Con la muerte de Jean-Pierre, la CCI pierde a un camarada de temple excepcional, a un gran combatiente y a una personalidad extraordinaria.
Jean-Pierre nos dejó la noche del 13 de setiembre pasado, tras una larga e irremediable enfermedad cuyo funesto desenlace era conocido por todos, incluso por él mismo. Nuestro camarada había dejado ya de practicar su gran pasión, el deporte, puesto que los dos últimos años fue perdiendo la capacidad de utilizar sus miembros, la de respirar y finalmente la de hablar. En el transcurso de ese tiempo, Jean-Pierre se mantuvo sin embargo perfectamente consciente de todas las fases de la evolución de su enfermedad y de las consecuencias que tenían para él. Que esta lucidez le afectaba profundamente era evidente pues se veía obligado a renunciar a todo lo que él amaba: desarrollar la actividad física en contacto directo con la naturaleza y en particular con la montaña donde practicó durante mucho tiempo el senderismo (el camarada vivía en los Alpes), cocinar, leer, pasear.
Sin embargo, nunca aceptó esta situación como una fatalidad. Quería mantenerse en su sitio, en lo que consideraba su hogar, tanto como fuese posible y ciertamente ¡nadie fue capaz de hacerle cambiar de parecer! Se mantenía firme en su decisión de quedarse en este espacio vital, en lo que él consideraba su hogar, entre los suyos, entre lo que le era tan familiar y humanizado, para mantener más férreos los íntimos lazos que le unían con su familia, sus amigos y sus camaradas de combate. El espacio inmediato en el que pasó estos años era su acceso al mundo, allí era donde se podía acceder a sus libros, allí donde se podía hablar de política y de lo más actual, allí donde era posible ver una película y hablar, donde se podía oírle recitar el poema que amaba. Su voluntad de hierro llegaba también a poner límites a las intervenciones médicas para mantenerlo vivo. Luchó hasta el final para que estos deseos fueran respetados. Algunas semanas antes de su muerte Jean-Pierre aceptó que le sacasen de “su casa”, para hospitalizarle en cuidados paliativos. Sabía que no iba a volver. Nuestro camarada, aunque no lo soportaba, lo comprendió y lo asumió. Pero donde con más firmeza se manifestó su voluntad fue en intentar permanecer lo más cerca posible de los suyos, de sus hijos y de sus camaradas, para proseguir el combate político.
Los enfermeros y los militantes que han compartido con él los últimos instantes, atestiguan que nuestro camarada partió “con una gran serenidad” a pesar del sufrimiento que le tuvo atenazado hasta el final de sus días. Nosotros, sus camaradas, sabemos que esta serenidad la había construido como si fuese la última obra de su vida. Jean-Pierre era de estas personas dignas de admiración por la tenacidad y por el coraje de aquellos que aceptan su propio final; era de esta clase.
Todos deseábamos entrar en ese espacio suyo, personal y político, que nos había preservado con tanta generosidad. Hemos sentido un gran gozo y nos ha aportado grandes lecciones, vitales para nuestra militancia. Por todo ello, Jean-Pierre, te estaremos siempre agradecidos.
Jean-Pierre llega a la CCI cuando ya no era muy joven. Tras haber tenido que confrontarse a la movilización para la guerra de Argelia, una atrocidad que el sentía como parte de una barbarie inaceptable e indecible, el camarada no cesó en su esfuerzo por una perspectiva: la construcción de una sociedad distinta, en la que estos horrores quedasen desterrados para siempre jamás. Atormentado por la pregunta ¿Qué hacer para lograr ese objetivo?, recorrió el Mayo de 1968 cargado con sus esperanzas y sus confusiones, más que con ninguna otra con la del comunitarismo. Hasta comienzos de los años noventa no descubre a la CCI y en ella encuentra la coherencia práctica y teórica del marxismo, lo que le permitirá llevar a cabo una verdadera ruptura política con las ideologías confusas que anteriormente había apoyado. Este encuentro le enraizará firmemente a “la pasión por el comunismo” (según sus propias palabras). Indignado con el sistema que rige un mundo lleno de barbarie encuentra por fin un sentido a lo que él buscaba: combatir para lograr la révolution proletaria mundial.
A partir de entonces, el combate político ha sido para nuestro camarada el principal objetivo de su vida hasta sus últimos momentos. Estaba animado de una profunda convicción y no había visita, para interesarnos por la evolución fatal de su enfermedad, sin una discusión política. Nuestro camarada ha deseado, hasta el final, participar en las reuniones regulares de la CCI y afirmar así su responsabilidad de militante: al final, desde su cama, las seguía por Internet. Concretamente, mantenía sus cotizaciones con regularidad, para contribuir en la medida de sus posibilidades al buen funcionamiento de la organización.
Su rigurosidad la puso de manifiesto, como tantas veces, sobre todo manteniéndose entre los más resueltos para defender los principios organizativos y el espíritu que los anima, tomando posición, a lo largo de estos últimos años, en los debates en los que se trataban estas difíciles cuestiones políticas. El camarada estaba persuadido de que el trabajo de construir una organización del proletariado es un arte difícil que necesita ser aprendido y transmitido mediante un esfuerzo teórico.
Convencido como estaba de la necesidad de la revolución nunca cesó de preocuparse por superar todos los obstáculos que se levantaban ante nuestra clase para que ésta pudiese hacer realidad la emancipación de la humanidad. En los debates en los que participaba expresó siempre la dimensión planetaria y el carácter titánico de este combate. Combate defensivo, cotidiano, es cierto, pero sobre todo consciente y con una dimensión cultural que, estaba convencido de ello, nos haga fuertes para finalmente dirigir la necesaria ofensiva con la que derribar el capitalismo.
Estaba también profundamente convencido del peso de la ideología dominante sobre la organización y sobre las personas, y de los efectos perversos de la descomposición social dentro de las relaciones sociales. Sabía que los auténticos medios para resistir solamente pueden encontrarse en la fuerza de los debates colectivos en la organización, apoyándose en principios morales proletarios y en firmes preocupaciones intelectuales.
Hay una preocupación que jamás abandonó: ¿cómo luchar eficazmente?, ¿cómo ponerse a la altura de sus responsabilidades, a la vez como militante portador de los intereses de su clase social y como militante de una organización que se define como cuerpo colectivo y asociado en su totalidad; tanto en lo que concierne a la necesidades del momento como a las tareas históricas, que le incumben a los revolucionarios y a su clase? Por esa constante inquietud nunca perdió de vista su implicación activa en la tarea de construir una organización que estuviese a la altura de su función, capaz de asumir sus responsabilidades históricas, siempre insatisfecha en su combate por el rigor en cuestiones de funcionamiento organizativo, que ha combatido sin descanso y hasta el final contra lo que Lenin llamaba, ya en 1903, el “espíritu de círculo” –la visión de una organización concebida como una suma de individuos agrupados por lazos de afinidad. Tal visión era para el camarada clara y diametralmente opuesta a las necesidades objetivas, reales, de una organización revolucionaria que, para llegar a ser en el futuro un verdadero partido proletario, debía ser capaz de construir sobre bases sólidas un espíritu de Partido, fiel a su misión histórica.
Jean-Pierre se posicionó siempre y firmemente contra la tentación de construir agrupamientos por afinidad, ya que su mayor y permanente preocupación fue la de construir una organización revolucionaria que estuviese a la altura de su función histórica a largo plazo y armarla para el futuro con un objetivo: asegurar la defensa de los intereses del proletariado. Para él, la organización no puede limitarse a ser una “pandilla de colegas”, un “círculo de amigos”. Esa claridad no le impedía mantener vínculos fraternales y calurosos con todos los compañeros y habían conseguido establecer fuertes lazos de amistad con algunos de ellos. Según él expresaba “con apenas un hilillo de voz”, en este combate permaneció hasta su último momento, hasta su último suspiro.
Esta abnegación, su tenacidad, su implicación, continúan vivas en cada uno de sus camaradas. Es un ejemplo para todos nosotros, sus camaradas, de lo que puede ser un militante convencido.
La personalidad de Jean-Pierre era además tan apasionante que es imposible no hablar de ella.
Jean-Pierre estaba dotado de un espíritu investigador, siempre en búsqueda; era además simpático, con gracia, atractivo y empatía naturales no sólo hacia los más próximos sino hacia cualquiera con quien se cruzase. En su compañía uno mismo se sentía modelado por esas cualidades. Sabía que cada persona evoluciona, está en constante movimiento, que vive crisis que pueden ser momentos de superación. Lo sabía por su propia experiencia, que no solo no ocultaba sino que nos la contaba a menudo. Su amplia trayectoria, complicada y caótica, que le había llevado al marxismo y a las posiciones de clase, no había sido un rio sereno pero sin duda le había dotado de esa predisposición y esa preocupación por entender a los demás, respetar sus contradicciones,…: contradicciones que el miraba positivamente como un devenir, un potencial de superación. Tenía esta visión de futuro a la par que esa reserva respetuosa, tan alejada de la crítica fácil.
Jean-Pierre era gran admirador de Rabelais; amaba la sinceridad que rezuma su obra, el crudo y casi brutal amor sensual por la vida que se siente al leerla, su manera de entender y sentir el buen yantar, las comidas espléndidas…, que disfrutaba como algo sagrado, como un momento precioso para convivir y compartir. Jean-Pierre nos abría con frecuencia el acceso a ese universo y disfrutaba entreteniéndonos tanto con la lectura de su prosa como recitando sus poemas. Los que le conocían de cerca han tenido el privilegio de compartir con él un gran placer. Los silencios que seguían tenían también un contenido activo, llenaban el ambiente de su “don de gentes”, de un sentimiento relacional y comunicativo que nosotros “sentíamos”, con el que participábamos.
Jean-Pierre era un ejemplo de combatiente entregado a la organización y a la perspectiva de la revolución proletaria; pero además, también su voluntad y su coraje frente a las pruebas y la enfermedad reflejaban el temple de una persona animada poderosamente por el amor a la libertad. Nos confió sus pasiones, sus gustos, partes de su vida, como si trazase el boceto de lo que podría ser el comportamiento de un ser humano que comprende al otro como parte integrante de su propia dicha. Con frecuencia nos hacía partícipes de la satisfacción que sentía al estar rodeado de calor humano, de solidaridad de clase, de hacérsela sentir a los demás, disfrutarla junto a ellos como si participase en una danza, en la fuerza vital, creadora, de la humanidad, sea ésta científica o artística.
Jean-Pierre fue un camarada, fiel y decidido en sus elecciones, sus implicaciones y sus adhesiones. Los militantes de la CCI comparten profundamente el dolor con sus hijos, su familia, sus amigos.
Hemos perdido a nuestro camarada Jean-Pierre, pero su recuerdo está siempre presente, siempre vivo para todos aquellos que han tenido el privilegio de frecuentarlo, conocerlo y apreciarlo.
Camarada, la CCI te saluda como militante ejemplar de la cause del comunismo a la que has sabido dar lo mejor de ti mismo.
CCI, 15/10/2013
Uno de los objetivos de nuestra organización es la creación de espacios donde se pueda generar la reflexión y la discusión de la realidad que vive la clase obrera, de las grandes dificultades que enfrenta sumergida en el reino de la necesidad. Alienado por la máquina y las relaciones sociales de producción capitalista, el trabajador debe además rendirle culto a una creación típicamente burguesa que desnaturaliza su condición universal: la nación.
La CCI ha mantenido como una de sus principales formas de relación con la clase la reunión pública (RP), en ella se expresa su diversidad política, se percibe el peso de la ideología burguesa y se comparte el nivel de comprensión de su condición de explotación, al mismo tiempo en que se contribuye colectivamente a la clarificación en base a orientaciones vinculadas a una visión general e internacional de los temas y realidades concretas que se analizan.
