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El 24 de Febrero de 2022 Rusia desencadenaba una “Operación especial” contra Ucrania que pretendía ser una Blitzkrieg1 desde el Norte y el Este, con la intención de cambiar el gobierno de Kiev y ocupar el Donbás, Zaporiya y Jerson. Frente a ello el Estado de Ucrania declaraba la movilización militar de la población y en las principales potencias occidentales se ponía en marcha una campaña democrática de apoyo a la defensa de Ucrania. Todo lo que quería inducir a pensar en un incidente “limitado”, como la ocupación de Crimea en 2014.
Hoy en cambio, la situación se parece más a lo que Rosa Luxemburg describía al principio de su folleto de Junius sobre la Iª guerra mundial: «La ruidosa alegría de las muchachas que corrían a lo largo de los convoys de soldados ya no escolta a los trenes de reservistas y éstos ya no saludan a la multitud colgados de las ventanillas de su vagón con una sonrisa alegre en los labios…La carne de cañón embarcada en agosto y septiembre, henchida de patriotismo, se pudre ahora en Bélgica, en los Vosgos, en Masuria… Las ciudades se metamorfosean en montones de escombros; los pueblos en cementerios; regiones enteras en desiertos; poblaciones íntegras en ejércitos de mendigos; iglesias en cuadras…Enlodada, deshonrada, embarrada en sangre, ávida de riqueza: así se presenta la sociedad burguesa, así es ella».
La guerra de Ucrania expresa las características de la guerra imperialista en la decadencia del capitalismo, y particularmente en su periodo de descomposición.
La guerra tiende a hacerse permanente y expresa así la tendencia de que la guerra se convierte en el modo de vida del capitalismo
Desde la Iª guerra mundial (4 años de duración), y particularmente después de la IIª guerra mundial (5 años), la guerra no ha cesado, causando globalmente mucho más muertos y destrucción que en las dos guerras mundiales: Guerra de Corea(3 años; aunque se cerró en falso con un armisticio que significa la persistencia de la guerra); Vietnam (20 años); Irán-Irak (8 años); Afganistán (20 años); guerra de Irak (8 años); guerra de Angola (13 años); 1ª y 2ª guerra del Congo ( 1 año y 5 años)… Hoy se calcula que hay en todo el mundo 183 conflictos armados.
La guerra en Ucrania dura ya casi 2 años2 y ahora mismo se encuentra en un estado de estagnación tras el fracaso de la contraofensiva ucraniana, que solo puede ser la antesala de una nueva agravación. De hecho, desde la ocupación rusa de Crimea en 2014, la guerra en el Donetsk no ha cesado. Pero más allá de eso, el conflicto entre la extensión de la OTAN hasta las puertas de Moscú y la resistencia de la Federación rusa, pone las bases para la persistencia y escalada de los enfrentamientos: «Ucrania ha desarrollado una impresionante potencia de combate con decenas de miles de millones de dólares de ayuda, formación exhaustiva y apoyo de inteligencia de Occidente. Las fuerzas armadas ucranianas serán capaces de poner en riesgo cualquier área bajo ocupación rusa. Más aún, Kiev mantendrá la capacidad de atacar la propia Rusia, como se ha demostrado consistentemente el año pasado. Por supuesto el ejército ruso también tienen la capacidad de amenazar la seguridad de Ucrania. Aunque sus fuerzas armadas hayan sufrido bajas significativas y pérdidas de material de las que les llevará años recuperarse, sus capacidades aún son formidables. Y como han demostrado diariamente, incluso en su estado actual lamentable, aún pueden causar muerte y destrucción significativas en el ejército y la población civil de Ucrania»3
La guerra de Ucrania confirma igualmente la tendencia a una mayor implicación directa de los países centrales del capitalismo en la guerra imperialista. De hecho, esta guerra significa la vuelta de la guerra a Europa desde 1945 y la guerra de los Balcanes en los años 90. Y enfrenta a los dos países más grandes de Europa en cuanto a extensión, incluyendo por otra parte a la 2ª potencia nuclear mundial.
