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Publicamos un artículo de nuestra sección World Revolution en Inglaterra pues aunque parece lejano, y aún ajeno al proletariado de América Latina, el uso mediático de la muerte de Margaret Thatcher por parte de la burguesía constituye un ataque ideológico contra el proletariado de todo el mundo que hay que denunciar y del cual debemos sacar lecciones.
Cuando Margaret Thatcher murió dijeron que, como en vida, su muerte había polarizado y dividido a Gran Bretaña. Por un lado, estuvieron los tributos parlamentarios, las aclamaciones por su grandeza como mujer y sus principios como un político, y un funeral con dignatarios provenientes de todo el mundo. Contra esto hubo fiestas en la calle celebrando su muerte, el canto de “¡Ding Dong, La bruja está muerta! y la efusión de comentarios ácidos contra “El más odiado Primer ministro británico”. Más de veinte años después de que dejara el poder Thatcher era todavía capaz de desempeñar un papel en las falsas alternativas ideológicas de diferentes facciones de la clase dominante.
Para empezar, el Presidente Obama de Estados Unidos llamó a Thatcher “uno de los grandes campeones de la libertad”. Esta curiosa descripción implica un renacimiento del lenguaje de la guerra fría. Margaret Thatcher tenía tanto que ver con la “libertad” como los dirigentes estalinistas de la URSS tuvieron que ver con el comunismo. Lo que sí hizo durante el tiempo en su puesto fue asegurar que el imperialismo británico mantuviera su papel como teniente leal a Estados Unidos, líder del bloque occidental. Y cuando el bloque ruso se derrumbó, y la burguesía británica quiso que el imperialismo británico persiguiera una orientación más independiente, los “hombres en trajes grises” arreglaron su reemplazo. Ya no había un lugar para la retórica de línea dura de la Guerra fría. Thatcher era claramente prescindible.
A nivel de la economía, los denigradores de Thatcher la culpan por el aumento del desempleo al principio de los años 80, por la disminución de la producción en las industrias del acero, las armadoras de coches y de construcción naval, y por el ataque a la minería del carbón. Esto no fue la responsabilidad de una persona. La caída de la producción de muchas de las principales industrias fue resentida internacionalmente, no por el capricho o la personalidad de los políticos individuales sino por el agravamiento de la crisis económica del capitalismo. En ese contexto, el capitalismo británico fue particularmente agobiado por las industrias obsoletas y poco competitivas. Las leyes de la ganancia exigieron que la poda viciosa se impulsara bajo el gobierno de Thatcher.
En cuanto a la función específica del gobierno, los ataques que caracterizaron la década de los 80 no iniciaron con el gobierno conservador, sino con el precedente gobierno laborista de Callaghan y Healey. Por lo tanto, las luchas de la clase obrera, las huelgas y manifestaciones masivas de 1978-79 que llegaron a ser conocidas como el “invierno del descontento” fueron contra los recortes impuestos por el gobierno laborista. Y cuando John Major dejó el puesto en 1997 el gobierno laborista entrante explícitamente se comprometió con los planes de gasto del partido Tory. Además, cuando el gobierno laborista de Gordon Brown fue reemplazado por la coalición encabezada por Cameron siguió el mismo régimen básico.
Bajo Thatcher y Major la izquierda denunció la forma en que continuamente se manipularon las estadísticas de desempleo. Sin embargo, aparte de un par de ajustes, las cifras de desempleo nunca han sido corregidas para que puedan hacerse comparaciones precisas de este rubro en las últimas décadas. Hay en el Reino Unido oficialmente casi 9 millones de personas en edad de trabajar que se describen como “económicamente inactivas”. Cualquiera que sean las cifras de estas estadísticas, el desempleo masivo en el Reino Unido no ha desaparecido en los trece años de gobierno laborista. Ha estado presente, sin interrupción, durante treinta años. Esto no es culpa de cualquier individuo, gobierno o política. Es una expresión de la profundidad de la crisis del capitalismo.