En México, la discusión actual sobre la propiedad estatal o privada del petróleo y de los recursos naturales en general, acompañada de la ideologizante algarabía tanto de izquierda como de derecha, ha ensombrecido la visión de los asalariados. De un lado, las fracciones de la burguesía “nacional” y “extranjera” se revuelcan en una batalla descarada y descarnada por la ganancia del jugoso negocio que representa el monopolio estatal: PEMEX. Y del otro, surgen los llamados de la izquierda del capital y del izquierdismo a envolverse en la bandera para defender la soberanía de la Nación, al ritmo del Himno nacional con su “mexicanos al grito de guerra” para combatir por la defensa de “nuestros” recursos. La RP del pasado mes de noviembre fue convocada para debatir este tema abordado en el artículo publicado en RM136 “¿Los intereses del proletariado y de la nación son los mismos? ¡Los obreros no tienen patria!”
La razón por la que compartimos la discusión de dicha RP es porque además de haber tenido una presencia importante de distintos sectores de la clase obrera, en su mayoría jóvenes, logró despertar un gran interés, pero sobre todo, porque se dieron aportes, desde ángulos diversos, con la clara intención de contribuir a la comprensión del tema en un ambiente de fraternidad y respeto. La mesura y el saber escuchar son cualidades que deben caracterizar a todo revolucionario, y con paciencia buscar contribuir al fortalecimiento de la solidaridad y la unidad con sus iguales, otros trabajadores que buscan una perspectiva clara por donde caminar, y eso es lo que privó en la discusión, esa forma dio pie a que las divergencias o las dudas fueran planteadas con toda amplitud, con la certeza de que encontraría una respuesta de otro compañero que con argumentos profundizaría en la reflexión apenas anunciada o enmarcada por alguien.
Es muy frecuente caer en explicaciones precipitadas empujadas por la impaciencia propia de la vida donde predomina el cada uno para sí, con su hermana espiritual: la búsqueda del éxito y el “ser mejor”. Cuando un obrero se indigna ante la calamidad en que vive lo primero que le salta a la mente es la necesidad “de hacer algo” e indagar en su entorno alternativas para ello. El inconveniente inicia cuando la respuesta se intenta encontrar en el ámbito exclusivo del problema particular, aislado, tratando de hallarle una solución particular y expresamente para dicho problema. Y empeora cuando las “soluciones” se toman de un catálogo muy publicitado por la burguesía en donde el izquierdismo, la pequeña burguesía y demás lastres con los que tiene que lidiar el proletariado han hecho contribuciones formidables. Esta fue justamente una de las preocupaciones que recorrió el conjunto de las participaciones, en efecto, las minorías conscientes, los revolucionarios, estamos llamados a aportar todo el conocimiento y la experiencia organizativa acumulada históricamente por la clase trabajadora para garantizar una continuidad en el curso de las luchas y la construcción de la alternativa revolucionaria proletaria, pero también por eso es que siempre ponemos por delante la premisa que nuestro análisis de la realidad debe basarse en una visión de la totalidad y con una perspectiva internacionalista. En las luchas del proletariado internacional del siglo xix que iniciaron con la formación de la Liga de los Comunistas a mediados del siglo, que alcanzaron una mayor solidez mundial con la integración de la Asociación Internacional de Trabajadores en 1864 y que culminaron en la Comuna en 1871; pero también y sobre todo durante la larga noche que representó la contrarrevolución luego de la derrota de la Revolución Rusa, las minorías comunistas han hecho valer los intereses comunes del proletariado en todas las luchas locales.
La forma particular que adoptan las políticas de ajuste para moldear las economías nacionales a un modelo estructural de un capitalismo en recurrente y, en los últimos 40 años, en permanente crisis, solo es un intento por responder a su atolladero y representa un simple aspecto anecdótico en la configuración de un sistema donde indistintamente el proletariado sufre de la explotación y la miseria, y se le enrola en confrontaciones como carne de cañón defiendo intereses de cada nación. Fue muy relevante la intervención de un estudiante del Instituto Politécnico Nacional que dio una explicación del papel histórico del Estado-nación, la burguesía ha utilizado siempre sus reformas, al tiempo que intenta revertir los efectos de la crisis, como veneno para embarcar a la clase obrera en aventuras patrioteras como la que hoy encabezan los Cárdenas, los López Obradores y demás representantes de la izquierda del capital. La salida planteada por Keynes que llevó a la burguesía a pertrecharse en un capitalismo de Estado “nacionalizando” los medios de producción como norma general y luego la de los llamados neoliberales con una tendencia inversa de privatizaciones, responden justo a esa lógica.
La debilidad de las economías más atrasadas obliga a sus burguesías a extraer el máximo de plusvalía. Ya encumbrados en el poder, los partidarios de la “liberación nacional” reúnen sus fuerzas para “impulsar la producción”, refuerzan esa tendencia al capitalismo de Estado con las nacionalizaciones como su principal arma de combate para por un lado apuntalar sus ruinosas economías y por otro cubrirse con una aureola populista y “socialista” que persuada a los obreros para que se aprieten el cinturón por el bien de la patria y la economía nacional. La “construcción del socialismo” la convierten así en el enemigo de la clase obrera, pues enmascara las más feroces y primitivas formas de explotación de las que el Estado ruso de los años 30 fue su pionero. La idolatría que el izquierdismo ha rendido a los Castro, Mao, Chávez está impregnada de una ideología encaminada a la mistificación de la realidad, llevando a la clase obrera a los peores sacrificios que cercenan su potencialidad revolucionaria, aletargan la maduración de la conciencia o la destruyen físicamente. La naturaleza política de los regímenes de la “liberación nacional” constituye un dique a la organización autónoma de la clase obrera, en ellos se prohíbe el derecho a huelga, se reprime la insurgencia obrera que se opone a la subsidiaridad hacia las masas menesterosas y sus cárceles están a rebozar de sus opositores, solo que estos son proletarios ([1]).
También resultó enriquecedora la participación de otro compañero sobre la implicación subjetiva del nacionalismo, la forma en que subsume la vida cotidiana de los proletarios a la ideología burguesa mediante una simbología revestida de una especie de sacralidad con la que las instituciones del Estado los trata para manipular las conciencias. “Lo nuestro”, son “nuestras costumbres”, es “nuestra corrupción surrealista”, “nuestros sinvergüenzas caricaturescos pero muy nuestros”, son expresiones promovidas a diario y en todos los espacios de la vida del proletariado. Aportó un elemento interesante de reflexión entre los asistentes al poner al descubierto el carácter perverso del nacionalismo, su perfil místico, fantasioso, sobre la pertenencia psicológica y la idolatría de esas imágenes (la bandera, el himno, la selección mexicana de fútbol, el pozole, el tequila, el mariachi, etc.). Y de ahí se cuelga la carroña patriotera del izquierdismo, es “nuestro petróleo”, y nos traen a la memoria las filas de gentes harapientas llevando su precario patrimonio –animales de todo tipo–, niños con sus alcancías o “con su domingo” a las oficinas recaudadoras para tributar a favor de la nacionalización en 1938. Muy conmovedor. Un robo cínico, ¡el sacrificio de la clase a favor de la acumulación de capital!
Se abordó con mucho interés la cuestión relacionada con que si un Estado poseedor exhibe la relación de explotación de la clase trabajadora mostrando también la naturaleza burguesa del Estado, y por tanto, que toda lucha de la clase la hace aparecer entonces como una confrontación directa con el Estado, y que en consecuencia ello haya sido un factor para que la burguesía se deshiciera de activos que implicaban un potencial punto de insurgencia proletaria. Se dieron intervenciones para destacar que aunque no sea determinante en el cambio estructural, que tiene fundamentos más económicos, entre un Estado propietario y la privatización, sí influye para poner entre sus prioridades aquellas ramas económicas en donde existe una mayor combatividad de la clase.
Se puso de relieve los riesgos que traerá la reforma energética para la clase con la carretada de argumentos nacionalistas para defender la “principal industria mexicana” y los recursos fiscales que aporta al presupuesto del gobierno para el gasto social. Lo llamados a “luchar contra el invasor” que intenta quedarse con “nuestra riqueza”. Sin embargo, existió la tentación de entrar en el debate de si es “mejor” para el proletariado la propiedad de PEMEX en manos del Estado o en las de capitalistas privados, incluso hubo quien planteara meterse en la revisión de cifras para rebatirle las cuentas del gobierno, dejando ver cuestiones importantes a clarificar: uno, la idea de que se pueden cambiar las cosas a partir de reformas “más apropiadas” a las planteadas por el capital, perdiendo de vista que cualquier reforma por más “radical” que se nos quiera vender será siempre en los marcos de la preservación de las relaciones sociales de producción capitalistas, y dos, la relativa ansiedad e impaciencia por “hacer algo” ante una serie de embates contra la clase obrera que se vislumbran con esta, y con las reformas fiscal, laboral y educativa. Sobre ello, se dieron algunas contribuciones subrayando la importancia y la relevancia que tienen ya por sí mismas las RP, y el trabajo de estudio e investigación para tener una mayor capacidad de comprensión sobre la evolución de la crisis y las salidas que hoy plantea la burguesía.
El balance es positivo, pues en general hay comprensión sobre el internacionalismo que debe mover las acciones del proletariado, y a pesar de las particularidades que adoptan las medidas draconianas de las burguesías nacionales, se tiene claro que los intereses comunes de la clase guían su perspectiva política y capacidad para resistir a las maniobras de las facciones de la izquierda del capital, de los sindicatos y demás bufones. Hubo un reconocimiento que los argumentos esgrimidos por éstos son tan peligrosos como los sostenidos por los privatizadores porque constituyen en conjunto un circo bien montado para embaucar al proletariado aunque también manifiesta la disputa por apropiarse de la renta petrolera.
Raskolnikof, diciembre
[1]) Ver Nación o Clase, CCI, 2003.
Publicamos a continuación una hoja que ha sido elaborada por trabajadores de diversos sectores en Alicante. La hoja llama a un debate abierto. Al final de la hoja expondremos nuestro comentario.
Algunos compañeros que trabajamos en “lo social” y que hemos participado desde hace años en luchas dentro y fuera del “sector” con unos planteamientos asamblearios y de clase y al margen de los sindicatos oficiales que dicen representarnos y los partidos que dicen apoyarnos, queremos pronunciarnos ante los acontecimientos generales y alzar una voz llamando al debate y la autoorganización.
No pretendemos tirar por tierra los esfuerzos de nadie, es más, consideramos los esfuerzos honestos y valientes de tantos compañeros, como los nuestros propios (especialmente los de DeM[1]) pero si contribuir a la crítica que ayude a profundizar y avanzar en la lucha.
La eterna crisis capitalista nos golpea a todos los que vivimos bajo su dominio. El “sector social” no es nada extraordinario. Las personas que trabajamos para los “servicios sociales” y las personas (trabajadores directos, pensionistas o carentes de pensión) que son usuarios de los “servicios sociales”, sufrimos, la situación actual de pérdidas y no retorno.
Impagos de nóminas, negociaciones a la baja de los convenios, peores condiciones de trabajo, despidos… para los trabajadores del sector; y recortes, copagos, privación de ayuda y de servicios… para los usuarios (y familiares) de los servicios.
Todos los colectivos dentro del “sector” de trabajadores y usuarios estamos siendo afectados: discapacidad y enfermedad mental, menores, drogodependencias, 3ª edad…
No pensamos que hay colectivos más importantes que otros (o más necesitados de atención) en el llamado sector social... es triste ver como cada uno barre para su terreno (menores, discapacitados, salud mental, drogodependencias y un sin fin)... luchas parciales por unas migajas de presupuesto que en los tiempos que corren hacen que unos recursos sobrevivan a costa del cierre de otros... que nos llevan a perder de vista la globalidad... para nosotros la lucha es por una sociedad en la que no hagan falta los servicios sociales.
