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Acción Proletaria nº 193, 15 Enero-15 Marzo 2007

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Atentado de Barajas: el terror es elúnico futuro que puede ofrecernos el capitalismo

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El pasado 30 de Diciembre, ETA hacía estallar un coche-bomba cargado con probablemente más de 500 kilos de explosivos en el aparcamiento del aeropuerto de Barajas en Madrid. Como consecuencia de este atentado han muerto dos trabajadores de origen ecuatoriano, y cientos de personas se han visto afectadas por heridas, ataques de pánico, pérdida de sus vehículos (más de mil), amén de unos destrozos que costarán al Estado (o sea sobre todo plusvalía expoliada a la clase obrera) más de 30 mil millones de euros.

Una vez más, la barbarie que rezuman las pugnas entre las diferentes facciones de la burguesía muestra la espiral de creciente horror que es lo único que este sistema de explotación puede ofrecer como futuro, y una vez más las principales víctimas de ese terror somos nosotros: los trabajadores.

 

Una prueba más de la barbarie en que se descompone la sociedad capitalista

Quienes tienden a justificar la barbarie “etarra” señalan que no puede achacárseles el asesinato de obreros puesto que ellos avisaron de la colocación del artefacto. Este argumento es repugnantemente cínico puesto que equivale a decir que ETA confía en que su ancestral enemigo: la Policía española - plagada según ellos mismos de criminales y torturadores –, cumpla su papel y salve a las víctimas. Se excusan con criminal hipocresía en que el asesinato de trabajadores no es su objetivo, sino “daños colaterales” de su guerra contra el Estado español. Como puede comprobarse los pequeños gángsters copian cada vez más los discursos de los grandes “padrinos”. Pero no imitan únicamente la jesuítica coartada (el “fin justifica los medios”), sino también el propio “modus operandi” de los grandes gángsters democráticos: la guerra imperialista.

Como mostramos en nuestro análisis del 11-M (ver en Revista Internacional nº 117: “Atentados de Madrid: el capitalismo siembra la muerte”), los atentados terroristas son cada vez más actos de guerra cuyas víctimas no son señalados representantes del enemigo, sino una población civil indefensa y aterrorizada; actos de guerra que ya no se  atienen a las “convenciones” con que los propios matones capitalistas han intentado reglamentar los conflictos armados (¡¡¡ la prensa burguesa se escandaliza de que antes del 30-D, ETA no hubiera adelantado el fin de la “tregua”!!!); actos de guerra al alcance ya no sólo de estados o de potentes organizaciones, sino de pequeños “señores de la guerra”, o de líderes de minúsculas facciones. También la prensa especula estos días con que no habría sido la dirección política de ETA, ni su brazo político –Batasuna – quien estaría detrás de la ruptura de la “tregua”, sino una especie de fracción “incontrolada” de los comandos. Asimismo en su reciente petición a ETA para que vuelva al “espíritu del 23 de Marzo” (fecha del anuncio de la susodicha tregua), el líder de Batasuna, Arnaldo Otegui, debía reconocer que eso no excluía nuevos atentados.

No son menos cínicos y criminales los argumentos para llamar a la población a cerrar filas en torno al “Estado de derecho” que nos presentan como freno a la irracionalidad, la violencia, y la bestialidad de los “terroristas”, cuando ese mismo Estado  capitalista es igualmente una máquina al servicio de los intereses criminales de los explotadores. Ese Estado democrático que nos venden como un oasis de “convivencia pacífica”, lleva a cabo una verdadera guerra (tampoco “oficialmente” declarada) contra la vida y las condiciones de existencia de los explotados. Baste ver el número creciente de víctimas de accidentes de trabajo, de obreros con contratos precarios, carentes de vivienda,... Baste ver los efectos devastadores de la supervivencia de este sistema - defendida a sangre y fuego por ese Estado democrático – sobre la salud de los seres humanos y la del planeta. Baste ver la participación cada vez más activa de esos mismos Estados tan “civilizados” ellos, en las cada vez más numerosas y más sangrientas matanzas (Oriente medio, Afganistán,...).

No cabe hacer distinción alguna entre la moral de los matones al mando de los Estados democráticos y quienes hoy a formar nuevas maquinarias de explotación, nuevas patrias a las que sacrificar la vida de los explotados. Todos ellos respiran la misma repugnante lógica de un sistema social que se hunde en su descomposición terminal, sin ningún futuro que obtener, pero que no duda en preservar su dominación social aún a costa de llevarse por delante a la humanidad.

 

El final de la “tregua” pone de manifiesto una creciente crisis en el aparato político de la burguesía.

En 1990, cuando publicamos por primera vez nuestro documento: “La descomposición fase última de la decadencia del capitalismo” (ver Revista Internacional nº 62), ya pudimos vislumbrar cómo, en ausencia de una alternativa revolucionaria del proletariado, el capitalismo incapaz sin embargo de disciplinar a la sociedad en torno a su “solución” a la crisis histórica de su modo de producción (la III Guerra Mundial), tendería a desarrollar sus rasgos más destructivos, aquellos que empujan ciegamente a la desintegración social: desde la dislocación de las relaciones humanas a la agravación de la destrucción medioambiental, del caos y la multiplicación de los conflictos bélicos, al terrorismo, etc. En este mismo cuadro hay que entender la creciente tendencia a la pérdida de control del juego electoral y de la disciplina de los diferentes partidos políticos del Estado burgués.

Así hemos visto por un lado la irrupción, incluso en países avanzados, de formaciones sin ninguna alternativa realizable para los distintos capitales nacionales, pero que sin embargo distorsionan el mecanismo electoral. Tal fue el caso de Le Pen en Francia en las pasadas elecciones presidenciales, o más recientemente de los sectores religiosos ultraconservadores norteamericanos que impidieron hace un par de años a la burguesía USA licenciar al incompetente equipo Bush tal y como deseaba. La vulnerabilidad de los aparatos políticos de la burguesía de incluso países importantes ante la acción de estas facciones, se puso ya de manifiesto en el atentado perpetrado el pasado 11-M cuando una banda de pequeños “camellos” y soplones puso “patas arriba” los pronósticos electorales del 14-M. Hoy nos encontramos, de nuevo, ante una situación en que la acción de una pequeña banda, cuyos principales dirigentes están “controlados” por las autoridades, da al traste con el “Proceso de paz”, que se ha convertido en el único([1])eje de actuación política del gobierno Zapatero. Y lo hace además dejando a este en el más completo de los ridículos (no es casualidad que el atentado se produjera al día siguiente de que Zapatero anunciara que el “proceso” iba bien y que iría aún mejor), y sin capacidad de reacción. Hoy, de nuevo, distintos  analistas políticos señalan que el resultado de las próximas elecciones (de las municipales de Mayo 2007, y de las generales previstas en principio para 2008) depende de lo que quiera hacer ETA, pues un atisbo de “nueva tregua” daría un cierto respiro al actual equipo dirigente del PSOE, mientras nuevos atentados llevarían al PP a la Moncloa.

Lo que más preocupa a los principales capitalistas españoles no es un dudoso fortalecimiento de la influencia de ETA entre sus sectores afines. Lo que les inquieta es ver como el resto de partidos políticos que conforman su Estado, se deja llevar cada vez más por la irresponsabilidad que les lleva a embarcase en aventuras políticas arriesgadas, por la indisciplina de anteponer intereses particulares de fracción a los intereses de conjunto del capital nacional español.

Ya cuando ZP abrió el “proceso” de paz tras la tregua apalabrada con ETA (ver en AP nº 189: “Para eliminar el terror, la clase obrera debe erradicar el capitalismo”) señalamos que se trataba de una operación política para evitar un nuevo pacto de Lizarra (acordado en 1998 entre ETA y el PNV), que dejara a Ibarretxe y su famoso plan “soberanista” como único medio de alcanzar la “paz”. Esta era la estrategia, compartida  por el PSOE y el PP y reforzada desde el Pacto Antiterrorista del año 2000, que Aznar quiso llevar a cabo prohibiendo a Batasuna y persiguiendo incluso judicialmente a representantes del PNV como Atutxa; y que Zapatero , sin embargo, quiso llevar a cabo ofreciendo el puesto de interlocutor privilegiado a la propia ETA, y,... poco o nada más. Pese a la “escandalera” de la Derecha y sus medios de comunicación afines, lo cierto es que ZP (¡y además ha presumido de ello!) ha hecho menos concesiones reales que Aznar en la “tregua” de 1998. Y ello es así, porque como hemos demostrado en numerosos artículos[2], el problema de la mala soldadura del capital nacional español no sólo ha sido y es históricamente irresoluble, sino que tiende a agravarse en la etapa de la descomposición capitalista. Lo que los sectores más importantes de la burguesía reprochan hoy al PSOE no es que no haya resuelto ese problema, sino que con su temeraria “Operación Proceso” haya contribuido más bien a agravarlo.

En efecto a resultas del fracaso del tan manido “proceso” el PSOE se ve cogido entre dos fuegos, entre el PP y el PNV, dispuestos ambos a “ofrecerle” ¡el abrazo del... oso!, pues o bien ZP se desdice de su estrategia y vuelve al Pacto Antiterrorista con el PP y sin los nacionalistas, lo que equivale prácticamente al “harakiri” político de su camarilla al frente del PSOE[3], y carga de razón a la fracción más “ultramontana” del PP; o bien entabla un nuevo “romance” con el PNV, que se ve así fortalecido para imponer condiciones al PSOE, y es fácil imaginar de que tipo. Hemos podido ver, por ejemplo, recientemente al secretario general del PS vasco, Patxi López, reconocer que se veían “obligados” a ir a una manifestación convocada por el jefe del gobierno vasco, y tras una pancarta que reclama “Paz y Diálogo”, mientras otros sectores del PSOE se han desgañitado hasta la lipotimia para afirmar que “ya no hay diálogo que valga”. Este puede ser, uno de los primeros efectos secundarios de la purga administrada por ETA el 30-D: la aparición de tensiones crecientes en el partido político más cohesionado, y hasta hace poco más coherente defensor de los intereses de conjunto del capital nacional español: su Partido “socialista”.

 

¿Qué hemos de hacer los trabajadores?

 ¡No dejarnos engañar!, eligiendo entre opciones aparentemente distintas (el nacionalismo vasco o el nacionalismo español; la barbarie terrorista etarra o islamista o el terror del estado capitalista) pero que representan todas una misma perspectiva, un mismo aciago futuro para todas las generaciones obreras: más miseria, más guerra y más barbarie.

¡No dejarnos engañar!, creyendo que la legítima solidaridad con los trabajadores directamente golpeados por el terrorismo pasa por la defensa de la democracia de los explotadores, como nos proponen los sindicatos CCOO y UGT para la manifestación del próximo día 13, o la asociación de emigrantes ecuatorianos, que nos llama a desfilar en esa misma manifestación tras la bandera de la “patria ecuatoriana”, una patria que como todas ellas es el coto privado de los explotadores del país, que han expulsado del país – vía miseria – a la mitad de sus “ciudadanos”.