Además la guerra implica directamente a las grandes potencias de Europa4 y a EEUU, que participan en su financiación y en el envío de armamento y entrenamiento militar5. No es extraño, pues, que esta guerra traiga el espectro de la guerra mundial:
«Antes de la invasión rusa, muchos asumían que las guerras entre las grandes potencias del siglo XXI, en el caso de que pudieran ocurrir, no serían como las anteriores. Se librarían usando una nueva generación de tecnologías avanzadas incluyendo sistemas de armas autónomas. Se desarrollarían en el espacio y el ciberespacio; la presencia de soldados en el frente probablemente no importaría mucho. En vez de eso, Occidente ha tenido que admitir que se trata de otra guerra entre Estados en suelo europeo, librada por grandes ejércitos en muchas millas cuadradas de territorio. Y esta es solo una de las muchas formas en que la invasión de Rusia recuerda a las dos guerras mundiales. Igual que esas guerras anteriores, ésta ha sido alimentada por el nacionalismo y las expectativas irrealistas sobre lo fácil que sería avasallar al enemigo. Los combates han tenido lugar tanto en áreas civiles como en el frente, asolando ciudades y haciendo huir a la población. La guerra ha consumido vastos recursos y los gobiernos implicados se han visto forzados a usar reclutas, y en caso de Rusia, mercenarios. El conflicto ha llevado a la búsqueda de nuevo y más mortífero armamento y comporta el potencial de una peligrosa escalada. Y también se deja sentir en muchos otros países»6
Una guerra total
Otro perfil de las guerras en la decadencia (y también en su fase final de descomposición) es que exigen la movilización de todos los recursos de la nación y el alistamiento de toda la población en el frente o la retaguardia. Los medias han insistido que tanto en Rusia como en Ucrania, mientras la guerra transcurría en el frente, la vida en la retaguardia seguía normalmente en Moscú o Kiev. Se trata de una verdad a medias. Es cierto que, particularmente en Rusia, se han enviado al frente principalmente mercenarios de Wagner y Kadyrovtsi7, y que la conscripción ha evitado por el momento cuidadosamente las concentraciones del proletariado: «El Kremlin ha recurrido desproporcionadamente a reclutar soldados de las regiones más pobres de Rusia, compuestas de una amplia población de minorías étnicas, incluyendo las de repúblicas que en su día fueron rebeldes, como Chechenia, y provincias como Buryatia y Tuva. En Tuva, por ejemplo, uno de cada 3.300 adultos ha muerto luchando en Ucrania (comparado con Moscú, donde la cifra es 1 de cada 480 mil adultos)»8
También es cierto que es necesario mantener la producción en la medida de lo posible: por ejemplo en Ucrania, las empresas tienen el derecho de “salvar” del reclutamiento hasta el 50% de sus cuadros y obreros especializados (a cambio, facilitan el de los demás obreros amenazándolos de despido) y que ambos gobiernos están interesados en mantener una apariencia de “normalidad” en la retaguardia.
Pero la guerra es una guerra total; la barbarie se ceba en el frente y con la población civil. Desde el primer día de la guerra Zelenski prohibió la salida del país a los hombres adultos en edad de combatir, lo que no ha impedido que hayan más de 8 millones de refugiados ucranianos (y otros tantos desplazados al interior del país huyendo de los frentes de guerra). En Rusia igualmente desde la movilización parcial de septiembre 2022, el gobierno puede reclutar a cualquier ciudadano en condiciones de combatir, lo que produjo inmediatamente la huida del país de 200 mil jóvenes según se calcula, y posiblemente más después.
En el frente «las agencias de Inteligencia occidentales han estimado que durante algunos de los peores combates, Rusia ha sufrido una media de más de 800 muertos y heridos por día y los oficiales ucranianos han reconocido picos de entre 200 y 500 bajas al día del lado de Ucrania. Rusia ha perdido ya más soldados en este guerra que en 10 años de combate en Afganistán»9
Según fuentes de oficiales americanos, el New York Times estima a mediados de agosto de este año en cerca de 500 mil el número de muertos, heridos y mutilados en la guerra; 70 mil muertos y 120 mil heridos graves del lado ucraniano10, de donde se tienen más datos. Según fuentes ucranianas, las tropas rusas se rellenan con presidiarios excarcelados chantajeados para ir a la guerra. Los oficiales los desprecian y los envían a morir a primera línea sin ocuparse de los heridos y menos aún de los muertos.
