Enviado por Accion Proletaria el
En la Rusia de los zares, como en la Europa occidental de la Edad Media, a menudo podía empezar con un rumor descabellado: los judíos han sacrificado a uno de nuestros hijos en sus malvados rituales. Siniestros grupos políticos, las “Centurias Negras” instaban a las capas más miserables de la población a atacar a otro grupo sumido en la pobreza -los judíos de los guetos- a violar, saquear y matar. La policía oficial solía quedarse de brazos cruzados. Esto era el pogromo.
Las cosas han cambiado mucho desde entonces... pero no del todo. En la Gran Bretaña de 2024, circulan por Internet rumores descabellados sobre la identidad del joven perturbado que llevó a cabo un auténtico asesinato masivo de niños en Southport, y se producen ataques de bandas enfurecidas, muchas de ellas formadas por personas de las capas más desfavorecidas de la población, contra otros grupos, a veces incluso más desesperados. Esta vez, sin embargo, el objetivo principal no son los judíos, sino los musulmanes y los solicitantes de asilo. Entre las fuerzas políticas que alimentan la violencia se encuentran los tradicionales adoradores del nazismo que siguen viendo la mano de la comunidad judía mundial detrás de cada problema social y político. Pero muchos de ellos, como la celebridad de extrema derecha Tommy Robinson, se han dado cuenta de que la islamofobia da muchos mejores dividendos hoy en día, e incluso afirman ser los mejores defensores de los judíos frente a la amenaza islamista. Pero a pesar de todo, el espíritu del pogromo sigue vivo.
Sobre todo, lo que perdura es el esfuerzo de "divide y vencerás": mantener a todos los explotados y oprimidos débiles porque están divididos, impedirles ver que la verdadera causa de su miseria no es una parte concreta de los explotados y oprimidos, sino el sistema social de sus explotadores y opresores. Es ese sistema -el capitalismo mundial- el responsable tanto de las guerras y la destrucción ecológica que está generando un problema de refugiados sin precedentes en todo el mundo, como de la crisis económica y la austeridad que está reduciendo en todas partes el nivel de vida y el acceso a las necesidades básicas.
Otra gran diferencia con la Rusia de finales del siglo XIX: estos "disturbios raciales" son el producto de un capitalismo obsoleto desde hace más de un siglo y que ahora se encamina hacia un despedazamiento caótico. La reciente violencia en Gran Bretaña es una expresión de este caos, de una creciente pérdida de control por parte de la clase dominante. Las facciones más responsables de la clase dominante no quieren este desorden en las calles. Una de las principales razones por las que el Partido Laborista llegó al poder fue para "restaurar el orden" en el plano político después del desorden creado por un partido Tory que se había infectado profundamente por las políticas vandálicas del populismo[1]. De ahí la durísima respuesta del gobierno, que amenazó a los alborotadores con "todo el peso de la ley" y planeó formar un "ejército permanente" de policías entrenados para hacer frente a los desórdenes. Hoy la policía no se queda de brazos cruzados ante los saqueos y destrozos de la extrema derecha. Al contrario, se presenta como decidida defensora de las mezquitas y los hoteles que acogen a solicitantes de asilo, y detiene en masa a los alborotadores de extrema derecha, mientras los tribunales los condenan a los pocos días de ser detenidos.
El capitalismo utiliza su propia descomposición contra nosotros
¿Significa esto que el Partido Laborista y la policía son ahora verdaderos amigos de la clase obrera? En absoluto. El capitalismo puede estar desmoronándose, pero la clase capitalista sabe que el mayor peligro al que se enfrenta es que la clase obrera de todo el mundo tome conciencia de sí misma como clase que tiene la capacidad no sólo de resistir a la explotación capitalista, sino de derrocar todo el sistema. Por eso nuestros gobernantes están perfectamente dispuestos a utilizar la desintegración de su propia sociedad para obstruir el desarrollo de una verdadera conciencia de clase:
- intensificando una campaña política en torno a la "defensa de la democracia contra el fascismo", que ya es un tema de las elecciones en la Unión Europea, Francia y EE. UU., y que pretende arrastrar a los trabajadores al callejón sin salida de la política electoral y a la idea de que deben apoyar a una facción de la clase dominante contra la otra;
- reforzando el aparato represivo del Estado y "democratizando" la imagen de la policía. Hoy este aparato puede estar dirigido contra el "matonismo de extrema derecha", pero mañana puede y será utilizado contra las luchas de la clase obrera. No olvidemos cómo la policía fue empleada como "ejército permanente" contra la lucha de los mineros en 1984-85. Es la misma policía con la misma función: proteger el orden capitalista.
- distrayendo la atención de la política de austeridad que el gobierno laborista ya está empezando a impulsar. Desde sus primeros días en el poder, el gobierno laborista, que descubrió convenientemente un "agujero negro" oculto en las finanzas públicas, ha anunciado medidas que indican futuros ataques a las condiciones de vida de la clase trabajadora: la negativa a suprimir la política que limita las prestaciones por hijo a dos hijos, y la eliminación de los subsidios de calefacción para los pensionistas, excepto para las capas más pobres.