En los últimos tiempos las movilizaciones se han hecho más visibles en el denominado “sector de la discapacidad y la dependencia”. Una subcategoría que engloba a compañeros de centros y programas para personas con discapacidad y enfermedad mental y que comparten convenio laboral; a ello se le suma, en ocasiones las personas dependientes y sus familiares (especialmente perjudicados por los recortes y copagos varios) Entendemos que por algún sitio se ha de empezar y que este colectivo reúne condiciones especialmente sangrantes.
No obstante si alzamos la cabeza y miramos más allá veremos que otros “sectores” del entorno nos llevan la delantera. El “sector” de los menores está siendo especialmente machacado y mal vendido, precisamente por esos sindicatos que en la “discapacidad” se muestran ligeramente combativos y en “menores” no mueven un dedo. Por todos lados se está debatiendo sobre nuevos convenios, las informaciones que nos llegan son a la baja en todos los sentidos, precarizando la situación laboral de los trabajadores y minimizando las cantidades para atender a los menores en riesgo de exclusión. La nueva forma propuesta de concertar estos servicios por parte de la administración no fomenta un trabajo de calidad, si no que lo que más premia es el factor económico sin tener en cuenta las necesidades que este colectivo pueda tener. Las respuestas ante esta agresión son las que hemos sentido en muchos medios de comunicación, o se cede o se cierra el servicio y todo el mundo al paro. Esta frase deja muy claro nuestra posición de oprimidos y explotados. Por supuesto a todos se nos toma por separado y cada cual tendrá su kakaconvenio.
Para evitar estas situaciones de desunión, es necesaria una visión global del colectivo de trabajadores y usuarios, y una organización general que los sindicatos y sus satélites solo hacen que evitar, dividiéndonos en sectores, subsectores, y minisectores, separando a trabajadores de usuarios y familiares (trabajadores, también) para en definitiva, firmar, hacer y deshacer a su antojo, por nosotros, pero sin nosotros, al final, contra nosotros.
Nuestra condición nos convierte en pieza clave en el sistema social, en nuestro “sector” no es distinto.
Dos elementos nos hacen fundamentales:
Hay una clara diferencia entre los intereses de la administración, de las entidades y de los trabajadores y usuarios. Mientras los primeros quieren rentabilizar el sector, maximizando el beneficio de las subvenciones (menos gasto público y más beneficio privado), los segundos, que no representan realmente a familiares y usuarios y en la mayoría de los casos (con honrosas excepciones) son meros intermediarios de la administración y no verdaderas asociaciones reivindicativas, buscan sobrevivir en equilibrio entre sus pactos con la administración y la utilización de los trabajadores como instrumento de presión. Por el contrario, trabajadores, familiares y usuarios deseamos unos servicios de calidad, gratuitos, con condiciones de atención y trabajo dignas, participativas e integrales. Si bien puede parecer en ocasiones que entidades y trabajadores compartimos intereses, estos no son más que tácticos, al fin y al cabo serán los trabajadores cuando desarrollemos nuestra autonomía y organización, quienes podemos plantear soluciones definitivas y favorables para todos: trabajadores, familiares y usuarios.
Ambas son complementarias y parten de la misma necesidad, sin una la otra carece de sentido y profundidad.
La lucha inmediata se desarrolla a través de la reivindicación de las necesidades concretas y contra los ataques más evidentes: contra los impagos y por el cobro de los salarios, contra los recortes en subvenciones y los cierres de los servicios, contra los despidos y el empeoramiento de las condiciones de trabajo, contra las rebajas en los convenios colectivos, contra los copagos de todo tipo. Una de las mayores dificultades de esta lucha es la falta de unidad y asumir la división que la administración y los sindicatos nos imponen: diferentes convenios, diferentes tablas salariales dentro de un mismo convenio, diferentes criterios de pago por parte de la administración,… hacen que en lo aparente no nos reconozcamos en los mismos problemas y que estos no se den a un mismo tiempo.
La lucha política es la menos desarrollada, es la que plantea la necesidad de la unidad y la confluencia dentro y “fuera” del sector, es la que valora y critica la globalidad y nos hace tomar conciencia. Para generar un cambio en profundidad que nos permita soluciones reales y a largo plazo es necesario desarrollar la lucha más allá de lo inmediato. Sabemos por experiencia que lo que podamos obtener mediante la presión en movilizaciones (por ejemplo cobrar las nóminas) es una victoria temporal y que en breve volveremos a una situación similar o incluso peor. Lo realmente permanente de las luchas, no son los logros inmediatos, sino que los trabajadores (usuarios y familiares) profundicemos en nuestra unidad, solidaridad, empatía, apoyo mutuo. Para desarrollar la lucha política es imprescindible generar espacios de encuentro, debate, reflexión y clarificación. No solo encontrarnos para “dar cuatro gritos” e irnos a casa, encontrarnos para conocernos, comprendernos y generar verdadero movimiento.
Y esto no nos es exclusivo, los abusos que sufrimos son generalizados para toda la población. Por ello además de romper con la sectorialización dentro “de lo social” debemos levantar aún más la cabeza y vernos como algo más: como una clase, un colectivo social mayoritario que sufre las mismas condiciones de explotación. Mientras no tengamos esa perspectiva seremos fácilmente separados y ninguneados por todos los “mamporreros” de patronales varias y gobiernos de turno.
¿Realmente alguien ve alguna diferencia entre lo que pasa en nuestro “rincón” y lo que pasa con la educación, la sanidad, los trasportes, la minería, los astilleros, los trabajadores de la limpieza…? ¿No somos todos castigados con peores condiciones de vida y trabajo, con peores y más caros servicios (que llevamos años pagando), con el paro o bajo su amenaza, con la privación de necesidades fundamentales…?
Esencialmente las diferencias entre nosotros, son las de asumir la separación y parcialización de nuestros problemas como algo diferencial, en lugar de cómo algo que nos pone a todos en común y nos une, y que se resume en la necesidad de vivir, a pesar de este Sistema.
Ya decíamos que desde el denominado “sector” de la discapacidad se vienen haciendo movilizaciones (no son las primeras, por ejemplo, recordamos que hace dos años se realizaron en Alicante asambleas abiertas de trabajadores y usuarios de los social, desde una perspectiva amplia) principalmente visibles desde las “marchas de la discapacidad”; nosotros que hemos participado de dichas movilizaciones y marchas, y que nos hemos separado de la sigla Discapacidad en Marcha, tenemos motivos para disentir y criticar con ánimo de avanzar.
Las movilizaciones, desde nuestra perspectiva, no son fines en sí mismos, sino herramientas para crear conciencia y movimiento. La espectacularidad de las marchas, no ha pasado de ahí, convirtiéndolas en un fin en sí mismo, una estéril acumulación de fuerzas en lo aparente, de la que sólo se beneficiaran los interlocutores validos (sindicatos, CERMIS…) u otros (partidos de izquierdas que se suman a toda protesta con tal de conseguir los votos que les faltan para ser el relevo de la derecha y hacer lo mismo)
El contenido de las mismas no deja de ser parcial y confuso, planteando reivindicaciones justas (retirada copago, retirada recortes…) pero sin mencionar siquiera la situación de los trabajadores que estamos siendo despedidos, impagados, y con peores condiciones de trabajo; ni de los convenios laborales que se están negociando a la baja o a la extinción. Parece que los trabajadores (base de todo servicio) no existimos si no es ligados a entidades o existimos por separado de toda la realidad de usuarios y familiares, cuando los sindicatos tienen a bien “movilizarnos”. Igualmente el mensaje “político” es pobre de solemnidad, culpar a gobierno autonómico y central de la situación es no ver que dichos gobiernos son la “mano militar” de la política económica capitalista que solo entiende del lucro y el beneficio y desprecia las necesidades humanas. Ni este, ni ningún otro gobierno hará más que obedecer la voz de sus amos. Por último se sigue encerrándose en el “minisector”, dirigiéndose a “los nuestros”, no viendo la globalidad del problema, evitando la confluencia y unidad.
Para nosotros la movilización es una herramienta para crear conciencia y movimiento, organización real y unida de los trabajadores desde la base, que pueda plantearse un cambio en la relación de fuerzas a favor de los intereses de la inmensa mayoría.
Un movimiento abierto, asambleario e independiente, palabras que en las que se reconoció la Discapacidad en Lucha, y no como algo simbólico, sino por que expresan la necesidad de autoorganización de los trabajadores, la necesidad de dirigir nuestras propias luchas y hacerlas confluir en una lucha de todos y para todos.
Sabemos que no es fácil y ante la dificultad se antepondrá el inmediatismo, “hagamos algo ya, lo que sea”, pero sin un “por que” y un “para que”, lo que sea no sirve o sirve para que todo siga igual. No nos quedamos quietos, debatir e incentivar el debate también es hacer, participar en el día a día, en las pequeñas luchas también; pero desde esta perspectiva, la que plantea algo más que un simple caminar, un caminar hacia un movimiento organizado de todos y para todos.
Colectivo Crítico de Trabajadores de programas, centros y servicios sociales.
Os convocamos a una asamblea abierta para debatir y reflexionar sobre estas cuestiones el día 9 de enero a las 18, 30 horas en el Ateneu la Escletxa en Alicante (Avd. de Alcoi 155, entresuelo). La intención es avanzar hacia unas posiciones propias como trabajadores desde una perspectiva asamblearia, abierta e independiente. La convocatoria está abierta a todos quienes deseen participar: trabajadores del sector social, trabajadores en general, usuarios y familiares de servicios sociales,…
Si deseas ponerte en contacto con nosotros: trabajadorescriticasocial@gmail.com [3]
Por un movimiento unido, consciente y asambleario de los trabajadores
En mayo 2011 vivimos el movimiento de indignados en España y otros países así como con posterioridad la huelga de la enseñanza en Madrid o la lucha de los estudiantes en Valencia[2]. Actualmente, hay una cierta apatía en la lucha de clases mundial aunque cabe destacar las sucesivas huelgas masivas que se vienen produciendo en Bangla Desh desde septiembre de este año.
De forma general, la lucha obrera no sigue una línea continua sino más bien una serie de altos y bajos, más concretamente pasa por momentos de agitación, auto-actividad y auto-organización a los que siguen largas fases de confusión y aparente resignación.
Es preciso no encarar la lucha del proletariado con ojos inmediatistas que solo ven lo que pasa en el momento sin insertarlo en la cadena de lo que ocurrió en el pasado y la perspectiva del futuro. El inmediatista cae en la euforia cuando los obreros toman la calle y él cree que ya están en disposición de tomar el Palacio de Invierno, pero con la misma irreflexión se zambulle en el pesimismo más oscuro cuando la gente no se mueve lo que le lleva a concluir que “el proletariado no existe”, “no hay salida”, etc.
El proletariado es una clase explotada y revolucionaria a la vez. Como tal, el resultado de la mayoría de sus luchas es la derrota que deja paso a resacas dolorosas. Su mayor fuerza es la autocrítica implacable de sus propios errores, “las revoluciones burguesas, como la del siglo XVIII, avanzan arrolladoramente de éxito en éxito, sus efectos dramáticos se atropellan, los hombres y las cosas parecen iluminados por fuegos de artificio, el éxtasis es el espíritu de cada día; pero estas revoluciones son de corta vida, llegan en seguida a su apogeo y una larga depresión se apodera de la sociedad, antes de haber aprendido a asimilarse serenamente los resultados de su período impetuoso y agresivo. En cambio, las revoluciones proletarias como las del siglo XIX, se critican constantemente a sí mismas, se interrumpen continuamente en su propia marcha, vuelven sobre lo que parecía terminado, para comenzarlo de nuevo, se burlan concienzuda y cruelmente de las indecisiones, de los lados flojos y de la mezquindad de sus primeros intentos, parece que sólo derriban a su adversario para que éste saque de la tierra nuevas fuerzas y vuelva a levantarse más gigantesco frente a ellas, retroceden constantemente aterradas ante la vaga enormidad de sus propios fines, hasta que se crea una situación que no permite volverse atrás y las circunstancias mismas gritan: Hic Rhodus, hic salta!”[3].
