Enviado por Revolucion Mundial el
Además de la tragedia de los conflictos bélicos cada vez más sangrientos que alimentan y avivan en todo el mundo, las grandes potencias se ven afectadas ellas mismas por convulsiones políticas cada vez más brutales.
Las elecciones presidenciales estadounidenses, en el centro del caos mundial
En este sentido, la situación en Estados Unidos es emblemática: mientras Trump es una caricatura del egocentrismo y la irresponsabilidad, promoviendo abiertamente sus mezquinos intereses de camarilla en detrimento de los del capital nacional, el conjunto de la burguesía estadounidense, incluidas sus fracciones más “responsables”, se ve afectada por una epidemia de “cada cual por su lado” a través de la cual los distintos partidos de la clase dominante son cada vez menos capaces de cooperar. La tentativa de asesinato del candidato del Partido Republicano y la forma en que Joe Biden, el tembloroso presidente, se aferró desesperadamente a su candidatura, comprometiendo seriamente la victoria de su campo, son símbolos llamativos de esta tendencia a la desintegración y al caos en el seno mismo del aparato del Estado que se supone debe garantizar la cohesión de la sociedad.
La incapacidad, hasta ahora, de las facciones dominantes de la burguesía estadounidense para inhabilitar a Trump, a pesar de los numerosos intentos judiciales y financieros, sólo ha servido para exacerbar las tensiones entre los diferentes campos políticos, y sobre todo, la intensificación del espíritu revanchista de los partidarios de Trump y el ensordecedor bombo mediático sobre el “peligro” que Trump y su camarilla representarían para la “democracia estadounidense”.
Los dos bandos afrontan las elecciones con incertidumbre, sobre todo porque, desde la dimisión forzada de Biden y a pesar de los temores de una implosión del campo demócrata, Kamala Harris ha sido objeto de un apoyo masivo, lo que le ha permitido enfrentarse rápidamente a Trump en los sondeos. El carácter indeciso de los resultados acentúa la violencia de los enfrentamientos y las dificultades para controlar el juego electoral.
Como resultado de todo ello, las instituciones del Estado norteamericano están siendo fuertemente sacudidas por una gran desestabilización que, dado el lugar que ocupa Estados Unidos en la arena imperialista mundial, no puede quedar sin consecuencias para todo el planeta. El resultado de este enfrentamiento entre Demócratas y Republicanos sigue preocupando a las cancillerías de todo el mundo, que ya no saben qué rumbo tomar. Estas elecciones infunden profunda inquietud sobre el curso de los conflictos militares, en particular en Ucrania y Oriente Medio.
Pero más allá de los resultados inmediatos de noviembre, el nivel de tensión en el seno de la burguesía de la superpotencia estadounidense va a incrementarse desestabilizando aún más las relaciones entre todas las potencias imperialistas del planeta.
El auge del populismo socava el “viejo continente”
Aunque la situación política en Estados Unidos tiene un gran impacto en todos los continentes, está lejos de ser un caso aislado. Al contrario, es una continuación de la ola populista mundial, producto puro de la descomposición del sistema capitalista, donde triunfan las concepciones burguesas más retrógradas, divisionistas e irracionales. El auge del populismo en Europa se confirmó ampliamente durante las elecciones europeas, acelerando el proceso de desestabilización del “viejo continente”, que sólo puede aumentar en el futuro.
Pero la ola populista es sólo la forma más espectacular de un proceso mucho más amplio de desintegración y caos creciente en el seno de la burguesía europea. En Francia, la disolución de la Asamblea Nacional ha llevado a una situación política cada vez más incontrolable. El matrimonio forzado de la pareja francoalemana se tambalea y el propio canciller Scholz está políticamente debilitado por el aumento de popularidad de la Alternativa para Alemania (AfD), sobre todo en el este del país. En Gran Bretaña, el Partido conservador se ha hundido y el partido populista Reforma de Farage ha logrado un avance electoral sin precedentes, mientras que los disturbios protagonizados por grupos de extrema derecha están dando lugar a contramanifestaciones que reflejan una situación también cada vez más polarizada y caótica. La desestabilización y el debilitamiento de los Estados europeos ya está empezando a repercutir en la situación mundial, especialmente en el frente ucraniano y en Europa del Este, así como en el inextricable caos del África subsahariana.