En cuanto a la población civil, desde el primer asalto ruso, se han descubierto fosas comunes de asesinatos y torturas en los suburbios de Kiev y después en Bucha, con evidencias de cientos de ejecuciones sumarias, violaciones a mujeres y niños, que se han exhibido como propaganda de guerra contra Rusia. Los bombardeos continuos destruyen las viviendas de la población y las infraestructuras mínimas y causan un goteo permanente de víctimas. Ciudades enteras como Mariupol han sido completamente destruidas. La lluvia de misiles no cesa, no solamente en el frente del Este, sino también en Kiev. Se han bombardeado estaciones de tren (Kramatorsk –Abril 2022-), cafeterías y restaurantes, hospitales, maternidades, centrales eléctricas e incluso centrales nucleares como Zaporiya se han visto seriamente amenazadas.
Cada día ambos bandos disparan decenas de miles de proyectiles11 desencadenando el terror y la destrucción cuando explosionan; pero también cuando no lo hacen, porque quedan como una amenaza que puede seguir matando y mutilando. Las bombas de racimo proporcionadas por EEUU los últimos meses, como su nombre indica, estallan sembrando al mismo tiempo toda la zona de explosivos. Ucrania es hoy uno de los países con más minas del mundo; minas antipersonales y antitanque, que estallan al pisar sobre ellas pero también cuando pasan los coches o los autobuses de la población huyendo. Las tropas rusas en su retirada siembran todo el terreno de minas y preparan trampas dejando explosivos en los cadáveres y en las casas abandonadas, y el ejército de Ucrania mina el frente para impedir el avance de los rusos. Las minas se lanzan con misiles o con drones, por todas partes:
«Se sospecha que unos 174.000 kilómetros cuadrados de Ucrania están contaminados con minas y artefactos explosivos sin detonar. Se trata de una superficie del tamaño de Florida, aproximadamente el 30% del territorio ucraniano. Esta estimación tiene en cuenta las áreas ocupadas por Rusia desde su invasión a gran escala, junto con las zonas reconquistadas, desde la región de Járkov, en el este, hasta los alrededores de Kiev, como Bucha. Según Human Rights Watch, se han documentado minas en 11 de las 27 regiones de Ucrania»12
Por no hablar de las consecuencias ecológicas de la guerra, que ya mencionamos antes: «Se han bombardeado fábricas químicas en un país especialmente vulnerable. Ucrania ocupa el 6% del territorio europeo, pero contiene el 35% de su biodiversidad, con unas 150 especies protegidas y numerosos humedales»13
Esta es la imagen reciente que dan los periodistas de Kryvyi Rih, importante concentración industrial cerca de Zaporiya, 7ª ciudad del país: «Las colas ante las oficinas de reclutamiento han desaparecido. Ahora todo el mundo sabe cómo es el día a día de un soldado. Ya no es raro cruzarse con soldados mutilados de guerra en las inmediaciones de las estaciones de autobuses de las ciudades medianas.»14
Pero la principal víctima de la guerra es la clase obrera. Las familias de los trabajadores son bombardeadas en la retaguardia y ellos son reclutados en las fábricas para ir al frente, chantajeados con el despido, de manera parecida a lo que ocurre con los presidiarios rusos. Pero encima, una vez movilizados, pierden su salario, que cambian por la mísera paga de soldado de 500€. Además el Estado se ha desentendido de los seguros de los heridos y mutilados. Para los que quedan en el trabajo, la Rada (parlamento de Ucrania) aprobó en Julio de 2022 la suspensión de la mayor parte de la legislación laboral, dejando arbitrariamente en manos de las empresas la negociación de los salarios y el despido libre.
La economía al servicio de la guerra
En las guerras imperialistas de la decadencia (y también en su fase final de descomposición), la guerra no está al servicio de la economía, como en el periodo ascendente de expansión del capitalismo en el s.XIX, cuando las guerras coloniales permitían la expansión mundial del capitalismo, o las guerras nacionales daban un marco al desarrollo capitalista, sino que la economía está al servicio de la guerra15. Y esto se confirma en la guerra de Ucrania, empezando por Rusia.