¡No dejarnos engañar!, pensando que la forma de hacer frente a los problemas de los explotados pasa por cambiar el color del gobierno en una próxima cita electoral. Ya el atentado del 11-M hizo que muchos jóvenes y trabajadores, recelosos de lo que habían significado los anteriores 12 años de gobierno “socialista” o desencantados de la farsa electoral y democrática, decidiesen sin embargo a última hora ir a votar, para echar al incompetente y mentiroso gobierno del PP, y ya vemos 2 años después que lo sustancial de las condiciones de vida obrera (el poder adquisitivo menguante de los salarios, el paro y la precariedad, la inaccesibilidad de una vivienda,...) ha seguido degradándose imparablemente, que la guerra sigue extendiéndose (el gobierno ZP ha batido todos los récords de envíos de tropas a los conflictos, y por mucho que se lavara las manos en Irak eso no significa que se haya detenido la matanza, además de ser por ejemplo cómplice directo de las acciones de castigo de las tropas de la OTAN contra la población en Afganistán,...), que la amenaza terrorista no solo no se desvanece sino que se acrecienta. Tampoco es una alternativa válida para los trabajadores, el llamado “voto de castigo” que en sus diferentes alternativas (votos blancos o nulos, candidatos alternativos,...) nos venden como una forma de mostrar nuestra desafección de la llamada “clase política” tradicional, pero que, en realidad refuerza entre los trabajadores la idea de la impotencia, puesto que lo único que podríamos hacerle al sistema es... ¡la puñeta!

Por el contrario ¡hemos de tomar conciencia! de que sólo destruyendo este inmundo sistema de miseria, terror y barbarie, podemos aspirar a una verdadera vida humana, y que esa tarea y esa enorme responsabilidad incumbe a los explotados, a la única calase revolucionaria de esta sociedad: el proletariado mundial.

 

Acción Proletaria 9/01/ 2006.

 

 

 

 

 

 


[1] En nuestra Resolución sobre la situación en España que publicamos en el anterior número de Acción Proletaria  (ver “En España como en todo el mundo, el futuro pertenece a la lucha de clases”), mostramos como el gobierno ZP había prácticamente tirado la toalla en sus propósitos de detener la degradación de la economía española, o de frenar el debilitamiento de su posición internacional.

[2] Recomendamos especialmente a nuestros lectores los artículos que publicamos en AP nº 103,112,126,135,138,141,143, 150, y 189.

[3] Amén de otras repercusiones en la estabilidad parlamentaria del gobierno central, el tripartido catalán, el gobierno autonómico gallego, etc

Situación nacional: 

  • Conflictos nacionalistas [1]

Oriente Medio, Líbano,… La creciente espiral de la barbarie y la guerra.

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Día a día aumentan los conflictos y la tensión bélica en diferentes zonas del planeta y, especialmente, en el Próximo y Medio Oriente. Al infierno sin límites en el que se ha convertido Irak se han sumado recientemente el Líbano y,  los problemas entre Palestina e Israel tampoco conocen verdadera tregua. Mientras crece asimismo la tensión de Irán con sus vecinos,  Afganistán vuelve a conocer una situación de guerra abierta en diferentes zonas del país, situación que en filigrana comienza a darse en Somalia.

 

Esta terrible situación que expresa dramáticamente la descomposición y la barbarie en la que se hunde un sistema capitalista moribundo, va a agravarse en diferentes partes del planeta. En primer lugar, las grandes potencias mundiales, y muy especialmente Estados Unidos, van a seguir azuzando directa o indirectamente todas las tensiones para poder conseguir imponer sus intereses. El fracaso evidente de su política en Irak pretende corregirse con más de lo mismo. La “nueva estrategia” del Gobierno Bush que teóricamente debía hacerse eco de las recomendaciones del llamado Plan Baker (una política menos “militarista y más diplomática” en la zona”) ha consistido en enviar 21.000 soldados más para imponer algo que aún no han conseguido cientos de miles de soldados ya presentes, el control manu militari de Bagdad. La respuesta de sus rivales no se han hecho esperar: los chiítas declaran que los nuevos soldados volverán en ataúdes, e Irán y Siria siguen con su política de desafío sistemático y calculado a las exigencias norteamericanas. Las amenazas de uso de nuevos medios de destrucción como las que están lanzando Israel a Irán no son ni una casualidad ni un farol de jugador de póquer.

Pero no asistimos únicamente a un crescendo de tensiones entre los distintos países de la zona, sino también al estallido dentro de estos de violentos conflictos entre distintas etnias o confesiones religiosas (Irak, Líbano, Somalia), e incluso entre los partidarios de una misma “causa”, como es el flagrante caso en Palestinas con los tiroteos de militantes de Hamás contra los de Al Fatah y viceversa. Se dibuja en el horizonte una profunda división y enfrentamiento que en algunos casos, como sucede en Líbano o Irak, amenaza con el desarrollo de situaciones de guerra civil entre comunidades cada vez más antagónicas, es decir un siniestro de chantajes, miseria y muerte que sufre una población civil aterrada por quienes se presentan como sus “salvadores”. Si algo demuestran las muertes cotidianas en Gaza y Cisjordania, como las de Beirut o Bagdad es que estas facciones que dicen representar a las masas son tan imperialistas y criminales como las grandes potencias capitalistas.

 

El Líbano al borde de la guerra civil

Líbano es un pequeño país de cuatro millones de habitantes que no cuenta con ningún recurso estratégico o económico digno de mención: no hay petróleo, no hay gas, tampoco enclaves que interesen a los militares de forma especial, nada que en apariencia desate el apetito de los  depredadores imperialistas del mundo. Y, sin embargo, gran número de imperialismos grandes y pequeños están implicados en la grave crisis en la que esta sumido el país. ¿De donde viene el interés de todas estas potencias imperialistas?, ¿Qué futuro puede esperar la población civil atrapada en la espiral de tensiones bélicas en la zona?

El domingo 10 de Diciembre de 2.006, Beirut, capital del Líbano, fue recorrida por manifestaciones masivas, de gentes excitadas y dispuestas a hacer todo tipo de barbaridades. En algunos barrios de la ciudad centenares de miles de chiítas, partisanos del partido pro-sirio Hezbollá, a los que se unieron los cristianos seguidores del General Aoun (que actualmente apoyan a los pro-sirios), proclamaron violentamente su odio contra la comunidad sunnita.

Esta muchedumbre, encuadrada por milicianos armados, reclamaba a grito pelado la dimisión del Gobierno. Al mismo tiempo, en Trípoli, una muchedumbre de similares características, formada esencialmente por sunnítas,  manifestaba su apoyo al Gobierno. Durante el mes de Diciembre, Hezbollá, reforzado política y militarmente tras su aparente victoria de Agosto de 2006 sobre el ejército israelí e indirectamente sobre el “gran demonio americano”, ha organizado el asedio físico y político del Serail, residencia del primer ministro Fouad Siniora.

Decenas de puestos del control se han implantado en el centro de la ciudad de Beirut, bloqueando todos los accesos al Serail, sin que el ejército libanés pudiera hacer nada. Por su parte grupos armados sunnítas ha amenazado con asediar el Parlamento y secuestrar a su Presidente, el chiíta Nabil Berri, y se aprestaban a cortar las carreteras que unen Beirut con el valle de la Bekáa donde Hezbollá tiene su bastión fundamental.

Con tal nivel de tensión entre las distintas comunidades (incluyendo a los drusos), la menor chispa puede incendiar este país. Y no faltan pirómanos. En una reciente entrevista concedida a la televisión, el general Michel Aoun dijo: « debemos desarrollar un plan de la oposición para formar un nuevo Gobierno (…) y escuchar las reflexiones del presidente de la República Emile Lahoud, y del presidente del Parlamente Nabil Berri, sobre cómo debemos hacer caer al Gobierno de Fouad Siniora...».  (citado por “Courrier International” del 14 de Diciembre de 2.006). En ese sentido reiteran su propuesta de que el nuevo Gobierno ha de ser de orientación pro-Siria y que estaría apoyado por Hezbollá y todos sus aliados actuales, incluida la fracción chiíta del Ejército libanés.

La perspectiva de enfrentamientos armados entre las diferentes comunidades va abriéndose paso en el Líbano, alimentada e impulsada, eso sí, por bandidos imperialistas de mayor calibre que secundan a tal o cual fracción.

 

El Líbano en el centro de las tensiones imperialistas mundiales

Sería erróneo pensar que cientos de miles de personas rodean la sede del Gobierno de Fouad Siniora, sólo para derribar este Gobierno. Lo que está en juego es mucho más e implica directamente a muchos de los Estados de la región, tras los cuales se esconden los grandes bandidos imperialistas del planeta. Lo que en realidad pretenden los chiítas y los partisanos del general Aoun, es simplemente que Siria vuelva a hacerse con el control del Líbano.

Para Siria, que junto a Irán apoya política y militarmente a Hezbollá, se trata de aprovechar al máximo el debilitamiento del Estado israelí y de su aliado americano, para hacer valer sus apetitos en el Líbano e indirectamente en la región del Golan ocupada por el ejército hebreo. Nunca desde la retirada de sus tropas del Líbano en 2005, Siria se había encontrado una situación tan aparentemente favorable a sus intereses. Pero Irán, actual aliado de circunstancias de Siria, no ha conseguido desarrollar aún su influencia propia en el Líbano conforme a sus intereses. Para reforzar el poder de la comunidad chiíta en el Líbano, necesita que también se fortalezca en Irak. Eso llevaría al Estado iraní a afirmarse como principal protagonista de la contestación a los intereses de Israel y Estados Unidos.

Pero, por su parte, Egipto, Arabia y Jordania países dirigidos por sunnitas, se muestran inquietos por ese reforzamiento del poder de un Irán chiíta que financia a Hezbollá, y apoyan al gobierno de Siniora. Estos países árabes, particularmente influenciados por la política imperialista americana, expresan abiertamente su disgusto y hostilidad ante el aumento de la influencia del “hermano”, enemigo, iraní.

Considerando todos estos elementos se atisba una ruptura profunda e irremediable en el seno del conjunto del  mundo musulmán. Y, evidentemente, el aumento de las tensiones en el seno del mundo árabe no presagia nada bueno para el futuro de toda esta región.

Por otra parte, esta brecha abierta es una oportunidad para potencias como Alemania y Francia que cuenta además con una presencia militar directa sobre el terreno. El martes 5 de Diciembre, estos dos países dieron a conocer una declaración común en la que hacían saber que no permitirían ninguna ingerencia extranjera (¿¿??) en el Líbano, y advertían directamente a Siria para que «se abstuviera de aportar su apoyo a las fuerzas que buscan la desestabilización del Líbano y de la región, y establezca con Líbano una relación de igualdad y respeto de la soberanía de cada uno de los dos países» (publicado en el periódico “Liberation” del 15 de Diciembre de 2.006). Para todo bandido imperialista que se precie el enemigo de mi aliado es,  de momento, mi propio enemigo. Francia, que no tiene más apoyo en el Líbano actual que la mayoría cristiana acérrima enemiga de Siria, no ha dejado por tanto de criticar abiertamente a este país.