Muchos participantes en las movilizaciones de 2011 y 2012 cayeron en la ilusión de que el movimiento podría prolongarse indefinidamente a fuerza de voluntarismo, organizando todo tipo de convocatorias, proponiendo un abanico inacabable de movilizaciones, agitando sin tregua a unas masas cada vez más cansadas y desorientadas. Las fuerzas de encuadramiento de la burguesía (sindicatos, partidos de izquierda y extrema izquierda) fomentaron astutamente esta orgía de activismo – inmediatismo – localismo que ha logrado finalmente desalentar a muchos.
Sin embargo, los autores de la hoja pertenecen a una minoría reflexiva y consciente que plantea muy justamente “no solo encontrarnos para “dar cuatro gritos” e irnos a casa, encontrarnos para conocernos, comprendernos y generar verdadero movimiento” y, sobre todo, que, “ante la dificultad se antepondrá el inmediatismo, “hagamos algo ya, lo que sea”, pero sin un “porqué” y un “para qué”, lo que sea no sirve o sirve para que todo siga igual. No nos quedamos quietos, debatir e incentivar el debate también es hacer”.
Los compañeros llaman a “alzar la vista”: no ver un problema de sector sino una crisis del sistema capitalista que dura más de 40 años y que solo tiene como horizonte paro, miseria, destrucción medio ambiental, barbarie moral, sufrimientos sin fin. Alzar la vista y no ver “colectivos” y “mini-colectivos” sino clase proletaria, una clase que sufre muchas dificultades para reconocerse y confiar en sus fuerzas pero que tiene en sus manos el porvenir porque de su trabajo asociado brotan el funcionamiento mismo de la sociedad y las enormes riquezas que se producen. Alzar la vista y no limitarse al estrecho y alienante espacio de la “nación española”, menos aún perderse en los reinos de taifas de Cataluña, Valencia o Euskadi, sino comprender que estamos ante una crisis mundial que solo tiene una solución mundial, en manos de la unión de los proletarios del mundo entero. Alzar la vista y no quedarse en el asfixiante círculo de la lucha económica y asumir la lucha política que, para el proletariado y todas las masas explotadas, no consiste en el laberinto de mentiras, intrigas y corrupción que caracteriza la política oficial, sino que se basa en la participación activa de la inmensa mayoría en beneficio de la inmensa mayoría. Alzar la vista y debatir con espíritu abierto los enormes problemas que se nos plantean para mediante la conciencia, la solidaridad y la lucha ir abriendo el largo y difícil proceso que conducirá a la humanidad a liberarse del yugo del capitalismo.
[1] Se refieren los compañeros al colectivo Discapacidad en Movimiento, constituido en la Comunidad Valenciana
[2] Ver para los primeros nuestra hoja Internacional 2011: de la indignación a la esperanza, https://es.internationalism.org/node/3349 [4] ; para la segunda ver Solidaridad con la lucha de los trabajadores de la enseñanza, /content/3219/solidaridad-con-la-lucha-de-los-trabajadores-de-la-ensenanza [5]; para la tercera, ver Escalada represiva en Valencia, https://es.internationalism.org/node/3324 [6] y ¿Por qué nos consideran sus enemigos?, https://es.internationalism.org/node/3330 [7]
[3] Marx, El 18 de Brumario de Luis Bonaparte, https://www.marxists.org/espanol/m-e/1850s/brumaire/brum1.htm [8]
En contra de la visión adulterada que nos ha legado el estalinismo y en general las fuerzas políticas que dicen reclamarse del marxismo y del proletariado (trotskistas, maoístas, socialdemocracia etc.), el movimiento obrero no es únicamente político y económico sino que es un movimiento cultural con una profunda dimensión moral, de interés y diálogo con la ciencia, artística… “Nada de lo humano me es ajeno”, decía Marx retomando una frase del esclavo romano Terencio. La liberación del proletariado y de la humanidad entera del yugo del capitalismo se realizará de forma unitaria y global abarcando sus múltiples dimensiones.
No se trata evidentemente de la estafa –muy vinculada al desarrollo totalitario capitalismo de Estado- de preconizar un “arte proletario”, una “literatura proletaria” o una “ciencia proletaria”. Ya sabemos en qué consistió esa patraña estalinista: el odioso y repelente “realismo socialista” o el dogmatismo castrador de la “ciencia socialista”. Se trata por el contrario de una actitud activa de interés, diálogo y curiosidad crítica a cultivar en las filas proletarias.
Hace poco más de cien años, en noviembre de 1910, desapareció un gigante de la literatura mundial, León Tolstoi[1]. Publicamos un artículo, que sepamos, inédito en español, que Rosa Luxemburg le dedicó en 1908 en el 80 aniversario del nacimiento del gran novelista.
La celebración de este aniversario fue un evento de importancia mundial, provocando numerosas manifestaciones y tomas de posición de todas las corrientes políticas en Rusia y en Europa. De hecho, Tolstoi era conocido por su mesianismo místico, sus críticas radicales del orden establecido y por promover la insubordinación no violenta al zarismo, y poco antes había apelado contra las ejecuciones masivas llevadas a cabo por el gobierno después de la revolución de 1905.
Fueron también muchos los activistas del movimiento obrero que dedicaron artículos y comentarios sobre Tolstoi tanto por el significado de su obra literaria como por su mensaje político. Lenin, que profesaba una profunda admiración por el artista Tolstoi, organizó en 1911 varias conferencias públicas en Francia y Alemania sobre « la importancia histórica de Tolstoi ». Plejánov, en cambio, no veía en él “grosso modo”, más que un gran señor que « tranquilamente había disfrutado de los bienes de la vida que le proporcionaba su situación privilegiada » [2] y que fue finalmente incapaz de escapar, a pesar de su rebelión, al ideal de una clase social superior. Y Trotski tendía unilateralmente a considerar a Tolstoi sólo un vestigio de la aristocracia, como expresión del pasado[3]; Lenin focalizó su atención más allá de los aspectos reaccionarios de Tolstoi, y a diferencia de muchos socialdemócratas que, confundiendo Tolstoi con el tolstoísmo, rechazaron en bloque su trabajo y su ideología, comprendió la obra de Tolstoi como una expresión de las contradicciones de la sociedad rusa de la época y puso de relieve la fuerza de su protesta social. Lo que más le importaba, era juzgar a Tolstoi à partir de « su protesta contra la intromisión del capitalismo, contra la ruina de las masas despojados de sus tierras, protesta que surgiría del sistema patriarcal en la campiña rusa. » Siguiendo el mismo enfoque, Rosa Luxemburg ofrece una visión de Tolstoi todavía más amplia y más audaz. Con una aguda crítica de las debilidades políticas de Tolstoi, ella descubre la verdadera naturaleza del proyecto para la humanidad que se encuentra en el corazón del gran escritor y reconoce en él, en la crítica radical del orden establecido, en su visión y sus sueños de emancipación del hombre, un enfoque similar a la de los socialistas utópicos, es decir de este socialismo del principio del movimiento obrero, que, sin entender el papel de la clase obrera o el de la revolución comunista en la emancipación de la humanidad, se coloca en esta misma perspectiva de la liberación del yugo del capital[4].
Desde siempre, el novelista más genial de esta época fue también un artista infatigable y un pensador social incansable. Las cuestiones fundamentales de la existencia humana, la relación entre los hombres, las relaciones sociales siempre han preocupado profundamente la sensibilidad más íntima de Tolstoi y el conjunto de su larga vida y su obra fue al mismo tiempo una perseverante reflexión sobre 'la verdad' en la existencia humana. Normalmente, se asocia igualmente la misma búsqueda incansable a otro célebre contemporáneo de Tolstoi, Ibsen. Pero, mientras que en los dramas de Ibsen la gran lucha entre las ideas se expresa de forma grotesca en un teatro de marionetas llenas de suficiencia y casi incomprensibles, donde Ibsen el artista sucumbe lastimosamente a la insuficiencia de los esfuerzos de Ibsen el pensador, el pensamiento de Tolstoi no perjudica nunca su genio artístico. En cada una de sus novelas, esta tarea de pensador incumbe a alguien que, en el bullicio de unos personajes desbordantes de vida, juega el papel, un poco patoso y un poco ridículo del individuo en busca de la verdad, del razonador perdido en sus sueños, como Pierre Bézoukhov en Guerra y Paz, Lévine en Anna Karenina o el príncipe Nekhlioudov en Resurrección. Estos personajes, que, constantemente, expresan los pensamientos, las dudas y los problemas propios de Tolstoi, en el plano artístico están, en general, descritos de forma extremadamente vaga y débil; son más observadores de la vida que actores en ella. Pero la potencia creadora de Tolstoi es tan fuerte, que es incapaz de empañar su propia obra, independientemente de que él, como creador despreocupado y tocado por los dioses, las maltrate. Y cuando, con el tiempo, el pensador Tolstoi supera al artista, esto sucede, no porque su genio artístico se agote, sino porque la profunda seriedad del pensador le pide silencio. Si, en la última década, Tolstoi, en vez de novelas sublimes, no escribió más que tratados o ensayos sobre religión, arte, moral, matrimonio, educación, o la cuestión obrera, penosos a nivel artístico, es porque al final de la reiteración de sus reflexiones, llegó a conclusiones que le hicieron considerar su creación artística personal como una inutilidad.
¿Cuáles son estas conclusiones, ¿cuáles son las ideas que el viejo poeta defiende y defenderá hasta su último aliento? En resumen, la óptica de Tolstoi se conoce como la renuncia a las condiciones existentes incluyendo la renuncia a cualquier forma de lucha social a favor del "verdadero cristianismo". A primera vista, esta orientación espiritual parece reaccionaria. Sin embargo, Tolstoi está protegido contra cualquier sospecha de que el cristianismo que predica tiene algo que ver con la fe de la Iglesia oficial, en virtud de la excomunión pública con que la iglesia del estado ortodoxo ruso lo golpeó. Pero incluso la oposición al orden establecido se tiñe de colores reaccionarios cuando se envuelve en formas místicas. Pero un misticismo cristiano, que aborrece cualquier lucha y todo recurso a la violencia y que aboga por evitar “represalias”, aparece doblemente sospechoso en un medio social y político como la Rusia absolutista. De hecho, la influencia de la doctrina tolstoiana en la joven intelectualidad rusa –por lo demás una influencia que nunca fue de gran alcance y se ejerció sólo en pequeños círculos– se produce al final de la década de los 80 y principios de los noventa, en un período de estancamiento de la lucha revolucionaria, por la difusión de la corriente ética e individualista indiferente que habría podido constituir un peligro directo para el movimiento revolucionario, si no se hubiera limitado, en el tiempo y el espacio, a una simple peripecia. Y finalmente, confrontado directamente al drama de la Revolución rusa, Tolstoi se vuelve abiertamente contra la revolución, al igual que en sus escritos ya se había definido explícita y radicalmente contra el socialismo, y tal como había combatido la doctrina marxista como una aberración y una ceguera monstruosa.
Ciertamente, Tolstoi no es y nunca ha sido un socialdemócrata; nunca ha mostrado la menor comprensión de la socialdemocracia y del movimiento obrero moderno. Pero es inútil abordar un fenómeno espiritual de la envergadura y la singularidad de Tolstoi con la ayuda del pobre y rígido método escolástico y juzgarlo según sus reglas. El rechazo del socialismo como un movimiento y un sistema teórico puede, dependiendo de las circunstancias, emanar no de la debilidad, sino de la fuerza de un intelecto; y este es precisamente el caso de Tolstoi.