En su entrevista de fin de año, Putin ha presumido de un aumento de la producción del 3,5% en Rusia; pero eso indica substancialmente el aumento de la producción de guerra:
«El Kremlin está tirando la casa por la ventana, aumentando su presupuesto militar un 68% en 2024. La industria de defensa se pone rápidamente en marcha para abastecer a la primera línea. Una investigación del medio ucraniano Skhemy, basada en observaciones por satélite, muestra la construcción o ampliación de varias fábricas clave del sistema militar-industrial ruso. En el sector aeronáutico, se trata de la fábrica Gorbunov de Kazán (que produce los bombarderos Tu-16, Tu-22 y TU-160), la de Irkutsk (cazas Su-30) y la de Ekaterimburgo (motores y cajas de cambio para los helicópteros militares Mi-24 y Ka-52). Otras, especializadas en ingeniería mecánica en Doubna (misiles Kh-22, Kh-55 y Kh-101) y Kronstadt (aviones no tripulados militares Orion y Helios), así como Kalashnikov (munición para merodeadores Zala, Lancet e Italmas), también han ampliado sus instalaciones industriales.»16
Los ingresos de la población sin embargo, han disminuido un 10% la última década según cifras oficiales, y la situación económica del país recuerda a la de la URSS estalinista en el momento del hundimiento del bloque del Este, de la que el estancamiento y atraso económico fue precisamente una causa principal:
«La economía del país está estancada, con pocas fuentes de valor aparte de la extracción y exportación de recursos naturales. Todo el sistema está plagado de corrupción y dominado por empresas estatales, o controladas por el Estado, que son ineficientes, y las sanciones internacionales limitan el acceso al capital y la tecnología. Rusia tiene dificultades para desarrollar, retener y atraer talentos; el Estado no financia suficientemente la investigación científica y la mala gestión burocrática obstaculiza la innovación tecnológica. Como resultado, Rusia va considerablemente a la zaga de Estados Unidos y China en la mayoría de los indicadores de desarrollo científico y tecnológico. El gasto militar se ha estancado en los últimos cuatro años, y se prevé que la población disminuya en diez millones de personas de aquí a 2050.»17
La guerra ha tenido igualmente un gran impacto en la economía de las principales potencias europeas. EEUU ha utilizado la guerra, que él mismo contribuyó a desencadenar, no sólo para “desangrar” a Rusia y dificultar una posible alianza con China18, sino también para imponer a las potencias europeas su política de sanciones a la Federación y de financiación de la guerra en Ucrania.
Hasta ahora hemos tratado el balance de casi dos años de esta guerra sin hacer diferencias entre las características de las guerras en la decadencia o su última fase de la descomposición; pero en este punto hay una diferencia importante, y es la tendencia a “cada uno a la suya”, la dificultad de EEUU de imponer una disciplina a sus aliados y al mismo tiempo la imposibilidad de éstos de librarse de la tutela americana, y por tanto la imposibilidad de consolidar un bloque imperialista. Lo que en los medios se llama “Occidente”, frente al “Sur global”, no es la continuación de lo que fue el bloque USA frente al bloque del Este en la guerra fría, sino un saco de gatos donde cada cual defiende sus propios intereses frente a los demás; no menos de lo que sucede en el “Sur global”.
En un primer momento de la guerra, especialmente Francia y Alemania, trataron de mantener un diálogo con Putin y esquivar la política USA de forzar el desgaste del Kremlin en la guerra; pero finalmente han tenido que acatar las sanciones y la financiación de la guerra. Globalmente se calcula en 5 mil millones de euros la cantidad que la UE ha invertido solo en ayuda militar a Ucrania. Macron ha tenido que pasar de declarar la “muerte cerebral” de la OTAN, a contribuir con cerca de 3 mil millones de euros a financiar la guerra y enviar armamento a Ucrania; aunque no sin resistencias, porque su ayuda militar se situaría en quinto lugar, incluso detrás de Finlandia o Eslovaquia.