 

La barbarie capitalista no conoce límites

El  aumento de las tensiones bélicas en toda la región que se comprueba en la crisis libanesa, se ha confirmado neta y brutalmente con el denominado “verdadero-falso lapsus nuclear” del primer ministro israelí Ehoud Olmert. Mientras la política tradicional de la burguesía israelí ha sido siempre mantener en la ambigüedad la posesión de arsenal nuclear, resulta que en una reciente entrevista en la TV alemana, el pasado 12 de Diciembre y cuando criticaba las justificaciones iraníes para dotarse de armamento nuclear, el citado Olmert dio claramente a entender que Israel posee armas nucleares, al mismo nivel que Francia, Rusia o los Estados Unidos. Este intencionado “gazapo” cobró todo su sentido cuando días más tarde el nuevo ministro de defensa norteamericano Robert Gates reconoció en su comparecencia en el Congreso USA que Israel es uno de los países que poseen la bomba atómica. Es evidente que no hay error ni “lapsus” que valgan, sino un “aviso” a Irán de lo que están dispuestos a hacer sus enemigos si sigue acrecentando su poderío. Según el diario árabe “Al-Quds-Arabí”, se trataría igualmente de una «preparación para un eventual recurso a la potencia nuclear, si Israel decidiera en algún momento atacar a las ciudades que acogen bases nucleares iraníes» (citado por “Courrier International”, 13 de Diciembre de 2.006). No podemos, desgraciadamente, descartar en modo alguno esta eventualidad. Marx ya constató hace más de ciento cincuenta años que el  capitalismo nació entre el fango y la sangre. Hoy en día, su descomposición como sistema social, su lenta y terrible agonía puede llevar a la humanidad por el camino de un infierno terrorífico.

Únicamente la lucha del proletariado puede ofrecer una perspectiva para erradicar definitivamente esa barbarie, ya que su lucha por defender sus intereses como clase le opone a todos los sectores de la clase explotadora. Por ello resultan muy significativas las luchas obreras que han tenido lugar en Palestina e Israel (ver artículo en este mismo número de AP), pues muestran la negativa de los trabajadores a sacrificar sus condiciones de vida en aras al interés imperialista y criminal de sus explotadores. Sólo el desarrollo de esos combates, y a su cabeza los de los proletarios de los países centrales del capitalismo, puede abrir una salida a la humanidad.

 

 

Adaptado de Révolution Internationale, publicación en Francia de la CCI.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


Noticias y actualidad: 

  • Israel/Palestina [2]

Israel/Palestina: la lucha obrera a pesar de la guerra

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A pesar del odio nacionalista que paraliza la mayor parte del tiempo la lucha de clases en Israel y en Palestina, las severas privaciones económicas resultantes del estado de guerra permanente han puesto a los obreros de los dos campos antagónicos a combatir por sus propios intereses de clase. En septiembre, los empleados de Cisjordania y Gaza han desarrollado huelgas y manifestaciones para exigir que el gobierno de Hamas pague muchos meses de salarios atrasados, debido al bloqueo de los fondos internacionales por el estado israelí, recogiendo así las reivindicaciones de una buena parte de los 170.000 funcionarios en huelga. De esta manera, los trabajadores de la enseñanza se han puesto en huelga a partir del 4 de septiembre con tasas de huelguistas del 80 al 95%, desde Rafah (sur de la Banda de Gaza) a Jenín (norte de Cisjordania). Este movimiento se propagó hasta la misma policía palestina y sobre todo a comienzos de octubre en el sector de la sanidad donde la situación es dramática, incluyendo también Cisjordania.

Los funcionarios del ministerio de Sanidad sólo han recibido tres pagos parciales en siete meses y decidieron una huelga ilimitada para reclamar el pago de todo lo que se les debe.

Paralelamente, el 29 de noviembre, la dirección de Internet Libcom.org informaba que una huelga general había surgido en el sector público israelí. Comprendiendo los aeropuertos, los puertos, y que las oficinas de correos estaban todas cerradas. 12.000 empleados de los servicios municipales incluidos los bomberos se pusieron en huelga convocados por la central sindical Histadrout (la Federación General del Trabajo) en respuesta a las violaciones de los acuerdos entre los sindicatos y las autoridades locales y religiosas. Histadrout también declaró que estos últimos se han atrasado en los salarios a pagar y que el dinero de los empleados que debía estar depositados en los fondos de pensión había desaparecido.

La guerra imperialista amplifica la ruina económica y la miseria de los proletarios en la región. La burguesía de los dos campos es cada vez más incapaz de pagar a sus esclavos asalariados.

Estas dos lucha han sido objeto de toda suerte de manipulaciones políticas. En Cisjordania y en Gaza, la fracción de oposición nacionalista, Al Fatah, ha tratado de utilizar las huelgas como un medio de presión hacia sus rivales de Hamas.

En Israel, Histadrout tiene una larga tradición de llamamientos a “huelgas generales” hipercontroladas para acabar con la cólera de los obreros llevándolos al terreno de la burguesía en provecho de una u otra fracción. Pero es significativo que en Israel, la huelga general de Histadrout (que ha sido detenida en menos de 24 horas) fue precedida de una ola de huelgasmucho menos controladas, de empleados, enseñantes, profesores de universidad, empleados de banca y los funcionarios.

La desilusión ante el fracaso militar de Israel en Líbano sin duda alguna ha alimentado este gran descontento. Durante la huelga de septiembre en los territorios palestinos, el gobierno de Hamas denunció la acción de los funcionarios contraria al interés nacional y trató de disuadir a los enseñantes en huelga: “¡Si queréis manifestaros, manifestaros contra Israel, los Americanos y Europa!”.

En efecto, la lucha de clases se afirma contraria al interés nacional y se opone de esta forma a la guerra imperialista.

 

Traducido de Révolution Internationale nº 375, publicación de la CCI en Francia.

Noticias y actualidad: 

  • Israel/Palestina [2]

¿Dónde está hoy la clase obrera?

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Una nueva serie de artículos para abordar las dudas actuales sobre la alternativa revolucionaria del proletariado contra el capitalismo.

Introducción

Día tras día crece entre los trabajadores y la población en general una profunda y justificada inquietud por el negro destino que nos ofrece la vigente organización de la sociedad: el sistema capitalista. En las páginas de esta misma publicación analizamos el desastre medioambiental, la miseria que se plasma en la falta de un techo digno de tal nombre, o la espiral de guerras y terror que asolan con cada vez más hiriente intensidad a la humanidad. Pero ¿qué podemos hacer? La inmensa mayoría de los partidos políticos, sindicatos, y demás instituciones del sistema tratan de camelarnos con la ilusoria patraña – eso sí que es una utopía – de “presionar” para “reformar” el capitalismo. Otros desengañados de tan reiterados embustes, pero cegados por la lógica destructora de este sistema de explotación que chorrea sangre y caos por todos sus poros, nos proponen dejarnos arrastrar por esa misma pulsión arrasadora y no ven más “respuesta” que los oprimidos arrebaten a los opresores el “honor” de reducir a cenizas la obra de miles de años de trabajo humano. Pululan igualmente multitud de ideólogos que predican toda clase de vías, desde la vuelta a las supersticiones religiosas,  a la construcción de “búnkers” mentales de indiferencia ante el horror que se abate sobre nuestra especie y la naturaleza toda([1]). Todas estas mistificaciones, tan aparentemente diferentes unas de otras, parten de un principio medular del pensamiento burgués: no hay alternativa viable a este sistema, no existe posibilidad alguna de que los seres humanos convivan sin explotación, miseria, guerras, el capitalismo es el fin de la historia. Esa es desde luego la “respuesta” que le interesa propalar a la burguesía ante la creciente inquietud por el futuro que se avecina.

No dudamos que esa visión resignada e impotente tiene todavía mucho peso en la gran mayoría de la población, pues, como decía Marx: «la ideología dominante en la sociedad es la ideología de su clase dominante». Sabemos que la ideología sigue siendo dominante en la sociedad, eso es obvio, pero lo que debemos discutir es ¿su impacto tiende a hacerse mayor o por el contrario, tiende, aunque sea lentamente y sin seguir necesariamente un camino lineal, a debilitarse?. Nosotros pensamos que sí. Ya hemos explicado en otros artículos ([2]) los hechos que prueban materialmente el despuntar de un nuevo esfuerzo de combatividad y toma de conciencia por parte de la clase llamada precisamente por la historia a instaurar esa nueva sociedad verdaderamente humana: el proletariado mundial. Ese esfuerzo de toma de conciencia por parte de una clase que siendo la única clase revolucionaria, es al mismo tiempo la clase explotada de la sociedad, no se traduce en una “iluminación” súbita, un descubrimiento repentino de la verdad y toda la verdad, sino que se opera a través de una evolución en que viejas dudas dan paso a nuevos interrogantes.

En 1999-2000, por ejemplo, redactamos una serie de artículos bajo el título general de “Respuesta a las dudas sobre la clase obrera” ([3]). Esta serie era el resultado de debates que mantuvimos con elementos muy jóvenes que buscaban efectivamente alternativas al capitalismo pero en una situación marcada por un profundo desarraigo del proletariado, en cuyas filas pesaban enormemente todos los mitos propalados por el capitalismo en los años 90: triunfo del capitalismo sobre el “comunismo” (en realidad capitalismo de Estado estalinista), superación de las crisis económicas con la “nueva economía”, y la “revolución tecnológica”, creación de un nuevo “orden mundial” que extinguiría las guerras al desaparecer los bloques imperialistas que las habían protagonizado en los 50 años anteriores,...  En definitiva el ambiente que se respiraba en la clase obrera era de desorientación, y también de apatía, pues la dinámica de luchas de los años 70 y 80 se había agotado sin haber conseguido, como muchos soñábamos, derribar el capitalismo, y lo que predominaba, incluso en elementos que sinceramente trataban de no dejarse arrastrar por el “triunfalismo” capitalista, era, sin embargo, una duda radical sobre la existencia misma de la clase obrera y más aún sobre su capacidad no digamos para hacer una revolución sino para, al menos, luchar contra la explotación siempre en aumento del capitalismo. En palabras de un compañero en una carta que nos escribió por entonces «yo no veo por ningún lado a la clase obrera sí acaso vociferando como estúpidos en los campos de fútbol». La problemática que entonces predominaba oscilaba entre la negación de la existencia misma del proletariado o la tesis (todavía más peligrosa por cuanto es más sofisticada), de que el proletariado seguía existiendo (¿quién sino crea la inmensa mayoría de la riqueza social?), pero que había dejado de constituir ya una amenaza para el capitalismo, y mucho menos una alternativa revolucionaria.

Hoy, el proletariado, desde 2003, ha empezado a retomar el camino de la lucha, sectores significativos de nuevas generaciones obreras empiezan a protagonizar luchas en unidad con las viejas generaciones (movimiento de los estudiantes en Francia, luchas en Vigo, Bangla Desh, Brasil, India, China, Gran Bretaña, todas ellas durante 2006) y, más profundamente aún, muchos jóvenes obreros –junto con compañeros de anteriores generaciones que vuelven a retomar el interés por la causa proletaria- se plantean preguntas sobre qué porvenir nos depara el capitalismo, cómo luchar, etc. La situación ya no es la misma y las preguntas que se hacen estas minorías parten de que sólo la clase obrera puede hacer una revolución y en la convicción de que puede y debe luchar contra el capitalismo.