Por un lado, habiendo crecido en la antigua Rusia de Nicolas I y de su servidumbre, en un momento donde, en el imperio de los zares, no había ni movimiento obrero moderno, ni su necesaria condición previa económica y social, un poderoso desarrollo capitalista, Tolstoi fue testigo en plena madurez, del fracaso inicial de los pobres comienzos de un movimiento liberal, y después del movimiento revolucionario bajo la forma de terrorismo de la “Narodnaya Volya” [5], para conocer, casi septuagenario los pujantes primeros pasos del proletariado industrial y finalmente, a edad avanzada, la revolución. Por lo tanto, no es de extrañar que, para Tolstoi, el proletariado ruso moderno con su vida espiritual y sus aspiraciones no exista y que, para él, el campesino, e incluso el viejo campesino ruso profundamente creyente y pasivamente tolerante que sólo conoce una pasión, poseer más tierra, sin duda representa el mismo tipo de personas.
Pero, por otro lado, Tolstoi, que vivió todas las fases críticas y todo el doloroso proceso de desarrollo del pensamiento público ruso, forma parte de esos espíritus independientes y geniales a los que les hace más daño que a la inteligencia media el someterse a formas de pensamiento ajenas y a sistemas ideológicos constituidos. Por así decirlo era autodidacta –no en términos de la educación y el conocimiento formal, sino en cuanto a la reflexión– y debía llegar a cada una de sus ideas a su manera. Y si estas vías les parecían a otros globalmente incomprensibles y sus resultados extraños, este valiente solitario alcanza sin embargo una amplitud de miras impresionante.
Como en todos los genios de esta naturaleza, la fuerza de Tolstoi y el centro de gravedad de su reflexión no radican en la propaganda positiva, sino en la crítica del orden establecido. Y así llegó a una versatilidad, amplitud y audacia que recuerda los viejos clásicos del socialismo utópico, tales como Saint-Simon, Fourier y Owen. No hay instituciones sagradas del orden social establecido que no haya bombardeado sin piedad y de las que no haya demostrado la hipocresía, la perversión y la corrupción. La Iglesia y el Estado, la guerra y el militarismo, el matrimonio y la educación, la riqueza y la ociosidad, la degradación física y espiritual de los trabajadores, la explotación y la opresión de las masas, la relación entre los sexos, el arte y la ciencia en su forma actual –a todos los somete a una crítica implacable y devastadora, y ello desde el punto de vista de los intereses comunes y del progreso cultural de las masas. Si se lee por ejemplo las primeras frases de Las cuestión obrera se tiene la impresión de tener en la mano un folleto de agitación socialista popular:
“En el mundo entero, existen más de mil millones, miles de millones de trabajadores. Todo el cereal, los productos de todo el mundo, todo de lo que la gente vive y todo lo que hace su riqueza, son producto de los trabajadores. Sin embargo, no es la gente que trabaja, sino el gobierno y los ricos los que disfrutan de todo lo que se produce. Las personas que trabajan viven en la miseria perpetua, la ignorancia, la esclavitud y el desprecio de todos aquellos a los que vistió, alimentó, para los que construyó y sirvió. El pueblo fue despojado de su tierra que pasó a ser propiedad de los que no trabajan, por lo que el trabajador está obligado a hacer todo lo que el propietario le exige por vivir de sus tierras. Sin embargo, si el trabajador abandona el campo y va a un taller, cae en la esclavitud de los ricos, para quienes deberá realizar toda su vida 10, 12, 14 horas o más al día de un trabajo extraño y monótono, y a menudo perjudicial para la vida. Pero incluso si logra instalarse en el campo o emigrar para no vivir con tantas dificultades, no le dejan tranquilo, le reclaman impuestos, le exigen tres, cinco años de servicio militar, le ordenan pagar tasas adicionales para la guerra. Si quiere utilizar la tierra sin tener que pagar renta, hacer huelga o impedir que los no huelguistas le sustituyan, o rechazar los impuestos, entonces envían el ejército contra él, que le hiere, le mata o le obliga a la fuerza, como antes, a trabajar y a pagar... Y así es como la mayoría de la gente vive en el mundo, no sólo en Rusia sino también en Francia, Alemania, Inglaterra, China, India, África en todas partes.”
La agudeza de su crítica al militarismo, al patriotismo, y al matrimonio sólo es superada por la crítica socialista y se mueve en esa misma dirección. La originalidad y la profundidad del análisis social de Tolstoi se muestran por ejemplo en la comparación entre su opinión y la de Zola sobre el significado y el valor moral del trabajo. Mientras que este último, con un espíritu verdaderamente pequeño-burgués, pone el trabajo en un pedestal, por lo cual es considerado por muchos socialdemócratas franceses y otros, como un socialista de los más finos, Tolstoi, en pocas palabras, da en el clavo al señalar tranquilamente que:
“Don Zola dijo que el trabajo hace al hombre bueno, yo siempre he encontrado lo contrario: el trabajo en sí, el orgullo de la hormiga por su trabajo, vuelven no sólo a la hormiga, sino también al hombre, crueles… Pero, incluso si la diligencia en el trabajo no es un vicio declarado, de ninguna manera puede ser una virtud. El trabajo puede tener tan poco de virtud como la alimentación. El trabajo es una necesidad que, si no es satisfecha, constituye un sufrimiento y no una virtud. Hacer del trabajo una virtud es tan falso como hacer de la alimentación del hombre una dignidad o una virtud. El trabajo no ha podido adquirir el significado que se le atribuye en nuestra sociedad más que como una reacción a la ociosidad, que ha sido el carácter distintivo de la aristocracia y todavía se considera como criterio de dignidades entre clases ricas y poco educadas... El trabajo no sólo no es una virtud, sino que en nuestra sociedad mal organizada, es en gran parte un agente mortífero de la sensibilidad moral”.
La frase de El Capital “La vida comienza cuando el proletariado deja de trabajar” constituye un sobrio complemento. La comparación entre los dos juicios de Zola y de Tolstoi sobre el trabajo, revela precisamente la relación entre ellos en el ámbito del pensamiento y en el de la creación artística: la de un honesto y talentoso artesano contra un genio creativo.
Tolstoi critica todo lo establecido, declara que todo está condenado a desaparecer y predice la abolición de la explotación, el reclutamiento laboral, la igualdad económica, la abolición de la coacción tanto en la organización del estado como en las relaciones entre los sexos, la plena igualdad de los hombres, los sexos, las naciones y la fraternidad entre las naciones. Pero, ¿qué camino nos puede llevar a este cambio radical en la organización social? El regreso de los hombres al único y simple principio del cristianismo: amar al prójimo como a uno mismo. Constatamos que Tolstoi es aquí un idealista puro. Él quiere que el renacimiento moral de los hombres transforme sus relaciones sociales y que se consiga este renacimiento por la predicación y el ejemplo. Y no se cansaba de repetir la necesidad y la utilidad de esta "resurrección moral" con una tenacidad, una cierta pobreza de medios y un arte de la persuasión mitad ingenuo y mitad astuto y que recuerdan mucho las formulas imperecederas de Fourier referidas al interés personal del hombre que buscaba bajo las formas más variadas movilizar para sus planes sociales.
El ideal social de Tolstoi no es otra cosa que el socialismo. Para entender de forma atractiva el núcleo social y la profundidad de sus ideas, no hay que dirigirse a sus tratados sobre temas económicos y políticos, sino a sus escritos sobre arte que, por otra parte, están entre sus trabajos menos conocidos en Rusia. El razonamiento que Tolstoi desarrolla brillantemente es: el Arte –contrariamente a la opinión de todas las escuelas filosóficas y estéticas– no es un lujo destinado a provocar en hermosas almas sentimientos de belleza, alegría y otras cosas similares, sino más bien es una forma histórica importante de comunicación social entre los hombres, como el lenguaje. Después de extraer este criterio verdaderamente materialista histórico tras haber desmenuzado todas las definiciones de arte desde Winckelmann a Kant pasando por Taine, Tolstoi, con su ayuda, aborda el arte contemporáneo y constata, visto que no se ajusta a la realidad en ningún ámbito ni punto de vista, que el conjunto del arte existente –salvo pequeñas excepciones– es incomprensible para la gran masa de la sociedad, a saber, los trabajadores. En lugar de concluir siguiendo la opinión común de la barbarie espiritual de la gran masa y la necesidad de su “elevación” para comprender el arte actual, Tolstoi dibuja la conclusión inversa. Declara todo el arte existente como “falso arte”. Y la pregunta, cómo es que tenemos desde hace siglos un “falso arte” en lugar de un arte “verdadero”, es decir, popular, le lleva a otro audaz punto de vista: ha existido un arte verdadero en tiempos remotos mientras toda la gente tenía una visión común del mundo – que Tolstoi denomina “religión” –de donde surgen obras tales como las epopeyas de Homero o los Evangelios. Desde que la sociedad se dividió entre una gran masa explotada y una pequeña minoría dominante, el arte no sirve más que para expresar los sentimientos de la minoría rica y ociosa, pero como hoy se ha perdido toda visión del mundo, por ello tenemos esta degeneración y la decadencia que caracteriza el arte moderno. Según Tolstoi, el “arte verdadero” no podrá resurgir si, de un medio de expresión de la clase dominante, no se convierte en un arte popular, es decir una expresión de la visión del mundo común de la sociedad trabajadora. Y, con un fuerte revés, envía a los infiernos al “mal falso arte”, tanto obras menores como mayores de las más conocidas estrellas de la música, de la pintura, de la poesía y, para acabar, el conjunto admirable de sus obras personales. “¡El mundo feliz (…) está en ruinas! ¡Un semi-dios lo ha derrocado!” [6] Desde entonces no escribió más que una última novela –Resurrección– ya que él sólo consideraba respetable escribir cuentos populares cortos y sencillos o ensayos “comprensibles para todos”.
El punto débil de Tolstoi –la idea de cualquier sociedad de clases como una "aberración", más que como una necesidad histórica que reúne los dos extremos de su perspectiva histórica, el comunismo primitivo y el futuro socialista– es evidente. Al igual que todos los idealistas, él también creía en la omnipotencia de la fuerza y explica toda la organización en clases de la sociedad como un mero producto de una larga cadena de actos de violencia pura. Pero hay una grandeza verdaderamente clásica en la reflexión de Tolstoi sobre el futuro del arte que ve a la vez como la unión de arte, en tanto que medio de expresión, con los sentimientos sociales de la humanidad trabajadora y la práctica de la misma, es decir, la fusión de la carrera del artista con la vida normal de todo miembro trabajador de la sociedad. Las frases con las que Tolstoi critica la anormalidad del estilo de vida del artista actual que no hace más que “vivir su arte” posee un fuerza lapidaria, y hay realmente un radicalismo revolucionario cuando rompe las esperanzas de que una reducción del tiempo de trabajo y el aumento de la educación de las masas les darían una comprensión del arte tal y como existe hoy en día:
“Eso es todo lo que dicen apasionadamente los defensores de arte contemporáneo, pero yo estoy convencido de que ni ellos mismos creen en lo que dicen. Ellos saben bien que el arte, tal como lo comprenden, tiene como condición necesaria la opresión de las masas y que ni siquiera puede mantenerse sin esta opresión. Es imperativo que las masas de trabajadores se agoten trabajando para que nuestros artistas, escritores, cantantes y pintores lleguen a este nivel de perfección que les permite darnos placer... Aun suponiendo que esto sea posible y que se encuentre una manera de hacer el arte accesible a las personas, tal como se comprende, es necesario demostrar que no puede ser un arte universal, que es totalmente incomprensible para el pueblo, anteriormente los poetas escribían en latín, y sin embargo las producciones de nuestros poetas hoy son apenas comprensibles para la gente como si estuvieran escritas en sánscrito (…) Se responderá que es por culpa de la falta de cultura y del desarrollo de las personas, y que nuestro arte podrá ser entendido por todos, cuando reciban una educación satisfactoria. Esto es de nuevo una respuesta absurda, porque nos encontramos con que el arte de las clases altas nunca ha sido para ellos más que un simple pasatiempo, sin que el resto de la humanidad comprenda lo que es. Las clases más bajas pueden civilizarse una y otra vez, pero el arte, que desde el principio no se ha creado para ellos, quedará constantemente inalcanzable... Para el hombre sincero y reflexivo, es un hecho indiscutible que el arte de las clases altas nunca llegará a ser el arte de toda la nación”.