Pero sin duda es para Alemania para la que las sanciones y la guerra han tenido mayor impacto: «Antes de la invasión de Ucrania, Europa importaba el 45% de su gas de Rusia, con Alemania particularmente resistente a décadas de advertencias de EE.UU. de que tal dependencia de una única potencia ideológicamente hostil era una locura. Como era de esperar, una vez iniciada la guerra, Vladimir Putin recurrió al uso de los suministros de gas como arma de guerra. A partir de junio de 2022, los suministros de gas a través de Nord Stream 1, el gasoducto de 1.200 km desde la costa rusa cerca de San Petersburgo hasta el noreste de Alemania, se redujeron al 40% de lo normal. En julio el suministro había caído aún más, hasta el 20%. Gazprom culpó al "mantenimiento rutinario y los equipos defectuosos". A finales de agosto con los precios del gas subiendo en espiral, el NordStream 1 no transportaba nada de gas.»19. A lo que hay que añadir el sabotaje, primero político por parte de EEU y después práctico (haciéndolo estallar) de autoría desconocida, del Nordstream 2. Alemania ha tenido que reorganizar sus fuentes de Energía con amenazas de racionamientos.
En revancha Scholz ha declarado una Zitenwenden (cambio de época) en la política de Seguridad del país, que significa una política de rearme intensivo. Política que sigue el conjunto de países de la UE con un aumento del 30% de sus gastos de defensa desde febrero 2022.
EEUU por su parte ha invertido globalmente cerca de 250 mil millones de dólares en armamento y financiación de la guerra, y actualmente la administración Biden trata de salvar a toda costa un presupuesto de 60 mil millones más. A pesar de todo, el Estado americano se ha beneficiado económicamente de las sanciones y los recortes de energía para exportar sus propios recursos.
A escala internacional, el bloqueo de la exportación de grano de Ucrania (uno de los 4 principales productores mundiales), y del tráfico marítimo en el mar negro, han causado hambrunas en África y junto con el gasto en armamentos y otros gastos improductivos han colaborado al aumento de la inflación y particularmente de los precios de los alimentos. Todo esto, además del encarecimiento energético y el enorme aumento de los presupuestos militares, se descarga sobre los trabajadores en forma de sacrificios y un deterioro notable de sus condiciones de vida.
La irracionalidad de la guerra en el periodo de descomposición
Los grupos del Medio Político proletario de tradición Bordiguista y Damenista defienden que la guerra imperialista permite iniciar un nuevo ciclo de acumulación; La Izquierda Comunista de Francia, de la que nos reclamamos, al final de la IIª guerra mundial había sacado sin embargo la conclusión de que en la decadencia del capitalismo, la guerra solo produce la destrucción de fuerzas productivas:
«La guerra fue el medio indispensable para que el capitalismo abriera las posibilidades de un mayor desarrollo, en un momento en que estas posibilidades existían y sólo podían abrirse por medio de la violencia. Del mismo modo, el colapso del mundo capitalista, habiendo agotado históricamente todas las posibilidades de desarrollo, encuentra en la guerra moderna, la guerra imperialista, la expresión de este colapso que, sin abrir ninguna posibilidad de desarrollo ulterior para la producción, no hace más que engullir las fuerzas productivas en el abismo y acumular ruina sobre ruina a un ritmo acelerado.»20
Y esta guerra es una confirmación de eso:
«Hoy, la guerra en Ucrania no puede tener objetivos económicos directos. Ni para Rusia, que inició las hostilidades el 24 de febrero de 2022, ni para Estados Unidos, que durante más de dos décadas ha aprovechado el debilitamiento de Rusia tras la caída de su imperio en 1989 para impulsar la expansión de la OTAN hasta sus fronteras. Si Rusia consigue establecer el control sobre nuevas partes de Ucrania, tendrá que hacer frente a enormes gastos para reconstruir las zonas que está asolando. Además, a largo plazo, las sanciones económicas que están aplicando los países occidentales debilitarán aún más su ya débil economía. Por parte de Occidente, estas mismas sanciones también tendrán un coste considerable, por no hablar de la ayuda militar a Ucrania, que ya asciende a decenas de miles de millones de dólares. De hecho, la guerra actual es una ilustración más del análisis que hace la CCI de la cuestión de la guerra en el período de decadencia del capitalismo y especialmente en la fase de descomposición que constituye la culminación de esta decadencia.»21
En efecto, como el propio Putin acaba de declarar, “Ucrania es incapaz de producir nada”; de hecho la economía de Ucrania antes de la guerra ya estaba muy debilitada. Por ejemplo, tras la independencia de la URSS en 1991, la producción disminuyó un 60% y el PNB por habitante cayó un 42%; a excepción precisamente del Este, que es ahora el principal escenario de la guerra, de Kiev y los oblast del norte, la producción principal es agrícola. Y ahora las infraestructuras como el puente de Crimea son destruidas, ciudades enteras están en ruinas, en algunos lugares que eran importantes concentraciones obreras, las fábricas producen al 25% de su capacidad.