Es evidente que dentro de ese marco se plantean muchas dudas, se ve que el camino es muy difícil, se constatan obstáculos que aparecen a primera vista como infranqueables. Sin embargo, el punto de partida no es ya la negación radical o la duda paralizante sobre la clase obrera([4]) sino el principio de una confianza sobre su capacidad de lucha y sobre la perspectiva revolucionaria de la que es portadora. Expresión avanzada de ese ambiente son estos pasajes de una carta de un compañero que hemos recibido recientemente: «si hay una fuerza social, un movimiento social de masas en su número y extensión, que encarne en su lucha contra la sociedad capitalista “la autoorganización, la comunicación, la solidaridad, el coraje, la reflexión” es, sin lugar a dudas, el movimiento obrero (…) Ahora bien, es referente al sujeto revolucionario, a la fuerza social que pueda y quiera ejecutar la sentencia de muerte a la sociedad capitalista y construir otras relaciones sociales, donde yo tengo más dudas y vacilaciones. La lucha individual por la supervivencia en un entorno hostil, la soledad, la falta generalizada de experiencias de solidaridad, lucha y reflexión colectiva, el embrutecimiento, el miedo y la desconfianza en general… son losas que pesan mucho, que a priori hacen difícil levantar la mirada para algo más que no sea intentar tirar para adelante en medio de esta jungla, que desde luego dificultan mucho plantearse el derrocamiento revolucionario de lo existente».

La “contradicción” que puede percibirse en estas reflexiones es más aparente que real. La confianza en la capacidad histórica del proletariado, en las potencialidades de su lucha, no significa negar sus dificultades inmediatas, sus vacilaciones, los obstáculos que lo paralizan. Al contrario, es el reconocimiento serio, científico, de esos problemas, el mirarlos cara a cara, el analizarlos a través de debates en profundidad, lo que permitirá que la clase obrera pueda avanzar en sus luchas, en su toma de conciencia y vaya madurando sus capacidades para enfrentarse al capitalismo.

El objetivo de esta nueva Serie de artículos que ahora emprendemos es animar un debate sobre esas dificultades, problemas, obstáculos, que enfrenta la lucha obrera, desde una perspectiva de combatientes comprometidos. Se trata de rechazar tanto las posturas de “profesores” que pontifican dogmáticamente sobre “un proletariado que hará inexorablemente la revolución cuando lo dicten las condiciones objetivas y disponga de un Partido que lo dirija” como las de esos escépticos que no ven más allá de sus narices y que en nombre de que “el proletariado no ha hecho la revolución y ha fracasado en anteriores empeños” le condenan por los siglos de los siglos.

Ambas posturas propagan la parálisis y la desorientación. Frente a ellas debemos desarrollar un debate abierto y fraternal sobre los problemas de una clase obrera que sufre, siente, piensa, busca respuestas, intenta luchar, tiene fracasos, dudas y dificultades, en definitiva, es un ser vivo.

¿Puede el capitalismo comprar al proletariado con concesiones económicas para retardar y evitar la revolución proletaria? 

Iniciamos esta serie mediante un artículo que resume un debate que hemos tenido con compañeros en diversos lugares. Todos compartían con mayor o menor fuerza la convicción antes expresada: la clase obrera puede luchar y sólo ella puede llegar a cambiar el mundo. En ese marco las discusiones muy animadas versaban sobre sus dificultades actuales. Una de las dificultades que a juicio de algunos compañeros constituía un obstáculo muy grave es la capacidad que tiene el capitalismo de engatusar al proletariado con concesiones económicas desde el subsidio de desempleo y las pensiones de jubilación a la adquisición de determinados bienes como la vivienda, etc.,... Según algunos de estos compañeros, mediante estos mecanismos el capitalismo puede chantajear al menos a un sector del proletariado que preferiría conservar tales “conquistas” antes que aventurarse a cambios revolucionarios. Se tratarían pues, según expresión de algunos de ellos, de “tampones sociales”, para evitar, o al menos retrasar, las explosiones de lucha de los trabajadores. Los argumentos que estos compañeros ponen encima de la mesa de discusión, son aparentes “verdades del barquero” que escuchamos todos los días en el trabajo, en el barrio, etc.: los jubilados es verdad que cobran pensiones de miseria pero con el Inserso disfrutan de vacaciones que nunca soñaron, los jóvenes no ganan para irse de casa pero lo que ganan les permite divertirse, los obreros de 40 y 50 años se empeñan de nuevo para hipotecarse en comprar una segunda vivienda, etc.,...  Esos manidos datos “sociológicos” son repetidos una y otra vez por los medios de comunicación de la burguesía, para “demostrar” que, a pesar de la creciente degradación de las condiciones de vida del proletariado, éste aún tendría demasiadas ataduras al capitalismo como para plantearse erradicarlo.

No vamos a entrar aquí a discutir la incidencia mayor o menor de estas situaciones ([5]), sino a tratar de aportar un método histórico para entender que, en todo caso, no ponen en cuestión la potencialidad revolucionaria de la clase obrera. En concreto en esta primera parte abordaremos las diferentes supercherías ideológicas que la burguesía ha intentado transmitir al proletariado para “convencerle de lo injustificado” de su revuelta contra la explotación, así como el significado real de las supuestas “concesiones” del capitalismo a sus explotados.

Las mejoras y reformas que a lo largo de la historia ha podido obtener la clase obrera jamás han cambiado su naturaleza revolucionaria.

A lo largo de los más de dos siglos que dura ya la lucha entre proletariado y burguesía, ésta ha tratado siempre de convencer al primero de las ventajas de la explotación capitalista. En los albores del capitalismo, cuando los trabajadores sufrían terribles condiciones de vida (trabajo infantil, jornadas de 12-14 horas, hacinamiento en las terroríficas “workhouses”,...), la burguesía  le decía a los trabajadores que, al menos, habían conquistado la “libertad”. En efecto la explotación de la plusvalía de los trabajadores, mecanismo verdadero de la acumulación capitalista, necesitaba una clase de hombres “libres” de ataduras a la tierra o al señor feudal, y también “liberados” (es decir desposeídos) de los medios de producción, hasta el extremo de que los obreros «no viven sino a condición de encontrar trabajo y lo encuentran únicamente mientras su trabajo acreciente el capital» (“Manifiesto Comunista”).

Progresivamente, el desarrollo y la extensión de la producción capitalista y el abaratamiento de las mercancías, hizo que los trabajadores pudieran lograr medios de consumo que hasta entonces parecían impensables e incluso superiores a los que podían conseguir sectores arruinados de la pequeña burguesía o el campesinado. Entonces algunos “pensadores” retardatarios dijeron que tales mejoras invalidaban al proletariado para hacer la revolución, y que el “modelo revolucionario” residiría más bien en los damnificados por el derrumbe de la producción artesanal (Proudhon) o incluso en los...¡bandidos! (Bakunin).

En el periodo de 1870 a 1914 se pudo observar en los principales países industriales una mejora sustancial y progresiva de las condiciones obreras. Esto correspondía a un periodo histórico de apogeo del capitalismo, de su capacidad como sistema para desarrollar las fuerzas productivas sociales. Por citar únicamente 3 expresiones emblemáticas de ello: la jornada laboral pasó de 12-14 horas a 8-10 horas; el puesto de trabajo se hizo más o menos fijo para una cantidad significativa de obreros frente a la eventualidad y la precariedad agudas que reinaron en los periodos anteriores; a través de cajas de socorros mutuos, gestionadas directamente por los sindicatos –entonces organizaciones genuinamente obreras- muchos trabajadores pudieron gozar de un seguro de vejez cosa que no había existido antes más que muy minoritariamente.

Surgió entonces en el movimiento obrero de esa época una corriente oportunista de la peor calaña, el “reformismo” (que acabó pasándose con armas y bagajes al campo capitalista). Esta teoría postulaba por un lado que el capitalismo habría conseguido desterrar definitivamente las crisis económicas como las que cíclicamente le sacudían en el pasado ([6]), y por otro que el proletariado estaba demasiado “acomodado” a una lucha sindical y parlamentaria que le permitía obtener tales mejoras, que plantearle la perspectiva de una lucha revolucionaria sería un simple ejercicio de radicalismo retórico. Lo cierto es que quienes, como Rosa Luxemburgo, Lenin, Pannekoek,... siguieron defendiendo la perspectiva revolucionaria demostraron tener razón. En 1914 estallaba la 1ª Guerra Mundial que demostraba la entrada del capitalismo en una crisis histórica permanente, y tres años más tarde, ese proletariado supuestamente “abducido” por el capitalismo desató una oleada revolucionaria que desafío el orden capitalista.

Ya en el siglo pasado hemos asistido a múltiples tentativas por parte de la burguesía de “revacunar” al proletariado contra cualquier tentación revolucionaria, presentándole como “aburguesado” y “cómplice” del sistema capitalista. Así en los años 60, cuando el proletariado no había despertado aún de la contrarrevolución que siguió precisamente a la derrota de la oleada revolucionaria de 1917-23, hicieron furor las teorías (recordemos a los Marcuse, Adorno, y cía) que apuntaban con el dedo culpabilizador a un proletariado “integrado” en el sistema seducido por el “consumismo” (los consabidos mitos del “cochecito”, los electrodomésticos, las vacaciones,...). Y, sin embargo a finales de esa misma “década prodigiosa” ese proletariado presuntamente integrado ponía punto final a la contrarrevolución con una oleada de luchas que sacudió todos los rincones del planeta (Mayo 68, las luchas de los 70 en España, el Cordobazo argentino, etc.). Al final de esas oleadas de luchas, en los años 80, los “ideólogos” del sistema descubrieron una nueva forma de inmunidad del capitalismo: el llamado “capitalismo popular”, que consistía en que además de la sustracción de plusvalía, los obreros debían dedicar parte del salario restante a comprar participaciones en fondos de inversión, para en realidad capitalizar sus pensiones y seguros de desempleo (porque la vía clásica de la seguridad social está abocada a la quiebra), o para evitar que la inflación devorase sus menguados ahorros en las cuentas corrientes([7]). Eso mismo es lo que lleva hoy a algunos trabajadores, cada vez menos desde luego, a tratar de proteger lo poco que han podido ahorrar invirtiendo en “ladrillo”.

Es decir que lo que en realidad supone una condena a los trabajadores resultado del curso especulativo del propio capitalismo enfangado en una crisis económica irresoluble, se nos presenta como una “atadura” interesada de los explotados a los explotadores. Y no es así, ya que como analizó Marx: «Mientras el obrero asalariado sea obrero asalariado su suerte depende del capital. He aquí la cacareada comunidad de intereses entre el obrero y el capitalista» (“Trabajo asalariado y capital”).

