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El primero de octubre las masas llevadas por los catalanistas a la farsa del Referéndum han sido golpeadas brutalmente por la represión del gobierno español. Ambos bandos se han embozado en el manto de la democracia justificando con ella unos, la represión y otros, las votaciones. Los catalanistas se han presentado como víctimas de la represión para avanzar en su reclamación de independencia. El gobierno Rajoy ha justificado la barbarie represiva en nombre de la defensa de la constitución y los derechos democráticos de todos los españoles. Los partidos “equidistantes” (Podemos, el partido de Colau etc.) han proclamado la democracia como medio de echar a Rajoy y “encontrar una solución” al conflicto catalán.
Queremos denunciar esta trampa engendrada por las pugnas entre fracciones del Capital que llevan, por un lado, al engaño de un Referéndum amañado y, por otro, a la represión brutal del gobierno español. En ambos lados, es la clase obrera y todos los oprimidos quienes ponen las víctimas.
Todos presentan la democracia como el Bien Supremo. Sin embargo, quieren que olvidemos que detrás de la máscara democrática se oculta el Estado totalitario. Al igual que los regímenes militares o de partido único, el Estado democrático es la dictadura exclusiva y excluyente del Capital que impone en nombre del voto popular sus intereses y designios contra el interés de todos los explotados y oprimidos.
En la primera guerra mundial con sus 20 millones de muertos, todos los bandos justificaron la barbarie en nombre de la Democracia. En la segunda guerra mundial, si bien el bando Nazi derrotado se basaba en un régimen de terror que invocaba ideologías abiertamente reaccionarias como la “supremacía de la raza aria”, el bando vencedor -que incluía no solamente las potencias democráticas sino el régimen brutal de la URSS- se vistió de los ropajes democráticos para justificar su participación en la barbarie de 60 millones de muertos, que incluyó el uso directo de la bomba atómica en Hiroshima y Nagasaki.
Fue en nombre de la democracia como la República española logró enrolar a obreros y campesinos en la terrible matanza que significó la guerra civil de 1936 entre fracciones de la burguesía -republicanos y franquistas- que costó un millón de muertos.
En nombre de la democracia, utilizando el régimen de la Constitución de 1978, todos, franquistas modernizados y demócratas de toda la vida, nos impusieron la degradación imparable de nuestras condiciones de vida y de trabajo que nos ha llevado a la situación actual donde el trabajo fijo ha sido sustituido por la precariedad generalizada. En esa degradación han colaborado catalanistas y españolistas. ¡No olvidemos que fue el gobierno de Artur Mas quien en 2011-2012 fue pionero de los recortes en sanidad, educación, subsidios de desempleo etc., que luego generalizaría para toda España el gobierno de Rajoy!
Españolistas y catalanistas tienen sus manos manchadas con la represión de las luchas obreras. La democracia se estrenó en la España postfranquista con la muerte de 5 obreros en la huelga masiva de Vitoria en 1976. Durante el gobierno de Felipe González, hubo el asesinato de 3 obreros en las luchas de Gijón, Bilbao y Reinosa. El gobierno catalanista de Artur Más desencadenó una brutal represión contra las asambleas del 15 M causando cien heridos. Antes, en 1934, sus actuales socios de ERC organizaron una milicia -los Escamots- especializada en la tortura de militantes obreros.
Y todos se saltan a la torera sus propias reglas “democráticas” que dicen ser su Ideal. Lo hemos visto en el bando catalanista con su imposición mediante una chapuza parlamentaria del proceso hacia la independencia o con sus urnas “embarazadas”, rellenas hasta los topes de votos por el Sí.
En nombre de la Democracia se libra una guerra a muerte alrededor del otro pilar de la dominación capitalista: la Nación. La Nación no es la agrupación “fraternal” de todos los nacidos en la misma tierra, sino la finca privada del conjunto de capitalistas de un país que organizan a través del Estado la explotación y la opresión de todos sus súbditos.
Los aspirantes a una nueva “hacienda”, los independentistas catalanes, se presentan como víctimas de la barbarie de sus rivales y de que “Madrid nos roba” para movilizar en nombre de una “verdadera democracia” su carne de cañón.
Su “verdadera democracia” consiste en la exclusión de los que no comulgan con sus propósitos. El hostigamiento de aquellos que no van a votar, los carteles y los escraches de los no adeptos, el chantaje moral de aquellos que simplemente quieren mantener un espíritu crítico. En todas las zonas a su alcance han impuesto la dictadura de sus asociaciones “civiles” que, con las armas del insulto, la calumnia, el ostracismo, el acoso, el control, tratan de “homogeneizar” a la población en torno a “Catalunya”. De forma cada vez más descarada los grupos catalanistas despliegan métodos nazis y teorizan la “pureza” de la “raza catalana”.