La situación del sector de producción y abastecimiento de energía es significativa del estado del país. Cuatro centrales nucleares están detenidas, y el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) calcula en 10 mil millones el costo de las destrucciones solo en este sector, que han dejado a 12 millones de personas en penuria energética: «El invierno pasado, Ucrania sufrió apagones y cortes de calefacción en todo el país. Los hospitales se quedaron sin electricidad o tuvieron que recurrir a sus propios generadores. En abril, la capacidad de generación de energía de Ucrania se había reducido en un 51% en comparación con justo antes de la invasión rusa, según el PNUD de la ONU.»22
Falta la mano de obra básica y particularmente la especializada en tecnología e investigación, que mayormente ha huido del país, o ha sido alistada en el frente: «Muchos profesores y estudiantes varones se alistaron en el ejército. Unos 2.000 profesores e investigadores no pudieron continuar su trabajo. En algunas universidades, el 30% de los profesores se han marchado al extranjero o al otro extremo del país. Sesenta y tres instituciones informan de la escasez de personal docente.»23
En esas condiciones es difícil pensar en una reconstrucción que inicie un nuevo ciclo de acumulación, y menos aún ante la perspectiva de cronificación de la guerra.
La guerra imperialista en la decadencia del capitalismo presenta ya en sí ese aspecto de la destrucción permanente como modo de vida del capitalismo; pero en su fase final de descomposición, y particularmente en los años recientes, esa irracionalidad adquiere una cualidad superior, de tierra quemada, por parte de los diferentes bandos imperialistas.
Así en esta guerra Rusia destruye las infraestructuras y la producción y aniquila la población del territorio que reclama (Donbás) y mientras uno de sus objetivos principales era impedir la presencia de la OTAN a las puertas de sus fronteras, de un lado ha empujado a Suecia y Finlandia a presentar su candidatura para entrar en ella, y de otro en vez de la “neutralidad” de Ucrania, se encuentra con el país militarizado y armado con la tecnología más moderna suministrada por el conjunto de países de la OTAN.
EEUU, que empujó a Putin a desencadenar la guerra para “desangrar a Rusia” y debilitar su posible alianza con China, ante la estagnación de la guerra, se encuentra frente a la perspectiva de, o bien aceptar la derrota de Ucrania (respaldada por la OTAN y en primer lugar por los USA mismo), lo que significaría un debilitamiento de la imagen de EEUU como 1ª potencia mundial y como aliado, o bien seguir la guerra hacia una escalada de consecuencias imprevisibles si hay una implicación directa de la OTAN, o por el uso de armas nucleares. Al mismo tiempo, en lugar de que la guerra fuera una demostración de fuerza que habría impuesto la disciplina a todos sus rivales y a las potencias de segundo y tercer orden, se encuentra con el desafío de Israel en la guerra de Oriente Medio y la posibilidad de la implicación de otras potencias regionales como Irán. Y si bien ha sido capaz de imponer por el momento sus intereses en Europa, las diferentes potencias de la UE han comenzado una carrera armamentística que algún día pueda permitirles resistir esas presiones. Una situación que no escapa a los analistas americanos:
«Un conflicto prolongado mantendría el riesgo de escalada –o bien del recurso a las armas nucleares de Rusia o a una guerra OTAN/Rusia- en un alto estado de alarma. Ucrania quedaría completamente dependiente militar y económicamente del apoyo de Occidente, lo que eventualmente causaría problemas presupuestarios para los países occidentales y problemas de preparación de sus ejércitos. Las consecuencias económicas globales persistirían y Estados Unidos serían incapaces de enfocar sus recursos en otras prioridades, y la dependencia rusa de China se profundizaría. Aunque una guerra larga también debilitaría aún más a Rusia, el beneficio no supera los costos»24
En el campo de batalla mismo, esa tendencia a la irracionalidad se ha expresado en la tendencia a reproducir a pequeña escala los asedios como el de Stalingrado en la 2ª guerra mundial o Verdun en la 1ª guerra mundial25, como en Bajmut o en Mariupol, donde con el pretexto del valor más o menos estratégico de la plaza, se procede a una destrucción sistemática con su enorme saldo de soldados muertos y heridos (en Bajmut se calculan cientos de miles de heridos graves y más de 50 mil muertos).