En la segunda parte de este artículo entraremos más con detenimiento a analizar por qué es posible la unidad de diferentes sectores de la clase obrera, con diferentes grados de explotación y miseria, que el motor de avance de la masividad y la conciencia de clase es precisamente el desarrollo de una creciente solidaridad, y no el dejarse llevar por una defensa “egoísta” de supuestos privilegios, pero sí queremos plantear desde ya algunas preguntas para tratar de comprender dónde está hoy la lucha de la clase obrera. Si lo que primara, de verdad, fuera esa defensa de determinadas concesiones hechas por los capitalistas a ciertos sectores de trabajadores, entonces ¿Por qué esos mismos obreros del “capitalismo popular” inglés auspiciado por la Sra. Thatcher, entran en lucha hoy no para conseguir mejores salarios para ellos sino contra la discriminación salarial hacia sus hermanos emigrantes húngaros? ¿Por qué los obreros del metro de Nueva York se movilizaron contra una reforma de las pensiones que no les afectaba a ellos sino a las siguientes generaciones? ¿Por qué en Alemania obreros de factorías automovilísticas que no se veían afectadas por regulaciones de empleo se pusieron en huelga en solidaridad con los despedidos de otras factorías?.

¿Tienen los obreros “demasiadas comodidades” para hacer la revolución?

Si se plantea que los trabajadores pueden ver “comprada” su voluntad de lucha por las migajas dejadas caer desde la mesa del patrón, se acaba concluyendo necesariamente que sólo cuando las condiciones de miseria alcancen una violencia extrema podrá ver la luz una transformación revolucionaria de esta sociedad. Esa misma lógica es la que plantearon los ideólogos de la “integración del proletariado” que en los años 60 encaminaban la búsqueda del nuevo sujeto revolucionario en sectores sociales que acumularan más opresión (negros, mujeres,...) que los trabajadores, o la que hoy defienden los apologistas de las revueltas desesperadas de los sectores más miserables de la sociedad, los campesinos arruinados de América latina o los jóvenes lumpenizados de las metrópolis europeas.

Como abundaremos en el próximo artículo de esta serie lo que hace revolucionario al proletariado no es su miseria (menos extrema en muchos casos que otros sectores sociales), ni la desposesión total de medios de consumo, sino su posición en el modo de producción capitalista, en el que representa la socialización de la producción capaz ya de satisfacer objetivamente las necesidades humanas, y se ve, sin embargo expoliada por la apropiación privada (por la clase capitalista) de los medios de producción y de su resultado. Precisamente por ello y a diferencia de anteriores clases explotadas de la historia (los esclavos, los siervos), la clase explotada de la sociedad capitalista es también la clase revolucionaria, la llamada a instaurar un nuevo orden social. Su combate histórico es por tanto capaz de trascender la simple reacción inmediatista contra los sufrimientos y privaciones que, indudablemente, padece, y dotarse en cambio de una perspectiva histórica sobre su propia situación.

Puede y debe por tanto darse cuenta de sí sus horribles sufrimientos  son un peaje a pagar para el desarrollo del capitalismo, o si por contra expresan una caída cada vez más profunda en el abismo de la destrucción y la barbarie de un sistema que hace casi 100 años que ha entrado en su etapa de decadencia ([8]) , sin que representen progreso alguno para el género humano.

Examinemos la trayectoria humana y vital de 4 generaciones obreras que se han venido sucediendo desde 1917: la generación que nació al final del siglo XIX sufrió con la juventud recién estrenada la barbarie infinita de la primera guerra mundial y aunque ardió de entusiasmo con la oleada revolucionaria de 1917-23 la derrota de ésta significó para ella una enorme postración y un endurecimiento inaudito de los sufrimientos: el desempleo con la Gran Depresión (1929),  el rigor extremo de la economía de guerra y la nueva barbarie aun peor de la segunda guerra mundial, los tremendos sacrificios de posguerra una posguerra asoladora, con una brutal sobrexplotación tanto extensiva como intensiva (aumentos de ritmos disfrazados de “racionalización científica del trabajo, etc.) y solo algunos pudieron tener algún alivio en el final de su vida, entre 1955 y 1970([9]). La generación siguiente creció en la atmósfera opresiva y de explotación brutal de la contrarrevolución y la segunda guerra mundial, los fuertes sacrificios de posguerra y únicamente en la madurez y la vejez ha podido disfrutar de un trabajo más o menos seguro, de ciertas mejoras como una vivienda adecuada e incluso una segunda casa, y de una jubilación aceptable. Sus hijos (hoy con 50-60 años) vivieron la prosperidad en la juventud pero pronto vieron las orejas al lobo (lo que motivó las grandes luchas de finales de los años 60) y lo que ha venido a partir de los 80 ha sido un vía crucis de pérdida del empleo “garantizado de por vida” que le prometieron en la juventud, jubilaciones anticipadas o trabajos precarios con el remate de una jubilación miserable o la duda de no poder siquiera recibirla. ¿Y qué decir de sus hijos (hoy con 20-30 años)? La respuesta es evidente: precariedad, desempleo más o menos disfrazado, imposibilidad de obtener una vivienda decente y la certeza de que jamás tendrá derecho a una jubilación.

Ninguna de estas cuatro generaciones sucesivas ha podido gozar de forma duradera de una situación “estable y garantizada” que el capitalismo y sus adoradores tanto ensalzan en su propaganda. Al contrario, todas han sufrido en dosis más o menos fuertes las atrocidades de la guerra, el desempleo, la precariedad, la inseguridad en las condiciones de vida, por no hablar de males aún más crueles como la barbarie, el terror o la degeneración moral.

En la jornada laboral estamos volviendo, desde mediados de los años 80, a una situación de claro retroceso: la jornada de 8 horas está dejando paso a jornadas de 10, 12 y más horas pese a que “oficialmente” ciertos convenios hablen de semanas de 40 horas o, en el colmo del cinismo, en Francia se siga manteniendo la ficción de las 35 horas. Incluso de forma abierta y legal, sectores crecientes del capitalismo de los países centrales y bajo gobiernos de “sensibilidad social” (laboristas ingleses, socialistas alemanes) se hacen saltar los límites legales a la jornada de trabajo y se instauran con el concurso de los sindicatos jornadas legales de 44 y 48 horas.

En la cuestión del trabajo fijo la cosa es aún más evidente: en todos los países –aunque con ritmos diferentes- la proporción de trabajadores con “un empleo garantizado para toda la vida” se reduce sin cesar. La generación de trabajadores que hoy tienen 50-60 años han perdido en un buen porcentaje sus empleos fijos y malviven en uno de estos regímenes: prejubilación con ingresos que se van reduciendo progresivamente, “autónomos”, es decir, asalariados encubiertos en situación de precariedad, o bien, un desempleo de larga duración con situaciones cada vez más agobiantes. Sus hijos que hoy están entre 20-30 años sufren directamente la precariedad más atroz, el desempleo o esa situación –aún más estresante- de una combinación sin solución entre fases de contrato eventual y fases de desempleo. Ahí pues la situación se ha degradado de manera considerable.

Los expertos en relaciones laborales y los sociólogos capitalistas son los primeros en reconocer que en cada vez más lugares y situaciones, las condiciones de vida y trabajo de los obreros presentan rasgos comunes a los que existían en los primeros momentos del capitalismo. Para ellos es una prueba de la “jovialidad” del sistema. Para la clase obrera en cambio, es un signo de decrepitud. Muchos ancianos sufren síntomas parecidos a los de los niños, pero la perspectiva vital que ofrecen es radicalmente diferente.

Para el proletariado lo esencial no es ensimismarse con lo que aún, y cada vez más a duras penas, “posee”; sino reafirmar su convencimiento de que el camino en el que está metida la sociedad capitalista es el de la destrucción de la humanidad, y que es la clase obrera la única capaz de impedir ese holocausto.

 

 Smolni/Etsoem 14-1-07

 

 


[1] Hemos denunciado que tales planteamientos puedan revestirse como “revolucionarios” por ejemplo en Acción Proletaria nº 153  “Jornadas sobre autonomía: una vulgar estafa”

[2] Recomendamos la lectura de la Resolución sobre la Situación Internacional de nuestro último congreso (Revista Internacional nº 119) así como las Tesis sobre el movimiento de los estudiantes en Revista Internacional nº 125

[3] Ver Acción Proletaria nº 145 a 152

[4] Es evidente que hay todavía elementos retardatarios o ideólogos en busca de un lugar al sol que siguen negando con patética obstinación al proletariado. Ver “Hablan de autonomía para mejor colar el mensaje del fin del proletariado” (AP 181), ¿Quién puede acabar con el capitalismo? (AP 182)

[5] Si se mira bien, acceder a una vivienda, y no digamos adquirirla, es algo cada vez más alejado de las posibilidades incluso del proletariado del llamado 1º Mundo, como mostramos en el artículo de este mismo número de AP.

[6] Uno de los principales representantes de esta corriente, Berstein señaló que la perspectiva revolucionaria se evaporaba porque la base que según Marx, sustentaría esta perspectiva sería la de una crisis “catastrófica” del sistema y una “miseria creciente”. Como veremos en la segunda parte de este artículos y como demostraron los revolucionarios que refutaron a Berstein, esa no fue jamás la base sobre la que Marx fundamentó la posibilidad de una revolución del proletariado.

[7] Hoy, sin embargo, gran parte de esas ilusiones se han ido al traste con las crisis financieras (¡que le pregunten si no a los obreros argentinos, o a los afectados de Afinsa el pasado año en España!) y bursátiles de los últimos años

[8] Ver nuestro folleto sobre este tema.

[9] En todo caso esas “comodidades” de los años 60 (el coche, las vacaciones,...) no eran tanto concesiones al proletariado, sino exigencias de la propia explotación capitalista como mostramos en los artículos de la serie “¿Quién puede cambiar el mundo?” en la Revista Internacional nº ¿??? Y ¿¿¿??. Lo mismo sucede con la asistencia sanitaria o la seguridad social que fueron medios de capitalismo de Estado para garantizarse una reparación de la fuerza de trabajo en unas condiciones de escasez de mano de obra por las devastaciones de la guerra y la postguerra.

Noticias y actualidad: 

  • Lucha de clases [3]

La crisis de la vivienda pone de manifiesto la quiebra del capitalismo

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El «Informe 2006» de la fundación del Abad Pierre sobre “el mal de la vivienda” es demoledor: Francia se encamina a una “crisis sin precedentes”. Igualmente los llamados «Restos du coeur» (comedores de caridad) se ven desbordados, año tras año, por crecientes necesidades de ayudas alimentarias[1]. Lo mismo señalan los «Compagnons d’Emmaüs» que reconocen su propia impotencia para enfrentar las demandas que les inundan. Estas son, entre otras, muestras más que claras del largo cortejo de desposeídos, de seres humanos sin techo ni cobijo, de desnutridos que no deja de ampliarse por todo el mundo como una interminable muralla china. La larga sombra  de los tentaculares barrios de chabolas de Río, de Nairobi, de Puerto Príncipe o Bombay, ya planea ostensiblemente sobre las cabezas de los trabajadores de los países más ricos. Por ejemplo, un inventario encargado por el gobierno británico acaba de hacer la siniestra constatación de que en Londres existen más de sesenta mil familias sin domicilio fijo, obligadas a vivir en míseros hoteles, en Casas de caridad, o en centros sociales de acogida.