El autor de estas palabras es en su interior más socialista y materialista histórico que estos miembros del partido, que, mezclándose con la última extravagancia artística, quieren –con un celo desconsiderado– "educar" a los trabajadores social-demócratas para que comprendan el decadente pintarrajeo de un Slevogt o un Hodler.
Es así como Tolstoi, tanto por su fuerza como por sus debilidades, por la profunda y aguda mirada de su crítica, el audaz radicalismo de sus perspectivas, así como por su fe idealista en el poder de la conciencia subjetiva, debe colocarse entre los grandes utópicos del socialismo. Esto no es culpa suya, sino que su mala suerte histórica por haber vivido desde el umbral del siglo XIX, cuando Saint-Simon, Fourier y Owen se consideraban precursores del proletariado moderno, hasta principios del siglo XX donde, se encuentra solitario, sin comprender, cara a cara con el joven gigante proletario. Pero por su parte, la clase obrera revolucionaria madura puede, con una sonrisa de conveniencia, estrechar la mano, honestamente del gran artista y del audaz revolucionario y socialista a pesar de sí mismo, autor de estas buenas palabras: “Cada uno accede a la verdad según su propio camino, es necesario, sin embargo, decir esto: lo que escribo no son sólo palabras, yo lo vivo, es mi felicidad, y con ella moriré.”
Artículo publicado en la Leipziger Volkszeitung, no 209, del 9 septiembre 1908.
[1] Para más detalles biográficos sobre Tolstoi, ver : https://fr.wikipedia.org/wiki/Léon_Tolstoï [10]
[2] Plejánov, L’art et la vie sociale, Editions sociales, p. 313
[3] Trotski, Léon Tolstoï, 15 septiembre 1908, https://www.marxists.org/francais/Trotski/livres/litterature/tolstoi.htm [11]
[4] Para una comprensión de lo que es el socialismo utópico se puede ver Del socialismo utópico al socialismo científico de Engels, https://www.marxists.org/espanol/m-e/1880s/dsusc/index.htm [12]
[5] Voluntad del Pueblo (nota del traductor)
[6] Goethe, Faust, 1808, (NdT)
El capitalismo en un sistema de contradicciones. Es por ello que pueden darse estadísticas como las de la FAO y la OMS en las que México ya es el primer lugar a nivel mundial en obesidad; más del 30% de la población tiene problemas de sobrepeso u obesidad y de ellos 3 millones son niños. Por contraparte, las cifras de UNICEF y el CONEVAL declaran la existencia de 11.7 millones de niños en México que viven en el eufemismo de “pobreza alimentaria”. Los niños obesos lo son por la mala calidad de los “alimentos” que el capitalismo pone a disposición de la población. El hambre se puede apagar con cualquier comestible, pero sin duda no estamos hablando de una alimentación de calidad. En el siguiente artículo se analizará el por qué el capitalismo con su exceso de riqueza genera una masa cada vez mayor de humanos desnutridos.
Los medios de comunicación están llenos de imágenes insoportables de niños y familias enteras que mueren de hambre en un mundo donde grandes cantidades de alimentos están siendo desechados. La violencia de esta absurda pobreza parece no tener límites. 10 mil personas mueren de hambre cada día. Un niño menor de 10 años muere de hambre cada 5 segundos. 842 millones de personas sufren de desnutrición severa. Y esta miseria se está extendiendo en todo el mundo, alcanzando parte de la población del mundo “rico”, donde los bancos de alimentos son cada vez más comunes. Los “expertos” nos dan las explicaciones más increíbles de todo esto. Nos dicen que hay demasiadas personas. Que nuestro régimen de comida no se adapta a los recursos del planeta. Que no tenemos suficiente respeto por estos recursos. En resumen, todo está orientado a hacernos sentir tan culpables como sea posible, mientras que quienes son realmente los responsables de esto nunca son señalados. También nos dicen que si consumimos de “una manera diferente”, todo mundo estará mejor, incluidos los países pobres. Nuestro problema, arguyen, es que no estamos siendo responsables. Comemos demasiado y comemos mal, así que es nuestra culpa si los demás están pasando hambre. Claro que no resulta ninguna aventura afirmar que comemos mal, teniendo en cuenta todos los colorantes, azúcares, y pesticidas en nuestros alimentos. Pero por ahora la pregunta es: ¿cómo podemos realmente entender esta situación? Nuestro planeta es un lugar muy fértil, dotado de un ecosistema muy rico y diverso, que tiene un gran potencial. Con más de diez mil millones de hectáreas de tierra potencialmente cultivable, parece inconcebible que con la tecnología actual, muchas personas enfrenten la inanición, y sin embargo las hay. Si se comparan los recursos disponibles en el planeta con el uso real que se hace de ellas hoy en día, podemos ver inmensas contradicciones, contradicciones que amenazan la propia supervivencia de nuestra especie. Vamos a ver un poco más de cerca a estas contradicciones. De acuerdo con un informe publicado por la Institución de Ingenieros Mecánicos en Gran Bretaña ([1]), la cantidad total de tierra que realmente se cultiva hoy en día representa 4.9 mil millones de has, es decir, aproximadamente la mitad de lo que está disponible para la producción de alimentos. Este mismo informe indica que la capacidad media de un campo de una hectárea para producir grano o maíz haría posible, teniendo en cuenta los medios actuales, para alimentar a entre 19 y 22 personas durante un año, mientras que la explotación de una hectárea destinada a la producción de carne de vacuno o cordero para el consumo humano hace posible alimentar a alrededor de 1,5 millones de personas al año.
La productividad existente en el sector agroalimentario hace posible alimentar a toda la población mundial. Si millones de seres humanos mueren de hambre cada día, la causa es que este sistema vil no produce para satisfacer las necesidades de la humanidad, sino para vender y obtener un beneficio. Esta es la gran diferencia con las hambrunas de la Edad Media: estas eran consecuencia del escaso desarrollo de las herramientas, de técnicas, de la organización de la tierra y el trabajo. Los seres humanos continuaron explotando cada pulgada de tierra con el fin de compensar esta falta de productividad. Hoy en día, bajo el capitalismo, la humanidad posee capacidades extraordinarias que no está utilizando. Peor aún: la carrera por la ganancia genera un inmenso desperdicio:
“En los países del sudeste asiático , por ejemplo , las pérdidas de arroz pueden variar del 37 % al 80 % de la producción total en función de la etapa de desarrollo, lo que supone un desperdicio total de la región de alrededor de 180 millones de toneladas al año... el potencial de proporcionar 60-100 % más de alimentos por la simple eliminación de las pérdidas, mientras que se liberan recursos como tierra, energía y agua para otros usos, es una oportunidad que no debería ignorarse” ([2]).
En Europa, el 50 % de los alimentos terminan en el basurero (240,000 toneladas cada día).
La respuesta a las hambrunas, el detener este tipo de desperdicio, o la destrucción de los alimentos no vendidos, aun siendo medidas inmediatas que se deben tomar, resultarían insuficientes. Lo que resulta desesperanzador es que incluso estas medidas básicas no pueden ser tomadas por el capitalismo, porque en esta sociedad el bienestar humano y la satisfacción de las necesidades, bien sean las más elementales, no son en absoluto el objetivo de la producción. Las fábricas, la maquinaria, el capital sólo existen para obtener un beneficio y los trabajadores sólo se alimentan de modo en que puedan seguir produciendo plusvalía. Medidas que podrían parecer simples y obvias sólo pueden ser adoptadas por el proletariado en una situación revolucionaria.
Dicho esto, a largo plazo, una sociedad libre de las clases sociales tendrá que tomar medidas mucho más radicales. El modo de producción capitalista arrasa la naturaleza, agota el suelo, envenena el aire. La mayoría de las especies animales están en peligro de extinción si la locura destructiva de este sistema no se detiene.
Los que somos conscientes de esta situación en un primer momento sólo podemos reaccionar con indignación. Muchos afirman que el camino a seguir es el de reducir el consumo, y practicar un crecimiento negativo. Pero la solución no es ni “productivista” (produciendo más y más, sin la preocupación por el objetivo de la producción), o el crecimiento negativo (menor producción para que cada ser humano viva justo encima de la línea de pobreza, lo cual es imposible bajo el capitalismo, con sus inevitables desigualdades de clase). La solución tiene que ser mucho más radical y profunda que eso. Si la producción ya no es estimulada por la búsqueda de beneficios, sino por la satisfacción de las necesidades humanas, por consiguiente, las condiciones de producción tendrán que cambiar por completo. En el ámbito de la producción de alimentos, toda la investigación, toda la organización del trabajo y de la tierra, el proceso de distribución... estaría guiada por el respeto por la humanidad y la naturaleza. Pero esto implica el derrocamiento del capitalismo.
De la escasez a la sobreproducción
Por lo que sabemos hoy en día, la agricultura apareció por primera vez hace alrededor de 10,000 años, en algún lugar del sur este de lo que hoy es Turquía. Desde entonces, las técnicas se han continuado desarrollando, en ocasiones a grandes saltos. El uso de animales para tirar del arado se generalizó en la antigüedad, mientras que el desarrollo del arado de ruedas y la triple rotación de cultivos en todo el siglo X d. C. condujo a mejoras concretas en la producción. Sin embargo, es importante recordar que a pesar de los avances que marcaron este largo período ([3]), los conocimientos técnicos de la época no posibilitaron la generación de cosechas estables de un año a otro. Hubo muchos ejemplos de grandes hambrunas que diezmaban a la población: en 1315, por ejemplo, como resultado de un año particularmente frío y lluvioso, las cosechas en Francia eran 50 % inferiores a las de años anteriores, lo que resultó en la muerte de entre el 5 y el 10 % de la población. En menor medida, el mismo fenómeno se podía ver en 1348, esta vez seguido por la peste negra que golpeó a una población ya debilitada. En resumen, durante los siglos XIV y XV cuando el clima era menos favorable que en el período anterior, había una terrible hambruna cada 20 o 30 años. No fue sino hasta mediados del siglo XIX que la producción agrícola dejó de sufrir tan severamente por los golpes asestados por el clima. Los avances en maquinaria y el uso de combustibles fósiles (carbón y petróleo), los avances de la química inorgánica y la introducción de fertilizantes minerales condujeron a un aumento considerable de la producción. Con el desarrollo del capitalismo, la agricultura se convirtió en una industria, a imagen de la industria textil, o del transporte. Las tareas fueron rigurosamente planificadas y el concepto del proceso de fabricación, con la organización científica del trabajo, permitió un aumento sin precedentes de la productividad. Todo esto llevó a la gente a creer que los períodos de crisis y hambre darían paso a siglos de abundancia. La mayoría de los científicos de la época juró por el progreso de la ciencia y el pensamiento de que el desarrollo de la sociedad capitalista, sería el remedio para todos los males. La mayoría, pero no todos. En 1845, por ejemplo, cuando el capitalismo se encontraba en plena expansión, una terrible hambruna golpeó Irlanda. El moho y el clima húmedo dieron lugar a una caída en el cultivo de papa de casi el 40 por ciento. Las consecuencias para la población fueron espectaculares, se estima que hubo un millón de muertos entre 1846 y 1851. Pero incluso si las técnicas de la época eran todavía bastante rudimentarias, sería un error ver en la plaga de la papa la única causa de la catástrofe. A diferencia de lo sucedido en 1780, los puertos de Irlanda permanecían abiertos debido a la presión de los negociantes protestantes para mantener la exportación de alimentos. Mientras que las familias enteras en la isla se estaban muriendo de hambre, los convoyes de alimentos pertenecientes a los terratenientes, escoltados por el ejército, partían para Inglaterra. Es así como el desarrollo capitalista de Inglaterra se llevó a cabo. La crueldad sin límites del sistema capitalista llevó a Engels a escribir en 1882:
“En los países industriales avanzados, hemos sometido a las fuerzas de la naturaleza y las utilizaron para el servicio del hombre, tenemos la producción por lo tanto infinitamente multiplicado hasta el punto en que un niño de hoy puede producir lo que una vez tomó 100 adultos. ¿Y cuáles son las consecuencias? El crecimiento del exceso de trabajo y la pobreza de las masas, y cada diez años, un enorme desastre” (Dialéctica de la Naturaleza) En el siguiente artículo vamos a examinar este tema en el contexto de la decadencia del capitalismo.
