como al propio Sadam. Pero, sobre todo, constituye una advertencia a los rivales europeos de EEUU para que no anden metiendo sus narices en una zona de las más estratégicas e importantes del mundo, y en la que EEUU va a pelear con uñas y dientes para preservar su dominio.
Esta advertencia resulta más que necesaria, ya que a pesar de la actual ofensiva norteamericana, las tentativas de sus rivales por tratar de desestabilizar ese control americano van a acentuarse necesariamente. Precisamente porque EEUU es capaz de imponer, por la vía militar, sus intereses en perjuicio de las demás potencias, ninguna de éstas tiene el más mínimo interés en un mayor fortalecimiento de la posición norteamericana. Esto también sirve para Gran Bretaña, que, aunque comparta intereses con EEUU en lo referente a Irak, choca con los designios norteamericanos en Europa, África, y mucho más aún en Oriente Medio. Todas esas potencias imperialistas se ven abocadas a poner en entredicho el liderazgo estadounidense, lo quieran o no, y con ello lo que hacen es hundir aún más el mundo en el caos. EEUU, único país que pueda pretender ser la superpotencia de orden mundial capitalista, está, a su vez, condenado a imponer «su orden», empujando también con ello a un creciente abismo de barbarie en todo el planeta.
La raíz de esta contradicción es la ausencia de bloques imperialistas. Cuando tales bloques existían, el fortalecimiento de la posición del jefe del bloque reforzaba la posición de los demás países de ese bloque contra los del bloque rival. En ausencia de ese rival, es decir de bloques imperialistas, el fortalecimiento del líder está en contradicción con los intereses del resto de países. Esto explica que tanto las tendencias centrífugas como las contraofensivas de EEUU, sean un factor fundamental de la situación histórica actual. Hoy, como sucediera cuando la Guerra del Golfo, EEUU está a la ofensiva. Aunque no vuelen misiles americanos sobre Irak o Serbia, la situación actual representa, no una mera repetición de la que se vivió a comienzos de los 90, sino una escalada respecto a ésta. Una sangrienta espiral de destrucción en la que el empleo de la fuerza por parte de EEUU, en defensa de su autoridad, tiende a ser más frecuente y más masiva. Pero, al mismo tiempo, los resultados políticos de esas demostraciones de fuerza son cada vez menos palpables, mientras que sí son más ciertos la generalización del caos y la guerra, acentuándose el abandono de las reglas comunes del juego. Son las rivalidades entre las «democracias occidentales», entre los supuestos «vencedores del comunismo», las que constituyen la verdadera raíz de esta barbarie que amenaza, a largo plazo, la supervivencia misma de la humanidad aún sin que llegue a estallar una tercera guerra mundial. El proletariado debe comprender la esencia de esta barbarie capitalista, como parte de su toma de conciencia y de su determinación para acabar con el sistema capitalista.
Kr, 6 de diciembre de 1998
[1] De hecho, se ha podido saber después que el informe de Butler había sido redactado en estrecha colaboración con la Administración de EEUU. No es la primera vez que ésta fabrica documentos falsos para justificar sus acciones de guerra. Por ejemplo, el ataque del 5 de agosto de 1964 por la armada norvietnamita a dos navíos estadounidenses, después se supo que era puro invento. Es una técnica tan vieja como la guerra, uno de cuyos ejemplos más conocidos es el famoso « despacho de Ems », gracias al cual Bismark empujó a Francia a declarar a Prusia una guerra que ésta estaba segura de ganar.
[2] Cabe señalar que el apoyo de Blair a la acción americana no ha obtenido la unanimidad en la burguesía inglesa, y muchos diarios la han criticado duramente.
[3] La estrategia de la OTAN es la de recurrir, la primera, a los bombardeos atómicos.