Por su parte los demócratas españolistas no le andan a la zaga. El odio contra los catalanes, la maniobra del desplazamiento de sedes de grandes empresas fuera de Cataluña, las movilizaciones “espontáneas” en favor de las fuerzas represivas jaleadas con el bárbaro “A por ellos” que recuerda el “ETA mátalos” de los nacionalistas vascos, el llamamiento a colocar banderas rojigualdas en las ventanas, todo ello muestra el desencadenamiento de la fiera nacionalista españolista de triste recuerdo pues, con el franquismo, sirvió de palanca para imponer un régimen de terror.
Lo que ambos bandos comparten es la exclusión y la xenofobia, pues todos coinciden en el odio hacia el emigrante, el desprecio de trabajadores árabes, latinos y asiáticos., bajo los repugnantes eslóganes de “nos quitan lo nuestro”, “nos roban el trabajo”, “aumentan las colas en la Sanidad” etc., cuando es la crisis del capitalismo y la incapacidad de sus Estados, español o autonómico catalán, la que degrada las condiciones de todos y empujan a miles de jóvenes a una nueva oleada migratoria que recuerda la de los años 50-60.
En medio de este choque salvaje, los equidistantes de Podemos y Colau intentan hacernos creer que la Democracia con su “derecho a decidir” será el bálsamo que permitirá la negociación y una “salida civilizada”. En este concierto de ilusiones ha aparecido una iniciativa “Hablemos / Parlem”, que quiere aparcar las dos banderas -la rojigualda y la estelada- y llevar la “bandera blanca” del diálogo y la democracia.
El proletariado y con él todos los explotados no pueden hacerse ilusiones. El conflicto que ha brotado en Cataluña es de la misma calaña que los conflictos populistas que llevaron al Brexit o a la entronización de un loco irresponsable al frente de la primera potencia mundial: Trump. Es la expresión de la degeneración y descomposición de sistema capitalista que provoca una crisis no solo económica sino igualmente política en los diferentes Estados capitalistas.
El capitalismo actual presenta una apariencia de que “todo va bien”, de que “salimos de la crisis”, de que hay “progreso tecnológico” y dinamismo mundial. Pero por debajo de esta capa superficial deslumbrante lo que madura con cada vez mayor fuerza es la violencia de las contradicciones del capitalismo, la guerra imperialista, la destrucción del medio ambiente, la barbarie moral, las tendencias centrífugas del cada cual a la suya que se apoya -a la vez que retroalimentan- en la proliferación de visiones y acciones xenófobas, excluyentes y endogámicas.
Este volcán irrumpe una y otra vez con la situación en Extremo Oriente y el peligro de guerra entre Corea del Norte y USA, pero se manifiesta igualmente con el conflicto catalán. De forma aparentemente civilizada y democrática, en medio de “negociaciones” y “treguas”, se va degradando progresivamente y corre el riesgo de enquistarse y hacerse insoluble, lo que no puede sino acarrear tensiones cada vez más brutales. Si bien, hasta ahora no ha habido muertos, el peligro es cada vez mayor. Un clima social de fractura, choques violentos, intimidación, va arraigándose en toda la sociedad, no solo en Cataluña, sino en toda España. Va creciendo el número de personas que no pudiendo soportar la situación dejan amigos, hijos, trabajo...
Lo que vemos ante nuestros ojos es lo que, en 1915, ante la barbarie de la primera guerra mundial, describió la revolucionaria Rosa Luxemburgo de forma penetrante y profética: «Avergonzada, deshonrada, nadando en sangre y chorreando mugre: así vemos a la sociedad capitalista. No como la vemos siempre, desempeñando papeles de paz y rectitud, orden, filosofía, ética, sino como bestia vociferante, orgía de anarquía, vaho pestilente, devastadora de la cultura y la humanidad así se nos aparece en toda su horrorosa crudeza» (La crisis de la socialdemocracia, cap. I).
El peligro para el proletariado y para el futuro de la humanidad, es que quede atrapado en esa atmósfera irrespirable que se está generando en torno al embrollo catalán: sus sentimientos, aspiraciones y pensamientos, ya no gravitarían alrededor de qué futuro para la humanidad, qué respuesta a la precariedad y a los sueldos de miseria, qué salida frente a la degradación general de las condiciones de vida; al contrario, estaría polarizado en elegir entre España y Cataluña, en la constitución, el derecho a decidir, la nación…, es decir, los factores que han contribuido a la situación actual y amenazan con llevarla al paroxismo.
Somos conscientes de la situación de debilidad por la que hoy atraviesa el proletariado, sin embargo, eso no puede impedirnos reconocer que solamente de su lucha autónoma como clase puede emerger una solución. La contribución a esa orientación requiere oponerse hoy a la movilización democrática, a la elección entre España y Cataluña, al terreno nacional. La lucha del proletariado y el futuro de la humanidad solo pueden dirimirse fuera y contra de esos terrenos podridos llamados Democracia y Nación.
Corriente Comunista Internacional 9 octubre 2017
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