Es verdad que este fenómeno no es nuevo. El término “slum” (barrio de chabolas) apareció por primera vez en Londres en el siglo XIX, cuando los proletarios recién llegados del campo se hacinaban en las ciudades en las que fábricas y talleres que, como monstruosos alquimistas, transformaban en oro su sudor y su sangre. Más tarde la clase obrera se organizó y acometió un duro combate para mejorar sus condiciones de vida. Aquella época, de plena vitalidad del sistema capitalista, todavía lo permitía y la perspectiva posibilitaba la transformación de los sórdidos suburbios de Manchester, magistralmente descritos por F. Engels, en barrios con condiciones bastante más humanas o si no, menos indignas y atroces. Hoy, en cambio, vemos todo lo contrario. La entrada del capitalismo en su período de decadencia histórica desde el siglo XX, ha invertido esa dinámica, y hoy, ese sistema que no sabe reproducir y propagar otra cosa que la miseria, condena a la humanidad a un único porvenir: …!el planeta chabola!

Desde este punto de vista la situación de los obreros en Francia es de las más representativas de lo que le ocurre al conjunto de la clase obrera.

Lejos del refractario y marginal Espinal de «Arquímedes el vagabundo», interpretado por Jean Gabin a finales de los años cincuenta; o de su opuesto Diógenes - el filósofo griego que eligió como domicilio un tonel en el que vivía dichoso-; la realidad es más bien la de una masa creciente de obreros, parados o no, que se ven imposibilitados de encontrar un alojamiento decente. Jubilados, estudiantes, jóvenes trabajadores, desempleados, asalariados de “las grandes cadenas de distribución”, funcionarios de la Educación Nacional o de las administraciones territoriales,…, es decir sectores enteros de la clase obrera, incapaces de hacer frente al gasto que representa una necesidad vital como es la vivienda.

La elección que oferta el capitalismo a una cada vez más ingente cantidad de proletarios es o bien perecer en el incendio de un cuchitril insalubre (recordemos lo que sucedió en París el pasado invierno) o morir ateridos de frío en una escuálida tienda de campaña.

Y el Abad Pierre clama al cielo: «Dios mío… ¿Por qué?». Pero es totalmente inútil inquirir al cielo una respuesta improbable, cuando aquí, en la tierra, ésta salta a la vista.

En los últimos 20 años, el número de contratos eventuales se han multiplicado por seis, y la temporalidad en el empleo no deja de aumentar año tras año. Dos terceras partes de los jóvenes acceden al trabajo a través de contratos precarios (de aprendizaje, indefinido, de relevo, interino, de sustitución,…) y una quinta parte están en paro. Entre empleo precario y paro hay en Francia entre quince y veinte millones de personas que sobreviven a duras penas.

No es necesario ir con el Abad Pierre a buscar respuestas en la bóveda celestial, para darse cuenta de que el capitalismo sólo puede garantizar a sus esclavos una existencia basada en salarios de miseria y la mayor de las precariedades.

En estas condiciones, acceder a un alojamiento, pagar el alquiler y los servicios de agua, gas, electricidad,…  se ha convertido en un problema irresoluble, revelador de la gangrena del sistema. Los gastos de la vivienda se llevan tal cantidad del presupuesto doméstico que, muy a menudo, obligan a apretarse el cinturón en alimentación y en gastos médico-sanitarios. Y cuando eso no es posible porque lo que queda en el bolsillo es irrisorio, no hay más remedio que renunciar a las formas “tradicionales” de acceso a una vivienda y buscarse la vida en los llamados alojamientos “atípicos” desde seguir viviendo con la familia a la “ocupación” de inmuebles destartalados, hacinarse en un piso varias familias como sardinas en lata, o construirse una cabaña con cuatro tablas y una lona en los descampados llenos de maleza y escombros de los suburbios de París (donde se refugian, por ejemplo, jubilados con pensiones tan miserables que no les permiten pagar regularmente un alquiler), e incluso vivir todo el año en una caravana en un camping como se ve a muchos asalariados con contratos precarios en Toulouse y otras regiones. También existen los camping “salvajes” bajo los puentes, en las zonas de interconexión de las vías de acceso a las grandes ciudades, donde se instalan familias enteras de trabajadores emigrantes (búlgaros, rumanos,…), con una imagen muy similar a la de los campos de refugiados del tercer mundo. Hasta los responsables de las grandes factorías de automoción como la Peugot de la región de Ile-de-France, o la Citroën de Rennes, reconocen sin tapujos que las remuneraciones de buen número de sus asalariados, no permiten a estos alojarse cerca del lugar de trabajo, y deben, por el contrario, hacerlo en míseras fondas, en alojamientos improvisados, o incluso ¡vivir en los coches! Así reaparecen poco a poco los barrios de chabolas.  

La situación de los jóvenes trabajadores es particularmente sintomática de esta sociedad cuyo porvenir es de lo más sombrío. Es verdad que, tradicionalmente, cuando el joven proletario se estrenaba en la vida laboral rara vez lo hacía en una situación acomodada. Se trataba, sin embargo, de una situación transitoria hacia una mayor estabilidad. Pero hoy las cosas ya no son así. Los jóvenes ya no logran salir de esa situación de alojamiento también precario, sino que se ven condenados a ella de por vida. El informe de la fundación Abbé Pierre lo expone con mucha lucidez: «la juventud se ha convertido en un periodo de aprendizaje de la precariedad», que marcará el resto de la existencia con el hierro de la incertidumbre. De ahí que un proyecto tan simple como formar una familia, tener hijos,… se ve irremediablemente comprometido.

Evidentemente la burguesía procura hacernos creer que hará todo lo que pueda para neutralizar lo que ella misma llama “la crisis de la vivienda”. Pero lo que los hechos muestran  es que quiere liarnos, echándole las culpas a “la avaricia de los caseros” que piden alquileres cada vez más prohibitivos. La solución ¡al fín encontrada! sería la intervención del Estado “justiciero” para que frenara la avidez de esos “insaciables chupasangres”, y para que hiciera cumplir a los ayuntamientos su obligación de dedicar el 20% de la construcción a viviendas sociales. ¡Más patrañas! La única política de vivienda llevada a cabo por la clase dominante, forzada por la crisis de su sistema, consiste pura y simplemente en suprimir lo que queda de las ayudas que se dan en concepto de alojamiento. Hoy tales ayudas permiten salir del paso a más de seis millones de familias en Francia que de otra forma se verían directamente desahuciadas. Pero lo cierto es que tales ayudas se han venido recortando desde el año 2000, y decenas de miles de familias se han visto ya privadas de ellas. Tan es así que una revista Habitat et Société  se preguntaba en su nº 39, si no estaremos metidos en un proceso que lleva a pasar «de l’aide à la personne à l’aide à personne» (o sea “de ayudar a las personas a ayudar a nadie”)…

En última instancia la “crisis de la vivienda” queda resumida al hecho de que cada vez más trabajadores no disponen de los ingresos suficientes para escapar de la pobreza. «El trabajador se depaupera y el pauperismo crece (…) Se pone así de manifiesto que la burguesía ya no puede seguir cumpliendo su papel de clase dirigente (…) Ya no puede gobernar  pues es incapaz de asegurar a sus esclavos la existencia ni aún dentro de su esclavitud» ( Manifiesto Comunista).

El llamamiento del Abad Pierre a la “insurrección de la Bondad”, variante cristiana de la cantinela izquierdista “repartamos las riquezas pero no toquemos las sacrosantas relaciones de explotación capitalistas”, no nos servirá de ayuda. El derrocamiento del capitalismo  y la revolución del proletariado a escala mundial son los únicos medios capaces de abrir un porvenir a la humanidad y de fundar nuevas relaciones sociales que permitan a cada uno vivir con arreglo a sus necesidades.

 

Jude (17 diciembre 2006)

 

 

 


[1] En los últimos veinte años la miseria se ha multiplicado. Las Casas de caridad (Restos du coeur) que en 1985 distribuyeron 8,5 millones de raciones, han repartido este año ¡más de 66,5 millones!

 

Noticias y actualidad: 

  • Crisis económica [4]

Cambio climático: el responsable del calentamiento del planeta es el capitalismo

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La gravedad del cambio climático ligado a la emisión de gases con efecto invernadero es una «verdad que incomoda». Al menos esto es lo que nos dice Al Gore, el ex vicepresidente de USA, que tras su fracaso electoral del año 2000, vuela de conferencia en conferencia (en USA, Japón, China, Alemania…), para revelar al mundo, como un pájaro de mal agüero, esta «inconveniente» verdad. El realizador pro-demócrata Davis Guggenheim, ha filmado una de esas innumerables conferencias en un documental titulado precisamente «Una verdad inconveniente».

La cosa es hasta tal punto «inconveniente», que nos la sirve un alto dignatario de la burguesía americana en un curso magistral a escala planetaria con pantalla  gigante… ¡Al Gore se cae del guindo! Hace ya más de 30 años que la comunidad científica se ha volcado sobre este problema y más de 10 que es unánime sobre la constatación de la agravación del calentamiento de la Tierra ligado a la contaminación industrial. Al cabo, la única revelación que contiene este documental, es la del propio Al Gore y su talento innato para la comedia. En efecto, quien se presenta hoy como el campeón de todas las categorías de defensa del Medio Ambiente desde sus años de estudiante en Harvard, cuando asistía asiduamente a los cursos del profesor Roger Revelle (pionero de la teoría del calentamiento global), es el mismo que, años después, con Clinton, «autorizó el vertido de dioxina al océano y permitió que se llevara a cabo la mayor deforestación de toda la historia de Estados Unidos» (The Independent, publicado en Courrier Internationale del 15 Junio 2006).

Albert Gore, como una esponja embebida de hipocresía, es un espécimen muy representativo de su clase social. Todos los Estados son conscientes de los problemas climáticos. Todos proclaman a voz en grito su voluntad de actuar para preservar el medio natural de la especie humana y garantizar el porvenir de las próximas generaciones. Sin embargo, a pesar de las brillantes declaraciones de la Cumbre de la Tierra en Río (1992) o de las bienintencionadas resoluciones del protocolo de Kyoto (1998), la polución va in crescendo y las amenazas relacionadas con el cambio climático se amplían. A fin de cuentas, la verdad que más incomoda y que la burguesía esconde detrás de todas esas conferencias y ahora de sus documentales, es que el mundo capitalista es absolutamente impotente para encontrar una solución a los peligros climáticos…tanto más cuanto que él es el principal responsable.

 

El calentamiento climático es un peligro para el porvenir de la especie humana

 El sistema capitalista, en quiebra desde hace cerca de un siglo, ya no representa ningún progreso para la humanidad. Su supervivencia trascurre sobre una base enferma y destructiva. Las consecuencias ecológicas desastrosas, que comienzan a sufrirse desde los años 50, son una demostración suplementaria de esto.

¡Los cascotes de hielo no mienten! Al quedar retenidos en la Antártida, permiten estudiar la composición de la atmósfera desde hace cientos de miles de años. Y lo que indican claramente es que las tasas de CO2 nunca han sido tan elevadas como desde la mitad del siglo XX en adelante. Las emisiones de gases con efecto invernadero, características del modo de producción capitalista, no han parado de aumentar y la temperatura media crece a un ritmo regular, «El planeta es hoy más cálido que nunca desde hace dos milenios, y si prosigue la tendencia actual, será probablemente de aquí a final del siglo 21 más cálido que los dos últimos millones de años» (The New Yorker, publicado en Courier Internationale de Octubre 2006).

