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Aparecido en 1990 como el “candidato sorpresa” derroto a Mario Vargas Llosa, ya respaldado por las expresiones más conocidas de la pequeña burguesía (pequeños y medianos empresarios, intelectuales universitarios, Iglesia evangélica, Apristas[1] e izquierdistas).
Pero, la llegada al poder de un gobierno del estilo de Fujimori en los años 90, basada en el cinismo, en ataques brutales en contra la clase trabajadora, en la extensión de la miseria, en el terror de Estado, en la corrupción generalizada, en la prevaricación y la concentración absoluta del poder, no se puede entender sin considerar el marco global de la evolución mundial del capitalismo y el período histórico, que está marcado por la disolución de la política de los bloques imperialistas. Lo cual es una expresión no sólo de su decadencia, sino del hundimiento del capitalismo en su propia putrefacción debido a la acumulación de todas sus contradicciones, y que lo ha llevado a un callejón sin salida, que no se puede escapar ni resolver. Solo la fuerza del proletariado a nivel mundial puede imponer una alternativa a la descomposición: la abolición de la explotación y la construcción de la sociedad comunista.
Con Fujimori en el poder por 10 años, el Estado, sin renunciar a sus formalidades democráticas, tomó como pretexto la subversión de los grupos maoístas y guevaristas (Sendero Luminoso y Movimiento Revolucionario Túpac Amaru), para desarrollar un estilo de gobierno en el que combina una política económica implacable, con una feroz represión militar y paramilitar sobre el proletariado, pero a la vez otorgó alegremente dádivas y financió obras públicas por doquier a fin de ganar votos. Y vaya que le resultó. La burguesía peruana vio que era el “hombre del momento”, el “Chino salvador de la patria” y le dio todo el apoyo a su gobierno de “Reconstrucción nacional”.
Recordemos que Fujimori llega al poder con el apoyo del imperialismo estadounidense y del Japón, los cuales, junto al BM y el FMI acordaron diseñar un “Plan Marshall” para “rescatar” y “estabilizar la economía peruana luego del cataclismo gobierno Aprista. Dinero fresco, cancelación de parte de la deuda externa y créditos a cambio de implementar una oleada salvaje de privatizaciones en los principales sectores productivos (pesca, gas, petróleo, teléfonos) hecho que beneficio a los capitalistas peruanos quienes aliados con capitales chinos, americanos y europeos desataron un monumental festín de compras y de ganancias como no se veía desde los tiempos de Velasco Alvarado en los años 60.
La clase obrera durante el fujimorismo
La clase obrera en ese momento, venia aletargada por la traumática experiencia de la subversión y la contra subversión, encontrándose “entre dos fuegos”. Los trabajadores estaban postrados, las luchas aisladas y el miedo a ser desaparecido o simplemente baleado en cualquier calle paralizaba y mermaba su espíritu de combate. El proletariado había pagado una alta cuota de sangre en esa guerra entre las bandas guerrilleras y las fuerzas armadas del Estado burgués. Fujimori dio el puntillazo final a esa penosa situación: en agosto del 90 desató el llamado “Fujishock” que elevo brutalmente los precios de los alimentos. Le siguieron los despidos masivos en las empresas privatizadas, el congelamiento de los salarios, la criminalización de las protestas. A la vez que se golpeaba a la clase obrera haciéndole pagar las consecuencias de la crisis, Fujimori supo utilizar a la izquierda del capital, integrando a miembros del aparato de izquierda al frente de ministerios. A la vez que apuntaló a la estructura sindical, otorgando una ley que facilitaba la formación de sindicatos hasta en la más pequeña empresa. Mostrando su carácter servil, la Federación de Construcción Civil le hicieron inaugurar su nuevo local en Lima. Todo este asqueroso acomodamiento de la izquierda con el fujimorismo, hoy lo oculta todo el izquierdismo y sus variantes ONGs, partidos, sindicatos, colectivos, frentes, etc.
