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La muerte de la reina Isabel II ha sido la señal para que toda la burguesía se lance a un frenesí de propaganda, repitiendo una y otra vez la importancia del "deber, el sacrificio y la resistencia" al "servicio" de la unidad nacional, ya sea en boca del político tory más derechista o del líder sindical más izquierdista, ya sea en las páginas del reaccionario Daily Mail o del liberal Guardian. La Iglesia de Inglaterra, desde el arzobispo de Canterbury hasta el vicario local, ha cantado la misma melodía. Casi todos los que están en el ojo público, todos los que tienen alguna conexión privilegiada con la clase dominante o quieren tenerla -académicos, novelistas, historiadores, artistas, actores, deportistas, columnistas de periódicos- están añadiendo su pequeña contribución a este carnaval de dolor de 10 días, y al hacerlo revelan que no son tan independientes como pretenden, sino lacayos tanto como los lacayos de la familia real.
Pero esta avalancha de propaganda contiene una lección saludable para los trabajadores con conciencia de clase: a pesar de todas sus numerosas divisiones y conflictos secundarios, todas las partes de la clase dominante y del aparato estatal, izquierda y derecha, liberales y populistas, monárquicos y sindicalistas, se unen como un solo hombre en la defensa de la nación en la que la clase obrera no tiene ninguna participación ni interés.
El uso de esta campaña como garrote para golpear a la clase trabajadora se puso de manifiesto poco después de que se anunciara la muerte de la Reina, cuando tres sindicatos implicados en la actual oleada de huelgas en Gran Bretaña -el RMT (ferrocarril), el CWU (correos) y el TSSA (transporte)- anunciaron que suspenderían las acciones de huelga previstas durante el periodo de luto nacional. Como dijo el líder "radical" del RMT, Mick Lynch "RMT se une a toda la nación para presentar sus respetos a la Reina Isabel. Se suspende la huelga ferroviaria prevista para los días 15 y 17 de septiembre. Expresamos nuestras más profundas condolencias a su familia, a sus amigos y al país".
El TUC, la dirección de todos los sindicatos ha pospuesto su Congreso, en el que iba a pretender coordinar las huelgas, a octubre o noviembre.
El respeto a la unidad nacional en tiempos de crisis ha sido el distintivo de los sindicatos desde 1914, cuando servían para reclutar trabajadores para los campos de batalla imperialistas, por lo que esta "suspensión" de la lucha de clases no es en absoluto una excepción.
Asimismo, el Partido Laborista, desde la derecha hasta la izquierda, siempre ha jurado su lealtad al monarca constitucional. El exlíder izquierdista del Partido Laborista de la oposición, Jeremy Corbyn -que fue apoyado ávidamente por los trotskistas y otros izquierdistas- declaró en 2017 que "la abolición de la monarquía no estaba en su agenda", y reapareció hace unos días para asistir a uno de los homenajes oficiales a la Reina.
La burguesía nunca pierde la oportunidad de beneficiarse de una crisis y espera que los himnos y sermones, las procesiones, las salvas de cañón, los conmovedores homenajes, inculquen, a una combativa clase obrera, la importancia de dejarlo todo por el interés nacional, es decir, por las ganancias capitalistas y las guerras imperialistas.
Y mientras la clase dominante pretende utilizar esta campaña para ocultar las divisiones de clase sobre las que se fundamenta esta sociedad, también pretende tapar algunas de las profundas grietas de su propia posición imperialista, grietas amplificadas por el auge del populismo y el desastre del Brexit, que amenaza la existencia del propio Reino Unido. No es casualidad que, ante la amenaza de la independencia de Escocia y la desintegración de la relación de Gran Bretaña con Irlanda del Norte, las sombrías ceremonias de la semana de luto comenzaran con el desfile del féretro de la reina por las calles de Edimburgo, y que la primera tarea del nuevo rey fuera visitar el castillo de Hillsborough, en Irlanda del Norte.
Pero ¿qué pasa con la burguesía mundial, es decir, la clase dominante de esas naciones en competencia mortal con Gran Bretaña, por qué también se unen a esta mascarada de luto y ondean sus propias banderas a media asta? Incluso Vladimir Putin ha enviado sus condolencias.