La situación de la clase obrera
La clase obrera en Ucrania está enormemente debilitada por la desindustrialización tras la desintegración de la URSS y por el peso de las campañas ideológicas que buscaron arrastrarla a las peleas entre fracciones de la burguesía en la llamada “revolución naranja”26 (2004), el euromaidán (2013) y la guerra de Crimea (2014). La declaración de guerra de Febrero no encontró resistencia en las movilizaciones obreras, sino en la huida masiva de refugiados. Y aunque recientemente en Kiev han habido manifestaciones de las mujeres pidiendo la vuelta de los soldados del frente, y el gobierno Zelensky tiene serias dificultades para reclutar soldados, no cabe esperar una respuesta obrera a la guerra.
En cuanto a Rusia, a pesar del black out informativo, da la impresión de que el proletariado de las principales concentraciones industriales sufre directamente menos el reclutamiento y los bombardeos, y al contrario, cada vez más la intensificación de la explotación y la represión en el trabajo y la pérdida de poder adquisitivo. Su respuesta a la situación continúa siendo un enigma; pero lo que se desprende de los hechos hasta ahora es que necesitará un tiempo de maduración.
Esperar una respuesta del proletariado de alguno de ambos países implicados que detenga la guerra está pues, fuera de lugar.
Por otro lado, tampoco las luchas actuales del proletariado mundial en los principales países son el producto de una protesta contra la guerra. El proletariado mundial fue capaz de detener la Iª guerra mundial, pero su lucha revolucionaria en Rusia y Alemania no era directamente el producto de una respuesta a la guerra, sino del desarrollo de sus luchas reivindicativas y de su conciencia frente al hundimiento del capitalismo. En el momento en que la burguesía en Alemania consiguió separar la lucha contra la guerra de la lucha revolucionaria en la retaguardia, la paz fue empleada contra la revolución.
Hoy los trabajadores de los principales países, a partir del verano del descontento en Gran Bretaña27, han iniciado una dinámica de luchas en defensa de sus condiciones de vida que se ha confirmado especialmente con las luchas contra la reforma de las pensiones en Francia y las luchas en EEUU (automóvil, sanidad, enseñanza, etc.). Las luchas se han desarrollado a pesar de la guerra de Ucrania; y la implicación de los diferentes países en la financiación y el envío de armamento para la guerra empezaba a permitir un terreno de reflexión sobre la relación entre los sacrificios y la guerra.
El estallido de la guerra en Oriente Medio no puede acabar con las luchas; pero teniendo en cuenta el peso ideológico de “la cuestión palestina”, que han transmitido durante muchos años los grupos izquierdistas; así como de la “cuestión judía”, que jugó un papel central en la movilización antifascista en la 2ª guerra mundial, esta guerra llama a elegir uno de los bandos imperialistas y significa un golpe al internacionalismo proletario28.
Hic Rhodas
29.12.2023
1 Guerra relámpago; término alemán para designar una campaña militar rápida y contundente con el objetivo de una clara victoria que evite la posibilidad de una guerra total (Wikipedia)
2 Según un estudio de la Universidad de Uppsala (Suecia) basado en los conflictos de 1946 a 2021, el 26% de las guerras entre los Estados terminan en menos de un mes, y otro 25% en un año; pero también demuestra que si el conflicto dura más de 1 año, la tendencia es a que se alargue al menos una década.