Este aumento de calor se puede percibir además “a ojo” en los dos polos del globo. El deshielo del Ártico está tan avanzado que su desaparición se prevé de aquí al 2080. Todos los grandes glaciares menguan y los océanos se calientan.

En 1975, James Hansen, director del Instituto Goddard de estudios espaciales (GISS) se interesó por los cambios climáticos, «En su tesis consagrada al clima de Venus, avanza la hipótesis de que, si este planeta presenta una temperatura media en su superficie de 464ºC, es porque está envuelta por una niebla de  gas carbónico responsable de un efecto invernadero considerable. Algún tiempo después, una sonda espacial aporta la prueba de que Venus está efectivamente aislado por una atmósfera compuesta en un 96% de dióxido de carbono» (The New Yorker). He aquí un ejemplo de a qué podría parecerse la Tierra bajo el efecto de la acumulación continua de CO2 en un futuro lejano y sus consecuencias… la erradicación de toda forma de vida. Dicho esto, no es necesario ir tan lejos para darse cuenta del potencial devastador del calentamiento climático. Mucho antes de que el efecto invernadero haya transformado la tierra en un inmenso horno a más de 400ºC, los signos precursores del cambio climático ya bastan para provocar verdaderas masacres en la especie humana: inundaciones, enfermedades, huracanes

El director del British Antarctic Survey, Chris Rapley, ya hizo notar a principios de 2005, que la calota glaciar de la Antártida Oeste estaba a punto de fundirse. Este territorio (como Groenlandia) contiene suficiente agua para aumentar hasta 7 metros el nivel del mar, lo que significaría a medio plazo la inmersión de vastas extensiones de tierra habitada en Tailandia, India, Holanda, USA…

Otro director, el del INSERM (Instituto nacional francés de Sanidad e Investigación médica), planteó el año 2000 que «la capacidad reproductiva e infecciosa de numerosos insectos y roedores, vectores de parásitos o de virus, está en  función de la temperatura y la humedad del medio. Dicho de otra manera, un aumento de la temperatura, incluso modesta, da luz verde a la expansión de numerosos agentes patógenos para el hombre y los animales. Así enfermedades parasitarias como el paludismo (…) o infecciones virales como el dengue, ciertas encefalitis y fiebres hemorrágicas han ganado terreno estos últimos años. Sea porque han reaparecido en sectores donde habían desaparecido, o porque actualmente afectan a regiones que hasta ahora no estaban expuestas…»

Última ilustración, la frecuencia y la potencia de los huracanes aumenta igualmente con el calentamiento global. En efecto, la columna de aire húmedo que los origina sólo se forma cuando la temperatura de la superficie del mar es superior a 26º. Si los océanos se calientan, aumentará el número de zonas en las que este umbral se sobrepase. Cuando Katrina alcanzó la categoría 5 de la clasificación de los huracanes, la temperatura rondaba los 30ºC en la superficie del golfo de México. También según Kerry Emmanuel del Massachussets Institute of Technology, «Si continua al calentamiento global, hay el riesgo de que aumente el potencial destructor de los ciclones tropicales, y con el aumento de las poblaciones costeras, de que aumente substancialmente el número de víctimas de los huracanes en el siglo XXI». Así, después de haber escrutado las estadísticas sobre la intensidad de los huracanes los 50 últimos años, K. Emmanuel llega a la conclusión de que los últimos huracanes son, por término medio, más duraderos y la velocidad de sus vientos ha aumentado un 15% mayor, lo que aumenta un 50% su capacidad de destrucción.

Al lado de esto las diez plagas de Egipto o el diluvio bíblico parecen atracciones de feria.

La burguesía británica, famosa por su empirismo, ha preferido abordar las consecuencias del cambio climático desde el punto de vista de los costes y las alteraciones de la actividad económica. El Informe Stern, encargado por el gobierno, advierte que si no se toma ninguna medida, «se podrían crear riesgos de interrupción de la actividad económica y social durante este siglo y el siguiente a escala similar a la de los asociados con las grandes guerras y la depresión económica de la primera mitad del sigloXX».


Una verdad inconveniente: el sistema capitalista es el responsable de la amenaza climática 

Si en Venus el clima ha evolucionado de forma natural hasta alcanzar temperaturas infernales, el calentamiento global actual de la Tierra tiene un origen distinto…la actividad industrial de los hombres. Esto no es ninguna primicia, puesto que buen número de climatólogos (y también la propia burguesía) lo dicen abiertamente. El cartel del documental de Al Gore es aún más explícito; muestra una chimenea de la que sale una columna de humo que toma la forma de un ciclón. ¡«La industria es culpable»! nos dicen, encontrando un chivo expiatorio al que achacar cómodamente las consecuencias climáticas; puesto que en el fondo no es la industria lo que está en cuestión, sino su modo de funcionamiento, el modo de producción capitalista. El capitalismo ha polucionado siempre el ambiente, desde el siglo XIX cuando aún era un factor de progreso. En realidad le tiene completamente sin cuidado el medio ambiente. «Acumular por acumular, producir por producir, esa es la consigna de la economía política que proclama la misión histórica del periodo burgués. Y ni por un instante se ha hecho ninguna ilusión sobre los dolores de alumbramiento de la riqueza: ¿para qué sirven los lloriqueos que no cambian nada de las fatalidades históricas?» (Karl Marx, El Capital, libro I). La acumulación del capital es el fin supremo de la producción capitalista y no importa en absoluto la suerte reservada a la humanidad o al medio ambiente… ¡si es rentable, es bueno! Lo demás es, al fin y al cabo, despreciable.

Pero cuando este sistema entra en su fase de declive histórico desde principios del siglo XX, la destrucción del medio ambiente toma otra dimensión, se hace implacable, a imagen del combate sin piedad que libran entre sí las ratas capitalistas para mantenerse en el mercado mundial. Reducir los costes de producción a su mínima expresión para ser lo más competitivo posible se ha convertido ahora en una regla de supervivencia inevitable. En ese contexto, las medidas para limitar la contaminación industrial son evidentemente un gasto insoportable.

Igualmente esa necesidad económica permanente de buscar el menor costo explica la amplitud de los daños materiales y humanos cuando se desbocan las fuerzas naturales. Construcciones de cartón piedra, diques mal conservados, sistemas de emergencia que fallan…el capitalismo no es ni siquiera capaz de asegurar un mínimo de protección contra los cataclismos, las epidemias y otras plagas que él mismo contribuye a propagar.

El documental del Sr. Gore termina diciéndonos que, a pesar de todo, tenemos el poder de cambiar las cosas, de reparar el mal que se ha hecho y de alejar la amenaza del calentamiento global, si nos aplicamos a ser perfectos… «ciudadanos ecologistas». Por esta razón, nos plantifica una larga lista de recomendaciones: «cambiad el termostato», «plantad un árbol»…, «votad por un candidato que se comprometa a defender el medio ambiente… y si no hay, ¡presentaros vosotros!». Y para acabar, «si sois creyentes, rezad para que los otros cambien de comportamiento». Finalmente puede que sea el único consejo sensato digno de ese nombre que un burgués puede dar: «antes de que el sol se obscurezca y las estrellas caigan del cielo, arrodillaos y rezad». ¡Valiente confesión de impotencia  de la burguesía y de su mundo!

La clase obrera no puede permitirse dejar por más tiempo la suerte del planeta en manos de esta gente y de su sistema. La crisis ecológica es una prueba más de que hay que destruir el capitalismo antes de que arrastre el mundo al abismo.

Hoy es una necesidad imperiosa construir una sociedad donde el ser humano y su devenir sean el centro de todas las cosas. El comunismo será ese mundo necesario y la revolución proletaria el camino que lleve a la humanidad hasta él.

 

Jude, 20 Octubre 2006

(tomado de Révolution Internationale, publicación de la CCI en Francia)

 

Cuestiones teóricas: 

  • Medio ambiente [5]

Intervención de la CCI en Brasil: debate sobre las perspectivas de la lucha de clases

  • 3413 lecturas

En Septiembre de 2006, la CCI tuvo ocasión de presentar, ante un auditorio de 170 estudiantes de una universidad brasileña, su análisis sobre la coyuntura mundial y la alternativa histórica. La presentación[1] trató los siguientes temas: la guerra, la lucha de clases y el papel de las elecciones. Tras la presentación se desarrolló un debate muy animado del que, a continuación, resumimos lo esencial[2].

Ante todo queremos resaltar como los participantes acogieron nuestra posición, cuyo contenido no les resultaba “habitual” para ellos, puesto que denunciamos las elecciones como un instrumento al total servicio de la burguesía, y poníamos el acento en la perspectiva de desarrollo de la lucha de clases internacional. Y a pesar de esto, nuestro análisis no suscitó escepticismo u hostilidad, sino un gran interés y, en ocasiones, un apoyo explicito.

 

La naturaleza de los sindicatos y la izquierda.

En la presentación no nos extendimos mucho sobre la naturaleza y el papel de los sindicatos. Por ello saludamos una intervención que planteo claramente que los sindicatos son apéndices de los partidos burgueses y constituyen un trampolín para aquellos que quieren escalar hasta las cotas más altas de la burocracia estatal.

Se nos preguntó si pensábamos que el gobierno Lula era de izquierdas o de derechas. Respondimos que “de izquierdas, desde luego”. Que se comporte en el Gobierno como enemigo del proletariado no contradice en nada que sea de izquierdas, pues la izquierda gobierna con la misma misión que la derecha, es decir defender los intereses del capital nacional, y eso solo puede hacerse a costa del proletariado.

Sea cual sea el discurso, más o manos radical, de Bachelet en Chile, de Kirchner en Argentina, de Chávez en Venezuela o de Evo Morales en Bolivia, todos ellos son servidores del capital. Incluso Chávez, su figura más “radical”, enfrentado a los sectores de la burguesía que gobernaron Venezuela hasta 1988, y que no deja pasar ocasión para arremeter públicamente contra el imperialismo USA – reforzando eso sí su propia influencia imperialista en el Caribe-,  organiza de forma totalmente despiadada la explotación de los proletarios venezolanos.

Que tanto la izquierda como la derecha defiendan los intereses del capital nacional contra el proletariado, no significa que sean idénticas. En efecto, por lo general los proletarios no albergan ilusión alguna sobre las intenciones de un gobierno de derechas, que se identifica abiertamente con los intereses de la burguesía. Pero, desgraciadamente, el proletariado en su conjunto no tiene la misma claridad en lo tocante al papel de la izquierda. Eso implica que la izquierda, y más aún la extrema izquierda, tienen una mayor capacidad para engañar al proletariado. Por eso, esas fracciones del aparato político de la burguesía son un enemigo más peligroso para el proletariado.

 

El papel de las elecciones.

Algunas intervenciones volvieron sobre la cuestión de las elecciones que la presentación había desarrollado ampliamente. “¿Es realmente imposible utilizarlas para una transformación social?”. Nuestra posición al respecto no tiene nada de dogmática, sino que refleja una realidad que se da en todo el mundo desde principios del siglo XX. Desde entonces «el centro de gravedad de la vida política ya ha dejado definitivamente de estar en el parlamento» como señaló la Internacional Comunista, y por tanto el circo electoral sólo puede ser un arma ideológica en manos de la burguesía contra el proletariado.