Entonces la clase obrera con 10 años de gobierno fujimorista recibió la mayor dosis de ataques económicos, sociales e ideológicos. Ha sido un periodo muy oscuro para el proletariado en Perú, un terrible periodo donde no pudo desarrollar su conciencia. Hasta ahora ha dejado secuelas, que se muestran en la falta de reacción de la clase obrera, presentando luchas a cuenta gota, con un bajo nivel político, en comparación con sus hermanos de clase de otros países. Entendemos que el desarrollo de la conciencia no es lineal ni homogéneo sin embargo el fujimorismo es y ha sido un peso negativo enorme sobre la conciencia de los trabajadores y por eso hoy la burguesía le rinde honores.
Crimen, corrupción, engaño… la herencia de Fujimori
Muerto Fujimori, deja como herencia el partido de su hija: Fuerza Popular que aspira a ser gobierno el 2026 y del que hoy depende para no caer la presidenta Dina Boluarte. Este partido es la expresión mejor organizada de la burguesía peruana. Manda en el Parlamento y cuenta con comités en Lima y provincias. A punta de recuerdos, dadivas y asistencialismo ha logrado colocarse como el favorito en las encuestas. Posee experiencia en el arte de las componendas, el manipuleo y la falta de escrúpulos. Por eso mismo cuenta con el apoyo de un vasto sector de la burguesía peruana que se benefició en los 90 y está hoy presente en los sectores de la Agroindustria, las AFP, los empresarios madereros, entre otros. Pero como sabemos la burguesía no las tiene todas consigo. Tiene muchas dificultades para controlar el juego político tal como sucedió con el triunfo de Castillo y Perú Libre en el 2021. Nuestro enemigo sabe que puede dispararse en las preferencias otro candidato tal como el nacionalista Antauro Humala (una suerte de Bukele de izquierda). En cualquier caso, el 2026 se avizora como un nuevo enfrentamiento derecha vs izquierda (Keiko Fujimori vs Humala). En otras palabras el fujimorismo sigue sin Alberto Fujimori, como fenómeno de la política burguesa en el Perú, un partido representado hoy por Fuerza Popular, que se juega su existencia en las próximas elecciones del 2026, si este logra resultados negativos en las elecciones presidenciales una vez más, el partido de Fujimori quedara muy debilitado y posiblemente continúen las fricciones en otros ámbitos de la política como en el congreso u otras instituciones del Estado donde tienen y seguirán teniendo presencia, alimentando el juego político y la propia inestabilidad política del país.
¿Dónde queda la clase obrera?
La clase obrera no tiene nada que ganar el circo electoral que la burguesía alegremente viene preparando bajo la mesa, adornándolo con los honores a Fujimori. Recordémoslo: en las elecciones del 2026 solo habrá un ganador: la burguesía.
Hemos señalado que el proletariado en el Perú tiene muchas debilidades, debido entre otras cosas a años de Fujimorismo, pero debemos insistir que los trabajadores deben seguir luchando contra su explotación y contra los ataques de la burguesía y de su Estado. De este modo, podrán reforzar la conciencia de su identidad de clase y la necesaria autonomía de su lucha , desarrollando una autentica solidaridad de clase, como arma frente a su enemigo histórico, sea este de derecha, izquierda o se presente como una alternativa siguiendo el ideario populista. Hay un retroceso enorme en la clase en relación a su conciencia que por años se ha encontrado entre dos fuegos: El terrorismo de las guerrillas y el terror de Estado, no obstante, la degradación de la vida de los explotados, será el detonante que empuje a la reflexión y a la movilización de la clase obrera en Perú, como lo han hecho los trabajadores en Gran Bretaña en 2022 y se han extendido, los dos últimos años a Francia, España, Estados Unidos, Canadá… después de todo, la miseria y explotación que impone el capitalismo no pueden esconderse eternamente en la ilusión que la burguesía construye con las urnas y las campañas sobre la democracia.
Internacionalismo Perú, 23 de setiembre de, 2024
[1] Partidarios de la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA), fundada en 1924 por Haya de la Torre y un grupo de estudiantes nacionalistas que se reclamaban de la lucha contra la dependencia del país frente a la creciente influencia del imperialismo nordamericano y por “la lucha unitaria de los pueblos de raza indígena en America Latina” .