3 An Unwinnable War, in Foreign Affairs July/August 2023, by Samuel Charap (RAND Corporation; he served on the Policy Planning Staff of the US Department of State during the Obama administration)
4 «El bloque ha proporcionado ayuda militar a Ucrania -la primera vez que las instituciones europeas prestan directamente ayuda militar (incluso letal) a un Estado, además de poner fin a su resistencia a implicarse militarmente en apoyo a un tercer Estado en guerra» (How the Ukraine war made the EU rethink everything, The Guardian weekly, 6 Oct 2023
5 18 Estados miembros de la UE están instruyendo soldados ucranianos (The Guardian weekly, ídem)
6 How wars Don’t End, Foreign Affairs July/August 2023, by Margaret MacMillan, Professor Emeritusof International History at Oxford
7 soldadesca del líder checheno Kadyrov
8 The Treacherous Path to a Better Russia, Foreign Affairs July/August 2023, by Andrea Kendall-Taylor and Erica Frantz. Andrea Kendall is Senior Fellow and Director of the Transatlantic Security Program at the Center for a New American Security. From 2015-2018, she was deputy national intelligence officer for Russia and Eurasia at the National Intelligence Council in the Office of the Director of National Intelligence. Erica Frantz is Associate Professor of Political Science at Michigan State University
9 ver nota 3
10 Loin du front, la société ukranienne coupée en deux, Le Monde Diplomatique, Novembre 2023
11 Uno de los periodistas que aguantó hasta el final el asedio de Mariupol cuenta que «en un momento dado la gente no sabía a quien culpar de los bombardeos, si a los rusos o a los ucranianos» (A harrowing film exposes the brutality of Russia’s war in Ukraine, Vox -Voxmedia-, sobre un documental de la toma de Mariupol)
12 There are now more land mines in Ukraine than almost anywhere else on the planet, Vox (Voxmedia)
13 Ver : la guerra de Ucrania, un paso de gigante hacia la barbarie y el caos generalizado, en la Revista Internacional nº 168. La cita es de Iryna Stavchuk, ministra ucraniana del medio ambiente y recursos naturales, publicada en “Les guerres contre nature”, Le Monde 11 Junio 2022
14 Ver nota 10
15 Ver: Informe a la Conferencia de la Izquierda Comunista de Francia de julio de 1945, publicado “Las verdaderas causas de la Segunda Guerra Mundial”, en Revista Internacional nº 59
16 L’industrie d’armement russe monte en puissance, Le Monde 4 de Noviembre 2023
17 The Myth of russian decline, by Michael Kofman and Andrea Kendall-Taylor (Center for a New American Security), Foreing Affairs Noviembre/Diciembre 2021
18 Ver: significado e impacto de la guerra en Ucrania, en Revista Internacional nº 169
19 The Guardian weekly 6 October 2023, Vol 209 n.º 14: How the Ukraine war made the EU rethink everything, pag. 13
20 Ver nota 15
21 Militarismo y descomposición, Mayo 2022, en Revista Internacional nº 168
22 Ukraine fears another plunge into cold and darkness the washington post . wednesday, october 1 1 , 2023
23 Ukraine, le sistème éducatif fait front, de Qubit, revista científica de Hungría, publicado en Courrier International 1275, del 23 al 29 Noviembre 2023
24 Ver nota 3
25 El término de “bleeding to White”, que había empleado Hillary Clinton para referirse al objetivo de EEUU respecto a Rusia en esta guerra, lo empleó Erich von Falkenhayn, Jefe del Estado Mayor alemán, en el asedio a la fortaleza de Verdun en la Iª Guerra mundial respecto de Francia, a la que quería obligar a desgastar sus fuerzas. El fracaso de la ofensiva alemana resultó en una carnicería en la que murieron 750 mil soldados, 143 mil alemanes y 162 mil franceses
26 Ver Revista Internacional nº 120 (1er trimestre 2005): Elecciones USA-Ucrania, el capitalismo mundial, un callejón con cada vez menos salida
27 Se ha llamado el verano del descontento a las luchas del verano de 2022 en gran Bretaña, que tras la consigna de “enough is enough”, expresaban una ruptura de 40 años de pasividad tras la derrota de las huelgas mineras de 1983; el término hace referencia a las luchas de 1978-1979 que se conocieron como el invierno del descontento
28 ver artículos en esta misma Revista