Además, no debemos olvidar que no sólo la extrema derecha o los populistas atacan a los inmigrantes. La "One Nation Tory" Theresa May fue la encargada de crear la "atmósfera hostil para los inmigrantes ilegales" bajo el gobierno de Cameron, al tiempo que la principal crítica de los laboristas a las “estrategias poco serias” de los tories al respecto, como el “plan Ruanda”, ha sido que no son económicamente rentables[2]. En los EE. UU., a pesar de todo el bombardeo de Trump contra la "invasión extranjera", las administraciones demócratas bajo Obama y Biden no han sido menos despiadadas en la realización de deportaciones masivas. Todas las alas de la burguesía defienden la economía nacional y las fronteras nacionales, que, en la brutal lucha de cada uno contra todos en el mercado mundial, se organizan cada vez más en torno a una especie de Estado fortaleza para mantener fuera las importaciones y la mano de obra "extranjeras".
La lucha de clases es nuestra única defensa
En respuesta a la destrucción desatada en los disturbios, ha habido una considerable cantidad de indignación y enojo reales dentro de la clase trabajadora y la población en su conjunto. El intento de la extrema derecha de utilizar los asesinatos de Southport como pretexto para atacar a las minorías étnicas y a los inmigrantes fue recibido con la repulsa que merecía por los más directamente afectados por los asesinatos; y hubo una serie de gestos de apoyo hacia los principales objetivos de la violencia, como en el propio Southport, donde los residentes locales se unieron para reparar los daños causados a la mezquita golpeada por los alborotadores. El 7 de agosto, ante la amenaza de nuevos ataques contra centros de asesoramiento a inmigrantes en todo el país, miles de personas salieron a la calle en Londres, Manchester, Liverpool, Newcastle, Bristol, Brighton y otros lugares para rodear estos centros e impedir que fueran saqueados (en la mayoría de los casos, las amenazas quedaron en nada y la extrema derecha no se presentó).
Pero no debemos hacernos ilusiones. Estas comprensibles respuestas fueron inmediatamente "abrazadas" por la maquinaria propagandística del capitalismo para presentar la imagen de "una Gran Bretaña real" respetuosa con la ley, tolerante y multicultural. Tras las movilizaciones del 7 de agosto, esta pauta fue compartida por casi toda la prensa, de izquierda a derecha. El titular del 8 de agosto del Daily Mail, un periódico de derecha que ha desempeñado un papel central en la campaña de alarmismo sobre los inmigrantes ilegales, fue quizá el más revelador. Su portada mostraba una foto de la manifestación de Walthamstow (quizá la mayor del país) y titulaba: "Los manifestantes nocturnos anti-odio se enfrentaron a los matones".
Fuera de los grandes medios de comunicación, la extrema izquierda del capital, los trotskistas en particular han sido un factor clave a la hora de convocar estas movilizaciones e intentar crear nuevas versiones del frente popular. En definitiva, dando cobertura de izquierda a la campaña de defensa de la democracia frente al fascismo.
La clase obrera sólo puede defenderse -y hacer frente a los ataques contra cualquiera de sus sectores, ya sea "nativo" o "inmigrante"- luchando en su propio terreno. Es decir, el terreno de la lucha contra el inevitable asalto a sus condiciones de vida exigido por el capitalismo en crisis, una lucha que tiene los mismos objetivos e intereses en todos los países y atravesando todas las divisiones nacionales. La clase obrera británica tiene que deshacerse de muchas cargas del pasado, sobre todo del peso heredado del apogeo imperial de Gran Bretaña. Pero no debemos olvidar que Gran Bretaña fue la cuna del primer partido obrero independiente, los cartistas, y -junto con los obreros franceses- de la Primera Internacional. Y en 2022, fueron los trabajadores británicos quienes desempeñaron un papel central en el renacimiento de los movimientos de clase tras décadas de resignación. Su eslogan fue "basta ya", un eslogan que la extrema derecha ha intentado robar. Pero en 2022 la consigna, que fue retomada por los trabajadores en Francia y en otros lugares, no significaba "basta de extranjeros", sino basta de austeridad, basta de inflación, basta de ataques a nuestras condiciones de vida, y esa sigue siendo la situación real a la que se enfrenta la clase obrera hoy en día, sean cuales sean los colores del gobierno en turno.
En 1905, ante las huelgas masivas en todo el Imperio ruso, el régimen zarista respondió con su truco habitual: azuzar los pogromos para romper la unidad de los obreros o poner a los campesinos en su contra. En aquel momento, los obreros habían creado sus propias organizaciones independientes, los soviets, y una de sus funciones era organizar la defensa armada de los barrios judíos amenazados por los pogromistas. Hoy los obreros no disponen de tales organizaciones independientes. Pero el futuro desarrollo de la lucha de clases tendrá que crearlas de nuevo: órganos de autoorganización de masas que no sólo puedan defender a la clase de todos los ataques del capital, sino dirigir una ofensiva política dirigida a derrocar todo el sistema.
Amos, 9.8.24
[1] Ver La izquierda del capital no puede salvar un sistema moribundo, CCI online, agosto 2024
[2] El nuevo primer ministro laborista Keir Starmer ha declarado que el “plan Ruanda” es una “estrategia poco seria que no actúa como un verdadero freno”.