Enkidu, 20 de octubre
[2]) Ídem.
[3]) También se puede citar la obra de Oliviér Serres (1539-1619), sobre la práctica agrícola.
El pasado día 17, las asambleas de los trabajadores de la limpieza de Madrid ponían fin a 13 días de huelga tras aprobar un acuerdo que evita cerca de 1200 despidos previstos así como amenazantes recortes salariales de hasta un 43%. A la salida de dichas asambleas el ambiente que se respira entre los trabajadores es de satisfacción, de sentirse vencedores, al menos momentáneamente, de la lucha interminable contra los continuos ataques de este sistema contra nuestras condiciones de vida. Se sienten así no tanto por los resultados tangibles de la negociación –pues los trabajadores han tenido que aceptar la congelación salarial hasta 2017, y un Expediente de Regulación Temporal de Empleo de 45 días año hasta ese mismo año– sino por la forma en la que han logrado resistir ese enésimo hachazo: apoyados en una emocionante demostración de solidaridad obrera. Una solidaridad que ha trascendido las plantillas de las tres empresas concesionarias de la limpieza de Madrid y se ha extendido a los trabajadores de la empresa pública TRAGSA, a los bares de los distritos más populares de Madrid donde se instalaban “botes” como forma espontánea de caja de resistencia para compensar las pérdidas económicas de los huelguistas, o la concentración en solidaridad con ellos que se produjo la última noche de la negociación,…
Los medios de comunicación y especialmente las televisiones –tan habituadas ellas mismas a los programas “basura”– han puesto el foco de atención precisamente en las bolsas de basura y en los personajes-basura. Respecto a lo primero no había telediario que no sacara cámaras a la calle para encuestar a la población sobre las molestias ocasionadas “por la huelga” (jamás antes se hizo una encuesta sobre las molestias ocasionadas por los recortes en el presupuesto de limpieza), o sobre sus repercusiones económicas, eso sí, para los comerciantes, hosteleros, etc. Se trataba, en definitiva, de la consabida campaña para echar a la población contra los trabajadores de la limpieza. Una campaña como la que exitosamente han empleado en ocasiones anteriores, con complicidad sindical incluida[i]. Sin embargo en esta ocasión esa opinión pública, y sobre todo la de los barrios obreros de Madrid, se ha ido inclinando del lado de los huelguistas. Así por ejemplo en un “bando” de la Asamblea Popular de Lavapiés podía leerse: «Que las trabajadoras y los trabajadores en huelga indefinida son un ejemplo para nosotros/as. Nadie en su sano juicio se quedaría quieto viéndolas venir (…) Que lo que vemos ahora es solo un anticipo del Madrid sucio y seco que caerá sobre nuestros barrios populares, si perdemos la huelga y consiguen que haya menos trabajadores/as y en peores condiciones. (…) Si los trabajadores/as que cuidan nuestras calles y jardines (y por tanto a nosotros/as) están de huelga, les apoyaremos hasta las últimas consecuencias, estaremos junto a ellos/as en los piquetes y en las manifestaciones (…) Si siguen deteniendo a huelguistas, cada día seremos más en las calles. Que la razón y la rabia de los trabajadores no sea callada por policías, jueces, patrones, medios de comunicación, políticos y jefes sindicales. Si la huelga acaba que sea porque la hemos ganado y no por pactos a espaldas de los trabajadores/as…»[ii]
Cuando denigraban a los huelguistas como “chantajistas”, los trabajadores recordaban que el origen de los despidos era una rebaja del presupuesto de limpieza del ayuntamiento de Madrid, que las empresas concesionarias –filiales de grandes constructoras enriquecidas con la especulación inmobiliaria y otros regalos de la propia Administración– querían cargar a las espaldas de los empleados de esas mismas empresas y de la población de los barrios obreros de Madrid.
Es verdad que la actitud arrogante de la alcaldesa de Madrid, digna esposa del expresidente Aznar (“digna” de él por supuesto), ha servido para calentar aún más el clima de apoyo a la lucha. Cuando emplazó con un ultimátum para que se llegara a un acuerdo en la medianoche del día 15, amenazando con recurrir a los trabajadores de la empresa pública TRAGSA para reventar la huelga, se encontró con la negativa de estos trabajadores (que están a su vez amenazados con despidos) a hacer de esquiroles de sus compañeros, por lo que tuvo que reclutar deprisa y corriendo –y a través de Empresas de Trabajo Temporal– 200 trabajadores para no quedar completamente ridiculizada. Esa misma noche, mientras la alcaldesa supervisa los servicios mínimos arropada en un abrigo de pieles, la propia Patronal acepta sustituir los recortes salariales por una congelación de sueldos hasta 2017, y aplaza hasta la noche siguiente –ultrapasando el ultimátum– la decisión sobre los despidos. En las filas obreras se extiende una sensación de que esta vez se puede frenar el ataque.
¿Por qué? ¿Acaso los explotadores se han hecho más razonables? Nada más lejos de la realidad: pocos días más tarde los mismos protagonistas –o casi– anuncian un atentado muy parecido esta vez con los trabajadores de las lavanderías de los hospitales de Madrid. ¿Es que los sindicatos habrían “vuelto” (¡ondía como el PSOE!) a defender a los trabajadores? Tampoco puede decirse cuando vemos como firman convenios que comportan miles de despidos y reducciones salariales en banca, Panrico, RTVE, etc. La noche del sábado 16, cuando los sindicatos de los trabajadores de la limpieza de Madrid se inclinaban más bien a aceptar una propuesta que incluye un menor número de despidos (de hecho UGT se mantiene en la mesa de negociación y CCOO la abandona aunque vuelve en seguida a ella), cientos de trabajadores –no solo del sector de la limpieza sino también de otros– se van concentrando en torno al edificio donde tienen lugar dichas negociaciones, y se empieza a convocar una manifestación para el día siguiente. Unas pocas horas más tarde, las empresas retiran el plan de despidos anunciado, sustituyéndolo por suspensiones temporales de empleo.
El factor clave del curso de esta lucha: la solidaridad, resultaba en cambio oscurecido por la propaganda burguesa, que prefería concentrarse en la recogida de las bolsas de basura, o en las declaraciones de la alcaldesa que, nuevamente, reapareció en los media para lamentar una permanente campaña contra ella. Para los explotados, en cambio, lo más trascendental, es la respuesta que ofrece un huelguista anónimo a un reportero televisivo que le pregunto qué ha tenido de positivo esta huelga: “descubrir que quien trabaja a mi lado es un verdadero compañero”.
El “sencillo” mecanismo en el que se basa el sistema capitalista es un despiadado chantaje: el trabajador sólo puede obtener sus medios de subsistencia si su fuerza de trabajo acrecienta el capital. La propaganda de los explotadores presenta sesgadamente que ese es el “orden” consustancial a la naturaleza humana, queriendo reducir nuestra existencia a esa mercancía, y procurando por todos los medios que el valor “de mercado” de dicha mercancía sea el más barato posible. Lo que sucede es que la determinación del valor de esa fuerza de trabajo no obedece únicamente a las ciegas leyes del intercambio capitalista (la oferta y la demanda, la ley del beneficio y el valor de cambio…), sino también a parámetros morales como son el coraje y la indignación frente a la inhumanidad de las leyes que rigen la sociedad, la solidaridad y la defensa de la dignidad de los trabajadores. Ahí se oponen dos mundos abismalmente opuestos: el de las necesidades humanas y el de los intereses del capital.
Cualquier tentativa de sacrificar las primeras a los segundos, se presente como defensa de la “competitividad” de la empresa, o en aras de hacer “rentables” servicios públicos tales como la sanidad, la educación; cualquier sometimiento de las condiciones de vida de los explotados a la defensa de instituciones del sistema tales como la empresa, la industria local o regional, o los intereses de la nación, conlleva precisamente sabotear el principio mismo de la solidaridad entre los explotados, para fomentar una hermandad fraudulenta entre explotadores y explotados. La contribución más importante de la lucha de los trabajadores de la limpieza en Madrid no es que hayan mostrado un camino infalible para arrancar concesiones a la Patronal, sino que su búsqueda de la solidaridad va en un sentido proletario de fortalecimiento de la unidad de clase y no en el sentido contrario de sojuzgamiento de los trabajadores a la lógica de la explotación.
Asistimos en estos días a un nuevo aluvión de miles y miles de despidos y de hachazos brutales a los salarios de quienes “conservan” su puesto de trabajo. En todas partes crece la inquietud de los trabajadores ante el cinismo de los explotadores que anuncian la salida de la crisis y que “el dinero llueve” sobre la economía española, mientras se acumulan los signos de un empobrecimiento cada vez más generalizado y dramático. Esa agitación se traduce a menudo en movilizaciones de protesta. Pero hemos de ser sinceros y no llamarnos a engaño. En la gran mayoría de casos, esa agitación en las filas obreras ha sido “reconducida” por la Izquierda del capital y los sindicatos a un rosario de “movilizaciones” dispersas y sobre todo desviadas a un terreno falseado de solidaridad, el de la defensa de las instituciones democráticas.
Hemos podido comprobar por ejemplo en Radiotelevisión Valenciana[iii] donde la indignación frente a los despidos ha sido “encauzada” hacia la defensa de una “televisión pública y valenciana”. En ese terreno, los sindicatos tienen las manos libres para justificar despidos y recortes salariales (como ha hecho el Comité de Empresa en el Plan de Viabilidad que ha propuesto), en aras, eso sí, de salvar ese “patrimonio nacional”. En ese terreno se obliga a los trabajadores de Canal 9 a marchar junto a los diputados del PSOE que cuando gobernaron ejecutaron el mayor plan de despidos en RTVE.