La respuesta es que la Reina no sólo representaba la continuidad nacional, la estabilidad y la longevidad para la clase dominante británica, sino también para el capitalismo mundial en su conjunto, para toda burguesía enfrentada a su enemigo de clase, el proletariado. Ella y la familia real británica eran la fachada humana y “atrayente” del orden burgués en todas partes, ocultando, pero justificando silenciosamente las atrocidades coloniales, la carnicería imperialista, la devastadora crisis económica, la explotación y la pauperización de las masas trabajadoras en todas partes en nombre de la unidad y el servicio a la "comunidad de naciones".
En una época en la que el capitalismo mundial se está derrumbando, el reinado de la reina Isabel se utilizó para simbolizar la pretensión de un orden y una continuidad burguesa fundamental, la ilusión de que el actual modo de producción podría continuar en las buenas y en las malas. Pero su muerte, a su vez, es un símbolo de la realidad del empeoramiento de la inestabilidad del capitalismo mundial, de la avalancha de catástrofes a todos los niveles.
Restos feudales al servicio del capitalismo
Cuando la burguesía británica llegó al poder durante la revolución inglesa, el rey Carlos I, representante y defensor de la monarquía absoluta, fue decapitado en 1649 por los parlamentarios revolucionarios. Pero la burguesía británica ascendente se dio cuenta posteriormente de que su dominio no podía mantenerse y estabilizarse mediante una maquinaria estatal completamente nueva. Había que recuperar la monarquía, junto con la larga experiencia diplomática, política y militar de la aristocracia, pero esta vez limitada constitucionalmente y supeditada al parlamento burgués.
Si el Estado burgués gobierna en interés de la clase dominante capitalista, tiene que aparecer, sin embargo, como el representante de toda la población, y fingir que siempre ha estado ahí desde el principio de los tiempos, en lugar de, como en la realidad, llegar al poder hace relativamente poco tiempo a través de una revolución violenta. El Estado debe aparecer, pues, como elevado por encima de los intereses de las clases rivales, para evitar que la sociedad se desgarre. Los explotadores y guerreros no deben aparecer como tales ante los explotados, sino, en última instancia, como una familia, de carne y hueso, con sentimientos humanos, como tú y yo[1]. Aquí es donde la preservación de las instituciones feudales, como la monarquía, han tenido su importancia porque en la sociedad capitalista, donde rige el "pago insensible al contado", la esclavitud asalariada puede ser apaciguada por la ilusión de que incluso ellos, los explotados, son parte de una familia nacional.
La monarquía constitucional de Gran Bretaña ha estado perfeccionando esta fachada de unidad patriarcal durante más de tres siglos. Pero las contradicciones del capitalismo mundial están llegando a un nivel en el que incluso las fachadas están desgastadas. Los comentaristas aduladores del fallecimiento de la reina Isabel II reconocen que sus herederos no podrán reproducir las ilusiones de su reinado. El nuevo Rey, que como Príncipe de Gales siempre fue propenso a inmiscuirse en la política, nunca ha sido popular entre ciertos sectores de la burguesía y, por lo tanto, le resultará mucho más difícil posar como símbolo de unidad por encima de las divisiones políticas.
El actual carnaval de unidad nacional se produce cuando la carnicería Inter capitalista en Ucrania, en la que la Gran Bretaña imperialista es un actor entusiasta, ha revelado la hipocresía y el anacronismo de toda defensa nacional y orgullo patriótico. El futuro está en una clase sin intereses nacionales, una clase internacional: el proletariado mundial.
Como
[1] Sin embargo, no debemos olvidar que la religión capitalista de la unidad nacional no se basa únicamente en la manipulación de ideas y sentimientos. Nunca tarda en recurrir a la ayuda de la policía. Dos manifestantes que asistían a las ceremonias de Londres y Edimburgo fueron detenidos por llevar pancartas con lemas como "abolir la monarquía" y "mi rey no". Para justificar las detenciones se invocó la Ley de Policía, Delincuencia, Condenas y Tribunales de 2022, que limita severamente la posibilidad de manifestarse en las calles.