La “democracia” burguesa contra la clase obrera
La clase obrera se enfrenta a la profundización de la crisis económica del capitalismo, al desempleo, a la precariedad laboral, a los recortes presupuestarios y a la inflación descontrolada. En este contexto de grave deterioro, frente a las tensiones y enfrentamientos imperialistas en todos los frentes, los gobiernos se ven obligados a aumentar sus ya colosales gastos militares, lo que sólo puede profundizar las deudas y aumentar los recortes y ataques presupuestarios.
Frente a la austeridad, el proletariado ya ha comenzado a responder en todo el mundo, como fue el caso de las vastas luchas en Gran Bretaña desde junio de 2022 hasta la primavera de 2023, durante el movimiento en Francia contra la reforma de las pensiones en 2023 o durante las huelgas en Estados Unidos en la función pública en California o en la industria del automóvil en 2023. Aún hoy, las movilizaciones son numerosas: huelgas de ferroviarios en Canadá durante el verano, huelgas masivas en Samsung en Corea del Sur, amenaza de paros masivos en los sectores del automóvil y la aviación en Estados Unidos...
Estas luchas empiezan a desarrollar poco a poco el sentimiento de pertenecer a una misma clase, de ser víctima de los mismos ataques y de luchar unida y solidariamente. Pero esta ruptura con el pasado tras décadas de estancamiento sigue marcada por debilidades y preguntas: ¿Cómo podemos escapar del corporativismo en el que nos están atrapando los sindicatos? ¿Cómo luchar y ser más fuertes?¿Qué tipo de sociedad queremos?
La descomposición de la sociedad burguesa y la desestabilización de los aparatos políticos de la burguesía no suponen actualmente ninguna ventaja para la lucha de la clase obrera. La burguesía pretende explotar todos los fenómenos y miasmas de la descomposición para explotarlos ideológicamente y dirigirlos contra el proletariado. Ya lo está haciendo a gran escala con las guerras, tratando de empujar a los proletarios a elegir un campo imperialista contra otro, como vimos con el conflicto de Ucrania, pero sobre todo con la guerra de Gaza, con manifestaciones pro-palestinas destinadas a desviar la repulsa por las masacres hacia el terreno del nacionalismo. También lo hace con el auge del populismo y la desestabilización de su aparato político mediante una vasta campaña de propaganda a favor de la democracia burguesa.
Los partidos de izquierda son particularmente eficaces en este ámbito, llamando constantemente a bloquear el populismo en las urnas, a revitalizar las instituciones “democráticas” contra la “lenta fascistización de la derecha”, prometiendo un futuro maravilloso cuando lleguen al poder. En Francia es el caso del Nuevo Frente Popular, sublevado por la negativa del presidente Macron a nombrar a su candidata Lucie Castets para el Matignon y que repudia esta “negación de la democracia”. Una parte de la izquierda en torno a La Francia Insumisa y los ecologistas también organizó “una respuesta” el 7 de septiembre para ocupar el terreno de las movilizaciones e impedir que la clase obrera luche contra los ataques económicos y la barbarie capitalista. En Estados Unidos, Kamala Harris, con su “empatía” y su política de “proximidad”, caza eficazmente en el territorio de Trump y consigue conquistar a un gran público femenino y a un electorado joven. Este relanzamiento de la campaña ideológica a favor de la democracia, que está teniendo un éxito relativo, también intenta desviar al proletariado de la lucha.
La clase obrera debe rechazar de plano estas campañas ideológicas que pretenden reducirla a la impotencia, a la defensa del Estado “democrático” burgués y de la camisa de fuerza nacionalista. Debe desconfiar de esta ideología y sobre todo de sus versiones antifascistas, como las desplegadas en Gran Bretaña con ocasión de los disturbios de extrema derecha, durante manifestaciones en las que se expresó particularmente el falso radicalismo de los izquierdistas, especialmente de los trotskistas, siempre inclinados a tergiversar el marxismo y la historia del movimiento obrero para conducir mejor al proletariado al terreno de la burguesía, al del apoyo a las “guerras justas” o al “voto por el cambio”.
WH, 8 de septiembre de 2024