En la década de 1980 había Tories (conservadores) que pensaban que más inversión pública podría cambiar las cosas, de la misma manera pensaban el conjunto de la izquierda que propuso diferentes grados de intervención del Estado. Ninguno de ellos lograba una “alternativa”. En ese sentido, cuando Thatcher dijo “No hay ninguna alternativa”, tenía razón. La crisis económica era una crisis del capitalismo de Estado, algo que no podía más que empeorar a pesar de los recursos de endeudamiento utilizados.
Pero ¿qué hay con la clase obrera de los años 80 en Gran Bretaña? Seguramente estaba claro que Thatcher y los odiados Tories eran los enemigos jurados de los trabajadores y demostraron esto abiertamente durante la huelga de mineros de 1984-85. Sí, el Estado se preparó para la huelga de mineros y utilizó la represión y la propaganda contra la huelga que duró un año. Pero eso es solo una parte de la ecuación. La tarea de asegurar que los mineros permanecieran aislados estuvo a cargo de los sindicatos. El potencial estaba allí para que la lucha se extendiera a los estibadores y conductores de trenes, pero los sindicatos mantuvieron a los trabajadores divididos. A lo largo de los años 80, la izquierda y los sindicatos jugaron bien su papel, como parte del aparato político del capitalismo, proponiendo falsas alternativas. Esto implicó no sólo políticas económicas “alternativas”, sino también campañas alrededor de temas como las amenazas al gobierno local o la presencia de armas estadounidenses en suelo británico. En definitiva, durante los años 80, los trabajadores en Gran Bretaña se alzaron no sólo contra los ataques materiales respaldados por el Estado, sino contra toda la gama de mentiras difundidas por la izquierda. Tony Blair ha dicho recientemente que el partido laborista no debe volver a ser un “partido de protesta”. De hecho, bajo Thatcher, este partido jugó un papel absolutamente crucial por ser precisamente eso. Se podría haber odiado a los Tories, pero el partido Labour, la izquierda y los sindicatos estaban listos y esperando con los brazos abiertos... para socavar cualquier descontento en desarrollo.
Una de las cosas por las que Thatcher será recordada es la guerra de las Malvinas contra Argentina en 1982. Hoy en día sigue siendo un foco para las campañas de propaganda. Algunos dicen que los deseos de los isleños de las Malvinas deberían considerarse en primer lugar, para otros, es un episodio típico en la historia del imperialismo británico. Observando a distancia el contexto se ve algo diferente. Las Malvinas no tenían y siguen sin tener importancia estratégica o material. En la década de 1980, Argentina era un aliado del Reino Unido en el bloque de Estados Unidos. Sin embargo, ya estaban en marcha movimientos para cambiar la situación de las Islas Malvinas. La guerra por las Malvinas no puede entenderse como un asunto militar, sólo puede entenderse a nivel social. El estímulo de esta campaña nacionalista (con el líder laborista Michael Foot en un papel prominente del coro) era una distracción masiva en un momento en que diversos intereses de clase dentro de la población británica se estaban planteando de manera aguda.
Debido a sus constantes invectivas contra el bloque ruso, Thatcher llegó a ser conocida como la “Dama de hierro”. Su reputación como una belicista es indiscutible. Sin embargo, si observamos los despliegues de las fuerzas armadas británicas durante el período de su mandato (Malvinas, Irlanda del norte, etc.) no son nada comparado a la escalada de operaciones realizadas por el partido Labour bajo Blair y Brown con Afganistán, Irak, etcétera.
En el Parlamento, Glenda Jackson criticó los “daños sociales, económicos y espirituales” infligidos por Thatcher. Muchas vidas fueron devastadas durante la década de 1980 sufriendo el impacto de la crisis económica capitalista. En oposición a que la causa fuera Margaret Thatcher, los marxistas dicen que eso existe como resultado del sistema social. Y el sistema capitalista en que vivimos no es solo económicamente miserable; se ha desarrollado una cultura de todos contra todos, de individuos atomizados, alienados, de empobrecimiento emocional. A lo largo de su vida adulta Thatcher ciertamente desempeñó su papel para la clase dominante, pero fue solamente un engranaje, sin duda importante, en el conjunto de la máquina del Estado capitalista.
Car, 12 de abril de 2013