 

¿Cómo se desarrollará la lucha de clases?

“Si las elecciones no sirven para la lucha de clase ¿cómo combatirá el proletariado?

Las luchas que ha desarrollado el proletariado desde 1968 no han sido “luchas electorales”. Aunque incapaces de trazar explícitamente una perspectiva revolucionaria, han sido lo suficientemente fuertes para impedir una guerra mundial en los tiempos de la guerra fría, o choques frontales entre las grandes potencias tras el fin de ese período. El proletariado sigue siendo un freno al desarrollo de la guerra. La clase obrera y en general la población explotada no se movilizan tras las banderas de sus respectivas burguesías nacionales. La enorme dificultad que encuentra Estados Unidos para reclutar soldados que quieran servir de carne de cañón en los conflictos de Irak o Afganistán es una buena ilustración de ello.

Para resistirse al deterioro constante de sus condiciones de vida como consecuencia de la agravación de la crisis, el proletariado mundial se verá impulsado a amplificar sus luchas. Las luchas que sobre todo en los dos últimos años, se están desarrollando a escala mundial, expresan cada vez más características que son ingredientes para el futuro desarrollo de un proceso revolucionario:

* La masividad, tal y como lo hemos visto en la huelga de dos millones de obreros en Bangla Desh;

* La solidaridad demostrada por los trabajadores del aeropuerto de Heathrow en Londres o en los transportes de Nueva York en 2005;

* La capacidad de poner en pie en las luchas, asambleas masivas abiertas a todos los obreros, como durante la huelga de los metalúrgicos de Vigo, en España, la pasada primavera.

* La capacidad de los estudiantes en Francia, esa misma primavera, de dotarse de asambleas generales soberanas capaces de preservar la independencia de la lucha frente a los intentos de sindicatos y partidos de la burguesía para controlarlas y debilitar así la lucha.

Varios asistentes insistieron en que hablásemos más de esta última experiencia de lucha, lo que hicimos aunque fuera brevemente. Es verdad que lo esencial de la movilización no corrió a cargo de los asalariados, pero los que participaron en ellas forman parte indudablemente del proletariado. En efecto, una gran mayoría de estudiantes se ven ya  obligados a trabajar para sobrevivir; además la inmensa mayoría de ellos engrosará, al final de sus estudios, las filas de la clase obrera. Los estudiantes entraron en lucha para echar atrás una ley que agravaba la precariedad laboral y que constituía por tanto un ataque contra toda la clase obrera. Por eso la inmensa mayoría del movimiento de estudiantes buscó, conscientemente, la solidaridad del conjunto del proletariado y han tratado de sumarlo a la lucha. En varias ocasiones se han producido manifestaciones que han movilizado 3 millones de personas en diferentes ciudades de Francia el mismo día. En la mayoría de universidades en huelga se sucedían regularmente asambleas generales que han sido el verdadero pulmón de la lucha. La solidaridad estaba en el centro de la movilización, y al mismo tiempo ésta suscitó en la población en general y en el proletariado en particular, una fuerte corriente de simpatía. Todo ello hizo que el Gobierno diera marcha atrás ante esta movilización, precisamente para evitar que se extendiera.

Algunas intervenciones han expresado preocupaciones sobre las dificultades objetivas para el desarrollo de la lucha de clases: “¿La disolución de las unidades de producción no será un obstáculo para su desarrollo?”. Es verdad que, en general, asistimos a una disminución de efectivos en el proletariado industrial como resultado tanto de cambios en el proceso de producción (cada vez más trabajadores lo hacen en el llamado sector “terciario”), como de la agravación de la crisis económica y de las deslocalizaciones de sectores de la producción que se llevan a países donde la mano de obra es más barata como es el caso de China donde ha habido estos últimos años un importante crecimiento. Este fenómeno constituye una dificultad para el proletariado pero éste ha demostrado ser capaz de superarla. En efecto el proletariado no se limita a los trabajadores industriales. La clase obrera incluye a todos aquellos que, como explotados, no poseen más medio de supervivencia que la venta de su fuerza de trabajo. El proletariado está en todas partes y el sitio por excelencia para reagruparse es la calle como nuevamente ha ilustrado el movimiento de estudiantes contra la precariedad en Francia.

La deslocalización de sectores de la actividad hacia países como China ha creado una división entre el proletariado chino - ultra-explotado y que sufre unas condiciones de vida terribles -, y el proletariado de los países centrales para quien la desaparición de sectores importantes de la producción equivale a pagar las consecuencias de un desempleo en aumento. Pero esta no es una situación excepcional. Desde sus orígenes el capitalismo ha provocado la concurrencia entre unos proletarios y otros. Y también desde sus orígenes, el movimiento obrero ha tratado de resistir colectivamente esa concurrencia y superarla mediante la lucha colectiva. Merece la pena recordar que la fundación de la Primera Internacional obedeció a la necesidad de impedir que la burguesía inglesa pudiera emplear a los trabajadores de Bélgica, Francia o Alemania, para “romper” las huelgas de los obreros ingleses. Hoy es verdad que a pesar de haber protagonizado luchas importantes, el proletariado chino no es capaz de superar, por sí mismo, su aislamiento. Eso implica una gran responsabilidad para los obreros de los países más desarrollados que deben impulsar, a través de sus luchas, la solidaridad internacional.

El desarrollo de la lucha de clases estará marcado por una creciente capacidad del proletariado para controlar sus luchas y tomar a cargo, por si mismo, su organización. Para ello se tendrá que generalizar la práctica de las asambleas generales que elijan delegados revocables por ellas mismas. Esta práctica precede al surgimiento de los consejos obreros, futuros órganos del ejercicio del poder por parte del proletariado. Este tipo de organización es la única que permitirá a los trabajadores tomar colectivamente un control creciente sobre la sociedad, sobre su existencia y si futuro.

Tal objetivo no podrá alcanzarse recurriendo a formas organizativas que no han roto con el cuadro de organización de la sociedad burguesa, como por ejemplo la llamada “democracia participativa” que presume de corregir los defectos de la clásica democracia representativa. Un compañero nos pidió en una intervención que explicásemos nuestra posición al respecto. Para nosotros la democracia participativa no es más que un medio para hacer que los explotados y los excluidos gestionen, ellos mismos, su propia miseria, haciéndoles creer engañosamente que les ha sido conferido un cierto poder en esta sociedad. Se trata pues, a fin de cuentas, de una pura y dura mistificación.

 

La perspectiva revolucionaria.

Es necesario asentar las perspectivas del desarrollo de la lucha de clases en la experiencia histórica del proletariado. Sobre esto se nos hicieron las siguientes preguntas: “¿Por qué fueron derrotadas  la Comuna de Paris y la Revolución rusa?” y “¿Por qué degeneró la Revolución rusa?”.

La Comuna de Paris aún no fue realmente una “autentica revolución”, sino una  insurrección victoriosa del proletariado limitada a una cuidad. Sus límites son esencialmente el producto de la inmadurez de las condiciones objetivas en aquella época. Por un lado el proletariado no estaba aún suficientemente desarrollado para poder enfrentarse en los principales países al capitalismo para poder derrocarlo. Pero es que, además, el capitalismo aún no había dejado de ser un sistema progresivo capaz de desarrollar las fuerzas productivas sin que sus contradicciones se manifiesten de una forma crónica y aún más brutal. Esta situación cambió a comienzos del siglo XX, con el surgimiento en Rusia en 1905 de los primeros consejos obreros, órganos de poder de la clase revolucionaria. Poco después el desencadenamiento de la 1ª Guerra Mundial, supuso la primera manifestación aterradora de la entrada del capitalismo en su etapa de  decadencia, en su fase de «guerra y de revoluciones», como la caracterizó la Internacional Comunista. Frente a esta barbarie surgió una oleada revolucionaria que se desarrolló a escala mundial a un nivel nunca antes conocido, y en la que reaparecieron los Consejos Obreros. El proletariado logró tomar el poder político en Rusia, pero la tentativa revolucionaria en Alemania en 1919 fue derrotada gracias a la capacidad de la Socialdemocracia para descarrilar a los trabajadores. Este fracaso debilitó considerablemente la dinámica revolucionaria mundial que en 1923 se encontraba prácticamente ya extinguida. Aislado, el poder del proletariado en Rusia, solo podía degenerar. La contrarrevolución se manifestó con el ascenso del estalinismo y a través de la formación de una nueva clase burguesa personificada por la burocracia estatal. Pero a diferencia de lo sucedido en la Comuna de Paris que no pudo extenderse por la inmadurez de las condiciones materiales, la causa de la derrota de la oleada revolucionaria mundial de 1917-23, hay que buscarla en una insuficiente conciencia en el seno de la clase obrera sobre los retos históricos a los que se enfrentaba, y sobre la naturaleza de clase de la social democracia que había traicionado definitivamente el internacionalismo proletario y al proletariado en el momento de la guerra mundial. Las ilusiones que persistían en las filas proletarias sobre este enemigo de clase le impidieron desenmascarar sus maniobras para derrotar la revolución.

 

Menos de un año después de la presentación que hicimos ante más de 250 estudiantes en la Universidad de Victoria Conquista sobre “La Izquierda comunista y la continuidad del marxismo”, ésta última reunión nos permite comprobar, con gran satisfacción, que junto a un creciente rechazo de la miseria material, moral e intelectual de este mundo en descomposición, existe también en las nuevas generaciones un interés cada vez mayor por el futuro de la lucha de clase. Invitamos a todos aquellos que estuvieron presentes en esa reunión y tengan la oportunidad de leer este artículo, a continuar el debate que allí comenzamos y a manifestar por escrito sus opiniones sobre  las cuestiones que abordamos.

 

CCI (12 de Octubre de 2006).

 

 


[1] Disponible en portugués “La coyuntura mundial y las elecciones” https://pt.internationalism.org/icconline/2006/eleicoes [6]

[2] Un informe exhaustivo lo podéis encontrar en portugués en https://pt.internationalism.org/icconline/2006/perspectivas-de-luta-de-c... [7]

 

Geografía: 

  • América central y Sudamérica [8]

Vida de la CCI: 

  • Intervenciones [9]

Noticias y actualidad: 

  • Lucha de clases [3]

URL de origen:https://es.internationalism.org/accion-proletaria/200701/1237/accion-proletaria-n-193-15-enero-15-marzo-2007

Enlaces
[1] https://es.internationalism.org/tag/situacion-nacional/conflictos-nacionalistas [2] https://es.internationalism.org/tag/noticias-y-actualidad/israelpalestina [3] https://es.internationalism.org/tag/noticias-y-actualidad/lucha-de-clases [4] https://es.internationalism.org/tag/noticias-y-actualidad/crisis-economica [5] https://es.internationalism.org/tag/3/50/medio-ambiente [6] https://pt.internationalism.org/icconline/2006/eleicoes [7] https://pt.internationalism.org/icconline/2006/perspectivas-de-luta-de-classe [8] https://es.internationalism.org/tag/geografia/america-central-y-sudamerica [9] https://es.internationalism.org/tag/vida-de-la-cci/intervenciones