En ese terreno podrido nuestros “explotadores” nos son presentados como “aliados” y los trabajadores de otras fábricas, de otros sectores de la producción, u otros países, como competidores y enemigos. Así se ha podido ver por ejemplo en Panrico o en FAGOR. En el primer caso los trabajadores de la factoría de Santa Perpetua de Mogoda que se han negaron a aceptar los despidos y los recortes salariales se han visto sitiados por una brutal ofensiva de Patronal y medios de comunicación, pero también de sindicatos y de trabajadores de otras factorías para que su intransigencia no pusiera en peligro “el futuro” de la empresa. Otro tanto ha sucedido en el Grupo Mondragón, matriz de FAGOR y hasta hace poco paradigma del “modelo industrial vasco” y de las bondades del “sistema cooperativo”, y que hoy se ve quebrado arrojando a la calle a más de 5000 compañeros, que sin embargo han sido enzarzados en una pelea para ver qué división es “rentable”, qué trabajadores tienen derechos “preferentes” a ser recolocados en otras empresas del grupo,…
La competencia entre trabajadores[iv] puede salvar la rentabilidad de las inversiones capitalistas pero conlleva la ruina de los explotados. La solidaridad de clase tampoco protege indefinidamente a los trabajadores de los ataques de este capitalismo en decadencia, pero muestra una alternativa social, otra forma de entender las relaciones entre los hombres sin someterse a las leyes del mercado. Como se señala en el Manifiesto Comunista, escrito hace más de 150 años: “De vez en cuando los trabajadores obtienen victorias, pero su triunfo es efímero. El verdadero éxito de las luchas no es el éxito inmediato, sino la unión cada vez más amplia de todos los trabajadores”.
Valerio, 25 de noviembre de 2013.
[i] Como denunciamos por ejemplo en nuestro artículo de Abril 2013: /content/3714/para-defendernos-contra-los-despidos-y-los-recortes-hay-que-superar-los-metodos-e [14]
[ii] El “bando” completo de esta asamblea, resto de las que surgieron al calor del 15M, puede verse en www.alasbarricadas.org/noticas/node/26904 [15].
[iii] Ver también nuestro artículo: /cci-online/201311/3953/lo-que-esta-en-juego-con-el-cierre-de-canal-9 [16]
[iv] La industria del automóvil española sobrevive a la crisis en parte gracias a un abaratamiento bestial de la mano de obra con contratos a jóvenes que no llegan al 70% del salario. Resulta de lo más significativo ver como el PP y los sindicatos se alegran, al alimón, de robarle “producción” a otras factorías Ford, Nissan, SEAT… Pero eso es y nunca mejor dicho pan para hoy hambre para mañana. Excepto que se imponga la solidaridad de clase siempre habrá alguien más desesperado dispuesto a rebajar el valor de su fuerza de trabajo.
La realidad en el conjunto de la clase trabajadora es lo mismo: el salario cada vez alcanza para menos. Economistas e intelectuales abrevan en las mismas fuentes y terminan justificando todo por el “bajo crecimiento” de los EUA. Unos dicen que es culpa de Peña Nieto, otros que es el resultado de 12 años de panismo y, los más osados, dicen que es culpa del neoliberalismo salvaje, todos esconden el verdadero problema. Se ha convertido en deporte nacional el ajustar a la baja los pronósticos de crecimiento futuro pero, inmediatamente de que acotan el paso, de nuevo las perspectivas de un gran año 2014 para la economía surgen en su maravilloso mundo feliz; pronósticos todos basados en buenos deseos o de plano en malévolas mentiras, el resultado sin embargo será el mismo para los trabajadores de todos los sectores: más explotación y menos salario real. Lo que realmente habría que preguntarse es si esta crisis es una “gripita” pasajera o es una expresión de una enfermedad mucho más grave y profunda.
El capitalismo ya no es más un sistema que represente para la humanidad un paso adelante en su devenir histórico, al contrario su decadencia ya ha empezado desde principios del siglo pasado cuando terminó por instaurar el mercado mundial y empezaban luego las disputas entre las naciones por intentar alterar el “reparto” del mundo hasta entonces existente, desde entonces guerras mundiales, desolación, muerte y una marcada ausencia de futuro es lo único que reina en el planeta. La crisis actual es una continuación de la crisis del capitalismo que se abrió desde finales de los 60 y que dura ya más de 40 años, en particular esta agudización que hoy vivimos viene marcada por la crisis desatada desde 2007 en EUA con la famosa crisis de las subprime. Más de un lustro después el capitalismo sigue hundiéndonos en su crisis y en su callejón sin salida. Se pueden citar muchos datos, desde que el 80 % de los trabajadores solo tienen como prestaciones los mínimos permitidos por la ley, y, a veces, ni siquiera eso; la subcontratación ha aumentado y el empleo precario se disparó, los despidos han ido en aumento y se ha pretextado la contratación en “nuevas” condiciones, pero esas nuevas condiciones significan, invariablemente, beneficios para el patrón y peores condiciones laborales para el trabajador hasta que el desempleo roza ya el 6 % de la población, que más de la mitad de los mexicanos sobreviven en el empleo informal, es decir, vendiendo cualquier cosa para sobrevivir y que ¡el metro en el DF aumentó en casi 70 %! La realidad ha destruido categóricamente el castillo de naipes creado por ingenuos o por maquiavélicos del supuesto “momento mexicano” (memo, mexican moment), estamos de acuerdo que es momento de México, pero momento de reducción oficial de las expectativas de crecimiento, momento de aumento de los impuestos, momento de reducción en el gasto social, en fin, momento de un mayor hundimiento en la violencia, la inseguridad y la barbarie.
Desde hace más o menos dos años en Guerrero empezaron a surgir los llamados “Grupos de Autodefensa”, el fenómeno se ha extendido a Oaxaca, partes del Estado de México y, de forma espectacular, a Michoacán. El contexto de este surgimiento es evidentemente el hartazgo de la población ante una insoportable situación de violencia sin fin donde las mismas autoridades, es decir el Estado, están coludidas con las bandas de gánsteres que asolan regiones enteras. Sin embargo, estos grupos se ven obligados a defender a sus familias y sus escasas pertenencias enfrentándose al ejército que intenta desarmarlos y a las bandas de narcotraficantes que los acosan en una pugna por el control de territorios. Por ello, más allá de sus intenciones, si logran mantener su independencia se colocan como defensores del orden existente lo cual los hace partícipes del apuntalamiento del Estado, es decir, toda la indignación termina canalizada al mantenimiento del statu quo. En el peor de los casos, que está muy generalizado, el surgimiento de estos grupos está cooptado inmediatamente por grupos del narcotráfico y en ocasiones son auspiciados directamente por algún cartel. Es por eso que podemos ver grupos de “autodefensa” con armamento típico del narcotráfico.
Aunque este fenómeno puede despertar simpatías entre el conjunto de los explotados, sobre todo porque en el fondo hay una reacción genuina contra la barbarie del capital, se encamina a una trampa sin salida, convirtiéndose en la nueva policía local, esto nos recuerda cómo distintos grupos guerrilleros en América Latina terminaron siendo la nueva cara del Estado cuando llegaron al poder (por ejemplo los sandinistas). La falta de perspectiva que subyace como denominador de estos grupos es expresión directa de la situación social histórica: mientras el proletariado no sea capaz de darles un sentido e integrarlas en el combate general contra el capitalismo en descomposición, estas energías y voluntades serán “reintegradas” en el estado o en las pugnas entre carteles, en ambos casos la tragedia es la misma. Cualquier iniciativa que se levante contra esta sociedad explotadora y bárbara tendrá futuro en la medida en que se inscriba en la lucha general por transformar este mundo.
Este dilema está planteado desde principios del siglo pasado, el fondo que debemos reflexionar es saber si el capitalismo aún puede ser “reformado” y representar así un progreso para la humanidad o si esas reformas son como aspirinas para un cáncer y lo que necesitamos es un cambio radical, de raíz. Lo que hoy escuchamos como reformas y alrededor de las cuales nos quieren meter en un “debate”, son solo adaptaciones del capital para buscar mayores beneficios, es decir, las reformas van en el sentido de explotar mejor a la clase trabajadora, de extraerle la mayor plusvalía posible. No se trata ni siquiera de cambios que beneficien a los trabajadores en algún aspecto, se trata llana y simplemente de mejorar los niveles de explotación del trabajo asalariado por el capital. Izquierda, derecha y corifeos están unidos para hacernos creer que las “reformas” son el eje del destino de los hombres, esas supuestas reformas solo apuntalarán al capitalismo, mírese por donde se mire, van en el sentido de reforzar el Estado nacional y de tratar de hacer más competitivo al capital mexicano frente al resto de capitales internacionales. En las “reformas” no hay nada para los trabajadores, son maniobras del capital disfrazadas de “beneficios” para ellos. Si hacemos un recuento después de tantas “reformas”, ¿la clase obrera vive mejor? ... el resultado es una dramática degradación de sus condiciones de vida.
La pregunta profunda que se hacía Rosa Luxemburg en medio de la Primera Guerra Mundial se plantea hoy más que nunca de plena actualidad, ¿debemos seguir “reformando” este sistema ad eternum o deberíamos reflexionar sobre la necesidad de trastocarlo, transformarlo y finalmente superarlo?. Todos los partidos políticos hoy nos hablan de “reforma sí” “reforma no”, incluso MORENA (Movimiento de regeneración nacional) llama a la “resistencia civil pacífica” cercando al senado de la república por ejemplo; pero todo eso es para confundirnos y distraernos, ese no es el fondo de la cuestión, aceptar ese “debate” y esa “resistencia” sería aceptar el seguir atrapados en las cuatro paredes de “la reforma del Estado”, y todos sabemos, sin necesidad de tener un doctorado, que eso es seguir actuando sin cuestionar ni un ápice la explotación asalariada, la dominación de una minoría sobre una mayoría, la esclavitud del trabajo asalariado. “En vez del lema conservador de: “Un salario justo por una jornada justa”, deberá inscribirse en su bandera revolucionaria: “¡Abolición del sistema de trabajo asalariado!” ([1]). En efecto, de lo que se trata hoy es algo que va más allá de las mistificaciones sobre el “petróleo de los mexicanos”, se trata hoy de plantearnos la pregunta de fondo: ¿reformamos al capital o es ya una necesidad histórica su superación a través de una revolución mundial?... ¡De ese tamaño es el dilema que se nos plantea hoy! No se trata, como nos quieren hacer creer diputados y senadores, de una “reforma para que el país crezca”, sino de una de las tanta medidas del capital que se trazan para evitar que pensemos en cambiar el mundo, mientras sigamos atados a planteamientos del tipo “petróleo sí, o petróleo no”, etc. seguiremos alejando el momento de plantearnos el verdadero dilema: ¿reforma o revolución?
Marsan, 12 de diciembre
[1]) Marx, Salario, precio y ganancia.
Enlaces
[1] https://es.internationalism.org/tag/situacion-nacional/mexico
[2] https://es.internationalism.org/tag/vida-de-la-cci/reuniones-publicas
[3] https://mail.google.com/mail/u/0/
[4] https://es.internationalism.org/node/3349
[5] https://es.internationalism.org/content/3219/solidaridad-con-la-lucha-de-los-trabajadores-de-la-ensenanza
[6] https://es.internationalism.org/node/3324
[7] https://es.internationalism.org/node/3330
[8] https://www.marxists.org/espanol/m-e/1850s/brumaire/brum1.htm
[9] https://es.internationalism.org/files/es/pdf/rm_137.pdf
[10] https://fr.wikipedia.org/wiki/L%C3%A9on_Tolsto%C3%AF
[11] https://www.marxists.org/francais/trotsky/livres/litterature/tolstoi.htm
[12] https://www.marxists.org/espanol/m-e/1880s/dsusc/index.htm
[13] https://www.imeche.org/knowledge/themes/environment/global-food
[14] https://es.internationalism.org/content/3714/para-defendernos-contra-los-despidos-y-los-recortes-hay-que-superar-los-metodos-e
[15] http://www.alasbarricadas.org/noticas/node/26904
[16] https://es.internationalism.org/cci-online/201311/3953/lo-que-esta-en-juego-con-el-cierre-de-canal-9
[17] https://es.internationalism.org/tag/situacion-nacional/lucha-de-clases-0
[18] https://es.internationalism.org/tag/geografia/mexico